Estadisticas falacias y datos de Aena

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[ATC today] [Número 4. Junio 2010] Editorial Estadísticas, falacias y datos de Aena Cuando inicié mis estudios universitarios, la asignatura que más llamó mi atención fue Estadística. Desde el primer momento el profesor captó mi interés quizá porque, según decía, “en ella se basan la gran mayoría de las mentiras que se venden como verdad a la población, y porque como se puede demostrar cualquier cosa que se quiera con estadísticas, es muy útil para manipular voluntades”. Aunque aquella descripción me cautivó, al mismo tiempo me dejó preocupado porque en malas manos podría ser una bomba. Como así he podido comprobar en demasiadas ocasiones desde entonces (incluso en propia carne). Por lo general, la gente tiene una idea equivocada o, al menos, imprecisa de lo que es y para qué sirve la Estadística. Y existe una creencia muy difundida y con razón de que tanto los datos como su análisis estadístico pueden ser fácilmente manipulados de un modo poco científico y menos ético para demostrar que una conclusión o un punto de vista particular es correcto cuando, en realidad, es erróneo. De ahí, que se conozca a la Estadística como una ciencia “exacta” porque dice siempre exactamente lo que uno quiere que diga. Todos hemos escuchado alguna vez la frase –atribuída según parece a Mark Twain "Existen mentiras, grandes mentiras y estadísticas", para calificar el manoseo interesado que puede hacerse de la aplicación de esta ciencia. Menos conocida es otra similar atribuida al que fuera primer ministro inglés entre 1874 y 1880, Benjamín Disraeli, quien dijo: "Hay tres clases de mentiras: ordinarias, increíbles y estadísticas". Frase que le haría popular entre la sociedad inglesa de la época, junto a su particular manera de vestir y sus dotes para ligar. Otra forma más académica aunque menos impactante de decir lo mismo es la del matemático Trevor Hastie: “Hay que ser cautos con los resultados de las estadísticas, pues con ellas siempre hay formas de hacer trampas”. En los últimos meses, venimos siendo testigos de cómo el ministro de Fomento y el presidente de Aena utilizan los medios de comunicación para lanzar a la sociedad, apoyándose en datos “irrebatibles”, el mensaje de que los controladores aéreos españoles trabajamos poco al tiempo que esquilmamos las cuentas de Aena hasta prácticamente hacerla quebrar. También se han permitido el lujo de comparar nuestra productividad con la de los controladores europeos y hasta de asegurar, rizando el rizo, que a partir de la publicación del decretazo y gracias a su fabulosa gestión vamos a trabajar menos horas que el pasado año, a pesar de que muchos controladores van a ver aumentada su jornada anual en cerca de un 50 por ciento. Y todo gracias a la Estadística. Haciendo uso de datos muy llamativos basados en sesudos cálculos y tras un conveniente “análisis”, han conseguido que gran parte de la población española –y extranjera crea las barbaridades que les contaban. ¡Cuánto me he acordado en estos meses de lo que decía aquel profesor!

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[ATC  today]  [Número  4.  Junio  2010]  

   Editorial  Estadísticas,  falacias  y  datos  de  Aena    Cuando   inicié  mis  estudios  universitarios,   la   asignatura  que  más   llamó  mi   atención   fue  Estadística.  Desde  el  primer  momento  el  profesor  captó  mi  interés  quizá  porque,  según  decía,  “en  ella  se  basan  la  gran  mayoría  de  las  mentiras  que  se  venden  como  verdad  a  la  población,  y  porque  como  se  puede  demostrar   cualquier   cosa   que   se   quiera   con   estadísticas,   es  muy   útil   para  manipular   voluntades”.    Aunque   aquella   descripción   me   cautivó,   al   mismo   tiempo   me   dejó   preocupado   porque   en   malas  manos   podría   ser   una   bomba.   Como   así   he   podido   comprobar   en   demasiadas   ocasiones   desde  entonces  (incluso  en  propia  carne).    Por   lo   general,   la   gente   tiene   una   idea   equivocada   o,   al  menos,   imprecisa   de   lo   que   es   y   para   qué   sirve   la  Estadística.   Y   existe   una   creencia   muy   difundida   -­‐y   con  razón-­‐  de  que   tanto   los  datos   como   su  análisis   estadístico  pueden   ser   fácilmente   manipulados   de   un   modo   poco  científico   y   menos   ético   para   demostrar   que   una  conclusión   o   un   punto   de   vista   particular   es   correcto  cuando,  en  realidad,  es  erróneo.  De  ahí,  que  se  conozca  a  la   Estadística   como   una   ciencia   “exacta”   porque   dice  siempre  exactamente  lo  que  uno  quiere  que  diga.    Todos   hemos   escuchado   alguna   vez   la   frase   –atribuída  según  parece  a  Mark  Twain-­‐  "Existen  mentiras,  grandes  mentiras   y   estadísticas",   para   calificar   el   manoseo  interesado  que  puede  hacerse  de   la  aplicación  de  esta  ciencia.  Menos  conocida  es  otra  similar  atribuida  al  que  fuera   primer   ministro   inglés   entre   1874   y   1880,  Benjamín   Disraeli,   quien   dijo:   "Hay   tres   clases   de  mentiras:   ordinarias,   increíbles   y   estadísticas".   Frase  que  le  haría  popular  entre  la  sociedad  inglesa  de  la  época,  junto  a  su  particular  manera  de  vestir  y  sus  dotes  para  ligar.    Otra  forma  más  académica  aunque  menos  impactante  de  decir  lo  mismo  es  la  del  matemático  Trevor  Hastie:  “Hay  que  ser  cautos  con  los  resultados  de  las  estadísticas,  pues  con  ellas  siempre  hay  formas  de  hacer  trampas”.    En   los  últimos  meses,  venimos  siendo   testigos  de  cómo  el  ministro  de  Fomento  y  el  presidente  de  Aena   utilizan   los   medios   de   comunicación   para   lanzar   a   la   sociedad,   apoyándose   en   datos  “irrebatibles”,  el  mensaje  de  que  los  controladores  aéreos  españoles  trabajamos  poco  al  tiempo  que  esquilmamos  las  cuentas  de  Aena  hasta  prácticamente  hacerla  quebrar.  También  se  han  permitido  el  lujo  de  comparar  nuestra  productividad  con   la  de   los   controladores  europeos  y  hasta  de  asegurar,  rizando  el  rizo,  que  a  partir  de   la  publicación  del  decretazo  y  gracias  a  su  fabulosa  gestión  vamos  a  trabajar  menos  horas  que  el  pasado  año,  a  pesar  de  que  muchos  controladores  van  a  ver  aumentada  su  jornada  anual  en  cerca  de  un  50  por  ciento.  Y  todo  gracias  a  la  Estadística.    Haciendo  uso  de  datos  muy  llamativos  basados  en  sesudos  cálculos  y  tras  un  conveniente  “análisis”,  han  conseguido  que  gran  parte  de  la  población  española  –y  extranjera-­‐  crea  las  barbaridades  que  les  contaban.  ¡Cuánto  me  he  acordado  en  estos  meses  de  lo  que  decía  aquel  profesor!  

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     No   voy   aquí   a   cometer   el   error   de   enfrascarme   en   rebatir   unos   datos   que,   posiblemente,   ni   ellos  sepan  con  seguridad  de  dónde  han  salido.  Por  el  contrario,  prefiero  cometer  el  error  de  intentar  abrir  una  ventana  al  lector  de  este  ladrillo  por  la  que  va  a  poder  ser  testigo  de  lo  fácil  que  es  engañar  con  las  estadísticas,  con  el  fin  de  crearle  cierta  incertidumbre  respecto  de  los  datos  aportados  por  Aena  en  su  particular  batalla  contra  la  verdad.  Ni  que  decir  tiene,  que  con  independencia  de  la  veracidad  de  los  datos  siempre  lleva  las  de  ganar  quien  más  amplio  acceso  tiene  a  los  medios  de  comunicación  para  difundir  su  particular  “verdad”.  Pero  esa  es  otra  historia.    En  “Uso  y  abuso  de  las  estadísticas”,  el  sociólogo  estadounidense  Joel  Best  muestra  cómo  se  utilizan  los   análisis   estadísticos   para   dar   a   conocer   el   apoyo   popular   que   se   tiene   y   difundir   realidades  sociales  así  como  datos  económicos  que  no  siempre  tienen  que  ver  con  la  realidad.  En  sus  páginas,  el  autor  muestra  las  formas  más  usuales  de  acomodar  la  realidad  a  través  de  números,  entre  las  que  se  cuenta   la   de   sostener   una   afirmación   sobre   la   base   de   una   estadística,   pero   descartando   otra,   o  acudir  a  un  recurso  en  perjuicio  de  otro  que  puede  ser  más  representativo.      Para  él,  hay  6  categorías  de  números  que  determinan  el  nivel  de  manipulación  de  una  estadística:    

-­‐Números  que  faltan:  relevantes  pero  que  no  se  tienen  en  cuenta.  -­‐Números  engañosos:  confunden  en  lugar  de  informar.  -­‐Números  que  asustan:  exageran  los  temores  del  presente  y  del  futuro.  -­‐Números  acreditados:  tienen  una  credibilidad  que  no  se  merecen.              -­‐Números  mágicos:  prometen  soluciones  simplistas  a  problemas  complejos.      -­‐Números  conflictivos:  se  tornan  en  el  foco  de  batallas  de  datos  y  cifras.  

 Y  pone  el  gráfico  ejemplo  del  concepto  de  promedio  valiéndose  de  los  ingresos  de  los  trabajadores  de  una  ficticia  empresa.  En  ella,  90  personas  ganan  40.000  dólares  al  año,  9  ganan  80.000  y  el  director  general  se  lleva  6  millones  de  dólares  en  igual  periodo.    “Aunque  el  sueldo  promedio  resultante  es  de  103.200  dólares  por  persona  y  año,   la  cifra  no  puede  más  ser  acomodaticia  ni  estar  más  distorsionada,  ya  que  el  90%  de  los  trabajadores  de  esa  empresa  ni  siquiera  gana  la  mitad  de  ese  monto.  En  ese  caso  -­‐sostiene  Best-­‐,  no  es  el  promedio  lo  que  mejor  representa  una  visión  global  de  esos   ingresos,   sino   la  mediana,  es  decir,   cuánto  gana  el   trabajador  medio  en  la  escala  de  sueldos”.  Esto  me  suena  de  algo,  pero  no  sé  de  qué.    Con   este   ejemplo   es   fácil   comprender,   que   el   libro   de   Joel   Best   busca   abrir   los   ojos   a   quienes  recibimos  las  estadísticas,  pero  también  dar  un  tirón  de  orejas  a  quienes  las  producen.    Es  muy  importante  por  tanto  a  la  hora  de  utilizar  estadísticas,  y  más  aún  a  la  hora  de  interpretarlas,  conocer   cómo   han   sido   construidas.   Por   ejemplo,   si   se   quiere   llevar   a   cabo   un   estudio   sobre   la  productividad  de  los  controladores  aéreos  habría  que  conocer  variables  como:            *  La  población  o  el  número  total  de  elementos  que  conforman  el  estudio.  Por  ejemplo,  ¿todos  los  controladores  aéreos?,  ¿todos  los  operativos?,  ¿todos  los  que  están  en  el  área  de  gestión?          *  La  muestra  o  subconjunto  representativo  de  la  población  utilizado  para  hacer  el  estudio  y  a  partir  del  cual  las  conclusiones  se  puedan  generalizar  a  la  población  en  su  conjunto.  ¿Están  incluidos  en  el  estudio  los  controladores  de  baja  médica,  los  profesores  de  la  escuela  de  control,  los  jefes  de  sala  o  los  que  tienen  concedida  reducción  de  jornada?  

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Y  a   la  hora  de   las   comparaciones  ¿con  qué  controladores   se  hace?  ¿con   los  que   trabajaron  más  el  pasado  año,  o  con  los  que  se  limitaron  a  hacer  las  1.200  horas  anuales  establecidas  en  el  Convenio  y  negaron  la  ampliación  de  jornada  y  las  horas  extras?    Por   tanto,  dependiendo  de   los  datos  de  partida  un  pequeño  sesgo  o  una  mala  muestra  por  no  ser  representativa   puede   tener   consecuencias   interpretativas   diferentes,   como   que  Aena   diga   que   los  controladores  trabajaremos  este  año  80  horas  menos  que  el  año  pasado,  mientras  los  va  a  haber  que  van  a  trabajar  cerca  de  500  más,   lo  que,  aún  quedando  clara   la  población  del  estudio  y  no  tanto   la  consistencia  de  la  muestra,  resulta  en  sí  misma  una  falacia.    En   relación  con  esto,  en  el   artículo  “Trampas   lógicas  usadas  para   justificar   falsedades  o  engaños”,  Enrique   Chornogubsky   nos   ilustra   en   relación   con   los   distintos   tipos   de   falacias   que   esconden  determinados  informes  y  nos  instruye  sobre  algunas  interesantes  cuestiones.  Como  por  ejemplo,  en  lo  que  es  una  falacia  lógica,  esto  es,  una  proposición  presentada  como  verdadera  en  una  afirmación,  pero  que  sólo  lo  es  aparentemente.  De  ahí,  que  las  falacias  lógicas  sean  utilizadas  comúnmente  para  justificar   argumentos  o  posturas   que  no   serían   justificables   utilizando   la   razón.   Suelen   enmascarar  engaños,  falsedades  o  estafas.      Así  surge  la  generalización  estadística,  una  afirmación  que  normalmente  es  cierta,  pero  no  siempre.  Muy  a  menudo,  estas  utilizan   la  expresión  "la  mayoría",  como  en  "La  mayoría  de   los  controladores  trabajaron   1750   horas   en   2009".   Otras   veces,   la   palabra   "generalmente"   es   usada   como   en   "Los  controladores  generalmente  tienen  un  sueldo  anual  de  300.000  euros".      De  modo,   que   “cuando   un   autor   trata   una   generalización   estadística   como   si   siempre   fuera   real,  incurre   en   falacia,   que   utiliza   con   el   fin   de   distraer   al   lector   de   la   aparente   falsedad   de   su  proposición”.    Otro  de   los  posibles   tipos  de   falacia  es   la  denominada   falta  de  alternativa.   Se   incurre  en   la  misma  cuando  frente  a  un  dilema  con  múltiples  soluciones  se  presenta  como  única  alternativa  aquella  que  nos  es  más  favorable,  aunque  no  sea  la  más  adecuada.    Ejemplos  de  este  tipo  de  falacia  son  los  siguientes:      

“El  aumento  de  la  productividad  de  los  controladores  aéreos  y  la  reducción  de  su  sueldo  hará  que  Aena  gane  en  eficiencia,  sea  económicamente  sostenible  y  puedan  bajarse  las  tasas  y  los  billetes  de  avión”  (José  Blanco,  ministro  de  Fomento).  

 “Es  necesario  que  Aena  retome  la  organización  del  trabajo  de  los  controladores,  ya  que  es  la  única  forma  de  que  seamos  más  competitivos”  (Juan  Ignacio  Lema,  presidente  de  Aena).  

 Evidentemente,  la  falacia  está  en  circunscribir  a  esas  cuestiones  la  sostenibilidad  y  la  competitividad  de  Aena  y  responsabilizar  únicamente  a   los  controladores  aéreos  por  no  haberlo  conseguido  antes.  Esto   es,   las   posibles   alternativas   de   mejora   son   elegidas   de   entre   las   que   interesa   a   quien   las  presenta,  pero  no  son  las  únicas  posibles.    Según   el   autor,   falacias   como   las   expuestas   “son   propias   de   políticos   que   también   utilizan   los  sofismas,   donde  un   razonamiento   equivocado   a   sabiendas   induce   a   que   los   votantes   crean  que   lo  negro  es  blanco  y  viceversa”.      “En   la   Grecia   antigua   –añade   en   otro  momento   de   su   libro-­‐,   los   sofistas   enseñaban   el   arte   de   la  retórica   para   utilizar   mejor   el   lenguaje   y   para   evadir   un   alegato   mediante   el   uso   de   un   lenguaje  ambiguo.   También   se   enseñaba   cómo   hacer   comentarios   ambivalentes   o   críticas   insignificantes”.  

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Creo,   que   a   todos   nos   vienen   a   la   mente   ejemplos   muy   cercanos   entre   nuestros   políticos,  especialmente  uno  de  ellos.  “Sus  ampulosos  discursos  –asegura-­‐  son  cortinas  de  humo  que  ocultan  sus   verdaderos   pensamientos.   Ellos   se   hacen   la   ilusión   de   que   los   ciudadanos   no   alcanzan   a  comprender   sus   argumentos,   pero   si   enfatizan   lo   suficiente   sus   discursos   los   votantes   darán   por  cierto  todo  lo  que  se  les  diga”.  ¿Dónde  he  visto  esto  antes?    También   existen   las   “tramas   estadísticas”,   como   la   que   se   recoge   en   el   artículo   “El   PP   acusa   a  Rubalcaba   de   hacer   trampas   estadísticas   para   negar   el   aumento   de   la   inseguridad   ciudadana”  publicado  en  La  cerca  el  28  de  octubre  de  2008,  en  el  que  se  relata  que  el  portavoz  de  Interior  del  Grupo   Popular   en   el   Congreso   Ignacio   Cosidó   sostenía,   que   “Hay  mentiras,   mentiras  muy   gordas,  estadísticas   y   las   estadísticas   de   Rubalcaba   que   es   la  máxima   categoría”,   porque   “es   para   nota   la  teoría   de   Rubalcaba   de   que   a  más   delitos  más   seguridad”.   Para   pasar   a   continuación   a   acusar   al  ministro  de  “hacer  trampa  con  la  tasa  de  estadística  porque  distorsiona  por  completo  el  análisis  de  la  realidad”.  Sin  comentarios.    Para  concluir,  John  Müller  en  su  artículo  “Flexibilidad  con  trampas”,  publicado  en  el  diario  El  Mundo  el  28  de  abril  pasado  escribía:  “Otra  vez  esa  vieja  historia  estadística  del  medio  pollo.  Ya  saben,  un  pobre  lee  en  el  periódico  que  en  su  país  se  consume  a  diario  medio  pollo  ‘per  cápita’  y  sólo  es  capaz  de   llegar  a   la  conclusión  de  que  alguien  se  ha  comido  su  mitad.  Ayer,  el  secretario  de  Estado  de   la  Seguridad  Social,  Octavio  Granado,  anunció  que  se  registraron  22.457  afiliados  más  que  en  febrero  hasta  sumar  17.594.808  cotizantes.  El  dato  fue  situado  en  el  contexto  de  los  indicadores  favorables  que  el  Gobierno  pudo  encontrar  en   las  cifras  del  paro.  Así,   la  vicepresidenta  primera,  María  Teresa  Fernández  de  la  Vega,  se  atrevió  a  afirmar  ayer  que  aunque  no  son  buenas,  son  mejores  que  las  de  los  últimos  tres  meses  y  que  las  de  hace  un  año”.  Hasta  aquí  nada  que  objetar.    “Pero  el  desglose  estadístico  de  la  afiliación  a  la  Seguridad  Social  durante  cada  día  laborable  del  mes  de   marzo   ofrece   datos   sorprendentes,   que   quizás   merecerían   una   explicación   más   detenida   de  nuestras  autoridades  económicas.  Por  ejemplo,  el  cacareado  número  17.594.808  es  el  promedio  de  cotizantes   durante   el   mes   de   marzo,   pero   la   realidad   es   que   el   28   de   febrero   había   17.550.412  personas  afiliadas  al   sistema  y  el  31  de  marzo  apenas  quedaban  17.479.448.   La  diferencia  es  nada  menos  que  de  70.964  trabajadores”.  En  dos  palabras:  im-­‐presionante.    Como  se  ha  podido  comprobar  a  lo  largo  de  esta  tortuosa  exposición,  hay  que  ser  muy  cuidadoso  a  la  hora  de  aceptar   sin  ningún  género  de  dudas   los  datos  que  se  nos  ofrecen  porque  pueden   tener   la  intención  de  engañarnos,  que  es   lo  que   llevan  haciendo  el  ministro  de  Fomento  y  el  presidente  de  Aena   desde   hace   ya   demasiado   tiempo.   Evidentemente,   no   voy   a   caer   en   mi   propia   trampa  aportando   los   datos   con   los   que   trabajamos   los   controladores   aéreos   respecto   de   todas   las  falsedades  y  medias  verdades  que  se  han  dicho  sobre  nosotros,  porque  lo  último  que  quiero  es  que  el  lector  que  haya  llegado  hasta  aquí  dude  de  mi  honestidad.    Sólo  me  conformo,  con  que  en  adelante  no  se  crea  como  verdades  universales  los  datos  que  aporten  Fomento   o   Aena   respecto   a   nada   que   tenga   que   ver   con   nosotros.   Al  menos,   hasta   que   nosotros  hayamos  tenido  la  oportunidad  de  “cocinar”  nuestros  propios  datos.  Es  broma.    En  definitiva,  que  hay  estadísticas,  falacias  y  datos  de  Aena.  ¿Quién  da  más?      Jorge  Ontiveros  Editor  [email protected]