Esta es Trisha. Antes de entrar al Jugaba mucho y le...

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Esta es Trisha. Antes de entrar alcolegio, vivía en el campo.Jugaba mucho y le encantabamirar libros

A George Felker, el verdadero señor Falker.A George Felker, el verdadero señor Falker.Usted siempre será mi héroe.

El abuelo levantó el frasco de miel para que todos pudieran ver.Introdujo un cucharón en el frasco y dejó caer un poco de mielsobre la cubierta del pequeño libro.Trisha acababa de cumplir cinco años.

-Mira pequeña –dijo el abuelo- Hace años hice esto con tu mamá, tus tíos y tu hermano mayor. Ahora te toca a ti.

Le puso el libro en las manos y le dijo:- ¡Prueba!Trisha puso el dedo en la miel y se lo llevó a la boca.

- ¿A qué sabe? – preguntó la abuela.D l ! t tó T i h- ¡Dulce! – contestó Trisha.

Entonces toda la familia repitió en coro:

“-“Sí, la miel es dulceY el saber también.Pero, como la abeja

Hay que buscarlo bi d l ”sabiendo leer.”

En ese momento Trisha comprendió que la promesa de aprender aleer era ahora suya, y que muy pronto aprendería a leer.

Trisha era la más chica de la familia. Había crecido amando loslibros. Su mamá, que era maestra, le leía todas las noches. Suhermano pelirrojo traía de la escuela libros y los compartía conella. Y cada vez que visitaba la granja de los abuelos, ellos leleían junto a laChimenea de piedra.

Cuando Trisha comenzó la escuela, lo que más deseaba eraaprender a leer Todos los días veía a los de primero que yaaprender a leer. Todos los días veía a los de primero, que yasabían leer. Y antes de terminar Transición, ya algunos de losniños de su curso podían leer. Pero Trisha no.Aún así, le encantaba la escuela porque allí podía dibujar. Losotros niños la rodeabany observaban cómo hacíamagia con los lápices decolores.

-Aprenderás a leer enAprenderás a leer enPrimero – le aseguraba suHermano.

Todos leían “Nuestro Barrio”, el primer libro de lectura. Trataban dejuntar sonidos y leer palabras: Mi papá Mi mamá Amo a mi mamá

Y en primer grado, Trisha se sentaba en círculo con los otros chicos de su clase.

juntar sonidos y leer palabras: Mi papá, Mi mamá, Amo a mi mamá.

La maestra sonreía cuando algunos niños lograban juntar sonidos yleer palabras.

Pero cuando Trisha miraba la página lo único que veíaPero cuando Trisha miraba la página, lo único que veíaeran garabatos. Cuando ella leía en voz alta, los otros seburlaban.

-¿De dónde sacaste eso?- le decían.D i lib ! t t b ll i i t t-¡De mi libro! – contestaba ella impacientemente.

Entonces la maestra le daba el turno de leer aEntonces la maestra le daba el turno de leer aotro niño. Cada vez que le tocaba a Trisha, lamaestra tenía que ayudarla en casi todas laspalabras. Con el tiempo, los niños pasaron alsegundo y tercer libro. Pero Trisha se quedó en“N estro Barrio”“Nuestro Barrio”.

Comenzó a sentirse diferente. Inclusotonta.

Cuanto más le costaba la lectura, másdibujaba. ¡Le encantaba dibujar! A vecesse quedaba soñando sentada en clasese quedaba soñando, sentada en clase.

Cuando podía, salía a pasear con suabuela.

Un día de verano en que caminaban juntas por elUn día de verano en que caminaban juntas por elbosque detrás de la finca, vieron las luciérnagasque revoloteaban encima de la hierba.

Trisha preguntó:

-Abuela, ¿tú crees que yo soy diferente?-Desde luego –contestó la abuela-. Serdiferente es el milagro de la vida. ¿Ves esasluciérnagas? Cada una es diferente de lasdemásdemás.

-Sí, pero ¿crees que soy inteligente?

Trisha estaba segura de ser muytonta, pero la abuela la abrazó y letonta, pero la abuela la abrazó y lecontestó:

-Eres la niña más inteligente, despierta yadorable que existe.

En ese momento Trisha se sintió feliz ysegura en los brazos de su abuela. Leerya no parecía tan importante.

La abuela decía que las estrellas eran agujeros en el cielo, por donde entraba la luz que venía del otrolado.Y le había contado que algún día ella estaría del otro lado, de donde venía la luz.Una noche, tumbadas sobre la hierba, se pusieron a contar las estrellas del cielo.-¿Sabes? Todos tenemos que irnos algún día para el otro lado. Debes agarrarte bien del pasto, o podríassalir volando y llegar allá arriba- le dijo la abuela.Las dos echaron a reir y se agarraron muy duro del pastoLas dos echaron a reir y se agarraron muy duro del pasto.Poco tiempo después seguramente la abuela debió soltar la hierba, porque se fue allá del otro lado, dondebrillan las luces. Y algo más tarde el abuelo de Trisha también debió soltar la hierba.Desde entonces la escuela se hacía más difícil.

La lectura era un verdadero martirio. Cada vez que aSusana o a Tomás les tocaba leer, lo hacían tanfácilmente que Trisha les miraba la cabeza, para tratarfácilmente que Trisha les miraba la cabeza, para tratarde ver qué tenían que a ella le faltaba.Los números eran lo peor de todo. Nunca lograba dar larespuesta correcta.

Pon los números en una columna antes de sumarlos le-Pon los números en una columna antes de sumarlos- ledecía la maestra.

Trisha lo intentaba, pero aquello parecía una torre apunto de caerse. Estaba convencida de que era tonta.

Un día su mamá les anuncióque había conseguido unTrabajo de maestra enCalifornia ¡Muy lejos deCalifornia. ¡Muy lejos dela granja de los abuelos,en Michigan!

Aunque los abuelos ya no estaban Trisha no quería mudarse. Sin embargo, tal vez los maestros y losniños de la escuela del otro lado no se dieran cuenta de lo tonta que ella era.Trisha, su mamá y su hermano recorrieron el país de un lado a otro en un viejo carro modelo 1949.Trisha, su mamá y su hermano recorrieron el país de un lado a otro en un viejo carro modelo 1949.Tardaron cinco días.

Pero en la nueva escuela todo seguía siendo horrible. Cada vez que le tocaba leer en voz alta Trishasufría. “El… ga… to…co…rrió…” ¡Ya estaba en tercero y leía como si fuera una niña de preescolar!Cuando la maestra leía en voz alta y le preguntaba algo, siempre se equivocaba.

-¡Oye tú estúpida! -le gritó un chico en el patio de recreo-. ¿Por qué eres tan tonta?

Otros chicos que estaban cerca se echaron a reir. Trisha sentía las lágrimas quemándole los ojos.

¡Cómo anhelaba estar otra vez en la granja, con sus abuelos, en Michigan!

Ahora Trisha no quería ir al colegio.-Me duele la garganta –le decía a su mamá-,. Me duele el estómago.

Prefería soñar despierta en clase, dibujaba todo el tiempo. Y odiaba la escuela cada vezmás.

Cuando Trisha entró a quinto grado, todos hablaban del nuevo maestro.Era alto y eleganteEra alto y elegante.A todos les gustaba su chaqueta a rayas y sus pantalones color gris.

Los que siempre eran melindrosos con los profesores, lo rodeaban.Pero desde el principio se notó que al señor Falker no le importabasi los niños eran bonitos, inteligentes o juiciosísimos.

Para él todos eran iguales.

El señor Falker se paraba detrás de Trisha cada vez que ella dibujaba y le decía:

- ¡Buenísimo! Absolutamente brillante. ¿Te das cuenta del talento que tienes?

Cada vez que el maestro decía esto, todos los niños,incluso los que se burlaban de ella, se daban la vuelta ensus asientos para ver sus dibujos. Sin embargo, volvían areírse de ella cuando se equivocaba en clasereírse de ella cuando se equivocaba en clase.

Un día el maestro le pidíió que leyera en voz alta, cosa queella odiaba. A duras penas leyó una página de “La Telarañade Carlota”. Cuando los niños comenzaron a burlarse,i tió l á i d l lib í bsintió que la página del libro se ponía borrosa.

El señor Falker, con su chaqueta de cuadros y sucorbata de mariposas dijo:- ¡Basta ya! Se creen tan perfectos que se atrevena burlarse de los demás?

Esa fue la última vez que alguien se rió o seburló de ella. Bueno, todos menos Eric.burló de ella. Bueno, todos menos Eric.Durante dos años se había sentado detrás deTrisha en clase. Parecía que la odiaba y Trishano sabía por qué.

Eric la esperaba a la salida de clase y leEric la esperaba a la salida de clase y lehalaba el pelo. La esperaba a la salida en elpatio de recreo, se le acercaba y le gritaba:¡SAPO! En plena cara.

Trisha tenía miedo de encontrarse con Eric, encada vuelta de esquina. Se sentía sola porcompleto.

Únicamente era feliz cuando estaba cerca delÚnicamente era feliz cuando estaba cerca delseñor Falker. Él dejaba que ella borrara eltablero –una tarea que se encargaba a losmejores estudiantes-. El profe le daba unapalmadita en la espalda, cada vez quecontestaba correctamente, y se quedabamirando fijamente a cualquier niño que seburlara de ella.

Entre más agradable era el Señor Falker conTrisha, peor la trataba Eric.Convenció a otros niños para esperarla en el patioConvenció a otros niños para esperarla en el patiode recreo, en la cafetería y hasta a la salida delbaño. Entonces le salían al paso y le gritaban:TONTA, FEA.Trisha comenzó a creérselo. Descubrió que sipedía permiso para ir al baño antes de recreopedía permiso para ir al baño antes de recreo,podía esconderse debajo de las escaleras en vezde salir a recreo. En ese espacio oscuro se sentíasegura.

Pero un día, durante el recreo, Eric la siguió hasta suescondite secreto.

-¿Te has convertido en topo? –dijo, burlándose.

La arrastró hasta el corredor y se puso a dar vueltasalrededor de ella.

- ¡Tonta y más tonta!

Trisha se cubrió la cabeza con los brazos, tratando deesconderse. De repente se escucharon unos pasos.

E l S ñ F lkEra el Señor Falker.

El Señor Falker se llevó a Erica la oficina del director.Cuando regresó, buscó aTrishaTrisha.

- No creo que tengas quepreocuparte más por esechico –le dijo-. ¿por qué seburlaba de ti?

- No sé –contestó Trisha-encongiéndose dehombroshombros.

Trisha estaba segura de que el Señor Falker creía que ella sabía leer. Había aprendido a memorizar loque leía su vecino de pupitre. A veces esperaba a que el Señor Falker le ayudara un poco y repetía lomismo.mismo.

-¡Muy bien! –decía él-.

Un día, el señor Falker le pidió que se quedara después de clase y lo ayudara a borrar el tablero. ElSeñor Falker puso música trajo algo de comer y mientras trabajaban le dijo:Señor Falker puso música, trajo algo de comer, y mientras trabajaban le dijo:

-¡Vamos a hacer un juego! Yo nombro letras ytú escribes en el tablero con la esponjamojada lo más rápido que puedasmojada, lo más rápido que puedas.-¡A! –gritó él.

Ella dibujó una A, chorreando.

-¡Ocho! –gritó él-.

Trisha hizo un ocho chorreando.

-¡Catorce tres D U C –gritó él Y así sin¡Catorce, tres, D, U, C gritó él. Y así, sinparar, hasta que se puso al lado de ella.Juntos se quedaron mirando la pizarra.

Era un auténtico borrón. Trisha sabía que nil ú d bí D jólos números eran como debían ser. Dejó caerla esponja y trató de salir corriendo.

El Señor Falker la rodeó con el brazo, y se arrodilló frente a ella..

-Mi niña –le dijo- Te crees que eres tonta, ¿verdad? Debe serterrible sentirse así, tan solita y con tanto miedo.

Trisha comenzó a llorar.

-Pero, pequeña, ¿no te das cuenta que tú no ves las letras y losPero, pequeña, ¿no te das cuenta que tú no ves las letras y losnúmeros como las demás personas? Has estado en la escuelatodos estos años, y has logrado despistar a muchos maestros. Ybuenos maestros. Y para eso se requiere valor, astucia einteligencia.

-Entonces el profesor se puso de pie y terminó de limpiar eltablero.

-Todo esto va a cambiar. Aprenderás a leer.Te lo prometo.p

A partir de entonces, todos los días, después de clase,Trisha se reunía con el Señor Falker y la Señorita Plessy,una especialista en lectura. Hacían muchas cosas que ellano entendía. Al principio le pedían que trazara círculos enel tablero mojado, de izquierda a derecha.

En otra ocasión proyectaron letras en una pantalla, yTrisha tenía que reconocerlas. Otros días trabajaban conTrisha tenía que reconocerlas. Otros días trabajaban conbloques de madera y formaban palabras.Letras, letras, letras. Palabras, palabras, palabras.Siempre las leía en voz alta y eso la hacía sentirse bien.

P h T i h dí l l b t d íPero aunque ahora Trisha podía leer palabras, todavía nohabía leído una frase completa, y aún se sentía tonta.

Y un día de primavera, habrían pasado dos o tres mesesdesde que comenzaron – el Señor Falker puso un libro enq psus manos. Nunca antes lo había visto. El Señor Falker leseñaló un párrafo en medio de una página.

Como por arte de magia, o como si una luz hubieraentrado a su cerebro las palabras y frases tomaron formaentrado a su cerebro, las palabras y frases tomaron formaen la página, como nunca antes.

“Ella los acompañó en su… “

Despacio ,Trisha leyó la frase completa. Y comprendió susignificado. No se dio cuenta que el Señor Falker y laSeñorita Plessly tenían lágrimas en los ojos.

Esa noche Trisha corrió a casa sindetenerse. Saltó los escalones, abrióla puerta de golpe y atravesó elcomedor, hasta llegar a la cocina. Seencaramó a la alacena y agarró elfrasco de miel.

Luego fue a la sala y encontró el libroLuego fue a la sala y encontró el libroen el estante. El mismo libro que suabuelo le había mostrado años atrás.Derramó miel en la cubierta, probó sudulzura y se dijo a sí misma:

“Sí, la miel es dulceY el saber también.Pero, como la abejaHay que buscarlo,y q ,Sabiendo leer. “

Entonces acercó el libro, con miel y todo, a su pecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas.No eran lágrimas de tristeza Se sentía feliz Completamente felizNo eran lágrimas de tristeza. Se sentía feliz. Completamente feliz.

El resto del año fue una odisea de descubrimientos y aventuras para esta niña.

Aprendió a amar la escuela. Lo sé porque esa pequeña niña era yo, Patricia Polacco.

Me encontré con el Señor Falker otra vez, treinta años más tarde, en una boda. Fui a suencuentro y me presenté. Al principio le costó trabajo reconocerme. Entonces le conté quiénera yo y cómo él había cambiado mi vida, años atrás.

M eabrazó y me preguntó qué hacía.

-Bueno, Señor Falker –le contesté-. Escribo libros para niños.Gracias, Señor Falker. Muchas gracias.