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10 de julio de 202014

MAYRA MUNÉ JIMÉNEZ

Bastó con imaginar cuando era niña el universo que podría descubrir a través del microscopio, para saber cuál sería su camino. Con más de 30 años de ejercicio profesional, ella es una de las que encara al nuevo coronavirus Por MARIETA CABRERA

EL miércoles 11 de marzo la doctora Mayra Muné Jiménez, licenciada en Mi-

crobiología, llegó temprano como cada mañana al laboratorio donde trabaja en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Luego de ponerse la ropa verde estéril, los guantes y el nasobuco, empezó, junto a otros dos investigadores, a montar las mezclas de los reacti-vos para realizar el diagnóstico del SARS-CoV-2 en las muestras re-cibidas, con la técnica de Biología Molecular conocida como reacción en cadena de la polimerasa (PCR, sus siglas en inglés).

“Ese día había 12 muestras de pacientes con sospecha de

COVID-19”, relata a BOHEMIA la especialista, quien formó parte del grupo que participó en el diag-nóstico de los primeros casos po-sitivos al nuevo coronavirus. “En aquel momento, empleábamos el PCR en tiempo real, pero utilizan-do dos genes: el de la envoltura y después el de la polimerasa para la confi rmación. Estábamos en el la-boratorio la doctora Odalys Valdés y yo, y cuando aplicamos dicha téc-nica con el primer gen, tres de las muestras resultaron positivas.

“De inmediato se lo informa-mos por teléfono a la doctora Guadalupe Guzmán, directora del Centro de investigación, diagnós-tico y referencia del IPK, quien

estaba en una reunión, y le dijimos que íbamos a realizar el diagnós-tico confi rmatorio con el gen de la polimerasa. A las siete de la noche corroboramos el resultado. Sabíamos que el virus iba a entrar al país en algún momento, quizás por eso no nos asustamos, pero nos impresionó, sin duda”.

Media hora después, Mayra Muné llegaba a su casa. Vive muy cerca del IPK, por lo que casi sin asimilar aquella certeza, se sentó en la sala y le dijo al esposo: “hay tres casos positivos. No sé si lo van a decir en el noticiero porque los acabamos de diagnosticar”.

A las ocho y 20 minutos –re-memora la entrevistada–, uno de los presentadores del espacio televisivo leía una nota ofi cial del Ministerio de Salud Pública que daba a conocer los primeros casos confi rmados del nuevo coronavi-rus en Cuba, y explicaba que eran tres turistas procedentes de Italia, uno de los países de riesgo. “Fue muy rápido, no se ocultó absoluta-mente nada”.

Desde entonces todo el perso-nal del Laboratorio Nacional de Referencia de Infl uenza y otros Virus Respiratorios, en el cual ella labora, empezó a realizar el diagnóstico del SARS-CoV-2. “Inicialmente hacíamos prime-ro el de los 17 virus respiratorios porque podía tratarse de una in-fl uenza, pero si la muestra era de alguien que venía de otro país, o sea, que ya tenía un elemento epi-demiológico importante, se le rea-lizaba directamente la determina-ción del coronavirus”.

Al incrementarse el número de muestras –cuenta–, se organiza-ron cuatro grupos de guardia para laborar 24 horas y descansar 72. Lo primero que ocurre, a las ocho de la mañana, es una reunión en-tre quienes comienzan su faena y aquellos que la concluyen, a fi n de que estos últimos informen sobre lo acontecido el día anterior.

Cada jornada laboral es muy intensa, asegura Muné Jiménez. “Trabajamos en equipos de 10 personas: siete hacen la extrac-ción del ácido nucleico del virus –a partir de muestras de exudado

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Flechada por la cienciaciencia

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Año 112/No. 14 15

nasofaríngeo; aspirado bronquial si el paciente está intubado; o de pulmón si la persona es fallecida–, y las otras tres realizamos el PCR en tiempo real, o sea, el diagnósti-co defi nitivo con el ARN del virus extraído.

“El primer grupo –explica– trabaja en el Laboratorio de Diagnóstico Molecular, un área completamente aislada, con las medidas de bioseguridad estable-cidas, donde los investigadores permanecen todo el tiempo vesti-dos con trajes especiales –o esca-fandras, como se les suele llamar–, gafas de protección, guantes do-bles y mascarillas o respiradores que fi ltran las partículas que se hallan en el aire.

“A esa zona llegan los termos que contienen las muestras (pro-tegidas con un triple empaque), de las cuales ellos extraen el ácido nucleico viral. Después, este úl-timo es trasladado en un vial con una gradilla descontaminada y dentro de una envoltura de naylon al laboratorio donde estamos el segundo grupo. En ese local extre-mamos igualmente las medidas de protección, como son el lavado frecuente de las manos, el cambio de guantes entre una placa y otra, y la desinfección de la meseta don-de preparamos las mezclas”.

Refi ere Mayra que a veces son las cinco o seis de la tarde y el personal del Laboratorio de Diagnóstico Molecular no ha al-morzado porque, además de las numerosas muestras para proce-sar, no todas llegan al mismo tiem-po, y ellos, para no quitarse el traje de protección –debido a la demora que eso implica por el cuidado que hay que tener para evitar el posi-ble contagio–, prefi eren seguir tra-bajando hasta concluir la labor.

“Son muchachos y muchachas admirables”, reconoce la también profesora y veterana del equipo. “Siempre que podemos almor-zamos o comemos juntos. Nos reunimos en el pantry, hacemos bromas, y compartimos el jugo de tamarindo que alguno lleva de su casa, los palitroques, la remola-cha o el fl an que aportamos otros. Aunque somos de diferentes ge-neraciones tenemos una amistad muy bonita, me siento muy bien en compañía de ellos porque inspiran

mucha energía positiva y son muy alegres”.

Un desafío tras otroLa doctora Mayra Muné confi esa que le apasionan la investigación y el diagnóstico virológico, más aún si se trata de un microrganismo nuevo para la ciencia, una voca-ción que al parecer siempre tuvo clara.

Narra que cuando cursaba el sexto grado, a los estudiantes de su grupo los llevaron a la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana y les mostraron lámi-nas de parásitos, bacterias… y un microscopio. “Fue tal mi entusias-mo cuando me dijeron lo que se podía ver a través de aquel aparato

que le pregunté a un alumno de la facultad cuándo yo podía empezar a estudiar en ese lugar”, evoca la microbióloga.

Años después, en 1979, matricu-laría en ese recinto y obtendría su diploma de graduada en 1984. Aunque un poco antes, en el se-gundo año de la carrera, se vinculó al IPK para realizar sus prácticas de producción, tal vez con ese tino que tiene para vislumbrar su próxima meta.

Era 1981 y coincidió con la epi-demia de dengue hemorrágico en el país, “una experiencia muy dura porque ocasionó 158 falleci-dos, de ellos 101 niños”, destaca la especialista. “En ese momen-to el IPK, cuyo director era ya el

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La doctora Mayra Muné adiciona el ácido nucleico viral a las mezclas de los reactivos para realizar luego el diagnóstico del virus con la técnica de PCR.

Durante un curso sobre inmunología, biotecnología y vacuna celebrado en 2004, en Costa Rica. Mayra, al centro.

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profesor Gustavo Kourí, radicaba en una casa pequeña, donde un grupo de investigadores dirigido por la doctora Guadalupe Guzmán, entonces jefa del Laboratorio de Virología, trabajaba en el diagnós-tico de la enfermedad y trataba de determinar qué virus estaba pro-vocando la epidemia.

“En aquella casita, y siendo estudiante, tuve la posibilidad de participar en el diagnóstico de dengue. Realizábamos la detec-ción de anticuerpos con la técnica de inhibición de la hemaglutina-ción, la cual era muy trabajosa, más aún ante el elevado núme-ro de casos que hubo entonces. Permanecíamos allí hasta tarde, incluso nos quedábamos de un día para otro. Recuerdo que el pico de la epidemia fue en los meses de julio y agosto y las dos estudiantes que hacíamos las prácticas en el centro renunciamos a las vacacio-nes para seguir trabajando”.

Recién graduada, Mayra ini-cia su vida laboral en este insti-tuto vinculada al diagnóstico de dengue. Un año después, tras la aparición en el mundo del virus de inmunodefi ciencia humana (VIH), un nuevo reto le aguardaba. “Empecé a trabajar en este tema porque mi tesis de diploma estaba relacionada con la detección de antígenos por la técnica de ELISA (inmunoensayo enzimático) que utilizaríamos para el diagnóstico del VIH, y la cual se extendió luego a todo el país”.

Cuando en Cuba aparecieron las primeras personas con este virus, ella recibía desde las provin-cias las muestras que resultaban positivas y realizaba el diagnóstico confi rmatorio. “Eso –confi esa– me provocaba mucho estrés porque no podía equivocarme”.

Volver siempre al laboratorio

El talento y el amor por la ciencia que distinguen a Mayra Muné fueron reconocidos por la Asocia- ción Americana de Microbiología cuando la seleccionó entre las tres científi cas de Latinoamérica que obtuvieron, entre 2001 y 2002, una beca de esa organización para un entrenamiento en la Universidad de Massachussets, en Estados Unidos. Esto le permi-

tió trabajar en el Laboratorio de Investigaciones de Inmunología y Vacunas de Dengue junto a la doctora Irene Bosch, destacada bióloga venezolana con amplia experiencia en los estudios sobre dengue, zika y chikungunya.

Unos 10 años antes, la cubana había recibido un adiestramiento sobre la caracterización de proteí-nas virales en la ciudad de Lille, en Francia, y a su regreso se incor-poró a trabajar en el Laboratorio de Biología Molecular del IPK. Desde entonces, ha participado en el diagnóstico de dengue en todas las epidemias que ha habido en el país, así como en el del virus de la infl uenza A H1N1, en 2009, y en el del zika, en 2016.

Otros entrenamientos en pres-tigiosas instituciones a nivel mun-dial, como el que realizó sobre la vacuna de ADN en el Laboratorio de Inmunología de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en el año 2000, le permitieron crecer como científi ca y premiaron su entrega a la profesión que eligió.

Sin embargo, entre las dis-tinciones que ella más agradece está la que obtuvo en 2005, cuan-do la Academia de Ciencias de Cuba la seleccionó Investigadora Destacada, ocasión que recuerda de manera especial. “Estaba en el teatro del IPK e, inesperadamen-te, vi entrar a mi mamá, mi esposo y mi hija, quienes me entregaron un ramo de fl ores. Ese ha sido el día más feliz de mi vida. Mi ma-

dre era una mujer muy humilde, trabajadora, que me crio sola con mucho esfuerzo y aquel reconoci-miento que me hicieron fue otra manera de agradecerle”.

Hoy, Mayra disfruta a su vez cada éxito de María Karla, la hija que coronó su unión con Gerardo Martínez, investigador del Laboratorio de Micología del IPK. Y como “de casta le viene al galgo”, la muchacha, también mi-crobióloga, trabaja en investiga-ciones relacionadas con la vacuna de dengue en el propio Instituto de Medicina Tropical. Pero, en estos meses –mientras el esposo de María Karla permanece en casa con Mateo, el hijo de ambos–, ella colabora en el diagnóstico del SARS-CoV-2 en igual área que su mamá, aunque en turnos diferentes.

Luego de 72 horas de descan-so, tras cada guardia agotadora, la doctora Mayra Muné vuelve al laboratorio y se alista para seguir descubriendo la presencia del vi-rus en los cientos de muestras que llegan a diario. Mientras, sueña con el día en que sea controlada la pandemia y todos retomemos los planes pospuestos. Ella, por lo pronto, comparte los más inme-diatos: “Voy a ir a casa de mi nie-to Mateo para apretarlo y besarlo mucho; quiero decirle a la doctora Guadalupe que tenemos que ha-cer una fi esta en el departamento porque estoy loca por bailar, deseo también ir a la playa, y abrazar a mis amigas de siempre”.

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El resultado del diagnóstico en las muestras estudiadas es observado en la pantalla de la computadora por las doctoras Mayra y Odalys.