Eso hay que celebrarlo - fiestas a la Sueca

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Fiestas a la sueca celebrarlo Eso hay que Po Tidholm • Agneta Lilja

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¿te intriga la mítica festividad del solsticio de verano, cuando los suecos se visten con coronas de flores y bailan alrededor de un poste de sospechosa forma fálica? ¿O quizás quieres saber en qué consiste la fiesta del 13 de diciembre, día en que los suecos se desayunan con bollitos de azafrán, cantos corales y un desfile encabezado por Santa Lucía, adornada con velas en el cabello? En Eso hay que celebrarlo descubrimos el papel que han desempeñado las estaciones del año, la historia pagana, el cristianismo, la inmigración y la insaciable curiosidad de los propios suecos en la formación de las tradiciones del país, unas tradiciones en continua evolución. Quizás te sorprendas al encontrar similitudes con tus propias costumbres y te quedes fascinado con la extraordinaria naturaleza de otras.

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Fiestas a la sueca celebrarloEso hay que

Po Tidholm • Agneta Lilja

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Agneta Lilja es catedrática del Departa­mento de Historia Antigua y Contempo­ránea de la Universidad de Södertörn, en Estocolmo. Su tesis doctoral, titulada La noción del registro ideal, era un análisis crítico de las estrategias de recopilación de un archivo especializado en la docu­mentación de tradiciones y costumbres festivas. Su investigación incluye el es­tudio de canciones y costumbres festivas y Lilja ha escrito también un libro sobre el Día de Todos los Santos y la fiesta de Halloween. Actualmente está centrada en la investigación del género, incluido un estudio basado en las necrológicas de industriales varones. Asimismo, Lilja escribe reseñas y aparece en programas de radio y televisión.

Agneta Lilja es la responsable de la re­dacción de las secciones de datos sobre la historia de las festividades y tradiciones suecas.

Po Tidholm es un periodista y crítico freelance residente en la provincia de Hälsingland. Colabora habitualmente con los periódicos suecos Dagens Nyheter y Aftonbladet, con la revista Filter y la Radio Sueca. Sus artículos sobre socie­dad, cultura e historia suelen versar so­bre la campiña sueca y el norte del país. En 2012 publicó su libro Norrland.

Po Tidholm es el responsable de las secciones principales en esta publica­ción sobre las celebraciones en la Suecia moderna.

Portada: La muy esperada fiesta del cangrejo de río, en agosto, con las características risas de fondo y las nubes de mosquitos. Contraportada: Para los suecos es cuestión de orgullo encontrar el mejor árbol de Navidad para la casa.

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Índice

Las estaciones del año llevan la voz cantante 2

Nochevieja 6

San Valentín: el día de los enamorados 10

Pascua 13

La noche de Walburga y el primero de mayo 17

Día de la Fiesta Nacional 20

San Juan o el solsticio de verano 22

La fiesta del cangrejo 26

El arenque báltico fermentado 29

Halloween 32

Día de Todos los Santos 34

El día de San Martín 36

Adviento 38

La Lucía 41

Navidad 44Portada: La muy esperada fiesta del cangrejo de río, en agosto, con las características risas de fondo y las nubes de mosquitos. Contraportada: Para los suecos es cuestión de orgullo encontrar el mejor árbol de Navidad para la casa.

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Celebrating the Swedish way

lo atractivo de las tradiciones y costumbres es que siempre cambian. Cuando resultan inservibles, son relegadas al olvido o moldeadas en formas nue-vas. Eso es lo que pasa en sumo grado con las costum-bres festivas en Suecia. Suelen tener unas raíces an-tiguas, los orígenes de algunas se remontan incluso a los tiempos de la Suecia pagana. Muchas tradiciones nos han llegado de fuera, con los comerciantes alema-nes o por medio de la Iglesia protestante.

Otras costumbres son tan antiguas, que sus oríge-nes se han perdido en el olvido de los tiempos. Ello no impide, sin embargo, que se sigan celebrando, porque siempre ha sido así y porque han llegado a ser muy estimadas. Se han convertido en parte del ciclo de la vida, al que sirven de marco, y dan a la gente una noción del tiempo y al año, un ritmo.

En Suecia, son muchas las costumbres que están fuertemente vinculadas con los cambios de la natura-leza. Así, por ejemplo, los suecos celebran la fiesta de San Juan, o solsticio de verano, con una intensidad que sólo puede darse en un pueblo que acaba de pasar otro largo y duro invierno. Encienden velas al llegar el Adviento y rinden culto a una Lucía vestida de blanco y con una corona de velas en el pelo. Por otra parte, la comida sueca tiene a menudo un carácter de temporada y su condimentación y preparación tienen que ver con las necesidades de conservación que se dieron en la sociedad agraria, más primitiva. Ejem-plos de ello son el arenque marinado, la carne salada o ahumada, o productos lácteos cuajados, cocidos o curados. Varias de las costumbres festivas suecas

están vinculadas con el año agrícola, con los cultivos primaverales, las temporadas de caza y pesca y la épo-ca de la cosecha. Ahora bien, como ya se ha dicho, su significado original puede haber desaparecido en su versión actual y haber sido sustituido por otro nuevo.

Todo ello tiene que ver no sólo con el paso del tiempo y el olvido humano. Los suecos tienen tam-bién una relación escindida con respecto a sí mismos. La imagen propia da cabida al orgullo por la historia sueca y, al mismo tiempo, una mala confianza en sí mismos ante lo que se considera viable desde el punto de vista continental e internacional.

Cuando se presentó la ocasión, los suecos se arro-jaron de cabeza a la modernidad. La remota situación del país en el mapamundi, su rara capacidad para evitar la guerra, así como sus ricos recursos foresta-les y mineros, convirtieron a Suecia en un país rico, pero peculiar, a nivel internacional. Así, mientras otros países vivían inmersos en conflictos y diferen-cias de clase, en Suecia imperaba el mutuo acuerdo y el optimismo de cara al futuro. La fe en lo nuevo, en el bienestar general –lo que en Suecia dio en llamarse folkhemmet, el hogar del pueblo– y en el crecimiento adquirió en determinados momentos tal fortaleza, que la historia quedó relegada al olvido. De repente, se consideró que las viejas tradiciones y costumbres eran inservibles; los jóvenes cerraron sus oídos a los relatos de las personas mayores y no volvieron su mi-rada para echar un vistazo al pasado. El futuro atraía como un espejismo más allá del horizonte, y había que llegar allí en el plazo más corto posible.

Las estaciones del año llevan la voz cantante

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Un verano que se precie, ha de incluir tarta de fresas.

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En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mun-dial, la sociedad sueca experimentó una expansión a un ritmo récord. De haber sido un país agrario de la periferia, Suecia subió al primer puesto de la lista del crecimiento. Se construyeron nuevos centros urbanos, se ampliaron carreteras y se crearon otras nuevas. Las casas de hormigón surgieron como setas del suelo.

Suecia conquistó el bienestar, pero perdió al mismo tiempo el contacto con su propia historia. A los suecos les ha llevado tiempo lograr un nuevo equilibrio.

En la Suecia actual conviven lo viejo y lo nuevo uno al lado de lo otro, a veces cual dos acaeceres históricos paralelos; otras veces –aunque con menor frecuencia– como una sola unidad entrelazada. Lo mismo cabe decir por lo que se refiere a todo lo que llega de fuera: gentes, tendencias y expresiones de otras culturas y entornos.

La inmigración ha aportado nuevas costumbres y tradiciones que, con el tiempo, quedarán incorpo-radas al acervo considerado como sueco. De manera similar, los nuevos suecos asimilan las viejas cos-tumbres del país, siendo a menudo los niños los que las introducen en sus familias. Está claro que las guarderías y las escuelas ejercen una gran influencia social. En el mejor de los casos, estamos ante una fecundación cruzada de culturas. La mayoría de los

suecos saben ya lo que implica el mes de ayuno mu-sulmán, el Ramadán.

En los últimos años han enraizado en Suecia varias tradiciones nuevas, sobre todo por medio de los medios de comunicación y por la presión comercial. El día de San Valentín y la fiesta de Halloween –dos grandes celebraciones en EE.UU.– despiertan también un gran interés en Suecia, con ciertas modificaciones.

Dentro de algunas generaciones, es posible que los orígenes de esas costumbres hayan quedado olvida-dos, ya que, tan pronto como la gente puede canalizar algo por medio de una costumbre, la cuestión de su procedencia deja de ser interesante. El gnomo sueco de Navidad es, en realidad, alemán, pero, de todas formas, muchos suecos creen en él. Lucía fue una santa siciliana, y San Martín, cuya fiesta se celebra con la comida del ganso, fue un obispo francés. Nada de eso enturbia la alegría de esas fiestas.

La mayoría de las costumbres tradicionales se celebran en familia, dentro del hogar. La única verda-dera excepción es la del solsticio de verano, ocasión en que el sueco, haga prácticamente el tiempo que haga, quiere estar fuera, ver a gente y salir al encuen-tro del verano. Pero hay que tener en cuenta que esa fiesta es más bien de corte pagano. La Iglesia luterana no parecía especialmente interesada por las fiestas

¡Libres al fin! Los estudiantes, vestidos con sus típicos gorros blancos, celebran con familiares y amigos que han terminado sus estudios.

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colectivas y las procesiones, así que eso, junto con el hecho de la gran dispersión de la población del país y lo riguroso del clima, hizo que las celebraciones se mudaran al interior de las viviendas y se convirtie-ran en un asunto familiar. Sin embargo, los tiempos cambian. La persona que visite Suecia en invierno, puede fácilmente sacar la conclusión de que las calles están desiertas, pero el mismo visitante se llevaría probablemente otra impresión durante los meses de verano. En distintas partes del país se han estableci-do numerosos festivales y fiestas callejeras, en los que la gente se congrega para escuchar música, comer y alternar con los demás.

En las zonas rurales se organizan en verano cierto número de concentraciones de músicos, en las que el foco de la atención lo ocupa la música folclórica sueca. El violín llegó a Suecia en el siglo XVIII y en-seguida se convirtió en el instrumento musical de los campesinos. La música folclórica nacional, que suele seguir el compás de tres por cuatro, era tocada por un violín solitario en el baile. La cultura musical sigue gozando de una gran salud, por lo que las citadas con-centraciones suelen atraer a numeroso público.

Muchas personas aprovechan también la ocasión para casarse en verano, cuando el tiempo permite el transporte a la iglesia en coche descubierto tirado por caballos o una sencilla ceremonia celebrada sobre alguna roca del archipiélago. Las bodas canónicas siguen siendo la forma más corriente de matrimo-nio, a pesar de que la Iglesia de Suecia, que hasta hace unos pocos años fue estatal, pierde feligreses y que las estadísticas de practicantes que acuden a los oficios divinos, decaen. La inmensa mayoría desea, además, que la ceremonia de su funeral se celebre en la iglesia.

También son corrientes los bautismos cristianos de niños –para lo que se prefiere esperar a la llega-da del verano– aunque cada vez son más populares unas fiestas caseras para dar nombre a los menores. La confirmación es aún bastante corriente, si bien se suele hacer en forma de campamentos de verano,

donde los estudios de la Biblia se combinan con el trato con otros jóvenes y con otras actividades.

Es posible que las personas mayores refunfuñen sobre la disolución de las normas, cuando ven que los jóvenes siguen sus propias sendas. Antes, casar-se, bautizar a los hijos y hacer la confirmación eran pasos obligatorios que había que dar para llegar a la vida adulta y a la comunidad social. Ahora, por el contrario, la mayoría hace lo que quiere. Los suecos son gente corriente y moliente; el entorno callejero es cada vez más continental y los usos y costumbres, cada vez más internacionales. La persona invitada a cenar en casa de una familia sueca a duras penas puede ponerse en evidencia, con tal de que se acuerde de decir ¡gracias! Los suecos lo hacen todo el tiempo:

– ¿Me puedes pasar la sal? ¡Gracias!– Aquí tienes. (Varsågod).– ¡Gracias! (Tack)!

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Fiestas a la sueca

Nochevieja

el aÑo nuevo sueco coincide con notable frecuencia con un frente frío. La temperatura, que durante la Navidad ha permanecido –desafortunada-mente– alrededor de cero grados, comienza a bajar y, hacia medianoche, se puede ver a los suecos tiritando de frío y con nieve hasta las rodillas, brindando con champán helado y encendiendo mechas de cohetes.

Es una imagen conmovedora de muchas formas y sintomática de la Suecia moderna. Los suecos se han acercado en todos los frentes a lo continental, aun-que, en esa trayectoria, se produce siempre alguna colisión. En este caso con el clima.

Después de haber celebrado la Navidad con fami-lias nuevas y viejas, parientes y nuevos familiares por casamiento, al llegar el Año Nuevo, los suecos quieren estar con sus amigos. No hay inconveniente en que la celebración navideña sea de corte familiar tradicional, pero el Año Nuevo debe ser más lujoso, frívolo, internacional y moderno. En los mercados, los clientes de última hora compiten por los pocos bogavantes y por la última caja de ostras que quedan. Luego, en casa, se procede a reducir salsas, carameli-zar cáscaras de naranja y poner la mesa con la vajilla más fina. La gente se viste bien con ropa recién com-prada y, de una forma rara, consigue siempre olvidar-se del clima imperante fuera del hogar. Sin embargo, las medias y los zapatos de tacón alto ya no sirven de nada en pleno invierno.

Ya sentados a la mesa los comensales, se discute sobre el año que se va y también sobre el que se aveci-na. Se manifiesta la intención de mejorar y, al sonar

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Inumerables cohetes iluminan la Nochevieja al dar las doce campanadas.

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las doce campanadas, se hacen las promesas de Año Nuevo: una costumbre sueca. Muy popular es la pro-mesa de dejar de fumar, así como las de bajar de peso, comenzar a entrenarse en un gimnasio o ganar más dinero. Por lo general, esas promesas se cumplen en un principio, aunque suelen ser abandonadas cuando el nuevo año lleva ya unas semanas de rodaje.

Al igual que otras festividades suecas, la de Año Nuevo ha llegado a caracterizarse por la oferta re-currente de los medios de comunicación. Así, desde Skansen, museo al aire libre situado en Estocolmo, se emiten en directo todos los años la recitación de una poesía de Año Nuevo y las doce campanadas. Hay personas que se sienten más seguras celebrando el fin de año delante de la tele en sus cuartos de estar.

No obstante, como ya se ha indicado, son muchas las que prefieren el frío de esa noche. Si no se tiene la suerte de vivir en un piso urbano con buena vista, al aproximarse la medianoche se acude a espacios abiertos donde poder disparar los fuegos artificiales propios y contemplar a hurtadillas los de otros. Y allí está la gente: arropada, con recogimiento, y mirando al horizonte donde todo chisporrotea y crepita, inde-pendientemente de que tenga de fondo pinos disper-sos o casas altas.

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NocheviejaEl Año Nuevo se celebra, según el modelo romano, el 1 de enero. En la sociedad agraria formaba parte de la celebración de la Navidad, pero, a di­ferencia de esta, el Año Nuevo era una fiesta juvenil. Los jóvenes velaban con comida y bebida en la noche del Año Nuevo. Para marcar el paso de un año a otro, y para eliminar el año viejo, se disparaban escopetas o se gritaba y se metía bulla de otras formas.

El cambio de año era considerado como un periodo con carga mágica, en que se intentaba mirar al futuro. Una forma de vaticinarlo consistía en fundir plomo y moldearlo en agua, para luego interpretar las figuras. Otra forma era la de tirar un zapato. Si este daba con la parte delantera contra la puerta, eso indicaba que uno se iba a mudar o incluso a morir durante el año.

Se consideraba que el día de Año Nuevo marcaba el resto del año recién estrenado. Entonces era muy impor­tante no sacar nada de casa, ya que así se alejaría la suerte de todo el año. Si el sol lucía en aquella fecha, era signo de que el año entrante iba a ser bueno. Desde 1893, y empezando en el museo al aire libre de Skansen, en Estocolmo, las iglesias del país tocan sus cam­panas para saludar al nuevo año en Nochevieja.

¡Feliz Año Nuevo!

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San Valentín: el día de los enamoradosla antigua incapacidad de los suecos para asimilar expresiones foráneas tenía su origen en una especie de inmovilidad social –más bien que en un orgullo nacional–, reforzada en ciertos periodos por cierta autosuficiencia (pues sí, también ha que reconocerlo). Sin embargo, con el tiempo, son muchos los muros que han caído, y, en las últimas décadas, el cambio más palpable puede decirse que ha sido la mayor receptividad respecto a las ocurrencias comerciales. El día de los enamorados –o de todos los corazones, como se denomina aquí– se ha convertido en un asunto sueco, pero sin tener por ello ninguna

vinculación con la historia. Ya en la década de 1960, los floristas de Suecia, inspirados en EE.UU., ini-ciaron campañas anuales en relación con esa fecha. Dos décadas después, la costumbre ya había tenido un gran éxito: así, ahora se venden también aquí grandes cantidades de rosas, corazones de gelatina y pasteles.

Y esa idea es, a fin de cuentas, buena: mostrar estima y amor. Si eso estimula luego, además, el cre-cimiento económico, pues entonces todos los suecos quedarán aún más contentos.

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11 San Valentín: el día de los enamorados

En Suecia se le llama el día de todos los corazones –Alla Hjärtans Dag–, mien­tras que en otros países recibe el nom­bre de un martir romano, San Valentín. Desde la Edad Media, el 14 de febrero, día de San Valentín en Inglaterra, Es­cocia y Francia, fue la fecha en que, por sorteo, se emparejaba temporalmente a jóvenes solteros para formar parejas de

cara a las fiestas del verano. En Suecia, eso se hacía para Pentecostés.

En la Edad Media se escribían también versos, especialmente poesías de San Valentín, cartas de amor en rima dirigidas por jóvenes varones a mujeres. En el siglo XIX surgió la costumbre de enviar tarjetas de San Valentín impresas y con adornos. Al

mismo tiempo, en Estados Unidos se popularizó la costumbre de cortejar a su amada/o el día de San Valentín enviándose mutuamente tarjetas en forma de corazón y/o costosos regalos.

Esa costumbre se difundió luego de EE.UU. a Suecia, donde, sobre todo por medio de las guarderías y las escuelas, se generalizó en la década de 1980.

San Valentín: el día de los enamorados

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Fiestas a la sueca

Bambas de nataLa bamba de nata –semla–, es un bollo típico de Cuaresma, más concretamen­te del martes de carnaval que, en sus orígenes, tenía forma de cuña y se cocía y comía caliente, primero durante la Cuaresma y, más tarde, los martes de ayuno. En el siglo XIX se comenzó a hacerlo ahuecado y rellenarlo con mazapán, mantequilla o nata. Poste­riormente, las bambas se hicieron con una capa intermedia de nata batida. Se comían con leche caliente, azúcar y ca­nela, aunque así pasó a parecer más un producto de pastelería que la comida que había sido hasta entonces. ¡Actual­mente se venden esas bambas en las pastelerías incluso antes de Navidad!

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Al igual que en el caso de la Navidad, las bambas de nata adelantan casa vez más su aparición.

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Pascua

Pascua

se suele decir que Suecia es un país alargado y, por eso, en las grandes fiestas familiares, los suecos emprenden largos viajes para visitar a parientes y amigos. Y es que, a pesar de que, en la actualidad, los suecos son un pueblo urbano, que vive en su mayoría en las grandes ciudades, prácticamente todos siguen teniendo un pie en el campo. Si no les quedan fami-liares en las zonas rurales, tienen al menos una casita de campo. En la imagen que los suecos tienen de sí mismos, la dimensión agraria aparece como un matiz continuamente presente; un pueblo de agricultores altos y fuertes, alimentados con carne y colinabos.

Las fiestas suecas deben celebrarse en el campo: en eso hay un consenso mayoritario. Y la Pascua no es ninguna excepción.

La Pascua es la primera festividad primaveral de larga duración y, para muchos, implica el primer via-je a la casita de campo, que, durante el invierno, ha estado cerrada a cal y canto y sin gente. Hay que abrir los postigos y ventilar el olor a cerrado. Se encienden también las chimeneas que, naturalmente, echan el humo hacia dentro al principio, por lo que hay que salir corriendo a toser al exterior. Allí, si se vive en el sur de Suecia, los aguzanieves acaban de iniciar

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En la Pascua se lucen ramitas decoradas festivamente con plumas, tanto dentro como fuera de las casas.

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Brujitas de Pascua salen a la caza de dulces.

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15 Pascua

los cortejos de apareamiento, mientras los últimos montones de nieve se derriten al pálido sol de prima-vera. En la zona norte del país, la Pascua es una fiesta popular dedicada al esquí.

Una vez que se ha puesto en orden y calentado la casita de campo, puede comenzar la celebración de la Pascua. Entonces llegan de distintos lugares los miembros de la familia. Durante la Pascua hay que juntar al mayor número posible.

Mientras que en otros países europeos, la Pascua es una festividad marcadamente religiosa, en Suecia ha adquirido con el tiempo un carácter secular. Los suecos van muy a la cola en las estadísticas del núme-ro de visitas anuales a la iglesia y, aunque la Pascua implica cierto auge, la mayoría la celebran en casa con la familia y los parientes. Muchas de las costum-bres relacionadas con la Pascua tienen origen religio-so, pero, en general, no es precisamente eso en lo que piensan los suecos. Comen huevos porque siempre se ha hecho así, y no porque se haya terminado el periodo de ayuno. En la actualidad, los huevos son más bien un entrante para el arenque marinado, que es el plato más popular de la Pascua. Por otra parte, los ramojos de Pascua, ahora adornados con plumas

de aves, de vivos colores, no nos hacen pensar en absoluto en la pasión de Jesús.

No obstante, la Pascua tiene sus rituales. Los niños se disfrazan de brujas: con ropa ya desechada, con una toquilla de colores chillones y las mejillas pinta-das de rojo, van luego de una casa a otra del vecinda-rio entregando dibujos relativos a la Pascua con la es-peranza de recibir golosinas a cambio. Y las golosinas no les faltan precisamente, ya que, después, reciben los famosos huevos de Pascua rellenos de bombones mixtos. Si los padres son del género ambicioso, los niños tendrán que buscar el huevo correspondiente, que ha sido escondido de antemano, siguiendo pistas y resolviendo jeroglíficos que les llevarán al objeto deseado.

Un almuerzo tradicional de Pascua se compone quizá de arenques marinados de diversos tipos, salmón marinado y el plato llamado la tentación de Jansson (con espadín, nata y patatas). La presenta-ción tiene cierta similitud con el famoso bufé tra-dicional conocido por smörgåsbord. El aguardiente sazonado también es típico de la Pascua.

Para cenar, se servirá asado de cordero con patatas gratinadas, espárragos o alguna otra cosa adecuada.

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Antes, la celebración de la Pascua comenzaba con tres días de carnavales, juegos y gula. Una broma consistía en flagelarse mutuamente con ramojos el martes de carnaval; otra, en bajar en trineo por fuertes pendientes para que el lino creciera mucho. Además, aquel día se debían tomar siete sustanciosas comidas. Los carnavales iban seguidos después por el periodo de 40 días de ayuno regidos por reglas especiales en cuanto a la comida, entre otras la prohi­bición de comer carne y huevos.

La Pascua, que es la festividad cristiana más importante, se celebra como fiesta de la resurrección de Jesús. Se inicia con el Domingo de Ramos en recuerdo de la entrada en Jerusalén. En la semana anterior al Domingo de Resurrección, la Semana Santa, regían antes reglas especiales. En el

jueves santo estaba prohibido tejer y cortar leña, ya que eso podía aumentar la pasión de Jesús. Ese día, las brujas iban en sus escobas hasta el monte de Blåkulla, situado en una pequeña isla del Báltico, por lo que había que protegerse de ellas pintando cruces en las puertas y ocultando las escobas y los rastrillos, que podían ser usados por ellas como medios de transporte. El viernes santo era un día de quietud. La gente se vestía de negro y ayunaba o tomaba comida salada sin beber. Los jóvenes se flagelaban mutuamente con ramojos, el llamado pavor de Pascua. Todo debía recordar la pasión y muerte de Jesús en la cruz.

En el sábado santo comenzaba ya la celebración alegre, por ejemplo con el consumo de huevos, cosa que había estado prohibida durante el ayuno. A

veces, se pintaba los huevos, probable­mente porque muchos se daban como regalos. En el siglo XIX se empezó a rellenar huevos de papel con golosinas. En el oeste de Suecia se encendían las hogueras de Pascua (y se sigue haciendo) y se disparaba y armaba bulla para protegerse de las brujas. La gente se enviaba mutuamente cartas de Pascua anónimas, escritas a mano. La costumbre de cortar ramojos en Pascua y meterlos en casa y adornarlos, se conoce desde la década de 1880. En el sur de Suecia han gozado de populari­dad desde hace mucho los juegos con huevos. La mendicidad con máscara en Pascua se daba ya en el siglo XIX, aunque entonces eran sobre todo adul­tos disfrazados los que lo hacían, y no niñas como se hizo corriente después.

El arenque en esca-beche con huevo es un plato muy típico de la Pascua.

Pascua

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La noche de Valburga y el primero de mayo 17

La noche de Valburga y el primero de mayoen el transcurso de un aÑo se tiene tiempo más que suficiente para juntar un montón de de-sechos. Y, en las llamadas hogueras de Valburga, se quema todo aquello de lo que la gente se quiera desprender: puertas viejas y vallas, ramas de árboles frutales podados, arbustos y viejas cajas de cartón. Las hogueras se encienden el último día de abril.

Para los estudiantes, la noche de Valburga es un aperitivo del verano. Para entonces ya han pasado la mayoría de los exámenes y sólo quedan algunas clases para terminar el semestre. Es el último día de abril cuando se ponen el típico gorro blanco de bachiller y cuando entonan sus cantos a la primavera, las flores ya en brote y el luminoso futuro en ciernes.

El canto coral es una actividad corriente en el tiem-po libre en Suecia y, en la celebración de la noche de Valburga, todos los coros actúan. En cada zona de cha-lés y en cada pueblo del país se encienden hogueras al caer la tarde. Todos los suecos conocen esa sensación de tener la cara roja de calor y la espalda completa-mente helada. Puede que el sol primaveral caliente, pero cuando se pone, las noches siguen siendo frías.

Un buen plato para calentarse esa tarde puede ser una sopa de ortigas. En realidad, la ortiga es una mala hierba. Sale muy pronto en las cuestas sin nie-ve, contiene gran cantidad de hierro y sólo es comes-tible cuando es una planta tierna.

La celebración de la noche de Valburga no es una fiesta familiar, sino más bien un acontecimiento que se desarrolla en lugares públicos. Con el tiempo, las asociaciones de vecinos se han hecho cargo de los actos con la finalidad de fomentar el espíritu de comunidad local.

Cuando las hogueras comienzan a apagarse, muchas personas siguen la celebración en bares y en fiestas entre amigos. El hecho de que la noche de Val-burga vaya seguida del primero de mayo, que, desde 1939, es día festivo, ha dado una amplitud especial a esas fechas. Quien así lo quiera, puede dormir todo el día, aunque otros prefieren participar en alguna de las diversas manifestaciones que se celebran en ciudades y pueblos en esa fiesta obrera por excelencia, con consignas clásicas y otras de candente actualidad.

Mucha gente celebra la primavera con los fuegos artificiales de Valburga y al día siguiente participa en el desfile del Primero de Mayo.

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18 Fiestas a la sueca

La noche de ValburgaDurante la Edad Media, el día 30 de abril terminaba el año administrativo. Por eso era un día festivo entre los co­merciantes y los artesanos de las ciuda­des, y tenía elementos de mendicidad con disfraces, baile y canto, ya que se preparaban para la llamada fiesta del conde de mayo, que era un homenaje a la primavera. En la sociedad agraria, la fiesta de Valburga era una fecha no­table importante, en que se celebraban asambleas de vecinos y se consumían huevos y aguardiente. Además, se procedía a la elección de nuevo presi­dente de la comunidad de vecinos. Para Valburga, debía soltarse el ganado a los pastos. Por eso, desde comienzos del siglo XVIII, antes de llevarlo a pastar se difundió la costumbre de encender las llamadas hogueras de mayo (entre otros nombres), con el fin de ahuyentar a los depredadores. Además de utilizar las hogueras, se disparaban escopetas, se metía bulla con cencerros o se daban gritos. En algunas partes del país, los jóvenes pasaban también entonando la canción de mayo y pidiendo limosnas de alimentos en la noche de Valburga.

En esta época del año, los cantantes de los coros están muy solicitados.

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En las ciudades, las hogueras se encienden por el ambiente que crean, y en el campo, para quemar los desechos incinerables del invierno.

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Fiestas a la sueca 20

Día de la Fiesta Nacionalsuecia no ha participado en ninguna guerra en tiempos modernos. Eso puede explicar en cier-ta medida la relación algo reservada de los suecos respecto al Estado nacional. Se sienten orgullosos de su país, pero no parecen tener gran necesidad de manifestarlo. El día 6 de junio no fue anteriormente día festivo y, para muchos, el acontecimiento no se nota más que por las banderitas suecas que adornan los autobuses de transporte local. El Rey y la Reina participan todos los años en una ceremonia celebrada en el gran museo al aire libre de Skansen, en Esto-colmo. Allí se iza la bandera azul y amarilla, y niños vestidos con trajes regionales entregan ramos de flores a la pareja real. En el día de la Fiesta Nacional tiene lugar también ahora una ceremonia para dar la bienvenida como ciudadanos a nuevos suecos.

La última vez que todos los suecos se involucraron

en la cuestión del Estado nacional fue a comienzos del siglo pasado cuando los vientos del romanticismo nacio-nal soplaron por el país y, en distintas partes de Suecia, se crearon asociaciones y museos de fomento local. Fue en aquel contexto cuando se comenzó a celebrar por vez primera la fecha del 6 de junio. En el 2004, los políticos suecos decidieron convertir esa fecha en día legalmente festivo, lo que es posible que aumente el interés por la celebración del día de la Fiesta Nacional. Pero ha lleva-do tiempo, y la propuesta correspondiente pasó de una instancia a otra durante bastantes periodos.

También hay grupos que propagan la elección de un pastel nacional y un plato nacional, y por declarar como instrumento nacional el nyckelharpa (un instru-mento de arco), pero, en la práctica, ha demostrado ser difícil unificar a la gente incluso alrededor de ideas tan inocentes.

El día de la Fiesta Nacional se celebra, desde 1983, el 6 de junio, día en que Gustavo Vasa fue elegido rey en 1523. En 1809, ese mismo día, se aprobó una nueva Constitución. La iniciativa de convertir esa fecha en el día de la Fiesta Nacional partió originalmente de Artur Hazelius, fundador del museo al aire libre de Skansen, en Estocolmo, donde ya en la década de 1890 se cele­bró una fiesta nacional el día 6 de junio. En relación con la Exposición Mundial de Chicago, en 1893, Suecia utilizó el día de San Juan, o solsticio de verano,

como una especie de fiesta nacional. También se propuso oficialmente hacer de ese día el de la Fiesta Nacional. Así pues, como Hazelius hizo que la fiesta de la primavera celebrada en Skansen terminara con la fiesta nacional el 6 de junio, llegaron a celebrarse dos fiestas nacionales en aquella década. La idea de Hazelius sirvió de base para instituir en 1916 el día de la Bandera Nacional para el 6 de junio, una vez que ya en 1905 se había izado una bandera puramente sueca después de disuelta la unión con Noruega.

La Familia Real participa siempre en las celebraciones de la Fiesta Nacional.Día de la Fiesta Nacional

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National Day 21

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San Juan o el solsticio de veranoen suecia, el verano es muy corto. Comienza a hurtadillas en mayo y, en junio, es una verdadera explosión, ya que le tiene que dar tiempo a cumplir sus numerosas funciones, antes de que llegue el frío de las noches de septiembre y de que la vegetación detenga su marcha. Por San Juan, el verano sueco es de un verde claro, repleto de corofila, y las noches son las más claras del año. En el norte de Suecia, el sol nunca se pone.

Los suecos no se quedan impasibles ante el ritmo de la naturaleza. En el solsticio de verano, muchos inician sus cinco semanas de vacaciones y, como el mismo verano, también tienen prisa por ponerse en marcha. La víspera de San Juan debe celebrarse en el campo, así de sencilla es la cosa, por lo que ya el día

antes se quedan vacías de gente las ciudades, todo está cerrado y las calles adquieren de repente un aspecto fantasmagórico.

Por otra parte, en las grandes arterias viales serpentean caravanas de vehículos de decenas de kilómetros mientras, en los destinos respectivos, les esperan familiares, amigos y unos abedules resplan-decientes de verdor. El solsticio de verano es la fiesta de los grandes encuentros y, si hemos de ser sinceros, muchos suecos se cuidan de dejar listos todos los de-beres sociales durante esa festividad, para luego poder disfrutar de sus vacaciones con relativa tranquilidad. No es poco corriente que se reúnan familias enteras para celebrar juntas ese día.

Siguiendo el natural orden sueco, la víspera de San

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Danza en corro alrededor del mayo adornado con flores: una actividad típica de las fiestas del solsticio de verano.

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Juan se celebra siempre en la tarde de un viernes. Ese día comienza a menudo con la recogida de flores y la confección de coronas para el mayo correspondiente a la fiesta. El mayo se levanta en un lugar abierto para luego, a su alrededor, realizar los tradicionales juegos y danzas que tanto divierten a los niños, y a algunos adultos. Los jóvenes, que, por su edad, se encuentran entre ambas categorías, se mantienen apartados espe-rando la noche.

La comida típica del solsticio de verano incluye filetes de arenque en escabeche con patatas tempranas cocidas con eneldo, nata agria y cebolleta. Después viene algo hecho a la parrilla, quizá unas costillas de cerdo, o salmón, y las primeras fresas del verano con nata como postre. Con la comida se sirve cerveza fría y aguardiente, que puede muy bien estar sazonado. Cada vez que se llena la copa de aguardiente, hay motivo renovado para cantar. A los suecos les encan-tan las canciones báquicas y cuanto más verde sea su contenido, tanto mejor.

El solsticio de verano tiene cierta aureola de nostal-gia. En el fondo del alma del pueblo sueco, todos están conmovedoramente de acuerdo sobre cómo debe ser

una fiesta de San Juan y cómo debe transcurrir. Por eso, después de la cena, muchos quieren seguir bai-lando, igual que antes. En una pista de baile rodeada de abedules, junto a un lago, y donde la niebla caiga lentamente y el sonido de la orquesta haga eco en los montes del lado opuesto.

Según la antigua superstición popular, al volver a casa, las chicas han de recoger siete clases distintas de flores para ponerlas bajo la almohada. Así, durante el sueño, podrán ver a sus futuras parejas.

La noche del solsticio de verano era, según la creencia popular, una noche mágica regida por el signo del amor, y, en cierta forma, aún sigue siendo así. Es precisamente en la noche más clara del año cuando los suecos ponen a prueba sus relaciones. Bajo la influencia del alcohol afloran las verdades, lo que puede conducir tanto al matrimonio como al divorcio. Esta fiesta, al igual que la de Pentecostés, es asimismo muy popular para la celebración de bodas y bautizos. A pesar de las malas estadísticas de visitas a la iglesia entre los suecos, esas ceremonias se han de celebrar a ser posible en la iglesia de algún pueblo, con la puerta enramada y el bello canto de salmos.

En la celebración del solsticio la gastronomía típica es fundamental.

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El día de San Juan, o el solsticio de verano, se celebraba en un principio el 24 de junio en memoria de San Juan Bautista, pero, en 1953, esa fiesta fue trasladada al sábado más cercano.

En la sociedad agraria, el solsticio de verano se celebraba como homenaje al verano y a la flora. Por eso, en algunos lugares, la gente se recubría con hojas de helechos. También se enramaban las casas y los aperos de labranza y, probablemente ya en el siglo XVI, se le­vantaban, según costumbres germanas, elevados mayos adornados con ramos y flores para bailar a su alrededor. El solsticio de verano era, sobre todo, una fiesta juvenil, aunque también era una fiesta importante en las fundiciones e industrias de la Suecia central, donde se invitaba a todos los empleados a arenque, cerveza y aguardiente. Sin embargo, su importancia como la más

sueca de las fiestas no la adquirió hasta ya entrado el siglo XX.

En Europa se han encendido hogue­ras para el solsticio de verano desde el siglo VI. En Suecia, esas hogueras fueron más corrientes en la zona sur del país. A los jóvenes les gustaba también visitar manantiales sagrados, donde bebían sus aguas curativas y se diver­tían con juegos y bailes. Esas visitas rememoraban el bautismo de Jesús en aguas del río Jordán por parte de San Juan Bautista.

La noche del solsticio de verano es la más clara del año y, en otros tiempos, era considerada como una noche mági­ca, especialmente adecuada para que le interpretaran a uno/a el futuro. Las chicas comían gachas saladas (gachas de sueños) para soñar que los que iban a ser sus maridos acudieran a ellas con agua. También podían quedarse de

vigilia junto a un manantial para ver la imagen de sus futuros maridos reflejada en el agua.

En la noche del solsticio de verano se podían encontrar también tesoros enterrados, por ejemplo debido a una gran luminosidad sobre el lugar donde se encontraban. Al cavar en su busca, el interesado se veía expuesto con fre­cuencia a visiones jocosas de farsa, que debían hacerle reír o hablar. Así, por ejemplo, se podía ver a una gallina coja tirando de un gran carretón de heno. Si uno conseguía permanecer callado, entonces podría encontrar el tesoro.

En la noche del solsticio de verano, se consideraba que el agua de manantial se convertía en vino y el helecho, en una flor. Esa noche, muchas plantas estaban cargadas de una fuerza curativa espe­cial.

Un refrescante chapuzón en la iluminada noche del solsticio de verano.

San Juan o el solsticio de verano

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a su debido tiempo, el verano toca a su fin y, en agosto, se pueden vivir aún en Suecia, con un poco de suerte, algunas noches verdaderamente mediterrá-neas: estrelladas, negras como el azabache y templa-das. Es entonces cuando los suecos celebran su fiesta del cangrejo.

Debido al riesgo de extinción del cangrejo fluvial sueco, a principios del siglo XX se introdujo la veda de su pesca. Esta última se pudo practicar desde agosto, durante un par de meses. Por eso, el cangre-jo se convirtió en un manjar exclusivo y esperado. Hay que tener en cuenta, además, que la peste del cangrejo ocurrida en diversas ocasiones ha llegado a diezmar las existencias.

Ahora, sin embargo, se venden durante todo el

año cangrejos importados, si bien no son muchos los que quieren cambiar la tradición. A principios de agosto comienzan los preparativos en los medios de comunicación, con amplias pruebas de la oferta del año, consejos de personas famosas y valoraciones en distintas escalas. Algunos años, los buenos son los cangrejos chinos; otros, los estadounidenses, pero ni que decir tiene que los mejores son siempre los sue-cos. Sea como sea, hay que cocerlos como los quieren los suecos: en salmuera y con eneldo florido.

El reducido número de personas que tienen esa posibilidad, pescan, naturalmente, sus propios can-grejos. Estos son seres nocturnos, por lo que su pesca se debe hacer una vez que ha caído la noche. Para ello se utilizan nasas y se atrae al cangrejo sobre todo con

La fiesta del cangrejo

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Tanto la pesca como la fiesta del cangrejo son un acto lúdico entre la oscuridad y la luz.

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La fiesta del cangrejoEn Suecia, el consumo de cangrejos está documentado desde el siglo XVI. Durante mucho tiempo, ese consumo se limitó, sin embargo, sólo a las clases altas, ya que entre las clases populares había desconfianza con respecto a los mariscos. En un principio, se comían cocinados en forma de salchichas, estofados, empanadas o pudín.

A mediados del siglo XIX, el consu­mo de cangrejos comenzó a ser como en la actualidad. La fiesta del cangrejo, o cena del cangrejo, que se celebra en agosto, se convirtió en un placer para el ciudadano medio.

En el siglo XX, el cangrejo se convir­tió en un plato popular, y todos los cír­culos sociales comenzaron a celebrar la fiesta del cangrejo. El precio de ese manjar bajó con la importación de otros países, como Turquía.

pescado podrido o crudo. Cuando se echan los can-grejos a cocer en la salmuera, deben estar vivos.

Con el tiempo, algunas ocurrencias en torno a la fiesta del cangrejo se han convertido en tradición. Así, los cangrejos deben ser degustados al aire libre y, alrededor de la mesa, deben colgar faroles de variopintos colores. La mesa debe ser puesta con un mantel desechable; los platos deben ser de cartulina y de vivos colores. Al cuello, los suecos se ponen un babero y, en la cabeza, un divertido cucurucho. Des-pués, falta tan sólo comenzar la fiesta: los cangrejos se comen fríos y con las manos, y está permitido sor-ber ruidosamente. La cangrejada se acompaña con pan y queso curado de la región de Västerbotten, en el norte de Suecia.

Y, para regarlo todo, se bebe cerveza y los obliga-dos chupitos de aguardiente.

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El arenque báltico fermentado 29

El arenque báltico fermentadotodos los países tienen sus especialidades temidas: insectos, menudos raros y piezas de despiece en distintos grados de deterioro. Suecia, por su parte, tiene el arenque báltico fermentado. No todos los suecos lo comen, pero, a pesar de todo, ese plato tiene una difusión y una atención cada vez mayores, incluso entre gastrónomos. Aunque el arenque báltico fer-mentado es una tradición, se puede sostener con razón que quienes lo comen, lo hacen porque es bueno. Nadie

come arenque báltico fermentado por diversión.El arenque báltico fermentado se hace con aren-

ques en freza, pescados en primavera y puestos a fermentar en salmuera, según principios antiguos. Un mes antes del primer ágape de la temporada, aproximadamente, se procede a envasarlos en latas de conserva. A pesar de todo, el proceso de fermenta-ción prosigue y, con el tiempo, la tapa y el fondo de las latas se ponen cóncavos. Tradicionalmente, la mayo-

¡Las latas de arenque fermentado se deben abrir preferentemente al aire libre!

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El ágape del arenque báltico fermentadoEl arenque báltico fermentado es un ejemplo de método antiquísimo de conservación de pescado por acidifica­ción, que se usa en el norte de Europa y en Asia. En otros tiempos, el arenque báltico fermentado se comía a diario en­tre los agricultores del norte de Suecia. También era corriente que se llevara de merienda cuando se iba a cazar o en via­jes comerciales. Ahora, el consumo de ese tipo de arenque es más de tempora­da. Comer el arenque báltico fermen­tado, con su fortísimo olor, es algo así como una prueba de hombría, ante la cual la población se divide en dos claros bandos: uno a favor y otro en contra.

ría de los productores están en la costa de la región de Norrland, en el norte del país.

Debido a la sobrepresión existente en la lata, esta debe abrirse bajo el agua. Después hay que enjuagar el arenque antes de servirlo. La lata debe abrirse en el exterior, pero el pescado debe comerse en el interior, ya que el “olor” atrae a las moscas.

El arenque báltico fermentado desprende un olor intenso a podrido y penetrante. Los entusias-tas adoran ese olor, pero los neófitos se muestran más escépticos. No obstante, el sabor de un arenque báltico bien fermentado no corresponde al olor; más bien al contrario. Su sabor es suave y mordiente al mismo tiempo, sazonado y salado. No obstante, para mantener ese sabor en su sitio, se requieren ciertas guarniciones.

La forma tradicional de comer el arenque báltico

fermentado es en la llamada “pinza”: se extiende mantequilla sobre pan fino sueco, duro o blando –se-gún el gusto de cada uno–, encima se pone el arenque limpio junto con la típica patata del norte –amarillen-ta y de forma de almendra, conocida por mandelpota-tis– y cebolla picada, se dobla todo y se come con las manos. El prudente dulzor de la patata y de la cebolla equilibra a la perfección la intensidad del arenque fermentado. A nivel local, en la región de Norrland, se extiende por el pan, aparte de la mantequilla, tam-bién manteca de suero de cabra.

El primer ágape del arenque báltico fermentado se celebra a finales de agosto, y entonces comienza a venderse la pesca de la primavera pasada. Sin embar-go, los verdaderos entusiastas comen de la pesca del año anterior. Para entonces, los arenques están completamente curados y tiernos.

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Halloween

la celebración de una costumbre suele tener unas raíces longevas. Algunos la celebran de forma tradicional, haciendo hincapié en unos orígenes re-ligiosos, y otros prefieren variantes modernas y más comerciales. Sin embargo, cuando una festividad se exporta, por lo general sus raíces no siguen el mismo camino. Así, en Suecia, las calabazas de Halloween suelen ser de plástico, y los disfraces de los niños se compran en el supermercado a la vuelta de la esquina.

La fiesta de Halloween se ha celebrado en Suecia apenas desde el decenio de 1990, pero ha ganado rá-pidamente popularidad, sobre todo gracias al marke-ting de los comerciantes. A finales del mes de octubre y principios de noviembre, la oscuridad ha hecho ya presa en Suecia, y las largas semanas de trabajo se van sucediendo. En el calendario ya no quedan fiestas ni largos días de asueto entre las vacaciones y

el día de Todos los Santos. De ahí que la fiesta de Ha-lloween inicie las vacaciones otoñales de las escuelas y llegue como una pausa agradecida en la oscuridad del otoño.

Los que celebran Halloween son sobre todo los niños y jóvenes en edad escolar. Organizan disfraces y fiestas de fantasmas, encienden faroles y salen a asustar al vecindario.

Muchos bares organizan también fiestas de Halloween y hacen decorar sus locales con atribu-tos pavorosos. Así pues, Halloween ha llegado para quedarse.

En Öland, la alargada isla del sur del Báltico, la celebración de Halloween ha acelerado el cultivo de calabazas, por lo que ahora se pueden comprar ya en muchas partes ejemplares auténticos.

Hay que dar tanto miedo como sea posible.

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HalloweenCon el cristianismo, la pagana Samhain llegó a llamarse Halloween (All Hallows Eve = víspera de Todos los Santos). Se trataba de una fiesta celta de la cosecha y de año nuevo, celebrada el día antes de Todos los Santos. Con ella se marcaba el fin del verano y el comienzo de las labores del invierno. Samhain era considerada como una noche mágica de transición, en la que los difuntos visitaban a los vivos y en la que distintos seres sobre­naturales se mostraban activos. Con tal motivo, se encendían hogueras y la gente se disfrazaba y mendigaba en esa noche. También se tallaban rostros en colinabos, que se iluminaban con velas. Representaban el alma errante del herrero Jack, que recibió el nombre de Jack O’Lanterns.

Halloween llegó a Estados Unidos con los inmigrantes irlandeses en la década de 1840 y, ya entrado el siglo XX, se convirtió allí en una fiesta popular. El colinabo fue cambiado por la calabaza, y la fiesta pasó a cele­brarse, por ejemplo, con máscaras, mendicidad bajo “amenazas” lúdicas y con desfiles especiales. En la década de 1990, esa celebración echó raíces en Suecia, donde es, sobre todo, una fiesta infantil y juvenil, aunque a veces tenga elementos macabros.

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Día de Todos los Santosel día de todos los santos es una fecha de dignidad. La costumbre de encender velas en las tumbas de los familiares sigue siendo fuerte, y la per-sona que viaje por Suecia en esa festividad, se encon-trará con una bella visión. Y si hay suerte, el primer manto de nieve cubre ya los cementerios. Los cen-tenares de pálidas llamas de las velas de las tumbas forman bellas figuras en la nieve y dan un ambiente denso al paisaje. También es corriente poner flores y coronas en las tumbas ese día. Un tiesto de brezo en flor se conserva bien incluso al frío.

En el sur del país, para Todos los Santos, tienen

Día de Todos los SantosDesde el año 731, el 1 de noviembre se celebró en memoria de los santos de la Iglesia que no tenían su día especial. Desde el siglo XI, el día 2 de noviembre se dedicó a los muertos normales, con el nombre de día de Todos los Difuntos. Tenía una fuerte raigambre entre la gen­te, que lo celebraba con misas de difuntos y toques de ánimas. Con la reforma protestante fue, sin embargo, abolido. En 1772, el día de Todos los Santos fue cam­biado al primer domingo de noviembre y, en 1953, al sábado entre el 31 de octubre y el 6 de noviembre. El 1 de noviembre si­guió llamándose día de Todos los Santos.

que estar listos todos los trabajos exteriores y, en el norte, ese día es considerado como el primero del in-vierno. Si el tiempo lo permite, las pistas de esquí del norte de Suecia inician la temporada.

Hasta hace algunos años, las tiendas cerraban en esa fecha. Aunque eso se haya relajado ahora, la mayoría de los suecos no trabajan y, con excepción de la visita al cementerio, son muchos los que permane-cen en casa, se relacionan con la familia y preparan una cena por todo lo alto. Muchas iglesias organizan también conciertos en esa fiesta.

En otros tiempos, el adorno de las tumbas se hacía para Navidad, y enton­ces se encendían arbolitos de Navidad en las tumbas de niños. Sin embargo, en el siglo XX se empezó a encender velas en las tumbas de los difuntos el día de Todos los Santos. Primero se hizo corriente entre las clases acomodadas y en las ciudades. Después de la Segunda Guerra Mundial, esa costumbre se for­taleció y difundió a partir de las tierras ribereñas del lago Mälar, en el centro­ sur de Suecia. Entonces se empezó a celebrar también misas de luces en las iglesias.

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Cuando el crepúsculo vespertino tiende su manto sobre los cemen-terios, entonces se encienden las velas.

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El día de San Martíneste día está dedicado al ganso. Todos los demás significados han quedado relegados al olvido, a grandes rasgos. A principios de noviembre, el ganso ya está listo para la matanza, y el 11 de noviembre es hora de celebrar la tradicional cena del ganso. Algu-nas personas lo preparan ellas mismas, pero la mayo-ría lo prueban en un restaurante. Esta costumbre es más corriente en el sur de Suecia, en la región de Es-cania, donde tradicionalmente se han criado gansos, aunque ahora se extiende cada vez más al norte.

Una cena a base de ganso es muy amplia, fuerte y lleva tiempo cocinarla. En ella se aprovechan todas las partes del ganso. La cena comienza con una “sopa negra” con guarniciones. Esa sopa se hace con la san-

El obispo San Martín, o San Martín de Tours, adoptó el ganso como símbolo, ya que, en su intento de evitar que le nombraran obispo, se escondió en una pocilga de gansos, donde fue traicionado por el cacareo de las aves. La onomástica del santo se celebra en noviembre, cuando los gansos ya están listos para la matanza. El día de San Martín era una fiesta medieval impor­tante en otoño, y la costumbre de comer ganso entonces se difundió de Francia a Suecia. Esa costumbre arraigó sobre todo entre los artesanos de las ciudades y entre la nobleza. Sin embargo, en la sociedad agraria sueca no todos se podían permitir el lujo de comer ganso.

gre del ganso, consomé de ganso, y se sazona abun-dantemente con purés de frutas, diversos tipos de bebidas alcohólicas y especias como clavel y jengibre. La sopa es densa y de un color rojinegro.

Las guarniciones pueden ser menudos variados, salchicha de foie-gras, ciruelas pasa cocidas y patatas.

El ganso se rellena de manzana y ciruelas pasa y se asa lentamente, rociándolo continuamente con su pro-pia grasa. Luego hay que cocer los menudos en agua, que se liga para hacer una salsa. La grasa sobrante se utiliza en la preparación de las guarniciones: lombar-da, manzanas asadas y patatas.

Y, por si eso fuera poco, en una verdadera cena a base de ganso también entra pastel de manzana.

En lugar de ello, tenían que contentarse con pato o gallina.

En la actualidad, comer ganso es más corriente en la región meridional sueca de Escania y en las ciudades univer­sitarias, aunque, con anterioridad, se dio también en las comarcas del lago Mälar. La combinación de comer sopa negra con ganso es una costumbre relativamente nueva, cuyos orígenes proceden probablemente del mundo de la restauración.

El día de San Martín era también una fecha memorable importante. Si, para entonces, había nieve, para Navidad habría desaparecido. Si la fiesta caía un viernes­sábado, el invierno sería duro.

El día de San MartínEspecialmente sabroso con sopa negra, manzanas y ciruelas pasa.

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Adviento

cuando llega el mes de diciembre, ya se han reducido de forma drástica las horas de luz del día. El sol desaparece tras el horizonte desde las primeras horas de la tarde. El primero de Adviento se produce el primer domingo de diciembre y llega como una añorada promesa de la Navidad, a pesar de que, para entonces, esta ya ha sido anunciada por los comer-ciantes a bombo y platillo desde mediados de noviem-bre. La decoración navideña de tiendas y escaparates, y la de los lugares públicos, ya está en su sitio.

Si bien las decoraciones de los comerciantes tienen un objetivo específico, satisfacen una necesidad más amplia: doblegar a la oscuridad. En todas las partes del país, los suecos sacan sus candelabros eléctricos –suelen poner uno en cada ventana– y levantan un

árbol de Navidad con luces eléctricas en el jardín. En el norte de Suecia, donde luce el sol de medianoche durante el verano, el astro rey ni siquiera llega a levantarse en esta época del año. “Ya pronto darán la vuelta las cosas”, se dicen los suecos unos a otros, cuando se encuentran. El solsticio de invierno, el 21 de diciembre, se acerca y, con ello, volverá la luz.

El primer domingo de este periodo se enciende también la primera vela del candelabro de Advien-to, lo cual siempre es un acontecimiento cargado de emoción y muy especial. Luego, cada domingo hasta la Navidad se enciende otra vela, hasta que arden así las cuatro. Con cada una de ellas crecen constante-mente las esperanzas de los niños. En la tele ponen el programa del calendario navideño de los niños en

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Las galletas de jengibre y los caramelos de café con leche tienen que estar listos a tiempo. Los candelabros de Adviento, con sus cuatro velas en representación de los cuatro domingos, se colocan bien a la vista. Una vez que están los cuatro brazos encendidos, la Navidad está a la vuelta de la esquina.

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24 capítulos, y ese sirve también para llevar la cuenta atrás hasta la Nochebuena.

En las ciudades se organizan los mercados navide-ños recurrentes, con obras de artesanía y decoracio-nes, mientras en los hogares se empieza poco a poco a hornear de cara a la Navidad.

Diciembre es uno de los meses más ajetreados para las familias suecas. La carga de trabajo resulta siempre pesada en esta época del año. Son muchas las cosas que hay que hacer, antes de poder disfru-tar del correspondiente tiempo libre. Por lo que a los niños se refiere, diciembre implica también una serie de clausuras, exhibiciones y actividades. La tan anhelada paz navideña no llega hasta más tarde, una vez superadas todas las obligaciones de diciembre y cuando la Navidad comienza en serio.

El primer domingo de adviento, muchos suecos se reúnen para beber glögg: un vino caliente con espe-cias, que se toma con almendras escaldadas y galletas de jengibre como guarnición.

AdvientoAdviento significa llegada y es, desde el siglo V, un tiempo de preparación para la Navidad y el nacimiento de Jesús. Esos preparativos navideños durante el Adviento se hacen desde la década de 1890 encendiendo una vela cada domingo. Anteriormente, se ponían las velas en un pequeño abeto, pero, desde la década de 1930, se utiliza para ello un candelabro de madera o metal. De esta misma época procede la costum­bre, originalmente de la rama evangé­lica conocida por Herrnhut, de colgar

en las ventanas durante el Adviento una estrella de papel, paja o tablillas, ilumi­nada. Eso como recuerdo de la estrella que guió a los tres Reyes Magos. De la misma época proceden asimismo los calendarios de Adviento, en los que los niños abren una casilla cada día hasta llegar a Nochebuena.

En la sociedad agraria, el Adviento era una época ajetreada, ya que había que terminar todas las labores agrícolas para poder estar de asueto para Navi­dad. El día de Santa Ana, el día 9, tenía

que estar ya lista la cerveza navideña, había que poner a macerar el bacalao y empezar las hornadas para Navidad. El día de Santa Lucía, el 13, había que hacer velas y comenzar la matanza, y el día 21, Santo Tomás, se terminaba la molienda y se dejaba de hilar. En las ciudades tenían lugar también entonces los mercados de Navidad. Desde época medieval, durante el Adviento se bebe el glögg o ponche navideño (vino condi­mentado con especias y servido caliente con pasas y almendras).

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La Lucía

en la suecia igualitaria actual, todos los niños –y no sólo las niñas lindas y rubias– pueden desempeñar el papel de Lucía en los cortejos que, con tal motivo, se desarrollan en las guarderías. Sin em-bargo, los varones suelen preferir el papel de “niños de la estrella”, vejetes disfrazados de galletas de jengibre o pequeños gnomos, y bastantes niñas se avienen a actuar de damas de honor. Las velas encendidas son sustituidas por otras artificiales que lucen con batería, pero, a pesar de todo, cuando se reduce la intensidad de la iluminación y sube la del canto de los niños, mientras desfilan en ordenada procesión desde los cuartos contiguos, el recogimiento del ambiente no es por ello menor. Según la tradición, la Lucía debe llevar “velas en el pelo”, es decir velas formando una guirnal-

da sobre la coronilla. Las damas de honor llevan una vela en la mano. Y los padres se agolpan en la oscuri-dad enfocando con las cámaras de los móviles.

Los “niños de la estrella”, que, al igual que las damas de honor de la Lucía, van vestidos con túnicas talares blancas, llevan palillos con una estrella en la punta y cucuruchos en la cabeza. A la cola del cortejo van los pequeños gnomos con farolillos colgando de sus manos.

La competencia por el papel de Lucía puede ser dura. Todos los años se nombra una Lucía nacional en alguno de los canales comerciales de la televi-sión, y cada pueblo y ciudad que se precie, elige a su propia Lucía. Las candidatas son presentadas en la prensa local con un par de semanas de antelación.

Los bollitos de azafrán (lussebullar) y vino caliente con especias (glögg) no pueden faltar en el día de Santa Lucía.

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En la festividad de Santa Lucía, los padres pueden exprimir las cámaras de sus nuevos móviles.

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En nombre de la sociedad sin clases que pretende ser Suecia, se tiene siempre mucho cuidado a la hora de clasificar a la gente, por lo que los concursos de belleza y actos similares han sido poco frecuentes. Una clara excepción son precisamente los concursos para el puesto de Lucía. Así, todos los años se pide a los suscriptores de la prensa local que rellenen y en-víen los talones de votación junto con las fotos de las candidatas. No es nada seguro que la rubia propues-ta gane, aunque alguna vez que otra la rubia miss Suecia pueda haber iniciado su carrera como Lucía local. Luego, el día de la Lucía se revela quién ha sido la ganadora, a la que se lleva en una carroza tirada por caballos por todo el lugar esparciendo luz y canto por tiendas de comestibles, industrias, residencias de personas mayores y ambulatorios.

La celebración de la Lucía es, junto con la fiesta de San Juan o solsticio de verano, una de las ceremo-nias más centrales en la cultura sueca y tiene una clara vinculación con las condiciones de vida en la sociedad agraria nórdica: oscuridad y luz, frío y calor. La Lucía es una figura ancestral y tiene una función

ininterrumpida como portadora de luz en el oscuro invierno sueco. Las muchas canciones existentes se refieren al mismo tema:

“La noche avanza con pasos pesadosalrededor de granjas y huertos.Alrededor de tierras, que el sol dejó,las sombras traman.Entonces en nuestra casa oscurasube con velas encendidasSanta Lucía, Santa Lucía.”

Todos los suecos se saben la canción de la Lucía de memoria y todos la saben cantar, de forma más o menos correcta. En la mañana de ese día se pueden escuchar en la radio versiones más cualificadas, inter-pretadas por alguna clase de una escuela de música.

En la celebración de ese día entran también las galletas de jengibre y los llamados lussekatter, es decir una especie de bollo hecho con harina de trigo con-dimentada con azafrán, al que se da la forma de gato con ojos formados por pasas de uva. Todo ello se toma con ponche navideño o con café.

La Lucía, 13 de diciembreEl origen de la Lucía puede retrotraerse tanto a la santa mártir, que murió en Sicilia en el 304, como a la Lucía que fue la primera mujer de Adán. Esta te­nía vínculos con el diablo, y sus hijos se convirtieron en los seres invisibles sub­terráneos. El nombre de Lucía puede relacionarse asimismo con lux (luz, en latín) y con Lucifer (el diablo). Resulta, pues, difícil aclarar con exactitud el origen de la Lucía, que representa una costumbre resultante de una mezcla de tradiciones.

En el antiguo calendario, la noche de Santa Lucía era la más larga del año. Era una noche peligrosa, en la que se mostraban activos seres sobrenaturales y en la que todos los animales podían hablar. Después de aquella larga noche,

había que darles una ración extra de pienso por la mañana. También las personas necesitaban una alimentación extraordinaria, por lo que, aquel día, se debían tomar de siete a nueve sólidos desayunos. El hecho de festejar con tanta abundancia tenía que ver con el comien­zo del ayuno navideño por Santa Lucía.

Por Santa Lucía, la matanza y la trilla debían estar terminadas, y los hórreos debían estar llenos de cara a la Navi­dad. Por eso, en la sociedad agraria, los jóvenes pasaban disfrazados de diablos y cantaban canciones típicas del día, al tiempo que mendigaban comida y aguar­diente por la noche.

La Lucía vestida de blanco hizo su apa­rición por primera vez en el entorno de casas solariegas de la Suecia occidental,

en 1764. Sin embargo, no fue hasta ya entrado el siglo XX cuando tal costum­bre se popularizó, en especial por medio de las escuelas y otras asociaciones po­pulares. La antigua celebración con los jóvenes disfrazados de diablos perdió su importancia con la migración de la gente a las ciudades, donde la Lucía con túnica blanca y su séquito de damas de honor y “niños de la estrella” que ento­naban canciones, fueron considerados como una celebración más presentable y controlada que las bromas desenfada­das de los jóvenes. En 1927 fue elegida la primera Lucía de Estocolmo. La cos­tumbre de que la Lucía vaya sirviendo café y bollos data de la década de 1880, aunque los bollos de Lucía se retrotraen a tiempos muy anteriores.

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Navidad

después de casi un mes de preparación, llega por fin la Nochebuena. El trabajo del año ha termina-do prácticamente, los niños y jóvenes en edad escolar están de vacaciones y todos los preparativos están terminados. Ya se han comprado todos los regalos de Navidad en las aglomeraciones de los grandes almacenes, se ha comprado la comida y se ha hecho una limpieza a fondo del hogar, que ahora se adorna según las tradiciones propias de cada familia.

La Navidad es la gran fiesta familiar, así que siem-pre hay un tira y afloja para saber en casa de quién se va a celebrar precisamente este año. Suecia es un país alargado, por lo que los viajes pueden ser más bien largos para muchas personas que, en Navidad, se vayan a reunir con la familia. Las plazas de tren o

de avión se tienen que reservar por lo menos un par de meses antes, y si uno se desplaza en automóvil, no está de más iniciar el viaje con buen margen de tiempo.

La Navidad sueca es una ensalada de costumbres nacionales y extranjeras, aunque reinterpretadas, refinadas y comercializadas en su largo camino des-de la sociedad agraria hasta los tiempos modernos. En la actualidad, la mayoría de los suecos celebran la Navidad aproximadamente de la misma forma, y mu-chas de las costumbres y especialidades locales han desaparecido, pero cada familia quiere hacer valer que celebra una Navidad propia y auténtica.

Los manjares que se comen, pueden aún variar según la zona del país donde se viva o de donde se

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Esperar a Papa Noel es un trabajo agotador... o al menos, ¡eso piensan muchos niños!

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proceda, aunque también en ese aspecto se ha pro-ducido una homogeneización, debido en gran parte a la oferta homogénea de productos semiacabados que hacen los grandes almacenes. Pocos son los que tienen tiempo para salar el jamón navideño y para embuchar ellos mismos las salchichas de carne de cerdo cocida.

La película del gran director de cine Ingmar Bergman, “Fanny y Alexander”, galardonada con el Óscar, si bien es cierto que se desarrolla hacia co-mienzos del siglo XX, cabe también decir que resume asimismo la Navidad moderna sueca: una festividad de luz y de vida, llena de abundancia, buena comida y alegría, pero también una época del año en que los secretos familiares tienden a salir a la luz.

El periodo de vacación navideña en Suecia es relativamente largo y abarca por lo regular hasta una semana ya entrado el mes de enero. Una vez pasada la Nochebuena, se inician una serie de visitas agra-dables –o para algunos más de carácter obligatorio– a familiares y amigos. El sueco recorre muchas dece-nas de kilómetros durante las fiestas navideñas. El día de Navidad en casa de los Olsson, al día siguiente en casa de los Persson y, después, una semana en la sierra con los Svensson.

Es posible que, ahora, sea más difícil que nunca celebrar la Navidad. Resulta un tanto complicado incorporar las constelaciones familiares actuales, compuestas por ex mujeres y ex maridos, hijos de ma-trimonios nuevos y viejos, parientes por matrimonio

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y suegras/suegros, en aquello a lo que los suecos ce-lebrantes de la célula familiar preferirían dedicarse. Por si no fuera poca ya la presión que antes se sentía para lograr la Navidad perfecta.

Por lo general, los suecos abrigan grandes esperan-zas respecto a la celebración de las fiestas navideñas. Así, por ejemplo, debe haber nieve pero no debe estar nevando, todos los miembros de la familia deben es-tar sanos, el jamón navideño debe estar jugoso y tener buen sabor, los regalos deben ser muchos, los hijos deben quedar satisfechos y portarse bien, y el hogar debe ofrecer un ambiente cálido y luminoso.

Para ello, todos ponen su mejor granito de arena, y es posible que los suecos tengan unas condiciones especialmente buenas para ello. Las numerosas velas contrastan bien con la oscuridad invernal, las casitas rojas resaltan más bellamente enmarcadas en la blanca nieve, y los abetos se yerguen oscuros y graves en las lindes del bosque. El gnomo se esconde a la vuelta de la esquina y la estrella polar palpita en la bóveda celeste nocturna.

Un día antes de la Nochebuena, el sueco se echa a la calle para tratar de encontrar el árbol de Navidad perfecto en algún punto de venta. Esa es una tarea muy seria: el abeto es el símbolo mismo de la Navi-dad, y tiene que ser un ejemplar homogéneamente tupido y recto. Los habitantes de las ciudades com-pran el abeto en la plaza, mientras que los que viven en el campo, lo cortan personalmente en sus propias tierras. Muchos creen que, según el derecho consue-tudinario de acceso libre a la naturaleza, pueden ir a cortar un abeto en cualquier bosque, pero la cosa no es precisamente así. El abeto es abatido con un hacha, una sierra o –como en la zona occidental de la

región de Värmland, junto a la frontera con Noruega– con escopeta. Pero no es recomendable.

La tradición familiar determina la forma de adornar el abeto. Algunas familias lo visten con banderas; otras, con espumillones y bolas de distin-tos colores. La mayoría utiliza iluminación eléctrica, para evitar el riesgo de incendio.

El hogar en sí se adorna también con tapices con motivos que representan gnomos y paisajes inver-nales, manteles con dibujos navideños, candelabros, gnomos y angelitos. Además, la presencia de los jacintos envuelve con su fuerte fragancia el ambiente de las habitaciones.

A las tres de la tarde, toda Suecia está pendiente de la tele. A esa hora comienza una cabalgata de viejos filmes de Disney que se reponen desde la déca-da de 1960, pero de los que, a pesar de todo, ningún sueco parece cansarse. Sólo después puede comenzar la celebración.

Los aguinaldos están ya colocados bajo el árbol iluminado, las velas lucen por todas partes y en la mesa está ya puesto el bufé smörgåsbord con todos los platos clásicos: jamón navideño, salchichas de carne de cerdo cocida, gubbröra (revuelto de anchoa, cebolla y huevo cocido duro, entre otras cosas), ensalada de arenque, arenques marinados, paté de hígado casero, vörtbröd (pan hecho con mosto de cerveza), patatas y lutfisk. El jamón debe cocerse primero y, después, asarse a la parrilla una vez recubierto con una mez-cla de huevo, pan rallado y mostaza. El lutfisk es baca-lao seco macerado en agua y sosa hasta que hinche.

Cuando todos han comido hasta quedar satisfe-chos, llega el gnomo en persona –el Papa Noel– para desear a los presentes una Feliz Navidad.

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NavidadLa Navidad, que celebra el nacimien­to de Jesús, ha sido durante mucho tiempo la festividad más importante del año. En la sociedad agraria, era una fiesta para todos los integrantes del hogar, ya que se tenía buen acceso a co­mida fresca. Así, en la mesa navideña estaban presentes el jamón de Navidad, arenques, queso de cerdo, salchichas, gachas y bacalao macerado en sosa.

Esos manjares debían quedar sobre la mesa toda la noche, ya que entonces saldrían los muertos para comer.

Se hacía una limpieza a fondo de las casas, que eran decoradas con tapices y paja en los suelos. A los pájaros, se les ponía una gavilla de Navidad y al gno­mo de la granja, una fuente con gachas.

En la década de 1880 y siguiendo el ejemplo alemán, se popularizó la

costumbre de meter en casa y adornar el árbol de Navidad. En un princi­pio, el aguinaldo debía entregarse de forma anónima, llamando a la puerta de alguien y arrojando al interior un leño envuelto o algo parecido. En el siglo XX, el aguinaldo de Navidad se convirtió, en lugar de ello, en buenos regalos repartidos por el gnomo, según el modelo de San Nicolás.

En la Misa del Gallo del día de Navi­dad se podían ver en los bancos de las iglesias restos de mantillo dejados por los difuntos, que habían celebrado su misa antes que los vivos. Después de la misa, se hacían carreras con los trineos y similares para ver quién llegaba an­tes a casa. El ganador sería el primero en hacer la cosecha en el año venidero.

El día después de Navidad había que madrugar mucho para, como San Esteban, dar de beber a los caballos en aguas que corrieran hacia el norte. Una broma, que iba contra la prohibición de trabajar en aquel día, consistía también en quitar el estiércol en establos ajenos.

La Epifanía se celebra en memoria de la llegada de los tres Reyes Magos a Belén. De ahí procede, precisamente, la costumbre de las bromas de los jóvenes de la estrella, que era corriente en tiempos antiguos. Los jóvenes pasaban disfrazados por las granjas llevando una estrella de papel y cantando, al tiempo que mendigaban aguardiente. Hoy día, esos jóvenes forman parte de la celebración de la Lucía.

El día 13 de enero, día de Knut en el calendario sueco, concluía la Navidad. Entonces se celebraban fiestas que seguían modelos medievales. La gente asustaba a otras personas con muñecos de paja de fabricación casera represen­tando a Knut, que se colgaban de los ár­boles. En esa misma fecha, y entre las clases medias, se hacía el saqueo de los adornos comestibles que quedaran en los árboles de Navidad, una costumbre que aún perdura.

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© 2005, 2014 Po Tidholm, Agneta Lilja y el Instituto SuecoLos autores son los únicos responsables de las opiniones expresadas en este libro.Traducción: Felipe Mena GonzálezDiseño: Typisk Form designbyråTipo de letra: Eames Century ModernPapel: Scandia 2000Impresión: Åtta.45, Solna, Suecia, 2014ISBN 978-91-86995-39-3

El Instituto Sueco (SI) es un organismo estatal dedicado a fomentar el interés por Suecia y la confianza en ella en el mundo entero. Con ese fin, el SI impulsa la cooperación y las relaciones duraderas con otros países, mediante una comunicación estratégica y un intercambio cultural, educativo, científico y comercial. El SI realiza sus activi­dades en estrecha colaboración con embajadas y consulados de Suecia. Para obtener información más detallada sobre el SI y Suecia, visítenos en internet, en Si.se y Sweden.se.

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¿te intriga la mítica festividad del solsticio de verano, cuando los suecos se visten con coronas de flores y bailan alrededor de un poste de sospechosa forma fálica? ¿O quizás quieres saber en qué consiste la fiesta del 13 de diciembre, día en que los suecos se desayunan con bollitos de azafrán, cantos corales y un desfile encabezado por Santa Lucía, adornada con velas en el cabello?

En Eso hay que celebrarlo descubrimos el papel que han desempeñado las estaciones del año, la historia pagana, el cristianismo, la in migración y la in saciable curiosidad de los propios suecos en la formación de las tradiciones del país, unas tradi cio nes en continua evolución. Quizás te sorprendas al encontrar similitudes con tus propias costumbres y te quedes fascinado con la extra-ordinaria naturaleza de otras.