Espronceda 67

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Cardenal Jorge Mario Bergoglio, sj

EDUCAR:EXIGENCIA Y PASIÓN

Desafíos para educadores cristianos

Con dinámicas para trabajar a solas o engrupo

Editorial Claretiana

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Bajalibros.comISBN 978-987-34-1558-6

Presentación y Dinámicas de grupo:Prof.Liliana FerreirósDiseño de Tapa: Equipo Editorial.

Con las debidas licencias.

Todos los derechos reservados.Hecho el depósito que previene la ley.

© Editorial Claretiana, 2006.

EDITORIAL CLARETIANALima 1360 - C1138ACD Buenos AiresRepública ArgentinaTels. 4305-9510/9597 Fax: 4305-6552email: [email protected]

PRESENTACIÓNLa orfandad en la que vive inmersa la culturacontemporánea aviva la necesidad delreencuentro con el Padre. Los queprocuramos vivir cada día en su Presenciatenemos, además, el consuelo de otraspresencias... Pa-dres y madres de sangre y deEspíritu (Mateo 16,17) caminan connosotros, nos orientan en la encrucijada, nosacompañan con el silencio y con la palabra,nos levantan en la caída y nos enseñan lossecretos del Camino...En este contexto inscribimos las reflexionesque el Cardenal Jorge Bergoglio sj dirige alos educadores católicos, también llamados acurar la orfandad que habita en cada niño, encada joven, en cada aula, en cada escuela. Supalabra adquiere en el momento actualsignificativa importancia. Por esoactualizamos su mensaje, portador de BuenaNueva y comunicador de Esperanza.

Al tiempo que calan hondo en nuestra ta-reacotidiana e interpelan fuertemente nuestracondición de educadores cristianos, susreflexiones nos ponen en diálogo con larealidad presente, con las dificultades,oportunidades y desafíos que ella nosplantea, y señalan un rumbo.Un rumbo que invita a revisar nuestra vi-dade fe y nuestra condición de ciudadanosconstructores del reino en las fronterashistóricas de nuestra nación desde la propiavocación. Son palabras dirigidas a loseducadores católicos argentinos, ciudadanosde un mun-do complejo que ya transita eltercer milenio, en una coyuntura crítica ydolorosa para el país, en la que tambiéngermina, con la muerte, la Resurrección.Para profundizar en cada una de las cincoreflexiones que se compilan en este libro, losdocentes hallarán claves de lectura quepueden ser desgranadas a solas o en grupo,

aun cuando, al proponernos la edición,pensamos en ellas como valioso vehículo derevisión, re-novación y encuentro en el senode la comunidad educativa.Por fin, solo nos queda pedir al Maestro queabrevemos más que nunca de su ejemplo,consagrando la vida y la tarea almandamiento más grande y dando a laeducación TODO lo que nos pide para hacerconocer y amar a Jesucristo.

1Ser educador católico hoy:

Un gran desafío

Testigos de Jesús Resucitado

Los educadores cristianos somos testigos enel tiempo de la posmodernidad, insertos enuna transición que alguien bien podría ca-lificar como “cultura del naufragio”. Estalectura sin embargo, no debe encerrarnos enel pesimismo sino por el contrario: nospropone un reto, un desafío y una vocación.En dicha situación tenemos parte activa: sernáufragos. El náufrago siempre está solo consu propio ser y su propia historia: ésta es sumayor riqueza. Claro que subsiste latentación ante la crisis de reconstruirlo todopor inercia con los trastos viejos de un barcoque ya no existe o caer en la mera repeticióno en el esnobismo desesperanzado de quiense acomoda sin más a los tiempos quecorren.

La clave está en no inhibir la fuerza creativade nuestra propia historia, de nuestrahistoria memoriosa. El ámbito educativo, encuanto búsqueda permanente de sabiduría,es un espacio indicado para este ejercicio:reencontrarse con los principios quepermitieron realizar un deseo, redescubrir lami-sión allí escondida que pugna por seguirdesplegándose.Memoria que es anámnesis, reactualizacióny reencuentro, como en la celebracióneucarística, donde nos reencontramos connuestra carne y la de nuestros hermanos enla Carne de Cristo. Memoria es ir a lasfuentes a la vez que dar con el sentido,ahondarlo y avanzar luego condireccionalidad. Por eso tiene que ver con elser y con el destino.Vemos tanta memoria enferma, desdibujada,desgarrada en recuerdos incapaces de ir másallá de su primera evidencia, entretenida por

flashes y corrientes de moda, sentimientosdel momento, opiniones llenas de suficienciaque ocultan el desconcierto. Todos esosfragmentos quieren distraer, oscurecer ynegar la historia: El Señor está vivo y está enmedio de nosotros. Él nos llama, Él nossostiene, en Él nos reunimos, y Él nos envía.En Él somos hijos, en Él hallamos la estaturaa la que estamos llamados.

Ante los desafíos de nuestracultura

Afirmamos que todo avance no arraigado enla memoria de nuestros orígenes que nosdan el existir, aun el cultural y el histórico, esficción y suicidio. Una cultura sin arraigo ysin unidad no se sostiene.Nos mueve pues la búsqueda de la plenitudde la existencia humana situada en elcontexto epocal que le da carácter peculiar y

determina posibilidades. Hay una tensiónbipolar entre plenitud y límite. Entoncescabe preguntarnos: ¿Cuál es la antropologíasobre la cual debe apoyarse la accióneducativa y el anuncio evangelizador? Estonos lleva a intentar una justa aproximaciónvalorativa de la época.Son rasgos expresivos del hombre de hoy lamentalidad tecnicista juntamente con labúsqueda del mesianismo profano. Generanel “hombre gnóstico”: poseedor del saberpero falto de unidad, y por otro ladonecesitado de lo esotérico, en este casosecularizado. La tentación de la educación esser gnóstica y esotérica, al no saber manejarel poder de la técnica desde la unidad interiorque brota de los fines reales y de los mediosusados a escala humana. ¡Cuántos sonademás los que reducen política a retórica uoptan por enredarse en análisis de coyunturamás que trascenderse en la captación de lossignos de los tiempos! O los que no escapan

a la seducción cultural que hoy ejerce laautonomía de la semiótica, que poco a pocova creando un mundo de ficciones con pesode realidad. Hay que liberar la antropologíadel enjaulamiento de los nominalismos.Por otra parte podemos encontrar una legiónque se aferra a sus temores conscientes oinconscientes, enarbolando banderas dedioses que justifican sus aberraciones osimplemente sus prejuicios o ideologías. Esasí que, desde el fundamentalismo decualquier signo hasta la new age, pasandopor nuestras propias mediocridades en lavida de fe o por la de aquellos que usanelementos cristianos pero diluyen en laneblina lo esencial de la fe, los náufragospostmodernos nos hemos nutrido en lapoblada góndola del supermercado religioso.El resultado es el teísmo: un Olimpo dedioses fabricados a nuestra propia “imagen ysemejanza”, espejo de nuestras propiasinsatisfacciones, miedos y autosuficiencias.

El sincretismo conciliador que fascina por suapariencia de equilibrio, también abunda.Evita el conflicto no por resolución de latensión polar sino simplemente por balanceode fuerzas. Adquiere sus mayoresdimensiones en el área de la justicia y aprecio de los valores. En sí mismo seconsidera un valor y su basamento radica enla convicción de que cada hombre tiene suverdad y de que cada hombre tiene suderecho: basta con que se guarde equilibrio.Gusta proclamar los valores comunes, queno son ni ateos ni cristianos, sino más bienneutros o que son, como suele decirse,transversales respecto de las identidades y delas pertenencias. Es pues la forma máslarvada de totalitarismo moderno: el dequien concilia prescindiendo de valores quelo trascienden. Se da un desplazamientohacia una moralina conciliadora deestructura totalitaria en contra de los valoresmás hondos de nuestro pueblo.

Cercano está el relativismo, fruto de laincertidumbre contagiada de mediocridad,que es la tendencia actual a desacreditar losvalores o, por lo menos, que propone unmoralismo inmanente que pospone lotrascendente reemplazándolo con falsaspromesas o fines coyunturales. Ladesconexión de las raíces cristianas conviertea los valores en mónadas, lugares comunes osimplemente nombres. De ahí al fraude de lapersona hay un paso. Porque, en definitiva,una antropología no puede eludir laconfrontación de la persona con la Personaque trasciende y que la fundamenta en esamisma trascendencia.Hermanada a éstos, encontramos lapretendida búsqueda de una puridad queestá a la base de cualquier forma denihilismo. Parecen evocar los donespreternaturales: ra-zón pura, ciencia pura,arte puro, sistemas puros de gobierno. Estaansia de puridad, que a veces toma forma de

fundamentalismo religioso, político,histórico, se da a costa de los valoreshistóricos de los pueblos y aísla la concienciade tal manera que le impide captar y aceptarlos límites de los procesos. El hombre decarne y hueso, con una pertenencia cultural ehistórica concreta, la complejidad de lohumano con sus tensiones y suslimitaciones, no son respetados ni tenidos encuenta. La realidad humana del límite, de laley y las normas concretas y objetivas, lasiempre necesaria y siempre imperfecta au-toridad, el compromiso con la realidad, sondificultades insalvables para esta mentalidad.Un nuevo nihilismo “universaliza” todo,anulando y desmereciendo particularidades oafirmándolas con tal violencia que logra sudestrucción. Esa tendencia a uniformarpolíticas hacia un “nuevo orden”, por lainternacionalización total de capitales y demedios de comunicación, nos deja un agriosabor de despreocupación por los

compromisos sociopolíticos concretos, poruna real participación en la cultura y losvalores locales. No podemos reducirnos a serun número en las estadísticas de lasencuestas de opinión o en los estudios demercado, o un estímulo para la publicidad.El hombre de hoy experimenta el desarraigoy el desamparo. Lo llevó hasta allí el afándesmedido de autonomía heredado de lamodernidad. Ha perdido el apoyo en algo quelo trascienda. Aquí se da una tensión entrelos opuestos regla-originalidad, en la que hayque evitar caer en la coerción –que esexageración de la regla–, como en laimpulsividad –que es exageración de laoriginalidad–. De ese alejamiento de lasraíces constitutivas deviene la tentación delos retornos y de los refugios culturales. Alencontrarse di-vidido, divorciado consigomismo, confunde la nostalgia propia delllamado de la trascendencia con la añoranzade mediaciones inmanentes también

desarraigadas.

Engendrar en otros el don deCristo

“Yo les enviaré lo que mi Padre lesha prometido.

Permanezcan en la ciudad, hastaque sean revestidos con la fuerzaque viene de lo alto.”

Lucas 24,49

Basados en la promesa triunfa la esperanza.No dejen sus lugares. Permanezcan juntos.El Don, que es fuerza, hará nuevas todas lascosas.Estamos invitados a tejer una “cultura decomunión”. Y una mística auténticarecuperada es fundamentalmente incisiva: seimpone hacia afuera pero no con violencia

titánica, sino más bien con esamansedumbre que nace de la sabiduría y vaganando espacio por su suave luminosidad.Nuestra consagración a Dios Padre desde lacosmovisión que implica el nacer en el senodel Cuerpo Místico del Verbo Encarnado, yespecialmente de la experiencia de vida delpueblo fiel creyente, nos ubica en una claraposición de fundamentación e identidadpropios.Hoy convivimos con una humanidadinquieta, buscadora de sentido de su propiaexistencia, deseosa de articular lenguajes ydiscursos para reconstruir una armonía delsaber perdida, ansiosa por integrar su “yo”ante tantas inseguridades. No podemos dejarde ver esta búsqueda espiritual como signodel Espíritu de Dios.Nuestro aporte irá a superar la inercia quelleva a reconstruir lo que fue “el ayer” cuan-do sólo se tienen en la playa los restos de un

viaje trunco. Como los primeros cristianos –el contemplarlos puede ser una visión ana-lógica de utilidad para reencontrarnos con elespíritu de nuestra misión– debemosanunciar, no sólo con mensajes convincentessino fundamentalmente con nuestra vida,que la verdad basada en el amor deJesucristo a su Iglesia es realmente digna defe. Porque, hartos de mensajes, ninguna vozsuscita confianza y corremos el peligro decaer en la incertidumbre y en la malaindiferencia, graves enfermedades delespíritu.Cuando nuestra Madre, la Iglesia, nos remitea una norma objetiva, a una enseñanza, nohace sino traducir al pensamiento y a lapraxis la condición humana esencial y, porende, hace a su dignidad personal que cadahombre la tenga como horizonte de suaccionar, más allá de cualquier cultura ysituación. La posibilidad de criticar yautocriticarse, al medio y a sí mismos, con

una principalidad y normativa que esté másallá de toda otra, ayuda a madurar. Es buenotener una palabra última a la cual referirnos,que nos libere de todo condicionamiento ynos refiera a nuestra esencia.Hoy, más que nunca, el camino es lasantidad: ser testigos veraces de lo que secree y se ama y vivirlo en fraternidad.Intentando ser reflejo, no de nuestrasopacidades, sino de la Palabra de Otro. Estoes verdadera realización simbólica: la de undeseo unido al de Aquel que no podemosexplicar pero que hemos visto porque noshemos dejado en-contrar por Él y lo hemosamado. Y el símbolo, bien sabemos, creacultura.Esta conversión creativa, en nuestroscriterios, en nuestras metodologías, en labúsqueda incesante de la verdad –que nopretende ser omnipotente sino crucificada–que sur-ge de todo encuentro real con

Jesucristo, nos lleva a plasmar una vidacomunitaria en la que dé gusto adentrarse enla Verdad y la Belleza, y donde nos sintamosinvitados a vivir el Bien. Por otra parte, en elsilencio del estudio, en la humildad delcompartir y ayudarse, está el remedio contrala mediocridad que lleva a la corrupción y aldesinterés, ambas cosas que tantaincertidumbre provocan en nuestros jóvenes,y que tanto motivan a la evasión y lasuperficialidad.Fundados en el misterio de Dios manifestadoen la Carne de Cristo podemos delinear latarea formativa de nuestros colegios: serreflejo de la esperanza cristiana de afrontarla realidad con verdadero espíritu pascual. Lahumanidad crucificada no da lugar ainventarnos dioses ni a creernosomnipotentes; más bien es una invitación –através del trabajo creador y el propiocrecimiento– a creer y manifestar nuestravivencia de la Re-surrección, de la Vida

nueva.Es misión de la escuela formarse y formar enesta conciencia: el hombre es hijo, filiaciónen el Unigénito del Padre, y por tanto hechopara aspirar a su Deseo, su Voluntad, quesiempre reorienta la propia. La ilusiónrelativista de que en uno mismo está lapropia orientación no es sino un viajenáufrago más, que marca una nuevafrustración. Los seres humanos no podemosvivir sin Ley que nos estructure, sin Llamadoque nos oriente, sin Calidez de Padre que nosconvoque.El espíritu relativista busca evitar lastensiones, los conflictos; teme la verdad. Nosda miedo, en estos tiempos donde todoparece moverse por puro interés, pensar quealgo pueda ser Don, que hay un Amor quenos sostiene y que la única garantía de serlibres en plenitud está en abrazarse a esaVerdad.

La concreción de la verdad que creemos esposible en las particularidades diferenciadas.De comunidades pequeñas pero conscientesde su identidad, afirmadas sin soberbias niestereotipos sino con la serenidad de quiencree y convoca con su solo ejemplo, esposible engendrar a aquellos que seancapaces de grandes deseos y grandesrenuncias. Nuestra pasión es engendrarverdaderos hijos de esa Verdad, aunqueestemos ausentes de proyectosmundanamente ambiciosos.

Educar, la gran tarea queJesús pone en sus manos

Nos convoca una obra de amor: educar.Educar es dar vida. Pero el amor es exigente.Pide comprometer los mejores recursos, lasganas no ciclotímicas, despertar la pasión ycon paciencia ponerse en camino.

Son nuestros colegios ámbitos privilegiadosde encuentro interhumano. Cada hombre ymujer es único, es inalienable eirremplazable; debe ser esa unicidad la queinspire la armonización en un plano superiorde las inevitables tensiones de los momentosde crisis. Y son también un lugar propiciopara la animación de una experiencia de vidaorientada al encuentro y a la solidaridad,expresión lo más acabada posible de lo quees ser comunidad.Que cada persona que se sume al proyectopara ejercer su rol de educador lo haga ensintonía plena con el ideario, condisponibilidad a la obra común, asumiendocon responsabilidad el espacio que se leconfía. Y así cada uno con su peculiaridadhará más rico el intercambio, sirviendo a unproyecto mayor y perdurable. Proyecto queno es otro que el de Dios para el hombre.Un clima especial debe imperar. Marcado por

la búsqueda de la sabiduría. Con seriedadacadémica vayan desplegando la rica yvariada información científica, perofavoreciendo la integración del saber. Tareaímproba que debe ser acompañada por undoble movimiento: ayudar a bucear enprofundidad, desarrollando la capacidad dever más allá, de captar los signos y alusionessumergidas en las cosas y en losacontecimientos; y en todo lo quecorresponda, posibilitar el encuadre y lasíntesis con la cosmovisión católica delmundo y de la historia. Aquí vemos comourgente una mayor cooperacióninterdisciplinar entre las ciencias y lateología, que facilite la contemplación de lasinfonía de la creación.Queridos educadores: qué grande es la ta-rea que Jesús pone en sus manos. Cultivensu personalidad, trasmitan con su ser unestilo, una certidumbre. No sucumban a latentación de prorratear la Verdad. Que esa

suerte de paternidad y maternidad nodescrea de las capacidades de los alumnos,nivelando para abajo por medio del consensonegociador, del pacto demagógico,consintiendo el cotidiano “zafar”.Hagan amar a Jesucristo. Muestren elesplendor de la verdad que aparece, para elque sabe ver, emergiendo de cada rincón dela naturaleza o de las obras de los hombres.Forjen ideas luminosas para que,apropiándoselas, orienten a los jóvenes yniños por los campos de la vida. Ayuden agenerar lazos y vínculos con personas, ideasy lugares, porque se crece alimentandopertenencias.Reconcíliense con el esfuerzo pormantenerse de pie, superando los tropiezos.Ten-gan pasión por la Verdad, el Bien y laBelleza. No caigan en la tentación delfacilismo que los hace débiles. Sepan que, enuna existencia sin trascendencia, las cosas se

vuelven ídolos y los ídolos degeneran endemonios que asolan y devoran a los mismosque pretendían disfrutarlas.Queridos directivos y todos aquellos quetienen responsabilidades de conducción: mismejores deseos para la gestión de ustedes,que tanto significa para la marcha de suscentros. A veces la carga se torna pesada. Noestán solos. Cuiden con amor e idoneidad decada uno y del conjunto, y sentirán a su vezla suavidad de una Presencia que lossostendrá y animará a ustedes.Estén atentos al alimento que reparten ensus casas. No hay mejor memoria que la deun alumno agradecido.Con la fuerza que viene de lo alto, con todomi afecto, quiero desearles a todos losmiembros de nuestras comunidadeseducativas con el Apóstol: “En fin, mishermanos, todo lo que es verdadero y noble,todo lo que es justo y puro, todo lo que es

amable y digno de honra, todo lo que hayade virtuoso y merecedor de alabanza, debeser el objeto de sus pensamientos. Pongan enpráctica lo que han aprendido y recibido,...,y el Dios de la paz estará con ustedes” (Flp 4,8-9).

Clave de lectura para trabajara solas o en grupo

Las preguntas que siguen se

proponen estimular la reflexión y larevisión de vida de nuestrascomunidades educativas –de sus“actores” (docentes y directivos)–, apartir de los textos.

ReflexionamosEl diccionario define el términonaufragio como la “pérdida de laembarcación en el mar”, como “unasituación que ofrece peligro a losnavegantes” y, por extensión, comola “ruina completa”.

– ¿Qué elementos expresan en lasociedad esta situación denaufragio?– ¿En qué se manifiesta dentro demi comunidad educativa?Sugerimos tomar nota y hacer un elencode las respuestas que se van dando, parareleer luego en voz alta.

– ¿Cómo reacciono frente a estarealidad en la que estoy inserto:Sugerimos pensar la respuesta yresponder con absoluta sinceridad en cuálde estos casos nos sentimos incluidos,tomando nota de cuál es la actitud quepredomina en el grupo.

soy pesimista, no creo que nadacambie y ando desalentado?+ soy hipercrítico, todo me duele,me molesta y quisiera huir de lasituación+ porque siento que no puedoresolver los conflictos que plantea?soy optimista ciego, que niego todacrítica y trato de avanzar a cualquierprecio?+ me adapto y me conformo?+ Leemos

“Recibirán la fuerza del EspírituSanto que descenderá sobreustedes, y serán mis testigos enJerusalén, en toda Judea ySamaría, y hasta los confines de latierra.”

Hechos de los Apóstoles 1,8

Pensamos

“Lo que falta muchas veces a loscatólicos que trabajan en la escuela,en el fondo es, quizás, una claraconciencia de la «identidad» de laEs-cuela Católica misma y laaudacia para asumir todas lasconsecuencias que derivan de su«diferencia» respecto de otrasescuelas.”

La Escuela Católica V,66

Revisamos nuestra tarea

– Como educadores católicos, ¿nossentimos Testigos de Resurrecciónen el mundo presente? ¿Sí? ¿No?¿Por qué?– Desde la curricula de la disciplinaque enseñamos y desde el proyectoeducativo institucional que nosconduce:

+ ¿en qué medida estimulamos elejercicio de la memoria de nuestrastradiciones más profundas y denuestra historia como pueblo, comonación?Si no lo hacemos, dispongámonos aconfeccionar alguna propuesta concretaque se aplique a los contenidos deenseñanza o al proyecto institucional.

– ¿Qué lugar ocupan los valores ennuestra acción educativa?– ¿Desde dónde resolvemos los

conflictos que se plantean o nosplantean nuestros alumnos enbúsqueda de solución:+ desde el Evangelio?+ desde la ética de la opiniónpública?+ desde una posición personal,subjeti vista, fundamentada en el“yo creo que...”?– ¿Estimulamos desde nuestrascátedras preocupación ycompromiso con la realidadsociopolítica concreta, alentando laformación de ciudadanos cristianosy laicos que aporten su visión delmundo y de la historia a la cultura ya los valores locales?– ¿Cómo definiríamos una “culturade comunión”?Esta pregunta puede responderse demanera escrita o gráfica. Sugerimos

un collage con revistas viejas,diarios, etc, o alguna imagen-cartelera.– ¿Estamos en sintonía plena con elideario de la comunidad a la quepertenecemos ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?– ¿Qué actitudes concretaspodemos realizar para mejorarnuestra identificación y nuestrapertenencia?

Oramos“El Espíritu del Señor está sobre mí,porque el Señor me ha ungido.Él me envió a llevar la buena noticiaa los pobres,a vendar los corazones heridos, aproclamar la liberación a loscautivos y la libertad a losprisioneros;a proclamar un año de gracia del

Señor,un día de venganza para nuestroDios;a consolar a todos los que están deduelo, a cambiar su ceniza por unacorona, su ropa de luto por el óleode la alegría, y su abatimiento porun canto de alabanza.Ellos serán llamados ‘Encinas dejusticia’, ‘Plantación del Señor, parasu gloria’.....Su descendencia será conocidaentre las naciones,y sus vástagos, en medio de lospueblos: todos los que los vean,reconocerán que son la estirpebendecida por el Señor.”

Isaías 61,1-3.9

2Recuperar la memoria de

pertenenciaal santo Pueblo deDios

Comunidad educativa:Pequeña Iglesia

Una Comunidad Educativa es una pe-queñaiglesia, mayor que la familia y menor que laIglesia diocesana. En ella se vive y se con-vive. En ella peregrinamos, como hijos yhermanos, hacia la eternidad.Hoy, más que nunca, las preguntas que noshacemos sobre las cualidades de nuestraacción educativa resultan difíciles y tenemosel peligro de enredarnos en los mismosplanteos que nos llevan a buscar la fidelidaden el cumplimiento de nuestra misión.Porque es un desafío entender que “laconstrucción del mundo según el designio deDios es un as-pecto esencial del anuncioevangélico” (Juan Pablo II, 22-4-93). Es tan

importante este asunto que no podemospermitirnos ningún tipo de improvisación. Ylo mismo sucede con las diversas opcionesque habremos de tomar en nuestra acciónpastoral.Cuando Pablo VI nos hablaba del esfuerzoorientado al anuncio del Evangelio a loshombres de nuestro tiempo, nos señalabauna de las realidades nuestras más notorias:“exaltados por la esperanza, pero a la vezperturbados con frecuencia por el temor y laangustia” (EN 1). Temores y angustias quenos acosan desde el afuera socio-económicoy cultural, pero que también arraigan ennuestra interioridad y en lo íntimo denuestro núcleo familiar. Esperanzas ytemores se entrelazan incluso en nuestravida de educadores –en medio de lasincertidumbres es-pecíficas de esta labor– enlos momentos en que hemos de decidir pormodalidades de nuestro trabajo. No podemosarriesgarnos a decidir sin el discernimiento

de esos temores y esperanzas, porque lo quese nos pide es nada menos que “en estostiempos de incertidumbre y malestarcumplamos (nuestra tarea) con crecienteamor, celo y alegría” (EN 1), y esto no seimprovisa.Para nosotros, hombres y mujeres de Iglesia,este planteo trasciende cualitativamente todavisión de las ciencias positivas, apelando auna visión original, a la misma originalidaddel Evangelio. Reencontrarnos y consolarnoscon la “comunicación de nuestra común fe”(Rm 1,12), abrevar nuestro corazón deapóstoles en ella precisamente pararecuperar la coherencia de nuestra misión, lacohesión como cuerpo, la consonancia denuestro pensar con nuestro sentir y nuestrohacer.

Hacer memoria

El hacer memoria, en sentido bíblico, va másallá del mero agradecimiento por todo lorecibido; quiere enseñarnos a tener másamor; quiere confirmarnos en el caminoemprendido. La memoria como gracia de lapresencia del Señor a lo largo de la vida. Lamemoria del pasado que nos acompaña, nocomo un peso bruto, sino como un hechointerpretado a la luz de la concienciapresente.No se puede educar desgajados de la me-moria. Pidamos pues la gracia de recuperarla memoria: memoria de nuestro caminopersonal, memoria del modo cómo nos buscóel Señor, memoria de mi familia religiosa,memoria de nuestra comunidad educativa,memoria de pueblo . . . Mirar hacia atrás esdespertarnos para percibir con más fuerza lapalabra de Dios: “Traigan a la memoria losdías pasados, en que después de seriluminados, hubieron de soportar un duro ydoloroso combate... No pierdan ahora su

confianza” (Hb 10,32ss). “Acuérdense de susdirigentes, que les anunciaron la palabra deDios, y considerando el final de su vida,imiten su fe” (Hb 13,7). Esta memoria quenos salva de “dejarnos seducir por doctrinasvarias y extrañas” (Hb 13,9), esta memorianos “fortalece el corazón”.La memoria de los pueblos. Los pueblostienen memoria, como las personas. Lahumanidad también tiene su memoriacomún. Un viejo Pastor contaba que en unpueblo de su diócesis encontró a un indiorezando tremendamente concentrado.Estuvo mucho tiempo así; al obispo le llamóla atención y le preguntó qué rezaba. “Elcatecismo”, contestó el indio. Era elcatecismo de Santo Toribio de Mogrovejo. Lamemoria de los pueblos no es unacomputadora sino un corazón. Los pueblos,como María, guardan las cosas en sucorazón.

La alianza del pueblo de Salta con el Señordel Milagro, el Tincunaco, en fin, todas lasmanifestaciones religiosas del pueblo fiel,son una eclosión espontánea de su memoriacolectiva. Allí está todo: el español y el indio,el misionero y el conquistador, elpoblamiento español y el mestizaje. Lomismo pasa aquí en Buenos Aires... el puntode unión es siempre el mismo: la Virgencita,símbolo de la unidad espiritual de nuestraNación.Porque la memoria es una potencia unitiva eintegradora. Así como el entendimientolibrado a sus propias fuerzas desbarranca, lamemoria viene a ser el núcleo vital de unafamilia o de un pueblo. Una familia sin me-moria no merece el nombre de tal. Unafamilia que no respeta y atiende a susabuelos, que son su memoria viva, es unafamilia desintegrada; pero una familia y unpueblo que se recuerdan son una familia yun pueblo de porvenir.

La humanidad entera tiene su memoriacomún. El recuerdo de la lucha ancestralentre el bien y el mal. La lucha eterna entreMiguel y la Serpiente, “la serpiente antigua”(Ap 12,7-9) que ha sido vencida para siempre,pero que resurge como “enemigo de naturahumana”. Esa es la memoria de la Huma-nidad, el acervo común de todos los pueblosy la revelación de Dios a Israel. Porque lahistoria humana es una larga contiendaentre la gracia y el pecado, pero esa memoriacomún tiene su rostro concreto: el rostro delos hombres de nuestros pueblos. Sonhombres anónimos y sus nombres noquedaron grabados en los libros de historia.En sus rostros estará quizás el sufrimiento yla postergación, pero su dignidadinexpresable con palabras nos está hablandode un pueblo con historia, con memoriacomún. Sabe Dios que dejaron huella entrenosotros, que llega hasta el hoy. Es el pueblofiel de Dios.

No permitamos que intenten menguar odesvirtuar esa memoria vigorosa, desde lasélites divorciadas de la realidad. Sino, muypor el contrario, acudamos a esas riquísimasreservas morales y religiosas del pueblo fielde Dios, para sanear y nutrir nuestrasinstituciones.La memoria de la Iglesia. Es la Pasión delSeñor. La Eucaristía es el recuerdo de la pa-sión del Señor. Allí está el triunfo. El olvidode esta verdad ha hecho a veces aparecer a laIglesia como triunfalista, pero laresurrección no se entiende sin la cruz. En lacruz está la historia del mundo: la gracia y elpecado, la misericordia y el arrepentimiento,el bien y el mal, el tiempo y la eternidad.En los oídos de la Iglesia resuena la voz deDios, expresada por su Profeta: “no temas,porque yo te he rescatado... y te volveré arescatar” (Is 43,1-21). “Sé valiente y firme...Yavé tu Dios está contigo; no te dejará ni te

abandonará... No temas, pues, ni te asustes”(Dt 31,6-7). El recuerdo de la salvación deDios, del camino ya recorrido, da fuerzaspara el futuro. Por la memoria, la Iglesiatestifica la salvación de Dios.El pueblo de Dios fue probado en el caminodel desierto. Allí fue guiado por Dios comoun hijo por su padre. El consejo delDeuteronomio es siempre el mismo de todala Escritura: “Acuérdate del caminorecorrido”, y “date cuenta” (Dt 8,2-6). Nadiees capaz de entender nada si no es capaz derecordar bien, si le falla la memoria. “Tencuidado y fíjate bien. No vayas a olvidarte deestas co-sas que tus ojos han visto ni dejesnunca que se aparten de tu corazón. Por elcontrario, enséñaselas a tus hijos y a loshijos de tus hi-jos” (Dt 4,9). Nuestro Dios esceloso de nuestro recuerdo para con Él, tanceloso que –a la menor señal dearrepentimiento– se vuelve misericordioso:“no olvida la alianza que juró a nuestros

Padres”.Por el contrario, el que no tiene memoria seafinca en los ídolos, en la novedad de loefímero, de la moda. Adorar ídolos es elcastigo inherente a quienes olvidan (Dt 4,25-31). Nos sobreviene la esclavitud: “por nohaber servido con gozo y alegría de corazón aYavé, tu Dios, cuando nada te faltaba, serásesclavo de tu enemigo” (Dt 28,47).Solamente el re-cuerdo nos hace descubrir aDios en medio de nosotros y nos haceentender que toda so-lución salvadora fuerade Dios es un ídolo (Dt 6,14-15; 7,17-26).La Iglesia recuerda las misericordias de Diosy por esto trata de ser fiel a la ley. Los diezmandamientos que enseñamos a nuestroschicos en la catequesis son la otra cara de laalianza, la cara legal para poner marcoshumanos a la misericordia de Dios. Cuandoel pueblo fue sacado de Egipto, allí recibió lagracia. Y la ley es el complemento de la

gracia recibida, la otra cara de una mismamoneda. Los mandamientos son frutos delrecuerdo, y por eso han de transmitirse degeneración en generación: “Tal vez un día tuhijo te pregunte: ¿Qué son estos preceptos,mandamientos y normas que Yavé les haordenado? Tú responderás a tu hijo:Nosotros éramos esclavos de Faraón enEgipto y Yavé nos sacó de Egipto con manofuerte... para conducirnos a la tierra queprometió a nuestros pa-dres. Yavé nosmandó poner en práctica todos estospreceptos y temerle a Él, nuestro Dios. Asíseremos felices y nos hará vivir como hastahoy” (Dt 6,20-25).

Nuestra fe, la fe de un pueblocomo tesoro

Se impone encontrarnos con nuestra fe, conla fe de nuestros padres, que es en sí misma

liberadora sin necesidad de añadirle ningúnaditamento, ningún calificativo. Es el núcleode nuestra identidad personal y comunitaria.Esa fe que nos hace justos ante el Padre quenos creó, ante el Hijo que nos redimió y lla-mó a su seguimiento, ante el Espíritu queactúa directamente en nuestros corazones.Esta fe que –a la hora de optar pordecisiones concretas– nos llevará, bajo launción del Espíritu, a un conocimiento clarode los límites de nuestro aporte, a serinteligentes y sagaces en los medios queutilicemos; en fin, nos conducirá a la eficaciaevangélica tan lejana de la inoperancia comodel invento fácil.Nuestra fe es revolucionaria, es fundante ensí misma. Es una fe combativa, pero no conla combatividad de cualquier escaramuza, si-no con la de un proyecto discernido bajo laguía del Espíritu para un mayor servicio a laIglesia y al mundo. Y por otro lado, elpotencial liberador le viene no de ideologías

sino precisamente de su contacto con losanto: es hierofánica.Por lo mismo que la fe es tan revolucionariaserá continuamente tentada por el enemigo,aparentemente no para destruirla sino paradebilitarla, hacerla inoperante, apartarla delcontacto con el Santo, con el Señor de toda fey toda vida. Y entonces vienen las posturasque, en teoría, nos parecen tan lejanas, peroque si examinamos nuestra práctica lasveremos escondidas en nuestros corazones.Esas posturas simplistas que nos eximen dela carga dura y constante del llevar adelante,día a día, la vocación y la misión. Revisemosalgunas tentaciones.Una de las tentaciones más serias que apartanuestro contacto con el Señor es elsentimiento de desaliento. Frente a una fecombativa por definición, el enemigo, bajoángel de luz, sembrará las semillas delpesimismo. Nadie puede emprender ninguna

lucha si de antemano no confía plenamenteen el triunfo. El que comienza sin confiar,perdió de antemano la mitad de la batalla. Eltriunfo cristiano es siempre una cruz, perouna cruz bandera de victoria.Esta fe combativa la vamos a aprender yalimentar entre los humildes. Que vengan anuestra memoria muchas caras, las caras demucha gente vinculada a nuestrascomunidades. La cara del humilde, la deaquel de una piedad sencilla, es siempre carade triunfo y casi siempre la acompaña unacruz. En cambio, la cara del soberbio essiempre una cara de derrota. No acepta lacruz y quiere una resurrección fácil. Separalo que Dios ha unido. Quiere ser como Dios.El espíritu de derrota nos tienta aembarcarnos en causas perdedoras. Estáausente de él la ternura combativa que tienela seriedad de un niño al santiguarse o laprofundidad de una viejita al rezar sus

oraciones. Eso es fe y esa es la vacuna contrael espíritu de derrota y de desaliento (1 Jn4,4; 5,4-5).Otra tentación es querer separar antes detiempo el trigo y la cizaña. La contemplaciónde la historia de la salvación nos da sentidodel tiempo, porque no se puede forzar nin-gún proceso humano. Y la vida es así: lo pu-ro no está sólo en Dios, también hay purezaentre los hombres. Y Dios no es un Dioslejano que no se mete en el mundo. Lasestructuras de este mundo no sonúnicamente pe-cadoras. Eso esmaniqueísmo. El trigo y la cizaña creceránjuntos y nuestra humilde mi-sión quizá seamás bien proteger como pa-dres al trigo,dejando a los ángeles la siega de la cizaña.Otra tentación es privilegiar los valores delcerebro sobre los valores del corazón. No esasí. Solamente el corazón une e integra. Elentendimiento sin el sentir piadoso tiende a

dividir. El corazón une la idea con la realidad,el tiempo con el espacio, la vida con lamuerte y con la eternidad.La tentación está en desubicar elentendimiento del lugar donde lo puso DiosNuestro Señor. No creó Dios elentendimiento humano para constituirse enjuez de todas las co-sas. Es una luz prestada,un reflejo. Nuestro entendimiento no es laluz del mundo; muy corto se queda cuandose encapsula y se cierra a la luz de la fe. Lopeor que le puede pasar a un ser humano esdejarse arrastrar inadecuadamente por las“luces” de la razón. Se convertirá en unintelectual ignorante.Otra tentación está en avergonzarse de la fe.A la fe hay que pedirla. Dios nos guarde deno ser pedigüeños con Él y con sus santos.Negar que la oración de petición sea por na-turaleza superior a las otras oraciones es lasoberbia más refinada. Sólo cuando somos

pedigüeños nos reconocemos creaturas.Cuando no nos arrodillamos ante la fe delhumilde y no nos dejamos enseñar y cuandono sabemos pedir, entonces empezamos adecir que lo que salva es la pura fe, una fevacía, pero una fe seca de toda religión, detoda piedad. Entonces no interpretamos loreligioso, y el intelecto marcha a la deriva desus pocas luces. Allí es donde caemos enexplicar la verdadera fe con slogans nacidosde ideologías culturales. Lo importante espercibir dentro de estas formulacionesconcretas, donde a la fe se la reduce, se lapone en segundo orden, se la esconde, quehay allí una confesión de debilidad: ladebilidad del que no cree que su fe puede“mover montañas”, la debilidad de laineficacia. El “fuerte en la fe” sabe dónde eseficaz, dónde se vence al Maligno (1 Jn 2, 14).Y otra tentación consiste en olvidar que eltodo es superior a la parte. Procuremossentir hondamente nuestra pertenencia al

Cuerpo de la Santa Madre Iglesia, la Esposadel Señor, a la que debemos amar ymantener unida.En nuestra reflexión, en cuanto padres ydocentes, debemos pensar en que no basta laverdad, sino ésta en caridad, edificando launidad de la Iglesia. No sea que poradherirnos a los mejores programasolvidemos al cuerpo. Una actitudinsoslayable, de justicia, es salvar a loshombres del cisma y de la atomización,ayudándolos a mayor comunión y unidadcon la Madre Iglesia, recordando siempreque la unidad es superior al conflicto.Quizás en estas reflexiones, buscandorecuperar la fe de nuestros padres para darlaincólume y fecunda a nuestros hijos,convenga recordar la imagen católica denuestro Dios. No es el que está ausente. Es elPadre que acompaña el crecimiento, el pande cada día que alimenta, el misericordioso

que acompaña en los momentos en que aestos hijos suyos los usa el enemigo. ElPadre que no le da a su hijo lo que pide, si noconviene, pero siempre lo acaricia. Esto esaceptar que nuestro Dios se expresalimitadamente . . . y consiguientemente esaceptar los limites de nuestra expresiónpastoral (tan lejanos de la concepción dequien tiene la llave del mundo, que no sabede espera ni de trabajo, que vive de tracción ahisterias e ilusiones).Jesús, que proclama que Dios se expresalimitadamente en su encarnación, quisocompartir la vida de los hombres, y esto esredención. Lo que nos salvó no fue sólo “lamuerte y resurrección de Cristo”, sino Cristoencarnado, nacido, ayunando, predicando,curando, muriendo y resucitando. Losmilagros, los consuelos, las palabras de Jesússon salvadores. Porque quiso enseñarnosque las síntesis se hacen, no vienen hechas;que servir al santo pueblo fiel de Dios es

acompañarlo anunciando la salvación día adía, y no andar perdiéndonos mirandocúspides inalcanzables para las que nifuerzas tenemos.

Somos un pueblo conproyecto

En fin, resumiendo, hay dos proyectos: el denuestra fe, que reconoce a Dios como Padre,y hay justicia y hay hermanos. Y otroproyecto, el que engañosamente nos pone elenemigo, que es el del Dios ausente, la leydel más fuerte, o el del relativismo sinbrújula ¿A cuál le hago el juego? ¿Soy capazde discernirlos? ¿Soy capaz de discutir con elproyecto que no es de Dios?. ¿Y si me doycuenta de que no soy capaz, entonces, tengola sagacidad suficiente de defenderme?Y por eso nuestra identidad como hombresde fe está dada por la pertenencia a un

cuerpo y no por la afirmación de nuestraconciencia aislada. El bautismo significapertenecer a la Iglesia institucional. Se es enla medida que se pertenece. Y, por tanto, elcomportamiento religioso de pertenenciamás que buscar la satisfacción de unmomento individual de mi conciencia,buscará adherir a los símbolos unitivos: laVirgen, los Santos... Y aquí un paso más,nuestra fe será combativa con unacombatividad consciente del enemigo a finde defender a todo el cuerpo (no ya sólo a mímismo).Todo esto nos da una nota de realismo: seconoce por lo que se lucha, y en la medida enque no se sabe por qué se lucha se vadirectamente a la pérdida. Los primerosevangelizadores le dieron al indio en Américael saber por qué luchar. Nuestro trabajo deformadores –docentes y padres– no debedescuidar este aspecto de nuestra fe:ayudarlos en la sagacidad de saber por qué

luchar.Junto a este sentido de lo combativo dijimosque nuestra fe tiene su dimensiónhierofánica: el contacto con lo santo. Sedistingue del sacramentalismo mágico. Es laconfianza profunda en el poder de Dios quese hace historia a través del signosacramental. Es actualizar la gracia específicade la Encarnación: ese contacto físico con elSeñor que “pasa haciendo el bien y sanando atodos”.La táctica del enemigo consistirá en ahogarlo combativo y ahogar lo hierofánico, a fin deque nuestra fe resulte indisciplinada eirrespetuosa. Porque disciplina y respeto sonconsecuencias directas de nuestra fe; y pordisciplina y respeto debemos ver cual es elterritorio mejor que tenemos para nuestrapropuesta evangelizadora, para nuestroservicio de la fe en y desde la educación, paranuestra promoción de la justicia.

Unidos hacia la renovación

Ojalá que el Señor nos haga entender y sentirque la evangelización “no es algofacultativo... es algo necesario. Es único. Queno puede ser reemplazado. Que no admiteindiferencia ni sincretismo ni acomodos.Que representa la belleza de la Revelación, ylleva consigo una sabiduría que no es de estemundo. Que es capaz de suscitar por Símismo la fe, una fe que tiene su fundamentoen la potencia de Dios”. Que entendamos quemerece que nosotros, apóstoles, “ledediquemos todo nuestro tiempo, todasnuestras energías, y que si es necesario leconsagremos nuestra propia vida” (EN 5). Lamemoria nos une a una tradición, a unanorma, a una ley viva e inscripta en elcorazón. “Aten estas palabras a sus manos . ..” (Dt 11,1-32). Así como Dios tiene atado ensu corazón y en todo su ser el “regalo”, el“proyecto” de salvación. La base del ejercicio

de la Iglesia y de cada uno de nosotros en elrecuerdo consiste precisamente en estaseguridad: Soy recordado por el Señor; Él metiene atado en su amor.Y la memoria es una gracia que debemospedir. Es tan fácil olvidar, sobre todo cuandoestamos satisfechos … “No te olvides deYavé. Cuando hayas comido y te hayassaciado no te olvides de Yavé que te sacó deEgipto, donde eras esclavo” (Dt 6,10-12).Pedir la gracia de la memoria para saberelegir bien entre la vida y la muerte: “Miraque te he ofrecido en este día el bien y la vidapor una parte, y por la otra el mal y lamuerte.. .” (Dt 30,15-20). Esa eleccióncotidiana que debemos hacer entre el Señor ylos ídolos. Y esa memoria también nos harámisericordiosos porque oiremos en nuestrocorazón esa gran verdad: “Acuérdate de quetú también fuiste esclavo en la tierra deEgipto” (Dt 15,15).

La Virgen Madre, la que “guardaba todas lascosas en su corazón”, nos enseñará la graciade la memoria. Sepamos pedírsela conhumildad. Ella, sabrá hablarnos en la lenguamaterna, en la lengua de nuestros padres, laque aprendimos a balbucear en los primerosaños. Que nunca nos falte el cariño y laternura de María que nos susurre al oído laPalabra de Dios en ese lenguaje de familia.Muy queridos directivos, religiosos,religiosas, sacerdotes, docentes de todos losniveles: Los ani-mo a que, en medio “de laspiedras que el Diablo nos pone en el camino”–como suena el decir popular–, recuperen lamemoria de pertenencia al Santo pueblo fielde Dios, re-cuperen las reservas religiosasque hemos mamado desde chicos y están enlas entrañas de nuestro pueblo, para que laVida del Re-sucitado haga nuevo cadacorazón y renueve cada colegio, haciéndonoscapaces de mantener lo perenne y eliminar loobsoleto.¡A continuar con ardor esa

magnífica tarea educativa de la Iglesia, enestas orillas del Río de la Plata, que no estálejos de alcanzar los cuatro siglos depresencia y de servicio!

Clave de lectura para trabajara solas o en grupo

Reflexionamos– ¿Contagio a mis hermanos en la fe en Dios

Padre Todopoderoso, siendo consciente deque confirmo de esta manera el proyecto delDios justo y bueno?– ¿Creo en lo revolucionario de la ternura yel cariño cada vez que miro a la Virgen ohablo sobre ella?– ¿Estoy convencido de que la calidez dehogar tiene sentido en nuestro proyecto deaula?– ¿Soy pedigüeño frente a Dios Padre,reconociéndolo como Padre, todopoderoso,amoroso en el cuidado de su pueblo fiel, delque quiero ser parte?– ¿Tengo conciencia de pertenecer a laIglesia y la expreso en mi participación de lavida comunitaria?– ¿Tengo conciencia de mi pecado, deseoconvertirme, y vivir según losmandamientos? ¿O me sientoautosuficiente?– ¿Soy fiel al mandato de la Iglesia, que me

envía a predicar, “no a mí mismo o mis ideaspersonales, sino un evangelio del que no soydueño y propietario absolutos para disponerde él a mi gusto, sino ministro paratransmitirlo con suma fidelidad” (cf EN 15)?– ¿Intento impregnar con la fe toda miacción en el ámbito escolar?

Leemos

“La noticia que hemos oído de él y quenosotros les anunciamos es ésta: Dios es luz,y en él no hay tinieblas. Si decimos queestamos en comunión con él y caminamosen las tinieblas, mentimos y no procedemosconforme a la verdad. Pero si caminamos enla luz, como él mismo está en la luz, estamosen comunión unos con otros y la sangre desu Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.”

1 Juan 1,5-7

Pensamos

“La escuela supone no solamente unaelección de valores culturales, sino tambiénuna elección de valores de vida que debenestar presentes de manera operante. Por eso,ella debe realizarse como una comunidad enla cual se expresan los va-lores por medio deauténticas relaciones interpersonales entrelos diversos miembros que la componen ypor la adhesión, no solo individual, sinocomunitaria, a la visión de la realidad en lacual ella se inspira.”

La Escuela Católica III,32

“En la sociedad actual... la Iglesia capta lanecesidad urgente de garantizar la presenciadel pensamiento cristiano, puesto que éste,en el caos de las concepciones y de loscomportamientos, constituye un criterioválido de discernimiento: la referencia aJesucristo enseña de hecho a discernir losvalores que hacen al hombre, y loscontravalores que lo degradan.”

La Escuela Católica I,11

Revisamos nuestra tarea– ¿Vivimos realmente nuestra comunidadeducativa como una “pequeña Iglesia”?Evaluemos:¿Cómo son nuestros vínculos:+ competitivos?+ fraternos?+ comprometidos?+ formales?– ¿Qué lugar ocupa la oración en nuestracomunidad educativa?– ¿Cuál es nuestro grado de participación eimplicación en el proyecto pastoral, en laliturgia y en todos los eventos destinados afortalecer la identidad institucionalreforzando los lazos que nos unen con todoslos miembros de la comunidad?– ¿Qué estilo de conducción tiene nuestracomunidad:

+ autoritario?+ participativo?+ cooperativo?– ¿De qué modo resuelve los conflictosnuestra comunidad:+ a través del diálogo?+ a través del análisis racional de losmismos?+ apelando al principio de autoridad?+ ejercitando una comprensión profunda delas causas para corregirlas?+ privilegiando la función y la imagen a laspersonas?+ poniéndolos a la luz del Evangelio?– ¿Podemos decir que en nuestra comunidadel anuncio evangélico atraviesa comoobjetivo todos los demás objetivos yfunciones, y que éstos se dejan “transfigurar”por él?

Hacer una lista de los temores, los

prejuicios, las limitaciones y lasincertidumbres que nos impiden hacer dela escuela una comunidad auténticamenteevangélica.

– Cuando hablamos de “hacer memoria”,cabe preguntarnos no sólo si conocemos yvivimos en la fe de la historia de salvaciónque ha escrito el Señor de la historia sino,además, si conocemos y vivimos la historiade la institución a la que hoy pertenecemos ytenemos conciencia clara de su carismaespecífico para fortalecer nuestra fidelidad aél. ¿Qué sabemos de la historia y el carismade esta comunidad educativa?– ¿Cuáles son las “cruces” que marcan elcaminar de cada uno y de esta comunidad?

Es importante responder desde lopersonal y desde lo grupal.

– ¿A qué ídolos creen que hemos sometidomuchas veces nuestra tarea educativa?– (Este es un ejercicio de introspecciónpersonal que puede servir generosamente al

crecimiento de la comunidad.) Recuerdecada uno en su corazón algún gesto de suspadres o educadores que haya marcado sucamino en la fe. Escríbanlo y compártanlo.– Piensen en un ejemplo concreto en el quelos haya vencido el desaliento.– ¿Qué lugar ocupan los humildes ennuestro proyecto educativo? ¿Es suficiente?¿Puede ampliarse?– ¿En qué circunstancias concretasprevaleció en nuestra tarea la tentación deseparar el trigo de la cizaña?– En la curricula institucional, en la de lasmaterias de enseñanza, en la evaluacióndocente, ¿qué valores se privilegian?– Frente al cuestionamiento de los ni-ños ylos jóvenes que están a nuestro cuidado,¿nuestras respuestas son coherentes connuestra fe y con nuestras convicciones?– ¿Qué lugar le damos a la Iglesia en nuestroquehacer educativo:

+ existe como una referencia crítica?+ existe como experiencia viva?+ no existe?+ existe como una referencia normativa?– Definan con sus palabras cómo es y cómodebiera ser la comunidad educativa a la quepertenecen para realizar su identidad.– ¿Qué lugar ocupa “lo sagrado” en nuestroquehacer educativo?

Conviene definir “lo sagrado” para noidentificarlo solo con el rito litúrgico, lasoraciones o la clase de Catequesis yevaluar también su presencia en ladidáctica del aula.

Oramos

“Pueblo mío, escucha mi enseñanza,presta atención a las palabrasde mi boca:yo voy a recitar un poema,

a revelar enigmas del pasado.

Lo que hemos oído y aprendido,lo que nos contaron nuestros padres,no queremos ocultarlo a nuestros hijos,lo narraremos a la próxima generación:son las glorias del Señor y su poder,las maravillas que él realizó.

El Señor dio una norma a Jacob,estableció una ley en Israel,y ordenó a nuestros padresenseñar estas cosas a sus hijos.Así las aprenderánlas generaciones futurasy los hijos que nacerán después;y podrán contarlas a sus propios hijos,para que pongan su confianza en Dios,para que no se olviden de sus proezas

y observen sus mandamientos.”

Salmo 78,1-7

3Ser portadores de Esperanza

Peregrinos o errantes

¿Por qué los invito a reflexionar sobre laesperanza? ¿No habrá otras cuestiones másactuales, más inmediatas, más relevantespara la tarea educativa que nos toca encarar?¿No estamos en un momento crucial paranuestra ciudad, nuestro país y nuestra Igle-sia, un momento de proyectos y definicionesque exige ponerse a pensar cuestionesconcretas y urgentísimas? O aun evitando latentación del inmediatismo, ¿no deberíamoscentrar nuestra mirada en las problemáticasesenciales que hacen a una definiciónsustantiva, no meramente formal, delhombre que queremos formar a través denuestra tarea educativa? Muchos pensadoresconsideran al tiempo que vivimos como unauténtico momento de cambio epocal.¿No

será en este momento –semejanteindagación–, una huida espiritualista, undiscurso vacío, una versión religiosa de ladinámica del avestruz?Estas prevenciones tienen su parte de razón.Con mayor frecuencia de la que quisiéramos,los cristianos hemos transformado lasvirtudes teologales en un pretexto paraquedarnos cómodamente instalados en unapobre caricatura de trascendencia,desentendiéndonos de la dura tarea deconstruir el mundo donde vivimos y dondese juega nuestra salvación. Es que la fe, laesperanza y la caridad constituyen, pordefinición, actitudes fundamentales queoperan un salto, un éxtasis del hombre haciaDios. Nos trascienden, en verdad. Nos hacentrascender y trascendernos. Y en sureferencia a Dios, presentan una pureza, unresplandor de verdad tal que puedeencandilarnos. Ese deslumbramiento de locontemplado, puede hacernos olvidar que

esas mismas virtudes se apoyan en todo unbasamento de realidades humanas, porquees humano el sujeto que así en-cuentra sucamino hacia lo divino. Encan-dilados,podemos quedar distraídos sin plan niorientación hasta golpearnos la cabeza,teniendo que reconocer nuestra realidad detierra que anda, como decía el poeta.Y allí, en ese volver a ponernos en caminosin despegar los pies de la tierra para noperder el rumbo hacia el cielo, es donde laesperanza revela su verdadero sentido.Porque si bien su objeto es Dios, lo es enrelación con el itinerario del hombre haciaÉl. Y, por tanto, esta virtud recorre connosotros todo el camino, desde la cuna haciala tumba y la gloria, desde el pozo delsinsentido y del pecado, pasando por elencuentro gozoso en la oración que todo lohace brillar, hasta el abrazo definitivo en laternura del que nos funda.

Queremos reflexionar, entonces, sobre laesperanza. Pero no sobre una esperanza“light”, desvitalizada, separada del drama dela existencia humana. Interrogaremos a laesperanza a partir de los problemas más hon-dos que nos aquejan y que constituyennuestra lucha cotidiana, en nuestra tareaeducativa, en nuestra convivencia y ennuestra mis-ma interioridad. Le pediremosque nos ayu-de a reconocer lúcidamente losdesafíos que se nos plantean a la hora deafrontar la responsabilidad por la educaciónde las jóvenes generaciones, a vivir conmayor intensidad todas las dimensiones denuestra existencia. Deseamos solicitarle queaporte sentido y sustancia a nuestroscompromisos y emprendimientos, aun aaquellos que llevamos con mayor dificultad,casi como una cruz.Porque, por otro lado, ¿qué otra cosa que laesperanza es la sustancia misma del em-peño de todo educador? ¿Qué sentido ten-

dría consagrar las propias fuerzas a algocuyos resultados no se ven inmediatamente,si todos esos esfuerzos no estuvieranenhebrados por el hilo invisible perosolidísimo de la esperanza? Ofrecer unosconocimientos, proponer unos valores,despertar unas posibilidades y compartir lapropia fe, son tareas que sólo pueden tenerun motivo: la confianza en que esas semillasse desarrollarán y producirán fruto a sutiempo y a su manera. Educar es apostar yaportar al presente y al futuro. Y el futuro esregido por la esperanza.Una reflexión sobre la esperanza con talespretensiones nos lleva, sin duda, a transitarrutas difíciles. Entraña encrucijadas en lascuales es necesario echar mano a la sabiduríaacumulada que representan las cienciashumanas y la teología. Y puede adquirir unadureza nada consoladora al obligarnos aenfrentar los límites de la realidad concreta,del mundo y la nuestra propia. Por eso, lo

que aquí se ofrece es, más que nada, unainvitación a mirar esa realidad de un modocristiano, es decir, de un modo esperanzado.Si en las comunidades educativas despiertaun deseo de revisar el estilo de nuestramarcha o de profundizar nuestra forma demirar el paisaje que transitamos, habrácumplido parte de su objetivo.

La crisis como desafío a laesperanza

No cabe duda de que estamos viviendo untiempo de profundos cambios. Se suele decir:un tiempo de crisis. Este es casi un lugarcomún. Crisis de la educación, crisiseconómica, crisis ecológica, crisis moral. Pormo-mentos, las noticias resaltan algunainiciativa exitosa o exhiben novedososdiagnósticos de la situación, pero pronto laatención vuelve a esa especie de malestar

general que adquiere distintos rostros opretextos. Algunos apuntan a un nivel másfilosófico y hablan de la “crisis del hombre” ola “crisis de la civilización”.¿En qué consiste dicha crisis? Tratemos dedescribirla, paso a paso. En primer lugar, setrata de una crisis global. No estamoshablando de asuntos que competen aámbitos definidos y parciales de la realidad.Si así fuera, bastarían las recetas simplistasque circulan habitualmente entre nosotros:“aquí el problema es la educación”, “la culpade todo la tiene la impunidad del delito”, “sise acaba la corrupción, se arregla todo”. Esevidente que la educación, la seguridad y laética pública son demandas urgentes ylegítimas de la sociedad. Pero no se trata sólode eso. Si la educación no termina dearticularse con la realidad social y económicadel país, si la corrupción parece un cáncerque todo lo invade, es porque la raíz de lacrisis es más amplia, más profunda. La

economía no es ajena a la política, ni ésta a laética social. La escuela es parte de un todomucho mayor, y la droga y la violencia tienenque ver con complicados procesoseconómicos, sociales y culturales. Todos losaspectos de la realidad, y la relación entreellos son los que conforman la crisis.Decir que la crisis es global, entonces, esdirigir la mirada hacia las grandes vigenciasculturales, las creencias más arraigadas, loscriterios a través de los cuales la gente opinaque algo es bueno o malo, deseable odescartable. Lo que está en crisis es toda unaforma de entender la realidad y deentendernos a nosotros mismos.En segundo lugar, la crisis es histórica. No esla “crisis del hombre” como un ser abstractoo universal: es una particular inflexión deldevenir de la civilización occidental, quearrastra consigo al planeta entero. Es verdadque en toda época hay cosas que funcionan

mal, cambios que realizar, decisiones quetomar. Pero aquí hablamos de algo más.Nunca como en esta época, en los últimoscuatrocientos años, se han visto tanradicalmente sacudidas las certezasfundamentales que hacen a la vida de losseres humanos. Con gran potenciadestructiva se muestran las tendenciasnegativas. Pensemos solamente en eldeterioro del medio ambiente, en losdesequilibrios sociales, en la terriblecapacidad de las armas. Tampoco han sidonunca tan poderosos los medios deinformación, comunicación y transporte, conlo que esto tiene de negativo (la pormomentos compulsiva uniformacióncultural, de la mano de la expansión delconsumismo), pero sobre todo de positivo: laposibilidad de contar con medios poderosospara el debate, el encuentro y el diálogo,junto a la búsqueda de soluciones.Lo que cambia, entonces, no es sólo la

economía, las comunicaciones o la relaciónde fuerzas entre los factores mundiales depoder, sino el modo en que la humanidadllevaadelante su existencia en el mundo. Y estoafecta tanto a la política como a la vidacotidiana, a los hábitos de alimentacióncomo a la religión, a las expectativascolectivas como a la familia y el sexo, a larelación entre las diversas generacionescomo a la experiencia del espacio y el tiempo.Para ayudar a visualizar las verdaderasdimensiones del desafío ante el cual nosencontramos, haremos un rápido repaso aalgunas cuestiones que habitualmente sepresentan como marcando el paso delcambio de siglo, señalando al mismo tiemposu incidencia en nuestra tarea educativa, ysin olvidar las caracterizaciones aportadas enlos anteriores mensajes a los colegios:

1. Los avances tecnológicos

(informática, robótica, nuevosmateriales...) han modificadoprofundamente las formas deproducción. Hoy no se consideratan importante la mano de obracomo la inversión en tecnología,comunicaciones y desarrollo delconocimiento (de las nuevastécnicas, de las nuevas formas detrabajo, de la relación entreproducción y consumo). Esto traeobviamente, importantes cambiossociales y culturales. Y entraña unim-portante desafío para loseducadores.

2. La economía se ha mundializado.El capital no reconoce fronteras: seproduce por segmentos, en distintoslugares del mundo, y se vende en unmercado también mundializado.Todo esto tiene también serias

consecuencias en el mercadolaboral y en el imaginario social.

3. Los desequilibriosinternacionales y sociales tienden aprofundizarse: los ricos son cadavez más ricos y los pobres, cada vezmás pobres; y esto de un modo cadavez más acelerado. Continentesenteros son excluidos del mercado,y grandes sectores de la población(incluso de los países desarrollados)quedan fuera del circuito de bienesmateriales y simbólicos de lasociedad.

4. En todo el mundo crece eldesempleo, no ya como problemacoyuntural sino más bienestructural. La economía actual nocontempla la posibilidad de quetodos tengan un trabajo digno.Sectores enteros de trabajadores, en

la misma dinámica, se proletarizan.Entre otros, los de la educación.

5. Se agrava el problema ecológico.El medio ambiente se deteriorarápidamente, se agotan los recursosenergéticos tradicionales, el actualmodelo de desarrollo se revelaincompatible con la preservacióndel ecosistema.

6. Caen los totalitarismos y se da entodo el mundo una ola dedemocratización que no parece sercoyuntural. Junto con ello,asistimos a un fuerte proceso dedesmilitarización, con el fin de laGuerra Fría y el desarme nuclear ycon la caída de los regímenesmilitares en distintos lugares delmundo. Pero, al mismo tiempo,resurgen los nacionalismos y laxenofobia, dando lugar a graves

hechos de violencia social y racial eincluso a cruentas guerras civiles einterétnicas. Y sabemos porexperiencia que los problemasescolares debidos a cuestiones dediscriminación étnica, nacional osocial no son sólo patrimonio deotras latitudes.

7. Los grandes partidos políticospierden vigencia y representatividado perciben un debilitamiento de lasmismas. Se da en las sociedades unafuerte crisis de participación (lagente se desinteresa de la política) yde representación (aparecenmuchos que no se sientenrepresentados por las estructurastradicionales). Surgen, enconsecuencia, nuevos actores yformas de participación social,ligadas a reivindicaciones más

parciales: medio ambiente,problemas vecinales, cuestionesétnicas o culturales, derechos hu-manos, derechos de las minorías...

8. Los avances tecnológicosproducen una verdadera revolucióninformática y multimediática. Estotrae importantísimas consecuenciasno sólo económicas y co-merciales,sino también culturales. Ya no hacefalta moverse del hogar para estaren contacto con todo el mundo, en“tiempo real”. La “realidad virtual”abre nuevas puertas para lacreatividad y la educación, ytambién cuestiona las formastradicionales de comunicación conserias implicancias antropológicas.A los educadores se les plantea laencrucijada de tratar de estar al díacon los pobres recursos con que

muchas veces cuentan o aceptarresignadamente que los avances noson para todos. Muchos niñospodrán aprovechar las ventajas deInternet, pero muchos otrosseguirán sin tener acceso alconocimiento (e incluso alreconocimiento como ciudadanosiguales, más allá de la formalidaddel DNI y el voto).

9. Continúa y se profundiza elproceso de transformación delpapel social, familiar y laboral de lamujer. Su nuevo modo de in-sercióntrae consigo grandes cambios en laestructura de la sociedad y de lavida familiar.

10. La ciencia y la técnica abren laspuertas de la revolución bio-tecnológica y la manipulacióngenética: En poco tiempo más se

podrá modificar la reproducciónhumana, casi a pedido de losindividuos o de las necesidades delas sociedades, profundizando laactual práctica de modelar el cuerpoy la personalidad por mediostécnicos.

11. Lejos de desaparecer, la religiónadquiere nuevas fuerzas en elmundo actual. Aunque, además,vuelven a cobrar vi-gencia prácticasmágicas que parecían superadas; sepopularizan concepciones de tipomístico antes circunscriptas aculturas tradicionales. Al mismotiempo, se radicalizan algunasposturas fundamentalistas, tanto enel Islam como en el cristianismo yel judaísmo.

Cada uno de estos puntos podría ser objetode un extenso tratamiento, y seguramente

aparecerían más desafíos para los cuales notenemos respuestas definidas y ni siquierauna somera opinión formada. No hace faltainsistir en las consecuencias que estasprofundas mutaciones tienen en losindividuos, las comunidades y lasorganizaciones. ¿Có-mo nos paramos, comocomunidad cristiana, como comunidadeducativa, ante conflictos tan enormes yespinosos como los que acabamos depuntear? Nuestra reflexión sobre laesperanza nos llevará ahora a tratar deabrirnos paso por entre medio de caminosequívocos: un discernimiento de las diversasactitudes que pueden darse entre nosotrosante estos desafíos.

Abriéndonos camino hacia laesperanza

En primer lugar, hay quienes desarrollan una

actitud ingenuamente optimista ante loscambios. Suponen que la humanidadsiempre avanza hacia adelante (todo lonuevo es siempre mejor), y se apoyan endiversos “datos” para certificar suoptimismo: las posibilidades que ofrece larevolución informática, las predicciones delos “gurúes” del primer mundo, las nuevasformas de organización empresarial, el fin delos conflictos ideológicos...Consideran que los grandes desequilibriossociales e internacionales seránexitosamente superados profundizando elrumbo actual. La tecnología resolverá, sinduda, los problemas del hambre y laenfermedad. La crisis ecológica serácontrolable aplicando nuevas recetastécnicas. La escuela es, así, el lugar dondetodos estos avances se ofrecen a las nuevasgeneraciones, que sin duda sabránaprovecharlos para bien de todos. Casiestamos escuchando a los ilustrados de

siglos pasados.¿Qué decir ante esta postura? Por un lado, sucreencia básica carece de todo fundamentoserio: nada nos garantiza que haya unprogreso ascendente en la historia humana.Puede haber, sí, mejoras diversas endistintos campos. Pero, de hecho, muchosdatos, como la crisis ecológica y laaparentemente atenuada (¿para siempre?)posibilidad de un holocausto nuclear, nosllenan de alarma más que de confianza. Lasexperiencias terribles de este siglo, además,nos aleccionan acerca de la enormecapacidad de irracionalidad yautodestrucción que posee la especiehumana. La civilización ha resultado serbastante bárbara.Sorprende la admirable capacidad de estapostura, para cerrar los ojos a los aspectosnegativos (que no son pocos, como hemosvisto) del progreso científico-tecnológico o a

los serios límites que exhiben las diversasformas de organización política y social; a lavez que exhibe una confianza plena enfuerzas impersonales e indeterminadas,como el mercado, adjudicándole capacidadpara procurar el bien de todos.Se combina con la pose autosuficiente, seade un individuo, un grupo o un estado. Noespera más que en sí. Impone las reglas deljuego. Incapaz de percibir la propia llaga ypecado, no sabe cómo auxiliar la indigenciaajena. Es un desfigurar la actitud de serenaconfianza del que conoce sus talentos ylímites, estimando adecuadamente susposibilidades y las del conjunto del que esparte. Porque el hombre puede con sus obrasolvidar su finitud y mortalidad constitutivas.En el ala opuesta, están quienes adoptan unapostura cerradamente crítica, pesimistafrente a todo proceso de cambio. Ubicándose“afuera” del mismo, denuncian sus aspectos

más destructivos, generalizando sus efectosperversos y condenando en bloque todo elmovimiento. Son expertos en descubrirconspiraciones, en deducir consecuenciasnefastas para la humanidad, en detectarcatástrofes. Por analogía con un movimientoespiritual y teológico del siglo II a. C., estamentalidad suele denominarse“apocalíptica”. Se apoya en una creenciabásica tan endeble como la de la posturaopuesta: los aspectos negativos de lasrealidades históricas son proyectadosimaginativamente hasta su más terribleposibilidad, y esa imagen es tomada como laexpresión adecuada del proceso histórico.La fobia al cambio hace que quienes tiendena esta actitud no puedan tolerar laincertidumbre y se replieguen ante lospeligros, reales o imaginarios, que todocambio trae consigo. La escuela como“bunker” que protege de los errores “deafuera” es la expresión caricaturizada de esta

tendencia. Pero esa imagen refleja de unmodo estremecedor lo que experimentanmuchísimos jóvenes al egresar de losestablecimientos educativos: una insalvableinadecuación entre lo que les enseñaron y elmundo en el cual les toca vivir.Por supuesto, subyace a esta mentalidad unaconcepción pesimista de la libertad humanay, en consecuencia, de los procesoshistóricos, que quedan casi en manos delmal. Y se llega a una parálisis de lainteligencia y la voluntad. Parálisis depresivay sectaria: no sólo se trata de que no haynada por hacer, sino que no se puede hacernada para evitar la catástrofe, salvoabroquelarse en el cada vez más pequeñonúcleo de los “puros”.También se sienten desilusionados con Dios,a quien culpan de que las cosas vayan mal.Se muestran impacientes ante la supuestalentitud del accionar de Dios. Algunos eligen

refugiarse tras un muro defensivo,relamiendo su pesar y otros optan porevadirse en gratificaciones ñoñas. Lo mismoocurre cuando se trata de fracasospersonales, que se rodean sin asumirlos nitrascenderlos, pero que van dejandoenredados.Todavía podemos encontrar otra actitudigualmente estéril: la de aquellos que se dancuenta de la dificultad de la toda acciónconcreta y entonces “se lavan las manos”.Curio-samente, comparten el diagnóstico delos pe-simistas en lo que hace a la realidadsocial e histórica, pero le quitan la carga deresentimiento ético: si no se puede mejorarla situación de la humanidad en su conjunto,hagamos lo que se puede hacer. Ese “lo quese puede hacer”, por lo general, tiene que vercon actuar en la línea de los acontecimientosy tendencias dominantes sin analizarlascríticamente o intentar reorientarlaséticamente. Esta actitud suele caracterizarse

como prag-mática, porque separa la praxisindividual o histórica de toda consideraciónética y espiritual. Necesariamente, tiene queignorar los inocultables reclamos de justicia,humanidad o responsabilidad socialhistórica. Su pesimismo es tan fuerte comoel de la postura anteriormente descripta,pero no lleva a la parálisis, sino a lahipocresía o al cinismo. También en nuestrarealidad educativa, en ocasiones más atenta acuestiones “de caja” o a la apariencia de“excelencia” que a intentar aportar algo a laconstrucción de una sociedad más humana.

Por la senda deldiscernimiento

Ante estas posturas, la esperanza, que nuncadescarta nada de plano, opta por elaborar uncuidadoso discernimiento que rescate elaspecto de verdad que se da en cada una de

estas actitudes, pero encuentre el caminohacia una vía más integral y constructiva. Yeso, por sus propios motivos, que másadelante pondremos de manifiesto.En la realidad actual, hay muchos elementosque, bien orientados, pueden mejorarenormemente la vida de los seres humanossobre la tierra. No cabe duda de que latecnología ha puesto en nuestras manosinstrumentos poderosísimos que puedenservir al hombre. No podemos negar elavance que significan el proceso deemancipación de la mujer, lascomunicaciones, los aportes de la ciencia enlo que hace a la salud y el bienestar de laspersonas, la ampliación de horizontes quehan traído los medios de comunicaciónsocial a millones de seres humanos queanteriormente sólo se movían en el mundoreducido de su comunidad local y su trabajopara subsistir.

Del mismo modo, no podemos ignorar in-genuamente los peligros que el actualproceso encierra: deshumanización, seriosconflictos sociales e internacionales,exclusión y muerte de multitudes... Elpesimismo de los apocalípticos no esgratuito: en muchos aspectos, y para muchaspersonas, el futuro revela un rostroamenazante. Es muy cierto también queresulta difícil que brote una actitud deauténtica esperanza en alguien que no hayapadecido la desilusión de lo que deseaba.Y aun así, en algún punto, es necesario“hacer de tripas corazón” y seguir viviendo,aunque no quede mucho espacio para losideales. “Lo mejor es enemigo de lo bueno”, yasí es como también el pragmatismoadquiere su parte de verdad.¿Qué concluimos de todo esto? Que la es-peranza se presenta, en un primer momento,como la capacidad de sopesar todo y

quedarse con lo mejor de cada cosa. Dediscernir. Pero ese discernimiento no esciego o improvisado: se realiza sobre la basede una serie de presupuestos y en orden aunas orientaciones, de carácter ético yespiritual. Implica preguntarse qué es lobueno, qué es lo que deseamos, hacia dóndequeremos ir. Incluye un recurso a losvalores, que se apoyan en una cosmovisión.En definitiva, la esperanza se anudafuertemente con la fe. Así la esperanza vemás lejos, abre a nuevos horizontes, invita aotras honduras.La esperanza sostiene sin ser vista muchasde las esperas humanas, que son a plazo fijo.La esperanza necesita legitimarse conmediaciones eficaces que la acrediten; sonencarnaciones que ya introducen y concretan– aunque no agotan – los valores más altos.Aunque también hay esperas vanas, que noson conducentes a una humanización plena,porque desconocen o atrofian su condición

de ser pensante (y lo reducen al orden de lasensación o de la materia), niegan sucondición personal que se realiza en el amary ser amado, y cercenan su abertura alAbsoluto (desdeñando su capacidad deadoración y su ejercicio orante).Por eso, podríamos enunciar aquelloscriterios que nos permitan discernir mejor,superando el divorcio entre el hacer y elcreer. A la vez que impedirá dejarnos seducirpor los ídolos siempre redivivos. Démosleprioridad: al amor sobre la razón, pero nuncade espaldas a la verdad; al ser sobre el tener;a la acción humana integral sobre la praxistransformadora que privilegia sólo laeficacia; a la actitud servicial sobre el hacergratificante; a la vocación última sobre lasmotivaciones penúltimas.

Las raíces de la esperanza

Si la historia no es, como se creía en lostiempos de plena vigencia de los ideales de laModernidad, un progresivo y lineal avancehacia un hipotético reino de la libertad, unamarcha triunfal de la razón, sino que se nospresenta, a quienes vivimos estos difícilestiempos de desencanto, posmodernidad ycambio de siglo, como el escenario dondetranscurre el ambiguo drama humano,drama sin libreto y sin garantía de éxito,¿cuál puede ser el fundamento de laesperanza? Y no ya de una esperanza“fuerte”, sino incluso de la motivación parasostener un compromiso inmediato, cara acara, pero con frutos diferidos en el tiempo.Se trata de una cuestión ya tematizada porfilósofos y teólogos: la consistencia delfuturo como dimensión antropológica y, enla perspectiva de la fe cristiana, la relaciónentre escatología e historia, entre la esperadel Rei-no y la construcción de la ciudadtemporal. Por supuesto que no entraremos

aquí a analizar estas cuestiones,argumentando y exponiendo losfundamentos bíblicos, históricos y teóricosque llevan a sostener determinadasafirmaciones que son, a esta altura,patrimonio de toda la Iglesia. Simplemente,presentaremos de un modo sencillo algunostemas de nuestra fe que justifican y vivificannuestra esperanza.Para los cristianos, la creencia quefundamenta su postura ante la realidad seapoya en el testimonio del NuevoTestamento, que nos habla de Jesucristo,Dios hecho hombre, que con su resurreccióninaugura ya entre nosotros el Reino de Dios.Un Reino no puramente espiritual o interior,sino integral y escatológico. Capaz de darsentido a toda la historia humana y a todocompromiso en esa historia. Y no “desdeafuera”, desde un mero imperativo ético oreligioso, sino “desde adentro”, porque eseReino ya está presente, transformando y

orientando la misma historia hacia sucumplimiento pleno en justicia, paz ycomunión de los hombres entre sí y conDios, en un mundo futuro transfigurado.En tiempos recientes, existió entre muchoscristianos la sensación de que esa presenciadel Reino podía generar, mediando elcompromiso histórico, un anticipo real,concreto, de ese mundo nuevo. Una sociedadmejor, más justa y humana, que venía a seruna especie de primer esbozo o preludio delo que esperamos para el fin de los tiempos.Es más, se creía que la acción de loscristianos podía verdaderamente “adelantar”la venida del Reino, dado que el Señor habíadejado en nuestras manos la posibilidad decompletar su tarea.Pero las cosas no salieron como se esperaba.Claramente en nuestro país, pero no soloaquí, los intentos de humanizar la economía,de construir una comunidad más justa y

fraterna, de ampliar los espacios de libertad,bienestar y creatividad, fueron agotándose ydoblegándose ante la arrolladora dinámica deconcentración del capital que caracterizaestas últimas décadas. Al intento deconcretar la utopía lo siguió la resignación deaceptar los condicionamientos internos yexternos. A la afirmación de lo deseable lasuplantó la re-ducción a lo posible. Laspromesas no se cumplían. Es más: revelabanhaber sido sólo una ilusión... Pensemos si elactual desinterés de las generaciones másjóvenes por la política, o por otros proyectoscolectivos, no tiene que ver con estaexperiencia de frustración.Pero, ¿será que el desencanto posmoderno,presente no sólo en la política sino tambiénen la cultura, el arte y la vida cotidiana,arrastra consigo todo atisbo de esperanzafundada en la espera del Reino? ¿O, por elcontrario, la idea del Reino que comienzaentre nosotros, núcleo de la predicación y

acción de Jesús, y experiencia íntima pero nointimista entre los creyentes luego de suresurrección, tiene todavía algo que decirnosen estos tiempos? ¿Existe, más allá deaquellas identificaciones tal vez demasiadolineales, alguna relación entre el mensajeteológico del Reino y la historia concreta enla cual estamos inmersos y de la cual somosresponsables los hombres?Siempre nos ha resultado sumamenteinspiradora la parábola de la semilla quecrece por sí misma (Mc 4,26-29). Pero cadavez se nos hace más difícil (por experiencia ypor honestidad intelectual) entenderla desdela idea de “desarrollo”. Jesús no estaríahablando aquí de que la historia vaya“madurando” en el tiempo, por la acciónoculta del Reino, hasta llegar a su plenitud.Simplemente, porque la idea de un“crecimiento orgánico” le era extraña alhombre antiguo. Entre la semilla y el frutono se veía continuidad, sino contraste: un

hecho casi milagroso. La parábola de Jesúsintentaba mostrar el Reino como unarealidad oculta a los ojos humanos, pero queproducirá su fruto por la acción de Dios,independientemente de lo que haga elsembrador.¿Significa esto aceptar una disociación entreel esfuerzo humano y la acción divina?¿Justifica una postura de escepticismo opragmatismo? De algún modo, es lo que lepasa a tanta gente en la actualidad. Elindividualismo y el esteticismoposmodernos, cuando no el pragmatismo ycierto cinismo contemporáneos, sonresultado de la caída de las certezashistóricas, de la pérdida de sentido de laacción humana como constructora de algoobjetiva y concretamente mejor. También enel caso de algunos cristianos, puedeexpresarse en un mero “vivir el mo-mento”(aunque sea el “momento” de la experienciaespiritual) esperando pasivamente que el

Reino “caiga” del cielo.Pero la esperanza cristiana no tiene nada quever con eso. En todo caso, debemosreconocer que no hay una continuidad linealentre historia y consumación del Reino, en elsentido de un avance o ascensoininterrumpido. Así como la consumaciónindividual (el encuentro con Dios y definitivatransfiguración personal en la resurrección)pasa en la inmensa mayoría de los casos porun terrible momento de “discontinuidad”, defracaso y de destrucción (la muerte), no hayporqué rechazar que eso mismo puedasuceder con la historia en su conjunto. Heaquí la verdad de la mentalidad apocalíptica:este mundo pasa, no hay plenitud sin algunaforma, aunque no podamos predeterminarcuál, de destrucción o pérdida. Pero tampocosin continuidad alguna: ¡seré yo mismo elque resucite! ¡Será la misma humanidad, lamisma creación, la misma historia la queserá transfigurada en la plenitud de los

tiempos! Continuidad y discontinuidad. Unarealidad misteriosa de presencia-ausencia,del “ya” cumplimiento de las promesas pero“todavía no” de un modo pleno. Un Reinoque efectivamente “está cerca”, en todomomento, en todo lugar, incluso en la peorde las situaciones humanas. Y que algún díadejará de estar oculto para manifestarseplena y patentemente.

La esperanza y la historia

¿Qué certezas nos quedan, entonces? ¿Quéelementos nos ofrece la fe para fundamentarla esperanza?En primer lugar, que esta historia , y no unapretendida “dimensión espiritual”, es el lugarde la existencia cristiana. El lugar de larespuesta a Cristo, el lugar de la realizaciónde nuestra vocación. Es aquí donde el Señorresucitado nos sale al encuentro a través de

signos que hay que reconocer en la fe yresponder en el amor. El Señor viene, estáviniendo, de múltiples maneras perceptiblescon los ojos de fe: en los signossacramentales y en la vida de la comunidadcristiana, pero también en todamanifestación humana donde se realiza lacomunión, se promueve la libertad, seperfecciona la creación de Dios. Perotambién viene en el reverso de la historia: enel pobre, el enfermo, el marginado (cf Mt25,31-45; y el Documento de Puebla, 31-39).Está viniendo de todos esos modos, y elsignificado de la consumación definitiva nopuede disociarse de todas estas venidas.Y es aquí donde adquiere sentido otradimensión de la esperanza: la vitalidad de lamemoria. La Iglesia vive de la memoria delResucitado. Es más: apoya su caminohistórico en la certeza de que el Resucitadoes el Crucificado: el Señor que viene es elmismo que pronunció las Bienaventuranzas,

que partió el pan con la multitud, que curó alos enfermos, que perdonó a los pecadores,que se sentó a la mesa con los publicanos.Hacer memoria de Jesús de Nazaret en la fedel Cristo Señor nos habilita para “hacer loque él hizo”, en memoria suya. Y aquí seincorpora toda la dimensión de la memoria,porque la historia de Jesús se empalma conla historia de los hombres y los pueblos ensus búsquedas imperfectas de un Banquetefraterno, de un amor perdurable. Laesperanza cristiana, de ese modo, despierta ypotencia las energías quizás enterradas denuestro pasado, personal o colectivo, elrecuerdo agradecido de los momentos degozo y felicidad, la pasión quizás olvidada porla verdad y la justicia, los chispazos deplenitud que el amor ha producido ennuestro camino. Y también, porqué no, lamemoria de la Cruz, del fracaso, del dolor,esta vez para transfigurarla exorcizando losdemonios de la amargura y el resentimiento

y abriendo la posibilidad de un sentido máshondo.Pero además, la tensión hacia esaconsumación nos dice que esta historia tieneun sentido y un término. La acción de Diosque comenzó con una Creación en cuya cimaestá la creatura que podía responderle comoimagen y semejanza suya, con la cual élpodía entablar una relación de amor, y quealcanzó su punto maduro con la Encarnacióndel Hijo, tiene que culminar en una plenarealización de esa comunión de un modouniversal. Todo lo creado debe ingresar enesa co-munión definitiva con Dios, iniciadaen Cristo resucitado. Es decir: debe haber untérmino como perfección, como acabamientopositivo de la obra amorosa de Dios. Untérmino que no es resultado inmediato odirecto de la acción humana, sino que es unaacción salvadora de Dios, el broche final de laobra de arte que él mismo inició y en la cualquiso asociarnos como colaboradores libres.

Y si esto es así, la fe en la Parusía oconsumación escatológica se tornafundamento de la esperanza y cimiento delcompromiso cristiano en el mundo. Lahistoria, nuestra historia, no es tiempoperdido. Todo lo que vaya en la línea delReino, de la verdad, la libertad, la justicia y lafraternidad, será recuperado y plenificado. Yesto cuenta no sólo para el amor con que sehicieron las cosas, como si la obra noimportara. Los cristianos hemos he-cho,muchas veces, demasiado hincapié en las“buenas intenciones” o en la rectitud deintención. La obra de nuestras manos –y nosólo la de nuestro corazón– vale por sí mis-ma; y en la medida en que se oriente en lalínea del Reino, del plan de Dios, seráperdurable de un modo que no podríamosimaginar. En cambio, lo que se oponga a eseReino, además de tener los días contados,será definitivamente descartado. No seráparte de la Nueva Creación.

La esperanza cristiana no es, entonces, un“consuelo espiritual”, una distracción de lastareas serias que requieren nuestra atención.Es una dinámica que nos hace libres de tododeterminismo y de todo obstáculo paraconstruir un mundo de libertad, para liberara esta historia de las cadenas de egoísmo,inercia e injusticia en las cuales tiende a caercon tanta facilidad.

Invitaciones

Quedan por decir algunas palabras finales.Este trayecto que hemos hecho, desde eldesencanto del cambio de siglo hasta la fe enla Venida del Reino y de ahí a la recuperaciónde la esperanza y el compromiso concreto,abre nuevas posibilidades para la tareaeducativa que se nos ha encomendado y quehemos abrazado con amor. Quisiera señalarestas invitaciones concretas que la esperanza

nos hace:La invitación a cultivar los lazos personalesy sociales, revalorizando la amistad y lasolidaridad. La escuela sigue siendo el lugardonde las personas pueden ser reconocidascomo ta-les, acogidas y promovidas. Si bienno habrá que descuidar una válidadimensión de eficiencia y eficacia en latransmisión de conocimientos que permitana nuestros jóvenes ha-cerse un lugar en lasociedad, es fundamental que seamos“maestros de humanidad”. Y éste puede serun aporte importantísimo que la educacióncatólica ofrezca a una sociedad que pormomentos parece haber renunciado a loselementos que la constituían comocomunidad: la solidaridad, el sentido dejusticia, el respeto por el otro, en particularpor el más débil y pequeño. La competenciadespiadada tiene un destacado lugar ennuestra sociedad. Aportemos nosotros elsentido de justicia y la misericordia.

La invitación a ser audaces y creativos. Lasnuevas realidades exigen nuevas respuestas.Pero antes, exigen un espíritu abierto querealice un discernimiento constructivo, queno se aferre a certezas rancias y se anime avislumbrar otras formas de plasmar losvalores, que no dé la espalda a los desafíosdel tiempo presente. He aquí una auténticaprueba para nuestra esperanza. Si estápuesta en Dios y su Reino, sabrá liberarse delastres, miedos y reflejos esclerotizados paraatreverse a construir lo nuevo desde eldiálogo y la colaboración.La invitación a la alegría, a la gratuidad, a lafiesta. Quizás la peor de las injusticias deltiempo presente es la tiranía del utilitarismo,la dictadura de la adustez, el triunfo de laamargura. Está en la autenticidad de nuestraesperanza el saber descubrir, en la realidadcotidiana, los motivos, grandes o pequeños,para reconocer los dones de Dios, paracelebrar la vida, para salir de la cadena del

debe y el haber y desplegar el gozo de sersemillas de una nueva creación. Para hacerde nuestras escuelas un lugar de trabajo yestudio, sí, pero también –y, me atrevería adecir, ante todo– un lugar de celebración,encuentro y gratuidad.Y por fin, la invitación a la adoración y a lagratitud. En el vertiginoso existir de cadadía, es posible que nos olvidemos de atenderesa sed de comunicación que nos habita enlo más hondo. La escuela puede introducir,guiar y ayudar a sostener el encuentro con elViviente, enseñando a disfrutar de supresencia, a rastrear sus huellas, a aceptar su“es-condimiento”. Imperdible tiene que serel aficionarse a tratar con Él.Me animo a que tomemos estas palabras dehombres del siglo XVI, para hablarle a Diosen este siglo nuevo, en la continuidad de unmismo amor:

Muéveme, al fin, tu amor y en tal

manera,que aunque no hubiera cielo, yo teamara,y aunque no hubiera infierno, tetemiera.No me tienes que dar porque tequiera;pues, aunque lo que espero noesperara,lo mismo que te quiero te quisiera.

(Anónimo español)

Clave de lectura para trabajara solas o en grupo

Reflexionamos– Cada uno escriba lo que significa paraél/ella la palabra ESPERANZA y pónganlo encomún.– Pregúntese cada uno: ¿Qué clase deeducador soy?+ ¿ Esperanzado?

+ ¿Autosuficiente?+ ¿Optimista?+ ¿Pesimista?¿En qué lo observo? ¿Por qué?– Luego, más a fondo, dedique un tiempopara leer entre las alternativas que siguen yresponder:+ ¿cultivo los lazos personales y sociales enmi comunidad educativa? ¿Cómo?+ ¿Soy audaz y creativo o más bien cómodo ytemeroso en mi tarea cotidiana?+ ¿Vivo la alegría, la gratuidad y la fiesta queme regala la fe?+ ¿Tengo actitudes de adoración a Dios ygratitud, las comparto con mis pares y lastransmito a mis alumnos?

Leemos

“Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, asícomo hay una misma esperanza, a la que

ustedes han sido llamados, de acuerdo a lavocación recibida.”

Efesios 4,4

“Y la esperanza no quedará de-fraudada,porque el amor de Dios ha sido derramadoen nuestros corazones por el Espíritu Santo,que nos ha sido dado.”

Romanos 5,5

Pensamos

“Para lograr la síntesis entre fe y vida en lapersona del alumno, la Iglesia sabe que elhombre necesita ser formado en un procesode continua conversión para que llegue a seraquello que Dios quiere que sea. La EscuelaCatólica en-seña a los jóvenes a dialogar conDios en las diversas situaciones de su vidapersonal. Los estimula a superar elindividualismo y a descubrir, a la luz de lafe, que están llamados a vivir de una

manera responsable, una vocación específicaen un contexto de solidaridad con los demáshombres. La trama misma de la humanaexistencia los invita, en cuanto cristianos, acomprometerse en el servicio de Dios enfavor de los propios hermanos y atransformar el mundo para que venga a seruna digna morada de los hombres.”

La Escuela Católica IV,45

Revisamos nuestra tarea– Dentro de la crisis que atravesamos y quenos involucra a todos, ¿qué está en crisis ennuestra comunidad? ¿Cuál creemos que es lacausa?– ¿Qué acciones concretas estamos llevandoa cabo dentro y fuera del aula parasuperarla?– ¿Qué acciones podemos proyectar comogrupo, como comunidad, con el aporte detodos, quedándonos con lo mejor de cada

persona y de cada situación?– ¿Cómo nos paramos, como comunidadcristiana, como comunidad educativa, antelos enormes conflictos que nos plantea elpresente?

Oramos

“El Señor es mi luz y mi salvación,¿a quién temeré?El Señor es el baluarte de mi vida,¿ante quién temblaré?Cuando se alzaron contra mílos malvadospara devorar mi carne,fueron ellos, mis adversariosy enemigos,los que tropezaron y cayeron.Aunque acampe contra mí un ejército,mi corazón no temerá;

aunque estalle una guerra contra mí,no perderé la confianza.Una sola cosa he pedido al Señor,y esto es lo que quiero:vivir en la Casa del Señortodos los días de mi vida,para gozar de la dulzura del Señory contemplar su Templo.”

Salmo 27

4Hacer de nuestras

comunidades un corazónabierto a las necesidades de

los hombres

Un corazón hospitalario

Quisiera pedirles que por un instante meacompañen en un pequeño ejercicio de laimaginación. No será difícil: vamos a apelar aexperiencias y sentimientos que todos,alguna vez, hemos tenido.Imaginemos que somos una persona quenació y vivió en uno de los pueblitos delnorte de nuestro país. Pero no de esospueblos visitados por el turismo, dondepasan micros y se ve la televisión. Alguien deesos caseríos que no aparecen en ningúnmapa, por los cuales no pasa ninguna ruta, adonde rara vez llega un vehículo... Un lugarque no podemos llamar “olvidado” porque enrealidad nunca estuvo en la conciencia o lamemoria de nadie, salvo de sus poquitoshabitantes. Sin duda quedan lugares así en

nuestro país, más de los que creemos.Somos una persona de ese lugar. Y un día, noimporta ahora cómo o porqué, llegamos a lagran ciudad. A Buenos Aires. Sin direccionesde nadie, sin un objetivo determinado.Hagamos un esfuerzo de la imaginación, pe-ro implicando el corazón. Más allá de losdetalles que podría registrar un dibujoanimado (las dificultades para cruzar unaavenida, el asombro ante los grandesedificios y carteles luminosos de la 9 de julio,el miedo al subte), pongamos en foco, antetodo, la soledad inmensa en medio de lamultitud, la incomunicación, el no saber nisiquiera qué preguntar, dónde buscar ayudao qué ayuda buscar. El aislamiento.Imaginemos, sintamos físicamente el dolorde los pies luego de horas de caminar por lagran ciudad. No sabemos dónde descansar.Cae la noche. En un banco de una plazacéntrica, nos asustaron unos muchachos consus burlas, y supimos que al menor descuido

se quedarían con nuestro bolso, lo único quetrajimos. El aislamiento se convierte enangustia, la inseguridad, en franco miedo.Hace frío, hace un rato lloviznó y tenemoslos pies húmedos. Y delante nuestro, la larganoche.Una sola pregunta querría brotar de esagarganta amordazada por el nudo de lasoledad y el temor: ¿no habrá algún corazónhospitalario que me abra una puerta, meofrezca algo caliente y me permita descansar,me sostenga y me dé ánimos para decidir mirumbo?Un corazón abierto. Una acogida cordial,decía el documento Líneas Pastorales parala Nueva Evangelización. Porque, sin duda,us-tedes habrán comprendido rápidamente adónde iba la ejercitación propuesta: a centrarnuestra atención en la necesidad deconvertirnos, nosotros cristianos, nosotroseducadores, nosotros miembros de

comunidades educativas, en ese corazón querecibe, que abre puertas, que resguarda unjardín de humanidad y afecto en medio de lagran ciudad con sus máquinas, sus luces y suextendida orfandad.Podríamos haber comenzado esta reflexiónde otro modo: citando autores, documentos,teorías acerca de la situación del hombrecontemporáneo, de su extrañamiento, de sudespersonalización. Pero preferí invitarlos averlo desde el sentimiento, desde el corazón.Porque este ministerio de la acogida cordial,de la sanación de la persona humana por elamor hospitalario, es ante todo respuesta auna experiencia, no a una idea. Laexperiencia humana, ética, de percibir eldolor y la necesidad del hermano. Y en ella,la experiencia teologal de reconocer al Señorque está de paso (Mateo 25,35c), al peregrinoque está al descampado cuando cae la tarde yel día se acaba (Lucas 24,29). Y de saber que,al abrirle el corazón, estaremos permitiendo

que ponga su Morada entre nosotros (Jn 1,14). Para descubrir, llenos de alegría, que enese momento los papeles se invierten y esaMorada, su Corazón de hermano, padre ymadre, se abre y nos recibe a nosotros, quefinalmente llegamos así al hogar.Quiero entonces, hermanos, invitarlos a quereflexionemos juntos acerca de la escuelacomo lugar de acogida cordial, como casa ymano abierta para los hombres, mujeres,jóvenes, niños y niñas de esta ciudad. Y quelo hagamos, desde la experiencia que hemosrevivido, con toda la seriedad y profundidadque estas breves páginas nos permitan.Pero antes de entrar de lleno en el tema,quiero adelantarme y pedirles que tengan encuenta, ya desde ahora, que atender a ladimensión de hospitalidad, ternura y afectode la escuela no significa, de ningún modo,dejar de lado su otra dimensión: la de unlugar que tiene un objetivo, una función es-

pecífica, que debe ser llevada a cabo conseriedad, eficacia, me atrevería a decir conprofesionalismo. ¿Acaso se oponen esos dosaspectos? Pueden oponerse, sin duda. Dehecho, nuestra sociedad tiende a oponer lagratuidad y la eficiencia, la libertad y eldeber, el corazón y la razón... Puedenoponerse, pero no tienen por qué hacerlo. Esnuestro desafío encontrar el camino desolución en un plano superior: la perspectivasapiencial que nos permita crear un espacio ala vez de acogida y de crecimiento. Esperoque estas reflexiones los animen a buscarlo.

Creciendo entre las cenizas:la orfandad en la cultura

contemporánea

Como dimos a entender más arriba, lavocación de nuestras escuelas de ser unámbito de acogida y reconocimiento de la

persona en su dimensión más plena, derivadel núcleo mismo del mensaje evangélico.Porque la escuela, como comunidad eclesial,está llamada a encarnar el amor de Cristo,que dignifica al hombre desde el centro de suser.Pero además, esta misión encuentra otraimportante motivación en la situaciónconcreta de las mujeres y los hombres ennuestra sociedad. Permítanme introducirahora algunas ideas que, en una primeramirada, pueden parecer sumamente duras yhasta pesimistas, pero que, por el contrario,constituyen el reconocimiento básico deaquello que clama a gritos por una palabra deesperanza.Hace un rato, al hablar de la ciudad, usé lapalabra orfandad. Quisiera ahora retomarla yhacerla el centro de este tramo de nuestra re-flexión. Ensayemos la siguiente línea depensamiento: debemos desarrollar y

potenciar nuestra capacidad de acogidacordial porque muchos de los que llegan anuestras escuelas lo hacen en una profundasituación de orfandad. Y no me refiero adeterminados conflictos familiares, sino auna experiencia que atañe por igual a niños,jóvenes y adultos, madres, padres e hijos.Para tantos huérfanos y huérfanas –nuestroscontemporáneos, ¿no-sotros mismosquizás?– la comunidad que es la escueladebería tornarse familia. Espacio de amorgratuito y promoción. De afirmación ycrecimiento.Hagamos un esfuerzo para precisar un pocomás esta idea. ¿En qué sentido decimos quevivimos en una situación de orfandad?Hace poco, conversando con algunosjóvenes, escuché estas estremecedorasafirmaciones: “Nosotros somos hijos delfracaso. Los sueños de un mundo nuevo denuestros padres, las esperanzas de los años

‘60, se quemaron en la hoguera de laviolencia, la enemistad y el sálvese quienpueda. La cultura de los negocios terminó dedeshacer lo que quedaba de aquellas brasas.Crecimos en un mundo de cenizas. ¿Cómoquieren que tengamos ideales o proyectos,que creamos en un futuro, en uncompromiso? Ni creemos ni dejamos decreer: simplemente, somos ajenos a todo eso.Nacimos en el desierto, entre las cenizas, yen el desierto no se siembra nada ni crecenada”. Por supuesto que no todos los jóvenesse identificarán con esto. Al menos, meparece que ese testimonio doloroso sirve deintroducción a los tres puntos que, a mijuicio, caracterizan la actual situación de or-fandad del hombre y la mujer de nuestraciudad: la experiencia de discontinuidad, elde-sarraigo y la caída de las certezas básicas.

La experiencia de

discontinuidad

La orfandad contemporánea tiene unaprimera dimensión que tiene que ver con lavivencia del tiempo, o mejor dicho, de lahistoria y de las historias. Algo estáquebrado, fragmentado. Algo que tendría queestar unido, justamente el puente que une,está roto o ausente. ¿Cómo es esto? Enprimer lugar, se trata de un déficit dememoria y tradición. La memoria comopotencia integradora de la historia; latradición concebida como la riqueza delcamino andado por nuestros mayores: ambasno se clausuran en sí mismas (en ese casocarecerían de sentido) sino que abren nuevosespacios de esperanza para seguircaminando. Las dolorosas experienciasvividas en nuestro país, sumadas a un ciertoexitismo economicista que tuvo su auge hacealgunos años, dieron como resultado unaruptura generacional que no se debe ya a los

ciclos normales de crecimiento y afirmaciónde los jóvenes, sino más bien a unaincapacidad de la generación adulta detransmitir los principios o ideales que laanimaron. Quizás debida a la terrible crisissufrida por aquella generación, a lasexperiencias de muerte que trajo consigo (yno me refiero sólo a los conflictos políticosque ya conocemos, sino también a la muerte-sida, como clausura o al menos serio límitedel horizonte de la revolución sexual, y hastaa la muerte del amor, en tantísimas parejasque no lograron llevar adelante sus proyectosde familia). ¿Cuántos pa-dres, digamos laverdad, han podido siquiera intentar undiálogo enriquecedor con sus hijos, querevisara y “pasara en limpio” sus diversasexperiencias, para que la generaciónsiguiente aprendiera de aciertos y errores ycontinuara algún camino, con todas lasrectificaciones del caso? ¡De cuántas cosasno se habla, de cuántas cosas no se ha

hablado, de cuántas cosas no se puedehablar! Cuántas veces se ha preferido “queempiecen de nuevo, de cero”, tanto en lasfamilias como en la sociedad argentina en suconjunto, en vez de acometer la dura tarea decontribuir a reencontrarse con las preguntase inquietudes que motivaron a toda unageneración, desde un diálogo aunque difícilsuperador de enconos y aislamientos.Y esa discontinuidad de la experienciageneracional no viene sola: prohija toda unagama de discontinuidades. La discontinuidad–más bien abismo– entre sociedad y cla-sedirigente (pienso en la clase política, pero nosólo), discontinuidad que tiene por amboslados una dosis de desinterés y voluntariaceguera, y la discontinuidad –o disociación–entre instituciones y expectativas personales(aplicable tanto a la escuela y la universidadcomo al matrimonio y las organizacioneseclesiales, entre otras).

Las formas del desarraigo

Discontinuidad: pérdida o ausencia de losvínculos, en el tiempo y en el entretejido so-ciopolítico que constituye a un pueblo. Pri-mer rostro de la orfandad. Pero hay más.Junto a la discontinuidad, ha crecidotambién el desarraigo. Lo podemos ubicar entres áreas:Primero, un desarraigo de tipo espacial, ensentido amplio. Ya no es tan fácil construir lapropia identidad sobre la base del “lugar”. Laciudad invade al “barrio” y lo hace estallardesde adentro. Es más: la ciudad global, quese identifica en las grandes cadenas, en loshábitos alimenticios, en la omnipresencia delos medios de comunicación, en la lógica, lajerga y el cruel folclore empresarial, suplantaa la ciudad “local”. De la cual, y sin exagerardemasiado, van quedando apenas un risibleresto “for export” y la trágica realidad –

¡también globalizada!– de la gente quepernocta en la calle, los niños explotados yahogados en pegamento y la violencia deldelito y la marginalidad. Tanto la identidadpersonal como la colectiva se resienten deesta disolución de los espacios; el conceptode “pueblo” tiene cada vez menos contenidoen la actual dinámica de fragmentación ysegmentación de los grupos humanos. Laciudad va perdiendo su capacidad deidentificar a los grupos humanos,poblándose, como señalaba hace ya unosaños un antropólogo francés, de “no-lugares”, espacios vacíos sometidosexclusivamente a lógicas instrumentales(funcionalidad, marketing) y privados desímbolos y referencias que aporten a laconstitución de identidades comunitarias.Y así, el desarraigo “espacial” va de la manocon las otras dos formas de desarraigo: elexistencial y el espiritual. El primero sevincula a la ausencia de proyectos, quizás a la

experiencia de “crecer entre las cenizas”, co-mo decía aquel joven que cité más arriba. Alno haber continuidad ni lugares con historiay sentido, (quiebre del tiempo y del espaciocomo posibilidad de constitución de laidentidad y de conformación de un proyectopersonal), se debilitan el sentimiento depertenencia a una historia y el vínculo conun futuro posible, un futuro que meinterpele y dinamice el presente. Esto afectaradicalmente a la identidad, porquefundamentalmente “identificarse espertenecer”. No es ajena a esto la inseguridadeconómica: ¿cómo arraigarse en el sueloexistencial de un proyecto personal si estávedada una mínima previsión de estabilidadlaboral?Y todavía esto tiene una cara más. Tanto eldesdibujarse de las referencias espacialescomo la ruptura de la continuidad entre elpa-sado, el presente y el futuro van vaciandotambién la vida del habitante de la ciudad de

determinadas referencias simbólicas, deaquellas “ventanas”, verdaderos horizontesde sentido, hacia lo trascendente que seabrían aquí y allá, en la ciudad y en la acciónhumana. Esta apertura a lo trascendente sedaba, en las culturas tradicionales, mediadapor una representación de la realidad másbien estática y jerárquica, y esto se expresabaen multitud de imágenes y símbolospresentes en la ciudad (desde el trazadomismo hasta los lugares impregnados dehistoria o aún de sacralidad). En cambio, enel talante moderno esa trascendencia teníaque ver con un “hacia adelante”,constituyendo el nervio de la historia comoproceso de emancipación y mediándose en laacción humana –acción transformadora, enel sentido moderno–, lo cual encontraba suexpresión simbólica en el arte, en elfortalecimiento de algunas dimensionesfestivas, en las organizaciones libres yespontáneas y en la imagen del “pueblo en la

calle”. Pero ahora, cada vez más acotados ovaciados de sentido los espacios que hastahace poco funcionaban como disparadores,como símbolos de la trascendencia, eldesarraigo alcanza también una dimensiónespiritual.Dos objeciones podrían plantearse a estaúltima afirmación. La primera tiene que vercon el rol de los medios de comunicación quepueblan el mundo de imágenes,“comunican”, generan hitos –y mitos– quereemplazan a los viejos hitos geográficos o alas referencias utópicas. ¿No puede ser quela cultura mediática de la imagen sea elnuevo sistema de símbolos, la nueva“ventana” a lo Otro, así como en otro tiempolo fueron las catedrales y los monumentos?Sin embargo aquí hay una diferenciafundamental: mientras que una imagen de laVirgen en un club de barrio remite, sí, a labasílica donde está la imagen original, y paraalgunos, a la totalidad del sistema

conceptual, moral y disciplinar delcatolicismo; más allá de todo ello esa imagenapunta a un polo trascendente, a algo quetiene que ver con el “cielo”, con el “milagro”.En síntesis: es un símbolo religioso. Re-liga,vincula la tierra y el cielo, lo transitorio conlo absoluto. El hombre y Dios. Como símboloque re-liga, no se agota en sí mismo, perotiene su propia consistencia. La “cultura de laimagen”, por el contrario, y en particular laimagen de los medios de comunicación, lapublicidad y, ahora, la imagen en la pantallade Internet, no es símbolo de “otra cosa”, no“remite-a”, no tiene referente exterior almismo círculo mediático. No podemosprofundizar aquí estas ideas, pero es unhecho que el sistema multimedial es cadavez más autorreferencial, se va convirtiendo,más que en un “medio”, en un “escenario”, yese “escenario” cobra, por momentos, mayorimportancia que el drama que en él se puedarepresentar. Una serie de signos que apuntan

todos ellos a sí mismos y casi a nada más, sinuna verdadera, objetiva y justa referencia a larealidad extra-mediática o, más aún,pretendiendo construir la realidad a través desu discurso. ¿Qué arraigo pueden generar,qué tipo de vínculos, qué apertura a “lo Otro”que me fundamenta en el ser? ¿Haremosque aporten al proyecto de humanizaciónotra cosa que una interminable “navegación”,un “zapping” sin fin, un “surfear” por labrillante superficie de las pantallas?La segunda objeción pone sobre el tapete elhecho de que, contra todos los pronósticossecularizantes, la religión no desapareció delas ciudades, es más, desarrolló nuevasexpresiones y referencias, hasta el punto queuna y otra vez el marketing intenta “subirse”a este fenómeno para generar ganancias.Esto es verdad, sin duda, pero también escierto que todas esas manifestaciones dereligiosidad se viven en buena parte desde eldesarraigo y la orfandad y buscan, en la fe, la

oración y el gesto religioso, remediar dealgún modo aquellas situaciones. Ahorabien: en una sociedad que va perdiendo sudimensión comunitaria, su cohesión comopueblo, tales expresiones religiosas masivasnecesitan cada vez más su correlatocomunitario, para no quedarse en merosgestos individuales. Sin dejar de reconocer ladimensión de Pue-blo de Dios presente yoperante en la expresividad religiosa popular,necesitamos realimentar esa fe auténtica yaportar elementos que le permitan desplegartodo su potencial humanizante. Es decir,reconocer en ella un clamor por unaverdadera liberación (DP 452) que hagaposible a nuestro pueblo superar susituación de orfandad, desde las reservasmismas que lleva dentro de sí las que searraigan en la gracia de su bautismo, en lamemoria de su pertenencia a la Santa MadreIglesia.Así, entonces, discontinuidad (generacional y

política) y desarraigo (espacial, existencial,espiritual) caracterizan aquella situación quehabíamos llamado, más genéricamente, deorfandad. Ya podríamos ir preguntándonos:¿qué puede hacer la escuela, rebajada de“templo del saber” a “gasto social”, pararemediar esta situación? ¿Qué podemoshacer los maestros, ayer símbolos vivientesde un proyecto de sociedad libre y en buscade un futuro, hoy reducidos en laconsideración social e imposibilitados devivir dignamente de su trabajo? ¿Qué puedehacer la comunidad educativa toda, ellamisma cruzada por tantas situaciones dediscontinuidad y desarraigo? Pero antes,queremos to-davía precisar brevemente algomás.

La caída de las certezas

Un tercer aspecto de la orfandad

contemporánea, íntimamente relacionadocon los que ya hemos visto, es la caída de lascertezas. Por lo general, las civilizacionescrecen a la sombra de algunas creenciasbásicas acerca del mundo, del hombre, de laconvivencia, de los por qué y para quéfundantes del acontecer humano, etc. Esascreencias, muchas veces dependientes de lasreligiones, pero no solamente, constituyenuna suerte de certezas sobre las cuales seapoya toda la construcción de una figurahistórica, en la cual adquiere sentido laexistencia de las comunidades y las personas.Pues bien: muchas de las certezas que hananimado a nuestra sociedad “moderna” sehan diluido, caído o desgastado. Un discurso“patriótico” al estilo de los que –todavía–movilizaban a mi generación, tiende a servisto con burla o escepticismo. El lenguajerevolucionario de hace treinta años puedeser, como mucho, motivo de curiosidad ysorpresa. La misma idea de solidaridad

encuentra difícilmente su camino parahacerse oír en medio de la ideología de la“salida individual”. Y esta pérdida decertezas, otrora inconmovibles, alcanzatambién a los fundamentos de la persona, lafamilia y la fe. Los principios que han guiadoa las generaciones que nos precedieronparecen caducos: ¿cómo seguir sosteniendoque “el ahorro es la base de la fortuna”, porejemplo, cuando no hay trabajo y las únicasfortunas que hoy pueden crecer provienen dela corrupción, la especulación y los negociosturbios? ¿Cómo seguir considerandointocable la vida humana, cuando tanta gentesencilla, cuyo único bien es su vida, pide lapena de muerte para protegerse de laviolencia urbana, aunque todos sabemos quelas causas de esa violencia no están en laespecial perversidad de algunos?Pero esta caída de las certezas no es tampocoun hecho coyuntural de una sociedadperiférica. De ningún modo: además de un

talante ampliamente difundido en Occidente,constituye casi una “nueva certeza” queencuentra su lugar en los discursos másprestigiosos del pensamientocontemporáneo. No estará de más una brevereferencia a ello, ya que constituye elsustrato de todo un estado espiritual de esteprincipio de siglo.

La razón idolatrada,vilipendiada y reconsiderada

Desde distintas posiciones ideológicas, se hadado un debate hace algunos años en torno ala oposición entre modernidad ypostmodernidad. Entre las muchas –muchísimas– dimensiones y perspectivasque in-cluyó (y aún incluye, de algún modovulgarizado) esa discusión, queremos ponerde relieve una: la idea de que el “fin de lamodernidad” supone la caída de las

principales certezas, idea que remite, enúltimo análisis, a un profundo descrédito dela razón. Así describe Juan Pablo II estapostura:“...no hay duda de que las corrientes depensamiento relacionadas con lapostmodernidad merecen una adecuadaatención. En efecto, según algunas de ellas,el tiempo de las certezas ha pasado yairremediablemente; el hombre debería yaaprender a vivir en una carencia total desentido, caracterizada por lo provisional y lofugaz. Muchos autores, en su críticademoledora de toda certeza e ignorando lasdistinciones necesarias, contestan incluso lacerteza de la fe.Este nihilismo encuentra una ciertaconfirmación en la terrible experiencia delmal que ha marcado a nuestra época. Anteesta experiencia dramática, el optimismoracionalista que veía en la historia el avance

victorioso de la razón, una fuente de felicidady de libertad, no ha podido mantenerse enpie, hasta el punto que una de las mayoresamenazas de este fin de siglo es la tentaciónde la desesperación” (Fides et Ratio 91).Un hondo desencanto se extiende pordoquier respecto de las grandes promesas dela razón: libertad, igualdad, fraternidad...¿Qué ha quedado de todo ello? Comenzandoel siglo XXI, ya no hay una racionalidad, unsentido, sino múltiples sentidosfragmentarios, parciales. La misma búsquedade la verdad –y la misma idea de “verdad”–se ensombrecen: en todo caso, habrá“verdades” sin pretensiones de validezuniversal, perspectivas, discursosintercambiables. Un pensamiento que semueve en lo relativo y lo ambiguo, lofragmentario y lo múltiple, constituye eltalante que tiñe no sólo la filosofía y lossaberes académicos, sino la misma cultura“de la calle”, como habrán constatado to-dos

aquellos que tienen trato con los más jó-venes. El relativismo será pues el resultadode la así llamada “política del consenso” cuyoproceder siempre entraña un nivelar-hacia-abajo. Es la época del “pensamiento débil”.

Al rescate de la racionalidadDe ahí que, desanclada de las certezas de larazón (y, como bien señalaba Juan Pablo II,también de las de la fe como un “saber” desalvación), la cultura actual se recuesta en elsentimiento, en la impresión y en la imagen.También esto hace a la orfandad, tambiéneso nos exige hacer de nuestras escuelas unlugar de acogida, un espacio donde laspersonas puedan encontrarse a sí mismas ycon los otros para recrear su estar en elmundo. Pero también, y aquí daremos unpaso más en nuestra reflexión, esta situaciónnos obliga a encarar de algún modo el rescatede una ra-cionalidad válida, de unpensamiento vigoroso que permita superar el

irracionalismo contemporáneo. Podránpreguntar: ¿y eso por qué? Ya que estamosrevalorizando y de hecho recuperando yahondando los aspectos afectivos, la ternura,los vínculos humanos, que tan dejados delado han estado en ámbitos de nuestrasociedad, ¿por qué tenemos que volver ainclinar la balanza hacia el otro lado?Es que no se trata de caer en nuevosdesequilibrios, sino justamente de encontrarel punto justo que haga de esta acogidacordial un gesto auténticamente humano yliberador. Tres ideas nos ayudarán acomprender esto:Primero, las cosas no son ni tan blancas nitan negras. Denunciar los “abusos de larazón” (totalitarismos de toda clase,proyectos históricos y políticos que trajeronmás sufrimiento que felicidad,desvalorización de los aspectos afectivos,personales y cotidianos de la vida, reducción

de todo al cálculo, al número y alconcepto...), no significa tirar por la bordatodos los beneficios que el desarrollo“racional” ha traído. La escuela misma, sin irmás lejos, es hija de esta idea. Aunque nopodamos compartir aquello de “al darle elsaber, le diste el alma” que cantaba el viejohimno escolar, sí debemos reconocer que el“saber” es un importantísimo recurso para eldesarrollo del “alma”, es decir, de la personahumana. Me refiero a un “ saber “ que noquede reducido a la mera información o a uncierto enciclopedismo cibernético. Un sabercon capacidad de relacionar, de avanzar en elplanteo de preguntas y elaboración derespuestas. Recurso que no tenemos derechoa mezquinar: todo lo contrario, debemosperfeccionar cada vez más nuestra capacidad(incluso “técnica”) para efectuar esatransmisión.Segundo: si bien el discurso “postmoderno”que reivindica los aspectos emocionales,

relativos y hasta irracionales de la vidaparece liberarnos de la tiranía de louniforme, lo burocrático o lo disciplinario,por otro lado se convierte en la justificaciónde otras tiranías: y por citar una no pequeña,la de la economía, con sus factores de podery su tecnocracia. Porque si lo que “manda”hoy es el sentimiento, la imagen y loinmediato, eso es verdad sólo para los“consumidores” de bienes, servicios... ypublicidad mediática. La capacidad deelección, la libertad, la no necesidad deadscribirse a una normatividad uniforme, lodiverso y plural, todo ello tan caro a lamentalidad postmoderna, hoy por hoy setraducen lisa y llanamente en diversidad deconsumos. Es verdad que el Estado y laescuela, por nombrar instituciones quegeneraban fuertes adscripciones normativas,ya no rigen la vida de los individuos. Lamisma Iglesia ve crecer en su seno unavaloración cada vez mayor de la libertad y

“electividad” personal. Pero también es ciertoque esta libertad, despojada de aquellosmarcos institucionales que le conferíanarmonía, ha sido apresada por el mercado.En síntesis: si no recuperamos la noción deverdad, sin una racionalidad compartida,dialogal, una búsqueda de los mejoresmedios para alcanzar los fines más deseables(para todos y cada uno), queda sólo la ley delmás fuerte, la ley de la selva. Entonces:cuanto más nos preocupemos por desarrollarun pensamiento crítico, por afinar nuestrosentido ético, por mejorar nuestrascapacidades, nuestra creatividad y nuestrosrecursos, tanto más podremos evitar seresclavos de la publicidad, de la planificada(por otros) exacerbación de lo inmediato, dela manipulación de la información, deldesaliento que recluye a cada uno en suinterés individual.Y tercero, llegando a aquello que definenuestra identidad como educadores

cristianos, la fe, el saber, la captación de loreal, no tiene sólo un componente afectivo,sino una importante dimensión de sabiduríaque es preciso rescatar, y que comienza conla capacidad de admiración. A este punto nosdedicaremos a continuación. La dimensiónsa-piencial es englobante del saber, del sentiry del hacer. Conlleva armónicamente lacapacidad de entender, la tensión de poseerel bien, la contemplatividad de lo bello, todoarmonizado por la unidad del ser queentiende, ama, admira. La dimensiónsapiencial es memoriosa, integradora ycreadora de esperanza. Es la que abre laexistencia del discípulo y unge al maestro. Lasabiduría sólo se entiende a la luz de laPalabra de Dios.

La Palabra: reveladora ycreadora

El primado “postmoderno” de la experienciatrajo consigo una religiosidad de corazón,una búsqueda más personal de Dios y unanueva valoración de la oración y lacontemplación, pero también una especie de“religión a la carta”, una subjetivizaciónunilateral de la religión que la posiciona notanto en una dimensión de adoración,compromiso y entrega sino como unelemento más de “bienestar”, similar en granmedida, a las diversas ofertas new age,mágicas o pseudopsicológicas.Ese verdadero reduccionismo (tanto como loes su contrario, la afirmación unilateral de lareligión como “contenido” y “discurso”) dejade lado la infinita riqueza de la Palabra deDios. En toda la Biblia (tanto en el Antiguocomo en el Nuevo Testamento), la Palabra deDios se presenta con dos aspectos, ambosigualmente importantes: como “revelación”,“discurso”: logos, y como “acción”,“presencia”, “poder”: dynamis. La Palabra de

Dios di-ce y hace. Si la consideramossolamente como presencia salvífica (porquecuando Dios ac-túa, salva, y salva creandocomunión, vinculándose a sus creaturas,haciéndonos hi-jos), dejamos de lado suaspecto de revelación. Si, por el contrario, laconsideramos solamente bajo su aspecto deverdad, de “contenido”, perdemos sudimensión de co-munión, de presenciaamorosa, su dinámica salvífica. La Palabra deDios nos vincula con Él con lazos tanto deconocimiento como de amor. Dice y hace.En su aspecto de “revelación”, la Palabra enel Antiguo Testamento se presenta comoLey, como regla de vida a través de la cualDios ofrece un camino hacia la felicidad. “TuPalabra es una lámpara para mis pasos, y unaluz en mi camino”, dice el Salmo 119 (v. 105),todo él un impresionante himno a la Palabrade Dios manifestada como Ley. Pero ademásde este “saber práctico”, la Palabra ofrece un“saber” acerca de Dios y del hombre en el

mundo. Dios revela su Nombre y su voluntadsalvífica, y con ella muestra al hombre lagrandeza de su filiación y su destino.Pero la Palabra de Dios es también la fuerzade Dios, que obra lo que anuncia: “...ella novuelve a mí estéril, sino que realiza todo loque yo quiero y cumple la misión que yo leencomendé” (Is 55,10-11). Es Palabracreadora, desde el comienzo de los tiempos:“dijo Dios...” y “fue hecho” (Gn 1). Es Palabraque libera y salva a los esclavos hebreos y losconduce por el desierto, Palabra que losconvoca y constituye como Pueblo, Palabraque se promete como Nueva Creación al finde los tiempos.Y así también nos presenta el NuevoTestamento a Jesucristo: como un profetaque enseña y ofrece una Nueva Ley, como unmaestro de sabiduría que nos hace gustar dela belleza y bondad del amor de Dios, y comola fuerza de Dios que opera la salvación, cura

a los enfermos, expulsa a los demonios einaugura, con su Muerte y Resurrección, laNueva Creación en el banquete pascual delReino.¿Adónde llegamos con todo esto? Comotestigos de la Palabra, nuestra presencia en lasociedad debe responder a esta riqueza queno se deja encerrar en una sola dimensión.La dimensión creadora, dinámica, salvífica,de la Palabra, será actuada en el mundo en laacción de crear comunidad, de vincular, dereconocer, recibir y potenciar al prójimo.Dimensión que tiene un importantecomponente afectivo, no en un sentidosuperficial, sino en el más hondo y exigentesentido del mandamiento del amor. Elevangelio de Mateo (25, 31ss) nos presenta el“test” que el Señor hará a los suyos en el finde los tiempos: si alimentaron alhambriento, si dieron de beber al sediento, sirecibieron al que está de camino... En losdiscípulos que realizaron esto, se produce el

milagro de la presencia dinámica de Dios, seefectúa la comunión: Cristo mismo seidentifica con aquel a quien se brindó elamor, invirtiendo simbólicamente lospapeles, ya que es Él quien ofrece, brinda,transforma y crea una nueva realidad con suamor.Pero además, dado que la Palabra es tambiénrevelación, ley, enseñanza, nuestra misiónapuntará a buscar seriamente la verdad einvitar e incorporar a otros en esta búsqueda.Toda una dimensión que, justamente porincluir a toda la persona, no dejará de lado laimportancia de la inteligencia humana, de suformación y promoción. Esta dimensión esigualmente definitoria, como nos enseña elevangelio de Juan (12,44-50).Esta misma dinámica se da en la celebraciónlitúrgica, encuentro sacramental con elSeñor: Palabra y Eucaristía, Enseñanza y Co-munión, Contemplación y Adoración. En es-

te delicado equilibrio se encuentra,justamente, la riqueza de una comprensiónintegral, no reductiva, del misterio cristiano.Una comprensión sapiencial.El concepto de sabiduría, justamente, esaquel que reúne armónicamente diversosaspectos: conocimiento, amor,contemplación de lo bello, al mismo tiempoque una “comunión en la verdad” y una“verdad que crea comunión”, “una bellezaque atrae y enamora”. Inteligencia, corazón,ojos del alma, no disociados sino integradosen lo más pleno de la persona humana.De allí que sea imposible disociar losdiversos aspectos en nuestra actividadpastoral o educativa. La autenticidad de laPalabra que transmitimos tendrá que ver conla integridad con que asumamos susdimensiones. Y esto se traduce justamenteen un cuidado tanto de los aspectos del“obrar”, vinculados con la “acogida cordial”,

la práctica concreta de la caridad, aquí yahora, la creación de vínculos humanos (queincluye, por supuesto, toda acción asistencialo promocional que ayuda a la persona aponerse de pie y ocupar su lugar en lacomunidad humana y cristiana), como deaquellas dimensiones más vinculadas con el“decir”: la cuidadosa preparación, remota ypróxima, de la actividad educativa, laplanificación en orden a un más eficazaprovechamiento de los recursos, la seriedadcon que acometemos nuestra pro-piaformación, etc. Ambas dimensiones sonconstitutivas de nuestra misión comoeducadores cristianos, y si es cierto queestamos llamados a poner un poco dehumanidad y de ternura en una sociedadindividualista y excluyente, también esverdad que, ante el descrédito de la palabra,tenemos la obligación de ayudar a nuestroshermanos a desarrollar la capacidad deentender y de decir.

No sólo crear arraigo: también recrear lasmás importantes certezas, en forma desabiduría de la vida, del mundo y de Dios.Sabiduría que es fecunda, engendra hijos,disipa orfandades. Sabiduría que es fuente debelleza que impulsa el alma hacia laadmiración, la contemplatividad.

Invitaciones

Vamos llegando al final de esta ya largareflexión. La orfandad contemporánea, entérminos de discontinuidad, desarraigo ycaída de las certezas principales que danforma a la vida, nos desafía a hacer denuestras escuelas una “casa”, un “hogar”donde las mujeres y los hombres, los niños ylas niñas, puedan desarrollar su capacidad devincular sus experiencias y de arraigarse ensu suelo y en su historia personal y colectiva,y a su vez encuentren las herramientas y

recursos que les permitan desarrollar suinteligencia, su voluntad y todas sucapacidades, a fin de poder alcanzar laestatura humana que están llamados a vivir.Muchas son las tareas que nos exige estedoble desafío. En este tramo inicial del añoeducativo, quisiera llamar su atención sobretres aspectos que se derivan de lasreflexiones que he desarrollado.En primer lugar, el desarrollo de vínculoshumanos de afecto y ternura como remedioal desarraigo. La escuela puede ser un “lugar”(geográfico, en medio del barrio, perotambién existencial, humano, interpersonal)en el cual se anuden raíces que permitan eldesarrollo de las personas. Puede ser cobijo yhogar, suelo firme, ventana y horizonte a lotrascendente. Pero sabemos que la escuelano son las paredes, los pizarrones y los librosde registro: son las personas, principalmentelos maestros. Son los maestros y educadores

quienes tendrán que desarrollar su capacidadde afecto y entrega para crear estos espacioshumanos. ¿Cómo desarrollar formas decontención afectiva en tiempos dedesconfianza? ¿Cómo recrear las relacioneshumanas, cuando todos esperan del otro lopeor? Hemos de encontrar, todos nosotros ycada uno, los caminos, gestos y acciones quenos permitan incluir a todos y ayudar al másdébil, generar un clima de serena alegría yconfianza y cuidar tanto la marcha delconjunto como el detalle de cada persona anuestro cargo.Segundo, la coherencia entre lo que se dice ylo que se hace como forma de achicar elabismo de la discontinuidad. Sabemos queen todo acto de comunicación hay unmensaje explícito, algo que se enuncia, peroque ese mensaje puede ser bloqueado,matizado, desfigurado y hasta desmentidopor la actitud con que se transmite. Hay todoun aspecto de la comunicación, “no explícita”

y “no verbal”, que tiene que ver con losgestos, la relación que se instaura y eldespliegue de las diversas dimensioneshumanas en general. Todo lo que hacemoscomunica. En la medida en que evitemos losdobles mensajes, en la medida en quecreamos y tratemos de vivir con todo nuestroser lo que estamos transmitiendo, en esamedida habremos contribuido a devolver lacredibilidad en la comunicación humana.Por supuesto que este ideal comunicacionalserá una y otra vez obstaculizado por elmisterio del pecado y la labilidad humana.¿Quién puede presumir de tener la absolutacoherencia, el absoluto control de susmiserias, sus dualidades, sus autoengaños,sus egoísmos reprimidos, sus interesesinconfesables? Sabemos que no todo se logracon buenas intenciones o con propósitos“moralizantes” y tampoco con rigidecesnormativas. Pero del mismo modo somosconscientes de que no todo es disculpable y

aceptable sin más, ya que tenemos unaresponsabilidad delante de otras personas yfrente a quien puso la vida en nuestrasmanos. ¿Y entonces? La clave pa-ra ganar encoherencia sin fingir una perfecciónimposible, será caminar en humildaddispuestos al discernimiento, personal ycomunitario, evitando el juicio condenatoriodel otro; abiertos tanto a la correcciónfraterna, como al perdón y a lareconciliación. Re-conocer juntos que somosperegrinos, mujeres y hombres débiles ypecadores pero con memoria y en búsquedade un amor más pleno, que nos sane y noslevante. Esa puede ser una forma de trocar ladiscontinuidad por la disposición alacercamiento, a hacernos próximos en mediode las diferencias.Tercero, el esfuerzo por generar algunascertezas básicas en el mar de lo relativo y lofragmentario. Quizá esto seaextremadamente difícil. Sabemos que la

verdad por la fuerza es contraria a la fuerzade la verdad. Sa-bemos también que nopodemos adoptar los métodos compulsivosde la publicidad, que desplaza necesidadesreales a satisfacciones ilusorias. ¿Yentonces? Hay un “camino estrecho” quetransita por la búsqueda de la sabiduría;siempre convencidos de su capacidad deconmover y enamorar. Consiste en aprendera descubrir las preguntas del otro, acontemplarlas, a intuirlas (porquedifícilmente los niños y jóvenes podránexpresarnos sus necesidades e interrogantescon claridad). Aunque el cansancio y larutina a veces nos convierten en una especiede “parlante” que emite sonidos que a nadiele interesan, sabemos bien que sólo “llegan”y “quedan” las enseñanzas que respondan auna pregunta, a una admiración. Compartirlas preguntas (¡aunque no tengamos lasrespuestas!) es ya ponernos todos,educadores y educandos, en un camino de

búsqueda, de contemplatividad, deesperanza.Para todo esto, habrá que poner enmovimiento dos dimensiones integrándolassiempre: amplificar la capacidad de nuestrocorazón en cuanto servidores de loshermanos, y desarrollar siempre más nuestracapacidad como profesionales de laeducación. Una tarea “cordial” y una tarea“intelectual” bien conjugadas. Poniéndonosen sintonía con la Palabra de Dios, que habla,hoy como siempre, tanto a nuestrainteligencia como a nuestro corazón. Porquecomo reflexiona un teólogo español “setransfiere a los individuos a una vidapersonal cuando se les ofrece ciencia yconciencia, saberes y responsabilidades,fines y medios, confianza y exigencia”. Y estoes sabiduría. Que el Señor nos la conceda atodos. Pidámosla humildemente con laoración del Rey Salomón:

“Ahora, Señor, Dios mío,has hecho reinar a tu servidoren lugar de mi padre David,a mí, que soy apenas un muchachoy no sé valerme por mí mismo.Tu servidor está en medio de tu pueblo,el que tú has elegido,un pueblo tan numerosoque no se puede contar ni calcular.Concede entonces a tu servidorun corazón comprensivo,para juzgar a tu pueblo,para discernir entre el bien y el mal”.

1 Re 3,7-9

Clave de lectura para trabajara solas o en grupo

Reflexionamos– ¿Qué sentí al ponerme en el lugar deaquella persona del interior que vino a lacapital?– ¿Soy “un corazón que recibe” en mi vidapersonal y en el ámbito de mi tareacotidiana?

– Si no lo soy, ¿por dónde creo que deberíacomenzar a cambiar?– ¿Abordo mi tarea educadora atento/a a laorfandad que me rodea?– ¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios, supresencia salvífica, en mi vida personal? ¿Yen nuestra comunidad?

Leemos

“Ustedes son la luz del mundo. No se puedeocultar una ciudad situada en la cima deuna montaña. Y no se enciende una lámparapara meterla debajo de un cajón, sino que sela pone sobre el candelero para que iluminea todos los que están en la casa. Así debebrillar ante los ojos de los hombres la luzque hay en ustedes, a fin de que ellos veansus buenas obras y glorifiquen al Padre queestá en el cielo.”

Mateo 5,13-16

Pensamos

“La Escuela Católica, movida por el idealcristiano, es particularmente sensible al gri-to que se lanza de todas partes por unmundo más justo, y se esfuerza porresponder a él contribuyendo a lainstauración de la justicia. No se limita,pues, a enseñar va-lientemente cuáles seanlas exigencias de la justicia, sino que trata dehacer operativas tales exigencias en lapropia comunidad, es-pecialmente en la vidaescolar de cada día. “

La Escuela Católica IV,58

Revisamos nuestra tarea– ¿Cuáles son los problemas máscaracterísticos que debe afrontar nuestracomunidad educativa en los grupos humanosque acoge?– ¿Logramos un razonable equilibrio entre la

formación y promoción de la inteligencia denuestros alumnos y la comunicación de laRevelación ?– ¿Practicamos concretamente la caridad?– Planifiquemos un proyecto de “servicio”que nos involucre a todos, directivos,docentes y alumnos. Si ya lo llevamos a cabo,evaluemos sus características y susresultados.

Oramos

“¡Alaba al Señor, alma mía!Alabaré al Señor toda mi vida;mientras yo exista, cantaré al Señor.No confíen en los poderosos,en simples mortales,que no pueden salvar:cuando expiran, vuelven al polvo,y entonces se esfuman sus proyectos.

Feliz el que se apoyaen el Dios de Jacoby pone su esperanza en el Señor,su Dios:Él hizo el cielo y la tierra,el mar y todo lo que hay en ellos.Él mantiene su fidelidad para siempre,hace justicia a los oprimidosy da pan a los hambrientos.El Señor libera a los cautivos,abre los ojos de los ciegosy endereza a los que están encorvados.El Señor protege a los extranjerosy sustenta al huérfano y a la viuda;el Señor ama a los justosy entorpece el camino de los malvados.El Señor reina eternamente.Reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones.¡Aleluya!”

Salmo 146

5Dar a la educación

TODO

Un momento decisivo

Hay momentos en la vida (pocos, peroesenciales) en que es preciso tomardecisiones críticas, totales y fundantes.Críticas, porque se ubican en el precisolímite entre la apuesta y la claudicación, laesperanza y el desastre, la vida y la muerte.Totales, porque no se refieren a algúnaspecto particular, a un “asunto” o “desafío”optativo, a un sector de-terminado de larealidad, sino que definen una vida en sutotalidad y por un largo tiempo. Es más:hacen a la más profunda identidad de cadauno. No sólo suceden en el tiempo, sino quele dan forma a nuestra temporalidad y anuestra existencia. En ese sentido es que usoel tercer adjetivo, fundantes. Fundan unmodo de vivir, una forma de ser, de verse a

uno mismo y de presentarse en el mundo yante los semejantes, una determinadaposición ante los futuros posibles.Hoy quiero compartir con ustedes lapercepción de que estamos justamente enuno de esos momentos decisivos. Pero noindividualmente, sino como Nación. Es unaconvicción compartida por muchos, inclusopor el Santo Padre, como nos lo dio aentender en nuestra última visita episcopal aRoma: la Argentina llegó al momento de unadecisión crítica, global y fundante, quecompete a cada uno de sus habitantes; ladecisión de seguir siendo un país, aprenderde la experiencia dolorosa de estos años einiciar un camino nuevo, o hundirse en lamiseria, el caos, la pérdida de valores y ladescomposición como sociedad.

Una esperanza renovada yaudaz

El objeto de esta meditación no es recargarlas tintas en la sensación de amenaza sino,por el contrario, invitarlos a la esperanza.Quisiera profundizar las reflexiones quecompartía con ustedes hace un par de añospero ya desde la concreta y decisivaexperiencia de estos meses. La esperanza esla virtud de lo arduo pero posible, aquellaque invita, sí, a no bajar nunca los brazos,pero no de un modo meramentevoluntarista, sino encontrando la mejorforma de mantenerlos en actividad, de hacercon ellos algo real y concreto. Virtud que pormomentos nos im-pulsa a avanzar, gritar ysacudirnos las tendencias a la inacción, laresignación y la caída. Pero que, en otrasocasiones, nos invita a callar y sufrir,alimentando nuestro interior con los deseos,ideales y recursos que nos permitirán –cuando llegue el momento propicio, elkairós– dar a luz realidades más humanas,más justas, más fraternas. Porque la

esperanza no se apoya solamente en los re-cursos de los seres humanos, sino que buscasintonizar con la acción de Dios, que recogenuestros intentos integrándolos en su plande salvación.Nuestra reflexión sobre la esperanza se ubicaen el pico mismo de la crisis, en su punto demayor inflexión. Pero, al mismo tiempo, creono equivocarme al discernir que ese picoconstituye justamente el momento propicio,el tiempo en que la historia adquiere unaespecial densidad y las acciones de lasmujeres y los hombres cobran mayorsignificado. Si los gestos de solidaridad yamor desinteresado siempre fueron unaespecie de profecía, un signo poderoso de laposibilidad de otra historia, hoy su carga depropuesta es infinitamente mayor. Marcanuna huella tran-sitable en medio delpantano, una dirección justa en el instantede extravío. Contraria-mente, la mentira y elrobo (ingredientes principales de la

corrupción) siempre son males quedestruyen la comunidad. La sola práctica dela corrupción puede desbarrancardefinitivamente esta frágil construcción que,como pueblo, queremos intentar.Si prestamos nuestro asentimiento a lapalabra del Evangelio, sabemos que aun loque parece fracaso puede ser camino desalvación. Esto es lo que puntualmente hacela diferencia entre un drama y una tragedia.Mientras que en la segunda el destinoineluctable arrastra la empresa humana aldesastre sin contemplaciones y todo intentode enfrentarlo no hace más que empeorar elfinal irremisible; en el drama, en cambio, lavida y la muerte, el bien y el mal, el triunfo yla derrota se mantienen como alternativasposibles: nada más lejos de un optimismoestúpido, pero también del pesimismotrágico, porque en esa encrucijada quizásangustiante, podemos también intentarreconocer los signos ocultos de la presencia

de Dios, aunque más no sea, como chance,como invitación al cambio y a la acción... ytambién como promesa. Estas palabraspueden tomar un cariz dramático, peronunca trágico. Pero atención: no se trata degestos teatrales, sino de la convicción de queestamos en el mo-mento de gracia, en el focode nuestra responsabilidad como miembrosde una comunidad, es decir, lisa yllanamente, como seres humanos.

La ciudad de Dios en lahistoria secular

Ahora bien, ¿qué nos puede decir la fecristiana acerca de este momento crucial,además de ubicarnos en el estrechodesfiladero de la libertad, sin destinospredeterminados en lo que hace al éxito ofracaso de nuestras empresas humanas?Permítanme una especie de viaje en el

tiempo para situarme casi mil seiscientosaños atrás, junto a la ventana a través de lacual un hombre veía terminarse un mundo,sin ninguna certeza de que después vinieraalgo mejor. Me refiero a san Agustín, que fueobispo de Hipona en el norte de África en losaños finales del Imperio Romano.Todo lo que Agustín había conocido (y nosólo él, sino su padre, su abuelo ymuchísimas generaciones más antes que él)se derrumbaba. Los pueblos llamados“bárbaros” presionaban sobre los límites delImperio, y la misma Roma había sidosaqueada. Como hombre formado en lacultura grecorromana, no podía menos quesentirse perplejo y angustiado ante lainminente caída de la civilización conocida.Como cristiano, se encontraría en el difícillugar de seguir apostando a la esperanza enel Reino de Dios (que durante demasiadotiempo, ya entonces, había sido identificadocon el Imperio cristianizado) sin cerrar los

ojos a lo ya inevitable, históricamentehablando. Y como obispo, se sentía con eldeber de ayudar a sus fieles (y a lacristiandad toda) a procesar esta catástrofesin perder la fe, antes bien, saliendo de laprueba con una mejor comprensión delmisterio salvífico y una confianza en el Señorfortalecida.En aquella época, Agustín, un hombre quehabía conocido la incredulidad y elmaterialismo, encontró la clave para darforma a su esperanza en una profundateología de la historia, desarrollada en sulibro La Ciudad de Dios. Allí, superandoampliamente la “teología oficial” delImperio, el santo nos presenta un principiohermenéutico determinante de supensamiento: el esquema de los “dosamores” y las “dos ciudades”. En síntesis,éste es su argumento: existen dos “amores”:el amor de sí, predominantementeindividualista, que instrumenta a los demás

para los propios fines, considera lo comúnsólo en cuanto referido a su propia utilidad yse rebela contra Dios; y el amor santo, quees eminentemente social, se ordena al biencomún y sigue los mandatos del Señor. Entorno a estos “amores” o finalidades seorganizan las “dos ciudades”: la ciudad“terrena” y la ciudad “de Dios”. En una, vivenlos “impíos”. En la otra, los “santos”.Pero lo interesante del pensamientoagustiniano está en que estas “ciudades” noson verificables históricamente, en el sentidode identificarse plenamente con una u otrarealidad secular. La ciudad de Dios,claramente, no es la Iglesia visible: muchosde la ciudad celestial están en la Romapagana, y muchos de la terrena, en la Iglesiacristiana. Las “ciudades” son entidadesescatológicas: recién en el Juicio Finalpodrán visualizarse con sus perfilesdefinidos, como la cizaña y el trigo despuésde la cosecha. Mientras tanto, aquí en la

historia, están inextricablementeentremezcladas. Lo “secular” es la existenciahistórica de las dos ciudades. Siescatológicamente ellas son mutuamenteexcluyentes, en cambio, en el saeculum, eltiempo mundano, no pueden seradecuadamente distinguidas y separadas. Lalínea divisoria pasa... por la libertad de losseres humanos, personal y colectiva.¿Por qué traigo a colación estos antiguospensamientos de un obispo del siglo V? Por-que nos enseñan una manera de ver larealidad. La historia humana es el ambiguocampo donde se juegan múltiples proyectos,ninguno de ellos humanamente inmaculado.Pero a través de todos ellos, podemosconsiderar que se mueven el “amorinmundo” y el “amor santo” de los quehablaba san Agustín. Fuera de todomaniqueísmo o dualismo, es legítimo tratarde discernir viendo por una parte losacontecimientos históricos como “signos de

los tiempos”, las semillas del Reino y, porotra parte, las realizaciones que –desvinculadas de la finalidad escatológica–sólo abonan la frustración del más altodestino del hombre. Es decir, percibir larealidad a través de una valoración teológicay espiritual, desde el punto de vista de lasofertas de gracia y las tentaciones al pecadoque se presentan al libre albedrío.Teniendo en cuenta este criterio evangélicome atrevo a compartir con ustedes estasreflexiones acerca de la realidad actual denuestro país y, sobre todo, de los valores queestán en juego en ella. Valores o “amores”:aquello que atrae y moviliza nuestros deseosy nuestras energías, orientándonos a lagracia o al pecado, haciéndonos miembros deuna u otra “ciudad”, conformando elentramado profundo de nuestra realidadhistórica secular; y –por lo tanto– el caminoconcreto de salvación que Dios nos poneante nuestros pies. Intentaré entresacar, de

los acontecimientos recientes, algunasdirecciones fundamentales que parecenecesario ubicar, a fin de colaborar con unabúsqueda comunitaria de discernimiento yconversión, como nos lo propuso Juan PabloII.

Después de los cacerolazos,¿qué?

Puede ser un lugar común, pero todos somosconscientes de que aquella noche delcacerolazo (me refiero a la primera) algocambió en nuestra ciudad. No en ladirigencia, o al menos no primeramente, sinoen el pueblo. En el interior de las familias, enla conciencia de cada uno de los ciudadanosque decidió abandonar el negativismo o laqueja privada, mera rumia de amargura, parareconocer al vecino, al compatriota,solidarizados aunque más no fuera en el

hastío y la bronca. En unos instantes, la calledejó de ser el lugar de paso, el ámbito de loajeno, para convertirse en el espacio común,desde el cual salir a buscar otras cosascomunes que parecían habernos sidoarrebatadas. Contra toda la mitologíatecnológica, lo público volvió a ser la plaza, yno sólo la platea. Los mismos medios decomunicación, siempre omnipresentes y, pormomentos, casi creadores de la “realidad”, sevieron desbordados y tuvieron quefocalizarse en uno o dos puntos neurálgicos,mientras la gente invadía todo con cantos ycacerolas, a pie, en bicicletas, en autos.Luego vinieron los acontecimientos quetodos conocemos y también los desbordes, ylas diversas interpretaciones y lecturas de loscacerolazos. No es mi intención entrar enellas. Solamente quiero hacer pie en aquelmomento de participación colectiva, encuanto signo de intento de recuperación delo “común”, como punto de partida para la

lectura de nuestra realidad profunda.Y les propongo un camino “indirecto” quepasa por la misma historia de nuestro sernacional que, espero, pueda ayudar: recorrerlos versos del Martín Fierro, en busca dealgunas claves que nos permitan descubriralgo de lo nuestro para retomar nuestrahistoria con un sentimiento de continuidad ydignidad. Soy consciente de los riesgos de lalectura que estoy instándolos a compartir. Aveces imaginamos a los valores y lastradiciones, hasta a la misma cultura, comouna especie de joya antigua e inalterable,algo que permanece en un espacio y untiempo aparte, no contaminándose con lasidas y venidas de la historia concreta.Permítanme opinar que una mentalidad asísólo lleva al museo y, a la larga, alsectarismo. Los cristianos hemos sufridodemasiado las estériles polémicas entretradicionalismo y progresismo como paradejarnos caer nuevamente en actitudes de

este tipo.Lo que aquí me parece más fecundo esreconocer en el Martín Fierro unanarración, una especie de “puesta en escena”del drama de la constitución de unsentimiento colectivo e inclusivo. Narraciónque, incluso más allá de su género, de suautor y de su tiempo, puede ser inspiradorapara nosotros, ciento treinta años después.Claro: habrá muchos que no se sentiránidentificados con un gaucho matrero,prófugo de la justicia (y, de hecho,importantes personalidades de nuestrahistoria cultural cuestionaban laentronización de un tal personaje a lacategoría de héroe épico nacional). Nofaltará, por otro lado, quien tenga quereconocer (en secreto) que prefiere al Juez oal Viejo Vizcacha, al menos en lo que hace asu forma de entender lo que vale y lo que novale la pena en la vida... Y otros más, no cabeduda, se habrán sentido como el Moreno

cuyo hermano había sido apuñalado porFierro.Para todos hay lugar. Y no es cuestión deinstalar un nuevo maniqueísmo. En una obrade esta envergadura, no hay buenos-buenosy malos-malos.Y aunque a José Hernándezno le faltó intención política y hastapedagógica en su construcción de la Ida y laVuelta, lo cierto es que el poema trascendiósus circunstancias para decir algo que hace ala esencia de nuestra convivencia. Desde esatrascendencia, desde las “resonancias” quepuede generar en nosotros, y no desde unainútil dialéctica sobre modelos anacrónicos,hay que asomarse al poema.

Martín Fierro, poema“nacional”

La pregunta por la “identidadnacional” en un mundo globalizado

Es curioso. Solamente viendo el título dellibro, antes incluso de abrirlo, ya encuentrosugerentes motivos de reflexión acerca de losnúcleos de nuestra identidad como Nación.El gaucho Martín Fierro (así se llamó elprimer libro publicado, después conocidocomo la “Ida”). ¿Qué tiene que ver el gauchocon nosotros? Si viviéramos en el campo,trabajando con los animales, o al menos enpueblos rurales, con un mayor contacto conla tierra sería más fácil comprender... Ennuestras grandes ciudades –claramente enBuenos Aires– mu-cha gente recordará elcaballo de la calesita o los corrales deMataderos como lo más cercano a laexperiencia ecuestre que haya pasado por suvida. Y¿hace falta hacer notar que más del 86% de los argentinos viven en grandesciudades? Para la mayoría de nuestrosjóvenes y niños, el mundo del Martín Fierroes mucho más ajeno que los escenariosmístico-futuristas de los comics japoneses.

Esto está muy relacionado, por supuesto, conel fenómeno de la globalización. DesdeBangkok hasta Sâo Paulo, desde BuenosAires hasta Los Ángeles o Sydney,muchísimos jóvenes escuchan a los mismosmúsicos, los niños ven los mismos dibujosanimados, las familias se visten, comen y sedivierten en las mismas cadenas. Laproducción y el comercio circulan a través delas cada vez más permeables fronterasnacionales. Con-ceptos, religiones y formasde vida se nos hacen más próximas a travésde los medios de comunicación y el turismo.Sin embargo esta globalización es unarealidad ambigua. Muchos factores parecenllevarnos a suprimir las barreras culturalesque impedían el reconocimiento de la comúndignidad de los seres humanos, aceptando ladiversidad de condiciones, razas, sexo ocultura. Jamás la humanidad tuvo comoahora la posibilidad de constituir unacomunidad mundial plurifacética y solidaria.

Pero, por otro lado, la indiferencia reinanteante los desequilibrios sociales crecientes, laimposición unilateral de valores ycostumbres por parte de algunas culturas, lacrisis ecológica y la exclusión de millones deseres humanos de los beneficios deldesarrollo cuestionan seriamente estamundialización. La constitución de unafamilia humana solidaria y fraterna en estecontexto sigue siendo una utopía.Un verdadero crecimiento en la concienciade la humanidad no puede fundarse en otracosa que en la práctica del diálogo y el amor.Diálogo y amor suponen el reconocimientodel otro como otro, la aceptación de ladiversidad. Sólo así puede fundarse el valorde la comunidad: no pretendiendo que elotro se subordine a mis criterios yprioridades, no “absorbiendo” al otro, sinoreconociendo como valioso lo que el otro escelebrando esa diversidad que nos enriquecea todos. Lo contrario es mero narcisismo,

mero imperialismo, mera necedad.Esto también debe leerse en la direccióninversa: ¿cómo puedo dialogar, cómo puedoamar, cómo puedo construir algo común sidejo diluirse, perderse, desaparecer lo quehubiera sido mi aporte? La globalizacióncomo imposición unidireccional yuniformante de valores, prácticas ymercancías va de la mano con la integraciónentendida como imitación y subordinacióncultural, intelectual y espiritual. Entonces, niprofetas del aislamiento, ermitaños localistasen un mundo global, ni descerebrados ymiméticos pasajeros del furgón de cola,admirando los fuegos artificiales del Mundo(de los otros) con la boca abierta y aplausosprogramados.

La Nación como continuidad de unahistoria comúnSólo podemos abrir con provecho nuestro“poema nacional” si caemos en la cuenta de

que lo que allí se narra tiene que verdirectamente con nosotros aquí y ahora y noporque seamos gauchos o usemos poncho,sino porque el drama que nos narraHernández se ubica en la historia real cuyodevenir nos trajo hasta aquí. Los hombres ymujeres reflejados en el tiempo del relatovivieron en esta tierra, y sus decisiones,producciones e ideales amasaron la realidadde la cual hoy somos parte, la que hoy nosafecta directamente. Justamente esa“productividad”, esos “efectos”, esa capacidadde ser ubicado en la dinámica real de lahistoria, es lo que hace del Martín Fierro un“poema nacional”. No la guitarra, el malón yla payada.Y aquí se hace necesaria una apelación a laconciencia. Los argentinos tenemos unapeligrosa tendencia a pensar que todoempieza hoy, a olvidarnos de que nada nacede un zapallo ni cae del cielo como unmeteorito. Esto ya es un problema: si no

aprendemos a reconocer y asumir los erroresy aciertos del pasado que dieron origen a losbienes y males del presente, estaremoscondenados a la eterna repetición de lomismo. Que –en realidad– no es nada eternapues la soga se puede estirar sólo hastacierto límite...Pero hay más: si cortamos larelación con el pasado, lo mismo haremoscon el futuro. Ya podemos empezar a mirar anuestro alrededor... y a nuestro interior. ¿Nohubo una negación del futuro, una absolutafalta de responsabilidad por las ge-neraciones siguientes, en la ligereza con quese trataron las instituciones, los bienes yhasta las personas de nuestro país?Lo cierto es esto: Somos personas históricas.Vivimos en el tiempo y el espacio. Cadageneración necesita de las anteriores y sedebe a las que la siguen. Y eso, en granmedida, es ser una Nación: entenderse comocontinuadores de la tarea de otros hombres ymujeres que ya dieron lo suyo, y como

constructores de un ámbito común, de unacasa, para los que vendrán después.Ciudadanos “globales”, la lectura del Mar-tínFierro nos puede ayudar a “aterrizar” yacotar esa “globalidad”, reconociendo losavatares de la gente que construyó nuestranacionalidad, haciendo propios o criticandosus ideales y preguntándonos por las razonesde su éxito o fracaso para seguir adelante ennuestro andar como pueblo.

Ser un pueblo supone, ante todo, unaactitud ética que brota de la libertadAnte la crisis vuelve a ser necesariorespondernos a la pregunta de fondo: ¿enqué se fundamenta lo que llamamos “vínculosocial”? Eso que decimos que está en serioriesgo de perderse, ¿qué es, en definitiva?¿Qué es lo que me “vincula”, me “liga”, aotras personas en un lugar determinado,hasta el punto de compartir un mismodestino?

Permítanme adelantar una respuesta: setrata de una cuestión ética. El fundamentode la relación entre la moral y lo social sehalla justamente en ese espacio (tan esquivo,por otra parte) en que el hombre es hombreen la sociedad, animal político, como diríanAris-tóteles y toda la tradición republicanaclásica. Es esta naturaleza social del hombrela que fundamenta la posibilidad de uncontrato en-tre los individuos libres, comopropone la tradición democrática liberal(tradiciones tantas veces opuestas, como lodemuestran multitud de enfrentamientos ennuestra historia). Entonces, plantear la crisiscomo un problema moral supondrá lanecesidad de volver a referirse a los valoreshumanos, universales, que Dios hasembrado en el corazón del hombre y quevan madurando con el crecimiento personaly comunitario. Cuando los obispos repetimosuna y otra vez que la crisis esfundamentalmente moral, no se trata de

esgrimir un moralismo barato, unareducción de lo político, lo social y loeconómico a una cuestión individual de laconciencia. Esto sería “moralina”. Noestamos “llevando agua para el propiomolino” (dado que la conciencia y lo morales uno de los campos donde la Iglesia tienecompetencia más propiamente), sinointentando apuntar a las valoracionescolectivas que se han expresado en actitudes,acciones y procesos de tipo histórico-políticoy social. Las acciones libres de los sereshumanos, además de su peso en lo que hacea la responsabilidad individual, tienenconsecuencias de largo alcance: generanestructuras que permanecen en el tiempo,difunden un clima en el cual determinadosvalores pueden ocupar en lugar central en lavida pública o quedar marginados de lacultura vigente. Y esto también cae dentrodel ámbito moral. Por eso debemosreencontrar el modo particular que nos

hemos dado, en nuestra historia, paraconvivir, formar una comunidad.Desde este punto de vista, retomemos elpoema. Como todo relato popular, MartínFierro comienza con una descripción del“paraíso original”. Pinta una realidad idílica,en la cual el gaucho vive con el ritmo calmode la naturaleza, rodeado de sus afectos,trabajando con alegría y habilidad,divirtiéndose con sus compañeros, integradoen un modo de vida sencillo y humano. ¿Aqué apunta esto? En primer lugar, no movióal autor una especie de nostalgia por el“Edén gauchesco perdido”. El recursoliterario de pintar una situación ideal alcomienzo no es más que una presentacióninicial del mismo ideal. El valor a plasmar noestá atrás, en el “origen”, sino adelante, en elproyecto.Se trata de “poner el final al principio” (idea,por otro lado, profundamente bíblica y

cristiana). La dirección que otorguemos anuestra convivencia tendrá que ver con eltipo de sociedad que queramos formar: es eltelostipo. Ahí está la clave del talante de unpueblo. Ello no significa ignorar loselementos biológicos, psicológicos ypsicosociales que influyen en el campo denuestras decisiones. No podemos evitarcargar (en el sentido negativo de límites,condicionamientos, lastres, pero también enel positivo de llevar con nosotros, incorporar,sumar, integrar) con la herencia recibida, lasconductas, preferencias y valores que se hanido constituyendo a lo largo del tiempo. Perouna perspectiva cristiana (y éste es uno delos aportes del cristianismo a la humanidaden su conjunto) sabe valorar tanto “lo dado”,lo que ya está en el hombre y no puede ser deotra forma, co-mo lo que brota de su libertad,de su apertura a lo nuevo, en definitiva, de suespíritu como dimensión trascendente, deacuerdo siempre con la virtualidad de “lo

dado”. Ahora bien: los condicionamientos dela sociedad y la forma que estos adquirieronasí como los hallazgos y creaciones delespíritu en orden a la ampliación delhorizonte de lo humano siempre más allá,junto a la ley natural ínsita en nuestraconciencia se ponen en juego y se realizanconcretamente en el tiempo y el espacio: enuna comunidad concreta, compartiendo unatierra, proponiéndose ob-jetivos comunes,construyendo un modo propio de serhumanos, de cultivar los múltiples vínculos,juntos, a lo largo de tantas experienciascompartidas, preferencias, decisiones yacontecimientos. Así se amasa una éticacomún y la apertura hacia un destino deplenitud que define al hombre como serespiritual. Esa ética común, esa “dimensiónmoral”, es la que permite a la multituddesarrollarse junta, sin convertirse enenemigos unos de otros. Pensemos en unaperegrinación: salir del mismo lugar y

dirigirse al mismo destino permite a lacolumna mantenerse como tal, más allá deldistinto ritmo o paso de cada grupo oindividuo.Sinteticemos, entonces, esta idea. ¿Qué es loque hace que muchas personas formen unpueblo? En primer lugar, hay una ley naturaly luego una herencia. En segundo lugar, hayun factor psicológico: el hombre se hacehombre (cada individuo o la especie en suevolución) en la comunicación, la relación, elamor con sus semejantes. En la palabra y elamor. Y en tercer lugar, estos factoresbiológicos y psicológico-evolutivos seactualizan, se ponen realmente en juego, enlas actitudes libres. En la voluntad devincularnos con los demás de determinadamanera, de construir nuestra vida connuestros semejantes en un abanico depreferencias y prácticas compartidas (sanAgustín definía al pueblo como “un conjuntode seres racionales asociados por la concorde

comunidad de objetos amados”). Lo“natural” crece en “cultural”, “ético”; elinstinto gregario adquiere forma humana enla libre elección de ser un “nosotros”.Elección que, como toda acción humana,tiende luego a hacerse hábito (en el mejorsentido del término), a generar sentimientoarraigado y a producir institucioneshistóricas hasta el punto que cada uno denosotros viene a este mundo en el seno deuna comunidad ya constituida (la familia, la“patria”) sin que eso niegue la libertadresponsable de cada persona. Y todo estotiene su sólido fundamento en los valoresque Dios imprimió a nuestra naturalezahumana, en el hálito divino que nos animadesde dentro y que nos hace hijos de Dios.Esa ley natural que nos fue regalada eimpresa para que “se consolide a través delas edades, se desarrolle con el correr de losaños y crezca con el peso del tiempo” (cfrVicente de Lerins, 1er.Conmonitorio, cap.23).

Esta ley natural que –a lo largo de la historiay de la vida– ha de consolidarse,desarrollarse y crecer es la que nos salva delasí llamado relativismo de los valoresconsensuados. Los valores no puedenconsensuarse: simplemente son. En el juegoacomodaticio de “consensuar valores” secorre siempre el riesgo, que es resultadoanunciado, de “nivelar hacia abajo”, entoncesya no se construye desde lo sólido sino quese entra en la violencia de la degradación.Alguien dijo que nuestra civilización, ademásde ser una civilización del descarte es unacivilización “biodegradable”.Volviendo a nuestro poema: el Martín Fierrono es la Biblia, por supuesto. Pero es untexto en el cual, por diversos motivos, losargentinos hemos podido reconocernos, unsoporte para contarnos algo de nuestrahistoria y soñar con nuestro futuro:

Yo he conocido esta tierra

en que el paisano vivíay su ranchito teníay sus hijos y mujer,Era una delicia vercómo pasaba sus días.

Esta es, entonces, la “situación inicial”, en lacual se desencadena el drama. El MartínFierro es, ante todo, un poema in-cluyente.Todo se verá luego trastocado por unaespecie de vuelta del destino, encarnado,entre otros, en el Juez, el Aalde, el Coronel.Sospechamos que este conflicto no esmeramente literario. ¿Qué hay detrás deltexto?

Martín Fierro, poema“incluyente”

Un país moderno, pero para todos

Antes que un “poema épico” abstracto,Martín Fierro es una obra de denuncia, conuna clara intención: oponerse a la políticaoficial y proponer la inclusión del gauchodentro del país que se estaba construyendo:

Es el pobre en su orfandáde la fortuna el desechoPorque naides toma a pechoel defender a su razaDebe el gaucho tener casa,Escuela, Iglesia y derechos.

Y Martín Fierro cobró vida más allá de laintención del autor, convirtiéndose en elprototipo del perseguido por un sistemainjusto y excluyente. En los versos del poemase hizo carne cierta sabiduría popularrecibida del am-biente, y así en Fierro hablano sólo la conveniencia de promover unamano de obra barata sino la dignidad mismadel hombre en su tierra, haciéndose cargo de

su destino a través el trabajo, el amor, lafiesta y la fraternidad.A partir de aquí, podemos empezar a avanzaren nuestra reflexión. Nos interesa sa-berdónde apoyar la esperanza, desde dóndereconstruir los vínculos sociales que se hanvisto tan castigados en estos tiempos. Elcacerolazo fue como un chispazoautodefensivo, espontáneo y popular.Sabemos que no al-canzó con golpear lascacerolas: hoy lo que más urge es tener conqué llenar las mismas. Debemos recuperarorganizada y creativamente el protagonismoal que nunca debimos renunciar, y por ende,tampoco podemos ahora volver a meter lacabeza en el hoyo, dejando que los dirigenteshagan y deshagan. Y no podemos por dosmotivos: porque ya vimos lo que pasacuando el poder político y económico sedesliga de la gente, y porque lareconstrucción no es tarea de algunos sinode todos, así como la Argentina no es sólo la

clase dirigente sino todos y cada uno de losque viven en esta porción del planeta.¿Entonces, qué? Me parece significativo elcontexto histórico del Martín Fierro: una so-ciedad en formación, un proyecto queexcluye a un importante sector de lapoblación, condenándolo a la orfandad y a ladesaparición, y una propuesta de inclusión.¿No estamos hoy en una situación parecida?¿No hemos sufrido las consecuencias de unmo-delo de país armado en torno adeterminados intereses económicos,excluyente de las ma-yorías, generador depobreza y marginación, tolerante con todotipo de corrupción mientras no se tocaran losintereses del poder más concentrado? ¿Nohemos formado parte de ese sistemaperverso, aceptando en parte sus principios –mientras no tocaran nuestro bolsillo–,cerrando los ojos ante los que iban quedandofuera y cayendo ante la aplanadora de lainjusticia, hasta que esta última

prácticamente nos expulsó a todos?Hoy debemos articular, sí, un programaeconómico y social, pero fundamentalmenteun proyecto político en su sentido más am-plio. ¿Qué tipo de sociedad queremos? Mar-tín Fierro orienta nuestra mirada, nuestravocación como pueblo, como nación. Nosinvita a darle forma a nuestro deseo de unasociedad donde todos tengan lugar: el co-merciante porteño, el gaucho del litoral, elpastor del norte, el artesano del Noroeste, elaborigen y el inmigrante, en la medida enque ninguno de ellos quiera quedarse él so-locon la totalidad, expulsando al otro de latierra.

Debe el gaucho tener Escuela...Durante décadas, la escuela fue unimportante medio de integración social ynacional. El hijo del gaucho, el migrante delinterior que llegaba a la ciudad, y hasta elextranjero que desembarcaba en esta tierra,

encontraron en la educación básica loselementos que les permitieron trascender laparticularidad de su origen para buscar unlugar en la construcción común de unproyecto. También hoy desde la pluralidadenriquecedora de propuestas educadoras,debemos volver a apostar: a la educación,todo.Recién en los últimos años, y de la mano deuna idea de país que ya no se preocupabademasiado por incluir a todos e, incluso, noera capaz de proyectar a futuro, la institucióneducativa vio decaer su prestigio, debilitarsesus apoyos y recursos y desdibujarse su lugaren el corazón de la sociedad. El conocidolatiguillo de la “escuela shopping” no apuntasólo a criticar algunas iniciativas puntualesque pudimos presenciar. Pone en tela dejuicio toda una concepción, según la cual lasociedad es Mercado y nada más. De estemodo, la escuela tiene el mismo lugar quecualquier otro emprendimiento lucrativo. Y

debemos recordar una y otra vez que no hasido ésta la idea que desarrolló nuestrosistema educativo y que, con errores yaciertos, contribuyó a la formación de unacomunidad nacional.En este punto, los cristianos hemos hechoun aporte innegable desde hace siglos. No esaquí mi intención entrar polémicas ydiferencias que suelen consumir muchosesfuerzos. Simplemente, pretendo llamar laatención de todos y, en particular de loseducadores católicos, respecto de laimportantísima tarea que tenemos entremanos. Depreciada, devaluada y hastaatacada por muchos, la tarea cotidiana detodos aquellos que mantienen enfuncionamiento las escuelas, enfrentandodificultades de todo tipo, con bajos sueldos ydando mucho más de lo que reciben, siguesiendo uno de los mejores ejemplos deaquello a lo cual hay que volver a apostar,una vez más: la entrega personal a un

proyecto de un país para todos. Proyecto que,desde lo educativo, lo religioso o lo social, setorna político en el sentido más alto de lapalabra: construcción de la comunidad.Este proyecto político de inclusión no estarea sólo del partido gobernante, ni siquierade la clase dirigente en su conjunto, sino decada uno de nosotros. El “tiempo nuevo” segesta desde la vida concreta y cotidiana decada uno de los miembros de la Nación, encada decisión ante el prójimo, ante laspropias responsabilidades, en lo pequeño yen lo grande. Cuanto más en el seno de lasfamilias y en nuestra cotidianeidad escolar olaboral.

Mas Dios ha de permitirque esto llegue a mejorar.Pero se ha de recordarpara hacer bien el trabajoque el fuego pa calentar

debe ir siempre por abajo.

Pero esto merece una reflexión máscompleta.

Martín Fierro, compendio deética cívica

Seguramente, tampoco a Hernández se leescapaba que los gauchos “verdaderos”, losde carne y hueso, no se iban a comportartampoco como “señoritos ingleses” en la“nueva sociedad a fraguar”. Provenientes deotra cultura, sin alambrado, acostumbrados adécadas de resistencia y lucha, ajenos en unmundo que se iba construyendo conparámetros muy distintos a los que elloshabían vivido, también ellos deberíanrealizar un importante esfuerzo paraintegrarse, una vez que se les abrieran laspuertas.

Los recursos de la cultura popularLa segunda parte de nuestro “poemanacional” pretendió ser una especie de “ma-nual de virtudes cívicas” para el gaucho, una“llave” para integrarse en la nuevaorganización nacional.

Y en lo que explica mi lenguatodos deben tener fe.Ansí, pues, entiéndanme,con codicias no me mancho.No se ha de llover el ranchoen donde este libro esté.

Martín Fierro está repleto de los elementosque el mismo Hernández había mamado dela cultura popular, elementos que, junto conla defensa de algunos derechos concretos einmediatos, le valieron la gran adhesión quepronto recibió. Es más: con el tiempo, ge-neraciones y generaciones de argentinosreleyeron a Fierro... y lo reescribieron,

poniendo sobre sus palabras las muchasexperiencias de lucha, las expectativas, lasbúsquedas, los sufrimientos... Martín Fierrocreció para re-presentar al país decidido,fraterno, amante de la justicia, indomable.Por eso todavía hoy tiene algo que decir. Espor eso que aquellos “consejos” para“domesticar” al gaucho trascendieron conmucho el significado con que fueron escritosy siguen hoy siendo un espejo de virtudescívicas no abstractas, sino profundamenteencarnadas en nuestra historia. A esasvirtudes y valores vamos a prestarlesatención ahora.

Los consejos de Martín FierroLos invito a leer una vez más este poema.Háganlo no con un interés sólo literario, sinocomo una forma de dejarse hablar por lasabiduría de nuestro pueblo, que ha sidoplasmada en esta obra singular. Más allá delas palabras, más allá de la historia, verán

que lo que queda latiendo en nosotros es unaespecie de emoción, un deseo de torcerle elbrazo a toda injusticia y mentira y seguirconstruyendo una historia de solidaridad yfraternidad, en una tierra común dondetodos podamos crecer como seres humanos.Una comunidad donde la libertad no sea unpretexto para faltar a la justicia, donde la leyno obligue sólo al pobre, donde todos tengansu lugar.Ojalá sientan lo mismo que yo: que no es unlibro que habla del pasado, sino más bien delfuturo que podemos construir.No voy a prolongar este mensaje –ya muyextenso– con el desarrollo de los muchosvalores que Hernández pone en boca de Fie-rro y otros personajes del poema. Simple-mente, los invito a profundizar en ellos, através de la reflexión y, por qué no, de undiálogo en cada una de nuestrascomunidades educativas. Aquí presentaré

solamente algunas de las ideas que podemosrescatar entre muchas.

Prudencia o “picardía”: obrar desde laverdad y el bien... o por conveniencia

Nace el hombre con la astuciaque ha de servirle de guía.Sin ella sucumbiría,pero sigún mi experienciase vuelve en unos prudenciay en los otros picardía.

Hay hombres que de su cenciatienen la cabeza llena;hay sabios de todas menas,mas digo sin ser muy ducho,es mejor que aprender muchoel aprender cosas buenas.

Un punto de partida. “Prudencia” o “picar-día” como formas de organizar los propios

dones y la experiencia adquirida. Un actuaradecuado, conforme a la verdad y al bien po-sibles aquí y ahora, o la consabidamanipulación de informaciones, situacionese interacciones desde el propio interés. Meraacumulación de ciencia (utilizable paracualquier fin) o verdadera sabiduría, queincluye el “saber” en su doble sentido,conocer y saborear, y que se guía tanto por laverdad como por el bien. “Todo me espermitido, pero no todo me conviene”, diríasan Pablo. ¿Por qué? Porque además de misnecesidades, apetencias y preferencias, estánlas del otro. Y lo que satisface a uno a costadel otro termina destruyendo a uno y otro.

La jerarquía de los valores y la éticaexitista del “ganador”

Ni el miedo ni la codiciaes bueno que a uno lo asalten.Ansí no se sobresalten

por los bienes que perezcan.Al rico nunca le ofrezcany al pobre jamás le falten.

Lejos de invitarnos a un desprecio de losbienes materiales como tales, la sabiduríapopular que se expresa en estas palabrasconsidera los bienes perecederos comomedio, herramienta para la realización de lapersona en un nivel más alto. Por esoprescribe no ofrecerle al rico(comportamiento interesado y servil que sírecomendaría la “picardía” del ViejoVizcacha) y no mezquinarle al pobre (que sínecesita de nosotros y, como dice elEvangelio, no tiene nada con que pagarnos).La sociedad humana no puede ser una “leyde la selva” en la cual cada uno trate de ma-notear lo que pueda, cueste lo que costare. Yya sabemos, demasiado dolorosamente, queno existe ningún mecanismo “automático”que asegure la equidad y la justicia. Sólo una

opción ética convertida en prácticasconcretas, con medios eficaces, es capaz deevitar que el hombre sea depredador delhombre. Pero esto es lo mismo que postularun orden de valores que es más importanteque el lucro personal, y por lo tanto un tipode bienes que es superior a los materiales. Yno estamos hablando de cuestiones queexijan determinada creencia religiosa paraser comprendidas: nos referimos a principioscomo la dignidad de la persona humana, lasolidaridad, el amor:

“Ustedes me llaman Maestro ySeñor;y tienen razón, porque lo soy.Si yo que soy Señor y Maestro,les he lavado los pies,ustedes también deben lavarse lospiesunos a otros.

Les he dado el ejemplo, para quehaganlo mismo que yo hice con ustedes.”

Jn 13,13-15

Una comunidad que deje de arrodillarse antela riqueza, el éxito y el prestigio y que seacapaz, por el contrario, de lavar los pies delos humildes y necesitados sería más acordecon esta enseñanza que la ética del “ganador”(a cualquier precio) que hemosmalaprendido en tiempos recientes.

El trabajo y la clase de persona quequeremos ser

El trabajar es la leyporque es preciso alquirir..No se espongan a sufriruna triste situación.Sangra mucho el corazóndel que tiene que pedir.

¿Hacen falta comentarios? La historia hamarcado a fuego en nuestro pueblo elsentido de la dignidad del trabajo y eltrabajador. ¿Existe algo más humillante quela condena a no poder ganarse el pan? ¿Hayforma peor de decretar la inutilidad einexistencia de un ser humano? ¿Puede unasociedad que acepta tamaña iniquidadescudándose en abstractas consideracionestécnicas ser camino para la realización delser humano?Pero este reconocimiento que todosdeclamamos no termina de hacerse carne.No sólo por las condiciones objetivas quegeneran el terrible desempleo actual(condiciones que, nunca hay que callarlo,tienen su origen en una forma de organizarla convivencia que pone la ganancia porencima de la justicia y el derecho), sinotambién por una mentalidad de “viveza”(¡también criolla!) que ha llegado a formarparte de nuestra cultura. “Salvarse” y

“zafar”... por el medio más directo y fácil po-sible. “La plata trae la plata”... “nadie se hizorico trabajando”... creencias que han idoabonando una cultura de la corrupción quetiene que ver, sin duda, con esos “atajos” porlos cual muchos han tratado de sustraerse ala ley de ganar el pan con el sudor de lafrente.

El urgente servicio a los más débiles

La cigüeña cuando es viejapierde la vista, y procurancuidarla en su edá maduratodas sus hijas pequeñas.Apriendan de las cigüeñaseste ejemplo de ternura.

En la ética de los “ganadores”, lo que seconsidera inservible, se tira. Es la civilizacióndel “descarte”. En la ética de una verdaderacomunidad humana, en ese país que

quisiéramos tener y que podemos construir,todo ser humano es valioso, y los mayores loson a título propio, por muchas razones: porel deber de respeto filial ya presente en elDecálogo bíblico; por el indudable derechode descansar en el seno de su comunidad quese ha ganado aquél que ha vivido, sufrido yofrecido lo suyo; por el aporte que sólo élpuede dar todavía a su sociedad, ya que,como dice el mismo Martín Fierro, es de laboca del viejo / de ande salen las verdades.No hay que esperar hasta que se reconstituyael sistema de seguridad social actualmentedestruido por la depredación: mientras tan-to, hay innumerables gestos y acciones deservicio a los mayores que estarían al alcancede nuestra mano con un pizca de creatividady buena voluntad. Y del mismo mo-do, nopodemos dejar de volver a considerar lasposibilidades concretas que tenemos dehacer algo por los niños, los enfermos, ytodos aquellos que sufren por diversos

motivos. La convicción de que hay cues –tiones “estructurales”, que tiene que ver conla sociedad en su conjunto y con el mismoEstado, de ningún modo nos exime denuestro aporte personal, por más pequeñoque sea.

Nunca más el robo, la coima y el “no temetás”

Ave de pico encorvadole tiene al robo afición,pero el hombre de razónno roba jamás un cobre,pues no es vergüenza ser pobrey es vergüenza ser ladrón.

Quizás, en nuestro país, esta enseñanza hayasido de las más olvidadas. Pero más allá deello, además de no permitir ni justificarnunca más el robo y la coima, tendríamosque dar pasos más decididos y positivos. Por

ejemplo preguntarnos no sólo qué cosasajenas no tenemos que tomar, sino más bienqué podemos aportar. ¿Cómo podríamosformular que también son “vergüenza” laindiferencia, el individualismo, el sustraer(robar) el propio aporte a la sociedad paraquedarse sólo con una lógica de “hacer lamía”?

Pero el doctor de la Ley, parajustificar su intervención, le hizoesta pregunta: “¿y quién es miprójimo?”. Jesús volvió a tomar lapalabra y le respondió: un hombrebajaba de Jerusalén a Jericó y cayóen manos de unos ladrones, que lodespojaron de todo, lo hirie-ron yse fueron, dejándolo medio muerto.Casualmente bajaba por el mismocamino un sacerdote: lo vio ysiguió de largo. También pasó porallí un levita: lo vio y siguió de

largo. Pero un samaritano queviajaba por allí, al pasar junto a él,lo vio y se conmovió. Entonces seacercó y vendó sus heridas, cu-briéndolas con aceite y vino;después lo puso sobre su propiamontadura, lo condujo a unalbergue y se encargó de cuidarlo.Al día si-guiente, sacó dos denariosy se los dio al due-ño del albergue,diciéndole: “Cuídalo, y lo quegastes de más, te lo pagaré alvolver”.¿Cuál de los tres te pareceque se portó como prójimo delhombre asaltado por los ladrones?El que tuvo compasión de él, lerespondió el doctor. Y Jesús le dijo:“Ve, procede tú de la mismamanera”.

Lc 10,29-37

Palabras vanas, palabras verdaderas

Procuren, si son cantores,el cantar con sentimiento.No tiemplen el estrumentopor solo el gusto de hablary acostúmbrense a cantaren cosas de jundamento.

Comunicación, hipercomunicación,incomunicación. ¿Cuántas palabras “sobran”entre nosotros? ¿Cuánta habladuría, cuántadifamación, cuánta calumnia? ¿Cuántasuperficialidad, banalidad, pérdida detiempo? Un don maravilloso, como es lacapacidad de co-municar ideas ysentimientos, que no sabemos valorar niaprovechar en toda su riqueza. ¿Nopodríamos proponernos evitar todo “canto”que sólo sea “por el gusto de hablar”? ¿Seríaposible que estuviéramos más atentos a loque decimos de más y a lo que decimos demenos, particularmente quienes tenemos la

misión de enseñar, hablar, comunicar?

Conclusión: palabra yamistad

Finalmente, citemos aquella estrofa en lacual hemos vista tan reflejado elmandamiento del amor en circunstanciasdifíciles para nuestro país. Aquella estrofaque se ha convertido en lema, en programa,en consigna, pero que debemos recordar unay otra vez:

Los hermanos sean unidos,porque esa es la ley primera.Tengan unión verdaderaen cualquier tiempo que sea,porque si entre ellos peleanlos devoran los de ajuera

Estamos en una instancia crucial de nuestra

Patria. Crucial y fundante: por eso mismo,llena de esperanza. La esperanza está tanlejos del facilismo como de la pusilanimidad.Exige lo mejor de nosotros mismos en latarea de re-construir lo común, lo que noshace un pueblo.Estas reflexiones han pretendido solamentedespertar un deseo: el de poner manos a laobra, animados e iluminados por nuestrapropia historia. El de no dejar caer el sueñode una Patria de hermanos que guió a tantoshombres y mujeres en esta tierra.¿Qué dirán de nosotros las generacionesvenideras? ¿Estaremos a la altura de los de-safíos que se nos presentan?¿Por qué no?, es la respuesta. Singrandilocuencias, sin mesianismos, sincertezas im-posibles, se trata de volver abucear valientemente en nuestros ideales, enaquellos que nos guiaron en nuestra historia,y de empezar ahora mismo a poner en

marcha otras posibilidades, otros valores,otras conductas.Casi como una síntesis, me sale al paso elúltimo verso que citaré del Martín Fierro, unverso que Hernández pone en boca del hijomayor del gaucho, en su amarga reflexiónsobre la cárcel:

Pues que de todos los bienes,en mi inorancia lo infiero,que le dio al hombre altaneroSu Divina Magestá,la palabra es el primero,el segundo es la amistá.

La palabra que nos comunica y vincula,haciéndonos compartir ideas y sentimientos,siempre y cuando hablemos con la verdad.Siempre. Sin excepciones.La amistad, incluso la amistad social, con su“brazo largo” de la justicia, que constituye el

mayor tesoro, aquel bien que no se puedesacrificar a ningún otro. Lo que hay quecuidar por sobre todas las cosas.Palabra y amistad. “La Palabra se hizo carney habitó entre nosotros” (Jn 1,14). No hizorancho aparte; se hizo amigo nuestro. “Nohay amor más grande que dar la vida porlos amigos. Ustedes son mis amigos si hacenlo que les mando. Ya no los llamoservidores, porque el servidor ignora lo quehace su señor; yo los llamo amigos, porqueles he dado a conocer todo lo que oí de miPadre” (Jn 15,13-15). Si empezamos yamismo a valorar estos dos bienes, otra puedeser la historia de nuestro país.

Clave de lectura para trabajara solas o en grupo

Reflexionamos– Como un pequeño registro personal,confecciono una doble columna...

... y anoto en ella los cambios producidos enmis acciones concretas a lo lar-go de esteitinerario en relación con mi vocacióneducadora y con mi inserción en la escuelacatólica: ¿Se fortaleció el compromiso? ¿Seplasmó en algún aconte-cimiento nuevo?¿Modifiqué alguna acti-tud?¿Me identificomás o menos que antes con el idearioinstitucional? ¿Superé dificultades? ¿Hubonuevos aportes de mi parte a la comunidad?¿Mejoraron mis relaciones interpersonales?– ¿Estoy venciendo la tentación de obrar porconveniencia, poniéndome en el camino dela verdad y del bien?– ¿Me esfuerzo por construir fraternidad conmis colegas y superiores?

– ¿Transmito el conocimiento como servicioy no como lugar de poder?– ¿Estoy atento “a los más débiles” de micomunidad?

Leemos

“Yo, que estoy preso por el Señor, los exhortoa comportarse de una manera digna de lavocación que han recibido. Con muchahumildad, mansedumbre y paciencia,sopórtense mutuamente por amor. Traten deconservar la unidad del Espíritu, medianteel vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo yun solo Espíritu, así como hay una mismaesperanza, a la que ustedes han sidollamados, de acuerdo con la vocaciónrecibida.”

Efesios 4,1-4

Pensamos

“...La Iglesia está plenamente convencida deque la Escuela Católica, al ofrecer suproyecto educativo a los hombres de nuestrotiempo, cumple una tarea eclesial,insustituible y urgente. En ella, de hecho, laIglesia participa en el diálogo cultural consu aportación original a favor del verdaderoprogreso y de la formación integral delhombre. La desaparición de la EscuelaCatólica constituiría una pérdida inmensapara la civilización, pa-ra el hombre y parasu destino natural y sobrenatural.”

La Escuela Católica I,15

Revisamos nuestra tarea

Esta dinámica cierra un itinerario deencuentros pensados para brindar unaoportunidad de crecimiento a la comunidadeducativa. Por ello, sugerimos aportar losrecursos necesarios para llevarla a cabo amodo de celebración final.

Con cartulinas, papeles afiches, marcadoresy tal vez imágenes de diarios y revistas,sugerimos plasmar entre todos:Una lámina que defina nuestra identidad (lade cada uno de nosotros como educadorescatólicos y la de nuestra comunidadeducativa): ¿Quiénes somos? ¿Cuál esnuestra razón de ser en la comunidad na-cional de la que somos parte?También recomendamos poner en común losresultados del registro personal decrecimiento en este itinerario (AYER Y HOY)y compartir con alegría todo lo vivido.

Oramos

“Oh Dios, tú que siempre has llevadola vida a su perfección plenamediante el paciente crecimiento,dame paciencia para guiara mis alumnos a lo mejor en la vida.

Enséñame a usar los móvilesdel amor y el interés;y sálvame de la debilidad de la coerción.Ayúdame a vitalizar la viday a no limitarme a ser un mercader dehechos.Que yo sea tan humildey que me mantenga tan jovenque pueda continuar creciendoy aprendiendo mientras enseño.Que pueda aprender las leyesde la vida humana tan bien que,redimido de la insensatezde la recompensa y el castigo,pueda ayudar a cada uno de mis alumnosa encontrar una devociónsuprema que los impulse a darse por entero.Y que esa devoción concuerde

con tus propósitos para el mundo.Concédeme la gracia de luchar, no tantopara ser llamado maestro sino para serlo;no tanto para hablar de ti sino para revelarte;no tanto para referirme al amory al servicio humano, sino para poseerel espíritu del amor y el servicio;no tanto para referirme a los ideales de Jesússino para revelarlos en cada actode mi enseñanza.Líbrame de sumergir mis laboresen la mediocridadayudándome a tener siempre presenteel pensamiento de que,de todas las actividades humanas,la ENSEÑANZA es en gran medida,la tarea que tú has estado haciendoa través de todas las generaciones. Amén.

Wallace Grant Fisk

Del mismo autor:

HAMBRE Y SEDDE JUSTICIA

Desafíos del Evangelio paranuestra patria

Mensajes oportunos del Arzobispo de

Buenos Aires, Cardenal Jorge Bergoglio, quenos llaman a refundar nuestro vínculo socialcomo nación.Palabras para la honda crisis moral y ladolorosa realidad social de nuestro país quenos convocan a forjar una nueva cultura delencuentro.