ESPAÑA Y LA APERTURA DE LA CUESTIÓN MARROQUÍ

1620
DEPARTAMENTO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA ESPAÑA Y LA APERTURA DE LA CUESTIÓN MARROQUÍ (1897-1904). FRANCISCO MANUEL PASTOR GARRIGUES UNIVERSITAT DE VALENCIA Servei de Publicacions 2006

Transcript of ESPAÑA Y LA APERTURA DE LA CUESTIÓN MARROQUÍ

DEPARTAMENTO DE HISTORIA CONTEMPORNEA

ESPAA Y LA APERTURA DE LA CUESTIN MARROQU (1897-1904).

FRANCISCO MANUEL PASTOR GARRIGUES

UNIVERSITAT DE VALENCIA Servei de Publicacions 2006

Aquesta Tesi Doctoral va ser presentada a Valencia el dia 20 de Setembre de 2005 davant un tribunal format per: D. Juan Bautista Vilar Ramrez D. Rosario de la Torre del Ro D. Antonio Nio Rodrguez D. Fernando Garca Sanz D. Albert Girona Albuixech

Va ser dirigida per: Dra. Teresa Carnero Arbat D. Vctor Morales Lezcano

Copyright: Servei de Publicacions Francisco Manuel Pastor Garrigues

Depsit legal: I.S.B.N.:978-84-370-6580-9 Edita: Universitat de Valncia Servei de Publicacions C/ Artes Grficas, 13 bajo 46010 Valncia Spain Telfon: 963864115

UNIVERSITAT DE VALENCIAFACULTAD DE GEOGRAFA E HISTORIA

Departamento de Historia Contempornea

TESIS DOCTORAL ESPAA Y LA APERTURA DE LA CUESTIN MARROQU (1897-1904)

PRESENTADA POR: Francisco Manuel Pastor Garrigues DIRIGIDA POR: Dra. Teresa Carnero Arbat Dr. Vctor Morales Lezcano

VALENCIA, 2005

1

2

INTRODUCCIN

EL TEMA, EL ESTADO DE LA CUESTIN, LA HIPTESIS DE TRABAJO Y LAS FUENTES

a) El tema. El estado de la cuestin

Existe en la Historia de la Diplomacia de la Espaa Contempornea un perodo al que podemos designar anteponindole propiamente el calificativo de oscuro: aqul que abarcara los aos 1895-1902 en las relaciones hispano-marroques. Se trata de una etapa que no ha merecido hasta el momento presente ningn estudio historiogrfico en el campo de la historia de la poltica exterior de la Restauracin. Esta carencia de trabajos realizados con unas bases crticas y cientficas nos ha dado un panorama actual marcado por la existencia de un tema que hasta hoy si no permanece totalmente ignorado, cuando ha merecido alguna digresin o referencia lo ha sido desde un punto de vista muy superficial, de forma marginal. Desconocamos pues como se desarrollaba el proceso definitivo de imbricacin de Espaa en la cuestin de Marruecos, marco de algunas de las crisis que jalonan el panorama de las tensiones internacionales en la dcada anterior a la I Guerra Mundial. Desentraarlo es el objetivo principal de este estudio; una dinmica que est necesariamente relacionada con el desarrollo de las relaciones hispano-marroques en este momento. Sin pretender una relacin exhaustiva de los estudios en torno a las relaciones entre la monarqua espaola y el Sultanato de Marruecos, hemos de sealar que los perodos ms

estudiados han sido aquellos que se extenderan a partir de 1902, y ms propiamente a partir de 1907. El perodo correspondiente al siglo XIX y a la primera etapa del rgimen de la Restauracin ha merecido tambin la atencin de diversos estudios de carcter meticuloso y concienzudo.

3

Citaremos en primer lugar los de Manuel Fernndez Rodrguez,1 M.C. Lcuyer y Carlos Serrano2, Bernab Lpez Garca,3 Jess Martnez Miln,4 Sebastin Balfour,5 Federico Curato,6 V. Morales Lezcano,7 del equipo de investigadores catalanes que pivota en torno a Eloy Martn Corrales8

compuesto por Albert Garca Bala,9 Omar Rodrguez Esteller 10 y Martn Rodrigo y Alharilla 11 y por ltimo, por su extensin ms breve, las aportaciones de James A. Chandler,12 Lus Alvarez Gutierrez,13 Mara Dolores Domingo Acebrn,14 Alejandro R. Dez Torre,15 M del Carmen

Cfr. Fernndez Rodrguez , M.: Espaa y Marruecos en los primeros aos de la Restauracin (1875- 1894), Madrid, C.S.I.C. , 1985 2 Cfr. Lcuyer, M.C y Serrano, C.: La guerre dAfrique et ses rpercussions en Espagne. Idologies et colonialisme en Espagne, 1859-1904, Pars, Presses Universitaires de France, 1976. 3 Cfr. Lpez Garca, B.: La cruz y la espada, en Historia-16. Extra IX. Espaa en frica. Un siglo de fracaso colonial, pp. 35-48. 4 Cfr. Martnez Miln, J.: Un discurso relativo a la frontera sur del reino de Marruecos entre el reinado de Muley Hasan I y el establecimiento del protectorado hispano-francs (1874-1912), en Awraq, Vol.XVII, 1996, pp.243- 255. 5 Cfr. Balfour, S.: Abrazo mortal. De la guerra colonial a la guerra civil en Espaa y Marruecos (1909-1939), Barcelona, Ediciones Pennsula, 2002. Se trata de un excelente estudio que abarca un marco cronolgico que excede al del presente trabajo. En la etapa restauracionista, Balfour pasa revista a acontecimientos como la guerra de Melilla, ocasionada por la irritacin de algunas cabilas fronterizas a la ciudad espaola ante la profanacin involuntaria de una tumba sagrada en las afueras de Melilla por unos trabajadores, lo que cost la vida a un nutrido nmero de militares espaoles y a su comandante el general Margallo. En realidad, el libro es un denso estudio global sobre la influencia que las guerras de Marruecos tuvieron en la historia espaola del siglo XX y, en especial, en el desencadenamiento y desarrollo de la guerra civil de 1936-1939. Aunque la temtica tratada no carezca de literatura previa, el mayor acierto de la obra de Balfour reside en dos aspectos distintos pero concurrentes. Por un lado, su bien trabada exposicin se apoya en muy novedosas fuentes informativas, tanto espaolas archivos privados, testimonios de soldados y oficiales partcipes en las campaas coloniales como extranjeras archivos militares y diplomticos franceses y britnicos. Por otro, la explicacin ofrecida tiene la virtud de incardinar el fenmeno espaol en el contexto de las colonizaciones europeas del perodo, con ilustrativos excursos comparativos con las experiencias coloniales africanas de Francia y Gran Bretaa. 6 Cfr. Curato, F.: La questione marocchina e gli accordi mediterranei italo-spagnoli del 1887 e del 1891. 2 vols, Miln, Edizioni di Comunita, 1961-1964. 7 Cfr. Morales, V.: La cuestin fronteriza argelo-marroqu (1845-1912). Su repercusin en Espaa, en el libro de este autor: Las fronteras de la Pennsula Ibrica en los siglos XVIII y XIX. Esbozo histrico de algunos conflictos franco-hispano-magrebes, con Gran Bretaa interpuesta, Madrid, UNED, 2000. De este mismo autor, se debe consultar asimismo: Marruecos. del conflicto diplomtico al protectorado, en Historia Universal del Siglo XX de Historia-16. Vol. 3: Los Imperios frente a frente, pp. 81-96. 8 Cfr. Martn Corrales, E. (ed): Marruecos y el colonialismo espaol (1859-1912). De la guerra de frica a la penetracin pacfica. Barcelona, Edicions Bellaterra, 2002; del mismo autor vase: Intereses catalanes en la expansin colonial espaola en el Norte de frica (1860-1912), en Dez Torre, A. R. (ed): Ciencia y Memoria de frica. Actas de las III Jornadas sobre Expediciones cientficas y africanismo espaol. 1898-1998, Madrid, Ateneo de Madrid / Universidad de Alcal, 2002, pp. 91- 107. 9 Cfr. Garca Bala, A.: Patria, plebe y poltica en la Espaa isabelina: la guerra de frica en Catalua (1859-1860, en Martn Corrales, E.: op. cit, pp. 13-77. 10 Cfr. Rodrguez Esteller, O.: La intervencin espaola de las aduanas marroques (1862-1865), en Martn Corrales, E.: op. cit, pp. 79- 131. 11 Cfr. Rodrigo y Alharilla, M.: Una avanzadilla espaola en frica: el grupo empresarial Comillas, en Martn Corrales, E.: op. cit, pp. 133- 165. 12 Cfr. Chandler, J. A.: Spain and her Moroccan Protectorate 1898-1927 , en Journal of Contemporary History, Vol. 10, 1975, pp. 301-322. 13 Cfr. lvarez Gutirrez, L.: Tnger en la guerra hispano-norteamericana de 1898 , en Boletn de la Real Academia de la Historia, CXCV / I, 1998, pp. 81-131; del mismo autor vase tambin: Un proyecto de reparto de Marruecos entre Espaa y Francia a finales de los aos 1880? , en Dez Torre, A. R. (ed): Ciencia y Memoria de frica ... op.cit, pp. 145-194.

1

4

Gonzlez Velilla y M Berta Pacios Gonzlez- Loureiro,16 L. Garca de Obeso, 17 Ramn Lourido18, Henry Marchat,19

Jos Luis Martinez Sanz,20 Adnan Mechbal,23

21

Cristbal Robles,22 Agustn R.

Rodrguez Gonzlez

y Vicente Garca Franco.24 La mayora de estas obras se detienen en la

frontera cronolgica de 1894, es decir la delimitada por la muerte del Sultn Mawlay Hassan, la ascensin al trono de su hijo Mawlay Abd al- Aziz y las consecuencias inmediatas de la guerra de Melilla. Sin embargo para lo que ocurre a partir de ese momento histrico hasta 1902 no hay ninguna aportacin historiogrfica notable. Otros autores como los citados Chandler, Garca de Obeso o lvarez Gutirrez empiezan sus investigaciones a partir de la emblemtica fecha de 1898. Es asimismo el caso del primer estudio de Morales Lezcano sobre la cuestin marroqu.25 Tendremos que remontarnos al libro del diplomtico Jos Mara de Campoamor, escrito en la ya

Cfr. Domingo Acebrn, M. D.: Rafael Mara de Labra ante la cuestin de Marruecos, 1898, en: Dez Torre, A. R. (ed): Ciencia y Memoria de frica..., op. cit, pp. 229- 240. 15 Cfr. Dez Torre, A. R: frica y el africanismo del iberista Gonzalo de Reparaz , en Dez Torre, A. R. (ed), Ciencia y Memoria de frica ..., op. cit, pp. 243-274. 16 Cfr. Gonzlez Velilla, M. Del C. y Pacios Gonzlez-Loureiro, M B.: La crisis de Melilla de 1893-1894 , en Fusi, J.P. y Nio, A (eds.): Antes del desastre: Orgenes y antecedentes de la crisis del 98, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996, pp. 323-336. 17 Cfr. Garca de Obeso, L.: Marruecos, tierra de rebeldes. Cuando vino Bu-Hamara , en Historia y Vida, no.33, 1970, pp.118-129. 18 Cfr. Lourido, R.: Jos Lerchundi y las relaciones culturales hispano-marroques de finales del XIX , en HesperisTamuda, Vol. XXX, 1992, pp. 39-66. 19 Cfr. Marchat, H.: Les origines diplomatiques du Maroc espagnol (1880-1912) , en Revue de lOccident Musulman et de la Mditerrane no. 7, 1970, pp. 101- 170. 20 Cfr. Martnez Sanz, J. L.: Ciencia y colonialismo espaol en el Magreb: el estudio cientfico de las colonias espaolas y sus posibilidades econmicas , en Estudios Africanos, Vol. VI, 1991-92, pg. 109-139. 21 Cfr. Mechbal, A.: El Noroeste de Marruecos ante la ocupacin peninsular: reaccin regional y dimensin nacional, en Awraq, Tomo XII, 1991, pp. 135- 159. 22 Cfr. Robles, C.: Espaa y Marruecos: Antecedentes de los acuerdos con Francia (1898-1904), en Dez Torre, A. R. (ed): Ciencia y Memoria de frica ...op. cit, pp. 197- 225. 23 Cfr. Rodrguez Gonzlez, A.: El conflicto de Melilla en 1893 , en Hispania, no. 171, 1989, pp. 235-266. 24 Cfr. Garca Franco, V.: Orgenes contemporneos de la poltica exterior espaola en Marruecos, 1800-1845 (Esbozo y apuntes para un estudio), en Awraq, vol. IX, 1988, pp. 37-66; del mismo autor, el trabajo indito depositado en la Biblioteca de Estudios Islmicos adscrita al Ministerio de Asuntos Exteriores espaol y sita en Moncloa (Madrid): Los lmites de Ceuta, la crisis hispano-marroqu del ultimtum ( 1844-45 ) y el nacimiento de Marruecos como problema de la poltica exterior de la Espaa del siglo XIX . Del mismo autor: El Norte de frica y la poltica exterior de Espaa (1900- 1927) , en Proserpina. Especial monogrfico diciembre de 1984: Relaciones internacionales de Espaa en el siglo XX. 25 Cfr. Morales, V.: El colonialismo hispanofrancs en Marruecos (1898-1927), Madrid, Siglo XXI, 1976.(Hay una segunda edicin de esta obra, editada por la Universidad de Granada en 2001). Interesa en particular el comienzo de la obra con el estudio que hace este investigador de la dcada de penetracin pacfica(1900-1910) y sus postulados para proseguir con un anlisis de dicha penetracin en lo financiero, minero (Rif) y lo comercial, en posteriores captulos. El sistema de exposicin mantenido por el autor consiste siempre en articular ese colonialismo pacfico con la situacin espaola del momento, de la que son fruto las tesis de recogimiento y regeneracionismo equilibradamente dosificadas.

14

5

lejana fecha de 1951 para encontrar las primeras referencias a acontecimientos ocurridos en 1900.26 Sin embargo este estudio presenta diversos fallos de orientacin y metodologa que lo hacen poco inmune a las crticas. Cuando se refiere al Sultanato marroqu, utiliza una terminologa de carcter absolutamente colonialista, plagada de tpicos y errores, que se inspira en las obras del viajero y agente galo Charles Foucauld. 27 Adems, el juicio sobre la poltica espaola relativa al Sultanato se resuelve en una crtica dura que arrastra en sus acusaciones a los estadistas que la impulsaron. En este sentido es custica con aquellos como Silvela o Abarzuza- que se negaron a firmar el tratado de reparto de Marruecos con Francia en 1902; esta formulacin simplista de la accin diplomtica espaola durante el perodo correspondiente al final del siglo XIX y a los inicios del siglo XX se hace extensiva, en trminos generales a los otros gobiernos restauracionistas que precedieron al de Silvela, caso del de Sagasta, porque no supieron poner las bases para una accin en el Sultanato o no supieron pergear una defensa exterior de Espaa que imbricase la cuestin de la seguridad nacional con la proyeccin colonial en el Norte de frica, buscando aliados poderosos en Europa. Estas tesis recogen algunas ideas del historiador del rgimen restauracionista, Melchor Fernndez Almagro que llevado de sus simpatas por Silvela, acusa errneamente a los liberales de Sagasta de pasividad en la cuestin marroqu. 28 Con todo, de la lectura del libro extraemos la conclusin de que el perodo 1900-1902 apenas est tratado. Campoamor no lleva a cabo un anlisis riguroso y sistemtico de las relaciones hispano-marroques y slo se ocupa de lo ocurrido a partir de 1903. Por lo tanto, el perodo 18951902 se nos segua presentando hasta hoy como una etapa de siete aos en los que la diplomacia hispana pareca estar ausente por completo de la cuestin marroqu, y precisamente en una poca en que las relaciones entre los pases que asediaban al Sultanato y las asechanzas imperialistas en el mismo alcanzaban una extensin y una complejidad extraordinarias.

26 27

Cfr. Campoamor, J. M.: La actitud de Espaa ante la cuestin de Marruecos (1900- 1904), Madrid, C.S.I.C, 1951. Cfr. Foucauld, C.: Viaje a Marruecos (1883-1884), Madrid, B & T Publicaciones, 1993. 28 Cfr. Fernndez Almagro, M.: Silvela y Marruecos, en Espaa, 5-III- 1947. Biblioteca Nacional. Seccin de frica. Miscelnea Garca Figueras. Tomo LXIV, pg. 477.

6

Entre los estudios recientes sobre las relaciones hispano-marroques, es loable el esfuerzo realizado por la investigadora Mara Rosa de Madariaga, Espaa y el Rif. Crnica de una historia casi olvidada. 29 Se trata de un notable esfuerzo historiogrfico, uno de los libros ms meditados y con mejor base documental que se han escrito en nuestro pas sobre el Rif. Estructurado en diversas partes, desarrolla en primer lugar una minuciosa exploracin del marco territorial rifeo, y realiza un comentario sobre las presuntas riquezas mineras de la regin, que todava en 1917 era considerada como un nuevo Eldorado; incide en la pobreza agrcola del lugar, con apenas 10.000 hectreas cultivables sobre 23.000 kilmetros cuadrados de territorio. En segundo lugar desarrolla una cala sobre los habitantes de la regin, sobre la estructura familiar o clnica del poder y sus relaciones con el Estado central marroqu. La historiadora realiza esta profunda investigacin sobre la estructura econmica y antropolgica del territorio slo como primer paso para perfilar palmo a palmo- el complejo proceso de insercin del imperialismo espaol en el territorio. Sin embargo, tras enmarcar de forma detallada y precisa la guerra de Melilla, se queda ah. Deja el hueco del perodo 1895-1907 sin estudiar, con lo que no podemos tener conocimiento no slo de las escaramuzas y fricciones que se produjeron en este marco cronolgico entre la guarnicin de Melilla y las cabilas fronterizas lo cual tampoco es muy preocupante, puesto que estos enfrentamientos disminuyeron en intensidad e importancia , sino de lo que es ms importante, del cambio en la relacin de la guarnicin de Melilla con el entorno circundante a partir de 1894. El libro adolece de basarse en gran medida en la documentacin consignada en Libros Rojos, o colecciones documentales oficiales y haber obviado la consulta de la Miscelnea Garca Figueras o de los archivos militares espaoles, ambos fondos con nutrida documentacin primaria. Entre las escasas publicaciones que cubran el perodo 1894-1904 contbamos as mismo con un libro de Germain Ayache30 que, bien fundamentado en fuentes francesas, inglesas y marroques

29

Cfr. Madariaga, M. R. de: Espaa y el Rif. Crnica de una historia casi olvidada. Melilla, Ciudad Autnoma de Melilla / UNED- Centro Asociado de Melilla, 1999. 30 Al que habra que aadir tres artculos, dos de ellos relativos a la primera etapa de la Restauracin y el ltimo referido a la ofensiva de Silvela en 1900 para apoderarse de Tarfaya y la Sakia al Hamra. Cfr. Ayache, G.: Aspects de la crise financire au Maroc aprs lexpdition espagnole de 1860 , en Etudes dhistoire marocaine, Rabat, SMER,

7

utiliza poco las espaolas: slo las depositadas en el Servicio Histrico Militar de Madrid, dejando sin consultar el vasto bagaje documental existente en Alcal de Henares.31 La tesis doctoral de Carlos Tessainer cubre todo el perodo que estudiamos, pero este autor est interesado fundamentalmente en componer un estudio sobre el Raisuni, y analiza todo el marco cronolgico en virtud del objetivo que se ha planteado, sin profundizar en muchos detalles de las relaciones hispano-marroques. No trata aquellos aspectos de la cuestin marroqu que no estn en relacin con el tema de su tesis.32 Su visin del Raisuni como un caudillo nacionalista marroqu opuesto a las injerencias imperialistas ha merecido algunas puntualizaciones por parte de Abdelaziz Khallouk Temsamani.33 En este orden de cosas, la tesis doctoral de Rosario de la Torre34 fue un libro que en el momento de su publicacin cubri un vaco importante. Este trabajo, serio, meditado, muy bien confeccionado, aport documentacin fiable y de garanta en un campo, el de la investigacin de la involucracin de Espaa en la apertura de la cuestin marroqu, hurfano de ella. En el desolado pramo -hasta de la Torre- de la investigacin espaola en la imbricacin de nuestro pas en un tema tan relevante de las cuestiones internacionales de la primera dcada del siglo XX, donde escaseaban los materiales y las fuentes de informacin, esta historiadora discpula de Joveraporta datos muy sugerentes. Seala, de manera muy pertinente, la importancia del complejo devenir de las relaciones franco-britnicas en la insercin de Espaa en la cuestin de Marruecos, a la vez que aport una explicacin concluyente sobre el intento del gobierno Sagasta en 1898 para establecer con el gabinete britnico- una accin conjunta para mantener el statu quo en

1979, pp. 97- 138; del mismo autor : Beliounech et le destin de Ceuta entre le maroc et lEspagne, en Etudes dhistoire marocaine, Rabat, SMER, 1979, pp. 307- 338 ; id: Les vises sahariennes de lEspagne en 1900. La question de la Saquia El Hamra , en Etudes dhistoire marocaine, Rabat, SMER, 1979, pp. 339-347. 31 Cfr. Ayache, G : Les origines de la guerre du Rif, Pars, S.M.E.R / Publications de la Sorbonne, 1981. 32 Cfr. Tessainer y Tomasich, C.: El Raisuni, aliado y enemigo de Espaa. Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1992. Del mismo autor: Los ltimos aos de la independencia marroqu: El- Raisuni, gobernador de Tnger y el Fahs (1904-1906), en Awraq, Vol. XIV, 1993, pp. 105- 123. Vase asimismo, Tessainer, C.: El Raisuni, secuestrador de extranjeros , en Estudios Africanos, Vol. IV, enero-junio de 1989, pp. 25-34. 33 Cfr. Khallouk, A.: Pas Yebala: Majzn, Espaa y Ahmed Raisni, Granada, Universidad de Granada / Diputacin Provincial de Granada, 1999. 3434 Torre, R. de la: Inglaterra y Espaa en 1898. Prlogo de Jos Mara Jover, Madrid, Eudema, 1988, 351 pgs., mapas.

8

Marruecos, frente a Francia y cmo los conservadores de Silvela no respaldaron la iniciativa en 1899, ya que consideraban muy arriesgadas estas posturas. Un hito importante en el campo de la bibliografa espaola sobre el Sultanato es asimismo la tesis doctoral de F. Garca Sanz.35 Este notable libro ensaya una visin totalizadora de un fenmeno histrico, el de las relaciones hispano-italianas en el perodo final del rgimen restauracionista, y no lo hace slo en forma de ensayo erudito o de relacin histrica. Su misin autoimpuesta es la de proporcionar un punto de partida para profundizaciones posteriores; Garca Sanz convoca una amplia serie de temas que no se limitan a las relaciones diplomticas, sino que incluyen tambin los aspectos econmicos o de otros mbitos; con la informacin manejada, el historiador realiz un denso proceso de reconversin. Garca Sanz fraccion las aportaciones documentales que manej, las re-mont, las cosi a su antojo; de esta forma el conjunto final le permite entrar en terrenos mucho ms sutiles, ms prometedores y menos frecuentados en la historiografa de las relaciones internacionales. En este sentido es notable su aportacin cuando seala como a partir de 1900, el factor neutral que en la cuestin marroqu haba sido Italia desde 1880, desaparece y como ello ha dado pie a que los historiadores posteriores necesiten realizar reflexiones y jerarquizaciones de los mbitos de la cuestin marroqu, a partir de tan importante contribucin. Una aportacin reciente que tiende a cubrir, en mnima parte, el vaco de conocimientos en torno a esta poca objeto de nuestro anlisis es la tesis doctoral de Javier Ramiro de la Mata, Origen y dinmica del colonialismo espaol en Marruecos36. Se trata de una obra llamada a marcar un nuevo jaln en los estudios de las relaciones hispano-marroques, y cuya discusin y debate ayudar a profundizar en la siempre inconclusa tarea de los historiadores. Est planteada como un estudio de carcter global que abarca desde 1900 hasta la conclusin de las campaas contra Ibn Abd al- Krim, que actualiza el estado de nuestros conocimientos, recogiendo las aportaciones efectuadas en los ltimos aos y completndolas con el estudio de nuevas fuentes. Sin embargo hay35

Cfr. Garca Sanz, F.: Historia de las relaciones entre Espaa e Italia. Imgenes, Comercio y Poltica Exterior (18901914), Madrid, C.S.I.C, 1994. 36 Cfr. de la Mata, J.: Origen y dinmica del colonialismo espaol en Marruecos, Ceuta, Ciudad Autnoma de Ceuta, 2001.

9

que echarle en cara que en contraposicin al espacio dedicado a la figura de Ibn Abd al- Krim y al significado del movimiento anti-imperialista encabezado por el lder rifeo, hay un tratamiento relativamente pobre del perodo 1900-1906. La tesis doctoral de Jess M Martnez Miln, Espaa en el Shara Occidental y en la zona sur del Protectorado en Marruecos, 1885-194537se revela asimismo como una investigacin profunda y rigurosa, imprescindible para cualquier estudioso de la penetracin colonial espaola en el marco de los mrgenes meridionales del Imperio jerifiano. Apoyado en una slida base documental consultada en archivos espaoles y franceses, la obra de este investigador canario se centra en el contexto geogrfico del Trb El- Bidn, el extenso territorio comprendido desde el ro Draa hasta la frontera sur de la actual Mauritania, desglosando las caractersticas econmicas y sociales de la regin antes de la llegada de los colonialistas europeos. A continuacin pergea el largo camino de la penetracin militar y de la ocupacin del territorio por los espaoles. Los trabajos de Rafael Snchez Mantero y Alfonso de la Serna cubren el campo de la alta divulgacin: no son trabajos de investigacin donde se hayan utilizado fuentes primarias.38 Resalta tambin muy ntidamente el escaso esfuerzo divulgador de T. Garca Figueras, autor de un estudio clsico sobre la accin espaola en el Imperio jerifiano a partir de 1898.39 Este investigador posee a nivel personal un amplio conocimiento del perodo 1895-1904. Lo confirma la existencia en la Miscelnea Garca Figueras de la Biblioteca Nacional de Madrid de una serie muy importante de publicaciones documentales, recortes de peridicos, artculos algunos de ellos utilizando fuentes novedosas de la Historia como la encuesta oral -, y apuntes personales del propio autor. En stos da noticia entre otras cuestiones relevantes de la variacin de la poltica llevada a cabo por Espaa con respecto a las cabilas fronterizas de Melilla a partir de 1894, procurando terminar con una serie de incidentes fronterizos provocados por las fuerzas armadas hispanas con laCfr. Martnez Miln, J.: Espaa en el Shara Occidental y en la zona sur del Protectorado en Marruecos, 18851945, Madrid, UNED, 2003. 38 Cfr. Snchez Mantero, R.: Las guerras espaolas en el patrio trasero , en La aventura de la Historia. N 50, 2002, pp. 42- 47; de la Serna, A: Al sur de Tarifa. Marruecos- Espaa: Un malentendido histrico. Madrid, Marcial Pons, 2001. 39 Cfr. Garca Figueras, T.: La accin africana de Espaa en torno al 98. Madrid, C.S.I.C, 2 vols.37

10

intencin de presionar sobre el Sultn y obtener como reclamacin la ampliacin del hinterland defensivo de la plaza. Sin embargo, a pesar de manejar datos tan novedosos, cuando redacta su obra, dedica un espacio mnimo en el texto al perodo 1895-1904 y oculta sistemticamente aquello no conocido por el pblico lector, es decir lo que no estaba ya divulgado por otros autores. Hemos de valernos, si cabe para obtener una visin parcial que no completa de este perodo de la obra clsica de Jernimo Becker, que requiere sin embargo diversas matizaciones.40 La falta de conocimiento sobre este perodo no hay que imputarla, con todo, exclusivamente a la dejadez de los historiadores espaoles o marroques. Hay que achacarla al hecho de que el Archivo General de la Administracin -de una enorme riqueza para los que pretendan bucear en las intrincadas y a veces inexploradas aguas de las relaciones hispano-marroques- estaba siendo bastante poco frecuentado por los historiadores. Hay que sealar asimismo que otros archivos pblicos espaoles, como el del Palacio Real o el del Servicio Histrico Militar siguen conteniendo aportes de gran valor y trascendencia para rellenar las lagunas antes apuntadas. En este sentido, hemos procedido a una revisin meticulosa de documentos guardados fundamentalmente en estos tres archivos y atinentes al perodo cronolgico estudiado ( 1896-1904) que ha permitido aflorar a la superficie no slo documentos de los que no se tena constancia alguna, por ejemplo la documentacin generada por Silvela durante el paso de este estadista por la presidencia del gobierno espaol tras el desastre de 1898, sino tambin otros que contrarrestan versiones hasta ahora admitidas sin crtica por la historiografa espaola o francesa sobre el fracaso del convenio de reparto de Marruecos de 1902. Al respecto, exista un acuerdo unnime en creer la versin de Fernando Len y Castillo, Embajador de Espaa en Pars, el cual en el tomo segundo de su autobiografa41 recalcaba que en ningn momento el gabinete liberal de Sagasta le remiti el telegrama con la palabra clave convenida Guadalajara para que procediese a la firma del tratado junto con T. Delcass, el titular de Exteriores galo. A fin de dotar a nuestro trabajo de ms base

Cfr. Becker, J.: Historia de Marruecos. Apuntes para la Historia de la penetracin europea, y principalmente de la espaola, en el Norte de frica. Madrid, Establecimiento tipogrfico de Jaime Rats, 1915. 41 Cfr. Len y Castillo, F.: Mis Tiempos. 2 Tomos. Las Palmas, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1978.

40

11

documental, no nos hemos limitado al estudio de los fondos de frica del Archivo de Alcal de Henares atinentes al non-nato convenio de reparto de Marruecos de 1902. En 1905 se reunieron por quienes en ellas participaron y en un solo cuerpo, Las negociaciones hispanofrancesas para el Convenio sobre Marruecos, un enorme conjunto de documentos ordenados cronolgicamente de octubre de 1901 a octubre de 1904 (copia mecanografiada de ms de 500 folios). Esta documentacin fue manejada selectivamente, no en su conjunto por Campoamor. Decidimos con tal de completar el estudio acudir a la consulta de la Seccin de Asuntos Exteriores del Archivo de Alcal. Manejamos con sumo cuidado las cajas de las Embajadas de Espaa en Londres y Pars del perodo 1895- 1904, documentacin indita hasta el momento presente que hemos incorporado al conjunto del trabajo y encontramos en la correspondiente a Pars, un nutrido legajo correspondiente a la correspondencia oficial y confidencial del Embajador Len y Castillo con el Duque de Almodvar del Ro, Ministro de Estado (1901-1902) del gabinete Sagasta. En la voluminosa correspondencia nos aparecieron tres pruebas: desde el telegrama con la palabra Guadalajara (que supuestamente Len y Castillo nunca recibi) hasta una carta confidencial de Almodvar y una Real Orden del ministerio de Estado, con la aprobacin de la Jefatura del Estado, que ratificaban que el gobierno Sagasta orden la firma del tratado. Hemos tenido que rehacer todas las hiptesis que se han dado para justificar la no suscripcin del acuerdo y aventuramos la idea de que los franceses haban estudiado desde tiempo atrs la frmula de que la nica va de penetracin por el interior del Sultanato desde Argelia de la pretendida lnea frrea que deseaban construir hasta el Atlntico slo poda construirse cerca de Fez. Al quedar esta ciudad fuera de la esfera francesa, y en el momento en que pluma en ristre- Delcass y el diplomtico espaol se disponan a firmar, el titular del Quai dOrsay oralmente insisti ante Len y Castillo de la necesidad de que el ferrocarril francs pasase por la esfera de influencia hispana y cerca de Fez. El exceso de celo de Len y Castillo le llev, a pesar de haber podido firmar en ese momento pues reconoci por escrito a Almodvar que esa indicacin no tena gran trascendencia a querer consultar previamente con el Ministerio de Estado, en el momento en que se produca la cada del gobierno liberal y con los

12

conservadores en el poder se abra una dinmica nueva en las negociaciones sobre Marruecos. Sin embargo, al redactar sus Memorias, Len y Castillo minti y ocult su responsabilidad personal en la no consecucin del tratado. La lectura de este fondo importante de la Seccin de Exteriores nos permite corregir a Fernndez Almagro sealando cmo Sagasta, preocupado por las cuestiones de seguridad nacional, quiso imbricar la firma de un tratado de reparto sobre Marruecos a que las fuerzas armadas de la III Repblica garantizaran la integridad territorial espaola. El tema de esta investigacin se enmarca en el contexto historiogrfico sintetizado y pretende poner de manifiesto el entramado de las relaciones hispano- marroques de 1895 a 1904, junto con las consecuencias y repercusiones que tienen para la posicin de Espaa en el marco de la poltica europea y para las relaciones del pas con las principales potencias europeas. La importancia del marco cronolgico acotado viene determinada porque seala la apertura definitiva de la cuestin marroqu en el escenario internacional. La particin en 1904 de Marruecos en dos esferas de influencia vino precedida de un largo proceso de implicacin imperialista europea en el Sultanato. sta haba empezado con una penetracin informal,42 pero pronto se transform en una larga pugna poltica y diplomtica, que trascendera del marco de la rivalidad colonial anglofrancesa y del trasfondo de la particin de frica para pasar a insertarse en el de la concurrencia entre Francia y Alemania.43

Estos aos son cruciales porque Espaa debe insertarse en el nuevo

marco, de inversin, si no de alianzas (porque la Gran Bretaa nunca se adhiri formalmente a la Trplice, a pesar de estar cerca diplomticamente de ella), s al menos de antagonismos, a

consecuencia de la revolucin diplomtica que tendra lugar en 1904, y que se conoce como Entente Cordiale, por la cual Inglaterra se aproximara a Francia en la subsiguiente pugna con Alemania. En el marco cronolgico que estudiamos, los gobiernos restauracionistas tuvieron que afrontar lo que haba sido el obstculo, el inconveniente de la poltica exterior espaola de finales42

Cfr. Ben Srhir, K : Le Maroc et la Grande-Bretagne au XIX me sicle (1856-1886), Casablanca, Ed. Wallada, 1990; del mismo autor: Morocco in the British Archives. The Correspondence of John Drummond Hay (1846-1886), Casablanca, Wallada, 1992. 43 Cfr. Les intrts allemand et les vues de lAllemagne sur le Maroc en B.C.A.F., no. 12, diciembre de 1901, pg. 415; vase tambin: Guillen, P.: L Allemagne et le marche marocain a la fin du XIXe siecle. Les efforts de penetration commerciale , en Hesperis-Tamuda, Vol. IV, 1963, pp. 373-413.

13

del siglo XIX: el no poder sintonizar diplomticamente con Francia y Gran Bretaa, entre otras cosas por estar enfrentadas stas entre s por el valle del Nilo. Esta sintona fue la orientacin bsica de la poltica espaola en el perodo 1895-1904, si bien no se consigui hasta un largo proceso negociador, en el curso del cual se dieron bandazos tan significativos como fueron desde los dos intentos de Silvela de que Espaa ingresara en la Dplice Alianza francorusa, con el fin de que sta garantizara la seguridad territorial de Espaa, hasta la bsqueda por parte de este mismo estadista conservador, F. Silvela de un acercamiento al gobierno britnico de Lord Salisbury en los asuntos marroques y de su respaldo para edificar un glacis defensivo- estratgico de Canarias en TarfayaSakia al Hamra. Pasando por la supeditacin de la diplomacia espaola a la francesa durante el bienio 1901-1902, perodo en el que hemos descubierto una documentacin indita que resalta el intento liberal de que Francia garantizara el Imperio marroqu de Espaa y la seguridad territorial del territorio nacional. El marco cronolgico de nuestro estudio viene fijado, lgicamente por el camino tortuoso emprendido por la diplomacia espaola para insertarse en las rbitas de Pars y Londres. Tortuosa trayectoria por la falta de continuidad y unidad que se advierte en el desarrollo de la poltica internacional de 1895 a 1904, debida a dos causas fundamentales. En primer lugar por el nuevo sistema de relaciones internacionales que se crea, que ya no es un sistema de relaciones europeas sino un sistema con varios centros de poder a escala mundial con potencias emergentes, donde se desdibujan las condiciones en que se haban desenvuelto las relaciones europeas desde la terminacin de la guerra francoprusiana. En segundo lugar, por el ritmo de las relaciones entre Francia y Gran Bretaa. Estas pasan por dos etapas. Una primera de tensin transcurre de 1895 a 1902. Los motivos de esa tensin son la expedicin francesa a Fashoda y la falta de un arreglo en la cuestin egipcia; etapa culminada con la demostracin naval franco-rusa de abril de 1902 en las costas de Marruecos. Rusia evidencia sus deseos de ayudar militarmente a su aliada la Repblica francesa en caso de un enfrentamiento con Inglaterra por la cuestin marroqu. Gran Bretaa hace diversos intentos de aproximacin diplomtica al II Reich. La segunda etapa (1902-1904),

14

caracterizada por la revolucin diplomtica que da lugar a la Entente Cordiale, es una fase de distensin y aproximacin, que le permite a Espaa maniobrar e insertarse cmodamente en la proximidad de Londres y Pars ( 1904), adquiriendo asimismo una plaza en el futuro de Marruecos. A. Maura culminar esa aproximacin consiguiendo una garanta para la seguridad nacional en los acuerdos de Cartagena. (1907). Un tema como el presente, de relativa extensin cronolgica exige rigurosas limitaciones en diversos aspectos. Ser la primera la reduccin estricta a la poltica marroqu y europea practicada por Espaa, apartndonos deliberadamente de la consideracin de un problema bsico de la etapa 1895-98 como es el concerniente a Cuba y Filipinas. Si a l aludimos ocasionalmente siempre es con la finalidad de observar, a su travs, las relaciones de Espaa con las grandes potencias del viejo continente y las repercusiones del tema cubano y filipino en Marruecos: lase en la falta de medios militares para intensificar la presin en el Imperio jerifiano. En segundo lugar, aunque nuestro tema son las relaciones hispano-marroques no nos hemos olvidado de los actores principales de la cuestin marroqu, Inglaterra y Francia. Hemos atendido los problemas en torno a los que se enzarzan tanto con el Sultanato como entre s o con Espaa: de proteccin de sbditos marroques, problemas militares, fronterizos, de intereses aduaneros. Hemos sin embargo, desdeado el profundizar en el papel jugado por potencias secundarias como Italia. En tercer lugar, todo problema internacional o meramente diplomtico que abordamos, queda tambin visto a la luz de esa finalidad primaria que son las relaciones hispano-marroques. Si nos ocupamos con cierto detenimiento de los problemas del Imperio jerifiano, en lo tocante a la invasin del Tuat y la trascendencia de este territorio para el Sultanato, es porque se trata de un factor determinante que al alterar la estabilidad del statu quo del Imperio, abre la cuestin marroqu, un tema que no poda desinteresar a los gobiernos restauracionistas, y porque es un factor determinante de las relaciones entre Marruecos y Espaa. No es nuestro objeto tampoco un estudio sistemtico de la historia del Sultanato, por ms que este elemento primordial de

15

referencia de la poltica exterior espaola atraiga considerablemente, como es lgico, nuestra atencin. Hemos procurado que no perdiera unidad el conjunto de la evolucin de las relaciones hispano- marroques en la poca estudiada, y aunque nos ocupamos con preferencia de aquellos aspectos hasta ahora menos tratados o conocidos, incorporamos igualmente y en la medida necesaria las conclusiones vlidas de diversas obras historiogrficas, a fin de lograr una visin y comprensin adecuadas de todo el proceso internacional que nos ocupa. Un estudio en el que se aborden las relaciones entre Espaa y el Sultanato marroqu nos puede ofrecer un balance multilateral, de conjunto, que nos permita obtener dos resultados inmediatos. Se tratara por un lado de valorar de forma global los principios que orientaron las relaciones (por parte espaola), la proyeccin de la influencia hispana en el Imperio jerifiano, los resultados de esa proyeccin y los obstculos para su consecucin. Por otro lado consistira en comparar el balance resultante con el que podemos encontrar en los medios de actuacin de otros estados protagonistas en la apertura de la cuestin marroqu, es decir de las lneas seguidas por los asediadores del Imperio. Es la lnea, la de los asediadores, la que hemos seguido y no la de los asediados, por nuestro desconocimiento del idioma rabe y de las fuentes en este idioma existentes en Marruecos, a las que por esas razones no hemos podido acceder. No nos hemos olvidado sin embargo, de contextualizar que este marco cronolgico es el perodo de crisis de las instituciones majzenes, tanto por razones internas del Sultanato, como por acoso externo. Hemos intentado resaltar los factores de descomposicin interna del Imperio. Y no hemos olvidado nunca referirnos tanto al ataque francs (en tres frentes: en el Sus, es decir en el Atlntico; en el Rif, es decir en el Mediterrneo; y por el este) como al espaol, fundamentalmente por el Norte del Sultanato. Como tema de fondo, hemos tomado en consideracin la crisis del trono que se vive en Marruecos, con sus posibles causas y consecuencias, utilizando bibliografa europea, norteamericana y marroqu (en lengua francesa) e intentando conjugar en todo momento los problemas interiores de Marruecos con el trasfondo internacional.

16

En este marco de fondo, los diferentes gobiernos restauracionistas espaoles actuaron sobre el Sultanato de forma desigual y con medios tambin diversos, pero con unas pautas que pueden ser expresadas de esta manera. En el perodo 1875- 1895 se dan dos lneas superpuestas y entrelazadas. Una consisti en la aplicacin de unos objetivos de conservacin y moderada difusin de los intereses espaoles en Marruecos; una estrategia diseada a largo plazo y en muchos casos con fines poco concretos. La otra lnea de actuacin se evidencia en 1887, en 1889 y en 1891, aos en los que se aplicaron unos objetivos de expansin, como medios y fines en s mismos. Con ellos se pretenda adquirir prestigio en un doble mbito: en el seno del Sultanato, y de cara a Europa, intentando demostrar que si Marruecos deba de dejar de ser independiente alguna vez, deba transformarse en un protectorado espaol. Adems se aspiraba a competir en el panorama internacional entre las potencias concurrentes que queran controlar el Sultanato (Inglaterra, Francia, Italia...). En vsperas del desastre de 1898, se vuelve a una posicin ms conservadora y pacfica. Solamente en momentos muy concretos, a partir de finales de siglo reaparecen los objetivos expansivos y dinmicos, eso s con unos medios muy restringidos para su consecucin. La elaboracin de esos objetivos se asentara ms que nada en el pensamiento poltico de los estadistas de la Restauracin ( puesto en prctica a espaldas de la nacin espaola, en el contexto de un rgimen el restauracionista- con un fuerte dficit democrtico), aunque lgicamente estara influida por el entramado poltico ideolgico creado por los africanistas espaoles.44 En este contexto, encontraremos desde la perspectiva espaola la elaboracin y puesta en prctica de tres teoras, cuyos resultados analizaremos a continuacin, que se aplican con desigual balance en el Imperio jerifiano. Las tres con un fin preciso: convertir a Espaa en una potencia destacada y privilegiada en el extremo noroccidental de frica, con deseos ms o menos pblicos de adquirir el status de potencia colonizadora del territorio.

44

Cfr. Pedraz Marcos, A.: Quimeras de frica. La Sociedad Espaola de Africanistas y Colonistas. El colonialismo espaol de finales del siglo XIX. Madrid, Ediciones Polifemo, 2000; Nogu, J y Villanova, J.L.: Espaa en Marruecos. Discursos geogrficos e intervencin territorial. Lleida, Editorial Milenio, 1999; Rodrguez Esteban, Jos A. Geografa y colonialismo. La Sociedad Geogrfica de Madrid (1876-1936). Madrid, Ediciones de la Universidad Autnoma de Madrid, 1996.

17

La primera de estas teoras es la teora de la mediacin en los conflictos del Sultanato con Francia. En efecto, uno de los resultados de carcter multilateral ms significativo fue el papel que tuvo Espaa desde 1887 en la resolucin de conflictos suscitados en el desierto oriental marroqu entre el Imperio jerifiano y Francia. No suficientemente resaltado por los historiadores, se puede afirmar que por los datos de los que disponemos la importancia de Espaa en este aspecto fue relevante, evitando tensiones en 1887 y en 1891 al suscitarse la amenaza gala respectivamente sobre Figuig y Tuat, aunque fracasando a finales del siglo, cuando no se pudo evitar la irrupcin gala en el Sahara oriental marroqu que alterara definitivamente la situacin del statu quo del Imperio. Los principales estudiosos de este tema han sido Manuel Fernndez y Federico Curato que abordan con detalle los tipos de conflictos francomarroques en los que Espaa particip junto a Italia e Inglaterra. La segunda teora complementaria de la anterior sera la de la presin militar, cristalizada en la diplomacia de las caoneras, estudiada por M. Fernndez, F. Curato, A. Rodrguez y C. Ferrera; una accin decidida que se observa contundentemente en 1887, 1889 y 1890. Se complementa con el desplazamiento espordico de unidades navales espaolas a las costas del Sultanato para vigilar el contrabando y la introduccin de armas europeas en Marruecos. Con todo, no hay una continuidad en estas polticas. El gasto militar era reducido y no se poda disparar por esas acciones de polica colonial. La tercera teora es la de la penetracin pacfica espaola en el Sultanato a travs de la intensificacin de las relaciones comerciales entre Espaa y el Sultanato. El perodo 1875-1904, nos habla de un reducido papel de estas transacciones mercantiles que no acta como un factor dinamizador de la economa espaola e incluso se ve intercalado por etapas de fuerte desaceleracin econmica. Situacin esta ltima provocada en este perodo por los cambios en la estructura econmica mundial y por la prdida de competitividad de la economa espaola. No hay que olvidar adems las posibles consecuencias aislacionistas derivadas del abandono del patrn oro. Para intentar combatir este balance negativo, se puso en marcha la denominada va

18

nacionalista del capitalismo espaol, adoptndose medidas proteccionistas como fueron el Real Decreto de 24 de diciembre de 1890 por el que se suspenda la base quinta del Arancel Figuerola. Poco tiempo despus el arancel de 1891 aumentaba considerablemente los derechos de importacin, lo que si por un lado reservaba el mercado nacional para los productos espaoles, generaba tensiones inflacionistas. De todas formas los productos espaoles cuando llegaban al Sultanato no podan competir con los franceses o alemanes, por ser stos bastante ms baratos.

b) La hiptesis de trabajo

En la realidad histrica concreta objeto de nuestra investigacin, la consulta de la documentacin oficial y privada y de los testimonios y memorias nos ha permitido crear un modelo de explicacin sobre la forma en que se produjo la imbricacin de Espaa en la cuestin marroqu. Estamos hablando de un proceso donde no hay una evolucin lineal; falta esa solucin de continuidad porque estamos hablando de un proceso con recovecos, en zigzag, con bandazos y giros bruscos al tener los gobiernos restauracionistas que adecuarse a un dilema. Al producirse la desaparicin del Antiguo Rgimen, hay un hecho que no ha llamado en especial la atencin de los historiadores. Mucho se ha hablado de la intervencin de las Brigadas Internacionales o de diversas potencias extranjeras las nazi-fascistas durante la guerra civil de 1936-1939, y sin embargo la que tuvo lugar durante la primera guerra carlista permanece casi olvidada, a pesar de lo que afirmara el marqus de Olivart a finales del siglo XIX, cuando seal que el tratado de la Espaa liberal con Portugal, Reino Unido y Francia, dando lugar a la Cudruple Alianza, base jurdica de la citada intervencin, es el ms importante, polticamente hablando, no slo de los concluidos en la primera poca del reinado de Isabel II, sino de toda la historia diplomtica contempornea de nuestra patria. 45 La definicin de la poltica exterior espaola del siglo XIX iba, as, a encontrar su

45

Cfr. Marqus de Olivart, Coleccin de los tratados, convenios y documentos internacionales celebrados por nuestros gobiernos con los estados extranjeros desde el reinado de doa Isabel II hasta nuestros das. Notas histricocrticas, Madrid, El Progreso Editorial, 1892, pg. 14.

19

primer camino, a partir de 1834, con la muerte del rey Fernando VII, en la conjuncin con otros factores, dentro del proceso histrico general, de la crisis del sistema imperial espaol. Esta es inseparable de las repercusiones de la Revolucin francesa, del intento hegemnico en Europa del Emperador Napolen Bonaparte, de la guerra de la Independencia espaola, del triunfo de Inglaterra y Rusia sobre la Francia napolenica y de la emancipacin de las colonias americanas -, y es consecuencia asimismo del desarrollo en la pennsula ibrica en la dcada de los aos treinta, de un claro antagonismo entre las grandes potencias occidentales (liberal-parlamentarias) y las grandes potencias orientales Rusia, Prusia y Austria, como

Inglaterra y Francia-

consecuencia de la afirmacin del liberalismo doctrinario en Francia e Inglaterra y de las graves dificultades que estaba encontrando esta ideologa, en Espaa y Portugal frente al absolutismo (carlismo y miguelismo ). En aquella difcil coyuntura, los liberales doctrinarios espaoles comprendieron que ya no tena sentido mantener una poltica exterior condicionada por la defensa de Amrica y seguir, como haban hecho los Borbones desde mediados del siglo XVIII buscando el apoyo de Francia o de Rusia- para frenar a Inglaterra. El nuevo rgimen liberal que se estableci en lucha con los absolutistas carlistas acuar entonces un nuevo y duradero principio sobre el que asentar su accin exterior: cuando Inglaterra y Francia estn de acuerdo, marchar con ellas; cuando no lo estn, abstenerse. Sobre esta base, la Espaa liberal se integr en un cuadriltero, cuyo permetro se consolidar a lo largo del siglo XIX: Londres, Pars, Lisboa y Madrid. Un cuadriltero que tena al sur la zona de intereses comunes y encontrados: la regin del Estrecho, con sus archipilagos (Canarias y Azores), con sus enclaves (Gibraltar, Ceuta y Melilla), con las Baleares en el punto donde se cruzaban el eje francs que una Marsella con Argel y el eje britnico Gibraltar- Hong Kong, y con la inconcreta y comn expectativa sobre Marruecos, en donde confluan intereses espaoles, franceses y britnicos. Aunque la competicin entre los intereses de los gobiernos de Pars y de Londres causase algunos quebraderos de cabeza al gobierno de Madrid, la doble influencia de franceses y britnicos

20

fue compatible entre s y permiti la consolidacin del liberalismo doctrinario espaol sin excesivos costes internacionales. Espaa se integr en el sistema internacional europeo desde su condicin de pequea potencia mediatizada por las grandes, se aventur a realizar una poltica de prestigio en el marco de la seguridad del entendimiento franco-britnico y conserv los restos de su viejo Imperio colonial gracias, no a la existencia de una garanta explcita de Francia e Inglaterra, sino exclusivamente a la fortaleza del statu quo que , hasta la dcada de los 70 , disfrutaron las zonas estratgicas en las que se encontraban esos restos coloniales. Pero el sistema internacional se transform como consecuencia de los resultados de la guerra de Crimea, de la unidad italiana y de la unidad alemana. En 1871, la formacin del II Reich alemn y la contundente derrota de Francia cambiaron el equilibrio de poder en el continente europeo. A partir de entonces, las consecuencias de la segunda revolucin industrial marcaron el cambio del equilibrio mundial con el ascenso a la categora de grandes potencias de Alemania, Estados Unidos y Japn, con la mundializacin de los intereses de todos los grandes viejos y nuevos, y con el proceso de reparto de las tierras, los mercados y los negocios de un mundo globalizado. No era fcil que las lites espaoles se hicieran cargo de lo que estaba empezando a pasar y que sacaran consecuencias inteligentes a la hora de pensar la poltica exterior que convena emprender. Sern Canovas del Castillo y Sagasta quienes desde la estabilidad del rgimen poltico que sostienen, tengan que reconstruir una nueva poltica exterior en la discontinuidad con la que realizaron los gobiernos de la poca isabelina. La percepcin de la nueva situacin internacional creada en 1870-71 con la derrota de la Francia de Napolen III y el encumbramiento del II Reich, la fuerza del sistema bismarckiano, la conciencia de la debilidad del rgimen restaurado y los temores que suscit en Espaa una Francia primero legitimista y despus republicana, condujeron, ms all de la retrica canovista sobre la necesidad de una poltica de recogimiento y la retrica liberal sobre la necesidad de una poltica de ejecucin , a una poltica exterior real y concreta que, en defensa del principio monrquico, gir alrededor de Alemania. Al mismo tiempo, la diplomacia restauracionista deba mantenerse ojo

21

avizor sobre todo lo relativo a Marruecos si quera evitar un reparto del Imperio jerifiano que, sin duda, colocara en el sur de la pennsula a un vecino ms molesto que el dbil Estado marroqu; y no poda perder de vista que la cuestin de Marruecos afectaba de manera directa a la seguridad del Gibraltar britnico. Ahora bien si el problema en Europa de la poltica exterior restauracionista era encontrar el apoyo diplomtico en Alemania necesario para defenderse de Francia y los gobiernos del turno podan, con ese apoyo diplomtico, frenar los peligros franceses derivados tanto del legitimismo como del republicanismo, en la cuestin marroqu la actuacin exterior espaola va a venir caracterizada por una cierta discontinuidad, una falta de coherencia derivada de la falta de apoyo diplomtico alemn para frenar el expansionismo de la III Repblica en Marruecos. Y Espaa no poda encontrar ese apoyo porque el papel internacional que jugaba el II Reich alemn en el continente europeo no tena nada que ver con el que quiso y pudo jugar aquellos aos en el norte de frica. Sin embargo, sostenemos la tesis de que la desorientacin de la poltica exterior restauracionista hay que ponerla ms bien en relacin con el enfrentamiento surgido en el continente europeo entre las dos principales potencias liberales a finales de la dcada de los 70. La pugna por Egipto iba a romper a comienzos de la dcada de 1880 la entente francobritnica. Los britnicos, han sealado Robinson y Gallagher, quedaron en una situacin difcil en ese pas, pues no pudieron retirarse de l en contra de los deseos de Gladstone46, y adems ante el peligro de que el rgimen egipcio que deseaban disciplinar y recomponer se derrumbara ante el surgimiento en el Sudn de un movimiento milenarista, la Mahdiyya, se vieron obligados a consolidar su dominio sobre el valle del Nilo. A partir de 1889 el protectorado velado que ejercieron en Egipto se convirti en una necesidad para la seguridad del Imperio britnico en el mundo. Para los franceses, este velado protectorado britnico era la peor humillacin que se les hubiera podido infligir. El

46

Cfr. Robinson, R.E. y Gallagher, J.: El reparto de frica, en Historia del Mundo Moderno de la Universidad de Cambridge. Tomo XI: El progreso material y los problemas mundiales. 1870-1898. Barcelona, Editorial Ramn Sopena, 1980, pag. 427.

22

canal de Suez y el pas al que haban criado desde el legendario desembarco de Napolen, les haban sido arrebatados. Esto rompi la entente liberal francoinglesa y mantuvo al Reino Unido y a la III Repblica enfrentados durante veinte aos. Por otra parte, para consolidar su dominio en Egipto, Inglaterra pas a ser sumamente vulnerable ante la diplomacia continental europea. Para mantener en orden las finanzas egipcias, necesitara el apoyo alemn contra los vetos franceses en la Comisin de la Deuda. Este hecho dinamit la orientacin exterior de la poltica espaola tambin en lo tocante a los asuntos del Sultanato. Mantenemos la tesis de que ello desorient completamente a los polticos restauracionistas espaoles que en la cuestin marroqu se vieron obligados a buscar apoyos alternativamente en una potencia contra la otra, dando constantes virajes y bandazos a la poltica marroquista, que no se poda ajustar a unos cauces de estabilidad o de continuidad. Esos cauces de estabilidad o permanencia slo se conseguiran a partir de 1903, conduciendo a los acuerdos de Cartagena de 1907. Esta desorientacin en los asuntos marroques de la poltica exterior espaola empieza a ser palpable entre 1877 y 1878, cuando los intereses hispanos se encuentran doblemente enfrentados con los britnicos y franceses a la vez opuestos entre s- y sin contar con el respaldo alemn. Los gobiernos restauracionistas intentarn paliar esa desorientacin hasta 1903, enfrentndose ante el dilema de su doble recelo respecto a las polticas marroquistas de Londres y Pars, a la vez opuestas entre s, teniendo que apoyarse en una u otra segn las circunstancias. Esta ser una constante en la poltica exterior espaola: el seguimiento de una lnea zizgagueante, llena de virajes, de aproximaciones ora a Gran Bretaa ora a Francia, pero nunca simultneamente a las dos. La primera va , la aproximacin a Inglaterra culmina en la Conferencia de Madrid de 1880, que busca apuntalar el mantenimiento del statu quo en Marruecos. Esta poltica es abandonada pocos aos despus por el gobierno canovista que opta por la opcin de aproximarse a Francia, opcin bendecida por el II Reich que busca de Jules Ferry que desve las energas de la III Repblica a la consecucin de un vasto imperio colonial africano.

23

No era fcil entender y resolver el problema de la desorientacin de la poltica marroqu. Recelosos de las intenciones del gobierno de Pars, y con la cuestin de Gibraltar envenenando el menor acercamiento a la Inglaterra de la splendid isolation que se mostraba por entonces especialmente poco interesada en los asuntos de la poltica continental europea, los gobiernos posteriores de la Restauracin se vieron obligados a salirse del marco de la poltica isabelina conjuncin simultnea con las potencias liberales y a buscar su seguridad en el fortalecimiento de su relacin con Alemania y esta es una realidad ya vivida incluso en los ltimos aos del reinado de Alfonso XII . Al salirse de este marco se entra en una dinmica, como hemos dicho de desorientacin de la poltica espaola en Marruecos, agudizada tras la ofensiva del diplomtico DOrdega que intenta convertir el Imperio jerifiano en un protectorado de la III Repblica. Esta desorientacin se corrige a partir de 1887 coincidiendo con la llegada al Ministerio de Estado de Segismundo Moret, uno de los mayores expertos en la cuestin marroqu de la poltica restauracionista. Moret, miembro destacado del partido liberal de Sagasta pone en marcha una poltica de acuerdos mediterrneos con Italia en el marco ms amplio de una poltica de ejecucin, que lleva a la poltica exterior espaola a la opcin de fortalecer sus lazos con Alemania y con la Triple Alianza en general, prxima a su vez a Inglaterra, que necesita del apoyo alemn en El Cairo, en el marco de sus disputas con Francia. El bloque hispano-italiano-britnico planta cara a los intentos de la III Repblica de infiltracin en Figuig, extremo oriental del Sultanato de Marruecos y consigue con su poltica de respaldo al Sultn Mawlay Hassan, preservar la independencia del Imperio jerifiano. Sostenemos la idea de que la poltica exterior espaola entra en un contexto, entonces, de relativa estabilidad que se prolongar hasta finales de la dcada de los 80. El cambio a la dcada de los 90 marca el comienzo de una nueva coyuntura. A pesar de la renovacin en 1891 de los acuerdos mediterrneos con Italia por parte del gobierno de Cnovas hay diversos momentos que propician un cambio en los derroteros de la poltica exterior espaola. El primero de ellos es la ofensiva o empeo personal del Ministro Plenipotenciario britnico en Tnger, E. Smith de convertir el Imperio jerifiano en un protectorado informal de Inglaterra. A

24

nuestro juicio, sin embargo, el hecho ms relevante que modifica el balance de fuerzas en la cuestin marroqu es que el gabinete de Lord Salisbury pretende asegurar definitivamente su control sobre la antigua provincia turca de Egipto, ofertando a Francia compensaciones territoriales en el frica Occidental. La cuestin egipcia se convierte en el termmetro que marcar las aproximaciones o desencuentros de las diplomacias francesa y britnica, y como consecuencia de ello, las posibilidades de entendimiento de estos dos pases en la cuestin marroqu. Se abre as un perodo de cinco-seis aos en que Londres y Pars entierran el hacha de guerra y parecen dispuestas a zanjar sus diferencias coloniales africanas. Sobre todo despus del fracaso de la misin de E. Smith. Paralelamente, Espaa se va desengaando de sus compromisos con la Trplice: en agosto de 1891 se produce la negativa del Emperador alemn Guillermo II a que Espaa protagonizara y capitaneara una intervencin europea en defensa de la monarqua portuguesa. Al mismo tiempo, los gobiernos restauracionistas del turno experimentan una serie de recelos hacia la joven monarqua saboyana: Italia refuerza su penetracin en el Sultanato, creando una fbrica de armas en Fez, realizando una serie de hbiles maniobras diplomticas, vendiendo modernos buques de guerra al Majzn . Todos estos hechos ilustran los estrechos lmites del apoyo diplomtico alemn hacia la Monarqua borbnica espaola y pueden ser interpretados como la constatacin del fracaso de toda la orientacin de la poltica exterior restauracionista apoyada fundamentalmente en la defensa del principio monrquico. El desarrollo de los contactos diplomticos que suscit la crisis portuguesa del Ultimtum no dej lugar a dudas sobre la fragilidad de los apoyos diplomticos con los que poda contar. Rosario de la Torre ha sealado acertadamente que en 1893, la crisis de Melilla y la visita de la flota rusa a la base francesa de Toulon pusieron de manifiesto que las grandes potencias no estaban dispuestas a permitir que Espaa modificara el statu quo de Marruecos , que el acercamiento franco-ruso haba puesto fin a veinte aos de aislamiento francs y que el antagonismo franco-britnico poda incrementarse como consecuencia de las iniciativas coloniales de una Francia que se senta ms segura .47 A juicio de esta historiadora, esta nueva coyuntura47

Cfr. De la Torre del Ro, R.: Una crisis que rectific la orientacin de la poltica exterior , en Revista de

25

internacional llev a los gobiernos del turno a un acercamiento diplomtico a Inglaterra. Otros historiadores, a su vez, han completado esta visin; as cuando Manuel Fernndez redact su extenso trabajo sobre las relaciones entre Espaa y el Sultanato marroqu en los primeros decenios de la Restauracin, fue capaz de intuir el nuevo giro de la poltica exterior espaola hacia Marruecos tras la guerra de Melilla, aunque no fue capaz de explicarlo porque detiene su trabajo precisamente con la muerte del Sultn Mawlay Hassan en 1894. Hay que sealar que cualquier historiador que se enfrente al estudio de los aos 1894-95 en lo que se refiere a la imbricacin de Espaa en la cuestin marroqu, ha de tener que afrontar una relativa carencia documental. Sin embargo, es posible paliarla en parte acudiendo a los Fondos de Asuntos Exteriores de Alcal de Henares. El concienzudo examen de la documentacin de las Embajadas de Espaa en Londres y Pars nos permite elaborar una hiptesis, ms en la lnea de Robinson y Gallagher que recalcan la distensin en los problemas coloniales franco-britnicos en frica hasta 1895-1896.48

Sealamos

un modelo de explicacin insistiendo en que la Restauracin aprovech esta circunstancia; que la diplomacia espaola encontr la ocasin de intentar de nuevo ajustar sus actuaciones en Marruecos a una aproximacin simultnea a Londres y Pars, dinmica donde la poltica exterior restauracionista se mova cmodamente. Si en 1891, estando en vigor los antiguos lazos con Italia y con un Reino Unido todava en la rbita de la Trplice, espaoles, britnicos e italianos se haban opuesto a las amenazas galas sobre el Tuat, en 1895 las cosas han cambiado radicalmente. No lo han hecho sin embargo del lado francs: la III Repblica sigue obsesionada con sus tendencias de expansin sahariana, deseosa y anhelante de invadir el Tuat. Sin embargo ahora se vive una dinmica de alejamiento de Inglaterra de la rbita de la Trplice y parece viable una negociacin sobre Egipto que consolide el dominio ingls a cambio de ofertar el Sahara a la III Repblica. En ese marco, el Ministro Plenipotenciario espaol en Tnger, Emilio de Ojeda ha recibido instrucciones de no oponerse a los deseos expansionistas galos y de buscar una conjuncin en la cuestin marroqu con franceses y britnicos. Julio Salom ha sealado al respecto que Moret enOccidente, nos. 202-203, 1998, pp. 175-176. 48 Cfr. Robinson, R.E. y Gallagher, J.: El reparto de frica ..., op. cit , pg. 443.

26

1893 no slo haba buscado una aproximacin a Inglaterra (lo cual hizo, evidentemente, al comienzo de su ejercicio en el Ministerio de Estado), sino que intent la superacin del antagonismo colonial anglo-francs mediante la elaboracin de un proyecto de protectorado tripartito en el Sultanato, donde Espaa se insertara con tranquilidad. 49 La consulta de los fondos inditos de la Embajada de Londres correspondientes al ao 1895 nos permite afirmar que Gran Bretaa no quiso apoyar con consistencia a la diplomacia restauracionista en el empeo de esta ltima de instalar un consulado en Fez. Tal vez ello se debiera a los temores del Reino Unido de que la Restauracin intentase aprovechar las consecuencias de la guerra de Melilla para obtener ventajas en el Sultanato. Sin embargo, la ruptura de esa conjuncin con Londres y Pars hay que explicarla de nuevo en el contexto de la cuestin egipcia. A finales del siglo XIX, la III Repblica acaricia materializar un proyecto largamente soado: llevar desde el Atlntico una expedicin militar al sur del Sudn y conseguir el dominio de una franja territorial interocenica que llegue hasta el extremo Oriental de frica. En ese contexto, se diluyen las posibilidades de acuerdo sobre Egipto. De nuevo volver la desorientacin a la poltica exterior espaola en la cuestin marroqu al encresparse la relacin franco-britnica. Coincidir esta desorientacin con la ruptura de los lazos que unan a Espaa con la Trplice y con el aislamiento internacional del rgimen de la Restauracin, en vsperas del enfrentamiento militar con los Estados Unidos. Desde el mismo momento en que estall la insurreccin cubana de 1895 y, sobre todo, desde que se hizo evidente que el enfrentamiento, largo y destructivo, poda ser una ocasin que propiciara la intervencin directa de los Estados Unidos, la defensa de la soberana espaola de Cuba se convirti en el principal objetivo de una nueva poltica exterior restauracionista que, presentando la intervencin norteamericana en la isla como algo contrario a los intereses europeos en Amrica e identificando el mantenimiento de la soberana espaola en la Gran Antilla con la defensa del principio monrquico , busc de manera decidida un compromiso diplomtico con la Triple Alianza y /o con Inglaterra que frenara la intervencin de los49

Cfr. Salom, J.: Del recogimiento al aislamiento (1890- 1896) en Fusi, J.P y Nio, A.: Vsperas del 98. Orgenes y antecedentes de la crisis del 98. Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pg. 209.

27

Estados Unidos, a cambio de los beneficios que proporcionara a sus posibles socios la utilizacin de las costas y puertos espaoles en tiempo de guerra. La diplomacia espaola tanto la del partido conservador como la del liberal no lo consigui. No se trata fundamentalmente de un problema de incompetencia profesional, sino que se conjugan varias realidades: Espaa no estaba siendo capaz de terminar con una guerra que perjudicaba intereses norteamericanos, los insurrectos no hicieron nada para buscar un compromiso que impidiera la intervencin norteamericana y las grandes potencias europeas tenan muy poco que ganar y s mucho que perder con una intervencin que Estados Unidos rechazaba por principio. En Marruecos, la diplomacia espaola en vsperas del 98 haba consolidado unas posiciones de prestigio , basadas en la constancia de su apoyo a la integridad territorial marroqu en 1887 y en 1891-, en una presencia militar intermitente en las costas del Sultanato, consistente en la diplomacia de las caoneras, y en el xito del servicio de espionaje espaol organizado por el consulado en Mogador que entr en guerra con los servicios de inteligencia galos en 1887, frustrando un desembarco de armas que iba a servir para potenciar los intentos independentistas del Sus . Sin embargo, a finales del siglo XIX hay un marco nuevo de referencia que introduce variantes sustanciales para Espaa en la cuestin marroqu. Lo que estaba en juego ahora era una amenaza inminente para la seguridad nacional. Sostenemos la idea de que tanto liberales como conservadores entendan que el Rif era una regin de inters geoestratgico vital en la defensa de la Pennsula. Y el control del Rif empieza a serle cuestionado al Majzn por las injerencias imperialistas francesas. Los acontecimientos tienen un origen fortuito, y se ven originados por el contrabando que practican algunos miembros de la cabila de Bocoya. Estafados por los europeos con los que trafican, asaltan algunos buques que navegan cerca de la costa y toman como rehenes a sus tripulantes. Es lo que se ha denominado indebidamente como la conversin en piratas de los Bocoyas. La diplomacia gala forja proyectos de intervencin a gran escala: desplaza a un diplomtico, el argelino Si Al.lal que intenta convertir el Rif central en un protectorado galo.

28

Por lo tanto ya tenemos otro elemento, adems de las desavenencias en la cuestin egipcia entre Londres y Pars, que propicia el que la diplomacia espaola quede absolutamente desorientada en sus actuaciones en Marruecos: un Rif central en manos de Francia es como un pual apuntando directamente al corazn estratgico de la defensa espaola. El tema del contrabando Bocoya ha devenido en un problema de primera magnitud para la estrategia operativa restauracionista en Marruecos. Qu hacer en tales circunstancias es el dilema ante el que se van a enfrentar de nuevo los liberales y conservadores; el mismo problema que se vena arrastrando desde 1877. La solucin ser la ya conocida: los bandazos, los giros y los saltos en el aire aproximndose un da a Londres y al da siguiente a Pars, ya que no se puede dar una aproximacin simultnea a los dos. Por si fuera poco, la situacin que a lo largo del siglo XIX permiti que se mantuviera el respeto al llamado statu quo50 en Marruecos, es decir el estado de independencia relativa del Sultanato, se iba a quebrar con el cambio de siglo al producirse una variacin notable en la poltica gala con respecto al Imperio jerifiano, mostrndose a partir de ahora particularmente agresiva. Ante los inicios de la agresin imperialista europea- conquista militar del territorio del Tuat -, los mtodos practicados por el Sultn Mawlay Hassan para preservar la integridad de su reino, se revelan como ineficaces, comenzando la descomposicin de Marruecos. Desde los inicios de la etapa restauracionista, los gobiernos del turno haban practicado constantemente con relacin a Marruecos una poltica de respeto ms o menos escrupuloso al mantenimiento del statu quo, dado que las condiciones militares del pas no le permitan cumplir su aorado sueo de expansionarse por el norte de frica, territorio que en virtud de designios50

El ms grave de los problemas que haban pesado en las relaciones euro-marroques durante el siglo XIX era el de las protecciones, ya que supona una verdadera trasferencia hacia las potencias imperialistas de una parte de la soberana del Majzn. Pretendiendo resolver ese problema se convoc una conferencia internacional en Madrid entre mayo y julio de 1880. Pero lejos de terminar con la proteccin, se acab por extenderla, convirtiendo a su vez los asuntos marroques en inters de las potencias , garantes de que ningn cambio podra establecerse en Marruecos sin su consentimiento. Es el nacimiento del statu quo en Marruecos, y tambin ciertamente, el fin de su independencia. Aunque elstatu quo tena otras lecturas, entre otras la del africanista espaol Joaqun Costa, que lo defina as: Lo que a Espaa interesa, lo que Espaa necesita, no es sojuzgar el Mogreb, no es llevar sus armas hasta el Atlas; lo que a Espaa interesa es que el Mogreb no sea jams una colonia europea; es que al otro lado del Estrecho se constituya una nacin viril, independiente y culta, aliada natural de Espaa, unida a nosotros por los vnculos del inters comn, como lo est por los vnculos de la vecindad y por los de la Historia .

29

histricos y de una presencia en el pasado, crea reservado para su exclusivo dominio. Ello no haba sido bice para que algunos gobiernos del perodo patrocinaran la puesta en marcha de la penetracin pacfica en el Imperio, a la vez que se desarrollaba una activa poltica diplomtica para asegurar los intereses de Espaa en la zona. La ruptura del statu quo en el Sultanato se produjo cuando el pas acababa de sufrir una seria embestida con los acontecimientos del 98, que determinaron la prdida de los ltimos restos de su imperio colonial y revelaron a las claras cul era la situacin internacional de la nacin: rotas en el decenio anterior las tenues ligaduras que le unan a la Triple Alianza, Espaa no slo era un pas dbil militarmente, sino aislado y muy dependiente de la actitud de las grandes potencias. La guerra de 1898 provoc en Espaa un exagerado despliegue de entusiasmo patriotero y la derrota hundi a la opinin pblica en una desmesurada depresin. Si bien no acab con la existencia del rgimen poltico imperante, el sistema de la Restauracin, una monarqua parlamentaria con una base carente de legitimidad democrtica pues se basaba en un combate electoral, en gran medida ficticio entre los dos partidos de las oligarquas terrateniente y financiera. Con todo, el fin de siglo asisti al surgimiento de movimientos sociales y econmicos opuestos al rgimen. A pesar del sentido catastrofista que se impuso en Espaa, el desastre de 1898 no fue un acontecimiento aislado, sino que form parte de un proceso global de redistribucin colonial en una nueva fase de expansionismo, nacida en la dcada de 1870.51 Japn, los Estados Unidos y Alemania se haban impuesto haca poco como potencias mundiales y no slo estaban penetrando en antiguas esferas de influencia de otras potencias coloniales sino que pretendan colonizar aquellas partes del globo a las que no haba llegado an el colonialismo. El resultado fue que el equilibrio de poder entonces dominante comenz a desestabilizarse. En pocos aos, asistimos a una serie de revueltas anticoloniales, en China, Cuba y Filipinas, al fracaso de la ocupacin italiana de Etiopa y al fracaso, asimismo, de los franceses en su intento de establecerse al sur del Sudn, y por ltimo a la rebelin ber en Sudfrica. En ese proceso, las potencias europeas ms dbiles Espaa,51

Cfr. Balfour, S.: Espaa y las grandes potencias y los efectos del desastre de 1898, en Balfour, S. y Preston, P. (eds ) : Espaa y las grandes potencias en el siglo XX, Barcelona, Crtica, 2002 , pg. 1

30

Portugal e Italia- se vieron obligadas a ceder colonias y refrenar sus ambiciones o dirigirlas en otra direccin. Ahora, Marruecos se va a convertir en un nudo de tensiones entre las potencias. La causa era, por una parte, su situacin estratgica desde la que se dominaba la entrada y la salida del Mediterrneo, y por otra, la creciente rivalidad comercial entre Francia y Alemania en el noroeste de frica. La expansin francesa en ese rincn de frica planteaba una amenaza potencial no slo a los intereses comerciales de Gran Bretaa y Alemania sino tambin a la seguridad estratgica de los ingleses. Londres no aceptaba la penetracin francesa hasta la orilla mediterrnea de Marruecos por el riesgo que ello implicaba sobre la seguridad de Gibraltar y el control de los Estrechos. En el transcurso de la guerra de Espaa contra los Estados Unidos, Gran Bretaa haba practicado una neutralidad puramente formal. Sus verdaderas simpatas iban hacia Estados Unidos. Adems los britnicos haban aprovisionado de carbn a los barcos americanos y al mismo tiempo haban presionado a las autoridades egipcias para que no permitieran a la flota espaola del Mediterrneo que navegaba hacia Filipinas que se abasteciera de combustible. La flota conseguira llegar al mar Rojo, pero fue reclamada de vuelta a Espaa despus del desastre del primero de mayo de 1898. Como consecuencia, el resentimiento espaol contra Gran Bretaa tras el desastre se uni a los estrechos lazos que se desarrollaron entre Francia y Espaa (a pesar de la competencia que las enfrentaba en Marruecos), lo que hizo aumentar los miedos britnicos de que Francia pudiera conseguir ciertas ventajas territoriales en la pennsula. Estos miedos se engarzan con el problema derivado de las fortificaciones britnicas en Gibraltar y de la creacin de un anillo defensivo espaol en sus proximidades, dando lugar a un panorama bastante complejo a finales de 1898 en la cuestin marroqu, donde los bandazos diplomticos espaoles vuelven a ser tan intensos que a veces aproximaciones alternativas a Londres y Pars se suceden sin solucin de continuidad en el intervalo de breves semanas. As, el gobierno liberal de Sagasta busc una aproximacin al britnico en la cuestin de Marruecos como frmula para rebajar la tensin propiciada por el problema de Gibraltar. Pero es que temeroso Sagasta de que los britnicos, enfrentados a los

31

franceses en el valle del Nilo (crisis de Fashoda), quisieran cerrar el Mediterrneo a la flota de guerra gala dando un golpe de mano en Marruecos y apoderndose de Tnger o de la costa mediterrnea del Imperio jerifiano, busc casi a la vez que se produca el acercamiento a Londres - el apoyo diplomtico de Francia, Rusia y Alemania, intentando que se forjara una coalicin continental antibritnica. Todo ello en el marco de una cuestin, la del Norte de Africa, donde el Sultn, sabedor de la debilidad militar de Espaa, pretender poco despus cuestionar la presencia colonial espaola. De esta manera, la accin diplomtica espaola respecto al Imperio queda con tanto vaivn carente de continuidad a finales de 1898. El Ministro Plenipotenciario en Tnger, Emilio de Ojeda, asistir desconcertado a la ruptura de la coyuntural conjuncin con el Reino Unido, y al rechazo de sus propuestas hechas a Mara Cristina, la reina regente y al Ministerio de Estado de procurar la neutralizacin del Sultanato, como frmula de prevencin ante los intentos expansionistas de Francia. Las rdenes que le remita el gobierno de Madrid insistieron en el mantenimiento del statu quo, pero no disearon ni previeron estrategia alguna que contribuyese a afianzarlo. La diplomacia espaola va a actuar a partir de ahora buscando una respuesta al fuerte grado de inseguridad que tiene el rgimen restauracionista, en tanto ste teme que la redistribucin colonial no se termine con la prdida de las posesiones en el Pacfico y Caribe. Adems, la derrota en la guerra hispano- norteamericana dejaba descarnadamente al descubierto la falta de preparacin militar para defender el pequeo y disperso imperio que restaba. Tambin haba revelado el aislamiento diplomtico en el que haba cado. La poltica exterior espaola en los primeros aos del nuevo siglo se iba a ver condicionada sobre todo por la preocupacin de garantizar la defensa de la Pennsula y sus islas en el nuevo y voltil contexto del imperialismo competitivo. Los estadistas liberales y conservadores sin diferencias entre ellos tradicionalmente haban considerado la posesin de un imperio en Marruecos como estratgicamente necesario para la defensa de pennsula y archipilago canario. En el estudio esbozamos algunas de las ideas de los expertos conservadores como F. Silvela en la lgica del imperialismo y sostenemos la hiptesis de que la fuerza

32

impulsora del colonialismo espaol a principios del siglo XX sera la bsqueda de garantas externas a la integridad territorial del pas pero tambin el deseo de crear glacis defensivos en Marruecos, y esa poltica tena sus races en la inseguridad estratgica producida por el desastre de 1898. La poltica fue claramente expresada por el Embajador espaol en Francia, F. Len y Castillo: Marruecos es para nosotros no slo una cuestin de honor, sino una cuestin de frontera y de seguridad nacional . Sebastin Balfour defiende la idea de que tras el 98 haba importantes diferencias sobre poltica exterior entre los conservadores y los liberales. Segn el historiador anglosajn, a estos ltimos les interesaba ms la integracin espaola en el nuevo sistema de relaciones internacionales que a los primeros, cuyos instintos tradicionales les llevaban a mantener el statu quo en Marruecos.52 Esta tesis hay que matizarla: A) La poltica exterior practicada por Silvela entre 1899 y 1900 es tan rica en bandazos y en giros bruscos y alternativos como lo haba sido la practicada por Sagasta en el contexto de 1898. B) Silvela no busc apuntalar el statu quo en Marruecos sino dinamitarlo, aprovechando el empuje francs sobre el Tuat. Adems, el estadista conservador intent dos veces en 1899 y en 1903 romper el aislamiento internacional de Espaa y entrar como miembro de una alianza continental, es decir quiso ingresar en la Dplice francorusa. Se ha repetido hasta la saciedad que Francisco Silvela fue un estadista profrancs y que su poltica exterior pivota sobre la necesidad de una aproximacin diplomtica a Francia. Ni que decir tiene que no se puede corregir esta afirmacin, teniendo las evidencias de que en las dos ocasiones sealadas, busc una alianza militar con Pars, que garantizara la soberana e integridad de Espaa. Ahora bien, el estudio sistemtico de fuentes totalmente inditas, los papeles de Silvela y de su Ministro, Aguilar de Campoo guardados en Alcal de Henares nos han permitido elaborar otro modelo de explicacin de la poltica exterior de los conservadores en el bienio 1899-1900 que matiza o complementa las anteriores afirmaciones. Fracasado el intento de ingresar en la Dplice en 1899, Silvela se encuentra con un problema en Marruecos de cierta trascendencia: el Majzn quiere52

Cfr. Balfour, S.: Espaa y las grandes potencias y los efectos del desastre de 1898 , en Balfour, S. y Preston, P, eds: Espaa y las grandes potencias en el siglo XX, Barcelona, Crtica, 2002, pg. 7.

33

evitar la navegacin de buques extranjeros por las costas septentrionales del pas. Cmo reacciona el estadista conservador?. Silvela entiende que la medida emprendida por el gobierno marroqu es positiva para los intereses espaoles y se muestra partidario de respaldarla. Ahora bien, lo verdaderamente original de su actitud es la seleccin que hace de sus aliados. Se mostrar proclive, digamos a obrar de acuerdo a una poltica coherente, de estabilidad, acorde con sus primeras actuaciones al frente del gobierno, es decir buscando el apoyo diplomtico de su supuesto aliado natural, la III Repblica para respaldar los deseos del gobierno marroqu?. No. Silvela no poda soslayar una realidad: Francia era a la vez la aliada natural de Espaa, pero su enemiga en Marruecos. No se poda buscar su apoyo. Y de nuevo tenemos los vaivenes, los bandazos de la diplomacia espaola en la cuestin marroqu: se va a buscar el apoyo de Lord Salisbury. Meses despus, queda claro tras la delimitacin de la frontera del territorio colonial de Ro de Oro, que el Quai dOrsay haba mudado su parecer sobre cul era la delimitacin de la frontera meridional del Sultanato marroqu. Por qu decimos esto?. Pues porque en el verano de 1891 se haban producido unas conversaciones en Madrid entre el Embajador francs, Paul Cambon y el duque de Tetun, ministro de Estado canovista. En el transcurso de estas conversaciones, Cambon haba admitido expresamente que Tarfaya formaba parte del Imperio jerifiano. Sin embargo, en 1900, el Quai dOrsay muda su opinin: Tarfaya y la Sakia al Hamra, o sea la vasta regin al sur del Uad Draa y al norte de Ro de Oro no pertenece a Marruecos. A Silvela le entra una gran preocupacin, compartida por Emilio de Ojeda, representante diplomtico espaol en Tnger y de marcadas tendencias pro-britnicas: No pretendern los franceses apoderarse de este territorio, clave para la seguridad estratgica de Canarias?. Silvela no se lo piensa dos veces y acta, segn las sugerencias de Ojeda. Lo que va a proponer es simplemente, en un momento de crisis del Sultanato que sufre una embestida militar formidable por parte de Francia en el Tuat- dinamitar el statu quo, pero le da igual. Nuestra tesis es corroborar la intuicin de Vctor Morales Lezcano que lleg a argumentar que el colonialismo espaol en Marruecos obedece entre otras razones- a las preocupaciones defensivas por los archipilagos balear y

34

canario53. Y olvidndose de sus anteriores deseos de ingresar en la Dplice, Silvela va a apelar al Foreign Office para conseguir sus propsitos: edificar un imperio en el Sahara. Otra de las razones por las que apuntamos la hiptesis de que Silvela no hizo nada por apuntalar el statu quo del Imperio, est en su intento de sacar partido del estado de alarma y desconcierto causado en el Majzn por la invasin gala del extremo suroriental del pas, para obtener del Sultn importantes concesiones jurdicas como el derecho de patrullar los buques de guerra espaoles por las costas del Sus, lo que por un lado asegurara la defensa de las islas Canarias y, por otro lado, permitira actuar en esta regin utilizndola a modo de plataforma para un posterior avance sobre el corazn del Sultanato. Esta estrategia propia de Silvela en materia de poltica colonial, una ofensiva imperialista, se prolongar hasta fines de 1900. No se trata sino de la vertiente en poltica exterior de lo que constitua el regeneracionismo aplicado por el jefe de los conservadores en la poltica interior: una actuacin conducente a adaptarse a las prcticas imperialistas vigentes, desarrollando una accin expansiva ambiciosa y de grandes pretensiones, que devolviese a Espaa la categora de potencia y le permitiese obtener un Imperio colonial de recambio al perdido en las Antillas y en el Extremo Oriente. Incluso estar tentado de emprender una poltica de castigo contra Marruecos cuando, aprovechando la debilidad militar espaola subsiguiente al 98, las autoridades marroques intentaron expulsar al mar a los hispanos en las costas del Rif. Es el bloqueo de las plazas de Alhucemas y Pen de Vlez de la Gomera, que se prolongar durante seis meses, y que constituye un tema indito en la historiografa espaola. Ni siquiera Jernimo Becker lo recoge en sus estudios; aunque repasando la prensa espaola de la poca, se comprende esta omisin puesto que los medios formadores de la opinin pblica no dieron especial relevancia a este hecho.

53

En 1979 este investigador recalcaba que la ocupacin espaola del norte de Marruecos consolidaba geogrfica y estratgicamente el dominio sobre las Baleares y reforzaba la capacidad de dilogo de los gobiernos restauracionistas con Londres, a efectos de una negociacin sobre Gibraltar; Morales seal adems que en cuanto a la zona sur del Imperio marroqu (el Marruecos sahariano) era necesaria para guardar las espaldas a las islas Camarias, tal como coment el conde de Romanones en una intervencin parlamentaria el ao 1904. Cfr. Morales, V.: La aventura econmica, en Historia 16. Extra IX, 1979, pg. 19.

35

Producido el rechazo britnico a las peticiones de ayuda de Silvela, al entender los analistas del Foreign Office que la ocupacin del Sahara occidental por parte espaola acabara por quebrar definitivamente el statu quo en Marruecos, se produce otro bandazo de los habituales en la poltica marroquista del rgimen de la Restauracin. Es ahora un gobierno interino de conservadores presidido por el general Azcrraga el que se enfrenta al dilema de cmo actuar en Marruecos. La solucin es plantear al Quai dOrsay las pretensiones espaolas sobre Tarfaya y el deseo de establecer en la regin un dominio colonial. Todo ello, cabe preguntarse, por qu no ha sido conocido hasta ahora por los historiadores?. Porque ha sido necesario descubrir unos documentos inditos en legajos olvidados?. Hay que discernir un poco sobre el silencio historiogrfico en torno a estos hechos y en particular en torno a por qu ha sido ignorada la ofensiva diplomtica de F. Silvela en el verano de 1900 buscando el control del Sahara occidental. La respuesta est en el sorprendente grado que alcanz la insensibilidad de la poltica exterior espaola, al menos en esta etapa restauracionista que centra nuestro estudio, ante los diversos grupos de presin de cualquier signo. Todas estas negociaciones se hacan bajo las condiciones de la diplomacia secreta caracterstica del perodo anterior a la Primera Guerra Mundial: eran hechos que solamente conocan la Reina Regente Mara Cristina, un puado de diplomticos miembros del Ministerio de Estado, los jefes de gobierno y los ministros. Y nadie ms. Esta relativa impermeabilidad de la diplomacia secreta deriva tambin de lo peculiar del sistema poltico del rgimen de la Restauracin. Los dos partidos dominantes, conservadores y liberales, no eran partidos modernos que articulasen los intereses econmicos reales de Espaa, sino facciones polticas de notables que representaban, de modo imperfecto, a las oligarquas terratenientes y financieras cuyo poder se basaba en el clientelismo y en el fraude electoral administrado por los jefes locales o caciques. Lo reducido de su representacin proporcionaba a los gobiernos un cierto grado de autonoma en la formulacin de la poltica, especialmente en la poltica exterior, porque afectaba intereses de limitado alcance en la poltica interior. De hecho, cuando durante el perodo de gobierno de Sagasta a finales del siglo XIX el Ministerio de Estado se plante crear partidos

36

proespaoles en el Rif, el modelo de esas agrupaciones de indgenas fue el clientelar, trasunto de los partidos del turno, es decir un modelo de grupos formados por notables indgenas afectos a la causa hispana y comprados mediante subvenciones econmicas. Sostenemos la hiptesis de que la aproximacin a Francia en el otoo de 1900 con el objeto de buscar el apoyo del Quai dOrsay a las aspiraciones sobre Tarfaya marca el ltimo de los virajes de la diplomacia restauracionista en el perodo que estudiamos. Asistimos a una supeditacin a Francia de la poltica espaola en la cuestin marroqu. En ese orden de cosas, la diplomacia espaola no ayuda nada al Majzn para que prospere la reforma fiscal introducida por el gobierno marroqu actitud seguida por Francia y en otro orden de cosas, el probritnico Emilio de Ojeda es relevado al frente de la Legacin en Tnger por el disciplinado Clogan que obedecer

escrupulosamente los dictados del palacio de Santa Cruz. En la primavera de 1901 se inician las conversaciones de Pars sobre el reparto de Marruecos. Se trata de un tema historiogrfico debatido hasta la saciedad, con el comn denominador de la creencia por parte de los historiadores que han buceado en el complejo proceso de negociacin de este tratado non-nato, en la visin que da Len y Castillo de cmo se frustr el pacto.54 Por qu esta creencia?. No se haba tenido acceso por parte de estos historiadores a los documentos inditos depositados en los fondos de la Embajada espaola en Pars y guardados en Alcal d