Estilos arquitectónicos de iglesias

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1. Introducción

2. Dos configuraciones básicas

3. Iglesias paleocristianas

4. Iglesias románicas

5. Arquitectura bizantina

6. Iglesias góticas

7. Iglesias renacentistas

8. Iglesias barrocas

9. Iglesias neoclásicas

10. Iglesias eclécticas

11. Iglesias del siglo XX

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1. Introducción

Iglesia (arquitectura), edificio proyectado como lugar de culto para la comunidad cristiana. Su tamaño y forma varían desde las ermitas diminutas —del tamaño suficiente como para acoger una pequeña congregación de devotos que acuden ocasionalmente— hasta las catedrales inmensas, destinadas al ministerio de un obispo. Estas últimas, además, se suelen erigir como símbolos monumentales del esplendor de una ciudad y cuentan con diferentes espacios para poder simultanear diversas actividades religiosas. Debido a la diversidad de religiones cristianas no existe un modelo único de iglesia: unos cultos realizan ceremonias muy sencillas, otros enormemente complicadas; unos veneran imágenes o iconos, en otros esta práctica no se permite.

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2. Dos configuraciones básicas

Por lo general, las iglesias se desarrollan según dos tipos de plantas: la basilical, caracterizada por un eje longitudinal que se extiende desde el centro de la portada principal hasta el fondo del altar; y la centralizada, de planta circular o poligonal, organizada en torno a un espacio central, que suele estar cubierto por una cúpula. Las dos tipologías pueden aparecer combinadas de diferentes maneras y ambas pueden representar la figura de una cruz, que en unos casos tendrá los brazos iguales (cruz griega) y en otros desiguales (cruz latina). Los templos más complicados cuentan con espacios separados para distintas necesidades litúrgicas, como baptisterios, relicarios, sacristías o despachos. Además, también pueden tener más de un altar, dispuestos en capillas subsidiarias.

Estilos centralizado y basilical

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3. Iglesias paleocristianas

Manifestaciones arquitectónicas realizadas por las primeras comunidades cristianas (aproximadamente 600 años después de Cristo). El periodo durante el cual se desarrolló el arte paleocristiano empieza a ser significativo alrededor del 300 hasta el 750 coincidiendo con la última fase del arte antiguo (el arte y la arquitectura romanas, que abarca del siglo II hasta el siglo VII) así como las primeras tres centurias (del siglo V al VII) del desarrollo del arte y la arquitectura bizantinas. Hasta el edicto de Milán (313) promulgado por el emperador Constantino I el Grande que hizo del cristianismo una de las religiones oficiales del Imperio romano y puso fin, de ese modo, a las persecuciones contra los seguidores de Cristo, el arte cristiano se restringió a lugares de culto ocultos, tales como las catacumbas y los titulae, casas particulares utilizadas para reuniones religiosas secretas. La mayor parte del arte paleocristiano, tanto en pintura como en escultura, deriva del arte romano, apropiadamente adaptado a la espiritualidad de la religión. En iconografía se desarrollaron conceptos cristianos por medio de expresiones visuales. Por ejemplo, Cristo fue simbolizado por el pez, la cruz, el cordero o por medio del crismón, monograma de Cristo que consiste en la combinación de las letras P y X entrelazadas acompañadas por las letras griegas a y ω. Cristo, el buen pastor, a menudo fue representado sin barba, como un hombre joven, derivado de los modelos romanos paganos de Apolo, imagen que pervivió hasta el siglo VI en Italia.

Bajo el patrocinio imperial, la arquitectura paleocristiana floreció por todo el Imperio romano de manera monumental. Los edificios realizados, fueron de dos tipos: la nave longitudinal o basílica y los edificios centralizados como el baptisterio o el mausoleo.

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Antigua basílica de San Pedro, Roma

La basílica. Lugar de culto y congregación para los cristianos que requiere una gran nave. La basílica romana se convirtió en el modelo para las grandes y pequeñas iglesias. En Roma, los lugares de culto paganos se convirtieron en basílicas de enormes tejados de madera, todas erigidas entre los siglos IV y V, como la primitiva de San Pedro (reconstruida en el siglo XVI), San Pablo extramuros y Santa María la Mayor, entre otras. La planta incluía un atrio o entrada, un nártex o pórtico, una gran nave central flanqueada por dos naves laterales, un transepto que cruza la nave, un ábside semicircular o poligonal (orientado al este y reservado para el clero) opuesto a la nave. En frente del ábside se encuentra el altar. Los materiales de construcción (columnas, paneles decorativos, mampostería, tejas de bronce) fueron extraídos de edificios imperiales que se incorporaron a las nuevas estructuras. Se construyeron numerosas iglesias más pequeñas sobre una nave, de las que son notables ejemplos la iglesia de San Apolinar en Ravena y la iglesia de Santa Sabina en Roma (siglo V).

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Los edificios centralizados. Son los baptisterios, los mausoleos y los martyria (restos sepulcrales de mártires) que fueron construidos en forma centralizada. Eran circulares o poligonales, dado que el objeto de veneración —pila bautismal, sarcófagos o espacios sagrados— deberían ser visibles a los fieles desde el claustro o las naves laterales circundantes al altar. Un ejemplo representativo de baptisterio se encuentra en la iglesia de San Juan de Letrán, en Roma, parte de cuyas estructuras datan del año 313. Los elegantes edificios circulares están construidos enteramente con materiales de otras edificaciones. Las pesadas puertas de bronce y la pila (un enorme pilón de pórfido) provenían de los baños de Caracalla. La cúpula circular como la de la iglesia de Santa Constanza (siglo IV) en Roma pertenece al típico mausoleo paleocristiano. Se construyó para albergar los restos de Constanza, hija de Constantino el Grande; sus magníficos sarcófagos de pórfido, hoy en los Museos Vaticanos, se encuentran bajo la cúpula. Mausoleos, tales como la famosa tumba de Gala Placidia (siglo V) en Ravena, se construyeron con un diseño en forma de cruz griega. Los martyria más famosos son los de la iglesia del Santo Sepulcro (del siglo IV) y el de la iglesia de la Natividad, en Belén, Jerusalén (de forma octogonal que data del siglo IV y que fue reconstruida en el siglo VI). Ambas tienen basílicas adyacentes para acomodar a multitud de peregrinos.

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4. Iglesias románicas

Románico (arte y arquitectura), estilo artístico que floreció en Europa desde aproximadamente el año 1000 d.C. hasta la aparición, en la segunda mitad del siglo XII, del estilo gótico. Se desarrolló principalmente en el campo de la arquitectura, aunque también se aplicó a la escultura, la pintura y las artes decorativas.

Desde el siglo V, la Iglesia, único vínculo supranacional que agrupaba a los Estados cristianos de Europa occidental, había contribuido a la difusión de la cultura clásica desde su centro en Roma. Las tradiciones romanas se conservaron en otras regiones fuera de Italia, como en el valle del río Mosa, que había sido romanizado mucho tiempo antes de la caída del Imperio, y en Provenza, en la Francia meridional. Esto, unido en ciertas zonas a la influencia del arte bizantino y a los estilos prerrománicos locales, dio lugar en Europa a lo que se conoce por nombre genérico de románico, que quiere decir ‘a la manera de los romanos’.

La desintegración de la cultura y economía romanas trajo consigo la desaparición de la estructura social capaz de generar un cierto número de arquitectos cualificados y artesanos especializados. Sin sus técnicas, restringidas al arte religioso, los intentos de construir edificios monumentales dieron como resultado unas estructuras que fueron a menudo toscas y de proporciones relativamente modestas.

La excepción a este tipo de arquitectura, que desde finales de los siglos V al VIII fue extremadamente sencilla, fue la desarrollada en la ciudad de Ravena (Italia), entonces bajo dominio bizantino. Las edificaciones de la ciudad a menudo se realizaron o decoraron con elementos procedentes de las construcciones romanas.

El estilo prerrománico en muchas regiones fue una prolongación del arte y arquitectura paleocristianas. Así ocurrió por ejemplo con las iglesias de Roma, construidas en planta basilical.

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Durante el periodo prerrománico se construyeron iglesias centralizadas con cúpulas inspiradas en los modelos bizantinos. En la región de Aquitania (SO de Francia) y en Escandinavia se construyó de esta manera. San Vital de Ravena (526-548), construida para el emperador bizantino Justiniano, y la capilla del palacio construido para Carlomagno en Aix la Chapelle (Aquisgrán, Alemania) entre

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el 792 y el 805 según el modelo de San Vital (Aquisgrán) son los ejemplos más complejos y mejor conocidos. El desarrollo del cuerpo occidental de las basílicas cristianas a modo de fachada monumental, flanqueada por torres de campanarios, fue una creació de los arquitectos carolingios. Este cuerpo occidental (Westwerk) se convirtió en el prototipo para las grandes fachadas de las catedrales románicas y góticas.

Las órdenes monásticas construyeron importantes edificios. El monaquismo necesitaba grandes complejos residenciales que incluyeran capillas, claustros, bibliotecas, talleres, cocinas, refectorios y dormitorios para los monjes. Los arquitectos, sobre todo los cluniacences, idearon nuevas técnicas constructivas. Se edificaron complejos monasterios prerrománicos para los benedictinos de Saint-Gall (Suiza), la isla de Reichneau (en el lado alemán del lago Constanza) y Montecassino (Italia).

El desarrollo de las bóvedas de piedra fue uno de los logros de la arquitectura románica. La razón para el empleo de las bóvedas fue la necesidad de encontrar una alternativa a las cubiertas de madera de las estructuras prerrománicas, expuestas al fuego y la humedad. Los intentos para solucionar los nuevos problemas estructurales variaron. Se utilizaron cúpulas, bóvedas de cañón semicirculares y apuntadas y bóvedas de arista. Pero hasta el periodo gótico, no se consiguió una estructura de mampostería en la que los empujes de las bóvedas estuvieran contenidos por pilares exentos y contrafuertes.

Como las bóvedas de piedra eran más pesadas que las cubiertas de madera, se utilizaron muros más gruesos y columnas más robustas. En el estilo románico pleno, como el francés, el uso de muros con contrafuertes y pilares macizos como soportes para las pesadas bóvedas de piedra produjo un modelo de edificio en el que la estructura se compone de unidades más pequeñas articuladas. Estas unidades, o crujías, son los espacios de planta cuadrada o rectangular cubiertos por cada bóveda de arista. En el románico tardío las crujías tendieron a ser tratadas como unidades fundamentales del

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edificio y estos espacios rectangulares se convirtieron en un rasgo importante del estilo imperante. La solidez de las estructuras en piedra es otra característica notoria del románico. El espacio de las iglesias románicas era alto y estrecho, iluminado por ventanas de claraboya abiertas en lo alto de la nave central, bajo la bóveda. Las puertas y ventanas presentaban arcos de medio punto ligeramente apuntados. Estas aberturas fueron pequeñas y estuvieron decoradas con molduras, tallas y esculturas que se hicieron más ricas y variadas a medida que el románico avanzó hacia su final.

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de estilo neorrománico, en Ciudad de México

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5. Arquitectura bizantina

La arquitectura bizantina tuvo su desarrollo en el Imperio romano de Oriente. La capital de este estado fue Constantinopla, la antigua ciudad griega de Bizancio, que el emperador romano Constantino I el Grande refundó el año 330 con su nombre (véase Estambul). La duración del Imperio bizantino se prolongó durante casi 1.000 años, desde la caída del Imperio romano de Occidente en el año 476 hasta la toma de Constantinopla por los otomanos en 1453. Su hegemonía se extendió hacia el Mediterráneo por el oeste y hasta Armenia por el este. Aunque los conquistadores otomanos destruyeron algunos tesoros artísticos bizantinos, se han conservado muestras suficientes para hacer interpretaciones fundadas.

Basílica de Santa Sofía, Estambul, Turquía

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El periodo bizantino medio (s. IX) fue un momento de consolidación arquitectónica, en contraste con los experimentos llevados a cabo en la época de Justiniano. La tipología de iglesia de planta centralizada se consolidó y los temas representados en la decoración de mosaicos fueron sistematizados de acuerdo a las creencias y prácticas de la Iglesia ortodoxa.

El modelo de iglesia centralizada de este periodo medio fue la de planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. Como en Santa Sofía, su principal elemento era la cúpula central sobre planta cuadrada, flanqueada por cuatro brazos iguales dispuestos en cruz. Sin embargo, la cúpula no estaba sostenida por pechinas, sino por trompas (pequeños arcos ascendentes fijados en diagonal en las esquinas del cuadrado). Las zonas más bajas del espacio interior correspondían a los pequeños espacios creados entre los brazos de la cruz y el gran cuadrado dentro del que se inscribe la iglesia.

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6. Iglesias góticas

En Occidente la tipología predominante fue la basilical o de cruz latina, tanto durante el periodo románico como durante el gótico. Las iglesias se comenzaron a cubrir mediante bóvedas, las románicas siguiendo el sistema de arcos y bóvedas semicirculares y las góticas con los mismos elementos apuntados u ojivales. Los templos románicos tuvieron una fuerte influencia monástica, especialmente de la orden benedictina de Cluny, en Francia. La mayoría de las iglesias de peregrinación construidas a lo largo de los caminos que llevaban a Santiago de Compostela y a Roma se proyectaron siguiendo las tipologías monacales. En la evolución hacia el pleno gótico, sin embargo, tuvieron más influencia el alto clero secular, la nobleza y la clase burguesa emergente gracias al predominio urbano que se produjo en la baja edad media. La primera edificación que se puede calificar como gótica es la cabecera de la abadía de Saint-Denis, construida por el abad Suger (consejero del rey de Francia) en las cercanías de París a mediados del siglo XII.

El Gótico es un estilo artístico europeo con unos límites cronológicos que oscilan entre aproximadamente el año 1140 y las primeras décadas del siglo XVI, según las áreas geográficas. Se desarrolló en el campo de la arquitectura civil y religiosa, la escultura, las vidrieras, la pintura mural y sobre tabla, los manuscritos miniados y las diversas artes decorativas. El término gótico fue empleado por primera vez por los tratadistas del renacimiento, en sentido peyorativo, para referirse al arte de la edad media, al que ellos consideraban inferior y bárbaro (godo, de ahí el término gótico) comparado con el arte clásico. En el siglo XIX se produjo una revalorización de este periodo debido a movimientos historicistas y románticos. El gótico apareció a continuación del románico, a lo largo de la baja edad media, y hoy día se considera uno de los momentos más importantes desde el punto de vista artístico en Europa.

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El estilo gótico encontró su gran medio de expresión en la arquitectura. Surgió en la primera mitad del siglo XII a partir de la evolución de precedentes románicos y otros condicionantes teológicos, tecnológicos y sociales. El gótico

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perduró hasta bien entrado el siglo XVI en diversos países europeos como Inglaterra, mucho después de que el estilo renacentista hubiera penetrado en otros campos artísticos. Las mayores realizaciones del gótico se manifestaron en el terreno de la arquitectura religiosa.

En contraste con la arquitectura románica, cuyas características son los arcos de medio punto, las estructuras macizas con escasos vanos y las bóvedas de cañón o arista, la arquitectura gótica empleó el arco apuntado, agujas, chapiteles y gabletes, reforzando el sentido ascensional que pretende transmitir el edificio, amplios vanos con tracerías caladas para conseguir la máxima luminosidad y estructuras reducidas al mínimo. Todas estas cualidades estilísticas fueron posibles gracias a las innovaciones constructivas, especialmente a la aparición de la bóveda de crucería. Las iglesias medievales poseían bóvedas muy pesadas, que obligaban a disponer muros gruesos y con pocos ventanales para soportar sus empujes. A principios del siglo XII los constructores inventaron la bóveda de crucería, que consiste en el cruce de dos arcos o nervios apuntados, que conforman una estructura resistente sobre la que se colocan los ligeros plementos o elementos de relleno que configuran la bóveda. Este sistema además de ligero y versátil, permite cubrir espacios de diversa configuración formal, con lo que posibilita un gran número de combinaciones arquitectónicas.

Aunque las primeras iglesias góticas adoptaron una gran variedad de formas, la construcción de las grandes catedrales del norte de Francia en la segunda mitad del siglo XII se benefició de las ventajas de las bóvedas de crucería. Con ellas se podían concentrar los empujes en los cuatro puntos del vértice y posteriormente apearlos por medio de los elementos sustentantes, que podían ser los pilares o columnas pero también el sistema de estribo y arbotante, un arco que transmite los esfuerzos tangenciales hacia un contrafuerte situado en el exterior del edificio coronado por un pináculo. Como consecuencia, los gruesos muros de la arquitectura románica pudieron ser reemplazados por ligeros cerramientos

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con ventanales que permitieron la aparición de la vidriera y facilitaron que el edificio alcanzase alturas insospechadas. Así se produjo una revolución en las técnicas constructivas.

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Con la bóveda gótica los edificios adoptaron formas variadas. Pero la planta común de las catedrales góticas consistió en tres o cinco naves longitudinales, un transepto, un coro y un presbiterio, es decir, una composición similar a la de las iglesias románicas. Las catedrales góticas mantu-vieron y perfeccionaron la creación más genuina del románico: la girola, una estructura compleja que aparece en la cabecera del templo, generalmente de forma semicircular con un deambulatorio alrededor y al que se abren capillas radiales de planta semicircular o poligonal. La organización de los alzados en el interior de las naves y en el coro también mantuvo los precedentes románicos. Los esbeltos pilares compuestos que separan las naves, con sus finos fustes elevándose a través del triforio hasta las nervaduras de las bóvedas, y el uso del arco apuntado en todo el edificio, contribuyen a crear efectos de verticalidad que constituye la expresión más intrínseca de la arquitectura gótica.

El objetivo prioritario de la organización exterior de la catedral gótica, con sus arbotantes y pináculos, fue contrarrestar el peso de las bóvedas. La fachada occidental o de los pies de la iglesia, por otro lado, intentaba producir un efecto de desmaterialización del muro a través de ricos recursos plásticos. La típica fachada principal gótica se divide en tres cuerpos horizontales y tres secciones verticales o calles, donde se abren las tres portadas que se corresponden con las naves del interior. Las dos torres laterales forman parte del cuerpo de la fachada y se rematan frecuentemente por agujas o chapiteles. Por último, el gran rosetón sobre la portada central supone un magnífico centro para la totalidad del conjunto.

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7. Iglesias renacentistas

El renacimiento, iniciado en Italia en el siglo XV, supuso un retorno a las tipologías y al pensamiento clásico, y por tanto, en arquitectura, una vuelta al concepto del hombre como medida de todas las cosas. Esta máxima influyó de forma notable en la reaparición de la iglesia de planta centralizada, iniciada por Leonardo da Vinci y perfeccionada por Donato Bramante. Las iglesias renacentistas volvieron a emplear el vocabulario clásico, con columnatas, arcadas y cúpulas compuestas según las leyes recogidas en el tratado de Vitrubio. A mediados del siglo XVI, durante la Contrarre-forma, se generalizó un nuevo tipo de iglesia longitudinal cuyo paradigma fue la del Gesù en Roma, proyectada por Iacopo Vignola para los jesuitas. Las iglesias reformistas protestantes, que en sus primeros tiempos emplearon los modelos medievales, adoptaron las tipologías renacentistas, como muestra la catedral de Saint Paul, en Londres, inspirada en los proyectos bramantinos de la basílica de San Pedro.

El renacimiento es un estilo artístico que se manifiesta en toda Europa de 1400 a 1600. Los dos rasgos esenciales son la imitación de las formas clásicas, desarrolladas en Grecia y Roma, y la preocupación por la vida profana que se expresa en un interés por el humanismo y la afirmación de los valores del individuo. El renacimiento se corresponde en con la era de los grandes descubrimientos, impulsados por el deseo de examinar todos los aspectos de la naturaleza y del mundo.

La llegada de los españoles a América en los finales del siglo XV trajo consigo las primeras manifestaciones arquitec-tónicas de influencia europea que, aunque en un principio contenían elementos del gótico tardío, adquirieron rasgos típicos del renacimiento español y más del plateresco. El primer monumento de este estilo es la catedral de Santo Domingo. Fundada en 1523, destaca por el trabajo de su portada obra del arquitecto Rodrigo Gil de Liendo. También en Santo Domingo se encuentra la iglesia del hospital de San Nicolás de Bari.

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En América se desarrollaron tres tipologías arquitec-tónicas que habían tenido escasa aplicación en Europa: el templo-fortaleza, la capilla abierta y las ‘posas’, especie de pequeñas capillas situadas en las esquinas de los atrios abiertos. La primera se originó en la España medieval y es de carácter defensivo. Un ejemplo representativo es el convento de Yanhuitlán, en Oaxaca, México, que conserva, por

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razones funcionales, la estructura masiva y vertical de las construcciones defensivas medievales. La capilla abierta tuvo gran aceptación en México por razones de culto, ya que permitía oficiar la misa en un amplio espacio abierto al que tenía acceso la gran masa de nuevos catecúmenos.

Desde 1550 se empiezan a construir grandes catedrales en Latinoamérica. La austeridad compositiva de la catedral de Jaén, España, proyectada por Andrés de Vandelvira, sirve de modelo a muchos templos del Nuevo Mundo, como los diseñados por Francisco Becerra. La ‘estructura salón’, creada por Vandelvira, se mantiene en las catedrales peruanas de Lima y Cuzco, proyectadas por Becerra. La disposición en tres naves, el crucero sin brazos y la ausencia de ábside, girola y cúpula, dan al exterior un volumen cúbico casi perfecto. En México destacan dos catedrales: la de Puebla, de Becerra, y la de la Ciudad de México, cuyas trazas son de Claudio de Arciniega. En Colombia se observa la influencia del español Juan de Herrera en los remates en bola de las pirámides superiores de la portada de la catedral de Tunja. Por último, en Quito, Ecuador, se encuentra la catedral de San Francisco, quizá uno de los ejemplos más hermosos de manierismo en América.

Catedral de la Ciudad de México

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8. Iglesias barrocas

El barroco fue el estilo dominante en la arquitectura desde 1600 hasta 1750. Sus características perduraron a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, si bien dicho periodo se denomina a veces estilo rococó. Manifestaciones barrocas aparecen en el arte de muchos países europeos, así como en las colonias españolas y portuguesas de América.

A partir de las iglesias jesuíticas y del estilo manierista, la arquitectura de Roma evolucionó hacia el barroco, el estilo que sustituyó el equilibrio renacentista por una nueva expresividad dramática y escenográfica, más acorde con la mentalidad de la Contrarreforma. Esta arquitectura se propagó por todo el mundo católico, sobre todo por Latinoamérica, España, Francia y los reinos centroeuropeos, que continuaron fieles al papado romano.

Entre las características del arte barroco están su sentido del movimiento, la energía y la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan los efectos escenográficos de muchos cuadros, esculturas y obras arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con frecuencia en las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La insinuación de enormes espacios es frecuente en la pintura y escultura barrocas; tanto en el renacimiento como en el barroco, los pintores pretendieron siempre en sus obras la representación correcta del espacio y la perspectiva. El naturalismo es otra característica del barroco; las figuras no se representan en los cuadros como simples estereotipos sino de manera individua-lizada, con su personalidad propia. Los artistas representaban los sentimientos interiores, las pasiones y los temperamentos, magníficamente reflejados en los rostros de sus personajes. La intensidad e inmediatez, el individualismo y el detalle del arte barroco —manifestado en las representaciones realistas de la piel y las ropas— hicieron de él uno de los estilos más arraigados del arte occidental.

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Iglesia de Santa Prisca, Taxco

Durante los siglos XVII y XVIII, la arquitectura barroca latinoamericana conservó las pautas marcadas por la península Ibérica pero con algunas peculiaridades. Una de ellas es su extraordinaria diversidad, condicionada por el propio medio físico, la gran variedad de materiales existentes en cada área geográfica y la presencia de un pasado precolombino. Entre los condicionantes físicos, la frecuencia de terremotos en algunas zonas como Guatemala o Perú determinó ciertos patrones estéticos, al tiempo que conducía al desarrollo de técnicas constructivas especialmente resistentes a los movimientos sísmicos como la quincha (entramado de cañas atadas con cordobanes aglutinado con barro).

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El barroco hispanoamericano es decorativo, ya que aplica un lenguaje ornamental a esquemas constructivos y estructurales inalterados desde los comienzos de la arquitec-tura hispanoamericana. La presencia de elementos como el estípite o el arco toral, marcan los estilos de ciertas regiones: el primero es el signo distintivo del barroco mexicano, y el segundo, cuya función es sostener la cúpula, se desarrolló más en Quito y Nueva Granada. En regiones donde el clima propiciaba un entorno natural austero, florecieron la fachadas-retablo. Su finalidad, como en la iglesia de San Francisco de Quito, es repetir en el exterior la exuberancia decorativa del interior. La presencia del color es otro rasgo del barroco colonial; se manifiesta por la piedra, el ladrillo revocado en blanco, la tintura de almagre (óxido rojo de hierro), la yesería policromada y los azulejos. Un ejemplo de esto último es la fachada de San Francisco de Acatepec (México), donde la piezas cerámicas fueron modeladas en el taller ex profeso para la iglesia. Otros elementos del barroco americano son la espadaña, la pilastra de almohadilla, como en la catedral de Tegucigalpa (Honduras), la proliferación de formas mixtilíneas y el soporte antropomorfo.

Los dos grandes focos, donde encontraría eco el nuevo estilo, son el virreinato de Nueva España (el territorio actual de México y Guatemala) y las ciudades peruanas de Cuzco y Lima. Si en todas ellas la influencia española es evidente, en Brasil la tendencia fue seguir los modelos portugueses.

El mismo sentido decorativo afectará a la escultura ornamental, presente en los interiores y exteriores de las iglesias barrocas que, con un estilo recargado, se constru-yeron a lo largo de las colonias españolas. En México destaca el español Jerónimo Balbás, que llegó a América a principios del siglo XVIII, autor del retablo del altar mayor de la iglesia del Sagrario. La imaginería popular floreció en Guatemala, con Quirio Cataño y Juan de Chávez, en Quito, con Bernardo Legarda, y en Lima donde, gracias al estrecho contacto con Sevilla, se pueden contemplar numerosas obras de Martínez Montañés.

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El convento de Tepotzotlán, en México, es uno de los ejemplos más notables del llamado barroco exuberante latino-americano. La hermosa fachada retablo es de estilo churrigueresco.

El estilo churrigueresco, expresión utilizada para designar la última etapa de la arquitectura barroca española, desarrollada ya en el siglo XVIII.

Deriva del apellido Churriguera, familia de arquitectos que impulsaron un estilo eminentemente decorativo, de abigarrada ornamentación. Sin embargo, esta denominación, que fue creada con un cierto matiz despectivo por los críticos académicos del siglo XIX para designar el protagonismo de la decoración en las construcciones de la fase final del barroco, está ya superada porque los especialistas consideran que las cualidades del estilo arquitectónico desarrollado en España a partir de 1700 no se pueden relacionar únicamente con la actividad de los Churriguera en Castilla, ya que en el resto de la península Ibérica trabajaron numerosos arquitectos con personalidad propia.

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9. Iglesias neoclásicas

Neoclasicismo, estilo artístico que se desarrolló especial-mente en la arquitectura y las artes decorativas; floreció en Europa y Estados Unidos aproximadamente desde el año 1750 hasta comienzos de 1800 y se inspiró en las formas grecorromanas. Más que un resurgimiento de las formas antiguas, el neoclasicismo relaciona hechos del pasado con los acontecidos en su propio tiempo. Los artistas neoclásicos fueron los primeros que intentaron reemplazar la sensualidad y la trivialidad del rococó por un estilo lógico, de tono solemne y austero. Cuando los movimientos revolucionarios establecieron repúblicas en Francia y en América del Norte, los nuevos gobiernos republicanos adoptaron el neoclasicismo como estilo oficial porque relacionaban la democracia con la antigua Grecia y la República romana. Más tarde, cuando Napoleón I subió al poder en Francia, este estilo se modificó para servir a sus necesidades propagandísticas. Con el nacimiento del movimiento romántico la prioridad por la expresión personal sustituyó al arte basado en valores ideales.

Durante el siglo XVII y XVIII aparecieron en Europa una serie de corrientes clasicistas que pretendían acabar con los llamados excesos del barroco. Entre las iglesias de las islas Británicas y sus colonias norteamericanas se generalizó el estilo georgiano, un tipo de neoclasicismo caracterizado por el empleo de una sola torre de campanario, alta y puntiaguda.

Al igual que en España, el neoclasicismo en Hispano-américa también estuvo dirigido por las Academias. Entre los edificios más representativos destacan la Casa de la Moneda en Santiago de Chile, el palacio de la Minería y la fábrica de cigarros en México, y la iglesia de San Francisco en Cali, Colombia.

Uno de los principales exponentes en México es Francisco Eduardo Tresguerras, pintor, escultor y constructor, promotor del estilo neoclásico del siglo XVIII,

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con cuyas obras embelleció varias ciudades del Bajío Guanajuatense y de los estados aledaños.

El templo del Carmen, en Celaya, Guanajuato, es una obra maestra de Tresguerras. Fue construido de 1802 a 1807. Muestra neoclásica de gran sencillez, elegancia y armonía, tanto en su exterior como en su interior.

Templo del Carmen, Celaya, Guanajuato

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10. Iglesias eclécticasA comienzos del siglo XIX la arquitectura occidental se

debatía entre diferentes recuperaciones (revivals) de los lenguajes históricos, en una especie de agonía que se prolongó más de un siglo y que se conoce como historicismo o eclecticismo. En el primer tercio de siglo se impuso, como heredero directo del neoclasicismo, el llamado neogriego, entre cuyas figuras cabe destacar al arquitecto prusiano Karl Friedrich Schinkel, que en algunos aspectos se anticipó al movimiento moderno.

Con el inicio del romanticismo se impuso el carácter medievalista, que propició el primero de los estilos eclécticos que se impusieron a lo largo del siglo XIX, el neogótico. Fieles a esa tendencia, las iglesias recogieron los modelos antiguos, empleando un amplio espectro de revivals, como el neogriego, neorrománico, neorrenacimiento y neobarroco, entre otros.

Catedral de San Rosendo, Pinar del Río, Cuba

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11. Iglesias del siglo XX

La arquitectura contemporánea se consolidó en Latino-américa gracias al apoyo de Le Corbusier a dos jóvenes arquitectos brasileños, Lúcio Costa y Oscar Niemeyer, y al resto del grupo de artistas que comenzaron a finales de la década de 1920 a reivindicar la renovación de los estilos historicistas. Entre los pioneros destacaron los también brasileños Gregorio Warchanchik y Alfonso Reidy y el uruguayo Julio Vilamajó. Después de la II Guerra Mundial fueron apareciendo otras figuras importantes, especialmente en México, donde los principios del movimiento se combinaron con el carácter colonial y con las reivindica-ciones precolombinas.

Catedral de Brasilia, diseñada por Oscar Niemeyer

Entre los mejores arquitectos mexicanos cabe destacar a Luis Barragán, Juan O’Gorman y Pedro Ramírez Vázquez, líderes de una primera generación que ha consolidado la arquitectura contem-poránea en este país. Otros arquitectos destacados del último medio siglo han sido el venezolano

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Carlos Raúl Villanueva, el colombiano Rogelio Salmona y el uruguayo Eladio Dieste.

Las comunidades religiosas suelen ser muy tradicionales, de modo que se mostraron satisfechas con las tipologías antiguas y fueron reacias a la adopción de las modernas. Sin embargo, algunas congregaciones e iglesias oficiales, por lo general las de carácter más reformista, comenzaron a finales del siglo XIX a construir sus templos de acuerdo a las premisas de la incipiente arquitectura moderna, alejándose así de las formas historicistas. Prueba de ello son algunos de los edificios religiosos construidos por Antoni Gaudí para la Iglesia católica catalana, o los de Frank Lloyd Wright para la Iglesia unionista. En el transcurso del siglo, casi todas las religiones cristianas terminaron por confiar en los arquitectos modernos para la construcción de sus iglesias más significativas, a menudo aceptando nuevas tipologías, como la planta centralizada con el altar dispuesto en el centro de la congregación, o la decoración con esculturas, mosaicos, vidrieras y tapices modernos. Entre los templos más significativos de la arquitectura del siglo XX destacan la iglesia de peregrinación de Notre Dame du Haut (1950-1954) en Ronchamp, Francia, construida por Le Corbusier; la iglesia de La Milagrosa (1953) en la ciudad de México, del arquitecto e ingeniero Félix Candela; la iglesia de los Dominicos de Alcobendas (1959, en Madrid), obra de Miguel Fisac; la catedral metropolitana de Brasilia (1959-1980), de Oscar Niemeyer; o la de St John's Abbey (1967) en Collegeville, Minnesota, proyectada por el arquitecto húngaro Marcel Breuer.

En la arquitectura mexicana contemporánea destaca el estructuralismo, representado por la obra de Félix Candela que replantea el papel del arquitecto en relación con los problemas estructurales a partir de tres premisas: economía, sencillez de cálculo y flexibilidad. No obstante, la calidad de su obra radica en la sensibilidad para conformar espacios. Sus obras más emblemáticas son las iglesias de La Milagrosa (1953), en la colonia Narvarte, la capilla de La Soledad del

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Altillo (1956, con Enrique de la Mora) y la de San Vicente de Paúl (1959, con López de Carmona). La embotelladora Bacardí (1960) es un interesante ejemplo de espacio unitario por integración de unidades modulares.

Iglesia de la Esperanza de María en la Resurrección del Señor, Ciudad de México

Pedro Ramírez Vázquez estudió con especial interés los aspectos funcionales y circulatorios de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (1954) de la ciudad de México, donde adoptó una solución de cimentación flotante. Destacan sus mercados de la década de 1950, construidos en colaboración con Félix Candela en Coyoacán y con Javier Echevarría en La Lagunilla, en los que retoma ideas del antiguo tianguis mexicano como espacio de relación social. Su obra más relevante es el Museo Nacional de Antropología

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(1964) en el parque de Chapultepec, donde los elementos más expresivos se centran en la articulación de espacios, el tránsito entre lo abierto y lo cerrado, la sucesión y las transparencias en los recorridos acotados.

Además de su intervención en los trabajos del Estadio Azteca (1965), la nueva basílica de Guadalupe (1976), con Benlliure, García Lascuráin, Chávez de la Mora y Schoenhofer, simboliza la culminación de una de las trayectorias más brillantes del panorama contemporáneo de México.

Basílica de Guadalupe, Ciudad de México

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