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DISCÍPULOS DE SANTA TERESA II

JERÓNIMO GRACIÁN DE LA MADRE DE DIOS:

Primera parte

El padre Jerónimo Gracián es el mejor discípulo y más íntimo amigo de Santa Teresa. Sin embargo aún se lo desconoce y lo peor es que muchos mantienen hacia su figura recelos y condenas nacidas en su vida, en sus actividades y fundamentalmente de la envidia por el afecto, confianza y admiración que le manifestaba Teresa de Jesús. Animadversión que sembraron el camino de su vida toda clase de calumnias, mentiras, distorsiones que aún persisten. Hasta la miniserie española “Teresa de Jesús”, meritoria en tantos aspectos, ha contribuido a difundir una imagen negativa del P. Gracián.

Sin embargo siempre hubo y hay hoy quienes buscan rehabilitar plenamente el nombre de este carmelita descalzo. Sírvanos unas palabras de alguien que no era miembro de la Orden fundada por Santa Teresa, pero cuyos trabajos literarios contribuyeron a un mayor conocimiento de la Santa y sus colaboradores. Se trata de Don Bernardo Melgar, marqués de San Juan de Piedras Albas, miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Su discurso de recepción a la Academia, el 30 de junio de 1918, versaba sobre Gracián al que llama “insigne coautor de la Reforma de Santa Teresa”. No exagera en nada dicho académico. Es la misma Santa Teresa quien nos dirá el lugar de importancia que tiene Gracián en su obra fundacional. Don Bernardo Melgar afirma en su discurso:

“la conducta del primer Provincial de los Carmelitas Descalzos españoles, hombre sincero, celoso, recto..., infeliz, que se pasó la vida, libre y cautivo, en pleno sufrimiento, sin poder desechar preocupaciones hondas que pugnaban con su inocencia infantil, pero en asiduos trabados para enriquecer el tesoro que crearon nuestros científicos del siglo xvi, que fué el siglo de las Armas y de las Letras, de los Estadistas y de los Santos. FRAY JERÓNIMO GRACIÁN sobresalió entre todos sus contemporáneos como estudiante, como maestro, como religioso, por su envidiable capacidad, por sus aptitudes idóneas, por el don de gentes, por la modestia que, con toda su magnitud, no pudo cubrir el mérito del literato castizo, de teólogo eminente, del orador elocuentísimo...”

“Libre y cautivo”, veremos todos los contratiempos personales que sufrió el padre Gracián por la obra teresiana, en vida de Teresa y más intensamente aún a la muerte de la santa. Continúa el Marqués de Piedras Albas con unas palabras muy acertadas sobre las reacciones que provoca Gracián:

“En relación, pues, de causa a efecto, es forzoso concretar las actuaciones del venerable fraile para reconstituir un bosquejo biográfico sobre documentos inéditos que no faltan, ya que sería ocioso repetir aquello que dijeron, como yo no sabría decirlo, los pocos biógrafos de este gran español, cuyo nombre aún se trae y se lleva por los unos y los otros, según la libertad o el prejuicio, para aplaudirle o execrarle en el más piadoso sentido de

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esta palabra, porque tuvo la gloria de coadyuvar en acuerdo absoluto con la Monja avilesa a la consolidación de la Descalcez, que comenzó a tambalearse apenas instaurada, y la desgracia de tropezar en ruta con espíritus rectos, ¡quién lo duda!, pero circunscriptos a moldes de escrúpulos fabricados por compañeros que le sustituyeron en el gobierno de su religión.”

“Acuerdo absoluto” entre Gracián y Teresa de Jesús. Eso fue así y la misma Teresa nos lo dirá. Por eso es bueno escucharla a ella misma. En carta a una de sus hijas más apreciadas, Isabel de Santo Domingo, Teresa le narra la experiencia del primer encuentro con Gracián:

“Oh madre mía, cómo la he deseado conmigo estos días! Sepa que a mi parecer han sido los mejores de mi vida, sin encarecimiento. Ha estado aquí más de veinte días el padre maestro Gracián. Yo le digo que, con cuanto le trato, no he entendido el valor de este hombre. Él es cabal en mis ojos, y para nosotras mejor que lo supiéramos pedir a Dios. Lo que ahora ha de hacer vuestra reverencia y todas es pedir a Su Majestad que nos le dé por prelado. Con esto puedo descansar del gobierno de estas casas, que perfección con tanta suavidad yo no la he visto. Dios le tenga de su mano y le guarde, que por ninguna cosa quisiera dejar de haberle visto y tratado tanto…Julián de Ávila está perdido por él, y todos. Predica admirablemente”. (Carta a la Madre Isabel de Santo Domingo, 12 de mayo de 1575).

Subrayemos: “cabal a mis ojos”, “mejor que lo supiéramos pedir a Dios”, “pedirlo por prelado”, “perfección con tanta suavidad yo no he visto”, “por ninguna cosa quisiera dejar de haberle visto y tratado”, “han sido los mejores días de mi vida, sin encarecimiento (=exageración)”, “no he entendido [todo] el valor de este hombre”.Todos estos elogios no fueron la simple impresión de un primer encuentro, se iría profundizando con el tiempo. Los uniría una grande e intensa amistad. Amistad en que existiría la libertad de corregirse mutuamente. Muchos se han valido de estas características de la verdadera amistad para descalificar a Gracián. Cuando Teresa hable de él en los capítulos 23 y 24 del libro de las Fundaciones nos estará describiendo no sólo al amigo sino al ideal de fraile carmelita que soñaba su corazón.Pero es hora de que los hechos y los protagonistas nos hablen de esta colosal figura del Carmelo Teresiano.

Infancia y estudios:

Jerónimo Gracián nace en Valladolid el 6 de junio de 1545. Es el cuarto hijo de una numerosa familia de humanistas. Su padre, Diego Gracián, fue secretario traductor al servicio del emperador Carlos V, de su esposa la emperatriz Isabel y del hijo de ambos, el rey Felipe II. El cargo del padre no redituaba un buen sueldo por lo que la familia tuvo que afrontar muchas dificultades especialmente para la educación de su numerosa familia.La primera educación la recibió Jerónimo de su madre, también ella pertenecía a una familia de humanistas. Por tanto recibió, como sus hermanos, una educación integral no sólo en las letras, sino también en la virtud; valores que los humanistas apreciaban tanto. Tenía también el pequeño Jerónimo un confesor jesuita que lo orientaba en la profundización de la vida interior. Su madre estaba impresionada de la dedicación que

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Jerónimo daba al tiempo de oración personal, a solas, en el oratorio familiar, con marcada devoción mariana.

Con apenas quince años comenzó a cursar los estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. Su padre, que había obtenido para el joven una beca del rey, quería que estudiase leyes, pero Jerónimo eligió teología. Se graduó de Bachiller y Maestro en filosofía dos años después, obteniendo la mejor calificación de cuantos alumnos se presentaron a este examen. Ese mismo año, 1562, Santa Teresa inaugura el primero de su monasterios.Al finalizarlos se enfermó, quizá por el esfuerzo puesto para alcanzar este título en tan breve tiempo. Con la enfermedad llegó el “enfriamiento vocacional”, por este tiempo aspiraba ingresar en la Compañía de Jesús. Es esta la vocación que se “enfría”.Tres años más tarde se vuelve a inscribir en la Universidad para continuar sus estudios de teología. En ausencia de los profesores se le encomienda impartir las clases a sus compañeros universitarios, algo mayores que Él. Se licencia en teología en 1568 e inmediatamente se inscribe en los cursos para el doctorado. El Primer Domingo de Adviento de ese año de 1568, San Juan de la Cruz inaugura el Carmelo Teresiano masculino en Duruelo. Según el deseo de la Madre Fundadora se habría de vivir “el mismo estilo de hermandad” que fray Juan había aprendido en el monasterio de Valladolid, la cuarta fundación que llevó a cabo Santa Teresa.Entretanto Jerónimo recibe la ordenación sacerdotal el 25 de marzo de 1570. Un amigo recuerda: “Como se vió con nuevas obligaciones de ser mejor, era notable el ejemplo que daba con buena vida y costumbres santas. Era muy humilde y devoto y callado. Huía de pláticas y de conversaciones que no fuesen enderezadas a mayor aprovechamiento en la virtud; dábase mucho tiempo a la oración, y todo lo que le sobraba del tiempo, gastaba en leer y estudiar y meditar con gran devoción lo que había leído.”Pero esto no generó la alegría ni la admiración de sus compañeros ni profesores, ni de mucha gente. Dadas sus actitudes, sus cualidades intelectuales y el buen desempeño sacerdotal, fue blanco de la envidia y de las calumnias que tuvo que soportar, quizá como preludio de las que habría de padecer en su futura familia religiosa el Carmelo Teresiano.Al igual que San Juan de la cruz se desilusionó profundamente de la Universidad y de la conducta de los alumnos y profesores. Además le resultaba violento el asistir a las casas de la aristocracia: “cada bocado bueno que comía me parecía rejalgar, y cada honra que recibía – que no eran pocas en aquella Universidad de Alcalá – abominación.” (Jerónimo Gracián, Peregrinación de Anastasio).

Lucha vocacional:

Volvió a los intentos de ingresar a la Compañía de Jesús presionado por su confesor, que seguramente valoraba las cualidades de Gracián. Pero no se decide. El día de San Francisco de Asís, cuatro de octubre de 1571, celebra misa en las carmelitas de Alcalá de Henares, monasterio fundado por María de Yepes, aquella mujer que visitara a Santa Teresa en Toledo, en casa de doña Luisa de la Cerda, Teresa había sido enviada allí para alejarla de la idea de fundar en Ávila. María de Yepes fue quien le aconsejó a Teresa la fundación en pobreza absoluta, sin renta. Gracián creyó que celebraba a monjas clarisas. Pero la fundadora lo llamó al locutorio y le contó sobre la obra de Teresa de Jesús; le dio las Constituciones de la Santa, que la misma María de Yepes tuvo que asumir para mejor guía

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de su convento. Gracián quedó impresionado y fue a los carmelitas de Madrid a pedir libros sobre la Orden. Le escribió por primera vez a Teresa:

“Agradáronme tanto aquellas Constituciones, que por curiosidad hice apuntamiento de ellas, y después escribí algunas advertencias acerca de ellas, sacadas de lo que la sagrada Escritura dice de la vida de las profesas de esta Orden, para enviar a la M. Teresa de Jesús, escribiéndola sin conocerla; ella me lo agradeció mucho. Y creo yo que debió de hacer con sus oraciones de manera que vine a tomar el hábito de esta Orden, convocación tan contraria a todas las razones humanas cual se espantará quien las leyere en el libro que tengo escrito de las Fundaciones de los Descalzos”. (Peregrinación de Anastasio).

Había desistido de ingresar en la Compañía de Jesús, pero aún no tenía claro el querer de Dios para su vida. Comienza a despertar en él el interés por el Carmelo Teresiano que acaba de conocer. Sin embargo la realidad familiar lo inquieta. Ingresar en un Instituto religioso no le permitiría ayudar económicamente a su familia, que como dijimos, era muy numerosa y la economía familiar no era suficiente, dado el poco reconocimiento de la Corte a los delicados trabajos de Diego Gracián, su padre. Su confesor, jesuita, le dice que la vocación al Carmelo es tentación. Por esos días volvió a predicar en las carmelitas de Alcalá. Habló extensamente sobre el Carmelo; para ello se había preparado pidiendo prestados diversos libros a los carmelitas de Madrid. Su sermón en Alcalá impactó tanto que muchos se decidieron ingresar en el Carmelo Teresiano, los futuros Juan de Jesús (Roca), Benito de Jesús y la Virgen, un simple hermano lego de profunda vida interior, al que Gracián consultará en más de una ocasión a pesar de su hablar algo enigmático; y otro hermano lego Cristóbal de la Madre de Dios. Pero Gracián esperará alrededor de medio año. Se irían sumando motivos. Del conocimiento más completo que pudo tener sobre el Carmelo le fascinó la unidad entre oración y apostolado. El encuentro con una santa anciana que vivía su fe con una radical autenticidad disiparon los temores de Gracián a la falta de salud. La oración de las monjas, más tarde se enterará por boca de Santa Teresa que le “costó un año de oración” para que llegara al Carmelo. Lo más decisivo su amor a la Virgen María:

“no pudiendo sufrir el ímpetu de los pensamientos que venían de amor de Nuestra Señora, diciendo entre mí ‘Si ha habido muchos hombres nobles que por amores de una mujer de la tierra se han cegado, y dejado perder hacienda, honra y vida, acuchillándose, etc., ¿por qué tengo yo de reparar en cosa alguna, pues me ciega el amor de tal Señora? ¡Muera mucho enhorabuena! que a cabo de algunos meses de tomado el hábito, con la aspereza que allí se profesa, perderé la vida: yo la doy de muy buena gana a mi Señora la Virgen María”. (Peregrinación de Anastasio).

“... peleado casi año y medio con la vocación, que no es pequeño tormento […] todas las razones naturales eran contrarias en mí a este estado: falta de salud, flaqueza natural, cansancio de estudios, obligación a mis padres y hermanos […] Todo esto peleaba, de una parte, contra un encendido deseo que tenía de servir a Nuestra Señora, y, de la otra, como comenzaba entonces la reformación de esta su Orden, parecíame que me llamaba mi Señora para ella”. (Peregrinación de Anastasio).

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Tuvo que dirigirse a Pastrana para acompañar el ingreso de una joven, Bárbara del Espíritu Santo, al monasterio de las carmelitas de aquella ciudad. La priora Isabel de Santo Domingo, una de las mejores discípulas de Santa Teresa, captó inmediatamente el valor de Gracián. Nos lo cuenta Teresa de Jesús en el libro de las Fundaciones:

“¡Que medios toma la divina Majestad!, que para determinarse a ir de allí a tomar el hábito tuviera por ventura tantas personas que se lo contradijeran, que nunca lo hiciera. Mas la Virgen nuestra Señora, cuyo devoto es en gran extremo, le quiso pagar con darle su hábito. Llegando a Pastrana, continua Teresa, “fue a hablar a la priora para que tomase aquella monja, y parece que la habló para que procurase con nuestro Señor que entrase él […]Pues acaeciéndole a esta priora lo que a los demás, diole grandísima gana de que entrase en la Orden, y díjolo a las hermanas, que mirasen lo que les importaba, porque entonces había muy pocos o casi ninguno semejante, y que todas pidiesen a nuestro Señor que no le dejase ir, sino que tomase el hábito”. (Santa Teresa Fundaciones 23, 4. 6-8).

Finalmente se decide a quedarse en Pastrana, segunda fundación de los frailes carmelitas. Allí funcionaba el noviciado más concurrido dada su proximidad con la ciudad de Alcalá y su universidad.

Carmelita Teresiano:

El convento de frailes carmelitas de Pastrana había sido fundado por Santa Teresa simultáneamente con el de las monjas. Pastrana eran posesión de los Príncipes de Éboli. La princesa doña Ana, promotora de la fundación de las monjas sería motivo de serios problemas para Santa Teresa. A los dominios de doña Ana había llegado una ermitaña extravagante, Catalina de Cardona, de un descomunal espíritu penitencial. Esta mujer influiría para mal en los frailes carmelitas de Pastrana, de tal manera que algunos preferirían a la Cardona como “madre fundadora, que no a la monja Teresa”, como alguno se expresaría. También arribaron a Pastrana unos ermitaños italianos Mariano Azzaro y Juan Narduch. Se habían encontrado con Santa Teresa en Madrid, en el convento de las Descalzas Reales, seguidoras de San Pedro de Alcántara. Ellos buscaban a pedir la mediación del príncipe Ruy Gómez da Silva, para que le fuese permitido seguir su vida eremítica suprimida por el Concilio de Trento. El príncipe les ofrece una ermita en sus dominios, la de San Pedro. Teresa los convence de formar parte del naciente Carmelo masculino. Sin esperar la llegada desde Duruelo de fray Antonio, compañero de San Juan de la Cruz, comienzan la vida de la nueva comunidad. Son tres, los dos ermitaños ahora llamados Mariano de San Benito y Juan de la Miseria, un fraile problemático del antiguo Carmelo, fray Baltasar Nieto, ahora apellidado de Jesús. Pertenecía a la Provincia de la Orden en Andalucía y había tenido serios problemas con el Prior General de la Orden, P Rubeo. La Santa será siempre muy indulgente con fray Baltasar quien morirá en Lisboa sinceramente arrepentido de sus andaduras.Las noticias sobre la nueva comunidad circularon rápidamente atrayendo numerosas vocaciones. Pero el espíritu que se iba gestando poco tenía que ver con “el estilo de hermandad” que la Santa Fundadora enseñó en Valladolid a San Juan de la Cruz. Gracián tomó el hábito el 25 de abril de 1572. Nos cuenta su experiencia.

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“Tomé el hábito, y luego comenzaron las ocupaciones y cansancios gravísimos de predicar y confesar en el convento y en el pueblo de Pastrana y en todos los pueblos a la redonda donde nos hacían limosna, que no había otro que lo hiciera, por haber ido el prior Fray Baltasar Nieto a los Calzados para ayudarlos en la fundación de Madrid. Quedé instruyendo treinta novicios que después fueron la flor de toda la Orden; y estábamos tan solos, que era menester resguardarlos de imprudencias de algunos profesos que les podían gobernar para que no dejarán el hábito, en que no se trabajó poco”. (Peregrinación de Anastasio).

No fue sencillo el noviciado. Reinaba una gran desorientación. Los frailes de Pastrana conocían poco el proyecto de Teresa de Jesús; estaban seriamente influenciados por el ambiente rigorista de la España del siglo XVI, faltos de formación y de discernimiento, fascinados por escritos de la antigüedad de la Iglesia, especialmente del Oriente cristiano, en particular la Santa Escala de San Juan Clímaco o las Colaciones de Casiano, clásicos de la espiritualidad pero necesitados de la correspondiente relectura en su tiempo y cultura, algo que aquellos frailes “sin letras” no eran capaces de hacer. Se quedaban en un nivel literalista. Para Teresa supuso una grave crisis. No respondía a su expectativa de fraile que se hacía, expresado en su búsqueda personal y luego para sus comunidades, de religiosos “letrados” que supieran acompañar el camino espiritual de sus monjas. Y más que eso: cumplir su acariciado deseo de “allegar almas a Dios”. Y enrolarse en la búsqueda de muchos cristianos de su tiempo de un cristianismo más auténtico, interiorizado, coherente, lejos de una fe masiva, sin hondura, quedado en solas expresiones externas, sin más contenido que el acompañamiento de emociones muy superficiales.Estos deseos teresianos los concretarían numerosos discípulos suyos como san Juan de la Cruz y especialmente el discípulo preferido de Teresa, Jerónimo Gracián.

“Otros recién profesos – aunque ordenados – carecían de letras, y aun algunos de experiencia y prudencia; en tanto grado, que acaeció alguno tomar un novicio y estarle azotando las espaldas desnudas hasta que encendiese fuego en leña mojada con la oración sola, sin poner lumbre, como hizo nuestro padre Elías, diciendo que en esto se había de conocer la perfección; con otras cosas a este tono con que la santa rusticidad suele destruir el espíritu y crédito de la religión, como dice San Jerónimo”. (Peregrinación de Anastasio).

Teresa solicitó al mejor teólogo de España, su amigo Fray Domingo Bañez. Este dominico visitó Pastrana. La conclusión a la que llegó no pudo ser más preocupante se refería especialmente al maestro de novicios:

“No tengo yo por menor, sino por mayor, la ignorancia de los que con celo de virtud pecan, que la que tienen otros por pasión y ruines obras claras; porque si aquellos caen, son menos corregibles, porque han asentado en su corazón que quien los contradice, persigue la virtud, o tiene poca experiencia de cosas de espíritu, o envidia, o semejantes faltas, para no recibir corrección de nadie. Y lo peor es que se fingen perseguidos por la virtud; y secretamente se crían en el centro del corazón un ídolo de su propia estima, que aunque a ratos parecen se humillan en sus pensamientos y palabras, pero, bien mirado, son humillaciones hechas, no ante la majestad de Dios, con sumo temor de ofenderle, sino ante el secreto y disimulado ídolo de su propia estima. Vístese el amor propio de vestido

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virtuoso, y luego quieres ser adorado de sí mismo y de todo el mundo. Y si alguno no adora su estatua, luego le juzgan por ser perseguidor de la virtud, de manera que hacen regla de virtud sus trazas y sus obras…Lo que dicen de San Francisco que le tenían por loco y se desnudó y vistió como pobrísimo, yo adoro, porque fue ímpetu del Espíritu Santo; y quiere limitar estos hechos raros, sin aquel ímpetu, es cosa de farsa…No me contenta lo que dice ese padre que le toma la melancolía si le niegan lo que quiere. Muy resuelto está para ser, como dice, tan nuevo y sin experiencia… Vuestra merced le consuele y aconseje hagan su obediencia y calle…” (Carta P. Domingo Bañez a Santa Teresa, 23 de abril de 1572).

La situación era y sería con el tiempo gravísima, era una verdadera deformación de la vida espiritual. Tanto Teresa, como más tarde en sus escritos Juan de la Cruz y el mismo Gracián harán detallada descripción de los síntomas de esta desviación espiritual, un espejismo atrayente y deformante de la auténtica vida espiritual. La primera solución que pensó Teresa fue enviar a fray Juan de la Cruz, entre tantos elogios de la fundadora al santo bástenos ahora estos escritos en su libro de las Fundaciones: “Del padre fray Juan de la Cruz ninguna prueba había menester, porque aunque estaba entre los del paño, calzados, siempre había hecho vida de mucha perfección y religión.” (F. 13, 1). “Él era tan bueno, que al menos yo podía mucho más aprender de él que él de mí”. (F 13, 5).

San Juan de la Cruz pasó por Pastrana en dos ocasiones distintas, intentando reconducir aquella situación, sanear esa peligrosa distorsión de la vida espiritual. Luego se pensó mejor que el santo fuera el rector de la nueva casa de estudios que los carmelitas abrirían en Alcalá de Henares. Pero el daño estaba hecho, se había consumado una doble interpretación de la nueva familia del Carmelo. Una escisión mental provocada, quizá sin pretenderlo, por la extravagante ermitaña Catalina de Cardona. Perduró mucho tiempo la admiración por el estilo de vida de esta mujer. Muchos frailes fueron irreductibles al magisterio de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Y más se resistirían, con enconamiento, a las disposiciones de Gracián, quien al ser superior, cambiaría este camino por el de Teresa de Jesús.Mientras tanto Gracián padece toda clase de tentaciones y dudas. Lo consuela y alienta la priora de las carmelitas de Pastrana, madre Isabel de Santo Domingo. Gracián escribió un librito con sus tentaciones y remedios que buscaba. Lo envió a Santa Teresa que se conmovería con el escrito. Cuando la toma de hábito de Gracián, la madre Isabel de Santo Domingo escribió a Teresa y ésta tomó una insólita decisión que acarrearía malestar y futuras amarguras a Gracián:

“Pero lo que más me apretó este año- y fue el principio de muchos trabajos que he tenido-fue que la Madre Teresa de Jesús, viéndome en su Orden, envía mandar a las monjas carmelitas descalzas de Pastrana que me obedeciesen como a su persona, que hasta entonces no había consentido que ningún fraile y Calzado ni Descalzo tuviese en ellas mano ni superioridad alguna, temiendo-como después ella me dijo con lágrimas-la opresión con que los frailes suelen tratar las monjas con título de obediencia, quitándoles la santa libertad de espíritu que les daba el Concilio, que ella tanto estimaba y ellos tanto abominan. Esta confianza que la Madre hizo de mí sólo-que por ella mudo la obediencia

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de los obispos a los frailes-fue una centella los corazones de muchos, que después ha ido creciendo hasta encender el gran fuego que diré; y entonces causa en el ánimo de los procesos graves tal incendio, que me comenzaron a murmurar y perseguir, así algunos de los del convento de Pastrana como de los otros conventos, porque siendo novicio ejercitada oficios de profeso y aun de prelado (sabiendo ellos la falta que entonces había de quien lo hiciese)”. (Peregrinación de Anastasio).

La falta de dirección y sentido entre los recién fundados frailes acarrearía serios problemas futuros. Así como ingresaron muchos con grandes deseos de una vida auténtica y de una profunda y auténtica espiritualidad, también ingresaron muchas personalidades problemáticas, faltos de equilibrio y arraigados en esa pseudo espiritualidad de la que ya hablamos. A lo largo de la vida de Gracián veremos actuar estas personalidades conflictivas y nos llenaran de asombro los recursos que utilizan para lograr sus fines mucho amor por las penitencias extravagantes pero poca virtud y respeto por la ley divina. Aunque San Juan de la Cruz fuese el primer fraile captado por Teresa, no era la mayoría la que escuchaba su magisterio. Santa Teresa sufría por esta situación, tanto que llega a admitir en el libro de las Fundaciones: “algunas veces me pesara de que se había comenzado si no tuviera tan gran confianza de la misericordia de Dios. Digo las casas de los frailes, que las de las monjas, por su bondad, siempre hasta ahora han ido bien; y las de los frailes no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto”. (F. 23, 12).Faltaba una cabeza, una personalidad que guiara y encauzara estos espíritus, que garantizara el crecimiento humano y espiritual de los frailes queridos por la Madre Teresa. Ella, en la intimidad de una Relación confiesa:

“Estando un día muy penada por el remedio de la Orden, me dijo el Señor: *Haz lo que es en ti y déjame tú a Mí y no te inquietes por nada; goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande; mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama”. (Rel. 13).

Esta confianza de Teresa en la bondad de Dios fue respondida con la llegada de Gracián a la Orden que ella fundara.

“Y como yo estaba con tanta fatiga, en viéndole, parece que representó el Señor el bien que por él nos había de venir; y así andaba aquellos días con tan excesivo consuelo y contento, que es verdad que yo misma me espantaba (=asombraba/admiraba) de mí.” (Fundaciones 24, 2).

Gracián se compenetraría perfectamente con el espíritu de Teresa a la que reconoce como fundadora. Nos dice Gracián en una de sus obras:

“Habiendo la santa Madre fundado algunos monasterios de sus Descalzas y viendo que para la conservación de las monjas era necesario que hubiera frailes de la misma Orden que las gobernasen y confesasen, alcanzó del General Fr. Juan Bautista de Rubeo de Rávena, que a la sazón era y había venido a visitar a España, licencia para fundar dos o tres monasterios de frailes…Este principio tuvo esta Orden, que por esta causa puede llamar la Madre Teresa de Jesús fundadora de toda esta Orden, así de frailes como de monjas”. (Gracián, Historia de las Fundaciones, cap. 3).

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Comisario Apostólico y Visitador dela Orden del Carmen:

Apenas profeso se le confían estas gigantescas y a la par espinosas responsabilidades. Será causa de muchas humillaciones y sufrimientos para Gracián. Aún hoy día hay quien juzga del todo atrevida y temeraria la aceptación de estos cargos. Pero eso es una lectura simplista de las cosas. Este período histórico del Carmelo como de la Iglesia española es particularmente complejo. Veamos, aunque brevemente qué clima se respiraba y cómo se fue gestando el conflicto entre el antiguo Carmelo y la Obra de la Madre Teresa de Jesús.Es este un tiempo de “reformas” urgidas por las necesidades del tiempo. La Corona española ha llevado desde hacía casi dos siglos adelante una importante tarea de renovación eclesial. A los monarcas les interesaba políticamente. La reforma eclesial repercutiría favorablemente en el pueblo y contribuiría a la unidad política de un territorio, España, recién conquistado plenamente. Felipe II seguía el consejo de su padre el emperador Carlos V que le recomendaba total control religioso, dados los altos costos militares, políticos y económicos que le supuso, cuando llevaba la corona imperial, cierta apertura e indolencia en la crisis protestante en el territorio del Sacro Imperio.Felipe II llevaba adelante la renovación de la Iglesia de sus territorios de una manera muy personal. Para él eran insuficientes las disposiciones al respecto tomadas en el Concilio de Trento. Así obtuvo de los Papas diversas facultades y privilegios para llevar adelante su personal concepción de la reforma eclesial.Circunscribiéndonos a la Orden del Carmen, hizo venir al Prior General de la Orden Juan Bautista Rubeo para aplicar la reforma a la Orden. Ya hablamos de cómo el General quedó admirado de la obra teresiana y la impulsó a su expansión, más tarde, a ruegos de la Santa, concedió el permiso para la fundación de dos conventos de frailes contemplativos. La visita del General transcurrió sin problemas en Castilla, pero en Andalucía fracasó. Mientras tanto, y a espaldas de Rubeo, Felipe II obtenía del Papa San Pío V un Breve que nombraba visitadores de los carmelitas, tanto de Castilla como de Andalucía a dos dominicos Pedro Fernández y Francisco de Vargas. El P. Rubeo lo supo en Italia, más de una año después, hizo los intentos de revocar dicho, pero no lo consiguió hasta que hubo nuevo Papa, Gregorio XIII.Pedro Fernández no encontró problemas en el territorio que le fue confiado. Vargas se encontraba con serios problemas de toda índole, pero el dominico carecía de tacto y de interés para llevar adelante la tarea. Así que en cuanto pudo se desentendió del oficio y pasó el Breve primero a Baltasar de Jesús, el prior de Pastrana, y luego al Padre Gracián.Gracián aceptaría el encargo por una cuestión de supervivencia de los descalzos:

“Aceptaron el P. Gracián y los Descalzos esta Visita no tanto por respecto de reformar los Calzados cuanto de conservar los Descalzos, porque la persecución y deseo de derribarlos que los Calzados tenían era grande y pretendían deshacer el edificio recién comenzado de las pocas casas de Descalzos que había”. (Gracián, Historia de las Fundaciones, 7, 4).

Y en la “Historia de las Fundaciones” dice Gracián haberlo consultado por carta con Teresa de Jesús, que también fue partidaria de que “aceptase esa cruz” para que no despareciesen las monjas y frailes fundados por la Santa.El mismo Gracián nos cuenta la trasparencia con que asume el oficio. Recibió de manos del Nuncio Nicolás Ornameto el breve de Visitador; por su parte Felipe II ordenó a su secretario Antonio Gracián, hermano de nuestro protagonista, le diese despachos reales

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para que fuese asistido en su Visita por los obispos y por la justicia local. El P. Gracián se preguntaba para qué eran necesarios dichos documentos, lo que cayó en gracia al rey diciendo que era nuevo y no había tratado aún con frailes, y que la experiencia le iba mostrar qué necesarios le serían dichos poderes.Es el comienzo de una serie de acontecimientos terribles, inaceptables desde todo punto de vista. No se lo puede excusar con un simple “conflicto de jurisdicciones”. Lo cierto es que, aunque las leyes y la política que entraron a formar parte de este espinoso asunto, no se puede justificar tantos actos de violencia, de mentiras, de atentados contra la vida de Gracián o sus compañeros. En todas las difíciles situaciones Gracián buscó siempre que las cosas se llevaran con la mayor prudencia y caridad. Pero no actuaban así quienes lo rodeaban de un bando u otro. Es imposible relatar todas las peripecias sufridas y que son narradas minuciosamente por Gracián. Es forzoso remitirse a sus escritos. Los peligros para su vida que afrontó pero sobre todo las calumnias y mentiras que durarían en el tiempo y que serían revividas por sus enemigos más tarde, cuando la causa contra Gracián sea al interior de la propia familia religiosa y que acabarían con su expulsión de la Orden.El P. Gracián nos deja entrever la intimidad de su corazón, qué es lo que lo mueve a aceptar tantas dificultades: el amor a Jesucristo y al prójimo.

“Lo que conviene se haga con los prójimos es procurar edificarlos, haciendo siempre obras ejemplares, diciendo palabras que los atraigan a Dios, guardándose de dar ocasión de pecar, pues murió Jesucristo por salvar las almas, y quiere que los religiosos seamos como candelas encendidas puestas sobre el candelero para dar luz y expeler las tinieblas de la ignorancia y sal para sazonar las desabridas costumbres de los hermanos. Hay algunos que dicen que aman a Dios, y a trueque de no perder un punto de la quietud de su espíritu, que a ellos les parece que lo es, o de no ponerse riesgo de una murmuración o de algún otro trabajo o peligro, pudiendo granjear almas para Cristo, no lo hacen y quieren disfrazar la pusilanimidad y esconder el talento recibido con nombre de humildad y silencio; los cuales y de veras amasen a este Seño que tanto amó las almas, que dio la vida por sus amigos, entenderían que nadie tiene mayor caridad que el que la pone por ellos; y con esta fervorosísima virtud andarían sedientos del aprovechamiento de sus hermanos, y mostrarían esta sed y hambre de justicia con palabras encendidas y fervorosas y obras ejemplares, sacudiendo de sí una maldita vergüenza y empacho de sus buenas obras, que con título de huir de la vanagloria los traerá a que oigan por su mal estas palabras de Cristo: “El que tuviera vergüenza de confesarme delante de los hombres, tendré yo vergüenza de confesarle delante del Padre Eterno”. …Hay otros que a trueque de seguir su propio parecer y la santidad formada su modo, aunque veía que se escandaliza muchas almas y toman ocasión de ser imperfectas, no hacen caso de ello, pareciéndoles que como no sea pecado lo que hacen, aunque den ocasión de escándalo, no hace al caso.Procure, pues, quien quisiere agradar a Dios, andar quitando las ocasiones en que cualquiera pueda tropezar”. (Jerónimo Gracián, Lámpara encendida).

No hay en Gracián ningún deseo de poder, ni fanatismo detrás de sus ideas. Lo que devela su corazón es una auténtica imitación de Jesucristo en la búsqueda del bien del prójimo. Gracián lo intenta y arriesga todo por este bien, expone su vida y su fama por este bien. Como él mismo nos dijo, no aceptó esta tarea por otra cosa que por la supervivencia de la

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obra fundacional teresiana. Así y todo, Gracián no se mueve en componendas “políticas” sino en asumir el Evangelio en cada circunstancia que le tocara vivir y resolver.

“Los mejores de mi vida…” (carta de Santa Teresa a Isabel de Santo Domingo)

Es en el ejercicio de esta tarea que finalmente Teresa de Jesús y Gracián se encuentran. Ella ha ido a fundar a Beas de Segura. Gracián iba camino de Sevilla pero se había puesto de acuerdo con la Santa que se viesen en esta ciudad andaluza.

“Estuve en Beas muchos días, en los cuales comentábamos todas las cosas de la Orden, así pasadas como presentes y lo que era menester para prevenir las futuras. Y, además de esto, de toda la manera de proceder en el espíritu, y cómo se había de sustentar, así en frailes como en monjas. Ella me examinó a mí de todo cuanto sabía en esta doctrina de espíritu, así por letras como por experiencia; y me enseñó todo cuanto ella sabía, dándome tanta doctrinas, y reglas y consejos, que pudiera escribir un libro muy grande de lo que aquí me enseñó. Dióme cuenta de toda su vida, espíritu e intentos. Quedéle tan rendido desde entonces, que ninguna cosa grave hice sin su consejo”. (Gracián, Escolias a la vida de Santa Teresa escrita por Ribera).

Había nacido una gran amistad. Una amistad que es don de Dios, señal de la presencia del Espíritu Santo. Así lo consideraban los Padres de la Iglesia, los Humanistas cristianos, en cuyas filas encontramos a Gracián, a Santa Teresa y a sus mejores discípulos. Amistad es la clave de la comunidad cristiana según el evangelista San Juan. Amistad es lo que Teresa plantea a sus hijos en Camino de Perfección. Una amistad que nace del amor de Jesucristo, que se asemeja a Él, “capitán del amor”, en expresión teresiana, y que permite amarse mutuamente en sana y madura amistad. Porque la amistad para Teresa tiene su cumbre cuando la afectividad se identifica plenamente con Cristo.Aunque poseían cualidades humanas para la amistad, sólo se hace verdadera en sentido pleno cuando esta amistad es impregnada por el Espíritu Santo. Amistad que no pierde nada de su calidez humana, que es ternura entrañable, que no coarta la libertad ni el proyecto de Dios para cada uno, antes bien, los confirma. Poco después de conocerlo a Gracián, Teresa recibe una gracia especial en la que Cristo le presenta la interioridad del P. Gracián. Ella le pondrá de sobrenombres “Eliseo”, por considerarlo sucesor del profeta Elías y más lo llamará “su Pablo” por el apóstol de los gentiles.

“Estando en esto, súbitamente me vino un recogimiento con una luz tan grande interior que me parece estaba en otro mundo, y hallóse el espíritu dentro de sí en una floresta y huerto muy deleitoso tanto, que me hizo acordar de lo que se dice en los Cantares: “Voy a mi jardín, hermana mía, esposa” (Cantar de los cantares 5,1). Vi allí a mi Eliseo, cierto nonada negro, sino con una hermosura extraña; encima de la cabeza tenía como una guirnalda de gran pedrería, y muchas doncellas que andaban allí delante de él con ramas en las manos, todas cantando cánticos de alabanzas de Dios. Yo no hacía sino abrir los ojos para si me distraía, y no bastaba a quitar esta atención, sino que me parecía había una música de pajaritos y ángeles, de que el alma gozaba, aunque yo no la oía, mas ella estaba en aquel deleite. Yo miraba cómo no había allí otro hombre ninguno. Dijéronme:

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Éste mereció estar entre vosotras, y toda esta fiesta que ves habrá en el día que estableciere en alabanzas de mi Madre, y date prisa si quieres llegar a donde está él.Esto duró más de hora y media -que no me podía divertir-, con gran deleite, cosa diferente de otras visiones; y lo que de aquí saqué fue amor a Eliseo y tenerle más presente en aquella hermosura. He habido miedo si fue tentación, que imaginación no fue posible”. (Santa Teresa, Relación 44, 2-3).

“Quién fue la madre Teresa de Jesús, su espíritu, su gracia natural y sobrenatural, su blandura, discreción y prudencia lo sabrás leyendo sus libros… Porque si pudiera contar lo que supe de su boca, lo que me quiso, los regalos del alma y del cuerpo que me hizo, lo que pasábamos por los caminos cuando íbamos a fundar juntos, y lo que finalmente de ella sé- que quizá no ha ido a oídos de otros-, pudiera escribir otro libro mayor que los escritos…” (Peregrinación de Anastasio).

En la segunda quincena de abril de 1575 Teresa recibe una gracia mística que la invita a tomar “a Gracián en su lugar (de Dios) toda su vida”. Otras dos gracias místicas confirmarán esta primera recibida. Camino de la fundación de Sevilla, más concretamente en Écija, durante la fiesta de Pentecostés, en una ermita donde las monjas fundadoras se habían quedado a causa del calor, allí Teresa, emite este singular voto de obediencia. Pero no se lo había consultado a Gracián, que nada sabía del asunto cuando la Santa lo pronunció de rodillas y que trasladaría al papel más tarde aclarando que eran privados y que sólo Gracián podía conocerlos en caso que muriese ella.

“Año de 1575 en el mes de abril, estando yo en la fundación de Beas, acertó a venir allí el Maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios Gracián, y habiéndome yo confesado con él algunas veces, aunque no teniéndole en el lugar que a otros confesores había tenido para del todo gobernarme por él, estando un día comiendo sin ningún recogimiento interior, se comenzó mi alma a suspender y recoger de suerte que pensé me quería venir algún arrobamiento, y representóseme esta visión con la brevedad ordinaria, que es como un relámpago.Parecióme que estaba junto a mí nuestro Señor Jesucristo de la forma que Su Majestad se me suele representar, y hacia el lado derecho estaba el mismo maestro Gracián y yo al izquierdo. Tomónos el Señor las manos derechas y juntólas y díjome que éste quería tomase en su lugar mientras viviese, y que entrambos nos conformásemos en todo, porque convenía así.Quedé con una seguridad tan grande de que era de Dios, que aunque se me ponían delante dos confesores que había tenido mucho tiempo y a quien había seguido y debido mucho, que me hacían resistencia harta (en especial el uno) me la hacía muy grande, pareciéndome le hacía agravio; era el gran respeto y amor que le tenía), la seguridad con que de aquí quedé de que me convenía aquello y el alivio de parecer que había ya acabado de andar a cada cabo que iba con diferentes pareceres y algunos que me hacían padecer harto por no me entender, aunque jamás dejé a ninguno pareciéndome estaba la falta en mí, hasta que se iba o yo me iba. Tornóme otras dos veces a decir el Señor que no temiese pues él me le daba, con diferentes palabras. Y así me determiné a no hacer otra cosa, y propuse en mí llevarlo adelante mientras viviese, siguiendo en todo su parecer como no fuese notablemente contra Dios, de lo que estoy bien cierta no será, porque el mismo

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propósito que yo tengo de seguir en todo lo más perfecto, creo tiene, según por algunas cosas he entendido.He quedado con una paz y alivio tan grande que me ha espantado y certificado lo quiere el Señor, porque esta paz tan grande del alma y consuelo no me parece podría ponerla el demonio. Paréceme he quedado sin mí, de un arte que no lo sé decir, sino que cada vez que se me acuerda alabo de nuevo a nuestro Señor, y se me acuerda de aquel verso que dice:“Pone paz en tus fronteras” (Salmo 147, 14) y querríame deshacer en alabanzas de Dios.Paréceme ha de ser para gloria suya, y así torno a proponer ahora de no hacer jamás mudanza”. (Relación 40).

Gracián se enteraría más tarde de este voto de obediencia, pero no fue hasta la muerte de Teresa, que llegaron a sus manos los papeles íntimos de la Santa en que ella narraba las gracias recibidas referidas a él. Teresa había escrito al inicio de estos papeles que ellos le servirían en el futuro. Él recordaría el valor casi profético de estas palabras y llevaría siempre consigo estos papeles que le valdrían especialmente cuando su buena fama había sido completamente destruida por su misma familia religiosa.

“Bien claro se ve por él el amor, reverencia y familiaridad que la Madre tendría contigo mientras vivió después de este suceso, y el regalo que tendría con tu regalo y consuelo, pues que, como ella dice, el mismo Cristo tomó tu mano derecha y la suya y las juntó, y la mandó te tuviese en su lugar mientras viviese, e hizo aquel voto tan nuevo de obedecerte toda la vida…” (Peregrinación de Anastasio)

La amistad profunda, honda, humana que los unía no fue bien comprendida por todos, llegará el tiempo que negarán esta amistad, otros se escandalizarán, especialmente de las cartas de indudable autoría teresiana. Y habrá quien verá en este noble afecto que se profesaban una especie de aprovechamiento cínico y manipulador por parte de Gracián. Pero esto no es más que el fruto de las murmuraciones y calumnias de que fue objeto el gran amigo de la Santa, motivado justamente por la envidia, aún en personas que se presumían de espirituales, que generaba este vínculo tan profundo entre Teresa y Gracián.

Teresa concluye su voto de obediencia a Gracián con estas palabras: “Bendito sea el que crió persona que me satisficiese de manera que yo me atreviese a hacer esto”.

Ambos llevaron hasta el fin una amistad profunda, cálida pero, como dijimos, no comprendida y sospechada por otros. Amistad que era apoyo humano y a la vez mutua ayuda para llevar a feliz término la empresa divina que le fue encomendada a Teresa.

“Porque desde que la vi en Beas y ella tuvo esta revelación, hasta que murió, en todos los negocios que se me ofrecieron a mí o a ella, así de la Orden como otros particulares, siempre fuimos conformes. Porque yo la mandaba como Prelado que mirase muy bien en el negocio que se trataba y lo encomendase a Dios, y si tenía contraria opinión a la mía me replicase, porfiase y me diese sus razones. Y yo la tenía en tanta estima (conociendo su mucha prudencia y santidad), que me rendía a su parecer, y otras entendía ella mis razones y se me rendía. Y así, aunque disputábamos y altercábamos en los negocios para acertar, siempre nos conformábamos en el parecer, guardando ella la obediencia que ahí me prometió”. (Peregrinación de Anastasio).

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La crisis toma cuerpo:

“Octava de Todos los Santos, tuve dos o tres días muy trabajosos de la memoria de mis grandes pecados, y unos temores de persecuciones que no se fundaban sino en que me habían de levantar falsos testimonios, y todo el ánimo que suelo tener a padecer me faltaba. Aunque yo me quería animar y hacía actos y veía que sería gran ganancia a mi alma, aprovechábame poco, que no se quitaba el temor y era una guerra desabrida. Topé con una letra donde dice mi buen Padre que dice San Pablo que no permite Dios que seamos tentados más de lo que podemos sufrir. Aquello me alivió harto, mas no bastaba, antes otro día me dio una aflicción grande de verme sin él, como no tenía a quién acudir con esta tribulación, que me parecía vivir en gran soledad, y ayudaba el ver que no hallaba ya quien me diese alivio sino él, y que lo más había de estar ausente, que me fue harto gran tormento”. (Santa Teresa Relación 58, 1).

A pesar del trato prudente y discreto de Gracián en esta tarea de Visitador, y a pesar de que los frailes carmelitas no se encontraban en una situación de grave desorden, a excepción de Andalucía donde ni siquiera el Superior General salió bien parado, el clima se va enrareciendo. Llueven calumnias desde fuera y desde dentro del Carmelo Teresiano. Comienza una larga pugna de poderes entre la Orden y la monarquía. Gracián se encuentra resguardado por el rey, por el nuncio y multitud de amigos. Pero todo cambia en 1575. El Capítulo General de la Orden celebrado en Piacenza se hace eco de todas las acusaciones contra Santa Teresa, contra Gracián y toda la Descalcez. Se nombra un Vicario para España, que tome cartas en el asunto, será el portugués Jerónimo Tostado. Pero su tarea se vio dificultada por el Consejo Real que no lo autoriza a ejercer su cargo en territorio español. Era cuestión de esperar. El 18 de junio de 1577 muere el nuncio Nicolás Ornameto, amigo de los Descalzos y su sucesor Felipe Sega llegará a España cargado de prejuicios contra la Teresa de Jesús y su obra. Se desata una terrible tormenta sobre el Carmelo Teresiano.La enfermera y secretaria de Terea, la beata Ana de San Bartolomé recuerda:

“Parecíales que teniéndola atada a que no saliese, no se podría defender y ellos desharían todo lo que tenía hecho. Mas a los justos no les es nada imposible, señores son de todo y nada temen; y por el contrario, de todo temen, todo les turba los que no tienen virtud, que son como los ladrones, que de cada ruidillo se espantan pensando que está la justicia sobre ellos. Pues viéndola ya, como he dicho, encerrada, comenzaron con grandes testimonios a hacer argumentos iban contra los Descalzos muchos procesos falsos en la Corte. Iban a los conventos a prenderlos de noche, acompañados de la justicia seglar y de otras personas, como a malhechores, que parecía el prendimiento de Cristo…Pues volviendo a la Santa Madre, que no le faltaba harto trabajo de esto y de todos, que era una continua guerra, no sólo lo de esta prisión sino de muchas más, que no había acabado de leer una mala nueva cuando venía otra y otras muchas, que parecía el demonio se hacía cartero… Una víspera de Pascua de Navidad, que ella esperaba mejores nuevas, vinieron tales que, sin faltarle esperanzas, como he dicho, le falto el ánimo para huir cosas tan feas y ajenas de la perfección de los Descalzos y de las Descalzas. Testigos son todas las monjas que había en casa, yo lo vi por mis ojos, en todos los maitines de esta bendita noche los ojos eran fuentes que corrían hasta el suelo; y la alegría presente y noche clara le causaba más tristeza y dolor de ver la oscuridad y tinieblas, mentiras y testimonios en

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que andaban los que debían estar ocupados de todo su corazón en agradecimiento de tales misericordias…Y lo mismo decían de los frailes, y en particular del Padre Gracián. En estos testimonios tan feos ha tomado gran mano el demonio contra este Padre; y es cierto que por la gran limpieza que Dios ha conservado su alma, que creo es uno de los más señalados de estos tiempos; en éste que voy diciendo pusieron al Rey nuestro señor y a los grandes de su reino que habían favorecido esta obra y al Consejo Real en gran confusión y pasmo, que no sabían si lo creer o no…” (Beata Ana de S. Bartolomé, Noticias sobre los comienzos del Carmelo Teresiano).

Aprovechando esta confusión del rey, el nuncio Sega hizo de las suyas, lo mismo fray Jerónimo Tostado. La obra teresiana quedó bajo el gobierno de quien mal la querían y se dio toda clase de abusos de poder. Siendo las situaciones más extremas las vividas por San Juan de la Cruz y la que sufrió la priora de Sevilla María de San José, la preferida de Santa Teresa. Tuvo que sufrir la violencia de un Visitador de los antiguos carmelitas, la imprudencia de un confesor de pocas luces y de dos monjas desequilibradas, el resultado fue la destitución y el encarcelamiento de María de San José sumado al inicio de un proceso inquisitorial contra ella, el P. Gracián e incluso contra Santa Teresa. Sucedía esto a fines de 1578.Fueron muchos los amigos de Teresa que intercedieron ante Felipe II, por lo que el rey ordenó moderación al Nuncio y le nombró, para la causa del Carmelo Teresiano, cuatro asesores, amigos de la Santa.Estos asesores consiguieron apaciguar los ánimos, hacer que la obra teresiana quedara bajo la autoridad del P. Ángel de Salazar mientras se obtenía de Roma un Breve papal que separase la jurisdicción de los carmelitas teresianos de los superiores españoles de la antigua Orden. Pero el nuncio se negó a ceder sobre el P. Gracián. Tan impertérrito se mostró que los consejeros sugirieron a Gracián se auto acusase de las calumnias que se habían proferido contra él. Después de vacilar mucho y de escuchar los más opuestos consejos en este tema, aceptó ser condenado por el nuncio. Consintió en la injusticia sobre su persona por el bien común.La alegría de sus enemigos y el gozo del nuncio por su victoria contra Gracián pronto se vieron disminuidos al interceder nuevamente Felipe II ordenando al nuncio rebajar las penas impuestas a Gracián. Mientras se esperaba el Breve papal de separación todo volvía a la calma gracias a los buenos oficios del P. Ángel Salazar que en todo se guiaba por el parecer del P. Gracián.Al fin se obtenía, el 22 de junio de 1580, el breve Pia Consideratione que separaba a los carmelitas teresianos de los carmelitas de la antigua observancia y aunque quedaban bajo la autoridad del mismo Superior General de la Orden tendrían su legislación aparte y su derecho propio. Sólo quedaba preparar todo para aplicar el Breve papal, elegir al superior provincial, aprobar una nueva legislación y sobre todo curar las heridas de tantos conflictos. Para todo esto nadie mejor que Jerónimo Gracián dotado de toda clase de cualidades y espíritu para realizar esta delicada misión.