Esparta. Las Batallas Que Forjaron La Leyenda - Jose Alberto Perez

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Esparta.

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José Alberto Pérez Martínez Esparta Las batallas que forjaron la leyenda Xpartan Ediciones

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© 2014 José Alberto Pérez Martínez©2014 Ediciones XpartanPrimera edición, Madrid. 2014.

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INDICE

PORTADA EL AUTOR

PRÓLOGO

SIGLO VI

Batalla de los Campeones, 545 a.C.

Antecedentes

La venganza de Esparta

La batalla

Consecuencias

SIGLO V

Batalla de Sepea, 494 a.C.

Antecedentes

La batalla

Consecuencias

Batalla de las Termópilas, 480 a.C.

Antecedentes

El momento de Leónidas I

La batalla

Consecuencias

Batalla de Platea, 479 a.C.

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Antecedentes

Pausanias, nuevo comandante de Esparta y de los griegos

La batalla

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Consecuencias

Batalla de Tanagra, 456 a.C.

Antecedentes

La Primera Guerra del Peloponeso

La batalla

Consecuencias

Batalla de Anfípolis, 422 a.C.

Antecedentes

La derrota de Esfacteria

El joven Brásidas

La batalla

Consecuencias

Batalla de Mantinea, 418 a.C.

Antecedentes

Esparta pasa a la acción

La batalla

Consecuencias

Batalla de Sicilia, 414 a.C.

Antecedentes

La batalla

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La llegada de Gilipo

El desenlace del Gran Puerto

Consecuencias

Batalla de Notio, 406 a.C.

Antecedentes

El resurgir de Esparta: Lisandro y Ciro

La batalla

Consecuencias

Batalla de Egospótamos, 405 a.C.

Antecedentes

La batalla

Consecuencias

SIGLO IV

Batalla de Coronea, 394 a.C.

Antecedentes

La batalla

Consecuencias

EPÍLOGO

BIBLIOGRAFÍA

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EL AUTOR

José Alberto Pérez Martínez (Madrid, 1981) es licenciado en Geografía e Historia por laUNED (2006). Ha investigado sobre el ejército espartano y obtenido por ello el Diploma deEstudios Avanzados (2012). Prepara la defensa de su tesis doctoral basada en el colapso económicoy social de Esparta en el siglo IV a.C. Funcionario de carrera, su trabajo literario se extiende también a la reciente publicación de suprimera novela “Amos del Mundo” (2014) y la publicación de diversos artículos de historia enrevistas científicas. Muy vinculado también al mundo de la salud y el fitness, fue Campeón de Madridde Taekwondo (promoción 2010) y ha trabajado como entrenador personal durante diez años.Además, ha colaborado con diversos blogs del mundo del deporte como Puntofape y Efeblog,publicando más de cincuenta artículos.

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A mi madre, a quien todas mis palabras debo.

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PRÓLOGO Siempre hemos oído hablar acerca de Esparta como una súper potencia militar de la antigüedadclásica. Sin embargo, la mayoría de las obras que se han escrito sobre ella se han limitado a dibujarun aspecto general de la sociedad lacedemonia en su conjunto, olvidando o pasando de “puntillas”,precisamente, por el aspecto más característico de su configuración: el militarismo. El elementobélico ha ocupado un espacio limitado dentro de las grandes obras de los historiadores espartófilosmás afamados, quedando reducido a unos pocos epígrafes en el contexto general de las mismas.Conocemos, gracias a éstas, características militares tales como la disciplina o la férrea educación ala que los muchachos espartanos se veían sometidos desde su tierna infancia. Sin embargo,conocemos solo de manera tangencial la aplicación práctica que esa disciplina tuvo sobre el terreno. Ese es el principal motivo que me empujó a tomar la decisión de llevar a cabo esta brevecompilación de batallas que, bien por su trascendencia histórica, bien por su importancia táctica,deberían servir de base para un conocimiento más concreto del espectro militar espartano y, porextensión, de la guerra. Resulta paradójico que a una sociedad de marcado carácter militar como laespartana, no se le haya dedicado aún una obra de este tipo a fin de ofrecer al lector la posibilidadde manejar si quiera, una breve síntesis del asunto. Realizar una selección, nunca es tarea sencilla. En mi anterior libro “Espartanos, los hombresque forjaron la leyenda”, expliqué los motivos por los que esos y no otros, fueron los hombresescogidos para dar forma a semejante obra. Siempre habrá quien se muestre en desacuerdo y, alcontrario, quien crea que tal recopilación fue bastante acertada. En el caso de “Esparta, las batallasque forjaron la leyenda”, he escogido los once enfrentamientos que, a mi parecer, más relevantesresultaron para la ciudad lacedemonia. La mayoría de ellos, tuvieron lugar en el siglo V a.C. en elcontexto de la Guerra del Peloponeso contra Atenas, pero también me pareció interesante destacardos que desbordarían ambas de orillas del citado siglo a saber, una de mediados del siglo VI, la de“los Campeones”, y otra posterior del siglo IV a.C, la de Coronea. La primera, por ser la más antiguade la que nos ha llegado información suficiente como para situarla en un pequeño contexto y relataralgunos detalles acerca de su desarrollo y consecuencias. Es cierto que, anterior a ésta, tuvo lugar lafamosa “Batalla de las Cadenas”, aquella en que los espartanos marcharon a luchar contra los deArcadia llevando consigo los grilletes que les colocarían en las muñecas una vez derrotados, -algoque, por cierto, no ocurrió y fueron los espartanos los que acabaron encadenados- sin embargo, lacasi ausencia total de datos para elaborar un contexto más amplio que me permitiera introducirla enesta selección, fue lo que me obligó a descartarla. Por otro lado, las batallas que tuvieron lugar ya enel siglo IV a.C. –amén de la de Coronea- no fueron, en su mayoría, más que una sucesión de derrotasespartanas que precipitaron el fin de su hegemonía sobre Grecia. Quizá sea ésta materia másadaptada para una obra original en torno a las causas del ocaso espartano que para el presentetrabajo, orientado sin duda, a ensalzar las victorias lacedemonias a lo largo de buena parte delperíodo clásico. Por otro lado, ha sido mi deseo que todas las batallas respondan a un mismo esquema en sudesarrollo, esto es, unos Antecedentes, cuya función es situar al lector en un contexto histórico queotorgue sentido al relato de la batalla misma, así como un conocimiento suficiente del período encuestión; una Batalla, que conforme el núcleo de la narración del enfrentamiento en sí mismo y unasConsecuencias, que vendrían a ofrecer la perspectiva general de lo que tal batalla supuso en un

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marco general más amplio, tanto para Esparta como para su oponente. Sin embargo, he sido flexiblecon este esquema, introduciendo determinados subtítulos que, en mi opinión, ayudarían a hacer másamena la lectura, evitando textos excesivamente largos y farragosos. El uso que he hecho de las fuentes ha sido el más básico. Al no hallarme ante una obra de corteacadémico, he creído suficiente la utilización de las obras clásicas de Heródoto, Tucídides,Jenofonte y Plutarco, sin recurrir en exceso a autores contemporáneos. Son precisamente los clásicoslos que más detalles arrojaron acerca de cada asunto y por eso los considero los más adecuados paraeste tipo de libros. En definitiva, estamos ante una obra pensada para el gran público, cuyo fin es el meroentretenimiento y el conocimiento básico de un aspecto que, a pesar de su relevancia, ha sido muyignorado por los autores modernos. Por eso, espero y confío que este sea un libro que agrade allector y le sirva de “llave” para un conocimiento más profundo de la apasionante y singular sociedadespartana. Sagunto, 2014

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SIGLO VI

Batalla de los Campeones, c. 545 a.C.

La batalla de los “Campeones” o de los “300 Campeones” tuvo lugar alrededor del año 545a.C. sin que podamos determinar el momento exacto. Fue una más de las contiendas que Espartamantuvo con su rival Argos, entre los siglos VII y V a.C. Ambas ciudades venían disputándose lahegemonía de la península del Peloponeso al menos desde entonces y esta batalla supuso no solola primera victoria importante de Esparta sobre su rival, sino también un cambio de tendencia asu favor en cuanto al predominio sobre la península. La originalidad de su nombre, se debe alnúmero de contendientes que presuntamente utilizaron ambas ciudades durante la refriega.

Antecedentes

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En algún momento entre los años 668-9 a.C. la ciudad de Argos derrotó a Esparta en la batallade Hisia. Por aquel entonces, Esparta andaba inmersa en un proceso de expansión hacia el oestedesde el siglo VIII a.C. en la península del Peloponeso a costa de la región de Mesenia, con laque ya había librado una guerra de la que había salido victoriosa. Las razones de esta expansiónse centraron principalmente en la escasa fertilidad de las tierras de Laconia, región donde sehallaba ubicada Esparta, que impedía expandir los cultivos y abastecer a toda su población.Pronto surgieron los problemas internos en la ciudad y no fueron pocos los que abogaron por unaconquista de las fértiles extensiones de Mesenia, la región vecina situada al oeste de Laconia.Por su parte, desde finales del siglo VIII a.C. y comienzos del VII a.C. Argos vivía una época deesplendor merced a su rey Fidón. Fidón, rey hereditario de Argos, desarrolló las competenciasinherentes a su cargo hasta el extremo de gobernar de manera despótica. Tanto es así quemuchos historiadores (entre ellos Aristóteles) coinciden en que su figura terminaríapareciéndose más a la de un tirano que ejerció su cargo en muchos aspectos al margen de la ley,que a la de un rey que se limita a aplicar sus legítimas funciones. En efecto, su ingenio militarfue uno de los rasgos más destacados de su personalidad y gracias a su ambición, logró launificación de todo el territorio de Argos. En el terreno estrictamente militar, se le atribuye laprimera adopción de la lucha en Falange por un ejército griego; una formación cerrada decombate colectivo y compacto que vendría a sustituir a la lucha individual propia de épocahomérica. Además, se atribuye también a Fidón una estandarización de pesos y medidas, ademásde la usurpación de la organización de los Juegos Olímpicos a la región de Elis.

La aparición de este brillante e ingenioso rey unida a sus determinantes acciones, lograron queArgos se erigiera así en una importante ciudad preparada para establecer su hegemonía en elPeloponeso y defenderla contra cualquier otra. Y a decir por la victoria de Esparta en el monteItome sobre los mesenios (c. 722 a.C.) ésta sería la ciudad candidata con la que disputarsesemejante “trono”. Dadas las exitosas campañas que ambas ciudades estaban llevando a cabo,parecía que el enfrentamiento mutuo no tardaría en producirse, lo que de hecho ocurrió en 668-9 a.C. en Hisia (Argólida). En esta batalla la victoria de Argos fue completa y la severidad conla que los espartanos fueron derrotados debió de ser lo suficientemente grande como para estarcasi un siglo silenciados por las fuentes históricas. El éxito de Argos en aquella jornada podríahaberse debido a su temprana adopción de esa lucha en falange, algo desconocido aún para losespartanos. Lo que no parece posible afirmar es que al frente de las unidades argivas estuvieraya su rey Fidón. Pero si no estuvo, es indudable que su herencia habría perdurado aún en elaspecto militar y ello habría valido a los argivos para establecer su hegemonía sobre elPeloponeso durante los siguientes cien años. A modo de anécdota, relata Pausanias que allí, enHisia, se excavaron las fosas comunes de los argivos que vencieron a los lacedemonias en dichacontienda (2, 24, 7).

La venganza de Esparta

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Si bien el siglo VI conoció la ascensión y hegemonía de Argos sobre la península delPeloponeso en el aspecto militar, el cambio de siglo fue tes tigo del progresivo ocaso de estaciudad, así como de su sustitución por la polis lacedemonia. Sin embargo, este proceso fue largoy no se produciría hasta mediada la centuria, cuando Esparta adoptara su afamada ymilitarizada organización socio-política.

Como dijimos, la derrota de Esparta en Hisia fue tan severa que es muy posible que inclusollegara a influir en la adopción de nuevas medidas de orden interno orientadas a diseñar no solouna formación militar más moderna y adecuada a las nuevas técnicas asimiladas por Argos casiun siglo antes, sino también otras tantas destinadas a nutrir desde la base de su sociedad civil aesa nueva organización militar. La implantación del sistema ideado por el legendario Licurgo seproduciría muy probablemente en este siglo pero siempre de manera progresiva ycircunstancial. A resultas de esta aplicación, todos los ciudadanos espartanos quedaronsometidos a un ortodoxo régimen militar que encumbraría a los ciudadanos nacidos en Espartaal vértice de su pirámide social y los consagraría por entero a la defensa de la ciudad. Ningunaotra polis griega adoptaría semejante fórmula y podríamos decir que los espartanos serían losprimeros en tener un ejército realmente profesional.

En el año 560 a.C. el trono de Esparta fue ocupado por Anaxándridas II de la dinastía Agiada ypadre del ilustre rey Leónidas. A su vez, sería Aristón de Esparta en 550 a.C. quien ostentara lacorona por parte de la dinastía Euripóntida, (recordemos que Esparta tenía dos reyes) Durantesus reinados y a causa de los cambios socio-políticos antes mencionados, Esparta mantuvo unaactiva política exterior que la llevó a intervenir en diferentes asuntos de otras ciudades griegas.Es de recordar, por ejemplo, su lucha contra los tiranos como Polícrates de Samos o loshermanos Hipias e Hiparco de Atenas, además de la alianza con Creso de Lidia. Pero el hechoque marcó, sin duda, el reinado de ambos reyes fue la decisiva victoria que obtuvieron sobre laciudad de Argos y que le valdría a Esparta invertir la tendencia hegemónica que ésta manteníaen el Peloponeso desde el siglo anterior. Por su parte Argos, desde finales del siglo VII iráperdiendo poco a poco la fuerza militar que la había caracterizado y tocará fondo precisamentea causa de la derrota contra Esparta.

La batalla

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Aunque es presumible que tras la batalla de Hisia del siglo anterior, espartanos y argivos nodejaran de vigilarse mutuamente, la única posibilidad que tendrían para medir sus fuerzas no seproduciría hasta bien entrada la mitad del siglo VI. Sin embargo, a decir por el casus belli quedio inicio al enfrentamiento, se podría decir que tal lucha podría haberse producido años atrás.Y es que el territorio de Tirea, al E del Peloponeso, era una zona que podríamos llamar de“frontera” que dividía las zonas de influencia de Argos y Esparta. Era un territorio en disputaque, si bien Heródoto nos informa de su pertenencia a la Argólida (Hdt. 1, 82) también nosrevela que era un territorio objeto de constante litigio (Hdt. 8, 73, 3).

La narración de la campaña está monopolizada por el relato de Heródoto quien nos da cuentade que, habiendo salido los argivos con objeto de recobrar dicho terreno, mantuvieron a sullegada un parlamento con los espartanos. Parece que ambos bandos habrían acordado noutilizar el grueso de sus ejércitos y, sin embargo, escoger de entre éstos a los 300 mejoressoldados de cada lado y enfrentarlos en un combate a muerte por la conquista de dicha región.Uno de los requisitos indispensables alcanzados en tal acuerdo, fue la retirada durante lacontienda del resto de las tropas a fin de que no tuvieran la tentación de ayudar a ninguno de losdos bandos en lucha.

Cuando por fin sellaron el trato, los ejércitos se retiraron a sus respectivas regiones quedandoen el campo de batalla exclusivamente los 300 soldados escogidos de Esparta y los 300 escogidospor Argos. Una vez que trabaron batalla, parece que los hechos resultaron extremadamenteigualados entre ambas potencias y, a pesar de haber estado combatiendo todo el día, la noche seles echó encima. Al final, solo tres guerreros quedaron en pie a saber, Alcenor y Chromio porparte de los argivos y Othryades por parte de los espartanos. Como no podía ser de otramanera, el resultado de la batalla fue extremadamente polémico ya que los soldados argivos,creyéndose vencedores, marcharon del campo de batalla hasta su ciudad con el fin de contar losucedido y revelar a sus conciudadanos que de su bando eran dos los que habían quedado vivosmientras que del bando espartano solo uno era quien se mantenía en pie. Por su parte, elsoldado espartano permaneció en el campo de batalla despojando a los argivos caídos de suarmamento y llevándolo al campo de los suyos, lo cual se interpretó como un gesto de victoria.

Al día siguiente, ambas naciones se presentaron en el lugar pretendiendo apropiarse deltriunfo. Argos argumentaba que eran dos los soldados de su bando que permanecían vivos,mientras que espartanos solo quedaba uno. Esparta en cambio, afirmó que su soldado era elúnico que no había huido del campo de batalla y que había mantenido su puesto y despojado alos enemigos de sus armaduras. Puesto que el acuerdo parecía difícil de alcanzar, una nuevarefriega tuvo lugar entre ambas ciudades a causa de esta disputa y, esta vez sí, Heródoto hacereferencia a que en esta ocasión la victoria cayó del lado lacedemonio.

Como anécdota, el historiador deja constancia de que a partir de esta lucha, los argivos, queantes se dejaban crecer el pelo, ahora se lo empezaron a cortar y sus mujeres tuvieronprohibido engalanarse con oro hasta que aquel territorio no fuera recuperado para su patria. Yprecisamente, del lado espartano surgió la ley que los obligó desde entonces, a dejarse la

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cabellera larga. Por su parte, el lacedemonio Othryades no fue homenajeado como un héroe enEsparta, sino más bien al contrario. Avergonzado por no haber caído en el campo de batalla aligual que todos sus compañeros, parece que no pudo resistir el agravio público al que fuesometido y decidió quitarse la vida en la misma Tirea.

Para Paul Cartledge, esta derrota sufrida por Argos podría equipararse perfectamente a lasufrida por Esparta en Hisia y se podría establecer como el definitivo ocaso hegemónico de laciudad en el Peloponeso. Para Esparta, por el contrario, fue todo un acontecimiento y enconmemoración por tal victoria, quedó inaugurado el festival anual de la Parparonia deeminente carácter religioso.

Consecuencias

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La batalla de los “Campeones” supuso para Esparta el comienzo de una época dorada que lellevó a constituirse de manera progresiva en una potencia militar de carácter hegemónicoprimero en el Peloponeso y, más tarde en toda Grecia hasta el despegue de Atenas. El apogeose produciría con la subida al trono de otro de los hijos de Anaxándridas II, Cleómenes I, quellevaría más allá del Istmo de Corinto la influencia de la recién estrenada hegemoníalacedemonia.

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Fig. 1: Mapa de la Batalla de los Campeones

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SIGLO V

Batalla de Sepea 494 a.C.

Si bien dijimos que la victoria de Esparta en la batalla de los “Campeones” en 545 a.C. habíasido decisiva para que el “cetro” del Peloponeso pasara de manos argivas a lacedemonias, dichotriunfo solo se completaría definitivamente con la derrota que el nuevo rey espartano,Cleómenes I, asestó a sus vecinos del norte en la batalla de Sepea. Nunca más durante el siglo Vlos argivos fueron capaces de recuperarse lo suficiente como para volver a ensombrecer la yainabarcable silueta espartana.

Antecedentes

En el año 520 a.C. el rey Anaxándridas murió y quedó planteada la cuestión sucesoria. Cleómenes era hijo de un segundo matrimonio de Anaxándridas, ya que del primero no habíatenido descendencia. Pero justo después de que naciera Cleómenes, la mujer de ese primermatrimonio, alumbró por fin a un varón de nombre Dorieo. En virtud de la norma, Cleómenesera primogénito y por lo tanto, tenía el legítimo derecho a suceder a su padre. Sin embargo,parece haber existido en Esparta una corriente a favor de que la sucesión recayera en el varónnacido a posteriori del primer matrimonio, Dorieo. Esta división de opiniones, haría queCleómenes, tuviera que hacer frente a una cierta oposición a su nombramiento. Incluso el mismoHeródoto pareció mostrarse a favor de la elección de Dorieo por creerle más cabal para dichocargo que a Cleómenes, del que dijo que tenía “vena de loco”. Finalmente, sin embargo, laelección recayó sobre éste.

Una vez que la cuestión sucesoria quedó resuelta, el nuevo monarca se resolvió a demostrar sudeterminación y su innegable intención de elevar a Esparta a una categoría mayor de la quehabía heredado de su padre. De esta manera inició un activo programa de política exterior quele llevó a intervenir en los conflictos civiles de Atenas e incluso, a albergar un proyecto deinvasión del imperio persa. Sin embargo, el hecho por el que aquí vamos a recordar siempre aCleómenes I de Esparta es por haber asestado una derrota cuasi definitiva a su por aquelentonces máximo rival, Argos en la batalla de Sepea.

En 519 a.C. el líder samio Meandro recaló en Esparta a fin de que su nuevo monarca leayudara a expulsar del poder al nuevo tirano de Samos, Polícrates que al parecer, simpatizabaen demasía con los persas. Pero tanto esta embajada como la protagonizada por Demarato añosmás tarde para invadir el imperio persa, fueron rechazadas por Cleómenes I a quien ni los

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sobornos de uno y ni los cantos de sirena del otro pudieron desviar de su auténtico objetivocomo era el establecimiento de la hegemonía espartana no solo en el Peloponeso sino en todaGrecia. Así, mientras rechazaba intervenir en asuntos tan lejanos, entre 510 y 506 a.C. síintervino en los revueltos asuntos de los atenienses, que habían acabado con el asesinato deltirano Hiparco, hijo de Pisístrato. Tras una primera expedición fallida para restaurar a losAlcmeónidas en el poder de Atenas, dirigió una segunda expedición en persona que terminó conHipias, hermano de Hiparco y sus acólitos sitiados en la Acrópolis.

Una vez resueltas estas incógnitas, Cleómenes ya tuvo las manos libres para centrarse en susiguiente objetivo: Argos.

La batalla

El exitoso camino que Cleómenes I había iniciado contra viento y marea en su política exteriorayudando a Atenas y rechazando proyectos poco populares en Esparta, pronto tornó en unasucesión de fracasos que terminaron por dar con sus huesos en la cárcel para terminar con susepultura.

Después de ayudar a los Alcmeónidas de Clístenes a librar a Atenas de los tiranos, Cléomenesfue convencido por Iságoras –que representaba a la facción rival de Clístenes por el poder enAtenas- para que lo apoyara a él frente a éstos. Ello le valió la enemistad del pueblo atenienseque lo expulsó de la ciudad. Herido en su orgullo, Cleómenes proyectó así una campaña decastigo contra la ciudad para la cual trató de atraerse el favor de los corintios. Sin embargo, a laaltura de 494 a.C. en el mismo comienzo de la expedición, Cleómenes fue testigo de cómo loscorintios lo abandonaron creyendo que las razones argumentadas por el monarca espartanorespondían más a presupuestos personalistas que a razones de bienestar entre los griegos.Además, sus intrigas contra el otro monarca espartano, Demarato, que terminarían porconocerse y sus expediciones de castigo a Egina por su medismo, habían arrastrado al desgastea Cleómenes que, dentro de una violenta e imparable espiral bélica, empezó a contemplar laposibilidad destruir Argos con el mismo pretexto con el que había castigado a Egina: simpatizarcon Persia.

Así, en ese mismo año de 494 a.C. y tras haber sido informado por un oráculo de que sería élquien rendiría Argos, condujo un ejército hacia las tierras de la Argólida. Al llegar al ríoErasino, parece que los sacrificios no le fueron propicios por lo que decidió retirarse a Tirea ydesde allí, pasar en barco hasta Tirinto y Nauplia (Hdt. 6, 76-77). Una vez enterados, los argivossalieron a defender sus costas y se atrincheraron en Sepea. Según relata Heródoto a pesar de laanimosidad con que encararon aquella batalla, parece que recelaban de un oráculo anterior queles habría informado de una treta que alguien urdiría contra ellos: Cuando la mujer victoriosarepela en Argos al hombre y lleve la gloria del valiente, hará que corran las lágrimas de muchasargivas, hará que alguno pasada tal época diga: horrible yace la triple serpiente, domada por la

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lanza. Por esta razón los argivos procuraron espiar las órdenes que el pregonero de losespartanos daba a las tropas cada día para así conocer mejor sus movimientos. Sin embargo, sinreparar en que todo aquello era sabido por Cleómenes, el monarca espartano ordenó en secretoa los suyos hacer exactamente lo contrario de lo que ordenaba su pregonero. Así, cuando todoslos argivos creyeron que el pregonero espartano había dado orden de comer, los espartanossupieron que era la señal para coger las armas y prepararse para la contienda. De esta manera,las tropas lacedemonias cayeron sobre unos ingenuos argivos que en ese momento empezaban acomer. El éxito de la argucia fue tal, que muchos de ellos fueron asesinados al instante. Los quepudieron huir lo hicieron al bosque sagrado de Argos, a donde en teoría, nadie se atrevería aatacarlos. Pero para entonces, la sed sanguinaria agravada por la presunta demencia deCleómenes I informada por Heródoto, ya no conocía límite. Tan pronto como el ejércitoespartano concluyó su primer ataque sorpresa, se dirigió al bosque a cerrar el paso a los argivosque hasta allí habían huido.

Parece que cuando el monarca llegó al frente de sus tropas, alguien le facilitó el nombre detodos y cada uno de los argivos que allí permanecían guarecidos. Con la falsa promesa delibertad, ordenó a su pregonero entonar el nombre de cada uno de ellos e instarlos a salir,diciendo que ya había recibido el precio de su rescate, (que por entonces era dos minas porprisionero) y que no les infligiría daño alguno. Sin embargo, a medida que fueron saliendo losprimeros 50, no tuvo inconveniente en pasarlos por la espada y acabar con sus vidas sin piedad,sin que ello le produjera ningún tipo de conflicto moral. Puesto que algunos de los argivos queseguían en el bosque se percataron de lo que estaba ocurriendo, decidieron entonces resistir yno salir. Desesperado por no poder acabar de una vez por todas con aquel episodio, Cleómenesordenó a sus hilotas rodear el bosque con ramas secas y prenderles fuego. El hecho de que losbosques estuvieran consagrados a los dioses no parece que amilanara el ánimo del monarcaespartano que se demostró resuelto a conseguir su objetivo de reducir a Argos a cenizas.

Cuando el bosque ya lucía completamente en llamas, Cleómenes se sintió satisfecho ypermaneció con un nutrido grupo de su ejército para ir a rendir los sacrificios pertinentes alHereo.

Su comportamiento estaba siendo desde todo punto de vista, censurable. Semejante atrocidadse consideraba algo impropio de griegos, y desde luego no fueron pocos los que pidieron sucomparecencia en Esparta. Sin embargo, eso no turbó al monarca lo más mínimo que cuando viocomo el sacerdote de Juno se oponía a sus sacrificios en el Hereo, ordenó azotarlo y llevaradelante el ritual.

Por fin, su comportamiento fue digno de reproche y a instancias de sus enemigos, fue llamado adeclarar delante de los éforos, que le acusaron de soborno por no haber tomado la ciudad deArgos tras el incendio y cuando gozaba de unas condiciones inmejorables para llevarlo a cabo.

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Consecuencias

El hecho de no haber tomado la ciudad de Argos, no significa que el daño causado no fuerairreparable. De hecho, según refiere Heródoto, la ciudad quedó tan huérfana de ciudadanos quetuvieron que ser los esclavos los que quedaran al cargo de los empleos públicos hasta que lasiguiente generación alcanzara la edad suficiente para su desempeño. Por si fuera poco, esadevolución de los puestos públicos que los esclavos tendrían que haber hecho, no se produjo demanera pacífica sino que, al parecer, los argivos expulsaron a los esclavos de la mala manera.Resentidos, los esclavos organizaron una lucha contra sus otrora señores y los siguientes añosque debían haber sido de paz y recuperación de Argos, desembocaron en una violenta stasis ocrisis interna argiva que acabó con otro buen puñado de cadáveres entre sus filas.

Por su parte, la suerte que el destino tenía reservada a Cleómenes no era mucho mejor que lade sus derrotados argivos. Cansados de la actitud cada vez más agresiva y violenta del monarca,y conocida la trama que había preparado contra Demarato, fue llamado a Esparta para quedeclarara por sus acciones. Receloso de su ciudad, Cleómenes marchó a Arcadia donde pareceque trató de organizar un ejército que marcharía contra su misma ciudad a fin de imponer suvoluntad. Finalmente, parece que estas intenciones fueron desterradas y Cleómenes regresó aEsparta pacíficamente. Una vez allí fue apresado. Durante su cautiverio, refiere Heródoto que,inmerso ya en una locura demencial, pidió a su guardia su sable y con él se practicó unahorrorosa carnicería en todas las extremidades de su cuerpo hasta fallecer desangrado.

Si bien Argos y Cleómenes habían hallado trágicos finales, no se puede decir lo mismo deEsparta que ahora, gracias a la fructífera política exterior de estos años había conseguidoretener no solo el dominio efectivo del Peloponeso, sino además extender su influencia sobre elresto de Grecia y consagrarse como una auténtica potencia militar.

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Fig. 2: Mapa de la Batalla de Sepea.

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Batalla de las Termópilas 480 a.C.

Quizás nunca en la historia una derrota haya tenido tanto sabor a victoria como el caso de labatalla de las Termópilas. Este hecho podría achacarse a la difusión que han hecho medios comoel cine y la televisión quienes, a la hora de representar un capítulo verdaderamente atractivopara la audiencia, han escogido sin dudarlo, el de esta batalla por su conjugación deromanticismo y heroicidad. “The 300 spartans” de Rudolph Maté en 1961, y más recientementeen 2007, “300” de Zack Snyder con su correspondiente secuela en 2014, son probablemente losintentos más exitosos de hacerse eco del legendario episodio que tuvo lugar un día de 480 a.C.Pero no solo el cine y la televisión, sino también videojuegos, cómics, canciones, camisetas,nombres de estadios, recogen de una manera o de otra los nombres del rey Leónidas o lasTermópilas. Como consecuencia de ello, no solo estos nombres se han visto reforzados por lahistoriografía, sino también el de Esparta y su historia en general. De hecho, esa visiónidealizada de una sociedad guerrera capaz de morir por sus ideales, fue revindicada en otrosmomentos de la historia en circunstancias similares por unos y otros bandos en liza. Labúsqueda en Google “Leónidas I”, arroja en la actualidad más de 29 millones de resultados, esdecir, más que ningún otro espartano de la historia y a la altura de los gran des iconos del cine ola música, lo que da idea de la importancia de su hazaña. Este hecho nos obliga a reflexionaracerca de la envergadura de la gesta llevada a cabo en aquella magnífica batalla. Pero, paraconocer realmente donde reside la importancia de aquel capítulo, pasemos a analizar sin máspreámbulo los detalles de ese interesante capítulo de la historia.

Antecedentes

Los años que transcurren desde 499 a.C. hasta 480 a.C. son años de gran incertidumbre entoda Grecia. Es el período histórico conocido como las “Guerras Médicas” en el que se sucedendiferentes enfrentamientos entre el imperio persa y las polis griegas. En 499 a.C. las intrigas delsátrapa de Mileto, Aristágoras, instando a los griegos a ayudar a las ciudades jonias contraPersia, lograron arrastrar al conflicto a Atenas, que decidió enviar barcos en ayuda de surebelión. Sin embargo, la insolencia de la joven ciudad griega que acababa de salir de un períodomuy convulso de su historia, solo logró soliviantar al que por aquel entonces era conocido comoel Gran Rey, el emperador de Persia, Dario. Una vez que Dario sofocó la rebelión, tomó buenanota de quiénes eran aquellos que habían ayudado a las ciudades jonias y, sin duda, el nombre delos atenienses saltó el primero en su lista y se grabó a sangre y fuego en su memoria con el finde hacerles pagar por el daño causado. Mientras que Cleómenes I de Esparta parecía haberintuido bien las consecuencias que traería el haber aceptado la trama de Aristágoras y las habíarechazado, los atenienses por el contrario, habían agotado en exceso la paciencia del emperadory ahora se preparaban para que recayera sobre la ciudad toda su furia.

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Ante el temor de ser arrasados, en 490 a.C. los atenienses solicitaron el auxilio de Esparta que,de buena gana, habría dejado que los persas acabaran con su mísera existencia. Sin embargo, elsentimiento común de pertenencia a la madre Grecia, intercedió en el ánimo de los espartanosque se decidieron a enviar un contingente a fin de prestar apoyo en un presumible ataque persaa la ciudad del Ática. Puesto que los espartanos querían evitar a toda costa que los excesosatenienses les perjudicaran demasiado, la ayuda prometida no partió inmediatamente paraAtenas, sino que demoró su salida hasta la celebración de determinadas fiestas religiosas. Losatenienses, comprendiendo que estarían solos ante su destino y conscientes de que el imperiopersa ya avanzaba hacia su ciudad, decidieron pertrecharse lo mejor que supieron.

En el mismo año de 490 a.C. poco convencidos pero resueltos, los estrategos atenienses entrelos que se encontraban hombres de la talla de Temístocles o Milciades, decidieron resistir todolo posible hasta la llegada de los refuerzos espartanos. La estrategia era sencilla: no versedesbordados por los flancos. Si los persas lograban desbordar las alas atenienses, pronto severían rodeados y su ciudad reducida a cenizas en cuestión de horas. Por tanto, el objetivo eraclaro: buscar un enclave alejado de la ciudad pero que, al mismo tiempo, por sus característicasnaturales, permitiera a los atenienses cubrir o minimizar su falta de efectivos. La llanura deMaratón se tornó así en el sitio adecuado. La extensión permitía a los atenienses luchar al modohoplita, y por otro lado, estrechaba el espacio disponible, es decir, dificultaba que la caballeríapersa pudiese desbordar las líneas atenienses por los flancos, gracias a los accidentesgeográficos que existían. Tras una encomiable maniobra, las tropas atenienses dejaron que elcentro de sus tropas se “hundiera”, de manera que sus flancos quedaran a la altura de las tropasenemigas para envolverles, cerrarles por la espalda y masacrarles en un agujero sin salida.Aquella victoria contra pronóstico, llevó a todos los habitantes de la Hélade a sumirse en el másabsoluto optimismo. Las multitudinarias tropas del imperio habían sucumbido ante un ejércitomenor y aquella gesta no caería en el olvido. Cuando los atenienses aún estaban en plenascelebraciones por la victoria, las tropas espartanas llegaron a Atenas. Al ver que la contiendahabía concluido con gran éxito para las filas atenienses, los espartanos les felicitaron por suvalentía y arrojo y regresaron a Esparta.

El momento de Leónidas I

Es poco lo que se sabe acerca de la vida personal del rey Leónidas. Al igual que Dorieo yCleómbroto, fue hijo de Anaxándridas y hermanastro de Cleómenes I. Al no ser primogénito yestar llamado a ser rey, realizaría la agogé y en su edad adulta se casaría con Gorgo, hija de suhermanastro Cleómenes. Los años de su reinado darían comienzo a la muerte de Cleómenes en490 a.C. y serían testigos del ascenso de Jerjes al trono de Persia, tras la muerte de Darioacaecida en 486 a.C. mientras se preparaba para sofocar la revuelta que había estallado enEgipto. Su hijo fue quien heredó tanto el imperio como los planes de someter a los griegos.

En 483 a.C. Jerjes decidió poner rumbo a Grecia con toda su “artillería” por tierra y por mar.

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La importancia que aquella empresa tenía para el rey de los persas quedó patente cuando en sutrazado marítimo hacia Grecia, las naves del ejército que se dirigían hacia allí, se toparon conun enorme istmo de tierra que no dejaba otra opción que bordear la península del monte Athos,con la consecuente pérdida de tiempo y recursos. Sin dudarlo ni un solo instante, Jerjes, trasconsultar con sus ingenieros, decidió “atravesar” literalmente la tierra que se oponía a su paso,construyendo un inmenso canal que permitiera circular por él a dos naves en paralelo ycontinuar en línea recta hacia su objetivo, en lo que constituyó un auténtico alarde deingeniería. Parecía que nada ni nadie podía detener a aquel impetuoso ejército. Probablemente,el efecto que estas noticias tuvieron sobre las diferentes poblaciones griegas fuera brutalmenteparalizante. Por ello no es de extrañar que muchas de ellas decidieran someterse antes de queJerjes se lo pidiera. Incluso Esparta, que consideraba aquella invasión como un castigo divino ala afrenta cometida años antes, cuando algunos de sus ciudadanos arrojaron a un pozo a losenviados persas, decidió enviar a dos de sus ciudadanos más valiosos a la corte del Gran Reycon el fin de expiar sus culpas ofreciéndoles para el sacrificio. A fin de conocer las dimensionesde aquel al que los rumores se referían como el ejército más grande jamás visto, cuentaHeródoto que los griegos enviaron a tres exploradores al Asia menor y que, tras serdescubiertos, al contrario de lo que se pueda pensar, no fueron asesinados, sino que, muy alcontrario, Jerjes ordenó mostrarles hasta la última pieza de su ciclópeo ejército, con la idea deque, aterrados ante tal visión, corrieran a prevenir a sus compatriotas de aquel mal al que seenfrentaban. Y así lo hicieron.

El temor comenzó a extenderse como la pólvora por toda Grecia y a finales del invierno de 480a.C, unas setenta ciudades se dieron cita en el istmo de Corinto con el fin de preparar unaestrategia conjunta para repeler al invasor. Como decíamos, a la reunión no acudieron todas lasciudades de los griegos, ya que muchas optaron por no tomar parte decidida por ningún bando,en función de cómo se desarrollaran las circunstancias. Otras, por el contrario, anticipándose alo que pudiera pasar, preveían una victoria segura de los persas, por lo que se apresuraron aentregar la “tierra y el agua” a los enviados de Jerjes cuando éste se lo pidió. Mención apartemerecen los casos de Tebas y Argos. Ambas ciudades tenían sus contrapuntos en Atenas yEsparta, respectivamente. Ello les empujó a imaginar que una victoria del imperio persa, leslibraría de sus máximos rivales, otorgándoles, probablemente, el protagonismo que no fueroncapaces de ganarse por sí mismos. Por ello, desde el principio su apego a la causa Persa fuemanifiesta. Circulan no pocos rumores acerca de que Argos rechazó alinearse con los griegos acausa de la soberbia de los espartanos, quienes les respondieron que ellos eran los más aptospara el mando, puesto que tenían dos reyes y los argivos solo uno. Y por esa misma razón, nopodían desposeer de “imperio” a ninguno de ellos. Aquella respuesta, indudablemente, no debiósentar nada bien entre los enviados argivos. Sin embargo tampoco faltan voces que afirman queel acercamiento entre persas y argivos, ya se había producido con anterioridad, y que estosúltimos les habrían seducido con un próspero porvenir, gratificándoles su neutralidad durante laempresa de Jerjes en Grecia. Aunque para el momento en que se celebró dicha reunión laAtenas de Temístocles ya despuntaba por su fuerza naval, los aliados tuvieron a bien entregarel mando de los ejércitos griegos, tanto por tierra como por mar, a Esparta. Estabanconvencidos de que la experiencia que atesoraba Esparta como fuerza militar del mundo griego,

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aun distaba mucho de la voluntariosa Atenas. De esta manera, se resolvió que, mientras que elrey Leónidas conduciría las tropas aliadas griegas por tierra, el rey Leotíquides haría lo propiocon las naves en el mar. No sabemos cómo sentó la decisión en el seno de los atenienses, y másen el corazón de Temístocles, quien siempre mostró una ambición desmesurada. Pero lo que síestá claro, es que el relato que nos dejó Heródoto acerca de las hazañas de Temístocles en lasbatallas de Artemisio y Salamina, no dejan de tener un cierto sabor propagandístico. Aunque nose puede negar que la experiencia en el campo de batalla marítimo quedaba del lado de Atenas,el papel de Leotíquides al frente de las naves griegas, debió ser mayor que el que Heródoto leotorga en sus relatos. Sea como fuere, una vez que se eligieron los nombres que comandarían laexpedición, se decidió marchar al lugar más apropiado para cortar el paso a las tropas de Jerjes,que venían efectuando, desde su entrada en Grecia, una doble vía de circulación, de maneraque las tropas que marchaban por tierra, eran escoltadas muy de cerca por las naves queseguían por el mar. De ahí que los griegos tuvieran que analizar la operación desde el punto devista terrestre y marítimo.

Cuando todos los presentes se pusieron de acuerdo en conceder el mando de la expedición a losespartanos, entonces discutieron acerca del lugar más apropiado para defenderse de las tropasde Jerjes. Aunque se escucharon varias opciones, finalmente fueron dos los lugares que seperfilaron como candidatos: Tesalia y las Termópilas. Cuando hubieron de escoger entreTesalia y el angosto paso de las Termópilas, hubo un consenso más o menos generalizado poresta segunda opción. Tesalia era un lugar mucho más abierto y de llanura, por lo que tratar defrenar a los persas allí, podía tornarse en misión imposible. Además, el hecho de que tuviera unasituación muy al norte del resto de Grecia, levantaba las suspicacias de los griegos del sur, queal fin y al cabo, se sentían los principales protagonistas. El paso de las Termópilas contaba conuna estrechez natural importante, ideal para frenar tropas especialmente numerosas y además,contaba con un antiguo muro realizado por los focenses años atrás para defenderse de lostésalos. Por si esto fuera poco, su situación más al sur que Tesalia, fue el hecho que terminó pordecidir a los griegos de enviar allí a sus tropas terrestres y a sus flotas a Artemisio. La cercaníade ambos lugares, les permitiría optimizar y acelerar las comunicaciones entre sí. Si para todoslos griegos, en general, las Termópilas eran el lugar adecuado, es muy probable que paraLeónidas y sus 300, aquel sitio guardara también un significado especial. Al fin y al cabo, losespartanos decían descender del mismísimo Heracles y, según la mitología, aquel fue uno de lossitios en los que estuvo el héroe. Por tanto, para los espartanos, que eran fervientes religiosos,el misticismo que envolvía aquella aventura, agrandaba enormemente la trascendencia delhecho. Puede que este hecho, junto a una excelente preparación y sumisión a la vida militar,explique el porqué de tan trágico desenlace. Así, las tropas griegas, capitaneadas por el reyLeónidas, partieron hacia el paso de las Termópilas y junto a Leónidas y sus 300 espartanos, seencontraban también 700 tespios, 2000 arcadios, 400 corintios, 400 tebanos y 1000 hoplitasfocenses. En frente, el ejército persa, formado por unidades de las más diversas nacionalidadesque convivían bajo el mismo techo de su imperio. Su número ha sido largamente discutido yoscila desde los más de dos millones de hombres dados por Heródoto o los cuatro por Simónidesde Ceos, a los historiadores que han creído más prudente señalar una cifra aproximada de

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entre 200.000 y 400.000 hombres.

La batalla

Desde la llegada del pequeño contingente liderado por Leónidas al paso de las Termópilashasta las primeras hostilidades, transcurrieron cinco días. En ese quinto día los persas, quehabían intentado sin éxito conminar a los corajudos griegos a deponer su actitud, decidieronavanzar sobre ellos. El planteamiento del choque se basó en un ataque frontal contra sus líneas,que se hallaban alineadas bloqueando la parte más angosta del paso. Sin embargo, en unestrechamiento de terreno tan acusado, solo había espacio para un número determinado desoldados, lo que hacía que el alto número de efectivos que componía el ejército de Jerjes, nofuera efectivo. Los griegos “solo” tendrían así que aguantar las embestidas de unos soldadospersas armados con escudos de mimbre y espadas cortas, que poco o nada tendrían que hacercontra las erizadas lanzas de los griegos.

La original y bien planteada estrategia de Leónidas dio sus frutos y la estrepitosa derrotasufrida por ejército persa hizo comprender al Gran Rey que la victoria en aquel lugar nopasaría tanto por el número de efectivos como por el ingenio que le permitiera alcanzar a unossoldados griegos bien atrincherados y difíciles de rodear.

Sin embargo, puede que el inesperado revés empujara a Jerjes a tomar medidas urgentes ypoco planificadas, deseoso de acabar con una situación que empezaba a vislumbrarse humillante.Recordemos que era el ejército más extenso del mundo el que estaba siendo incapaz dedoblegar a un puñado de griegos acantonados entre las rocas. Lejos de interpretaradecuadamente esa primera derrota como una señal de advertencia, Jerjes se precipitó ydecidió enviar a las unidades de élite de su ejército, los famosos “Inmortales” a concluir eltrabajo. Pero una vez más, volvió a caer en el error al creer que todo dependía del número desoldados que se presentara en el campo de batalla. Como si el anterior contingente solo hubierasido derrotado a causa de su falta de maestría en el combate, apostó a que sus diez milinmortales serían lo suficientemente diestros como para manejar la situación y los envió conpaso firme y directo al mismo paso donde el día anterior ya había sido derrotado.

Como era de esperar, el minúsculo ejército griego liderado por los 300 espartanos, solo tuvoque aplicar la misma táctica que el día anterior: la resistencia. Ni uno solo de los ataqueslanzados por los inmortales fue lo suficientemente potente como para desbaratar las líneas deLeónidas. Y es que es muy probable que, debido a las estrecheces del paso, los diez mil soldadospersas nunca fueran capaces de atacar al unísono; la única fuerza efectiva de éstos se reduciríaexclusivamente a los primeros cientos que llegaran al angosto desfiladero antes de que se éste se abarrotara. Así, con las fuerzas mucho más equilibradas, el ejército persa volvió a salirderrotado por segunda vez en apenas unos días. A juzgar por las palabras de Heródoto,Leónidas humilló a los persas simulando una retirada ficticia de sus tropas. Cuando los persas

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emprendieron la persecución de los soldados espartanos de manera desordenada, entoncesLeónidas dio orden de dar media vuelta y ante su sorpresa, las tropas espartanas no tuvieronmás que aplastar a unos enemigos dispersos y sin formación, absolutamente vulnerables ante lamilimétrica y compacta apisonadora lacedemonia.

Nunca sabremos cuál fue la sensación del Gran Rey al contemplar a lo más selecto de suejército derrotado nuevamente y esta vez, de una manera tan vergonzante, pero es probableque la desesperación cundiera en su persona y que seguramente fuera por ese motivo por el quedecidió que nunca habría piedad con aquel grupo de rebeldes una vez que fueran capturados.

Al comenzar el siguiente día, Jerjes debió de intuir que, a pesar de las victorias cosechadas porlos griegos, las tropas enemigas estarían exhaustas y relativamente agotadas. Sin haber sufridoimportantes bajas, habían resistido dos tremendas cargas de la infantería persa, que les habríanprovocado el cansancio y los primeros soldados heridos. Además, la ausencia de tropas derecambio no venía sino a agravar el problema, puesto que eran los mismos soldados que habíacombatido el día anterior los que se veían obligados a volver a resistir los envites enemigos conla mitad de fuerzas. Aquel rápido e ingenuo cálculo le llevó a pensar que no aguantarían unnuevo ataque de su infantería, por lo que resolvió ejecutarlo. Pero al igual que en las ocasionesanteriores, se equivocó.

Sin saber de qué manera, los espartanos resistieron el enésimo choque de la infantería persaque, incapaz de doblegar a las tropas de Leónidas, terminó por ceder y retirarse de nuevo.

Tras tres fracasados intentos, la situación en el bando persa era extremadamente urgente. Seveían incapaces de derrotar a un enemigo realmente pequeño y cansado y no podían evitar laimagen de debilidad que sus tropas estaban transmitiendo al mundo y eso, en un imperiocompuesto por tantas nacionalidades diferentes, era una auténtica bomba de relojería. Si suejército era incapaz de imponerse por la fuerza a un enemigo tan reducido, la amenaza desublevación entre las naciones oprimidas que componían su imperio, podía convertirse enrealidad y enfrentarse así a una posibilidad muy real de fragmentación.

Mientras todas estas preocupaciones rondaban la cabeza de Jerjes, Heródoto relata que unextraño personaje de origen incierto –aunque griego-, acudió a su tienda solicitando audiencia.Traía consigo un mensaje que a los soldados de Jerjes les pareció lo suficientementeinteresante como para presentarle ante el Gran Rey y que se lo revelase en persona. Elpersonaje en cuestión era un pastor de la zona llamado Efialtes. Muy probablemente movidopor el deseo de recompensa, Efialtes calculó que si le contaba su secreto al Gran Rey, éste leestaría tan agradecido que le recompensaría muy generosamente de por vida. Al fin y al cabo,iba a revelarle la solución definitiva para vencer a los griegos, y sabía que tras unos primerosintentos fallidos, el precio a pagar por conocer su secreto sería realmente alto. Una vez que loadmitió a su tienda, Jerjes decidió escuchar con atención los consejos de aquel griego que decíapoder mostrarle cómo conseguir lo que sus miles de experimentados soldados no habíanconseguido todavía. Aquel pastor que, gajes del oficio, seguramente tenía un conocimiento muy

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amplio de la orografía del lugar, terminó por señalarle el camino que sus tropas habrían deseguir para abordar por la espalda a los griegos y que éstos no tuvieran ninguna oportunidad deresistir. Un recóndito y estrecho lugar conocido como senda Anopea, conducía directamente a laretaguardia de su enemigo, rodeando la posición que actualmente ocupaban. Aquel caminoseguramente habría sido imposible de conocer para alguien que no fuera del lugar, pero aunqueasí fuera, Leónidas, dando muestras de una previsión excepcional, apostó allí a un batallón defocenses que serviría de alerta en el caso de que a las tropas de Jerjes se les ocurrieraacercarse por allí. Pero esta vez, su previsión no fue suficiente.

De esta manera tan peculiar, fue como la suerte volvió la espalda a los griegos. Una fuerza dealrededor de 20.000 persas atravesaron de madrugada la senda Anopea y espantaron a losfocenses que no tuvieron ocasión de trabar combate con ellos. El adivino Megistias ya habríavaticinado para entonces a los griegos su desdicha al rayar el alba. Mientras la oscuridad de lanoche ocultaba la imparable marcha de los persas hacia la retaguardia de los griegos, la voz dealarma de los centinelas allí apostados acerca de su inminente llegada corrieron como la pólvorapor el campamento griego creando un estado de gran confusión. Todos entendían que atrapadospor la espalda y acosados desde el frente, su suerte estaba echada. Leónidas decidió convocarentonces con carácter de urgencia un consejo con representantes de todas las ciudades griegasallí presentes para decidir el futuro inmediato de sus tropas. Como era de esperar, algunossiguieron apostando por retornar al istmo de Corinto y parapetarse allí, abandonando lasTermópilas. Otros, simplemente creyeron conveniente la retirada sin un destino fijo. Pero tantounos como otros esperaron ansiosos las palabras del que a la postre comandaba la expedición, elrey Leónidas. No conocemos con exactitud cuál sería su reacción ante la actitud de suscompatriotas, pero analizando las pocas posibilidades que tenían de salir bien parados de aquellamuerte anunciada, lo más probable es que entendiera que de nada serviría retenerles allí contrasu propia voluntad. Y así fue como decidió permitir que todos los que lo desearan, regresaran acasa. A buen seguro que él mismo, como genio militar habría optado por retornar también ytomar a todo su ejército a fin de enfrentarse en una batalla más igualada, pero para losespartanos la cuestión no era tan sencilla. Por un lado, si todas las tropas huían, la velocidad delos persas habría conseguido atraparles antes de retornar a las ciudades y dar aviso de lo que seavecinaba, lo que habría llevado inevitablemente a la caída de toda Grecia. Por otro lado,aunque el primer supuesto no se hubiera dado y todos los griegos hubieran conseguido dar la vozde alarma, esto no garantizaría tampoco una victoria aún con todos los ejércitos griegosreunidos. Y finalmente, la cuestión de mayor peso para Leónidas y sus 300: su propia reputacióncomo espartanos. Él sabía perfectamente que una huida del campo de batalla le habría costadotanto a él como a sus hombres una vergüenza pública en Esparta absolutamente imposible desoportar.

Con todas estas opciones, Leónidas decidió permitir la marcha de todos los griegos excepto desus propios espartanos y cubrir así con sus propias vidas la retirada de éstos. La amenaza másaterradora de la historia de Grecia se cernía sobre sus cabezas, por lo que el sacrificio de unpuñado de ellos sería un mal menor si con ello se conseguía poner en alerta al resto de loshabitantes del continente. De este modo, fue como comenzó a tomar forma el oráculo que

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tiempo atrás la Pitia había anunciado a los espartanos a propósito de la muerte de uno de susreyes a cambio de la salvación de la patria. Junto a los 300 de Esparta, Domófilo, líder de lostespios, obnubilado por la integra y firme decisión del rey de los espartanos de morir en aqueldesfiladero, decidió quedarse junto a él con sus 700 tespios y salvaguardar la retirada del restode los griegos. Además, 400 tebanos retenidos como rehenes por Leónidas debido a su ambiguaposición con respecto a los persas, conformaron la tropa que allí resistió para siempre.

Sabiéndose vulnerados por su espalda, Leónidas y sus 300 dejaron atrás la zona más estrechadel desfiladero que en aquellos días les había protegido y trasladaron su posición hasta unaplanicie de mayor anchura. Su formación en falange, se aferró a la tierra dispuesta a plantarcara a los miles y miles de soldados persas, llevándose ensartados en la punta de sus lanzas almayor número posible de enemigos. Al parecer, la resistencia de los griegos fue encarnizada ysu lucha continuó hasta que sus lanzas terminaron por romperse. Cuando ya no disponían delanzas, en un último hálito de vida desenvainaron sus espadas y se abalanzaron sobre lainfantería persa dispuestos a realizar una auténtica carnicería entre sus hombres. En eltranscurso de esta acción, el mismo rey Leónidas sucumbió, dando lugar a otra dura disputa porrecuperar su cadáver. Los espartanos, se afanaban por sacar intacto el cuerpo del campo debatalla, pero deseaban retenerlo con el fin de ultrajarlo y cobrarse su recompensa por todas lasprovocaciones a las que aquel lacedemonio les había sometido. Aunque finalmente el exangüecuerpo de Leónidas cayera del lado espartano, de poco sirvió. Cuando todos y cada uno deaquellos valientes griegos hubieron perecido, Jerjes ordenó decapitar a Leónidas y clavar sucabeza en una pica.

Consecuencias

A pesar de que el episodio de Termópilas terminó como era de esperar con la derrota de losgriegos, tampoco los persas pudieron hacer valer esta victoria para avanzar inmediatamentesobre el resto de Grecia. La inesperada tardanza en reducir al pequeño contingente griego portierra unido a la derrota que el ateniense Temístocles les infligió por mar en la batalla deSalamina, obligó a los persas a retrasar su empresa de invadir Grecia. La resistencia en lasTermópilas permitió que la flota griega también resistiera en Artemisio las acometidas persas ysolo una vez que las Termópilas cayeron, se retiró a Salamina. Fue durante ese impasse cuandolos persas lograron avanzar sobre el Beocia y el Ática e incendiar Atenas. Sin embargo, sutardanza permitió asegurar el istmo de Corinto y evitar una invasión total del país heleno.Además, la perspectiva de quedar atrapado en Europa al ver cómo sus naves se enredaban enlos estrechos canales de Salamina, hizo que Jerjes retornara a Asia y dejara al mando de laexpedición a Mardonio con la única orden de completar la invasión de Grecia. El nuevo

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comandante quedó en aquellas tierras a la espera de poder asestar el golpe definitivo a losgriegos. Una oportunidad que se le presentaría al año siguiente durante la batalla de Platea(479 a.C.)

Gracias al relato de Heródoto conocemos algunas anécdotas relacionadas con la batalla quebien por su naturaleza, han pasado a la posteridad como hechos significativamente relevantes yque ahora merece la pena rescatar.

En la zona en la que los últimos griegos se parapetaron antes de morir, se erigió un león debronce en honor a Leónidas, el cual no se ha conservado. Años más tarde, hacia 440 a.C. sucuerpo sería trasladado a Esparta donde se le erigió un mausoleo en el cual se grabaron losnombres de los 300 espartiatas muertos junto a él. Algunos autores posteriores llegaron inclusoa considerar la muerte de Leónidas como un sacrificio similar al de Jesucristo. Más de 2400años han transcurrido desde entonces, y aún a día de hoy la gesta de Leónidas y sus hombres esbien conocida por todos. La memoria que perduró en Esparta acerca de aquella hazaña seprolongó en el tiempo, convirtiéndose en el episodio patriótico por excelencia de Esparta. Sinembargo, la historia no volvería a regalarnos otro Leónidas. Es cierto que durante años,Esparta conoció a otros genios y grandes militares, pero el peso de las circunstancias en las quese desenvolvió la aventura de Leónidas por salvar a la civilización griega de su extinción,hicieron de su vida un hecho absolutamente singular e irrepetible.

El relato de Heródoto evitó que en el olvido cayeran los nombres de algunos de aquellos héroesque han permanecido con nosotros. Entre ellos se encontrarían el de Dieneces quien, al serleavisado que las flechas de los persas podían ocultar el sol, contestó que en ese caso, “lucharíana la sombra sin que les molestase el calor”. Además, los hermanos Alfeo y Marón, hijos deOrisanto y el tespiense Detirambo, hijo de Amártidas. Por otra parte, una curiosa anécdota es laque se refiere a Eurito y Aristodemo, a la sazón soldados espartanos, que estaban exentos delcampo de batalla a causa de una enfermedad en los ojos. Cuando tuvieron noticia de que el finestaba a cerca, Eurito ordenó a su esclavo que trajera su panoplia y le guiara hasta el campo debatalla donde finalmente murió peleando. Por su parte Aristodemo, decidió regresar salvo aEsparta. Allí, entendiendo los espartanos que, al igual que Eurito él también podía haberluchado, se le declaró maldito y se le apodó el Desertor. Durante un año, Aristodemo seconvirtió en un auténtico marginado social y nadie le ofreció agua o fuego. Sin embargo,paradojas del destino, su desesperada situación hizo que, al año siguiente se destacara comouno de los más valientes espartanos en la victoria de Platea, redimiendo la vergüenza de sumemoria. No correría su misma suerte Pantites, quien habiendo sido enviado como mensajero aTesalia, cuando regresó a Esparta fue tenido por infame y decidió quitarse la vida ahorcándoseantes que vivir en la desdicha.

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Fig.3: Mapa de la Batalla de las Termópilas

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Fig.4: Detalle de la Batalla de las Termópilas.

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Batalla de Platea 479 a.C.

La batalla de las Termópilas estaba llamada a convertirse en el episodio nacional porexcelencia de la polis lacedemonia. Todo un canto al sacrificio en pos de la gloria de Esparta. Sinembargo, los espartanos tuvieron la oportunidad de tomarse cumplida venganza de aquelladerrota tan pronto como al año siguiente, cuando comandando una nueva expedición, esta vez síde los ejércitos griegos al completo, derrotaron a los persas en la batalla de Platea, lo que obligóa éstos a abandonar definitivamente la difícil empresa de invadirlos.

Antecedentes

Como relatamos en el capítulo anterior Jerjes, a la cabeza del imperio persa, trató de pasar deAsia a Europa con la intención de destruir Atenas e invadir toda Grecia, en lo que hoy se conocecomo la Segunda Guerra Médica. Sus planes, sin embargo, fueron contestados por Esparta, quea la cabeza de un pequeño contingente de soldados griegos y al frente del cual estaba el reyespartano Leónidas, logró cerrar el paso a las tropas invasoras en el estrecho desfiladero de lasTermópilas. Allí consiguió que acometida tras acometida, los soldados de Jerjes no hicieran másque estrellarse continuamente contra las bien parapetadas tropas aliadas que nunca perdieron laformación. Solo la traición de un pastor lugareño que reveló a Jerjes la existencia de un senderoa través del cual caer sobre la espalda de los griegos, logró que los aguerridos soldadosespartanos fueran vencidos y muertos y su resistencia eliminada de un plumazo. A pesar de ello,las tropas persas no pudieron completar dicha victoria y, a pesar de llegar hasta Atenas eincendiarla, tuvieron que retirarse finalmente cuando el ateniense Temístocles desbarató suflota en las angostas aguas de la isla de Salamina. El desesperado rey Jerjes optó por regresar aAsia pero dejó al mando de sus tropas al general Mardonio. Le instó a que, de una vez portodas, aplastara a esos incómodos griegos que ya se estaban rebelando como uno de losenemigos más correosos que había tenido hasta ahora. Por así decirlo, la victoria en Salaminaconstituyó un pequeño balón de oxígeno para los aliados griegos que, a pesar de su notableactuación, comenzaban a sentir los efectos del cansancio y el desgaste propios de la luchacontra un gran imperio.

Pausanias, nuevo comandante de Esparta y de los griegos

Cuando el rey Leónidas murió en las Termópilas lo hizo dejando descendencia, un hijo denombre Plistarco, que a la sazón aún era un niño cuando falleció su padre. Su minoría de edad,

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obligó a buscar un regente que ocupara el trono de la casa Agíada durante cierto tiempo. Talcargo recayó en el sobrino de Leónidas e hijo de Cleombroto, Pausanias. El contexto político enel que Pausanias tuvo que dirigir los designios de los espartanos no pudo ser más complejo. ElGran Rey se había retirado a Asia pero había dejado parte de su ejército al mando de Mardonioen Grecia que se dedicaba a asolar y asediar parte del país en connivencia con los tesalios,llegando incluso a capturar Atenas por segunda vez. Por otro lado, los espartanos habíanperdido a su rey en las Termópilas y su sucesor era apenas un niño y, por si fuera poco, losatenienses, desplazados a la isla de Salamina durante la segunda ocupación persa de Atenas,amenazaban con negociar una rendición si el resto de griegos, incluidos los espartanos, no salíana combatir una vez más a los persas. Al fin y al cabo, buena parte de los griegos se habíaparapetado tras el istmo de Corinto en el Peloponeso, una gran defensa natural que sinembargo, dejaba totalmente desamparada a Atenas, situada en el lado más expuesto de Grecia.Durante este improvisado exilio, los atenienses acordaron enviar embajadas a Espartasolicitando su ayuda para combatir a los persas. Sin embargo, por aquel tiempo los espartanosestaban en plenas celebraciones de sus fiestas Jacintias y su fervor religioso era tal, que nodudaron en dilatar su respuesta todo lo que consideraron necesario. Esa tardanza causó lairritación de los atenienses que llegaron a barajar la idea de pasarse al persa y solucionar todopor la vía rápida. Sin embargo no fue necesario. Un tal Quileo, que según Heródoto era untegeata, hizo comprender a los espartanos que ni una ni cincuenta murallas en el istmo deCorinto, lograrían detener al persa una vez que éste acabara con los atenienses. Si esa dilaciónse debía a la poca importancia que los espartanos estaban dando a la ocupación del Ática, sinduda era un error que debían subsanar. La explicación de la incipiente catástrofe debió delograr el efecto deseado en los éforos espartanos que, tan pronto como pudieron, despacharonun contingente de 5.000 hombres al mando de Pausanias a fin de socorrer a los atenienses.

La batalla

No se puede afirmar que la batalla de Platea se redujera al mismo momento de confrontacióncon las tropas enemigas sino que su comienzo habría que situarlo más bien días antes, cuandolos movimientos y la salida del numeroso ejército de Pausanias de la península del Peloponeso,fueron detectadas por los argivos. Con el recuerdo todavía fresco en su mente de la afrentacometida por Cleómenes contra su pueblo, los argivos enviaron a Mardonio a un emisario que lecomunicó la salida de un contingente de miles de espartanos hacia su posición, todo con la sanaintención de que tal tropa no lo cogiera desprevenido.

Valiéndose de tal información, el persa Mardonio creyó más conveniente retirarse del Ática ybuscar un lugar más seguro en alguna otra parte donde plantar cara al enemigo. Evidentementebuscó un terreno que le fuera propicio a su ejército, habiendo aprendido de los errores de lasTermópilas y Salamina, donde la estrechez de aquellos lugares, anuló de manera fulminante laventaja numérica con la que partían los persas. En esta ocasión buscó un lugar en el que poderdesplegar toda la fuerza de su caballería y para ello, necesitaba que éste estuviera libre de

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terrenos accidentados y abruptos. Así, la llanura tebana se convirtió en la mejor opción. Por unlado, Tebas era ciudad amiga y, por otro, gozaba de una gran llanura sobre la que su caballeríapodría desarrollar sus tácticas sin ningún tipo de corsé. Quizá por desconfiado o por un excesode celo, Mardonio se dedicó a construir empalizadas que facilitaran la defensa del terreno sobreel que se asentaba su ejército. Comenzando en Eritras, la longitud de tales obras les llevó hastacubrir la zona próxima a Platea, muy cerca del río Asopo.

Mientras Mardonio se prevenía de esta manera, Pausanias fue avanzando por el Peloponesocon sus primeras tropas, acampó en el istmo de Corinto y ya en Eleusina formó un contingentede aproximadamente 40.000 hombres (que Heródoto elevó hasta 110.000) una vez que se lesunieron los atenienses. Cuando el grueso de las tropas griegas estuvo formado, Pausaniasdecidió avanzar hasta el corazón de Beocia, ya en la Grecia continental y plantar frente alenemigo su campamento, en las mismas raíces de los montes de Citerón.

A sabiendas de que Mardonio había plantado en aquella llanura a su ejército a fin de poderdesplegar sin obstáculos toda la fuerza de su caballería, Pausanias no cayó en la trampa y optópor no descender a la misma, ignorando las burlas e insultos que le proferían los caballerospersas, al frente de los cuales se hallaba el afamado jinete Macisio a lomos de su caballo Niseo.A pesar de la salvaguarda que suponía el no descender a la llanura, una porción de las filasgriegas, concretamente la que correspondía a los megareos, estaba sufriendo como ninguna otralas acometidas de la caballería persa que se atrevía a llegar hasta los pies de los enemigos.Cuando sintieron que sus fuerzas comenzaban a flaquear, los megareos decidieron enviar unemisario a Pausanias a fin de que otra guarnición de refresco los sustituyera. Un nutrido yresuelto grupo de 300 atenienses al mando de Olimpodoro asumió dicha misión.

Estos atenienses, bien atentos al combate, no dejaron pasar la magnífica ocasión que se abrióante ellos cuando, el adelantado caballo del comandante persa Macisio fue herido y al ponersesobre sus dos patas, arrojó al ilustre jinete al suelo. Una turba de atenienses se abalanzó sobreel cuerpo todavía con vida de aquel persa que ahora hacía repetidos intentos por evitar que losatenienses lo ensartaran. Resistiendo más de lo aceptable, los frustrados atacantes sepercataron de la malla de oro que portaba oculta bajo la túnica que cubría su cuerpo y loprotegía de las punzadas enemigas. Entonces uno de ellos atravesó con su espada el ojo deMacisio y le arrebató la vida al instante, terminando así con su enconada resistencia. El resto dela caballería persa que, en un principio no se percató de la pérdida de su general, decidióembestir al unísono cuando las noticias sobre su malogrado comandante se extendieron entre latropa como la pólvora. Los atenienses, sintiéndose abrumadoramente inferiores al ver comotoda la caballería persa se venía contra ellos, pidieron socorro al resto del ejército que a lasórdenes de Pausanias y a toda prisa, acudió en su ayuda. Tras una disputada contiendaalrededor del cadáver de Macisio, los persas consideraron más prudente retornar a sucampamento al no tener ya a nadie que los mandara.

Las consecuencias de esta primera refriega no se hicieron esperar y si mientras en el bandopersa, tanto la noticia de la muerte de Macisio como la de la retirada general de la caballería

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cayeron como jarro de agua fría, el bando griego se sumergió en una espiral de optimismo que apunto estuvo de costarle caro. Con renovado espíritu guerrero, las tropas de Pausanias seresolvieron a bajar ahora sí a la llanura de Platea. Parece que el mejor suministro de agua queallí podían conseguir también constituyó una razón de peso para tal desplazamiento. Comoseñala Heródoto, las tropas aliadas fueron reuniéndose en torno a la fuente Gargafia tomandonuevas posiciones.

Pausanias y el resto de los lacedemonios entregó el mando de una de las alas a los atenienses(para disgusto de los tegeatas que se creían merecedores de tal distinción); en el ala derecha sesituaron los 10.000 lacedemonios, 5000 espartanos asistidos por 35.000 hilotas; a su lado, los deTegea con un regimiento de 1500 hoplitas; les seguían en posición la brigada de los corintios ennúmero de 5000 junto a 300 potideatas; justo después, 600 arcadios, 300 sicionios, 800epidaurios y 1000 trecenios; a su lado, 200 lepreatas, 400 micenos y tirintios, 1000 filasios, 600de Eretria y 500 ampraciotas. Además de estos, cerraban las filas 800 leucadios y anactorios,500 de Egina, 3000 megarenses y 600 plateos. El ala izquierda que como dijimos, estabacomandada por los atenienses constituía una fuerza de 8000 hombres a cuya cabeza se colocó aAristides. Como dijimos, debemos ser prudentes en estas cifras, ya que según los modernoshistoriadores las tropas griegas no superarían los 40.000 efectivos.

Al enterarse Mardonio de la bajada de las tropas de Pausanias, resolvió ir acercándose alAsopo e ir disponiendo a sus tropas en relación a la colocación de la formación griega. A saber,apostó a sus mejores hombres frente al ala derecha de los griegos, ocupada por los espartanos.Puesto que sus persas los rebasaban en número, Mardonio pudo permitirse formar unas filasmás profundas y un frente más extenso que rebasaría al lacedemonio y llegaría hasta el de losde Tegea. Contra el ala izquierda griega ocupada por los atenienses, el general persa eligió a losmacedones y a los tesalios.

Así es como quedaron enfrentados los contendientes. Muy poco les separaba ya de una batallaque se presumía crucial para el devenir de griegos y persas; una batalla que pondría fin a unashostilidades que duraban ya 20 años y que aún no se habían resuelto de una forma satisfactoria.Atrás quedaban capítulos legendarios como la victoria en Maratón o el glorioso sacrificio de lasTermópilas. En aquel día en Platea ahora eran los espartanos los encargados de finiquitar deuna vez por todas, los conflictos con el imperio persa y Pausanias sería el único responsable. Ensu mano estaba la victoria que mantendría la libertad de los griegos y el deseo de revancha delos 300 caídos de Leónidas. Una derrota en aquella llanura podría significar el fin; el fin de unaetapa de libertad, de autonomía, de independencia y el comienzo de una nueva era de vasallaje,de sumisión y de esclavitud.

Antes de trabar combate, los espartanos llamaron a Tisameno, el adivino espartano deadopción para que cumpliera con los sacrificios oportunos. En sus augurios, reveló a losespartanos lo apropiado de resistir la embestida persa. Según Heródoto, las víctimassacrificadas fueron de buen agüero para los griegos en lo que a mantener la formación serefiere, mas no debían en ningún caso cruzar el Asopo para atacar los primeros, ya que las

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señales se antojaban perniciosas para ellos en ese caso. Aunque no exento de cierta literaturapropagandística, Heródoto relata que algo parecido ocurrió a los persas con sus sacrificios, enlos que se les alentaba a mantener la posición y no embestir los primeros. Así las cosas, ambosejércitos permanecieron varios días los unos frente a los otros.

El hecho de que no trabaran combate no significa que ambos bandos dejaran de vigilarsemutuamente. De hecho, Timogénides, un tebano de nacimiento, advirtió a Mardonio de losimportantes bagajes de suministro que llegaban a los griegos procedentes del Citerón y lointeresante que resultaría interceptarlos. Convencido Mardonio de que aquella fórmula podíaflaquear al enemigo, dio permiso al tebano para que a la retaguardia de los griegos se dirigieracon intención de cortar su ruta de suministros. En una zona conocida como Cabos de la Encina,relata Heródoto que la caravana de griegos que venía cargada de trigo para el ejércitoprocedente del Peloponeso, fue interceptada y sus conductores pasados a cuchillo por lacaballería persa. Sobra decir que todo el cargamento fue hurtado por ellos y trasladado a sucampamento como botín.

A pesar de este hecho aislado, los diez días siguientes transcurrieron sin conflicto alguno. Losdos ejércitos, frente a frente, no dejaban de observarse pero sin dar ninguno de ellos el primerpaso. Aunque los persas habían adelantado algo sus posiciones hasta las orillas del Asopo a finde atraer al enemigo, su treta no funciono y los griegos no solo mantuvieron sus posiciones sinoque además, engrosaron sus filas con muchos más griegos que en esos días fueron llegando aPlatea y uniéndose a la causa. Era evidente que tantos días de inacción para unos hombresacostumbrados a la guerra, podían acabar con la paciencia de los respectivos comandantes encualquier momento. La vista del continuo goteo de griegos uniéndose a las filas de Pausaniasmás la irritante desazón por no poder atacar y concluir de manera inmediata tan exasperantesituación, agotó por fin la paciencia de Mardonio que decidió pasar a la acción. A pesar de lo quelos augurios le habían adivinado y de que uno de sus lugartenientes, Artabazo, le aconsejaramover toda la tropa hasta las murallas de Tebas y allí ir comprando con oro y plata a otrospueblos griegos para que abandonaran la causa de Pausanias, el general persa decidió acabarcon aquel interrogante por la vía de la espada. Aunque muchos otros persas eran más delparecer de Artabazo, la obstinación de Mardonio infundía el suficiente temor en los hombrescomo para llevarle la contraria. Así es como el parecer de éste ganó la disputada votación quetuvo lugar entre el alto mando persa. Tras conocerse los resultados, Mardonio ordenóprepararlo todo para atacar al amanecer del día siguiente.

Aunque la confianza que mostraba Mardonio parecía inquebrantable, Heródoto relata queexistía en él una cierta preocupación por la existencia de un supuesto oráculo que vaticinaba laruina de los persas a propósito de este ataque. Como aquel augurio se refería al saqueo deDelfos como condición sine qua non para la derrota persa, Mardonio se prometió no acercarse altemplo de Delfos en ningún caso, en la ingenua creencia de que así sortearía los designiosdivinos.

Mientras estas preocupaciones distraían la mente del general persa, Alejandro, hijo del difunto

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rey de los macedonios, Amintas I, que ahora luchaba en el bando persa, decidió coger su caballoy correr hacia los puestos avanzados de las tropas de Pausanias. Probablemente consentimientos encontrados, su origen griego le empujó a advertir a sus compatriotas de lasintenciones que Mardonio albergaba de atacar al alba y con ello invitarles a que se pusieran enguardia. En el transcurso del chivatazo, también les advirtió de la escasez de víveres que lospersas venían padeciendo y los invitó a mantener la posición sin avanzar, ya que el asedio persano podría durar demasiados días. A cambio, exigió únicamente que si los griegos resultabanvencedores merced a esta revelación, le procuraran a él y a su reino la independencia y la ayudaen caso de represalias persas. Una vez que dijo esto, Alejandro regresó al campo persa.

Pausanias, que a la sazón se mantenía en el ala derecha con sus espartanos, recibió la visita delos centinelas atenienses que habían sido regalados con la anunciación de Alejandro. Cuandoéstos revelaron al regente lacedemonio las intenciones de Mardonio, se decidió revisar laestrategia. Según Heródoto, Pausanias entendió que la maestría con que los atenienses habíancombatido años antes al persa en Maratón, serviría de más ayuda ahora si los apostaba a ellosen el ala derecha de su formación enfrentándolos directamente y de nuevo con los persas. Porsu parte, ya que los espartanos se habían enfrentado en más ocasiones con beocios y tésalos,pasarían a ocupar el ala izquierda y de esta manera cada nación se enfrentaría a rivales a losque ya conocía bien. Parece que el plan fue del agrado de los atenienses, que tuvieron a bienvolver a enfrentarse a los persas. De mutuo acuerdo y antes de que despuntara el alba, ambasguarniciones, ateniense y lacedemonia, intercambiaron sus posiciones, pasando los espartanos alala izquierda y los atenienses a la derecha. Sin embargo, los beocios, que se hallaban vigilandolos movimientos de sus hermanos griegos, dieron la voz de alarma a Mardonio que, comorespuesta, trasplantó a su vez sus unidades para que volvieran a quedar enfrentadas a losgriegos como al comienzo. Advirtiendo Pausanias que su estrategia había sido descubierta,volvió a ordenar que sus espartanos ocuparan de nuevo el ala derecha, algo que Mardoniotambién hizo.

Dolido por la actitud aparentemente huidiza de los espartanos, Mardonio les envía un heraldocon un mensaje inequívocamente provocador y desafiante. Vociferado a los cuatro vientos porel mensajero, se critica la actitud de los espartanos por ser exactamente lo contrario de lo quese predica como flor y nata del ejército griego. Se les critica el hecho de que cedan el puesto dehonor del combate a los atenienses y ellos acudan a luchar contra los siervos de los persas.Decepcionados dicen sentirse por tal actitud cobarde, cuando ellos mismos piensan que,igualmente los lacedemonios arden en deseos de iniciar el combate contra ellos y les desafían aentablar un duelo a muerte con ellos exclusivamente, dejando a un lado al resto de tropasgriegas y persas.

Lejos de turbarse o amilanarse, Pausanias ordena no contestar a las provocaciones delheraldo. Ante la falta de respuesta, al enviado persa no le queda otra opción que regresar a sucampamento e informar a Mardonio. Con el silencio por respuesta, el general persa decideatacar y lanza a su caballería contra los griegos.

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Aunque las primeras flechas comienzan a turbarlos, la finalidad de la caballería era biendistinta de la que se puede imaginar. Movidos hacia la fuente Gargafia que surtía de agua atodo el ejército griego, los persas se dedican a enturbiar sus manantiales y cegar sus raudales,de modo que los griegos quedaran privados de tan elemental suministro. Podría pensarse que lasaguas próximas del río Asopo se convertirían en la alternativa natural, sin embargo, lacaballería persa con sus dardos, mantenía alejados a los griegos de tal posibilidad. De estamanera, solo la fuente podía proveerles del agua que tanto necesitaban. Así la situación sevolvió angustiosa. Mardonio había atacado la principal fuente de suministros de los griegos conel fin de empujarlos a salir y luchar. Había sido una estrategia inteligente, ya que cargar contraellos directamente, le habría supuesto al persa una derrota casi inminente. De esta manera,ahora serían los griegos los que se sentirían apresurados a combatir.

No cabe la menor duda de que la situación se volvió extremadamente delicada. Sin agua y sintrigo del Peloponeso por estar la ruta de suministros bloqueada por los persas, Pausanias junto alos demás jefes griegos, resolvió marchar a una isla del Asopo muy cercana a la ciudad dePlatea. Era la única posibilidad de salir adelante ya que allí podrían encontrar agua enabundancia como alternativa a la fuente Gargafia y además alejarse de la caballería persa queconstantemente los hostigaba con sus flechas. Sin embargo el repliegue se hizo de maneradesordenada y peligrosa merced a la obstinación y conflicto que un tal Amonfareto, hijo dePoliades, mantuvo con Pausanias. Su tozudez a la retirada hizo que en lugar de asistir a unrepliegue seguro y coordinado de las tropas griegas, los persas se frotaran las manos al vercomo sus enemigos avanzaban poco menos que en desbandada sin protección alguna. Lamagnitud de la disputa interna fue tal, que el mismo Pausanias pidió a los atenienses que losiguieran y que actuaran unidos a los lacedemonios. En principio Amonfareto pensó quePausanias no se atrevería a dejarle a él y a sus hombres colgados en aquel lugar. Sin embargo,cuando vio a los espartanos marchar, la sombra de la duda comenzó a planear sobre él y demanera ordenada fue pidiendo a los suyos que les siguieran. El gesto de Pausanias podríainterpretarse como una “amable” reprimenda ya que, según informa Heródoto, el regenteespartano ralentizó su marcha e incluso hizo un alto con sus tropas a solo 10 estadios a fin desocorrer a Amonfareto si éste y sus hombres se veían hostigados por los persas. Sin embargo,aquello era un campo de batalla y cualquier desorden podía ser aprovechado por el enemigopara sacar ventaja. Así fue como los persas, al ver que las líneas griegas no mantenían launiformidad, volvieron a lanzar la caballería sobre ellos a fin de seguir hostigándolos con susdardos. Heródoto nos dice que el acoso al que fueron sometidas las tropas de Pausanias fue talque finalmente se vio obligado a solicitar la ayuda de los atenienses. A pesar de que éstosmarcharon con decisión y premura a socorrerlos, los griegos que se habían vendido al partidodel persa, los interceptaron y evitaron que pudieran prestar a los espartanos el auxiliorequerido.

Parecía que todo se volvía en su contra; por un lado, los caprichos de Amonfareto habíanprovocado que los lacedemonios se distanciaran de los atenienses al ralentizar su marcha; porotro lado, los atenienses no podían alcanzar a ofrecerles su ayuda a pesar de sus buenasintenciones y ellos, junto a los tegeatas ahora se veían así mismos atrapados en un callejón sin

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salida en el que lo único que llovía del cielo eran dardos de los arcos persas. Poco a poco sefueron produciendo las primeras bajas y la resistencia se hacía cada vez más inútil. Habíallegado el momento de lanzarse o morir.

Llegado un momento concreto, fueron los tegeatas los que decidieron embestir a los persas.Por su parte, y viendo ya los buenos augurios que las víctimas ofrecían a los espartanos,Pausanias también decide pasar al ataque y lanzar a su infantería contra unos persas que losreciben con sus ballestas en el suelo dispuestos a pelear hasta el último resuello. Cuando losespartanos logran romper esa primera barrera de defensa de los persas, se traba uno de loscombates más encarnizados de la historia muy cerca del templo de Ceres. Tanto es así, queHeródoto afirma que en la lucha se llegó a utilizar el arma corta y el choque de escudos, lo queda buena idea de la pasión y gallardía con la que los hombres establecieron la lucha en aquellajornada. En semejante combate, los más experimentados lacedemonios superaron a sus rivalespersas sin dificultad ya que éstos no solo iban peor armados, sino que además adolecían de lapericia propia del combate cuerpo a cuerpo. Así no es de extrañar que uno a uno los persasfueran cayendo a los pies de los espartanos atravesados por sus picas y espadas. Y de entreellos, el mismo Mardonio fue de los primeros en caer a manos de un tal Amniesto, lo queprovocó que muchos de los hombres que tan ardorosamente habían combatido junto a él,comenzaran a echar el pie atrás y a ceder el campo a los espartanos que poco a poco veíancómo iban ganando la plaza a los persas.

No fue mucho tiempo el que transcurrió desde que Mardonio pereció hasta que los espartanoscompletaron su victoria. Por fin los espartanos consiguieron expulsar de allí a los persas yobtener así la venganza jurada por la muerte de Leónidas.

Consecuencias

La consecuencia más importante que se puede extraer de aquella jornada de Platea es, sinduda, la expulsión definitiva de los persas de toda Grecia. La victoria de los espartanos fue tanrotunda que, incluso los hombres de Artabazo que habían permanecido al margen del combate,huyeron a toda velocidad al Helesponto a fin de regresar a Asia antes de que los lacedemonioshicieran con ellos una auténtica carnicería. E hicieron bien, puesto que los persas que creyeronquedar a salvo refugiándose en uno de los fuertes de madera que habían construído subiendo asus torres y almenas, fueron testigos de cómo los espartanos los siguieron hasta allí conintención de masacrarlos. Sin embargo, la falta de experiencia de los lacedemonios asediandositios y tomando plazas, les hizo llevar peor parte en este sentido. Hicieron falta para completartal empeño los más experimentados atenienses que pronto lograron tomar por asedio dichofuerte. Una vez abierta la brecha de aquel lugar, el resto de pueblos griegos que tan ofendidosse sentían con el persa, tomaron al asalto todo cuanto se encontraron en aquel fuerte

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convirtiéndolo en su botín, sin olvidar masacrar a tantos persas como allí se refugiaban.Heródoto dice que solo 3000 permanecieron con vida.

De aquella gloriosa jornada, Heródoto dejó testimonio de los que, en su opinión, fueron loshombres más destacados en el combate. De entre los lacedemonios sabemos de Aristodemo,aquel que en su día recibió vergüenza pública en Esparta por haber vuelto con vida de lasTermópilas. Para él, la batalla de Platea supuso su redención y la reconciliación con su pueblo.Tras él, Posidonio, Filoción y Amonfareto. No es menos cierto que entre los nombrados surgeuna agria disputa a decir porque Heródoto consideró a Aristodemo como un temerarioindisciplinado que finalmente halló la muerte a causa de sus acciones casi suicidas. Para él,Posidonio tuvo mayor talla, por comportarse como un disciplinado y valiente soldado quesiempre mantuvo la posición y demostró arrojo cuando fue necesario. En cualquier caso, todos,menos Aristodemo, fueron honrados por el estado espartano en público festejo.

Como dijimos, la más importante consecuencia que para los griegos tuvo la victoria de Platea,fue sin duda su liberación. Las Guerras Médicas habían tocado a su fin y con ellas unsentimiento de unidad entre los griegos como pueblo único comenzó a surgir. Fuertes vínculoscomo la lengua, la cultura y la sangre, sirvieron para que muchos de ellos quisieran ver unadimensión más elevada de sí mismos y por encima de las aisladas ciudades-estado. Sin embargo,sus tradicionales rivalidades, nunca permitieron que esta idea supranacional se viera plasmadaen instituciones superiores que la representaran. Muy al contrario, con el discurrir del reciénestrenado siglo V, Grecia será testigo del agravamiento de estos conflictos intestinos quecristalizarán en la polarización de unas y otras ciudades en torno a Esparta y Atenas, quecapitanearán dos alianzas enfrentadas, sumiendo a los griegos en una terrible guerra civil quecopará el último cuarto del siglo V.

Si bien para Grecia las consecuencias de esta batalla no suponen más que la sustitución de unconflicto foráneo por uno interino, para Esparta los años inmediatos suponen su consagracióncomo potencia militar preminente dentro de la hélade. Pausanias, como regente de Esparta,seguirá liderando esa alianza griega constituida al efecto y tratando de expandir la fama deEsparta por los rincones más alejados. Sin embargo, las acusaciones que se cernieron sobre élpor parte de los demás griegos a propósito de su manera despótica de ejercer el mando, prontole obligarían a rendir cuentas en Esparta de sus acciones exteriores. A pesar de la toma deBizancio, su actitud amable con el persa también le hizo granjearse las acusaciones de medismoque terminaron por costarle el cargo. De nuevo en Esparta, fue acusado de promover unarevuelta de los hilotas y condenado, por lo que huyó a refugiarse al templo de Atenea Calcieco.Allí los espartiatas tapiaron el templo por los cuatro costados para evitar su huida, lo dejarondesfallecer de inanición y cuando estaba a punto de morir, lo sacaron para evitar cometersacrilegio y lo dejaron que expirara. Su muerte no supuso, sin embargo un acercamiento con losatenienses. Poco a poco la relación de Esparta y Atenas fue enfriándose hasta el punto de queéstos decidieron separarse y promover una alianza propia liderada por ellos y conocida comoLiga de Delos junto a otras ciudades griegas menores. Esparta quedó fuera y su resentimiento yrecelo del progresivo enriquecimiento y poderío del imperio ateniense no hizo sino enquistar

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aún más su relación cuyo punto crítico se alcanzó en 456 a.C. en la batalla de Tanagra.

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Fig.5:Mapa de la Batalla de Platea.

Batalla de Tanagra 456 a.C

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La batalla de Tanagra supuso el punto culminante de la progresiva escalada de tensión que sevenía viviendo en Grecia desde el final de las guerras médicas. Una serie de hechos tales comola reconstrucción de los Muros Largos de Atenas, la conformación de la Liga de Delos,capitaneada también por Atenas y el incidente entre ésta y Esparta a propósito de la revueltahilota, habían distanciado como nunca a estas dos ciudades. A pesar de los más de 20 años quetranscurren entre Platea y esta batalla de Tanagra, en dicha situación de calma tensa no dejóde percibirse que en cualquier momento las espadas podían alzarse, lo que finalmente ocurrió enel año 456 a.C.

Antecedentes

Como veníamos comentando, la victoria de Platea en 479 a.C. sobre los persas, ni trajo consigola prosperidad de las relaciones entre ciudades griegas ni consiguió mitigar viejas rencillas. Alcontrario, Esparta vio como el líder de tal alianza, Pausanias, era acusado de someter al restode los griegos a un mando despótico y despiadado, lo que la obligó a exigirle explicaciones.Además, la reconstrucción de los Muros Largos de Atenas tampoco ayudó a las buenasrelaciones, ya que los espartanos vieron en esto un gesto defensivo contra ellos. El hecho puedeser interpretado de muchas maneras, pero no parece que en ello hubiera una intención deruptura por parte de los atenienses con Esparta. Casi se diría que era una decisión lógica vistala nefasta experiencia que la ciudad había tenido a manos de los persas: saqueada, incendiada ysu población evacuada. Por tanto, no puede decirse que los atenienses no tuvieran buenasrazones para ello. En cualquier caso, el instigador de tal posición fue el otrora ilustre marinoateniense, Temístocles. Fue él quien aconsejo el levantamiento de estas murallas y fue él,también, quien se encargó de entretener a la embajada espartana que vino a Atenas solicitandola paralización de tales obras. Cuando los muros alcanzaron la altura estimada, Temístoclesdespachó a los espartanos diciéndoles que se dirigían a un pueblo (el ateniense) que teníaconocimiento de sus propios intereses y de los generales. Tal afrenta hizo cundir el malestarentre los espartanos que, sin embargo, no mostraron su enfado.

Si el levantamiento de tales muros fue una buena metáfora de todo lo que ahora separaba a tanilustres ciudades, la asunción del mando de la Liga helénica por Atenas, antes liderada por losespartanos, no debió sino incidir aún más en este singular divorcio. Aunque Tucídides apunta auna transición en el mando amistosa y cordial (1, 95) parece que hay sobrados motivos parapensar que esto no fue así. Diodoro (11, 50) es quien nos revela que en Esparta existía unadivisión de opiniones, afirmando la existencia de una serie de hombres dispuestos a luchar porese liderazgo. Sin embargo, puede que la necesidades y pertrechos que requería comandar unaliga que ofrecía protección a zonas tan alejadas como Asia Menor, fueran demasiado grandespara lo que los espartanos estaban dispuestos a invertir. Esparta se había caracterizado porposeer una gran infantería, pero ahora necesitaría una gran flota que pudiera transportar por elmar a todo su ejército a la mayor velocidad hasta cualquier punto de Grecia. Y eso era algo querequería de dinero, mucho dinero. Y dinero es, precisamente lo que menos tenía Esparta. Con su

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recién adoptado sistema licurgueo que prohibía el comercio y sancionaba la posesión de oro,plata y cualquier tipo de riqueza, la ciudad había ido perdiendo no solo capacidad competitivasino también recursos económicos. Cada vez más aislada del resto de ciudades griegas debido asus estrictas costumbres de disciplina militar, la práctica de la xenelasia y el desprecio hacia elvínculo que solo el comercio establece entre hombres y pueblos de diferentes lugares, Espartaestaba muy lejos de poder construir una flota poderosa. Y esto era algo que, precisamenteAtenas sí tenía. La potenciación del comercio marítimo y los múltiples beneficios comerciales yfinancieros que Atenas obtuvo merced a sus buenas relaciones con otras ciudades del Egeo y eldescubrimiento de minas de plata en Laurión, le valió el tener unas finanzas prósperas ypujantes. Además, la navegación potenciada por Temístocles merced a la localización costerade la ciudad, se convirtió en el símbolo distintivo de una Atenas que ahora era capaz de recorrertoda Grecia en tiempo récord gracias a sus trirremes, que habían venido a sustituir a lospentecónteros y triacónteros. Estaba claro que los miembros de la liga juzgarían más adecuadoofrecer el mando a la dinámica Atenas, mal que le pesara a Esparta. Así en 478 a.C. Atenasasumió el mando y se estableció el número de ciudades que compondrían esa nueva Liga deDelos, así como la tributación de éstas por su pertenencia. Además se acordó que el dinero quese recaudara del tributo sería guardado en la isla de Delos. De esta manera fue como Espartaquedó al margen de los nuevos tratados de otros griegos y despojada de su preponderancia. Esinevitable decir que, desde entonces, en Esparta no dejaron de recelar del meteórico ascenso dela polis ateniense.

Aunque estos dos ejemplos, el de los Muros Largos y el de la Liga de Delos, contribuyeran nosolo al enfriamiento sino también al resquemor entre Esparta y Atenas, sin embargo, todavía nose había producido ningún hecho directo entre las dos que pudiera constituir un motivo deabierto enfrentamiento. Este sí llegó, sin embargo años después cuando en 464 a.C. unaparatoso movimiento sísmico sacudió el Peloponeso y provocó la ruina de media Esparta. Losdaños materiales fueron cuantiosos y la pérdida de vidas humanas, importante. Pero lo que másurgió, sin duda a los lacedemonios, fue la revuelta que muchos mesenios organizaron paraaprovechar el caos reinante y liberarse del yugo espartano. La situación se volvió tansumamente insostenible que a los espartanos no les quedó otro remedio que solicitar la ayuda deAtenas para sofocar la revuelta. Por aquel entonces, en Atenas gobernaba Cimón, estratego ehijo de Milcíades, héroe de Maratón. Su política se había caracterizado por el deseo demantener unas buenas relaciones con Esparta y su filo laconismo no había pasado desapercibidopara detractores como Pericles. De la manera que fuese, Cimón consiguió que Atenas enviara aEsparta la ayuda solicitada. Pero lejos de tener una calurosa acogida, los espartanos prontocomenzaron a recelar de las verdaderas intenciones de aquellos atenienses y les solicitaron“amablemente” que se marcharan, puesto que su ayuda ya no era necesaria. Aquel gesto fueinterpretado como un auténtico insulto por parte de los atenienses, que procedieron a condenaral ostracismo a Cimón y a establecer una tupida red de alianzas con todo tipo de ciudades, unavez que éstas ya no se sentían ligadas a Esparta. Así, por ejemplo sellaron alianzas con lostesalios, que habían apoyado a los persas, con los de Argos, enemigos declarados de Esparta ycon los de Mégara, enemigos acérrimos de los corintios. Puede decirse así que desde finales de460 a.C. la escalada de tensión en cuanto a la política exterior de Atenas, alcanzó cotas

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inasumibles y en palabras del profesor Lewis, fue esta ciudad la mostró ya sin pudor que ardíaen deseos de iniciar las hostilidades.

La Primera Guerra del Peloponeso

Aunque tradicionalmente se conoce como Guerra del Peloponeso al conflicto que tuvo lugarentre Esparta (y aliadas) y Atenas (y aliadas) entre los años 431 hasta 404 a.C. no es ésta sinola secuela de un conflicto anterior que tiene su inicio aproximadamente en 460 a.C. y sufinalización en 446 a.C. Las primeras hostilidades, sin embargo, no se produjeron directamenteentre las dos ciudades. Atenas abrió un amplio frente de lucha por todo el Egeo, llegando acombatir en Egipto apoyando la sublevación del rey libio Inaro contra los persas (que terminó enfracaso) y a otras ciudades del Peloponeso. Esparta, de momento solo observaba pero seresistía a entrar en el conflicto. Puede que no se sintiera lo suficientemente preparada comopara enfrentarse a la pujante Atenas o que, simplemente quisiera dilatar todo lo posible paraevitar un conflicto mayor.

Pero en 458 a.C. ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, Esparta se decidió aintervenir, otorgando a la guerra una nueva dimensión. Con 1500 hoplitas lacedemonios y 10.000aliados armados hasta los dientes, Esparta se propuso reforzar su presencia en la Grecia centralque hasta entonces era escasa. Para eso se valió de Beocia, que para entonces rivalizaba conAtenas. La excusa de defender a las poblaciones de la Dóride, una pequeña región hostigada porlos habitantes de la Fócide, fue la justificación oficial. Atenas contempló con recelo la nutridamarcha y se decidió a actuar.

Había llegado la hora. Por primera vez, Esparta y Atenas se iban a enfrentar en el campo debatalla y había una gran expectación por conocer cuál de las dos se hallaba en mejor forma.Lejos quedaban ya las ayudas que se habían entregado durante la guerra con el persa; tocaba“discernir” acerca de asunto exclusivamente de los griegos y ambas potencias estabandispuestas a demostrar su poderío. Por un lado, Esparta quería hacer valer su veteranía yexperiencia y demostrar a la joven e insolente Atenas que hacen falta muchos años de luchapara erigirse en una potencia militar; por su parte, Atenas quería demostrar a la vieja ydesfasada Esparta, cómo su dinamismo político y comercial, podía servirles también paracuestionar su liderazgo y emprender una nueva etapa de independencia y hegemonía de Greciabajo su tutela. Tal cuestión se dirimiría sobre la tierra de Tanagra.

La batalla

A la cabeza de las tropas espartanas se situó esta vez Nicomedes, hijo Cleombroto, al quetambién había tocado en suerte ser regente durante la minoría de edad del rey Plistoanacte.

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Cuando llegaron a Dóride, los foceos no tardaron en retirarse, por lo que no parecía que aquellaexpedición fuera a tomar el cariz que después tomó. De hecho los espartanos, tan pronto comoles fue posible, emprendieron el regreso a casa. Pero el problema vino cuando se percataron deque todas las rutas posibles de vuelta al Peloponeso, estaban controladas por los atenienses.Habían apostado tropas para impedir su vuelta por mar, desplegando hombres hasta el golfo deCrisa; tampoco la ruta a través de Gerenia era buena opción ya que, además de haber en esaciudad una guarnición ateniense, otras dos ciudades próximas como Megara y Pegas, tambiénestaban controladas por éstos. El resultado fue que el contingente espartano al mando deNicomedes se vio obligado a retrasar su vuelta quedando en Beocia a la espera de tomar ladecisión más adecuada. Sin embargo, no hubo tiempo para ello. Los atenienses vieron por fin laoportunidad que tanto anhelaban de trabar combate con los espartanos y, so pretexto de queéstos andaban conspirando para derribar la democracia en su ciudad, lanzaron contra ellos todassus fuerzas, más 1000 argivos y otros contingentes aliados. Además, en virtud de diferentesacuerdos, la caballería tesalia también colaboró con ellos, si bien durante el combate se pasaronal bando lacedemonio. Pero los espartanos no rehusaron la lucha, ya que para ellos, derrotar alos atenienses era el único modo de reabrir las rutas de vuelta al Peloponeso y poder regresar acasa. Es muy probable que en la mente de los lacedemonios aún no se albergara la idea deenfrentarse a los atenienses directamente a pesar de las fricciones ya existentes y, de no habersido así, seguramente la expedición habría vuelto a Esparta y habría continuado con la línea deno intervención que había llevado hasta ese momento. Sin embargo, el rápido desarrollo de losacontecimientos y el sorpresivo ataque de los atenienses a sus tropas, precipitó los hechos.

Nicomedes aceptó el órdago ateniense y durante la contienda que tuvo lugar en lasproximidades de Tanagra, los derrotó. El relato de Tucídides (1, 108) no se extendió demasiadoen los detalles de la lucha, por lo que resulta imposible saber cómo plantearon el combate ambosbandos. Sin embargo, sí que conocemos algunos detalles que vendrían a revelar que debió detratarse de una lucha realmente igualada, ya que se hace referencia al gran número de muertosque hubo en ambos bandos. Aunque la victoria sirvió a los espartanos para pasar a Mégara yvolver por fin al Peloponeso, su victoria no sirvió para que los atenienses se retiraran de la zonao cejaran en su empeño de mantener una política exterior tan activa. Recordemos que, al mismotiempo que ocurrían estos hechos, los atenienses estaban combatiendo también en Egipto, asíque no sería disparatado pensar que de haber concentrado todas sus fuerzas exclusivamente enTanagra, el resultado de la batalla quizá podría haber sido bien distinto.

Consecuencias

A pesar de que el primer enfrentamiento entre espartanos y atenienses había caído del lado delos primeros, la batalla de Tanagra de 456 a.C. no puso fin a lo que se conoce como PrimeraGuerra del Peloponeso, ni a la híper-actividad bélica de Atenas en Grecia. A los dos meses dehaber caído en Tanagra, los atenienses llevaron con mejor suerte otra expedición contra losbeocios al mando de Mirónides y los derrotaron en la batalla de Enofita. Merced a esta victoria

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se adueñaron de toda la Beocia y Fócide, derribaron las murallas de Tanagra, tomaron comorehenes a los cien hombres más ricos y concluyeron sus Muros Largos. De alguna manera setrató de restituir la credibilidad perdida contra los lacedemonios y demostrar que habíanperdido una batalla, pero no la guerra y que, lejos de demostrar debilidad, seguían preparadospara volver a entablar combate con ellos en cualquier momento. De hecho, los eginetas, aquelloscon los que durante años habían mantenido enconadas disputas, capitularon ante ellos en 455a.C. destruyendo sus murallas, entregándoles las naves y comprometiéndose a pagar tributo.Pero no parece que las ansias de los atenienses por restituir su crédito después de la derrotafueran a colmarse con esto y poco después, una expedición al mando de Tólmides, se dedicó acostear el Peloponeso e incendiar el arsenal de los lacedemonios, lo que supuso una importantellamada de atención. Además, durante la misma expedición tomaron Calcis y vencieron a lossicionios. A decir por estos hechos, parecía que Atenas había tomado impulso para imponer susupremacía en Grecia, y viendo la facilidad con la que estaba logrando sus objetivos, pocosdudarían de que lo consiguiera. Sin embargo, en 454 a.C. los acontecimientos en Egiptocomenzaron a torcerse. El rey persa envió a Megabazo con un poderoso ejército que destruyó alos rebeldes y expulsó a los griegos del territorio de Menfis. Los atenienses huyeron a la isla deProsopitis, donde permanecieron sitiados más de año y medio. En ese tiempo las aguas del canalque protegían la isla, se secaron, lo que permitió que las naves atenienses fueran inservibles yque Megabazo pudiera llegar hasta la isla a pie y tomarla sin problemas. Así fue como seconsumó el fracaso ateniense en tierras de Egipto. Además, por aquel tiempo, un tal Orestes, deorigen tesalio, solicitó ayuda a los atenienses para que le repusieran en el trono de su país. En elcontexto de esa intensa actividad bélica exterior, los atenienses aceptaron y marcharon hastaFársalo de Tesalia, no pudiendo sin embargo, conseguir la restitución de Orestes en el trono.Tras estos dos últimos reveses, los atenienses comprendieron que había llegado el momento dedisminuir el ritmo y poner orden en sus cosas. Habían demostrado sobradamente que en nada separecían ya a aquella ciudad que a comienzos de siglo pedía ayuda a Esparta y se veía obligadaa caminar bajo su sombra. Por este motivo y por el regreso del filo-laconio Cimón, hijo deMilciades, tuvieron a bien concertar una tregua con los espartanos. Así en 451 a.C. concertaroncon ellos un tratado de paz que habría de durar cinco años, prometiendo no llevar a caboninguna acción armada contra otros griegos.

Para Esparta, la nueva situación de Atenas debió de constituir un importante toque deatención. Tras las guerras médicas, habían sido testigos de cómo Atenas había alcanzado sumadurez política, económica y militar. Ya no se trataba de aquella pequeña ciudad quesolicitaba su ayuda ante la amenaza del persa. Al contrario, ahora eran ellos los que seembarcaban en expediciones de manera independiente e incluso se atrevían a discutir suautoridad en Grecia. La batalla de Tanagra había servido para dar un golpe de autoridad yrecordar que, aunque con menor actividad, Esparta seguía siendo la potencia militar porexcelencia dentro de la hélade y que aún haría falta tiempo para arrebatarle el “cetro”. Sinembargo, a la velocidad que discurrían los acontecimientos y vista lo cara que los atenienseshabían vendido su derrota en Tanagra, Esparta debía sentir la necesidad de actuar a fin de noquedar rezagada con respecto al dinamismo ateniense. No podía permanecer más tiempo debrazos cruzados en el Peloponeso como si lo que ocurriera al otro lado del istmo de Corinto no

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fuera con ella. Los atenienses habían llegado incluso a quemar sus astilleros en el Peloponeso, loque hacía entender que, tan pronto como les fuera posible, marcharían contra ellos a fin desometer su autoridad.

En este clima no es de extrañar que la paz de Calias firmada por cinco años entre ambasciudades no estuviera exenta de altibajos y de pequeños conflictos hasta llegar a quedar enpapel mojado. Aunque esta vez Atenas sí pareció dispuesta a respetar dicho acuerdo,concentrando sus esfuerzos bélicos en Chipre, fue Esparta la que, con todas las incertidumbresantes mencionadas, decidió emprender una guerra sagrada que tenía como objetivo apoderarsedel templo de Delfos, que estaba por entonces en manos foceas y devolvérselo a los delfios.Cuando lo consiguieron, tiempo después los atenienses capitanearon una expedición pararetornar a los foceos la soberanía sobre el templo y así lo hicieron. Como vemos, una nuevaescalada de tensión que dejaba en evidencia el acuerdo de paz logrado años atrás entre las dosciudades.

Lejos de enfriar la situación, los atenienses volvieron a emprender una campaña contra Beociay Pericles dirigió otra guarnición a invadir Eubea. Sin embargo, el revés sufrido por laexpedición que iba a Beocia y que les obligó a alcanzar una paz, más los rumores de unainvasión espartana del Ática que obligaron a retornar a Pericles, obligó de nuevo a losatenienses a replantearse su azarosa política exterior. Por fin, a la Paz de Calias firmada añosantes, le vino a sustituir la Paz de los Treinta Años (446-445 a.C.) que puso fin a la PrimeraGuerra del Peloponeso.

Los años venideros, sin embargo, no estuvieron exentos de polémica. Los ateniensescontinuaron interviniendo militarmente en los asuntos griegos y reforzando su imperio y sualianza. Esparta, por el contrario, mantuvo una actitud indolente con respecto al crecientepoderío ateniense y si bien en los años anteriores había tratado de contestar tímidamente a lasactuaciones atenienses, ya no lo hizo más. Al menos hasta que las provocaciones ateniensescontra sus aliados se hicieron insoportables. Esparta permaneció en paz hasta el comienzo de lasegunda Guerra del Peloponeso y ello le costó importantes críticas por permanecer tanindiferente a los asuntos griegos. Sin embargo, Esparta tenía sus propios problemas. En primerlugar, siempre le había costado entrar en guerra. No tenía por filosofía vital salir a combatir alas primeras de cambio y hacía falta una buena excusa para arrastrar a su ejército al combate.En segundo lugar, el terremoto de 464 a.C. había mermado su cuerpo cívico, aquel que nutría asu ejército, lo que le obligaba a llevar una política muy prudente con respecto a entrar enguerras. En tercer lugar, carecía de una gran flota, lo que le impedía competir con losatenienses en igualdad de condiciones ya que ahora éstos se movían por Grecia a través delEgeo, reduciendo distancias y tiempo. En cuarto lugar y como ya apuntamos, su propio sistemapolítico, que se caracterizaba por una extraordinaria rigidez en los asuntos económicos nopermitiendo atesorar grandes riquezas que bien habrían valido para financiar la construcción deuna armada de gran calibre o mejorar su armamento. Al contrario, Esparta estaba cada vez másaislada del resto de Grecia y sus habitantes, con el único recurso de unas tierras dispares y malrepartidas, se afanaban apenas en mal vivir. A poco más podían aspirar quienes habiendo tenido

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la austeridad por bandera, se daban cuenta de que la humildad se estaba convirtiendo enextendida mendicidad. De cara al exterior, Esparta solo podía vivir de las rentas de su otroragloriosa imagen de potencia militar y prometer el escudo de su protección a otras ciudades quese unieron a ella bajo el paraguas de la Liga del Peloponeso, nacida en respuesta a la Liga deDelos. Sin embargo, distaba mucho de poder hacer efectiva esa protección y ello quedará enevidencia cuando en los prolegómenos del segundo conflicto civil entre los griegos, los corintiosacusen a Esparta de indiferencia ante las agresivas acciones de los atenienses.

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Fig.6: Mapa de la Batalla de Tanagra.

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Batalla de Anfípolis 422 a.C.

Fue la batalla que sostuvo y venció el ejército espartano del general Brásidas frente al ejércitoateniense de Cleón. Más allá de los acontecimientos estrictamente bélicos, tanto en su origencomo en su desarrollo y sus consecuencias, esta batalla fue de enorme repercusión en todo elmundo griego debido al cambio de tendencia que supuso para la ya iniciada Guerra delPeloponeso, en la que los atenienses parecían sacar cierta ventaja a sus homólogoslacedemonios. Antes de pasar a ver los detalles de tan encarnizada lucha, será mejor pasar aanalizar con detenimiento una serie de cuestiones sin las cuales tal victoria sería imposible decomprender.

Antecedentes

La derrota de Esfacteria.

Hacia el año 425 a.C. comenzada ya la guerra, Demóstenes, strategos ateniense, tomó algunosbarcos y hombres y marchó hacia el Peloponeso con intención de asediarlo. Aunque no estáclaro si ya tenía previsto su plan antes de partir, lo que sí está claro es que gestionó a laperfección su desembarco en el promontorio de Pilos, al suroeste del Peloponeso en la región deMesenia. Los espartanos, que a la sazón se encontraban en el Ática saqueando sus campos ycosechas como era habitual desde el comienzo de la guerra, abandonaron aquella región yretornaron al Peloponeso haciendo un llamamiento generalizado a sus aliados para queacudieran en socorro de Pilos. El joven general Brásidas fue el primero en llegar a la costamesenia con algunos barcos dispuesto a atacar. Pero su ímpetu o quizá su temeridad, le jugaronuna mala pasada y antes de que pudiera desembarcar en la playa, las numerosas flechasatenienses lo hirieron y su cuerpo cayó al mar aparentemente sin vida. Mientras esto ocurría, elresto de sus hombres trató de hacer lo propio con idéntico resultado: los espartanos fueronincapaces de tomar la playa y recuperar el promontorio de Pilos. De esta manera, los ateniensesse hacían ahora con el control de un importante enclave situado en el Peloponeso y a apenas 70km de Esparta. Además su situación en Mesenia, tradicionalmente hostil a los espartanos, nohizo sino avivar la inquietud de las autoridades lacedemonias. Sin embargo y aunque la situaciónera desesperada, lo peor estaba aún por llegar. Cuando el resto de los barcos peloponesios yatenienses llegaron al lugar, se entabló una encarnizada lucha por retener el control de la bahíade Navarino situada entre la tierra continental y la isla de Esfacteria, a donde se había dirigidouna pequeña guarnición de espartanos para cerrar la escapatoria de los atenienses. Pero el planno funcionó, y los lacedemonios terminaron por perder no solo la batalla sino también buenaparte de sus trirremes. Con el agua a la altura de las rodillas, los soldados lacedemonios seintrodujeron en la bahía a fin de que los atenienses no les arrebataran sus naves, tirando deéstas hacia tierra firme. Pero todo fue inútil. De esta manera tan sorprendente, las aguas de la

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bahía y el promontorio de Pilos cayeron en manos atenienses contra todo pronóstico, separandoa los espartanos que habían quedado en el campamento de los que ahora quedaron aislados en laisla de Esfacteria.

Cuando la situación se tornó irreversible, desde Esparta se dio la orden de solicitar unarmisticio y negociar una tregua con Atenas. Sin embargo, ésta no llegó a ninguna parte y losatenienses culminaron su gesta de la mano del ateniense Cleón, quien prometió a susconciudadanos atrapar a los espartanos de la isla en menos de veinte días. Cuando se percató deque las flechas no eran suficientes para doblegar a los aguerridos lacedemonios, decidió ponerpunto y final provocando un devastador incendio que asoló toda la isla y obligó a huir, presas dela confusión, a los valerosos soldados. De esta manera tan “singular”, Cleón consiguió hacerlosprisioneros y trasladarlos a Atenas exhibiéndolos como símbolo de su gesta. Aquella victoriasignificó un nuevo amanecer para Atenas.

Para Esparta, la derrota de Esfacteria no supuso más que la confirmación de los peorestemores que el rey Arquidamo ya imaginaba antes de comenzar la guerra. El miedo a que lasexpectativas acerca de su poderío superaran con creces a la realidad, tuvo una dolorosa peroevidente confirmación en aquella batalla. Por primera vez en mucho tiempo, Esparta tenía queenfrentarse al amargo sabor de la derrota y, lo que era peor, a la asunción de que los métodostradicionales que le habían servido para seguir siendo considerada la potencia militar más fuertede toda Grecia se habían desmoronado. Por si la derrota no era suficiente, Esparta tuvo queasumir también la pérdida de 400 de sus mejores soldados, unos muertos y otros retenidos enAtenas. El problema no era menor a decir por el continuo descenso de espartiatas que la ciudadhabía venido experimentando desde hacía años. De hecho, esta fue una de las claves por las queposteriormente Esparta, deseosa de recuperar a sus hombres, terminaría asumiendo unostérminos inaceptables en la posterior Paz de Nicias de 421 a.C.

En Esfacteria quedó patente el anquilosamiento e inmovilismo de una potencia otrora dinámicay vencedora que se había resistido lo más posible a cambiar la esencia de su propia existencia. Apartir de este momento y hasta el final de la guerra, solo la aparición de nuevas figurasabanderadas del cambio, merced a la fragmentación y división política interna, como Brásidas oLisandro, lograrán reconducir la situación hasta revertirla completamente.

Con una Atenas en posición de fuerza, a Esparta no le quedaba ahora más remedio queenfrentar sus fantasmas e ingeniarse algo que lograra equilibrar de nuevo el desarrollo de laguerra. Y así lo hizo de la mano del general Brásidas.

El ascenso de Brásidas

A pesar de su efímera y malograda participación en la batalla de Pilos-Esfacteria, Brásidas noera neófito en esto de las artes militares. Las primeras noticias que tenemos acerca de él, seremontan a los primeros años de la contienda allá por 431 a.C. En aquel año, logró defender conéxito un ataque por sorpresa llevado a cabo por los atenienses contra la ciudad de Metone. Con

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una inferioridad numérica apabullante, Brásidas fue capaz de abrirse paso entre las filas delenemigo junto a sus hombres, resistir el ataque y poner en fuga a los atenienses. Sus gestas nopasaron desapercibidas en Esparta, donde pronto sería recompensado con el eforado epónimo.Hacia el año 429 a.C. una nueva distinción recaería sobre sus hombros al ser nombradosymboulos de Alcidas durante la guerra civil de Corcira. Su cometido principal sería asesorar aCnemo, jefe de la expedición naval contra Formión durante la batalla de Patras. A pesar detodos estos éxitos iniciales en su carrera, las cosas no fueron como se podría esperar y noobstante el buen comienzo de la batalla, los espartanos se relajaron y permitieron a Formiónrehacerse desde su inferioridad numérica y conseguir vencer finalmente, a la flota peloponesia.El varapalo debió de ser terrible, aunque esperado. Los espartanos tenían escasa tradición a lahora de plantear luchas en el mar y la victoria inicial de la batalla les habría emborrachado deoptimismo. Pero con el viraje de los acontecimientos, pronto el pesimismo se adueñó de las filaspeloponesias y la aparente victoria en la que parecía que desembocaría tal conflicto, terminóconvirtiéndose en una dolorosa derrota. Tras esta acción y solo un año después con objeto deevitar que el pesimismo se extendiera entre sus tropas, Brásidas diseñó la toma del puerto delPireo, el centro neurálgico de la flota ateniense. El resultado concluyó con otro estrepitosofracaso. Los espartanos aún no atesoraban la experiencia de los atenienses en el mar, así comotampoco los pertrechos logísticos como para encarar dicho plan con garantías. A pesar de queBrasidas y Cnemo regresaron de vacío a Esparta, la experiencia sirvió a los atenienses parareforzar mucho más la seguridad del Pireo. En el fondo debían pensar que nadie sería tan osadocomo para atacarles por mar en su propio terreno.

Sin saber con exactitud quién fue el artífice de la campaña de Anfípolis, lo que sí sabemos esque el encargo de su ejecución se le concedió a Brásidas. Después de pasar los primeros años deguerra granjeándose una reputación y un nombre en el ejército desde un discreto segundoplano, Brásidas consigue tras la derrota de Esfacteria aquello que había estado tanto tiempoanhelando: comandar una expedición, esta vez contra Tracia. De esta manera, la campaña diocomienzo y Brásidas comenzó a disponer los preparativos para la marcha. Si alguien habíapensado que Brásidas se convertiría en un títere mecido por los vaivenes de la casta política, seequivocaba. Desde el comienzo el inveterado general tuvo las ideas claras y unos objetivosconcretos. La cuestión era sencilla de plantear: si los atenienses les habían traído la guerrahasta el Peloponeso, ellos la devolverían a su territorio, pero esta vez no a Atenas, sino allídonde podían hacer daño de verdad, en Tracia. Brásidas pensaba que si hacía caer por sorpresaun contingente sobre una de las colonias más preciadas por los atenienses (Anfípolis) por susminas de oro, sus astilleros y su posición estratégica, éstos se verían obligados a abandonar sucómoda posición y desplazarse para defender sus territorios. Lo que conseguirían de estamanera sería mantener el territorio peloponesio y la ciudad de Esparta fuera de peligro mercedal alejamiento de tropas enemigas hasta el otro extremo de Grecia.

La idea era así de sencilla. Sin embargo la práctica, no fue ni mucho menos un camino tanfácil. Esparta nunca había emprendido un proyecto semejante. Odiaba salir del Peloponeso portiempo indefinido y tenía poca confianza en que aquel ambicioso plan triunfara. Aunquefinalmente el plan de Brásidas fue aprobado, los obstáculos a los que tuvo que hacer frente no

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fueron pocos. Para empezar, no movilizó a las tropas regulares, y se vio obligado a componer unejército de esclavos y mercenarios traídos al efecto desde todos los rincones del Peloponeso.Desde el punto de vista político, la medida adoptada guardaba una cierta coherencia. Aquelplan, que de nuevo parecía convertirse en otra medida desesperada por parte de los espartanospor derrotar a Atenas, podía terminar por arruinar los ya de por sí escasos recursos humanos deEsparta. Por tanto, no podía correrse ningún riesgo. Y por otro lado, los hilotas, que superabanen número a los espartiatas, eran un enemigo potencial capaz de aprovechar cualquier ausenciade tropas para alzarse contra sus amos. Por ello, la idea de sacar de la ciudad a unos cuantos deellos y alejarlos por un tiempo no disgustaba en absoluto. Así, entre estos hilotas y otrosmercenarios venidos de todas partes del Peloponeso, Brásidas consiguió reunir una fuerza de1700 hombres. Sin embargo, la falta de auténticos soldados no fue el único problema. Lamaltrecha economía espartana, hizo que la financiación de la campaña corriera serio peligro.Hasta tal punto que el dinero finalmente no salió de las arcas lacedemonias sino del rey Pérdicasde Macedonia, quien habría pedido apoyo militar a los espartanos a causa de la actitud cada vezmás despótica del gobierno ateniense con el asunto de los impuestos para la Liga de Delos.

Una vez resueltos los problemas logísticos ya en 424 a.C. Brásidas se puso en marcha. Antesde partir hacia Tracia, todavía tuvo que rendir la ciudad de Mégara, pretendida por losatenienses. A pesar de disponer a su ejército para la batalla, los atenienses finalmentedecidieron retirarse y los megareos abrieron sus puertas a Brásidas por considerarle vencedoren aquella batalla sin armas. Este esperanzador comienzo no fue sino el preludio de una exitosacampaña que, sin embargo, no estuvo exenta de peligros desde el comienzo. La ruta queconducía hasta el norte de Grecia obligaba a atravesar una de las regiones más hostiles einhóspitas de la tierra: la llanura tesalia. Los tesalios eran gentes aguerridas desde la guerra deTroya. Jasón, hijo de Licofrón llegó a reunir un ejército de 16.000 hombres entre infantes ycaballeros. Su unidad de caballería era probablemente una de las mejores de Grecia. Sucarácter áspero y poco sociable hizo que la región nunca llegara a decantarse totalmente por unbando u otro al comienzo de la guerra del Peloponeso, aunque también es cierto que muchas desus ciudades simpatizaban con Atenas. Esa ambigüedad fue la que mantuvo la incertidumbreentre las tropas de Brásidas a su llegada a Tesalia. Realmente Brásidas desconocía si seríanbienvenidos o si, por el contrario, serían rechazados a su llegada. Cuando las tropas de Brásidasse adentraron en Tesalia, aproximándose al río Enipeo, desde el horizonte se aproximaronvarias unidades de la caballería tesalia que, probablemente, ya les habrían visto. Asumiendo queuna lucha tan temprana mermaría sus fuerzas aun en caso de victoria, Brásidas según Tucididescontactó a varios amigos suyos, habitantes de esas tierras, que le sirvieron de mediadores a finde poder cruzar la región sin problemas. En un encuentro con los tesalios, Brásidas desplegó susdotes de orador y convenció a éstos de que nada tenía contra ellos ni contra sus gentes. Más omenos convincentes, sus palabras debieron de producir el efecto deseado y los tesaliospermitieron a las tropas peloponesias continuar su marcha hasta la frontera con Macedonia sinningún incidente. Una vez superado el trance, recaló en Macedonia, y se entrevistó con el reyPérdicas a fin de tratar los asuntos que tenían pendientes y que habían motivado su presenciaallí. Recordemos que Pérdicas solicitaba el apoyo espartano para protestar contra losatenienses y sus subidas de impuestos, mientras que Brásidas, por su parte, solicitaba

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cooperación suministrando a sus tropas todo lo necesario durante su estancia hasta la toma deAnfípolis, que era el verdadero objetivo de los peloponesios. A cambio de estos suministros,Pérdicas pidió también al jefe de aquella expedición su apoyo en sendas campañas contraalgunos pueblos como los acantios que no terminaban de reconocer su poder. A pesar de que laexitosa colaboración parecía fluir con normalidad, no todo lo acontecido había sido del agradodel rey macedonio. La benevolencia con la que presumiblemente habría tratado Brásidas a estospueblos, habría irritado profundamente a Pérdicas quien consideraba semejante acto como unaintromisión innecesaria en sus asuntos por parte de los peloponesios. Aunque en principio, elasunto no fue a más, aquella herida acabaría por enquistarse y distanciar a ambos mandatarios,hasta el punto de que Pérdicas decidió reducir la ayuda monetaria que prestaba al ejércitopeloponesio.

Con esas fricciones de fondo, Brásidas decidió acelerar sus planes de capturar Anfípolis por silas cosas con Pérdicas se torcían. Puesto que la ciudad de Calcídica se hallaba más o menosdesprotegida de atenienses, sus gentes tenían diversas procedencias y Tucídides que, a la sazónera el encargado de su gobierno, se hallaba fuera, Brásidas creyó que lo más conveniente seríabuscar apoyos dentro de la misma ciudad de manera que, una vez que sus tropas se acantonarana las puertas de la misma, alguien se las abriera desde dentro. Y así fue como ocurrió.

Con pocos efectivos y unos recursos muy limitados, decidió asaltar la ciudad de noche. Aunqueno era algo habitual, la posibilidad de alcanzar el objetivo sin ser visto y no sufrir bajas, se hacíarealmente interesante. Así pues, al abrigo de la oscuridad de aquella gélida noche de invierno,las tropas de Brásidas marcharon hasta la ciudad de Anfípolis. Con un espeso manto de nievecayendo sobre sus hombros, los soldados del general espartano aguantaron estoicamente el fríoque calaba sus huesos y recorrieron 65 km hasta su destino en menos de 24 horas. Puesto queBrasidas era consciente de sus limitaciones, no arriesgó más de lo necesario y no parece que sele pasara por la cabeza sitiar la ciudad. Al contrario, como dijimos, echó mano de las múltiplesfacciones políticas existentes dentro de Anfípolis, y logró que unos cuantos políticos cercanos ala causa lacedemonia abrieran las puertas de la ciudad a su llegada. Una de las primerasconsecuencias que esta captura tuvo para la posteridad, fue el hecho de que el historiadorTucídides fuera castigado en Atenas con el destierro por hallarse fuera de la ciudad en aquelmomento. Durante ese paréntesis fuera de Atenas, escribió su obra magna “Historia de laGuerra del Peloponeso”, gracias a la cual podemos dar cuenta de todos estos hechos.

En lo estrictamente militar, los anfipolitas, abandonados por Tucídides y a cientos dekilómetros de Atenas, se encontraron en una situación de total desamparo en la que, por unlado, Brásidas les brindaba, espada en mano, rendirse a la causa peloponesia a cambio de serrespetados tantos ellos como sus familias, o resistirse y enfrentarse a un asedio que habría sidolargo y con pocas probabilidades de éxito. Por este motivo, decidieron no prolongar su agonía yentregar la ciudad a Brásidas y a la causa peloponesia, en lo que podría ser calificado como ungran éxito estratégico de éste. Al mismo tiempo que el hecho significaba un gran avance paraEsparta por haber rendido una de las colonias más importantes de Atenas sin sufrir bajas, elequilibrio de poderes en Grecia quedaba restablecido nuevamente. Para Atenas, aquella pérdida

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suponía un duro golpe, además de perder la iniciativa que había conseguido merced a su presiónsobre el Peloponeso y su victoria en Esfacteria. Ahora, sin embargo, se vería obligada amovilizarse, no para presionar o arrebatar territorios, sino para defender a los suyos. Comodijimos, Anfípolis era lo suficientemente importante como para no dejarla en manos enemigassin luchar. Aparte de las minas de oro del río Estrimón, su posición al norte de Grecia servía depuerto comercial y zona franca en su ruta marítima del norte, en la que el mercadeo del granotambién tenía una importancia determinante. Nadie podía dificultar allí el trasiego de barcosque iban y venían cargados de mercancías.

Teniendo en cuenta estos detalles no es de extrañar que, una vez más, el ateniense Cleón, elhéroe de Esfacteria, se convirtiera en la voz altisonante a favor de movilizar las tropas y rendirAnfípolis por la fuerza.

Antes de que eso sucediera, mientras estos y otros asuntos eran debatidos en Atenas, enTracia, Brásidas se dispuso a seguir rindiendo ciudades de los atenienses y minando sus apoyosen la zona. Este fue el caso de las ciudades de Torone, Mende y Escíone, esta última en dondesus habitantes llegaron a colocar una corona de oro sobre sus sienes. Estaba claro que lacampaña ideada por Brásidas estaba siendo exitosa. Pocos habrían afirmado lo que ahoraestaba ocurriendo. El norte de Grecia comenzaba poco a poco a sentir la influencia espartana yla fuerza con la que Atenas salió de la victoria de Esfacteria se fue diluyendo por momentos.Tanto fue así que durante estos sucesos las clases dirigentes de ambas ciudades, a iniciativa deAtenas, acordaron un armisticio. Los atenienses querían ganar tiempo para frenar laultraofensiva a la que Brásidas los estaba sometiendo. Las condiciones que se vieron obligados aaceptar los atenienses, por supuesto, fueron mucho más discretas que las que hubieran logradode haber atendido a las peticiones espartanas un año antes tras la victoria en Pilos.

Aunque no era de su agrado, Brásidas fue informado del acuerdo y se vio obligado a frenar suexpansión, a pesar de contar con la gran mayoría del apoyo de las ciudades conquistadas. Sinembargo Cleón, que nunca aceptó estos términos y se opuso a la tregua negociada, terminó,como dijimos, por imponer sus criterios a la asamblea y aprobar una marcha militar sobreAnfípolis y los territorios perdidos. A resultas de unos pequeños detalles, los espartanosempezando por Brásidas, también terminaron rompiendo ese principio de acuerdo y reanudaronlas hostilidades.

Debido a la obstinación de tan antagónicos personajes, la lucha que se avecinaba entre ambasciudades se antojaba legendaria y de mayores dimensiones que las precedentes. Por primeravez, Esparta y Atenas “se tenían ganas” y al frente de ellas había dos personajesdecididamente inclinados a la guerra. En 456 a.C. en Tanagra, la lucha se había producido casipor necesidad y con un ejército ateniense dividido; en 425 a.C. en Pilos, la sorpresa de losatenienses guarecidos en un promontorio, había desequilibrado la lucha; pero ahora la situaciónofrecía una posibilidad única de medirse frente a frente y casi de igual a igual. Ambas ciudadesse jugaban demasiado y ninguna quería resultar derrotada.

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La batalla

Antes de que se produjera el enfrentamiento, el rey Pérdicas volvió a solicitar la presencia deBrásidas para otra de sus contiendas. Aunque de mala gana, el lacedemonio no pudo negarse yacudió a la llamada. Cuando levantaron el campamento aquella noche para descansar, las tropasde ambos mandatarios se separaron por ciertos desacuerdos sobre la ruta a elegir en el caminode vuelta. Al amanecer del día siguiente, Brásidas se encontró con que lo único que quedaba delejército de Pérdicas, era su recuerdo. Los macedonios le abandonaron a él y a los suyos en unatierra desconocida y hostil con un número de tropas lo suficientemente escaso como parasentirse inquieto ante un hipotético ataque. Y esto no era una remota posibilidad. La marcha dePérdicas del campamento no fue sin motivo aparente. La noche antes, alguien avisó al reymacedonio de la traición de los ilirios, un pueblo bárbaro del norte realmente agresivo y suinminente llegada junto a Arrabeo. Refiere Tucídides que su fama de guerreros sanguinarios ydesalmados era lo suficientemente grande como para que los mismos soldados de Pérdicas leobligaran a marcharse de allí. Por el motivo que fuere, Pérdicas utilizó este hecho para tomarsecierta venganza por la intromisión de Brásidas en sus asuntos y decidió abandonar a lospeloponesios a su suerte. Nunca sabremos cuál fue la cara de Brásidas al percatarse del hecho,pero lo que sí es cierto es que no perdió el tiempo en lamentarse. Tan pronto como se despertó,pudo contemplar en el horizonte el resplandor del temido ejército y por si esto no fuerasuficiente, además se dio cuenta de que aquellos bárbaros efectivamente no venían solos, sinoacompañados de Arrabeo y sus soldados, aquel al que habían derrotado días antes. Y a juzgarpor la situación, venía buscando revancha.

Cuando los ilirios ya estaban peligrosamente cerca, en rápida retirada, Brásidas decidiócolocar a sus soldados en “cuadro”, una especie de dibujo rectangular que acogía a las tropasligeras en el centro, mientras que la retaguardia estaría cubierta por él y 300 de sus mejoreshombres. De esta manera podrían asegurar una huida lo más segura posible. Con muy pocasbajas, los peloponesios alcanzaron un cerro donde se hicieron fuertes y evitaron más ataquesenemigos. Desde allí, al día siguiente llegaron a Arnisa que, aun siendo territorio de Pérdicas,estaba fuera de peligro. La principal consecuencia de este suceso fue que la enemistad entreambos dirigentes ya fue manifiesta y el macedonio fue, de nuevo, solicitando la protección de losatenienses.

Al mismo tiempo que tenían lugar estos hechos, Cleón llegó con sus tropas compuestas porunos 1200 hoplitas, 300 jinetes y unos 30 barcos. Poco a poco, había ido recuperando losterritorios que Brásidas había ido ganando para su causa. Pero para él y para los atenienses lomás importante, sin duda, era recuperar Anfípolis. Aquella ciudad era el motivo por el queCleón se había embarcado en el proyecto y no volvería de vacío. Por su parte, Brásidasentendió que los atenienses ya estarían cerca de su objetivo y por ello, tras un intento fallido detomar Potidea y defender Torone, marchó directo a Anfípolis.

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Con el ejército de Cleón en los alrededores de Anfípolis, Brásidas se dio cuenta de que notendría más remedio que luchar en ese momento. Se dio cuenta de que entre las tropas de losatenienses estaba la flor y nata de su ejército y por eso tomó la decisión de mandar unaguarnición para que se instalara dentro de la ciudad y la guardara desde allí. En principio, élquedó en la villa de Cerdilión que está en tierras de los argilios. Por ser un terreno alto,permitía observar los movimientos de los enemigos. Por su parte, Cleón se vio obligado a actuarcuando sus soldados presionaron para salir de allí, en lugar de estar parados sin hacer nada.Cleón decidió acercarse aún más a Anfípolis y se instaló en un cerro por donde se estrecha el rioEstrimón y existe una buena vista de la ciudad. Como respuesta a este movimiento, Brásidasdesalojó la villa de Cerdilión y con la tropa que le quedaba, entró en Anfípolis. Su intención,como antes dijimos, no fue sino la de resistir intramuros todo lo que pudiera, ya que la calidad yexperiencia de sus hombres no era la suficiente para enfrentarse a los atenienses. Por eso,mientras aguardaba en el interior de la ciudad, envió mensajes a Esparta para que le enviarantropas de refuerzo. Pero éstas, nunca llegaron.

Mientras que sus ciudades clamaban por un cese de las hostilidades, Brásidas y Cleón sehabían convertido en los auténticos enemigos de la paz. Este hecho y el éxito en general deBrásidas en su carrera como militar, le había granjeado algunos enemigos en Esparta que, ahoraestarían encantados de que su empresa fracasara, por lo que existen motivos para pensar quelas autoridades espartanas no fueron todo lo diligentes que pudieron ser en el envío de nuevastropas y de hecho, aunque se sabe que una guarnición al mando de Ranfias y Autorcáridas salióde Esparta, ésta nunca alcanzó a tiempo su objetivo. A pesar de que su campaña había logradoalgo inimaginable solo un año antes como era forzar a los atenienses a una negociación, ahorasu propia ciudad le daba la espalda y lo abandonaba a su suerte, planificando secretamente unacuerdo de paz con Atenas.

A sabiendas de que los atenienses estaban esperando más apoyos de su ciudad, Brásidasresolvió que había llegado el momento de salir a luchar. La precisión en el relato que haceTucídides de aquella batalla merece que no se añada ni una sola coma al mismo:

“Viendo que se marchaban los enemigos, dijo a los suyos: «Esta gente no nos aguardará,porque bien veo cómo sus lanzas y celadas se menean, y nunca jamás hicieron esto hombres quetuviesen gana de combatir; por tanto, abrid las puertas, y salgamos todos con buen ánimo a darsobre ellos con toda diligencia.» Abiertas las puertas por la parte que Brásidas había ordenado,así las de la ciudad como las de los reparos, y las del muro largo, salió con su gente a buen trotepor la senda estrecha donde ahora se ve un trofeo puesto, y dio en medio del escuadrón de losenemigos, que halló confusos por el desorden que tenían, y espantados por la osadía de susenemigos; inmediatamente volvieron las espaldas y se pusieron en fuga. Al poco rato salióCleáridas por la puerta de Tracia, como le habían mandado, y vino por la otra parte a dar sobrelos enemigos. Los atenienses, viéndose acometer súbitamente por donde no pensaban, y atajadosde todas partes, se asustaron más que antes, de tal manera que los del ala izquierda que habíantomado el camino de Eón diéronse a huir en desorden. En este medio Brásidas, que habíaentrado por el ala derecha de los enemigos, fue gravemente herido, cayendo a tierra, mas antes

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que los atenienses lo advirtiesen fue levantado por los suyos que estaban cerca, y aunque lossoldados del ala derecha de los atenienses se afirmaron más que los otros en su plaza, Cleón,viendo que no era tiempo de esperar más, dio a huir, y cuando iba huyendo le encontró unsoldado micinio que le mató. Mas no por eso los que con él estaban dejaron de defendersecontra Cleáridas a la subida del cerro, y allí pelearon muy valientemente hasta tanto que los dea caballo y los de a pie armados a la ligera, así micinios como calcídeos, sobrevinieron, y afuerza de venablos obligaron a que abandonaran su puesto, y se pusiesen en huida. De estasuerte todo el ejército de los atenienses fue desbaratado, huyendo unos por una parte y los otrospor otra, cada cual cómo podía hacia la montaña, y los que de ellos se pudieron salvaracogiéronse a Eón.

Después que Brásidas fue llevado herido a la ciudad, antes de perder la vida supo que habíaalcanzado la victoria, y al poco rato falleció. Cleáridas siguió al alcance de los enemigos cuantopudo con lo restante del ejército, y después se volvió al lugar donde había sido la batalla.Cuando hubo despojado los muertos, levantó un trofeo en el mismo lugar en señal de victoria.Pasado esto, todos acompañaron al cuerpo de Brásidas armados, y le sepultaron dentro de laciudad delante del actual mercado, donde los de Anfípolís le hicieron sepulcro muy suntuoso, yun templo como a héroe, dedicándole sacrificios y otras fiestas, y honras anuales, dándole eltítulo y nombre de fundador y poblador de la ciudad, y todas las memorias que se hallaron enescrito, pintura o talla de Hagnón, su primer fundador, las quitaron y rayaron, teniendo yreputando a Brásidas por fundador y autor de su libertad. Recobrados los muertos, losatenienses volvieron por mar a Atenas, y Cleáridas con su gente se quedó en la ciudad deAnfípolis para ordenar el gobierno de ella”

Consecuencias

La consecuencia más importante que tuvo esta batalla fue que, por primera vez en muchosaños, tanto espartanos como atenienses parecían proclives a la paz. Ambas potencias se sentíandesgastadas y una vez muertos aquellos que tan contrarios se mostraban al proceso negociador,todo parecía apuntar en la dirección del cese definitivo de las hostilidades. Las fuerzas sehabían equilibrado de nuevo. Atenas no había sabido sacar provecho de su ventajosa situacióncuando venció en Esfacteria y Esparta, por su parte, había logrado mitigar su posición dedebilidad merced a la conquista de Anfípolis. Sin embargo, tampoco aprovechó la situación paraobtener rédito político de aquella victoria que bien podríamos decir que la dejaba ligeramentemejor que a Atenas. Al contrario, la paz impulsada por Nicias en 421 a.C. pareció ser la de laconcordia y aunque se llegó a varios acuerdos de devolución de territorios, éstos nunca llegarona producirse, lo que terminó convirtiendo a aquel tratado, una vez más, en papel mojado.

El testigo de la opción beligerante contra Esparta en los años siguientes en Atenas, lo tomó unjovencísimo e insolente Alcibíades quien desde el principio se dedicó a azuzar a los ateniensespara que destruyeran a los espartanos marchando sobre el mismo Peloponeso y aliándose a sus

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tradicionales enemigos. Y a punto estuvo de conseguirlo, de no ser porque la certeraintervención espartana lo evitó en otra gloriosa batalla que seguidamente veremos en tierras deMantinea.

Fig.7: Mapa de la Batalla de Anfípolis.

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Fig.8: Detalle de la batalla de Anfípolis.

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Batalla de Mantinea 418 a.C.

La Paz de Nicias de 421 a.C. no terminó de mitigar los vientos de guerra que confluían entreEsparta y Atenas y las facciones contrarias a la paz que existían en ambas ciudades, sededicaron a boicotear todo lo posible desde el comienzo el tratado. Si bien en Atenas esa facciónbelicista estuvo bien encarnada en Alcibiades, en Esparta serán dos éforos, Cleobulo y Jénaresquienes se afanen en establecer todas las alianzas posibles con el fin de prolongar la política deBrásidas y derrotar de una vez por todas a Atenas. Semejante caldo de cultivo terminará comono podía ser de otra manera, con un nuevo enfrentamiento entre ambas ciudades en lo que se haconocido como la batalla de Mantinea.

Antecedentes

En Esparta, la Paz de Nicias vino a agravar la fuerte división política interna que ya se conocíaincluso antes de la campaña de Brásidas. Por un lado, estaba la facción o corriente que abogabapor la paz y la cordialidad con Atenas y por otra, la facción o corriente que dedicó todos susesfuerzos a boicotear el tratado y reactivar las hostilidades con la misma. Esta última corrienteestaría encabezada por los éforos Cleobulo y Jénares (Thuc. 5, 36, 1) que fueron nombradoséforos en el invierno de 421-420 a.C. Su primera medida fue apresurarse a buscar una alianzacon beocios, corintios y, finalmente, con los argivos (Thuc. 5, 36, 1). Aliarse con los primerossignificaba, no solo obtener el apoyo de una región vecina de Atenas con la que siempre habíamantenido una cierta conflictividad, sino también lograr para sí lo que ellos consideraban podíaser moneda de cambio con los atenienses por Pilos (que aún se hallaba en su poder) es decir, lafortaleza de Panacto. Los espartanos consideraban clave este movimiento puesto que, solo acambio de poder negociar con Panacto, tendrían la posibilidad de recuperar Pilos y reiniciar laguerra con los atenienses con unas mínimas garantías. De lo contrario, si los beocios seacercaban a Atenas, tanto Panacto como Pilos, caerían en poder de éstos, y sería peligrosoreanudar las hostilidades. Por su parte, los beocios, exigieron a cambio concertar una alianzacon ellos antes de entregar la fortaleza y a los prisioneros atenienses (Thuc. 5, 39, 2). Estehecho hizo dudar a Esparta que entendería que las relaciones con Atenas podrían enturbiarse sifirmaba una alianza semejante con Beocia, puesto que el acuerdo que habían firmado loprohibía expresamente (Thuc. 5, 39, 3). Sin embargo, con la línea “dura” en el eforado deEsparta, parece que esta posibilidad no importó demasiado y Esparta y Beocia terminaronfirmando el acuerdo. Ésta le entregó la fortaleza a Esparta que procedió a su demolición. Dichaalianza parecía solo el comienzo de una política fructífera para la ciudad lacedemonia, quetambién trató de atraerse a su “archienemiga tradicional, Argos, lo que era muy deseado porésta (Thuc. 5, 36, 1). Si el plan seguía los cauces previstos, los beocios deberían entendersetambién con los argivos y hacer a éstos aliados, a su vez, de los lacedemonios (Thuc. 5, 36, 1).Pero, la negativa de última hora de los beocios (Thuc. 5, 38, 1) a dicho plan, hizo que los

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embajadores que iban a ser enviados a Argos, no lo fueran, dejando inconcluso un proyecto que,de haber salido adelante, habría puesto a Esparta en una situación inmejorable. A pesar de ello,aun existió una última oportunidad de arreglar las cosas. Argos, ante la extraña tardanza de losbeocios en enviar a sus embajadores, decidió acudir a Esparta (Thuc. 5, 40, 1) y logró unprincipio de acuerdo para redactar un tratado. Pero el hecho de que los espartanos les invitarana volver a su ciudad y exponerlo ante la asamblea, resultó ser un grave error que, a la postre yen concurso con otras circunstancias, terminó por extinguir la posibilidad de una alianza entreambas. La demora se tradujo en la no conclusión del mismo (Thuc. 5, 41, 2-3) y esto, unido a losesfuerzos de Alcibíades por forzar una alianza de Atenas con Argos, terminó por hacerdesaparecer cualquier intento de que Esparta sacara una posición favorable con respecto aAtenas. La iniciativa para reanudar las hostilidades, pasó al bando ateniense que logró atraersea los argivos a su causa y dejó prácticamente aislada a Esparta que, por otro lado, con dosmonarcas poco inclinados a la guerra con Atenas, se limitó a esperar acontecimientos.

Esta facción más favorable a la paz y la no agresión con Atenas, estaría encabezada por losreyes, Plistoanacte y Agis. La diarquía espartana en esos años no sería, en ningún caso,continuadora de la activa política exterior que parecía haberse instalado en Esparta con lacampaña de Brásidas. En primer lugar, Plistoanacte estaba en el segundo período de su reinado.Durante el primero había sido objeto de destierro a causa de las sospechas de soborno quesobre él recayeron cuando se retiró del Ática durante su invasión sin motivo aparente (Thuc. 2,21, 1) Puesto que aquel soborno no ha quedado acreditado, podría entenderse que si entonces notuvo razón para atacar Atenas, tampoco la tendría ahora. Y si el soborno fue real, entoncestendría sobrados motivos para no atacar tampoco y reavivar la añeja polémica que solo podríaperjudicarle puesto que, por lo que parece, no gozaría de gran popularidad entre el demosespartano sino más bien lo contrario (Thuc. 5, 16, 1-2). Otro motivo que deja muy a las claras suintención de alejarse de aventuras fuera del Peloponeso, es su expedición contra los parrasiosde Arcadia a causa de unas disputas internas (Thuc. 5, 33, 1). Tan pronto como se ve incapaz desalvar el fuerte de Cípsela, decide regresar sin pena ni gloria a Esparta. En segundo lugar, Agisfue un rey que, en ocasiones por las circunstancias y en ocasiones por su mismo carácter, noestaba llamado a ser precursor de una política exterior más agresiva y tampoco heredero de laque instauró Brásidas. En 426 a.C. había detenido una invasión del Ática por una serie deterremotos (Thuc. 3, 89) y en 425 a.C. abortó otra invasión cuando solo habían transcurridoquince días de campaña (Thuc. 4, 2, 6). Además, más adelante, fue multado por no avanzar yderrotar a los argivos cuando se daban todas las circunstancias para ello (Thuc. 5, 54-57).Acciones, en definitiva, poco decididas que, sin embargo, contrastarán con las campañas quellevará a cabo a partir de 413 a.C. Existieron además, una serie de motivos razonables que porsí solos obligarían a los espartanos a ser prudentes. El primero de ellos, la recuperación de loshombres capturados en Esfacteria en poder de los atenienses. Tal y como informa Tucídides, setrataba de espartiatas (Thuc. 5, 15, 2) es decir, hombres del más alto rango y parientes dehombres de igual categoría. El progresivo descenso que había experimentado el número deéstos en los últimos tiempos, hacía que ésta no fuera una razón sin importancia y que el mismohecho presionara para lograr su retorno casi a cualquier precio. En segundo lugar, la pazfirmada con Argos en 451 a.C. expiraba ahora (Thuc. 5, 14, 4) y el hecho de mantener un frente

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de guerra abierto tan lejos del Peloponeso como en Calcídica, acarreaba el peligro de que losargivos se aliaran con los atenienses, dejando al Peloponeso excesivamente desprotegido y amerced de que éstos les atacaran directamente, lo que habría obligado a la ciudad a manteneruna guerra en dos frentes.

De la manera que fuese, la Paz de Nicias quiso suponer un statu quo ante bellum en el cual loslacedemonios se comprometieron a devolver Anfípolis, Panacto y los prisioneros atenienses queestuvieran en su poder y, además, marcharse de Torone, Escione y de todas aquellaspoblaciones que habían reconquistado los atenienses o que todavía asediaban (Thuc. 5, 18).Todas estas aceptaciones vinieron a corroborar el hecho de que Esparta tenía la determinación(por los motivos que ya hemos señalado) de abandonar su presencia en el norte de Grecia asícomo los frutos que había obtenido de la influencia que allí había establecido Brásidas, y volvera sus límites territoriales en el Peloponeso. Para Kagan, sin embargo, si hubo alguienbeneficiado de este tratado fue Esparta, por el hecho de que sellar un acuerdo le permitiríaganar tiempo para recuperarse y retomar, más adelante, el proyecto de supremacía sobreGrecia. Sin embargo, en mi opinión, Esparta había perdido una ocasión única de continuarperjudicando a Atenas. Su presencia en Anfípolis le estorbaba enormemente por ser una ciudadque les proveía de madera para la construcción naval y de la que recibían importantes ingresos(Thuc. 4, 108, 1). Además, el acceso que ahora tendrían los lacedemonios a los aliados de Atenasque tanto temía Tucídides (4, 108, 2) se convirtió en realidad cuando muchos de éstos decidieronpasarse al bando peloponesio (Thuc. 4, 107, 3). En definitiva, Esparta estaba logrando una zonade amplia influencia que hubiera mantenido a los atenienses distraídos y ocupados. Ahora, sinembargo, Esparta renunciaba a todo aquello y volvía a parapetarse en su península dejando,una vez más, que los atenienses, esta vez a través de Alcibíades, recuperaran la iniciativa delconflicto sellando una alianza con Argos, reiniciando una campaña anti espartana y boicoteandola Paz de Nicias. Bien porque los planes de Cleobulo y Jénares no se materializaron, bien porquelos diarcas no tenían intención de continuar la guerra con Atenas, lo que resultó fue que Espartaquedó en una frágil posición sobre el escenario político del momento, no solo en Grecia, sinotambién dentro del mismo Peloponeso, donde solo Tegea se comprometió a no marchar contraellos (Thuc. 5, 32, 4).

Mientras que la facción negociadora y diplomática encabezada por Nicias en Atenas semantuviera en el poder, no habría motivo para alarmarse. Sin embargo, lo que ocurrió fue queAlcibíades, declarado anti espartano, resultó elegido strategos y aquella decisión afectódirectamente al frágil compromiso de Nicias. La política pacifista espartana no podríasostenerse mucho tiempo sin un homólogo en Atenas que correspondiera a esa política y, muchomenos, cuando Argos optó definitivamente por aliarse con Atenas. La candidez lacedemoniaante estos acontecimientos fue proverbial y solo su posterior victoria en Mantinea en 418 a.C.evitó un mal mayor.

La embajada que Esparta envió a tratar la cuestión de Argos a Atenas se convirtió, gracias lasmaquinaciones de Alcibíades, en una farsa de cara a la asamblea ateniense. De un golpe losembajadores espartanos perdieron toda credibilidad y a Nicias le resultó muy complicado

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reconducir esa imagen. Sin embargo, lo intentó y, a su vez, envió una embajada ateniense aEsparta (Thuc. 5, 46, 2-5) aunque con la exigencia clave de devolver Panacto, algo que losespartanos difícilmente aceptarían, más cuando aún esperaban que se les repusiera Pilos. Comoera de esperar, Nicias no consiguió nada de Esparta y los atenienses montaron en cólera contraél y contra su política conciliadora, concertando, a sugerencia de Alcibíades, el tratado conArgos (Thuc. 5, 47). A dicha alianza se sumaron, además, Mantinea y Élide, en lo que se conocecomo la cuádruple alianza. Muy probablemente a causa de este aislamiento en el que ahoraquedaba inmersa la ciudad lacedemonia, tuvo lugar un humillante episodio para la ciudadacontecido en los Juego Olímpicos de 420 a.C. celebrados en Élide. Esta ciudad prohibió a losespartanos el acceso al recinto sagrado a resultas de una antigua disputa sobre Lépreo. Comobien habrían calculado los eleos, los espartanos no se atrevieron a replicar con la fuerza, sinoque sus quejas se redujeron al ámbito formal de protesta. Cualquier mínimo intento del uso dela fuerza por parte de éstos, habría sido rápidamente contestado por los nuevos y poderososaliados de Élide que, sin habérselo solicitado, ya habían enviado contingentes de argivos ymantineos (Thuc. 5, 50, 3) por si acaso los lacedemonios recurrían a la acción armada. Loslacedemonios no solo tuvieron que soportar la prohibición al recinto sagrado sino tambiénaguantar cuando uno de sus atletas fue golpeado por rabducos, sin poder hacer nada al respecto.Sin embargo, ésta no fue la única consecuencia de la timorata política espartana. Muyhumillante también fue el hecho de que los beocios sustituyeran en el mando de Heraclea deTraquinia al lacedemonio Agesípidas (Thuc. 5, 52, 1). Aquel acto respondía al miedo que losbeocios sentirían por los atenienses si mantenían a un lacedemonio al mando de una ciudad tancercana al Ática y también a la percepción de debilidad que ahora dimanaba de Esparta. Al fin yal cabo, los lacedemonios iban a comenzar a experimentar una serie de problemas en elPeloponeso que los mantendrían ocupados y dificultaría la ayuda que les pudieran requerir.

A la flamante alianza compuesta por Atenas, Argos, Mantinea y Elide, solo le faltaba uncomponente para ser extraordinaria: Corinto. Curiosamente, solo unos años antes, con el reciénestrenado tratado de paz entre Esparta y Atenas, e l descontento que cundió entre los aliados deambos bandos fue grande, y entre esos desencantados estaba Corinto, que criticó la actitud deEsparta en dicho acuerdo. Aquello la empujó a buscar el apoyo de Argos para conformar unaalianza que se convirtiera en la alternativa a la hegemonía de ésta en la península. Como era deesperar y por razones de coherencia histórica, Argos aceptó (Thuc. 5, 28) y enseguida sepusieron a recabar más apoyos de ciudades peloponesias, logrando el de Mantinea y Elis y loscalcideos de Tracia (Thuc. 5, 29; 5, 31). De esta manera, contrarrestarían a la alianzaespartano-ateniense, pero, sobre todo, la influencia y control de Esparta en el Peloponeso. ParaArgos, esta alianza era sin duda muy beneficiosa. Tras años de incomparecencia, ahora podíaalbergar, de nuevo, la idea de recuperar su hegemonía sobre la península, puesto que, esta vez,contaba con importantes apoyos. Además, a pesar de que Esparta y Atenas habían firmado unapaz, la facción anti espartana en esta última ciudad había logrado representación con la elecciónde Alcibíades para la estrategia en 420 a.C. lo que quiere decir que sería muy presumible suapoyo en caso de entrar en conflicto con los lacedemonios, además de tener, ambas ciudadesgobiernos de corte democrático. Finalmente, esta deducción acabó convirtiéndose en realidadcuando Alcibíades propuso aliarse con ellos fraguándose la ya mencionada Cuádruple Alianza.

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Cuando la alianza argivo-ateniense culminó, Argos comprendió que la participación de Corintoera necesaria. Su posición estratégica en el Peloponeso era vital para consolidar el aislamientocompleto al que quedaría sometido Esparta ya que los beocios, que eran aliados suyos, nopodrían enviarles ayuda, al menos por tierra, sin cruzar territorio hostil, mientras que la alianzacontrolaría todo el Golfo de Corinto. Por ese motivo, los argivos hicieron un último intento porganarlos para su causa (Thuc. 5, 50, 5) reuniéndose con ellos. En verdad, las relaciones entreArgos y Corinto ya habrían comenzado incluso, como sugiere Westlake, antes del acuerdo entreAtenas y Esparta. Sin embargo, la enemistad declarada de éstos con Atenas, un devastadorterremoto, una más que presumible división interna y, en mi opinión, el desplante que le habíahecho Atenas rechazando una tregua particular con ellos, malograron un acuerdo que,finalmente, nunca vió la luz. A partir de ahí, el papel de Corinto pasará del alejamiento a lalucha contra ella.

En 419 a.C. Alcibíades tomó unos cuantos hoplitas y partió por fin al Peloponeso llegando hastaPatras, donde sugirió a sus ciudadanos alargar sus muros hasta el mar (Thuc. 5, 52, 2) yconstruyó una fortificación que los corintios se encargaron de destruir. A Alcibíades no le quedómás remedio que retirarse sin conseguir lo que se proponía. Lo que sí había quedado claro enaquella acción del ateniense es que había entrado al Peloponeso conduciendo un ejército y losespartanos no habían actuado. Este hecho, sería interpretado como una causa de debilidad de laciudad lacedemonia que ahora veía cuestionada su autoridad en un territorio que creía tenercontrolado. A pesar de no conseguir nada objetivo, esta campaña solo fue un anticipo de lo queestaba por llegar, el conflicto entre Argos y Epidauro que involucraría irremisiblemente a losatenienses y, por supuesto a Corinto y Esparta.

Esparta pasa a la acción

En 419 a.C. mientras los argivos se dedicaban a arrasar el territorio de los epidaurios,esperaban que los atenienses les auxiliaran en caso de necesitarlo. Pero entonces, unaexpedición espartana llegó por mar para atender a sus aliados epidaurios y sorteó la vigilanciaateniense que nada pudo hacer por interceptarla. En 418 a.C. los lacedemonios volvieron apreparar una expedición terrestre juntando tropas en Fliunte para marchar contra los argivos.Pero lejos de tener la intención de derrotarlos definitivamente, parecía que Agis se dedicaramás a asombrar que a luchar. De hecho, la expedición que realiza Agis hasta Leuctra, parecemás una simple maniobra de diversión que una estrategia seria de enfrentarse a la alianzaargivo-ateniense. Pero, en cualquier caso, en una nueva expedición, Agis, a instancias de dosargivos, Trasilo y Alcifrón, aceptó los términos de una tregua de cuatro meses de duración. Elfreno que Agis, de manera casi unilateral impuso a la expedición negándose a vencer a losargivos, es explicado por Kagan instalándose en la creencia de que las expedicioneslacedemonias no fueron más que una treta para ganar tiempo y conseguir que los oligarcas

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argivos lograran imponerse en la ciudad. Afirma que, de manera privada los argivos le habríandicho “evita la batalla” y “dentro de unos meses no la necesitarás”. Si la decisión de Agis deaceptar la tregua había provocado gran malestar entre los aliados y en Esparta por noaprovecharse del mejor ejército del todos los tiempos (Thuc. 5, 60, 3) para derrotar a Argos,peor fue cuando los atenienses junto con eleos y mantineos pero sin los argivos, marcharoncontra Orcómeno de Arcadia y la obligaron a capitular. Las críticas hacia la persona delmonarca se recrudecieron y se decidió imponerle una multa de cien mil dracmas y derribar sucasa (Thuc. 5, 63, 2). Seguramente en la actuación de Agis aún se encontraba la creencia de queno era prudente aun atacar a un miembro de la Cuádruple Alianza y eso sería lo que le habría llevado a actuar de un modo independiente y poco razonable. Kagan explica que el hecho de queel castigo se le impusiera tras la capitulación de Orcómeno y no tras celebrar la tregua, quieredecir que, hasta el último momento los éforos también habrían confiado en su estrategia de queArgos se avendría por sí sola a la causa espartana. En mi opinión, creo que habría que dar unaposibilidad a que esa sanción ya estuviera en curso. Al fin y al cabo, como ya señalamos, era laenésima vez que Agis abortaba una expedición, lo cual empuja a pensar en el ánimo punitivo queexistiría ya entre los éforos. Entre la concertación de la tregua y la llegada de Alcibíades que, ala postre, es quien dinamita la misma y sale con las tropas hacia Orcómeno, es probable que solohubieran transcurrido algunos días, por lo que es perfectamente posible que en el transcurso quese decide la sanción se vota y se comunica, perfectamente podría haberse producido lacapitulación de Orcómeno. En cualquier caso, parece que aquella sentencia le sirvió para mudarsu carácter, hasta ahora más negociador y embarcarse en el difícil proyecto de redimirse através de lograr victorias en el campo de batalla (Thuc. 5, 63, 3). Aquellas promesas lograron elaplazamiento de las sanciones pero lo que no evitaron fue que diez espartiatas fuerandesignados como sus consejeros, sin los cuales no podría conducir al ejército fuera de Esparta(Thuc. 5, 63, 4).

La batalla

La batalla de Mantinea fue una auténtica lucha al modo hoplítico en falange, con dos cuadrosbien encarados y enfrentados. Los aliados con Argos a la cabeza, marcharon a Tegea paratomar la ciudad. Aquella ciudad era la única salida de Esparta hacia el norte y su pérdida habríasupuesto un auténtico cataclismo para los lacedemonios ya que habrían quedado completamentebloqueados y aislados. Agis, sin embargo, deseoso de restituir su imagen, marchó también aTegea con unos 9000 efectivos, mientras que el bando de los argivos, atenienses y mantineos sesituaría en 8000. Tan pronto como las tropas argivas y sus aliados divisaron a las tropas de Agis,marcharon hacia una colina próxima bien defendida y con un acceso difícil. Viéndolos allíparapetados, Agis dio orden de marchar contra ellos. No parece que fuera una decisión muyprudente en vista de la situación que había tomado el enemigo. Una colina obligaría a loslacedemonios a querer ascender por ella mientras los argivos solo tendrían que defenderla yhacer valer la inclinación natural del lugar para mantener su ventaja. Así debió de verlo tambiénFarax, que ante la evidente obstinación de Agis por llegar al enemigo de manera desesperada

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para lavar su imagen, quiso aconsejarle que no enmendara un error con otro. Le sugirió detenerel ataque y buscar una estrategia más inteligente que obligara a los argivos y sus aliados adescender de la colina y quedar en campo abierto.

Retirado a los comarca de Tegea, a Agis se l e ocurrió cambiar el curso del río Zanovistas yverter sus aguas hacia Mantinea. Esto se lograría haciendo converger el curso del Zanovistascon otro río de nombre Sarandapótamos y excavando un canal de tres kilómetros que hicieraanegar toda la llanura con el consecuente perjuicio para la ciudad. Dicho río era motivo deañeja disputa entre mantineos y tegeatas desde tiempo inmemorial ya que, al parecer, cada vezque Tegea y Mantinea tenían un conflicto, los primeros recurrían a la misma treta una y otravez. Aunque la distancia entre el lugar en el que ahora se hallaba Agis y el lugar en el queestaban apostados los argivos era considerablemente grande (había todo un bosque de pormedio) las mantineos no tardaron más que un día en descubrir con amargura lo que Agis, junto asus aliados de Tegea, estaban tratando de hacer. Tan pronto se percataron del hecho, hicieronsaber a los argivos que o bien abandonaban la colina o en cuestión de semanas todo el territoriosobre el que se asentaban quedaría inundado. Mientras Agis, con la certera creencia de que losargivos y sus aliados bajarían para impedirlo, comenzó a obrar para variar el rumbo de lasaguas. En el bando argivo, un pequeño tumulto se armó entre sus generales a decir por lainevitable situación; algunos de ellos no comprendían ni por qué se había retirado el enemigo nipor qué no lo habían seguido y derrotado definitivamente. A resultas de tal conflicto, losgenerales argivos acordaron abandonar la colina y bajar a la llanura, a donde establecerían sucampamento con el fin de enfrentar de una vez por todas al enemigo.

Cuando Agis y sus espartanos regresaron, se encontraron la llanura ocupada por el enemigoque además, ya había adoptado la posición de combate. Sin tiempo para pensar, loslacedemonios hicieron lo propio y Agis se dispuso a dar las órdenes pertinentes de formación. Elala izquierda quedó ocupada por los esciritas, una unidad de infantería ligera, a la que siemprecorrespondía iniciar el combate; a su lado, los brasideioi u hombres de Brásidas. Se trataba delcuerpo expedicionario que el general Brásidas había utilizado en Anfípolis y que ya habíanregresado a Esparta. Desde entonces y debido a su gran pericia técnica, constituyeron unaunidad fundamental en el ejército espartano. Junto a ellos, los neodamodai, o esclavosespartanos que habían ganado su libertad, generalmente por sus servicios en la guerra. Acontinuación, las unidades propias de soldados lacedemonios, flanqueados en el ala derecha porunos cuantos tegeatas y en ambas alas, por los jinetes. Tal era la disposición del ejércitoespartano aquel día.

En el lado argivo, la formación quedó de la siguiente manera: el ala derecha fue ocupada porlos mantineos, por el hecho de que la batalla tuviera lugar en su territorio; junto a ellos, losaliados arcadios y un cuerpo selecto de mil argivos, que eran instruidos en las artes militares concargo al erario público de su ciudad, a diferencia del resto. Los atenienses, por su parte, seencargaron del ala izquierda.

Los argivos no quisieron o no supieron aprovechar la inicial desorganización del ejército

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espartano que, sin embargo, gracias a su pericia y disciplina, adoptó la formación de combate enun abrir y cerrar de ojos. El frente de los aliados ocupaba aproximadamente un kilómetromientras que el del bando espartano sería unos cien metros mayor. El ala izquierda aliada eraligeramente superada en número pero lejos de compensar ese déficit, los argivos decidieronreforzar aún más el flanco derecho a fin de golpear con tal contundencia que la batalla quedaradecidida antes de que el enemigo pudiera desbordarlos por la izquierda. Su idea no fue mala yAgis, en vista de que sus tropas pudieran ser desbordadas por su izquierda, ordenó a losesciritas y a los veteranos de Brásidas que marcharan aún más a la izquierda a fin de contener alos mantineos. Sin embargo, aquella maniobra tenía un peligro evidente como era la brecha quese abriría en la formación al despegarse estas últimas unidades del grueso de la tropa. Paracompensar dicha fractura, Agis envió a Hiponoidas y Aristocles con sus compañías a cerrar elhueco formado. Según Donald Kagan, aquellas órdenes no tenían precedentes en la historiamilitar griega y según su propia opinión, respondieron más a la falta de experiencia del monarcaque a su habilidad, la cual aún no había alcanzado. De hecho, aunque los esciritas obedecieronsus órdenes, los generales encargados de cubrir el hueco, no lo hicieron; se negaron a abandonarsu lugar desacatando así sus órdenes, probablemente motivados por lo inoportuno e improvisadode la decisión.

Como era de esperar, el flanco izquierdo desplazado de los lacedemonios fue aplastado por losmantineos que, junto a las tropas de élite argivas, marcharon después hacia el hueco creado enlas filas lacedemonias. Aquello significaba que estaban a un solo paso de derrotar a Esparta yalcanzar la gloria. Sin embargo, el hecho de no enviar a alguna otra unidad que se ocupara delos esciritas y neodamodeis, mientras ellos avanzaban sobre el flanco derecho espartano, hizoque se desbarataran todos sus planes. Puede que aquella fuera una decisión para asegurarse elobjetivo más fácil, pero sin duda constituyó un grave error finalmente. La débil acometida queprotagonizó la parte de los aliados que tenía encomendada encargarse de la parte fuerte delejército lacedemonio, hizo que sucumbieran ante las tropas de Agis que repelieron el ataque sindemasiado esfuerzo. Al contrario, los espartanos comenzaron a avanzar con una fuerzaaplastante y provocaron que muchos de los aliados comenzaran a considerar la retirada en vistade la carga que se les venía encima. Mientras, el otro flanco aliado, afanado en perseguiresciritas y neodamodes, no fue capaz de ver el apuro por el que el otro ala de su formaciónestaba pasando y, aunque estaba logrando una mínima victoria, no intuyó el desastre generalque se avecinó. La formación ateniense comenzó a quedar envuelta por el bando espartano ysolo su caballería impidió una desbandada generalizada de los aliados.

Ante el repentino cambio de los acontecimientos, Agis ordenó el envío de varias tropas deapoyo a los esciritas y neodamodes, que estaban siendo superados por los argivos. El flancocubierto por los atenienses aprovechó esa marcha de espartanos hacia el otro flanco ¡para huir!Una vez que los apoyos llegaron al flanco izquierdo, a los argivos y sus aliados no les quedó másremedio que huir de la batalla. Sin embargo, cosecharon grandes bajas entre sus tropas. Solo losargivos mantuvieron casi intactos a todos sus hombres. Según se dice, el consejero Farax erapartidario de no aniquilar a todos los argivos a fin de que la facción filo espartana de la ciudadse reforzara y arrastrara a Argos a una nueva alianza con Esparta.

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Consecuencias

La batalla de Mantinea tenía muy poco que ofrecer a Esparta en caso de victoria y sí muchoque arrebatarle en caso de derrota. De hecho, suponía salvar in extremis un territorio que yadebía considerarse bajo su dominio pero que, por culpa de una actitud pasiva, se le habíaescapado a raíz de la paz firmada con Atenas en 421 a.C.. Una derrota en Mantinea, le habríahecho perder cualquier posibilidad de mantener una posición dominante no solo en Grecia sinoen el mismo Peloponeso. Para Plutarco, su hegemonía se habría extinguido con la derrota yhabría sido muy difícil contemplar una recuperación. De esta manera, es posible afirmar quepara Alcibíades y los atenienses la batalla había supuesto también una victoria, puesto queaquella lucha no solo no le otorgó nuevos territorios a Esparta sino que además, aquello nocomportó ningún peligro para Atenas. Aunque no había logrado salir victoriosa en esta batalla yarrebatarle a los lacedemonios parte de sus territorios de influencia, seguía conservando lainiciativa de la guerra y, lo más importante, dejaba a su ciudad fuera de peligro a causa dealejar el teatro de operaciones y volverlo a desplazar hacia la península peloponesia, algo quehabía experimentado con la campaña de Brásidas en Tracia.

Aunque esta victoria fue meramente defensiva y en nada contribuyera al avance espartanodentro de la guerra, sí que logró, por el contrario, reconquistar para Esparta buena parte de unprestigio que se había perdido a partir del descontento que había surgido entre sus aliadosmerced al desamparo en que había dejado a éstos con la firma de ciertas cláusulas en el tratadocon Atenas. En primer lugar, la victoria tiene especial efecto sobre Argos que por fin, sustituyeal gobierno democrático por uno de corte oligárquico apoyado por Esparta (Thuc. 5, 81, 2). Ellole permitiría aliviar la situación en el Peloponeso neutralizando a la ciudad que másposibilidades tenía de arrebatarle la hegemonía del territorio. En segundo lugar, la primeracláusula del tratado hacía referencia expresa a la adhesión obligatoria al mismo del resto deciudades del Peloponeso (Thuc. 5, 79, 1). Recordemos que la anterior alianza de Argos no soloera con los atenienses sino también con Mantinea y Elis y para Esparta era capital pacificartoda la península por lo que esta cláusula sería del máximo interés para los lacedemonios entanto en cuanto sería de aplicación también a Elis y Mantinea (Thuc. 5, 81). Con Mesenia bajocontrol y Argos, Mantinea y Elis pacificadas por acuerdo, se podría decir que Espartarecuperaba, al menos en parte, una porción del dominio peninsular perdido con la alianza deArgos con Atenas. Pero hay más. Recordemos que Corinto se había negado a entrar en laCuádruple Alianza, y junto a Tegea, Beocia y Mégara, seguía siendo aliada de Esparta. Estosignificaba que, aunque el peligro de la batalla se había producido muy lejos de Atenas, ahoratodas las regiones que circundaban el Ática tenían una mayor o menor vinculación a Esparta,por lo que ésta tendría buenos motivos para sentirse intimidada. Por tanto, las condicionesresultantes de la batalla, puede decirse que fueron para Esparta muy positivas, aunque eso sí,efímeras.

El acuerdo con Argos tuvo una exigua duración y ya en el mismo verano de 417 a.C. el partido

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popular argivo atacó a los oligarcas filo espartanos aprovechando la celebración de lasGimnopedias en Esparta y su gobierno fue derrocado. Esparta se demoró una vez más en enviarauxilio a éstos y cuando quisieron marchar sobre la ciudad, se enteraron de la caída delgobierno. Con pocas esperanzas de restablecer la situación, los lacedemonios optaron por dar lavuelta y regresar a su patria (Thuc. 5, 82, 3). El reinstaurado gobierno democrático en Argos,por su parte, se apresuró, por temor a posibles represalias de Esparta, a reactivar su alianzacon Atenas y, por si acaso, mientras esto se producía, levantó unos muros hasta el mar a fin deprotegerse (Thuc. 5, 82, 5)

El hecho de que Esparta hubiera vencido en la batalla, como vemos en este último ejemplo, noquiere decir que ya comenzara un proceso de cambio en su actitud política hacia la guerra.Como dijimos, de haber socorrido con éxito a Argos, su vinculación a todas las regionescircundantes del Ática, podría haberle valido para preparar un ataque definitivo sobre Atenastan pronto como se hubiera sentido en condiciones, gozando, además de gran apoyo entre susaliadas; en Argos, el mantenimiento del gobierno oligárquico, se habría plegado a susexigencias; Corinto se habría visto liberada de la competencia que Atenas le hacía en elcomercio marítimo y Beocia habría visto compensados los años de conflictiva vecindad con suregión aledaña. Sin embargo, nada de esto se produjo. Al contrario, Esparta había ganado unabatalla pero su mentalidad inmovilista y apática siguió siendo la misma a decir por el nulo auxilioque prestaron a Argos cuando los mismos oligarcas que sobrevivieron a la represióndemocrático-ateniense (Thuc. 5, 82, 2) les suplicaron que acudieran en su ayuda. Para observarun cambio de tendencia definitivo en la política espartana, habrá que esperar al menos tresaños, cuando la llegada del proscrito Alcibíades y la campaña siciliana propicien ese cambio deestrategia que se extenderá en varios ámbitos hasta el final de la guerra.

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Fig.8: Mapa de la Batalla de Mantinea.

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Batalla de Sicilia, 414 a.C.

En 415 a.C. la intervención espartana en Sicilia será crucial para el posterior desarrollo de losacontecimientos en el marco de la guerra del Peloponeso. Si en un principio Esparta no habíamostrado ningún interés por intervenir en lugar tan alejado de su campo de acción, pronto lallegada de un proscrito ateniense de nombre Alcibíades, le hará ver la importancia de tomarparte en el conflicto surgido en la isla italiana. Merced a este consejo, Esparta vencerá a laescuadra ateniense allí destinada, la cual terminará sucumbiendo de una manera tan estrepitosa,que no sería errado decir que Atenas quedó tocada para el resto del conflicto. Esta importantevictoria unida a la ocupación de Decelia y el definitivo apoyo persa, serán las tres patasfundamentales sobre las que acabará cimentándose la victoria espartana en la Guerra delPeloponeso.

Antecedentes

Los inicios de este conflicto no hay que buscarlos tanto en Esparta y Atenas como en una seriede conflictos internos entre pueblos habitantes de Sicilia y de origen griego (Thuc. 6, 2-5). Estosson, principalmente Egesta y Leontinos, que solicitaron la ayuda de Atenas, contra la poblaciónde Selinunte y su protectora, Siracusa (Thuc. 6, 6, 2-3). Desde el primer momento la campañano dejó a nadie indiferente y reavivó el espíritu de las que ya se habían llevado a cabo en elpasado (Thuc. 6, 1). Tucídides remarca que los atenienses desconocían tanto la extensión de laisla como las dificultades que entrañaría abordar una conquista de la misma (6, 1, 1). En miopinión, esas palabras de Tucídides constituyen una abierta crítica a que el plan y la expediciónen sí misma, fue concebida de manera infantil, ingenua y poco realista, basada en informesinexactos (Thuc. 6, 8, 2). Sin duda, sus críticas tenían un destinatario claro: Alcibíades, una vezmás. Y más cuando era su amigo Nicias quien más abiertamente se oponía a la realización dedicha empresa. Nicias opinaba que no interesaba a los atenienses marchar hasta Sicilia abuscarse nuevos enemigos cuando en Grecia ya tenía suficientes (6, 10, 1). Con ello hacíareferencia a un contexto de dificultad tras la victoria de los espartanos en Mantinea en 418 a.C.en la que no solo parte del ejército ateniense había sido derrotado sino que, además, la políticafilo-argiva de Alcibíades había fracasado estrepitosamente. Y, ahora, era él mismo quien queríavolver a involucrar a los atenienses en otra empresa de difícil acometimiento.

Independientemente de que Nicias o Tucídides pensaran que Alcibíades solo deseaba fama yfortuna personal con aquella expedición además de una conquista (6, 6, 1), no creo que elproyecto fuera tan descabellado como pudiera parecer. En primer lugar, tras la batalla deMantinea se había sellado la paz y, en principio, aunque ésta no fuera especialmente sólida

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(Thuc. 6, 9, 3-4) podía permitir a los atenienses buscar nuevos objetivos. La recuperación de lapolítica de “vincularse a la tierra” (Plut. Vit. Alc. 15) había fracasado y nada era mejor que ungran proyecto ultra marítimo para reafirmar su poderío en este medio. Además, Sicilia no eratan desconocido para Atenas como pretende Tucídides. Además de las anteriores expedicionesen las que se habían enviado veinte naves en 427 a.C. y otras cuarenta en años posteriores(Thuc. 3, 81, 1), más de doce mil atenienses habían navegado hasta allí, por lo que, coincidiendocon Kagan, aceptar la petición de ayuda de Egesta tampoco era una decisión manifiestamentesuicida, si bien es cierto que la presentación de sesenta talentos por parte de la embajada deEgesta debió de animar a aprobar dicha campaña (Thuc. 6, 8, 1). Además de estas motivaciones,es cierto que no hay que negar el más que posible deseo de gloria personal de Alcibíades paraapoyar y encabezar la campaña. Sin embargo, insisto en que su argumentación no se basaba enideas peregrinas y, de hecho, el argumento de Siracusa (Thuc. 18, 4) es perfectamentecoherente. Teniendo en cuenta que los siracusanos suministraban grano al Peloponeso y queHermócrates de Siracusa ya había enarbolado la bandera de la resistencia contra Atenasanteriormente promocionando la unión de Sicilia durante el congreso de Gela, era lógicoconcebir a los siracusanos como un enemigo a batir. Ello, por supuesto abriría las puertas deSicilia a los atenienses que, con la adhesión de la isla, conformarían un vasto imperio. Además,no tenían nada que temer desde el Peloponeso. No existía allí ni la flota ni el ánimo para talproyecto.

Tanto los argumentos de Alcibíades como los sesenta talentos de plata entregados fueronsuficientes para que, finalmente, se aprobara la campaña. Sin embargo, los ateniensesdecidieron ser cautos y, a la hora de nombrar strategos no se dejaron seducir por las palabras deAlcibíades. La presencia de Nicias en el mando en contra de su propia voluntad, da muchaspistas acerca de la opinión de los atenienses con respecto a sus hombres más prestigiosos. Porun lado, no se le concede el mando único a Alcibíades, lo cual viene a confirmar que su prestigiose había resentido tras su política de acercamiento a Argos y posterior derrota en Mantinea. Dehecho, no fue reelegido strategos en 418 a.C. lo que evidencia la pérdida de confianza que eldemos ateniense tenía depositada en él. Además, su juventud seguía constituyendo unargumento difícil de superar a la hora de entregarle el mando. Sin embargo, sus espectacularesvictorias en los Juegos Olímpicos (Thuc. 16, 2) y su elocuencia a la hora de presentar estacampaña (Plut. Vit. Alc. 17) obraron para que fuera nombrado como uno de los que comandaranaquella expedición. Por otro lado, el hecho de que Nicias fuera obligado a tomar el mando enesta expedición a la que se oponía abiertamente, da a entender que los atenienses seguíanconfiando en su experiencia frente a la juventud de Alcibíades. Para Nicias, marchar a Siciliaera descabellado. No solo se acudía a una isla con el pretexto de defender a un pequeño pueblocuando en realidad se deseaba una conquista total (Thuc. 6, 11, 1) sino que, además, en Greciaaún existían un sinfín de problemas que solucionar y enemigos que estarían al acecho (Thuc. 6,9) haciendo referencia a la fragilidad de la paz firmada en 417 a.C.

A fin de equilibrar tan diferentes puntos de vista en el alto mando, se eligió una especie defigura mediadora que terminaría por completar el mando de la campaña. Este fue Lámaco.

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En cualquier caso, a pesar de la oposición de Nicias, la campaña salió adelante y zarpó paraSicilia. Sin embargo, un asunto de orden interno como fueron la mutilación parcial de unasestatuas sagradas y la profanación de los Misterios ocurridos la noche anterior a la partida,terminaron por precipitar los acontecimientos: Alcibiades sería juzgado como presunto autordel tal sacrilegio y presumiblemente condenado a la vuelta de la expedición, lo que empujó aldíscolo ateniense a fugarse a Esparta antes de regresar a Atenas.

El asunto no era menor y el Estado ofreció cuantiosas recompensas a cambio de un testimonioque arrojara luz sobre el asunto (Thuc. 6, 27, 2). Parece que algunas voces confirmaron aAlcibíades como responsable del hecho y aquellos que, de una manera o de otra estabanenemistados con él, prestaron atención a estas acusaciones (Thuc. 6, 28, 2). Puede que su modode vida derrochador y prepotente, se identificara con un comportamiento tirano y antidemocrático que estaría en la base de dicho comportamiento sacrílego (Thuc. 6, 28, 2). Con laflota a punto de zarpar, este asunto fue extraordinariamente inoportuno y se entendió como unmal presagio para la campaña siciliana (Thuc. 6, 27, 3). La sombra de la sospecha no tardó enarrinconar a Alcibíades, por lo que no le quedó más remedio que ofrecerse a ser juzgado antesde zarpar para esclarecer el asunto (6, 29, 1). Sin embargo, los atenienses se percataron de que,de juzgarle en ese momento, correrían el peligro de que el ejército se pusiera de su parte y quea éste se unieran argivos y mantineos, aliados que él había proporcionado (Thuc. 6, 29, 2). Secreyó más conveniente entonces dejarlo marchar y preparar su acusación más detenidamente.Es posible que aquel ofrecimiento de Alcibíades no fuera más que una estratagema para librarsedel proceso. Él sabría que gozaba del favor del ejército así como de los aliados que habíareclutado para la expedición, por lo que era poco probable que nadie se opusiera a que zarparade Atenas. Por otra parte, con un ofrecimiento sincero a ser juzgado, es probable que pensaraque apartaría de él toda sombra de duda. Sin embargo, la parodia de los misterios y la mutilaciónde los Hermes, resultó ser más importante para Atenas de lo que parecía y, durante su ausencia,se estuvieron recogiendo todo tipo de denuncias de todo tipo de gentes (Thuc. 53, 2). Con elpaso de los días y las denuncias, la hipótesis de que detrás de estos hechos se encontrara la basede una conspiración oligárquica (Thuc. 6, 60, 1) alimentada por Alcibíades y apoyada por laoligarquía argiva, fue ganando fuerza hasta el punto de que la nave Salaminia zarpó a Siciliapara traer de vuelta a Atenas tanto a Alcibíades como a otros soldados que habían sidodenunciados (Thuc. 6, 53, 1). La pena en caso de hallarse culpable sería la muerte y, ante talpanorama de los acontecimientos, Alcibíades que salió en su propia nave siguiendo a laSalaminia, se desvió en un momento concreto de la travesía para no regresar a Atenas. Puestoque éste se exilió, la ciudad le condenó a muerte en rebeldía (Thuc. 6, 61, 7). Su destino fue,ahora sí, el Peloponeso, a donde llegó en un barco mercante.

Desconocemos si, efectivamente Alcibíades tuvo algo que ver en el asunto, pero lo que sísabemos es que, desde sus inicios en la vida pública se había granjeado toda una legión deenemigos, que podrían haber aprovechado la situación. Y si a eso unimos el modesto éxito que lacampaña de Sicilia estaba teniendo, el terreno para juzgarle se encontraba lo suficientementeallanado para todos los que querían echarlo de la vida pública. Hay que tener en cuenta que elhecho de que Atenas diera curso a las denuncias de cualquier persona, contribuiría a crear un

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clima de desconfianza y terror (Thuc. 60, 2, 3) que habría empujado a la gente a una vorágineacusatoria que habría derivado en lo absurdo. Concretamente contra Alcibíades se presentarondos denuncias relacionadas con los misterios, pero solo una lo incriminaba a él directamente yesta era la de una mujer llamada Agariste. Por tanto, no existen los suficientes datos como paraelaborar un juicio crítico al respecto de la participación de Alcibíades en semejante hecho. Loque sí parece claro es que, la popularidad de la que parecía gozar hasta entonces debió de versemermada por el curso de los hechos. En Atenas se confiscaron sus propiedades y su nombre seinscribió en la estela de la desgracia levantada en la Acrópolis, además de que los sacerdotesmaldijeran su nombre. Como dijimos, fue condenado a muerte en rebeldía por lo que decidiómarchar al Peloponeso.

La llegada de Alcibíades a Esparta es de extrema importancia puesto que supone la adopción,nuevamente, por parte de Esparta, de una política exterior más agresiva y del mismo estilo quela que ya había adoptado durante la campaña de Calcídica. Para Alcibíades recalar en Espartano era tarea fácil. Recordemos que él mismo había maquinado el engaño a los embajadoresllegados a Atenas en 420 a.C. con el propósito de negociar y no solo se las ingenió para que loslacedemonios fueran tomados por personas de poco fiar, sino que, además, dinamitó la políticade Nicias de normalización de las relaciones con la ciudad lacedemonia y promovió el apoyo aArgos. Tucídides informa de que consiguió un salvoconducto y una invitación de loslacedemonios para acudir a la ciudad (Thuc. 6, 88, 9). Sin embargo, no sería una invitación atítulo general, a decir por la mala imagen que tenía ante los lacedemonios por el asunto deMantinea, sino más bien una gracia promovida por el éforo Endio, al que estaba unido porvínculos familiares (Thuc. 8, 6, 3). La asociación generada por ambos ha dado pábulo a todo tipode cuestiones. Que el principal estímulo de aquella unión para Alcibíades fuera asegurarse unrespaldo en Esparta está claro, pero ¿cuál era el interés, si es que lo había, de Endio? Enverdad, no ha sido posible dar una explicación satisfactoria a este hecho más allá de lavinculación a la que hemos hecho referencia. Se ha señalado, la posibilidad de que éste estuvierabuscando aumentar su poder e incluso derribar la propia monarquía hereditaria al igual queLisandro años más tarde. Lo que sí queda constatado es que, mientras esta “alianza” estuvoviva, buscó denodadamente desacreditar a Agis como rey, hasta el punto de influir en decisionesde política exterior. Una vez allí, Tucídides nos describe lo que sería el discurso con el queAlcibíades se ganaría el favor de los espartanos ante la asamblea. Sin poder dar por ciertas queesas fueran las palabras exactas, Alcibíades reivindica su antigua proxenia con los lacedemoniosy su buen comportamiento en el asunto de los prisioneros espartanos de Pilos (Thuc. 6, 89, 2)para congraciarse con ellos. A partir de ahí y, a propósito de la cuestión siciliana, podemosdeducir que, aunque aconsejara a los espartanos sobre la conveniencia de actuar en la misma,puede deducirse que la narración hecha por Tucídides no expresaría más que sus propiascavilaciones puestas en boca del ateniense. Como ya manifestó Tucídides en 6, 6, 1 la verdaderacausa de la expedición era el sometimiento de Sicilia, algo que, ahora, indica que Alcibíades leshabría manifestado a los espartanos de un modo público (Thuc. 6, 90, 2) lo cual no deja de sersospechoso.

Más allá de si esa era su intención o no, para Esparta actuar en Sicilia era deseable. Por un

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lado, debía evitar que Atenas acrecentara su poder sometiendo a Sicilia y, como dice Tucídides,a Cartago e Iberia para, posteriormente bloquear y atacar el Peloponeso (Thuc. 6, 90, 3-4).Además, la sugerencia de fortificar Decelia al mismo tiempo (Thuc. 6, 91, 6), era simplementebrillante. La magnitud de la fuerza militar desplazada a Sicilia se había convertido, en palabrasde Kagan en mastodóntica. Si los espartanos enviaban allí un contingente que ayudara a lossiracusanos dificultando la labor de los atenienses, esto se vería favorecido por el hecho de que,además, esa gran armada ateniense quedaría desprovista de suministros y reemplazo por elbloqueo de Atenas a causa de la fortificación de Decelia y, en consecuencia, aislada, lejos decasa y debilitada.

Después de haber revelado a los espartanos los puntos que debían convertirse en prioridad alrespecto de su política exterior, podría decirse que Alcibíades quedó constituido de esta maneraen auténtico director de la política exterior espartana. Los lacedemonios no tardaron eninclinarse por sus planteamientos (Thuc. 6, 93, 2) y llevaron a cabo, tan pronto como pudieron,ambas cuestiones.

En 415 a.C. los atenienses arribaron a Sicilia y tan pronto como pudieron, se prepararon paraenfrentarse a Siracusa a fin de proteger a las ciudades que habían solicitado su auxilio frente aésta. En Siracusa, Hermócrates abogó por llevar a cabo toda una serie de reformas militares afin de preparar a un ejército digno de enfrentarse a Atenas y, además, tomó medidasdiplomáticas enviando a Corinto y Esparta una legación solicitando su ayuda para resistir a losatenienses. Por aquel tiempo, los espartanos no andaban muy dispuestos a intervenir en talconflicto. Sin embargo, la presencia de Alcibiades allí, permitió a los corintios y siracusanosapoyarse en el ateniense a fin de convencer a los espartanos de la importancia de intervenir endicho lugar con el propósito de evitar que toda Sicilia cayera del bando ateniense. Pero antes deque los lacedemonios se decidieran a enviar refuerzos, los siracusanos tuvieron que hacer frentesolos a la primera batalla contra el ejército de Nicias defendiendo su propia ciudad. Mediantetretas y engaños, los atenienses lograron entrar en el puerto de Siracusa y acampar frente a laciudad, al sur del río Anapo. Cuando los siracusanos se sintieron dispuestos, se prepararon parael combate. A pesar de la bravura con la que lucharon, la mayor experiencia ateniense consiguiódoblegar las líneas siracusanas, que se batieron en retirada. Tras este fracaso, los atenienses seprepararon para tomar la ciudad y hacerla capitular definitivamente. Pero una serie de erroresy circunstancias, como la ausencia de la caballería, impidieron que este plan pudiera ejecutarsea su debido tiempo. Al contrario, Nicias no se precipitó y eso dio el tiempo justo a lossiracusanos para solicitar la ayuda que tanto necesitaba de Esparta. A pesar de las primerasreticencias, Alcibiades logró convencer a las autoridades espartanas de que interviniendo enSicilia y fortificando después Decelia, tendrían ganada media guerra. Sin dejarse engatusardemasiado, finalmente los espartanos enviaron una flota combinada por dos naves corintias ydos lacedemonias al mando de las cuales iba el general Gilipo. Sin embargo, ninguna de estasembarcaciones llevaba un solo soldado espartano, lo que demuestra los pocos riesgos que losespartanos querían tomar en este asunto.

Ya comenzado el año 414 a.C. los atenienses completaron el muro que rodeaba Siracusa para

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comenzar su asedio. Tras varias escaramuzas entre siracusanos y atenienses, que retrasaron latoma de la ciudad, Nicias, estratego ateniense, no tuvo en cuenta que varias naves peloponesiasestaban ya muy próximas a Sicilia. Aquel sería un grave error.

La batalla

Una vez terminado el muro, los atenienses esperaron la llegada de la caballería desde Atenaspara comenzar el asedio. Los siracusanos, por su parte, en previsión de la llegada de esacaballería ateniense, entendieron que enviando soldados a la cercana meseta de las Epípolas,impedirían que los atenienses los bloqueasen. Sin embargo, lo pensaron demasiado tarde; paracuando quisieron actuar, los atenienses ya habían tomado aquel lugar. Nicias, conocedor delemplazamiento privilegiado de tal meseta, envió sus barcos hasta los acantilados del norte de lasEpípolas y allí desembarcó a sus soldados. Sica se convirtió en el centro de operacionesateniense y a pesar de que los siracusanos salieron en un primer momento a batallar con losatenienses, nada pudieron hacer contra su formidable ejército que ahora, además de una buenaposición, contaba ya con el auxilio de 650 jinetes de la caballería. Los jinetes siracusanostrataron inútilmente de impedir que los atenienses siguieran levantando los muros de asedio. Lasituación se estaba volviendo insostenible y no sabían cuánto podrían aguantar. Ante la apuradasituación, a los generales siracusanos solo se les ocurrió levantar un contramuro quecontrarrestara el ateniense, ya que el envío de tropas para luchar se antojaba insuficiente. Losatenienses, lejos de entretenerse en derribar su contramuro, se dedicaron a devastar lascanalizaciones de agua subterránea de Siracusa. Además, aprovecharon los descuidos de lossiracusanos a la hora de vigilar sus propios muros y en un momento en que éstos se encontrabandesguarnecidos, 300 hoplitas atenienses, los tomaron por sorpresa. El contramuro siracusanofue asaltado y a poco estuvieron las tropas atenienses de hacerse con el control de un barriollamado Temenites. Ahora la situación se decantaba claramente en favor de Atenas. Lossiracusanos veían cada vez más cerca la amenaza de una conquista total de su ciudad y unacapitulación forzosa. Los refuerzos espartanos eran más deseados que nunca ya que el tiempocorría en su contra.

La llegada de Gilipo

La flota del espartano Gilipo y el corintio Pitien navegaban a Sicilia con la errónea creencia deque los atenienses ya habrían concluido el cerco de Siracusa. Sin embargo, al enterarse de queno era así, se dirigieron a Hímera con el fin de evitar la flota ateniense. Nicias reaccionóenviando naves a interceptarlos pero era demasiado tarde. No pudo evitar que las gentes deHímera se unieran a peloponesios y corintios suministrándoles armas. Además, Gilipo consiguióque a esta ayuda se uniera la de Selinunte, Gela y los sículos, encabezando así unas tropas de3000 soldados y 200 jinetes. Por si esto fuera poco, más refuerzos venían de Corinto de la manode Góngilo, que llegó a Siracusa incluso antes que Gilipo por tierra. Y su llegada fueprovidencial, ya que los siracusanos se encontraban al borde del colapso cuando eso ocurrió. Los

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siracusanos sintieron como una nueva corriente de aire fresco llegaba en su ayuda y, ahora sí,no tuvieron ni miedo ni inconveniente en sacar a todo su ejército a fin de dar la bienvenida aGilipo.

El general espartano alcanzó las Epípolas por el oeste justo en el momento en que losatenienses estaban a punto de terminar el doble muro que serviría para asediar Siracusa. Sinmás prolegómenos, ambos bandos formaron para entrar en combate. No tardó Gilipo en darsecuenta de que sus hombres carecían de la disciplina necesaria para el combate y a pesar de queno le gustara la idea, tuvo que retirarse finalmente del campo de batalla. Por su parte, Nicias,que podría haber aprovechado para perseguirlo, darle caza y derrotar a su ejército, prefiriómantener la posición. Esa misma actitud cándida, fue la que terminaría por costarle la derrota.

Gilipo, se ingenió un ficticio ataque sobre el muro de los atenienses, mientras enviaba otrafuerza a la parte de las Epípolas, donde la fortificación no se había terminado. Finalmente sehizo no solo con el control del mismo sino también con todo lo que contenía, es decir, el tesoro yalgunos suministros. Además, decidió levantar otro muro que rodeara al realizado por losatenienses, bloqueando sus comunicaciones con Trógilo. En lugar de seguir construyendo hastaTrógilo, Nicias prefirió construir tres fuertes en Plemirio, al sur del Puerto Grande, parasustituir a Lábdalo. Sin embargo, no era la mejor opción, ya que el suministro de agua y maderaquedaba demasiado alejado. Este hecho unido a la más que presumible duda que lo asaltaba enlos nuevos cambios de planes hizo que pasara de tener toda la iniciativa del combate, acomportarse de manera timorata y poco convencida. De hecho, Plemirio era una base másapropiada para pensar en una huida por mar que una alternativa para volver a atacar Siracusa.Además, al enterarse de que más naves corintias se acercaban a Sicilia, tan solo envió 20 navespara interceptarlas. Estaba claro que su firmeza y determinación habían perdido la fuerza deantaño. Puede que a ello hubiera que sumar sus cada vez más continuas dolencias renales queposiblemente le impidieran desarrollar sus planes con total lucidez.

El comportamiento inseguro de Nicias, rápidamente fue detectado por el inveterado olfato deGilipo, que una y otra vez, trató de atraerse a las tropas atenienses al combate. Aunque no loconsiguió, la seguridad con la que se mostraba ante sus propios soldados hizo que la moral de subando se elevara mientras minaba la del enemigo. Por fin, un primer asalto tuvo lugar y contratodo pronóstico, las armas de Gilipo fueron derrotadas. Pero aquel contratiempo no lo amilanó ytan pronto como se rearmó, obligó a las tropas de Nicias a entablar un nuevo combate si queríanseguir extendiendo su muro hasta Trógilo. En campo abierto y con menores restricciones, lacaballería de Gilipo cobró ventaja sobre los atenienses y pronto desbarató su ala izquierdaobligándolos a huir en desbandada. La victoria fue decisiva y Siracusa había logrado superar sumuralla a través de las líneas de asedio ateniense. El éxito se completó cuando la flota corintiade refuerzo al mando de Erasínides tocó tierra y engordó las tropas de Gilipo en 2000 hombresmás. Aquello valió al bando peloponesio para completar la muralla rodeando toda la meseta delas Epípolas e impidiendo la salida de los atenienses al mar del norte y la llanura. El plan originalde rendir Siracusa por hambre, había fracasado y se antojaba utópico a esas alturas.

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La moral espartana crecía por momentos y Gilipo se atrevió a solicitar más refuerzos deEsparta y Corinto así como arrastrar a las ciudades sicilianas que hasta entonces habíanpermanecido neutrales a desafiar la autoridad de la armada ateniense. Con todos estoselementos, Nicias consideró que no solo habían perdido la iniciativa de la campaña que eraganar Siracusa, sino que ahora se planteaban la propia supervivencia de la expedición. Conestos hechos en mente, decidió escribir a Atenas relatando de forma detallada la situación y lasperspectivas en el otoño de 414 a.C. Trató de no insinuar abiertamente una retirada de la flotao de su propio mando, pero en el fondo era lo que estaba haciendo ya que exigía comocontrapartida el envío de unos abultados refuerzos que casi podían constituir otra expediciónigual a la suya; deseaba transferir esa responsabilidad a la Asamblea y que fuera ella la queordenara el regreso de las tropas. Al fin y al cabo, él siempre había estado en contra de aquellaexpedición y ahora le había tocado en suerte, por diferentes causas, ser el único estratego almando y la situación se tornaba cada vez más oscura. Sin embargo, la respuesta de la Asambleateniense fue la menos esperada: se aprobó el envío de otra expedición que también se pondríabajo su mando aunque esta vez, otros generales fueron nombrados con miras a una mejorcoordinación. Entre aquellos generales se encontraban Demóstenes, héroe de Esfacteria oEurimedonte.

Mientras tanto, Esparta contempló con buenos ojos el envío de refuerzos al victorioso Gilipodada su buena racha. Aunque todo parecía marchar viento en popa, la manutención de lossoldados en Siracusa era costosa y las necesidades comenzaron a acuciar. Gilipo entendió quedebía actuar con rapidez y tan pronto como diseño un ataque naval señuelo que desarrollaronlos siracusanos, él con sus tropas aprovechó la oscuridad de la noche para tomar Plemiro, uno delos puntos vitales que mantenían aún los atenienses. 83 trirremes siracusanas apoyaron elataque luchando contra la flota ateniense que, sin embargo, se mostró muy superior. Pero elproblema de esta superioridad naval es que no tuvo una réplica en tierra, donde Gilipo conquistólos fortines atenienses con los víveres atenienses dentro.

Inmersos ya en una lucha sin cuartel, la batalla definitiva estaba muy cerca de comenzar ysería la que probablemente decidiría no solo el curso de aquella expedición ateniense en Siciliasino también el curso de toda la guerra. Conteniendo a la marina ateniense en el mar, lossiracusanos lograron que una y otra vez los atenienses vieran frustrados sus ataques y, aunqueno les vencieron, consiguieron que tampoco ellos pudieran alzarse con la victoria.

El desenlace del Gran Puerto

Aunque la victoria ateniense en el mar había sido un éxito, la pérdida de los fortines fueimposible de asumir. Aquella derrota estratégica había herido de muerte a la escuadra ateniensey el desenlace de la batalla (y casi de la guerra) estaba a punto de producirse. Por si fuera poco,para estas mismas fechas de 413 a.C. y en la Grecia continental, hay que recordar que Espartaya había sitiado Decelia, lugar de gran importancia estratégica situado en el Ática muy próximo

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a Atenas y desde donde se controlaban no solo los movimientos de tropas sino también laprincipal ruta de suministros de la ciudad procedentes del norte.

Consecuencias

Consumado el desastre ateniense, la situación de la guerra se tornó inmejorable paraEsparta. Muchas de las ciudades aliadas de Atenas comenzaron a sopesar su continuidad en laalianza délica y no fueron pocas las que decidieron poner fin a su relación con la metrópoli en lapresunción de que ésta ya no podría brindarles la protección necesaria. Algo que sí parecíapoder ofrecer Esparta, en mejores condiciones tras su victoria. Y es que de la mano de lavictoria en Sicilia llegó también el apoyo que tanto ansiaban los espartanos, el del imperio persa.El Gran Rey, a través de su sátrapa Tisafernes, llegó a firmar varios tratados de colaboracióncon Esparta con el fin de aniquilar de una vez por todas a la flota ateniense. Los persas seríanlos encargados de financiar una flota para Esparta equiparable a la de su rival, capaz devencerla definitivamente en el mar. Con una infantería superior y un cuerpo naval competente,muchos fueron los que se atrevieron a vaticinar un rápido desenlace de los acontecimientos. Sinembargo, las cosas no sucedieron con tanta rapidez como era de esperar. El “cerebro”estratégico de Esparta, Alcibiades se vio forzado a huir de la ciudad cuando se supo de surelación con la esposa del rey Agis. Sin poder regresar a Atenas donde su condena seguíavigente, marchó a la corte de Tisafernes para confabular esta vez contra los espartanos ydilatar todo lo posible su victoria. Tisafernes, convencido por Alcibiades de que lo másinteresante para Persia era prolongar la guerra y mantener un equilibrio de fuerzas en Greciano decantándose por ningún bando, comenzó a retrasarse en los pagos a los soldadosespartanos. Como consecuencia de esto, las relaciones entre Esparta y el imperio comenzaron atensarse de un modo innecesario y todo ello debido a la actitud conspiratoria del que había sidosu mejor estratego hasta la fecha. Este hecho explica por sí solo cómo desde 413 a.C. hasta 406a.C. Esparta no fuera capaz de infligir ni una solo derrota a la maltrecha escuadra ateniense apesar del apoyo que le estaba brindando el imperio persa. Al contrario, cuando todo parecíaestar en su contra, Atenas logró imponerse en las batallas de Cinosema, Abidos y Cicico, yequilibrar de nuevo la situación. Solo años más tarde con el ascenso de Lisandro a la navarquíaespartana y la exclusión de Tisafernes de los tratos con Esparta en favor del príncipe Ciro,lograron revertir la situación hasta llevarla al punto deseado.

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Fig.9: Mapa de Sicilia.

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Fig.10: Detalle de la Batalla de Sicilia.

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Batalla de Notio 406 a.C. La batalla de Notio, una vez más protagonizada por espartanos y atenienses, supone otra decisivavictoria de los primeros en el último tramo de la Guerra del Peloponeso. Por un lado, supone unapequeña recuperación tras un largo período de estancamiento en el que se podría decir que Espartaexperimenta un ligero retroceso con respecto a Atenas desde la victoria en Sicilia y la ocupación dela fortaleza de Decelia. Por otro lado, marca el viraje definitivo en las relaciones de Esparta conPersia que, a la sazón, se habían enturbiado a causa de un Tisafernes convertido en la marioneta delateniense Alcibiades. Esa mejora de las relaciones entre Esparta y Persia tendrán, sin embargo, unprotagonista de excepción, Lisandro, que de aquí a la conclusión de la guerra, será el auténticohombre fuerte de la política lacedemonia y el gran artífice de su victoria en la guerra.

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Antecedentes

Los años transcurridos entre 415 y 411 a.C. son los más difíciles para el bando ateniense. Enprimer lugar, Demóstenes y Nicias, estrategos atenienses, fueron duramente derrotadosdurante la campaña de Sicilia por los siracusanos apoyados por Esparta. No solo la derrota sinoel modo en que se produjo, con una retirada y una masiva pérdida de hombres y barcos en elcampo de batalla, sumió a Atenas en el más profundo de los pesimismos. Además, el que porentonces había sido depositario de la total confianza de los atenienses, Alcibíades, fuecondenado en ausencia por un presunto sacrilegio y terminó recalando en la enemiga Esparta,donde tuvo una calurosa acogida. Tras este fatal desenlace en Sicilia solo dos años más tarde losatenienses fueron testigos de cómo eran “sitiados” por los espartanos muy cerca de su propioterritorio: Decelia. Aquel lugar era de vital importancia para Atenas puesto que constituía laprincipal ruta de suministros para la ciudad. La mayor parte del abastecimiento de cereales seproducía a través de aquel promontorio y su ocupación significaba que la única alternativa era ladel cabo Sunio, al sur de Atenas, provocando la carestía de los alimentos y agravando la crisisde la ciudad que, poco a poco, veía como su tesoro público mermaba significativamente.Probablemente la peor de las noticias de este evento para los atenienses fuera enterarse de quehabía sido el mismo Alcibíades quien había animado a los espartanos a ocupar dicho lugar porsaber que era de vital importancia para la ciudad. A diferencia de las primeras invasiones delÁtica destinadas a devastar los campos atenienses, ésta si era especialmente dañina porque deaquí procedía la mayor parte del suministro de grano de Atenas. Además, su posiciónprivilegiada en un alto, daba la posibilidad a los espartanos de tener la visión de todos losterritorios que circundaban Atenas y, en consecuencia, ver con anticipación todos losmovimientos del enemigo.

Evidentemente, estos dos graves contratiempos no pasaron desapercibidos para el resto deciudades griegas que pronto comenzaron a abandonar sus alianzas con Atenas y tampoco parael imperio persa, que vio una oportunidad única de reducir por fin al imperio ateniense demanera definitiva. Todo parecía allanarse, por tanto, para Esparta en su camino hacia lavictoria. Pero la alianza con Persia, de la que tantos rendimientos se esperaban, se complicóhasta el extremo de alargar la guerra merced a las ambigüedades de éstos y los engaños ymaquinaciones del ilustre Alcibíades.

Esparta, por su parte, se mostraba exultante tras la victoria en Sicilia y el “cortejo” de lospersas. Muchos de sus ciudadanos sintieron que disfrutarían de una mayor riqueza, que Espartasería más poderosa y más grande y que las familias de algunos particulares verían por fin suprosperidad acrecentada (Diod. 11, 50). La alianza con Persia que podía proveerla tanto dedinero como de naves, era excepcionalmente interesante. El ofrecimiento persa se materializó através de dos embajadas a Esparta: una desde Quíos y Eritras, al frente de la cual viajabaTisafernes y otra al frente de la cual viajaba Farnabazo, sátrapa de la provincia helespontinadel imperio. Ambas solicitaban la ayuda espartana para encender la rebelión contra Atenas, delmismo modo que antes lo habían hecho los eubeos y los lesbios. Así fue como se concluyó eltratado de Epílico, que arrancaba el compromiso de una “amistad duradera” entre lacedemonios

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y persas (Andoc. 29). Esparta finalmente se decantó por enviar naves a Quíos, y con Alcibíadesy Calcideo al mando, lograron no solo la sublevación de ésta sino también un amplio eco entreotras ciudades próximas como Eritras, Clazómenas, Heras y Lebedo. Pero si hubo alguien quejugó un papel destacado a la hora de hacer realidad ese tratado entre Esparta y Persia, fue elprófugo ateniense Alcibiades. El hecho de que hubiera sido él el autor intelectual de la victoriade Sicilia y la exitosa fortificación de Decelia, le habían granjeado un gran prestigio en Esparta,cuyo máximo consejo se avenía con facilidad a escuchar sus propuestas. Sin embargo, losprometedores comienzos de la colaboración pronto vendrían a debilitarse merced a un asunto dealcoba que involucraba al mismo Alcibiades y a la esposa del rey espartano Agis, Timaea, con laque se dice mantuvo un apasionado romance. Como resultado de semejante affaire, el ateniensese vio obligado a huir de Esparta al saberse perseguido por la orden de captura que el monarcaespartano emitió contra su vida. Su destino fue, precisamente, la corte de Tisafernes.Recordemos que Alcibíades había sido condenado en Atenas años antes y tras perder laprotección de Agis, ahora se le unía la de Esparta. Pero si Alcibíades quedaba en una delicadasituación, Esparta tampoco salía bien parada de su marcha. La estrecha relación que Alcibiadesy Tisafernes empezaron a cosechar, derivó en las maquinaciones del primero para que elsegundo no siguiera apoyando tan decididamente a la ciudad lacedemonia. Le explicó que lo quemás interesaba a los persas era el equilibrio de fuerzas entre Esparta y Atenas en el Egeo, yaque la victoria de una podía significar un aumento de poder que pudiera hacer sombra al suyo.Así que instó a Tisafernes a reducir y dilatar la financiación de los lacedemonios y prolongar laguerra entre ellos. Los persas se dilataron bastante en pagar los sueldos a los peloponesios y,además, se estaban planteando la posibilidad de reducirles el salario. Lo que sí está claro es queTisafernes entregó a Alcibíades toda su confianza (Thuc. 45, 2 // 46, 5) y a partir de entonces, laalianza perso-peloponesia comenzó a peligrar. Según Kagan, para Tisafernes la ayuda al bandopeloponesio no había ido como esperaba. Él estaba convencido de una rápida expansión de larebelión por toda jonia y una temprana conclusión de la guerra. Al no ser así, ésta se alargaríaen el tiempo y requeriría de más tropas y más fondos. Para Esparta la pérdida del apoyo deTisafernes significaba retroceder ampliamente. Los atenienses seguían dominando los mares yun enfrentamiento naval estaría claramente decantado a favor de Atenas como terminaríademostrándose.

A pesar de ello, Esparta y Persia renovaron su alianza. A instancias de Terímenes, el tratadoprevio fue revisado y los espartanos lograron retocar algunos puntos que considerabannecesarios vista la experiencia previa. Puede que el tratado anterior no fuese equitativo, pero sínecesario. Los peloponesios apenas podían avanzar sin la ayuda de los persas y valga comoprueba las empresas de Astíoco, navarco lacedemonio, poco antes del segundo tratado conTisafernes. Desde Quíos había tratado de apagar cualquier intento de rebelión tomandorehenes y atacando todos los posibles puntos de resistencia ateniense, aunque finalmente notuvo éxito. Sus estrategias fracasaron y además, el tiempo obró en su contra. Por otro lado, loslesbios solicitaron su ayuda para formar su rebelión. Sin embargo, las disensiones internasencabezadas por Corinto dieron al traste con dicha iniciativa. En un segundo intento porprender la mecha de la rebelión en Lesbos, Astíoco invitó a Pedárito, gobernador espartano deQuíos, a unirse a la empresa. Sin embargo, éste la rechazó lo que obligó a Astíoco a abandonar

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su plan. Unas veces por inferioridad naval, otras veces por disensiones internas, estaba claroque el bando peloponesio no estaba preparado todavía para presentar una candidatura seria a lavictoria. Y eso a pesar de que la flota ateniense pasaba por sus momentos más bajos. Para elbando peloponesio no tener de su lado al imperio era como caminar sin guía por una sendaoscura. Por ello, cuando la actitud de Tisafernes fue la de distanciarse del bando peloponesio,surgieron los problemas. En primer lugar, porque el imperio era la principal fuente definanciación de los marinos peloponesios y los constantes retrasos en los pagos perjudicarongravemente a la moral de la tropa lo que irremediablemente desembocó en no pocas quejaspúblicas por parte de éstos. En segundo lugar, el papel que estaba desempeñando Astíoco,totalmente adherido y confiado de la buena voluntad de Tisafernes, tampoco jugó a su favor.Los propios peloponesios y especialmente los siracusanos, criticaban su falta de decisión y elhecho de haber dejado pasar varias oportunidades de asestar un duro golpe a los ateniensescuando no atacó su flota en el momento más adecuado. Precisamente, la excusa del supuestoenvío de una flota fenicia prometida por Tisafernes fue lo que terminó por precipitar la rupturade facto de Esparta con el sátrapa persa. Como relata Tucídides, parece que Astíoco se empeñóen esperar este refuerzo de barcos para atacar a los atenienses. Pero parece que, de hecho, élera el único que creía en la existencia de esa flota de apoyo. Por un lado, los peloponesios lointerpretaron como un gesto de cobardía para dilatar o evitar un ataque a la flota enemiga. Y,por otro lado, es muy probable que para ese momento Tisafernes ya se hubiera convencido de lopositivo que sería seguir el consejo de Alcibíades de no apoyar a ningún bando en concreto, porlo que no creo que estuviera entre sus planes enviar una flota (Thuc. 8, 88). Después de estaenésima indecisión de Astíoco, se produjo en Samos una consecuencia inevitable. Tras regresara Mileto, eludiendo una vez más el combate con los atenienses, fue presionado para que llevaraa cabo una acción definitiva. Clearco, capitán de cuarenta naves, marchó a informar de lo queestaba aconteciendo al sátrapa de Anatolia septentrional Farnabazo, quien había prometidopagarles el total de lo que se les adeudaba si le ayudaban a rebelar, todas las villas que teníanlos atenienses en su provincia. La respuesta no se hizo esperar. La consecuencia de estacolaboración con Farnabazo la tenemos, en primer lugar, en que la paga de los soldados essatisfecha y, por otro lado, la armada peloponesia por fin se resuelve a una acción bélica, unavez que las naves de Míndaro han alcanzado hábilmente el Helesponto. Sin embargo, a pesar dela aparente mejoría de la situación de los soldados y la determinación de Míndaro a vencer en labatalla, los cambios no se traducen en una victoria y los desesperados atenienses, a pesar de laconvulsa situación interna que vivían en los últimos tiempos, logran derrotar a la escuadrapeloponesia en la batalla de Cinosema en 411 a.C. Esta victoria supuso un respiro para ellos, yaque, como dice Kagan, en caso de haber sido derrotados y perdida su flota, no habrían tenidotiempo para construir una nueva debido a la ausencia de fondos. La conclusión más importantede esta batalla es que, como dijimos al comienzo y como también confirma Kagan, Espartagozaba ya de todo el apoyo material y logístico del imperio, pero le faltaba la singladura de laexperiencia. Veintiún barcos peloponesios fueron capturados y el resto puesto en fuga haciaAbidos donde tenían su base en el Helesponto. Mientras, gracias a esta victoria, Atenas alargósu presencia en la contienda y recuperó Cícico que le permitió obtener dinero (Thuc. 8 ) yprepararse para un nuevo enfrentamiento.

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Esparta que no había sabido aprovechar esta primera oportunidad para dar un golpe deefecto a la guerra, no tardó en recomponerse e intentar una nueva acción encaminada al mismoresultado. Ello se desprende de lo dicho por Tucídides donde relata la toma de naves enemigaspor parte de los peloponesios en Eleunte, seguramente a fin de rearmarse. Recordemos queéstos habían perdido veintiuna trirremes en la anterior contienda, lo que le restaba superioridadnumérica con respecto a los atenienses. Puede que contrariados por la derrota, el bandopeloponesio optara, además, por traer la flota de Dorieo, que se componía de catorce naves,hasta el Helesponto. Este oficial siracusano estaba embarcado tratando de aplacar una rebeliónen Rodas, mientras sus movimientos estaban siendo vigilados por Alcibiades desde Samos.Cuando las naves de Dorieo fueron avistadas, los atenienses lograron bloquearlo y desviarlehasta la costa de Reteo, lo que provocó la salida precipitada de Míndaro y Farnabazo en suayuda con ochenta y cuatro naves. Es importante reseñar como, tras haber perdido veintiúnbarcos en Cinosema, la flota peloponesia reaparece con un número incluso mayor que elanterior de naves preparadas para la lucha, concretamente noventa y siete (ochenta y cuatro deMíndaro y catorce de Dorieo) Cuando Kagan mencionaba que de haber perdido en Cinosema laflota ateniense habría estado abocada a la derrota final, se justifica diciendo que no habríantenido ni tiempo ni fondos para reconstruir una nueva flota, y, sin embargo, los peloponesios, enapenas unos meses lograron restablecer prácticamente el mismo número de naves que teníanantes de la misma batalla (sin contar las de Dorieo). Esto solo puede explicarse por el apoyo queestaba recibiendo de Persia. Aunque es cierto que Tucídides refiere la toma de naves enemigasen Eleunte, es imposible imaginar que no se utilizaran fondos para reparar o incluso construiralgunas de ellas. Y esos fondos provendrían de Persia, sin lugar a dudas.

En cualquier caso, ambas flotas mantuvieron una lucha igualada hasta la aparición deAlcibiades con diez y ocho naves más, lo que elevó el número de naves atenienses a noventa ydos. Con un número de naves parejo, la experiencia ateniense volvió a decantar la balanza y alanochecer, el propio Míndaro optó por retirarse a Abidos y gracias a eso y a la oscuridad, evitóun desastre mayor. Los atenienses tomaron treinta naves peloponesias y quince que habíanperdido en Cinosema (Xen. Hell. 1, 1, 6). Una vez más, la logística que los persas estabanbrindando a la escuadra peloponesia se tornaban inútiles. De haber podido, los ateniensespodían haber aniquilado casi por completo a la escuadra perso-peloponesia en aquella mismaacción. Sin embargo, las rebeliones internas (caso de Eubea) a las que tenía que hacer frente yla ausencia de financiación les impidieron asestar el golpe definitivo. Solo la aparición, mástarde de Terámenes con veinte naves de Macedonia y Trasibulo con otras veinte (Xen. Hell. 1,1, 12) les permitió replantearse la posibilidad de navegar hacia Cícico (donde se había reubicadola flota peloponesia) y enfrentarse de nuevo a Míndaro y Farnabazo. Ese lapsus de tiempo levalió a los peloponesios para que, una vez más, gracias al apoyo logístico persa, pudieranrecomponer su flota y prepararse para otro nuevo asalto, el tercero casi consecutivo.

Éste tuvo lugar en la primavera de 410 a.C. y una vez más, se demostró la pericia de Atenasen el mar. Sin saber Míndaro la cantidad de barcos que el enemigo había conseguido reunir(Xen. Hell. 1, 1, 15), se percató de cuarenta pero no contó con otros tantos de la flota Cardia(Diod. 12, 39, 4). Según Kagan, Míndaro cayó en la trampa pensando que tenía una superioridad

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de dos a uno. Simulando una retirada, Alcibiades -al que Atenas le había permitido de maneraexcepcional dirigir su armada- atrajo a su flota lejos de la costa y entonces giró en redondo.Míndaro logró acercarse a la costa para recibir el apoyo del ejército de tierra de Farnabazo loque equilibró en parte la contienda. Sin embargo, la llegada de Terámenes con tropas terrestrespara apoyar al resto de la escuadra ateniense terminó por doblegar a la fuerza combinadaperso-peloponesia y al propio Míndaro, que perdió la vida luchando. Aquella doble victoria entierra y mar redundó en la buena moral del bando ateniense que atrapó a todas las navesenemigas excepto las siracusanas y puso en fuga a los peloponesios que perdieron Cícico y conello su influencia en el Helesponto. Los detalles de la batalla quedaron ampliamente relatadospor Diodoro (13, 50-52). Es fácil hacerse a la idea de lo que el resultado supuso para ambosbandos. Mientras los atenienses celebraron la victoria llenos de ánimo, en el bando peloponesiocundió la desolación. Ello queda atestiguado por la carta enviada por Hipócrates a Esparta en laque afirmaba que las naves estaban perdidas, Míndaro muerto y los hombres hambrientosapostillando que no sabían qué hacer (Xen. Hell. 1, 1, 23). Parece bastante normal teniendo encuenta que no solo habían fracasado en el mar que era el terreno en el que estaban obligados aganar si querían vencer en la guerra, sino que en la última contienda también habían caído entierra. El optimismo tras la sustitución de Tisafernes por Farnabazo se había tornado en unevidente pesimismo y la victoria que antes parecía más segura y cercana por poder presentaruna candidatura seria a dominar el mar, corría el peligro de volver al punto de inicio y el empatetécnico entre ambas potencias. Ni el dinero, ni la flota ni el apoyo persa se habían traducido enla superioridad esperada. Más bien al contrario, la escuadra peloponesia había perdido elcontrol del Helesponto y la amenaza que se cernía sobre la principal ruta de suministro de granopara Atenas, se había disipado. Es decir, Esparta estaba ahora más lejos de su objetivo quehacía apenas un año a pesar de contar con mayor apoyo logístico.

De nuevo, las relaciones de Esparta con Persia, que habían mejorado desde la elección deFarnabazo y el alejamiento de Tisafernes, volvieron a jugar un papel fundamental para evitar loque hubiera sido la retirada definitiva de Esparta de la contienda marítima. De no haber tenidoel apoyo económico persa, no es difícil imaginar que, tras haber perdido la flota entera, lospeloponesios habrían tenido que regresar a casa no solo sin conseguir una victoria que seresistía sino además, con pocas expectativas de regresar pronto al combate ya que el montopara reconstruir una flota de aquellas dimensiones, superaría con creces las posibilidadesfinancieras de toda la Liga del Peloponeso. Como veremos, ni siquiera las buenas intenciones deFarnabazo convencerían a los peloponesios para volver pronto a pelear. Sin embargo, el hechode que el imperio persa estuviera decidido a invertir gran parte de sus esfuerzos en derrotar aAtenas, hizo que Farnabazo, recién consumada la derrota, alentara a sus aliados peloponesios ylos proveyera de equipamiento para dos meses además de mantas (Xen. Hell.1, 1, 24). Adiferencia de Tisafernes, la tutela de Farnabazo se estaba caracterizando por el pago puntual yregular de la soldada, lo que influía en el ánimo de los peloponesios. Además de eso, se reuniócon los trierarcos y ordenó reconstruir cada uno de los barcos que se hubieran perdido en losastilleros de Antandros (Xen. Hell 1, 1,25).

A pesar de estos esfuerzos de Farnabazo, los peloponesios habían perdido casi ciento

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cincuenta y cinco trirremes en apenas unos meses, lo que hacía deseable un período de paz. Asífue como Esparta acudió a Atenas con una propuesta de paz en la que se preveía la devoluciónde territorios y el canje de prisioneros (Diod.12, 52, 3). Puede que movidos por un exultanteoptimismo los atenienses la rechazaron. Si analizamos fríamente es una postura lógica. Comoafirma Kagan, las relaciones con Tisafernes estaban prácticamente rotas y la derrota de Cícicoque habría sorprendido al mismo Farnabazo, podía hacer que el rey persa optara por abandonarel apoyo que ofrecía a Esparta y preocuparse de otras zonas calientes de su imperio. Ademáshay que recordar que la iniciativa espartana de pedir la paz a Atenas sin contar con Persiasuponía una violación de sus acuerdos, lo que empujaba aún más a la ruptura total de relacionesentre ambos.

El resurgir de Esparta: Lisandro y Ciro

A pesar de que debido a los malos resultados obtenidos la colaboración de Persia y Espartaestaba a punto de disolverse, el Gran Rey de Persia quiso dejar clara su total adscripción albando peloponesio y para ello, comenzó a adoptar medidas encaminadas a reforzar esa alianzay concluir la guerra cuanto antes. Se apresuró a enviar a su hijo Ciro como káranos(Comandante supremo de las fuerzas militares) poniéndose al frente de todas las tierras de lacosta (Xen. Hell. 1, 4, 3). Con Farnabazo en un segundo plano y Tisafernes apartado del mando,ahora sería Ciro quien se encargaría de guiar la colaboración de Persia con Esparta. El príncipeCiro, por su parte, tenía sus propias aspiraciones. Ello no quiere decir que no estuvierainteresado en apoyar a Esparta, pero era evidente que sus miras (junto con las de su madreParisatis) estaban puestas en el trono de Persia, donde tenía no pocos enemigos. Ello le habríallevado a concebir el apoyo a Esparta como una suerte de inversión a largo plazo en su carrerahacia el trono. La oposición que su candidatura despertaría en su propio país podría quedarsilenciada con el apoyo de una potencia extranjera.

Si la entrada del imperio persa en favor del bando peloponesio resultó definitiva, elnombramiento de Lisandro como navarco también lo fue, al menos en la misma proporción. Lasprincipales fuentes, Plutarco y Jenofonte, atribuyen el mérito de esa providencial ayuda a estesingular espartano. Las calculadas gestiones que realizó para ganarse a Ciro, según estosescritores resultaron determinantes a la hora de decantar la guerra hacia un bando concreto.

Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento por lo que sería difícil tratar de determinar suedad. Su nacimiento fue fruto de la unión entre Aristócrito y una mujer hilota. Por tanto,Lisandro sería un mothax, una clase social inferior a los homoioi o espartiatas, resultante de launión entre un espartiata y una mujer esclava. Este hecho no le libraría pues, de pasar unainfancia que habría transcurrido en la más absoluta pobreza según nos informa Plutarco. Parecebastante cierto, además, que Lisandro fue un niño aplicado, obediente a sus superiores ymoderado en sus pasiones. Como bien señala Plutarco, el único deseo que Lisandro no sepreocupó en contener fue aquel que le serviría para ser honrado y recordado de por vida a la

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par de aquel que le entregara a Esparta el dominio de toda Grecia. Además de un niñodisciplinado se dice de él que también tuvo la virtud de la humildad y el desprecio por lomaterial, otras más de las atribuciones que se esperaban de un buen espartano. Plutarco nosdice que fue “más obsequiador que los poderosos” y que habiendo colmado a Esparta deriquezas con oro y plata después de la guerra, no guardó nada para sí mismo. Recordemos quetradicionalmente Esparta se había caracterizado por un sistema de vida austero y poco apegadoa lo material. Por eso, cuando Plutarco dice que “llenó Esparta de riqueza” también añade “decodicia”. Muchos creen y, entre ellos Plutarco, que uno de los grandes males de Esparta fue elhaber admitido todas las riquezas que le fueron entregadas tras la guerra. Señalan este hechocomo el principio de su decadencia. Sin embargo, analizando los datos de manera fría y distante,podemos comprobar como el término de la guerra supuso para Esparta los años de mayorprosperidad ya que, gracias a ese dinero consiguió construir una flota capaz de enfrentarse a laateniense y además, fue capaz de continuar su expansión hacia el este, presentándose en Asiacon nuevas unidades militares que hasta entonces no se le conocían. Esparta, gracias a lavictoria de Lisandro supo adaptarse a su nueva situación y sacar provecho de ella durantedécadas.

Con un Ciro que, a la sazón rondaría los 16 o 17 años, totalmente respaldado por el Gran Reypara apoyar a los lacedemonios y con un Lisandro dispuesto a encumbrar a Esparta hasta cotasnunca antes conocidas, la nueva colaboración resultó excepcionalmente fructífera. El jovenheredero llenó de dinero las arcas espartanas y preparó los suficientes barcos como para queEsparta contara con una flota realmente competitiva y dispuesta a disputar el poderío en el mara los atenienses. Reforzar la infantería habría servido de poco, ya que por lo vistoanteriormente, las batallas más importantes se disputarían en el mar. Acerca de la entrevistaque ambos mandatarios mantuvieron, es bueno rememorarla con las palabras del mismoJenofonte: “(Lisandro) éste llegó a Rodas, tomó allí unas naves y partió para Cosa y Mileto, ydesde aquí para Éfeso, y permaneció allí con setenta naves hasta que Ciro llegó a Sardes.Después que llegó, fue a verle con los embajadores a Lacedemonia. Allí entonces criticaban aTisafernes por lo que había hecho y pedían a Ciro mismo que tomase más interés por la guerra.Ciro dijo que su padre le había ordenado eso y que él mismo no tenía otras intenciones querealizar todo; que había venido con quinientos talentos y que, si éstos no bastaban emplearía suspropios bienes, además de los que su padre y si también éstos eran insuficientes, destruiría eltrono sobre el que estaba sentado, que era de oro y plata. Ellos le elogiaban por ello y leinstaban a fijar un sueldo de una dracma ática diaria por tripulante, explicando que si el sueldofuera éste, los remeros atenienses dejarían las naves y él gastaría menos dinero. Ciro dijo queellos tenían razón pero que no podía hacer más de lo que el rey le ordenó; que había ademásunos convenios redactados así, dar treinta minas a cada nave al mes, cuantas quieran equiparlos lacedemonios. Lisandro se calló entonces. Pero después de la cena, cuando Ciro brindó porél qué le agradaría más que hiciese, dijo: “Que añadas un óbolo al sueldo de cada tripulante”.Desde ese momento el sueldo fue de cuatro óbolos; antes de un trióbolo. Además, pagó lo quedebía y adelantó el sueldo de un mes, de modo que el ejército estaba mucho más dispuesto.

La reunión sirvió principalmente para que Ciro confirmara el respaldo del imperio a la causa

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peloponesia de manera rotunda. Por un lado quería poner fin al período de inestabilidad quehabían supuesto los años de colaboración con Tisafernes y, por otro, deseaba que el conflictoentre los griegos concluyera de una vez por todas. Tanto Ciro como su padre fueron de laopinión de que les sería más cercano a sus intereses que fueran los peloponesios los que salieranmejor parados de semejante guerra civil ya que, el imperio marítimo ateniense siempre podríaconstituir un obstáculo a su propia existencia y estabilidad, amén de las afrentas causadas en elpasado. Ni los ruegos de los atenienses que enviaron embajadores a Ciro ni las insistencias deTisafernes fueron escuchadas por el Gran Rey o por su hijo. El imperio había tomado unadecisión y esta parecía irrevocable.

La batalla

Para Alcibíades, Notio tenía un gran atractivo y es que, aunque no podía ser consideradacomo una base naval al uso, era un lugar desde donde realizar incursiones contra Éfeso, la baseespartana. Además, podía romper la comunicación de esta ciudad con Quíos a fin de evitar lapresencia espartana en el Helesponto.

Por su parte, una de las primeras medidas adoptadas por Lisandro una vez comenzada lacampaña, fue reunir una flota de 90 naves que estaban en Éfeso y prepararlas para entrar encombate. A pesar de esa ligera ventaja numérica, Lisandro no se precipitó. Por un lado, eltiempo estaba de su parte y su programa de entrenamiento de las tropas se había revelado losuficientemente efectivo como para armar una flota eficaz. Por supuesto, todo ello conjugadocon un notable aumento de salarios de los marinos merced a las donaciones de Ciro. Estorepercutió no solo en la buena moral de los soldados espartanos, sino también en que vació lasnaves enemigas de marineros, que solo atendían a razones económicas para luchar por uno uotro bando. Este hecho, sin embargo, debió de urgir a actuar al bando ateniense, antes de verdisminuidos sus efectivos sobremanera y arriesgarse a una derrota. Parece que Alcibiadesintentó una y otra vez sin éxito que Lisandro saliera a presentar batalla, pero el lacedemonio noestaba dispuesto a arriesgar más de lo necesario y mantuvo su frialdad. Tras un mes derepetidos intentos, Alcibiades marchó de Notio para apoyar a la flota de Trasibulo en el asedio aFocea. Esta maniobra entendió que podría motivar la salida de Lisandro al combate, ya que latoma de Focea podría significar retener un excelente lugar desde el que lanzar ataques sobreotras ciudades de interés para Esparta. Por eso Alcibiades llevó solo naves de transporte y dejóen Éfeso al grueso de sus tropas a cargo de Antíoco, que pilotaba su nave. Parece que dichonombramiento fue bastante polémico ya que Antíoco no ostentaba uno de los grandes rangos ysemejante flota habría requerido de la experiencia de otro gran general al mando. La únicaorden expresa que Antíoco recibió de Alcibíades fue la de no atacar a Lisandro bajo ningúnconcepto. Aunque en un principio no tenía orden en tal sentido, Antíoco zarpó de Notio, ciudadpróxima a Éfeso y se dejó ver con dos naves demasiado cerca de las de Lisandro. Este hechodebió de ser considerado una provocación por el navarca espartano que lanzó varias naves en supersecución. Sin embargo, este gesto no fue producto de la precipitación. Lisandro llevaba

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meses estudiando a la flota ateniense, gracias a las noticias que determinados desertores lepasaban. Además, también estaba al tanto de lo ocurrido en la batalla de Cícico, por lo que erabuen conocedor de sus maniobras. Precisamente Antíoco quiso emular lo realizado porAlcibiades en Cícico, tratando de atraer a Lisandro a la batalla con el señuelo de una pequeñaflota de avanzadilla que, más tarde y por sorpresa, sería reforzada por el resto de trirremes. Deesa manera, calculaba Antíoco, las tropas de Lisandro saldrían del puerto a capturar la pequeñaflota mientras el grueso de las naves atenienses bloquearía un hipotético regreso al puerto deéstas. Bloqueados ya en alta mar, a Lisandro no le quedaría otra opción que plantar batalla. Sinembargo, estos cálculos se hicieron sin tener en cuenta al genio militar que se hallabaencabezando las tropas espartanas. El barco de Lisandro se fue directo a por el de Antíoco y lohundió. Las otras nueve naves que componían esa flotilla de anzuelo, se dieron a la fuga ante elespanto que les produjo la caída de su líder. En medio del caos y la confusión, la flota espartanacomenzó a perseguir y dar caza a los huidizos atenienses. Las pocas naves de apoyo que habíanquedado en el puerto de Notio se vieron obligadas a salir apresuradamente a ayudar almalogrado Antioco, lo que es probable que influyera en su desordenada formación. Aquelloterminó costando a los atenienses una dolorosa derrota además de 22 trirremes y variosprisioneros. Enterado Alcibiades, regresó inmediatamente de Focea tres días después y trató deenmendar el error de su lugarteniente intentando sin éxito que la flota de Lisandro, ya recogidade nuevo en Éfeso, saliera a combatir. Pero Lisandro se mantuvo frío e inteligente. El númerode barcos atenienses sobrepasaba en mucho a sus naves y habría supuesto una imprudencia sinsentido salir a pelear. En lugar de eso, prefirió atrincherarse y esperar acontecimientos, si bienle dio tiempo a erigir un trofeo en Notio para conmemorar su victoria.

Consecuencias

A pesar de la inyección de moral que para el bando espartano supuso aquella victoria, suspositivas consecuencias no tuvieron un eco inmediato. Lo que podría haber supuesto el inicio delfin de la guerra, todavía tuvo que dilatarse más por una cuestión puramente formal del ejércitoespartano. Y es que Lisandro había comandado la flota espartano bajo el título de navarco,cargo que por definición, solo podía desempañarse por espacio de un año no reelegible. Al pocode finalizar la batalla, la navarquía de Lisandro expiró y en su lugar fue elegido Calicrátidas. Lavalía de este gallardo general lacedemonio nunca debería ponerse en duda, pero su derrotafrente a los atenienses en la siguiente batalla en la que ambas escuadras se enfrentaron (Batallade Arginusas 406 a.C.) no solo le costó la vida, sino que emplazó a las autoridades espartanas abuscar una solución jurídica urgente a fin de reponer en su antiguo puesto al ya querido yvictorioso Lisandro. Lograr ese equilibrio favorable en la guerra, le había llevado a Espartademasiados años y bajo ningún concepto deseaban que la contienda volviera a igualarse.

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Batalla de Egospótamos, 405 a.C.

La derrota de Calicrátidas en la batalla de Arginusas en 406 a.C. había vuelto a acercar losacontecimientos al empate técnico, algo que Esparta trataba de evitar por todos medios. Queríaaprovechar y prolongar los efectos positivos de su victoria en Notio sobre el atenienseAlcibíades, pero un problema de corte legal como era la imposibilidad de reelegir como navarcoa aquel que les había brindado semejante victoria, les obligó a buscar una solución que solopodría hallarse en complicados malabarismos jurídicos. Pero no cabía otra opción. Tanto loshombres que habían combatido bajo su mando en Notio, como los persas que financiaban la flotaespartana, presionaban para que Lisandro fuera repuesto en el mando. Así que entonceshallaron la solución en una curiosa fórmula: nombraron como navarco a Araco, mientras queLisandro fue nombrado su secretario (epistoleus). En realidad, todo fue una especie de ficciónlegislativa; todos supieron que sería Lisandro quien ejercería el poder a la sombra.

Antecedentes

Después del éxito de Notio en 406 a.C. la navarquía de Lisandro expiró y su cargo pasó amanos de Calicrátidas. Por los hechos relatados en Jenofonte y Plutarco, no parece haber sidouna transición amistosa. Nos cuenta Jenofonte que cuando cedió el testigo a Calicrátidas le hizosaber que le cedía el mando “siendo dueño de los mares” y por supuesto, no se abstuvo dehacerle alguna sugerencia para su mandato menospreciando sus cualidades. Además hizoreferencia a los problemas por los que tuvo que pasar Calicrátidas a fin de conseguir el dinerode Ciro para pagar a la tropa (Xen. Hell. 1, 6) afirmando que el dinero que había para hacerlo,ya se había encargado Lisandro de devolvérselo al príncipe persa con el fin de que fuera elpropio Calicrátidas quien se lo pidiera. En base a su amistad, Ciro dilató la entrega todo lo quepudo hasta que Calicrátidas cansado, marcho a Mileto para pedir un adelanto con el fin de poderentrar en combate. Una vez superados estos escollos iniciales, todavía tuvo que hacer frente aun problema aún mayor. En ese momento, el enemigo al que tuvo que enfrentarse, no fueron losatenienses sino sus mismos tripulantes que, a la sazón, habían combatido junto a Lisandro enNotio y se resistían a aceptar tranquilamente el nuevo nombramiento. Plutarco afirma queLisandro se habría procurado una numerosa clientela afín a su persona a la que premiaría por sufidelidad, es decir, había hecho venir a aquellos aliados que por sus servicios, su valor y sudistinción se habían ganado un sitio cerca de él y les habría conminado, además, a crear suspropias cofradías, ser prósperos en los negocios y mutar a los gobiernos democráticos de suspatrias respectivas. Por este motivo no es difícil explicar que desde el primer día, aquellossoldados boicotearan la labor de Calicrátidas en el mando de las naves a través de críticas ycomentarios hirientes. A cambio de hacer todo esto, les premió con los mayores honores ydistinciones. Con semejante caldo de cultivo, no es difícil imaginar que para el momento en que

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Calicrátidas se enfrentó a Conón en Mitilene, el ambiente entre la tropa no sería el más idóneopara plantar batalla. A pesar de las adversas circunstancias, logró unir 50 naves más a las 90heredadas de Lisandro y además, ingenió un exitoso sitio a Conón, al mando de la flotaateniense, que no pudo pedir auxilio a Atenas. Sin embargo, todo terminó cuando éste logró queuna nave ateniense escapara de su control y diera la voz de alarma. Las naves atenienses derefuerzo se prepararon y marcharon hacia Samos, derrotando y dando muerte a Calicrátidas enla batalla de las islas Arginusas en 406 a.C.

La repercusión de aquella derrota en el bando peloponesio debió de ser grande. Los quiotas yel resto de aliados enviaron noticias de lo ocurrido a Lacedemonia y reclamaron abiertamente elretorno de Lisandro a la armada. Sin embargo, un laberinto jurídico impedía que tal hechopudiera producirse tan fácilmente. El cargo de navarca tenía un año de duración no prorrogabley Lisandro ya había completado el suyo. Sin embargo, el gobierno de Esparta era plenamenteconsciente de la situación y sabía que no atender a las peticiones de los aliados les conllevaríauna más que ostensible división interna e incluso un amotinamiento por parte de las ciudadesaliadas. Por tanto, el dilema para Esparta no era menor. Sin quererlo, se hallaban ante unasituación que les planteaba saltarse la legalidad vigente para atender a circunstanciassobrevenidas o mantenerse fieles a su ordenamiento. Así, en un alarde de ingenio, la asambleaoptó por una solución sin precedentes; nombró navarco a Araco y Lisandro obtuvo el cargo desecretario de éste. Los asamblearios sabían que el poder a la sombra sería ejercido por éste,mientras que el primero se limitaría a cumplir sus órdenes. Su decisión, finalmente, no pudoresultar más acertada.

La batalla

Resuelto con éxito el problema de la navarquía y oficializado el nombramiento, la alianza conPersia volvió a funcionar en el momento que más falta hizo. La flota había sido destruida casipor completo, pero la buena amistad que Lisandro seguía manteniendo con Ciro, permitió queéste enviara una nueva remesa de dinero (Xen. Hell. 2, 1, 11) mientras el primero ordenabaconstruir más naves en Antandro. Llama la atención el hecho de que, al igual que la primera vezque Lisandro le pidió dinero a Ciro, éste reaccionó haciendo alusión al gran esfuerzo económicoque estaban realizando tanto él como el rey, una vez más el príncipe persa le afirmara habergastado ya todo su dinero, tanto el suyo como el de su padre (Xen. Hell. 2, 1, 11-12) aunqueahora como entonces, terminara dándoselo. Poco después señala Jenofonte que Ciro tuvo quemarchar a ver a su padre enfermo, no sin advertirle antes que tenía mucho más dinero paraentregarle, además de pedirle que se asegurase de luchar contra los atenienses cuando tuvierala certeza de tener más naves que ellos (Xen. Hell. 2, 1, 13-14). Puede que Ciro estuvieratratando de contener su deseo de mostrar abiertamente su apoyo a Lisandro en primeraestancia a fin de que éste no sintiera que tenía a Ciro bajo su control. Sin embargo, comodijimos más arriba, puede que la propia inexperiencia del príncipe le hiciera no poder reprimir loque de hecho quería hacer. Al fin y al cabo, a él también le interesaba, no solo una victoria de los

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espartanos, sino también una resolución rápida del conflicto. Más ahora cuando su padre estabaenfermo y el mismo debía retirarse durante un tiempo para ir a verle. En cualquier caso, lo quesí estamos en condiciones de afirmar es que todos los pagos que Lisandro pudo realizar,especialmente a la tropa, debieron suponer una fuerte inyección de moral e influir en la buenapredisposición de los soldados a luchar. Sabemos que gracias a esa entrada de ingresos,Lisandro puso trierarcos al frente de cada trirreme y pagó el sueldo adeudado a la tripulación.Más adelante refiere Jenofonte que el dinero que tomó en segunda estancia lo repartió entre elejército (Xen. Hell. 2, 1, 13-15).

En medio de este ambiente de optimismo y ya en 405 a.C. marchó a Caria, tomó Cedreas y másadelante, Lámpsaco, tradicional aliada de los atenienses. Un éxito éste que les brindaba laoportunidad de controlar la Propóntide, acercarse a Bizancio y Calcedonia, vigilar el Bósforo y,sobre todo, dinamitar el comercio ateniense con el Mar Negro. Además, Lisandro teníaconocimiento de que aquella ciudad era próspera y sus recursos de vino, trigo y otros eranabundantes. Así que al mismo tiempo que él se aproximó por mar, los abidenos y otros pueblosdirgidos por el lacedemonio Tórax, la rodearon por tierra. Cuando dio la orden, la ciudad fueasaltada por la fuerza y saqueada por los soldados. Al parecer, solo las personas libres, pororden de Lisandro, fueron liberadas.

Por su parte, los atenienses, con 180 naves, pusieron rumbo a Sesto ante la gravedad de lasituación a fin de avituallarse y prepararse para una batalla que intuían larga. Una vez hechossus preparativos, partieron hacia Egospótamos, situada en frente de Lámpsaco, y allí hicieronnoche. Alcibiades que tras la batalla de Notio había vuelto a caer en desgracia en Atenas yhabía sido relevado del mando, se entrevistó con los nuevos comandantes atenienses y lessugirió que dispusieran la flota en Sesto en lugar de permanecer en Egospótamos, ya que allítendrían puerto y aprovisionamiento en condiciones y más cerca. Sin embargo, estos generalesdesoyeron sus sugerencias y le ordenaron marcharse. La flota ateniense se fue directa a porLisandro y la flota espartana, tratando de sonsacar a sus naves al combate. Pero cuando vieronque éste rehusaba la lucha, volvieron a sus puestos, desmontando de los barcos y dispersándosepor el Quersoneso. Eso era exactamente lo que esperaba Lisandro. Siendo consciente delpoderío ateniense en el mar, prefirió esperar y observar a las tropas atenienses. Durante variosdías, envió galeras exploradoras para que le informasen de todo cuanto los atenienses hacíanuna vez retornados al puerto. Los atenienses, al verlos, se alineaban en disposición decomenzar la lucha pero transcurrido un tiempo prudencial y al ver que Lisandro no salía,decidían retornar a Egospótamos. Era entonces cuando Lisandro ordenaba a las naves másrápidas que les siguieran hasta que desembarcaran y tomaran buena nota de todo lo que veíanpara más tarde, relatarle lo sucedido. Y así se hizo durante cuatro días consecutivos. Sabiendoque los atenienses se apeaban de las naves, al quinto día esperó a que éstas anclaran como decostumbre y cuando la tripulación estaba en gran parte dispersa por tierra, atacó. Ordenó a lasnaves peloponesias que servían de avanzadilla, que cuando retornaran de la persecución, más omenos hacia la mitad del recorrido, levantaran un escudo. Ésta sería la señal para que tanto la

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flota que permanecía inmóvil como el ejército de tierra dirigido por Tórax, acudieran a todaprisa hacia las posiciones atenienses con el fin de sorprenderles mientras se dispersaban poraquellas tierras en dirección a Sesto. Una vez que las naves atenienses habían desembarcado yaen tierra firme y sus hombres iban abandonando progresivamente las naves a fin de avituallarseen las ciudades próximas, el ateniense Conón pudo avistar a todo el ejército peloponesiocayéndoles por la espalda. Apoyado por la infantería de Tórax desde tierra, Lisandro pulverizóa la flota ateniense y la sumió en el caos. A pesar de los llamamientos para volver a las naves,los hombres estaban tan dispersos que no pudieron hacer nada. Habían sido sorprendidos. Elhecho de haber estado tan lejos de una base más segura, terminó siendo determinante. Solo lanave de Conón pudo hacerse a la mar y huir de allí. El resto de las naves atenienses fueronapresadas en la misma playa por Lisandro y su tripulación protagonizó una desbandada generalhacia otras ciudades o fortificaciones para ponerse a salvo. A pesar de esta huida, muchos deellos fueron hechos prisioneros. Con aires victoriosos, Lisandro se apresuró a enviar noticias delo acontecido a Esparta y “despachar” a los soldados atenienses de diversas maneras.

La primera cuestión que habría que tratar en esta derrota sería la de por qué la flota ateniensetomó la decisión de atracar en una playa desierta. Los atenienses ya habían demostrado enNotio su deseo de atraer a la lucha a Lisandro buscando una victoria definitiva. Puesto quefracasaron tanto en el primer intento como en el segundo, protagonizado por Alcibiades, unavez más se vieron obligados a hacer exactamente lo mismo. Debían atraer a Lisandro a uncombate lo más pronto posible a fin de acabar con su influencia en el Helesponto antes de que seles acabaran los fondos. Si hubieran atracado en Sesto, no habrían podido ejecutar esta opciónporque Lisandro estaba más al norte, en Lámpsaco y, sobre todo, nada le obligaba a buscarcombate. Eran los atenienses los que tendrían que salir de Sesto y navegar hasta encontrarsecon los peloponesios. Eso supondría gastar mayores energías que el enemigo que esperabapacientemente. Ese es el motivo por el que los atenienses se vieron obligados a buscar unanclaje más al norte, concretamente en frente de Lisandro.

Consecuencias

La primera y más importante consecuencia de la batalla de Egospótamos fue el hundimientoateniense y la victoria de Esparta en la guerra del Peloponeso, certificada al año siguiente en404 a.C. A pesar de la promesa de Lisandro a Ciro de no luchar hasta que él volviera con másnaves para enfrentarse a los atenienses, los acontecimientos precipitaron el combate y en estecaso, el bando peloponesio no requirió más ayuda de su gran valedor. Las relaciones entreEsparta y Persia en una alianza anti ateniense habían dado los frutos que se esperaban. En miopinión, a pesar de que este hecho debía haberse producido antes, la entrada de Persia en elconflicto fue determinante. Esparta se caracterizó siempre por su escasez de fondos y nuncahabría sido capaz de mantener y reparar una flota semejante como la que le valió la victoria. El

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dinero tanto de Tisafernes en primer lugar, como de Farnabazo más tarde, como el de Cirofinalmente, no solo lograron que el número de naves peloponesias se equiparara al ateniense,sino que además, permitió que la reparación de éstas en caso de derrota se produjera a granvelocidad. Dudo que Esparta únicamente, incluso con el apoyo de Corinto hubiera sido capaz deencontrar un camino alternativo para igualar a Atenas en su poderío naval, utilizandoexclusivamente recursos propios. Tal y como se desarrolló el conflicto tras los hechos de Sicilia(si no ya desde Esfacteria) ambos bandos tuvieron claro que la guerra que se estaba librandosería una guerra que tendría que decidirse en el mar. De nada le serviría por tanto a Espartaposeer la mejor infantería puesto que, como ya habían demostrado los atenienses reciéncomenzado el conflicto, no albergaban ninguna intención de presentar batalla terrestre.

Sin embargo, el hecho de que la llegada de fondos procedentes de Persia tuviera un papeldeterminante en la victoria de Esparta, no ha de desmerecer el papel que ésta tuvo en laconsecución de la victoria. Como vimos, ni en el momento en que Esparta y Persia celebraronsus tratados de colaboración, ni tiempo después, se produjo la tan ansiada victoria. Los mediosllegaban pero no eran bien gestionados por parte de los peloponesios, algo que se agravó aúnmás por las intrigas de Alcibiades con Tisafernes, quien optó por reducir significativamente suapoyo logístico a Esparta. Sin embargo, no serviría de excusa el hecho de que Tisafernes seretrasara en los pagos. Para el momento en que Farnabazo decidió tutelar a los peloponesiosocupando el lugar de Tisafernes, los medios volvieron a llegar, pero el resultado fue el mismo opeor: las derrotas en Cinosema, Abidos y Cícico. Ello quiere decir, que no solo los fondos de lospersas eran elemento imprescindible, sino también alguien que supiera cómo utilizarlos. Lagestión que Lisandro hizo tanto de estos medios como de sus relaciones personales con Ciro, fuesimplemente excepcional. Lejos de entrar a juzgar su valía como estratega, ha de reconocérseleel mérito de haber hecho un uso apropiado de éstos que finalmente condujo a la victoria y laconclusión de la guerra que, por añadidura, era lo que se esperaba.

En lo que respecta a Lisandro, podríamos decir que su popularidad alcanzó cotas inimaginablesno solo en Esparta sino en toda Grecia, lo que le llevó a convertirse en el auténtico director dela política exterior espartana desde los años finales del siglo V a.C. hasta su muerte en 395 a.C.La imagen que trascendió de él, sin embargo, no puede decirse que fuera todo lo ideal que cabeesperar de un héroe, si bien es cierto que las circunstancias en las que fundó el imperioespartano tampoco le permitieron obrar de otra manera. Con el imperio ateniense finiquitado yya sin el apoyo financiero persa, Lisandro se propuso asumir para Esparta todos los territoriosque componían el vasto imperio comercial fundado por los atenienses un siglo antes en lacreencia de que éstos le proveerían a su ciudad de las riquezas suficientes para sostener elnuevo imperio espartano. Sin embargo, las formas que desplegó a la hora de gestionar todosestos territorios, pronto le granjearon una reputación de tirano y déspota causando un profundomalestar en toda Grecia que terminó por cansar incluso al propio rey Agesilao y a lasautoridades de Esparta. Los regímenes oligárquicos o decarquías que estableció en diferentesterritorios al frente de los cuales colocó a gobernadores militares o harmostas, no estuvieronexentos de polémica tanto por el nombramiento de esos mismos gobernadores (por lo general,amigos y gente cercana) como por la brutalidad con la que en ocasiones se aplicó Lisandro para

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imponer sus dictados. Las quejas de las poblaciones sometidas no se hicieron esperar y lasautoridades espartanas empezaron a recibir con preocupación tales noticias. Especialmentecruento fue el trato que “dispensó” pasando por la espada a más de 3000 atenienses eimponiéndolos un severo bloqueo de suministros que a poco estuvo de acabar con la vida demuchos más. El régimen de Lisandro se puede decir que estuvo marcado por el terror y el odiovisceral hacia los enemigos. Sin embargo, los que le acusaron no solo señalaron este aspecto tansanguinario de su carácter sino también al que se refiere a la violación de uno de los principiosmás puros sobre las que se cimentaba la filosofía de vida espartana: el desprecio al dinero y lariqueza. Como dijimos anteriormente, el botín de guerra que Lisandro logró con esta victoria,fue abundante y sirvió para aliviar las numerosas necesidades del tesoro espartano, siemprefamélico. Y más ahora sin el apoyo financiero persa. Plutarco fue contundente a la hora deatribuirle a él la introducción en Esparta del gusto por la opulencia y la riqueza material entrelos ciudadanos y Jenofonte en el mismo sentido se quejaba de que no se podría afirmar que losespartanos de esa época tuvieran tan asimilados los principios licurgueos que inspiraron laciudad en sus comienzos. Uno de los casos más sonados fue el del general Gilipo, héroe deSicilia, que fue descubierto apropiándose de parte de un botín que tenía que trasladar en sutotalidad a Esparta. A pesar de estos sucesos, Lisandro aún siguió ocupando un lugar destacadoen la política espartana, especialmente cuando influyó en la elección del rey Agesilao parasuceder al difunto rey Agis. La sincera amistad (o el amor) que monarca y héroe mantuvierondurante los primeros años de reinado, pronto quedó ensombrecida cuando en las primeras fasesde la campaña de Asia, Agesilao sintió que el auténtico protagonista allá donde iban, eraLisandro y no él. Veía con recelo cómo Lisandro trataba, negociaba, y parlamentaba con lasélites locales como si se tratara del mismísimo rey de Esparta. Cansado de las adulaciones yagasajos que éste recibía, Agesilao comenzó a construir una tupida red de gentes próximas a él,haciendo valer su cargo como monarca para marginarlo del poder. Tan pronto como Lisandro sedio cuenta del trato despectivo que comenzaba a recibir por parte del monarca y sus acólitos,decidió marchar lejos para expiar su culpa. El mismo Agesilao, creyendo oportuno sualejamiento, estuvo de acuerdo en que marchara a luchar contra los tebanos en Haliarto, dondefinalmente halló la muerte.

Con su pérdida, la política espartana quedó en manos de Agesilao, un monarca queprotagonizaría una de las etapas más bélicas de la historia de Esparta y que terminaría connuevos enfrentamientos en el interior de Grecia a causa de la actitud imperialista y despótica dela ciudad lacedemonia. Semejante programa militar no fue solo el causante de un profundomalestar que derivó en un odio generalizado hacia Esparta, sino que además, también dio lapuntilla económica a una maltrecha y agonizante sociedad que daría su última “bocanada” enLeuctra en 371 a.C.

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Fig.11: Mapa de la Batalla de Egospótamos.

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SIGLO IV

Batalla de Coronea, 394 a.C.

La batalla de Coronea se enmarca dentro de la conocida como Guerra de Corinto (395-387a.C.). Fue un conflicto de carácter interno que enfrentó de nuevo a varias ciudades de Greciaaliadas entre sí, contra Esparta. Corinto, Tebas, Argos y Atenas, decidieron unir sus fuerzasante el creciente y cada vez más tiránico poder de Esparta sobre la hélade y aprovechando laestancia del rey Agesilao en Asia, decidieron confabularse y luchar contra su imperio. Tanpronto como las autoridades espartanas tuvieron noticia del suceso, ordenaron a Agesilaoretornar de Asia a la mayor urgencia para poner fin a dicha alianza. El proyecto asiáticolacedemonio quedó frustrado pero al menos, la victoria en Coronea sirvió a Esparta paraprolongar una veintena de años más su hegemonía.

Antecedentes

Como vimos en el anterior capítulo, la victoria de Esparta en la guerra del Peloponeso fueseguida por una política exterior muy activa, dirigida y gestionada por el héroe del momento,Lisandro. Al cabo de unos años y tras la muerte del rey Agis, Agesilao II fue elegido comonuevo monarca de la ciudad lacedemonia (398 a.C.) gracias a la inestimable colaboración delnavarco. Este hecho redundó en una profunda amistad entre ambos que permitió continuaracrecentando el imperio espartano que habría de construirse sobre las cenizas del extintoimperio ateniense. Con Lisandro gestionando los nuevos territorios griegos, Agesilao tuvonoticias de que el rey persa preparaba una gran escuadra que expulsaría a los lacedemonios delmar. Para hacer frente a tal desafío, Agesilao solicitó de los espartanos la concesión de 30generales y consejeros espartanos, 2000 neodamodes y 6000 aliados. Aquel hecho suponía unhito sin precedentes en la historia de Esparta. Por primera vez un monarca espartano se decidíaa poner un pie en Asia no sabemos si con el único fin de abortar la expedición de Tisafernes oalbergando también la posibilidad de anexionar más territorios al nuevo imperio espartano. Dela manera que fuere, en vista de la superioridad numérica que mostraban las tropas persas,Agesilao tuvo que valerse del engaño para contrarrestar su inferioridad, e hizo creer aTisafernes que se dirigía a Caria con sus tropas cuando verdaderamente se estaba dirigiendo aFrigia. Cuando los soldados persas llegaron a su destino, Caria, se enteraron de que Frigia habíasido invadida por Agesilao. Sin duda, aquello supuso un duro golpe para Tisafernes que vio comoel monarca espartano comenzaba de una manera inmejorable su singladura en tierras asiáticas.A pesar de los prometedores comienzos que la expedición estaba dando a los espartanos,Agesilao no quiso confiarse y trató de elevar el número de soldados de su ejército. Para ello,

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regresó a su centro de operaciones en Éfeso y reclamó a los más acomodados que entregaran uncaballo y un jinete armado con el beneplácito de quedar exentos de participar en la expedición.Y así fue como los más ricos reunieron cerca de 2000 caballeros que pasaron a engrosar las filasde Agesilao. Su siguiente destino sería Lidia. Mientras Tisafernes, inmerso aún en el engaño delque había sido víctima, dedujo que de nuevo el monarca espartano estaba jugando al despiste, ydecía dirigirse a Lidia cuando en verdad se dirigiría a Caria, por ser éste un terreno más aptopara los ejércitos de infantería y no para los abundantes en caballería. Sin embargo, Tisafernesno pudo estar más equivocado. Agesilao terminó dirigiéndose a Lidia lo que obligó a las tropasdel sátrapa persa a corregir su marcha y poner rumbo a este último lugar. No obstante, laprecipitación con la que hubo que reformular los planes, hizo que las tropas persas llegaran aSardes totalmente exhaustas y poco aptas para entrar en combate. Agesilao quepresumiblemente habría previsto una situación así, se apresuró a presentar combate antes deque éstas pudieran rehacerse y el resultado, como era de esperar, fue la apabullante derrotaque infligió al ejército de Tisafernes. Dos derrotas tan humillantes y correlativas en el tiempo,tenían que desembocar forzosamente, en drásticas consecuencias para infortunio del sátrapa. ElGran Rey de Persia no podía tolerar semejante humillación en sus propias tierras, por lo que seapresuró a enviar a un tal Tritaustes con orden de decapitar a Tisafernes. El enviado cumplió alpunto con sus exigencias.

En el bando espartano, sin embargo, todo era optimismo e ilusión. El monarca habíacompletado con éxito la misión de destruir la gran armada que contra Grecia quería enviarTisafernes y forzar el llamamiento a la paz que el Gran Rey, por boca de Tritaustes, se vioobligado a hacer. Aquello fue síntoma de debilidad y parecía que el mismísimo imperio persa seestuviera antojando como un poderoso acicate para continuar adelante con la marcha. No habíamotivos para retornar a Grecia. El éxito estaba siendo rotundo y parecía que la posibilidad deque Agesilao consiguiera algo más grande que lo que pretendía inicialmente, se hizo cada vezmás real. En Esparta, por el momento, se decidió distinguir a Agesilao con la navarquía, el másalto rango de la flota y así, por primera vez en la historia, un monarca espartano aunaba en supersona los cargos militares más elevados de la ciudad lacedemonia, a saber, infantería y flota.

Mientras todos estos felices acontecimientos se sucedían, la amistad entre Agesilao y Lisandrocomenzó a resentirse. El monarca, cansado de las lisonjas y distinciones que todo el mundodedicaba a éste, cambió su actitud hacia su persona y se volvió más distante y estricto. Esterepentino cambio de humor llamó la atención de Lisandro que no dudó en reunirse con él a fin detratar esta cuestión. Lo único que trascendió de aquella reunión de importancia fue la caída endesgracia del otrora exitoso navarco, y su partida a Grecia a luchar contra los tebanos. Puedeque a raíz de esta amarga reunión, Lisandro tramara una oscura conspiración para derribar lamonarquía espartana y convertirla en una institución accesible para todo el mundo. Pero aunqueasí fuera, tal complot nunca llegó a ver la luz. En 395 a.C. Lisandro, encabezando unaexpedición lacedemonia contra los tebanos en Haliarto, fue muerto.

Una vez apartada la incómoda figura de Lisandro, Agesilao se preparó para seguiracometiendo nuevas etapas de su flamante campaña en Asia. Lo siguiente que hizo fue acudir a

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los territorios de Farnabazo, quien en otro tiempo había ayudado a los espartanos a vencer a losatenienses y establecerse allí con sus tropas. Aquellas tierras le valieron al monarca no pocasriquezas, además de esclavos y caballos que, sin duda, engrandecieron el poderío espartano enun lugar que solo unos años antes se consideraba inaccesible e inhóspito. Su establecimiento enaquellos parajes, obligaron a Farnabazo a estar mudándose con frecuencia hasta quefinalmente, optó por escribirle en virtud de la ayuda que en el pasado les había prestado. Nopodía comprender por qué lo trataban de aquella manera tan insidiosa, obligándole a huirconstantemente de su propio país, además de talarlo y devastarlo. De aquella misiva, Farnabazologró una entrevista con el monarca lacedemonio quien le explicó que le infligía tal tratamientoen virtud de sumisión al Gran Rey de Persia.

La precipitada expiración del proyecto asiático.

Preparando Agesilao lo que supondría el golpe definitivo al imperio persa, una nueva revueltade considerables proporciones estalló en el interior de Grecia. Cuatro ciudades, Atenas, Tebas,Corinto y Argos habían decidido unir sus fuerzas para sacudir los cimientos del imperioespartano. El descontento causado por la crudeza con la que los espartanos habían tratado a losnuevos territorios griegos sometidos, había canalizado en un odio visceral hacia todo lolacedemonio. De hecho, la amenaza se tornó tan seria que fueron los propios éforos los quedecidieron enviar un emisario a Asia con un decreto que obligaba a Agesilao a abandonar elproyecto asiático y retornar a Grecia tan pronto como fuera posible.

La batalla

Cuando Agesilao retornó a Grecia, llegó al campo de batalla donde se le unió otra compañíalacedemonia procedente de Corinto, que vino a engrosar un ejército en el que también sehallaba ya un cuerpo de Neodamodes, más algunas tropas aliadas de las ciudades griegas deAsia y Europa. Frente a él, las tropas aliadas de beocios, atenienses, corintios, argivos, eubeos,enianos y locrios. Según Jenofonte, el número de Peltastas era mayor en el bando de Agesilao,lo cual resulta llamativo por haber sido ésta tradicionalmente una unidad muy superficial dentrodel ejército espartano. Ello nos daría una idea de la significativa mejora y modernización que elmonarca espartano habría llevado a cabo en el seno del ejército lacedemonio. Tal desequilibriono parecía existir en la caballería, donde los contendientes parece que estuvieron muyigualados. El bando espartano sumaría un total de unos 15000 hoplitas mientras que el bandoaliado unos 20000. Los dos ejércitos se encontraron en la llanura de Coronea, quedando laparte más cercana al Cefiso para los soldados de Agesilao y la parte del monte Helicón para losaliados. Agesilao ocupó junto a sus hombres el ala derecha de la formación, llevando así el pesodel combate. En el bando aliado, los tebanos ocuparon también la derecha, dejando la izquierdapara los argivos. Ambas formaciones comenzaron a marchar una contra otra de manera

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silenciosa. Solo cuando estaban a una corta distancia, los tebanos rompieron el silencioechándose a la carrera contra los que tenían en frente. En el ala opuesta, parte del bando que sehallaba junto a Agesilao y bajo el mando de Herípidas, puso en fuga a sus contrarios, pero losargivos, a los que correspondía luchar contra el núcleo duro comandado por el mismo monarca,decidieron huir al Helicón y evitar la más que segura derrota. Aquel gesto fue interpretadocomo el preludio de una fácil victoria. Sin embargo, alguien avisó de que los tebanos, en el alacontraria, habían partido en dos a los orcomenios, por lo que la formación estaba en gravepeligro. Agesilao no dudó en marchar contra ellos eligiendo el medio más peligroso ya que lostebanos, viendo huir a sus aliados argivos, se forzaron a avanzar a fin de cerrar los huecos entrelos suyos. Según Jenofonte, el monarca espartano prefirió “chocar” de frente contra los escudostebanos que dejarlos avanzar y perseguirlos, lo que convirtió aquella lucha en una auténticacarnicería. Se luchó, se avanzó, se retrocedió y se murió. El propio Agesilao fue herido degravedad en el campo de batalla y tuvo que ser retirado a fin de tratar sus heridas. Unos 80enemigos se refugiaron en el templo de Atenea pero el monarca dio orden de no atacarlos yerigir un trofeo al día siguiente.

Consecuencias

Como dijimos al comienzo, la batalla de Coronea de 394 a.C. fue una batalla que se produjo enel contexto de una contienda mayor como fue la Guerra de Corinto que se prolongó hasta 387a.C. A pesar del favorable inicio que obtuvo Esparta en esta guerra, las tropas aliadas entre lasque destacaron los atenienses al mando de Ifícrates y los tebanos, lograron sin embargo,equilibrar la situación de fuerza en Grecia y concretamente, éstos últimos se erigieron comoauténtico rival de Esparta no solo durante esta guerra, sino incluso más adelante hasta la batallade Leuctra. En la misma Coronea ya dieron muestras de tener gran arrojo estando a punto dematar al rey de los espartanos. Aunque Esparta, merced de nuevo a la ayuda persa logróestabilizar la situación hegemónica en Grecia, contempló con inquietud cómo los tebanos, enespecial a partir de la aparición de Epaminondas, llegaron a liderar con descaro la facciónopositora a Esparta. Aunque Ageslao trató de aislarlos tras la Paz de Antálcidas en 387 a.Cpara infligirles un severo castigo más tarde, fracasó estrepitosamente al tratar de someterloscontinuamente. Se le llegó a reprochar el haberles enseñado a defenderse bien por haberllevado contra ellos tantas campañas de castigo. El correctivo recibido en Leuctra en 371 a.C.no vino sino a confirmar los augurios que vaticinaban un cambio de liderazgo en Grecia en favorde la ciudad beocia. Tras aquella derrota, Agesilao no solo tuvo que hacer frente a nuevasamenazas externas, sino también a algunas revueltas intestinas en la propia Esparta que, porcierto, a punto estuvo de ser ocupada por los tebanos. Aquello constituyó un hito sinprecedentes. Esparta carecía de muros porque nunca había tenido a los enemigos tan cerca y elrevuelo que la presencia enemiga causó en la ciudad parece haber sido grande. Sin embargo, elinvierno jugó a favor de los espartanos e impidió a los tebanos cruzar el Eurotas, obligando aEpaminondas a ordenar la retirada. Pero tan solo unos años después en 362 a.C. el mismogeneral tebano quiso establecer definitivamente una hegemonía en Grecia bajo liderazgo de su

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ciudad, por lo que acudió al Peloponeso a minar la influencia espartana. Los atenienses,recelosos del creciente poder tebano decidieron cambiar de bando y unirse a Esparta paraluchar contra lo que se presumía la inevitable égida beocia. Y así fue como en ese mismo año,espartanos y tebanos volvieron a enfrentarse en la batalla de Mantinea. Aunque Epaminondaspuso en fuga a los espartanos, su propia muerte hizo que esta victoria no fuera completa y másque una hegemonía tebana, lo que resultó de dicha disputa fue una Grecia débil y propicia paraser conquistada por una potencia extranjera. Ésta tendría lugar unos años más tarde con lallegada del glorioso Alejandro Magno. Tras la derrota en Mantinea, Esparta se enfrentó nosolo a la consolidación de su fracaso como imperio, sino también a unas finanzas maltrechas acausa de su expansiva política militar. Como consecuencia de este hecho, Agesilao, ya anciano,se vio obligado a marchar a Egipto a cambio de dinero, apoyando una sublevación que a la largasería la última aventura de este inveterado monarca espartano. Cuatro años más tarde, en 358a.C. y durante la travesía que habría de llevarle de regreso a casa tras su periplo africano,Agesilao perdió la vida y con su muerte se cerró definitivamente una de las etapas más gloriosasde la historia de Esparta.

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EPÍLOGO

La batalla de Coronea de 394 a.C. fue la última de las grandes batallas que Esparta libró en suhistoria. Por supuesto que más adelante, incluso en el mismo siglo IV a.C. Esparta obtuvo algunasvictorias menores, pero éstas no resultaron lo suficientemente trascendentes como para ser recogidasen esta obra. De hecho, en mi opinión, la victoria en Coronea no supuso más que la llegada a la cimade una montaña de la que ahora Esparta, tenía que comenzar a descender. A pesar de que el imperioespartano prolongó su hegemonía hasta la batalla de Leuctra de 371 a.C. la sociedad lacedemonia yahabía desarrollado una metástasis letal muchos años antes. El anquilosamiento de todas susestructuras políticas y sociales, la sempiterna escasez de dinero, la progresiva pérdida de hombresdel cuerpo ciudadano y la conflictividad entre los diferentes estamentos oligárquicos, no hicieronsino debilitar desde dentro la ciudad que había logrado armar un imperio más o menos estable a laconclusión de la guerra del Peloponeso (404 a.C.). Las ansias imperialistas de Agesilao y la falta dereformas internas que hubieran flexibilizado la economía, terminaron por dar la puntilla a unosespartanos que en Leuctra no hicieron sino confirmar lo que era ya un hecho innegable: la debilidadde una ciudad que no fue capaz de consolidar el imperio heredado de la otrora grandiosa Atenas. Poreste motivo, la ascendente aunque fugaz fuerza de otra ciudad griega, Tebas, con las suficientesansias por destronar a los espartanos de su lugar de privilegio en Grecia, fue bastante para desplazarde la primera línea de la política griega a los aguerridos lacedemonios que fueron testigos de cómo,su legendario pasado quedaría borrado años más tarde y de un plumazo por la insolencia de unanueva y fulgurante fuerza de la naturaleza: la Macedonia de Alejandro Magno.

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