Etica, übertady responsabilidad...moral. Si decido entre ir a jugar al fútbol y quedarme en casa a...

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Etica, übertady responsabilidad I • Reúnanse en pequeños «¡fupos pv? inalizat hs si- guientes situaciones. ai El señor González vive- pn h ciudad Su padre vive en el campo y gravemente enfermo El \&tor Gun/jlaz pi órnete a su padre que n i ,1 visitarlo ü próximo Tin de semana. Uega el día del viaje pero, debido a una fuerte tor- menta, se sus^eiidu la stlida del w>n Poi isa r i/ou ol señor Górmale* no cumplí- la promesa hecha a su p idi i. bl El señor González pi órnete ir a \r a su padre enfermo (que vive fuera de la ciudad) el próximo fin de semana El día |ueves, el señor González advierte que, si cumple su promesa, no podrá ir a ver el recital de los Rn'f'rig Sumes, su co i|unto preferido Por oset motivo, decide suspendo el •m\<! y no cumplir la pi».- mesa hecha z su padre L) El señor González es un comerennto que ha hecho buenos negocios en los últimos tre* .inn* Su pif'rf- vi- ve en las Aicrcs de h curtid / se cncuuntn ?• iv> monte enfermo El señoi González pióme» 11 a visi- tarlo el próximo fin de semana. El día viernes recibe una llamada de uno de sus clientes que quiere hablai con ct para cenar un ne¿ucio que teñir i pendiente bl señor González decide suspender su viaje para dedi- care esc fin de semnn.i i tenar h, craauvis TICI esperanzas de ganar uiu buena 'unu de dmeio En las tres situaciones el señor González no cumple la promesa hecha a su padre. Opinen sobre la conduc- ta del señor González en cada caso Analicen los moti- vos por los cuak*s suspende su viajo y opinen sobic L-I grado de responsabilidad que el señor González tiene al tomar su decisión. ¿Que harían ustedes en su lugar? 2. .1) Describan dos situaciones en las que hayan sen- tido remordimiento o culpa por algo que hicieron (o que no hicieron). b) Describan dos situaciones en las que se hayan senti- do orgullosos por algo que hicieron (o que no hicieron).

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Etica, übertady responsabilidad

I • Reúnanse en pequeños «¡fupos pv? inalizat hs si­

guientes situaciones.

ai El señor González vive- pn h ciudad Su padre vive en el

campo y gravemente enfermo El \&tor Gun/jlaz

pi órnete a su padre que n i ,1 visitarlo ü próximo Tin de

semana. Uega el día del viaje pero, debido a una fuerte tor­

menta, se sus^eiidu la stlida del w>n Poi isa r i/ou ol

señor Górmale* no cumplí- la promesa hecha a su p idi i.

bl El señor González pi órnete ir a \r a su padre

enfermo (que vive fuera de la ciudad) el próximo fin

de semana El día |ueves, el señor González advierte

que, si cumple su promesa, no podrá ir a ver el recital

de los Rn'f'rig Sumes, su co i|unto preferido Por oset

motivo, decide suspendo el •m\<! y no cumplir la pi».-

mesa hecha z su padre

L) El señor González es un comerennto que ha hecho

buenos negocios en los últimos tre* .inn* Su pif'rf- vi­

ve en las Aicrcs de h curtid / se cncuuntn ?• iv>

monte enfermo El señoi González p i ó m e » 11 a visi­

tarlo el próximo fin de semana. El día viernes recibe

una llamada de uno de sus clientes que quiere hablai

con ct para cenar un ne¿ucio que teñir i pendiente bl

señor González decide suspender su viaje para dedi­

care esc fin de semnn.i i tenar h , craauvis TICI *»

esperanzas de ganar uiu buena 'unu de dmeio

• En las tres situaciones el señor González no cumple

la promesa hecha a su padre. Opinen sobre la conduc­

ta del señor González en cada caso Analicen los moti­

vos por los cuak*s suspende su viajo y opinen sobic L-I

grado de responsabilidad que el señor González tiene

al tomar su decisión. ¿Que harían ustedes en su lugar?

2 . .1) Describan dos situaciones en las que hayan sen­

tido remordimiento o culpa por algo que hicieron (o

que no hicieron).

b) Describan dos situaciones en las que se hayan senti­

do orgullosos por algo que hicieron (o que no hicieron).

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L o s p r o b l e m a s éticos

¿Cuándo nos enfrentamos a problemas éticos? Para contestar a esta cuestión, veamos primero las siguientes situaciones: • Voy caminando por la playa. Estoy solo. De

pronto, escucho un grito. Es alguien que se está ahogando y está pidiendo auxilio. Lo reconozco. Es mi enemigo. Lo odio. ¿Qué hago? ¿Debo acudir en su auxilio? Nadie me ve. Nadie me reprocharía nada. ¿Debo intentar salvarlo?

• Prometí a mi amigo devolverle hoy el dinero que me prestó la semana pasada. Tengo la plata pero si se la devuelvo, no podré com­prar un disco de mi cantante preferido que hace mucho tiempo que quiero tener. ¿Qué hago? ¿Cumplo mi promesa o me compro el disco?

En el p r i m e r j u i c i o p o r el a s e s i n a t o d e María

S o l e d a d M o r a l e s varios testigos d i e r o n falsos

t e s t i m o n i o s p o r m i e d o a ser c a s t i g a d o s si

decían lo q u e sabían.

Habían sido a m e n a z a d o s p o r p e r s o n a s

r e l a c i o n a d a s c o n el p o d e r en C a t a m a r c a . Sin

e m b a r g o , otros t e s t i g o s , también

a m e n a z a d o s y c o n los m i s m o s t e m o r e s ,

dijeron l a v e r d a d y a y u d a r o n a e s c l a r e c e r el

c a s o . M o s t r a r o n q u e se podía a c t u a r

c o r r e c t a m e n t e a p e s a r d e l a situación e n l a

q u e se e n c o n t r a b a n .

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Soy soldado. Estamos en guerra. Un jefe mi­litar me ordena matar a una persona desar­mada, indefensa. ¿Debo cumplir su orden?

« Soy testigo en un juicio. Mi testimonio es im­portante. Vi cómo unos hombres vestidos con camperas negras golpeaban a un chico y le robaban su bicicleta. Hoy es el día en que debo declarar. Recibo un llamado telefóni­co. Una voz gruesa me amenaza: "Si decís la verdad, te liquidamos". ¿Qué hago? ¿Debo mentir?

« Me fue muy mal en un examen de matemá­tica. Estudié pero es una materia difícil. No la entiendo. Mi madre sufre mucho cuando soy desaprobado. No quiero darle un dis­gusto. ¿Qué hago? ¿Debo decir la verdad a mi madre aunque la haga sufrir?

* En la escuela, la mayoría de mis compañeros se burlan de un alumno nuevo porque es ex­tranjero y habla mal el español. No me gus­ta que lo traten así pero son mis amigos y no quiero pelearme con ellos. ¿Debo hacer lo que hace la mayoría? ¿Debo burlarme yo también de este chico?

¿Qué tienen en común todas estas si­tuaciones? En todas ellas se plantean proble­mas que involucran a otras personas. La solu-c'ión de los mismos no me afecta sólo a mí si­no también a otras personas que sufrirán las consecuencias de rr^4|$isi°nes í-de m i s <*c~ dones. Todos, en ciertas circunstancias, nos planteamos problemas de este tipo. Los pro­blemas éticos son problemas cuya resolución tiene efectos en otras personas.

Cuajado tomamos este tipo de decisio-nes_y_actuamos en consecuencia, estamos rea­lizando una conducta moral. Unjgonducta de

< este tipo puede ser calificada de "buena" o de

"mala" por nosotros mismos o por los demás. Atribuimos valor moral a un acto que tiene consecuencias que afectan a otros individuos. Los actos que no tienen consecuencias para los demás no son objeto de una calificación moral. Si decido entre ir a jugar al fútbol y quedarme en casa a ver una película, esta de­cisión no puede merecer el juicio moral de otros. Algunos pensadores sostienen que tam­bién existen problemas éticos en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos. Según este enfoque, hacerse daño a uno mis­mo, abandonarse, resignarse o no desarrollar los propios talentos o las propias potencialida­des también es una conducta mala.

Cuando nos planteamos un problema ético, no encontramos respuestas a ese pro­blema en particular en las órdenes que nos dan nuestros mayores o nuestros jefes, tam­poco las encontramos en las costumbres o en lo que opina la mayoría ni en las reglas de conducta que nos han enseñado. Todas estas pautas pueden orientarnos en nuestras deci­siones pero no pueden darnos la solución. Es lo que puede verse en las situaciones plantea­das arriba: sé que debo ayudar a los demás cuando se encuentran en apuros, ¿pero debo ayudar a alguien que no quiero y que consi­dero mi enemigo? Sé que debo cumplir las promesas, ¿pero debo cumplirlas cuando me doy cuenta de que hacerlo me perjudica? Sé que debo cumplir las órdenes de mis superio­res, ¿pero debo cumplirlas cuando esas órde­nes son inmorales? Sé que debo decir la ver­dad, ¿pero debo decirla cuando corre riesgo mi vida? Sé que debo cuidar mis amistades, ¿pero debo hacer lo que mis amigos hacen, aunque esté mal, para conseguir su aproba­ción? ^.f^^^DCDT^^^

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¿Cómo evitar errores en la argumentación? 2

Varias actividades que se proponen en este libro están relacionadas con el diálogo, la ^

discusión, el intercambio de opiniones, el debate. En este tipo de intercambios suelen pre- j

sentarse divergencias entre los participantes. En esos casos, intentamos justificar, dar razo- |

nes a favor de lo que pensamos y argumentar en contra de lo que nuestro c o m p a ñ e r o sos- j

tiene. C u a n d o hacemos esto cometemos con frecuencia algunos errores que invalidan en ¿

parte nuestros argumentos. Son errores comunes, que todos cometemos, pero que c o n - ¡

viene corregir para que el diálogo con nuestros c o m p a ñ e r o s sea fecundo. •

Cuando queremos demostrar que lo que dice nuestro interlocutor es falso, es c o m ú n /¡

que ataquemos a la persona que hace esa afirmación en lugar de criticar sus ideas. Por ejem- ¿

pío, decimos: "Jorge no tiene razón al afirmar que hay que implementar la pena de muerte }

porque Jorge es un egoísta, que sólo piensa en lo que a él le conviene". Puede ser cierto que g

Jorge sea un egoísta, incluso puede ser cierto que Jorge sea una mala persona. Pero esto no |

significa que lo que dice Jorge es falso. Atacar a una persona para demostrar que lo que di- ¡

ce es falso es un argumento incorrecto. ^

Cuando queremos dar razones a favor de la verdad de una af irmación expresada por g

nosotros, es c o m ú n que nos apoyemos en supuestas autoridades que piensan c o m o noso- j

tros. Estas autoridades son personas que admiramos, que respetamos, pero que no son espe­

cialistas en la materia sobre la que estamos hablando. Por ejemplo, dec imos:"No se debe im­

plementar la pena de muerte porque Einstein, que fue el científico más importante de este si­

glo, se opuso siempre a la pena de muerte". Einstein fue, efectivamente, una gran autoridad

en el terreno de la física, pero eso no lo convierte en autoridad en cualquier otro terreno.

A d e m á s , todas las personas se pueden equivocar y no es correcto argumentar que una afir­

mación es verdadera simplemente porque alguien muy respetado la defienda. 3 ©

N o es correcto pretender que los demás acepten la verdad de nuestras afirmaciones

sobre la base de que nosotros tenemos la fuerza de nuestro lado. Por ejemplo, si en un tra- ¡

bajo grupal le decimos a un compañero : "Tenes que aceptar que ésta es la mejor forma de

distribuir las tareas porque, si no lo aceptas, te sacamos del equipo". ;

•<•» A veces pretendemos mostrar que lo que decimos es cierto porque se ignora que sea <

falso, y viceversa. Por ejemplo:"Hay fantasmas porque nadie ha podido demostrar que no los

hay" o "Hay vida inteligente en otras galaxias porque nadie ha podido demostrar que no la

hay" o "D ios no existe porque nadie ha podido demostrar que existe". Dec i r que una afir­

mación es verdadera porque no se ha demostrado su falsedad o que es falsa porque no se

ha demostrado su verdad es argumentar incorrectamente.

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Reúnanse en grupos y discutan entre ustedes qué harían en cada uno de los casos planteados a continuación.

rt Un amigo es perseguido por la Justicia pues ha cometido un delito: robó mil pesos a una señora que salía de un banco. Viene a mi casa y me pide que lo ayude a esconderse. Está desesperado.Tocan el timbre. Es un señor que me muestra una orden de captura firmada por un juez. Me pregunta si mi amigo está escondido en mi casa. ¿Qué debo hacer?

» Un amigo es perseguido por un señor que quiere golpearlo. Se esconde en mi casa. Llega el señor y me pregunta si vi a mi amigo. Está sumamente nervioso y dice que, si lo encuentra, lo mata. N a co­nozco los motivos que tiene ese señor para estar tan enojado con mí amigo. ¿Qué debo hacer?

- Un amigo faltó al colegio sin que sus padres le dieran permiso.Tenía un examen de matemática y no ha­bía estudiado. Me pide quedarse en mi casa hasta la hora en que tiene que "volver del colegio". Suena el teléfono. Atiendo. Es la mamá de mi amigo que está muy preocupada porque la llamaron del colegio para avisar que su hijo no había ido a clase. Me pregunta si sé dónde está su hijo. ¿Qué debo hacer?

. Contesten por escrito qué harían en cada caso. Justifiquen con argumentos la decisión que toma­rían. Comparen las tres situaciones. Si en el grupo existen discrepancias, anótenlas y expliquen por qué no se han puesto de acuerdo.

Voy caminando por la playa. Estoy solo. De pronto, escucho un grito. Es alguien que pide auxilio. Se está ahogando. Lo reconozco. Es mi enemigo. Lo odio. Sé nadar y sé que no corro demasiados ries­gos si intento rescatarlo. ¿Qué debo hacer?

" Voy caminado solo por la playa. Escucho un pedido de auxilio. Es mi amigo que estaba nadando y no puede volver a la orilla. El mar está muy revuelto.Yo no soy muy buen nadador pero no hay otra per­sona que pueda rescatarlo. ¿Qué debo hacer?

* Voy caminando solo por la playa. Una persona que no conozco me pide ayuda. Está bastante lejos de la orilla y el mar está muy revuelto. N o hay nadie en la playa. Soy el único que puede rescatarlo. ¿Qué debo hacer?

2 , Contesten por escrito qué harían en cada caso. ¿Influye en la decisión que toman el hecho de que la persona que pide ayuda sea un enemigo, un amigo o un desconocido? ¿Por qué?

término "ética" lo usamos para calificar una conducta buena, honesta, correcta. Y, con el mismo sentido, usamos a menudo el término "moral". Por eso, cuando usamos las dos pa­labras juntas caemos en una redundancia ("valores éticos y morales").

Utilizamos con mucha frecuencia los tér­minos "ética" y "moral". Decimos, por ejemplo: "No es ético hablar mal de alguien en su ausen­cia"; "Los jueces deben ser intachables desde el punto de vista moral y ético"; "Es inmoral que un asesino sea entrevistado por un periodista y que sus palabras sean difundidas por televisión"; "La corrupción ataca nuestros valores éticos y morales".

Desde el punto de vista etimológico, "ética" y "moral" tienen un mismo significado. "Etica" proviene de la palabra griega ethos y significa "costumbre, hábito". "Moral" provie­ne de la palabra latina mos y también signifi­ca "costumbre, hábito". Es indudable que cuando usamos el

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Las n o r m a s m o r a l e s nos o f r e c e n p a u t a s p a r a a c t u a r e n

relación con nuestros semejantes.

Sin embargo, se suele hacer una distin­ción entre ambos términos. La moral es el con­junto de normas que consideramos justas y obligatorias. Estas normas regulan nuestras conductas y pueden ser diferentes según la cul­tura o la época a la que pertenezcamos. Por ejemplo, los diez mandamientos son un con­junto de normas que conforman parte de la mo­ral judeo-cristiana. Cuando juzgamos la con­ducta de los demás o cuando decidimos qué ha­cer en una situación determinada, tenemos en cuenta esas normas. La moral que rige en nues­tra sociedad no ha sido inventada por nosotros pero somos nosotros quienes la aplicamos.

Conviene hacer aquí una diferencia­ción entre las normas morales y las normas ju­rídicas. Las normas jurídicas son establecidas por el Estado con carácter obligatorio y es el Estado quien establece las sanciones para quienes no las cumplen. Los individuos están obligados a cumplir las normas jurídicas aun­que no estén de acuerdo con ellas. Por ejem­

plo, un conductor va por la ruta a una veloci­dad mayor que la permitida pues piensa que en ese trayecto no debería prohibirse conducir a altas velocidades. Puede que el conductor tenga buenas razones para pensar así pero eso no le da derecho a no cumplir la norma. Si no cumple la norma jurídica, comete una infrac­ción y debe, por tanto, ser sancionado (por ejemplo, con el pago de una multa).

Las normas morales, en cambio, no es­tán escritas en un código ni contienen sancio­nes concretas. Regulan conductas que las nor­mas jurídicas no regulan. Por ejemplo, "no se debe mentir" es una norma moral. Si bien existen normas jurídicas que sancionan cier­tos tipos de mentira (por ejemplo, el falso tes­timonio de un testigo en un juicio), no toda mentira es contemplada por ellas. Si miento a un amigo, esa mentira puede no constituir un delito pero constituye un acto malo desde un punto de vista moral. Las sanciones a las que nos sometemos cuando incumplimos normas morales están relacionadas con el rechazo o la reprobación por parte de nuestros semejantes: repudio, menosprecio, desconfianza. Otra di­ferencia con respecto a las normas jurídicas es que las normas morales obligan a quienes las consideran justas. La persona que actúa bien lo hace porque está convencida de que ésa es la forma correcta de actuar. Si alguien cumple con ciertas normas sin considerarlas justas no estaría actuando según su propia moral.

La ética es la reflexión sobre por qué esas normas nos parecen justas y obligatorias: la ética es una reflexión sobre la moral. Nues­tra moral dice que no se debe mentir. La ética se pregunta: ¿por qué no se debe mentir? La ética trata de explicar la conductamoral. Estu­dia las diferentes morales y^usj^ambipjLa tra­vés del tiempo y trata de discriminar a qué lla­mamos "bondad" y a qué "maldad". Trata de

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definir qué es lo bueno; se interesa por buscar criterios para decidir si una conducta es buena o mala. La ética no sólo abarca la descripción de las conductas de las personas sino que inten­ta dar razones de cómo deberían ser. Por ejem­plo, indaga acerca de las razones por las cuales se deben cumplir las promesas. Tal vez, la ma­yoría de la gente no cumpla sus promesas. Pe­ro, ¿eso quiere decir que no se deben cumplir?

La ética, pues, no es un conjunto de nor­mas; es una reflexión sobre esas normas. Si un docente enseña a sus alumnos un conjunto de normas de conducta que deben respetar, estará enseñando una determinada moral. Pero si un docente propone una discusión sobre por qué ciertas normas morales deben ser respetadas, estará proponiendo una reflexión ética. Sabe­mos que existen diferentes morales. Los caní­bales, por ejemplo, no consideran malo comer

, carne humana. La ética estudia las diferentes

morales y se pregunta: ¿Existe una mejor que otra? ¿Es-posible plantear criterios universales para determinar si una conducta es correcta? ¿Se puede afirmar que existe progreso moral?

En la mayoría de las situaciones en que se nos plantea un problema moral, lo resolve­mos acudiendo a las normas que consideramos obligatorias sin preguntarnos por qué. Pero a veces nos surge la pregunta: ¿qué debo hacer en esta ocasión? Y sentimos que la respuesta no es clara, que no consiste en acatar mecánica­mente una regla. Es en esas ocasiones que nos hacemos preguntas de tipo ético.

Las normas morales, si bien regulan nuestra conducta y nos permiten saber cómo actuar y cómo juzgar la conducta de los de­más, no son de aplicación automática. Si lo fueran, no surgiría en nosotros la necesidad de reflexionar sobre ellas. Si lo fueran, exis­tiría la moral pero no existiría la ética.

Comparar • Opinar

En la antigua Roma, los prisioneros de guerra eran convertidos en esclavos. El hecho de que se respetara la vida del prisionero de guerra respondía más bien a una necesidad económica, ya que ser propietario de tierras y de esclavos liberaba de la necesidad de trabajar. Incluso, el trabajo fí­sico llegó a ser considerado una ocupación indigna para los hombres libres. Por cierto, los escla­vos vivían en condiciones espantosas y sobre ellos recaía el trabajo físico más duro, trabajo que era en Roma la base de la producción. Para los romanos, los esclavos no eran personas sino co­sas y, como tales, sus dueños podían comprarlos, venderlos, jugárselos a las cartas o incluso ma­tarlos. Según las ideas dominantes de la época, la división entre hombres libres y esclavos era una división natural, justa y útil. Por eso, los esclavos podían ser tratados en forma despiadada sin que este trato fuese considerado inmoral.

(Adaptado de Sánchez Vázquez, Adolfo: E t i c a , Barcelona, Grijalbo, 1969.)

Este fragmento presenta un aspecto de la moral de los antiguos romanos. Para ellos, los escla­vos no eran personas y, por lo tanto, no merecían respeto ni tenían derechos.

Reúnanse en grupos para intercambiar opiniones sobre las siguientes cuestiones:

> ¿Qué piensan acerca de esta moral? ¿La consideran justa? ¿Por qué? < Las ideas dominantes de nuestra sociedad, ¿aceptan la división entre hombres libres y esclavos?

¿Se puede afirmar que las ideas actuales significan un avance con respecto a las ideas antiguas? ¿Por qué?

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L a r e s p o n s a b i l i d a d y la libertad

Cotidianamente juzgamos los actos de los demás, por ejemplo, decimos que un ami­go no actuó correctamente, que no debió mentir. También somos juzgados por quienes nos rodean: nos critican o nos felicitan por nuestras acciones. En estos juicios estamos considerando que somos responsables de nuestros actos. ¿Por qué felicitaríamos a al­guien que devolvió un dinero extraviado si no es porque pensamos que lo ha hecho conscientemente y que podría no haberlo he­cho? Felicitamos o reprobamos a los demás cuando los consideramos responsables de lo

que han hecho. Si pensáramos que no hubo intencionalidad en sus conductas, no merece­rían nuestro elogio o nuestra condena.

Si una roca se desprende de una mon­taña y, al caer, mata a una persona, no se nos ocurre culpar moralmente a la roca. Conside­ramos que su caída ha sido un hecho pura­mente natural. En la naturaleza las cosas son como son. En cambio, en el mundo humano, las cosas siempre pueden ser de otra manera. Cuando responsabilizamos a una persona por lo que hizo estamos considerando que pudo haber actuado de otra manera.

Sólo cabe juzgar la conducta de los otros o la propia si ese comportamiento es re­sultado de una decisión. Para que alguien sea

• ^ 1

Según cifras d e l a Asociación Civil Luchemos por la Vida, t r e i n t a m i l c o n d u c t o r e s circulan p o r Buenos Aires m i e n t r a s h a b l a n p o r

u n teléfono celular. El uso d e l celular d u r a n t e el m a n e j o está p e n a l i z a d o p o r l a Ley de Tránsito y Seguridad Vial. Pero, además d e

l a sanción jurídica, esta a c t i t u d m e r e c e l a sanción m o r a l . U n c o n d u c t o r q u e , m i e n t r a s h a b l a p o r el celular, a t r o p e l l o a u n a p e r s o n a

es p l e n a m e n t e responsable p o r su acción. Estudios realizados en l a Universidad de Toronto d e t e r m i n a r o n q u e conducir m i e n t r a s

se h a b l a a través d e u n teléfono portátil p u e d e m u l t i p l i c a r h a s t a p o r c u a t r o el riesgo de sufrir o d e provocar accidentes.

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responsable de su comportamiento debe ha­ber actuado libremente; es decir, debe haber podido elegir lo que quería hacer entre distin­tas alternativas y debe haber tenido concien­cia de lo que hacía.

Si un niño pequeño le pega a otro para sacarle un juguete que no es suyo, no lo juz­gamos moralmente por su acción. El niño no tiene conciencia de que lo que hace está mal pues no ha internalizado aún las normas mo­rales. Tampoco es capaz de prever las conse­cuencias de su comportamiento o de evaluar el daño que puede ocasionarle al otro chico.

¿Qué sucede en el caso de las personas adultas? ¿Siempre son responsables de lo que hacen? ¿Siempre actúan libremente?

Analicemos los siguientes ejemplos: Un automovilista conduce su vehículo

a velocidad permitida. Un peatón cruza im­prudentemente la calle. El automovilista se sorprende y hace una brusca maniobra para esquivarlo. Por su acción, atropella a otra

persona que está esperando un colectivo. Un automovilista maneja mientras ha­

bla a través de un teléfono celular. Un peatón cruza. El conductor, distraído por su conver­sación, reacciona tarde y atropella al peatón.

En el primer caso, el automovilista no puede ser responsabilizado moralmente por su acción pues no pudo prever el cruce del peatón ni pudo calcular las consecuencias de su maniobra. El conductor actuó obligado por las circunstancias y su acción tuvo conse­cuencias inesperadas.

Es distinto el caso de quien maneja su vehículo mientras habla por teléfono. El con­ductor pudo haber previsto el paso del peatón y pudo haber reaccionado a tiempo si hubie­ra estado atento. Por lo tanto, es responsable de su acción y no puede alegar que actuó obligado por las circunstancias.

La posibilidad de elegir es la que deci­de si una conducta es elogiable o condenable.

En el l u g a r d e l otro

I . Reúnanse en grupos y iean el siguiente texto.

Juan se encuentra en una situación difícil. Un tío suyo muy querido esta enfermo y nece­sita un remedio qué es muy caro. Nadie en su familia tiene el dinero suficiente para com­prarlo. Juan entra en una farmacia y ve en un estante el remedio que precisa su tío para curarse. Está al alcance de su mano y está seguro de que nadie lo está observando. • Pónganse en el lugar de Juan y respondan por escrito las siguientes preguntas: ¿Qué puede estar sintiendo Juan en ese momento? ¿En qué consiste su problema ético? ¿Qué harían ustedes en el lugar de Juan? ¿Qué justificaciones pueden dar para defender lo que han decidido hacer? ¿Qué consecuencias puede tener la conducta que ustedes han elegi­do? ¿Qué otras alternativas para solucionar el problema se les ocurren?

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Reúnanse en grupos y lean el siguiente texto.

Los alumnos están en el laboratorio de físico-química realizando unas experiencias guia­dos por el docente. Al salir al recreo, el docente-ordena el lugar y advierte que ha desa­parecido un microscopio. Decide entonces juntar a todo el grupo y les pide que aclaren la situación. Julia sabe qué pasó: uno de sus mejores amigos escondió el microscopio den­tro de un armario.

Pónganse en el lugar de Julia y respondan por escrito las siguientes preguntas: ¿Qué siente Julia en ese momento? ¿Por qué Julia se enfrenta a un problema ético? ¿Qué harían ustedes si estuvieran en su lugar? ¿Por qué lo harían? ¿Qué consecuencias tendría la conducta que han elegido? ¿Qué otras opciones son posibles para solucionar el problema?

L o s s e r e s h u m a n o s s o m o s libres

Hemos afirmado que no siempre so­mos responsables de nuestros actos o de las consecuencias de los mismos. A veces, actua­mos obligados por las circunstancias. Otras veces, pretendemos hacer algo pero los resul­tados no son los que esperábamos. Por ejem­plo, estudiamos mucho para rendir un exa­men de ingreso y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para lograr nuestro objetivo. Sin embargo, la nota de la evaluación no nos alcanza para ingresar; hemos intentado con­seguir un objetivo pero no lo hemos logrado.

Es probable que, en ocasiones, busque­mos excusas para no admitir nuestra respon­sabilidad. Nos excusamos pero en el fondo sabemos que podríamos haber actuado de otro modo. Pedimos disculpas al docente por no haber podido preparar la clase "porque nos fue imposible disponer del tiempo nece­sario". El ministro de economía se excusa di­ciendo: "aumentamos los impuestos porque no nos quedaba otra alternativa". De esa for­

ma, negando la posibilidad de actuar de otra manera, eludimos nuestra responsabilidad.

Muchas personas se quejan de que no son libres: dicen que no pueden pensar libre­mente, que las campañas políticas les llenan la cabeza y no pueden elegir a conciencia al mejor candidato, que no pueden elegir la ca­rrera que más les gusta porque no tendrían trabajo al recibirse, que no tienen dinero para comprar lo que necesitan para llevar a cabo sus objetivos, que son de un signo de agua y por eso no tienen el empuje necesario para llevar a buen fin sus proyectos, que el tiempo no alcanza, que están cansados, que no les da la cabeza, que no tienen suerte, que no reci­bieron una buena educación cuando eran chi­cos, etcétera.

Los problemas que esta gente comenta pueden ser reales y constituir verdaderos obs­táculos. Pero, ¿no será que prefieren decir que no son libres para no tener que compro­meterse, para no tener que responsabilizarse por lo que viven? Esos problemas, ¿realmen­te no les permiten tomar decisiones para ha-

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cerles frente? Con seguridad, estas mismas personas no dicen que no son libres cuando están satisfechos por lo que hicieron. En ese caso, se adjudican el mérito de haber actuado como lo hicieron. Pero si se sienten en falta, si sienten que no hicieron lo que debían, en­tonces se excusan diciendo que no tuvieron alternativas.

Un filósofo francés que falleció en 1980, Jean Paul Sartre, sostenía que el ser hu­mano está "condenado a ser libre". ¿Qué que­ría decir Sartre? Quería decir que los humanos siempre eligen entre diversas alternativas. Aun en las situaciones más dramáticas, los hombres eligen qué hacer. Incluso, decir que no se es libre es una elección. No elegir o de­legar en otros las responsabilidades es tam­bién una elección. Quienes dicen que no son libres han elegido ser personas que niegan su libertad. Estamos condenados a ser libres por­que no podemos no elegir, porque no somos

libres de dejar de ser libres. Pero, ¿cómo? ¿Y el preso, que está en­

cerrado en una cárcel y que no tiene ninguna posibilidad de salir a la calle? No tiene esa posibilidad pero tiene otras. Dentro de su si­tuación, el preso toma decisiones, elige. No todos los presos viven su estadía en prisión de la misma manera: hay quienes se desespe­ran y se ponen violentos; otros, estudian y hacen una carrera dentro de la cárcel; otros proyectan escapar.

En 1 9 9 1 se realizó l a Q u i n t a Conferencia I n t e r n a c i o n a l

sobre Educación de A d u l t o s . En esta Conferencia, o r g a n i z a d a

p o r l a UNESCO, se aprobó u n Plan de Acción p a r a el Futuro

en el q u e se reconoce el derecho d e todas las personas

e n c a r c e l a d a s a a p r e n d e r , e l a b o r a n d o y a p l i c a n d o en las

cárceles programas de educación general con l a participación

de los presos, a fin de d a r respuesta a sus necesidades y a

sus aspiraciones en m a t e r i a d e a p r e n d i z a j e .

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Todos estamos inmersos en alguna si­tuación. Todos nacemos en una familia deter­minada, en una región con su clima, en una época. Todo eso forma parte de nuestra situa­ción. Como dice el filósofo español Fernando Savater, "no somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, [...]) sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, venga­tivos o resignados [...])" (Ética p a r a A m a d o r ) . Las cosas que nos pasan no son elegidas por nosotros, pero depende de nosotros la manera en qué comprendemos eso que nos pasa. Por ejemplo, un chico petiso sufre porque jrio es tan altó como süs rrugosi Se siente mal y se queja por su "destino". Otro chico, también petiso, goza de su estatura, de EsYéñtajas que ella implicITEs más ágil que sus compañeros, es hábil para algunos deportes (no para todos, por supuesto), no le molesta ser más bajo que sus amigos. Es decir que la_ misma situación puede ser vivida de diferentes maneras por iEstintas personas.

Que nuestros actos sean libres no sig­nifica que podamos hacer cualquier cosa en cualquier momento. Siempre actuamos den­tro de ciertas circunstancias. Elegimos entre opciones que se nos presentan y que nosotros no podemos inventar. En un país democrático podemos querer ser presidente o legislador pe­ro no rey, pues no está dentro de nuestras po­sibilidades. Las posibilidades no son infinitas pero suelen ser más que las que reconocemos. Muchas veces, percibimos menos posibilida­des que las que en realidad se nos presentan.

Actuamos dentro de un contexto y, ge­neralmente, actuamos de manera coherente con el modo en que ya actuamos en casos si­milares. Somos más o menos previsibles. Los que nos conocen pueden prever cómo reaccio­

naremos frente a una determinada situación. Todos esperan que el chico que nunca estudia para los exámenes tampoco estudie para el de mañana. Sin embargo, ese chico puede darnos una sorpresa: puede haber estudiado esta vez. Nuestras conductas no son automáticas. So­mos libres y podemos elegir cambiar.

J e a n Paul S a r t r e ( 1 9 0 5 - 1 9 8 0 ) , p e n s a d o r francés. S a r t r e

s i e m p r e se interesó p o r c o n t r i b u i r c o n sus i d e a s a l a

transformación de l a s o c i e d a d . Su concepción d e l a l i b e r t a d

h u m a n a p o n e el énfasis e n las p o s i b i l i d a d e s d e c a m b i o q u e

existen s i e m p r e en el i n d i v i d u o y en l a s o c i e d a d . E n t r e sus

obras se d e s t a c a n : El ser y la nada, La imaginación, Las palabras, Las manos sucias, El idiota de la familia, La náusea y Los caminos de la libertad.

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r

Reúnanse en gt upos pira realizar las siguientes acovi-

I. Confeccionen una lista de acciones (ron al menos

diLi c|ciiplosl que habitutlmenie sean toiisidcradas

"hueñis' por usredts Luego, discutan cuales son los

fcL 'OiLS 'nmiiii'-s que pueden obsc-tvirse en esas a l ­

ciones -Por que consideran que esas acciones son

bi-i-ms' Finalini"-rt. definan lo que ustedes entwncon

por "buena acción".

1. Intercambien opiniones sobi e las siguientes cues­

tiones: ¿Qué debemos tomar en cuenta pata determi­

nar si una acción es buena? ¿Debemos tener en cuen­

ta las consecuencias de dicha rccion' , 0 debemos fi­

jarnos más bien en las intenciones de quien realiza la

acción? ¿Se debe considerar el 'niirpxri'» PP I I que h

acción se desarrolla? ¿O una acción es buena o mala

independientemente del contexto en el que ella ha te­

nido lugar?

Luego de la discusión, elaboren un breve informe con

las conclusiones a las que han llegado, anotando las

coincidencias y las divergencias, asi como ejemplos

que ilustren sus posiciones. Lean este informe a los

demás compañeros.

3 . Definan lo que entienden por "egoísmo". Den

ejemplos de conductas egoístas. ¿Las conductas egoís­

tas son necesariamente malas? ¿Por qué?

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¿Qué es lo b u e n o ?

La ética es la reflexión sobre la moral, es decir, la reflexión sobre lo que consideramos bueno y sobre lo que consideramos malo. To­dos seguimos ciertas normas morales que reco­nocemos, aunque no formen parte de un códi­go escrito. Todos atribuimos valor moral a cier­tas acciones, propias o ajenas. Nos sentimos mal por haber mentido o nos sentimos orgullo­sos por haber ayudado a un amigo en una situa­ción difícil. Criticamos a los políticos que in­tentan engañarnos o felicitamos a algún com­pañero que, con esfuerzo, logró aprobar un examen. Todos tenemos una concepción ética, aunque seamos poco conscientes de ella. En nuestras decisiones, en nuestras opiniones so­bre lo que nos parece bien y lo que nos parece mal se deja ver una posición ética particular. Para algunos, por ejemplo, el éxito económico es un fin sumamente importante y así creen que son permisibles todas las acciones que conduz­can a ese éxito. Para otros, renunciar a los pro­pios deseos para ayudar a quienes lo necesitan es la conducta más loable.

¿Qué es lo bueno? ¿Podemos definirlo? ¿Se pueden establecer criterios para distinguir

Aristóteles: lo b u e n o es la felicidad

Aristóteles fue un filósofo griego que vivió entre los años 384 y 322 antes de Cris­to. Fue el primero en escribir un tratado de ética. Su obra, titulada Ética a Nicómaco, ha sido motivo de estudios y controversias que llegan ún hasta nuestros días.

/Para Aristóteles, todos los actos huma­nos tienen un fin. Siempre que hacemos algo lo hacemos para llegar a una meta o un obje-

entre una acción buena y una acción mala? Quienes han reflexionado sobre estos

problemas han ofrecido respuestas diversas. La mayoría de los filósofos que se han ocupa­do de problemas éticos han intentado dar res­puestas umversalmente válidas y atemporales. Algunas de las preguntas que distintos pensa­dores intentaron e intentan responder son: ¿Sé debe tener en cuenta la situación concreta de la persona que realiza un acto para determi­nar que éste es bueno o malo? ¿Se puede afir­mar que una acción es buena siempre, en cualquier situación y en cualquier época o lu­gar? ¿Se debe establecer la bondad de un ac­to midiendo sus consecuencias o un acto es bueno independientemente de los efectos que produzca? ¿Es la intención del que actúa la que determina la bondad de su acción o es el resultado de dicha acción lo que determina su valor moral? ¿Actuar bien implica sacrificar los propios intereses? ¿Todo acto bueno es al­truista?. ¿Querer lo mejor para sí mismo es malo? ¿No se puede querer lo mejor para sí mismo y, a la vez, querer lo mejor para los demás?

A continuación, veremos algunas de las teorías éticas más importantes de los filó­sofos que indagaron estas cuestiones.

-i pJy tivo. Ytesa meta u objetivo es el que le da sen­tido a nuestro accionar.^or ejemplo, un alum­no va a la escuela para aprender y aprende pa­ra poder entrar en la universidad y quiere en­trar en una universidad para recibirse y quiere recibirse para conseguir un buen empleo y quiere tener un buen empleo para ganar un buen sueldo y quiere ganar un buen sueldo pa­ra poder comprar una casa confortable, y así sucesivamente. Según Aristóteles, nuestra vi­da se va conformando como una cadena de fi-

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nes. Actuamos para conseguir un fin que nos proponemos, pero ese fin es a la vez un medio para otro fin.Si el acto no tuviera ningún fin, aunque sólo fuera el de sentir placer realizán­dolo, carecería de sentido. Pero, entonces, tiene que existir un fin último, un fin que no sea, a su vez, medio para llegar a otra cosa. Es necesario, afirma este filósofo, que exista un fin que se quiera por sí mismo, que tenga un valor intrínseco Es necesario que exista, pues, si no existiese, la cadena de fines que es nuestra propia vida quedaría vaciada de senti­do. ¿Para qué hacemos todo lo que hacemos? Si esa pregunta no tuviera respuesta, nuestra actividad sería inútil, absurda.

Pero ese fin último existe. Ese fin últi­mo, ese fin que no se desea por ninguna otra cosa sino que se desea en sí mismo, esL según Aristóteles, la felicidad. Todos los seres huma­nos desean ser felices. Y nadie desea ser feliz para llegar a otra cosa. La felicidad es el fin su­premo pues no es, a su vez, un medio. ¿Para qué queremos ser felices? Para ser felices. No hay otra respuesta. Todo lo que hacemos lo ha­cemos teniendo como objetivo último el ser felices. La felicidad nos satisface plenamente.

Pero, si bien podemos estar de acuerdo con que el bien que todos buscamos es la fe­licidad, seguramente tenemos diferentes con­ceptos de lo que ésta es.iPara Aristóteles, los seres humanos tienen que ejercitar la función que les es propia y que los distingue de los demás animales. Esa función es la razón. iLa felicidad sólo es posible para aquel que vive guiándose por la razón, para aquel que no se deja llevar por las pasiones, para aquel que es capaz de controlar sus deseos y temores. La razón debe guiar nuestras vidas. Sólo guián-donos por lo que la razón nos manda y domi­nando nuestras pasiones podremos vivir una vida feliz.

Aristóteles escribió t r a t a d o s s o b r e política, ética, a r t e , física,

metafísica, lógica. Su p e n s a m i e n t o influyó p o d e r o s a m e n t e

en l a c u l t u r a o c c i d e n t a l .

El hombre bueno es el hombre pruden­te, es el que busca el "término medio" entre los extremos.jEn las acciones y en las pasiones puede haber exceso, defecto o término medio. Por ejemplo, con respecto al valor, la temeri­dad es un exceso, la cobardía, un defecto y la valentía, el justo medio. Cometemos excesos cuando nos dejamos llevar por las pasiones y actuamos defectuosamente cuando nos deja­mos llevar por nuestros temores. ¡ En realidad, nadie puede ser elogiado o censurado por sen­tir tal o cual pasión o por sentir tal o cual te­mor. Lo elogiable y censurable es la forma en que nos comportamos frente a esas pasiones y temores. Por ejemplo, con respecto a la ira, nos comportamos mal tanto si nos dejamos lle­var por ella (exceso) como si la ahogamos y hacemos de cuenta que nada nos pasa (defec­to), y actuamos bien si la controlamos y adop­tamosjiña actitud mesurada.

El término medio no puede ser siempre el mismo sino que depende de las circunstan­cias y de la persona de la que se trate. El tér­mino medio es relativo. Por ejemplo, la valen­tía en una guerra no es igual a la valentía para

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enfrentar un examen en la universidad. La vir­tud es, entonces, el hábito de elegir el término medio entre los extremos, o sea, entre el defec­to y el exceso] Pero nadie nace con esa capaci­dad de elegir el término medio. Esta capacidad se aprende mediante la educación y la práctica reiterada de buenas acciones. Adquirir esta ca­pacidad nos hace dignos de ser felices.

Sin embargo, la felicidad sólo puede al­canzarse si se dan ciertas condiciones indispen­sables: corporales, anímicas, materiales. Así, ni quien carece de los medios indispensables para sobrevivir ni quien está enfermo pueden ser en­teramente felices. Tampoco se podría llegar a la felicidad en soledad. La felicidad debe obtener­se dentro de la sociedad en la que el hombre vi­ve, en solidaridad con los demás.

i . Reúnanse en grupos para intercambiar opiniones sobre los siguientes temas.

• ¿Consideran, al igual que Aristóteles, que todos los seres humanos desean ser felices?

<s>¿Consideran que la felicidad es el fin último de todos nuestros actos?

• ¿Qué es ser feliz?

• ¿La felicidad es algo inalcanzable?

» Si la felicidad es alcanzable, ¿cuáles son las condiciones fundamentales para alcanzarla?

• ¿Existen diferencias entre el placer y la felicidad? ¿Cuáles?

• ¿Existen diferencias entre la felicidad y la alegría?

Luego de discutir sobre estas cuestiones, escriban cuáles fueron los acuerdos y cuáles los disensos

que se dieron en-el grupo.

2. En forma individual, contesten por escrito a las siguientes preguntas:

• Elegir el término medio, ¿significa ser mediocre?

• ¿Siempre es recomendable elegir el término medio entre los extremos? Si contestan que no, den algún ejemplo en el que no sea recomendable esa elección.

• ¿Piensan que siempre debemos guiarnos por nuestra razón y dominar nuestras pasiones? ¿Por qué?

• Analicen el contenido de la siguiente tira cómica y compárenlo con la posición de Aristóteles res­

pecto de la felicidad.

• DKXXNES Y El UNYGRA P o r T A B A K

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Cómo se define un término Definir un t é r m i n o es explicar su significado.

Para definir un t é r m i n o tengan en cuenta las siguientes recomendaciones:

. ¡ El t é r m i n o que se quiere definir no debe aparecer en la definición. Por ejemplo, es

incorrecta la siguiente definición: "cuadrado" es "una figura cuadrada".

2 ) N o es conveniente definir un t é r m i n o diciendo lo que éste no significa. Por ejemplo,

es incorrecta la siguiente definición: "cuadrado es una figura que no es ni un rectángulo ni

un t r iángulo" .

La definición no debe ser demasiado amplia. Por ejemplo:"un hacha es un instrumento

que sirve para cortar" es una definición demasiado amplia pues existen otros instrumentos

que sirven para cortar y que no son hachas; con lo cual, lo mismo podr ía aplicarse a tijeras,

serruchos, sierras, cuchillos, e tcé tera .

La definición no debe ser demasiado estrecha. Por ejemplo: "alumno es un niño que

estudia en la Educación General Básica" es una definición estrecha pues excluye a todas las

personas que también son alumnos pero que no estudian en ese nivel.

« T e n i e n d o en cuenta estas recomendaciones,definan los siguientes términos: ' fe l ic idad' ,

'placer', 'bondad' , 'maldad'.

S t u a r t M i l i : ¡o b u e n o es lo útil

John Stuart Mili, filósofo inglés del si­glo XIX,' elaboró la teoría ética conocida como "utmtarismo"._Para el utilitarismo lo bueno es lo útil y lo útil es lo placentero o lo que nos lle­va hacia el placer,.Como Aristóteles, Mili con­sidere^ que todas las personas buscan ser feli­ces. Y relacionó la felicidad con el placer. Las acciones son buenas si tienden a promover la felicidad y son malas si producen lo contrario de la felicidad, es decir, el dolor. La felicidad es el placer y la ausencia del dolor; la infelicidad es el dolor y la ausencia del placer.

Todo lo que desamos lo deseamos por­que es placentero o porque es un medio para

eliminar el dolor y producir placer,,Pero no to­do placer es deseable. Hay placeres fugaces que terminan produciéndonos doloívpor ejem­plo, un placer que perjudica la salud. La salud es un placer duradero y es preferible a placeres momentáneos e intensos que nos la quitan.

Para Stuart Mili, los placeres se pueden diferenciar según su calidad: hay placeres ba­jos y placeres elevados. Los placeres bajos son, en general, los placeres corporales. Los placeres elevados están referidos a nuestras capacidades creativas e intelectualesy Los pla­ceres suscitados por el estudio, la lectura, el ejercicio del pensamiento, la investigación, la creación o la contemplación de una obra de ar­te son placeres duraderos y estables que pro-

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ducen una satisfacción más plena que la pro­ducida por los placeres fugaces e inestables.

Frente a los que opinan que la felicidad es inalcanzable, Mili responde que es alcanza-ble siempre que no se la considere como una vida en continuo éxtasis, sino como una vida con momentos de exaltación, con pocos y tran­sitorios dolores y muchos y variados placeres. Además, la utilidad como principio no sólo in­cluye la búsqueda de la felicidad, sino también la prevención o mitigación de la desgracia.

Desde este punto de vista, la medicina es buena en sentido moral pues ayuda a pre­venir el dolor o a mitigarlo. La posición de Stuart Mili da lugar a la defensa de la lucha contra calamidades que son fuentes de sufri­miento físico y mental, como la pobreza, la enfermedad o la malignidad.

Hasta aquí parece que el utilitarismo propone que cada uno busque su felicidad sin importarle lo que suceda con los demás. Sin embargo, el principio utilitarista propone que toda persona se ocupe al mismo tiempo, tan­to de la promoción de su felicidad particular

El p r o g r e s o d e l o m e d i c i n a h a s i g n i f i c a d o l a mejoría e n l a

c a l i d a d d e v i d a d e las p e r s o n a s , c o n t r i b u y e n d o así a l a

búsqueda d e l a f e l i c i d a d p r o p u e s t a p o r J o h n S t u a r t MUI.

como del incremento del bienestar general de todos los seres humanos, contribuyendo así a la producción de la mayor felicidad total. Se­gún la teoría utilitarista, debemos actuar pro­curando lograr la mayor felicidad posible pa­ra la mayor cantidad de gente posible. Por eso, Mili pone énfasis en la necesidad de que la política y la educación nivelen las desi­gualdades y generen en cada individuo un sentimiento de unidad con todo el resto, es decir, que no se piense en el beneficio perso­nal sin incluir a los otros en ese beneficio. En otras palabras, .cjue se subordine la felicidad individual a la felicidad general, pues la feli­cidad general garantiza la individual.

Por eso, el utilitarista no descarta el sa­crificio de la felicidadjiersonal en pos de una felicidad más amplia. El sacrificio es noble si tiene como fin promover la felicidad de los demás, pero no tiene sentido el sacrificio que no tenga en cuenta este fin. El sacrificio no va­le por sí mismo, no es un fin en sí mismo. El mártir o el héroe se sacrifican en aras de algo que aprecian más que su felicidad personal; ese algo es la felicidad de los demás. No se sa­crificarían si creyeran que ese renunciamiento produciría en el prójimo una suerte igual a la suya. Merecen honores quienes renuncian a la felicidad personal para aumentar la felicidad del mundo pero no merecen honores quienes se retiran del mundo para vivir una vida sacri­ficada (como los ascetas) pues ese sacrificio no tiene ningún sentido./TJn sacrificio que no aumenta ni tiende a aumentar la suma total de la felicidad es un desperdicio.

¿Qué se debe tener en cuenta para de­terminar si un acto es bueno o malo?. Para la postura utilitarista, fundamentalmente se de­ben medir las consecuencias concretas de ese acto. No interesan los motivos del acto sino sus resultados. Si alguien salva a una persona

(60

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John S t u a r t MUI ( I 8 0 6 - 1 8 7 3 ) . Recibió u n a severa y rígida

educación p o r p a r t e d e su p a d r e . Esta educación produjo

en él algunas crisis q u e f u e r o n r e l a t a d a s en su

Autobiografía. Su filosofía d e f e n d e los valores de la

l i b e r t a d i n d i v i d u a l p e r o se o p o n e al egoísmo.

que se ahoga, ese acto es bueno, aun si la per­sona que lo realizó lo hizo para cobrar una re­compensa. Por esta razón, hay actos que ha-bitualmente podrían considerarse como ma­los pero que, en determinadas situaciones pueden ser buenos. Por ejemplo, mentir sue­le ser un acto malo pero la mentira piadosa puede ser buena. Si se miente para conseguir algún fin útil para nosotros o para los demás, por ejemplo, si se miente para salvar la pro­pia vida o para salvar de una desgracia a otros o para no dar noticias malas a una persona gravemente enferma, ese acto puede ser con­siderado bueno. Por supuesto, el cultivo de la veracidad es lo que más puede servirnos a no­sotros y a la comunidad. Pero esta regla, co­mo cualquier otra, admite excepciones. Lo que es justo en casos ordinarios, no es justo en un caso particular. En determinadas cir­

cunstancias, la mentira puede producir más beneficios que daños. En ese caso, la mentira no sería condenable sino recomendable.

¿Cómo sabemos cómo actuar en cada situación particular? Es cierto que cada situa­ción es única pero también es cierto que exis­ten situaciones similares que nosotros hemos vivido o que han vivido otros antes que noso­tros. Las experiencias de nuestros antepasa­dos nos han ido mostrando las posibles con­secuencias de las accionesj Conocemos los efectos que tienen los actos humanos porque hemos podido ver esos efectos en acciones realizadas por otros. Por eso, no es preciso en cada situación particular calcular los efectos de nuestra acción. Ya sabemos, aproximada­mente, cómo debemos actuar.

¿Siempre los actos se miden por sus consecuencias? ¿No existen actos que valgan por sí mismos? ¿Siempre todo lo que hacemos lo hacemos en pos de un fin superior, como la felicidad? Aquí puede haber una confusión. La felicidad tiene partes o ingredientes: cada parte es deseable por sí misma.. La salud, por ejemplo, es una parte de la felicidad. La salud es un fin en sí mismo, no es medio para otro fin(El placer de escuchar música o de conver­sar con un amigo son partes de la felicidad. Son actos deseables por sí mismos pues nos hacen felices; no son medios para alcanzar la felicidad. También ser una buena persona es parte de la felicidad. No buscamos ser buenos para lograr otra cosa; la bondad de nuestra conducta nos proporciona placer. Nos senti­mos bien ayudando a otros y eso vale por sí mismo. Actuar mal, por el contrario, nos ge­nera dolor o insatisfacción. Sentimos culpa o la reprobación de quienes nos rodean. Por eso, actuar mal no nos conduce a la felicidad.

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omparar • Opinar

Lean el siguiente fragmento:

"¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir, por su conducta, como fin y propó­sito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar? N o es difícil acer­tar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspira­ción tiene dos costados, una meta positiva y una negativa: por una parte, quieren la ausencia de dolor y de displacer; por la otra, vivenciar intensos sentimientos de placer. (...)

Es (...) el programa del principio de placer* el que fija su fin a la vida. (...) no obstante lo cual su programa entra en conflicto con el mundo entero. Se diría que el propósito de que el hombre sea 'dichoso' no está contenido en el pian de la 'Creación'. Lo que en sentido estricto se llama 'felicidad' corresponde a la satisfacción (...) de necesidades retenidas, con alto grado de éxtasis, y por su propia naturaleza sólo es posible como fenómeno episódico (momentáneo). Si una si­tuación anhelada por el principio de placer perdura, en ningún caso se obtiene más que un sen­timiento de ligero bienestar; estamos organizados de tal modo que sólo podemos gozar con in­tensidad el contraste, y muy poco el estado. Ya nuestra constitución, pues, limita nuestras posi­bilidades de dicha. Mucho menos difícil es que lleguemos a experimentar desdicha."

(Freud, Sigmund: El m a l e s t a r en l a c u l t u r a . En: O b r a s completas,Volumen XXI, Buenos Aires, A m o -

rrortu, 1986, pp. 76-77.)

• El principio de placer es uno de los principios que, según Freud, rigen el funcionamiento men­tal: la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer.

Reúnanse en grupos para analizar este texto y para debatir sobre los siguientes puntos.

• ¿Por qué, para este autor, el proyecto de ser felices es irrealizable para los seres humanos? Su­brayen pasajes en el texto de Freud que se refieran claramente a esta cuestión.

• ¿Qué opinan sobre lo que este autor afirma en este texto?

• ¿Qué coincidencias y diferencias pueden establecer entre las posiciones de Sigmund Freud y

John Stuart Mili?

Escriban las conclusiones a las que han arribado y compárenlas con las de los otros grupos.

e < vi .8

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K a n t : lo b u e n o es lo q u e s e h a c e p o r

d e b e r

Opuesta a la ética de fines, hallamos la teoría ética del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804). Para Kant, los seres hu­manos somos, a la vez, seres naturales y ra­cionales. Por ser naturales nos regimos por

leyes de la naturaleza: debemos alimentar­nos, dormir, beber agua, crecemos, envejece­mos y morimos. Pero, por ser racionales nos regimos por la ley moral. La ley moral está en nuestra razón y es la misma para todos los se­res humanos. Esta ley es válida para todas las personas en todas las épocas y en cualquier situación. ¿Qué dice la ley moral? Dice que, cuando nos proponemos hacer algo, debemos

(a