Estrategias y organización de la cultura pro-cannabis.

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VOL. 12. SUPLEMENTO 2 231 Estrategias y organización de la cultura pro-cannabis* CALAFAT , A.; JUAN, M.; BECOÑA, E.; FERNÁNDEZ C.; GIL, E.; LLOPIS, J.J. IREFREA (Instituto y Red Europea para el Estudio de los Factores de Riesgo). Dirigir correspondencia a: Amador Calafat. Irefrea. Rambla, 15,2º,3ª 07003 Palma de Mallorca. [email protected] Resumen En España se ha desarrollado un movimiento social en defensa del cannabis, a lo largo de la década de los noventa, que está logrando ser influyente como colectivo que participa en la definición social de esta sustancia. El movimiento lo forman asociaciones, pro- fesionales y medios de comunicación que se encar- gan de dar a conocer los argumentos y las estrategias en pro de legalizar y legitimar socialmente su consu- mo. En este artículo se presentan los diferentes acto- res del movimiento, clasificados según el papel que juegan en el proceso: profetas, sacerdotes, técnicos, asociaciones y consumidores, así como los discursos que elaboran, sus acciones y los principales argumen- tos en que basan la defensa del cannabis. El colectivo pro cannabis está logrando crear un entramado cultu- ral estructurado desde distintas disciplinas, que defi- nen esta droga como una sustancia buena y positiva, apropiándose simbólicamente de ideales como el ecologismo, la salud, la lucha por la tolerancia, la justi- cia, la interculturalidad, así como de la religión. Al ana- lizar las estrategias, han surgido también las contra- dicciones, mostrando que se trata de una dinámica cultural promovida y ligada a los valores de un sector concreto de la población de mediana edad, alejado de las condiciones culturales y motivaciones del consu- mo de cannabis de los más jóvenes. Esta estrategia sirve además para abrir nuevos espacios comerciales, profesionales y de poder. Palabras clave: cannabis, cultura, etnografía, política, asociaciones, control social. Summary Throughout the nineties, a social movement deve- loped in defence of cannabis in Spain and other wes- tern countries, and it is now becoming influential as a collective that participates in the social definition of this substance. The movement comprises associa- tions, professionals and the media and they are res- ponsible for raising awareness of the arguments and the strategies in support of legalising and socially legi- timising its use. This article presents the different actors in the movement, classified according to the role they play in the process – prophets, high priests, experts, associations, and users- as well as their rea- soning, their actions and the principle arguments on which they base their defence of cannabis. The pro- cannabis collective is achieving the creation of a cul- tural network, structured by different disciplines, defi- ning this drugs as a good and positive substance, appropriating symbolically ideals of other movements as ecologism, health, the battle for tolerance, justice, cultural exchange or even religion. In setting out their strategies, they have also demonstrated its contradic- tions. Basically the problem is that it fits basically with a cultural dynamic promoted by a sector of the middle age population, faraway from the cultural conditions that support the young people cannabis use. This stra- tegy is also used with the intention to open new com- mercial, professional and even political spaces. Key words: cannabis, culture, ethnography, policies, social control, associations. *Estudio subvencionado por el Plan Nacional de Drogas.

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VOL. 12. SUPLEMENTO 2 231

Estrategias y organización de la cultura pro-cannabis*

CALAFAT, A.; JUAN, M.; BECOÑA, E.; FERNÁNDEZ C.;GIL, E.; LLOPIS, J.J.

IREFREA (Instituto y Red Europea para el Estudio de los Factores de Riesgo).

Dirigir correspondencia a: Amador Calafat. Irefrea. Rambla, 15,2º,3ª 07003 Palma de Mallorca. [email protected]

Resumen

En España se ha desarrollado un movimiento socialen defensa del cannabis, a lo largo de la década delos noventa, que está logrando ser influyente comocolectivo que participa en la definición social de estasustancia. El movimiento lo forman asociaciones, pro-fesionales y medios de comunicación que se encar-gan de dar a conocer los argumentos y las estrategiasen pro de legalizar y legitimar socialmente su consu-mo. En este artículo se presentan los diferentes acto-res del movimiento, clasificados según el papel quejuegan en el proceso: profetas, sacerdotes, técnicos,asociaciones y consumidores, así como los discursosque elaboran, sus acciones y los principales argumen-tos en que basan la defensa del cannabis. El colectivopro cannabis está logrando crear un entramado cultu-ral estructurado desde distintas disciplinas, que defi-nen esta droga como una sustancia buena y positiva,apropiándose simbólicamente de ideales como elecologismo, la salud, la lucha por la tolerancia, la justi-cia, la interculturalidad, así como de la religión. Al ana-lizar las estrategias, han surgido también las contra-dicciones, mostrando que se trata de una dinámicacultural promovida y ligada a los valores de un sectorconcreto de la población de mediana edad, alejado delas condiciones culturales y motivaciones del consu-mo de cannabis de los más jóvenes. Esta estrategiasirve además para abrir nuevos espacios comerciales,profesionales y de poder.

Palabras clave: cannabis, cultura, etnografía, política,asociaciones, control social.

Summary

Throughout the nineties, a social movement deve-loped in defence of cannabis in Spain and other wes-tern countries, and it is now becoming influential as acollective that participates in the social definition ofthis substance. The movement comprises associa-tions, professionals and the media and they are res-ponsible for raising awareness of the arguments andthe strategies in support of legalising and socially legi-timising its use. This article presents the differentactors in the movement, classified according to therole they play in the process – prophets, high priests,experts, associations, and users- as well as their rea-soning, their actions and the principle arguments onwhich they base their defence of cannabis. The pro-cannabis collective is achieving the creation of a cul-tural network, structured by different disciplines, defi-ning this drugs as a good and positive substance,appropriating symbolically ideals of other movementsas ecologism, health, the battle for tolerance, justice,cultural exchange or even religion. In setting out theirstrategies, they have also demonstrated its contradic-tions. Basically the problem is that it fits basically witha cultural dynamic promoted by a sector of the middleage population, faraway from the cultural conditionsthat support the young people cannabis use. This stra-tegy is also used with the intention to open new com-mercial, professional and even political spaces.

Key words: cannabis, culture, ethnography, policies,social control, associations.

*Estudio subvencionado por el Plan Nacional de Drogas.

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INTRODUCCIÓN

El cannabis, como sustancia psicoactiva,ha sido consumido y utilizado de diver-sas formas a lo largo de la historia (Jun-

quera 1992, Herer 1999). Sin embargo, locierto es que ha pasado bastante desaperci-bido para la mayoría de la población comosustancia de interés especial y protagonistade controversias. Incluso cuando a principiosdel siglo XX se inicia una política prohibicio-nista a escala internacional, en España el can-nabis es una sustancia marginal con poco sig-nificado social, a diferencia de otras drogascomo el opio y la cocaína (Usó 1996).1 Apesar de la prohibición, la presencia social delcannabis es mínima y poco conflictiva, y con-tinúa siendo una sustancia fácil de adquirirpara los escasos colectivos que la consumen.Esa situación se mantiene a lo largo del sigloXX, hasta que en los años sesenta empieza aadquirir un protagonismo cada vez mayor, ytermina convirtiéndose a finales de losnoventa en la sustancia más polémica y quemás se consume de toda la lista de drogasilegales, así como en bandera y estandarteindiscutible de un complejo movimientosocial.

Con anterioridad a estas fechas, el canna-bis sólo tiene prácticamente presencia entreel colectivo de legionarios (González Duro1979, Romaní 1986, Usó 1996). Para ellosfumar cannabis en forma de grifa es parte de

un ritual propio y específico de su grupo, queles da cohesión como grupo y se convierteen un elemento de identidad (González Duro1979, Romaní 1986).2 Pero los nuevos prota-gonistas de esta historia van a ser los jóve-nes españoles que, al igual que los del restode Europa y Norteamérica, inician un movi-miento crítico hacia una sociedad definida entérminos de consumismo, competencia ytecnocracia, además de carente de valoreséticos y utópicos. Las drogas, al igual queocurre con los jóvenes norteamericanos,pasan a convertirse en las ‘aliadas’ de esosinconformistas procedentes en gran medidade las clases medias. En esta rebelión contralos valores sociales dominantes, la búsquedade cambios internos (un mejor conocimientode sí mismos, experimentación de nuevassensaciones...), ocupa también un importan-te lugar en el que las drogas constituyen unelemento relevante. Sin embargo, los jóve-nes descubren con estas sustancias algomás que una tecnología muy eficaz que lespermite transformar fácilmente su estado deánimo: logran una mayor cohesión de grupo,una seña de identidad que les vincula a otrosindividuos con quienes comparten interesessociales. Las drogas se convierten para ellosen un primer estadio de transgresión, al igualque la indumentaria y otros elementos esté-ticos. Este fenómeno surge en los añossesenta y va acompañado de políticas guber-namentales algo más activas, aunque excep-cionales, de persecución del cannabis3. El

“Se atribuye tal carácter benéfico a la acción de los estupefacientes en la lucha en pro de la felicidad y de la prevención de la miseria, que tanto los individuos como

los pueblos les han reservado un lugar permanente en su economía libidinal”

FREUD

“La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta marihuana pa fumar”.

1 J. C. Usó en Drogas y cultura de masas analiza el proceso histórico en el que se regulan las drogas desde mediados hasta finales del sigloXX. Según su estudio, la política prohibicionista se inicia en España al firmar en 1912 el tratado de la Haya, en el que el cannabis no está inclui-do; más adelante, a partir del Convenio Internacional de Ginebra de 1925, el cannabis será considerado ilegal por influencia de los interesescolonialistas ingleses.

2 Para los legionarios lo que ahora se llama porro lo llamaban petardo. En la biografía del ‘Botas’ de Oriol Romaní puede leerse cómo ha idocambiando el significado, la denominación y las formas de fumar cannabis (Romaní 1986)

3 El bar Tokio fue el primer local público cerrado en España a causa de las drogas, hecho ocurrido en 1967. El público de ese bar pertenecía aclases sociales muy diferentes; uno de los grupos importantes eran los grifotas (Usó 1996: 200).

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nuevo tipo de consumidor ha sido descritopor el historiador J. C. Usó:

“En el amplio espectro sociológico que confor-maban los nuevos jóvenes drogados del desarro-llo encontramos de todo: desde universitariosdescontentos e izquierdistas agotados o desen-cantados, hasta clientes habituales del Tokio y losprimeros roqueros y melenudos, pasando poralgún que otro extranjero peregrinante e hijos depapá engolfados” (Usó 1996: 201).

Durante algún tiempo, dos colectivos casiopuestos coinciden en su interés por el can-nabis: los legionarios y los estudiantes rebel-des al régimen. Los primeros son de origenhumilde, forman parte de la imagen represivadel Gobierno de aquel momento y se hallanmuy vinculados al lado oscuro del régimenfranquista. Los segundos son jóvenes declase media que tratan de elaborar un nuevoproyecto social alternativo al de la dictadura.A pesar de sus diferencias, ambos colectivoscomparten el cannabis durante un corto perí-odo de tiempo, mientras va produciéndoseuna especie de traspase de cambio de signi-ficado, los nuevos “progres” le confieren unanueva carga simbólica relacionada con losintentos de cambio social y político de losque se sienten protagonistas.

“Cuando empecé a tomar drogas yo ya esta-ba en la transgresión. Con la misma gente queme drogaba lo que hacíamos en realidad eraterrorismo contra Franco. Era la rebelión, en elsentido de no aceptar las normas; puesto quelas drogas eran algo prohibido, formaban partede algo con lo que había que estar, de igualmodo que el anarquismo siempre ha apoyado ladelincuencia, contemplando al delincuentecomo a un rebelde social. El consumir drogas esuna no aceptación, una forma de protesta” (con-sumidor de 60 años)

Esta afirmación es de un fumador de can-nabis de la generación del 68. Su legitimacióndel consumo de drogas y, en concreto, delcannabis es política. Para él, consumir drogases una forma de actuar contra un sistemaque desea cambiar. La juventud española

más alternativa de los años setenta se empa-pa de las ideas renovadoras procedentes deEuropa y América, mira hacia la cultura hippyy hacia las revueltas de mayo del 68, viaja ycontempla con envidia otros modelos deEstado, y algunos de sus integrantes apren-den a consumir drogas. De esa juventud sur-gen muchos de los protagonistas de la transi-ción, protagonistas victoriosos de un procesohistórico que les llevará a ocupar posicionesde poder después de la transición democráti-ca. Sin embargo, tras esos años de rápidaascensión, el interés por el cannabis parecedecaer tanto en España como en otros paí-ses. La crisis del movimiento hippy, que ensu momento se atribuyó en gran medida alconsumo de heroína, además de otras preo-cupaciones de la sociedad, hicieron que que-dasen aparcados muchos de los referentesque sostenían aquel movimiento juvenil,incluido el consumo de cannabis.

Es a finales de los ochenta y a lo largo delos noventa cuando vuelve a surgir con fuerzael interés de los jóvenes, tanto españolescomo extranjeros, por la cultura del cannabis. Yse unen a ellos un cierto número de adultospara los que el cannabis mantiene esa cargasimbólica de ilusión y de cambio que formabaparte de sus rituales de juventud; esa carga detransgresión con la que de jóvenes se iniciaronen la rebeldía, no solo en el sentido ‘guerrero’de la lucha política, sino también descubriendoy explorando nuevas formas de diversión -como una apertura hacia la promiscuidadsexual sin precedentes hasta entonces-, y queles hizo sentir que eran un grupo activo queinventaba o descubría nuevas formas de hacercosas. Y todo ese simbolismo se traspasa a lasnuevas generaciones actuales.

El cannabis empieza a ser definido con laetiqueta de sustancia antisistema, muy refor-zada por su estatus de ilegalidad, a la que seotorga simbólicamente el poder de ser aliadaen la lucha política. Cuando los jóvenes delaño 2000 consumen cannabis son ya partede otro fenómeno, pero han conseguido ree-laborar o recuperar muchos de los antiguossimbolismos y adaptarlos a su realidad, a susnecesidades y a su experiencia.

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2. OBJETIVOS Y MÉTODO DEL ESTUDIO

Estamos asistiendo desde los años 60 auna importancia cada vez mayor del consumode cannabis. Aunque esta progresión no hasido lineal, e incluso ha habido momentos derecesión, actualmente se ha convertido en lasustancia ilegal más consumida, sin que nadaindique que su crecimiento esté contenido(Plan Nacional sobre Drogas, 2000). Además,esta situación de elevado consumo vieneacompañada de un movimiento social quedenominamos cultura del cannabis que apoyay legitima su consumo y que está calandohondamente en la población española, fenó-meno que también ocurre en otros países.

Un reciente estudio sobre las representa-ciones sociales de las drogas en España diri-gido por Eusebio Megías (1999) -en el quetambién han participado reconocidos investi-gadores en el terreno de las drogas comoson D. Comas, J. Navarro, O. Romaní y J.Elzo- concluye diciendo que el cannabis hadejado de ser una sustancia temida y etique-tada muy negativamente para convertirse enuna de las drogas más toleradas por la opi-nión pública e incluso valorada como benefi-ciosa.4 El nivel de peligrosidad que la pobla-ción otorga al cannabis es el más bajo detodas las drogas ilegales y está muy cercanoal alcohol y al tabaco. Dicho estudio se centraen la importancia de las representacionessegún cohortes socializadas de forma dife-rencial con respecto a las drogas, y trata demostrar que los grupos de más edad han ela-borado una imagen negativa del cannabiscomo consecuencia de un discurso socialnegativo que ha sido asimilado, lo que explicasu reacción contraria a esa sustancia.

Pero lo que a nosotros más nos llama laatención no es ese grupo social de adultossino las condiciones culturales que han lleva-do al colectivo de 15 a 34 años a ser más per-misivos con las drogas y a apostar por su

legalización. La pregunta crucial aquí sería:¿Qué está ocurriendo para que los más jóve-nes transformen el significado que dan alcannabis? ¿Por qué se ha convertido en unadroga buena y positiva? ¿Con qué nuevo dis-curso y bagaje simbólico se está elaborandouna nueva representación social del canna-bis?

Todo ello nos lleva al objetivo de este estu-dio que consistirá en aportar informaciónacerca de cómo se está gestando en laactualidad la construcción social de la culturadel cannabis. El análisis se delimita a los queparticipan con sus esfuerzos y conocimientosen definir y presentar al cannabis con unaimagen social positiva; cómo lo hacen, quéestrategias utilizan, cuáles son las principalescontroversias en qué se implican y, en defini-tiva, con qué elementos se está elaborandouna nueva mitología.

La intención es analizar la ‘cultura del can-nabis’ en especial en lo que concierne a laposible promoción que hace dicha cultura deesa sustancia. Ello parte del interés en com-prender el aumento del consumo que se estáexperimentando entre los jóvenes así comosu creciente popularidad, lo que creemos queestá en relación con la consolidación de unabuena imagen elaborada por distintos colecti-vos dentro de esta ‘cultura del cannabis’. Esevidente asimismo que existen grupos orga-nizados opuestos al consumo de cannabisque actúan como detractores de la imagensocial de la sustancia. De hecho, el cannabises una sustancia que formalmente es ilegalaunque bastante tolerada. Esos grupos con-trarios también actúan, que duda cabe, comoun grupo de presión interesado en mantenerel cannabis en una situación de ilegalidad.Unos y otros contribuyen a definir una culturadel cannabis con imágenes distintas y enfren-tadas. Sin embargo, el aumento en el consu-mo entre los jóvenes, su expansión a distin-tos colectivos, así como la tolerancia generalque se está otorgando a esa sustancia es lo

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4 El 53,1% se muestra a favor de la prohibición del consumo de cannabis y el 55,2% de la penalización de su venta. Ello significa que un grupoimportante, aunque minoritario -el 39% en relación con el consumo y el 37,6%, con la venta-, está a favor de la legalización de dicha sustan-cia.

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que consideramos de interés crucial para seranalizado como un fenómeno muy actual ennuestra sociedad. Por ello, el análisis se va acentrar en las estrategias y discursos de quie-nes promocionan el cannabis, para desgranarla lógica que le está otorgando una posiciónprestigiosa en la sociedad española, así comoconvirtiendose en bandera de lucha y trans-formación para muchos jóvenes.

La cultura del cannabis es un fenómenosocial de tal riqueza en el seno de muchassociedades occidentales, que consigue aglu-tinar diversos colectivos, cuyos mensajes vansiendo conocidos e incluso adoptados poramplias capas de la sociedad, todo lo cual vaevidentemente más allá del simple consumode una sustancia. Al indagar en esa culturapara comprender un poco mejor sus diferen-tes dimensiones. Puede verse en qué medi-da el colectivo pro-cannabis trata de respon-der a algunas de las carencias que se estánproduciendo en una sociedad altamente tec-nificada y muy compleja. Otro de nuestrospropósitos es mostrar la capacidad de convi-vencia de grupos con practicas diversascomo son los consumidores y los no consu-midores de cannabis; ambos grupos, diferen-ciados por su relación con el cannabis, nosolo conviven entre sí sino que contribuyen aelaborar un discurso entretejido con argu-mentos opuestos, dando lugar a un diálogoque se va construyendo y que nos permiteindagar en los valores y también en las con-tradicciones con los cuales construimosnuestra sociedad.

De hecho lo que adquiere un significadocentral en el análisis es el contexto sociocul-tural como definidor del significado de la sus-tancia, y creador de representaciones socia-les. Por tanto, la sustancia: el cannabis, elporro o la marihuana tiene un interés parcial,solo como objeto sobre el que se plasma ladinámica social que lo define. Siguiendo eldiscurso de Funes (2.000) el consumo dedrogas entre los adolescentes tiene más quever con las expectativas de efectos que conlos efectos en sí. Por ello “con frecuencia laprevención comienza por descubrir qué lesatrae, en qué esán depositando sus ansias de

felicidad, en qué confían para obtenerla. Nadaatrae más que aquello de lo que se esperamucho” (Funes 2000: 145). Y del consumo decannabis se están creando grandes expecta-tivas.

Una hipótesis importante de este estudioes que se están creando las condiciones paraque importantes elementos de la cultura y dela defensa del cannabis estén en proceso deconvertirse en parte de los valores dominan-tes en la España actual, dejando de ser laacción marginal de un grupo aislado o de unasubcultura para transformarse en parte de lacultura de masas y de la acción de amplioscolectivos sociales. Ello se demostrarátomando en consideración diferentes facto-res, tales como el aumento del número deconsumidores, el apoyo de grupos profesio-nales y científicos que con su beneplácitoestán contribuyendo a crear los argumentoslegitimadores necesarios, la promoción delcannabis a través de la música y de conoci-das firmas comerciales, la acción de sólidasorganizaciones que actúan exclusivamenteen defensa del cannabis y, finalmente, aun-que su importancia no sea menor, los víncu-los que se están creando con valores positi-vos -la salud, la ecología, la diversión, lalibertad...- y las alianzas con otros grupossociales -grupos de activistas (ecologistas,okupas, insumisos...) o partidos políticos.

El comprender las razones por las que seconsumen drogas es uno de los retos de lasinvestigaciones actuales. Según algunosautores, “hasta hace siglo y medio, aproxima-damente, las drogas eran utilizadas con finesmágicos, religiosos o médicos; es a partir deese momento cuando empieza el consumo,la toma de drogas sin utilidad práctica...”(Rodríguez y Paíno 1997:129). El comentarioes significativo por lo que tiene de erróneo;no es cierto que el consumo actual no tengautilidad práctica, puesto que sí la tiene, y ade-más continúa siendo un elemento ritual concomponentes mágicos. Sin embargo, resultaevidente que se han producido cambios tantoen el significado como en las pautas de con-sumo. Las drogas actuales son un productoque adquiere su lógica en la sociedad de

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nuestros días, están integradas en el merca-do y una parte importante de la población lasnecesita para satisfacer algunas necesidades,ya sea para divertirse, para relacionarse, pararelajarse, para estar más activos, etc... Así,pues, nuestra sociedad ha creado y está cre-ando la necesidad de consumir drogas. Éstasson un producto (una tecnología) que seinserta en la sociedad por vía del mercado ydel consumo, aunque tengan un estatuto ile-gal, por lo que entran en competencia conotras opciones y otros artículos como lamejor solución para satisfacer algunas deesas necesidades.

La neutralidad científica. Derecha o izquierda.

Resulta difícil crear un discurso neutral yobjetivo ante las drogas por ser un tema polé-mico que ha dado lugar a posiciones dogmá-ticas en dos bandos. Todo parece indicar quelas cosas tampoco serán simples en un futu-ro. Suponemos que por un lado, se seguirámanteniendo la confrontación, más agudiza-da si cabe, mientras que por otro, se amplia-rá esa complicidad entre posturas que ya seha iniciado. Es, por ello, fundamental desarro-llar elementos críticos desde fuera del campode batalla, alejándose de los dogmas; y esaes la posición desde donde pretendemos rea-lizar este estudio, lo que significa tomar dis-tancia cultural, en la medida de lo posible,para arrojar luz y fortalecer los vínculos deldiálogo y los elementos de la controversia

Tal como se ha mencionado, la posiciónante el cannabis divide a la sociedad en dosposturas encontradas. Esas dos actitudeshan creado estereotipos que como sueleocurrir al confrontarlos con la realidad nosiempre responden a la etiqueta. A los defen-sores del cannabis se les identifica normal-mente con la izquierda o el ‘progresismo’,mientras que a los críticos con ese consumose les suele alinear en el bando de los con-servadores. Este simplismo reduccionista esdistorsionador para quienes intentan com-prender mejor cómo se construye la imagendel cannabis, así como el uso que se hace delmismo.

Mirar lo que ocurre en otros países o enotras épocas de la historia ayuda a compren-der la complejidad de una situación, y ellopuede ser un buen rodeo para analizar la rea-lidad actual de la cual somos protagonistas ysobre la que debemos elaborar un discursocrítico rompiendo con los dogmas y los este-reotipos. En ese sentido Howell (1998), alanalizar la polémica ante el cannabis en Esta-dos Unidos, se sorprende por el acuerdoalcanzado entre distintos grupos de izquierday de derecha para terminar con la prohibición;si bien unos y otros tienen argumentos dife-rentes, terminan llegando a idénticas conclu-siones. Lo que interesa destacar aquí es quépersonajes y qué grupos de la derecha esta-dounidense invierten importantes medioseconómicos en defensa de la legalización. Laprestigiosa revista inglesa The Economist detendencia económica liberal también tieneuna línea defensora de la liberalización delcannabis. Desde la izquierda, la legalizaciónse presenta como una forma de terminar conel narcotráfico y con la criminalidad que éstegenera. Desde la derecha ultraliberal, las razo-nes son en parte ideológicas, y les llevan aadoptar una posición contraria a un gobiernopaternalista que controle la conducta de losciudadanos. Los ultraliberales consideran que“cada uno tiene derecho a ir al infierno conlos medios que elija, siempre y cuando paguepor ellos” (Howell 1998). Según Howell, laizquierda teme que ese interés que muestranalgunos grupos de derecha por legalizar lasdrogas y que cada uno haga lo que le parez-ca, sea el caballo de Troya para más tarde reti-rar el soporte económico que se da a los pro-gramas de atención social o médica a losdrogadictos. Vemos así que abogar por lalegalización de las drogas no es una patenteexclusiva de un partido u orientación política.

Para defender cualquier causa, es impor-tante encontrar compañeros de camino quenos sirvan de ayuda en las diversas vicisitu-des. Y esas alianzas, aunque puedan parecerextrañas y contradictorias, con el paso deltiempo dan lugar a coyunturas políticas máseficaces. Recordemos, en este sentido, lassuspicacias que hace unos años levantaba

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entre la izquierda española el ecologismo,considerado un movimiento sospechosamen-te de derechas, cuando actualmente se haconvertido en uno de sus principales aliadosestratégicos en el espacio político. Esos cam-bios, que en principio son dinámicas de unasociedad que se renueva y madura, debenasimismo mostrar que es necesaria la pers-pectiva histórica y la mirada transcultural,pues ello contribuye a dar la relatividad nece-saria a los discursos y es el mejor antídotocontra las posturas dogmáticas, que única-mente conducen a la manipulación.

El vínculo entre el consumo de cannabis yuna actitud rebelde y transformadora debepresentarse como una de esas manipulacio-nes y engaños que se han generado, dandoorigen a un entramado ideológico que, al sercontemplado con una cierta perspectiva his-tórica y cultural y contrastado con la realidad,se resquebraja. De igual modo que es unamanipulación satanizar las drogas y hacerlasculpables de todos los desajustes personaleso sociales, como ocurrió hace unos años enla ‘guerra contra las drogas’ del Gobiernoamericano, también lo es beatificarlas y defi-nirlas como salvadoras de la humanidad.Actualmente, existen suficientes elementospara analizar el consumo de drogas desdecoordenadas sociales. Sabemos que, hoy endía, consumir drogas es parte de una necesi-dad consumista. En nuestra sociedad, lasdrogas son un producto más entre los logrosde la tecnociencia que ayuda a adaptarse alas premisas del sistema de manera más efi-caz, rápida y moderna (Hottois 1991). Desdela comprensión científica no hay que demoni-zar ni santificar los productos sociales sinodesnudarlos de sus etiquetas, separarlos delos grupos de interés que se forman alrede-dor y contribuir con ello al debate social. Antelas drogas es cada vez más necesario undebate social desde todas las dimensiones.Con esa perspectiva e ilusión se orienta elpresente trabajo.

Recogida de información. Muestras utilizadas.Hemos utilizado para nuestro análisis la

metodología habitual en los estudios cualitati-

vos: captar información cualitativa, social ycultural mediante la realización de entrevistasa personas clave, y analizar los discursosrecogidos en revistas, folletos, prensa, etc.Se ha entrevistado a distintos tipos de infor-mantes: 1) Consumidores de cannabis dediversas ciudades españolas (Barcelona, Bil-bao, Madrid, Palma de Mallorca y Vigo), deambos sexos, en plena juventud o madurez.2) Personas implicadas en la promoción de lacultura pro-cannabis, es decir representantesde algunas de las casi cincuenta asociacionespro-cannabis que existen en nuestro país. 3)Profesionales de centros relacionados condrogodependencias. Asimismo, hemos teni-do en cuenta la difusión y comunicación quelos partidarios del cannabis realizan a travésde internet; sin olvidar la abundante literaturaque existe sobre esta sustancia, no sólo porla importante información histórica que apor-ta y que permite valorar la historia social delcannabis, sino también por constituir un datosignificativo en sí mismo, como un hechoque muestra el creciente protagonismo deesta droga, activado por todo un colectivo deprofesionales capaces de investigar, publicary fomentar el debate acerca de la pertinenciao no de su consumo.

3. LA NORMATIVIDAD SOCIAL Y LA NOR-

MATIVA LEGAL.

Normatividad social.

Tanto en España como en el resto de Euro-pa, el cannabis continúa siendo una sustanciailegal en el año 2000. A pesar de ello, su con-sumo es considerable. El Observatorio Euro-peo sobre Drogas confirma que “más de 40millones de personas de la UE han consumi-do cannabis en alguna ocasión”. Por lo querespecta a nuestro país, y según la EncuestaDomiciliaria, sólo el 6,8% de la población haconsumido cannabis en el último año (PNSD2000), pero entre la población más joven elporcentaje es mayor. Según la última Encues-ta Escolar realizada en 1998 a jóvenes escola-rizados de entre 14 y 18 años, el 28,5% ha

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probado en alguna ocasión cannabis y el17,2% lo ha consumido en los últimos 30días. La edad media de inicio ha descendidoa los 14,8 años (PNSD 2000). En los estudiosque hemos venido realizando desde IRE-FREA (Calafat 1999, 2000) vemos que el can-nabis es una droga muy extendida en la esce-na recreativa del fin de semana, y que supopularidad no ha sufrido menoscabo con laaparición de las llamadas nuevas drogas odrogas de diseño.

Además de todo ello, la práctica de consu-mir cannabis no es independiente de la utili-zación de otras drogas. En nuestro país, elpoliconsumo de sustancias psicoactivas esuna realidad indiscutible. “Entre los consumi-dores actuales de cannabis, un 89% bebetambién alcohol, un 85% fuma tabaco, un15,3% consume cocaína, un 5% alucinóge-nos, un 4,8% éxtasis y un 2,1 heroína”(PNSD 1998: 28). Cuánto mayor es la implica-ción en el consumo de cannabis, mayoresson las posibilidades de consumir otras dro-gas (Calafat, 2000), lo que evidencia la graninterconexión existente entre todas estassustancias. Ello tiene una relación directa conel significado del consumo global de drogas,que ha ido evolucionando y adaptándose auna nueva demanda social. Para los másjóvenes, el policonsumo es parte del procesoexperimental con el que se inician en el con-sumo de drogas:

“Mi madre sabe que fumo, pero en casafumo pocas veces; a ella no le gusta. Ahora ya loacepta más, porque sabe que no tengo necesi-dad de los petas, que los fumo porque quiero;aunque yo consuma otras drogas, que eso mimadre no lo sabe. He probado las pastillas, elLSD, la cocaína, el tabaco y el alcohol, pero sólode vez en cuando” (consumidora de 18 años)

La entrada en el mundo de las drogas ile-gales anima a ir probando las diferentes sus-tancias durante una época de experimenta-ción en la que se mezclan, dependiendo delestado de ánimo que se pretenda buscar y,sobre todo, de las ocasiones que se presen-tan. Puede afirmarse que los jóvenes siguenuna carrera de consumo con unas pautasmás o menos establecidas:

“Antes de empezar a trabajar, mientras aúnestaba en el instituto, la siguiente cosa queprobé [tras los porros], y a eso le di a saco, fue-ron los tripis. Entonces sabía que los porros ylos tripis eran ilegales, pero yo estaba de putamadre; de hecho cuando mejor me sentía eracuando consumía esto, porque estaba con losamigos, de marcha, y me sentía muy bien. Pasédos años bastante metido con los tripis, luegopasé a las pastillas y me gustaron mucho tam-bién, tenía 18 años (...). Al dejar eso, probé lacoca en una fiesta en la que alguien me ofrecióuna raya; pero con la coca nunca me he metidoa fondo porque ya sé lo que es engancharse ypasarlo mal...La heroína la probé una vez fuma-da, fue asqueroso. Lo peor que me ha pasadoen mi vida. Ahora solo consumo porros, peroeso sí, todos los días, aunque depende del dine-ro que tenga. Creo que me fumo una media deseis, pero los fines de semana más. A veces meentran ganas de comerme un tripi otra vez, perono es algo que me desespere, y ahora estoy ale-jado de ese mundillo. Yo con mis porros estoytranquilo y me va muy bien. De todas formas loque más me gusta es la coca. Yo puedo vivirtranquilamente con los porros, pero la coca es lareina” (consumidor de 21 años).

Es bastante frecuente que los consumido-res entrevistados de más larga evolución enel consumo de drogas acaben desechandootras sustancias, casi siempre por una cues-tión de autoprotección. Perciben cómo lesafectan las demás drogas, no sólo a ellosmismos sino también a sus amigos, y consi-deran que el cannabis no es una sustanciapeligrosa o, por lo menos, les hace sentir quepueden controlar su consumo. El cannabis seconvierte así en la sustancia preferida y con-sumida por una amplia gama de personas, endistintas edades y circunstancias

“Creo que los porros son una droga de ado-lescente, porque su consumo empieza en laadolescencia... pero el hábito se mantiene cuan-do nos hacemos mayores. Otras drogas comolos tripis o las pastillas son más del momento,de cierta edad, un signo de rebeldía, pero seacaban dejando; los porros, sin embargo, es unhábito que se mantiene” (consumidor de 25años).

Estrategias y organización de la cultura pro-cannabis238

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Normativa legal.Sabemos que en muchos países no hay

una correspondencia entre las normas legalesy su aplicación, de tal forma que aunque unasustancia como el cannabis esté prohibida ofi-cialmente, sus consumidores pueden funcio-nar como si en la práctica no fuese así. Sinembargo, a pesar de ello, no cabe duda deque la prohibición legal funciona como unimpedimento sobre todo en lo que se refiereal tráfico. A principios del siglo XX, el cannabisse convirtió en una sustancia prohibida enEstados Unidos y, posteriormente, en Europa.En 1968 la OMS la define como una sustanciaque induce a la fármacodependencia. Sinembargo, en algunos países como Holanda seha permitido desde 1978 su venta en peque-ñas dosis y su consumo de manera controla-da, lo que ha convertido a ese país en unemblema para los consumidores de cannabisy en un oasis donde poder adquirir librementemercancía de calidad controlada, además delas semillas y el aparataje necesario para elcultivo de distintos tipos de marihuana.

La polémica sobre la legalización del can-nabis adquiere verdadera fuerza en esta últi-ma década. En 1992 llegó al ParlamentoEuropeo, que se pronunció a favor de mante-ner su ilegalidad, cuestionando el hecho deque Holanda se posicionara al margen de laprohibición. Hace algunos años se inició unproceso de despenalización muy limitado ausos médicos en algunos estados norteame-ricanos, como Nueva York y California. En elámbito científico, el cannabis se ha converti-do en una sustancia a investigar, así como enel centro de grandes controversias entre gru-pos opuestos. Todo ello ha abierto un debateen los países europeos acerca de la situaciónde ilegalidad del consumo de cannabis(Cabrera 1999). Los avances científicos sonrápidamente asimilados y coaptados a susintereses por uno de los dos frentes: los pro-hibicionistas o los legalizadores. La presenta-ción de los grupos activos en dos bandoshace invisible el trabajo y la intervención deun grupo importante situado entre ambas

posturas, y que no tiene una posición clara-mente definida ante la prohibición.

En España nunca ha estado penalizado elconsumo de drogas y la ley de 25 de junio de1983 despenaliza la tenencia de drogas parael propio consumo adelantándose con ellolegalmente a muchos países de nuestroentorno. Incluso en Holanda, muchos de losavances que se han hecho en sentido liberali-zador, más que cuestiones refrendadas legal-mente, son acuerdos sociales más o menosexplícitos, como el de que la policía no consi-dere una ‘prioridad’ proceder a la persecuciónde un determinado delito. No obstante, estasituación de privilegio para el consumidorespañol sufrió un importante revés en Espa-ña con la Ley 1/1992 sobre Protección de laSeguridad Ciudadana, conocida como la ‘LeyCorcuera’, que pasa a ser el marco legal queregula tanto la tenencia y el consumo de dro-gas en lugares públicos. Según esta Ley,cuando el consumo o la tenencia es en elámbito público se puede aplicar una sanciónadministrativa por considerarse una infrac-ción grave, siempre que la cantidad no levan-te la sospecha de que se está traficando, encuyo caso ya se entraría en una cuestiónpenal. La multa puede oscilar entre 50.001 y5 millones de pesetas, dependiendo de lacantidad requisada. Tan solo se sanciona a losmayores de 16 años; en caso de que seanmenores el procedimiento que se sigue esinformar a los padres, sin abrirles expedienteni multarles. Esta Ley tiene un efecto realsobre los consumidores de cannabis y deotras drogas, pues en el año 1998 hubo enEspaña un total de 47.877 sanciones. Lasmayores tasas de sanción por cada 10.000habitantes corresponden a Canarias, Balea-res, La Comunidad Valenciana y La Rioja.Entre 1992 y 1998 se han iniciado un total de232.762 sanciones a personas por posesiónde drogas, y 3.173 sanciones a locales públi-cos por tolerar el consumo.5

El Real Decreto 1079/93 (BOE 172 de 20de julio de 1993) establece una alternativa ala multa: ponerse en tratamiento en un cen-

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5 Datos elaborados por J.C. Usó, procedentes de la Subdirección General de Política Interior y Protección Electoral. Se adjuntan a un documen-to que la asociación ARSEC presenta al Sindic de Greuges en 1999.

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tro de rehabilitación acreditado. Existen cen-tros terapéuticos en todas las ComunidadesAutónomas, tanto públicos como privados.Según algunos profesionales de los mismos,esa alternativa resulta un tanto ambigua en lapráctica, además de impracticable en el casodel cannabis. Las personas sancionadas seencuentran con la posibilidad de seguir untratamiento largo en uno de esos centros quese han ido desarrollando para hacer frente asituaciones de adicción a la heroína, al alcoholy, en menor medida, a otras drogas. Los jóve-nes sancionados por tenencia de cannabis nosuelen responder a esos criterios, ni se sien-ten adictos, ni siquiera creen haber cometidoun acto ilegal.

De ese modo, los sancionados se sientenvíctimas de una injusticia, aunque la mayoríatiende a pagar la multa para quitarse de enci-ma el problema lo antes posible. Pero esaminoría que tiene problemas para pagar y sedirige a un centro de tratamiento no sueleencontrar una respuesta fácil. Algunos profe-sionales de esos centros encuentran injustala sanción y animan a los sancionados aactuar y a manifiestar su oposición a la Ley,poniendo en contacto a los sancionados conlas asociaciones pro-cannabis, donde suelehaber asesoría jurídica. La explicación que dala psicóloga de uno de los centros de trata-miento es la siguiente:

“Cuando los jóvenes llegan aquí están deses-perados porque no quieren pagar las cincuentamil pesetas. Hay centros que les hacen unasesión grupal y les dan información, haciéndoloconstar como tratamiento. Nosotros les deci-mos que si quieren someterse a tratamientodeben seguir el que está estipulado, porque laDelegación del Gobierno pide cada equis tiempoun informe. Si consideran que la sanción admi-nistrativa y la ley es injusta, que hagan una recla-mación legal; les envío a la asociación de canna-bis y también a un centro de asistencia jurídicadonde les ayudan a hacer los papeles. (...) Sabe-mos por la asociación que hacer alegaciones o

reclamaciones no conduce de momento a nada,pero a mí ése me parece un camino para actuarporque si la ley no está clara hay que cambiarla.Si los servicios hemos de adaptarnos bajo manoa lo que dice la ley para que ésta quede justifica-da, las cosas van a seguir igual” (profesional deun centro de tratamiento).

Muy pocos centros han creado un progra-ma específico y a medida para los sanciona-dos por tenencia y consumo de cannabis.Uno de ellos es el Programa Municipal deDrogas del Ayuntamiento de Majadahonda enMadrid 6. El objetivo general del programa noestá orientado a la desintoxicación sino aacciones educativas que impliquen la tomade conciencia sobre lo que significa el uso yabuso de esa sustancia. Las acciones consis-ten en realizar entrevistas individuales y gru-pales, aportar información sobre las drogas eimplicar a la familia en aspectos de preven-ción. La aceptación y el seguimiento del pro-grama parecen ser altos desde su creaciónen 1996.

A pesar de los indudables inconvenientesque presenta dicha Ley, especialmente paralos que ya han sido sancionados, en la prácti-ca los fumadores de cannabis, no tienengrandes dificultades para encontrar espaciospúblicos y privados donde consumir. Diver-sos colectivos han criticado la mencionadaLey, y es probable que el manifiesto elabora-do por un grupo de juristas de primer ordensea el ejemplo más importante de ello.7 Elpunto principal de su propuesta es que lasdrogas actualmente ilícitas pasen a estarreguladas por la Ley del medicamento, loque significaría que su venta y producciónseguiría la misma normativa que los medica-mentos y los adultos podrían comprarlaslibremente en las farmacias, en dosis únicas.Con respecto al cannabis, se prevé una difu-sión por el sistema estanco -como el tabaco-o algo similar.

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6 Idea Prevención nº 167 El manifiesto está firmado por un centenar de magistrados, profesores y catedráticos de derecho Penal. Está reproducido como apéndice en el

libro de Escohotado La cuestión del Cáñamo.

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4. LOS ACTORES DEL MOVIMIENTO PRO-

CANNABIS.

El movimiento pro-cannabis se inició demanera más organizada en España hace apro-ximadamente una década, cuando un colecti-vo de consumidores deciden organizarse yactuar en defensa de la sustancia y su consu-mo8. Los precursores han sido, además deconsumidores de cannabis, profesionalesdotados de habilidades sociales suficientescomo para consolidar y expandir una organiza-ción, elaborar un discurso sólido y complejo, ybuscar aliados prestigiosos en distintos ámbi-tos sociales. En pocos años, el movimientopro-cannabis ha crecido de forma espectacu-lar y es muy probable que actualmente Espa-ña sea uno de los países donde ha cobradomayor fuerza y se muestra más activo.

Como toda actividad que afecta a muchaspersonas, puede hablarse de una ‘jerarquía’ yde un distinto nivel de participación en elmovimiento. Se trata de una red de aparienciainformal que, sin embargo, en la prácticasupone una organización que está lograndouna buena cohesión de individuos y de gru-pos que participan en la definición y promo-ción de la cultura del cannabis. Puede identifi-carse una gama de actores que cumplendiversas funciones en la creación y difusiónde esa cultura. Existe un núcleo más activoque crea los elementos discursivos que utili-zan y asimilan los consumidores de cannabise incluso la población no consumidora que sedefine favorable a su legalidad. En esa redpodemos identificar, al igual que en otrosmovimientos sociales, a los profetas, perso-najes de renombre que actúan como perso-nas de referencia, a los sacerdotes creadoresdel discurso, a los técnicos que con su trabajocotidiano crean una acción más aplicada ante

cada una de las problemáticas que surgen -como la médica o judicial-, y a los activistas,que muchas veces son los encargados dedifundir y de realizar acciones de promoción ypresión política. En las asociaciones tambiénhay técnicos, que con su habilidad de exper-tos abren o desarrollan distintos campos (jurí-dico, ecológico, botánico, filosófico, religioso,médico, político, etc.) donde actuar

Los profetas

Los/las profetas están en la cúspide de lajerarquía, cumpliendo una misión básicamen-te simbólica, y sirven de punto de referenciadel movimiento. Son aquéllos que anunciaroncon anterioridad la buena nueva. Son algunosde nuestros ancestros que tuvieron la virtudde triunfar en alguna faceta de la actividadhumana, de consumir cannabis y de hablarsin miedo de ello. Ahora han sido rescatadospara engrosar las filas de un movimiento quejamás pudieron imaginar llegaría a existir.Otros son personajes vivos aún, ya ancianos,que se han convertido en ídolos, en popes deese movimiento, con la ayuda de sus canas,de su éxito profesional y de su jovialidad. Lareciente y pujante actividad editorial del movi-miento pro-cannabis permite reconocer, ver,leer y admirar a esos profetas.

Uno de los elementos claves de todomovimiento es su capacidad de coaptaciónde distintas disciplinas a su engranaje y ladifusión de sus materiales, lo que ayuda aconformar un andamio cultural y político, adarle cohesión y a proporcionar solidez al dis-curso. Las publicaciones recientes son unejemplo que permiten dar a conocer persona-jes célebres descubriendo sus facetas canná-bicas. Es el caso de Walter Benjamin9, quienen su obra autobiográfica narra sus experien-cias con el cannabis y cita a muchos otros

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8 En Sociología se ha desarrollado un amplio campo de estudio para aplicarlo a los nuevos movimientos sociales (Laraña y Gusfield 1994). Losanalistas diferencian entre los movimientos formales y organizados típicos de la primera mitad del siglo XX y los movimientos actuales entrelos que pueden considerarse los movimientos relacionados con la música, la fiesta y la defensa de nuevos espacios de diversión, donde lasdrogas juegan un papel importante. Gusfield propone un marco conceptual en el que integrar ese tipo de acción, lo llama ‘movimiento fluido’para diferenciarlo del movimiento lineal, organizado, con objetivos bien determinados y orientado racionalmente hacia el logro de sus metas(1994). En esos nuevos movimientos los aspectos de la vida íntima y personal adquieren centralidad convirtiendo lo privado en colectivo y locolectivo adquiere carácter político. Puede decirse que el movimiento pro-cannabis que aquí se analiza está a caballo entre esas dos formas,es aun parte de un movimiento social fluido que tiende a convertirse en lineal y formar una organización compleja.

9 Walter Benjamin (1995) Haschish (Madrid: Miraguano)

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personajes, uno de ellos el historiador ErnstBloch, como compañero en la aventura. Losdos amigos fueron víctimas del nazismo ale-mán, lo que los convierte en símbolos pode-rosos de la antirrepresión. La coaptación deesos personajes al movimiento pro-cáñamoes interesado puesto que se desconoce laimportancia que adquirió el cannabis en susvidas; sólo se sabe que en un período detiempo más bien corto experimentaron conél. Y aún se sabe menos de la influencia delcannabis en sus aportaciones filosóficas ehistóricas, lo que no impide crear una cone-xión que redunda en beneficio del consumode esta sustancia que será difícil de desen-trañar para muchos lectores.

Otra publicación, El club del hachís, pre-senta el contacto que tuvieron con el canna-bis algunos de nuestros míticos ancestroscomo Herodoto, Marco Polo, Gautier, Baude-laire, Nerval, Dumas, Rimbaud.10 Las mujerestambién han participado en la cultura de lasdrogas, lo que queda de manifiesto en larecopilación de escritos y testimonios realiza-dos por destacadas mujeres a lo largo de lahistoria (Palmer y Horowitz, 1999). La lista deconsumidores famosos del cannabis se vecontinuamente engrosada por nuevos perso-najes del presente y del pasado, convertidosasí en aliados de la cultura del cannabis.

En esta labor genealógica de búsqueda deantepasados que avalen el movimiento resul-ta de gran ayuda encontrar aliados redefinien-do nuestro campo de acción. Éste es el sen-tido de calificar la marihuana como drogaenteógena 11 (Ferigcla 1999, 2000), lo quelleva a heredar automáticamente un nuevocolectivo de profetas, de hombres sabios,que conocen los secretos del conjunto desustancias mágicas o divinas. La lista eslarga; la encabezan científicos y artístas comoGinsberg, Alexandre Shulguin y Albert Hof-mann (el descubridor del LSD), el filósofo

Ernst Jünger, el psiquiatra Thomas Tsasz, elescritor Burroughs y unas cuantas celebrida-des más. Queda claro, pues, que una bazaimportante de la estrategia del movimientopro-cannabis consiste en ganar credibilidadconstruyendo una galería de celebridadesque, de una forma u otra, avalan aparente-mente el uso del cannabis y el resto de prin-cipios defendidos por el movimiento.

Los sacerdotes

Los sacerdotes surgen, básicamente, deámbitos académicos y científicos. La mayoríaformaron parte de la generación del 68 ysiguen identificándose y defendiendo activa-mente los valores sociales e ideales de aque-llos tiempos en los que el consumo de dro-gas ocupaba evidentemente un lugaridealizado. Muchos de ellos han logrado cre-arse un espacio profesional y público graciasal estudio de las drogas y a la defensa de suconsumo, y participan activamente en la difu-sión de estas ideas a través de sus escritos yde sus conferencias en foros públicos; elloles ha hecho convertirse en importantes pun-tos de referencia para la población cannábica.

Uno de los sacerdotes más conocidos esJack Herer, un californiano que ha dedicadosu vida al cultivo y al conocimiento de la mari-huana, además de luchar contra su prohibi-ción a través de su organización HEMP (HelpEnd Marijuana Prohibition). Su libro traducidorecientemente al español El emperador estádesnudo (Herer 1999) es un compendio his-tórico de la marihuana, su uso y la lógica quemantiene la prohibición, explicada a través dela metáfora del emperador desnudo comosímbolo del despotismo, de la hipocresía y dela ignorancia con que actúa el poder en estascuestiones 12.

En España, la persona quizás más recono-cida en estas funciones es Antonio Escohota-

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10 José J. Fuente del pilar (1999) El club del Hachís (Madrid: Miraguano ediciones)11 J. M. Ferigla, tiene dos artículos en los cuales puede leerse la definición de “droga enteógena” así cómo la historia de ese concepto y de otros

que van apareciendo dentro de la creación de un nuevo espectáculo o disciplina: el de la modificación de la conciencia. Esos artículos seencuentran en las revistas Ajoblanco especial marihuana (1999) y Cáñamo especial 2000.

12 Jack Herer, el cáñamo y la conspiración de la marihuana. El emperador está desnudo (Cádiz: Castellarte 1999) La edición española incluye unprólogo de Antonio Escohotado y un anexo de Alfonso de la Figuera: La situación actual del cáñamo en nuestra sociedad”

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do, autor de distintas publicaciones en lasque presenta su visión filosófica y social delpapel que juegan las drogas, además de criti-car abiertamente su prohibición. Uno de susúltimos escritos, La cuestión del cáñamo.Una propuesta constructiva sobre hachís ymarihuana (1997), es un compendio crítico dela dinámica socio política que mantiene esasustancia en situación de ilegalidad. Otrosmuchos autores se han convertido tambiénen sacerdotes para los feligreses defensoresdel cannabis como son el antropólogo OriolRomaní y el historiador Juan Carlos Usó.

Los técnicos.

Los técnicos (o mediadores) ocupan elplano inmediatamente inferior en la jerarquía,aunque su labor es fundamental en la estruc-tura de apoyo. Se trata básicamente de profe-sionales en áreas cercanas al consumo dedrogas: psicólogos, biólogos, médicos, juris-tas, sociólogos, antropólogos, etc... Dentrode esos colectivos, algunos profesionalesaportan los elementos técnicos y el conoci-miento que permite engrosar la definición dela sustancia cannabis, así como su efecto enlos individuos. No hay duda de que son quie-nes más participan dentro de las institucionesy de los colectivos sociales a la hora de crearlas condiciones para la integración social deesa sustancia, quienes crean el discurso y losespacios de difusión. Es obvio que tambiénocurre algo similar en el bando opuesto,entre los detractores del cannabis, quienestambién se amparan en conocimientos técni-cos para mantener la imagen negativa de lasustancia. Ello no es más que un reflejo delpeso fundamental de los colectivos profesio-nales en la tarea de integrar o legitimar unasustancia o una actividad en nuestra socie-dad. La implicación favorable de estos grupospuede servir de barómetro para medir la tole-rancia y la aceptación social del cannabis,más allá de su consumo (Derber 1992).

Los juristas son el colectivo que probable-mente ha expresado con más contundencia

en nuestro país su solidaridad con la defensadel cambio de estatus legal de las drogas enel manifiesto “Propuestas alternativas a laactual política criminal sobre drogas, y decla-ración programática del Grupo de Estudios dePolítica Criminal”, firmada en 1991 por un cen-tenar de juristas. Jueces para la Democraciaes otro ejemplo de organización profesionalque apoya activamente la causa. En algunospaíses hay médicos implicados en el movi-miento a través del estudio del potencial tera-péutico del cannabis. Asimismo, en España,una serie de profesionales orientan en esesentido sus aportaciones; un ejemplo de elloes la reciente publicación de la Universidadde Deusto.13 En el terreno de la psicoterapiatambién surgen nuevas áreas de tratamientoy colectivos como el que se forma alrededorde la psicología transpersonal. En el terrenopolítico, según Escohotado (1998), unos 160eurodiputados de la anterior legislatura apos-taban a favor de un cambio legislativo queotorgara al cannabis el estatus de fármaco.Otros profesionales y personajes públicosprestan su apoyo moral apareciendo en losmedios de comunicación como defensoresde la causa. En el número 7 de la revistaCáñamo dos psiquiatras, un escritor y un psi-cólogo dan su apoyo a la legalización de lamarihuana y critican la condena que imponeel Tribunal Constitucional a ARSEC (asociaciónpro-cannabis catalana) por haber organizadouna plantación.

Los activistas. Las asociaciones.

Las asociaciones son las entidades y loscolectivos que asimilan los mensajes elabora-dos por los grupos anteriores (profetas,sacerdotes y técnicos), los difunden y los ree-laboran en sus actividades. Las asociacionesson entes difusores y educadores dentro dela cultura del cannabis, y no sólo son los cen-tros de encuentro de las personas que for-man parte del movimiento, sino también loslugares donde se informa a las personas des-vinculadas y con curiosidad. En el seno de las

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13 Derivados del cannabis: ¿Drogas o medicamentos? (1998) Edición a cargo de J.J. Meana y L. Pantoja, Bilbao: Universidad de Deusto

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asociaciones se hacen debates, se difundenpublicaciones; es allí donde surgen iniciativasde acciones de promoción, donde acuden losconsumidores a informarse o a pedir consejojurídico, donde se enseña a cultivar la mari-huana en las casas. Son las entidades máscercanas a la población. Los miembros queforman las asociaciones son, básicamente,consumidores de cannabis que han decididoadoptar una posición activa en la defensa dealgo en lo que creen. Hay grandes diferenciasentre unas y otras en cuanto a su número deintegrantes y a su actividad.

“Hay socios de todas las edades, desde los 18a los 70. La gente más activa tiene entre 20 y 45años. En cuanto a estudios y profesiones, tam-bién hay de todo. Cuando hacemos reunionesnos juntamos una fauna de lo más variopinta:algún empresario, algún médico, algún profesorde universidad, una administrativa, algún ocupaque hace artesanía, estudiantes, algún albañil,tenemos hasta un carpintero checo. Hasta hacepoco venía uno con cresta pero vestido con cor-bata. No hay un perfil único; hay gente que vivesola, otros son casados y con hijos, las situacio-nes son muy variadas... La mayoría son heterose-xuales, pero también acuden homosexuales. Loque sí tenemos todos en común es la preocupa-ción por la situación del cannabis (responsable deuna asociación).

Las asociaciones son muy importantesdentro de toda la estrategia, pues proporcio-nan la estabilidad y los medios para la acción.Abren espacios para la actuación de lossacerdotes, técnicos y profesionales; tradu-cen los argumentos e ideas académicas enun lenguaje y con unos criterios más concre-tos y comprensibles. En el seno de las aso-ciaciones se encuentra un colectivo muydiverso con un objetivo común: transmitir alresto del mundo su verdad sobre el cannabispara contribuir a su expansión y obtenerapoyo social.

En 1991 nace en Barcelona la primera aso-ciación, ARSEC (Asociación Ramón Santosde Estudios sobre el Cannabis), que terminaconvirtiéndose en líder y consejera de todaslas que surgen posteriormente, y que cuentaen la actualidad con unos 3.600 asociados.Se creó por iniciativa de un colectivo de per-

sonas que se inspiraron en la figura deRamón Santos, un abogado defensor de lamarihuana.

“Ramón Santos era un abogado amigo nues-tro, mucho mayor que nosotros, que venía todoslos días a comer con nosotros cuando acababaen los juzgados. En la sobremesa nos contabatodos los casos. Nos decía que los consumidoresestamos dentro de la Ley, que somos legales,que somos ciudadanos y debemos ser tratadoscomo tales, con todos los derechos, porque elconsumo no es delito” (responsable de una aso-ciación).

“Un político catalán muy conocido fue quiennos explicó la fórmula, el camino político, paralegalizar la marihuana. Nos dijo que debíamoshacer un lobby, una especie de organización paraunificar la masa de los seguidores. Luego, hacerla coordinadora de todas las asociaciones, y conesa base formada debíamos ir a ver a los políticospara que nos incluyeran en sus programas, alPlan nacional y al Parlamento” (responsable deuna asociación).

Las asociaciones idean distintas actuacio-nes para provocar la intervención de las auto-ridades, con el fin de llamar la atención públi-ca y mostrar las contradicciones del sistemalegal, lo que les permite reclamar cambioslegislativos. La acción más popular de lasasociaciones, la que les ha llevado a apareceren los medios de comunicación, lograr nue-vos contactos con grupos e individuos intere-sados y, por tanto, ampliar el movimiento, hasido su lucha por las plantaciones de mari-huana. En 1993, cuatro miembros de ARSECson llevados a juicio por plantar marihuana enTarragona.

“Los partidos políticos pasaban de nosotros;por otro lado, los médicos estaban también encontra. Entonces no había los libros y los estudiosque hay ahora, que nos dan la razón, entonces loteníamos todo en contra y solo nos quedaba eldiálogo con la administración de justicia...que sólosabe dialogar con sentencias..., así que teníamosque cometer un delito para que nos juzgaran ycon la sentencia nos aclararan si estábamos den-tro o fuera de la ley por actividades de consumo.El fiscal nos dijo que si hacíamos una plantaciónpara consumo propio no sería delito. Con esacarta hicimos una plantación en un pueblecito de

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Tarragona en 1993, pero vinieron la Guardia civil,los Mossos d’Escuadra y salimos en la prensa. Araíz de eso se empezaron a crear las otras asocia-ciones en toda España (responsable de la asocia-ción)

En 1997 la asociación madrileña AMECorganizó un concurso de cata de marihuanaentre cultivadores para decidir cuál era lamejor; en aquella ocasión detuvieron a suvicepresidente14. Otra acción similar de apoyose llevó a cabo en el País Vasco, promovidapor Kalamudia con el lema: “Contra la prohibi-ción, me planto”.

“Kalamudia empezó con la campaña de plan-tación pública reivindicando el autoconsumo. Lacampaña se llamaba “Contra la prohibición meplanto”. Era para apoyar una iniciativa de la asocia-ción catalana. En nuestro caso cuidamos algunosdetalles de tipo legal. (...) En la plantación partici-pó un parlamentario de IU, concejales de variospartidos, gente de organizaciones juveniles, pro-fesores de la Universidad, algún actor, sindicalis-tas, cantantes y gente corriente, hubo de todo unpoco. Al final se archivó, la fiscalía no recurrió,recogimos la cosecha, nos la repartimos y un díahicimos otro acto público de reparto. Había queacudir con el DNI, dar el nombre y una personaque cortaba la plantita daba el lote que tocaba yya está”. (responsable de una asociación)

En un período de tiempo relativamenteescaso se han creado un total de al menoscuarenta y cinco asociaciones, en todas lasautonomías españolas a excepción de Extre-madura. Muchas de ellas se encuentran vin-culadas a otros grupos, y el número demiembros activos suele ser bastante peque-ño.

El asesoramiento profesional y político esesencial en la formación de las asociacionescomo grupo de presión. Ese vínculo no solose mantendrá sino que irá en aumento amedida que la defensa del cannabis se vayaconsolidando. El incremento del número deconsumidores de cannabis es otro de losmotivos que legitima su defensa y convierteesa práctica en un hecho social cotidiano.

Todo ello forma parte de los argumentos querefuerzan a las asociaciones.

Éstas no son homogéneas. Algunas cen-tran su defensa en la legalización de la mari-huana y otras en las drogas en general. Algu-nas de esas asociaciones establecen vínculosde colaboración con partidos políticos gene-ralmente de izquierda, a favor de la legaliza-ción, mientras que otras se mantienen apar-tadas de la vía política convencional debido asu espíritu más anarquista.

Junto con las asociaciones pro-cannabissurgen otros colectivos con un objetivo anti-prohibicionista más amplio: el de legalizartodas las drogas. En 1991 se crea una plata-forma en el País Vasco, en 1994 surge la Aso-ciación Libre Antiprohibicionista en Cataluñay, finalmente, en 1998 nace la FederaciónIbérica Antiprohibicionista.

“Hace unos tres años, en contacto con otroscolectivos de mayor índole cannábico comoARSEC en Barcelona, pensamos hacer máscosas con las personas consumidoras y centrar-nos en el tema del cannabis por ser la sustanciamás consumida, la que tiene menos estigmasocial, el eslabón más débil de la cadena, allídonde las contradicciones se ponen más demanifiesto”. (responsable de una asociación).

Para algunas de estas organizaciones, ladefensa del cannabis es sólo un primer esla-bón. Las asociaciones, en su conjunto, creanun complejo entramado nacional e internacio-nal que colabora para intervenir en la toma dedecisiones políticas sobre el tema de las dro-gas. En 1996 se creó una Coordinadora Esta-tal de Organizaciones para la normalizacióndel cannabis que reúne al conjunto de asocia-ciones de todas las comunidades. Másrecientemente aparece la Coordinadora Euro-pea Ecco (European Consumer CannabisOrganization) con sede en Amsterdam. Laplataforma ENCOD es una Coalición Interna-cional de ONG’s para una política justa y efi-caz de drogas. El manifiesto presentado a lasNaciones Unidas por ENCOD en 1998 estáfirmado por diversos tipos de asociaciones,

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14 Diario 16, 26 de octubre de 1997

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todas ellas con una voluntad antiprohibicio-nista ante cualquier clase de droga. En totalson 86 organizaciones, siendo España el paísmás representado con un total de 19, segui-da de Alemania con 14, Holanda con 7 eInglaterra con 6. Esos niveles macro de laorganización sirven para realizar una interven-ción política más incisiva a nivel mundial.

Las estrategias de comunicación.Las asociaciones realizan otras actividades

además de las reivindicativas. Una de las másimportantes es la informativa. Por lo general,crean un punto de encuentro de las personasque se sienten vinculadas al consumo decannabis y a su defensa, participan en sesio-nes informativas en escuelas, organizan char-las y tertulias, etc...

“Cada mes vamos a dar charlas o conferenciasallí donde nos llaman, normalmente institutos ycolegios. Suele ir un abogado que les explica quéocurre con la ley, un médico que les dice quépasa con la salud y un botánico que les describecómo se puede cultivar el cannabis. Las madreslo entienden enseguida porque saben que sushijos dejan de gastarse dos mil pesetas a lasemana si ellos se cultivan la maría”. (responsablede una asociación)

La red de internet, en clara expansión, esuno de los medios de difusión más utilizados;las revistas son otro de los sistemas que másse está consolidando. En España, y siguiendolos pasos de la revista High Times estadouni-dense, surgen Cáñamo y otras publicaciones.Cáñamo, que actualmente tiene una periodi-cidad mensual, adopta una clara vocaciónorganizadora del movimiento pro cannabisdesde que aparece en 1997. En su declara-ción de principios deja bien patente que“Cáñamo pretende dar voz a todo el movi-miento antiprohibicionista representado enEspaña por la Coordinadora de Organizacio-nes por la Normalización del Cannabis”. Larevista Cáñamo es moderna, está bien edita-da y cuenta con diversas colaboraciones deprofesionales entusiastas y vinculados a dife-rentes facetas de la amplia cultura juvenil,como la música, el cine, los espectáculos,etc... Además, es la difusora de cualquier

acontecimiento relacionado con el cannabis yotras drogas, así como de una amplia gamade productos elaborados con cáñamo o eti-quetados como ecológicos y naturales.

Otras publicaciones se han hecho eco delcreciente interés que despierta el cannabis,convirtiéndose en precursoras de su causa.En España la revista Ajoblanco ha dedicadovarios monográficos al tema. También Archi-piélago ha consagrado un número a las dro-gas, y recientemente ha hecho su apariciónUlíses, una revista de viajes interiores. Laspublicaciones cuentan siempre con la colabo-ración de los profetas y de los sacerdotes dela causa Hofmann, Ott, Shulgin, Escohotado,Usó...-, pero también hay nuevos personajesque proceden de colectivos de profesionales—médicos, juristas, músicos...-. Entre todosgeneran una amplia gama de productos cultu-rales en forma de imágenes, palabras, ele-mentos decorativos, etc... El discurso giraalrededor de la legitimación del consumo decannabis, elaborando una doctrina de apoyobien estructurada con la que se hace frente ala prohibición. El movimiento ha logrado acre-centar la controversia sobre el significado quedebe otorgarse al cannabis en sus distintasfunciones, como droga, como medicamento,como alimento y, en definitiva, como un pro-ducto social más.

Los consumidores y simpatizantes

El movimiento pro-cannabis ha logrado vin-cular a un grupo importante de consumidoresy no consumidores que simpatizan con lacausa. La asesoría jurídica y la botánica sonlos dos servicios que probablemente hayanatraído más público al interior de las asocia-ciones. Sin embargo, la mayoría de los consu-midores ni están vinculados a las asociacio-nes ni participan en dicho movimiento, selimitan a ser consumidores de cannabis; algu-nos de ellos desconocen la existencia deestas asociaciones y ni siquiera se han plan-teado la menor reivindicación. Otros sonreceptores del discurso porque se informan,leen las revistas y captan los mensajes quese elaboran en las asociaciones. Así, pues,algunos consumidores son activos en el

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movimiento, pero la mayoría de ellos están almárgen; unos son receptores del discurso yotros, la mayoría, simplemente consumido-res.

Este apartado se ha elaborado a partir delas entrevistas realizadas a un grupo de con-sumidores de cannabis, jóvenes y adultos -entre 15 y 60 años-, de ambos sexos. Entreellos hay, al menos, dos generaciones queforman dos colectivos bien diferenciados, porla edad, por las condiciones de vida, por elsignificado que dan al cannabis, pero sobretodo por las distintas consecuencias que eseconsumo tiene en sus vidas.

Dos generaciones.

Para los adultos, que tienen la vida organi-zada, una posición y un recorrido vital máslargo, fumar cannabis puede ser un sibaritis-mo más con el que logran hacer la vida coti-diana más relajada e interesante. El porro lodefinen como un antídoto para escapar de“estar todo el día escopeteado” y lograr másfácilmente unos momentos de calma. Paraellos, el hecho de fumar porros es tambiénun punto de enlace con los más jóvenes, unnexo que les crea complicidad y les hace revi-vir su juventud.

Es entre el colectivo de adultos donde semantiene una batalla más dura a favor o encontra de las drogas, especialmente del can-nabis. El siguiente ejemplo resulta muy gráfi-co:

“Yo he trabajado en varias compañías teatra-les, y en ese ambiente puedo decir que hay unaminoría que no se droga y una mayoría que sí lohace. En una de las compañías, el padre, que erael director de orquesta, perseguía con ensaña-miento al hijo, que era utillero. El padre estabaparanoico contra los que nos drogábamos, por-que estaba convencido de que éramos los másviejos los que pervertíamos a su hijo, cuando enrealidad su hijo era el que nos hacía de camello.Si eres aficionado a las drogas y quieres estarbien provisto tienes que estar cerca de los jóve-nes” (consumidor de 54 años).

Ocurre a veces que los jóvenes que se haniniciado encuentran en otros adultos cerca-

nos, que no son sus padres, sus ídolos ycompañeros de transgresión. La posibilidadde compartir porros puede crear nexos deunión entre generaciones o puede abrir bre-chas que cuestionan la autoridad de lospadres y sus valores. La conexión de losmayores con los jóvenes no sólo es simbóli-ca, también tiene un componente práctico.Algunos de estos mayores necesitan de losjóvenes para conseguir comprar cannabis enel mercado negro:

“(Gracias a la asociación) he podido aprender acultivar plantas, lo cual es importante para mí,pues antes tenía que pedirles a mis hijos que melo comprasen, y eso era un rollo, pues no es suproblema” (consumidora de 52 años).

“Algunos dejan de consumir porque no estándispuestos a hacer lo que hay que hacer para pro-curarse el hachís, y no porque lo quieran dejarverdaderamente. Hay gente a la que le cuestamucho ir a buscar la droga, pues ello suponeimplicarse a fondo. Los consumidores crónicosnecesitamos un sistema para conseguirlo, lo fun-damental es estar en contacto con jóvenes; si nosabes dónde encontrar hachís y tienes un sobrinode 17 o 18 años, pregúntale a él” (consumidor de60 años).

Los jóvenes viven dentro de unos ambien-tes más tolerantes, han sido socializados enuna cultura donde el consumo de drogas esun elemento más, están más cercanos al trá-fico, se mueven en lugares donde el consu-mo está normalizado, no tienen que disimularante sus compañeros, crean relaciones desolidaridad si surgen problemas, etc... Paralos adultos, el porro continúa siendo un tabúsuperado sólo a medias, que los aleja deestar plenamente cómodos dentro de losdiversos ambientes que frecuentan. Elsiguiente comentario es de un adulto queestá a medio camino entre dos culturas:

“Habitualmente no me relaciono con genteque no fuma. Mi mujer tiene amigos que no lohacen y cuando salimos con ellos, lo que intentohacer lo menos posible, me escapo a fumar unporro y llega un punto en el que estoy todo relaja-do, mientras los otros dan botes como locos”(consumidor de 35 años).

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La relación de convivencia y exclusiónentre consumidores y no consumidores esun hecho; en la vida cotidiana se combinanlas dos situaciones: al tiempo que se convive,hay momentos en los que los consumidoresse excluyen, “se escapan” y forman un grupoaparte.

Una constante entre los jóvenes es la edu-cación liberal que han recibido, ya sea por lospadres o por el contexto. Algunos jóvenesconsumidores de cannabis definen así la rela-ción con su madre y con su padre:

[Refiriéndose a la madre] “Yo creo que me diouna educación que te cagas, lo que pasa es queella no se da cuenta de lo bien que lo ha hecho.Ella me ha dado libertad de salir... y en cuanto apensar, sobre todo en cuanto a pensar; me hadicho toda la vida que tengo que tener mi propiafilosofía, pero ahora que la tengo no le gustanada” (consumidora de 17 años)

[En relación a los padres] “En mi vida siemprehe tomado yo las decisiones, mis padres consi-deraban que era yo quien debía hacerlo... nisiquiera me bautizaron para que yo eligiera mipropia religión. Así que lo de no estudiar fue por-que yo quise, claro que mi padre me presionópara no abandonara mis estudios. Yo he sido sufrustración...” (consumidor de 21años)

“Mi madre me advierte, me dice que vaya concuidado y que controle, y de vez en cuando mepregunta si fumo mucho. Ella tiene tres herma-nos que fuman... y amigos... y ha visto que no lespasa nada. Ellos nos respetan y confían en nos-otros” (consumidora de 22 años)

La transmisión de criterios, de valores y depautas de conducta a los jóvenes ha deponerse en relación con los cambios más glo-bales que están aconteciendo en nuestrasociedad. Los jóvenes son herederos de losvalores e ideales de los adultos y, al mismotiempo, transformadores de éstos. Ello signi-fica que son herederos activos, no pasivos.Se apropian de lo que consideran valioso,pero lo adaptan y lo utilizan en función de surealidad y de su experiencia de la realidad.Las ideas liberales que los adultos han crea-do como mecanismo de cambio social en laépoca de la transición, y que ya forman partede los valores dominantes, hacen posible-mente que el hecho de consumir cannabis

sea considerado una cuestión no demasiadotransgresora y pueda ser vivido o interpreta-do como una especie de continuidad de todoun proceso de reivindicación de las libertadesdel individuo iniciado unas décadas atrás.Para muchos padres resulta sin embargo cho-cante que este proceso de conquista de liber-tades individuales y colectivas haya podidollevar a un sector de jóvenes a consumir dro-gas como parte de las actividades cotidianas.

“Yo supe que existía el cannabis desde quenací, mi madre fuma. Lo que pasa es que fumauno cada mil años y siempre de una manera muydiscreta, en casa, vamos que yo sabía que existía,pero a mi madre no le gusta que fume. En esesentido tiene una visión un poco hipócrita. Ella alo mejor cree que no me entero cuando va a pillarcosto a mis amigos y luego a mí no me dejafumar. En ese sentido mi madre es muy hipocriti-lla” (consumidora de 17 años).

“Conseguir hachís es super fácil. A mí me lle-varon un día y .... yo sabía que mi madre tenía uncarácter abierto, había visto en mi casa, en comi-das familiares, unas piedrecitas marrones ycomentarios como: “Mira que piedrecita me hanregalado”. Yo no sabía qué era, pero veía que sereían mucho y pensaba: “Joder, ¿por qué no lopaso tan bien como los demás?”. Así que yo yasabía que mi madre lo toleraba” (consumidor de21 años).

La procedencia social de los jóvenes fuma-dores de cannabis es muy diversa; sin embar-go, un número muy elevado de ellos son declase media y media-alta. Según el últimoinforme del PNSD, entre las personas admiti-das a tratamiento por consumo de cannabisen 1998 en España, 2.879 en total, el 30,2%tienen estudios de BUP y superiores, y el40,6% están trabajando, se hallan insertadosen el mundo laboral (PNSD 2000). Esos datosconfirman una vez más que el fumar porrosimplica también a jóvenes bien integrados, opor lo menos dotados de capital social parapoder elegir; incluso podríamos decir quemuchos fumadores son de “buena familia”.

Yo creo que fuman todos, lo que pasa es que,entre los adultos, cuanto más alto es el estatusmás tratan de esconderlo. Tengo un amigo quevende y sus clientes son de mucho dinero. En elmundo del arte, del cine, el periodismo, todos

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fuman. Yo creo que hay más hachís entre la gentede izquierdas, pero eso ya ha trascendido, ahorafuman todos. El clásico pijo sevillano medio fachatambién fuma (consumidor de 30 años).

Y, por supuesto, también se fuma porrosen grupos marginales, de clase baja, e inclu-so entre colectivos radicales o profesionalesque por ideología podrían estar en contra. Deeso se queja un miembro de una asociación:

“Los skins, por ejemplo, también fumanporros como nosotros y se drogan, también lapolicía y los médicos, de hecho el consumo estánormalizado” (miembro de una asociación)

Esa normalización es un logro de los másjóvenes. Para los adultos el fumar porros eray es una cosa de una cierta ‘elite’ o demomentos muy especiales. Para algunos elfumar es cosa de una minoría de iniciados,para otros es parte de momentos especialescompartidos con amigos como para reforzarun guiño de complicidad o rememorar losmomentos jóvenes. Sin embargo, el colectivode adultos que se apropió del cannabis de loslegionarios en los años 70 no ha llegado anormalizar el consumo, eso está siendo obrade los jóvenes actuales. Para ellos el porro esuna sustancia cotidiana, visible y próxima.

No es nada fácil hacer de padre o madre delos adolescentes actuales en lo que se refiereal consumo de drogas propias de esta edad.El papel de los adultos, y en especial de lospadres, a estas edades ha cedido muchopeso a la socialización a través de los pares.15

En este sentido, la actitud ambigua, positiva onegativa de algunos padres y madres ante elporro, aunque influyente, puede ser neutrali-zada por otras influencias, la del grupo depares, la de otros adultos cercanos, la de losmedios de comunicación, etc...

El conflicto entre generaciones es sustan-cial en el debate del cannabis y su análisis nova a quedar saturado en este artículo, pero síes importante subrayar en qué consiste suimportancia: para la mayoría de los adultos, elcannabis es una sustancia controlable en sus

vidas, lo que les permite hacer un uso contro-lado y sibarita de él. Y eso es lo que más seacerca a ese uso inteligente que proponenlos defensores del cannabis, consistente enfumar en ciertas ocasiones, en ciertosmomentos del día o circunstancias, algosemejante al ritual de beber un buen vino ode disfrutar de un programa de televisión. Sinembargo, no es ése el uso que hacen delcannabis la mayoría de los jóvenes, sino otromucho más compulsivo. Entre los jóveneshay un hambre voraz de símbolos, de encon-trar significados a la realidad, de abrirse anuevas experiencias, de comunicación... y nohay duda de que el porro -al igual que otrasdrogas- se está convirtiendo en un instru-mento eficaz como amuleto y/o fetichemediador en la satisfacción de esas necesi-dades.

Motivos de los adolescentes para el consu-mo.

La edad de inicio en el consumo de canna-bis está descendiendo. En la última EncuestaEscolar de 1998 se sitúa en los 14,8 años(PNSD 2000). A esa edad, el grupo de ami-gos cobra una importancia vital y es en sunúcleo donde suele iniciarse el consumo. Losespacios de ocio son importantes, pero essorprendente ver hasta qué punto los centroseducativos, donde los jóvenes pasan lamayor parte de su tiempo, resultan lugaresprivilegiados para tener una primera experien-cia con las drogas:

“A los dieciséis años me cambiaron de colegioy allí hice nuevos amigos que ya fumaban. Empe-cé COU y lo que hacíamos era sentarnos por ahíy hacer unos porros... a esa edad buscábamosalgo diferente, hablábamos del día a día, de músi-ca, de lo que nos gustaba, a uno le encantaba elsurf y hablábamos horas y horas de surf; tambiénplaneábamos las cosas que nos gustaría hacer...siempre planeábamos cosas, que si una salida,una excursión, un sitio donde ir de marcha, etc...Entre todos juntábamos algo de dinero e íbamosa buscar costo. De todas formas yo nunca he ido

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15 Hay un buen análisis de cómo ha ido cambiando la socialización de las nuevas generaciones en el estudio Jóvenes Españoles 99, realizadopor Juan González-Anleo (1999: 144-151).

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a comprar, siempre lo han hecho los amigos, yoponía el dinero y otro se encargaba de comprar”(consumidora de 21 años)

“Tenía un compañero de clase que ya estabametido en ese rollo de fumar porros pero nosabía liarlos, entonces yo me hice el guay y ledije: yo controlo que te cagas, yo fumo desdehace mogollón. La verdad es que nunca habíafumado antes, pero me dio el material y me hiceun porro...,claro que no el mejor que me hehecho en mi vida, porque no tenía práctica, perome salió bastante bien para ser la primera vez. Allínos lo fumamos, en el instituto a las diez y mediade la mañana, y cogimos un pedo que no sabía nidónde estaba. Tuve una bajada de tensión radical,me quedé agilipollao, me reía de todo, no recuer-do muy bien la sensación” (consumidor de 21años).

“... yo tenía 13 años y me preguntó [una amiga]si lo había probado, ella tenía 17 o 18 años, éra-mos tres y me gustó la sensación. Yo tenía prejui-cios en cuanto a las drogas, creía que te aliena-ban, pero ahora estoy totalmente en contra deeso, ahora sé que sigues siendo tú mismo, lo quepasa es que son partes de ti que no conocías.(...)Después de la primera vez no volví a fumarhasta al cabo de un mes. Las tres primeras vecessiempre te invitan. Luego se lo dije a un amigo, lepedí que me pillara un talego porque me iba deexcursión con los de mi clase. Les inicié a todos,y no por ello me sentí mal, ni corrupta, ni nada,me sentí muy bien.” (consumidora de 16 años).

Para el varón, empezar a fumar porros esmuchas veces una cuestión de orgullo y devirilidad, muy parecido a lo que pueda signifi-car iniciarse en las relaciones sexuales. No sepuede decir a un colega que aún se es vir-gen. Su hombría pasa por demostrar conoci-miento y dominio de la situación. Para lasmujeres, por el contrario, se trata más de unacuestión experimental, más vinculada al com-pañerismo: hay una transmisión de conoci-mientos y de afecto que se consolida a travésdel porro. Hay una cultura del porro que defi-ne posiciones en el grupo y, dentro de ella, elconseguir el hachís tiene un significado espe-cial. Uno de los consumidores ya experimen-tado lo describe de forma muy gráfica:

“Algunos de los consumidores nunca handado el paso transgresor de ir a buscar la droga.Ocurre que en los grupos o en las parejas hay

una cierta especialización. Hay uno que se encar-ga de conseguir, otro que lo paga, pero no tienesiempre que ser el mismo. Surge el derecho deque el que lo compra no paga su parte, es decirque entre los amigos se roban. Es una cosa muysutil que no puede reducirse a un modelo. Haygente a quien le encanta que le invites, que lescompren y les den” (consumidor de 60 años).

Esas diferentes posiciones tienen que vercon el papel social que cada uno acepta jugar.Entre los jóvenes varones puede significaruna forma de demostrar su valor, pero tam-bién es una forma de ahorrar en la compra.Las relaciones de solidaridad no están nadaclaras en ese trámite, en ninguna de las dosposiciones, ni en el que compra y cobra mása sus amigos de lo que ha pagado, ni en losque consumen aceptando que sean otros losque corran el riesgo de ir a buscar la mercan-cía.

Las mujeres no se sienten motivadas porel acto de comprar la sustancia, y por normageneral suelen encargárselo a un amigo obuscar un mecanismo más seguro de aprovi-sionarse. Quizá ésa sea la explicación de quemás del 90% de las sanciones administrati-vas y de las detenciones se realicen a varo-nes. La relación de las mujeres con el porroestá menos vinculada a la demostraciónpública de habilidades y valentía, lo que lespermite expresar sus temores y adoptar con-ductas protectoras. Ello también explica eldiferente significado que se otorga al porro.Las mujeres enfatizan más la sociabilidad y labúsqueda de sensaciones, el porro les refuer-za y potencia esas habilidades. En los varo-nes, el porro más que un potenciador es ungenerador, les abre la puerta de la sociabili-dad y las sensaciones, habilidades que, sinun estímulo, muchos mantienen reprimidas.Los varones amplían el espacio en que fumanal conjunto de situaciones en las que necesi-tan ser sociables y receptivos, las mujeresseleccionan más esos momentos. Los varo-nes, más que las mujeres, necesitan exhibirque son fumadores como una demostraciónde valentía. Algunos ejemplos pueden verseen los siguientes testimonios, donde se pre-

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sentan las razones y las circunstancias en lasque apetece fumarse un porro:

“El hachís es una droga que se adapta a todaslas situaciones de la vida, aunque normalmenteempiezas en los bares. Después te preguntasqué puede pasar si te lo fumas sola, y me dicuenta que fumar en el balcón de mi casa oyendomúsica era muy gratificante ... pero en generalsólo fumo cuando salgo en plan tranquilo. Sisalgo a bailar no, porque no aguanto. Es muy inte-lectual lo de los petas, te apetece conversar, reír-te, hablar de algo transcendental” (consumidorade 16 años)

“Cuando tenía tiempo libre y no tenía nadaque hacer era cuando fumaba, de hecho, para mífumar porros ha estado siempre vinculado al ocioy al tiempo libre. No se me ocurriría nunca fumar-me un porro por la mañana antes de ir a trabajar,pero sí un sábado que no tengo nada que hacer.Yo ahora fumo a diario, pero cuando estoy conamigos. Suelo fumar entre dos y seis al día com-partidos con otra gente, los fines de semana escuando más fumo. A veces estoy relajada y sola,y me apetece fumarme un porro... entonces melo hago, pero con medio que fume ya tengo bas-tante. Para mí fumar porros tiene que ver conrelajarse, estar a gusto”. (consumidora de 21años)

“Para mí el mejor momento para fumar unporro es cuando me apetece. A mí me sientamuy bien después de comer, en vez de hacer uncigarro, hacer un porro. También me gusta parairme de marcha, cuando no tengo ninguna obliga-ción, ni he de estar presentable, ni quedar biencon nadie... entonces es cuando me gusta. Tam-bién me encanta fumarme un porro para tocar laguitarra, no ponerme ciego sino con un toque, sime paso, como cualquier exceso, es malo, y si nome paso disfruto más. Con un porro me sueltomás, normalmente soy bastante parado, másbien tímido y con un porro me vuelvo más atrevi-do y estoy más sensible. (consumidor, 21 años)

En esos comentarios están casi todas lasrazones que alegan los consumidores parafumar porros: se fuma para ser más sensiblea la música, para estar en ‘plan tranquilo’, enlos momentos de ocio, con los amigos, pararelajarse, o simplemente porque apetece.Hay otras razones que se irán viendo en lostestimonios de los consumidores, pero éstasson, por decirlo de alguna forma, las más típi-cas y las más tópicas, aunque, como vere-

mos a continuación, tienen poco que ver conla línea argumental oficial del movimientopro-cannabis.

5. EL DISCURSO LEGITIMADOR Y SUS

CONTRADICCIONES

La defensa del cannabis se sustenta en unentramado de argumentos que tienen comofunción principal presentar los beneficiossociales de esta sustancia y las incoherenciasdel sistema que la mantiene prohibida. Laelaboración de un discurso legitimador haacompañado también la inserción social delas llamadas ‘nuevas drogas’ o ‘drogas dediseño’ como el éxtasis (Kokoreff y Mignon1994, Calafat 1998). Los argumentos que seelaboran son una construcción cultural basa-da, en principio, en algunas de las cualidades,científicas o no, con que se etiquetan las sus-tancias. Estas estrategias que legitiman elconsumo se nos presentan como símbolosque dan identidad a las sustancias, en estecaso al cannabis, identidad que se transfierea sus consumidores en el acto mismo delconsumo y de su defensa. Pero tambiénesos argumentos tienen suma importanciaen el plano de lo social, pues hacen referen-cia a dogmas y a valores actuales que nues-tra sociedad defiende y sin los cuales esediscurso legitimador de las drogas no seríafuncional, y exigiría la construcción de otromuy diferente.

El análisis que viene a continuación se haefectuado a partir de diversas fuentes: de lainformación escrita que aparece en revistas,folletos, postales e Internet, y de las entrevis-tas realizadas a diferentes miembros de lasasociaciones españolas en defensa del can-nabis, y a otros consumidores. Es un análisisde discursos en el que se han tratado de cap-tar los criterios que definen el consumo decannabis y la sustancia misma, con la inten-ción de analizar la construcción de todo elentramado y sus contradicciones.

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Cáñamo y cannabis como experiencia eco-

lógica.

Esta estrategia contiene diversos argu-mentos. Uno de ellos es buscar la asociaciónentre el cannabis y la planta cáñamo, que hasido, al parecer, injustamente perseguida porintereses comerciales; otro, reivindicar elcannabis por ser un producto natural, unregalo de la naturaleza a los seres humanos.Una línea estratégica es la promoción delautocultivo, una forma de tener un productocontrolado y de luchar contra el narcotráfico yla adulteración.

El cáñamo (Cannabis sativa) es el nombreque recibe una planta muy utilizada desde laantigüedad. Sus granos tienen propiedadesalimenticias y sirve de materia prima en lafabricación de productos muy variados: papel,materia textil, objetos diversos... Últimamen-te se utiliza para producir isocáñamo, unmaterial para la construcción 16. Las numero-sas posibilidades que ofrece el cáñamo lohan convertido en una sustancia muy defen-dible desde criterios ecológicos, por la facili-dad de su cultivo en diversos tipos de paisa-jes, por ser un cultivo no contaminante queno requiere insecticidas y crece con facilidad-lo que permite la biodiversidad- y por ser unamateria prima que ha ido perdiendo espacio afavor de otras como los tejidos sintéticos o lamadera. El cultivo del cáñamo se mantieneen casi toda Europa, siendo Francia y Españalos principales productores 17. La Unión Euro-pea promociona actualmente su cultivo otor-gando subvenciones, lo que viene a demos-trar que el argumento de sustanciaperseguida no funciona, al menos en Europa,donde su cultivo está en fase de expansión.

Dependiendo de la variedad de cáñamo o,fundamentalmente, del clima en el que secultiva se obtienen plantas con mayor (del 2al 6%) o menor (< de 0,25%) contenido detetrahidrocannabinol (THC), que es el compo-nente con efectos psicoactivos, que ademásse produce en relación inversa a la fibra que

es la que tiene intereses industriales. En estesentido, el cáñamo que se cultiva en Europapara fines industriales tiene mucha fibra ycarece prácticamente de efectos psicoacti-vos. Por ese motivo, aunque hablamos gené-ricamente de la misma planta, tanto al referir-nos a la que se utiliza con fines industrialescomo a la que se utiliza para obtener mari-huana o hachís, en la práctica no tienen nadaque ver, puesto que o sirve para la industriaen cuyo caso no tiene efectos psicotropos oviceversa. Así, pues, ¿por qué meterlo todoen el mismo saco? ¿De dónde surge eseinterés repentino de algunos consumidoresde marihuana por defender una planta utiliza-da en la industria?

Podría pensarse que defendiendo losaspectos ecológicos del cáñamo, una plantatan injustamente perseguida -aunque no enEuropa- como el cannabis, del que se obtienela marihuana y el hachís, se lograría que esteúltimo fuera visto con los mismos ojos. Esadefensa del cannabis a través de la defensadel cáñamo da a la reivindicación un tonomás genérico y amplio, lo que permite situarla problemática a un nivel de intereses eco-nómicos internacionales y monopolísticos.Uno de los argumentos es que los interesescreados en la producción de fibras sintéticasy de algodón (producto cultivado mediante unsistema muy poco ecológico) impiden que seproduzca cáñamo porque éste resultaríacompetitivo en el mercado (Herer 1998). Deesa manera, los productos de cáñamo simbo-lizados por la hoja de marihuana se reprodu-cen como símbolos de grupos alternativos,de personas críticas al sistema, de grupos de“izquierda”, ecológicos, etc... El mensaje quese acaba creando es que defender el cáña-mo, un producto ecológico injustamente per-seguido, y fumarse un porro y luchar por sulegalización son distintas vertientes de unamisma contienda.

“El cannabis es una forma de vida. Cada vezes más una forma de vida, hay ropa de cáñamo,

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16 La obra de Jack Herer recientemente traducida al español El cáñamo y la conspiración de la marihuana. El emperador está desnudo es unbuen compendio de los diferentes usos que se han hecho del cáñamo a lo largo de la historia.

17 Cáñamo, enero del 2000: 70-72

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comidas de cáñamo, papel de cáñamo y hasta lapropia Adidas tiene unas playeras de cáñamo quete cuestan doce mil pelas y son preciosas. Hayuna cultura total. En la asociación hay gente quevive para el hachís, venden su ropa, son especia-listas en el tema hidropónico, cosas del cultivo deinterior y exterior, y eso es una forma de vida. Siel cannabis se legalizara, a mí me encantaríamontar un coffe-shop con zumos maravillosos ymarihuana” (consumidor de 30 años).

Una vez conseguida esta etiqueta ecológi-ca resulta fácil para la marihuana encontrarlealianzas, que funcionan mejor cuando hayademás intereses comerciales. En una mani-festación organizada en Londres en 1998 porel periódico The Independent on Sundaypudieron verse las alianzas entre el ecologis-mo y las multinacionales, haciendo propio elinterés antiprohibicionista y aliándose con losdefensores de la marihuana. Al hablar de lanoticia, el periodista afirmaba:

“Este mismo diario organizó el pasado 28 demarzo una gran manifestación antiprohibicionistaen Londres, a la que asistieron el grupo Virgin,cuyo presidente, Richard Branson, declaró hacetiempo que comercializaría porros si fueran lega-les, así como The Body Shop, que se dio a cono-cer por sus cosméticos no testados sobre anima-les, y que ha lanzado una línea de productos decáñamo” (Cáñamo 7: 18)

Asimismo, los que trabajan con el cáñamose benefician de todo este movimiento pro-cannabis y sus productos llevan como distin-tivo las hojas de marihuana que simbolizan lacultura del cannabis. Lo simbólico cobra unaimportancia enorme en todo ese marketingque adorna los productos de cáñamo. Así,resulta sumamente atractivo el ideal de sus-tancia “natural”, sinónimo de una sustanciabuena y positiva que nos regala la madrenaturaleza. La etiqueta de ecológico vende yes una seña de distinción para un gruposocial de importante capacidad adquisitiva.Pero ese ecologismo mercantilizado no estáexento de contradicciones, pues, a pesar desu etiqueta, no es ajeno al principal problemaecológico del planeta: el exceso de consumo.

El simbolismo de la ‘naturaleza’ siempre hatenido una gran fuerza. En un pasaje de ladeclaración de principios de la revista Cáña-mo se afirma:

“Hay cosas que cabe recordar y aclarar debuen principio aunque parezcan obvias. Por lotanto, aclaremos: las leyes son pasajeras, pero elcannabis sativa es, ha sido y será. La marihuanaha sobrevivido la represión arbitraria de las cultu-ras humanas durante milenios, como sobreviviráa la ‘guerra contra las drogas’” 18

el significado que se otorga a la planta,como parte de la naturaleza, es el de unpoder existencial mayor que las normas crea-das por los seres humanos, que no dejan deser transitorias. No es una idea original: estáimpresa en las raíces de nuestro sistema cul-tural desde hace siglos. Ya el dogma centralde la Iglesia Cristiana se basó en el poderomnipotente de Dios, expresado en las leyesinmutables de la naturaleza. Según la Iglesia,la naturaleza es inmutable, y sólo Dios puedealterar sus condiciones mediante los mila-gros. Siguiendo esta premisa, la Iglesia hapuesto barreras al desarrollo de la ciencia endistintos ámbitos, pues ello supondría trans-gredir la Ley divina. Vemos así como el ecolo-gismo se convierte en un nuevo aliado delparadigma católico más tradicional.

Asimismo, la defensa del cannabis comoproducto de la naturaleza, y por tanto legiti-mado, se ampara en esa creencia, en lasupremacía de lo natural y en lo nefasto decualquier intervención humana. Como hademostrado Bruno Latour el recurrir a la natu-raleza como argumentación última invalida elargumento desde premisas científicas(Latour 1992). Mas esa visión interesada dela naturaleza niega una de las aportacionesmás audaces y críticas que han impregnadoel mundo científico en el siglo XX: la miradahumana de la naturaleza siempre es subjeti-va, lo material existe interpretado desdenuestro bagaje cultural (woolgar). No existe lanaturaleza fuera de la cultura que la define, oen palabra de Hawkins, un físico reconocido,

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18 Recogido por internet en la página de cáñamo: www.canamo.net

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el principio antrópico afirma que “vemos eluniverso en la forma que es porque nosotrosexistimos”. Por tanto, el hachís, la marihuanao los porros son elementos definidos desdela subjetividad que por supuesto es cultural,tienen un uso social y son artefactos a losque se da una finalidad determinada por elcontexto.

El cultivo en casa.

El cultivo casero del cannabis es una de lasestrategias más importantes en esta alianzacon el ecologismo. La planta es símbolo ymetáfora de la naturaleza. ¿A quién se le ocu-rriría pensar que algo que crece en una mace-ta del balcón de casa o del jardín puede seruna droga? Es mucho más fácil estableceruna conexión con el cultivo de tomates u hor-talizas para el autoconsumo. Además, de esaforma también se consigue aumentar el com-promiso del individuo con la causa (Ingold yToussirt 1998).

En el entramado ecológico, la promocióndel cultivo casero de la marihuana se ha con-vertido en una nueva moda que está creandoun espacio muy dinámico dedicado al apren-dizaje del cultivo y la botánica dentro de lasasociaciones:

“Los jóvenes vienen porque se aficionan a cul-tivar la planta, eso les llena, crean una relacióncon la planta del día a día, que si regar, podar,espulgar... y vienen aquí a ver al biólogo, para queles explique qué deben hacer para matar algúninsecto o plaga, cómo sacar los machos, y en eseproceso sí que van viniendo y se implican connosotros. Cada vez hay más jóvenes aficionadosporque cuando prueban la marihuana se dancuenta de que no tiene nada que ver con elhachís que venden en la calle. Además es gratisporque ellos la han creado. El Mendiluce dice quepuede utilizarse como tratamiento de desintoxi-cación, como terapia ocupacional, por lo de cuidartus plantas, porque es muy compensatorio, sonseis meses de ocupación y al final llega la cose-cha. Hay un americano que dice que la marihuanano crea adicción, lo que sí crea adicción es su cul-tivo. Eso lleva a una relación con la planta que seamplía a otras plantas, al mundo vegetal, a la eco-logía, a la naturaleza, a la vida... El paso de llegar auna visión del mundo más acorde con las necesi-

dades ecológicas puede empezar por esa rela-ción con la plantita” (miembro de una asociación).

La marihuana se convierte, así, en un for-mato más defendible que el hachís; su cultivoes una alternativa a participar en el narcotráfi-co y permite crear nuevos criterios positivosen su defensa. Además, con la marihuana sepuede controlar lo que se toma, lo cual noslleva a una crítica del hachís como productosusceptible de adulteración. La promocióndel cultivo casero está empezando, la mari-huana continúa siendo un bien escaso y seconsidera un privilegio poderla consumir.Como alternativa tenemos el hachís, que pro-cede básicamente de Marruecos. Todo lleva acrear una cierta mística alrededor de la mari-huana. Así describen los consumidores lasdiferencias entre marihuana y hachís:

“El hachís es más accesible y lo fumas conmás regularidad, tiene otro tipo de sabor, produceuna sensación totalmente diferente. El hachís esmás tranquilo y menos creativo, también te abreun poco la mente y da mucha hambre. La mari-huana lo que tiene mejor es que es más creativa.A mí me gusta mucho actuar y con la marihuanase me ocurren muchísimas más cosas. Si ahorahubiera fumado marihuana estaría dando saltos,pegando gritos, haciendo alguna representa-ción... con el hachís te lo tomas de otra manera.Con la marihuana te sientes obligado a sacar todolo que llevas dentro” (consumidora de 17 años)

Algunas asociaciones tienen un espacio deventa de productos y libros relacionados conesa afición botánica. A través de Internet esposible comprar todo lo necesario para reali-zar un cultivo casero eficaz y científicamentecontrolado, e incluso lograr semillas manipu-ladas genéticamente que garantizan unacosecha “de calidad”. La revista Cáñamo dedi-ca en cada uno de sus números un espacioimportante al cultivo. La idea que trasmite esque conseguir así “buena” marihuana es unatarea muy compleja, difícil y propia de exper-tos.

“La genética de la semilla es el principal factorque influye en la potencia de la marihuana. Si lagenética no es buena, la maría no será potente(...) ¿Qué tienen las semillas de los bancos holan-deses? -se preguntan muchos cultivadores. Prin-

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cipalmente, estabilidad y potencia. Los bancos desemillas llevan a cabo una labor de selección delas mejores plantas. Estabilizan las variedades ylas hibridan. Las semillas de variedades holande-sas suelen dar lugar a plantas semejantes entresí. Maduran más o menos a la vez y prácticamen-te todas las semillas dan lugar a buenas plantas”(Cáñamo 20: 56)

El cultivo casero de marihuana, segúnadvierten los conocedores del tema, no estarea fácil ni puede hacerse de manera autó-noma sin el consejo de algún experto, y sintener materiales básicos o acceso a semillasde calidad. Es difícil no ver en ello un nuevotipo de mercado, tanto de profesionalescomo de productos, que ya está abierto enHolanda y que se encuentra en vías deexpansión.19 En ese discurso de selección delas semillas puede observarse otra de lascontradicciones. Cultivar marihuana se con-vierte en un acto natural que, además, conec-ta con la tradición idealizada del mundo rural.Sin embargo, para obtener marihuana de cali-dad hay que recurrir a complejos mecanis-mos de selección genética (o bien simplificarla operación comprándola por internet a losholandeses, quienes se han encargado deconseguir semillas de todo el mundo, selec-cionarlas y hacer un bonito catálogo). Portanto, cultivar marihuana no significa sólo“poner una planta en tu vida”, sino tambiénentrar en un complejo sistema especializadoen lograr plantas de calidad. La manipulaciónde las semillas tiene como finalidad lograrque éstas produzcan más THC, con el fin deobtener mayor efecto psicotrópico. Todo esemontaje queda lejos del ideal de dejar hacer ala “madre naturaleza” y parece más bien apli-car la tecnociencia más actual. La dialécticaentre tradición y modernidad entra en el dis-curso en defensa de la marihuana y es muyefectiva en el marketing de promoción de lassemillas holandesas.

El cultivo casero de marihuana requierededicación y estímulos. Por ese motivo, lasasociaciones han empezado a organizar con-

cursos en la época de la cosecha. El másfamoso es el “Cannabis cup”, organizado porla revista estadounidense High Times. EnEspaña, los concursos tienen un caráctermás simbólico y se hacen con cautela paraguardar las formas legales. Ello no impideque se anuncien de forma pública y que cau-sen una cierta expectación entre los jóvenes,aunque en general no exista un gran rechazoinstitucional.

“Este año [1999] hemos organizado un con-curso en el que sólo podían participar socios. Sehan presentado treinta y seis cultivadores. EnMadrid llevan tres ediciones y en Andalucía, dos.Este año hemos empezado aquí (País Vasco) y enValencia. Para ser la primera experiencia fue muybien, hubo normalidad absoluta. Lo hicimos públi-co, sacamos carteles con el titular: “Primer con-curso de marihuana de Euskalerria”, donde expli-cábamos el programa en el que el concurso erauna parte de los actos. El premio fue una chapelacon una hoja de maría bordada” (Miembro de unaasociación)

La salud, la adicción y el uso médico.

En los últimos años, se ha hecho pública laexistencia de serios debates científicos sobrelas cualidades del cannabis. La polémica seha centrado en dos aspectos:

1. Si el cannabis puede ser considerado unmedicamento.

2. Si el consumo de cannabis es perjudicialpara la salud y crea adicción.

El debate acerca del cannabis como medi-camento salió a la luz cuando en 1995 lapublicación científica The Lancet resaltó losposibles usos terapéuticos del THC, abriendonuevas vías de investigación sobre estadroga. Desde entonces, unos estudios hanmantenido la línea terapéutica (Meana y Pan-toja 1998, Grinspoon 1998), mientras otros sehan posicionado claramente en contra (Farrell1999, Pertwee 1999). El debate se mantieneabierto; entretanto, la afirmación de que elcannabis puede ser un medicamento resulta

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19 La revista Cáñamo hace publicidad de toda una gran gama de productos elaborados con cáñamo, así como de las direcciones donde puedenconseguirse. La mayoría son empresas holandesas, aunque también hay algunas españolas.

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una línea argumental muy poderosa. La saludes una de las mejores etiquetas legitimado-ras; por esa razón, es la más utilizada por lapropia medicina cuando se abren nuevoscampos que crean algún tipo de controversiasocial. La salud está de moda y resulta unargumento infalible para legitimar nuevas for-mas de intervención médica. Si se logra rea-firmar la marihuana como una sustancia quetiene una función curativa y que contribuye ala mejora de la calidad de vida, su legitima-ción está asegurada. Por ello, los defensoresdel cannabis se acogen con fuerza a esaposibilidad, potenciando todas las publicacio-nes orientadas a presentar el cannabis comomedicamento.

Nuevamente la estrategia de la cultura pro-cannabis es considerar que las posibilidadesterapéuticas del cannabis son postergadasdebido a la combinación de los intereses polí-ticos y económicos de la industria farmacéu-tica, para los cuales el cannabis aparececomo un competidor. La industria farmacéuti-ca es considerada como uno de los grandesopositores a la legalidad de la marihuana. Ladenuncia se orienta a que soborna indirecta-mente a médicos e instituciones. Ello puedeser o no cierto, pero se ampara en el hechoreal de que la industria farmacéutica es pode-rosa y tiene verdadera capacidad de influen-cia política (Navarro 1978). Sin embargo, tam-bién es cierto que el recurso del consumo demarihuana como medicamento es un subter-fugio para lograr el consumo legal de estasustancia por la puerta de atrás. El conceptode salud es tan amplio y flexible que una vezque la marihuana esté legitimada como medi-camento, lo estará para cualquier otro fin quese desee. El punto débil de la argumentaciónes que, nuevamente, hay una confusión inte-resada entre marihuana o cannabis y uno desus productos activos, el THC, y que dentrode las posibilidades terapéuticas muchasveces no es suficiente o necesario fumarmarihuana para conseguir los efectos 20.

Estrategias similares en las que se buscalegitimar una droga a partir de sus posibilida-des terapéuticas las siguen los grupos deinterés económico que hay detrás del alcoholy del tabaco. Con esta última sustancia se haquerido demostrar que prevenía la demenciasenil -cuestión que últimamente se ha des-echado con un amplio estudio con médicosvarones - y la enfermedad de Parkinson, perose ha demostrado que los posibles benefi-cios en este caso vendrían anulados porquela gente se moriría antes de cáncer de pul-món (Fagerström, 1994).

El cannabis no perjudica ni crea adicción.

La otra batalla a favor del cannabis está enconvencer que el consumo de cannabis esinocuo para la salud. Escohotado dedica unaspáginas en su último libro a explicar los bene-ficios de consumir marihuana si se hacecorrectamente, e incluso argumenta que sino se hace correctamente no tiene ningúnriesgo, ni crea adicción ni toxicidad (1997: 50-67). De hecho, Escohotado propone un con-sumo inteligente e idílico que no tiene encuenta las condiciones reales de consumo dela mayoría de los consumidores de cannabisactuales, especialmente los jóvenes. Existebastante literatura, por el contrario, que apor-ta datos que nos alejan de esa visión tan idíli-ca (Quiroga, 2000), al igual que ocurre siescuchamos a los propios consumidores,cuya forma de uso nos recuerda en ocasio-nes a la automedicación de las amas de casay de los ejecutivos.

“Como otra persona se puede tomar un café ouna valeriana yo me fumo un porrito. Es un poqui-tín para cortar un mal estado de ánimo o para unfin de semana comunicarte mejor. Si un día estoyenloquecida o me sobrepasa un problema de tra-bajo me tomo uno, me calma y me ayuda mucho.Igual me lo tomo para cosas aburridas que mefastidian mucho, para sobrellevarlos. Si, por ejem-plo, tengo que estar dos horas en el ordenador,

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20 Como dice Manuel Guzmán del Departamento de Biología Molecular a raíz de sus investigaciones sobre el tratamiento del glioblstoma conTHC: “Cuando la marihuana se fuma, el THC y otros 60 compuestos que hay en la planta tienen que llegar a la sangre, una parte muy peque-ña del THC llegaría al cerebro y dentro del tejido cerebral la proporción de cannabinoides que se insertaría en las células tumorales sería ínfi-ma” Revista Interviu nº 1.245, pág.40 (2.000)

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me ayuda y tomo distancia” (consumidora de 52años).

“La única cosa que consumo regularmente esmarihuana. Con eso no me siento en peligro, esla droga más tranquila del mundo. Como todaslas drogas es corrosiva, el único peligro que veoes la memoria, llevo un despiste encima que nome aclaro, se me olvida todo. Yo ya soy despista-da de nacimiento pero con los porros se meacentúa más. Normalmente fumo poco porqueenseguida me afecta. Además soy una personacon ansiedad física, eso es porque soy muy ner-viosa. Los porros no es que me den ansiedadpero me la acentúan. Eso es lo único que lesencuentro de negativo.” (consumidora de 17años).

Quizá el efecto más apremiante del canna-bis haya que verlo en el uso que hace de él lapoblación más joven, que se enfrenta a unaserie de cambios en su proceso de creci-miento. La comodidad de colocarse conporros, evadirse de sus ansiedades y creerque el mundo les es adverso no es precisa-mente la actitud más saludable para estimu-lar a los jóvenes a que potencien todas suscapacidades, habilidades sociales y autono-mía personal. El comentario siguiente no esaislado y se está haciendo muy común entrelos consumidores de cannabis:

“Siento que el instituto no me aporta nada,me aburro, odio el latín. No tengo la sensación deque me aporte nada. Aun la biología me molaalgo, yo necesito que las asignaturas tengan sen-tido. Necesito aprender a estudiar. Si apruebo esporque tengo suerte, porque yo no estudio. Losprofesores no me gustan, aunque pueda intere-sarme la asignatura, los profesores son unosnazis y unos imbéciles, así que falto mucho aclase. Además cuando voy a clase me duermo,siempre tengo sueño” (consumidor de 18 años).

Buena parte de los consumidores son ado-lescentes, están en plena formación acadé-mica y social, y en ese proceso el consumode cannabis les crea una relación negativacon el aprendizaje y les hace sentir apatía porel mundo externo.

“Yo he tardado en sacarme una carrera eldoble de tiempo. Yo sabía que podía aprobar unacarrera y fumar al mismo tiempo, que era lo queme gustaba. Si hubiera tenido que elegir entreuna cosa u otra, a los veinte años, igual mehubiera quedado con los porros y hubiera dejadolos estudios. A esa edad te engaña cualquiera”(consumidor varón de 35 años).

Aunque en los mensajes difundidos desdela cultura pro-cannabis suele haber una ten-dencia a defender la inocuidad de esta sus-tancia, en cualquier contexto de discusiónmedianamente serio, existe un consenso a lahora de reconocer algunos de los efectosnegativos del cannabis: esa informaciónpuede encontrarse en los materiales de difu-sión, en el material preventivo, o incluso enpáginas web defensoras del cannabis 21. Elconsumo que hacen los jóvenes está muyalejado del planteamiento idealista elaboradopor las asociaciones pro-cannabis. El consu-mo inteligente y selecto es propio de élites yde individuos que tienen una buena capaci-dad de gestión de sus riesgos. Pero eso noocurre con la mayoría de la población, ymenos aún con los jóvenes o los adolescen-tes, que están en proceso de formación,madurando como individuos y sujetos socia-les.

La adicción.La adicción es otro efecto en discusión

ante el cannabis. Al no haber un cuadro deabstinencia como el producido por los opiáce-os, existe un amplio debate sobre el tema.En un estudio reciente (Calafat 2000), realiza-do entre 2.662 jóvenes europeos y 1.340españoles entrevistados en sus zonas dediversión durante el fin de semana, resultóque un 13% admitían haber tenido problemascon la marihuana y afirmaban que, a pesar deello, la seguían utilizando. También se aporta-ban otros datos, que sin aclarar la naturalezade la dependencia, hacían pensar que el con-sumo de cannabis era un hábito arraigado y

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21 Existen varias direcciones web donde puede encontrarse información sobre el cannabis. En algunas de ellas se presentan sus efectos. EnHerer (1998) viene un listado de las direcciones web. En la página www.erowid.org puede encontrarse amplia información sobre los efectospositivos y negativos del cannabis.

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difícil de abandonar para muchos jóvenes. Adiferencia de otras sustancias, los síntomaspor dejar de consumir cannabis pueden pro-ducirse a más largo plazo y en un formatomenos reconocible (Lundqvist 1998). El testi-monio de un consumidor lo explica:

“Te explico como funciona el mono de hachís:Para mí el segundo día de dejar de fumar te sien-tes más aliviado de cabeza, los otros tres o cuatrodías restantes también. Por la noche cuesta unpoco dormir, pero bueno. Después de una sema-na el cuerpo vuelve a pedir. Yo soy nervioso cuan-do no fumo y pienso más, por eso el fumar mesienta genial, me relaja. Cuando llevo una sema-na sin fumar el cuerpo me lo pide, tengo lamente demasiado clara. La primera vez que dejéde fumar a pelo me fui al monte sin llevarmenada, fueron cuarenta días y el último día teníauna pelota de ansiedad y aun me dolía la cabeza.Claro que fumaba unas cantidades...” (consumi-dor de 35 años)

La adicción causada por la marihuanaforma parte del debate científico, a pesar deque hasta los propios consumidores la reco-nocen. En un interesante estudio realizado enFrancia con una muestra de 1.087 consumi-dores de cannabis (considerándose comotales aquellos que hacían un consumo actualsin prejuzgar la frecuencia), reclutados por elsistema de ‘bola de nieve’, se recoge la enor-me importancia de la dependencia dentro deese colectivo. El 86% se ha considerado a símismo dependiente del tabaco, el 26% alcannabis, el 15% al alcohol y el 9% a la hero-ína. En lo que concierne a las dependenciasactuales, el 89% cita el tabaco, el 23% elcannabis y el 9% el alcohol, habiendo des-aparecido la heroína. Como vemos, a excep-ción del tabaco, ha existido una evoluciónmínima en lo que se refiere a la dependenciadel cannabis, que ha pasado de un 26% a un23% (Ingold y Toussirt, 1998).

El problema, sobre todo para los más jóve-nes, está en que no es fácil reconocer la adic-ción ni admitirla si no está descrita ni legiti-mada. Para algunos, confesar que tienenproblemas con el cannabis y buscar ayudapuede significar una traición a la causa, lo quetambién puede dificultarles el tomar concien-cia y actuar. El siguiente testimonio es el de

un consumidor que conoce bien por expe-riencia los efectos de la dependencia.

“Llevo más de quince años haciendo consu-mo abusivo. El hachís engancha bastante, peroes una droga que la puedes dejar. Hay épocas enlas que sólo fumo chocolate, sin tabaco; si algúndía no fumo ya lo creo que se nota, doy vueltasen la cama, sudo como un cosaco, me entra unaansiedad que te cagas, pero es llevadera. Eresconsciente de por qué pasa, te encuentras mal ynotas que te falta algo, pero sabes por qué es”(consumidor de 30 años)

En definitiva, sí hay problemas ligados alconsumo de cannabis. No es misión de esteestudio debatir si los problemas producidospor el cannabis son menores que los del alco-hol, o si justifican o no su prohibición. Pero sícreemos importante destacar que la falta deinformación veraz lleva a muchos adolescen-tes a no tener la menor percepción de riesgorespecto al consumo de cannabis; en unestudio nuestro anteriormente mencionado,el riesgo que percibían los jóvenes que salíande marcha en relación con el consumo habi-tual de cannabis era idéntico al del tabaco(Calafat, 1999), lo cual los hace proclives alconsumo, tal como está ocurriendo en nues-tro país donde la edad de inicio es cada vezmás baja.

Cannabis, la droga de la tolerancia y de la

diversidad.

En la construcción social de la cultura delcannabis se crea un cierto parentesco con elLSD y el éxtasis. Todas ellas son sustanciasque forman parte de movimientos musicalesy culturales, que se hayan vinculadas a situa-ciones íntimas de experiencia grupal, detransmisión de afecto, de búsqueda mística yde acto creador (Kokoref y Mignon 1994). Larevista Cáñamo dedica un espacio importan-te a la música, en especial a aquellos gruposo estilos que tienen cierta relación con el can-nabis. Ésta puede ser muy diversa: desdeletras de canciones que defiendan abierta-mente la causa de esta droga hasta posiblesafinidades entre el estilo musical y la culturadel cannabis. El número 20 de la revistaCáñamo habla de todos y cada uno de los

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intérpretes y líderes del festival SONAR cele-brado en Barcelona, así como de su apoyo ala marihuana. En el festival se concentran loslíderes musicales más actuales, alternativos ynovedosos. La imagen que se transmite es lade un espacio en el que la diversidad culturaly racial se fusionan con la ayuda de un catali-zador que se llama cannabis, y que da lugar ala aparición de nuevos estilos musicales yvalores. Es difícil no ver en ello una nuevaforma de apropiación folklórica, estética y cul-tural de grupos exóticos y del tercer mundo,siguiendo las mismas estrategias de siem-pre, separando los elementos culturales de larealidad de los pueblos donde se originan.Esa apropiación que se repite una vez más enla historia adopta la máscara de la solidaridada través de la música.

En la construcción de la realidad se puedencrear vínculos abstractos muy elaborados ycoherentes mientras no se decide contrastar-los con la realidad. Un ejemplo de esas cons-trucciones es la pretendida asociación entreel flamenco y la música árabe con el canna-bis. Esa asociación es defendida por la revis-ta Cáñamo en un homenaje especial al fla-menco, presentado como un estilo enraizadoen el consumo de marihuana:

“aunque no son exactamente lo mismo, tantoen el flamenco como en la música árabe pareceque está claro que el kif ayuda a reencontrarsecon uno mismo y exacerba aquella sensación queBaudelaire definió como ‘spleen’, una jonduranostálgica, una especie de melancolía placentera,unas ganas de no hacer nada, una pereza creati-va...” (Cáñamo 20:44)

La maniobra llega a su cenit cuando se des-cribe cómo en la decada de los setenta se diouna simbiosis entre unos cuantos hippies yunos cuantos gitanos de Triana, hermanadospor su conexión con unos valores ancestrales,y que dio lugar a una eclosión artística:

De ese hermanamiento hippy-gitano, surgióla introducción en ambientes jóvenes y no tanjóvenes de la marihuana y de sus allegados.También surgió una música a caballo entre las

formas flamencas y las sonoridades del rock”(Cáñamo 20: 46)

Según la interpretación que se hace de lahistoria, los gitanos aportaron su arte y loshippies, la marihuana y el rock. Esa conexiónidealista, en la que la marihuana era el nexode unión intercultural, podría convertirse enun bonito cuento de hadas si no fuera porquesu final resultó bastante menos idílico. En laactualidad, los jóvenes hippies de los añossetenta forman parte de los grupos de poder:son profesionales, políticos o ejecutivos que,después de unos años de experimentaciónfuera de las normas dominantes en su gruposocial, lucharon por ocupar posiciones cómo-das tanto en la escala de poder como en laeconómica. Por el contrario, los gitanossiguen, en su mayoría, formando parte de laescala social más baja, continúan viviendo encondiciones paupérrimas, muchos de susartistas han sido víctimas mortales de lasdrogas y sus valores ancestrales son aunconsiderados verdaderos lastres que lesimpiden adaptarse a la modernidad.

Al igual que ocurre con los gitanos enEspaña, la apropiación por parte de los gru-pos dominantes de elementos culturales pro-pios de otros grupos menos poderosos esuna constante; mas ello no debe ser interpre-tado como un intercambio cultural sino comouna apropiación (Bonfil Batalla 1987, GuzmánBökler 1986). Las culturas africanas y ameri-canas han sido fuente constante de inspira-ción en el arte y en la música europeos, peroello poco o nada ha beneficiado a sus pobla-ciones. Sólo en ocasiones, una élite local seha visto beneficiada. Los músicos famososde jazz entre la población negra norteameri-cana son un ejemplo, pero resulta evidenteque ello no ha repercutido en mejorar el esta-tus de la población negra en USA. Quizás poresa razón Louis Armstrong, “el rey de losfumetas”, necesitaba fumar, para poder tocary olvidarse de quienes se aprovechaban desu arte 22. Es una lectura de la realidad muydistinta a la que hace el artículo de Cáñamo

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22 Así lo define en la publicación Cáñamo, especial 2000: 52 al utilizarlo como ejemplo de persona sabía y artista fumador de porros.

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que presenta a Armstrong como otro ejem-plo defensor de la causa.

Potenciador de la solidaridad.

Otro mito, otra etiqueta, en la promocióndel cannabis es el convertirlo en nexo entreculturas y potenciador de la solidaridad.Como afirma un consumidor de 22 años, “lomejor de fumar cannabis es compartir”; yeso que sin duda es cierto para buena partede los consumidores (aunque no para su tota-lidad) trasciende en la defensa del cannabiscomo garantía de actitud solidaria a granescala. Quizás se debería ser más cauto yresponsable a la hora de promover esa clasede vínculos. Cuando Mendiluce, líder de lasolidaridad, afirma en el prólogo de un libroque el cannabis es la droga de la toleranciano hay duda de que está abusando del sím-bolo.23

“Si he encontrado una constante lúdica, alre-dedor de la cual se socializa y comunica, se ríe,se hacen amigos, a pesar de las distintas lenguasy de las distancias sociales, en torno a unahoguera o una chimenea, caminando por la playao sentados en una hamaca, ha sido la marihuana:antídoto de la intolerancia “.

Mendiluce da una trascendencia al canna-bis que no se corresponde con la realidad.Esta sustancia, por desgracia, no es la pipade la paz ni la solución mágica al gran proble-ma de la intolerancia. Los países árabes,donde la producción y el consumo de canna-bis es alto, son ejemplos de hasta dóndepuede llegar la intolerancia. Posiblemente, lamarihuana ayuda a Mendiluce a soñar con unmundo mejor y más solidario, y lo cierto esque desconocemos en qué medida facilitasus actuaciones. Pero sí podemos afirmarque el consumo cotidiano que hacen tantosjóvenes en nuestro medio no está amparadoen esos sueños solidarios. En todo caso, elcompartir la china o un estado de ánimopuede crear vínculos y complicidades, de lamisma forma que crea criterios de exclusión:

“Cuando estoy con mis amigos que sí fumanes perfecto. Hablamos de todo. Además es gentepreparada, el uno tiene una librería, el otro es pro-fesor... Si tienes que elegir entre dos, eliges a losque sí fuman. Los fumadores sí formamos ungrupo más compacto. En un grupo donde hay detodo, ves que los fumadores hablan menos y poreso mismo meten menos la pata, no dicen tantastonterías. A los que no fuman y beben se les va lalengua. Todo es más tranquilo entre gente fuma-da, por eso me gusta” (consumidor de 35 años).

La relación de vínculo y exclusión son dosefectos entre los que sí comparten. En lajerga cotidiana el cannabis ha logrado reafir-marse como una droga social que ayuda alindividuo a exteriorizar sensaciones amisto-sas y cordiales. Por eso es considerada unasustancia positiva que ayuda a sentir emocio-nes positivas de forma más intensa. Pero laetiqueta que incorpora Mendiluce al canna-bis, “es un antídoto contra la intolerancia”, leviene grande. La apología de la tolerancia enla promoción del cannabis es un oportunismoque se ampara en una de las escenas másdramáticas del mundo actual, un problemaque requiere soluciones muy complejas deingeniería sociocultural, de herramientas queno son tan simplistas como fumar unos cuan-tos porros.

Defensa del consumo como derecho del

individuo.

“Nosotros, los marihuaneros luchamos porquequeremos fumar gratis y queremos fumar libre-mente” (consumidor de 30 años)

“El argumento es muy sencillo: nos apetececonsumir cannabis y es nuestro problema elhacerlo o no, en tanto que personas adultas y ciu-dadanos con derechos. Creemos que tenemostodo el derecho del mundo a decidir, conociendolas consecuencias positivas y negativas de nues-tra conducta. Eso es lo que no nos dejan. (Miem-bro de una asociación)

Ésa es una afirmación ética que parece, deentrada, difícilmente rebatible. “Que cadaadulto haga lo que quiera sin imponer nada anadie; que las autoridades sanitarias infor-

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23 El párrafo está extraido del prólogo al libro de Grinspoon y Bakalar (1997) Marihuana, la medicina prohibida.

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men objetivamente y sin coacción y que elacceso al cannabis se regule del mismomodo que el alcohol y el tabaco” (Cáñamo20: 23). Este argumento liberal, que surge delos postulados teóricos de autores como Tho-mas Szasz, es propio de una sociedad utópi-ca gobernada por el liberalismo extremo, quesienta como premisa que el individuo es elúnico responsable de su conducta, de su viday de su salud. En ese tipo de sociedad, lasformas colectivas de protección y de soluciónde las necesidades deberían ser mínimas,dado que cualquier entidad que proteja tam-bién ejerce control. Según Szasz, el Estadodebería permitir prácticas como el consumode drogas o la tenencia de armas, siendo res-ponsabilidad de cada uno su acción y finan-ciación, tanto del hecho en sí como de lasconsecuencias: “las personas deben crecer yaprender a protegerse a sí mismas, o sufrirlas consecuencias” (Szasz 1980: 222). Cree-mos que el tipo de sociedad que defiendenSzasz o los liberales no ha sido comprendidaen profundidad por la mayoría de los defenso-res del cannabis que adoptan esos plantea-mientos. En ese tipo de sociedad, el indivi-duo es la medida de todas las cosas y elEstado apenas interviene en las decisionesque toma. Pero se trata de un Estado incom-patible con las políticas de salud pública pro-movidas por el estado del bienestar, tancaracterístico de los países europeos. Es unEstado que permite la tenencia de armas,puesto que la autodefensa es un derechoinalienable del individuo. Es un Estado dondecada individuo debe solucionar todas y cadauna de sus necesidades: educación, salud oatención en la vejez. Y como ya sabemos porexperiencia histórica, en ese tipo de Estadoel dinero y el poder es el que ofrece la posibi-lidad de comprar las soluciones. Esa doctrinaliberal es característica de la derecha másradical en países como Estados Unidos(Howell 1998) y también en Europa, lo quehace difícilmente comprensible que gruposde izquierda se apropien de elementos típi-cos de un pensamiento ultra liberal.

Si se toma como contexto la sociedadespañola actual, no resulta fácil imaginar las

repercusiones de esa política. En España seconsidera un importante logro social que elEstado asuma la protección de sus ciudada-nos en algunas cuestiones como la salud,mediante un sistema público gratuito y otrasregulaciones. Desde ese punto de vista, lasalud es un bien colectivo, lo que permite alEstado regular el consumo de tabaco enlugares públicos o prohibir la venta de tabacoy alcohol a menores. Es lógico pensar, pues,que las cuestiones relacionadas con la salud,sin dejar a un lado al individuo, deberíansometerse a un consenso colectivo, ya quese trata de un bien común que, además, sesubvenciona con dinero público.

La premisa de que “cada ciudadano adultohaga lo que quiera” niega la esencia del hom-bre como especie social y daría lugar a unretroceso importante en políticas sociales. Laresponsabilidad individual como argumentoante la toma de decisiones tiene como contra-partida la búsqueda también individual de lassoluciones a los problemas. En este sentidolas drogas son sustancias con efectos sobre lasalud, en el amplio margen en el que la OMSla define, con dimensiones físicas, psíquicas ysociales. Por ese motivo, la sociedad delegaen el Estado y en sus expertos la decisión delegitimar, definir y regular el uso que debehacerse de dichas sustancias. La legalidad delas drogas requiere un debate colectivo en elque se midan verdaderamente todas sus con-secuencias. Si de forma colectiva se apuestapor la legalización, hemos de asumir que lasociedad deberá hacer frente a los problemasque de ello devengan. Lo contrario es un dis-parate, un retroceso en los derechos de lamayoría y un paso adelante hacia un individua-lismo darwinista o willsoniano.

Consumo de cannabis como acción políti-

ca.

“Durante los últimos diez años han tenidolugar cambios revolucionarios en los valoresmorales de la juventud. El materialismo vacío delos años 50 y el idealismo liberal de los 60 hansido arrinconados por una revaluación pragmáticadel estilo de vida y de la estructura política. Estoresulta en gran parte debido al extenso uso de las

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hierbas y las drogas psicoactivas que aparecieronen 1967. (....) La marihuana, la más popular de lashiervas psicoactivas, ha ayudado a miles de per-sonas a comprenderse mejor. Es precisamentepor esta razón que los gobiernos de todas partesdel mundo la consideran una droga peligrosa.¿Cómo se puede gobernar a un pueblo si éste seda cuenta de las hipocresía e intereses de lasacciones de sus líderes?....” (Ed Rosenthal 1978)24

El carácter revolucionario y transformadorque los activistas otorgan a la marihuanaqueda bien dibujado en la cita previa deRosenthal, otro de los profetas del movimien-to. El argumento clave es que la marihuanaayuda a la población a comprenderse mejorpor lo que resulta un peligro para el poder.Rosenthal se apropia del mito bíblico de laTorre de Babel para coaptarlo a su causa. Lospueblos del mundo se unieron para construirla Torre de Babel y alcanzar el cielo. Esa uniónfue posible gracias a que todos los puebloshablaban una sola lengua. Por esa osadíaDios castiga a los humanos a estar divididosy a hablar diferentes lenguas. Rosenthal pre-senta la marihuana como la nueva vía decomunicación que puede unir a la humanidady alcanzar el cielo, pero de nuevo los gobier-nos (representantes terrenales de Dios) nopueden permitir tal osadía a su poder. El len-guaje mitológico es muy didáctico y por elloatractivo, pero sabemos que los mitos noreflejan la realidad sino que la interpretan ycomo siempre ocurre son interpretacionesinteresadas, encaminada hacía algún fin. Elmito de la torre de Babel es una forma delegitimar la omnipotencia divina y su capaci-dad de castigar a la humanidad. Sin embargo,la ciencia tiene muchas otras formas de expli-car la diferenciación lingüística y cultural delos seres humanos, así como de interpretarese hecho como una de las riquezas de lahumanidad. El mito de Rosenthal tampoco esun reflejo de la realidad puesto que ni losjóvenes de los años setenta han mejorado elmundo, ni los pueblos se comprenden mejor,

ni los gobiernos temen que eso ocurra. Sinembargo, el mito es bonito, idílico y atractivocomo una de esas imágenes de marketingpara vender mejor.

El papel del cannabis en el terreno políticose fundamentan en tres premisas a conside-rar: 1. El cannabis se presenta como una sus-tancia-víctima de fuerzas malignas que domi-nan nuestra sociedad. 2. La población nopiensa, se deja engañar y está dominada porlos valores que imponen las mafias y otrospoderes fácticos, y 3. Consumiendo cannabisse lucha contra la injusticia, la hipocresíasocial, las prohibiciones contraproducentes,las mafias y la corrupción. Con ese discursose potencia, en primer lugar, la construccióndel cannabis como sustancia perseguidainjustamente debido a los intereses de lasmafias. La corrupción imperante en las insti-tuciones crea de nuevo un discurso victimistaque se aleja del núcleo del problema señalan-do enemigos externos. Es así como losdefensores de la causa pro-cannabis explicanel mantenimiento de la prohibición:

“El problema que se ha generado alrededor delas drogas es debido a que hay intereses econó-micos gigantescos, hay gente que recibe dinerodel mercado negro, hay una enorme corrupcióninstitucional, hay intereses militares geoestratégi-cos unidos al tema de las drogas, es una fuentede ingresos sin justificar para operaciones comopagar confidentes y esas cosas, es una monedade cambio muy buena.” (miembro de una asocia-ción).

Sin embargo, en esa visión hay un olvidosignificativo: quienes alimentan las mafiasson también los compradores de hachís ¿Porqué a ellos se les libera de responsabilidad enla cadena del narcotráfico, se les exculpa yconvierte en víctimas? Por otro lado, el hechode que la mayoría de la población continúeoponiéndose a la legalización es interpretadocomo un fenómeno de manipulación políticay mediática 25. Según los defensores del can-

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24 Este párrafo está extraído del prólogo con que Rosenthal presenta su Manual para el cultivo de Marihuana. Rosenthal junto con Jack Hererhan sido reconocidos líderes en el activismo a favor de la legalización de la marihuana.

25 Si nos atenemos a las encuestas oficiales que existen hasta el momento, sólo el 25,9% de los españoles entre 15 y 65 años dan su apoyo ala legalización del hachís y de la marihuana (PNSD 1998: 28). Ello indica que la mayoría de la población es contraria a que estas sustancias seinserten en nuestra sociedad en condiciones de legalidad, tal como ocurre con el alcohol y con el tabaco.

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nabis, muchas personas son favorables a laprohibición debido a la carencia de conoci-mientos “reales” sobre sus propiedades yefectos, y a la insistente publicidad negativa yengañosa creada por los detractores sobreesa sustancia,de esa sustancia; dicen así:

“...siendo objeto de satanización por parte deuna opinión pública tergiversada, mediatizada yburlada por unos medios de comunicación que,lejos de haber digerido la caída de históricosmuros, siguen necesitando enemigos, reales oimaginarios, sobre los que volcar tinteros”.26

Sin embargo, no se consideran como‘publicidad negativa y engañosa’ los impor-tantes artilugios que actualmente moviliza lacultura pro-cannabis. En nuestros días, laprensa de más audiencia, representantes delpanorama musical juvenil, además de lasrevistas que han nacido expresamente coneste objetivo, defienden abiertamente lalegalización del cannabis, empleando con fre-cuencia estrategias y argumentos poco onada éticos. El discurso pro-cananbis se man-tiene dentro de las claves de la demagogia,utilizan discursos manipuladores e interesa-dos, tanto como lo han hecho los detractoresdel cannabis. Por ello, defender el cannabisviene a significar mantenerse en la mismaórbita del sistema de control. Una de las can-ciones más conocidas del grupo Ska-p llevapor título “Cannabis”, y es uno de esos temasque provocan el entusiasmo del público conmensajes oportunistas sobre la realidadsocial y los problemas que viven los jóvenes.

“Ver un concierto de SKA-P significa, también,estar escuchando que la policía te maltrata enuna mani, que el curro está chungo... Pero loestás escuchando con música, de buen rollo conlos amigos, estás en una fiesta. Eso sí, sales deallí pensando: ¡Joder, qué razón tiene esta letra!”(así define el grupo musical madrileño SKA-P elefecto de su letra entre sus seguidores, Cáñamo7: 32)

Como ya se ha mencionado, la discusiónante el estatus social y legal del cannabis

está creando dos frentes: todos aquellos queforman parte del movimiento pro-cannabisconsideran que el consumo de cannabis -ode cualquier otra droga- debe ser una acciónlibre y de responsabilidad individual; en elbando contrario se alinean los que creen quesu venta debe estar prohibida. Los que estánen el espacio pro-liberalización se considerana sí mismos como un grupo marginal quepadece una cierta persecución:

“...Vivimos tiempos de control y sospecha enque el cannabis es una de tantas víctimas de estemal que nos corroe. Se prohibió –y sigue prohibi-do- por razones que apenas tienen que ver con laplanta en sí, sino con el control sobre ciertos sec-tores de la sociedad que la usan”27

Esa división maniquea del mundo entrebuenos y malos no es obra exclusiva de losdefensores del cannabis, sino parte integradade los discursos proselitistas y demagógicosutilizados por muchos sectores. Lo sorpren-dente o, al menos, cuestionable es que losdefensores del cannabis que se presentancomo críticos al sistema utilicen idénticasestrategia para los mismos propósitos. Así,fortalecen la idea ya presentada de que lasacciones a favor del cannabis van a mejorar elmundo y a curarle de sus graves problemas.Para ello, tal como se ha visto con anteriori-dad, se recurre a una serie de manidos slo-gans publicitarios, como el del dicho rastafaride que el cannabis es “la salud de las nacio-nes” o el eslogan de “¡necesitamos cultivarcáñamo para limpiar y salvar el mundo!” (dela casa de Cibercáñamo), y otras afirmacio-nes afines.

La imagen maléfica y asesina del cannabisde hace una década ha sido prácticamentesustituida en la mente de los jóvenes actua-les por otra en la que el cannabis es benefi-cioso para los instintos, refuerza las relacio-nes, es eficaz como medicamento y unaforma de lucha política contra el Estado con-trolador. Los jóvenes reciben mensajes posi-tivos de esta sustancia, ya sea por transmi-

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26 Ese comentario está extraído del primer párrafo de un folleto de presentación de ARSEC, una de las asociaciones más activas a favor de lalegalización del cannabis.

27 Segundo párrafo de la Declaración de Principios de Cáñamo, la revista de la cultura del cannabis.

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sión oral dentro de su contexto o por lo queles llega a través de las campañas pro-canna-bis. El cannabis está dejando de ser hoy unfetiche del mal para convertirse en un fetichedel bien. Ello conduce al alejamiento de losparámetros de protección y a la no preven-ción de las situaciones de riesgo. La nuevadefinición social del cannabis da lugar acomentarios tan ingenuos como el siguiente:

“Los porros son la única droga que me hacesentir bien, la que más se acerca a ti; si eres untrozo de pan, aún lo eres más, no aumenta tuego, sólo intensifica tus cualidades” (consumidorde 24 años)

Creemos firmemente que la legalización ono del cannabis es una decisión que debentomar los ciudadanos, a la vista de sus pro-pias creencias y de los datos aportados dedistinta índole por los técnicos. No obstante,es competencia de estos últimos alertarsobre las influencias que tiene en el consu-mo, especialmente entre los más jóvenes,así como insistir en la baja percepción deriesgo que en la actualidad se asocia al con-sumo de esta sustancia, a lo que seguramen-te contribuyen estas polémicas siempre queno exista un elemento corrector educativo.Parece lógico pensar que si se crea un climafavorable al consumo del cannabis, el consu-mo de esta sustancia aumente al igual queha ocurrido con el tabaco en décadas anterio-res. Y viceversa, si se quiere de alguna formacontener el ascenso que ha experimentado elconsumo de cannabis durante la última déca-da habría que pensar en fórmulas que cam-bien esta percepción positiva del fenómeno yque actúen sobre el ambiente de toleranciasocial. Según lo que se crea o desee, sepuede hacer presión en uno u otro sentido, yjustamente ése parece ser uno de los objeti-vos de la cultura pro-cannabis.

En la oposición estarían, por ejemplo, laJunta Internacional de Fiscalización de Estu-pefacientes (JIFE) o el ‘International NarcoticControl Board’, grupos encargados de redac-tar documentos para las Naciones Unidas. Enun informe (www.undcp.org.at/incb/) de esteúltimo grupo de trabajo, se advierte que laprevención de las drogas se está volviendo

una tarea cada vez más difícil, debido enparte a la rápida y creciente expansión demensajes en el ambiente que promueve eluso de estas sustancias. Advierte que el artí-culo 3 del Convenio de las Naciones Unidasde 1988 hace referencia a la “incitación públi-ca o inducción a otros por cualquier medio...a la utilización ilícita de drogas”, solicitando alos partidos políticos que luchen por conse-guir que dicha conducta sea considerada cri-minal bajo sus leyes nacionales. Asimismo,señala que incluso candidatos al parlamentoeuropeo defienden la legalización de las dro-gas, mencionando otras líneas estratégicasempleadas en la defensa del cannabis. Con-cluye diciendo que “estas campañas políticasdeben ser contrastadas con argumentosracionales y con un lenguaje sin ambigüeda-des que evidencie los múltiples problemasque pueden surgir de la descriminalización ylegalización de las drogas”. Contra este tipode afirmaciones se alza lógicamente el colec-tivo pro-cannabis. En la revista Cáñamo (20)aparece un artículo titulado “Los guardianesde la prohibición” que repasa la biografía decinco miembros de la Junta Internacional deFiscalización de Estupefacientes (JIFE). Eldelito que han cometido estos individuos espertenecer al ámbito policial o al ejército, per-tenecer a países de mala reputación y colabo-rar o haberse formado en alguna organizaciónestadounidense. Tal como se indica en eltexto en mayúsculas: “Ninguno de susmiembros proviene de ámbitos técnicos oacadémicos fuera de las fuerzas políticas”. ElPaís (10 marzo 1998) también reacciona con-tra este informe en un artículo “La ONU des-afina”, utilizando información de los gruposrockeros españoles cuyas letras son defenso-ras del uso de drogas.

Todos esos argumentos reproducen este-reotipos devaluadores que tienen que ver conel país o la profesión de pertenencia. Seguirviendo a la policía como “los malos” y a lostécnicos-científicos como los “buenos” nosólo es absurdo sino irreal. En nuestros paí-ses no existe en la actualidad una frontera níti-da que divida esas dos, digamos, formas deactuar en la sociedad. La policía también está

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formada por técnicos y científicos, que juntocon profesionales de otros ámbitos (juristas,sanitarios, académicos, ...) actúan en mante-ner y reproducir el control del Estado sobre lapoblación, tanto y más eficazmente de lo quelo hace los agentes de policía. Pero lo másimportante es que la policía y el ejercito de unpaís democrático responde a órdenes dequienes ostenta cargos políticos, quienessuelen ser profesionales que nada tienen quever con la institución militar. Todo ello muestraque ese discurso en que se empareja lo poli-cial con la represión, aislando la responsabili-dad del contexto político y social es simplista,demagógico, interesado y obsoleto.

Sería necesario revisar cada una de esaspremisas en el discurso pro-cannabis, si elobjetivo es un diálogo constructivo libre dedemagogia. Ni existen fuerzas malignas, ni lapoblación es tan estúpida, ni fumando porrosse arreglan los graves problemas de nuestromundo. Es cierto que existen grupos de inte-rés que presionan, pero existen en los dosbandos; es cierto que la población es influen-ciable, pero también es capaz de pensar, eva-luar y tomar decisiones; además, hay un datofundamental que no debemos olvidar: tantolos consumidores de cannabis como los trafi-cantes participan y alimentan las mafias y lacorrupción. La criminalidad no sólo existe por-que hay prohibición, existe sobre todo por quehay consumo y ese se hace a cualquier precio.

El potencial del movimiento pro-cáñamoentre los jóvenes está empezando a ser coap-tado por algunos partidos políticos que hastahace muy poco estaban alejados de esacausa. El partido radical italiano es un ejem-plo, cuyos líderes a menudo han hecho cam-paña directamente a favor de la legalizacióndel cannabis. El vínculo con los partidos ver-des o ecologistas resulta hasta cierto puntológico por ese espacio de solapamiento crea-do por el etiquetaje del cannabis como sus-tancia natural y como parte de la defensa delcáñamo. En los partidos de izquierda parece

cobrar cada vez mayor fuerza ese discurso enel que la prohibición es parte de las estrate-gias de las multinacionales o de las mafias, dela corrupción y de los intereses económicoscapitalistas. También se crean vínculos conotras organizaciones sociales por ese etique-taje de solidaridad con el tercer mundo; y lomismo ocurre con determinados gruposnacionalistas, debido a la posición antisistemay antiestado que se desprende del discursoliberalista para legitimar la responsabilidadindividual ante el consumo de drogas y paracriticar el control que ejerce el Estado sobrelos individuos. Todos esos nexos crean unentramado de redes de solidaridad que forta-lece la defensa del cannabis, aunque, almismo tiempo, la banaliza y corrompe.

La dimensión religiosa del cannabis.

En una sociedad moderna eminentementematerialista, en la que los valores éticos sonpoco sólidos y en la que el catolicismo oficialha perdido gran parte de su influencia, existeun caldo de cultivo inmejorable para la bús-queda y el encuentro de nuevas dimensionesespirituales y de nuevos dioses. Esa situaciónanómica, ese vacío espiritual, es resuelto porcada individuo de forma diferente, pero nocabe duda que ocupan un lugar importanteen esta solución cuestiones como el deporte,y en especial entre nosotros el fútbol, elnacionalismo, el esoterismo y las religioneslejanas. Dentro de esa misma dinámica tam-bién debemos considerar las drogas, puessin duda resultan un camino fácil para nume-rosas personas a la hora de buscar una solu-ción tanto a situaciones internas como exter-nas. Algunos han querido plantear esecamino en positivo. Para ellos, tomar drogasno es alienarse ni buscar caminos artificiales,sino que, dando la vuelta al asunto, planteanjustamente la necesidad de utilizar drogaspara encontrar lo que anhelan. Así, pasan ahablar de drogas enteógenas 28, psicodélicas,psicotrópicas.... Se trata de plantas y de hon-

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28 Para ser exactos, el término enteógeno se utiliza para definir un tipo de sustancias con ciertos poderes. El término lo proponen Hofmann, Otty Ruck en 1976 para referirse a plantas que “despiertan a dios dentro de uno”. Así lo explica Fericgla, como precursor de este tipo de movi-miento en España (Cáñamo 2000: 110).

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gos que pueden transformar el estado de laconsciencia. Son sustancias como el peyote,la ayahuasca, el beleño, algunos hongos, osustancias de laboratorio como el LSD. Todasellas se han convertido en aliadas de nuevosgrupos en la búsqueda de verdades cósmi-cas, de nuevas formas de conocimiento. Lamarihuana forma parte de esa familia, aunquesea considerada la más humilde por su débilpoder psicotrópico.

Ingold y Toussirt (1998) atribuyen el descu-brimiento de la experiencia alucinógena porparte de jóvenes europeos y norteamerica-nos al LSD, que se vinculó a un movimientocultural hippie y pop, en el que el viaje (trip)interior era un ingrediente importante. Laforma en que algunos pueblos primitivos utili-zaban esas plantas en sus rituales ha reforza-do el misticismo y el componente mágicoque las rodea. Los antropólogos estudiososde las religiones y, en especial, la obra deCarlos Castaneda han despertado un enormeentusiasmo en la búsqueda de esas dimen-siones espirituales que algunos sabios como“Don Juan” eran capaces de alcanzar. Deigual modo que para algunos funciona el idealde ser rico, de tener mucho dinero, de poderconsumir y poseer cosas, para otros, encon-trar sentido a la existencia más allá de lomaterial es una búsqueda muy perseguida ycodiciada. Nos encontramos ante deseos ynecesidades profundas, fácilmente manipula-bles por personas o grupos. La fusión deesos dos intereses puede dar lugar a nuevasformas de poder y a espacios lucrativos.

La posesión de las sustancias totémicasque fomentan la dimensión espiritual es unpotente instrumento de control que puedeampliar (y de hecho ya lo está haciendo) nue-vos espacios profesionales. De momentodentro de las medicinas alternativas, de lapsicología y de la antropología, disciplinasdonde se promueve el uso de sustancias

enteógenas como terapia. Ya existe un grupode ‘psiconautas` 29, expertos en ‘excursionespsíquicas’, que reclaman esas sustanciascomo una forma de sobrevivir en una socie-dad que en muchos aspectos les repele. Apa-recen nuevos términos que se alejan de con-ceptos tradicionales como el de religión,creencia o fe. Eufemismos como “terapiatranspersonal”, ‘excursión psíquica’ ‘sustan-cias enteógenas’ ‘psiquedelia’, ‘psiconautas’,etc... son la muestra de una nueva dimensiónen la que se está legitimando una religióndesconocida hasta ahora, una forma de cha-manismo que incorpora el consumo de dro-gas. Dentro de esa nueva faceta de estética‘new age’ se busca, además, una dimensiónavalada por el interés académico y científicode sus actores, así como el vínculo con otroscampos profesionales ya consolidados, comoel de las medicinas alternativas. Ello quedareflejado en unas cuantas publicaciones dereciente aparición.30

“Hay drogas que atontan y otras que espabi-lan, que te abren los ojos, y cuando lo haces yaes para siempre, ves la realidad de otra manera,te preguntas qué hay fuera de ti y qué hay den-tro. Hay técnicas antiguas como el yoga o lameditación trascendental que son una forma deintrospección; ahora tenemos estas herramientasa las que llamamos drogas, y que en una socie-dad ideal serían herramientas para el autoconoci-miento y de cohesión social. Si todo un grupo lopractica en colectivo y lo hace bien, da fuerza algrupo. Es el caso de los jíbaros con la ayahuasca,allí en la selva; ante los peligros de diseminacióndel grupo, lo que les da fuerza y unidad es el ritualcolectivo con la ayahuasca desde que son niñoshasta que son ancianos. Los jíbaros incluso creenque el mundo de los sueños provocados por laayahuasca es la realidad y cuando están en estemundo es una pesadilla. Ellos buscan en su reali-dad que se cumpla el futuro, poder cuidar a losenfermos, solucionar los problemas y así son feli-ces” (representante de una asociación)

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29 Existen muchos neologismos relacionados con los efectos y usos de las drogas, lo que es un indicativo más de la rapidez con que se está cre-ando esa cultura y su popularidad. El término psiconauta parece proceder de Jünger.

30 La publicación Ulises, revista de viajes interiores, es un ejemplo. En ella hay un artículo de M. Solé (1999) que relaciona la función de las sus-tancias enteógenas con la terapia. Otro ejemplo son las Jornadas Internacionales sobre Enteógenes que se celebra en Barcelona, organizadaspor la Sociedad de Etnopsicología Aplicada, y que han alcanzado ya la IV edición; en ellas participan profesionales de distintas disciplinas,especialmente antropólogos, psicólogos y psiquiatras, además de músicos, pintores y expertos en el mundo del arte.

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Las drogas enteógenas son presentadascomo sustancias que permiten alcanzar lasabiduría y la felicidad robadas por una socie-dad materialista y consumista orientada haciala competencia. La cultura pro-cannabis tam-bién asume que la marihuana es una sustan-cia redentora que ayuda a recuperar la tradi-ción soñada, un pasado idílico con el cualconstruir el presente

“No se trata tanto de una religión porquesabemos que dios es una proyección de nuestraespiritualidad y desde Nietzsche sabemos quedios no existe, somos nosotros y lo que andamosbuscando. La religión es provocada, nosotros loque hacemos es quitar la careta a la Iglesia por-que ellos lo que dan es un placebo, la hostia con-sagrada no coloca, pero en origen, en ese ritual,sí que se daba algo que colocaba, y eso es lo quese perdió. Cada cultura tenía un ritual, una liturgia,con un sacramento enteógeno. Cuando intervinola Iglesia cambió el sacramento auténtico por unplacebo que es un acto de fe, y ya no funcionanada. La hostia consagrada sustituye a un enteó-geno que sí colocaba” (representante de unaasociación)

En esa promoción de las sustancias enteó-genas, entre las que sitúan al cannabis, volve-mos a encontrar la misma maniobra de apro-piación de los valores de otras culturas, hayde nuevo un uso, en provecho propio, de sus-tancias ajenas. Al igual que ocurre con lamúsica, con la artesanía o con la indumenta-ria, se incorporan las sustancias mágicas vin-culadas a la religión. El peyote, la ayahuasca,etc... poseen un significado ritual y religiosopara los pueblos indígenas de otros continen-tes que tiene que ver con el conjunto de sucultura, de sus creencias y de sus relacionessociales; alejados de ese contexto, pierdenese significado y adquieren otro muy distinto.¿Acaso los miles de jóvenes que un fin desemana toman LSD, psilocibina o cannabisintentan un proceso de búsqueda interna?¿No estaremos más bien ante una sustanciamás de consumo que permite alucinar comouna forma de diversión? Cuando desde la cul-tura actual del cannabis se habla de aumentarel conocimiento interno a través de las dro-gas, ¿están pensando en los miles de jóve-nes que utilizan drogas los fines de semana o

tienen en mente una visión idealizada de cier-tas culturas indígenas que utilizan sustanciasde forma puntual dentro de rituales muy defi-nidos? De nuevo hay que plantearse estacuestión como una forma diferente de apro-piación de las riquezas de otras culturas, eneste caso de sus sustancias sagradas, cre-yendo que así nos adueñamos de valorestrascendentes mucho más complejos. Entre-tanto, los pueblos que han dado un significa-do social y ritual al peyote o a la ayahuasca semantienen alejados de nuestro interés solida-rio real.

Yo también me pregunto por qué ahora sefuma más cannabis, intento analizarlo y aunqueparezca chorra creo que ahora están resurgiendocosas, la música, la moda, los gays. Yo creo quehay tal falta de futuro que se crea una necesidadde vivir lo que hay ahora porque no sabes lo quete viene encima. La política está caduca y soloqueda lo creativo, el arte. (...) Hay un resurgir conel tema ese de la nueva era (new age), lo del2000, cosas alternativas que van contra la reli-gión. La religión no convence, la política no con-vence, de repente eso del chamanismo es unnuevo camino que viene desde Castaneda peroque se ha renovado. Para ellos no hay ni bien nimal. A mí me sirvió de mucho. Es como unarenovación, porque occidente se ha quedadocaduco. (consumidor de 30 años)

Debe valorarse positivamente la búsquedahonesta de nuevas dimensiones personales,así como los esfuerzos por explorar otras cul-turas y analizar la sabiduría que contienen,pero ¿es lícito incluir el cannabis dentro deese esfuerzo transcultural? El hecho de quealgunas personas piensen que esta sustanciales ayuda en el viaje interno, al igual que ocu-rre con otras drogas en otras culturas, nodebería impedirles ver el modo alienante enque los jóvenes utilizan normalmente el can-nabis dentro de su policonsumo de fin desemana. Negarse a ver así las cosas, metertodas las formas de consumo dentro delmismo saco -o al menos no denunciar explíci-tamente el uso alienante y consumista quese hace normalmente de esta droga- y quererdotar urbis et orbi a la marihuana de un papelcultural transcendental como sustancia ente-

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ógena, no es sino el reflejo, en nuestra opi-nión, de una manipulación interesada.

Conclusiones y discusión.

La reciente divulgación mediática y propa-gandística del cannabis tiene un marcadoacento liberalizador y está ganando aliados ysimpatizantes en todos los ámbitos sociales,especialmente entre los jóvenes y los colecti-vos profesionales, que se encargan de abrirnuevos espacios. El discurso legitimador delconsumo de cannabis va acompañado de undiscurso global sobre la sociedad. Hay unareelaboración del pasado, del presente y delfuturo, configurados para explicar los efectospositivos del cannabis, las razones perversaspor las que se ha prohibido y la utopía de unasociedad en la que el consumo de cannabissería lícito. En esa sociedad utópica, cadaindividuo decide su propia suerte, la ecologíaes un producto más del mercado, la salud yel bienestar es alcanzable gracias al uso de latecnología, la medicación y las drogas. En lautopía, las drogas son un medicamento másque controla el estado de ánimo y la concien-cia, y acerca al individuo al Dios de la felici-dad. El movimiento en el que se elabora lacultura del cannabis está creando una espe-cie de doctrina que cada vez tiene más segui-dores, y está en vías de convertirse en unimportante fenómeno con capacidad de rede-finir el discurso del papel social de las drogas.

En las últimas décadas en España, el con-sumo de cannabis ha estado asociado a gru-pos contraculturales, alternativos y contesta-tarios, enfrentados a los valores de unasociedad tradicional y conservadora. Esosgrupos etiquetados en su momento comohippies, bohemios, ecologistas, progres, tri-bus urbanas, etc... nacieron y actuaron hacemás de dos décadas y han terminado convir-tiéndose en líderes y mitos de muchos jóve-nes actuales. Algunos de esos integrantes dela contracultura de hace veinte años ocupanahora posiciones influyentes en la estructurade nuestra sociedad, son profesionales yhacen cuanto está en sus manos por lograrque sus ideales formen parte de los valoresdominantes, como sondominantes; de ahí

surgen algunas de las propuestas del ecolo-gismo, del mundo de la estética y del arte, dela política social y también de las drogas.Puede decirse que esos adultos han vuelto aponer de moda la contracultura, lograndoabrir un amplio mercado de productos alter-nativos.

Ese vínculo del cannabis con una contra-cultura fabricada, integrada en el mercado yen el espacio social dominante es, posible-mente, lo que le permite ser una sustanciabastante tolerada y aceptada en la sociedad,a pesar, insistimos, de su ilegalidad. Cabepensar que tanto la tolerancia social como lalegitimación que se está dando a su uso hanhecho disminuir la percepción del riesgo aso-ciado a su consumo, lo cual explicaría, enparte, el hecho de que éste aumente sincesar, y de que se haya convertido en símbo-lo de juventud y sana rebeldía para una éliteadulta que lo ha transformado en una sustan-cia muy apetecible y llena de prestigio entrelos jóvenes. El cannabis está cargado de ele-mentos simbólicos que crean en el imagina-rio del consumidor la ilusión de que fumandoporros se convierte en un agente de cambiosocial, en alguien con una actitud alternativaque actúa a favor de una sociedad más justa.Se trata de un fenómeno similar al ocurridoen la transición con el consumo de tabacoentre la población femenina joven.

En la construcción de un nuevo imaginariosobre el cannabis participan distintos actoressociales, la mayoría de ellos vinculados a lasasociaciones como centro neurálgico. En lasasociaciones es donde se elaboran el discur-so, los mensajes y las acciones de presión.Se trata de grupos constituidos alrededor deorganizaciones nacionales e internacionalesen las que colaboran profesionales y exper-tos. El movimiento asociativo pro-cannabis hapasado de ser muy minoritario y marginal enlos primeros años de los 90 a convertirse enun colectivo con una importante presenciasocial. Ello ha ocurrido en muy pocos años, loque demuestra hasta qué punto la defensadel cannabis convoca y hace participar a unaparte significativa de la sociedad,significativano sólo por la cantidad de gente que moviliza

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sino también por la importancia de la posiciónsocial que ocupan sus seguidores, como pro-fesionales y políticos. No debemos olvidarque los colectivos profesionales son muypoderosos en la sociedad española actual(Rodríguez 1999), y son ellos quienes hacenadquirir a la defensa del cannabis un poten-cial social y cultural que permite su creci-miento y abre nuevos espacios tanto en elmercado como en el campo profesional. Alpresentar los intereses existentes y loscolectivos que persiguen la legitimación delcannabis hemos tratado de mostrar la dinámi-ca que lleva a la hipótesis central de este aná-lisis: la cultura del cannabis está en vías deocupar una posición dominante en el sistemade valores de la sociedad española.

La nueva representación social del canna-bis le otorga propiedades casi milagrosas. Elcannabis es presentado como una drogasegura, con efectos positivos tanto para elindividuo como para la sociedad, sin hacernunca referencia a problemas que han sidoen mayor o menor medida demostrados. Conesta sustancia se recupera una tradición per-dida -y muy valiosa- de relación con la natura-leza, de ritual y de alimento del espíritu; ellanos permite contribuir a la solución de losproblemas ecológicos, mejorar las relacionesinterculturales entre los pueblos de la tierra,terminar con los problemas del narcotráfico,de la corrupción y de las mafias. Sin embar-go, la mejor etiqueta que se ha colocado alcannabis es su cualidad de sustancia enteó-gena, propiedad que permite la recuperaciónde un nuevo dios adaptado a los valores lai-cos, un dios de la felicidad que, además deaportar sabiduría, hace que sus creyentes sesientan parte del cosmos.

El nuevo discurso sobre el cannabis estácreando una especie de doctrina que setransmite a través de publicaciones, revistas,internet, charlas dentro y fuera de las asocia-ciones. Como toda doctrina tiene un símbolo,la hoja de marihuana, que sirve de etiqueta anumerosos productos que se venden en elmercado. Ello supone una banalización delproducto, pero también un incremento desimpatizantes. Asimismo, como toda doctrina

tiene sus profetas y sus sacerdotes, hom-bres con apariencia de sabios que predican laverdad con un marcado espíritu misionero,como si trataran de salvar a la humanidad.Por todo ello, consumir cannabis significamucho más que consumir una simple sustan-cia psicoactiva para aquellos colectivos queactúan en su defensa: es ante todo unaacción política. El cannabis está vinculadosimbólicamente a discursos, reivindicacionesy valores que giran en torno a la organizaciónsocial, a las relaciones de poder, a los valoreséticos; su consumo, especialmente, puedeestar ligado a una añoranza, a una búsquedade comunicación y de sociabilidad que pare-cen difíciles de alcanzar en una sociedadcomo la española en los albores del siglo XXI.

La defensa del cannabis cobra cada vezmayor fuerza debido a la capacidad de susactivistas de elaborar una utopía, lo que nohace sino reflejar una de las grandes caren-cias y debilidades de nuestra sociedad: lanecesidad de utopías, de proyectos de futu-ro, de ilusión y de nuevos caminos para arre-glar el mundo. En la utopía de la marihuanaaparecen algunos de los principales puntosdébiles que preocupan a la sociedad: el eco-logismo, la interculturalidad, la corrupciónpolítica, la relación entre el individuo y elEstado, la justicia, la salud, la espiritualidad,etc... Todos ellos son problemas o carenciasreales que afectan la vida cotidiana, y respec-to a los cuales es necesario elaborar criterios.Los defensores del cannabis hacen una granlabor social al sacarlos a la luz y analizarlos,pero eso se pervierte cuando el discurso sebanaliza y presenta como solución mágicaplantar marihuana, consumirla y colocarse.

En otra dimensión están los consumido-res. Se trata de un grupo muy heterogéneo ydisperso, cuyo consumo responde a razonesmuy diferentes, siendo las más frecuenteslas puramente recreativas, dentro de un poli-consumo de otras drogas. Pero la cultura delcannabis parece que no presta atención arealidad de jóvenes que se emborrachan confrecuencia los fines de semana, que ademásson grandes fumadores de tabaco y de can-nabis, y cuyo consumo simultanean a menu-

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do con otras drogas como el éxtasis o lacocaína... Para la cultura pro-cannabis existeuna visión interesadamente idealizada de losconsumidores como personas que formanvínculos compactos a través del cannabis,que se sienten parte de un colectivo iniciado,que tienen la confianza que otorga el sentirque ellos tienen la verdad, que se atreven asaltarse las prohibiciones, que conocen lossecretos del conocimiento prohibido, factorque une, que crea unos lazos muy especia-les.

Fumar porros es parte de la vida cotidiana.El cannabis, como cualquier producto social,está muy relacionado con la necesidad que deél se genere, y esa necesidad es tambiénsocialmente construida. En los años sesenta,prácticamente nadie fumaba porros en Espa-ña, al igual que pocas familias tenían teléfonoo televisión en sus casas. Ello no significa quela población se socializara menos o peor, sim-plemente que sus mecanismos pasaban porotras vías. Actualmente, fumar porros esparte de la vida social de muchos jóvenes, dela comunicación con uno mismo, de losmomentos elegidos por algunos para relajar-se; también es un elemento de prestigio parajóvenes que quieren demostrar a sus igualessu atrevimiento al comprar costo a algún trafi-cante; es parte de la vida escolar de los ado-lescentes, del alejamiento de la vida académi-ca, de la desvinculación de responsabilidades;es útil para mantener controladas las frustra-ciones en lugar de enfrentarse a ellas y supe-rarlas, es parte de un sinfín de situaciones. Yello hace que nos planteemos: ¿Cómo se halogrado convertir en una necesidad el fumarporros? ¿Qué nuevas dependencias crea esehábito? ¿Quiénes salen beneficiados?

La deconstrucción de la cultura del canna-bis permite analizar los valores simbólicoscon los que se define un producto, relaciónsin duda muy cuestionable. Consumir canna-bis es consumir una mercadería más, aunquesu objetivo sea lograr un cambio en las per-cepciones. Con ello, los consumidores parti-cipan del mercado, legal o ilegal. Es posibleque cuando los porretas fuman cannabislogren un estado de ánimo más placentero,

se sientan más próximos a sus colegas,mejoren la calidad de su vida sexual, tenganmás apetito, o logren desconectar de susproblemas, pero no vemos por qué regla detres pueden conseguir, además, participar detodas las bonanzas que predica la cultura delcannabis. Por el simple hecho de fumar novan a entablar unas relaciones más solidariascon el tercer mundo, ni van a convertirse encreadores o artistas, ni están participando enninguna acción ecológica, ni van a estar mássanos, ni van a descubrir a nuevos dioses oideales. Todo eso se logra con otras estrate-gias y requiere un esfuerzo mayor que limi-tarse a fumar porros. Ni siquiera los propiosconsumidores pretenden eso cuando fuman,aunque cada vez utilicen más esos argumen-tos para legitimarse.

Un sentimiento unánime en la cultura pro-cannabis es la protesta contra la prohibición.La sociedad, según afirman, utiliza esa prohi-bición como un instrumento de control social,lo cual, sin duda alguna, es cierto. Podríamosdiscutir si limitar el acceso al consumo de losmenores es una acción lícita dentro de unasociedad y hasta qué punto se puede coartarque un adulto adquiera drogas. Pero jamás semenciona el hecho de que consumir drogases también un elemento de control social, aligual que lo es el consumo excesivo quehace nuestra sociedad de benzodiacepinas ode alcohol. El cannabis es una poderosaherramienta de control social, lo que se vis-lumbra con toda claridad en las entrevistas alos usuarios de esta sustancia. Como bienexplican los propios consumidores, los porre-tas no causan problemas, son pacíficos,están fuera de la realidad, no se enfrentan alos problemas. La defensa que hace un con-sumidor del cannabis frente a las demás dro-gas resulta de lo más esclarecedora paracomprender una de las funciones sociales delcannabis:

“Cuando sales a la calle a mí me da más tran-quilidad estar rodeado de porreros que de genteborracha, yo nunca he visto a un porrero agresivo,pero sí a borrachos, el alcohol siempre trae pro-blemas. Entras en un bar donde todos estánfumados y el ambiente es de encefalograma

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plano, no ves un detalle de agresividad. Yo prefie-ro ese ambiente que el del alcohol, pastillas ococaína que están desencajados (consumidorvarón de 35 años).

El efecto “encefalograma plano” es muygráfico. El comentario es de un consumidorde cannabis que no hace uso de ninguna otradroga. Cada sustancia tiene sus efectos, queocupan un lugar determinado en el entrama-do de las necesidades que satisfacen. El can-nabis es la sustancia de la paz, del relax y delcontrol de la conciencia.

Todo ello adquiere una importancia rele-vante al analizar el efecto diferencial del porroentre adultos y adolescentes (entre los que elconsumo de porros se está expandiendo). Lacapacidad de gestión del consumo tambiénes diferente: los adultos tienen una mayorcapacidad de control que los adolescentes olos jóvenes, quienes tienen menos habilida-des de gestión y entran en una dinámica máscompulsiva. Consideramos especialmentepreocupante el consumo de cannabis entrelos adolescentes y los jóvenes. Los defenso-res del cannabis harían una gran contribuciónsocial si ayudaran a crear los criterios de pre-vención que nuestra sociedad necesita, conel fin de impedir el aumento del consumo decannabis entre individuos que aún están enproceso de formación.

La cultura pro-cannabis juega a menudocon la confusión existente entre cáñamo(planta que tiene diversos usos industriales) /cannabis (marihuana y hachís) / THC (tetrahi-drocannabinol, principio activo del cannabiscon efectos psíquicos entre los consumido-res de cannabis y que ha sido utilizado comomedicamento). En la relación que se estable-ce entre cannabis y ecología hay que cuestio-narse qué conexión puede haber entrefumarse un porro y la ecología. Ese vínculose ha establecido asociando el cáñamo, cuyouso industrial es conocido desde la antigüe-dad, con aquellas plantas de cáñamo utiliza-das por los consumidores de marihuana ohachís por su alto contenido en THC. Quedeba defenderse el cáñamo como un produc-to natural, que su cultivo y su uso resultenmás coherentes con una dinámica ecológica

que otros productos más extendidos, no con-vierte automáticamente al que fuma marihua-na en ecologista. De igual modo, que el THCtenga propiedades curativas sobre algunasenfermedades tampoco comporta la bondadde fumar marihuana. Pero la cultura del can-nabis explota interesadamente estas confu-siones.

Lo más curioso es que nadie parece que-rer plantearse qué tiene de ecológico crearnuevas necesidades y tomar sustancias paracambiar el estado de ánimo. ¿Qué tiene deecológico fumarse un porro para estar mejorcon los amigos, o para salir de marcha por lanoche y pasarlo mejor, o antes del actosexual para acrecentar (¿ecológicamente?)las sensaciones, o antes de dormir para caermás apaciblemente en brazos de Morfeo? Lacrítica a la expansión de la medicalización a laque está sometida la sociedad planteada porautores como Foucault (1990) y Menéndez(1990) adquiere una nueva dimensión con lasdrogas, pero quizás ya no sea el Estado laentidad que ejerce el control sino, en todocaso, nuevas vías del mercado y grupos pro-fesionales que presionan para abrir nuevosespacios de intervención.

El discurso que se está creando alrededordel porro, cada vez tiene que ver menos conel porro en sí o con las condiciones y los inte-reses reales de la mayoría de fumadores. Seestá originando una ‘construcción social’ muycompleja con argumentos ‘prestados’ deotros colectivos. Pero ¿cuáles son esos pro-pósitos? ¿Fumar porros, quizás? ¿Fumarporros en libertad? Parece demasiado esfuer-zo para conseguir algo que, después de todo,la mayoría de los fumadores consiguen hacersin demasiados problemas y con bastantecomodidad:

“El otro día me di cuenta de lo hipócrita de lasituación. En un garito de Madrid, ponen músicamuy buena y la gente va puesta, o se toman suséxtasis o se fuman sus porritos en el chillout.Ahora se puede fumar en cualquier garito. A diezmetros, en la misma acera, está la comisaria depolicía. Me quedé pasmado viendo a la gente delgarito, que no había ni uno que estuviera bien, atodos se les veía colocados, al mismo tiempo

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veías a la policía pasando por delante” (consumi-dor de 30 años).

La mayoría de los consumidores de canna-bis lo único que persiguen es pasarlo bienfumando un porro. Sin embargo, los que setoman el tema en serio y dedican muchasenergías a la causa parecen defender a travésdel porro una concepción determinada de lacultura, de la sociedad... Pero ¿cuál es exac-tamente? Hay algunos elementos que nossirven de pista: podría pensarse que al apoyarel porro se defiende ese espíritu idealizadodel 68, y, de hecho, los principales actores seadscriben a él. Hay quizás una añoranza enesa defensa, un deseo de renovar viejostiempos, de recuperar lo perdido. Los ingre-dientes básicos se concretan en una visiónalternativa de la vida, en un cierto inconfor-mismo frente a los valores generales de lasociedad, en una especie de antimodernis-mo, en la defensa de un tipo de relación másespontánea entre las personas, etc... Pero lapregunta vuelve a surgir en nuestra mente: yen todo ello, ¿qué pinta el porro? ¿Por qué esel símbolo de una nueva utopía? ¿Se trata delnexo de unión entre generaciones? ¿Es unapropuesta realmente alternativa o más bienreaccionaria, al estilo de Lampedusa cuandoafirmaba “es necesario que todo cambie paraque todo siga igual”?

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