espera la piedra - Valentín Pelisch

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(monólogo) sigo saco árboles piedras bocas tengo puesta la misma ropa recuerdos rostros saco y miro fotografías amarillentas imágenes saco lo que puedo de los ojos no termino de sacar camisas papeles nombres de gente que conocí en mi paso por la vida saco moscas perros canarios mirlos conejos vacas las saco de sus tumbas continúo sigo mirando las mismas paredes doy vueltas por la galería durante horas cuento el tiempo camino entre los yuyos miro la huella de un caracol miro los cinco álamos miro el nogal que se esta muriendo de viejo miro la ropa colgada de una soga camisas medias miro miro sigo adentro de la cabeza en las piernas no hay forma de escapar del aliento de la lengua del hígado de la vejiga de los párpados me pregunto si habré entrado en la demencia o salido o vuelto pero no se cuando comenzó todo esto tal vez haya nacido loco o casi o una centésima de loco sigo sin moverme a donde iría si no me saco afuera si estoy adentro iría más adentro a donde pero acaso hay adentro y afuera sigo saco las manos soy un náufrago saco las manos del mar saco lo visible de los invisible y tropiezo como cualquiera me gritan que no puedo morir que nunca podré morir me saco continúo en la cabeza siento un ruido incesante veo paisajes de nieve cae una lluvia de partículas hay hombres que pasan corriendo no se quienes son ni lo que hacen ni a donde van me basta con lo que desfallece y cae desde alguna parte el mar y el pétalo insisten en tu memoria descifrar el recuerdo de la criatura con su carne sangrando ser el arrodillado que vuelve una y otra vez en busca del perdón imposible alzar el rostro para recibir el castigo de la memoria quiero llevar hasta el fin la carroza del arrepentimiento distribuir lirios entre las victimas que ignoran el futuro tejido con hilos de dolor padeciéndolo en espera de lo que avanza y las toma presas del pánico criaturas inmóviles día y noche en el acto de una eternidad común puestas a prueba en la siembra del fuego que viene y pasa por la furia del tiempo cardumen del abismo llamándolas con la voz de sus coros alli donde ya no hay vivos ni muertos el mar y el pétalo insisten en tu memoria toma tu grano de arena y aplaca el dolor de tus labios le destrocé la cabeza contra un poste un año es mucho para soportar digo eso que pasó la tormenta entonces ya era una mujer miraba lloraba hablo de mi nada mas pero no se ella no toleraba mis gritos ni mis golpes dormida a veces brillaba algo así como una lucecita en su cara adentro era un hilo de carne un animal hambriento a veces me daba lástima como hablar con estas palabras devastadas enrolladas con el odio de las entrañas como llegar al lugar donde viven los que deliran o comulgar con el niño que surgirá de la tierra o acaso siempre seremos los condenados al pie del cadalso y nadie nos perdonará lo que hicimos con el indefenso siempre su lengua gritará injertada en nosotros nos lavaremos las manos con su sangre llena de árboles después escucharemos los lamentos velando esa desaparición que habla fuera de los nombres y llevaremos la culpa con su corona de odio atravesada en los ojos el mar y el pétalo insisten en tu memoria toma tu grano de arena y aplaca el dolor de tus labios caía una lluvia de piedras la destrocé escuche yo sentí que alguien me hablaba sentí un incendio en mi cabeza la culpa no tiene paz su presencia consume el alma con la constancia de ser esto sin nombre irguiéndose en el grumo abierto de la sangre sosteniendo lo humano con sus llantos más allá de todo lo conocido de lo que se desprende al inicio y al fin suprimiéndonos con el fuego de la mente con el dolor de las criaturas atravesando una memoria sin nadie caía una lluvia de piedras le destrocé la cabeza contra un poste sentí un incendio en mi cabeza dijo ruidos y adentro de los ruidos hay otros ruidos no podemos salir de la piel de esa mujer descendida en asfixia de pasión con sus brazos quebradizos con los labios alcanzados por el flujo expectante de la pura muerte en la profundidad de sus espíritus los viejos avanzaban desnudos cargando con sus miserias agarrándose a las piedras para no ser arrastrados por los recuerdos apagaron mis días me sofocaron no recuerdo ni mi nombre es posible que alguien diga aquí lo acorralaron aquí tropezó aquí el tiempo amortajó sus tinieblas y se produjo el dolor aquí dirán se redimió lo sin redención se perdono lo que no tiene perdón nadie puede hablar por los miembros abiertos y electrizados del otro entonces alzaré mis restos y los agitaré sin sentido como un puñado de flores nada tiene sentido hay una piedra hundida en mi carne cómo enloquecer como salir afuera de este incendio de esta furia cómo morir dejen llorar al que llora y amar al desconsolado en su sangre y a los tallos crecer en el sueño por dios dejen oigan el torbellino de las piedras el estrépito de los inocentes perdonen

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

arrojados a la luz

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

arrojados a la luz

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

arrojados a la luz

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

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puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

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noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

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propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

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puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

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pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

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la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

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mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulenciadel corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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qué dice mi palabra y a quien podría decir algo con este rumor que surge de un mísero hueco

donde el aire choca contra el paladar y los dientes y después cuela entre los labios y allá van las

piedras hacia un cartílago donde el chillido se levanta con su propia energía metida en una bolsa

de carne viva o muerta según como se manifieste en la oscuridad pero nadie insisto nadie saldrá

hacia el fuego así que no hay ni hubo ni habrá ni puede haber un recolector de fetos o de lobos

atraídos por el olor de esta misma carne desprendida quiero decir desencarnada o puesta junto a

la trampa del vacío allí girará siempre con su locura en los torbellinos del tiempo no cruces por la

noche oscura no interrogues tus heridas ni quieras la luz ciégate enmudece hasta mas allá de tu

propio ser abandona las palabras sé el criminal que camina por el infierno o el árbol que vuela por

el cielo o el mar arrojado hacia el naufragio por que me ciego y en un instante las palabras se

deshilachan en la fragilidad de mis labios y afuera resplandecen las manos vacías de quien grita

aquí estoy la turbulencia del corazón va hacia un feto herbívoro carnívoro con tanta desolación en

su falta de verbo el hoy tuyo del adiós la calle en el vacío y aun así la niebla las horas del dolor y

nosotros los animales empecinados en la muerte que es esto dijiste ya no puedo vivir en este

mundo ni en esta piel del amor en aquellas costas azules lejanos pájaros azules elevándose no

puedo olvidar ese tiempo ven abraza mis huesos y abandónalos me dijiste estaba ausente en el

delirio de su dolor ausente en la pobreza de su ternura llena de visiones alguien cerró las

ventanas y ella cerró los ojos mordió el miedo en el resplandor desierto de su carne sin carne

abandonada en lo invisible de la boca en otra tierra sin horizonte deshabitada con piedras y luego

lápidas ausente en sus cabellos en el mortecino despertar de si al abandono creciente de sus

pupilas la voz iba en un murmullo hacia el silencio deberás temblar bajo el filo del hierro

enhebrado a tu mente fuimos trozos de pan hundidos en la furia de un volcán quemándonos la piel

ardíamos no podíamos decir nada solo después de verlos morir los mataban primero los mataban

para después matarlos y todo era verdad ese hueco esa cosa loca volátil uno sobre el otro arriba

en el cerco de chispas mortales nosotros los huérfanos del morir y del no morir los dedos

quebrados querían huir y las palabras eran cruces hundidas en la boca si carne carne nombres

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