ética de la autenticidad

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Charles Taylor La ética d e la autenticidad Introducción d e Carlos Thiehaut Ediciones Paidós I C E de la llnivl I sidad Autónoma d e Barcelona

Transcript of ética de la autenticidad

  • Charles Taylor

    La tica de la autenticidad

    Introduccin de Carlos Thiehaut

    Ediciones PaidsI.C.E. de la llnivl'I'sidad Autnoma de BarcelonaBarcelolla - lIUI'llOS Aires - l\lxico

  • Ttulo original: mala/se f?(mo(/erni'.YPublicado en ingli's por Ilouse of AniJnsi Press Limited

    Tradll('cin dI' Pablo Carhajosa Pi'rez

    Cubierta de l\lario Eskenazi

    1: edicin, 1994

    (Jul'tlan I iguroSilllll'nte prohihidas, sin la aUlrizacin escrita de los titulan's

  • A Bisia

    Deseo agradecer a Connie y Frank Moore su ayuda en ladiscusin de este proyecto, y a .Ruth Abbey y Wanda Tay!orsu atenta lectura del manuscrito. Vaya mi reconocimiento aEusebia da Silva por ayudarme a definir tanto ste como elproyecto ms amplio al que pertenece.

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  • SUMARIO

    Introduccin. Recuperar la moral: la filosofa de Char-les Taylor, por Carlos Tht!ballt . . . . . . . . . . . . . . . 11

    Lenguaje, valor y expresividad. La tradicin hcnnenu-tica frente al naturalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

    Bien e identidad morales: hacia un nuevo realismo tico 23Comunidad moral e identidad. El reconocimiento y el

    problema del multiculturalismo 30

    LA ETICA DE LA AUTENTICIDAD

    1. Tres formas de malestar . . . . . 372. El debate inarticulado 493. Las fuentes de la autenticidad. . . . . . . . . . . . . . . 614. Horizontes ineludibles 675. La necesidad de reconocimiento 776. El deslizamiento hacia el subjetivismo . . . . . . . . 897. La lotta continua 1038. Lenguajes ms sutiles 1119. Jaula de hierro? 12110. Contra la fragmentacin 135

    ______J

  • INTRODUCCIN

    RECUPERAR LA MORAL:LA FILOSOFA DE CHARLES TAYWR

    El ensayo que se traduce en este volumen, La tica de laalltenticidad segn el ttulo de la edicin norteamericana oEl malestar de la modenzidad, segn reza la primera versincanadiense, es el ltimo libro publicado por el filsofo ca-nadiense Charles Taylor y puede ser presentado como unaculminacin de su obra ms extensa, Sources o{ the Se/f. TlleMaking 01 Modenz ldentity, aparecida en 1989.\ A su vez,este ltimo trabajo trataba de sintetizar y de presentar enforma de un argumento narrativamente coherente algunasde las principales preocupaciones filosficas que ocupabana nuestro autor desde los aos setenta: la vinculacin de lasdimensiones cualitativas de la idea de bIen con-Ta cuesti-ilde la identidad personal y colectiva, la matriz lingistica ysocial de esas dimensiones de valor, el proceso histrico de"desarrollo y transmutacin de las formas de la moralidadpersonal y colectiva y,. por ltimo, la indagacin de la mora-liaad de las sociedades desarrolladas. Todas esas inquietu-des se articulaban en una reflexin filosfica que, aunqueconocedora y a veces practicante de los modos de la filoso-fa analtica contempornea, opera ms en los topos de la re-flexin continental y, en concreto, de las tradidones fenome-nolgicas, hermeneticas y, en cierto sentido, de la teol a

    1. Sotlrces of the Se/f. The Making of the Moderll Idelltity. Cambridge,Mass., Harvard University Press, 1989. Citaremos SS y la pgina. Para untratamiento ms pormenorizado de este libro, sobre todo por lo que respecta a la dimensin histrica de la constitucin de la subjetividad -elncleo ms importante del mismo-, me remito al captulo segundo de C.Thiebaut, Los lmites de la comwlidad. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. 1992, pgs. 65-102. que lleva pOI' ttulo -Nuestro nuevo rdratomoral: Charles Taylor .

  • 12 LA tTICA DE LA AUTENTICIDAD

    crtica. El ensayo que aqu se presenta aade a esa sensibili-dad hel'menetica un acento especial: podemos ver en juegoun cierto afn educador -un afn que para ser comprendi-do debe: en'primerTugar, ser redimido de las malas conno-taciones que arrastra e! adjetivo que lo acompaa- el cualhace de l no slo el trabajo de un filsofo de la moral sinotambin el discurso de un moralista. El anlisis de! males-tar de la modernidad se realiza C afn de recuperar lasfuentes olvidadas dI: lo moral, unas fuentes que.segn'-Tay:1'01', la filosofia moderna no ha comprendido adecuadamen-te y cuya omisin no slo deja desarbolada esa filosofa sinotambin a la sociedad moderna misma. La filosofia moraly poltica de la modernidad -el liberalismo en la polticay el racionalismo y el naturalismo en la moral- nos han ale-jado tanto, argumenta Taylor, de nuestra estofa moral real,de nuestras prcticas de argumentacin prctica en la vidacotidiana y de los marcos de valores en los que constituimosnuestra identidad que hemos dado en quedar ciegos, inca-paces de explicarnos quines somos y de resolver los pro-blemas que de hecho tenemos. Todo comportamiento posi-ble, todo modo de vida practicable,parece iguaTmeleceptable desde el punto de vista de la imparcialidad liberalcuando, de hecho y por el contrario, nuestra cultura morarl-ia ido acumulando criterios de valor segn los cuales nosdecimos qu vidas son plenas y cules acarrean frustracino fracaso. Nuestra moral-moral pblica y no slo privada-ha quedado sin articulacin -por emplear un concepto cen-tral para Taylor y sobre el que nos fijaremos en seguida-y en ese descoyuptamiento anida la principal raz de nues-tros

    No le ser difcil al lector percibir en ese esbozado retra-to de una cierta desconfianza ante la filosofa moderna al-gunos rasgos comunes a otras reflexiones anglosajonas con-temporneas como las del neopragmatismo de Rorty,2 por

    2. Vase R.Rorty, La filosofia y el espejo de la naturaleza, Madrid, Cte-dra, 1983 o CUlllillgellcy, /rony (l/Id Solidarity, Cambridge, Cambridge Uni.vel'sity P"ess, 1989. errad. esp. COlllillgellcia, ironia y solidaridad, Barcelo.na, Paids, 1991.)

  • INTRODUCCIN: LA FIU>SOFtA DE CH. TAYU>R

    una parte, o el neoaristotelsmo de Bernard Williams l o deAlasdair l\lacIntyre4 y de los comunitarismos -tan distan-tes, por otro lado, entre s- de Michael Sandels o de Mi-chael Walzer,6 por otra. Con todos ellos comparte Taylor unasospecha filosfica hacia la epistemologa de la modernidad,un acento en lo sustantivo de la dimensin moral -del bienfrente al deber y lo justo, de! valor frente al procedimiento-y un intento de recuperar algo que no debiera haberse per-dido con la revolucin filosfica moderna. Pero en ese movi-miento de recuperacin moral, la postura de Taylor -al igualque la de Rorty o la de Walzer- rechaza toda anoranza y cual-quier intento de regreso a un perdido: la mo-dernidad, las muchas modernidades que se acumulan parahacernos l que somos, no tienen camino de regreso y, al finy al cabo, e! diagnstico de los males de la identidad que setiene no puede concluir, por muy daino que fuera e! es"tadori que tal identidad se encuentre, en una terapia que propu-siera abolirla de raz. En esa indagacin sobre el estado me>:ral de nuestra identidad y de nuestro tiempo el anlisis deTaylor se sita claramente en las filas de los defensores deaquellas ideas e instituciones que definen la modernidad: lademocracia, los derechos y las libertades, los afanes de lat01erancia y de la igualdad; perose"puede percibir, tambin,un eco de una perplejidad ms honda que quisiera recupe--al' en un nuevo lenguaje, en odres nuevos, algo de lo que slose expres en otro ms viejo, en odres ya ajados. As, en msde un momento, la adscripcin de Charles Taylor al tesmo-y a una forma particular de tesmo: la catlica- quierereivindicar la fuerza semntica de una articulacin de Vello-res enclave religiosa, como tambin hace su compaero le

    3. Vase Ethics and the UlIlits uf Philasuphy, Cambridge, Mass., 11,\r-vard University Press, 1985.

    4. Vase Whose JlIstice? Whic1 Rationality?, Natre Dame, Notre DameUniversity Press, 1988.

    5. Vase Liberalism and the Limits uf hutice, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1982.

    6. Vase Sp/zeres 01 JlIstice. A Delense 01 l'lllralism and Eqllalil)', Nue-va York, Basic Books, 1983.

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    creencias, Alasdair MacIntyre. (stas y otras coincidenciasno nos autorizan an, creo, a hablar de una nueva filosofacatlica en Norteamrica, dadas las diferencias tericas exis-tentes ntn: los dos autores y sus respectivas cercanas filo-sficas a otros pensadores que no parecen compartir suscreencias religiosas.) 0, en otro orden de cucstiones, su par-ticular sensibilidad poltica como milit!!te en el movimicn-to nacionalista de Quebec le hace tambin scn-sible a las dimensiones culturales y polticas de lascomunidades y hacia algo as como sus derechos de defensade su identidad colectiva, todo ello en una relacin ms bienproblemtica con el pensamiento moderno liberal.

    Los trabajos de Taylor tienen, como queda dicho, un cier-to afn moralizante que, si bien puede ser eficaz a la horade presentar el punto de llegada de su investigacin, ocultaa veces la trama conceptual o filosfica sobre la que se apo-yan sus reflexiones. Para resaltar la pertinencia filosfiEa deldebate y poderlo proseguir, trataremos aqu de presentar or-denadamente algunos rasgos de esa trama apoyndonos, so-bre todo, en el conjunto de sus ensayos filosficos anterio-res tal como aparecieron recogidos en 1985 en los dosvolmenes de sus Philosuphical Papers,7 as como en la par-te ms analtica de Sources of the Self. La reconstruccin dela estructura conceptual de algunos momentos de la ampliaproduccin de Taylor -produccin que aqu no se puede re-sear al completo- puede ayudar a entender el texto quese presenta desde una perspectiva ms amplia.

    Comenzaremos con la crtica quc formula Taylor a la epis-temologa naturalista tpica de la modernidad, epistemolo-ga cuyos efectos inducen, segn nuestro autor, a una mal-comprensin del funcionamicnto y del papel del lenguaje, dela racionalidad prctica y de Lis ciencias sociales, para verde qu manera se despliega la perspectiva hennenetica de

    7. I/lllllaH Agency alld LlUlgllage. Philosophical Papers, vol. J y Philo-sophy alld Ihe 1I1lll/all Sciellces. Pllilosuplzical Papers. vol. 2, Cambridge,Cambridge Uni\'t:rsily Press, 1985. Cilaremus 1'1' J YPI' 2, respectivamente,, la pgina.

  • INTRODUCCIN: LA FILOSOFIA DE CH. TAYLOR \S

    Taylor. En segundo lugar, concretaremos ese debate en el m-bito ms estrictamente tico y poltico, analizaremos su cr-tica al atomismo de las filosofas modernas para ver de qUl:forma propone una epistemologa tica diferente y subraya-remos el problemtico tono de realismo moral que revistesu explicacin de la sustantividad de los marcos culturalesen los que definimos de forma ineludiblemente valorativanuestra identidad. Tras estos dos apartados podremos cen-trarnos, en un tercer epgrafe, en los contenidos de la crticade la modernidad que Taylor desarrolla en el presente ensa-yo y daremos una ltima referencia de las posiciones comu-nitaristas de sus ltimos trabajos. .1

    Lenguaje, valor y expresividad. La tradicin hermenetlcafrente al naturalismo.

    Taylor relata en la Introduccin a sus Plzilosoplzical p(/-pers (PP JYPP 2, 1-12) cmo sus posiciones filosficas se fra-guaron en su enfrentament();enlos aos sesenta y setenta,onlos modelos derivados de las ciencias naturales y biol-gicas en su aplicacin a las ciencias sociales. Frente a esosmodelos Taylor esgrime los consabidos argumentos posthei-deggerianos y wittgensteinianos basados en la aproximacinhermenetica o interpretativa.8 El conductismo y los prime-ros pasos de la inteligencia artificial son criticados por sureduccionismo y por suministrar una concepcin que l con-sideraba implausible del comportamiento humano.9 Comoreformular posteriormente, la mejor explicaciH IU de nues-tro comportamiento requiere que superemos los lmites de

    8. Para el debate entre la perspectiva hennenetica comprensiva y laexplicativa en las ciencias sociales, vanse, sobre todo, los ensayos de laprimera parte de PP 2 y, en concreto, Interpretation and the Sciences ufMan (PP 2, 15-57), .Socii Theory as Practice. (PP 2,91-115) Y Understallding and ethnocentricity. (PP 2, 116-133).

    9. La crtica :\1 conductismo se remonta a su Exp/QllQ{ioJ,J uf Re/lQviollr, Londres y Nueva York, lIumanities Press, 1964.

    10. Vase SS, pgs. 58 y sigs.

  • 16 LA oTlC,\ DE LA AUTENTICIDAD

    ese naturalismu que intenta cumprenuer lu humano con losmismos moldes dd moudo cintfico ue las ciencias natu-rales naciuo en d siglo uiecisiete. Ese naturalismo operaracon d acei1to en la perspectiva observauora de la tercera per-sona y con el olviuo ue los elementos ueautointerpretacinen prinlc;a ;ersona, elementos 'que 110 eSl1ue sean relevan-tes para comprender la accin humana, sino que, ms bien,son ddinitorios ue la misma.

    Las interpretaciones que al actor humano hace ue s mis-mo y eJe los motivos de su accin estn transidas de valora-cioncs y de ponderaciones cualitativas".Nu slo algo es pre-feriuo por un motivo dauo sobre algo, sino que tambin losmotivos uc esa prdel'cncia slo pueden tomar cuerpo al ma-terializarse en fa expresin de los mismos en un lenguaje \-;-IOTtivo uado.Ese lenguaje, pgr lo tanto, es esencial para com:'pI'cnder los act-s; los 'motivos y la identidad del sujeto quelos realiza y que los formula. El naturalismo, argumentarTayJor siguienuo el planteamientu hermcnctico clsico, esincapaz de dar cuenta de esos rasgos -lenguaje expresvo,contrastes cualitativos- que son los elementos centrales ala hora de entender clsentido que, cuma pregunta y comoproblema, los de dar a nuestras vidas.

    Mas el hermeneuta debc no slo contraponer lo que con-siuera una teora ms potente que la ue su adversario, en estecaso el naturalizador del comportamiento humano que per-siguc interpretar en trminos de un modelo explicativo unacto o un conjunto de actos. Como el mismo Taylor recono-ce, deber tambin explicar el atractivu que reviste elmode-lo naturalista que (:ritica; deber IIlUstral' tanto en qu fra-'casa, porque no lo alca'z3 3 explicar, como por qu ese-fr..icaso no ha llevado a abandonar el modelo empleado. Lo--prilllcro rcqul'ril': que el henllcnL'uta pnlpunga unmejor

    :l!ll'l'n:llh':l. Lo e.xigil':l que \'ncule eselI11l{kl" IHIIUI:l!isl:l L'l)1l lodu UIl ..unjlllllo dL' saberes y denaclicas que hacen as dec'irlo,!:llilosofa

  • INTRODUCCION: LA FILOSOFIA DE CH. TAYLOR 17

    mista del todo social. Con ese doble movimiento, de propues-ta de una mejor interpretacin y de crtica social -y ya noslo epistemolgrca- del naturalismo, la reflexin de Tay-IO-r tiende a hacerse resistente o, en sus propios trminos, derecuperacin", a contracorriente. Y, sobre todo, podemospercibir a su luz de qu manera la tarea del filsofo queda,en la interpretacin de Taylor, marcada por la ya menciona-da perspectiva del moralista y alejada de cualquier neutra-lidad o de cualquier caracterizacin de la filosofa como sa-ber de segundo orden, una caracterstica de la filosofamoderna cuyo silencio sobre las cuestiones sustantivas Tay-lor considera insalubre (SS, pg. 98).

    A tales efectos de propuesta y de crtica, el planteamien-to de Taylor querr reformular tanto una estrategia tericaen la que se enlacen una reconstruccin del concepto de va-lor y de su articulacin y expresin de un lenguaje moral sus-tantivo como el anlisis del entramado cultural de las socie-dades desarrolladas. Este anlisis se desarrollar en formade una interpretacin holista de la sociedad en la que pasana primer plano los elementos culturales por los que una so- .ciedad define sus metas y su identidad. ---"

    Aunque en lo dicho queda reflejado el esquema bsico delanlisis de Taylor conviene que nos detengamos un momen-to ms en.tres han aparecido y que requieren1l1scomentario: la idea de contraste cualitativo, la de articula-cin y la concepcin hermenetica del lenguaje. Esas tresideas nos servirn como un negativo a cuyo trasluz adquie-re sentido la crtica de Taylor al atomismo valorativo de lassocicdades desarrolladas.

    En el artculo What is Human Agency? (PP 1, 15-44) Tay-lar quiso reinterpretar la diferencia entre deseos de primery-segundo orden que haba propuesto Harry Frankfurt. Tay-l{Jr subrayaba all que la jerarqua de deseos de Frankfurtpodra percibirse mejor contraponiendo dos tipos de evalua-cin de deseos. Cabe ponderar diversos deseos que se tiencncalculando las consecuencias de realizarlos, o cabe ponde-rarlos atendiendo a alguna cualidad que se ponga en juegoen los mismos. La primera [arma de evaluacin sera una cva-

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    luacin dbil Ya ella habran akndido, por ejemplo, las for-mas clsicas del utilitarislll'J. La segunda evaluacin, que Tay-lor denomina cvaluacin fucrtc, se fija en cl \'alorcl/aliWtil'(} dc deseos-,,-(j>j> 1, 16). Para determinartal valor, es !iccesario precisar a qu tipo de bienes serdie-re la

  • STROOUCCOr-.; LA F1LOSOFfA DE CH. TAYWR

    contrario, slo la perspectiva participante dara cuenta delos rasgos cualitativos que se expresaran en los contrastesde valor que adquieren significacin para el agente. Comopuede \'erse, el acento en esta perspectiva inte,rnalista ubicaa Taylor en la tradicin hennenetica postheideggeriana, tra,dicin, como de la que hace explcita profesin depertenencia. Cabe pensar que esta desconfianza hacia los mo-delos racionales de interpretacin de la conducta humana-como los que, por ejemplo, se han desarrollado en las teo-ras de la eleccin social y de la preferencia racional-, mo-delos que por su carcter parcial no pretenden explicar latotalidad de la conducta humana, sino slo sectores de la mis-ma, radica, sobre todo, en la perspectiva holista que el pell-samiento hennenetico pone en el centro de su estrategia te-rica. Que tal hulismo tiende a desconocer la potenciaexplicativa de determinadas modelizaciones racionales en elcampo de las ciencias sociales es, por otra parte, la acusa-cin opuesta a la que la hermenetica de Taylor debera res-ponder con mayor detenimiento del que lo hace.

    Pero, como veremos, la cuestin del holismo no es slo Iun problema epistemolgico. En el terreno de la filosofa po- 1ltica moderna, la justificacin de instituciones como los de- 1rechos individuales y la constitucin poltica de la democra- ,1cia se ha realizado tambin en base a modelizacionesraCIOnales. La desconfianza hacia las mismas (tal corno apa-recen, por ejemplo, en las teoras del contrato social rawl-siano o en la teora crtica discursiva habermasiana) deja a Iuna hermenetica holista como la de Taylor ante serios pr:J0'\blemas de explicacin y de interpretacin, tal como podre-mos resaltar hacia el final de esta introduccin.

    La nocin de articulacin, el segundo elemento que nosproponemos analizar en este epgrafe, reafirma los lazos deTaylor con la tradicin hermenetica. Al final de su ensayo"Self.lnterpreting Animals (PP 1, 45-76), dedicado a unasuerte de antropologa filosfica centrada en las estructu-ras de la sensibilidad moral, Taylor sealaba que determi.nadas sentimientos referidos al sujeto forman la base denuestro entendimiento de lo humano. Tales sentimientos, ai'la-...--. .

  • 20 LA TICA DE LA

    da, se constituyen en determinadas articulaciones ... [que]podemos ink'-pretaciones [y que] requieren dellenguaje. Esta primera idea de articulacin ha sido poste-rionnehte ampliada por Taylor para cubrir otros campos delanlisis del comportamiento y, en concreto, para centrarseen los valores tal corno aparecan en las evaluaciones fU!"-tcs. Cabe decir que la nocin de articulacin se refiere aho-ra, bsicamente, a la articulacin lingstica, en mlnera com-pleja, de los supuestos culturales de interpretacin y de lasvaloraciones fuertes a las que antes hicimos referencia. Fren-te a esa rica complejidad, la tica de la inarticulaci6n t:pica de la modernidad, tal como la define en Smlrces of lIjeSelf, sera una tica de la simplificacin que dejara de ladoesas valuaciones fuertes y las interpretaciones a ellas vin-culadas. La falacia naturalista, la acusacin que Hume rea-liz de un trnsito indebido desde las proposiciones de he-cho a las de valor o de deber, sera un ejemplo de esainarticulacin que quiere empobrecer la densidad valorati-va del lenguaje incluso cuando con l slo querernos descri-bir un estado de cosas o, en concreto, una manera de ser.'!Tras el naturalismo humeano, gran parte de las filosofas mo-dernas habran sido igualmente inarticuladas y habran sus-tituido la dimensin substantiva de los valores y de la jerar-qua de algunos sobre otros, tal como aparecen en lacomplejidad de un denso lenguaje valorativo, por los proce-dimientos para resolver los conflictos o las disparidades en-tre ellos y habran reducido las distinciones cualitativas en-tre esas valoraciones fuertes en favor de las razones bsicasque los sujetos pueden aportar cuando se dan conflictos en-tre ideas del bien o valores dispares.

    Pero, como ha argido Kymlicka, tal contraposicin en-tre una tica de la articulacin -hermenuticamente inspi-rada, corno hemos visto- y las ticas inarticuladas -procedimentalistas, racionalistas y centradas en la nocin dejusticia y no de bien- de la modernidad puede tener el ries-go de no comprender adecuadamente la idea central de es-

    11. Vase SS. 53-90, Y en concretu pgs. 58 y sigs.

  • INTRODUCCIN: LA FlLOSOFtA DE CH. TAYLOR

    tas ticas. La tica moderna acentuara la capacidad que po-seen o han de poseer unos sujetos imparciales para revisarsus concepciones del bien o para decidir entre concepcionesdel bien alternativas cuando no se reconoce la prioridad dadade alguna de ellas frente a las dems. 12 La imparcialidad se-ra, as, la perspectiva moral que se le requiere a quien seenfrenta al pluralismo o al conflicto moral. Y el mismo pro-blema, el del pluralismo moral y el de la necesidad de en-_cortrarformas de resolver el conflicto de valores, es, de he-'c1lO, el obstculo'ms fuerte que, en el campo de la tica, hande afrontar propuestas sustantivizadoras como la de Taylor,para las cuales la dimensin tica slo surge plenamente enel seno de un lenguaje moral dao. Desde ste se han de en-frentar a otros lenguajes diversos con las nicas armas de ;::;...su comprensin interna, corriendo, por lo tanto, el doble ries- \,,1lJgo de comprenderlos slo a partir de los propios trminos .,l .. ,!(en el modelo de la fusin de horizontes gadameriana, porejemplo) o de no comprenderlos en absoluto.

    En otros trminos filosficos, lo que se debate es la rela-cin entre lenguaje y mundo, discusin en la que parecerancontraponerse dos modelos bsicos: por un lado, el modelonaturalista -inarticulado, en los trminos de Taylor recinreseados- entendera el lenguaje como un conjunto desig-nativo de signos que emplea un sujeto para describir y ma-nipular el mundo, o, al menos, as lo pintara -por 01 rolado- un modelo hermenetico alternativo al que Taylor qui-siera adscribirse y que acentuara el carcter articulador quehemos subrayado. En diversos textos ha explorado nuestroautor esa contraposicin entre dos modelos del lenguaje: elde Condillac, por la parte naturalista y designativa, y el deHerder, por la parte holista y expresivista. 13 El primer mo-

    12. Vase W. Kymlicka, .The Ethics of Inarticulacy,/nquiry 34,2 (1991)pgs. 155-182. Este nmero de la revista /lIq!lry est dedicado a la discu-sin de SS, con trabajos de Q. Skinner, M. Rosen y M. l1:iw-Beer seguidosde una respuesta a los mismos por parte de C. Taylor.

    13. Vase .Language and Human Nature, PP 1,215-247; .Theories (lfmeaning, PP 1,248-292, pero, sobre todo, .The importance of Herder enMaragalit, E. yA. (comps.), Isaiah Berlirl: A Celebratioll, Chicago, Univer-sity of Chicago Press, 1991, pgs. 40-63.

  • 22 LA eTlCA DE LA AUTENTICIDAD

    delo habra evolucionado hacia las interpretaciones que Tay-101' denomina representacionalistas, dominantes en la tradi-cin anglosajona, que entenderan el significado en virtudde la representacin y que se habran centrado en la nocinde significado como satisfaccin de las condiciones de ver-dad de las proposiciones. Segn el holisrii y el expresivis-mo del modelo contrario, al que retornaremos en breve, talconcepcin del significado es reductiva por entenderlo s-fodesde la perspectiva del observador: el lenguaje es un me]'dio en el que e.stamos inmersos y que nos constituye, Siendo.reductiva cualquier concepcin, en ltimo trmino instru-mental, del mismo que lo entienda como algo que opera en-tre nosotros y el mundo objetivo, como algo que empleamospara mediar la relacin entre el sujeto y el objeto. '

    Frente a esa concepcin del lenguaje, Taylor seala tresfunciones del lenguaje que ve operar en la tradicin de lastres Haches, la de Herder, Hamann y Humboldt, tradicinromntica que habra proseguido, en formas diversa con Hei-degget- y Wittgenstein. '4 Segn la primera funcin, expresi-va, del lenguaje, ste es la forma en que los humanos for-mt;Jlamos cosas (PP 1,256), en el sentido antes mencionadode articular sentidos de una manera compleja y densa, ha-cindonos conscientes de algo; en segundo lugar, el lengua-je sirve para exponer algo entre los interlocutores (PP 1,259), generando un espacio pblico y abriendo, desvelando,aquello que se expresa; en tercer lugar, por el lenguaje de-terminadas cosas,

  • INTRODUCCN: LA I'lLOSOFtA DE CII. TAYLOR 23

    la filosofa postquineana del lenguaje-, se configuraran enlas ideas del papel constitutivo del lenguaje y del holisl11o delsignificado, holismo que Taylor interpreta, en la tradicin hcr-menetica, como visin internalista y reflexiva del sujeto. ls

    Bien e identidad morales: hacia un nuevo realismo tico

    Puede irse viendo ya de qu manera la tradicin herme-netica que hemos visto en la filosofa de Taylor est vincu-lada al reconocimiento de la sustantividad de los valores quenuestro autor reclamaba contra las filosofas inarticuladaspe la modernidad. A la hora de analizar con mayor deteni-miento la epistemologa tica de Taylor (y su crtica a las epis-temologas empobrecidas de la modernidad, por decirlo ensus trminos), conviene que nos detengamos brevemente endos ideas que han ido apareciendo en su anlisis: en su cr:tica de lo que denomina el atomismo de la filosofa moraly de la poltica de la modernidad, yen su concepcin de unnuevo y problemtico realismo tico.Tayloranaliza, bajo la rbrica del atomismo, las teo-

    ras contractualistas que forman la espina dorsal del pensa-miento liberal moderno. 16 El ataque fundamental de Taylorr contl'a la nocin de derechos del individuo tal como apa-'ecen en la teora poltica moderna y querr analizarlo, enlneas que a veces recuerdan argumentos iusnaturalistas,como horizontes de valor de las sociedades desarrolladas. La'existencia de derechos no puede comprenderse desde los me-canismos de adscripcin reconstruidos por elmo, argumenta Taylor, porque a toda adscripcin de derechossubyace el reconocimiento del valor moral de aquel a quientales derechos se atribuyen. Son, por lo tanto, las propieda-

    15. Vase .The importance of Herder, cit., pg. 56.16. Vase "Atomism (PP 2, 187-210), .What's Wrong with Negative Li-

    berty (PP 2,210-229) Y.The Diversity of Goods (PP 2,230-247). La crticaespecfica al contractualismo rawlsiano, en claras lineas aristotlicas, C01l10las de Bernard Williams, aparece en .The Nature and Scope of Distributi-ve Justice (PP 2, 289-317).

  • LA DE LA AUTENTICIDAD24 't-Jl'//' \Q

    des esenciales de ese sujeto, sus capacidadeslas que le definen como sujeto de derechos, a la vez quecien qu derechos son esos (PP2, 195). Tal reconocimiento delsustrato tnoral de los derechos implica, pues, el reconoci-ento ulterior de que slo el reconocimiento de determina-das ideas de bien puede explicar la formulacin de algunaidea de justicia, de que slo la articulacin valorativa -enltimo trmino, en forma de evaluaciones fuertes-- puedeexplicar la dimensin de lo justo.

    A qu obedece, por el contrario, la propuesta modernade entende-Ia prioridad de lo justo sobre lo bueno, talcom'o

    en el contractualismo clsico y en sus reforr1ula,ci:nes modernas? Taylor considera que slo el espejismo de pen-sar que los sujetos pueden escoger determinados bienes onormas al margen de horizontes sustantivos de valor, en basea la fuerza de su racionalidad argumentadora en marcos pro-cedimentales, hace comprensible el atractivo de las teorasliberales. Tales teoras, como criticara en su da Sandel -autor comunitarista al que Taylor hace ms de una alusinapreciativa-, dan por sentada una nocin de yo desencar-nado que le supone a los sujetos, sigue criticando Taylor,una capacidad de eleccin ilimitada. Slo la aceptacin dela psicologa moral del empirismo clsico, segn la cual laplena capacidad de eleccin est dada y no se considera unpotencial a desarrollar (PP 2, 197), puede fundamentar esaconfianza. Siguiendo lneas de razonamiento ya mencionadas, Taylor argumentar que la justificacin de los derechosslo puede realizarse en base a valores y, consiguientemen-te, en base a determinados estndares que fijan qu modode vida puede considerarse bien pleno, bien frustrado. La con-secuencia de ello es que no podernos, por lo tanto, preten-der razonablemente que una forma de vida truncada es mo-ral para determinadas personas en base a defender quetienen derecho a la misma (PP 2, 199). Notemos que el universalismo que se contiene en esta posicin de Taylor esten las antipodas del universalismo de la imparcialidad delpensamiento moderno. Aqu nos encontramos con la capaci-dad de juzgar universalmente, en base a determinados crite-

    b

  • STRODUCCON: LA FlLOSOF1A DE CII. TAYLOR 25

    rios fuertes de valor que se poseen, otros modos de vida. Lafuerza de la prueba, pues, radica en la fuerza misma de esoscriterios, en su capacidad para expresar valores no suscep-tibles de minusvaloracin pues encierran contenidos cuyodesconocimiento, olvido o destruccin ida contra nuestramisma manera de ser. Pero la fuerza de esos criterios slopuede ser justificada desde dentro de un horizonte de valordado y para los sujetos que comparten tal horizonte. El PI'O-blema, pues, es cmo pueden esos sujetos justificar la fuerza objetiva de sus valores f rente a aquellos que no los com-parten.

    Antes de analizar el realismo moral que comporta la po-sicin de Taylor, conviene que demos nocin de algunas consecuencias del atomismo que ste critica en las sociedadesdesarrolladas. El atomismo liberal supone, por una parte, yfomenta, por otra, un subjetivismo y un relativismo sin l-mites, argumenta Taylor, pues slo el suponer que el sujetoes capaz de no ser influido por un horizonte de valor dado,slo el considerarlo indiferente a los valores, a la articula-cin de evaluaciones fuertes en lenguajes que expresan con-trastes cualitativos, hace comprensible que ese sujeto pue-da elegir entre valores diversos como si se hallara ubicadopor encima de ellos. Esa ceguera ante los valores, justifica-da a partir de su irrestricto pluralismo, es la que sostienela reconstruccin liberal del orden social en base a los dere-chos, argumenta nuestro autor. A ello no slo coadyuva lapsicologia moral del empirismo clsico, que ya hemos vistocriticada, sino tambin otros muchos factores de las socie-dades desarrolladas, algunos de los cuales podrn verse tra-tados en El malestar de la modemidad y que son elementosque inducen graves problemas que definen ese malestar ya los cuales es necesario responder con una tica de la mllell-ticidad.

    La prioridad de los valores sobre los derechos, del biensobre la justicia, tiene un acento especial a la hora de analizar las formas de la identidad personal y colectiva. Como vi-mos al hablar de las evaluaciones fuertes, la pertenencia aun horizonte de valor se articulaba de manera reflexiva en

  • 26 LA eTlCA DE LA AUTENTICIDAD

    la conciencia de un sujeto a la hora de definirse a s mismo,a la hora de nombrar su identidad. sta aparece vinculada,por lo tanto, al reconocimiento de los bienes ms altos quese expresan en una forma de vida plena y deseable. La fue--za, ms .que el mero atractivo, de las formulaciones y articu-laciones de esa deseabilidad de una forma plena de vida hu-mana implica no slo una jerarqua de bienes sino tambinel reconocimiento de una cierta objetividad de los bienes su-periores. 17 Este reconocimiento ser, pues, determinante ala hora de abordar los conflictos de la identidad modernaque analiza la parte ms moralista de la obra de Taylor y noes slo un rasgo interno de su epistemologa tica.

    La crtica al atomismo y al subjetivismo moderno puedeconstruirse, pues, a contraluz de un reconocimiento de lafuerza objetiva de determinados valores. Desde el ejerciciode una determinada fenomenologa de la moral, Taylor se-ala que determinados bienes que consideramos superiorestienen una fuerza de atraccin que no poseen otros bienesinferiores. Esos bienes superiores son los que configuran lasfuentes que le reconocemos a la moral (pinsese, por ejem-plo, en la fuerza moral que revisten determinadas conside-raciones morales, como el respeto a la vida, cuando son vis-tas desde el tesmo, para el cual la vida es don divino; opinsese en el respeto a los dems en las morales modernas)

    17. No podernos des:.' IUllar aqui la idea de la jerarquizacin de bienesen lus trminos de Taylur. Sealemus slu que habra determinados hi-perbienes a los que cabra atribuirles un determinado carcter .final ,pUl' encima de bienes supremos o ltimos. Aquellas ltimas fuentes fi-nales de la moral. que son fcilmente definibles, por ejemplo, desde pers-pectivas testas (aunque no necesadarnente haya de ser as, reconoce Tay-101'), sun las que nos permiten criticar anteriores concepciones del bien enlos procesos de aprendizaje moral. procesos en Jos que se dan cieI'las "ga-nancias epistmicas al ir accediendo a bienes cualitativamente superio-res. Vase all'especto SS 63-69. El trasfondo kantianu de la contl-aposicinentre final y supremo podra avalarse con el, a vcces sorprendente, apre-cio de Taylur a Kant -sorprcndente, esto es, dadas sus crticas a las filo-sofas !I10denlas, de las que parece excluir el criticismo-, como puede verseen "Kant's Theory of Freedom (PP 2,318-337), inteq)l-etacin sta que acer-ca al autor de las Criticas al idealismo alemn posterior en el que, comopuede sospeeharse. Taylor se siente ms a gusto.

  • lNTRODUCCIN: LA FILDSOF1A DE C11 TAYLDR

    y revisten una fuerza objetiva para el sujeto. Es necesarioreconocer que Taylor es confuso respecto al estatuto de talfuerza objetiva y que su realismo moral es, al menos inesta-ble. Ciertamente, parece claro el rechazo del carcter mera-mente subjetivo de los valores, pero stos no poseen existen-cia independiente de los hombres (tal seda la forma extremade realismo ontolgico de los valores) y sus crticas al plato-nismo tambin pueden hacerse bascular sobre posiciones derealismo metafsico de los valores. En otro lugar he definido ese realismo como realismo apelativo"s es decir comoel reconocimiento de la fuerza trascendente que ejerce la ape-lacin a determinados valores que superan a la voluntad oal inters del sujeto y a su particular circunstancia. No po-demos prescindir, como mostraban los argumentos herme-neticos antes reseados, de las dimensiones de valor quetien todos nuestros juicios y descripciones. Por lo tanto, ar-gumenta Taylor, los trminos de valor son rasgos reales denuestro mundo (SS, 69) Yla jerarquizacin de tales trmi-nos es consustancial a su reconocimiento ya su articulacinen el lenguaje moral por el que, recordemos, llegamos a sersujetos morales nosotros mismos.

    En su respuesta a una crtica de Michael Rosen,I9 Taylorjustifica esa fuerza de apelacin con un argumento referidoambiguamente a nuestra naturaleza o a nuestra identidad:En virtud de la manera como somos, existen ciertas formasde ser que son ms valiosas que otras. Segn el sesgo his-toricista de muchos anlisis de Taylor, y sobre todo de Sour-ces 01 lhe Sell,

  • 28 LA f:.TICA DE LA AUTENTICIDAD

    subjetiva de valores y su proclividad a ser alterados segnla voluntad de los sujetos. Como argumentar en el trabajoque presentamos, la autenticidad depende, tambin, del re-conocimiento de la trascendencia de los horizontes de senti-do, del hecho de que tales horizontes no son meramente ele-gidos por el sujeto, pues, al apelar a ellos, aparecen comoindependientes de su voluntad ..Como nos dice Taylor lapi-dariamente: Los horizontes nos son dados.

    Pero, si los horizontes de valor nos son dados, y se expre-san en articulaciones lingsticas, no ser esa objetividadslo social y, por lo tanto, relativa? se pregunta Taylor (SS,61 Y sigs). La estrategia hermenenetica debe reconocer laposibilidad de que existan formas de realizacin de lo hu-mano inconmensurables entre s. De hecho, para hacernosinteligible nuestra propia manera de concebir un ideal devida humana plena -es decir, para reconocer el carcter devalor objetivo que la misma tiene para nosotros- slo po-demos acudir al proceso histrico de su conformacin. Masen este proceso podemos aprender, y existen elementos decrtica interna de los que es posible extraer consecuencias:nuestra cultura puede argumentar que su modelo de cien-cia es superior, por determinadas ganancias epistmicas, alque se practicaba y posea en el siglo quince. La posibilidadde crtica a la propia tradicin, como la ah desplegada, su-giere Taylor, podra ser la base de la crtica a otras tradicio-nes. Al margen de la irona que supone que, tras la crticaanteriormente reseada al naturalismo y a sus modelizacio-nes racionales, Taylor acuda, precisamente, a ese ejemplo ala hora de pensar la posibilidad de superar la aparente in-conmensurabilidad de los horizontes de valor en la tradicinhermenetica (recurdese, de nuevo, la fusin de horizontescomo solucin al problema), cabe sospechar que, tras el rea-lismo de Taylor, opera un injustificado privilegio epistmi-co de nuestra propia tradicin. Si la tradicin propia es unacondicin de posibilidad de cualquier comprensin de unatradicin ajena (no podemos salir intelectualmente de todatradicin intelectual y de todo lenguaje), no por ello esa tra-dicin ha de privilegiarse epistmicamente como el nico lu-

  • ISTRODl'CCIO:\: LA FILOSoFlA DE ell. TAYLOR 29

    gar desde el que comprender lo diferente aunque constitu-ya, como es obvio, el punto de partida. En efecto, cabe pen-sar que la propia tradicin puede y debe abandonarse a lahora de abordar el encuentro con otra, al igual que el propiohorizonte se modifica o se abandona al encontrar problemasnuc\os y nuevas situaciones. Al menos, eso es lo que est im-plicado en la idea moderna de imparcialidad ante la cual,como vimos, Taylor eleva sus sospechas de hermeneuta. Pen-semos as en el esfuerzo de aprendizaje de tolerancias queest en la base del liberalismo moderno: slo arbitrando me-canismos neutrales entre tradiciones y slo generando estra-tegias de imparcialidad pueden convivir visiones del mun-do diferentes, ya sean morales o rligiosas. Sera ingenuopensar (incluso en visiones del mundo tan cercanas corno loscristianismos reformados y el catolicismo) que la coexisten-cia de diferencias hubiera de implicar la cabal aceptacinmutua de las partes implicadas o la fusin de sus creencias.Ms bien, lo que nuestra propia tradicin nos enseila es queel surgimiento de complejidades sociales y culturales gene-ra formas de integracin de un nivel de complejidad supe-rior: la imparcialidad liberdl no deja, as, de ser un valor, peropertenece a un orden de reflexividad diverso a la adsnipcina un horizonte de valores sustantivos dados frente al cual sealza otro distinto.En el planteamiento de Taylor, por el contrario, el realis-

    mo de los valores parece, pues, remitirse a un valor atribui-do a la propia tradicin o cultura moral. No cabe, por lo tnnto, salir de nuestra piel, ni someter a crtica radical nuestraidentidad, sino slo proseguir el proceso de aprendizaje enel que, histricamente, nos hemos constituido. El lugar dela tradicin propia (y a pesar de que Taylor, a diferencia deMacIntyre, evite este trmino) parece incrementarse en la es-trategia global de nuestro autor.

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  • 30 LA f'.T1CA DE LA AUTENTICIDAD

    Comunidad moral e identidad. El reconocimiento y el pro-blema dcl multiculturalismo

    En diversos textos ha analizado Taylor el papel constitu-tivo de una comunidad moral a la hora de comprender el en-tramado moral en el que constituimos nuestra identidad. Sumirada neohegeliana y a veces pragmatista (no en vano el mis-mo Dewey aparece como el ltimo de los neohegelianos) acen-ta el carcter holista de la sociedad y a su luz la identidadde los sujetos es analizada en su contexto de socializacin,de surgimiento y de constitucin.20 En The Politics of Re-cognition Taylor recoge este concepto como clave de la com-prensin de los mecanismos de integracin social y de for-macin de la identidad. La categora de reconocimiento ponede relieve la estructura dialgica de los procesos de consti-tucin de la identidad, una estructura, seala Taylor, que elgiro bsicamente monolgico de la filosofa moderna domi-nante ha tendido a olvidar. Esta filosofa, con su acento enla nocin de dignidad (frente a la obsolescencia de la ideade honor como reconocimiento de la pertenencia en las so-ciedades tradicionales) ha articulado una poltica del uni-versalismo en la que la igual dignidad de los ciudadanos seha resuelto en una poltica cuyos contenidos han sido la igua-lacin de derechos y merecimientos (pg. 37). Frente a taligualacin, a la que subyace la ya tratada prdida de la cate-gora de valor, Taylor quiere encontrar en la idea de unapoltica de reconocimiento igual la base de una reconcep-tualizacin de la esfera pblica que atienda, a la vez, a lasdemandas de igualdad de las democracias modernas y al re-conocimiento de las particularidades de las tradiciones cul-turales y de las formas de identidad histricamente consti-

    20. Vase Cross-Purposes: the Liberal-Communitarian Debate en N.Rosenblum (comp.), Liberalism alld Ihe Moral LIfe, Cambridge, Mass. Har-vard University Press. pgs. t59-182 y. sobre todo, su reciente texto MIIlti-cII!llIrali.Sllllll/l/ 1he l'olilics of Recogllilioll, P1ncclon. Princclon Univer-sity Press. 1992. Este ensayo va seguido de comentarios de A. Gutman (comp.del volumen), S. Rockfcller, M. Walzer -con un texto epecialmente'e1evante- y S. Wolf.

  • INTRODUCCION: LA FIlDSOFIA DE CII. TAYLOR 31

    tuidas. El igual reconocimiento evitara, tambin, el peligrocontrario al universalismo de la .dignidad, un peligro quenace, a veces paradjicamente, de ese universalismo: las po-lticas de la diferencia para las cuales todo modo de vida yforma de identidad son igualmente valiosos en s mismos porel hecho de su mera diferencia y que son polticas que en-tienden la identidad como resultado del mero intercambio.

    Frente al supuesto moderno de la dignidad como dere-cho, Taylor quiere l'1 !tender esa nocin desde la categora devalor: la dignidad es, nos dice, una capacidad que comparti-mos todos los seres humanos, un potellciallumZallO lIIlver-sal (pg. 41) que debe ser respetado igualmente para todos,pero en cuya concepcin los elemetos de surgimiento, dedesarrollo, de proceso de constitucin son centrales. Comovemos, Taylor recupera aqu una idea antes comentada se-gn la cual el pensamiento liberal moderno les atribuye alos sujetos como un hecho lo que slo es una capacidad quedebe desarrollarse en densos marcos sociales y culturales.En esta doble manera de entender la idea de igual digni-dad se apoyan dos maneras de comprender la naturalezade la poltica: aquella que acentuara, en las lneas del con-tractualismo clsico (tradicin que es presentada con sim-plificaciones, a veces groseras, en los anlisis de Taylor). laneut ralidad ciega de la esfera pblica con respecto a lus mun-dos de vida particulares, y aquella otra que quiere entenderque esa esfera puede ser especialmente sensible a fumentarel desarrollo de esos mundos de vida, sobre todo cuando algunos de ellos estn amenazados. Frente a una imparciali-dad neutral, pues, una igualdad interesada en la particularidad, en el reconocimiento.

    Habra, as, dos filones diversos en la filosofa polticade la modernidad. En trminos de Michael Walzer,2J en sucomentario al texto de Taylor que traemos aqu, una prime-ra forma de liberalismo (

  • 32 LA EnCA DE LA AUTENTICIDAD

    ste carece de proyecto moral propio -cultural o religioso-y de metas colectivas ms all de la libertad personal, la se-guridad de los ciudadanos y su bienestar. Frente a ese libe-ralismo, un segundo tipo, el Liberalismo 11, concebira uninters del Estado en la supervivencia y el florecimiento defonnas nacionales, religiosas o culturales particulares, sinque ello obstara para la defensa de los derechos individua-les. El ensayo sobre multiculturalismo se extiende en comen-tarios sobre la situacin canadiense y las relaciones entrenacin y Estado en ese pas. Las posiciones polticas de Tay-lar en el movimiento nacionalista de Quebec se articulan, fi-losficamente, en esa poltica del reconocimiento que acen-ta la existenda de fines colectivos en la esfera pblica, finesmarcados por la defensa de la propia identidad cultural yque son fines "fuertes en el sentido de fuerza que hemosvisto operar en epgrafes anteriores.

    El difcil equilibrio entre comunidad y derechos, entre laidea de

  • INTRODUCCION: LA FILOSOFlA DE CII. TAYLDR

    substantiva de valor. Por otra parte, es pertinente recordarque ese intento de recomprensin de la tradicin liberalno es ajena a muchos intentos internos a ella y que ella nohabra de requerir la crtica masiva a la modernidad que he-mos \'isto desplegarse: e! reconocimiento de! valor de formasde \'ida di\'ersas estaba ya presente en MilI. Es ms, la ideade! reconocimiento y del inters por la diferencia no tienepor qu establecerse en oposicin a la mdula del pensamien-to poltico moderno, pues la idea de imparcialidad puede serrecomprendida desde la idea de reconocimiento que Taylorreclama: la imparcialidad no tiene por qu entenderse comoceguera o desinters, sino que puede ser la necesaria distan-cia reflexiva ante las propias creencias una vez que se perci-be la verdad de creencias diversas, una vez que se les reco-noce a los sujetos que las sostienen su dignidad,

    Tal vez la carga filosfica que hemos visto desplegarse enlas ideas de Taylor fuera, en efecto, mayor de lo necesarioy muchas de las crticas a la filosofa moderna fueran slotrasposiciones a tono mayor de una actitud de crtica socialy cultural que es central en nuestro autor y que se desplie-ga, con acendrada sensibilidad, en el ensayo que presenta-mos. ste es un excelente ejemplo de una forma de crticacultural en e! que los problemas filosficos referentes a laconformacin de la identidad personal y colectiva abordanproblemas especficos de las sociedades desarrolladas deNorteamrica y, cabe decir por extensin, de los pases delAtlntico norte. A los ojos de Taylor, existen lres graves pro-blemas en estas sociedades, En primer lugar, el surgimientoe imperio del individualismo, que es concebido como la des-truccin de los marcos sustantivos de valor cuya articula-cin es central en la hermenetica de Taylor. Junto a este ago-tamiento de las fuentes morales de nuestra individualidad,y en segundo lugar, la primaca de la razn instrumental esvista, en una vena de anlisis que nos habra de remitir a lateora crtica y que, en ms de un momento, nos recuerda aMarcuse, como una reduccin de la racionalidad al clculo,en menoscabo de las dimensiones de sentido que se encar-nan en fines y en valores. En tercer lugar, el despotismo del

  • 34 LA EneA DE LA AUTENTICIDAD

    D

    sistema, que induce fuertes riesgos de prdida de libertadindividual y colectiva. El ensayo se concentra en el primerode estos problemas y trata de dibujar la alternativa de unatica de la autenticidad en la forma, como dijimos, de unesfuerzo de recuperacin de las fuentes sustantivas de lamoral.

    El individualismo se quiere contrapesar con el reconoci-miento de los horizontes de valor y de sentido que encarnandeterminadas tradiciones que son formas de reconocimien-to comunitario que dan vida o substancia a nuestra identi-dad. Pero cabe preguntarse cules seran esas tradiciones siel estado de la salud moral de las sociedades desarrolladasanda tan maltrecho. Taylor no oculta sus referencias y pre-ferencias testas. La fuerza de las religiones -yen concretodel cristianismo- a la hora de articular esos horizontes devalor y de sentido le parecen cruciales. No en vano su obraest recibiendo particular atencin en las revistas de teolo-ga. Y, en ese sentido, son relevantes las dudas que QuentinSkinner22 o Alan Ryan23 han formulado respecto a la rele-vancia de tales consideraciones para quienes nos concebimosms alejados del tesmo. La sospecha de que la escala de lacrtica filosfica realizada por Taylor a la tradicin moder-na era excesiva para los fines de la crtica social, poltica ycultural que se practica se hace an ms plausible a la luzde la relevancia que Taylor le concede al tesmo en la articu-lacin de aquellas fuentes ltimas de valor que se encarna-ban en determinadas concepciones finales del bien. O, al me-nos, no es injusto pensar que algo del malhumor con el queTaylor ha contestado a esas dudas parece reforzarlas.

    CARLOS TlIIEBAUTInstituto de Filosofa del CSIC, Madrid

    22. Q. Skinner.Who are "we"? Ambiguities,of the Modern Self". 111-qll'-Y. 34. 2 (1991) 133153.

    23. A. Ryan.Dont Think for Yoursclf Unless You Can. Tlze New YOIkTimes Buuk Review. 27 de septiembre de 1992. pg. 16.

  • LA TICA DE LA AUTENTICIDAD

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  • b _

  • 1TRES FORMAS DE MALESTAR

    Quisiera referirme en lo que sigue a algunas de las for-mas de malestar de la modernidad. Entiendo por tales aque-llos rasgos de nuestra cultura y nuestra sociedad contempo-rneas que la gente experimenta como prdida o declive, auna medida que se desarrolla nuestra civilizacin. La gentetiene en ocasiones la impresin de que se ha producido unimportante declive durante los ltimos aos o dcadas, des-de la Segunda Guerra Mundial, o los aos 50, por ejemplo.y en algunas ocasiones, la prdida se percibe desde un pe-rodo histrico mucho ms largo, contemplando toda la eramoderna desde el siglo XVII como marco temporal de decli-ve. Sin embargo, aunque la escala temporal puede variarenormemente, existe cierta convergencia sobre la temticadel declive. A menudo se trata de variaciones sobre unascuantas melodas centrales. Yo deseo destacar aqu dos te-mas centrales, para pasar luego a un tercero que se derivaen buena medida de estos dos. Estos tres temas no agotanen modo alguno la cuestin, pero apuntan a buena parte delo que nos inquieta y confunde de la sociedad moderna.

    Las inquietudes a las que voy a referirme son bien cono-cidas. No hace falta recordrselas a nadie; son continuamenteobjeto de discusin, de lamentaciones, de desafo, y de argu-mentaciones a la contra en todo tipo de medios de comunicacin. Esto parecera razn suficiente para no hablar msde ellas. Pero creo que ese gran conocimiento esconde per-plejidad; no comprendemos realmente esos cambios que nosinquietan, el curso habitual del debate sobre los mismos enrealidad los desfigura y nos hace por tanto malinterpretarlo que podemos hacer respecto a ellos. Los cambios que de-finen la modernidad son hien conocidos y desconcertantes

  • \8 LA UICA DE LA AUTENTICIDAD

    -

    'el la vez, y sa es la razn por la que todava vale la pena ha-blar de ellos. .

    (1) La primera fuente de preocupacin la constituye el in-dividualismo. Por supuesto, el individualismo tambin desig-na lo que muchos considerine1Iogro ms admirable de lacivilizacin moderna. Vivimos en un mundo en el que las per-60nas tienen derecho a elegir por s mismas su propia reglade vida, a decidir en conciencia qu convicciones deseanadoptar, a determinar la configuracin de sus vidas con unacompleta variedad de formas sobre las que sus antepasadosno tenan control. Y estos derechos estn por lo general de-Fendidos por nuestros sistemas legales. Ya no se sacrifica,por principio, a las personas en aras de exigencias de rde-nes supuestamente sagrados que les transcienden.Muy pocos desean renunciar a este logro. En realidad, mu-

    chos piensan que est an incompleto, que las disposicioneseconmicas, los modelos de vida familiar o las nociones tra-dicionales de jerarqua todava restringen demasiado nues-tra libertad de ser nosotros mismos. Pero muchos de noso-tros nos mostramos tambin ambivalentes. La libertadmoderna se logr cuando conseguimos escapar de horizo"n-(es morales del pasado. La gente sola considerarse como par-te de un orden mayor. En algunas casos, se trataba de un or-den csmico, una gran cadena del Ser, en la que los sereshumanos ocupaban el lugar que les corresponda junto a losngeles, los cuerpos celestes y las criaturas que son nues-tros congneres en la Tierra. Este orden jerrquico se refle-jaba en las jerarquas de la sociedad humana. La gente seencontraba a menudo confinada en un lugar, un papel y unpuesto determinados que eran estrictamente los suyos y delos que era casi impensable apartarse. La libertad modernasobrevino gracias al descrdito de dichos rdenes.

    Pero al mismo tiempo que nos limitaban, esos rdenesdaban sentido al mundo y a las actividades de la vida social.Las cosas que nos rodean no eran tan slo materias primaso instrumentos potenciales para nuestros proyectos, sino quetenan el significado que les otorgaba su lugar en la cadenaoel ser. El guila no era solamente un ave como otra cual-

  • TRES FORMAS DE. MALESTAR 39

    quiera, sino el rey de un dominio de la vida animal. Del mis-mo modo, los rituales y normas de la sociedad tenan unasignificacin que no era meramente instrumental. Al descr-dito de esos rdenes se le ha denominadoto del mundo. Con ello, las cosas perdieron parte deslimagia.

    Durante un par de siglos se ha venido desarrollando unenrgico debate para saber si esto supona o no un beneficioinequvoco. Pero no es en esto en lo que quiero centrarmeaqu. Quiero antes bien examinar lo que algunos estiman quehan sido sus consecuenCias para la vida humana y el senti-do de la misma. Repetidas veces se ha expresado la inquie-tud de que el individuo perdi algo importante adems deesos horizontes ms amplios de accin, sociales y csmicos.Algunos se han referido a ello como si hablaran de la prdi-da de la dimensin heroica de la vida. La gente ya no tienefa sensacin de contar con un fin ms elevado, con algo porlo que vale la pena morir. Alexis de Tocqueville hablaba aveces de este modo en el pasado siglo, refirindose a los "pe-tits et vulgaires plaisirs que la gente tiende a buscar en po-cas democrticas. Dicho de otro modo, sufrimos de falta depasin. Kierkegaard vi la poca presentell en esos trmi-nos. y los "ltimos hombresll de Nietzsche son el nadir fi-nal de este declive; no les quedan ms aspiraciones en la vidaque las de un lastimoso bienestarll. 2 Esta prdida de fina-lidad estaba ligada a un angostamiento. La gente perda esavisin ms amplia porque prefera centrarse en su vida indi-vidual. La igualdad democrtica, dice Tocqueville, lleva lo in-dividual hacia s mismo, et menace de le renfermer enfintout entier dans la solitude de son propre coeur.3 En otraspalabras, el lado obscuro del individualismo supone centrar-

    1. Alexis de Tocqueville, De la Dmocratie en Amrique, vol. 2 (Pars,GarnierFlammarion, 1981), pg. 385 (versin castellana: La democracia enAmrica, Madrid, Aguilar, 1990).

    2.Erbarmliches Behagen; Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathus-tra, Prlogo de Zaratuslra, secc. 3 (versin castellana: As{ habl Zaratustra, Madrid, Alianza Editorial, 1982).3. Tocqueville, De la Dmocratie. pg. 127.

    ,i

  • tO LA fOTlCA DE LA AUTENTICIDAD

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    -;c en el yo, lo que aplana y estrecha a la vez nuestras vidas,las empobrece de sentido, y las hace perder inters por losdems o por la sociedad.Esta inquietud ha salido recientemente a la superficie en

    la preocupacin por los frutos de la "sociedad permisiva,la conducta de la generacin del yo o la preeminencia ddnarcisismo, por tomar slo tres de las formulaciones con-temporneas ms conocidas. La sensacin de que sus vidasse han vuelto ms chatas y angostas, y de que ello guardarelacin con una anormal y lamentable autoabsorcin, ha re-tornado en formas especficas de la cultura contempornea.Con ello queda definido el primer tema que deseo tratar.

    (2) El desencantamiento del mundo se relaciona con otrofenmeno extraordinariamente importante de la era moder-na, que inquieta tambin enormemente a muchas personas.Podriamos llamarlo primaca de la razn instrumental. Porrazn instrumental; entiendo la clase de racionalidad dela que nos servimos cuando calculamos la aplicacin mseconmica de los medios a un fin dado. La eficiencia mxi-ma, la mejor relacin coste-rendimiento, es su medida delxito.Sin duda suprimir los viejos rdenes ha ampliado inmen-

    samente el alcance de la razn instrumental. Una vez que lasociedad deja de tener una estructura sagrada, una vez quelas convenciones sociales y los modos de actuar dejan dc cs-lar asentados en el orden de las cosas o en la voluntad deDios, estn en cierto sentido a disposicin de cualquiera. Pue-den volver a concebirse con todas sus consecuencias, tenien-do la felicidad y el bienestar de los individuos como meta.La norma que se aplica entonces en lo sucesivo es la de larazn instrumental. De forma similar, una vez que las cria-turas que nos rodean pierden el significado que correspon-da a su lugar en la cadena del ser, estn abiertas a que selas trate como materias primas o instrumentos de nuestrosproyectos.

    En cierto modo, cste cambio ha sido liberador. Pero tam-bin existe un extendido desasosiego ante la razn instrumen-tal de que no slo ha aumentado su alcance, sino que ade-

  • TRES FORMAS DE MALESTAR 41

    ms amenaza con apoderare de nuestras vidas. El temor secifra en que aquellas cosas que deberan determinarse pormedio de otros criterios se decidan en trminos de eficien-cia o de anlisis coste-beneficio, que los fines independien-tes que deberan ir guiando nuestas vidas se vean eclipsa-dos por la exigencia de obtener el mximo rendimiento. Sepueden sealar muchas cosas para poner en evidencia estapreocupacin: as por ejemplo, las formas en que se utilizael crecimiento econmico para justificar la desigual distri-bucin de la riqueza y la renta, o la manera en que esas exi-gencias nos hacen insensibles a las necesidades del medioambiente, hasta el punto del desastre en potencia. O si no,podemos pensar en la forma en que buena parte de nuestraplanificacin social en terrenos cruciales como la valoracinde riesgos, se ve dominada por formas de anlisis costc-beneficio que encierran clculos grotescos, asignando unavaloracin en dlares a la vida humana.4

    La primaca de la razn instrumental se hace tambin evi-dcnte en el prestigio y el aura que rodea a la tecnologa ynos hace creer que deberamos buscar soluciones tecnolgi-cas, aun cuando lo que se requiere es algo muy diferente. Conbastante frecuencia observamos esto en el orden de la pol-tica, tal como Bellah y sus colegas sostienen enrgicamenteen su ltimo Iibro.s

    Pero tambin invade otros terrenos, como el de la medi-cina. Patricia Benner ha argumentado en una serie de im-portantes trabajos que el enfoque tecnolgico de la medicinaha dejado a menudo de lado el tipo de atencin que conllevatratar al paciente como una persona completa con una tra-yectoria vital, y no como punto de un problema tcnico. Lasociedad y el estamento mdico con frecuencia minusvalo-ran la aportacin realizada por las enfermeras, que en la ma-yor parte de los casos son las que proporcionan esa atencin

    4. Sobre lo absurdo de estos clculos, vase R. Bcllah y otros, Tlle GoodSociely (Bcrkcley, University of California pcss, 1991), pgs. 114119.

    5. Bcllah y otros, Tlle Goad Sacie/y (Berkeley, University of CaliforniaPress, 1991), captulo 4.

  • 42 LA TICA DE LA AUTENTICIDAD

    l_..

    sensible y humana, en contraposicin a los especialistas im-buidos de sus saberes de alta tecnologa.6

    Se piepsa tambin que el lugar dominante que ocupa latecnologa ha contribuido a ese aplanamiento y estrecha-miento de nuestras vidas que he ido discutiendo en relacincon el primer tema. La gente se ha hecho eco de esa prdidade resonancia, profundidad o riqueza de nuestro entorno hu-mano. Hace casi 150 aos, Marx, en el Manifiesto Comunis-ta, observ que uno de los resultados del desarrollo capita-lista era que todo lo que es slido se desvanece en el aire.La afirmacin de que los objetos slidos, duraderos, expre-sivos, que nos servan en el pasado estn siendo apartadosen beneficio de las mercancas sustituibles, rpidas y de pa-cotilla de las que nos rodeamos. Albert Borgman habla delparadigma del artefacto, por el cual nos abstenemos cadavez ms del compromiso manifiesto con nuestro medio y,por el contrario, pedimos y obtenemos productos destinadosa proporcionarnos un beneficio restringido. Contrapone loque supone tener calefaccin en casa, en forma de calderade calefaccin central, con lo que esta misma funcin entra-aba en los tiempos de los colonizadores, cuando la familiaentera tena que dedicarse a la tarea de cortar y recoger leapara la estufa o el hogar. 7 Borgman parece incluso hacerseeco de la imagen de Nietzsche de los ltimos hombrescuando argumenta que la primitiva promesa de liberacinde la tecnologa puede degenerar en

  • TRES FORMAS DE MALESTAR 43

    dio de la cual se producen.8 Esta permanencia se ve ame-nazada en un mundo de mercancas modernas.

    Este sentido de la amenaza se incrementa con el conoci-miento de que esta primaca no es cosa tan slo de orienta-cin inconsciente, a la que nos vemos empujados y tentadospor la edad moderna. Como tal, sera bastante difcil de com-batir, aunque cedera al menos ante la persuasin. Pero estclaro que poderosos mecanismos de la vida social nos pre-sionan en esta direccin. Una ejecutiva de gestin puede verseforzada por las condiciones del mercado a adoptar, a despe-cho de su propia orientacin, una estrategia maximizadoraque juzgue destructiva. Un funcionario, a despecho de su in-tuicin personal, puede verse forzado por las reglas bajo lasque trabaja a tomar una decisin que sabe que va en contrade la humanidad y el buen sentido.

    Marx yWeber y otros grandes tericos han explorado esosmecanismos impersonales, a los que Weber design con elevocador trmino de la jaula de hierro. y algunos han que-rido extraer de estos nlisis la conclusin de que estamosdel todo desamparados frente a esas fuerzas, o como mini-mo desamparados mientras no desmantelemos totalmentelas estructuras institucionales con las que nos hemos esta-do desempeando durante los ltimos siglos, a saber, el mer-cado y el Estado. Esta aspiracin parece hoy tan irrealiza-ble que es tanto como declararnos impotentes.

    Quiero volver ms tarde sobre esta cuestin, pero creo queestas firmes teoras de la fatalidad son abstractas y errneas.Nuestro grado de libertad no es igual a cero. Tiene sentidoreflexionar sobre cules deberan ser nuestros fines, y si larazn instrumental debera tener menos incidencia en nues-tras vidas de la que tiene. Pero la verdad de estos anlisises que no es slo cuestin de cambiar la actitud de los indi-viduos; no se trata tan slo de una batalla por ganarse loscorazones y las mentes , siendo importante como es. El cam-

    8. Hannah Arendt, The Human Conditioll (Garden City, NJ, DoubleJay,Anchor Edition, 1959), pg. 83. (versin castellana: LA cmzdicin humana,Barcelona, Paids, 1993).

  • b44 LA TICA DE LA AUTENTICIDAD

    bio en este terreno tendr que ser tambin institucional, aun-que no pueda ser tan tajante y total como el "que propusie-ron los grandes tericos de la revolucin.

    (3) Ello nos lleva al plano de la poltica, y a las temidasconsecuencias para la vida poltica del individualismo y dela razn instrumental. Ya he mencionado una de ellas. Se tra-ta de que las instituciones y estructuras de la sociedad'tecnolgico-industrial limitan rigurosamente nuestras opcio-nes, que fuerzan a las sociedades tanto como a los individuosa dar a la razn instrumental un peso que nunca le concede-ramos en una reflexin moral seria, y que incluso se;!"enormemente destructiva. Un ejemplo pertinente lo consti-tuyen nuestras grandes dificultades para enfrentarnos a lasamenazas vitales a nuestra existencia provenientes de desas-tres medioambientales, como la que supone una capa de ozo-no cada vez ms tenue. Se puede observar cmo la sociedadestructurada en torno a la razn instrumental nos imponeuna gran prdida de libertad, tanto a los individuos comoa los grupos, debido a que son slo nuestras decisionesllas configuradas por estas fuerzas. Es difcil mantener une:,tilo de vida individual contra corriente. As, por ejemplo, .la planificacin de algunas ciudades modernas hace difcillmoverse por ellas sin coche, en especial all donde se ha ero- sionado el transporte pblico en favor del automvil privado.)'

    Pero hay otra clase de prdida, que ha sido tambin am-pliamente discutida, de forma memorable sin parangn, porAlexis de Tocqueville. En una socied:d en la que la gente ter-mina convirtindose en ese tipo de individuos que estn en-cerrados ensus corazones, pocos querrn participar acti:vamente en su atltogObTerno. Preferirn quedarse en casa ygozar de las satisfacciones de la vida privada, mientras elgobierno proporciona los medios para el logro de estas sa-tisfacciones y los distribuye de modo general.

    Con ello se abre la puerta al peligro de una nueva formaespecficamente moderna de despotismo, a la que Tocquevi="lle llama despotismo blando. No ser una tirana de t-roryopresin como las de tiempos pretritos. El gobierno sersuave y paternalista. Puede que mantenga incluso formas de-

  • TRES FORMAS DE MALESTAR 45

    mocrticas, con elecciones peridicas. Pero en realidad, todose regir por un inmenso poder tutelar,9 sobre el que lagente tendr poco control. La nica defensa contra ello, pien-sa Tocqueville, consiste en una vigorosa cultura poltica enla que se valore la participacin, tanto en los diversos nive-les de gobierno como en asociaciones voluntarias. Pero el ato-mismo del individuo absorto en s mismo milita en contrad esto. Cuando disminuye la participacin, cuando se ex-tTnguen las asociaciones laterales que operaban como veh-culo de la misma, el ciudadano individual se queda solo fren-te al vasto Estado burocrtico y se siente, con razn,im.E2tente. Con ello se desmotiva al ciudadano an ms, yse cierra el crculo vicioso del d'espotismo blando.

    Acaso algo parecido a esta alienacin de la esfera pbli-ca y la consiguiente prdida de control poltico est tenien-do lugar en nuestro mundo poltico, altamente centralizadoy burocrtico. Muchos pensadores contemporneos han con-siderado proftica la obra de Tocqueville. 1O Si es ste el caso,lo que estamos en peligro de perder es el control de nuestrodestino, algo que podramos ejercer en comn como ciuda-danos. Es a esto a lo que Tocqueville llam libertad polti-ca. Laque se ve aqu amenazada es nuestra dignidad comoCiudadanos. Los mecanismos impersonales antes menciona-dos pueden reducir nuestro grado de libertad como socie-dad, pero la prdida de libertad poltica vendra a significarque hasta las opciones que se nos dejan ya no seran ohjetode nuestra elecin como ciudadanos, sino de la de un poder //tutelar irresponsable.stas son, por lo tanto, las tres formas de malestar sobre

    la modernidad que deseo discutir en este libro. El primer te-mor estriba en lo que podramos llamar prdida de sentido,la disolucin de los horizontes morales. La segunda concier-

    t. ne al eclipse de los fines, frente a una razn instrumental de-

    9. Tocqueville, De la Dl1locratie, pg 385.lO. Vase, por ejemplo, R. Bellah y otros, Habits of the Heart (Berkeley,

    University of California Press, 1985), (versin castellana: HJbitos del cora-zn, Madrid, Alianza Editorial, 1989).

  • 46 LA I?TICA DE LA AUTENTICIDAD

    z

    senfrenada. Y la tercera se refiere a la prdida de libertad. l:JPor supuesto, estas ideas no estn libres de controversia.

    He hablado de inquietudes que son generales y he mencio-nado a irifluyentes autores, pero sin llegar a ningn acuer-do. Hasta quienes comparten en cierta forma estas preocu-paciones discuten enrgicamente sobre la manera en quedeberan formularse. Y hay mucha gente que desea desechar-las sin ms. Los que se hallan profundamente inmersos enla cultura del narcisismo)} creen que quienes muestran ob-jeciones a la misma ansan una era anterior, ms opresora.Los adeptos de la razn tecnolgica moderna creen que loscrticos de la primaca de lo instrumental son reaccionariosy obscurantistas, que proyectan negar al mundo los benefi-cios de la cencia. Y estn los defensores de la mera libertadnegativa, que creen que el valor de la libertad poltica estsobrevalorado, y que una sociedad en la que la gestin pol-tica se combine con la mxima independencia para cada in-dividuo es lo que debiramos proponernos como meta. Lamodernidad tiene sus detractores y defensores.

    No hay acuerdo alguno en nada de esto, y el debate conti-na. Pero en el curso de este debate, la naturaleza esencialde estos cambios, que son, ora censurados, ora elogiados, escon frecuencia malentendida. Y como resultado, la natura-leza real de las opciones morales que deben tomarse quedaoscurecida. En particular, sostendr que el camino correctoque debe tomarse no es ni el recomendado por los defenso.res categricos, ni el favorecido por los detractores enregla. Tampoco nos proporcionar la respuesta un simpleiri-tercambio entre las ventajas y el precio a pagar por el indi-vidualismo, la tecnologa y la gestin burocrtica. La natu-raleza de la cultura moderna es ms sutil y compleja. Quieroafirmar que tanto defensores como detractores tienen razn,pero de una forma a la que no se puede hacer justicia me-diante un simple intercambio entre ventajas y costes. En rea-lidad hay mucho de admirable y mucho de degradado y ate-rrador en los desarrollos que he ido describiendo, perocomprender la relacin entre ambos es comprender que lacuestin no estriba tanto en saber qu parte del precio ha

  • TRES FORMAS DE MALESTAR 47

    de pagarse en consecuencias perjudiciales por los frutos po-sitivos, sino ms bien en cmo guiar estos cambios hacia sumayor promesa y evitar que se deslicen hacia formas ya de-gradadas.

    No dispongo ahora del espacio que necesitara para tra-tar estos temas tal como merecen, por lo que propongo to-mar un atajo. Emprender la discusin del primer tema, re-ferente a los peligros del individualismo y la prdida desentido. Proseguir esta discusin con cierta extensin. Ha-biendo derivado alguna idea de cmo debera abordarse estacuestin, sugerir la forma en que podra discurrir un tra-tamiento similar de las dos restantes. La mayor parte de ladiscusin se centrar por tanto en el primer eje de esta preo-cupacin. Examinemos con ms detalle de qu forma apare-ce hoy en da.

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  • 11

    . EL DEBATE INARTICULADO

    Podemos encontrarlo en las pginas de un libro recientede ABan Bloom, de gran influencia en los Estados Unidos,The Closing of the American Mind (El cierre de la mente mo-derna). El libro en s constituy un fenmeno ciertamente no-table: obra de un terico poltico universitario acerca del cli-ma de opinin de los estudiantes de hoy en da, se mantuvoen la lista de libros ms vendidos del New York Times du-rante varios meses, con gran sorpresa de su autor. Haba to-cado una fibra sensible.

    La posicin que adoptaba se mostraba severamente cr-tica con la juventud cultivada de hoy en da. El rasgo princi-J pal que adverta en su visin de la vida era su aceptacin deun relativismo bastante acomodaticio. Todo el mundo tienesus propios valores, y es imposible argumentar sobre losmismos. Pero como Bloom haca notar, no se trataba simple-mente de una posicin epistemolgica, de una visin sobrelos lmites de lo que la raZn puede dar por sentado; tam-bin se sostena como posicin moral: no deberan ponerseen tela de juicio los valores del otro. Eso es de su incumben-

    " cia, pertenece a su eleccin vital y debera ser motivo de res-peto. El relativismo se fundaba en parte en el principio derespeto mutuo.

    En otras palabras, el relativismo era en s mismo un vs-V tago de una forma de individualismo, cuyo principio es al-

    go parecido a esto: todo el mundo tiene derecho a desarro-llar su propia forma de vida, fundada en un sentido pro-pio de lo que realmente tiene importancia o tiene valor. Seles pide a las personas que sean fieles a s mismas y bus-quen su autorrealizacin. En qu consiste esto debe, en l-tima instancia, determinarlo cada uno para s mismo. Nin-

  • 50 LA TICA DE LA AUTENTICIDAD

    guna otra persona puede tratar de dictar su contenido.sta es hoy por hoy una postura bastante conocida. Re-

    fleja 10 que podramos llamar el individualismo de la auto-rrealizacin, tan extendido en nuestra poca, y que se h for-talecido especialmente en las sociedades occidentales desdelos aos 60. Ha sido recogido y discutido en otros libros in-fluyentes: Tlze Cultural Contradictions 01 Capitalism, I de Da-niel Bel1, The Culture 01 Narcissism y The Minimal Self, deChristopher Lasch, y L'ere du vide,2 de Gilles Lipovetsky.

    El tono de preocupacin es perceptible en todos ellos, aun-que quiz con menos intensidad en Lipovetsky. Discurre si-guiendo las lneas que esboc a propsito de mi primer tema.Este individualismo entraa centrarse en el yo junto a una.

    v' obturacin concomitante, o una inconsciencia incluso, de lasgrandes cuestiones o inquietudes que trascienden al yo, seanreligiosas, polticas o histricas. Como consecuencia, la vidase angosta y se achata. 3 Y la preocupacin se desborda so-bre ese tercer espacio que he descrito: a estos autores les in-quietan las consecuencias polticas posiblemente extremasde este desplazamiento cultural.

    Bien es verdad que estoy de acuerdo con muchas de lascrticas que estos autores hacen a la cultura contempornea.Como explicar de inmediato, c..reo que el relativismo amplia-mente adoptado hoy en da constituye un profundo error, yen ciertos aspectos hasta se autoanula. Parece cierto que lacultura de la autorrealizacin ha llevado a muchas personas

    1. Versin castellana: Las contradiciones culturales del capitalismo, Ma-drid, Alianza Edi torial, 1977. [T.]

    2. Versin castellana: La era del vaco, Barcelona, Anagrama, 1987. [T.]3. Esta imagen aparece en Bloom, The Closing o{ the American Mind

    (Nueva York, Simon and Schuster, 1987) (versin castellana: El cierre dela mente modema, Barcelona, Plaza y Jans, 1989): -La prdida de los Iibros les ha vuelto ms estrechos y ms chatos. Ms estrechos porque lesfalta lo que es ms necesario, una base real de descontento con el presentey de conciencia de que hay alternativas al mismo. Se muestran a la vez mssatisfechos con lo que hay y desesperan de poder llegar a escapar algunavez de ello (...) Ms chatos, porque sin la interpretacin de las cosas, sinla poesa o la actividad de la imaginacin, sus almas son como espejos, node la naturaleza, sno de lo que les rodea (pg. 61).

  • EL DEBATE INARTICULADO 51

    a perder de vista aquellas preocupaciones que les transcien-den. Y parece obvio que ha adoptado formas trivializadas yautoindulgentes. Esto puede tener incluso como resultadouna especie de absurdidad, a medida que surgen nuevas for-mas de conformidad entre aquellas personas que se esfuer-

    t1 zan por ser ellas mismas, y ms all de ello, formas,l de dependencia, conforme aquellas personas inseguras de su; V-o identidad se vuelven hacia toda suerte de expertos y guas iautodesignados, que se envuelven en el prestigio de la cien-jcia o en una cierta espiritualidad extica.-

    Pero hay algo a lo que quiero, sin embargo, resistirme anteel empuje de los argumentos que presentan estos autores. VAparece en Bloom de forma clarsima, quizs con mximacontundencia\insu tono de por la cultura que estdescribiendo. 'No prece reconocerideal moral por degradada y pardica que pueda .ser su expresin. lJ.t()rrsIi:-?-acin es el Uela en una comprensinpecficamente moderna del trmino. Hace un par de dca-das, Lionel Trilling lo defini brillantemente en un libro degran influencia, en el que resumi esa forma moderna y ladistingui de otras anteriores. La distincin queda expresa-da en el ttulo del libro, Sincerity and Authenticity, y siguien-do a TriHing vaya utilizar el trmino autenticidad para elideal contemporneo. -. Qu entiend.o por ideal moral? Entiendo una descripcin .lo que sera un modo de vida mejor o superior, en el que .

    .mejor y superior se definen no en funcin de lo que se--nos ocurre desear o necesitar, sino de ofrecer una norma de :lo que deberamos desear.-- La fuerza de trminos como narcisismo (en palabrasde Lasch) o hedonismo (segn la descripcin de Bell) eso,triba en dar por sentado que en ello no acta ningn ideal v'moral; y de hacerlo, solamente opera en la superficie, lo quedebera tomarse ms bien por una pantalla que esconde la-O autoiri.dulgencia. Tal como dice Bloom,

  • 52 LA f.TICA DE LA AUTENTICIDAD

    -

    que se encuentran teniendo que atender su carrera profesio-nal y sus relaciones personales. Hay una cierta retrica dev8utorreaLizacin que da una ptina de encanto a esta vida,pero pueden darse cuenta de que no hay nada especialmen-te noble en ello. La lucha por la supervivencia ha substitui-do al heroismo como cualidad digna de admiracin.4 Nome cabe duda de que la descripcin es vlida para algunas

    Jr personas, quiz para muchas, pero constituye un gran errorpensar que nos permite atisbar el cambio de nuestra cultu-,ra, el poder de este ideal moral, que nos hace falta compren-der si queremos llegar a explicar incluso por qu se utilizacomo ptina hipcrita por parte de los autoindulgentes.

    Lo que nos hace falta comprender en este caso es la fuer-ek za moral que respalda a nociones como la de autorrealiza-

    cin. En cuanto tratamos de explicar esto simplemente comouna especie de egosmo, o como una suerte de laxitud, unaautoindulgencia con respecto a una poca anterior, ms duray exigente, perdemos el rastro. Hablar de permisividad ye-rra el blanco. Laxitud moral la hay, y nuestra poca no essingular en esto. Lo que necesitamos explicar es lo que depeculiar tiene en nuestro tiempo. No se trata slo de la gen-

    J te que sacrifica sus relaciones sentimentales y el cuidado delos hijos, para dedicarse a su carrera profesional. LQ impor-tante de la cuestin estriba en que mucha gente se siente /la-:-mada a obrar de este modo, en que cree que debe actuar as-y tiene la impresin de que se desperdiciaran o desaprove-charan sus vidas de no actuar de esta forma.

    As pues, lo que se pierde en esta crtica es la fuerza mo-ral del ideal de autenticidad. sta queda de algn modo im-plcitamente desacreditada, junto con sus formas contempo-rneas. Lo cual no sera tan grave si pudiramos recurrir afa parte contraria en busca de defensa. Pero quedaremos de-

    J fraudados en esto. Que la adhesin de la autenticidad tome-l la forma de una suerte de relativismo fcil significa que la.

    vigorosa defensa de cualquier ideal moral queda de algnmodo fuera de todo lmite, puesto que sus implicaciones,. tat

    4. Bloom, The Clusing o/ he American Mind, pg. 84.

  • EL DEBATE INARTICULADO 53

    lcomo las he descrito anteriormente, indican que algunafor.mas de vida son superiores a otras, y la cultura de la toleJ rancia frenle a la aUlorrealizacin odividual se relrae aolestales pretensiones. Esto viene a significar, tal como se haapuntado con frecuencia, que hay algo contradictorio y con-traproducente en su postura, puesto que el relativismo mis-mo se ve impulsado (al menos parcialmente) por un idealmoral. Pero, de modo coherente o no, sta es la postura habi-tualmente adoptada. El ideal desciende al nivel del axioma,algo que no se pone en tela de juicio pero que tampoco seexplica.:J- Al adoptar el ideal, la gente de 1a cultura de la autentici'liad, como quiero denominarla, presta apoyo a un cierto tipode liberalismo, que ha sido abrazado tambin por muchos'otros. Se trata del liberalismo de la neutralidad. Uno de susprincipios bsicos es que una sociedad liberal debe ser neu-tral en cuestiones que ataen a lo que constituye la vida bue-na. La vida buena es aquello que cada individuo busca a sumanera, y un gobierno faltara a la imparcialidad, y por tan-to al respeto equitativo a los ciudadanos, si tomara partidoen esta cuestin.5 Si bien muchos de los autores de esta es-cuela son apasionados oponentes del relativismo blando(Dworkin y Kymlicka entre ellos), et resultado de su teoriaconsiste en relegar las discusiones sobre la vida buena a los_,mrgenes del discurso poltico.Como resultado nos encontramos ante una extraordina j

    ria incapacidad de articular uno de los ideales constitutivoscultura mode.rna.6 Sus adversarios lo desprecian, y sus

    5. Vase, John Rawls, A Theory 01 Justice (Cambridge, Harvard Univer-sity Press, 1971) (versin castellana: Teora de la Justicia, Mxico, Fondo deCultura Econmica, 1979) y The Idea of an overlapping consensus., enPhilosophy and Public Alfairs 17 (1988); Ronald Dworkin, Taking Rights Se-riously (Londres, Duckworth, 1977) (versin castellana: Los derechos etl se-rio, Barcelona, Ariel, 1984) y A Matter 01 PrincipIe (Cambridge, Harvard Uni-versity Press. 1985); asimismo WilI Kymlicka. Liberalism, Commmunity andCulture (Oxford. The Clarendon Press, 1989). .

    6. He escrito ms detalladamente sobre dio en Sources 01 the Sell (Cam-bridge. Harvard University Press, 1989). captulo 3.

    J

  • 54 LA IO.TICA DE LA AUTENTICIDAD

    partidarios no pueden hablar de l. El debate en su conjun-to pugna por dejarlo en la sombra, por hacerlo invisible. Estotiene consecuencias perjudiciales. Pero antes de continuarhablando'de ellas, quiero mencionar otros dos factores quecontribuyen a intensificar este silencio. C(){'SC(:.x (r(I ,J{ l() Uno de ellos es el asidero que supone efSuGJetivimo mo-ral en nuestra cultura. Por ello entiendo la visin segun lacual las posturas morales no se fundan en modo alguno en .la razn o la naturaleza de las cosas sino que en tima ins-

    ,ntancia son adoptadas por cada uno de nosotros porque nosligados a..cllas, Segn este punto de vista, la ra

    QfV" zn no puede mediar en disputas morales. Por supuesto, unopuede apuntar a ciertas consecuencias de una determinadaposicin en los que puede que el otro no haya pensado. Asque la crtica de la autenticidad puede apuntar a los posi-bles resultados polticos y sociales de que cada persona bus-

    o que su autorrealizacin. Pero si nuestro interlocutor se manotiene todava en su postura inicial, nada ms puede decirsepara contradecirle. .zo;.. fundanlento!:i\de esta visin son complejos y van bas-tante msa11a'de de las razones morales de un relativismoblando, aunque el subjetivismo proporciona un claro respal-do a este relativismo. Evidentemente, mucha de la gente in-mersa en la cultura contempornea de la autenticidad se sien-te contenta de adoptar esta comprensin del papel (oausencia de papel) de la razn. Lo que resulta acaso ms sor-prendente, es que as se sienten tambin muchos de sus opo-nentes, que se ven por tanto llevados a desesperar ms si caberespecto a la reforma de la cultura contempornea. Si los j-venes no se preocupan realmente de las causas que transcien-den al yo, qu se les puede decir entonces?Por supuesto, hay crticos que mantienen que existen cri-

    terios morales en la razn.7 Piensan que existe algo como la'. J. 1I6'K(Cv").t1>CC ( 'V) , 'tt "." \7. especialm n e MacIntyre, After Virtue (Notre Dame,University of Notre Dame Press, 1981) (versin castellana: Tras la virtud,Barcelona, Critica, 1987) y Whose Justice? Which Rationality? (Notre Dame,University of Notre Dame Press, 1988).

  • EL DEBATE INARTICULADO 55

    naturaleza humana, y que la comprensin de la misma mos-trar que ciertas formas de vida son correctas y otras err-neas, que unas son superiores y mejores que otras. Las ra-ces de esta postura se encuentran en Aristteles. Por

    los subjetivistas modernos tienden a ser muy'crticos con Aristteles, y dicen que su biologa metafsicaest pasada de moda y resulta del todo increible hoy en da.

    Pero los filsofos que piensan de este modo han sido por ./)lo general contrarios al ideal de autenticidad; lo han consi- J /derado parte de una desviacin errnea del modelo arraiga- i

    "-do en la naturaleza humana. No tenan razn alguna para ar-ticular de qu se trataba, mientras que quienes lo sostenan 'desistan de hacerlo debido a sus opiniones subjetivistas.

    l,Jn tercer factor que ha obscurecido la importancia de laautenticidad como ideal moral ha sido la forma normal deexplicacin de las ciencias sociales. sta se ha abstenido ge-neralmente de invocar ideales morales y ha tendido a echarmano de factores presuntamente ms slidos y prosaicos ensu explicacin. Y de este modo los rasgos de la modernidaden los que me he ido centrando aqu, el individualismo y laexpansin de la razn instrumental, a menudo se han consi-

    subproductos del cambio sacian por ejemplo,como efectos directos de la industrializacin o de una ma-yor movilidad, o de la urbanizacin. Hay que trazar desdeluego importantes relaciones causales, pero las descripcio-nes que las invocan dan un rodeo completo a la cuestin desi estos cambios de cultura y de perspectiva deben algo a supoder intrnseco como ideales morales. La respuesta impl- .cita es a menudo negativa.8

    Por supuesto, hay que explicar los cambios sociales quesupuestamente engendran esa nueva perspectiva, y esto con-llevar recurrir en cierta manera a las motivaciones huma-

    8. Por supuesto, para un cierto marxismo vulgar la respuesta negativaresulta bastante explcita. Las ideas son producto de los cambios econmicos. Pero buena parte de las ciencias sociales no marxistas opera implcitamente con premisas similares. Y ello a pesar de la orientacin de algu.nos de los grandes fundadores de la ciencias sociales, como Weber, quereconocla el papel crucial de las ideas morales y religiosas en la historia.

  • ,m

    56 LA l!TlCA DE LA AUTENTICIDAD1 x1tuJ(2J) d . 1' . , 1nas, a menos que supongamos que a in ustna lzaClOn o ecrecimiento de las ciudades ocurri enteramente en un momento de distraccin. Necesitamos alguna nocin que nosexplique cll!era lo qu mova a}a gente a actuar firmemente siguiendo un rumbo regular,fun rumbo que, por ejemplo,apuntaba a una aplicacin cada vez mayor de la tecnologa, a la produccin, o a mayores concentraciones de poblacin.l>ero lo que a menudo se invoca son motivaciones que no sonde orden moral. Por ello entiendo motivaciones que puedanil11pulsar a las personas, sin mucha conexin con ideal moral alguno, tal como defin esto anteriormente. As que muy'a'menudo nos encontramos con que esos cambios socialesse explican en funcin del deseo de mayor riqueza o poder,o de medios de supervivencia o de control sobre otros. Aunque todas estas cosas pueden tramarse en ideales morales,no necesitan hacerlo, y por tanto la explicacin en estos trminos se considera suficientemente slida y "cientfica.

    Aun cuando la libertad individual y el desarrollo de la razn instrumental se toman como ideas cuyo atractivo intrnsenco puede ayudar a explicar su ascendiente, este atractivose contempla con frecuencia en trminos no morales. Es de-cir, que el poder de estas ideas a menudo se entiende no en

    11 trminos de fuerza moral, sino slo a causa de las ventajas1 q\1e parecen conferir a la gente, con independencia de su vi-I sin moral, o incluso de si tienen o no alguna. La libertad nos permite hacer lo que queramos, y la mayor aplicacin1de la razn instrumental nos consigue ms de aquello que,i( deseamos, sea esto lo que sea.9'-

    9, El individualismo se ha utilizado de hecho en dos sentidos harto diferentes. En uno de ellos se trata de una idea moral, una faceta que ya hecomentado. En el otro, se trata de un fenmeno amoral, algo parecido alo que entendemos por egoismo. El auge del individualismo en este sentido supone habitualmente un fenmeno de descomposicin, en el que la prdida de un horizonte tradicional deja tras de s la anoma, yen el que cadacual se las arregla por s mismo, como sucede, por ejemplo, en los barriosmarginales, azotados por la delincuencia y formados por campesinos recin llegados a las ciudades del Tercer Mundo (o del Manchester del sigloXIX). Por supuesto, resulta catastrfico confundir estos dos tipos de indio. vidualismo, que tienen causas y consecuencias totalmente diferentes. Ra

  • (EL DEBATE INARTICULADO 57

    El resultado de todo esto ha consistido en volver ms den-la obscuridad que rodea al ideal moral de autenticidad.

    Los crticos de la cultura contempornea tienden a menos-preciarlo como ideal, a confundirlo incluso con un deseo nomoral de hacer lo que se quiera sin interferencias. Los de-rensores de esta cultura se ven empujados a una incapaci-dad de articular sobre la cuestin por su misma perspecti-va.A..a fuerza general del subjetivismo en nuestro mundofitbsfico y el poder del liberalismo neutral intensifican lasensacin de que no se puede ni se debe hablar de estos te-mas. y por encima de todo ello, las ciencias sociales pare-cen estar dicindonos que para comprender dichos fenme-nos como cultura contempornea de la autenticidad, nodeberamos recurrir en nuestras explicaciones a cosas talescomo ideales morales, sino que deberamos considerar todoesto en trminos, digamos, de cambios recientes en el modode produccin, 10 de nuevos patrones o ju.. vepil,.p )de la seguridad de la opulencia. len c>;.?