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ESTRUCTURA Y CONOCIMIENTO DE LA DISCIPLINA DEPORTIVA: FÚTBOL Berni Guerrero Calderón Master Alto Rendimiento en Deportes de Equipo | INEFc Barcelona @berniguerrero

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Berni Guerrero Calderón

Master Alto Rendimiento en Deportes de Equipo | INEFc Barcelona

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1. Estructura y conocimiento de la disciplina deportiva: Fútbol. El fútbol es uno de los deportes más populares e influyentes a nivel mundial. Presenta un gran interés mediático y sociocultural, moviéndose grandes cantidades de dinero en el contexto de este deporte. Por todo ello, el fútbol se ha convertido en uno de los mayores reclamos a nivel profesional, siendo cada vez más exigente.

1.1. Análisis Time-Motion del juego El Time-Motion del juego revela la distribución de los esfuerzos en diferentes categorías según diferentes umbrales de velocidad o intensidad. Los métodos más comunes para este tipo de análisis son los sistemas de video-tracking (ProZone®, Amisco®, MediaCoach®) o dispositivos de posicionamiento semiautomáticos (GPS). Estos dispositivos GPS monitorizan y analizan de forma simultánea los diferentes esfuerzos físicos, tipo de movimientos y acciones técnicas que realizan los jugadores (Alexandre et al., 2012). La monitorización del entrenamiento y competición en deportistas de élite es de vital importancia para asegurar la correcta aplicación y planificación de las cargas, además de proporcionar una información muy útil para la prevención de lesiones (Owen et al., 2015). Una gran limitación de estos instrumentos es que sólo miden la carga externa, y no lo combina con la carga interna o fisiológica. Por otro lado, el sistema de análisis por video-tracking también se podrá usar para analizar el rendimiento físico y técnico-táctico ofrecido por el rival. El fútbol es un deporte intermitente donde el aspecto físico y el técnico-táctico son imprescindibles para el rendimiento (Stølen, Chamari, Castagna, & Wisløff, 2005). En los últimos años ha aumentado substancialmente la exigencia física en competición, requiriendo un mayor nivel condicional por parte de los jugadores para poder competir en el fútbol de alto nivel (Bradley et al., 2016). En el transcurso del partido, cada jugador recorre una media de 10-11 km (Bradley, Lago-Peñas, Rey, & Gomez Diaz, 2013; Mohr, Krustrup, & Bangsbo, 2003). Esa distancia se realiza a diferentes rangos de velocidad, la mayoría son a intensidades bajas; andando o a trote suave, en las cuáles predomina el sistema aeróbico (Bangsbo, Mohr, & Krustrup, 2006). Este tipo de acciones se producen por ejemplo cuando el equipo está basculando en defensa, esperando para rematar un córner, si el balón está en una zona del campo muy alejada, etc. Sin embargo, las acciones determinantes en un partido se realizan a velocidades máximas o sub-máximas (Ade, Fitzpatrick, & Bradley, 2016), normalmente en presencia del balón; ya sea un delantero esprintando en conducción del balón para conseguir un gol, realizando un desmarque para recibir un pase o un defensor que corre hacia su portería para defender un contraataque y evitar encajar gol (Stølen et al., 2005). En equipos profesionales, cada jugador realiza entre 150 y 250 acciones de alta intensidad durante el partido (Mohr et al., 2003). Por lo que el análisis de los diferentes tipos de acciones realizadas a diferentes intensidades es una buena forma de ilustrar el rendimiento físico (número de sprints, distancia recorrida en posesión de balón realizada a alta intensidad, frecuencia con la que se realizan acciones a máxima velocidad, etc) (Carling, 2013; Di Salvo, Gregson, Atkinson, Tordoff, & Drust, 2009; Mohr et al., 2003).

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Actualmente, no se han establecido unos límites de velocidad comunes para agrupar diferentes rangos de velocidad de carrera. Según el estudio, país y el sistema de medición que utilicen (GPS, video-tracking) se emplean diferentes rangos. Sin embargo, Barnes determina unos umbrales que han concluido ser los más válidos durante el partido después de una revisión de la literatura (Barnes, Archer, Hogg, Bush, & Bradley, 2014) (Tabla 1). Los rangos de velocidad presentados son de los que más aparecen en la literatura (Bradley et al., 2009, 2016; Di Salvo et al., 2009; Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, Castagna, Sassi, & Impellizzeri, 2007; Rampinini, Impellizzeri, Castagna, Coutts, & Wisløff, 2009). Según la variable, se analiza la distancia recorrida, los metros recorridos por minuto y el número de acciones realizadas (normalmente sólo para las variables consideradas de alta intensidad). Por otro lado, las acciones de alta intensidad no sólo se limitan a las actividades de carrera. Hay que tener en cuenta las aceleraciones, desaceleraciones, impactos, saltos, etc. Hay estudios que las agrupa todas en una misma variable (Ehrmann, Duncan, Sindhusake, Franzsen, & Greene, 2016) y otros que los estudia por separado (Gaudino et al., 2015; Tierney, Young, Clarke, & Duncan, 2016). Otra variable que aparece en algunos estudios es la Carrera de espaldas (Mohr et al., 2003). Tabla 1. Variables de análisis de carga externa. *Considerado de alta intensidad (> 19,8 km · h-1) (Extraído de Barnes et al., 2014 & Erhmann et al., 2016)

Variable Rango de velocidad Unidades valoradas Parado (Standing) 0-0,6 km · h-1 Distancia (metros) Andando (Walking) 0,7-7,1 km · h-1 Distancia (metros) Carrera a velocidad baja (Low Speed Running) 7,2-14,3 km · h-1 Distancia (metros) Carrera velocidad media (Medium Speed Running) 14,4-19,7 km · h-1 Distancia (metros) *Carrera a velocidad alta (High Speed Running) 19,8-25,1 km · h-1 m / Nº acciones *Sprint (SP) > 25,1 km · h-1 m / Nº acciones *Aceleraciones > 3 m · s-2 (en ≤ 0,5”) Nº acciones *Desaceleraciones > 3 m · s-2 (en ≤ 0,5”) Nº acciones *Impactos > 2 G (en ≤ 0,1”) Nº acciones

Los jugadores no pueden mantener su capacidad física máxima durante los 90 minutos del partido (Lago-Peñas, Rey, Lago-Ballesteros, Casáis, & Domínguez, 2011; Mohr et al., 2003). Las acciones a alta intensidad disminuyen en el transcurso de un partido, de manera que se realiza un menor número sprints en la segunda mitad respecto a la primera. Este descenso en el rendimiento físico se asocia a la fatiga producida por el propio partido (Bangsbo et al., 2006; Mohr et al., 2003; Mohr, Krustrup, & Bangsbo, 2005). Rampinini et al. (2009) también encuentra en su estudio que las acciones técnicas también disminuyen como consecuencia de la fatiga. Por otro lado, Lago-Peñas et al. (2011) observó en equipos de primera división española cómo los jugadores realizaban más acciones a alta intensidad en los periodos de tiempo en los que iban perdiendo comparado a cuando iban ganando. Por lo que un resultado en contra implica un mayor desgaste físico, aumentando así la fatiga. Además, en un estudio reciente se ha comprobado como la intensidad, referida a la variable ‘metros recorridos por minuto’, aumenta el riesgo de lesión (Ehrmann et al., 2016). Por lo que la carga acumulada de la semana e ir perdiendo en un partido, con el consiguiente aumento de la exigencia física para intentar dar la vuelta al resultado, será un

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importante factor de riesgo que hay que considerar en la posterior programación de cargas y en la recuperación. En cambio, el número de partidos jugados durante la semana no es significativo para explicar la disminución de rendimiento entre partido y en un mismo partido, como la distancia total cubierta a intensidades máximas o sub-máximas, que es dependiente del marcador (Lago-Peñas et al., 2011; Nassis & Gabbett, 2017) (Lago-Peñas et al., 2011). De hecho, para Lago-Peñas et al. (2011), jugar dos partidos a la semana durante un cierto periodo de tiempo ayuda a alcanzar en determinadas ocasiones un mejor estado de preparación para el siguiente partido. En cambio, Nassis & Gabbett (2017) comentan en su estudio que, aunque un calendario congestionado de partidos no afecta al rendimiento mostrado en las actividades de carrera, si aumenta el riesgo de lesión. Por otro lado, conforme avanza la temporada, aumenta la distancia total cubierta y el número de acciones a alta intensidad (Mohr et al., 2003; Rampinini, Bishop, et al., 2007a). Los jugadores van consiguiendo progresivamente un mejor estado de forma. En un estudio en la Premier League a lo largo de una temporada, se vio que la carga de entrenamiento presentaba poca variación en pretemporada respecto al periodo competitivo y que, en una semana, la carga fue simular todos los días, excepto el día antes del partido, que se reducía la carga de forma significativa (Malone et al., 2015). Esto sugiere una alta monotonía en el entrenamiento de futbolistas profesionales, a pesar de la mejora progresiva del estado de forma. La evolución que ha tenido el fútbol con el transcurso de temporadas es que cada vez se realizan un mayor número de acciones totales de alta intensidad, muchas más acciones a sprint y se recorre una distancia significativamente mayor a sprint (Tabla 2) (Barnes et al., 2014; Bradley et al., 2016; Di Salvo et al., 2009). La evolución del tipo de sprint, comparado con hace unos años, es que cada vez son de menor recorrido (antes 7 metros, ahora unos 6 metros de media) y realizados de forma explosiva (acelerando rápidamente). Además, se realiza un mayor esfuerzo sin posesión del balón (Bradley et al., 2016; Di Salvo et al., 2009). Un aspecto que no ha cambiado respecto a temporadas anteriores son los tipos esfuerzos a alta intensidad en posesión y el número de sprints de recorrido más largo (10-20m). En cambio, cada vez se realizan menos sprints por encima de 20m, aunque como se ha comentado anteriormente, el tipo de esfuerzo es muy específico según la posición de juego. Bradley et al. (2016) analizó equipos de la Premier League en el transcurso de 7 temporadas, desde la temporada 2006/07 hasta la 2012/13. Este autor concluye que cada vez hay un mayor nivel físico entre todos los equipos profesionales, disminuyendo así la diferencia entre los mejores, de la parte de arriba de la tabla, y los peores equipos. Sugiriendo la importancia de combinar las acciones técnico-tácticas en el contexto condicional.

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Tabla 2. Evolución rendimiento en la Premier League durante las temporadas 2006/07-2012/13. (Realizado por Guerrero-Calderón, B., extraído de Bradley et al., 2016)

HIR, carrera de alta intensidad (³ 19,8 km · h-1); SP, sprint (³ 25,1 km · h-1); Explosive (Exp) sprint, cuando el jugador empieza el sprint inmediatamente después de una carrera de baja-moderada velocidad (< 19,8 km · h-1) en el periodo de 0,5 segundos previos; Leading (L) sprints, cuando el jugador empieza el sprint desde una carrera a alta velocidad en los 0,5 segundos previos; Shorts & Mediums passes, pases de 1 a 25 metros; Long passes, ³ 25 metros.

Diferencia entre posiciones Según la demarcación de cada jugador, hay diferencias significativas en cuanto al tipo y número acciones realizadas a diferentes intensidades (Ade et al., 2016; Bradley & Noakes, 2013; Carling, Bradley, McCall, & Dupont, 2016; Di Salvo et al., 2009; Gregson, Drust, Atkinson, & Salvo, 2010; Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini et al., 2009). En el estudio de Carling et al. (2016) y Grecson et al. (2010), se concluye que la interpretación del análisis de las diferentes acciones a alta velocidad debe ser individual, ya que existe una gran variabilidad entre partidos, dentro del propio partido y entre jugadores, incluso jugando en la misma posición. Además, para Carling et al. la variabilidad en la producción de esfuerzos a alta intensidad aumenta considerando si el equipo tiene o no tiene la posesión del balón. Este autor pone en duda la idoneidad de medir los esfuerzos de alta intensidad como indicadores de rendimiento (Carling et al., 2016). Además, también existen diferencias significativas en el ratio trabajo-descanso (Suarez-Arrones et al., 2015). Diferencias más significativas entre posiciones:

• Los centrocampistas y los jugadores de banda son los que recorren mayor distancia a alta intensidad (Abt & Lovell, 2009; Al Haddad, Simpson, Buchheit, Di Salvo, & Mendez-Villanueva, 2015; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, et al., 2007; Rampinini et al., 2009).

• Los delanteros realizan un mayor número de sprints con posesión del balón, de forma explosiva y corto recorrido (Di Salvo et al., 2009; Mohr et al., 2003).

• Los centrocampistas realizan esfuerzos de alta intensidad con mayor frecuencia (Abt & Lovell, 2009; Al Haddad et al., 2015; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, et al., 2007; Rampinini et al., 2009).

• Los defensores centrales son los jugadores que realizan menos distancia a alta intensidad, y la mayoría de estas acciones sin balón (Abt & Lovell, 2009; Al Haddad et al., 2015; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al.,

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2011; Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, et al., 2007; Rampinini et al., 2009). Además, son los que realizan mayor distancia corriendo de espaldas (Mohr et al., 2003).

• Los interiores y extremos realizan un mayor número de acciones a máxima velocidad con esfuerzos de mayor distancia y duración (Abt & Lovell, 2009; Al Haddad et al., 2015; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, et al., 2007; Rampinini et al., 2009), alcanzando un mayor porcentaje de su velocidad máxima (Al Haddad et al., 2015).

Hay estudios que muestran que los equipos en los que los jugadores presenten una menor reducción de las acciones a alta intensidad (p.ej. distancia total a sprint) durante un partido será el equipo que gane en la mayoría de los casos (Bradley et al., 2009; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas, Lago-Ballesteros, Dellal, & Gómez, 2010). No obstante, la bajada de rendimiento físico en la segunda parte también puede ser causado por factores tácticos, técnicos o psicológicos (Alexandre et al., 2012). Este autor hace dos recomendaciones: el primero se refiere a la vuelta a competición de jugadores lesionados después de un periodo de rehabilitación; se preferible introducirlos en el segundo tiempo del partido, ya que el ritmo es de menor intensidad. El segundo se refiere a la necesidad de que el equipo tenga un buen nivel de preparación física y una correcta alimentación para mejorar el rendimiento y disminuir el riesgo de lesión. Diferencia entre los sistemas tácticos más utilizados Existen diferencias significativas en el rendimiento condicional entre las principales formaciones tácticas y según las diferentes posiciones de juego (Tierney et al., 2016) (Tabla 3). Este estudio muestra que la formación 3-5-2 es la que produce mayor desgate físico. Existen diferencias significativas entre las diferentes formaciones en la distancia total recorrida, distancia a alta velocidad (>19,8 km · h-1) y actividad total a alta intensidad, en la que se añaden además el número de aceleraciones y desaceleraciones. Además, según la posición que ocupe, se dan diferencias significativas en el número de aceleraciones y desaceleraciones entre las diferentes formaciones (Figura 1). Por ejemplo, los centrocampistas realizan un número mucho mayor de aceleraciones en el 4-2-3-1 comparado con el 4-4-2, 3-5-2 y 3-4-3. Según los autores, esto podría explicar por qué determinados jugadores muestran un buen rendimiento para algunos equipos, pero no para otros. Cada formación táctica tiene unos requerimientos condicionales diferentes.

Figura 1. Media ± SD del número de aceleraciones (a) y desaceleraciones (b) entre las diferentes formaciones de juego. (Extraído de Tierney et al., 2016)

a b

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Tabla 3. Media ± SD con un intervalo de confianza del 95% de la Distancia Total (TD), carrera a alta velocidad (HSR) (³ 19,8 km · h-1), distancia de actividad total a alta intensidad (HMLD) (todas las acciones a alta intensidad (³ 2 m · s-

1), entre las diferentes formaciones tácticas y posiciones. WD, Defensa lateral; CD, defensa central; WM, interior; CM, centrocampista; FW, delantero. (Extraído de Tierney et al., 2016)

HSR (³ 19,8 km · h-1); HMLD (³ 2 m · s-1), entre las diferentes formaciones tácticas y posiciones. WD, Defensa lateral; CD, defensa central; WM, interior; CM, centrocampista; FW, delantero. CI, intervalo de confianza.

1.2. Análisis de la Frecuencia Cardíaca en competición. Como se ha comentado anteriormente, el fútbol es un deporte intermitente, en el cuál hay una alternancia entre periodos de recuperación con ciclos activos, aeróbicos o anaeróbicos aleatorios (Ravé & Fortrat, 2016). En estos ciclos activos se dan acciones de lucha, aceleraciones, saltos, ... que implican la intervención del Sistema Nervioso Autónomo (SNA) para proporcionar respuestas activas de carácter simpático. De forma contraria, conseguir en los periodos de reposo un buen nivel de actividad parasimpática o vagal ayudará a una correcta recuperación entre esfuerzos. Por lo que monitorizar la frecuencia cardíaca (FC) y la variabilidad entre latidos (HRV) es una buena forma de valorar el estado físico y nivel de fatiga (Boullosa et al., 2013; Buchheit et al., 2013; Mourot et al., 2004; Naranjo, De la Cruz, Sarabia, De Hoyo, & Dominguez-Cobo, 2015b, 2015a; Proietti et al., 2017; Task Force of The European Society of Cardiology and The North American Society of Pacing and Electrophysiology, 1996), permitiendo una estimación indirecta de la producción de energía aeróbica, pero no anaeróbica (Bangsbo et al., 2006). Analizar la FC en relación con la FC máxima (FCmáx) ha sido utilizada en multitud de estudios. Sin embargo, la FC expresada en el porcentaje de la FC de reserva (%FCres) ofrece resultados más precisos (Alexandre et al., 2012). Se calcula de la siguiente manera (Karvonen, Kentala, & Mustala, 1957): %FCres = [(FC media ejercicio – FC reposo) / (FCmáx – FC reposo) x 100]

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Con esta fórmula se tiene en consideración las variaciones del biorritmo y consecuentemente permite una comparación entre jugadores de la respuesta de la FC en diferentes tipos de entrenamiento. Tras una extensa revisión de la literatura, la FC media registrada durante un partido va de 165 a 175 ppm tanto en competición oficial como en partido amistoso (Alexandre et al., 2012). En competición oficial de equipos de alto nivel, se observó que la intensidad está en el rango del 80 al 90% de la FCmáx (Bangsbo, Nørregaard, & Thorsø, 1991; Stølen et al., 2005). En el estudio de Helgerud et al se calculó el tiempo utilizado en diferentes rangos de intensidad. Se concluye que el 37% de la duración total del partido se permanece en los rangos del 70-80% y del 80-90% de la FCmáx (Helgerud, Engen, Wisloff, & Hoff, 2001). En la revisión de Alexandre et al. (2012) se observó que el rango de intensidad es el mismo también para equipos de menor nivel, equipos semi-profesionales, y para categorías inferiores. Hay que tener en cuenta que la respuesta de la FC debe ser relacionada con la edad, sexo y nivel físico de los jugadores (Bangsbo et al., 2006) ya que pueden presentar diferencias en los tiempos de recuperación entre esfuerzos de alta intensidad, trabajar a un porcentaje de la FCmáx más alto si está en menor nivel de forma, no tener bien establecido el Umbral anaeróbico por ser más joven, etc. Un análisis preciso de la respuesta de la FC debe ser interpretado según las diferentes partes de un partido, ya que debido a la fatiga acumulada la intensidad (en %FCmáx) es menor en la segunda parte respecto a la primera (Helgerud et al., 2001). En el estudio de este autor, en la 2ª parte se redujo el tiempo utilizado en la zona del 85 al 90% de la FCmáx y aumentó el tiempo utilizado en un rango de menor intensidad (75-80% FCmáx). Además, existen diferencias significativas en la FC media según la posición (Suarez-Arrones et al., 2015). Por lo que la FCmáx no es el mejor indicador para valorar la intensidad del ejercicio en fútbol ya que no tiene en consideración las diferentes repuestas de la FC. Aunque dos jugadores tengan la misma FCmáx, pueden presentar diferente FC reposo, lo que llevará a que tengan diferentes respuestas durante un partido. Los valores de FC están estrechamente relacionados con el volumen de oxígeno máximo consumido (VO2max). La intensidad media de un futbolista profesional adulto va del 70 al 80% VO2max durante un partido (Stølen et al., 2005). Los futbolistas de primer nivel están en un rango de VO2max de 52-68 ml · kg-1 · min-

1 (Owen et al., 2015). Esta relación está basada en un test máximo continuo de laboratorio sobre tapiz. Debido a la naturaleza intermitente del fútbol los resultados pueden no ser muy precisos (Alexandre et al., 2012). Existen diferencias significativas de la FC según la posición de juego. Los centrocampistas presentan los valores más altos y los centrales los más bajos. Esta “sobrecarga” cardiovascular de los centrocampistas puede ser explicado el tipo de función táctica que desempeña estos jugadores en la forma de juego del fútbol moderno (Alexandre et al., 2012). Además, desde un punto de vista técnico-táctico, estos jugadores están involucrados tanto en acciones de juego defensivas como ofensivas. Por lo que los centrocampistas suelen presentar mayor capacidad aeróbica para que les posibilite una continua participación en el juego (Stølen et al., 2005).

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Hay que tener en consideración que el tipo de recuperación (activa o pasiva) y el tipo de esfuerzo durante un ejercicio intermitente de corta duración modificará la respuesta de la FC. Desaceleraciones, cambios de dirección y re-aceleraciones tiene un gran efecto sobre la FC, pero sobre el metabolismo aeróbico (Alexandre et al., 2012). Además, otros factores como la actividad hormonal, las condiciones ambientales o las condiciones del terreno de juego podrán alterar el comportamiento de la FC, sin tener que afectar al VO2máx en la misma proporción. En conclusión, la FC es un indicador válido para monitorizar la carga interna de entrenamiento en futbolistas, especialmente cuando se utiliza la FC de reserva mediante la fórmula propuesta por Karvonen (Alexandre et al., 2012). Además, en los últimos años ha aumentado la importancia de analizar la variabilidad de la frecuencia cardíaca en un deporte intermitente como el fútbol para examinar en detalle el comportamiento de la FC de recuperación ante diferentes tipos de estímulos. En la Figura 2 podemos ver que el comportamiento diferente de la FC a lo largo de un día (Buchheit, 2014). Es de gran importancia valorar la FC en los periodos de recuperación. Variabilidad de la Frecuencia Cardíaca (HRV) La HRV es considerada una variable de investigación esencial en la última década (Alexandre et al., 2012). El estudio de la Variabilidad de la Frecuencia Cardíaca se utiliza actualmente para monitorizar el rendimiento y/o estado de fatiga mediante un método no invasivo que permite evaluar la interacción entre el sistema simpático y el parasimpático del sistema nervioso (SN) y reflejar la capacidad de adaptación del corazón a los cambios fisiológicos. La HRV es la variación del tiempo entre latidos del corazón consecutivos (Task Force of The European Society of Cardiology and The North American Society of Pacing and Electrophysiology, 1996). Se puede estudiar en reposo, antes del ejercicio, durante el ejercicio, y justo después del ejercicio (Naranjo et al., 2015a). La HRV refleja la capacidad de reacción del corazón a diferentes demandas fisiológicas (Naranjo et al., 2015b). La actividad del corazón en reposo puede ser muy importante para planificar las cargas ya que existe una correlación positiva entre las medidas de referencia de los parámetros vagales del HRV y el VO2max después de un entrenamiento aeróbico (Boullosa et al., 2013; Naranjo et al., 2015a, 2015b; Proietti et al., 2017). Futbolistas con mayor HRV mediado de forma vagal y con mejores niveles de estado físico cardiorrespiratorio son más capaces de hacer frente a una carga

Figura 2. Ejemplo de las diferentes condiciones de la FC a lo largo del día. HR, frecuencia cardiaca; bpm, latidos por minuto; HRex, frecuencia cardiaca submáxima; HRR, frecuencia cardiaca post-ejercicio; HR(V), frecuencia cardiaca en periodo de recuperación. (Extraído de Buchheit et al., 2014)

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de entrenamiento dada, demostrando menores fluctuaciones de HRV durante la semana. (Esco, Flatt, & Nakamura, 2016). Es de gran importancia mantener altos niveles de actividad parasimpática cardiaca en deportistas para optimizar las adaptaciones del entrenamiento (Proietti et al., 2017). Esto es especialmente importante cuando se consideran los valores increíblemente bajos de HRV en deportistas con sobrentrenamiento (Mourot et al., 2004). En el estudio de Buchheit et al., la HRV es utilizada como parámetro para monitorizar la condición física de los jugadores y predecir cambios en el rendimiento durante la temporada (Buchheit et al., 2013). El análisis de la HRV se puede realizar mediante diferentes métodos de medida. Los más comunes para monitorizar la carga de entrenamiento mediante HRV es el análisis del dominio del tiempo (time domain, TD) y el análisis espectral (Pointcaré plot, PP) (Task Force of The European Society of Cardiology and The North American Society of Pacing and Electrophysiology, 1996)

Análisis de Dominio de tiempo (Time Domain – TD)

El análisis del dominio de tiempo da información sobre la actividad del sistema parasimpático. Se basa en diferentes variables que pueden ser obtenidas desde las medidas de los intervalos R-R o desde la diferencia entre dichos intervalos. Si se toman las medidas de los intervalos, se obtendrán las siguientes variables:

• Promedio R-R (ms): es la media de los intervalos R-R. Este dato se obtiene dividiendo la sumatoria de todos los intervalos entre el total de intervalos.

• SDNN (ms): desviación estándar de todos los intervalos R-R. Esta variable muestra la variación en cortos y largos periodos en cuanto a la variación en los intervalos R-R (HRV).

Por otra parte, las variables derivadas de la diferencia de los intervalos R-R son:

• NN50: es el número de intervalos adyacentes que varían por más de 50ms.

• pNN50 (%): es el número de intervalos adyacentes que varían por más de 50ms, expresado en porcentaje.

• rMSSD (ms): es el cuadrado de la raíz media de la unión de los intervalos R-R adyacentes. Provee un indicador del control cardiaco vagal (tono parasimpático).

Método análisis espectral (Pointcaré Plot – PP)

Refleja las fluctuaciones de la HRV. Su estudio ha permitido entender aún más los efectos de los sistemas simpático y parasimpático sobre la HRV. Los principales parámetros de medida en el análisis espectral son:

• Ondas de muy baja frecuencia (VLF): está alimentado por frecuencias menores a 0,04 Hz. Algunos autores consideran que la VLF está influenciada por el ritmo circadiano, el perímetro vasomotor y la termorregulación.

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• Ondas de baja frecuencia (LF): son componentes que están alrededor de 0,1 Hz. El poder de producción en la LF depende del tono simpático a causa de la actividad de los varoreceptores.

• Ondas de alta frecuencia (HF): componente sincronizado con la frecuencia de respiración. Está sobre un rango de 0,2 a 0,5 Hz dependiendo de la frecuencia respiratoria. Es considerado un indicador de la actividad vagal.

La cuantificación precisa de la actividad simpática es difícil de obtener. Sin embargo, la LF de la HRV en el análisis espectral está influenciado por el sistema nervioso simpático, además del parasimpático. Por lo que un cambio en la actividad simpática podría llevar a un cambio en LF. La LF no se ha estudiado mucho en el contexto del entrenamiento ya que es bien sabido que no es fiable evaluar la actividad nerviosa simpática cuando la FC es alta, como se produce durante la actividad física (Ravé & Fortrat, 2016).

Naranjo et al., añaden la tasa de estrés (SS) y el ratio simpático-parasimpático (S/SP) a este tipo de análisis para reflejar su relación real y el equilibrio de la HRV (Naranjo et al., 2015b, 2015a).

• SD1: representa los cambios cortos de tiempo en la onda RR. Está directamente relacionado con la actividad parasimpática.

• SD2: no está bien definida, pero es inversamente proporcional a la actividad simpática. Muchos estudios indican que durante el ejercicio se produce una clara relación entre la disminución de SD2 y la estimulación simpática.

• Ratio SD1:SD2: se usa normalmente para valorar la interacción entre ambos.

• SS (Nivel de Estrés): (1000x1/SD2) dado que SD2 es inversamente proporcional a la actividad simpática, se expresó la inversa de SD2 para obtener un valor directamente proporcional a la actividad simpática y así poder cuantificarlo de forma directa.

• S/SP: (SS:SD1) es la ratio entre la actividad simpática y la parasimpática.

Es casi imposible aislar completamente la modulación de las ramas simpáticas o parasimpáticas del SNA del nódulo sinusal con medias del HRV (Proietti et al., 2017). Sin embargo, hay una clara relación entre la disminución de SD2 y la estimulación simpática durante el ejercicio (Naranjo et al., 2015a). HRV y carga de entrenamiento Una mejora en la resistencia aeróbica está relacionado positivamente con la HRV de referencia y con los cambios en la HRV en respuesta al entrenamiento (Boullosa et al., 2013). En futbolistas profesionales de primera división de la liga española el comportamiento de las 3 variables de TD (SDNN, rMSSD, pNN50) es prácticamente idéntico. Todos están por encima de los valores de referencia de la Task Force (Naranjo et al., 2015a). Si aceptamos que los 3 representan la actividad del sistema parasimpático, se observa una zona inicial con valores más bajos durante la pretemporada y el primer mes de competición. A partir de ahí, hay una recuperación del tono parasimpático que, con variaciones, se mantiene en niveles altos hasta la fase final de competición (abril y mayo). En la cual,

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posiblemente debido la acumulación de partidos y su importancia decisiva, se produce una disminución del tono parasimpático en reposo (Figura 3). Igualmente, los valores de la PP muestran una trayectoria casi idéntica y muy similar a los parámetros del TD. Este comportamiento es consistente con el hecho de que SD1 refleja directamente la actividad parasimpática, mientras que SD2 tiene un comportamiento inverso a la estimulación simpática. Es muy probable que estos cambios lógicos en el TD y en PP puedan ser un indicador del estado de fatiga del grupo. En la Figura 4 podemos ver un esquema del funcionamiento del SNA de un deportista. En el estudio de Proietti et al. (2017), excepto para LF/HF, todos los índices investigados (SDNN, RMSSD, LF, HF, SS, S/PS) presentan una fiabilidad de muy alta a casi perfecta en fútbol. Los indicadores SDNN, RMSSD, y SS fueron de menos del 10%, lo que indica una baja variación individual de un día a otro. (Proietti et al., 2017).

Figura 4. Esquema del funcionamiento del SNA de un deportista. (Realizado por Guerrero-Calderón, B., extraído de Naranjo et al., 2015a)

La RMSSD es la variable más frecuente en el estudio de monitorización de deportistas debido a su relación con los cambios en el rendimiento y su capacidad de detectar estados de fatiga, predisponiendo a los deportistas a un estado de sobre-entrenamiento (Mourot et al., 2004). Buchheit propone un 3% como valor fijo mínimo que vale la pena para detectar cambios relacionados con adaptaciones positivas o negativas, midiendo lnSDNN, lnRMSSD, y lnSS. Mientras que un 10% es adecuado para medir S/PS (Buchheit, 2014). Los jugadores de mayor nivel presentan mayor índice vagal (parasimpático) y menor modulación simpática de FC, a pesar de que sus valores de FC son más altos debido al mayor tiempo de exposición a entrenamiento y competición de alto

Figura 3. Comportamiento del nivel de estrés (SS) y del ratio simpático/parasimpático (S/PS ratio) a lo largo de la temporada. Resultados en valores medios. (Extraído de Naranjo et al., 2015a)

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nivel. El mantenimiento de la alta actividad cardiaca vagal es una importante adaptación crónica al entrenamiento (Proietti et al., 2017). En un estudio de Buchheit, tras un aumento de la carga de entrenamiento se produce una reducción de la FC, posiblemente debido a una hiperactivación del SN parasimpático mediante vía central, cardíaco y/o mecanismos periféricos (Buchheit et al., 2013). Por el contrario, Thorpe et al. (2017) sugiere, aunque de forma especulativa, que es debido a una estimulación aguda del SN simpático por a un aumento de la FC submáxima después de un periodo corto de entrenamiento continuo. El nivel de estrés fisiológico (SS) y el ratio simpático-parasimpático (S/SP) resultaron ser de gran uso en el seguimiento y monitorización de la carga a lo largo de la temporada, ya que el equilibrio entre el sistema simpático y el parasimpático en cuanto a la carga de trabajo acumulada podría ser analizada con una simple información numérica (Naranjo et al., 2015a). Por otra parte, en el estudio de Ravé & Fortrat (2017), el entrenamiento aumentó la HRV total, pero no se dieron cambios claros en los indicadores espectrales vinculados al sistema simpático o parasimpático. Valorado en posición de pie, la HRV total aumentó cuando la carga era baja, mientras que no cambiaba cuando la carga aumentaba. En contra de lo esperado, la LF no disminuyó cuando se aumentó la carga (Ravé & Fortrat, 2016). Esto puede ser debido a que, para optimizar el aspecto condicional de los jugadores, después de cada sesión de alta intensidad, los dos siguientes días se bajaba la intensidad para permitir una buena recuperación y conseguir así un pico de forma. HRV y fatiga Podemos asumir que una pobre asimilación de las cargas de trabajo (las cuáles conducen a fatiga) se reflejarán en el estado de recuperación con una elevación del tono simpático y/o disminución del parasimpático (Naranjo et al., 2015a). La fatiga se ha definido como la inhabilidad para completar una tarea que anteriormente podía realizar en un periodo determinado de tiempo (Halson, 2014). Tiene poca probabilidad que el nivel de fatiga experimentado por el deportista en cualquier punto concreto de tiempo refleje correctamente la carga incurrida de la actividad del día anterior. Si reflejará la carga acumulada de varios días de entrenamiento (Thorpe et al., 2016). El uso del HRV para la detección temprana del sobre-entrenamiento está basada en los siguientes hechos: (Naranjo et al., 2015a)

• Las cargas de trabajo física producen estrés fisiológico manifestándose en una gran estimulación simpática.

• El proceso de recuperación implica la reducción de la estimulación simpática hacia el predominio parasimpático en reposo.

En definitiva, los índices de FC (HRV, FC de Recuperación, y FC submáxima) se usan mucho como método para medir las variaciones del SNA en el intento

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de entender el nivel de adaptación/fatiga del deportista y valorar así el estado de entrenamiento de los jugadores. Resulta un método más sensible a los cambios en las cargas cuando se hace un promedio de los 7 días de la semana en comparación con sola una medición diaria (Buchheit, 2014). Valorados por la mañana, la sensibilidad de las variables de fatiga a los cambios en la carga de entrenamiento generalmente no mejora cuando se compara con las cargas de más allá de los días previos al entrenamiento. Por lo tanto, es más efectivo valorarlo diariamente. El uso de la FC submáxima y FC de recuperación para predecir cambios en el rendimiento o en la fatiga tienen que tratarse cuidadosamente y ser interpretada junto a otras medidas del estado de fatiga, como los cuestionarios de wellness (Buchheit, 2014).

1.3. Análisis y estudio descriptivo del componente táctico en el fútbol. En el fútbol, el aspecto táctico es fundamental para realizar una correcta toma de decisiones y controlar las diferentes situaciones del partido con y sin balón (González-Víllora, Serra-Olivares, Pastor-Vicedo, & da Costa, 2015). Jugadores con bajo nivel técnico, pero con buen entendimiento táctico pueden llegar al fútbol de alto nivel. En cambio, no se da la misma situación al revés, ya que si los jugadores no tienen buen conocimiento táctico en un deporte complejo y cambiante como es el fútbol, no serán capaces de desarrollar adecuadamente sus habilidades (González-Víllora et al., 2015; Hughes & Bartlett, 2002). Por lo que hay dos variables del aspecto táctico que deben valorarse; variables de resultado, ‘qué hacer’; y de procedimiento, ‘cómo hacerlo’ (Castellano, 2018; Albin Tenga, Holme, Ronglan, & Bahr, 2010b). Durante un partido, existen 5 fases o ‘momentos’ clave del juego que se repiten continuamente (Figura 5) (Hewitt, Greenham, & Norton, 2016). En cada fase puede distinguirse diferentes estilos de juego.

Figura 5. Esquema de los 5 momentos del juego. (Extraído de Hewitt et al., 2016)

El estilo o sistema de juego (SJ) puede ser considerado como el comportamiento general o patrón de juego característico del equipo en su conjunto para conseguir

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unos objetivos en el juego en ataque y en defensa (Hewitt et al., 2016; Hughes & Bartlett, 2002). Cada estilo de juego está caracterizado por tener una serie de indicadores de rendimiento (IR) asociados (Castellano, 2018; Fernandez-Navarro, Fradua, Zubillaga, Ford, & McRobert, 2016; Hewitt et al., 2016; Goran Sporis et al., 2012). Los indicadores de rendimiento son un conjunto de acciones o gestos técnicos que tratan de definir los aspectos de rendimiento y que se asocian a elementos tácticos en ataque y en defensa (Hughes & Bartlett, 2002). En la Figura 6 se muestran una serie de factores del juego que contribuyen a mejorar el rendimiento. Estos IR se determinan en relación con la disposición de los equipos en el juego en la fase de ataque o defensa, las zonas del campo (Figura 7), momento del partido y estilo de juego en ataque y defensa (Sporis et al., 2012), además de interpretarse en función de variables de procedimiento o de resultado (Castellano, 2018). Para Hewitt et al. (2016), las variables más importantes son los movimientos del jugador y del balón, la interacción entre los jugadores y, de forma general, involucrarán elementos de velocidad, tiempo y espacio (ubicación).

Figura 6. Algunos aspectos que contribuyen al rendimiento. (Extraído de Hughes et al., 2002)

Fernández-Navarro et al. (2016) hace una revisión de artículos con datos de La Liga española y la Premier League inglesa y concluye que existen 12 SJ diferentes: 8 en ataque y 4 en defensa (Tabla 4). Cada equipo, en función de los jugadores que disponga y del entrenador, utilizará más unos IR u otros (Tabla 5), que definirán el SJ del equipo. Para Hughes et al. (2002), estos indicadores permiten valorar el rendimiento ofrecido por cada jugador de forma individualizada, por el equipo o de ciertos elementos del equipo. Para desempeñar correctamente las funciones en un SJ y que haya calidad en los movimientos, los jugadores deben saber cuándo, cómo y dónde moverse (Hewitt et al., 2016). Además, es importante considerar el rendimiento del equipo al que se enfrente a la hora de elegir el SJ más adecuado (Fernandez-Navarro et al., 2016; Hughes & Bartlett, 2002).

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Figura 7. División del terreno de juego en zonas. (Extraído de Fernández-Navarro et al., 2016)

Tabla 4. Estilos de juego en ataque y en defensa. (Extraído de Fernández-Navarro et al., 2016)

En ataque En defensa Directo Presión en bandas Posesión Presión en franja central Con centros Presión baja Sin centros Presión alta Posesión por las bandas Posesión por la franja central Progresión rápida Progresión lenta

Tabla 5. Indicadores de rendimiento (IR) en ataque y en defensa. (Extraído de Fernández-Navarro et al., 2016)

IR en Ataque IR en Defensa Posesión del balón Pases hacia delante Recuperaciones en zona 1 Posesión del balón en zona 1 Pases laterales Recuperaciones en zona 2 Posesión del balón en zona 2 Pases hacia atrás Recuperaciones en zona 3 Posesión del balón en zona 3 Pases de zona 1 a zona 2 Recuperaciones en zonas centrales Posesión en zonas centrales Pases de zona 1 a zona 3 Recuperaciones en bandas Posesión en bandas Centros Dirección de los pases Remates

Uno de los indicadores técnico-tácticos que mayor relación tiene con el rendimiento (ganar un partido) y de los que más se ha estudiado es la posesión (Bradley, Lago-Peñas, & Rey, 2014; Bradley et al., 2013; Castellano, Casamichana, & Lago, 2012; Lago-Peñas et al., 2010; Lago & Martín, 2007). Existen diferencias significativas entre los equipos de la parte de arriba de la tabla, con mayor posesión, respecto a los de mitad y final de la tabla, que cuentan con un porcentaje menor (Lago-Peñas et al., 2010). De forma contraria, la posesión no es una variable tan influyente en ligas más equilibradas, como en 2ª división de La Liga española, en la que no hay equipos tan destacados (Castellano, 2018). No obstante, es considerado como un indicador directo de

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rendimiento. Otro indicador de rendimiento que para algunos autores es considerado la clave del éxito del fútbol actual es el número de tiros a puerta, referido a los tiros entre los tres palos (Castellano, Blanco-Villaseñor, & Álvarez, 2011; Castellano et al., 2012; Lago-Peñas et al., 2010; Rampinini et al., 2009). En estos estudios, los equipos que ganan los partidos son los que realizan un mayor número de lanzamientos a puerta. Esto va en relación con el estudio de Castellano (2018), en el que muestra que marcar goles se relaciona con conseguir más puntos y, por consiguiente, quedar más arriba en la clasificación. De forma inversa, encajar goles se relacionaba con quedar peor clasificado en la tabla. Un mayor número de tiros aumenta las probabilidades de marcar gol. La aplicación de elementos técnicos ante diferentes situaciones y problemas en el transcurso del juego con el fin de avanzar con el balón, mantener la posesión, intentar robarle el balón al contrario, realizar un pase a un compañero, intentar marcar gol o intentar obstruir al contrario para que no marque es necesario (Bradley et al., 2016; Sporis et al., 2012). Castañer et al. (2017) realiza un estudio para intentar describir de forma objetiva el estilo particular para marcar goles de los dos mejores futbolistas del mundo; Cristiano Ronaldo y Messi. Se busca detectar sus patrones de movimiento y gestos técnicos que se relacionen con el éxito. Crear condiciones sin presión anticipándose a los movimientos de los contrarios, usar ambas piernas, usar el exterior del pie para regatear más rápido y tener una gran versatilidad para usar muchos recursos de gestos técnicos son el conjunto de habilidades que caracterizan a estas dos grandes estrellas (Castañer et al., 2017). Por otro lado, en el estudio de Rampinini et al. (2009) en la Liga italiana, se muestra que los jugadores de los mejores equipos cubren una distancia mayor a alta intensidad en posesión y realizan un mayor número de acciones con balón, comparado con los equipos de menos éxito. Por lo tanto, ambos aspectos deben considerarse ya que existe una fuerte relación entre el apartado condicional y las acciones técnicas (Bradley et al., 2014, 2013; Castellano et al., 2012; Lago-Peñas et al., 2010; Lago & Martín, 2007). Hay que tener en cuenta que estos indicadores técnicos están influenciados por factores contextuales como la localización del partido, la calidad del equipo rival, el marcador que se esté dando y los diferentes estilos o sistemas de juego (Lago & Martín, 2007). De forma generalizada, los mejores equipos muestran mayor éxito en acciones técnicas que los equipos de peor nivel (Bradley et al., 2016). Hay que tener en cuenta que algunos indicadores de rendimiento deben valorarse de forma conjunta a otros, valorando la proporción existente entre ambos, y no de forma aislada, ya que pueden dar lugar a errores en la interpretación del rendimiento pasando por alto aspectos importantes. Por ejemplo, si sólo se valora el número de pérdidas de balón sin tener en cuenta cuántas posesiones ha tenido el equipo, no nos dará un dato de rendimiento real. Ya que un equipo puede tener más pérdidas que el contrario pero contar con un número mucho mayor de posesiones, por lo que la proporción posesión-pérdidas será menor en el primer caso (Hughes & Bartlett, 2002). En el fútbol, existen una serie de principios tácticos en ataque y en defensa (Tabla 6) que, realizados de forma efectiva, ayudará a los equipos a manejar

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correctamente el espacio de juego y solucionar los diferentes problemas y situaciones que vayan sucediéndose durante el partido (Rechenchosky et al., 2017). Según la posición, existen diferencias en el desarrollo de los diferentes aspectos tácticos: los delanteros y centrocampistas son los que mejor desarrollan la unidad ofensiva manteniendo la posesión y transmitiendo seguridad al equipo, siendo los centrocampistas los que presentan mayor control de la situación. En el aspecto defensivo, lógicamente son los defensas los más eficientes en evitar la progresión de los atacantes del equipo contrario. Aquí, los centrocampistas deben servir de apoyo a los defensores. No obstante, aunque se ha demostrado que según la posición un jugador estará más especializado en un ámbito u otro, en el fútbol hay cambios continuos de posesión, por lo que es necesario dominar tanto el aspecto defensivo como el ofensivo (Rechenchosky et al., 2017). Del estudio de Castellano (2018), se concluye que el aspecto defensivo tiene mayor relación con la acumulación de puntos en ligas más igualadas, como sucede en la 2ª división española. Por el contrario, en 1ª división, el aspecto ofensivo parece tener mayor relación con el éxito. De igual manera, los jugadores tienen que ser capaces de realizar rápidas transiciones de ataque a defensa, para evitar un contraataque; y de defensa a ataque, para intentar aprovecharse de una posible situación de desequilibrio en la defensa rival. De hecho, la transición de defensa a ataque cerca de la portería rival se considera la acción táctica con mayor riesgo (Sporis et al., 2012). Tabla 6. Principios de las diferentes categorías en ataque y en defensa. (Extraído de Rechenchosky et al., 2017)

Principios Descripción

En Ataque

Penetración Movimiento del jugador con el balón hacia la portería contraria.

Cobertura en ataque Apoyo en el ataque al jugador que tiene el balón. Movilidad en profundidad Movimiento de los jugadores entre la última línea de

defensores y la portería contraria.

Amplitud y profundidad Movimiento del jugador para extender y usar el espacio de juego efectivo.

Unidad en ataque Movimiento de la última línea de defensores hacia los centrocampistas ofensivos para apoyar a los compañeros en la acción de ataque.

En Defensa

Ralentización del contrario Acciones para ralentizar el intento del contrario de avanzar con el balón.

Cobertura defensiva Apoyar en defensa al jugador ‘retrasado’.

Equilibrio

Posicionamiento de los defensores sin balón en reacción a los movimientos de los atacantes para intentar conseguir estabilidad numérica o superioridad respecto al oponente.

Bloque defensivo Posicionamiento de los defensores sin balón para ocupar el espacio vital y proteger el área.

Unidad en defensa Posicionamiento de los defensores sin balón para reducir el espacio de juego efectivo de los contrarios.

Para el estudio y análisis del aspecto táctico, hay que considerar la interacción con el oponente y no analizar la relación entre dos equipos o jugadores contrarios aisladamente, ya que el sistema de juego ofrecido por el rival influirá en el rendimiento ofrecido del equipo (Tenga et al., 2010b). La interacción de las diferentes posiciones en un determinado sistema táctico y la combinación con otros sistemas puede dar información importante para

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establecer objetivos y estrategias para la preparación física, el partido y la recuperación (Alexandre et al., 2012). Por otro lado, existen diferencias en las demandas fisiológicas del juego según el estilo de juego y la cultura de cada país (Dellal et al., 2011). Las acciones a balón parado es un aspecto que cada vez tiene mayor relevancia en el fútbol. Se marcan más de un 30% de los goles en partidos de máximo nivel desde una acción a balón parado, de forma directa (falta al borde del área) o de forma indirecta (P.ej., córner). Por lo que es muy importante tener acciones de estrategia a balón parado tanto en ataque como en defensa previamente planificadas y bien entrenadas, además de tener jugadores especialistas en este tipo de acciones (Hewitt et al., 2016). Sobre esta acción del juego tiene influencia el nivel de la liga en la que se está participando y el equipo al que se enfrenta. Castellano (2018) se muestra en su estudio que en primera división de La Liga española las faltas y córners a favor y en contra tuvieron una relación moderada con los puntos finales conseguidos de forma positiva y negativa, respectivamente. En cambio, no se dio la misma situación con equipos de 2ª división (Castellano, 2018). Sistema de juego en Ataque La finalización a portería constituye la acción del juego más importante. Todas las demás acciones, tanto en ataque como en defensa, actúan como apoyo en esta fase del ataque (Sporis et al., 2012). Normalmente serán los jugadores que jueguen por la franja central (delanteros centro y centrocampistas) del campo los primeros en llegar a zona de finalización. Igualmente, las zonas de ataque se solapan. Por lo que mantener la posesión durante el ataque es de gran importancia, asó como llegar a zona de finalización y tirar a portería (Sporis et al., 2012). Los contraataques y el juego directo son tres veces más efectivos que los ataques elaborados cuando se juega con una defensa desorganizada, pero no cuando se juega contra una defensa bien organizada (Lago-Ballesteros, Lago-Peñas, & Rey, 2012; Tenga et al., 2010b; Tenga, Holme, Ronglan, & Bahr, 2010a). Que los contraataques sean más efectivos no es sorprendente ya que el objetivo principal es provocar desequilibrios en la defensa para conseguir penetrar por los espacios libres. Para Sporis et al. (2012), aquí los interiores y los delanteros tienen un rol muy importante ya que se buscará llegar a ellos rápidamente con pases largos para conseguir finalizar. De hecho, un IR asociado a este sistema de juego directo son los pases desde zona 1 a zona 3 (Fernandez-Navarro et al., 2016). No obstante, aunque los contraataques son una técnica eficiente del juego, no es tácticamente aceptable como base del estilo de juego en ataque de un equipo (Sporis et al., 2012). En cambio, los ataques elaborados buscan jugar de un lado a otro para causar desequilibrios en la defensa rival e intentar crear huecos libres para crear opciones de ataque con pases en profundidad, acciones en superioridad, etc. Realizar muchos pases hacia atrás sugiere una lenta progresión de la posesión. Con estos pases los equipos tratan de asegurar la posesión del balón apoyándose en un pase a un compañero situado por detrás de la posición del balón para crear espacios moviendo al equipo rival creando así nuevas oportunidades de ataque. La capacidad de

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realizar pases cortos y largos, y la habilidad individual de los jugadores influirá en la efectividad de realizar un SJ u otro (Fernandez-Navarro et al., 2016). En cuanto al número de pases, las posesiones largas son más efectivas de cara al gol que las posesiones cortas cuando se juega contra defensas desequilibradas (Lago-Ballesteros et al., 2012; Tenga et al., 2010b). Para Tenga et al. (2010b), un número relativamente alto de pases (5 o más) es más efectivo para provocar desequilibrios en la defensa del equipo contrario que en crear espacios entre los defensores. Además, cuanto más avanzado se inicie la posesión mayor será la probabilidad de hacer gol (Lago-Ballesteros et al., 2012; Tenga et al., 2010b). Utilizar un SJ con mayor tiempo de posesión en la franja central o por bandas dependerá de los jugadores que disponga en cada zona (Fernandez-Navarro et al., 2016). Los equipos que juegan con amplitud en la posesión colocan a los mejores jugadores por las bandas y acumulan jugadores en esas zonas. Para Hewitt et al. (2016), el equipo atacante debería utilizar el espacio de ataque con amplitud y profundidad para aumentar la superficie de juego. Esto permitirá arrastrar a los defensores del equipo contrario a zonas del campo determinadas para crear espacios libres en las zonas más peligrosas (Hewitt et al., 2016). La posesión del balón en zona 3 del campo, en la franja central y por bandas son IR asociados con este factor (Fernandez-Navarro et al., 2016). Los equipos que realizan muchos centros a área rival tienen un porcentaje de posesión mayor en zona 1, eso posibilita que los jugadores de banda tengan más tiempo para moverse en espacios más amplios y realizar centros (Fernandez-Navarro et al., 2016). Este aspecto técnico-táctico puede ser muy efectivo en equipos que tengan buenos pasadores en largo por las bandas y delanteros que sepan desmarcarse creando espacios en el área rival, con buen cabeceo y remate a un toque. Además, puede ser efectivo con los equipos que fallan mucho en la disputa aérea (por ejemplo, aprovechar la superioridad en altura de los delanteros frente a los defensores rivales). En cambio, el juego con centros puede ser también un gran riesgo por la posibilidad de que el equipo contrario robe la posesión del balón y realice un contraataque, teniendo a un número significativo de jugadores abiertos en las bandas. Los pases en penetración aumentan la probabilidad de gol (Tenga, Mortensholm, & O’Donoghue, 2017; Tenga et al., 2010b). En el estudio de Tenga et al. (2017), los equipos que ganaban realizaban un mayor porcentaje de acciones con balón en penetración hacia zonas peligrosas jugando con defensas desequilibradas. Esto implica que los equipos que ganan son más efectivos en explotar los desajustes que se producen en la defensa contraria (Tenga et al., 2017). Es por ello que la movilidad en profundidad es un principio táctico crucial en el ataque, moviéndose entre los jugadores de la última línea defensiva y por detrás para intentar “ganar” la espalda (Rechenchosky et al., 2017; Tenga et al., 2017). La calidad y nivel de los jugadores, junto al modelo de juego planteado por el equipo influirá en el desarrollo de estas acciones de forma eficiente. Por último, la eficiencia en las situaciones de 1 vs 1 es un aspecto técnico-táctico de gran transcendencia. En un estudio con equipos de élite, los jugadores de los

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equipos que ganan muestran mayor eficiencia en los duelos de 1x1 que los jugadores de los equipos que pierden (Szwarc, Kromke, Radzimiński, & Jastrzębski, 2017). Además, es importante salir con éxito de estas acciones en diferentes zonas del campo (por bandas, en el centro de campo para ‘romper’ una línea defensiva, etc.). Sistema de juego en Defensa Para Sporis et al. (2012), la fase defensiva es menos compleja que el ataque. No obstante, se requiere el uso y combinación de un gran número de acciones tácticas defensivas para conseguir resolver los problemas y situaciones de ataque que plantee el equipo rival durante el partido de forma eficiente (Sporis et al., 2012). Un principio defensivo es retrasar el avance del contrario restringiendo las opciones de pase, cerrando espacios libres, etc (Hewitt et al., 2016). Según el estilo de juego defensivo que utilice un equipo, intentará recuperar el balón por la franja central o por bandas (Fernandez-Navarro et al., 2016). Los mejores equipos normalmente recuperan el balón por la franja central. La utilización de un sistema u otro dependerá de la formación táctica (número de jugadores por zona), de la capacidad de los defensores y/o de la habilidad de los atacantes contrarios. Ya que el ataque tiene mayor prevalencia que la defensa, el SJ ofensivo de un equipo puede afectar al estilo defensivo utilizado por el rival. En el fútbol profesional, los equipos realizan a menudo sistemas defensivos mixtos, en el que unos jugadores hacen defensa zonal y otros realizan un marcaje individual al hombre. La orientación corporal de la línea defensiva (Sporis et al., 2012) y mantener un buen bloque defensivo es muy importante para cortar la progresión del equipo contrario, reduciendo el espacio de juego efectivo y el juego entre líneas, evitando dejar espacios libres (Rechenchosky et al., 2017). Para Sporis et al. (2012), son los centrales los que marcan los movimientos de la línea defensiva para cerrar todos los ‘pasillos’ que se puedan crear, dando las órdenes e indicaciones pertinentes al resto de defensores. El número de recuperaciones de balón en zona 3 es un indicador de rendimiento del sistema defensivo de presión alta o baja (Fernandez-Navarro et al., 2016). Realizar presión alta supone asumir un riesgo ya que se crean espacios detrás de los primeros defensores, o entre los jugadores en el caso de que la presión no se realice de forma compacta. Sin embargo, aumenta la probabilidad de crear oportunidades de gol si se recupera el balón rápido (Fernandez-Navarro et al., 2016). En los contraataques, el objetivo principal de los defensores es ralentizar el ataque del contrario con una rápida y eficiente distribución de los jugadores en el campo, evitando que se aprovechen de una situación de desequilibrio de la defensa. Para impedir que los atacantes se acerquen al área, los defensores situados en la franja central deberán frenar el avance de éstos (Sporis et al., 2012). En un estudio de Tenga et al. (2010), los sistemas defensivos hacia las acciones de ataque que acaban en tiro a puerta, comparado a los que no acaban con tiro, tendían a acumular un mayor número de defensores en relación a los atacantes

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rivales, y una distancia media mayor entre el atacante poseedor del balón y el defensor más cercano (Tenga et al., 2010b). Para Hewitt et al. (2016), acumular jugadores en el área propia en determinadas situaciones aumenta la efectividad de la estructura defensiva. Es importante también analizar cada situación en un determinado contexto ya que los equipos alteran su estilo de juego según las diferentes condiciones que se estén dando durante el partido. Cuando el equipo va perdiendo, juega en casa y contra un equipo fuerte, se adelanta la zona de recuperación del balón y la posición de la línea defensiva y delanteros. En cambio, cuando el equipo va ganando, juega fuera y se enfrenta a un equipo de nivel similar, se retrasa la posición de la línea defensiva (Santos, Lago-Peñas, & García-García, 2017).

1.4. Estudio descriptivo de las técnicas empleadas en determinadas situaciones del encuentro.

Como se ha visto anteriormente, existen multitud de factores que pueden condicionar el tipo de juego de un equipo, cambiando por completo la planificación previamente planteada, teniendo que adaptase a una nueva situación. Hewitt et al. (2016) diferencia entre estrategia y táctica: la estrategia se define como todo los planes, principios o acciones de juego planificados previo al partido con el objetivo de organizar la actividad del equipo y los jugadores durante el partido; y la táctica involucra todas las acciones realizadas por los jugadores voluntariamente durante el partido con el objetivo de adaptarse a las necesidades inmediatas y cambiantes del partido. Por lo que la táctica cambia continuamente según las diferentes situaciones del partido (Hewitt et al., 2016). Factores contextuales como el resultado que se esté dando, que se produzca alguna lesión, que haya jugadores amonestados, la presencia de determinados jugadores en una zona u otra del campo, etc. afectará continuamente a la táctica que desempeñe el equipo. De la misma manera, la idea de juego de los entrenadores, la localización del partido, la necesidad de un resultado concreto o el nivel del equipo al que se enfrenta son aspectos que han de considerarse previamente para establecer la estrategia para un partido. Para establecer una estrategia o idea de juego, es crucial tener en cuenta las características y nivel del equipo y de los jugadores (Fernandez-Navarro et al., 2016; Hewitt et al., 2016). Los equipos que cuentan con jugadores con mucha calidad y precisión en los pases podrán realizar ataques organizados, moviendo el balón pacientemente de un lugar a otro del campo buscando desequilibrar a la defensa rival y que se creen huecos para intentar penetrar. Por otro lado, si los equipos cuentan con jugadores de banda rápidos y precisos, y delanteros altos y buenos cabeceadores, el estilo de juego en ataque puede ser buscar continuamente pasar a los jugadores de banda para que éstos consigan poner centros al área buscando el remate aéreo de los delanteros. Además, según el estudio de Szwarc, las situaciones de 1x1 en los primeros minutos son de gran transcendencia para resolver el partido (Szwarc et al., 2017), por lo que dar el balón a los jugadores más habilidosos en los primeros minutos para que busquen superar a sus oponentes e intenten marcar gol puede ser una buena estrategia de juego en ataque. En cambio, si un equipo no dispone de jugadores muy habilidosos en ataque, una buena idea de juego puede ser crear un bloque

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defensivo sólido, e intentar realizar contraataques muy rápidos al robar el balón aprovechando el desajuste posicional de la defensa rival. De cualquier manera, no hay que olvidar que el fútbol es un deporte complejo y en continuo cambio, teniendo los jugadores que adaptarse a las diferentes situaciones que se puedan crear en el transcurso del partido, aún siendo contrario a lo previamente planificado. Por ejemplo, si un equipo plantea una idea de juego defensivo buscando aprovechar los contrataques, pero encaja un gol en los primeros minutos, el planteamiento del partido cambia por completo. Por lo que es importante que los jugadores estén preparados para diferentes situaciones que se puedan dar a lo largo de un partido. El aspecto condicional también debe tenerse en consideración para establecer la estrategia de un equipo ya que existen diferencias en las características físicas según la posición y la formación táctica planteada. Por ejemplo, la formación 3-5-2 es en la que mayor distancia total y distancia a alta intensidad se recorre, mientras que en el 4-2-3-1 es donde se producen mayor número de aceleraciones y de frenadas; el delantero en el 3-5-2 cubre un 45% más de distancia a alta intensidad que en el 4-2-3-1 y un 49% de aceleraciones en el 4-3-3 comparado con el 4-2-3-1. (Tierney et al., 2016). Tierney concluye que, de forma general, la formación ‘3-5-2’ es la que mayor exigencia física requiere.

1.5. Medios de valoración subjetiva de la capacidad de los jugadores. La valoración del esfuerzo de los jugadores por medio de escalas subjetivas es un método fácil, barato y fiable de cuantificar la carga interna de los deportistas. Los datos recogidos servirán tanto para la optimización de rendimiento como para la prevención de lesiones (Brink et al., 2010; Gabbett, Whyte, Hartwig, Wescombe, & Naughton, 2014; Gaudino et al., 2015; Malone et al., 2015; Malone, Owen, Newton, et al., 2017; McLaren et al., 2017; Nassis & Gabbett, 2017; Owen et al., 2015; Saw, Main, & Gastin, 2016). Escala subjetiva del esfuerzo – RPE Existe una gran correlación del RPE con valores de la frecuencia cardiaca en fútbol (Foster et al., 2001; Foster, Rodriguez-Marroyo, & de Koning, 2017; Gaudino et al., 2015; Impellizzeri, Rampinini, Coutts, Sassi, & Marcora, 2004; Thorpe et al., 2016, 2017). Por su facilidad de uso y fácil aplicación por los jugadores, el método más utilizado es la escala CR10 de Börg (Foster et al., 2001). Foster et al., con la idea de mejorar la monitorización de la carga de entrenamiento en deportes de equipo de naturaleza intermitente y superar las limitaciones que presenta el concepto de “impulso de entrenamiento” (TRIMP) desarrollado por Banister, basado en la monitorización de la FC. Foster multiplica el valor de RPE por la duración de la sesión, expresada en minutos, para obtener una unidad arbitraria de carga (UA), siendo un método de valoración de la carga interna mucho más preciso para evaluar actividades intermitentes de alta intensidad. Además, gracias a esta técnica de RPE derivada de TRIMP, se pueden obtener otros datos como el índice de monotonía (Monotony) y el de tensión o fatiga (Strain) (Foster et al., 2001). El índice de monotonía es una medida de la variabilidad diaria del entrenamiento que se ha comprobado que

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está relacionado con el inicio o la aparición de síntomas de sobrentrenamiento cuando un entrenamiento con un alto índice de monotonía se combina con cargas altas de entrenamiento, se calcula dividiendo la carga media de entrenamiento diaria entre la desviación estándar. El índice de fatiga es la carga semanal por el índice de monotonía, está relacionado con el sobrentrenamiento y la aparición de problemas físicos en atletas de élite. En los últimos años se ha estudiado la correlación entre marcadores de carga externa con valores subjetivos de esfuerzo de RPE (Gaudino et al., 2015; Thorpe et al., 2016, 2017). Gaudino et al. (2015) encuentra buena correlación de la percepción subjetiva del esfuerzo con los parámetros de distancia total a alta intensidad, número de aceleraciones y desaceleraciones y número de impactos, expresados en valores de carga total y en valores de intensidad (carga por minuto) en jugadores profesionales de fútbol. Obteniendo una mejor correlación con los valores totales de carga. En línea con el estudio de Foster et al. (2001), utiliza el valor de UA, multiplicando los valores de RPE por la duración de la sesión, resultando en un valor más exactos. De una revisión reciente, se concluye que la distancia de carrera total parece ser la variable con mayor relación con la carga de entrenamiento interna y con la intensidad, y las medidas de carga externa tienen una asociación muy fuerte con el RPE por la duración (McLaren et al., 2017). Según el día de partido, la carga de UA de los entrenamientos es diferente (Figura 8). La carga más baja se muestra el día posterior al partido, y un aumento estadísticamente significativo de la carga para los entrenamientos 2 y 4 días post-partido. Durante los dos días siguientes (día 5 y 6), hay una reducción de las cargas (Thorpe et al., 2016). Los rangos generales en el fútbol oscilan entre 300-500 UA para las sesiones de baja intensidad y entre 700-1000 UA para las sesiones de mayor intensidad (Gabbett, 2016). Tener valores muy altos de carga aumenta el riesgo de lesión (Blanch & Gabbett, 2015; Brink et al., 2010; Gabbett, 2016; Malone, Owen, Newton, et al., 2017). Un mayor estrés físico está relacionado con un aumento de lesiones traumáticas (Brink et al., 2010). En este estudio, el tiempo de entrenamiento durante la semana, la carga, el índice de monotonía y el de fatiga fue mayor en los jugadores que se lesionaron comparado con los que no se lesionaron. En cambio, a diferencia de otros autores, este no encontró diferencias significativas entre el estrés físico y las lesiones por sobreuso.

Figura 8. Carga de entrenamiento (en unidades arbitrarias, UA) a lo largo de la temporada. ¥ Diferencia significativa vs día previo partido. + Diferencia significativa vs día de partido. *Diferencia significativa vs 2 día previo partido. # Diferencia significativa vs 4 días previo partido. Abreviación: RPE-TL, valor del esfuerzo percibido multiplicado por la duración de la sesión. (Extraído de Thorpe et al., 2016)

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En pretemporada los rangos de carga son diferentes (Figura 9). Gabbett desarrolló en 2010 un modelo de predicción de lesiones musculares sin contacto con jugadores de rugby. Según el modelo, existe entre un 50-80% de probabilidades de sufrir una lesión durante la pretemporada si la carga de entrenamiento está entre 3000 y 5000 UA. En cambio, durante el periodo competitivo estos umbrales de carga capaces de soportar por los jugadores se redujeron considerablemente, de 1700 a 3000 UA (indicada por la flecha y el desplazamiento de la curva a la izquierda) (Gabbett, 2010). En la parte empinada de la curva de carga-lesión de entrenamiento de pretemporada (indicada por el área sombreada en gris), los cambios muy pequeños en la carga de entrenamiento pueden provocar aumentos muy grandes del riesgo de lesión. El problema no es una carga alta de entrenamiento, sino que se prescriba de forma inapropiada. Excesivos o rápidos aumentos en la carga son responsables de un gran número de lesiones musculares sin contacto (Blanch & Gabbett, 2015; Gabbett, 2016). Sin embargo, Gabbett (2016) concluye que el entrenamiento para desarrollar las capacidades físicas es un mecanismo protector de lesiones. Para minimizar el riesgo de lesión, la carga de una semana respecto a otra no debe ser superior al 10%. Para Malone et al. (2017), cambios en la carga de una semana a otra superior a 350-550 UA aumentan el riesgo de lesión. En otro estudio con un deporte de contacto como el rugby, los jugadores que exceden la carga de entrenamiento semanal tenían 70 veces más probabilidades de sufrir una lesión muscular sin contacto (Gabbett, 2010). Hay que realizar un trabajo intenso en los entrenamientos para que los jugadores estén preparados para la competición, pero hay que tener cuidado de no excederse para que no entren en riesgo de lesión. Hay que buscar el equilibrio de cada jugador. Para Gabbett (2010), la pretemporada es un buen momento para poner cargas altas y ver la susceptibilidad de cada jugador ante situaciones de estrés físico. Esto permite comprobar qué jugadores toleran mejor las cargas y cuáles son más sensibles a lesionarse. Por otro lado, es muy importante tener en consideración la variabilidad de la carga de una semana a otra ya que existe una relación positiva entre la carga semanal, los cambios semana a semana y el consiguiente riesgo de lesión (Gabbett, 2016; Malone, Owen, Mendes, et al., 2017). Esto se conoce como ‘acute:chronic workload ratio’ (A:C ratio), que es la variabilidad de la carga aguda respecto a la carga crónica acumulada (Gabbett, 2016) y permite conocer tanto el estado de preparación del deportista como el riesgo de lesión. La carga aguda

Figura 9. Relación entre carga de entrenamiento, fase y probabilidad de riesgo de lesión en deportistas de élite. (Extraído de Gabbett et al, 2010)

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puede ser considerada la carga de una sesión, de una semana o un microciclo establecido, y es análoga de fatiga. Mientras que la carga crónica es el rolling de las 3 a 6 semanas anteriores, y es análogo del estado de ‘fitness’. Malone et al. (2017) consideran que es necesario la monitorización para llevar un seguimiento adecuado de los jugadores de la carga de entrenamiento semanal, los cambios de una semana a otra, la carga acumulada de dos semanas, la carga de 3 semanas y la carga de 4 semanas, además del A:C ratio. Para conseguir un buen estado de preparación, hay que tener la mínima fatiga (carga aguda baja) y un fitness alto (carga crónica alta) (Gabbett, 2016; Gabbett, Hulin, Blanch, & Whiteley, 2016). En cambio, cargas agudas altas y carga crónica baja aumenta el estado de fatiga, siendo un factor de riesgo (FR) importante de lesión ya que las cargas de entrenamiento altas se asocian con un mayor FR. Sin embargo, para Gabbett (2016) restringir las cargas en un intento de reducir el riesgo de lesión es un error. Si se reducen las cargas de los entrenamientos es probable que, durante la competición, cuando se requiera que el jugador realice acciones de intensidad máxima, no esté suficientemente preparado para ello, aumentando considerablemente la probabilidad de sufrir una lesión. En el fútbol, el rango de seguridad para proteger a los jugadores del A:C ratio es de 1 a 1,25 UA (Malone, Owen, Mendes, et al., 2017). Si los jugadores tienen buena capacidad física tolerarán cargas mayores a 1,25 UA del A:C ratio. La Figura 10 ilustra gráficamente la forma de interpretar el A:C ratio realizado por Blanch & Gabbett (2015). La zona verde (Sweet Spot) muestra el rango de la ratio de carga adecuado para reducir las probabilidades de lesión. Por el contrario, la zona roja (Danger Zone) ilustra la zona a partir de la cuál aumenta el riesgo de lesión. Subidas de ratio mayores a 1,5 es predictivo de lesiones (Blanch & Gabbett, 2015). Rápidas o largas pendientes empinadas en la gráfica aumentan el riesgo de lesión (Blanch & Gabbett, 2015; Gabbett et al., 2016). De la misma manera, se daban resultados similares cuando se relacionaba la distancia a alta intensidad y a sprint con lesiones en futbolistas de élite; el FR de lesión era mayor cuando se producían grandes o rápidos aumentos de una semana a otra (Malone, Owen, Mendes, et al., 2017). El valor del A:C ratio a partir del cuál aumentaba el riesgo de lesión para la distancia a alta intensidad fue mayor a 1,25; mientras que para la distancia a sprint fue mayor a 1,35. De la misma manera, una carga crónica alta y una buena capacidad aeróbica puede ser considerado un mecanismo protector de lesiones (Malone, Owen, Mendes, et al., 2017; Malone, Owen, Newton, et al., 2017). Debido a que las cargas altas pueden conseguirse de diferentes formas (volumen, intensidad, frecuencia) es erróneo considerarlas como el mismo FR. El tipo de carga puede resultar un importante predictor de lesión (Gabbett, 2016). El A:C ratio también se utiliza para la decisión de ‘Return To Play’ (RTP) tras una lesión ya que es muy importante considerar la cantidad de entrenamiento que el deportista realiza durante el periodo de readaptación para conseguir un estado de preparación óptimo para hacer frente a las demandas del juego (Blanch & Gabbett, 2015). La carga acumulada en una semana en relación a las 4 anteriores es crucial para una correcta decisión de RTP. Por lo tanto, aunque los mejores equipos prefieren basarse en medidas de carga externa (Nassis & Gabbett, 2017), la utilización de una escala de percepción subjetiva del esfuerzo (RPE), como el CR10 de Börg, es un método sencillo,

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barato y fiable para monitorizar la carga interna de entrenamiento en el fútbol (Foster et al., 2017; Impellizzeri et al., 2004).

Figura 10. Relación 'acute:chronic workload ratio’ con probabilidad de lesión con datos extraídos de 3 deportes diferentes. (Extraído de Blanch & Gabbett, 2015, modificado por Gabbett, 2016)

Percepción subjetiva de Bienestar: Well-Being o Wellness El estrés que supone el entrenamiento y la competición en los jugadores hace que cambie su estado físico y psicológico (Well-Being) a lo largo de un continuo, que va desde una fatiga aguda hasta llegar a extralimitarse y, en algunos casos, puede dar lugar al síndrome de sobrentrenamiento (Fry, Morton, & Keast, 1991). Realizar un control individualizado y valoración del estado de los jugadores mediante evaluaciones subjetivas es un método adecuado de monitorización (Fry et al., 1991; Hooper & Mackinnon, 1995; Saw et al., 2016; Selmi et al., 2017). Los medios de valoración subjetiva del bienestar del deportista más comunes son el perfil del estado anímico (POMS), incluyendo sus variantes; el cuestionario del nivel de estrés y recuperación de deportistas (RESTQ-S) y el análisis diario de las demandas de los deportistas (DALDA) (Saw et al., 2016). Saw et al. (2016) realiza una revisión sistemática sobre si las valoraciones subjetivas reflejan de forma precisa los cambios en el bienestar (Well-Being) de los deportistas (medido de forma objetiva por indicadores fisiológicos y biomecánicos) y si esas medidas subjetivas respondían a los cambios agudos o crónicos en la carga de entrenamiento. Las medidas objetivas generalmente no responden adecuadamente a cambios agudos en la carga. Por ejemplo, existe evidencia moderada que la creatina quinasa (CK) aumenta y disminuye con la carga aguda de entrenamiento. En cambio, se encontró que la CK no respondía a los cambios en la carga de entrenamiento crónico, probablemente debido al daño muscular mínimo provocado por el entrenamiento acostumbrado (Brancaccio, Maffulli, & Limongelli, 2007). Además, en casos de síndrome de sobrentrenamiento, las respuestas crónicas también son inconsistentes. Se encontró que la CK no responde a cambios crónicos, cuestionando su utilidad como indicador de control de wellness (Hooper & Mackinnon, 1995). Por el

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contrario, las medidas subjetivas, principalmente la alteración del estado anímico, la percepción del estrés-recuperación y los síntomas de estrés, si respondieron a cambios en las cargas de entrenamiento tanto de forma aguda como crónica, reflejando las subidas y bajadas de las cargas aplicadas (Saw et al., 2016). Debido a la falta de sensibilidad de las medidas objetivas a los cambios en el Well-Being de los deportistas, su utilidad principal puede radicar en utilizar los valores de medición para su posterior cuantificación y prescripción de entrenamiento (distancia alta intensidad, número de aceleraciones, umbrales de lactato, etc) ya que sus resultados no reflejan necesariamente la posición del deportista en un continuo. La falta de asociación entre medidas subjetivas y objetivas apoya la idea de incluir de forma complementaria ambos métodos de evaluación en el control del entrenamiento (Saw et al., 2016). El cuestionario RESTQ-S (Anexo 1) es el único que responde a medidas de carga agudas y crónicas. Dentro de este cuestionario, las subescalas comunes para ambos tipos de carga son una escala de estrés (fatiga) y tres de recuperación (recuperación física, bienestar general, estado de forma) (Saw et al., 2016). El MTDS es otro test subjetivo más reciente cuya gran ventaja respecto al RESTQ-S es que incluye las variables de alteración del estado anímico, estrés y síntomas de comportamiento, con un menor número de ítems (22 respecto a las 76 del RESTQ-S). Según la revisión de Saw, para la práctica los profesionales deberían elegir que subescalas independientes consideran que pueden ser de mayor utilidad para monitorizar el bienestar de los deportistas. No obstante, el RESTQ-S es un método más preciso de valoración al considerar las cargas agudas y crónicas. Para monitorizar los cambios agudos en el wellness y llevar un control diario las subescalas más útiles son: vigor/motivación, síntomas físicos/lesión, estrés no-entrenamiento, fatiga, recuperación física, salud/bienestar general, estar en forma. Estas variables proporcionan a los profesionales una idea de la capacidad de los jugadores de realizar el entrenamiento ese día, pudiendo usar los datos para realizar los ajustes individuales necesarios de las cargas (Fry et al., 1991; Hooper & Mackinnon, 1995; Saw et al., 2016). El test DALDA puede resultar útil para monitorizar el wellness agudo ya que incluye subescalas que corresponden a síntomas de estrés (estrés no-entrenamiento, fatiga, recuperación física, salud/bienestar general, estar en forma) (Rushall, 1990). Las otras 3 subescalas (conflictos/presión, auto-regulación, falta de energía) serían útiles para valorar el bienestar crónico. Por otro lado, en la revisión de Saw se concluye que hay subescalas que no son sensibles a los cambios en la carga. La subescala ‘depresión’ de la escala POMS no respondía a los cambios a pesar de que la depresión es un síntoma de sobrentrenamiento. Esto puede ser debido a diferentes patrones de alteración del estado anímico entre deportistas extralimitados y sobrentrenados, y la depresión sólo aumenta en síndrome de sobrentrenamiento. Por lo que incluir esta subescala es útil y válida si el deportista progresa hacia ello. Thorpe et al. (2016) encuentra una correlación de moderada a fuerte entre los valores de fatiga percibida, calidad de sueño y el daño muscular inducido por el ejercicio por el ejercicio (DOMS) con la carga de entrenamiento programada

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durante los días previos al partido (Thorpe et al., 2016). Las variaciones en esas medidas durante la semana podrían, por lo tanto, reflejar en cierto modo la carga de entrenamiento programada incurrida durante varios días anteriores, y no sólo los días previos al partido. De forma contraria, en el estudio del mismo autor en 2017, se muestra que la sensibilidad de la fatiga percibida (medida por la mañana) a los cambios en la carga de entrenamiento tiene de moderada a pequeña correlación cuando se compara con la carga de más allá de los días previos de entrenamiento. En ese estudio, la variación de la carga disminuyó un 15% cuando la carga se acumulaba de 2 a 4 días, destacando la importancia de la carga inmediatamente anterior en futbolistas profesionales (Thorpe et al., 2017). El ciclo de picos de cargas diarias dentro de un corto periodo de tiempo podría conducir por lo tanto a cambios en el nivel de fatiga, que son mayoritariamente representativos de los días previos de entrenamiento. Cuando se realiza la media de datos de los 7 días de la semana, mejora la sensibilidad a la carga de entrenamiento y al rendimiento comparado con una única valoración puntual (Thorpe et al., 2017). El cuestionario Wellness que se realiza antes de entrenar es una forma de conocer la percepción del estado del jugador de forma individualizada en diferentes aspectos y su predisposición al entrenamiento. Es un método de valoración subjetiva del estado de fatiga general, calidad del sueño y el daño muscular inducido por el ejercicio por el ejercicio (DOMS) realizados antes de entrenar. Se muestran como evaluaciones adecuadas, simples y no invasivas para el control del estado de fatiga en futbolistas de primer nivel previo al entrenamiento (Thorpe et al., 2017). Interpretar el Well-Being diario es importante, particularmente cuando se realizan cambios agudos en la carga, ya que si se les pide a los jugadores que resuman su estado tras haber pasado un periodo prolongado en el tiempo puede ser que se olviden y se pierdan datos relevantes. Además, resulta necesario la monitorización continua para controlar las cargas de forma crónica y evitar el síndrome de sobrentrenamiento (Shiffman, 2000). En resumen, en la práctica es necesario realizar una monitorización continua de los jugadores que permita ajustar las cargas de entrenamiento (aumentándolas o reduciéndolas) cuando sea preciso. Para ello, el control diario de los valores subjetivos de wellness administrados por los jugadores es un método adecuado (Fry et al., 1991; Hooper & Mackinnon, 1995). Para estos autores, esta información se puede complementar con una valoración más detallada que se realice semanalmente, como el cuestionario RESTQ-S o el POMS. Esto se puede contrastar con valoraciones objetivas realizadas con menos frecuencia (mensual, cada 2-3 meses) como test físicos, analíticas, pruebas de esfuerzo, etc (Fry et al., 1991; Hooper & Mackinnon, 1995).

1.6. Otros factores. Como se ha comentado anteriormente, existen factores contextuales que pueden influir en el rendimiento físico y el técnico-táctico, como puede ser la localización del partido (Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini et al., 2009), la calidad del equipo rival (Castellano et al., 2011; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al., 2011; Rampinini, Coutts, et al., 2007), el momento de

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la temporada (Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts et al., 2007) o el resultado (Lago-Peñas et al., 2011). Los estudios muestran que los equipos que juegan en casa cubren una distancia mayor a velocidades bajas. En cambio, no existen diferencias significativas a intensidades máximas o submáximas entre locales y visistantes (Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini et al., 2009). Además, cuentan con un mayor porcentaje de posesión. Otro factor contextual condicionante del rendimiento muy relevante es la calidad del equipo rival (Castellano et al., 2011; Di Salvo et al., 2009; Lago-Peñas et al., 2011; Rampinini, Bishop, et al., 2007b). Normalmente, los mejores equipos cuentan con un porcentaje mayor de posesión (Lago-Peñas, 2009). Enfrentarse a los mejores hace correr una distancia mayor a alta intensidad, normalmente sin balón, para intentar recuperar la posesión y así evitar encajar gol (Lago-Peñas, 2009). Por lo que el desgaste físico será mayor. Independientemente de la calidad del equipo rival y la localización del partido, según avanza la temporada se produce un aumento en la distancia total recorrida y el número de acciones a alta intensidad (Mohr et al., 2003; Rampinini, Coutts, et al., 2007). Ofreciendo un mayor rendimiento físico en los últimos meses de competición respecto a los primeros. El marcador que se esté dando en el partido es otra variable que también tiene influencia en las diferentes acciones realizadas. En un estudio con equipos de primera división española se vio cómo los jugadores realizaban más acciones a alta intensidad en los periodos de tiempo en los que iban perdiendo comparado a cuando iban ganando (Lago-Peñas et al., 2011). Esto es debido a que los equipos que van perdiendo producen un mayor esfuerzo para intentar remontar el partido. En un estudio sin publicar en la primera división de La Liga española durante la temporada 2016-2017, se comparó el rendimiento físico de los equipos enfrentados considerando las variables contextuales del resultado final y la ubicación del partido (Guerrero-Calderón, 2017). Los resultados de este estudio fueron que, jugando en casa, se necesita ofrecer un mayor rendimiento físico que el rival para ganar. Jugando fuera, aunque se realiza menos actividad física que el rival, los equipos que ganan reducían al máximo esa diferencia con el equipo local. Estos resultados son contrarios a los citados anteriormente en los que no se mostraban diferencias significativas a intensidades máximas o submáximas (Lago-Peñas et al., 2011; Mohr et al., 2003; Rampinini et al., 2009). Sin embargo, estos autores no han considerado el resultado del partido en su estudio. Además, Guerrero-Calderón (2017) también concluye que el sprint es, con diferencia, la variable física con mayor influencia sobre el resultado y sobre la relación con los tiros a puerta y el número de goles. En cuanto a la posesión, los equipos que van ganando muestran estrategia defensiva predominante, al contrario que los que van perdiendo. Lo que sugiere que renuncian a la posesión para basar su juego ofensivo en contraataques y juego directo (Lago & Martín, 2007). Pero no sólo hay que tomar en consideración la capacidad técnica del jugador, la inteligencia y la correcta toma de decisiones, además de la táctica colectiva,

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son factores imprescindibles que pueden influir en la ejecución de gestos técnicos (Rampinini et al., 2009) y, por consiguiente, en la determinación del resultado.

1.7. Discusión personal. El fútbol es un deporte muy complejo y cambiante en el cuál el rendimiento del deportista está determinado por características físicas, técnicas, tácticas, psicológicas y sociales (Bangsbo, 2015). Estas acciones se producen en una interacción simultánea, y no se desarrolla un solo método de forma aislada. Por ejemplo, en el ámbito condicional ya se ha comentado que las acciones anaeróbicas y explosivas son las predominantes en las acciones determinantes del partido. Sin embargo, la mayoría del partido se corre a baja velocidad o se está parado, situaciones en la que predomina el aspecto aeróbico. De hecho, tener una buena capacidad aeróbica es crucial para que permita una buena recuperación entre esfuerzos de alta intensidad y, además, es considerado un mecanismo de protección de lesiones. Por lo que sería un error desarrollar exclusivamente el aspecto anaeróbico o el aeróbico de forma aislada. La Figura 11 ilustra el modelo holístico de los determinantes de rendimiento en el deporte, aunque desarrolla el factor físico. En este esquema se aprecia de forma muy clara como se desarrollan varias facetas físicas de forma simultánea y cómo afectan diferentes factores.

Figura 11. Modelo holístico de los determinantes del rendimiento en el deporte. (Extraído de Bangsbo et al., 2015)

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En los equipos de ligas de primer nivel, normalmente todos los jugadores tienen un nivel condicional muy alto, no presentando diferencias muy significativas en competición entre los equipos. Sin embargo, si existen diferencias en la incidencia lesional entre los diferentes equipos. Esto sugiere que, aunque el rendimiento en competición sea similar, existen diferencias en cuanto al proceso y los medios de entrenamiento empleados, poniendo en duda la idoneidad de muchos de los métodos empleados en determinados equipos que cuentan con una incidencia lesional alta, lo que hace pensar que los jugadores no están suficientemente preparados para la exigencia requerida en competición. El sistema táctico es otra faceta determinante del rendimiento. El estilo o sistema de juego que utiliza cada entrenador es trascendental en el rendimiento que pueda conseguir un equipo. Por ejemplo, hay equipos como el FC Barcelona, que tienen un SJ basado en la posesión, con un juego de ataque organizado y combinación, donde se realizan muchos pases moviendo el balón de un lado a otro intentando desequilibrar la defensa del equipo rival para encontrar huecos libres y conseguir penetrar. Otros equipos en cambio basan su juego en construir un bloque defensivo sólido, acumulando muchos jugadores en defensa, para provocar que el equipo contrario se vuelque en el ataque y, cuando consigan robar, realizar contraataques rápidos aprovechando los espacios libres que ha dejado el rival. El entrenador es el responsable de elegir el estilo o sistema de juego. En cambio, es muy importante que el entrenador pueda realizar modificaciones de su SJ según el perfil de jugadores con el que cuente en el equipo ya que existen jugadores que pueden desempeñar una buena labor en un equipo con un estilo determinado, y bajar mucho el rendimiento al cambiar a otro equipo con un sistema diferente. Además, los clubes importantes cuentan normalmente con una filosofía y estilo de juego característico, implantado desde categorías inferiores. Estos clubes suelen buscar jugadores y entrenadores que encajen con el estilo de juego del club, aunque haya matizaciones propias de la idea de juego del entrenador y las características de los jugadores. Esto supone una gran ventaja ya que, desde pequeños, están preparando a jugadores a una idea de juego determinada, con el fin último de que, si consiguen llegar al primer equipo, conozcan el sistema de juego utilizado y tengan experiencia en ello. A pesar de que un equipo cuente con un estilo de juego bien definido, según el rival al que se enfrente en cada partido habrá que realizar modificaciones y variaciones del SJ para intentar sacar provecho de las posibles debilidades que tenga el contrario en el juego y evitar que potencien sus virtudes. Por ejemplo, si un equipo cuenta con sus mejores jugadores ofensivos por la banda derecha, sería una idea de juego en defensa interesante intentar acumular los jugadores en banda izquierda o intentar orientar el ataque contrario por la otra banda. Por otro lado, como se ha contrastado en los párrafos anteriores, la táctica está estrechamente relacionado con aspecto condicional. Existen diferentes características físicas según la formación táctica y la demarcación. Esto es muy importante ya que condicionará en gran medida el proceso de entrenamiento para la competición, teniendo que entrenar de forma diferente por ejemplo un lateral en un equipo que juegue con un 3-5-2 con laterales largos, dos delanteros centro y basando la mayor parte del tiempo el juego por el centro, a un 4-3-3 con los extremos abiertos y una mayor acumulación de jugadores y juego por bandas. Cada vez más se hace necesario la individualización del entrenamiento. A parte de lo comentado anteriormente, cada jugador tendrá un perfil fisiológico

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y biomecánico distinto. Sin embargo, el aspecto técnico individual es considerado por muchos el principal determinante del rendimiento en un equipo, por encima de todas las demás facetas, en una competición cada vez más igualada. Por muy bien preparado físicamente que esté un equipo o desarrolle una formación táctica muy bien planteada contra un equipo, tener jugadores del más alto nivel, como Messi o Cristiano Ronaldo, marca la diferencia ya que en cualquier momento pueden realizar acciones individuales aisladas que condicionen el partido por completo. Para conseguir potenciar al máximo el rendimiento de los jugadores y el equipo y evitar el mayor número de lesiones, es necesario una buena monitorización del estado físico del jugador en el entrenamiento. En los últimos años, ha aumentado considerablemente el número de medios y herramientas que analizan distintas variables para cuantificar el estado del jugador durante el entrenamiento y la competición. Variables para valorar tanto la carga interna (FC, HRV pre-entreno, nivel CK, Lactato, RPE, Wellness, ratio cortisol-testosterona, etc) como de carga externa (Distancia total, número de aceleraciones, distancia alta intensidad, etc). A partir de diferentes tests y del análisis del rendimiento ofrecido en competición se consiguen unos valores que servirán de referencia para evaluar el estado del deportista. Actualmente existe información sobre los valores de referencia de algunas variables bien establecidos en la literatura, como el porcentaje de la FC de reserva media en competición, nivel estrés con HRV, número de aceleraciones y frenadas en partido, distancia total, metros recorridos por minuto, etc. Con el análisis de estas variables se busca optimizar el nivel físico al máximo de los jugadores sin que llegue a ser un factor de riesgo de lesiones. Este es el fin último del entrenamiento en el ámbito condicional. Según la idea de este autor, existe una línea muy fina que separa una carga elevada óptima para potenciar lo máximo posible el estado de preparación física del deportista con exceder en la carga y que se convierta en un FR de lesión. En la Figura 12 se muestra de forma gráfica una interpretación personal de la relación entre el aumento de carga, la potenciación del rendimiento y la probabilidad de lesión. El concepto de carga puede ser referido al volumen, a la intensidad o a la combinación de ambas. El rendimiento se refiere al estado óptimo de preparación física o fitness de los jugadores. Con cargas muy ligeras o muy altas, la probabilidad de lesión (línea negra) es alta, mientras que el estado de fitness o rendimiento (línea roja) es bajo. Conforme aumenta la carga en el entrenamiento, disminuye la probabilidad de lesión hasta llegar a estabilizarse para llegar a un punto en el cuál la carga se excede y aumenta rápidamente la probabilidad de lesión. Con el rendimiento pasa lo contrario, conforme aumenta la carga aumenta progresivamente el estado de preparación física del deportista hasta llegar a un punto donde la carga se excede, momento en el cuál el estado de forma del deportista cae en picado. Para una adecuada planificación de la carga y conseguir el mejor estado de preparación del jugador, hay que buscar el punto en el cuál coincida el máximo rendimiento posible (antes de que caiga la pendiente) con un bajo riesgo de probabilidad de lesión. Se ha representado con la línea discontinua. Esta gráfica debe realizarse de forma individualizada ya que el punto de la carga donde se coloque esa línea discontinua carga será diferente para cada jugador.

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Figura 12. Relación carga, rendimiento y probabilidad de lesión. En rojo, línea de mejora de rendimiento según la carga; en negro, probabilidad de lesión según la carga. FR: factor de riesgo. La línea discontinua refleja la carga en la cuál coincide un mejor estado de preparación del deportista con un riesgo de lesión bajo. (Guerrero-Calderón, B., Sin publicar)

Actualmente, no se puede conocer ese valor de carga exacto. A pesar de que se han estudiado y analizado muchas variables, no existe ninguna que se considere la clave debido a que el fútbol es un deporte hipercomplejo y cambiante y existen muchas diferencias entre los jugadores. Hay valores de referencia que se pueden utilizar para llevar un seguimiento, pero una misma carga afectará de forma diferente a cada jugador, por lo que se hace necesario llevar un control y seguimiento individual de cada jugador a lo largo de la temporada y ver así cómo le van afectando las cargas para realizar los cambios oportunos. Además, en la medida de lo posible sería muy interesante tener una memoria de la progresión de las cargas en varias temporadas. Como no existe ninguna variable concreta en la que existan unos valores de referencia exactos para la planificación, utilizar varios indicadores y variables de forma simultánea y la interacción entre algunos de ellos será la mejor forma de monitorización de la carga. Los valores de las variables de carga externa se utilizarán para la planificación y cuantificación de carga de los entrenamientos (distancia alta intensidad, número de aceleraciones y frenadas, distancias de los sprints, etc). Las medidas de carga interna se utilizarán para cuantificar el estado físico y emocional del jugador, cómo le van afectando esas cargas externas planificadas. Después, esos valores de carga interna ayudarán a planificar las cargas externas. Por lo que el estado del jugador y la consecuente planificación será la interacción constante entre ambos. Al final, el objetivo principal es conseguir que los jugadores estén en el nivel de forma más alto y que se produzcan el mínimo número de lesiones, sin importar el método, variable o indicador que se utilice para llegar a ello.

En conclusión, es imprescindible desarrollar el mejor sistema de entrenamiento de manera individual para que el jugador para que pueda desarrollar y explotar al máximo toda su capacidad física y sus habilidades técnico-tácticas, sin que exista peligro de lesiones.

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