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Notas para la presentación – FECOHT 1

Esta jornada es una acción de sensibilización en torno a la Acción sindical internacional y globalización en el comercio y la hostelería. Pretendemos que los y las asistentes conozcan y se aproximen a los ámbitos en que se desenvuelve la acción sindical internacional. También que conozcan la organización sindical a nivel internacional, así como las normas e instrumentos que tiene a su alcance el movimiento sindical. La jornada se inscribe en el marco de la Campaña Observatorio del Trabajo en la Globalización de la Fundación Paz y Solidaridad de CCOO.


La globalización es un fenómeno complejo y contradictorio, con profundas repercusiones en el modo de producir y trabajar y por lo tanto en las relaciones laborales y sociales. El crecimiento de los flujos financieros, la inversión extranjera directa (IED), el comercio internacional y el poder creciente de las multinacionales son los fenómenos más claramente apreciables y más directamente relacionados con las características de la globalización.


La gran paradoja es que el crecimiento y la riqueza creada por la economía mundial en estos últimos veinte años han tenido un desigual reparto por regiones y países. Habiendo aumentado formidablemente los recursos científicos y tecnológicos y, por tanto la capacidad potencial para resolver los grandes problemas de la humanidad, empezando por el hambre y la pobreza y todas sus secuelas, estos permanecen sin resolver. Cuando hablamos de empobrecimiento y del enorme número de personas que viven con menos de un dólar, ciertamente tenemos en cuenta que el poder adquisitivo de un dólar no es igual en todo el mundo, pero es más que evidente que resulta difícil vivir dignamente con esa cantidad. La inequidad supone una polarización social creciente entre los segmentos de población mundial que más tienen y aquellos que menos poseen, y en contra de lo que pueda creerse no es un fenómeno exclusivo de la relación norte-sur. También dentro de los países desarrollados es posible detectar esta tendencia. El fenómeno especulativo de las transacciones financieras está en el origen de iniciativas como la conocida “Tasa Tobin”, propuesta que consiste en gravar con un pequeño impuesto (podría ser 0,1%) las transacciones financieras internacionales. La idea es que una cantidad tan pequeña no supone una penalización para las transacciones verdaderamente productivas, pero que la suma total recaudada por un enorme número de transacciones no productivas permitiría financiar programas de desarrollo de países menos favorecidos.


El gran peligro de estas empresas multinacionales es su independencia de cualquier poder democrático y la influencia que ejercen sobre las instituciones internacionales, bien directamente o a través de grupos de presión, tales como la Cámara Internacional de Comercio, la Mesa Redonda Europea de Industriales o el Foro de Davos. En el mundo de las 100 economías más importantes, 51 son empresas transnacionales y sólo 49 son países. Una multinacional como Wal-Mart emplea a dos millones de trabajadores y tiene unas ventas superiores al PIB de la mayoría de países. Con tales dimensiones y poder se ha llegado a decir que conforman un “gobierno invisible” del mundo. Sin embargo, y al mismo tiempo, las empresas multinacionales constituyen la primera fuente de inversión directa en los países menos desarrollados, y como tal son un factor de desarrollo.


Pese al crecimiento del número de empresas multinacionales, la concentración en grandes grupos es un hecho. Ejemplo: los diecisiete primeros grupos hoteleros en 1995 se han transformado en ocho en 2004.


Esta situación de inequidad y desigualdad no es solamente un problema para las personas que la sufren directamente. La pobreza, con todas sus secuelas de enfermedad, inestabilidad social y germen de violencia, hace a este mundo menos seguro. Nadie puede creer, por ejemplo, que las pandemias -el SIDA es un ejemplo claro, cuya prevención y tratamiento resultan particularmente difíciles en países pobres- no terminarán llegando a los países desarrollados.


Y estas cifras, las cifras de la vergüenza, son lo suficientemente expresivas de la necesidad de cambiar este orden de cosas, sino por humanidad, simplemente por nuestro propio interés.


El importe de los salarios mínimos es muy expresivo de las desigualdades entre países, incluso dentro de la Unión Europea. Y el coste de la mano de obra es un factor importante, aunque no ciertamente el único, que influye en las empresas a la hora de instalarse y/o trasladarse. Hay que tener en cuenta además, como factor coadyuvante a estas desigualdades salariales, que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras del mundo carecen todavía hoy de cualquier forma de protección social que no sea su capacidad para trabajar y para ahorrar parte de lo que ganan (capacidad de ahorro evidentemente tendente a cero cuando los salarios apenas son de supervivencia).


Pasamos ahora a analizar un ejemplo de como está estructurándose la subcontratación de actividades y la deslocalización del primer al tercer mundo y cómo opera el comercio mundial en un entramado como la industria y el comercio de productos textiles, en el que los costes salariales constituyen un factor de capital importancia. Dos primeras cifras a tener en cuenta son:

• El vestido que hoy se utiliza en el mundo se produce en unos 160 países –prácticamente todos están aportando mano de obra y por tanto trabajo e industria-

• Pero ese vestido se comercializa sólo en 30 países. Eso no significa que en los otros no haya comercialización, sino que existen otros circuitos comerciales fuera de los internacionalizados, y se comercia también con ropa usada. Este fenómeno, que no vamos a abordar ahora, se está convirtiendo en un problema en muchos países del tercer mundo.

Por ejemplo:

• Inditex, empresa que tiene el centro en Galicia, se suministra según cifras oficiales de la empresa, en más de 2000 talleres en todo el mundo, con un parte importante en Marruecos, pero también en Túnez, Turquía, Venezuela, Perú, Pakistán, Camboya, China.

• De la misma manera, Mango fabrica un 50% de su producción en China.

• Cortefiel también se suministra fuera de España. La última noticia al respecto es el cierre de la fábrica de Madrid.

Existe por tanto un desplazamiento de la producción hacia costes del producto más bajos. Pero no solamente se desplaza la producción. También


pueden deslocalizarse los servicios. En el caso del turismo es evidente que el control por los tour operadores de los flujos turísticos puede suponer una “deslocalización” de la materia prima fundamental: los clientes, sin los cuales “el ladrillo” (la planta hotelera) es perfectamente inútil. No obstante hemos de tener en cuenta que la idea de que es inevitable ir a unos costes laborales más bajos no es inevitable. En realidad el coste de los productos no es sólo laboral, es también de materia prima, de diseño, de calidad, etc.; influye el coste de la energía, se paga la marca, la calidad del servicio, las infraestructuras... y al mismo tiempo se produce en el mercado una segmentación, es decir los productos o los servicios caros también tienen mercado.


Por una parte no hay nada irreversible, de devenir fatal y ajeno a la voluntad humana. Pero lo que primero que hay que responder es que uno de los elementos que hará cambiar el actual proceso de globalización, es la voluntad sindical de darle respuesta. Es evidente que el hecho de que los trabajadores y trabajadoras dominicanos, chinos, o marroquíes o turcos, reivindiquen mejoras en su nivel de vida, no sólo supondrá menos deslocalización y menor presión migratoria, sino un incremento de su propio nivel de vida, de su capacidad de consumo, y de desarrollo de su propia industria. El crecimiento de la riqueza global nos afecta a todos. No estamos contra las inversiones en la República Dominicana o en Marruecos, sino que estamos en contra de que éstas supongan empeoramiento de las condiciones laborales y sociales en España y explotación sin crecimiento apreciable y sostenible en Marruecos. En cualquier caso, es un problema de empleo, de salarios, de condiciones de trabajo en República Dominicana, Marruecos, Turquía. Por lo tanto es un problema del sindicalismo en estos países, y lo que hemos de preguntarnos es si también es un problema del sindicalismo europeo y del sindicalismo español. Estoy convencido de que sí. Las condiciones de trabajo en tales países es también un problema nuestro. La globalización acorta distancias e interrelaciona problemas. Es un problema que a todos nos afecta. Esto creo que está bastante claro, pero lo que está menos claro es cómo hacer frente a esta situación y qué iniciativas sindicales son las adecuadas.


Por eso vamos a detenernos en lo que es la actividad sindical. Y una primera cuestión a tener en cuenta es que la dimensión solidaria de la actividad sindical, existe en cuanto que es solidaridad que se produce en el marco de una organización, nacional o internacional; en tanto que se trata de una solidaridad organizada, que persigue unos objetivos concretos.


Las cifras de la explotación y la miseria son necesarias. Es necesario conocer la realidad, pero denunciar las injusticias del mundo, gritar contra la explotación, no basta. Porque el sindicalismo es ante todo acción, acción para modificar la realidad, acción con una componente esencial de solidaridad porque los trabajadores uno a uno somos débiles, y ello es también aplicable a cada una de las organizaciones sindicales del mundo. Es necesario saber cuál es el punto de partida. A veces denunciamos el corporativismo como una lacra, y lo es cuando nos aísla. Pero al mismo tiempo debemos considerar que si los trabajadores y las trabajadoras luchan, lo hacen para mejorar sus condiciones de vida. No luchan en un primer momento para hacer el bien a los demás, sino para hacérselo a sí mismos. En el fondo el sindicalismo tiene un origen absolutamente egoísta, individual. Pero cuando uno entiende que para resolver lo suyo necesita ser solidario con los demás, se pasa del corporativismo individual al colectivo, y entonces se empieza a organizar con los demás, a defender lo que nos une a los demás, empieza la solidaridad. Por eso es necesario plantearnos la solidaridad y pasar del corporativismo individual al colectivo. A nivel de empresa esto en nuestro sindicalismo se ha asumido, aunque quizá no siempre se practica suficientemente, pero se ha entendido. Batallamos contra la discriminación en la empresa porque entendemos que a todos nos perjudica. En el sector también tenemos unos convenios colectivos de diverso ámbito, porque entendemos que un convenio sectorial nos hace más fuertes frente a la patronal y frente a cada uno de los empresarios. Y también en España podemos encontrar grandes diferencias entre territorios o subsectores. Pero en el mundo, la solidaridad todavía está muy basada en declaraciones. Estos días nos hemos solidarizado con la huelga de los trabajadores del petróleo de


Colombia y les enviamos un mensaje de solidaridad (lo que tiene su importancia indudablemente), pero pasar a otras formas de apoyo nos resulta muy difícil. En cualquier caso para pasar de la insolidaridad a la solidaridad activa, hay que denunciar lo injusto, pero no debemos detenernos ahí, porque no se trata sólo de remover las conciencias. No es esto lo más importante. De lo que se trata es de llegar a entender que el interés colectivo debe traducirse en solidaridad activa, y que la solidaridad y la acción sindical permiten avanzar, vencer. Ésta es en definitiva la historia de todos los avances de la Humanidad, en todos los órdenes. Porque sin confianza en las conquistas difícilmente avanzaremos en la acción sindical. Por eso es necesario saber que a partir de condiciones distintas habrá intereses distintos. Parecería que los intereses son distintos e incluso contradictorios, y en determinados aspectos y momentos pueden serlo, sobre todo si se aísla un problema. Aunque si profundizamos en los contenidos de estos intereses nos encontramos que en el fondo hay algo que prima, algo común en la discusión de la política de las empresas, en la discusión de la política salarial y las relaciones laborales.


Por eso, se nos plantea una pregunta importante, no fácil de responder: ¿cómo defender nuestros intereses y hacerlos compatibles con los de los trabajadores y trabajadoras de otros países, especialmente cuando nos enfrentamos a problemas como la deslocalización de industrias o servicios? Sabemos que debemos defender nuestro empleo y condiciones de trabajo. Esto no significa decir que no se invierta en Marruecos, en Cuba o en Brasil, sino que esa inversión no vaya en detrimento de la inversión en España. Por ello debemos analizar una afirmación. En ocasiones oímos afirmaciones como la siguiente: “Es cierto, y hemos de saberlo, que en otros países cobran poco, que hay que solidarizarse con ellos. Pero primero hemos de defender nuestro empleo y nuestras condiciones de trabajo; luego ya hablaremos de solidaridad.” Son expresiones que ponen de manifiesto problemas reales. Afirmaciones que hemos escuchado de la boca de compañeras y compañeros incluso muy combativos, con un largo historial de lucha, de solidaridad. La cuestión es que el problema está mal planteado, porque sitúa nuestros intereses como confrontados con los intereses de los trabajadores de otros países o de los que emigran y vienen al nuestro. Es muy importante analizar esta expresión, una expresión de nuestro sindicalismo que hemos de corregir, que es esencial, también para nosotros, corregir. Y aquí el Sindicato cumple una función pedagógica fundamental. Pedagogía que nos corresponde a todos, pero obviamente de manera fundamental a los órganos de dirección. Cuando esta forma de pensar se poner de manifiesto no debemos contemporizar. No se puede decir “no tiene sentido discutir sobre estas cosas cuando hay otras más inmediatas e importantes sobre la mesa”. Sino que lo que


debemos hacer es explicar cuál es la raíz de los problemas, cómo nos afectan y cómo se necesita de nuestra implicación para resolverlos.


Es algo evidente. Si hablamos de solidaridad internacional, que desborda nuestras fronteras, estamos hablando del protagonismo que asume el movimiento sindical internacional, del que CC.OO. forma parte. Por ello es conveniente examinar quién integra y cómo se organiza ese movimiento sindical internacional.


Comenzando por recordar nuestra propia organización en CC.OO., desde el nivel del afiliado o afiliada y las secciones sindicales hasta la Confederación, y continuando hasta nuestra afiliación internacional. La Confederación Sindical de CC.OO. entra a formar parte de la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres) el 24 de junio de 1996. Antes de la integración de CCOO en la CIOSL, CCOO había ingresado en la CES (Confederación Europea de Sindicatos) en 1990. Fue a partir de este momento que las Federaciones Estatales pasaron a pertenecer a sus respectivas federaciones europeas, y en casi todos los casos a las federaciones internacionales (mundiales). Fue del caso de las Federaciones Estatales de Comercio, que ingresaron en FIET y EuroFIET –hoy UNI y UNI Europa- y de Hostelería y Turismo, que ingresó en UITA y SETA-UITA –hoy EFFAT-. Afiliaciones internacionales estas que mantiene en la actualidad FECOHT-CC.OO.


En el movimiento sindical internacional hay que destacar primeramente el proceso de unidad sindical mundial que se dará en el año 2006 entre la CIOSL y la Confederación Mundial del Trabajo (de inspiración cristiana). La llamada “familia CIOSL” -en realidad en origen el componente socialdemócrata del sindicalismo mundial- se compone de la propia Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), con sus organizaciones regionales para América, Asia-Pacífico y África y el caso especial de la CES, que es una organización autónoma pero con estrechas relaciones con la CIOSL. Igualmente independientes y autónomas son las Federaciones Sindicales Internacionales (FSIs, federaciones de rama). La plataforma Global Unions (Sindicatos Mundiales) agrupa en una vaga y laxa coordinación (todas las organizaciones mantienen su independencia) a todos los anteriores y al TUAC o Comisión Sindical Consultiva ante la OCDE.

La CIOSL se creó en 1949, producto de la división de la Federación Sindical Mundial, creada a iniciativa de los sindicatos británicos y soviéticos. La CIOSL cuenta con 231 organizaciones afiliadas en 150 países y territorios en los cinco continentes con 158 millones de efectivos. Es una confederación de centrales sindicales nacionales, cada una de las cuales agrupa los sindicatos en su país. La CIOSL coopera estrechamente con la Organización Internacional del Trabajo y tiene estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y otros organismos especializados tales como UNESCO, FAO, etc. Mantiene contactos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio.

La Confederación Mundial del Trabajo (CMT) es la otra gran internacional sindical, aunque con un tamaño considerablemente menor que la CIOLS.


La Comisión Sindical Consultiva (TUAC) ante la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), con sede en París, representa a las centrales sindicales nacionales de los países miembros de la OCDE

La mayoría de las afiliadas de la TUAC también están afiliadas a la CIOSL. La TUAC tiene categoría consultiva ante la OCDE y sus distintas comisiones. Coopera estrechamente con la CIOSL y las FSI en toda una serie de cuestiones relativas a política económica, sectores y otras (inclusive educación y capacitación, gestión del sector público, acero y transporte marítimo).

Fuera del ámbito CIOSL, pero con buenas relaciones con la misma, se encuentra la CISA (Confederación Internacional de Sindicatos Árabes). La FSM (Federación Sindical Mundial) ha perdido la mayor parte de sus afiliadas y no es en la actualidad una fuerza relevante.


Las Federaciones Sindicales Internacionales (FSI) son organizaciones que agrupan a federaciones de rama o sector a escala internacional. Se trata de organizaciones autónomas y democráticas asociadas a la CIOSL. Su papel se ha ampliado con la mundialización y es en la actualidad más relevante, sobretodo frente a las empresas multinacionales. Un dato a retener, por lo respecta a la afiliación internacional de FECOHT-CC.OO. (y del resto de federaciones de CC.OO.) es que la composición sectorial de la federaciones europeas e internacionales no se corresponde con la que conocemos en España.

Así, por ejemplo, UNI integra comercio, banco, seguros, servicios a empresas, telecomunicaciones, artes gráficas, medios de comunicación, correos, tour operadores y agencias de viaje, etc. Por su parte UITA organiza al sector agroalimentario y hostelería (alojamiento y restauración).

Tanto UNI-Europa como EFFAT tienen la doble condición de Federaciones Europeas miembros de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), y de regionales europeas de las federaciones internacionales UNI y UITA. A UNI están afiliadas varias federaciones de CC.OO.: aparte la nuestra, están afiliadas, COMFIA y Comunicación y Transporte. A la UITA pertenece, parte nuestra Federación y parte la Federación Agrolimentaria. Tanto UNI-Europa como EFFAT tienen la doble condición de federaciones europeas miembros de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), y de regionales europeas de las federaciones internacionales UNI y UITA. Esta situación se reproduce en casi todas las Federaciones Sindicales Internacionales.


El gran reto de las Federaciones Sindicales Internacionales es convertirse en auténticas organizaciones sindicales, con poder contractual cedido por sus afiliadas y que puedan ejercerlo ante instituciones internacionales, organizaciones regionales (UE, Mercosur...) y, sobre todo, empresas multinacionales.


Es necesario insistir en que el sindicalismo es una organización de intereses y, a través de los intereses colectivos, coincidentes y solidarios, de los trabajadores y las trabajadoras, se convierte en un instrumento de transformación de la sociedad.


La solidaridad de los más fuertes con los menos interesa a todos. Los más fuertes, si no son solidarios con los más débiles, quedan aislados y esto les debilita. La solidaridad sindical es una cuestión de acción, aunque deba plasmarse en el papel. Debe ser solidaridad “en lo que se hace” y no sólo “en lo que se dice”. Es fácil la denuncia, el grito, pero eso sólo es muy poco eficaz, y, cuando limitamos el sindicalismo a la denuncia nos situamos en el terreno de la impotencia. Y nos debilita. La solidaridad efectiva debe partir de la autonomía organizativa, reivindicativa y de movilización. Los objetivos de una movilización solidaria no los vamos a fijar desde el primer mundo, sino que partirán de los objetivos establecidos por aquellos a quiénes apoyamos, para, juntos, establecer el contenido concreto de lo que nos une y las formas de expresarlo; formas de movilización no necesariamente idénticas, aunque sean coincidentes en sus objetivos. Sólo a partir de la mutua autonomía organizativa, reivindicativa y de movilización lograremos una efectiva solidaridad, una solidaridad eficaz, útil a todos. A este respecto será útil recordar lo que dicen sindicalistas del tercer mundo. Manifiestan que cuando se habla de “cláusula social” (limitaciones de la inversión o del comercio de productos fabricados en condiciones de incumplimiento de las Normas Fundamentales del Trabajo), se preguntaban si el sindicalismo del primer mundo que propugna esta cláusula social les está defendiendo a ellos, o se está defendiendo a sí mismo, con el fin de impedir la inversión o la comercialización de productos en un país más avanzado. Es evidente que estos compañeros son partidarios de que en su país se respeten los derechos básicos, pero quieren ser ellos quienes decidan cuando hay que llamar al boicot de los productos o de la inversión, o quizás proponer otras formas de movilización solidaria. Seguramente podríamos añadir, si se preguntarán también si lo que se quiere es darles una lección paternalista y explicarles cómo tiene que ser su lucha sindical.


Teniendo todo esto en cuenta, se trata de desarrollar la acción sindical solidaria, internacional. Pero hay también que tener en cuenta que hoy todavía no existe un sindicalismo transnacional: existe coordinación sindical transnacional. Existen organizaciones que se llaman sindicatos, federaciones sindicales, europeas, mundiales, y no queremos cambiarles el nombre porque queremos que lleguen a serlo, y cuanto antes mejor. Pero un sindicato es una organización que toma acuerdos que repercuten muy directamente en la vida de la gente. Cuando tengamos un sindicato mundial, este sindicato tomará decisiones que afectarán a nuestras condiciones de vida y trabajo en España. Hoy la confederación, las federaciones sindicales en nuestro país, firmamos convenios, acuerdos, que se transforman en derechos, repercuten en las condiciones de vida, de salario, de empleo… al día siguiente. Sin embargo hoy todavía las organizaciones sindicales europeas y mundiales no tienen capacidad de negociación y de acuerdo de estas características. Para avanzar hacia el sindicalismo transnacional es necesario encontrar una síntesis de intereses, encontrar aquello que nos vinculará en un proyecto común, unos objetivos concretos desde los que construir la acción y la organización, una organización a la que debemos delegar competencias desde cada una de las organizaciones existentes. Y no es fácil, cada vez que discutimos esto en los órganos sindicales supranacionales surgen voces discordantes, pretensiones de mantener la plena independencia de cada organización nacional. A veces vivimos experiencias similares en nuestras propias organizaciones.


En nuestro país, y en una aproximación necesaria a nuestra a acción sindical, hemos de tener en cuenta que hay unas normas nacionales y otras supranacionales, que tienen un nivel de exigibilidad distinto. Los medios coactivos y correctivos para su cumplimiento son distintos y en ocasiones escasos. En las normas propias, dado su carácter normativo, podemos acudir a los tribunales, pero en las supranacionales el nivel de exigibilidad -un criterio básico para ponderar su valor y evitar meros enunciados de buenas intenciones- es bajo. Partiendo de este diferente nivel de exigibilidad hemos de considerar que:

• Los convenios colectivos de sector, sean estatales, de comunidad autónoma, provinciales o de empresa, tienen carácter normativo.

• También hay acuerdos europeos sindicales y patronales, como los que firman UNI Europa y EFFAT (que veremos más adelante). Estos tienen un carácter obligacional, es decir que su obligatoriedad no pasa por la exigencia directa a cada empresa, sino por el compromiso de las organizaciones que lo han firmado para asegurar su cumplimiento por parte de cada una de las empresas que representan.

• También tenemos las normas internacionales, provenientes de las instituciones multilaterales internacionales, que examinaremos a continuación.

• Y por último, los compromisos voluntarios concretos, en relación con el Global Compact, el GRI, el SA 8000 y algunos códigos de empresas a los que también nos vamos a referir a continuación.


De entre todos los instrumentos normativos, acuerdos y códigos de conducta más o menos voluntarios, y excluida lógicamente la legislación nacional y los convenios, la prioridad son las Normas Fundamentales del Trabajo.


Habitualmente hablamos del trabajo como factor de producción, es decir como mercancía que puede comprarse o venderse. También hablamos en consecuencia de mercado de trabajo. Sin embargo para la Organización Internacional del Trabajo el trabajo es un derecho humano, tal y como se recoge en la “Declaración de los fines y objetivos de la OIT y de los principios que debieran inspirar la política de sus miembros” adoptada en 1944 en la XXVI Conferencia de la OIT de Filadelfia.


La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 ratifica esta idea. Y aunque como tal declaración no es vinculante, cumple una función moralizadora básica e inspira los desarrollos normativos posteriores, tanto a nivel internacional como nacional. Por ejemplo es la base del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Pactos de Nueva York), aprobados por la Asamblea General de la ONU en 1966 y que entraron en vigor en 1976.


La OIT es la institución más antigua del sistema de Naciones Unidas, fundada en 1919.

• Es la única organización internacional del sistema ONU que cuenta con una estructura tripartita (gobierno/ empresariado/sindicatos).

• Establece las normas fundamentales del trabajo (convenios y recomendaciones)

• Da consejos a los gobiernos sobre políticas de empleo, seguridad social y relaciones industriales.

• Realiza tareas de investigación, asistencia técnica y asesoramiento de expertos.

Constituye para el movimiento sindical una auténtica prioridad defender a la OIT frente a los intentos de empresariado y gobiernos de disminuir su importancia como fuente de normas laborales, atribuyendo también esta capacidad por la puerta de atrás a organizaciones menos transparentes y democráticas como pueda ser la OMC, so capa por ejemplo de dictar normas técnicas.


Las normas fundamentales del trabajo constituyen un verdadero código internacional del trabajo. La Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo tiene por objeto lograr que el progreso social vaya a la par con el progreso económico y el desarrollo. Es un instrumento promocional mediante el cual los mandantes de la OIT - gobiernos, empleadores y trabajadores - reafirman los principios fundamentales consagrados en la Constitución de la Organización. La Declaración establece claramente que los derechos que proclama son universales y que se aplican a todas las personas en todos los países - independientemente del nivel de desarrollo económico-. Menciona en particular a los grupos con necesidades especiales, tales como los desempleados y los trabajadores migrantes. Reconoce que el crecimiento económico por sí solo no es suficiente para asegurar la equidad y el progreso social y para erradicar la pobreza. Los Estados Miembros que no han ratificado uno o varios de los convenios fundamentales deben presentar cada año una memoria sobre la situación de los principios y derechos considerados, señalando los obstáculos que impiden la ratificación y los ámbitos en los que necesitarían asistencia.


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