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88 Monira Rahman La primera vez que vio a una chica con el rostro desfigurado porque un hombre le había arrojado ácido, Monira Rahman quedó conster- nada. Apenas sabía que ocurría en su país, Bangladesh, que de ese modo los hombres querían desfigurar el aspecto de las chicas para toda la vida. A menudo el motivo eran los celos. La segunda vez, Monira se desmayó. Pero desde entonces ella y su organización ASF han luchado sin pausa para rescatar a las chicas – y los chicos – rociados con ácido o gasolina a la que des- pués prendieron fuego. Monira y ASF han logrado incluso reducir a la mitad la cantidad de ataques con ácido en Bangladesh. Monira manifiesta junto a los que fueron expuestos a ata- ques con ácido y gasolina. Miles de hombres también participan en las manifesta- ciones. M onira Rahman es una mujer alegre y empren- dedora. Siempre ha sido así. – Cuando nací mi país per- tenecía a Pakistán y se llama- ba Pakistán Oriental, cuenta Monira. Cuando tenía seis años hubo una guerra civil. Nuestra casa fue incendiada, tuvimos que huir, mi papá murió de cólera y quedamos muy pobres. Pero nuestro país se independizó y desde entonces se llama Bangladesh. Cuando tenía siete años mi mamá se mudó a la capital Dacca con nosotros, sus seis hijos. – Mi hermano mayor se transformó en el jefe de la familia. Empezó a hacer negocios, le fue bien y estuvi- mos mucho mejor en lo eco- TEXTO: MONICA ZAK FOTO: KIM NAYLOR ¿POR QUé SE NOMINA A MONIRA? Monira Rahman es nominada al Premio de los Niños del Mundo 2011 por su valiente lucha para poner fin a la violencia en Bangladesh perpetrada mediante ataques con ácido y gasolina a la que se enciende fuego. La mayoría de las afecta- das son chicas, pero también hay mujeres, niños y hombres ataca- dos. El motivo son los celos en el caso de las chicas y desacuerdos por tierras en el de los hombres. Antes también había muchos ataques con ácido, pero no eran de conocimiento público, los periódicos no escribían acerca de ello. Monira ha hecho que esto cambie. Participó en la creación de ASF, Acid Survivors Foundation (Organización de Sobrevivientes al Ácido), para todos los sobrevivientes a los ataques con ácido y gasolina. La organización empezó su actividad en 1999. Los primeros años había más de un ataque con ácido por día en Bangladesh. Hoy los ataques se redujeron a la mitad de los que eran entonces, pero la meta es que ninguna persona, niño, muchacha, mujer u hombre, sea daña- da con ácido o gasolina para el año 2015. ASF ayuda a los sobrevivientes a llevar una vida activa y digna, incluso mediante cirugías estéti- cas si es necesario. Los propios sobrevivientes son hoy los mayores activistas contra la violencia. NOMINADA • Páginas 88–105

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Monira Rahman en Español

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Monira RahmanLa primera vez que vio a una chica con el rostro desfigurado porque un hombre le había arrojado ácido, Monira Rahman quedó conster-nada. Apenas sabía que ocurría en su país, Bangladesh, que de ese modo los hombres querían desfigurar el aspecto de las chicas para toda la vida. A menudo el motivo eran los celos.

La segunda vez, Monira se desmayó. Pero desde entonces ella y su organización ASF han luchado sin pausa para rescatar a las chicas – y los chicos – rociados con ácido o gasolina a la que des-pués prendieron fuego. Monira y ASF han logrado incluso reducir a la mitad la cantidad de ataques con ácido en Bangladesh.

Monira manifiesta junto a los que fueron expuestos a ata-ques con ácido y gasolina. Miles de hombres también participan en las manifesta-ciones.

Monira Rahman es una mujer alegre y empren-dedora. Siempre ha

sido así.– Cuando nací mi país per-

tenecía a Pakistán y se llama-ba Pakistán Oriental, cuenta Monira. Cuando tenía seis años hubo una guerra civil. Nuestra casa fue incendiada, tuvimos que huir, mi papá murió de cólera y quedamos muy pobres. Pero nuestro país se

independizó y desde entonces se llama Bangladesh. Cuando tenía siete años mi mamá se mudó a la capital Dacca con nosotros, sus seis hijos.

– Mi hermano mayor se transformó en el jefe de la familia. Empezó a hacer negocios, le fue bien y estuvi-mos mucho mejor en lo eco-

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¿PoR qué se noMina a MoniRa?Monira Rahman es nominada al Premio de los Niños del Mundo 2011 por su valiente lucha para poner fin a la violencia en Bangladesh perpetrada mediante ataques con ácido y gasolina a la que se enciende fuego.

La mayoría de las afecta-das son chicas, pero también hay mujeres, niños y hombres ataca-dos. El motivo son los celos en el caso de las chicas y desacuerdos por tierras en el de los hombres.

Antes también había muchos ataques con ácido, pero no eran de conocimiento público, los periódicos no escribían acerca de ello. Monira ha hecho que esto cambie. Participó en la creación de ASF, Acid Survivors Foundation (Organización de Sobrevivientes al Ácido), para todos los sobrevivientes a los ataques con ácido y gasolina.

La organización empezó su actividad en 1999. Los primeros años había más de un ataque con ácido por día en Bangladesh.

Hoy los ataques se redujeron a la mitad de los que eran entonces, pero la meta es que ninguna persona, niño, muchacha, mujer u hombre, sea daña-da con ácido o gasolina para el año 2015.

ASF ayuda a los sobrevivientes a llevar una vida activa y digna, incluso mediante cirugías estéti-cas si es necesario. Los propios sobrevivientes son hoy los mayores activistas contra la violencia.

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nómico. Yo iba a la escuela, pero cada tarde me sentía ate-rrorizada cuando mi herma-no llegaba a casa. Nos regaña-ba a mis hermanos y a mí. Se burlaba de nosotros. Nos cas-tigaba ante la menor falta. Nos golpeaba. Le tenía mucho miedo a mi hermano. Fue entonces que decidí no casarme nunca.

Maestra importanteEn séptimo grado Monira tuvo una maestra a la que le agradaba y que creía en ella.

– Decía que yo era capaz. Consiguió que empezara a atreverme. Hizo que me sumara a los clubes de debate y expresara mis puntos de vis-ta. Logró que creciera la con-fianza en mí misma. Cuando hoy conozco a todos los lace-rados con ácido y gasolina intento actuar del mismo modo. Demuestro que me agradan e intento darles con-fianza en sí mismos.

Luego de conocer a esa maestra, Monira fue dirigen-te estudiantil y participó en manifestaciones callejeras.

Ella y sus compañeros fueron apresados. A muchos los gol-pearon y lastimaron.

– Eso me convenció de que debíamos cambiar la socie-dad, pero no se puede cam-biar con violencia. El único modo es discutir hasta hallar soluciones.

Durante una gran hambru-na y luego de un violento ciclón con duras inundacio-nes, Monira y otros estudian-tes prepararon comida y la repartieron entre los afecta-dos. Monira vio mucha mise-ria. Por eso al terminar sus estudios universitarios empe-zó a desempeñarse como tra-bajadora social para una orga-nización que ayudaba a muje-res sin techo con hijos. En ese tiempo, los niños y mujeres que vivían en la calle eran apresados por la policía y encerrados en lugares horri-bles.

niño maltratado– Una vez iba a examinar un orfanato en pleno campo. Me hicieron recorrer el lugar y no vi nada terriblemente malo.

Luego nos sentamos en la ofi-cina y entonces vi a unos niños afuera. Pensé que juga-ban, arrojaron una pelota por la ventana. Pero no era una pelota, sino que era un papel. Cuando desplegué el papel pude leer: “Vaya al baño de varones”. La puerta tenía lla-ve, pero pude abrirla. Adentro yacía un niño en el suelo, de 5 ó 6 años de edad. Estaba ata-do, tenía fiebre alta y una pierna quebrada. El personal lo había maltratado y le había roto la pierna porque se había

orinado encima. Esa vez fue bueno poder intervenir.

Monira trabajó mucho tiempo con chicas y mujeres sin techo que eran encerradas.

– Vivían en una gran casa roja y deteriorada. Estaban encerradas en grandes salas, muchos cuartos no tenían ventanas. Podía haber cien personas en el mismo cuarto. El primer día allí vi a una mujer acostada con las manos y los pies atados. Yo desaté el nudo y la liberé. Entonces me llamó la directora y me rega-ñó. Contesté que no se podía tratar así a una persona. El jefe más alto no dijo nada, pero seguro estaba de acuerdo conmigo porque no me echó.

– Esas chicas y mujeres vivían aterradas. Cada noche el personal hacía salir a algu-nas de ellas y las violaba. Algunas ya no sabían cómo se llamaban o de dónde venían. No había documentación sobre ellas. Empecé a averi-guar quiénes eran y logré ras-trear a la familia de muchas. Una mujer había estado ence-rrada 21 años. Hice que vol-

– Tenemos cientos de sobrevivientes que luchan contra los ataques con ácido y gasolina. Hacen manifestaciones, se reúnen con políticos y denuncian a los culpables, dice Monira.

incluso el gobierno ha escuchado a Monira y a asF.

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viera a hablar y encontré a su familia. La vi volver a la vida. Fue maravilloso verlo. Y pude experimentar que ella dejara la gran casa roja y regresara con su familia.

– Durante esos años apren-dí que uno no debe tener mie-do de abordar lo más difícil y que uno debe hallar primero la fuerza en sí mismo para poder darle fuerza a otros.

Primera víctima del ácidoTrece años atrás conoció a dos chicas que habían sido ataca-das con ácido corrosivo.

– Unos hombres les habían arrojado ácido para destruir su belleza para siempre. Yo

apenas sabía que eso ocurría en mi país. No era algo de lo que se hablara o se escribiera. Sólo había leído un pequeño artículo que se trataba de un ataque con ácido. Ahora tenía frente a mí a una chica de 17 años con el rostro totalmente arruinado por el ácido. Era como si el rostro se hubiera derretido y un ojo estaba dañado. Me conmocionó pro-fundamente. Cuando una de las chicas empezó a hablar, vi su fuerza. Hablaba, sonreía y reía, vivía a pesar de las duras heridas. En vez de un rostro desfigurado empecé a ver a una chica, a una persona.

Pero por la noche tuve

pesadillas. Soñé con que arro-jaban ácido… veía carne y huesos derretirse… veía ros-tros desfigurados… oía gri-tos. Cada vez que me desper-taba, pensaba: “¿Cómo puede ser posible algo así en mi país? ¿Y cómo pueden esas chicas ser tan fuertes como para mostrarse y contar por qué las atacaron?”

Me desmayé– A los medios no les impor-taban esas dos chicas. Pero habían despertado mi interés. Sentí que quería saber más al respecto. Empecé a ir a hospi-tales y descubrí que había muchas personas lesionadas

con ácido en las unidades de quemados. Y cada día llega-ban nuevos pacientes. Eran niños, chicas, mujeres, muchachos y hombres, pero la gran mayoría eran chicas jóvenes. Todos lloraban, no había camas suficientes para todos, ningún médico. Eran condiciones repugnantes. Me desmayé dos veces.

– Recuerdo la segunda vez que me desmayé. Ingresó una chica con el 50 por ciento de quemaduras, toda la espalda era una sola herida abierta. Recuerdo que pensé que no iba a sobrevivir. La llevamos a un sanatorio privado. Pero también allí las condiciones eran terribles. Lo peor era el hedor y el líquido que corría de cada herida de la chica. Me desmayé. Una enfermera me sacó de la sala. Cuando me sentí mejor volvimos a entrar. La chica sobrevivió. Y yo nun-ca más volví a desmayarme.

Monira bromea con sweety y le infunde valor ante la cirugía plástica que se acerca.

La operación termina y Monira felicita a sweety porque salió muy bien.

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Creó asFPara entonces Monira ya entendía que los ataques con ácido eran comunes. A menu-do el motivo eran los celos. Cuando una chica no quería casarse con un hombre, este le arrojaba ácido como castigo. Y se conseguía ácido en todas partes, se usaba en la indus-tria textil, en la fabricación de joyas, había en la batería de los autos. Todos los días alguien era atacado con ácido. La mayoría de las víctimas eran chicas menores de 18 años y niños. Pero también eran atacados las mujeres y los hombres. A menudo el motivo del ataque con ácido eran los conflictos por la tie-rra. Monira sentía que debía hacer algo. ¿Pero qué?

Monira conoció al cirujano plástico canadiense John Morrisson. Juntos decidieron crear una organización para ayudar a los sobrevivientes. Llamaron a la organización ASF, Acid Survivors Foundation (Organización de Sobrevivientes al Ácido). Actualmente Monira es la

directora de ASF.– Empezamos en 1999, hace

once años. No teníamos un centavo. Pero sentíamos que era necesario. Cada día ocu-rría un nuevo ataque con áci-do. Hoy se han reducido a la mitad, ocurre un ataque cada dos días. Pero nuestra meta es poner fin a la violencia de manera que ningún niño, ninguna muchacha, ninguna mujer y ningún hombre sean atacados con ácido. También empezamos a ocuparnos de los que fueron dañados por-que alguien les arrojó gasoli-na y les encendió fuego.

Miedo de ser atacadaEl comienzo fue difícil.

– Pasó un año hasta que pude mirar a los lesionados sin retroceder y sin empezar a llorar. Uno debe resolver eso para poder darle fuerzas a los afectados. Naturalmente lo peor lo pasan los sobrevivien-

tes. Ser atacado con ácido o gasolina es muy duro en lo emocional. Su vida cambia en un solo día. Ya nadie los reco-noce. Sus seres queridos no soportan verlos. No se atreven a mirarse a sí mismos al espe-jo. También fue difícil para los que trabajamos con ellos. Al principio volvíamos a la ofici-na y nos gritábamos unos a otros. Allí podíamos expresar nuestras emociones. Pero hablábamos sin parar de lo que habíamos vivido, nos sen-tíamos mejor y más fuertes. Ahora tenemos psicólogos

aquí en ASF que ayudan a los sobrevivientes, pero también a los que trabajamos con ellos.

Monira también tenía mie-do de ser atacada. Los prime-ros años siempre llevaba una botella de agua consigo. De los cirujanos plásticos apren-dió que luego de un ataque hay que verter agua en la heri-da. Hoy la mayoría sabe en Bangladesh que se le deben arrojar cubos de agua al afec-tado y seguir así mucho tiem-po. De ese modo los daños son menores. Y todos saben que si el afectado acude al hospital de ASF dentro de las 48 horas, tiene una gran chance de sobrevivir y de que el daño no sea tan grave.

Hoy la gente sabe– Nunca me atacaron y ahora ya no voy a todas partes con una botella de agua. Hoy la gente conoce esta forma de violencia. Tenemos cientos de sobrevivientes que también son activistas. Hacen mani-festaciones. Se reúnen con políticos. Denuncian a los responsables. Rastrean a vie-jas víctimas y les explican que aunque tengan viejas heridas en ASF vamos a ayudarlos. Logran hacer que miles de hombres se manifiesten con-tra la violencia hacia las muje-res en el Día Internacional de la Mujer. También logramos crear un centro con una clíni-ca propia donde operan ciru-janos plásticos. El tratamien-to es totalmente gratuito. Enviamos al extranjero a

Los niños dañados por ataques con ácido y gasolina se reúnen en asF para relacionarse y pintar juntos.

Monira refresca a una joven después de la operación.

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varios lesionados para opera-ciones de cirugía estética con-siderables, algunos tienen una nueva nariz, casi todo el rostro nuevo. Tenemos abo-gados que intentan ayudar para que los responsables sean apresados y juzgados. Tenemos 80 empleados, 20 de ellos son sobrevivientes de ataques con ácido.

ASF logró que el gobierno efectuara varios cambios legales. También hizo que personas conocidas participa-ran en galas de apoyo y con-tribuyó con un guión para un largometraje sobre una estu-diante que es atacada con ácido.

el premio: una sonrisaMonira no quiere resaltar su propio rol en todos los éxitos. Opina que son los mismos sobrevivientes los que realiza-ron todo.

– Los que trabajamos con los afectados intentamos enseñarles a ser fuertes. Intentamos hacer que no se escondan dentro de la casa,

que se atrevan a salir y ense-ñar su rostro lesionado. Intentamos hacer que sientan que valen, que pueden estu-diar, casarse, tener hijos. Para mí el mayor premio es ver a uno de ellos volver a sonreír. La chica de 17 años que hizo que me interesara en la guerra contra el ácido vive hoy en EE. UU. Pronto se recibirá de enfermera.

– Lo que más alegría me da en la vida es encontrarme con todos a los que les fue bien. Recuerdo a la pequeña Bubly. Tenía siete meses y nadie cre-yó que fuera a sobrevivir. Fue el papá el que la roció con áci-do porque quería tener un varón. Fue operada muchas veces y hoy es una vivaz niña de diez años a quien todos adoran aquí. Ahora muchos sobrevivientes estudian. ASF paga sus estudios mientras quieran proseguir con ellos.

Casada pese a todoMonira cuenta esto en su pequeña oficina. Luego parti-rá hacia una reunión con una

organización internacional a la que intentará convencer de aportar dinero. Todo el tiem-po debe buscar dinero para que ASF tenga medios para continuar.

– Cuando regrese de la reunión me encontraré con niños que fueron lesionados. Algunos ingresan aquí para ser operados nuevamente, otros vienen de todos modos. Intentamos pintar juntos una vez a la semana. Más tarde iré a recorrer las unidades y hablar con los recién opera-dos. Luego volveré a casa con mi familia.

De pequeña Monira deci-dió que nunca iba a casarse.

– Pero luego conocí a un hombre que era tal como yo. También había decidido no casarse. Era fotógrafo en la televisión y se dedicaba a retratar problemas sociales, a cambiar las cosas. Trabajaba con gran energía. Éramos muy parecidos. Nos enamo-ramos y nos casamos. Ahora vivimos en un pequeño apar-tamento y tenemos dos niños,

de 8 y 12 años. A menudo vie-nen conmigo al trabajo. Mis hijos no ven las cicatrices, no ven las heridas, sólo ven ami-gos. Suelen festejar aquí su cumpleaños.

Cuando Monira y asF comenzaron su labor ocurría en promedio un ataque con ácido diario. Como resultado de las protestas y de la información dada, la cantidad de ataques se ha reducido ahora a la mitad.

– Para mí el mayor premio es ver a alguien volver a sonreír, dice Monira.

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sweety

Durante todo un año Sweety, de 14 años, se encerró en la casa de su hermana. Nunca salía, sino que se sentaba a llorar en un rincón. Siempre llevaba un chal sobre la cabeza.

– No me atrevía a enseñar mi rostro. Cuando supo que existía ASF, la orga-nización de Monira, y que podía ayudarla con una cirugía plástica, Sweety recuperó las ganas de vivir. Con el tiempo quiere ser detec tive y pillar a todos los hombres que la lastimen a ella y a otras chicas.

Esto es lo que había ocu-rrido. Sweety vivía en un pueblo. Siempre

estaba contenta, reía mucho y adoraba bailar. Era muy bue-na en la escuela.

– Un día cuando tenía trece años, un primo cuatro años mayor me alcanzó camino a la escuela. Dijo que me ama-ba. Que quería casarse con-migo. Le contesté que en pri-mer lugar no quería casarme, era demasiado pequeña. En segundo lugar, no sentía nada por él. “Jugamos juntos, me siento como tu hermana pequeña. Además los primos no se casan.”

Sweety creyó que el primo olvidaría todo y la dejaría en paz. Pero él recorrió el pueblo diciéndole a todos que Sweety estaba enamorada de él y que

se iban a casar. Incluso contó cuál sería la fecha de la boda.

– Cuando su papá, mi tío, vino a casa para hablar del matrimonio, le expliqué que yo no estaba enamorada en absoluto. Expliqué que su hijo me importunaba.

Pero entonces el primo empezó a ir por todas partes diciendo que iba a tomar veneno y quitarse la vida si Sweety no se casaba con él.

– Intenté hacer entrar en razón a su papá, que es poli-cía. Pero él sólo dijo que si su hijo se quitaba la vida por mi culpa sería una vergüenza para toda la familia. “Debes casarte.”

Mi vida fue un infiernoEl papá de Sweety vivía en otro lugar. Sweety y su mamá se vieron forzadas a aceptar.

– Yo sabía que él no era bue-

no, bebía alcohol y fumaba marihuana, pero me obliga-ron a casarme con él. Sólo tenía trece años. Después de la boda mi esposo dijo: “Me casé contigo para castigarte. A partir de ahora tu vida será un infierno”.

La vida de Sweety en ver-dad se volvió insoportable. Tuvo que dejar la escuela. Fue maltratada. Luego de un tiempo ella y su esposo se

quiere ser detective

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mudaron a una ciudad donde ambos empezaron a trabajar en una fábrica textil.

– Trabajábamos en distin-tas secciones. Por otra chica supe que mi esposo se había buscado una novia que traba-jaba en su sección. Por la noche le pregunté si era ver-dad. Entonces tomó un cuchillo, me cortó el brazo, echó sal en la herida y dijo que si gritaba iba a matarme. No grité, sólo lloré en silen-cio. Alá me dio la fuerza.

amenazó estrangularlaOtro día el esposo quería que

Sweety le diera dinero para invitar a su nueva novia al cine. Sweety se negó, enton-ces intentó estrangularla con una cuerda. Cuando el dueño de la casa en la que alquilaban un cuarto vino corriendo, el esposo dijo: “No pasa nada. Sólo es un pequeño problema familiar”.

– Tenía un bastón especial con el que me golpeaba. Otra vez quería que le diera dinero para invitar a su novia a un restaurante chino. Me negué, pero tomó dinero de mi car-tera y se fue. Yo sabía cuál era el restaurante y también fui

allí. “No acepto esto. o pienso vivir contigo. Volveré a casa de mi mamá.” Contestó que podía tener todas las novias que quisiera. Que iba a buscarse cinco novias e iba a estar con ellas frente a mis ojos.

La quemó con gasolina– Cuando regresó a casa esa noche, me ató y empezó a gol-pearme con ese bastón. Luego debo haberme desma-yado. Me desperté con el cuerpo en llamas. El pelo, la piel, la ropa, todo ardía. Me había rociado con gasolina y

había encendido fuego. Por suerte el dueño vio humo en la casa y vino corriendo. Había un cubo de agua aden-tro y me lo arrojó.

Sweety sobrevivió y fue trasladada a un hospital. Tuvo que pagar las inyeccio-nes y el tratamiento. Su papá vendió toda la tierra que poseía para pagar el trata-miento.

– Fue una época terrible. Sentía que los médicos eran verdaderos carniceros. Estaba convencida de que querían quitarme la vida.

sweety espera la cirugía plástica que hará que su boca ya no cuelgue.

La espera nerviosa de la operación.

sweety será dormida y anestesiada antes de la operación.

Pronto será la hora de la operación.

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se encerróTres meses después Sweety regresó a casa. Le colgaba la boca, le resultaba difícil hablar. Casi no podía mover la cabeza y tenía feas cicatri-ces en grandes partes del cuerpo.

– Sólo me sentaba a llorar y no salía. Pero después de un año mi hermana dijo que era una carga para ellos. “Debes intentar ganar dinero, ayudar a mamá y a nuestro hermano menor.” Entonces tuve que salir. Pero era difícil ver a la gente retroceder cuando veían mi rostro.

Sweety aprendió a bordar. Cuando surgieron dos pues-tos de maestra no obtuvo el empleo.

– Era demasiado fea. Lo único que podía hacer era recibir alumnos del primer ciclo en casa y darles lecciones extra. También les enseñaba a bailar. Volví a la escuela. Y pude ocuparme de una pequeña biblioteca. Allí empecé a leer libros, los que prefiero son las novelas poli-ciales.

Un día la hermana de Sweety conoció a una mujer que participaba en ASF y que

tenía lesiones de ácido corro-sivo. Le contó a la mujer sobre su hermana Sweety.

– Esto fue hace muy poco tiempo, cuenta Sweety radiante de alegría. La mujer vino a verme y me contó sobre ASF. Yo nunca había oído hablar de ASF. La mujer dijo que si iba a su centro en Dacca podían operarme hábi-les cirujanos plásticos.

Miedo de la operaciónSweety estaba muy nerviosa cuando viajó a la capital y acudió a ASF. Le tenía miedo al hospital y a los médicos. Le

habían hecho doler mucho después del accidente. Pero Monira y el resto del personal hablaron mucho con ella, la tranquilizaron y dijeron que con ellos todo el tratamiento era gratis y que le darían cal-mantes para el dolor. “Nuestros hábiles cirujanos te operarán la boca, la pueden arreglar para que ya no cuel-gue. Y probablemente vuelvas a tener movilidad en el cue-llo.”

– Aquí he conocido a muchos otros que fueron ata-cados con ácido o gasolina, que fueron operados y hoy

sweety está dormida y pronto empezarála cirugía plástica.

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llevan una vida normal. Me han dado valor. Y conocí niños que también fueron lesionados. Bailé junto a ellos. Y nos reímos mucho juntos. Pero por dentro estoy muy nerviosa. Tengo mucho mie-do de la operación.

La sonrisa de sweetyUnos días después Sweety es operada. Luego los médicos dicen que la operación salió bien. Tomaron piel del muslo y la transplantaron al rostro. Por varios días estará envuel-ta en vendajes. Transcurridos

unos días, los médicos se reúnen a su alrededor con algunas enfermeras y empie-zan a quitar las vendas. Ponen un espejo frente a ella.

Sweety clava los ojos en el espejo.

¡La boca ya no cuelga!¡Puede hablar sin proble-

mas!Gira con cuidado la cabeza,

puede moverla sin problemas.¡Entonces Sweety sonríe!Y la sonrisa de Sweety se

extiende a todos los que están a su alrededor. Ella dice:

– Sólo quiero llorar. Quiero llorar de tanta alegría.

quiere ser detectiveSweety ha denunciado a su ex esposo por el terrible delito que cometió contra ella. Hay una orden de arresto sobre él. Pero no ha ocurrido nada. Cada tanto él regresa al pue-blo a saludar, pero nunca lo detienen. Sweety cree que ha sobornado a la policía. Sabe que vive más al sur y que tie-ne una nueva esposa.

– Aunque ahora sé bien lo que voy a hacer. Voy a hacer que me operen más para que mi cara quede mejor. Y con la ayuda de ASF voy a estudiar. Luego voy a ser detective.

Seré una detective que busque a todos los hombres que evadan sus penas para que sean juzgados. Crearé la agencia de detectives Sweety.

Varios días después de la operación tiene vendas en la mitad de la cabeza.

Los médicos toman piel del muslo de sweety y la transplantan al rostro.

sweety siente nervios y curiosidad cuando los médicos empiezan a quitar las vendas. ¿qué le espera allí abajo?

Las enfermeras quitan los restos del vendaje. sweety aún no sabe cómo resultó...

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Seré una detective que

busque a todos los hombres

que evadan sus penas p

ara

que sean juzgados. Crearé

la agencia de detectives

Sweety.

Resulta que sweety apenas puede creer lo que ve. La boca ya no cuelga feamente. Pronto se ve una sonrisa. está muy feliz.

– El ácido corrosivo se usa como arma también en otros países, dice Monira. En Pakistán, Uganda, India, Camboya… Pero también se crearon organizaciones filiales de ASF en el exterior. Mi sueño es poder levantar un hospital grande y moderno en Bangladesh. Allí llevaremos a todos los sobrevivientes, incluso de otros paí-ses, y ofreceremos formación y cursos de diverso tipo. Tenemos mucho que aprender unos de otros. Y todos com-partimos el mismo objetivo: poner fin al uso de ácido corrosivo y gasolina como armas.

Monira sueña con un gran hospital para sobrevivientes

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un día en la vida de BublyBubly, de 10 años, ha pasado mucho tiempo en el hospital de ASF. Su papá quería tener un varón, cuando en cambio tuvo una niña inten-tó asesinarla vertiéndole ácido en la boca y en los pies.

Cuando ocurrió esto la mamá de Bubly, que entonces sólo tenía 16 años, intentó llevar a su hija al hospital. Estaba muy lesionada; los dientes, la garganta y la boca estaban destruidos. Desde entonces Bubly fue cuidada por ASF y la operaron muchas veces. Hoy ya puede comer otra vez, hablar y asistir a una escuela común. Vive con su mamá. Una vez por semana visita el centro ASF para encontrarse con otros chicos lastimados.

07.05 Sola con el ositoMamá se fue a trabajar. Para no sentirme sola abrazo a mi osito preferido. Siempre me pone contenta.

08.00 Mi vestido preferidoCuando no tengo nada que hacer me pruebo ropa. Este es mi vestido preferido.

09.30 A la escuela Para que no me rapten al ir a la escuela, siempre voy con una niña vecina y su mamá.

07.30 No puedo salirPapá quiere que vaya a vivir con él. Yo me niego. Ahora él tiene una nueva familia. Cree que si me mudo allí no habrá ningún juicio y se salvará de acabar en prisión. Cuando me negué dijo que iba a rap-tarme. Por eso sólo puedo salir si estoy con mamá. Veo que los niños juegan afuera, pero yo no puedo ir allí.

15.00 Hora de la tareaOtra vez en casa. Primero hago la tarea. Inglés es lo más divertido.

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un día en la vida de Bubly

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18.00 Hora de bailarMamá también me enseña nuevos bailes.

18.30 Sé buena, mamá…

¿No puedo salir a jugar con los demás chicos?

Sola no, dice mamá.

16.30 Juego de amigasMi amiga Sadi y yo jugamos con muñecos de peluche y con Barbie y jugamos a “serpientes y escaleras”.

19.30 ¡Buenas noches!Me deslizo bajo la tela mosquitera para dormir. Buenas noches, mamá. Ahora sé qué quiero ser, digo. ¿Qué?, pregunta mamá. Cirujana plástica. Buena idea. Buenas noches, Bubly.

17.00 Música con mamáDespués de la comida mamá me enseña canciones nuevas y a tocar el acordeón.

18.35 ¡Hurra!Mamá me acompaña afuera.

16.00 ¡Abrazo a mamá!Al fin mamá llega a casa.

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neelaEl rostro y el cuerpo de Neela están cubiertos de feas cicatrices. Hace algunos años era una hermosa colegiala de 15 años que fue obli-gada a casarse con un hombre veinte años mayor. Cuando le preguntan si quiere hacer-se más cirugías estéticas en el rostro, Neela sacude la cabeza.

– Me acostumbré a mis cicatrices y quiero seguir así en el futuro, dice.

Ahora Neela dedica mucho tiempo a luchar por otras víctimas del ácido corrosivo. Quiere ayudar a Monira y a ASF luego de toda la ayu-da que ella recibió.

Y yo que pensaba ser actriz, cuenta Neela. Crecí en Dacca, la capi-

tal. Iba a una escuela común, pero papá me inscribió en un centro cultural al que iba por las tardes. Allí estudiaba can-to, danza y teatro. Me encan-taba pararme en el escenario y sentir el contacto con el público. Me había decidido a ser actriz y trabajar en los tea-tros interpretando papeles que narraran problemas pro-fundos y fuertes sentimientos.

Casada a la fuerzaEn las fotos viejas de Neela se ve a una joven que parece una glamorosa estrella de cine. Una de esas fotos fue vista por un hombre que trabajaba en el exterior, pero había regresado casualmente para encontrar una esposa.

– Mi tío contó sobre un hombre que había visto una foto mía, para él era suficien-te. Quería casarse conmigo y con ninguna otra. Yo tenía 15 años y de ningún modo que-ría casarme. Dije que no. Mis padres me apoyaron. Pero mi tío y algunos parientes inten-taron influenciarnos a mis padres y a mí. Este hombre, que se llamaba Akbar, cierta-mente tenía 35 años, pero

tenía dinero y un buen traba-jo en el exterior. Al final acce-dí a conocerlo. No me gustó en lo más mínimo. Y de nin-gún modo quería casarme. Lo único que quería era seguir el ciclo superior y des-pués ser actriz.

Después de la reunión con el hombre fui a acostarme. En la mañana papá me contó que había accedido a la boda y fir-mado unos documentos. Su hermano mayor y parte de los familiares lo habían presiona-do. La boda tendría lugar en seguida, luego Akbar iba a regresar a su empleo en el extranjero y yo podría que-darme a terminar mis estu-dios.

Había prometido que podría seguir viviendo con mis padres. Akbar había dicho: “Puedes hacer todo lo que quieras aunque estés casada. Puedes seguir en la escuela. Me gustan las chicas modernas”.

La vida en pedazos Nada fue como lo prometió. Mi vida se hizo pedazos. No pude quedarme con mi fami-lia sino que tuve que acompa-ñarlo al pueblo adonde vivían sus padres. La noche de bodas estaba terriblemente asusta-

da. Me condujeron a un cuar-to con una cama. Lloré sin parar. Intentó obligarme, pero yo no paraba de llorar. Finalmente se rindió.

El día siguiente viajó al exterior para seguir con su trabajo, pero yo debía vivir con sus padres. Tenían una granja. Me encerraron en la casa y no pude ir a la escuela. En vez de eso tuve que ayudar en la granja. Mi suegra se quejaba de mí todo el tiempo. Yo no cocinaba bien y hacía todo mal, no sabía cuidar a

los animales y era un desastre trabajando en la cosecha. Yo sólo había ido a la escuela y me había dedicado a la danza, la música y el teatro. Ahora debía saber todo lo de una granja.

Para que fueran más ama-bles conmigo, mi papá le pagó dinero a la familia. Pero no ayudó. Luego de unos meses llegó el día que yo tan-to temía, mi esposo regresó. Todavía no habíamos tenido relaciones sexuales y volvió a intentarlo. Yo le tenía mucho

iba a ser actriz

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miedo, pero también estaba enojada. Le dije que me había engañado. “Dijiste que iba a poder quedarme en casa y seguir en la escuela.” Me gol-peó y grité. La gente fuera de la casa preguntó que había ocurrido, pero el gritó: “Todo está bien”.

un vaso con ácido Después de un momento él salió. Seguí acostada en la cama temblando, pero al final logré dormirme. De repente me desperté porque él estaba

hospital. Un pariente me lle-vó de allí a ASF. Tuve suerte porque llegué allí antes de las 48 horas. En la clínica hay guardias las 24 horas, así que me operaron de inmediato.

Después Neela se negó a mirarse en el espejo. Ella que producía sensación por su belleza sabía que su rostro estaba casi negro y arruinado. Había oído que muchos se desmayaban al verse a sí mis-mos en el espejo por primera vez tras haber sido expuestos al ácido.

en la puerta con un vaso en la mano. Dijo que traía un vaso de agua por si le daba sed. Vi que estaba enojado, pero no podía sospechar lo que pensa-ba hacer. No había agua sino ácido en el vaso. Se acercó a la cama y me arrojó el ácido directamente a la cara. El dolor fue increíble. Recuerdo que oí una voz que gritaba: “Este es tu castigo”.

Yo gritaba: “¡Mamá! ¡Papá! ¡Ayúdenme!”

Los vecinos vinieron corriendo y me llevaron al

Al final me animé. Monira y muchos con el rostro daña-do hablaron conmigo. Me dieron valor para que me atreviera a mirar. No me des-mayé.

Monira de visitaHoy es un gran día. La fami-lia acaba de mudarse a una nueva casa en la ciudad de Sirajgang, donde el papá de Neela trabaja como policía. Lo grandioso es que Monira irá a saludarlos. Viajó muchas horas en auto para llegar.

iba a ser actriz– quería ser actriz y adoraba estar en el escenario. al princi-pio me negaba mirarme en el espejo después de la primera operación tras el ataque con ácido. Pero me diste valor para atreverme a mirar y no me des-mayé, le dice neela a Monira.

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Neela va a su encuentro radiante de alegría. Se abra-zan y van de la mano por las calles estrechas. Ya en la casa se recuestan en la cama y hablan durante horas.

– Recuerdo cuando viniste con nosotros, dice Monira abrazando a Neela. Estabas muy mal. La piel estaba corroída por el ácido, oscura y dura como el cuero. Transplantamos piel de otras partes de tu cuerpo a la cara en seguida, pero honesta-

mente, no creí que fueras a sobrevivir.

– Un mes más tarde entré en la unidad de entrenamien-to físico. Allí vi a una chica totalmente cubierta de ven-dajes, pero de pie y entrenan-do. Pregunté, “¿Quién es?” Cuando alguien dijo, “Es Neela”, me puse muy feliz. Fue un milagro que sobrevi-vieras. Tres meses después y tras varias cirugías plásticas pudiste volver a casa.

– Podemos seguir trabajan-

do con tu rostro, dice Monira. Puedo arreglar una nueva operación.

Neela sacude la cabeza.– No es necesario. No me

interesan más las cirugías plásticas. Me acostumbré a mis cicatrices y quiero seguir así en el futuro.

el esposo en prisiónCon la ayuda de su papá y de ASF, Neela denunció a su ex-esposo. Hoy está en prisión.

– Así que ya no tengo que temer por él. Y hoy me atrevo a mostrar mi rostro sin aver-gonzarme. Me atrevo a hablar en público, lo hago a menudo. Soy una gran acti-vista que trabaja contra la

violencia. Dirijo manifesta-ciones. Voy a ver a las autori-dades y exijo cosas. Visito escuelas e intento influir para que ninguno de los alumnos nunca arroje ácido o gasolina. Eso es importante. En mi ciu-dad hay 160 activistas, todos víctimas de ataques con ácido o gasolina. Peleamos y hace-mos manifestaciones. Y nos apoyamos unos a otros. Formamos una red y averi-guamos si hay nuevas vícti-mas del ácido. Entonces vamos a verlas. Hoy la mayo-ría sabe en Bangladesh que si alguien fue rociado con ácido se le deben arrojar cubos de agua y seguir así mucho tiem-po. A veces encontramos per-

Cuando Monira dice que puede organizar una cirugía plástica más si neela quiere, neela sacude la cabeza.

– Me acostumbré a mis cicatrices y quiero seguir así en el futuro.

¡Viene Monira!es un gran día para neela. Monira viene de visita tras haber viaja-do en auto varias horas para llegar allí. Recibe un cálido abrazo de bienvenida.

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sonas con viejas heridas. La semana pasada encontramos a dos. Les contamos que pue-den recibir ayuda gratis de ASF y que podemos organi-zar su transporte hacia el hospital.

En lo personal, Neela regresó a la escuela.

– Mientras quieras seguir estudiando tendrás una beca de ASF, dice Monira. Si quie-res ir a la universidad tam-bién vamos a pagarlo.

Puede bromear

– Pero yo no he cambiado. Tengo mis cicatrices, nunca se van a ir. Pero por dentro soy la misma Neela de antes.

Perdonó a los padresUna amiga le pregunta si no está enojada con sus padres. Ellos la obligaron a casarse con ese espantoso hombre.

– No, entiendo cómo ocu-rrió. Los engañaron. No lo hicieron con malas intencio-nes. Los he perdonado.

El papá se presenta y dice que está bien que Neela estu-die. Dice que ella es lista y buena en el pensamiento

Neela tiene muchas amigas. Hacen la tarea, escuchan pop en la radio y bailan en su cuarto. Hoy vienen de visita Luna, Rita y Putui para ver la nueva casa. Neela se ríe mucho, hace chistes y hasta puede bromear con su fatídi-co matrimonio. Saca el sari de su boda y se lo enseña a las amigas.

– No entiendo cómo puedes estar tan contenta y arreglár-telas para conocer a nuevas personas, dice una de ellas.

lógico. – Creo que sería una buena

abogada, dice.– Aunque me interesa más

estudiar administración en la universidad. Quiero trabajar en un banco.

– Será como tú decidas, dice el papá riendo. Nunca más haremos algo contra tu voluntad. Mamá y yo esta-mos muy orgullosos de ti.

neela ha perdonado a sus padres por haberla obligado a casarse y su papá ayudó mucho para enviar al ex-esposo a prisión.

– Mis padres fueron engañados, dice neela.

Cuando las amigas vienen de visita, neela saca el sari de su boda. Hasta bromea con su fatídico matrimonio.

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Cuando Asma, la hermana de Mohammed, se negó a casarse con el hijo de la familia más poderosa del pueblo, este se vengó arroján-dole ácido corrosivo.

– Logramos que fuera a prisión de por vida, pero su familia nos persigue constantemen-te. Yo quiero enseñar que nuestra religión se opone a la violencia. Un buen musulmán no arroja ácido, dice Mohammed.

Cinco años atrás forma-ba parte de Idol. Desde entonces todos en Ban-gladesh saben quién es Idol-Rumi. Es el cantante más popular del país y participa en las manifes-taciones contra los que arrojan ácido corrosivo.

– Ningún hombre de verdad arroja ácido, dice.

Mohammed y su hermana asma.

– Cuando era niño teníamos una pequeña granja, cuenta Mohammed, de 14 años. Estábamos bien. Pero el hijo de la familia más rica y pode-rosa quería casarse con mi hermana Asma. Ella no que-ría. Él dijo que si no lo hacía iba a ocurrir algo horrible. Aun así ella se negó. Una mañana temprano, cuando mi papá salió a decir su ora-ción matutina y dejó la puer-ta abierta, él entró y le arrojó ácido corrosivo a Asma.

– También me cayó un poco a mí y desperté por el dolor y los gritos de mi her-mana. Mi hermano mayor encendió una linterna y vio quién había sido. Él y papá llevaron a Asma al hospital. Ella perdió la vista de un ojo, pero sobrevivió.

Prisión perpetua– Mi familia denunció al que había arrojado el ácido. Tuvimos que vender toda nuestra tierra para pagar el juicio. Ahora somos pobres, pero él fue condenado a pri-sión perpetua. Entonces su familia rica y poderosa comenzó a perseguirnos. Hoy papá arrienda tierras. Cuando es tiempo de la cose-cha, dejan sus vacas en nues-tra tierra para que destrocen los cultivos. Amenazan con cortarnos el tendón de Aquiles para hacernos decir

que dimos falso testimonio y así lograr un nuevo juicio.

– Yo tenía siete años cuan-do Asma fue atacada y comenzaron las persecucio-nes a mi familia. Ahora tengo 14. Me siento muy pequeño y asustado, en lo único que encuentro seguridad es en Alá. Él es fuerte. Voy a pri-mer año de la escuela de Corán. Quiero ser profesor de religión o imán. Entonces voy a enseñar que nuestra religión se opone a la violen-cia. Un buen musulmán no arroja ácido. Felizmente casadaAsma, la hermana de Mohammed, ahora está casa-da con un hombre a quien ama. Tienen una pequeña hija y ella trabaja en el centro ASF de la capital. Todas las vacaciones su hermano Mohammed viaja y se queda con ella en Dacca.

– Entonces puedo rela-jarme y sentirme segu-ro, dice Mohammed.

“un buen musulmán no arroja ácido”

“¡Los verdaderos hombres no arrojan ácido!”Idol-Rumi

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Cuando Mamun era recién nacido, un pariente le arrojó ácido corrosivo en el rostro. Al empe-zar la escuela lo acosaban y los niños le grita-ban “cara de mono”. Mamun acaba de pasar por la décima cirugía plástica y hoy ya nadie le grita cara de mono.

Rumi participa en las mani-festaciones por los lesionados con ácido y habla con ellos entre una canción y otra en sus conciertos.

– A menudo doy conciertos y voy a la TV y a la radio. Entonces siempre me dirijo a los hombres del público. Digo que los verdaderos hombres no arrojan ácido. Los verda-deros hombres no ven las cicatrices en el rostro y en el cuerpo de los que fueron las-timados. Un verdadero hom-bre no se fija en la apariencia, todas las personas son her-mosas.

Fue el tío del cantante Rumi el que le hizo prestar atención a lo que ocurre en su

país. Había trabajado en el exterior durante ocho años antes de volver a casa. Dos días después vio a una chica. La mitad del rostro era her-moso, la otra mitad estaba totalmente dañada por el ácido.

– Mi tío se enamoró de inmediato. Hoy están feliz-mente casados. Desde enton-ces me siento muy cerca de todos los afectados. Lo siento en el alma y quiero luchar contra esto por el resto de mi vida. Suelo decirles a los hombres del público que deben respetar la voluntad de las chicas y las mujeres. No deben vengarse arrojándoles ácido. Digo que un hombre que arruina el aspecto de una

chica va a ser detestado el res-to de su vida.

– Pienso que uno debe uti-lizar la fama para influir en otros. Rumi junto a amigos de

asF a quienes arrojaron ácido.

escucha a idol-Rumi en YouTube:

Rumi.Bangladesh

La mamá de Mamun detuvo los acosos en la escuela. También a ella le arrojaron ácido corrosivo en el brazo.

–Mi valiente mamá hizo que acabaran los acosos en la escuela y el pueblo, dice Mamun, de 9 años. Todos los niños se burlaban de mí. Cuando empecé la escuela se pusieron a mi alrededor y gri-taron “cara de mono” o “mono marrón”. Corrí a casa llorando y me negué a volver a la escuela. Entonces mamá fue allí. Habló con los maes-tros y los niños. Luego me atreví a regresar a la escuela y los acosos se acabaron. Hoy ya nadie me grita “cara de mono” o “mono marrón”.

Esto es lo que había ocurri-

do: la familia de Mamun es pobre. Un pariente les dio un terreno donde levantar una casa y cultivar un poco. Un día el pariente exigió que le devolvieran la tierra. El papá de Mamun se negó. Por la noche vino el pariente y le arrojó ácido al recién nacido Mamun y a sus padres.

– Desperté con un dolor ardiente, cuenta la mamá, Mageda. Al ver a mi niño noté que estaba terriblemen-te lesionado. Lo tomé en bra-zos y corrí a ver a un doctor del pueblo. Él conocía a ASF. Y sabía que si iba a su hospital

dentro de las 48 horas, la per-sona dañada con ácido a menudo se salvaba y las heri-das no eran tan peligrosas. Mi niño estaba muy herido, a mi marido y a mí no nos había caído tanto ácido. Creímos que Mamun iba a morir. El rostro estaba muy lesionado. Acaba de pasar por

su décima cirugía plástica.– Soy un chico totalmente

normal que va a segundo gra-do, dice Mamun. Tengo muchos amigos y juego al crí-quet. Sigo al equipo de crí-quet Royal Bengal Tigers.

“Gritaban cara de mono”

“¡Los verdaderos hombres no arrojan ácido!”

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