Estudio Comparativo entre Hugo Chávez y Alberto Fujimori

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  • 8/7/2019 Estudio Comparativo entre Hugo Chvez y Alberto Fujimori

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    Revista Venezolana de Economa y Ciencias SocialesUniversidad Central de Venezuela

    [email protected]

    ISSN: 1315-6411

    VENEZUELA

    2004Steve Ellner

    HUGO CHVEZ Y ALBERTO FUJIMORI:ANLISIS COMPARATIVO DE DOS VARIANTES DE POPULISMO

    Revista Venezolana de Economa y Ciencias Sociales, enero-abril, ao/vol. 10, nmero 001Universidad Central de Venezuela

    Caracas, Venezuelapp. 13-37

    mailto:[email protected]://www.redalyc.com/mailto:[email protected]
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    Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2004, vol. 10, n 1, (ener.-abr.), pp. 13-37

    HUGO CHVEZ Y ALBERTO FUJIMORI:ANLISIS COMPARATIVO

    DE DOS VARIANTES DE POPULISMO

    Steve Ellner

    Durante los aos 90, el Per de Alberto Fujimori y la Argentina de CarlosMenem fueron los dos principales xitos polticos del populismo en Amrica

    Latina. Ambos lderes pudieron concluir dos perodos presidenciales sucesi-vos, logro nico en este continente, y superar la inestabilidad poltica quehaba plagado a sus respectivas naciones. Los analistas polticos que investi-garon estos regmenes y otros contemporneos concluyeron que el populismolatinoamericano hoy en da es lo suficientemente flexible y maleable como pa-ra adaptarse a un ambiente radicalmente diferente del que prevaleca en losaos 30 y 40, cuando surgi como una fuerza importante. Algunos analistas ledieron el nombre de neopopulismo a esta novedosa variante de populismoen el contexto de la globalizacin y el auge de polticas neoliberales. Estosescritores destacaron dos caractersticas sobresalientes del neopopulismo quecontrastaban con el populismo clsico de los aos 30 y 40: su base social,formada por miembros de la economa informal, en vez de la clase obrera or-ganizada; y la implementacin de polticas neoliberales, en vez del modelo de

    sustitucin de importaciones y de intervencionismo del Estado en la economa(Weyland, 1996; Roberts, 1995).

    Sin embargo, desde la perspectiva de los primeros aos del siglo XXI, elneopopulismo aparece menos viable polticamente y menos til como catego-ra analtica que 10 aos antes. Al contrario del populismo clsico de mediosiglo atrs, el neopopulismo no ha podido producir dirigentes y movimientosque sirvan de punto de referencia poltica en sus respectivas naciones duranteun perodo significativo de tiempo. As, el gobierno de Carlos Andrs Prez enVenezuela y el de Fernando Collor de Mello en Brasil terminaron con su desti-tucin, mientras que Carlos Salinas de Gortari tuvo que exiliarse poco despusde dejar el poder en Mxico. Posteriormente, Fujimori y Menem cayeron endesgracia a consecuencia de acusaciones de comportamiento antitico. Fuji-mori tuvo que renunciar y el candidato presidencial de su movimiento recibiun triste 1,3% de la votacin en las elecciones de abril de 2001. La populari-dad de Menem se redujo tambin a porcentajes de una sola cifra.

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    Poco despus del inicio de la publicacin de la literatura original sobre el

    neopopulismo, el dirigente populista de Venezuela Hugo Chvez fue electoPresidente, inyectndole nueva relevancia al fenmeno del populismo latinoa-mericano. Chvez en contraste con Fujimori, Menem y otros neopopulistaslogr crear un movimiento que se identificaba con l y con los lemas, smbolosy metas que l adoptaba. Chvez fue comparado a menudo con Fujimori porlos analistas y actores polticos, desde el ex presidente Clinton hasta los pe-riodistas norteamericanos y venezolanos. La mayora de estas comparacionesno acadmicas eran poco profundas, por cuanto se enfocaron solamente en lademagogia y las tendencias autoritarias. Pasaban por alto las caractersticasesenciales que tenan en comn Chvez y Fujimori (an ms que Menem) yque los definan como populistas: atraccin especial sobre los sectores margi-nales de la poblacin (los que pertenecen a la economa informal), discursoantielitesco, imagen de una persona que no perteneca a la poltica tradicional,y carisma. Este artculo intenta determinar si este denominador comn incluatambin las polticas, el discurso y los factores contextuales. Especficamente,propone una comparacin sistemtica de ambos dirigentes y de sus gobiernospara identificar semejanzas y posiciones antitticas que puedan aclarar si elconcepto neopopulista se puede aplicar al caso venezolano.

    En un sentido ms general, este artculo se dedica a examinar la proposi-cin formulada por ciertos analistas polticos a mediados de los aos 90, en elsentido de que unos cambios fundamentales en el continente han conducido aun sistema democrtico de un tipo nuevo. Para este propsito, los analistashan desarrollado los modelos de neopopulismo, democracia delegativa(ODonnell, 1994), y neopluralismo (Oxhorn, 1998). Estos tres modelos coin-ciden en poner de relieve el surgimiento de Ejecutivos nacionales fuertes en elmarco de un sistema democrtico (llamado hiperpresidencialismo) y el debili-

    tamiento correspondiente de instituciones incluyendo el poder legislativo, elsistema judicial, los partidos polticos, los sindicatos y las organizaciones de lasociedad civil.

    Cada modelo, y de igual forma sus componentes individuales, puede locali-zarse en algn punto de un espectro. En un extremo de ste se coloca la afir-macin optimista de la eficiencia de los recientes jefes de Estado latinoameri-canos y de la posibilidad de que sus movimientos permanezcan en los aosvenideros como puntos de referencia importantes en un marco democrtico.Los analistas que afirman esto ponen de relieve la creatividad de los presi-dentes a la hora de enfrentar los desafos de la globalizacin, el apoyo populara sus polticas y las doctrinas adoptadas por ellos que sirven de antdoto alpersonalismo (Mettenheim y Malloy, 1998). Las polticas y las alianzas de cla-

    se que conducen a la inestabilidad y ponen en peligro las normas democrti-cas se colocan en el extremo opuesto del espectro. Segn estas evaluacionespesimistas, la nueva generacin de presidentes incluye verdaderos caudillosque no tienen una slida base de apoyo en su pas. Adems, sus tendencias

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    autoritarias amenazan con chocar con la comunidad internacional que, ms

    que en el pasado, est comprometida con la defensa de la democracia.El siguiente artculo localiza en este espectro las posiciones polticas, estra-

    tegias y apoyo de clase de los movimientos de Chvez y Fujimori. El objetivoprioritario es determinar si los dos regmenes son predominantemente perso-nalistas y autoritarios, o si, al contrario, han adoptado estrategias y polticasque correspondan con su base social y representen nuevos modelos con posi-bilidades a largo plazo. Seguramente, la credibilidad de las pretensiones de Fu-jimori y Chvez de representar a los sectores marginales incide en la capaci-dad de ambos movimientos (independientemente de su duracin en el poder)de mantener el apoyo de esta clase por un perodo significativo. Adems, lanovedad de los modelos enrgicamente defendidos por ambos dirigentes, y lahabilidad de stos para convencer a sus seguidores de que ellos representanuna diferencia clara con el pasado, determina si los movimientos conservarnsu cohesin y si sus activistas seguirn comprometidos con su causa por muchotiempo.

    El espectro pesimista-optimista

    Los analistas polticos de los 90 coincidieron en que un nuevo tipo de de-mocracia estaba surgiendo en Amrica Latina, con Fujimori como ejemplo so-bresaliente. Uno de los denominadores comunes de estos gobiernos era laadopcin de polticas econmicas neoliberales. Sin embargo, estos mismosanalistas estaban en desacuerdo en cuanto al grado en que estos gobiernoseran democrticos y estables. Guillermo ODonnell y otros insistan sobre elatraso y la falta de complejidad de las instituciones, y sobre la asuncin des-mesurada del poder por parte de los Ejecutivos nacionales. Atribuan este

    desequilibrio a factores estructurales y culturales, y advertan que el estanca-miento poltico poda durar indefinidamente. Sobre todo, la legitimidad de estosregmenes estaba socavada por la ausencia de un mandato popular paraimplementar frmulas neoliberales, que no tenan defensores entre lossectores organizados de estas naciones (ODonnell, 1994; Oxhorn, 1998).

    El punto de vista optimista de los cambios de rgimen fue presentado enforma persuasiva por Kurt von Mettenheim y James Malloy. Elogiaron la crea-tividad de los dirigentes latinoamericanos que respondan audazmente a losimperativos de la globalizacin al aceptar el costo poltico de las polticas neo-liberales, preservando a la vez la soberana nacional y la democracia. En susescritos de la misma orientacin, Karen Remmer (1998) consideraba que lasreformas neoliberales eran una estrategia poltica viable y no una imposicin

    por parte del FMI o los tecncratas gubernamentales, y que tampoco depen-dan de una usurpacin de autoridad por parte de los Ejecutivos nacionales.Segn Remmer los xitos electorales de Menem, Fujimori y otros demostrabanla validez de esta tesis. Finalmente, David Leaman (1999, 99-102) argumenta-ba que los dirigentes como Menem iban ms all del simple personalismo al

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    desarrollar una doctrina amplia que justificaba el neoliberalismo pero funda-

    mentada en la tradicin populista de transformacin radical. Al mismo tiempo,criticaba a ODonnell por poner demasiado nfasis en las prcticas antidemo-crticas de las jvenes democracias latinoamericanas.

    El modelo de neopopulismo desarrollado por Kurt Weyland (1999, 190) yotros analistas puede ser ubicado entre los dos extremos. Por una parte, estosanalistas reconocan la debilidad institucional de los regmenes neopopulistasy el conflicto entre las exigencias neoliberales y populistas. Por otra parte,Weyland elogiaba a los neopopulistas por su habilidad para forjar alianzas.Argumentaba que al ganarse un segmento amplio de las clases populares losneopopulistas lograban legitimidad para sus gobiernos y para las polticas neo-liberales que implementaban. Tambin afirmaba que el neopopulismo iba msall de los argumentos retricos y descansaba sobre una base material. Lossectores marginales de la poblacin, habiendo sido perjudicados a conse-cuencia de las antiguas polticas de sustitucin de importaciones, respondanpositivamente al discurso neopopulista. Weyland concluy aplaudiendo al neo-populismo por haberse enfrentado a intereses establecidos, por haber imple-mentado polticas neoliberales difciles pero necesarias, y, en el proceso, porhaber fortalecido la democracia (Weyland, 1999, 190).

    Fujimori y Chvez en perspectiva comparativa

    Visin general

    El fallido golpe de Estado de Hugo Chvez el 4 de febrero de 1992 lo pro-yect al centro del escenario poltico venezolano. Seguidamente, su Movimien-to Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) promovi una poltica de absten-

    cin electoral hasta abril de 1997, cuando cambi su nombre a MovimientoQuinta Repblica (MVR) y present a Chvez como candidato presidencialpara las elecciones de diciembre de 1998. Durante casi un ao, Chvez quedatrs en un campo abierto de candidatos, pero en el comienzo de 1998 seconvirti de forma inesperada en el candidato favorito segn las encuestas. Enrespuesta, los dos partidos ms importantes, Accin Democrtica (AD) y Co-pei, dejaron de apoyar a sus propios candidatos con el fin de dar un espalda-razo al principal rival de Chvez. La polarizacin poltica tambin se manifesten las elecciones presidenciales especiales que tuvieron lugar en julio de 2000cuando la votacin para Chvez subi de 56% a 60% mientras su rival princi-pal reciba 38%. La polarizacin fue tambin evidente durante el golpe fallidode abril de 2002, el cual fue inicialmente apoyado por todos los partidos de laoposicin, y en los meses sucesivos cuando concentraron sus esfuerzos para

    obligar a Chvez a renunciar por medios legales.Fujimori tambin pareca una apuesta perdida de antemano en las eleccio-

    nes de 1990. Fujimori atrajo a las clases populares oponindose al programaeconmico neoliberal de su principal rival, Mario Vargas Llosa. Al mismo tiem-

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    po, Fujimori vituper en contra de los partidos polticos tradicionales del pas.

    Para evitar tener que hacer concesiones a los partidos tradicionales que apo-yaban a Vargas Llosa, Fujimori rehus la oferta del conocido escritor de con-ceder la derrota por acuerdo mutuo. En 1992, los altos rangos militares colabo-raron con Fujimori para llevar a cabo un autogolpe que suspendi el Congreso,la Corte Suprema y las garantas constitucionales. En respuesta al repudiointernacional, Fujimori llam a elecciones para una Constituyente que reem-plaz la Constitucin de 1979. Como en el caso de Chvez en 1999 y 2000,Fujimori enfrent una oposicin dbil y triunf en una serie de elecciones du-rante los aos 90, incluyendo el referndum por la Constitucin en 1993 y laselecciones presidenciales en 1995. Tanto Vargas Llosa en 1990 como el can-didato presidencial Javier Prez de Cullar en 1995 eran de raza blanca eidentificados en forma estrecha con la elite de la nacin; ambos salieron delpas despus de su derrota electoral, privando as a la oposicin de un dirigen-te extrapartido. La polarizacin poltica tambin caracteriz las elecciones pre-sidenciales de 2000, cuando Fujimori y Alejandro Toledo monopolizaron losresultados electorales. En los meses siguientes, Toledo represent a la oposi-cin entera al acusar al gobierno de fraude electoral, al oponerse a la toma deposesin presidencial de Fujimori, y al exigir la destitucin de Montesinos. Ennoviembre de 2000, Fujimori renunci durante un viaje a Japn.

    El ascenso al poder

    Varios acontecimientos en Venezuela al comienzo de los aos 70 explicanel surgimiento de un grupo de oficiales de rango medio encabezados por Ch-vez y comprometidos con el activismo poltico y con cambios radicales. Enprimer lugar, con el apaciguamiento de las actividades guerrilleras en los aos60, el gobierno implement el Plan Andrs Bello que facilitaba la inscripcin de

    jvenes oficiales en las universidades venezolanas como una alternativa a lasinstituciones militares, incluyendo la Escuela de las Amricas. La experienciade interactuar con estudiantes universitarios y de escoger materias en cienciassociales politiz a muchos oficiales en sus aos formativos. Un segundo factor,aunque menos importante, fue la estrategia seguida en los aos 60 por ungrupo de dirigentes guerrilleros encabezados por Douglas Bravo, que consistaen acometer trabajo poltico en las Fuerzas Armadas para ganar jvenes ofi-ciales a la causa revolucionaria (Garrido, 1999, 8-18). Un tercer factor paraexplicar la radicalizacin fue la experiencia del grupo de Chvez dentro de lasFuerzas Armadas al organizar un movimiento clandestino en 1982 (MBR-200),y el intento de golpe en 1992. Este prolongado esfuerzo de organizacin entrelos oficiales de rango medio no tena precedente en Amrica Latina y sirvipara reforzar el compromiso a largo plazo de los originales seguidores de

    Chvez (Chvez, 1998, 123-127).En las elecciones de 1990, Fujimori tambin atrajo a las clases populares al

    llamar la atencin de su posicin como outsider y otras cualidades contrariasa las de la clase poltica, que era predominantemente blanca, prspera, enve-

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    jecida y limea. De hecho, Fujimori se vea ms ajeno a la elite poltica tradi-

    cional que cualquier otro neopopulista latinoamericano. Fujimori no se presen-t como el candidato de un partido poltico con apoyo de las masas y con unainfluencia dominante en el movimiento sindical (como lo hizo Menem), no es-taba apoyado por un grupo meditico (como era el caso de Collor de Mello), nicontaba con organizaciones bien establecidas a escala regional o con podero-sos intereses econmicos.

    Sin embargo, haba ms razones para considerar a Chvez un outsiderque Fujimori, quien era ajeno a la elite desde un punto de vista tnico y polti-co, pero no socioeconmico. Fujimori y sus padres antes de l haban tenidoxito en sus profesiones respectivas, en contraste con Chvez que haba lle-gado a los rangos medios del Ejrcito un poco antes del golpe de 1992, y lue-go vio su carrera militar terminada. Los rasgos fsicos de Chvez, su persona-lidad y su estatus social estaban ms acordes con los de las clases popularesque el caso de los lderes populistas desde Pern y Haya de la Torre hastaFujimori, que tenan sus races en las clases media y media alta.

    Las candidaturas presidenciales de Fujimori y Chvez desataron una pola-rizacin poltica, pero el proceso fue ms intenso en Venezuela. Chvez asus-t a la elite por su pasado como rebelde militar y por los planteamientos radi-cales de su candidatura. Muchos miembros de la clase poltica peruana sesintieron menos amenazados por Fujimori. De hecho, los lderes del partidoAPRA decidieron apoyar su candidatura en la segunda vuelta de las eleccio-nes de 1990, pensando que podran tener influencia sobre su gobierno debidoa su falta de experiencia poltica.

    Estas trayectorias diferentes en el momento en que Fujimori y Chvez lle-

    garon al poder son significativas. Sustentan la tesis segn la cual el movimien-to poltico de Fujimori era ms personalista que el de Chvez al momento desus respectivas llegadas al poder. Las experiencias compartidas por los segui-dores de Chvez durante un perodo de 20 aos, su mayor compromiso haciacambios de gran alcance y la mayor polarizacin en Venezuela a partir de1998 llevaron al surgimiento de un movimiento poltico con superior capacidadpara durar y con sentido de identidad propia. En estos aspectos, el chavismose parece ms al populismo clsico de los aos 30 y 40 que al fenmeno po-pulista de corta duracin de los aos 90.

    Discurso y estilo

    Algunas caractersticas comunes del discurso de Chvez y Fujimori caben

    en la rbrica del populismo latinoamericano moderno. Ambos vituperaban encontra de la elite, especficamente la clase poltica. Adems, captaron lossectores marginales de la poblacin, que los polticos tradicionales haban engran parte ignorado en su discurso. Ambos abogaban por la democracia par-ticipativa como un correctivo al poder excesivo de las elites de los partidos

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    polticos, que no haban sabido representar los intereses populares. Fujimori

    encarnaba ciertas cualidades con las cuales se identificaron las clases popula-res, en su inmensa mayora de origen indgena. Adems, Fujimori se aprove-ch de su imagen (y de la de sus padres) de profesional levantado por suspropios esfuerzos para ganar la simpata de los miembros de la economa in-formal, quienes se vean a s mismos como independientes que no gozabandel apoyo de las instituciones del Estado ni de las elites econmicas. Chvez,por su parte, enfatizaba en sus rasgos y sus antepasados indgena y negro, yal mismo tiempo usaba el trmino de soberanos al referirse a la gran mayo-ra de la poblacin en una forma que evocaba la imagen de las masas.

    A pesar de sus temas comunes, algunos aspectos del discurso adoptadopor Fujimori y Chvez diferan de forma fundamental. Ms que todo, Fujimoridefenda una visin tecnocrtica e hizo hincapi en: trabajo duro, iniciativa in-dividual, honestidad y capacidad, valores asociados con su origen japons. Lapreferencia de Fujimori por las nociones tecnocrticas era consistente con suextrema retrica antipoltica, que se reflejaba en su falta de inters en construirun partido poltico o en promover movimientos sociales como sustituto al mori-bundo sistema de partidos. Otro aspecto del discurso de Fujimori que no tenaequivalente en el movimiento chavista era su determinacin para extirpar elterrorismo y su firme apoyo a la pena de muerte (que fue incorporada en laConstitucin de 1993). Como es comn entre los dictadores latinoamericanos,Fujimori glorificaba megaproyectos nacionales (como hizo Chvez tambin) yenfatizaba en el papel de la tecnologa y de las inversiones privadas.

    El discurso de Chvez, ms que el de Fujimori, comunicaba la nocin quesu gobierno estaba ms preocupado por el bienestar de las clases popularesque por el de otros sectores. No solamente afirmaba que los pobres necesita-

    ban su ayuda y atencin ms que los dems sectores, sino que vea a veceslas relaciones de clase como una confrontacin de intereses (zero-sum game).Adems, los smbolos y lemas tecnocrticos, que atrajeron ms que todo a laclase media, estaban ausentes del discurso de Chvez. En contraste con la fede Fujimori en el papel constructivo de las inversiones privadas, Chvez ata-caba frecuentemente el neoliberalismo, cuya aceptacin en Venezuela se co-rrelacionaba con niveles de ingresos y posiciones de privilegio (Roberts, 2003,64). Mientras Fujimori pona nfasis en la guerra contra el terrorismo, Chvezganaba apoyo popular al declarar que nunca le dara al Ejrcito la orden dedispararle al pueblo. De hecho, afirmaba que el golpe de 1992 representabauna reaccin a la experiencia traumtica de los disturbios masivos de la se-mana del 27 de febrero de 1989, cuando los soldados mataron a centenaresde civiles durante el denominado Caracazo. Finalmente, ms que Fujimori,

    Chvez se vea a s mismo como perteneciendo al pueblo, relacin que des-criba en trminos metafricos como la de un pez en el agua. Para resumir,el discurso de Chvez estaba ms dirigido a los sectores menos privilegiadosde la poblacin, que llegaron a representar su base social de apoyo exclusiva.

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    Tendencias autoritarias y comportamiento antitico

    A mediados de los aos 90, al momento del inicio de la literatura sobre elneopopulismo, el rgimen de Fujimori pareca cumplir con los requisitos mni-mos para ser considerado democrtico. Las acusaciones de violacin de losderechos humanos se concentraban generalmente en la represin de bajaintensidad. Estos trucos sucios incluan la infiltracin de las manifestacionesde los candidatos de oposicin, la amenaza de cobrar impuestos atrasadospara presionar a los medios de comunicacin social y el uso de tabloides sen-sacionalistas ligados con el gobierno para desacreditar a sus adversarios.Adems, los analistas consideraban a Fujimori menos corrupto que sus equi-valentes neopopulistas en otros pases, ya que su mayor control del Estadosupuestamente obvi la necesidad de obtener dinero con el fin de financiarestructuras paralelas sin estatus oficial (Weyland, 1998, 121).

    Los acontecimientos que llevaron a la salida de Fujimori del poder y losposteriores demostraron que los abusos cometidos durante los aos 90 habansido ms graves de lo que se pensaba previamente. Es ms, el siniestro Vla-dimiro Montesinos consolid su control despus de la destitucin de su rivalNicols Hermoza del puesto de comandante en jefe del Ejrcito en 1997, y esposible que hacia el final haya tenido ms poder que el propio Presidente. Elrcord del Per en materia de lucha contra el narcotrfico, que previamentehaba fortalecido la imagen del gobierno, fue seriamente cuestionado despusde la afirmacin del hermano de Pablo Escobar de que el narcodinero habafinanciado la campaa de Fujimori en 1990. Tambin, centenares de videosincautados, que haban formado parte del modus operandide Montesinos parasus extorsiones, demostraron que una compleja red de corrupcin haba pene-trado las grandes instituciones del pas. Docenas de libros exponen los deta-

    lles de este bajo mundo (Dammert, 2001). Una publicacin contena los resul-tados de una investigacin llevada a cabo por un comit del Congreso sobre elpreviamente elogiado programa de privatizaciones de Fujimori (Congreso Na-cional, 2001). La corrupcin revelada en la venta de las compaas estatalesarroj dudas sobre la supuesta poltica de Fujimori de asignar la mitad de losingresos provenientes de las privatizaciones a los programas a favor de lossectores menos privilegiados, una prctica considerada bsica para la estrate-gia social y electoral del neopopulismo.

    Adems, unos informes del Centro Carter, y otras investigaciones realiza-das durante el ltimo ao de Fujimori en el poder, sealaron la falta de auto-noma de la Comisin Electoral Nacional y la falta de credibilidad de los proce-sos electorales. Estos reportes pusieron en duda no solamente el conteo de

    votos de las contiendas presidenciales de 2000, sino los resultados electoralesdurante todo el gobierno de Fujimori, particularmente en el caso del refern-dum constitucional de 1993.

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    Finalmente, la comisin de la verdad que investig las violaciones de los

    derechos humanos demostr que la gran mayora de las vctimas de la cam-paa en contra de la rebelin de Sendero Luminoso (SL) no estaban involu-cradas en el terrorismo. Durante la presidencia de Fujimori, el gobierno justifi-c las acciones secretas y represivas aludiendo a la afirmacin de SL de queel partido tiene mil ojos y odos. El asesinato de Pedro Huillca, secretariogeneral de la Confederacin General de Trabajadores Peruanos (CGTP), delque se haba culpado previamente al jefe de la organizacin de Sendero Lu-minoso en Lima, se atribua ahora al tristemente famoso escuadrn de lamuerte de Montesinos, el Grupo Colina (Gorriti, 2002). En retrospectiva, seacual haya sido el grado de amenaza planteado por Sendero Luminoso, el pro-grama antiterrorista del gobierno tena una agenda secreta, especficamente laeliminacin de centros autnomos y crticos en la sociedad civil y poltica, eincluso en las Fuerzas Armadas. Donde ms xito tuvo la represin fue contralos movimientos sociales y las organizaciones sindicales, que haban llegado aser progresivamente ms combativos en los 20 aos anteriores (desde el go-bierno del general Juan Velasco Alvarado). As, la sociedad civil en Per fue elblanco de una represin estatal de tipo tradicional, la cual era por lo menos tansignificativa como la fragmentacin social y otras caractersticas asociadas conel neopopulismo y otros modelos de democracia latinoamericana en la era dela globalizacin (Hagopian, 1998, 99-141).

    Fujimori, que al comienzo no gozaba de las simpatas de los oficiales delEjrcito, adopt una estrategia para ganrselos como aliados y al mismo tiem-po tomar el control de la institucin armada. La alianza militar fue sellada gra-cias a la poltica neoliberal de Fujimori, a su negativa a investigar las violacio-nes de derechos humanos, y a su complacencia en otorgar a los militares au-toridad total sobre las provincias montaosas donde haba ms actividad gue-

    rrillera. El apoyo de los militares durante los primeros meses del gobierno deFujimori compens la posicin aislada del Presidente en el mundo poltico,particularmente en el Congreso Nacional. Una ley aprobada en 1991 le dio alPresidente libertad total para nombrar al comandante en jefe y para destituir alos oficiales. La ley seal el comienzo del esfuerzo por parte de Fujimori yMontesinos por penetrar la institucin y eliminar la disidencia. Poco tiempodespus, el autogolpe facilit la investigacin entre los oficiales para identificarlos miembros de varios crculos militares que queran defender las institucio-nes. Estos grupos no se oponan a Fujimori, pero criticaban a Montesinos y asu Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), se oponan al Grupo Colina y a lasatrocidades de la guerra contra Sendero Luminoso, y se resentan de las pre-ferencias dadas a los incondicionales del Presidente en las Fuerzas Armadas(Obando, 2002, 31-36). En resumen, en los primeros aos del rgimen, las

    Fuerzas Armadas estaban divididas entre los institucionalistas y los partida-rios de Fujimori. Posteriormente, Fujimori y Montesinos se apoyaron en el SINpara conseguir el control absoluto de la institucin.

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    Los adversarios de Chvez consideraron los esfuerzos de su gobierno por

    reconstruir el sistema poltico como pasos hacia un gobierno autoritario. Dehecho, las crticas en contra de Chvez por concentrar demasiados poderesse parecan a las denuncias en contra de Fujimori. Las nuevas Constitucionesdiseadas por ambos gobiernos (en 1993 en Per y en 1999 en Venezuela)adoptaban la democracia directa como correctivo al dominio partidista. Peroen el proceso de debilitar los partidos polticos y el Congreso Nacional domi-nado por ellos, las Constituciones reforzaron al Ejecutivo, contribuyendo as alhiperpresidencialismo. Ambos presidentes tambin invirtieron la tendenciahacia la descentralizacin de los aos anteriores, socavando as otro contra-peso a la autoridad del Ejecutivo. Adems, segn encuestas de opinin, mu-chos de los seguidores de ambos presidentes tenan valores democrticoscuestionables (Canache, 1997, 80). Finalmente, comparada con la Constitu-cin previa de 1961, la Constitucin venezolana de 1999 le daba a las FuerzasArmadas un grado peligroso de autonoma. Con el nombramiento de un grannmero de oficiales militares en los altos cargos del gobierno y de su partido,Chvez corra el riesgo de transformar a las Fuerzas Armadas en una institu-cin dominante, como ocurri en Per despus del autogolpe de 1992.

    Los crticos de Chvez insistan sobre los actos arbitrarios de baja intensi-dad del gobierno y sobre la corrupcin generalizada. Este artculo no preten-de determinar la veracidad de estas acusaciones. Sin embargo, la represinpor parte del gobierno no se acerc de ninguna manera a la represin en Peren los aos 90. Al momento de escribir este artculo en febrero de 2003, Ch-vez no ha encarcelado a ningn representante de la prensa, a pesar de quelos medios de comunicacin social reproducen a menudo declaraciones queplantean la destitucin e inclusive el derrocamiento del Presidente. De igualforma, el gobierno ha evitado la represin violenta de las movilizaciones de

    calle que tambin han exigido la salida de Chvez. Finalmente, la afirmacinpor parte de la oposicin de que el gobierno ha anulado el sistema de contra-pesos y equilibrios perdi mucha relevancia cuando la tendencia chavista diri-gida por Miquilena se separ del MVR a comienzos de 2002. Posteriormente,los seguidores de Miquilena en el Tribunal Supremo y en el Consejo NacionalElectoral apoyaron decisiones que favorecan a la oposicin.

    Al comienzo de la presidencia de Chvez, el movimiento chavista rechazdefinitivamente el modelo de caudillo militar inspirado por los ejemplos de Ga-mal Abdul Nasser, Muammar Qaddafy y Saddam Hussein, y promovido por elterico argentino Norberto Ceresole. En aquel tiempo, el canciller Jos VicenteRangel (subsiguientemente nombrado Ministro de la Defensa, luego Vicepre-sidente) prcticamente declar a Ceresole persona no grata, despus de lo

    cual este ltimo regres a Argentina y empez a criticar fuertemente al gobier-no de Chvez. El origen de la confrontacin entre Rangel y Ceresole remontaa los primeros aos del MBR-200, cuando la organizacin se defini a s mis-ma como un movimiento cvico-militar ms que como un logia militar (Ran-gel, 1999). Al declarar esto, el grupo de Chvez estaba rechazando una orien-

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    tacin militarista. Refirindose a esta decisin algunos aos ms tarde, Ch-

    vez declar que la alianza cvico-militar era

    la mejor demostracin de que noandbamos buscando una dictadura militar (Chvez, 1998, 127).

    Las Fuerzas Armadas bajo Chvez estaban ms divididas internamenteque su contraparte peruana bajo Fujimori. Esta mayor complejidad se puso enevidencia durante el intento de golpe de abril de 2002, cuando se manifestuna divisin de la institucin en tres facciones. Los enemigos militares de Ch-vez enfrentaron a sus seguidores mientras una tercera corriente instituciona-lista apoy la destitucin del Presidente el 11 de abril y su regreso dos dasdespus. En contraste, la tendencia institucionalista en el Ejrcito peruanofue eliminada despus del autogolpe. A diferencia del apoltico Fujimori, Ch-vez promovi la participacin militar en la poltica al cumplir con la demandadel MBR-200, formulada al momento del golpe de 1992, de otorgar el derechoal voto a los militares. Para resumir, mientras el gobierno de Fujimori se pare-ca al modelo caudillo-masas en ciertos aspectos, la dimensin poltica del fe-nmeno Chvez es ms compleja, al coexistir tendencias autoritarias y perso-nalistas conjuntamente con un impulso democrtico.

    Apoyo de clase

    Un componente fundamental de los movimientos neopopulistas en los aos90 era su atractivo especial entre la clase marginal, que no se haba beneficia-do de las polticas intervencionistas del Estado y se senta ignorada en granmedida por los partidos tradicionales. Mientras tanto Fujimori como Chvezcontaban con el apoyo de estos sectores, el gobierno de este ltimo establecilazos ms slidos y exclusivos con ellos. El apoyo de clase de Fujimori cambidurante sus 10 aos en el poder, aunque logr mantener una simpata consi-

    derable por parte de la clase baja durante todo el tiempo de su permanenciaen el poder.

    Ni Fujimori ni Chvez tuvieron influencia dominante entre los sectores or-ganizados de la clase obrera. El movimiento sindicalista chavista no logratraer a ningn veterano lder sindical importante o desafiar con xito el controlde los dirigentes tradicionales de la Confederacin de Trabajadores de Vene-zuela (CTV). El atractivo potencial de Chvez entre los sectores industrialessindicalizados estaba socavado por su poltica inicial de mantener la divisasobrevaluada, que beneficiaba a la clase marginal, entre otras, a expensas delos trabajadores industriales. Fujimori, por su parte, no logr ningn tipo deapoyo dentro del movimiento sindical peruano.

    Fujimori triunf en las elecciones de 1990 como el candidato de las clasespopulares. La clase marginal, al contrario de los grupos econmicos influyen-tes, estaba representada en la plancha electoral del Cambio-90 de Fujimori.Adems, Fujimori propuso la legalizacin de la buhonera y la creacin de unbanco especial para los buhoneros. Sin embargo, con la aplicacin por parte

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    de su gobierno de polticas neoliberales que controlaran la inflacin, y con sus

    xitos en la guerra contra Sendero Luminoso, Fujimori gan un apoyo en lasclases media y alta, al tiempo que perda algo de apoyo en las clases bajas.Este cambio se manifest en el referndum de 1993 sobre la nueva Constitu-cin, que Fujimori gan con apenas 52% de la votacin (Degregori, 2000, 71).Este pobre resultado convenci a Fujimori de la necesidad de hacer un esfuer-zo con el fin de atraer votantes de clase baja. Con este propsito en mente,Fujimori implement un programa social masivo administrado por el Ministeriode la Presidencia con los ingresos de las privatizaciones, que haban excedidolas expectativas. Estas asignaciones fueron diseadas con propsitos electo-rales para ganar el voto de los pobres en aquellas provincias donde los parti-dos de oposicin haban tenido xito en las elecciones municipales de 1993. Elresultado fue que unos independientes (pero no el partido de gobierno) des-plazaron a los partidos de oposicin en todo el pas, al mismo tiempo que Fu-jimori fue reelecto presidente en las elecciones nacionales de 1995 (Graham yKane, 1998, 67-104). As, el gasto social gener lealtad personal hacia Fujimo-ri, pero no hacia su partido. Este apoyo continu durante las elecciones de2000, cuando, segn las encuestas, el Presidente mantuvo un alto grado depopularidad entre los pobres.

    Sin embargo, durante su presidencia, a Fujimori le falt el apoyo activo delos sectores marginales cuyos votos le haban beneficiado al momento de sueleccin en 1990. Las encuestas de opinin demostraban que los pobres vo-taban por l debido a sus cualidades personales y su discurso, pero desapro-baban sus polticas neoliberales y no llegaban a autodenominarse como fuji-moristas (Stokes, 1997, 222). La simpata que las clases bajas le tenan aFujimori era en gran parte consecuencia del fracaso de la oposicin en hablarel lenguaje del pueblo o en defender causas populares. La popularidad de Fu-

    jimori entre los pobres dependa tambin de los ingresos del Estado para losprogramas sociales. Sin embargo, por su propia naturaleza esta actividad erade corto plazo. Se redujo cuando los ingresos se acabaron al terminar las pri-vatizaciones y cuando empez la contraccin econmica despus de 1997.Segn el peridico La Repblica, los programas sociales se disearon comounos paos calientes, trmino particularmente aplicable a la estrategia elec-toral de Fujimori (Kay, 1996-1997).

    Al contrario del caso de Fujimori en Per, la polarizacin caracteriz a lapoltica venezolana desde el comienzo de la presidencia de Chvez y se agra-v profundamente durante su mandato. Las movilizaciones de 2002 a favor yen contra de Chvez pusieron en evidencia la distancia que exista entre laclase media y la clase baja en el plano poltico. Las frecuentes marchas y ma-

    nifestaciones que exigan la salida de Chvez antes y despus del intento degolpe del 11 de abril, se llevaron a cabo en las prsperas urbanizaciones deleste de Caracas, pero movilizaron pocos habitantes de los barrios. En contras-te, las marchas a favor del gobierno frecuentemente comenzaron en la zonams pobre ubicada en el oeste de la capital. La reaccin de un gran nmero

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    de los habitantes de los barrios al golpe del 11 de abril demostr que Chvez

    poda contar con un apoyo activo considerable, y no solamente con un apoyopasivo o electoral. El 13 de abril, una multitud de pobres, algunos de los cualeshaban caminado 15 o 30 kilmetros por la ausencia de transporte pblico,rodearon el palacio presidencial y las bases militares en Caracas y en otrasciudades para exigir la liberacin de Chvez. La naturaleza pacfica de estasmovilizaciones y el peligro personal que enfrentaron los manifestantes a causadel silencio de los medios de comunicacin, reflejaban un alto grado de com-promiso entre los seguidores de Chvez y cierta capacidad de organizacin departe del movimiento chavista.

    El xito de Chvez en mantener el apoyo de la clase baja estaba funda-mentado en la credibilidad de su antineoliberalismo. Sus crticos pertenecien-tes a la izquierda y al movimiento sindical denunciaban su discurso antineoli-beral como retrica vaca y demagogia, y tambin argumentaron que nuncaformul un verdadero programa antineoliberal. Si el pueblo las hubiera acepta-do como vlidas, estas acusaciones habran sin duda socavado el apoyo delos sectores no privilegiados, que segn las encuestas desaprobaban las fr-mulas neoliberales. Aunque es innegable que el presidente Chvez no tenaun programa econmico coherente, puso fin a 10 aos de privatizaciones (encontraste con Fujimori, a pesar de que a veces afirmaba ser antineoliberal).As, la Constitucin de 1999 prohbe la venta de acciones de la compaa pe-trolera estatal Pdvsa y garantiza el control por parte del Estado sobre el siste-ma de seguridad social. Adems, Chvez anunci que iba a favorecer lasasociaciones estratgicas por encima de las privatizaciones, especficamen-te en el caso de la industria del aluminio y el astillero Dianca.

    En un aspecto importante, el apoyo de clase al movimiento chavista puede

    terminar parecindose al populismo clsico de los aos 30 y 40 ms que alneopopulismo de los aos 90. Los analistas han sealado al apogeo del popu-lismo clsico y al inicio de las polticas de sustitucin de importaciones comouna coyuntura crtica (Collier y Collier, 1991). Los partidos populistas promo-vieron la participacin de los sectores excluidos de la poblacin, especfica-mente los campesinos y los trabajadores, en las estructuras de sindicatos, par-tidos y Estado. Esta incorporacin aseguraba que los partidos populistas con-servaran la lealtad de un gran nmero de estos seguidores durante su vidaentera, y en muchos casos durante la de sus hijos. El movimiento chavista halogrado atraer a los miembros de la clase marginal que en su mayor parte noestaban incorporados. Como resultado, estos militantes chavistas han superadoel sentido de exclusin que tenan desde tiempo atrs al participar activamenteen la defensa del rgimen y al vincularse con estructuras incipientes aunque

    mucho ms frgiles que el movimiento sindical naciente durante la poca delpopulismo clsico (Ellner, 2003b). Si la experiencia del populismo clsico esinstructiva, hay buena posibilidad de que el movimiento chavista conservar lalealtad de estos sectores durante los aos venideros.

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    El sistema de partidos polticos

    El sistema poltico venezolano virtualmente bipartidista empez a fallar enlos aos 90 cuando los partidos relativamente pequeos empezaron a ganarterreno, particularmente a escala local. Despus de la eleccin de Chvez en1998, AD, Copei y otros partidos identificados con el establishmentempezarona perder presencia en el escenario poltico. Las organizaciones empresariales,la CTV y los medios, ms que los partidos de oposicin, tuvieron el papel msimportante para definir y canalizar el descontento cuando la popularidad deChvez empez a decaer en 2001. Sin embargo, el partido de gobierno nologr llenar el vaco creado por el debilitamiento de los partidos tradicionales.Desde sus comienzos, el MVR fue concebido como un frente electoral y nocomo una organizacin disciplinada con vnculos con la sociedad civil (LpezMaya, 2003, 82). Adems, el MVR prcticamente no tuvo representantes du-rante la primera presidencia de Chvez (1999-2000) ni en el gabinete ni en lasgobernaciones. Convencido de que el MVR haba sucumbido a prcticas clien-telares y que careca de fervor revolucionario al momento de la radicalizacindel gobierno en 2001, Chvez anunci su intencin de crear estructuras para-lelas y con ese fin reactiv el MBR-200. En 2002, Chvez impuls la formacinde los crculos bolivarianos, aunque no estaba claro si estaban diseadospara servir de clulas del MVR o de organizaciones comunitarias autnomas.

    La inestabilidad del sistema de partidos polticos peruanos fue puesta enevidencia por las grandes fluctuaciones en los votos obtenidos por los grandespartidos en las siete elecciones que tuvieron lugar entre 1980 y 1990. Despusde 1990, los partidos polticos perdieron todava ms credibilidad porque con-centraron sus esfuerzos en disputar la legalidad de la candidatura de Fujimorien 1995 y 2000, mientras que descuidaron los problemas socioeconmicos.

    Durante este perodo, los partidos tradicionales de masas fueron desplazadospor partidos provisionales diseados para avanzar las candidaturas presiden-ciales de Alejandro Toledo (Per Posible), Luis Castaeda (Solidaridad Nacio-nal) y Alberto Andrade (Somos Per), adems de Fujimori. La fragilidad de lalealtad partidista se reflej en el Congreso cuando en 1999 el grupo de la opo-sicin unificada (Unin para Per) perdi 10 de sus 17 miembros. Al igualque en Venezuela, el partido que gobernaba a Per no supo llenar el vacocreado por el debilitamiento de los partidos de oposicin. El partido de Fujimorino solamente no tena presencia en las instancias locales, sino que no las to-maban en consideracin al momento de repartir los cargos importantes de go-bierno. De hecho, Montesinos prefera mantener el partido al margen para evi-tar que surgiera un centro de poder rival (Cotler, 2000, 37). Cuando el protegi-do de Fujimori, Jaime Yoshiyama, fue derrotado en las elecciones para la al-

    calda de Lima en 1996, los partidarios a favor del gobierno no tenan ningndirigente destacado que presentar en las elecciones presidenciales de 2000,aparte del Presidente mismo.

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    Por lo tanto, un sistema dbil de partidos polticos caracteriz igualmente a

    Per y Venezuela y explic la facilidad relativa con que Fujimori y Chvez lle-varon a cabo importantes cambios polticos al comienzo de su gobierno. Enambas naciones, los partidos polticos haban perdido vitalidad en el decenioprevio. En los aos siguientes, la oposicin sigui perdiendo credibilidad por-que no supo formular polticas socioeconmicas alternativas, ni se someti aautocrtica sobre sus errores pasados.

    Sin embargo, el declive del sistema de partidos polticos durante los 10aos de gobierno de Fujimori fue ms pronunciado que en Venezuela bajoChvez. Solamente el partido APRA volvi a surgir de forma algo sorprenden-te en Per despus de la salida de Fujimori. En contraste, los partidos polticosde Venezuela empezaron progresivamente a recuperarse despus de sus de-rrotas electorales de 2000. Como resultado de los errores cometidos por loslderes de la sociedad civil que encabezaron el golpe fallido de abril de 2002 yel paro de diciembre y enero de 2002-2003, los partidos insistieron en tener unpapel ms central en la lucha por sacar a Chvez. Tres tipos de organizacio-nes polticas desempearon un papel central: los partidos tradicionales comoAD, Copei y el MAS; nuevos partidos con nuevos dirigentes como Unin yPrimero Justicia; y partidos formados por antiguos dirigentes de AD y Copeicomo Antonio Ledezma (ex gobernador de Caracas), Manuel Rosales (gober-nador del Zulia), Carlos Navarro (ex secretario general de la CTV) y AgustnBerrios (ex dirigente de Copei). En contraste con el movimiento sindical perua-no que fue prcticamente diezmado bajo Fujimori, la CTV, bajo el mando dedos sindicalistas de AD (Carlos Ortega y Manuel Cova), desempe un papelpreponderante en la lucha en contra de Chvez.

    El partido MVR en Venezuela era ms complejo e institucionalizado que

    sus equivalentes peruanos. Mientras el MVR de Chvez tena corrientes inter-nas con orientaciones programticas distintas (Ellner y Rosen, 2002), los par-tidos de Fujimori eran completamente personalistas y carecan de debate ideo-lgico y de dirigentes prominentes. Finalmente, las movilizaciones a favor delgobierno en Per consistan generalmente en manifestaciones con objetivoselectoralistas y en inauguraciones de proyectos de obras pblicas incluyendodiscursos del Presidente. Esto no fue siempre el caso en Venezuela, como sedemostr el 13 de abril de 2002 cuando los chavistas rodearon Miraflores y lasbases militares para exigir el regreso de Chvez al poder. Otras movilizacionesestaban vagamente relacionadas con el MVR. As, por ejemplo, la toma estu-diantil de la Universidad Central de Venezuela al comienzo de 2001, las pro-testas violentas en contra de la decisin del Tribunal Supremo de Justicia enagosto de 2002 de exonerar a los jefes del golpe militar, y varias invasiones de

    tierras fueron justificadas o incitadas por algunos dirigentes chavistas, mien-tras otros (incluyendo a Chvez mismo) aconsejaron prudencia o expresabanoposicin abierta. Para resumir, la esterilidad institucional peruana bajo Fuji-mori se pareca a lo que exista bajo los caudillos tradicionales. En contraste,el escenario institucional ms complejo en Venezuela inclua varias corrientes

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    organizadas dentro del MVR y una mayor capacidad de movilizacin tanto por

    parte de los partidarios del gobierno como de la oposicin.Relaciones con Estados Unidos

    Estados Unidos mantena una actitud crtica y a veces hostil a Chvez des-de el momento en que present su candidatura presidencial para las eleccio-nes de 1998 y le neg su solicitud de visa. De hecho, Washington tena bue-nas razones para oponerse al gobierno de Chvez y ver con buenos ojos elgolpe del 11 de abril de 2002. Para empezar, Chvez tuvo un papel activo enla OPEP con el objetivo de fortalecer los precios del petrleo, y para esto visitIrak, Irn y Libia en varias oportunidades. Su gobierno se opuso tambin aunas resoluciones presentadas por Estados Unidos en los cuerpos internacio-nales, y por ejemplo vot contra las mociones de censura propuestas contraChina, Cuba e Irn por sus violaciones a los derechos humanos. Adems, laretrica de Chvez en favor de un mundo multipolar implicaba un rechazo dela hegemona estadounidense, incluyendo el plan de Washington por unaunin hemisfrica conocida como el rea de Libre Comercio de las Amricas(ALCA). Finalmente, su frrea defensa de la soberana nacional lo llev a ne-garse ante la solicitud de Estados Unidos de usar el espacio areo venezolanopara misiones areas en contra del narcotrfico, y tambin a rehusar la ofertade Washington de mandar el Cuerpo de Ingenieros del Ejrcito a raz de lasdevastadoras lluvias en el estado Vargas en diciembre de 1999.

    El discurso de Chvez a favor de un mundo multipolar y en oposicin alConsenso de Washington de inspiracin neoliberal coincidi con el crecimientorpido del sentimiento internacional contra la globalizacin. Su posicin sobreestos asuntos representaba un posible punto de referencia futuro en Amrica

    Latina. Sin duda, la poltica exterior de Chvez hubiera sido menos atractiva10 aos antes, cuando la aceptacin mundial del neoliberalismo estaba en supunto ms alto, como lo era la hegemona de Estados Unidos a raz del colap-so sorpresivo del bloque sovitico. Aunque las posiciones nacionalistas deChvez significaban un regreso al movimiento del Tercer Mundo de los aos60 y 70, eran nicas en el escenario latinoamericano de los aos 90. Esta no-vedad contribuy a la nocin de que Chvez estaba apuntando hacia direccio-nes nuevas, reforzando as la posibilidad de que el chavismo retuviera suatractivo sea cual fuera la duracin de su gobierno.

    Al contrario de la consistencia relativa de su actitud hacia el gobierno deChvez, Washington cambi completamente de posicin dos veces en susrelaciones con Fujimori; estos cambios reflejaban las orientaciones contradic-

    torias del rgimen neopopulista de Fujimori ms que un cambio de criterio porparte de Washington. Como resultado de sus polticas neoliberales, Fujimorise asegur el apoyo de las agencias internacionales de crdito despus delautogolpe de 1992, cual fue fuertemente condenado por las naciones delmundo, incluyendo Estados Unidos. Fujimori defendi el golpe, argumentando

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    que Estados Unidos no poda entender las circunstancias en las que se encon-

    traba Per como resultado del terrorismo fomentado por Sendero Luminoso,que haca necesaria la suspensin de las garantas constitucionales. Poste-riormente, Fujimori autoriz las misiones areas de vigilancia llevadas a cabopor Estados Unidos en la regin amaznica para combatir el narcotrfico (encontraste con el rechazo por parte de Chvez de los vuelos propuestos por laDEA), y en consecuencia las exportaciones de coca fueron reducidas en granparte. Las polticas neoliberales, la guerra a muerte en contra del terrorismo yla colaboracin con la DEA explican las relaciones armoniosas con EstadosUnidos durante el resto del primer perodo presidencial de Fujimori y gran par-te del segundo.

    Sin embargo, despus de la reeleccin de Fujimori en 1995, Montesinos re-forz su control del Estado peruano, al mismo tiempo que varios casos de co-rrupcin, complicidad con los narcotraficantes y violaciones de derechoshumanos empezaron a hacerse pblicos. Estos incidentes culminaron en 2000con el escndalo en torno a la venta de armas, provenientes de Jordania, a lasguerrillas colombianas. Otra fuente de irritacin para Estados Unidos era laforma como Fujimori se alejaba de su compromiso con las reformas de merca-do, y sus crticas explcitas al neoliberalismo con propsitos electorales duran-te la campaa presidencial de 2000. Algunos comentaristas atribuyen la salidade Fujimori a la presin de Estados Unidos ms que a la resistencia de lospartidos polticos de la oposicin o a las movilizaciones populares, que de to-das maneras no estaban bien organizadas (Cotler, 1999).

    La reconsideracin por parte de Estados Unidos de sus relaciones con Fuji-mori puso en evidencia los componentes contradictorios de los gobiernos neo-populistas: el camino electoral al poder, el amplio apoyo popular inicial, la im-

    plementacin de frmulas neoliberales, el populismo y el hiperpresidencialismo.Las caractersticas populistas del gobierno de Fujimori se hicieron ms noto-rias hacia el final de su gobierno e incitaron a Estados Unidos a revertir su po-sicin. Estas tendencias incluan el intervencionismo del Estado en la econo-ma y el clientelismo, que conducan a la corrupcin y a la duplicidad en laguerra contra el narcotrfico. Otra dimensin que Estados Unidos no podaignorar eran las tendencias del gobierno de Fujimori hacia el autoritarismo.Para resumir, el neopopulismo (an ms que el populismo clsico) estaba su-jeto a contradicciones internas agudas, explicando as la reformulacin porparte de Washington de su poltica hacia Fujimori y la duracin limitada delfenmeno fujimorista.

    Conclusin

    La publicacin hacia la mitad de los aos 90 de los primeros estudios sobreel resurgimiento del populismo latinoamericano empez un debate conceptualentre los analistas polticos. La discusin terica se centr en determinar si ladefinicin del populismo deba abarcar una amplia diversidad de caractersti-

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    cas que iban desde el apoyo de clase y la poltica econmica hasta las cuali-

    dades de liderazgo. Los escritores que defendan la posicin afirmativa argu-mentaban que no se poda aplicar el concepto de populismo a los gobiernoscontemporneos en Amrica Latina, ya que distaban de cumplir con este con-junto de requisitos (Quijano, 1998). Aunque ciertos regmenes, como los deFujimori y Menem, se parecan al populismo clsico de los aos 30 y 40 enalgunos aspectos, les faltaban varias caractersticas esenciales, tales como unprograma econmico popularmente aceptado y una estrategia de movilizacin.Una segunda escuela, que tildaba de populistas a los gobiernos de Fujimori yMenem, rechaz esta posicin por ser conceptualmente conservadora y pu-rista. Kurt Weyland, uno de los representantes principales de esta escuela,propuso una definicin del populismo de procedimiento mnimo que se habarevelado fructfera para el anlisis de la emergencia de los regmenes demo-crticos durante el decenio anterior. Weyland y otros consideraban el populis-mo como una estrategia predominantemente poltica, y por lo tanto descarta-ban los factores socioeconmicos por ser extrnsecos a la definicin delfenmeno (Weyland, 2001, 8-9).

    El presente artculo evita este tipo de debate y en su lugar usa un enfoquecomparativo para determinar la importancia del neopopulismo como modeloseguido por los dirigentes latinoamericanos. Ha examinado los acontecimien-tos desde la publicacin de las obras originales sobre el neopopulismo a me-diados de los aos 90 para evaluar la viabilidad no solamente de los gobiernosneopopulistas sino tambin de los movimientos neopopulistas y sus estrate-gias. El contraste entre Fujimori, quien no contaba con un movimiento de se-guidores comprometidos con metas determinadas, y Chvez, quien encabeztal movimiento, est diseado para arrojar luz sobre los prospectos a largoplazo del neopopulismo y la continuada relevancia de ciertos aspectos del po-

    pulismo clsico.

    A mediados de los aos 90, los analistas sealaron que no era probableque los gobiernos neopopulistas fueran estables, pero se not que por lo me-nos los casos de Menem y Fujimori demostraban un potencial a largo plazo. Elpresente anlisis concluye que la posicin de los dirigentes neopopulistas eratodava ms frgil de lo que los analistas reconocieron en aquel tiempo. Porejemplo, la crisis econmica argentina de 2001-2002 se ha atribuido a la irres-ponsabilidad fiscal del rgimen de Menem, incluyendo los programas socialesque representaban un pilar bsico de la estrategia neopopulista. Adems, lasrevelaciones acerca del gobierno de Fujimori durante sus ltimos aos en elpoder y desde entonces han puesto en tela de juicio de forma pronunciada suscredenciales democrticas. Estas deficiencias y fallas ponen en duda el futuro

    poltico de ambos dirigentes y tambin el impacto a largo plazo del neopopulismo.El verdadero problema no es la duracin de los gobiernos neopopulistas si-

    no la duracin del apoyo popular a los dirigentes neopopulistas. El hecho deque Fujimori, el dirigente neopopulista que se mantuvo por ms tiempo en el

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    poder, haya perdido toda presencia poltica, una vez obligado a dejar el poder,

    sugiere que el modelo neopopulista es menos importante de lo que aparecaser previamente. En este sentido el contraste con el populismo clsico no po-dra ser mayor. Los dirigentes populistas clsicos podan ufanarse de haberiniciado un modelo econmico que tendra consecuencias de las ms impor-tantes, de haber incorporado un gran nmero de trabajadores a la vida polticanacional a travs del movimiento sindical, y de haber creado unos partidos quetambin duraran decenios. Como seala Weyland (2001, 14), la mayor partede estos partidos abandonaran eventualmente sus objetivos a largo plazo,aceptaran el clientelismo como modus operandi y se institucionalizaran porcompleto, dejando as de ser populistas. Sin embargo, este proceso fue gra-dual, a lo largo de varios decenios. Si el neopopulismo no puede reivindicar unconjunto parecido de logros, entonces difcilmente se le puede atribuir la mis-ma importancia que se le da al populismo clsico.

    La toma de decisiones y las estrategias puestas en prctica por Fujimoriobedecan invariablemente a consideraciones de corto plazo. Esto result exi-toso en un perodo de expansin econmica y de logros en el campo poltico,pero era contraproducente cuando empez la contraccin econmica. Algunasfallas y desventajas de esta forma de actuar se hicieron evidentes a mediadosde los aos 90 y fueron identificadas por los analistas que escriban sobre elneopopulismo, mientras otras se hicieron ms y ms conspicuas con el resul-tante declive poltico de Fujimori. La orientacin a corto plazo de las estrate-gias de Fujimori se manifest en muchos frentes. Primero, el programa socialde su gobierno fue financiado con el ingreso de las privatizaciones, que se re-dujo durante su segundo perodo presidencial. Estas asignaciones, atribuidaspor consideraciones electorales, al igual que los programas sociales compen-satorios y focalizados promovidos por los neoliberales y apuntados en contra

    de la pobreza crtica, eran de corto plazo por su misma naturaleza. Segundo,Fujimori, cuyas acciones siempre se calculaban sobre la base de encuestas deopinin, hizo uso de trucos para inflar su popularidad en momentos clave(Crabtree y Thomas, 1999, 63). Esta consideracin puede haber influenciadoacontecimientos como el conflicto con Ecuador en 1995 y la captura de losmximos dirigentes guerrilleros de Sendero Luminoso. A pesar de su xito ini-cial en mejorar la posicin de Fujimori en las encuestas de popularidad, estasacciones fueron eventualmente percibidas por un gran nmero de peruanoscomo manipuladoras. Tercero, Fujimori no hizo ningn esfuerzo para construirun partido poltico que le hubiera asegurado al neopopulismo una presencia alargo plazo en Per. Como resultado, los beneficios polticos del clientelismo,que eran la base de los programas sociales del gobierno, fueron minimizados.El personalismo extremo que sustituy a la autoridad partidista estaba propen-

    so a generar corrupcin, y por lo tanto a desacreditar a Fujimori y poner enduda su discurso que insista en la honestidad personal. Un partido polticocohesivo hubiera podido organizar e incorporar los miembros de la clase mar-ginal para convertir la vaga simpata que tena hacia Fujimori en un apoyo fir-me a largo plazo.

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    A pesar de sus semejanzas con los demagogos y caudillos latinoamerica-

    nos tradicionales, Fujimori hizo gala de habilidad y de originalidad polticas. Supoltica lo distingua claramente de los dictadores como Pinochet, quien era unautcrata sin calificaciones, defensor a ultranza del neoliberalismo y apoyadoprincipalmente por las clases privilegiadas. Sobre todo, Fujimori mantuvo unapoyo considerable por parte de las clases bajas, a pesar de las polticas neo-liberales de su gobierno. Este apoyo explica la asistencia masiva a sus reunio-nes electorales durante la campaa presidencial de 2000 y su posicin de fa-vorito segn varias encuestas confiables (Grompone, 2000, 125). Adems,Fujimori se alejaba del neoliberalismo en forma ms que nominal. Sus pro-gramas sociales, que llegaron hasta las regiones montaosas lejanas, crearontensiones con las agencias multilaterales de crdito que hubieran preferidousar el dinero para pagar la deuda externa (Manrique, 1996, 42-43). Apelar alsentimiento antineoliberal tambin deterior las relaciones de Fujimori conciertos tecncratas como su ministro de Hacienda Carlos Boloa (quien secomparaba con su homlogo argentino Domingo Cavallo, cuyas diferenciascon el gobierno de Menem lo llevaron a formar su propio partido poltico) (Bo-loa, 2002, 18).

    Para resumir, la estrategia impuesta por Fujimori se alejaba de los regme-nes autoritarios tradicionales que imponan medidas econmicas austeras a lapoblacin. Aquellos analistas que tildan al fenmeno neopopulista de demago-gia no aprecian los aspectos novedosos de la gestin de Fujimori. Aunque laimportancia a largo plazo del fenmeno neopopulista no debe ser exagerada,no se puede negar ni el carcter novedoso de las estrategias polticas de Fu-jimori ni lo apropiado del uso del trmino neopopulismo.

    Es probable que el movimiento poltico encabezado por Hugo Chvez, co-

    mo los de los populistas clsicos de los aos 30 y 40, deje una marca imbo-rrable sobre la vida poltica nacional en Venezuela. Sobre todo, un gran nme-ro de miembros de la clase marginal consideran el movimiento chavista comosuyo, y se identifican con sus objetivos declarados y su visin. Si la experien-cia de los trabajadores organizados durante el auge del populismo clsicopuede servir de modelo, la incorporacin de estos sectores excluidos en es-tructuras activistas, aunque rudimentarias, puede garantizar apoyo poltico alargo plazo. Adems, Chvez ha creado un partido poltico y una coalicin queprobablemente formarn parte del panorama poltico nacional por algn tiem-po. Sin embargo, el alto grado de polarizacin en Venezuela es una espada dedoble filo. Genera lealtad hacia Chvez y su movimiento, pero al mismo tiempointensifica el rechazo hacia l entre los sectores influyentes, limitando as susopciones y la posibilidad de lograr la estabilidad poltica y social en el pas.

    Los analistas polticos y los actores han denunciado las tendencias dema-ggicas y autoritaristas del movimiento de Chvez, su negativa a promover lainstitucionalizacin, y sus acciones que le quitaban a la sociedad civil su auto-noma. Estas caractersticas pondran en tela de juicio la capacidad de los

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    chavistas de participar eficazmente de acuerdo con las reglas del juego esta-

    blecidas por el sistema democrtico durante un perodo largo. Sin embargo,cuando se compara la versin chavista del populismo con el neopopulismo, ycon el rgimen de Fujimori en particular, estas tendencias parecen menos se-veras. A pesar de un grado peligroso de autonoma militar y de casos de re-presin de baja intensidad, el gobierno se abstuvo en general de usar lafuerza en contra de una oposicin sumamente agresiva. Al mismo tiempo, loschavistas redactaron la Constitucin de 1999 con el propsito de profundizar lademocracia. Finalmente, el movimiento chavista no era del todo monoltico.Las movilizaciones realizadas en su nombre no eran siempre controladas exte-riormente; y las corrientes internas, como por ejemplo el movimiento laboralchavista, a veces adoptaban posiciones que el resto del movimiento no res-paldaba oficialmente (Ellner, 2003a, 224-228). Estas caractersticas indican ungrado de complejidad que es ms compatible con el sistema democrtico quecon el personalismo extremo que caracteriza al neopopulismo. De la mismaforma, los movimientos populistas clsicos de los aos 30 y 40 mantenan vn-culos estrechos con sectores dentro de las Fuerzas Armadas y eran frecuen-temente acusados de demaggicos, antidemocrticos y antiinstitucionalistas,pero sin embargo dieron contribuciones duraderas a la democracia de sus pa-ses respectivos.

    La principal caracterstica comn de los fenmenos Fujimori y Chvez essu seduccin particular hacia la clase marginal. En contraste con el caso Fuji-mori, la base social exclusiva de Chvez eran los sectores marginales, que lebrindaron el apoyo activo que le era crucial para su posibilidad de sobrevivirpolticamente. La capacidad de movilizacin de la clase marginal, y especfi-camente su respuesta al golpe del 11 de abril de 2002, no tuvo equivalentedurante el gobierno de Fujimori.

    Los analistas polticos necesitan explorar en detalle las relaciones entre lossectores marginales, por una parte, y Chvez y Fujimori, por la otra. Las carac-tersticas especficas que merecen exploracin incluyen las prcticas paterna-listas, las actitudes de la base hacia las posiciones mantenidas por ambos di-rigentes, y los grados de participacin e incorporacin (como por ejemplo losaltamente polmicos, pero mal conocidos, crculos bolivarianos). El enfoquemetodolgico de abajo hacia arriba de los historiadores del sindicalismo quehan explorado la reaccin de los trabajadores sindicalizados a los movimientospopulistas clsicos de los aos 30 y 40 debe ser aplicado ahora a los sectoresmarginales en Amrica Latina (James, 2000). Este tipo de investigacin enfo-cada en la era de la globalizacin pondra a prueba la vigencia de los viejosestereotipos que retratan a la clase marginal como dispuesta a relaciones pa-

    ternalistas y autoritaristas (Germani, 1978, 153-208), polticamente voltil yrevolucionaria (Fanon, 1963). Dada la independencia poltica de la clase mar-ginal frente a los trabajadores de la economa formal en aos recientes, y dadala importancia que ha asumido bajo Chvez, Fujimori y otros gobiernos popu-listas en Amrica Latina, tal estudio es de importancia capital.

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