Esi 2015 La Pedagogía Del Cuerpo Como Bastión Del Género. Carlos Iván García Suarez

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 Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115268011  Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Carlos Iván García Suárez LA PEDAGOGÍA DEL CUERPO COMO BASTIÓN DEL GÉNERO Nómadas (Col), núm. 14, abril, 2001, pp. 124-139, Universidad Central Colombia  ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Nómadas (Col), ISSN (Versión impresa): 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Carlos Iván García SuárezLA PEDAGOGÍA DEL CUERPO COMO BASTIÓN DEL GÉNERO

Nómadas (Col), núm. 14, abril, 2001, pp. 124-139,

Universidad Central

Colombia

  ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Nómadas (Col),

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* Periodista y Licenciado en Filología e Idiomas. Investigador de la Línea de Género yCultura del DIUC. E-mail: [email protected]

Physical education is one of the sett ings studied in

Rainbow, a research project carried out since 1998 bythe Gender and Culture Research Program of the DIUC.This project analyzes both gender relat ionships at schooland the ideological, in teracti onal, pedagogical andsubjectivazing devices that support them. Because of spaceconstrains, this article il lustrates only a few of such devices,which, in the project, are organized in complex structuresof codification, analytical wr it ing, and theorization.However, the examples and notions that we present allowsus to evidence the reason why physical education can beconsidered, within local school culture, as a signif icant bastion of the gender structures that are socially ruled.

La educación física es uno de los escenarios escogidos 

por el proyecto de investigaciónArco Iris, adelantado des- de septiembre de 1998 por la línea deGénero y Culturadel DIUC, para anal izar las relaciones de género en la escuela, y los disposit ivos ideológicos, interaccionales, pe- dagógicos y de subjetivación que les sirven de soporte. Por razones de espacio, este artículo ilustra apenas algunos de tales disposit ivos que en el proyecto se organizan en com- plejas estr ucturas de codif icación, escritura analítica y teorización. No obstante, los ejemplos y nociones que pre- sentamos nos permi ten evidenciar por quéla educación física puede ser considerada, dentro de la cultura local de la escuela, como bastión signif icativo de las estructuras de género pautadas socialmente.

LA PEDAGOGÍA DELCUERPO COMO BASTIÓN

DEL GÉNERO

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Carlos Iván García Suárez*

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La educación físicacomo escenario

El proceso analítico de codifi-cación y de elaboración de comen-tarios de material de campo delproyecto A rco I ris: una mirada transformadora a las relaciones de gé- nero en la escuela  (145 diarios entre478 recogidos en un banco de da-tos etnográfico, es decir el 30%), através del NUD*IST2, permitió laconstrucción de un árbol de rela-cionamiento de los nodos (catego-rías) emergentes, que dio lugar, a

su vez, a un paradigma teórico detres grandes niveles: primero, elordenamiento estructural, entendi-do como el conjunto de condicio-nantes culturales e institucionalesque configuran el marco de lacotidianidad de la escuela; segun-do, acción e interacción en la es-cuela, que da cuenta del amplioespectro de los intercambios so-ciales que se dan allí; y tercero,construcción del self , que refiere

los procesos de subjetivacióngenerizada que van tomandoforma en la cultura local de laescuela.

En ese total,38 diarios co-rresponden a laobservación enprofundidad de lasclases de educa-ción física y deellos se analizaron19 (50%), despuésde la lectura detodo el conjunto,procurando queen tal submuestrahubiera una re-presentación equi-librada de todaslas variables que

componen la muestra teórica delproyecto: estrato (bajo, medio yalto), orientación (clásico y téc-

nico, comercial o diversificado),administración (oficial y privado),modalidad (femenino, masculinoy mixto) y momentos del ciclo vi-tal (grados tercero, séptimo yonce).

No obstante, la submuestra declases en las instituciones de estra-to bajo (6, frente a 16 de estratoalto y 16 de medio, entre las ob-servadas; y 3, frente a 9 y 6, res-

pectivamente, entre las analizadas),fue menor porque la ocurrencia delas mismas era apenas eventual endos escuelas de tipo comunitarioque formaban parte de la muestra;la lluvia impedía con frecuencia sudesarrollo en una escuela del Dis-trito, en razón de la inexistenciade lugares cerrados para su prácti-ca; y en una escuela nacional faltódurante un tiempo el recurso do-cente necesario. En una escuela

privada, entre tanto, ni siquiera sepodría celebrar debido a que lasinstalaciones simplemente no con-taban con un lugar para ello.

Si a esto le unimos la carendel recurso docente en un colepúblico de estrato medio ¡dura

los cuatro primeros meses del añtiempo en el que se permitió qel estudiantado repasara otras mterias o que simplemente saliera

 jugar, se perfila ya una distincinecesaria: el menor valor que sedado socialmente y, hay que renocerlo, también al interior deinstitución escolar, al área de la ecación física, por contraste cotras áreas “duras” del conocimieto, se exacerba a medida que d

minuye el estrato, claramente relación con la existencia o no instalaciones y equipamientos adcuados y difusamente en relaccon el tipo de mentalidad de sopte por parte de los grupos direvos o docentes -la investigación indagó al respecto-. Digámoslo esta manera: no es posible imanar la inexistencia de clases de edcación física o su comienzo encuarto mes del año lectivo en

instituciones de estrato alto y ninguno de los tres estratos habpermisividad para que eso mismpasara en un área “dura” comomatemática. Los padres de fam

protestarían ctoda seguridad

En opinión Scraton (19914), la “categoacadémica in

rior” que ha segdo mantenienla educación fca frente a otáreas, se exppor la consideción de que cace de “relacionevidentes o sigficativas con el

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turo mundo laboral o la división deltrabajo” y ello se ha expandido in-cluso a la investigación internacio-nal sobre las relaciones de géneroen la escuela, en la cual esta áreaha obtenido una cobertura muymenor. No obstante, vamos aquí asostener la tesis de que la educa-

ción física, en cuanto pedagogíaque tiene como objeto directo alcuerpo, es un bastión pedagógicosin igual del género. Afirmemos ini-cialmente lo obvio, lo evidente enla literatura sobre el tema: la edu-cación física parte de concepcionesdiferenciales de cuerpo y de desem-peño de hombres y mujeres, y or-ganiza sus métodos pedagógicos ysus didácticas para reproducir y vi-gilar en el cuerpo los imaginarios

de lo que socialmente es “propio”de la masculinidad y la feminidad.

Dijimos lo obvio, lo predecible,pues lo interesante es problematizartal afirmación sometiéndola a un

 juego de tensiones con otros aspec-tos componentes del proyecto: losdispositivos ideológicos, pedagógi-cos e interaccionales específicos

que construyen tal tendencia, lasdiferencias en la performance  detales dispositivos que resultan o nodel juego del cruce de variablestratadas en el estudio y la consi-deración de la escuela no sólocomo un ámbito de reproducciónde las subjetividades pautadas

culturalmente, sino también deresistencia. Para ello nos valdre-mos de los tres niveles del para-digma analítico.

El ordenamientoestructural

Entre variados nodos que cons-tituyen el ordenamiento estructu-ral hay dos que se revelan como

significativos en las clases de edu-cación física: los factores socio-económicos y los imaginarios degénero. Respecto de los primeros,a las consideraciones que ya se es-bozaron párrafos atrás debemosadicionarles otras: tales factoresevidencian su importancia tanto enrelación con los espacios y recur-sos propios de las instituciones co-

mo con el mundo socioeconómicode las familias, el cual se traduceno sólo en la posibilidad o no deadquirir los uniformes, demandafundamental en las clases que ana-lizaremos luego, sino en la corres-pondencia o no entre edadescronológicas y grados, según la ten-

dencia general. Dicho de manerailustrativa: por razones de demorasen el ingreso al sistema educativo,de repetición de cursos o de des-vinculaciones temporales en las ins-tituciones de estrato bajo, aparecenen las clases niños y niñas de eda-des tardías, lo cual puede conver-tirse en un factor desmotivador deldesempeño físico, como ocurre enuna clase de tercero de primaria deuna escuela comunitaria en el

suroriente de Bogotá:

El profesor dijo “ahora las ni- ñas van a hacer como ranas” ( la distancia a recorrer era la misma que la de los niños); las niñas se rieron y se miraron entre sí(a mi modo de ver, es- pecialmente a las niñas más grandes que tienen entre doce 

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y quince años, les daba pena hacer el ejercicio) .3 

En relación con los imaginariosde género, partimos del plantea-miento de Shotter en el sentido deque el imaginario puede entender-se como la acción y el productode las acciones humanas de hablary analizar “cosas que sólo existenen nuestra conversación” y coor-dinar “nuestras acciones con losdemás en esos términos” (1989:139); las identidades pertenecen atal especie de “cosas”. Los imagi-

narios son los ladrillos de un siste-ma de comunicación, que resultafundamental para los fines de laconducción y el mantenimiento deun orden social práctico, que pue-de llegar a configurar una cárcel.El imaginario es un modo conver-sacional que nos encierra.

Las imágenes sobre hombres ymujeres que circulan como tópicosconversacionales en las clases de

educación física, demuestran unaalta parametrización del género yse refieren en ocasiones a la cultu-ra familiar o social de los niños. Porejemplo, sorprende a un profesorque los muchachos

“están acostumbrados a quetodo les hagan, son poco au-tónomos” y relata que, algu-nas veces, cuando los hacriticado por no llevar

pantaloneta o por llevarla su-cia, la respuesta más comúnes que “la muchacha no mela lavó”. Él les ha insistidoque su presentación para laclase es responsabilidad ex-clusiva de ellos y que, si es elcaso, ellos mismos tienen quelavar y planchar sus cosas,pero no es fácil que lo asu-

man. “Hay también en ellocierto machismo”, opina elprofesor, quien complemen-

ta su afirmación con el co-mentario de que “estosmuchachos hablan mal de lasmujeres, de sus novias, y yovarias veces les he habladosobre eso” (colegio masculi-no de estrato alto).

La objetivación de la mujercomo sirviente y cuidadora del hom-bre, que se legitima en el seno de lafamilia, refuerza una idea discri-

minatoria de la mujer que puede ex-pandirse al conjunto de relacionescon las mujeres, como el docenteparece advertirlo. En la misma vía,surge una conversación espontáneaentre la observadora de campo y al-gunas niñas, la cual demuestra la na-turalización del oficio domésticocomo una responsabilidad femeninay una demanda o presión de su me-dio familiar frente al mismo:

Cindy 4  me preguntó: “¿a us- ted le gusta hacer oficio en la casa?”. Yo le dije que no mu- cho y me dijo: “a mísíme gus- ta, me encanta”; otras tr es niñas dijeron que a ellas tam- bién les gustaba. Les pregunté entonces: “¿quéles gusta ha- cer?”. Cindy me contestó: “ba- rrer, tender camas, cocinar casi no me gusta”; Patricia la inte- rrumpió: “a mítampoco, pero 

lo que menos me gusta es cuan- do vienen de visita y llenan la casa de barro”; luego comen- zaron a hablar entre ellas sobre lo molesto que era que las visi- tas les ensuciaran la casa (es- cuela mixta de estrato bajo).

En otros momentos, los imagi-narios son legitimados directamen-

te por los docentes o medianteestablecimiento de coaliciones género con sus propios estudiant

lo cual puede evidenciar un climinstitucional discriminatorio:

Llegamos sobre las dos y cuar-to y en la entrada coincidencon nosotros varios mucha-chos que también están ha-ciendo su arribo. El profesorlos increpa: “¿Qué son esashoras de llegar? Parecen vie-

 jas” (...)¿Y qué fue, que lasniñas se estaban acicalando,

que no encontraron a tiem-po el maquillaje, o qué?”. Todos se ríen (colegio mas-culino de estrato alto).

“A ver, ¿qué pasa? Dejen esecomadreo por favor, que eltrabajo es individual, pare-cen puras Catalina Daniels”(el profesor se dirige con vozfuerte a un grupo de cuatrochicas que están en fila hom-

bro a hombro y suben sin-cronizadamente el escalón).Un chico, al escuchar estecomentario del profesor,agrega: “parecen puras pro-fesoras”, el profesor le sonríey le celebra su apreciación“muy bien por la anotación”(colegio mixto de estratomedio).

Finalmente, los imaginarios

refieren en otras ocasiones precimente al desempeño en la edución física según género:

“¡Dele como un varón, no sela deje quitar, con fuerza!”,dice uno de los chicos quecorre de espaldas en la can-cha” (colegio mixto de estra-to medio).

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De fondo, lo queopera es una invisi-bilización del proce-

so cultural de laencarnación del gé-nero, la cual incluyelos “movimientos nosimbólicos que nor-malmente ubicamosen los territorios dela fisiología, la natu-raleza y el instinto”(García, 1999: 238).El velo se posa sobreel hecho de que

“nuestra dicotomíahombre/mujer es, más que una rea-lidad biológica, una realidad sim-bólica o cultural” (Lamas, 1994:10). Pero ello no corresponde tansolo a los juegos conversacionalesentre estudiantes, sino a todo unejercicio de atribución y, en formacorrespondiente, al trato pedagógi-co del profesorado al estudiantado,que explicitaremos más adelante.En ese sentido, resultan contunden-

tes las reflexiones de una maestra:

La profesora dijo que en lasclases simplemente asumíaque había cosas que las niñashacían más lento y con me-nos fuerza que los niños y quefísicamente era así y que poreso ella tenía algunos están-dares para niñas y algunosestándares para niños. Dijoque generalmente, en los

estándares para niñas, lostiempos que les pide cuandocorren o los metros que lespide en lanzamiento o en sal-to largo, casi siempre son in-feriores a los de los niños.Pero cuando hacen gimnasiacomo dar botes o aeróbicoso juegan voleibol siempre susestándares de las niñas están

por encima de los niños. Sinembargo, afirmó que ella nosabe muy bien cómo mane-

 jar esos estereotipos y cómoresponder a esas cosas parano crear más diferencias, nizanjar tratos diferentes por esemismo rendimiento (colegiomixto de estrato alto).

Acción e interacción enla escuela

Un panorama de los variadosdispositivos interaccionales y pe-dagógicos que se hallaron en lasclases observadas, que obviamen-te tienen como correlato elordenamiento estructural ya re-ferido, nos hace postular lasiguiente proposición: la educa-ción física se organiza a partir de

un orden moral promasculinoque se corresponde con disposi-tivos de poder vigilantes en elcuerpo de la pervivencia de lospatrones sociales de género, untono rudo y competitivo en lainteracción, una participaciónacadémica con formas diferencia-les por sexo de valoración yretroalimentación, una recepti-

vidad socioemo-cional segregatoriay roles interaccio-

nales desiguales.

Orden moral

El orden moral seconfigura a partir deuna serie de reglastácitas o explícitasque se actualizan enla interacción. Unade las más significa-

tivas es la referida aluso del espacio:  en la cultura localde la escuela los espacios abiertosparecen ser propiedad de los varo-nes, regla que causa variadas formasde segregación que se expondránmás adelante; por ahora miremoscuando opera de manera tácita:

Cada vez que el balón de loschicos se va al tablero don-de están jugando las chicas,

ellas detienen su juego paraesperar a que pase la jugadade ellos. Los diez están en lamitad donde ellas juegan,uno de ellos pasa empujan-do a una chica y diciendo“cuidado, niña”; ella le gri-ta: “¡Uy!, tenga más cuida-do, ¿sí?”. Cuando ellos semueven en la mitad sur dela cancha, tres de ellas seinmovilizan, otra se retira

unos pasos mientras ellos ter-minan la jugada (colegiomixto de estrato medio).

O cuando se reconoce explíci-tamente a modo de denuncia:

Luego, comenzamos a hablaracerca de lo que ella hace enel recreo. Me contó que el

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colegio tiene dispuestos tur-nos para poder jugar con ba-lones en los recreos. En otras

palabras, dado que el espaciodel patio es tan pequeño, cadacurso tiene un día en el quepuede llevar un balón para

 jugar. Según me contó, en sucurso generalmente el que lle-va el balón es un niño, peroél juega con sus compañerosy no las deja jugar a ellas (cole-gio mixto de estrato medio).

Dispositivos de poder

Respecto de los dispositivos quevigilan el mantenimiento de la ads-cripción del cuerpo a los patronesde género culturales, concordamoscon Nightingale (1999), quien des-taca el esfuerzo socioconstruccio-nista por socavar el poder delcuerpo como objeto y fuente de sig-nificado y, en vez de ello, demos-trar los modos en los que el cuerpo

es construido dentro de prácticas dedisciplinamiento particulares y re-des de poder institucional. El co-nocimiento del cuerpo es elconocimiento de los dispositivos depoder que lo construyen y en quémodos. Aquí aparecen como dis-positivos de poder losmarcadoresde género, definidos como los lí-mites impuestos verbal o simbó-licamente al comportamiento“adecuado” para un género especí-

fico. Así, se registran reacciones desorpresa por acciones corporalesque no están pautadas cultural-mente para las mujeres:

Había 6 niños y 7 niñas jugandoel partido de fútbol (...) a Renzo, unniño de unos nueve años, le dieronuna patada en la canilla y dijo: “¡uyno, es que estas niñas dan mucha

pata!” (colegio mixto de estratobajo).

No sólo por parte de varones,sino de algunas mujeres que mues-tran una actitud refractaria a la prác-tica del fútbol por su supuestaamenaza a la feminidad:

Cuando me encontré con elgrupo de estudiantes de onceseis y comenzamos a ver el

partido juntos les preguntépor su equipo femenino debanquitas. Inmediatamente

una de las chicas que estabaparada mirando el partidodijo: “¡Uy!, ¿cómo se te ocu-rre? Miren esas boletas, ahí pateando un balón y luchan-do entre ellas; muchas bastas.¿Qué tal nosotras en esas?Nosotras sí somos delicadas,no como esas guaras”.

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Después de unos minutos, la misma chica le dice a una de sus compañeras: “¿Cierto que 

las niñas del curso sísomos de- licadas? ¡Nosotras quénos va- mos a poner en esas! Mírenlas ahítodas marimachas, ¿qué tal?”. La otra chica le respon- dió: “¡Uy sí, quétal! , en el curso a ninguna le gusta jugar como hombres, nosotras somos señoritas. ¡Québoleta esas vie- 

 jas! mojándose y todo” (cole- gio mixto de estrato medio) .

 Tales marcadores se comple-mentan con formas deatribución  delos docentes que quizás se basen enuna idea de minusvaloración feme-nina:

Me quedé mirando la formacomo estaban tomando im-pulso y me pareció raro, por-que siempre había visto quese daban dos pasos para esto;me acerqué al profesor y le

pregunté si estaba equivoca-da y me dijo: “Sí, tienesrazón; el salto completo co-mienza con la pierna derecha,sigue izquierda, salta y pega;el problema es que yo no lespuedo pedir todo de una,porque se me confunden”. Ledije: “No puedo creerlo, siese movimiento es super-sencillo.” Me dijo: “¿no mecrees? Es en serio, yo ya lo he

intentado y la única forma enla que me ha funcionado esesta; ellas no pueden de otramanera (colegio femenino deestrato alto).

Otro dispositivo altamente efi-caz es laburla. En el curso tercerode un colegio mixto de estratobajo, por ejemplo, los niños, quie-

nes acaban de realizar una carrerade “salto de rana”, dirigen sus bur-las a las niñas por la misma activi-

dad, de lo que se colige que no esla actividad necesariamente lo quese discrimina sino el género dequien la realiza:

Los niños que estaban al otrolado comenzaron a gritarles a lasniñas: “¡sapas, sapas, oiga ranas,ranas, ranas!”, mientras se reían.

De otro lado, el ingreso de lasmujeres a la práctica del fútbol se

ha convertido en algunas institu-ciones en un circo de asistenciamasiva:

Les pregunto la razón por la que hay tanta gente amontonada en este lugar. Uno de los chicos me responde que están jugando un part ido de mujeres: “Lo que pasa es que hoy juegan las vie- 

 jas de uno de los décimos contra las de once tres y verlas jugar es 

muy bacano porque no dan ni una” (. . . ) .U na de las chicas de verde hace un pase a la compa- ñera que corre detrás de ella pero esta ni siquiera toca el balón al tratar de patearlo. Se escuchan risas y chifl idos ( . . . ) .Uno de los chicos grita a la chica que lleva el balón: “¡Gorda, pásela! Rá- pido que se la van a quitar. .. ¿Si vio?, se lo dije, por bruta”. O tro de ellos le comenta a sus ami- 

gos: “¡Uy!, miren esa tetona,cómo se le mueven, no hay na- die que se le meta a ese tanque...M ire cómo se las lleva por de- lante”. Con estos comentarios se ríen todos (colegio mixto de estrato medio) .

Esto demuestra que las niñasson, con frecuencia, objeto de bur-

las que se dirigen precisamente a suscuerpos o que tienen una ciertacarga sexual:

Una de las chicas responde a la invitación que el profesor ha hecho para que jueguen con algunos colegas suyos: “profe,lo que pasa es que ese señor es muy rudo, mete el brazo muy duro”. A l escuchar esto un gru- po de chicos se bur la diciendo: “¡Ay!, ya lo conoce. ¡Ay!, es duro, ¡ay!” (colegio mixto de estrato medio) .

Mientras tanto, el peor descré-dito que pueden recibir los varoneses su asociación con lo femenino,sea por parte de un docente:

El alumno que no pudo hacer educación física por su accidente en una pierna, se puso a bro- mear con un balón y motivó la risa del grupo. El profesor le lla- mó la atención y le ofreció una 

muñeca para que jugara. El alumno le sonrió de frente y le hizo roscas por la espalda (co- legio mixto de estrato medio).

O entre los propios estudiantes:

El profesor saluda y dice en voz alta para sus estudiantes muje- res: “a ver, mujeres basquet- bolistas” (motivando a alguna de las chicas para que salga a 

 jugar) . A l oír este llamado los chicos corean el apell ido de uno de sus compañeros “¡Rodrí- guez! ¡Rodríguez!”, mientras se ríen de él (colegio mixto de es- trato medio) .

 Tal estigmatización debilita laposibilidad de la integración inter-géneros en las actividades:

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El profesor les dijo: “cadauno va a escoger una com-pañera”; los niños y niñas se

rieron (algo nerviosos/as);algunos(as) se tapaban el ros-tro. El profesor tomó de lamano a dos niños y los sentóen la fila de las niñas paraequiparar los dos grupos; losniños comenzaron a gritarles:“Niñas, niñas, niñas”; el pro-fesor les indicó hacer silencio.Mientras esto ocurría, unniño agachado (de manerasigilosa) se cambió de pues-

to y se hizo al final de la fila(con el objetivo de no hacer-se con una niña sino con unniño) (colegio mixto de es-trato bajo).

Tono

En relación con el tonointeraccional que se presenta en lasclases, este presenta dos caracterís-

ticas esenciales: rudeza y compe-titividad. La rudeza,  que puede ser

corporal o verbal, parece esceni-ficarse como ritual masculinocolectivo:

Simultáneamente se escuchan gritos de gol y los chicos de las graderías saltan a la cancha a celebrar la anotación. U nos patean el agua de los charcos para mojar a sus compañeros,otros tantos se pegan patadas entre sí, todos riendo y gritan- do. Esta fiesta del gol se aseme- 

 ja al baile que se hace con la música que denominan ‘pesa- 

da’, los unos arremeten contra los otros empujándose y pegán- dose patadas y puños, siempre riendo y con aparente actitud amistosa (colegio mixto de es- trato medio).Pero a menudohay afectaciones individualesque se ponen en evidencia:

Cuando metieron el segundo gol otros de los chicos de adelante que se bajaron de las escaleras a la 

cancha tomaron impulso y se vi- nieron encima de los que perma- 

necieron en la escalera. Cerca demíestaba una chica con una ro- dilla maltratada, ella gritó dicien-

do: “¡Pilas! No sean guaches queme cayeron encima de la pier- na.. . Cuidado, no jodan más”.Un chico y yo le ayudamos a le- vantarse y a que no le cayera máspeso encima (colegio mixto deestrato medio) . González se re- ti ra súbitamente del grupo, conla cara roja y los ojos aguados.Ante la pregunta de quépasó,atina a decir en medio de sollo- zos que uno de sus compañe- 

ros, a quien señala, “me estáempujando y molestando todo el tiempo, y me dice hijueputa” (colegio masculino de estrato alto, curso tercero) .

 Y hay una queja permanende las niñas sobre la agresión mculina, aunque ellas “respondecada vez con mayor frecuenciaque hace pensar que es la lóg“masculina” en las relaciones la q

termina imponiéndose tanto a hobres como a mujeres:

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En un momento dado les pre- guntécómo se llevaban con los hombres del curso. Una de las niñas me respondió: “Son unos guaches, le pegan a uno” Yo les pregunté: “¿Y ustedes no les pegan a ellos?” Comenzaron a reírse nerviosamente y contes- 

taron que no. Sin embargo una de ellas dijo riéndose: “Yo sí. Yo no me voy a dejar, yo les pego” ( . . . ) . En un momento dado una niña y un niño que esta- ban cerca, comenzaron a pe- lear [¿jugar?]; se decían insultos entre sí. Por ejemplo él le decía a ella: “U sted es una gorda marrana”. El la le respondía con insultos parecidos y se em- pujaban entre sí(colegio mixto 

de estr ato medio) .La compe- titividad , que requiere de unadosis de rudeza, parece seruno de los factores que ex-plica la participación diferen-cial de hombres y mujeres enactividades físicas y deportes.Para los varones, no bastacon destacarse o triunfar, sinoque es necesario que haya

pleno conocimiento públicode ello:

El profesor contó y todos losniños salieron saltando hacíael arbusto; los primeros quellegaron comenzaron a gritar:“¡ganamos, ganamos, oiga les

ganamos!”, les decían a losniños que habían llegado des-pués (colegio mixto, de es-trato bajo).

Las niñas prefieren en muchasocasiones actividades que no impli-can competencia, sino coordina-ción colectiva e incluso el ejerciciode una pedagogía entre ellas:

En este juego el caucho es tem- 

plado por las piernas de dos chi- cas, una en cada ext remo,abren las piernas unos centíme- tros para que dentro del cau- cho quede una pequeña área.Estas dos chicas se paran fren- te a frente a un metro y medio de distancia, mientras que las otras hacen una fila para saltar sobre el caucho por turnos.

Observo part icularmente a una de las chicas, quien es la que manda la parada en este juego; ella salta de primera y va mos- trando paso a paso cada uno de los movimientos que se deben segui r para terminar adecuadamente la acción.

Simultáneamente, ella va repi- tiendo en voz alta una serie de frases que dirigen los movimien- tos del cuerpo y la relación con el caucho; estas palabras son pronunciadas al mismo ri tmo del movimiento, ella lo hace de manera veloz (colegio mixto de estrato medio) .

 Tales diferencias concuerdancon el análisis que Baudelot y

Establet (1992: 227)5

, han hechodel deporte como uno de los com-ponentes de la cultura moderna dela competencia que congrega a loshombres de todas las clases sociales.Ellos afirman que “las mujeres, encambio, sólo se interesan por el de-porte cuando está desprovisto de susingredientes competitivos: prefierenel entrenamiento a la competencia”.

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Participaciónacadémica

En relación con las acciones delos y las docentes con miras a desa-rrollar la tarea académica principal,en los grupos mixtos se suele ponera los chicos como ejemplo en la eje-cución de ciertas actividades:

De las nueve niñas que ha-bía en la clase, cinco hicie-ron el ejercicio de una y losniños se demoraron un pocomás. Cuando Carol los llamó

para que fueran a la colcho-neta varios de los niñosseguían caminando e inten-tando dar la vuelta. Las ni-ñas no hicieron esto (...).Cuando llegaron a la colcho-neta, hicieron una fila. Teníanque correr, brincar en eltrampolín y dar la mediavuelta en el aire antes de caeren la colchoneta. Carol leshizo la mímica y luego pidió

a uno de los niños que mos-trara cómo hacerlo (...). Alos niños les decía: “bien, delela vuelta”, “salte”, “gire”, “le-vántese”, “haga el bote” an-tes de saltar, y al final lesdecía “bien” o “mal”. Unavez tuvo una intervencióncomo “Camilo, deje el rela-

 jo, haga las cosas bien”. Auna de las niñas que saltó yno daba la vuelta le dijo

“niña, gire”. A casi todos losniños les dijo “eso”. A unaniña le dijo “bien, Laura,muy bien, pero recógete elcabello que no ves absoluta-mente nada” (...). Luego lla-mó a grupos de niños y niñaspara que siguieran jugando enel muro intentando hacerejercicios de servicio. Las

observaciones que hacía eran“bien” o “mal”, o “pégueleduro” o “niña, péguele” o

“muy bien, Pablo” (colegiomixto de estrato alto).

En este ejemplo, la docente le-gitima el ejemplo masculino, aun-que de hecho las niñas habíanhecho una mejor ejecución inicial,que ella no comenta, pero más alláde eso las formas diferenciales denominalización (“niña...” vs. elnombre propio de los muchachos),que establecen una mayor distan-

cia, como de retroalimentación  es-tablecen una jerarquizaciónmanifiesta. La única ocasión en laque se ofrece una retroalimentaciónpositiva evidente a una chica, larelativiza inmediatamente con unacrítica a su apariencia como si se sele dificultara ostensiblemente reco-nocer los logros femeninos.

Receptividad

La receptividad, definidacomo el grado de atención y con-sideración de las necesidadessocioemocionales de los y las inter-actuantes, se caracteriza por laexistencia de una segregación  en-tre los géneros, que ya ha sido es-bozada en varios fragmentos de losdiarios de campo, particularmen-te los relacionados con la regla deluso del espacio. Intentando discri-

minar los numerosos ejemplos quepresenta el material de campo, sepuede afirmar que la segregaciónse dirige en ocasiones a la agrupa-ción simple por sexo:

Al llegar, el profesor había or-ganizado a los niños(as) endos filas, una de niños y otrade niñas. En la clase había 10

niñas y 14 niños (colegiomixto de estrato bajo).

A la ejecución por aparte una actividad igual, como en el cde la carrera de salto de rana psentada atrás, o a la dedicaciónactividades diversas durante la cse, que normalmente da paso a predominio espacial masculino, qen ocasiones implica algo más quna cohonestación docente:

El profesor se percata que laschicas están organizadas jugan- 

do con los cauchos y ocupando la cancha de banquitas “¡miren damitas! ¿Hoy quieren jugar micro con los hombres, quieren echarse un part idito?”. Anteesta proposición del profesor laschicas contestan con una ne- gación rotunda “N o, ¿quétal?Estáloco”, el profesor agrega envoz alta “fíjense, ustedes mismaspracticando el machismo, uste-des son las que se excluyen.

Entonces, váyanse para abajoque aquívan a jugar micro”.Uno de los chicos reafirma laposición del profesor mientras seríe “sí, bájense, si no van a ju- gar, no estorben” (colegio mix- to de estrato medio).

 Y los chicos llegan al extrede reclamar en forma muy violeel espacio como si fuera su propdad privada:

Estaban jugando básquet algnas alumnas de séptimo, que cseguridad aprovechaban unos mnutos sin la presencia de hombrPero la dicha no duró tanto; al gar los jóvenes jugadores de 10al campo de juego, empezaron verdadero e indiscriminado bobardeo hacia las jovencitas que

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hallaban en la cancha. El asunto erasencillo: Despejar la cancha a todacosta. Con algunas pocas excepcio-nes todos los varones lanzarontaponazos, inicialmente a las pier-nas de algunas niñas y después adonde cayera (...). Cuando la cosaya se estaba calentando de verdad,

los alumnos de 1002 alegaban queera su clase de educación física yque necesitaban la cancha (colegiomixto de estrato bajo).

Este tipo de situaciones motivala reflexión de una docente de len-guaje de la misma institución:

Me comenta que para las ni-ñas es imposible jugar, porquela fuerza bruta las desplaza.

Se ríe. Dice que hay que ha-cer algo con ese “machismocampante”.

Al hacer un corto recorrido his-tórico por los ritos de iniciación dela masculinidad, Badinter enfatizaprecisamente la importancia de losdeportes colectivos como moti-vantes de la competencia, la agre-

sión y la violencia. Para ella, es enel campo de juego donde unpreadolescente “obtiene los galonesde macho. Es allí donde demuestrapúblicamente su indiferencia aldolor, el dominio de su cuerpo, laresistencia a los golpes, su volun-tad de ganar y de aplastar a los de-

más” (1993: 156). Las actividadesfísicas prueban en últimas su aleja-miento de cualquier rasgo de femi-nidad y a ello se puede deber quelos grupos y las instituciones termi-nen inmiscuyéndose en prácticas desegregación espacial, de subordina-ción, de desconocimiento, ya quela integración coeducativa hacedifícil sacar a las niñas del todo. Siel propósito profundo de la educa-ción física es la generización del

cuerpo masculino, las chicas tienenun estatus de sujetos de recambio.

Roles

Esto parece confirmarse con losroles diferentes que se juegan enmuchas clases, no solo desde el pun-to de vista de las actividades dis-

tintas y segregadas que ya se hanexpuesto, sino de actividadestangenciales a las metas académi-

cas que las chicas deben desempe-ñar, a la manera de scripts , lo quepermite no distraer a losprotagonis- tas  masculinos:

En algún momento de la cla-se se acercó una chica hastadonde estaba el profesor y sedisculpó por no asistir a laclase: “profesor, yo voy a es-tar cuidando la puerta delsalón para que no se vaya a

perder nada; lo que pasa esque se nos perdió el candadoy no tenemos con qué echarllave”. El profesor entiendelas razones que argumenta lachica y la autoriza para queno trabaje en la clase de hoyy cuide el salón (colegio mix-to de estrato medio).

La naturalización de tal dinámi-ca lleva incluso a un docente a lle-

var las chicas al salón y convertirlasen secretarias suyas, mientras loschicos pueden dedicarse al fútbol,en una contraprestación por logrosque requiere una discusión ética:

Ahora el profesor explica la la- bor para la que pide la colabo- ración de todas las chicas: “Las hice entrar acácon la intención de que me ayuden a llenar unas plani ll as, de este curso y de 

otros” (. . . ) . El profesor repar- te las planillas a todas las chi- cas para que ellas las llenen con los logros; a medida que el pro- fesor explica los conceptos de cada logro, ellas lo van apun- tando en la respectiva planil la.“Figúrense que ustedes tienen todos los logros buenos por pres- tarme su ayuda en estos mo- 

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mentos ¡Gracias por esta ayu- da!”, dice el profesor emocio- nado, mientr as las chicas se 

rotan las planillas.

Construcción socialdel self 

La acción y la interacción en laescuela que resultan concordantescon un determinado ordenamien-to estructural, brindan las condicio-nes de posibilidad a los procesos deconstrucción social del sí mismo oself , de los cuales destacaremos susexpresiones más evidentes en lasclases de educación física.

La primera que aparece reite-radamente es el énfasis puesto a laexigencia del uniforme: 

El profesor les recordó quedebían traer el uniforme deeducación física, que ese ha-bía sido el compromiso con

los padres de familia en lareunión pasada. “Si la próxi-ma clase no traen el unifor-me completo, no puedenvenir a clase; porque no es

 justo con los niños que sí traen el uniforme, que losdemás no lo traigan”. Luegoles dijo que el uniforme deeducación física les servíapara que no ensuciaran eluniforme de diario (colegio

mixto de estrato bajo).

Se dirige a un niño, quien tie-ne puesta una camiseta decolores: “esa camiseta, ¿se laquita?”, lo que el niño hacerápidamente; debajo tieneuna camiseta blanca comotodos los demás: el uniformede educación física es de ese

color (colegio masculino deestrato alto).

Cuando Damián las vio reuni- das se acercó y dijo: “¡N iñas,acérquense!, quiero decirles un par de cosas, acabo de tener un pequeño disgusto. . . me regaña- ron porque dicen que durante mi clase las niñas hacen lo que se les da la gana, que no se po- nen el uniforme ( .. . ) . Lo que pasa es que estamos dentro de un colegio y tanto ustedes como yo debemos obedecer unas nor- 

mas” (colegio femenino de es- trato alto) .

Dependiendo de las condicio-nes económicas particulares, lasrazones que se aducen para funda-mentar la obligatoriedad del uni-forme son variadas: honra alcompromiso asumido por los pa-dres, equidad en el grupo, protec-ción del uniforme de diario, alparecer concordancia estética y

cumplimiento de la normatividadinstitucional, entre otras. Esta di-

versidad hace pensar que de fonlo que opera es una tecnología snificativa de disciplinamiento 

cuerpo. ¿El respeto al uniformeuna metáfora vivencial del acamiento a las normas sociales y, ptanto, de las posibilidades de ingración? ¿Se propone comogeneración de una actitud apreciación estética que no rsino que se complementa confuncionalidad de la acción? ¿quiere cimentar esta actitud comun valor individual, que tiene qver con la presentación persona

a través de ella, con la autoimagy la autoestima? ¿Tiene que ver mcon un deseo de preservación oproyección de la imagen insticional? En todo caso la demandala uniformidad que se hace soel cuerpo guarda una importarelación con los conceptos de sgularidad, diferencia e igualdad qconstituyen un núcleo fundametal de discusión sobre el género

Esto viene a confirmarse, clas resistencias y dificultades q

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las chicas tienen frente al unifor-me y que parecen no haberse in-dagado y reflexionado en la

escuela. A veces muestran unaactitud refractaria a enfundarse enel mismo:

En este curso la mayoría de lasniñas hacen educación física con la

 jardinera del uniforme ytenis; muy pocas teníanpuesto lo que parecía serel uniforme de educaciónfísica: pantaloneta azul ycamiseta blanca (colegio

femenino de estrato alto).

O a despojarse de suscomponentes más encu-bridores:

La profesora se dirigecon voz fuerte y firme a lastres chicas que aun tienenpantalón de sudadera: “Seme quitan la sudadera ya”.Una de las chicas hace un

gesto de desagrado y convoz de suplica le dice a laprofesora: “pero, profe,está haciendo mucho frío”,“por eso, se quitan el saco,por favor, para eso es laclase, para calentarnos”.Después de que las treschicas se quitan su su-dadera mientras hacen ungesto de descontento, seubican en la formación

(colegio mixto de estrato medio).

Hombres y mujeres utilizan elmismo uniforme y sólo cuando elcalor y el sudor se hacen presentesempiezan a despojarse de sus cha-quetas y en el acto aparece una grandiversidad de modelos y colores,sobre todo en los hombres, quienessuelen usar camisas de colores y es-

tampados. La mayoría de las muje-res, en cambio, no se quitan la cha-queta y aquellas quienes lo hacen

suelen tener camisas ajustadas alcuerpo (colegio mixto de estratobajo).

De otro lado, son abundanteslas descripciones de cierta incomo-

didad en el manejo del uniforme ode otras indumentarias, lo cual seconstituye a menudo en debilitadorcuando no imposibilitador de unmejor desempeño físico:

Una de ellas, de unos ochoaños, daba grandes saltos yrápidamente llegó hasta elpunto que el profesor les ha-

bía dicho; las otras saltabancon dificultad, algunas deellas cubriéndose las piernas

con la falda (colegio mixtode estrato bajo).

Los chicos llegan rápidamen-te al primer escalón y hacenel ejercicio enérgicamente,

la mayoría de las chicasllegan sin afán y empie-zan a hacer el ejercicio.Las chicas visten bici-cletero de diferente co-lor y camiseta larga que

les llega hasta la mitaddel muslo. Frecuente-mente las observohalándose el bicicleterohacia las rodillas y tam-bién estirándose la ca-miseta para que les tapedebajo de las caderas(colegio mixto de estra-to medio).

Advirtiendo que algu-

nas de las “otras” chicasque realizaban los saltos enel primer testimonio te-nían entre 12 y 15 años, sehace evidente que la pu-bertad marca una relacióndistinta con el propio cuer-po. En numerosos diariosy no sólo de educación fí-sica, se constató una rela-ción tensa entre cubrirse ydestaparse, debida proba-

blemente al surgimiento de una con-ciencia del cuerpo como objeto ysujeto de deseo. La pubertad podríaconstituir un hito en el proceso degenerización del cuerpo, el cual ex-plicaría actitudes nuevas en las ni-ñas como el pudor . Lo interesantees que la responsabilidad en el con-trol del erotismo se les confiere so-cialmente a ellas, lo cual actualiza

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el imaginario de la disponibilidadde los hombres o, quizás sea mejordecir, la necesidad de su competen-

cia sexual permanente como prue-ba de masculinidad.

Este imperativo social llega a sertan demandante que a veces laschicas se convierten en guardianasdel mismo, no sólo sobresí mismas sino sobre suscompañeras:

A lberto se acercó ycomenzó a mostrarle a

una niña cómo debe-ría pegarle al balón;mientras él le hablaba,ella se estaba rascandola pierna y para hacer-lo se estaba subiendola falda. Otra niña lebajó la mano y la faldamientras le decía:“¡oye, mira!” (y le mos-traba con la miradaque allí estaba Alber-

to y podría verla). Laniña que tenía la faldaarriba miró a la otra yse mostró sorprendida,como si no se hubieradado cuenta de que allí estaba Alberto, y se rióparándose derecha ybajándose la falda (co-legio femenino de es-trato alto).

 Todo ello concuerda con la in-vestigación de Scraton (1995:71), quien describe cómo en lasobservaciones realizadas en unainstitución mixta británica, Rose-hill School, “las chicas que lleva-ban faldas pasaban más tiempopreocupadas por mantener su fal-da bajada o remetida que por ad-quirir las técnicas de salto con

trampolín. En esta situación, las jóvenes eran muy conscientes desu sexualidad, se avergonzaban y

trataban de ‘proteger’ su aparien-cia externa”.

Pero la protección de la apa-riencia va más allá del encubrimien-to del cuerpo. El tiempo de la

pubertad demarca una intensifica-ción de la preocupación femeninapor laapariencia personal , que correparalelo a lo que la investigaciónha denominado “pérdida de inte-rés” (ídem:  106-108) en la implica-ción en las actividades físicas y, engeneral, en la implicación académi-ca. Obviamente éste no es un pro-ceso biológico, sino construido

socialmente mediante el cuaaceptación de las chicas se muede sus logros físicos y académico

la posibilidad de ser atractivas palos chicos, de ser invitadas a salde tener novios. Dicho de manedrástica: sucede un quiebre pmedio del cual la autoestima se dplaza de sus propios méritos a

que puedan ser evidenapariencialmente a ojos de los otros. Esto eplicaría, en principio,intensa aparición del mquillaje en las chicas:

Ella se miró al espejoy se puso el pintalabiosnerviosamente en laboca. Luego me mos-tró cómo se veía.

 Todas se reían nervio-samente, en particularella (...). Esta niña esla misma a la que se lederramó el esmalte eldía anterior en la ma-

leta durante la clase.Me llama la atenciónque generalmente estámaquillada (colegiomixto de estrato me-dio, curso séptimo).

Entre tanto, en concdancia con la rudeza ycompetitividad ya destas como tono prepondrante de la masculinid

se impele a veces a los chicos a control de las emociones y del cuidacorporal.  En un caso, ya referido, el que un niño de tercero de un clegio masculino de estrato alto setira llorando del grupo y acusandun compañero de agredirlo verbafísicamente, el docente no indasobre el comportamiento del ochico, sino que le dice al agred

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que “se calme” y, pasados unos mi-nutos, cuando éste sigue retirado dela actividad mirando hacia la can-

cha, le insiste:

“A ver, González, ya pasó yno va a dañar toda la clasepor eso”.

En otro caso, un docente deséptimo de la misma institución res-ponde así frente a un alumno conproblemas físicos:

Un caso especial es el de

Otero, quien sufre de asma,y a quien, contrariando suactitud de no realizar ningu-na actividad física, el docen-te lo presiona a que se metaen las actividades de acuer-do con su propio ritmo.

 Todas las expresiones de subje-tivación presentadas han de com-binarse aún con las demandas de desempeño físico  diferenciales que se

hacen para hombres y mujeres: nor-malmente fuerza, resistencia yvelocidad para ellos y ritmo y elas-ticidad para ellas, para entendercómo empiezan a aparecer en lasnarrativas personales formas deautoatribución  que se contrastan se-gún género:

Se alcanzaban a escuchar co-mentarios de un niño que ledecía a otro: “uy, yo soy más

fuerte” mientras hacían elejercicio con las niñas (cole-gio mixto de estrato bajo).

Algunas, cuando le pegabanmal a la bola, decían: “¡ah!,Oscar, ¿por qué? ¿Sí ves queyo no puedo?” Y una niña quese pegó en el brazo al pegarlea la bola dijo: (...) “¡Oscar, yo

poder o somato-poder, en granmedida discursivos, penetran loscuerpos, las identidades no se van

construyendo únicamente a su ima-gen y semejanza: allí es fundamen-tal la acción del sujeto sobre sí mismo. Por ello, resulta necesario“reconstruir las circunstancias ma-teriales concretas de la producciónde la subjetividad, partir de los efec-tos en los cuerpos de los regímenesdisciplinarios y los discursos sobrela sexualidad dentro de los cualesse han construido las identidades degénero. Establecer la dinámica de

reproducción y resistencia dentrode la cual un cierto discurso se hacecuerpo, configurando un sí mismoo sí misma particulares y generi-zados, o aquellos mediante los cua-les elegimos y/o transformamos unanarrativa particular dentro del con-

 junto de los disponibles” (Estraday García, 2000: 94).

Por lo visto, la resistencia a lasprácticas más apegadas al sexismo

y a la jerarquización entre los gé-neros no llega a tener un estatusinstitucional. Se configura a travésde acciones equitativas individua-les de docentes o estudiantes, sinindicios claros de que se originenen una reflexión con perspectiva degénero, y llama la atención que sumayor presencia se dé, en forma nohomogénea, en instituciones edu-cativas de estrato alto. Aparecen enellas clases de educación física en

las que docentes pretenden diver-sificar las actividades físicas de loschicos, más allá del fútbol comoprueba de la masculinidad, otras enlas que hay una explícita retroali-mentación positiva y personalizadadel desempeño femenino, se podríadecir una táctica de empode-ramiento, y otras en las que algu-nas chicas parecen ir en contravía

soy un fracaso para esto!” (co-legio femenino de estratoalto).

Permanencias ytránsitos

Dicho todo lo anterior, el orde-namiento estructural, la acción y lainteracción, y la construcción socialdel self  visibles en las clases de edu-cación física, se pueden caracterizarcomo niveles interactuantes einterdependientes que se organizancomo dispositivos para producir su-

 jetos disciplinados y autovigilantes,el acondicionamiento progresivo delcuerpo y la configuración de “cuer-

pos dóciles” -para usar la expresiónde Foucault (1976)- dentro de lasfronteras del género.

Siguiendo precisamente aFoucault (1992; 1996) habría quedecir que esto es posible medianteuna combinación de tecnologías de poder  y tecnologías del yo , pues si bienes cierto que los dispositivos de bio-

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de lo demandado sobre sus cuerposy se ponen cotas más altas respectodel rendimiento físico, incluso de

participación en el fútbol, enambientes menos cerrados a esaposibilidad.

No obstante, una mirada deconjunto nos hace notar que, aun-que en la vida escolar aparecennumerosos intentos de discipli-namiento del cuerpo como correc-ciones posturales o la vigilanciasobre la uniformidad o la aparien-cia personal, es en las clases de

educación física, en cuanto peda-gogía encaminada directamente alcuerpo, donde las interacciones sedesarrollan en general comoatrincheramientos en los marcado-res de género y donde la organiza-ción coeducativa desnuda susfalencias, pues lo que verdadera-mente existe es un régimen de se-paración de sexos en el espacio, enla teleología de la acción pedagó-gica, en la filosofía. La directriz si-

gue siendo una jerarquización entrelos géneros a partir de una ideolo-gía de la biología en cuanto dispo-sitivo de poder, que no de labiología en sí misma. Sobre ello hadicho Butler (1990: 312-313): “Loslímites del género, la gama de po-sibilidades de una interpretación vi-vida de una anatomía sexualmentediferenciada, parece menos restrin-gida por la anatomía que por el pesode las instituciones culturales que

convencionalmente han interpreta-do esa anatomía”. A l final, pode-mos afirmar, que lo dicho por laespañola ilustrada Josefa Amar yBorbón en 1790 (81), como quejaen contra de la inequidad educati-va dirigida al cuerpo conserva suvigencia: “¡Qué distinta es nuestraeducación! Tan lejos está de fomen-tar una fortaleza varonil en las mu-

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Citas

1 El equipo permanente del proyecto estáconstituido por Ángela María Estrada,investigadora principal; Carlos IvánGarcía, coinvestigador y Diógenes Car-vajal, asistente de investigación. Este ar-tículo se deriva de una intensa dinámicade construcción colectiva.

2 Software australiano para el análisis cua-litativo.

3 Todos los textos en cursiva correspon-den a fragmentos de los diarios de campodel proyecto, que recogen la observaciónen profundidad realizada.

4 En todos los fragmentos de los diarios decampo, se cambian o se omiten los nom-bres de los y las participantes para prote-ger su identidad.

5 Citado en Badinter, 1993: 159-160.