Esgrima de Palo - Liborio Vendrell

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//

X.

^ ^RTE ^s-1)1

ES&MMIR EL PALO , POR

LIBORIO ÉNDRELL Y EDUART,

V I T O R I A

IMPRENTA DE LA VIUDA É HIJOS DE ITURBE.

1881.

I UAbRí; ^

y

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A R T E DE E S G R I M I I ^ E L PALO.

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J s L m ^ S

D E

vf SGRiMIR EL f^ALO

POR

LIBORIO VENDRELL Y EDUART.

VITORIA:

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE LA VIUDA É HIJOS DE ITURBE.

1881.

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Es propiedad del autor.

VL quk.\s^

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cLfiieo- rut.nee6a, cCmeliít.

A. M R . "LIONEL DE BRAUCIES

CORONEL DE INGENIEROS

tl^emours.

Mi qmrido Lionel: Hace muchos años te debo un recuerdo de gratitud.

Cuando emborrone' la primera cuartilla de mi «Viaje Cómico» ¡tensé dedicártelo; después varié' de opinión. Se me resistía traer á la memoria tuya escenas y ncontecimientos que sin duda pretendes olvidar para siempre.

Antibes, Montpellier, constituyen un poema cuyos primeros terso$ los debo á tu iniciativa: son el expléndido ayer: valor, nobleza, juventud, generosidad, hermosura, miseria; todo en adorable consorcio.

No olvides, no; desobedece la sentencia que impone el tiempo: que no sienta tu corazón el frió de la edad.

Terminado mi nuevo libro me acuerdo de ti y lo pongo bajo la égida de tu nombre; defiéndele tan bien como sabes hacerlo, qus falta le hace, pues vale tan poco que casi casi me atrevo á ase-gwar no vale nada y laus tibi Ghristi.

Cierro la carta con estas tres palabras porque acabo de decirte el evangelio.

Adiós, mi queiñdo Lionel; un abrazo y el perdurable afecto de tu siempre cariñoso amigo

T!!I8ORIO ~VENDRELL,

Vitoria 24 de Octubre de 1880.

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wf^í^

O c (!Sgrinie el palo en la provincia de Santander y niontafias de León, en el principado de Asturias y i'u algunas comarcas de Galicia.

En Francia en Auvernia y en el Franco-Condado. En Portugal en la Beira alta y baja. Y esta arma natural, esta defensa no penada [)or las leyes,

aparté do las gentes esclusivaniente dedicadas á su manejo, hay pocos que la conozcan.

Se dú un palo, se pega con él y resulta un golpe primiti-''" y por consiguiente desprovisto en absoluto del inteligente razonamiento del arte; porque la cuestión capital es pegar: pegar l)ien y quedar cubierto para no recibir.

De otro modo no merece la pena de molestarse. Y su juego es útil cuando está bien combinado, cuando el

({ue lo ejecuta es diestro, cuando se ofende quedando á salvo de un f/olpe del contrario.

Las reglas son precisas y en esta esgrima, como en tantas otras, la posición general del cuerjfo auxilia y contribuye al «íxito que se desea alcanzar.

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Se sal)e y es aüioiiiútico (jue de dos liradnres en iguales condiciones de fuerza, destre/.a. agilidad y valor, pierde el (ju(! primero se di!scuida, y á este objeto conviene estudiar practicando,, único medio de encontrar la incógnita de la ecuación pro()uesta: poríjue el que aprende debe prescindir siempre d(! la esfinge de las dificultades insuperables; dificultades de gran magnitud cuando no se conoce el asunto, cuando se ww sal)er algo y so desconoce todo, cuando el (iiitor propio donuna á la inteligencia, cuando la (piijotesca satisfacción de la ignorancia pone de relieve las dotes del individuo.

l'ues bien: antes de levantar el pendón donde grabado en letras de gran talla figure el noin possumus tx-atando de jus-lificaí' la imposibilidad de conseguir resultado satisfactorio, estudiemos, trabajemos con arte, seguros no hay nada ([ue resista á la firme voluntad y á la inteligencia del hombre.

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i^=Ms=!ÍM

INTRODUCCIÓN.

Que el carácter es hijo del temperamento no ailmittí duda. (Jue el hond)re, en la mayoría d(í los casos, y en el pi'inu'r

instante se deja llevar impulsado por esa corrii'ute de sangre que agolpándose al corazón ciega y enloquece. lam[)oco: obra maquinal y frecuentemente sin darse • cuenla de sus actos acometiemío empresas de violcMita solución su|>eriores á sus fuerzas.

Ya en el palenque, el saltó atrás es ¡m|>osil)le y sujeto por la dignidad sufre las consecuencias de la inleinpeíancia de su osiulía.

Falto de liabilidad aparece luego envuelto en el ridículo de

la ^•ergonzosa derrota.

La unidad armiiuica indispensable (¡ue d(!l)c existir eiiln' el

genio y las circunstancias del individuo detei'minan la acción.

1*01' i'so aprenderá á conocerse.

i MADIMO

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f RIMERA r ARTE.

1. NOCIONES PRELIMINARES.

Campea al frente de lodo libro un ideal más (> menos realizable.

Nosotros buscamos el resultado práctico y llenamos al lector (i al discípulo al terreno en que ha de colocarse.

Dicen: un palo al fin no es más que un palo: cierto (|U(! puede romper un hueso: pero es una contingencia como otra cualquiera.

Ante conformidad semejante im hay argumentación posible; pero afortunadamente la generalidad de los hombres aprecian la cuestión de diferente manera y el estoicismo y la calma imperturbable tienen su límite; prudente es pues conocer el modo de servirse de él para dar y no recibir ijue es el problema, cuya solución demostramos.

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Facilidad [lara niovcrse, (irme/a, tnucho aplomo, fuerza, serenidad y buen (,'olj»e de vista, son dotes indispensables que deluMi adornar al tivaditr.

Sal)eni<(s son circunstancias difíciles sino imposibles de nninir: pero dibujamos el tlrwhir perfecto, la plantilla sobre la (pie bá de recortarse el alumno para (jue aprendiendo bien, siguiendo Inu^na escuela, los defectos sean menos sensibles.

De todos los defectos el más grave, el que ocasiona indudablemente fatales consecuencias es el abandono: el tirador en el momento de disponerse á luchar mide á su adversario, le a[ir('cia(íu lo que vale y tra/.a su plan de atarpie. Las alternativas del juego, un golpe recibido, el cansancio, porción de circunstancias y detalles que sólo se presentan en el terreno pueden hacerle variar un tanfo su primera idea: pero ((memos absoluta segiu'idad de ((ue siempre prevalecerá en su esencia.

Reunida la fuerza, bien colocado, atento al movimiento másiusigniticantc. con intención y calma relativas, acomete ó se defiende.

(k)nsiderar el palo arma de poca ó ninguna importancia es un error.

El palo es un arma temible cuando se esgrime con inteligencia y digna de toda nuestra atención por los servicios que puede prestarnos.

Ahora \amos á conocerle. Así como en las artnas blancas se busca la perfección de

su montaje, las ()roporcionos de la hoja, el temple, forma y resistencia, el palo debe también reunir condiciones para elevarlo á la categoría de arma.

No son indiferente sus dimensiones. El palo tendrá pníximamente setenta y cinco centímetros de

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Vi

longitud por dos centímetros de diámetro y [tuede ser de acebo,, ascario ó de coraEon de encina con ^eta derecha: perfectamente liso, sin agujeros ni correa para sujetarlo.-

El palo cuando se maneja bien difícilmente se va de la mano.

La esgrima del palo tiene también su es[)Ocialidad y es que puede manejarse con ambas manos multiplicando su efecto y pasando de una á otra con fticilidad suma, sin qui! i)or eso se descomponga el juego, ni pierda tiempo y este sistema tiene la ventaja de evitar padezca la mano al verificar las pa-radm, pues como es un arma desprovista de guarnición y todo género de defensa, esgriniátuloio con una sola, el palo del enemigo correría sobre el nuestro viniendo á morir el (/olpe en la mano que está descubierta, principalmente en las para-¡Itis que protejen la primera región del cuerpo.

En los tiempos y toda clase de ataque, cuando so encuentre el palo del advci-sario, los golpes serán firine.s, secos procurando que al chocar no resbale, lo que se consigue por medio de la flexión de muñeca y la presión ejercida poj' los dedos índice y pulgar que lo sujetan dándole dirección.

En esta esgrima, lo mismo que en la del florete, esi)ada y sable ha de procurarse no poner fuerza en los hombros para que los brazos se muevan y trabajen libremente, rte.\ionán-dose mejor, pues de lo contrario los movimientos serian duros, torpes; atacaría mal y llegando tarde á la parada ó quite quedaría á merced del capricho del conti"ín'io, que no tardaría en aprovecharse de esta ventaja. Además el cuerpo en general aparecería envarado moviéndose como una sola pieza desprovisto de la flexibilidad, ligereza y gallardía tan recomendadas y de que no debe prescindirsc nunca.

Los movimientos serán rápidos, oportunos y medidos á fin de no adelantarse ni quedar retrasado.

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Movimiento de recio en el de avance.

De e.ilruño el de retroceso. Y lo mismo avanzando qift marehando en i'olirada ha de

pro'jurarse conservar á todo trance serenidad y aplomo, no (n'eci[>itíuulose aun cuando el enemigo se descubra, pegando cuando deba pegar.

Hay momentos en (pie el lirdflor diestro y taimado aparece (lojo, aparenta abandono y ooloí'ado á distancia respetable se descubre para (jue ilusionado su enemigo le ataque violentamente deseoso de alcanzarle descompuesto y confiado en la victoria (pie k; brinda la torpeza fingida del contrario.

Este es el sujeto más tetuiblo en el terreno, cuando no se le conoce, cuando no siendo suficientemente cauto, se deja (Migañar por sus tretas; pero dejemos detalles (|ue siilamente la práctica debe dar á conocer, pues por muy bien ({ue se teorice, no alcanza nunca el oportuno conocimiento, la apre-(•ia(;ion exacta, golpe de vista, desfreza, fuerza, intención, ligereza y desenvoltura ([ue determina el trabajo revelando competencia, (concluyamos, pues, apuntando lo poco que resta ])ara (jue entrando á i^splicar las diferentes posiciones (ju(! adoi)ta c\ cuerpo durante la lucha, lleguemos al manejo del palo con actitud suficiente para poderlo aj)reciar, con inteligencia plena do su utilidad.

Es tan esencial el conocimiento de las posiciones de piernas en esta esgriniíi, que dificilmente puede lograrse \entaja alguna, aun teniendo mano superior en fuerza y destreza sin(5 s(! post'e á la perfección el mecanismo de su juego; pues de otra suerte tendríamos inseguridad absoluta en la defensa y falta de oportunidad y alcance en el ataque; así pues, este [lunto importante merece detenido estudio como base en que liá de descansar cuanto podamos decir de.spues.

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Los movimientos son dos: simples y eonipuostos. Es movimiento simple el que so ejecuta en un solo tiempo

y compuesto el <|U(! se |)ractica por medio de dos ('» más compases.

El tirador tiene dos lados llanos de fuera y do dentro. La espalda y <;! pecho respectivamente. Colocados los combatientes para dar principio á la batalla,

el lado de dentro del uno corresponde al de fuera del otro y vice-rersd.

En este exacto su[)uesto pasamos á esplicar nuestras lecciones.

11.

P O S I C I Ó N D E P E R F I L A D O .

Desde luego se advierte y no hace falta esforzai'se j)ara hacer comprender (|ue el tirador de palo al perfilarse para presentar al contrario el menor blanco posible y tratando de esgrimirle indistintamente con una ú otra mano, no debe en ningún caso cubrir el liombro izquierdo, pues colocado el pecho un poco al frente, la flexión de la cintura da la posición de las piernas viniendo á quedar (;omo se dirá.

La cabeza erguida, sin afectación, el pecho como ({ueda dicho, los hombros sueltos, sin esfuerzo de ningún género, el cuerpo que no se incHne á ningún lado, perpendicular sobre las caderas, las manos caídas natui'almontí! h. los costados, la cintura flexible, el peso de la primera región ligeramente apoyado en la pierna izquierda, las piernas sueltas, aproximadas; pero sin que su contacto sea forzado á fin de conservar el aplomo y equilibrio que deben tener; la pierna derecha aligerada

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para ([ue pueda responder al movimiento que se le imprima

al variar de actitud: ios pies formando escuadra en ángulo de

noventa gi-ados.

Ldiiiinn I . ' /iijiird. i . "

III.

(T 11 A R D Í A .

Antes lie colocarse en gnardin al frente del adversario se iiiiilr con la vista la distancia, tiíniendo en cuenta la longitud <¡ue puedan desarrollar las piernas de ambos combatientes, tanto en esta posición, como al tenderse á fondo cuando llegue el caso.

Y esta medida es tan indispensable, de tan rigurosa necesidad que no puede prescindirse de ella.

Y (jnardui, es la ])OS¡cion en que se coloca el tinidor [mra dar principio á la batalla.

Las (¡uardim son dos: ofensiva y defensiva.

IV.

GUARDIA OFENSIVA.

Desdi! la |)osicion de perfilado so adelanta el pié derecho el

<'spac¡o (pie [)ueda ocupar un pié pi-óximamentc, sin desviarlo

de la recta proyectada ó de la que determina la posición general

del cuerpo del contrario, cuidando que la pierna izquierda

permanezca recta, sin separar la planta del pié del suelo, lo

(jue se eonsigU(í por una ligera flexión del tobillo, á fin que

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(¡1 punto de apoyo del tiruJor sea mayor; qui; la rodilla derecha caiga perpendicular sobre el empeine del i)íé, con lo (jue se logra sujetar el cuerpo en la actitud que debe tener (¡vitando cualquiera inclinación ó avance involuntario, gravísimo siempre y de peligroso resultado.

En nuestras diferentes obras de esgrima hemos esplícado y demostrado la conveniencia de sostener recta la pierna izquierda en la posición do ijuardin ofensiva y las j-azones aducidas son de gran fuerza.

La primera región del cuerpo se mueve y vacila lácílnienlii. Jjíen por evitar un golpe que le amagan, bien |)or (¡ue la actitud general no conserva el aplomo debido: la })Osícion se descompone, las rodillas se aflojan, los pies varían de sitio y es ])osible embrollarse, recibir un golpe 6 sufrir una caída y se tivita este sensible caso siguiendo al |)ié de la letra las reglas prescritas anteriormente.

Las piernas cuando están situadas con arte obran como dos palancas poderosas. La rodilla derecha al caer perpendicular sobre el empeine del pié sujeta al cuerpo en la misma línea y la pierna izquierda tendida sobre su recta con la planta del pié, en todo su plano, apoyado en el suelo por medio de flexión del tobillo impide el retroceso involuntario, proporcionando firmeza, hace que la cintura permanezca plegada y que el pecho salga un poco al frente, que los hombros y brazos estén más sueltos, que la fuerza esté más reunida para disponer de ella en el momento de obrar y en una palabra, en completa disposición de hacer uso de todas las facultades con la libertad y franqueza indispensables.

Las ridiculas flexioiuís del acróbata, del juglar equilibrista, no,son de este lugar y por consiguiente impropias de la seriedad del tirador.

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El un(j se osíuerza para divertii'. El otro trahaja para matar. Esla es la diferencia. Lfhnitiii I." fifinrn á."

V .

G U A R D I A D E F K N S I V A .

La ijiutvdUi defensiva separa al tlradar del adviu'sario. [)o-niéndole momentáneamente fuera del alcance de su arma: es de reconocida utilidad y su práctica produce luienos resultados, siempre que haya aplomo en la [losiciou.

La esplicacion es como sigue:

Desde la ¡iiionlw ofensiva se forma la defensiva poniendo recta la pierna derecha, sin soparar'el pié del suelo, doblando la izquierda jwr la roílilla é inclinando hacia atrás cnanto sea necesario, la región superior del cuerpo.

Se vuelvo á la posición anterior deshaciendo el movinu'ento.

Ldmiiui 1." piivín .'i."

V I .

A F Ü N 1) O .

Nos decía MJ'. áti Bríndisi, esplicando sus lecciones: «Un multo es nm partie d'echees, en que siempre la \ictoria

es de la inteligencia.»

Y este sabio maestro, (jue á la práctica de muchos aRos

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unía un talento su{)or¡oi*. no podía equivocarse ti-atando el asunto objeto de los desvelos de toda su vida.

Su espada hería con la velocidad del rayo. Era difícil, sinií imposible, alcanzar á jtarai-le un (jolpe.

Tocaba donde quería. Tenía momentos en que sufría inmovilidad tetánica, efecto

sin duda, de la ligereza desarrollada. Poseía á la perfección el encanto niagestuoso de la destreza

y la elegancia.

Su escuela era admirable. Pues bien; este profesor, este atleta de las armas descri

biendo á sus discípulos los secretos del arte, decía frecuentemente con la seguridad y aplomo que proporciona la convicción apoyada en los satisfactorios resultados prácticos conseguidos en su triunfal carrera. (I)

«Las piernas esgrimen tanto como las manos.»

Verdad que puede apreciarse en absoluto. Una mano diestra, fuerte y ligera (¡ue siga los movimien

tos del ai-ma eucmiga encontrándola siempre en su tercio de ilaqueza, hacii'ndo fácil la desviación; que acuda á la parada

<) quite casi instintivamente sin ([uc el tirador se dé cuenta del por qué; no hay duda es una gran cosa; pero el complemento de este poderoso agente, el regulador, el (¡ue da la seguridad y aplomo indispensable, el que sujeta el cuerpo, el que le sostiene íirine en la jiosiciou, el que dá la medida y por último el que hace se alcance á herir, son las piernas;

(1) Este profesor no escribii) nada y con su muerte ocurrida en Ñapóles en marzo de 1869, perdimos lastimosamente el caudal de ri(pn'simos conocimientos que poseía, fruto de una vida de azares, aventuras y tra))ajo.

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sin la intelifíente combinación de sus compases, sin la oportunidad de su aplicación, el efecto de la mano es nulo.

Esta teoría es la piedra angular del arte. C.iertarnenti! podíamos entrar aquí de lleno en digresiones

de gi'an consideración: pero el asunto no lo merece; cuando puhliipiemoi nuestra obra EHijrinm de esimda ij florete los aficionados encontrarán en ella cuantos detalles puedan desear; jniíiutras tanto digamos algo sobre la posición de afondo objeto de esta pagina, cerrando luego el capítulo.

Kl afondo es la prolongación de la guardia ofensiva al frente, lo JKímos dicho diferentes veces y no creemos necesario buscar otra esplic ación más lógica ni más sencilla: pero si la d(!Sci'ipcioii es fácil, la ejecución <vs difícil. El arte de tenderse

iifondo, la forma, la gallardía, la actitud general del cuerpo, demueslia más (pie otra cosa lo que rale el tirador, la posición descuiílada revela educación mediana, falta en el profesor (|ue no la corrige, indolencia, abandono, carencia de facultades en el discípulo.

Para ensefiar es preciso poseer la competencia que autoriza á tener sistema para formar escuela, de lo contrario los resultados serán negativos.

Hemos observado en algunas academias dt- Francia é Italia que este defecto es allí poco sensible por el gran cuidado que ponen al dar las primeras lecciones y por la importancia que conceden á la posición, prueba evidente la inteligencia artística (¡ue tan admirablemente tienen.

Se razona y se demuestra haciendo ver las ventajas de un método sobre otro; se expone, se juega, se adquiere certidumbre, llega el convencimiento y do aquí consecuencias indeclinables que es menester acatar.

Volviendo ahora al punto do partida diremos:

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Estando mt guardia ofensiva pai-a salir á fondo, ílexionada la cintura y la primera región del cuerpo dentro de la vertical que ha de servirle de eje, se adelanta la pierna derecha sobre su reíala el espacio que pueda ocupar un pié poco más <> menos apoyando la planta del derecho en el. suelo suavemente, sin golpe ni esfuerzo algmio: la pierna izquierda aparecerá por consiguiente más tendida; pero sin separar la planta del pié del terreno, lo que se consigue flexionando el tobillo.

La cintura nos dará la posición haciendo salir (¡1 i)echo un l>oco al frente, retirando los hombros.

La cabí'/.a erguida, sin afectación, ligeramente vuelta sobre el hombro derecho.

La vista al frente. Ahora bien; el movimiento ha de ser rápido, muy unido,

de suerte que el cuerpo, en general, afecte apostura firme y gallarda, sin vacilaciones, segura, completamente franca: esos movimientos de duda, esos vaivenes que la falta de aplomo hace ejecute la primera región del cuerpo, son consecuencia líígica, indispensable de una falsa posición y acusan flogedad é inercia, haciendo poco ó nada temible al tirador. La pierna derecha sale al frente como impulsada por un resorte, sin violencia, con suavidad y cuando so esgrime el hierro ó el palo acompaña a la mano en su movimiento de abancc desarrollando ligereza únicamente comparable al fuego del relámpago.

Así el golpe es seguro y fatal en sus consecuencias. La planta del pié derecho so apoya en el suelo sobre todo

su plano, sin que la colocación sea brusca y produzca ruido escesivo.

Y así tendremos firme posición, seguridad y satisferemos

las leyes dinámicas y estéticas, colocándonos en actitud de re-

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velar nuesti'os conocimientos; demostrando, por más sensiJjle ([ue nos sea confesar, sabemos matar con arte.

Lámina 1.* /Igiivn i."

VI I .

INVERTIR LA POSICIÓN DE AFONDO.

El objeto de la inversión de esta figura es evitar un ijolpí' cuando la fuerza del arma que esgrime (¡1 contrario domina á la nuestra ó se considera llegar tarde á la parada.

Es cuestión de oportunidad. Y satisface debidamente el deseo del tirador cuando resulta

un (jolpe en vago recibiendo la contestación al descubierto. Para ejecutar el movimiento téngase presente lo manifes

tado en la página 18, guardia defensiva. Lámina 1." figura o."

VII I .

PIERNA ATRÁS Ó SEGUNDA,

Este movimiento tiene dos objetos que se emplean en diferentes (íasos. El primero para separar la pierna derecha del alcance del arma enemiga y el segundo para retirarse como primer compás de extraño volviendo á quedar en guardia.

El primero se ejecuta del modo siguiente: Estando en guardia ofensiva se dobla un poco la pierna iz

quierda apoyando en la cadera del mismo lado el peso de la

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región superior del cuerpo, para aligerar la pierna derecha que por un movimiento rápido pasa doblada á colocarse detrás de la izquierda descansando en tierra sobre el primer tercio de la planta del pié, cuya punta debe mirar á el t-alon izquierdo.

El segundo: Desde la posición descrita, corriendo el pié izquierdo hacia atrás, cuidando de promediar la distancia que debe quedar entre ambos pies al trazar la figura, la misma de la guardia ofensiva, estirando la pierna y afirmándose en ella; se hace un giro hacia fuera sobre la planta del pié derecho sentando el talón, no olvidando que la rodilla derecha caiga j>erpend¡cular sobre el empeine del pié.

Ijigando estos movimientos resulta un salto de gran efecto y aplicación, quedando en guardia á distancia para ver marchar al contrario, asegurarse y prepararle un golpe.

Las bases de sustentación se separarán poco del suelo en toda clase de marchas, bien de recto ó extraño y aun en los saltos que serán largos; pero sin elevarse mucho.

Al tocar el suelo verificado el salto se hará con las almohadillas de las primeras falanges, nunca con los talones, evitando toda reacción vertical sobre ellos que pueda ocasionar alguna distensión ó lexion más dolorosa.

Lamina l.'^ figura. 6."

IX.

T R E P I D A C I Ó N .

No encontramos ni tenemos otra explicación que satisfaga

tan cumplidamente nuestro pensamiento, como la que referente

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24 á est(! acto hemos dado en la Esgrima del sable, escuela moderna, y por tanto íntegra la insertamos aquí.

Trepidar es la repetición continuada y violentísima del ufoti-do desde la posición de jwrfilado, guardia ó pierna atrás, sin tocar el suelo con el pié derecho al deshacer la figura.

Este movimiento requiere toda la destreza y aplomo del tirador sin cuyos requisitos indispensables no es posible verificarlo ni obtener el resultado que se busca; es peligroso siquiera intentarlo, cuando no se tiene seguridad de ejecutarlo bien.

Su práctica robustece los músculos de las piernas de una manera notable.

Su objeto salir del afomlo parando un yolpe y repetir otro con celeridad.

El equilibrio instable, momentáneo que [)roporciona la pierna sobre la que se trabaja debe aprovecharse para herir dentro del tiempo que determina el golpe, pues de otra suerte no solo es imposible tocar sino reponerse con el aplomo indispensable para variar de posición.

Este detalle, de importancia suma, debe conservarse en la memoria á fin de evitar una caidu y con ella un golpe para el que no hay parada posible.

X .

A F I R M A R S E .

Este acto seguramente no merece capítulo aparte, sin embargo, nosotros le (-oncedemos mucha importancia y vamos á lu'ocurar describirlo.

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Su oI)jeto asegurarse en la posición. Hay quien lo considera como un reto. Muy lejos de eso. Afirmarse es asegurar, persuadirse de la solidez de la posi

ción enmendando algún deshequilibrio, si le hay; puede t a ^ l)ien distraer la atención del contrario y empleado con inteligencia no hay duda es un recurso.

Una sola llamada no cumple el objeto, tres no dicen nada, fatigan y hacen se desatienda su indicación: dos es la medida exacta. (1)

Su ejecución como sigue: Sin variar la posición de la pierna y a[)oyándose en el ta

lón del pié derecho se levanta su planta suavemente y dejándola caer, sin esfuerzo, que de otra suerte haría salir la rodilla hacia delante, se hace sonar el suelo á su contacto.

X I .

C U A R T E O S

Los cuarteos son dos, de dentro y de fwra. Su objeto salir de la línea que ocupa el cuerpo. Se ejecutan del modo siguiente: Cuarteo de dentro. Se levanta el pié izquierdo, separándolo de la recta, de mo

do que el talón venga á quedar en el sitio que ocupaba la

(1) Llamada, en esgrima, es el acto de golpear el suelo oo» la planta del pié apoyándose en el talón.

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26 punta; se dobla la rodilla descansando en ella el peso de la priniora región.

• Cuarteo de fuera. Se separa el pié izquierdo de la recta que ocupa colocán

dolo de manera que la punta venga á quedar en el sitio que ocupaba el talón, cargando también el peso de la primera región sobre la rodilla izquierda.

Para que este movimiento sea perfecto y cómodo se hace girar el talón del pié derecho, separando un poco la punta de la recta trazada anteriormente.

S(' vuelve á la anterior posición deshaciendo el movimiento.

XII. .

VARIACIÓN DE L Í N K A .

(kiando el adversario es fuerte y diestro no basta atacarle de frente, es preciso hacerle perder el suyo siquiera, sea momentáneamente por si se descompone á descubre flanco vulnerable y á este objeto la variación de línea atacando.

Es sencillamente salir de la recta trazando otra paralela ó vertical á la anterior.

Lo mismo que los cuarteos, estos movimientos se practican á la parte de dentro y de fuera.

Ejecución. Si la variación es paralela se saca el pié izquierdo al frente sin alterar su posición, fijándolo á distancia de uno 6 dos pies del sitio que ocupaba, según se considere necesario.

Si la variación es vertical se corre el pié izquierdo trazando un arco de círculo, cuyo centro ocupa el pié deredio, que en

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27 los dos casos se establece sobre la recta sin variarlo de posición en la paralela inclinándolo un poco en la vertical.

Es de advertir que cuando uno de-los tiradores sale ó varia (le lima, el otro debe variar también á fin de estar siempre cubierto y en la recta establecida.

X l l l .

M A R C H A

Inmovilidad absoluta en la mano que sostiene ol arma, mucha vista, calma y procurar que no se mueva mas que la segunda región del cuerpo que en este momento es la que solamente trabaja. En estas condiciones avanzamos despacio estudiando al adversario, siguiendo todos sus movimientos para alcanzarle al menor descuido.

Colocados en guardia se rompe la marcha con el pié derecho elevándolo poco é imprimiéndole un ligero empuje, de suerte que el talón venga á quedar donde estaba la punta tí menos según la necesidad. Se empieza por levantar la planta, acompaüándola después el talón, sentando el pié suavemente.

El pié izquierdo sigue el movimiento iniciado por el derecho sin variar de posición, conservando la distancia.

Batiéndose, el complemento del avance es el retroceso pues no se comprende uno sin otro ni puede haber unidad de acción y si calma y habilidad se recomiendan para avanzar, preciso es tamJjien emplearlas cuando se trata de retroceder.

La diferencia que existe entre dar y recibir no necesita es-plicacion, todos la entienden.

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Se avanza para atacar y se retrocedí! para ponerse á cu-hierto de un golpe, variar de juego, hacer que se fatigue el contrario, preparar un golpe ('• cuando herido se necesita aire y tienijjo para reponerse. .

Para retirarse so rompe la marcha con el pié izquierdo, t(!-niendo en cuent^i que entonces el talón del pié derecho es el primero que se separa del suelo, apoyándose en la planta, viniendo á quedar la punta (!n el lugar que ocupaba el talón.

(kiando el adversario se retira descompuesto preciso es alean/arle y entonces podemos servirnos de compases de mayor estcnsion; al efecto y suponiéndonos en guardia ó afondo, se lleva la pierna izquierda á la posición de perfilado, elevándose sobre las caderas y observando las reglas prescritas para esta posición saliendo con la derecha a la guardia (t á fondo según convenga.

En retirada se lleva la [)ierna derecha á la posición de per-lllado, se saca hacia atrás la pierna izquierda todo lo recta posible, sentando el pié en el suelo, doblando la deredia COTUO se tiene dicho para la guardia ofensiva.

Estos compases pueden repetirse cuanto se crea necesario.

XIV.

S A L T O S .

Existen individuos que tienen extremada facilidad para saltar efecto de la prodigiosa flexibilidad de sus articulaciones.

Los grandes saltarines deben buscarse en Oriente y en la

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India viven familias volteretiskis de agilidad asombrosa, que recorren el nmndo baciendo ejercicios de fuerza.

Sin embargo se encuentran donde los hay.

El coronel español Amorós, gran gimnasta dedicado a la enseñanza del arte en París, saltó en una ocasión en el Buen-Retiro en Madrid, una zanja de treinta pies de anchura.

Villalobos una tarde, durante una gira en la pradera del canal de Manzanares, franqueo éste de un salto llevando en las manos una fuente wn viandas.

El mismo Arcángel de Túccaro, famoso saltarín italiano, se hubiera admirado de la extensión y valentía de estos saltos.

Amoroso y Blondeaux, los dos más esbeltos saltarines qu( durante muclios años lucieron sus habiüdades en los circos de Europa, durante el tiempo del inolvidable Ginicelli, no solamente salvaban grandes distancias sino ([ue dominaban el cubistico como si sus músculos y articulaciones fueran de go-jua y acero Keasthon.

Un tal de Montespan, natural de Girgenti en la isla de Sicilia, soldado en la legión de Antibes, de complexión aparentemente débil, era el asombro de cuantos le veían trabajar; tenia la agilidad propia del mono y la fuerza poderosa de un atleta de los primeros tiempos de Grecia y Roma. Le tratamos mucho teniendo lugar de apreciar sus brillantes facultades. En su concepto el trnmpoUn era un traste completamente inútil y ciertamente (¡ue para nada le necesitaba dada la fuerza de impulsión que sus músculos desarrollaban en el salto.

Durante un viaje que hicimos á España abordo del trasatlántico francés « Ville de Bresti> dio saltos sorprendentes; uno de ellos que recordaré siempre fué el siguiente:

Saltó la boca de escotilla con los pies alados y vuelto de espaldas.

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El pasaje, los oficiales de abordo y la tripulación toda le aplaudieron frenéticamente y los bravos y los burras se escucharon por largo tiempo.

Esta especialidad en su género, este hombre notable, después de algunos afios de haberse hecho admirar en todas partes del mundo murió miserablemente en Montpellier. Había dado en la rara manía de pretender embalsamarse en vida, para lo cual se propinaba fuertes dosis de alcohol; él sabía que este líquido tiene la propiedad de conservar las carnes; pero lo que seguramente ignoraba es que su virtud no se estiende más allá de las carnes muertas.

Deplorable equivocación que le costo la vida. Es difícil saltar bien. El peso del cuerpo debe estar en relación directa de la fuer

za que sus músculos puedan desarrollar á fin de que la elevación se verifique en condiciones de fácil aplicación.

El hombre pesa ordinariamente de setenta á setenta y cinco kilogramos (1) y para que este cuerpo pueda elevai-se un metro separándose del suelo que le sostiene es menester que la fuerza puesta en acción sea dos mil veces mayor; de aquí la gran dificultad de voltereteár.

Para que el salto se verifique en buenas condiciones, los músculos de los miembros inferiores trabajan de abajo á arriba á cuyo fin las piernas se doblan por las articulaciones de las rodillas para que al buscar su tensión natural ayuden á producir la elevación.

Apuntada una ligerísima idea de lo que es el salto, señalaremos un paso artístico que le sustituye en este caso y ' cum-

(1) Hablamos del gimnasta, del hombre ágil y esbelto que se debe todo á los ejercicios de fuerza y desti-eza.

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pie debidamente su objeto sin necesidad de acudir á un recurso que por sí solo reclama mucha atención y exige facultades poco comunes. Siempre que haya necesidad de salir del centro, sirviéndose de

movimiento estraño, se hará segunda y tercera atrás ligando ambos compases de suerte que el tirador quede nuevamente situado en guardia.

No se necesita más.

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PEGUNDA r ARTE. f' 1.

G U A R D I ^ .

Enterados detalladamente de la importancia de los movimientos de piernas, persuadidos de su absoluta necesidad y en posesión de poderlos aplicar con arte y aprovechamiento, pasamos á exponer en la segunda parte de este tratado el modo de esgrimir el palo, objeto de nuestro trabajo. Hasta ahora todo cuanto hemos dicho es de aplicación general, con ligeras variantes, á la esgrima de las armas blancas y por tanto puede suponerse fundadamente que, conocida cualquiera de aquellas, se poseerá la del palo sin esfuerzo de ningún género; mas, como es posible que la inmensa mayoría de nuestros lectores desconozcan teórica y prácticamente el mecanismo de su juego, prudente es una digresión antes de pasar adelante.

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El manejo de las armas i'equiere sangre fria a toda prueba, valor, fuerza, destreza, mucha vista é inteligencia; sin estas esenciales condiciones, sin estas dotes necesarias, es locura ex-ponei'se, es jugar la vida inconscientemente.

Si tratásemos do esgrimir el palo con una sola mano no necesitaríamos cansarnos buscando nuevas explicaciones, pues la esgrima del sable satisface cumplidamente todas las necesidades del jpego; pero ampliamos sus recursos y siguiendo el sistema adoptado en algunas escuelas le damos mayor alcance aumentando su importancia. La mano izquierda que hasta ahora y en esta esgrima ha descmpcnado papel completamente pasivo, pasa á ser, practicando nuestras reglas, agente de igual consideración que la derecha y para esto la colocamos en idénticas condiciones de agilidad y fuerza, circunstancias que á poco y gradual esfuerzo se consiguen adquirir. Las fle.viones generales del brazo, la soltura del hombro y muñeca, en sus diferentes movimientos, nos pondrán en actitud de hacer uso de ella sin violencia consiguiendo al fin la dirección, fuerza y destreza necesarias para herir, y la precisión, oportunidad y resistencia que reclama la defensa en las paradas y quites.

AI dar principio á la esgrima del palo recomendamos nuevamente aplomo en la posición, desenvoltura, atención, fijeza, vista, rapidez en el ataque y defensa y breve reposición.

Conocida la posición en que el tirador se presenta en guardia, tal como la hemos descrito en la primera parte de esta obra, resta colocar el palo en sus manos en disposición que pueda servirse de él, siguiendo las alternativas del juego, tranquilo y dispuesto á ofender y defenderse; así, pues, situado en guardia ofensiva, se coje el palo con ambas manos á cuatro <> cinco centímetros de sus estremidades de modo que los ocho dedos lo abracen por completo, uñas abajo, y los pulgares ten-

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33 <lidos á lo largo del palo por la parte lateral anterior con objeto de proporcionar mayor resistencia y darle dirección cuando llegue el caso: los brazos tendidos en toda su longitud, de suerte que la parte central del arma descanse sobre el muslo tle la pierna derecha.

—Lámhia 2.' figura 1.'

I I .

GOLPES Y R E V E S E S . ( 1 )

Los golpes son cuatro, se tiran de derecha á izquierda y ofenden el lado de dentro del contrario.

Los reveses son cuatro, también, se tiran de izquierda á derecha y ofenden el lado de fuera del adversario.

ni. GOLPE UNO Y REVÉS UNO.

El golpe uno lo mismo que el revés uno ofenden directamente la parte superior de la cabeza, sin más diferencia que el primero lo ejecuta la mano derecha y el segundo la izquierda.

Para que el palo se esgrima con una ú otra mano formando la herida con bi'evedad y precisión indispensable, es necesario no perder de vista la actitud del enemigo y conocer sus dotes

(1) Para mayor claridad y con objeto de que su designación sea mas adecuada, á la palabra corte la sustituimos con la deaolpe^nea no teniendo el palo filo claro es no puede ofender cortafido.

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de destroza y serenidad, pues no teniendo más objeto este movimiento que distraer su atención haciéndole variar la posición de su defensa, si se apercibe oportunamente, la sorpresa no es posible y por lo tanto inútil la treta.

Asido el palo con ambas manos, por sus estremidades como se deja dicho, uñas al frente y colocado horizontalmente á la altura de la cabeza, si intencionalmente se inclina hacia delante y mueve una mano, el contrario supone con fundamento que el golpe o revés viene por aquel lado y se precave, pues sabe, (5 al menos ló supone, que es el movimiento natural, precursor de la ofensa en este juego.

Se distrae su atención y puede elegirse blanco y (!omo ambas manos tienen igual actitud, están en semejantes condiciones de colocación y por lo mismo pueden responder en el acto al movimiento que se desea ejecuten, «e facilita notablemente su acción .

Veamos ahora como se practica.

En la posición indicada, para herir con el golpe uno se suelta la mano izquierda y sin separar la derecha del lugar que ocupa hace describir al palo pasando por encima de la cabeza, un cuarto de círculo de modo que resulte perpendicular, entonces simultáneamente y con la mayor rapidez posible se tiende el brazo, de suerte que el palo buscando la horizontal ofenda en la cabeza, no rebasando en ningún caso el objetivo á fin de retirarse cubierto.

Para el revés uno igual explicación.

I V .

G O L P E D O S Y R E V é s D O S .

El got¡}e dos se diferencia del uno en que el círculo que des-

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cribe el palo es vertical. Se tira lo mismo que el anterior y ofende la cabeza, hombro y brazo.

El revés dos se ejecuta de igual manera que el golpe observando que es la mano izquierda la encargada de practicarlo y ofende el lado derecho del contrario.

V.

GOLPE TRES Y REVÉS TRES.

Desde la misma posición que tiene el palo, soltando la mano izquierda é impiimiendo con la derecha, uñas arriba, un fuerte movimiento impulsivo, se le hace describir horizontal-jnente tres cuartos de círculo viniendo á herir en el rostro y cuello dentro de esta proporción.

El reres tres ofende en la misma forma por el lado de fuera.

VI.

GOLPE CUATRO Y REVÉS CUATRO.

Este golpe es vertical. Colocado el tirador en guardia, suelta la mano izquierda y

retirando hacia atrás la derecha, uñas abajo, que sujeta y dá dirección al palo se le hace girar de arriba á abajo y de atrás á adelante invirtiendo la posición de la mano que resultará uñas arriba.

Este golpe ofende de abajo ai'riba en la cadera y brazo izquierdo.

Pudiéramos decir algo más respecto de estos golpes y revé-

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ses adicionando los recureos del sable; pero creemos suficiente lo expuesto para hacer uso del palo ó bastón con ventaja en un primer momento, pues no podemos suponer vaya á resolverse un asunto meditado y precedido de las formalidades establecidas y declaradas de necesidad por medio de instrumento tan vulgar, cuya sola señal ridiculiza y degrada.

V I L

E S T O C A D A S

Escribimos un epígrafe, se da principio á un capítulo, señalamos un golpe, tratamos de describirle y sin embargo dista mucho de ser, lo que representa.

Es ilógico y está fuera de sentido no designar las cosas por su verdadero nombre.

Estocada es el acto de herir pinchando con la punta del arma que se esgrime y pai-a que el pinchazo alcance categoría de estocada es preciso que el acero penetre, que la mano apoyándose en la luneta de la espada, sienta deslizarse suavemente la hoja dentro del cuerpo del contrario.

De otra manera es un puntazo sin consecuencias. El palo para batirse no tiene punta y por tanto no puede

pinchar. Lo cierto es que no teniendo otro nombre que darle la pre

sentamos con el mismo. La ejecución de este golpe requiere más que otro alguno des

treza y serenidad; debe tirarse cuando haya seguridad, casi absoluta de tocaí' al adversario; así pues, es necesario mucha previsión, cauteía, buena mano, juego muy cerrado, herir á fondo

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39 con franqueza, golpe seguro, bien dirigido, firme, rápido y profundo en su efecto; vista que aprecie la distancia, mano diestra para recon-erla y oposición al herir que presente poderoso obstáculo al arma enemiga para contestar sobre nuestro mismo golpe. La tendencia de todo tirador poco práctico es protejer ia primera región del cuerpo, moviendo sin cesar la mano que sujeta el arma variando de guardia dando lugar á que en los golpes de combinación i'eciba estocadas en el vientre que por su misma naturaleza son graves.

Una estocada bien dirigida es en la mayoría de los casos golpe de muerte y nos extendemos aquí hablando sobre este particular porque no recordamos haberlo dicho y debe saberse.

Mano fuerte, segura y ligera, nnufieca flexible, brazo suelto y bien articulado en el hombro, que sin esfuerzo responda al movimiento que se desea ejecute son el bello ideal de todo tirador inteligente.

La práctica nos ha demostrado lo difícil que es adquirir estas dotes; pero entre lo difícil y lo imposible media un abismo que no preocupa seriamente al que se promete salvarlo.

La estocada debe tirarse sobre la parada del golpe del adversario; es más segura y menos expuesta que la que parte desde ia guardia é impide se forme un tiempo que cierre juego, contrarestando su efecto.

Las estocadas son de dos clases; superiores ó altas ó inferiores ó bajas.

Las superiores ó altas ofenden el rostro y pecho. Las inferiores ó bajas hieren el vientre y el estómago. Las superiores son tres y dos las inferiores. Las primeras tienen su juego sobre las paradas 1." 2." y 3.*

y las segundas se tiran sobre las paradas 4." y 5." y todas son objeto de combinaciones que es preciso conocer, puesto gue el

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efecto pende de la elección de momento,, oportunidad y rapidez que desarrolla el tiz'ador en el instante de obrar. Aquí para comprender perfectamente las teorías que vamos á exponer conviene estudiar las paradas, que únicamente respondiendo á un orden puramente cronológico las hacemos figurar después: de todos modos seguimos adelante seguros que nuestro esfuerzo será completamente recompensado.

Una observación como estudio precedente á la explicación que sigue.

La.diversidad de facultades que residen en el hombre lo hacen más ó menos apto para el ejercicio de una profesión y de aquí los grandes errores fruto de equivocaciones lamentables. Para dedicarse á las armas, después de tener muy presente cuanto dejamos dicho en el trascurso de esta obra creemos deber apuntar una idea que no por sobrado conocida se practica siempre; nos i'eferimos á la apreciación de los defectos de con-forhiacion difíciles si no imposible de corregir.

La muñeca cuando no se flexiona bien, apesar de la acción y trabajo prepai-atorio á que se la somete, responde á falta de actitud orgánica y esta circunstancia que podemos llamar causa determinante del defecto, dentro del arte acusa carencia de facultades, que ni el estudio proporciona, ni el aprovechamiento facilita, siendo patrimonio esclusivo de bellezas de conformación de que pocos disfrutan. (1)

El conocimiento de la mano, para dedicarla á ejercicios de fuerza y destreza, presenta en su estudio serias dificultades que vencer; su sistema articular, los ligamentos que la unen al antebi'azo, la disposición y modo de obrar de los músculos flexores, los movimientos que puede ejecutar y {)Osic¡ones que

(1) En ol floretíó es donde más resalta este defecto.

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toma, deben conocerse detalladamente para hacerf^ funcionar dentro de sus facultades y como" nosotros no pretendemos desarrollar ante nuestros lectores un curso de anatomía descriptiva, hacemos alto para seguir después la lección interrumpida.

Bien: tenemos ya idea de lo que es la estocada y podemos atrevernos á tirai'Ia, cuidando siempre de estar atentos al movimiento que ejecute el adversario en oposición á la salida nuestra á fin de evitar el sensible caso de recibir un golpe en la cabeza que nos inutilice por témplelo, circunstancia que puede tener lugar cuando no habiendo conseguido alcanzar al contrario ha resultado un golpe en vago, por eso la distancia que separe á los combatientes estará medida y el golpe tan estudiado, tan preciso que no debe separarse nada del objetivo señalado de antemano. Esto tratándose del palo; con los aceros la importancia de los golpes es exti-aordinariamente mayor y de aquí 'la exactitud exquisita que en todos los movimientos distingue al ítmáor de buena escuela, al inspirado diestro que ajusta sus golpes, que los afina tanto que puede hacer pasar su hoja por el anillo de una niña y al fin podemos decir sin temor de equivocai'nos que una buena espada un es-grimidm" de primisimo es un operador como otro cualquiera que practica una operación quirúrgica.

La habilidad es un blasón, un signo de superioridad que hermanado con la modestia forman una dote de valor inapreciable.

La altanería, la escesiva confianza, el desprecio del posum son un desaiflo liecho rfl destino, un suefio que puede tener despertar horrible. '

Determinemos las estocadas. Hemos dicho que estocada es el acto de herir pinchando; piú-

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42 chazo profundo que inutiliza ó mata y aquí tratándose del palo solamente podemos exigir que sea un golpe más ó menos tuerte, peor ó mejor dirigido que detenga al adversario en su movimiento de avance; por tanto y para salir de una vez del capítulo que nos ocupa diremos con los mejores maestros:

«La estocada debe reservarse para caso estremo.» Son estos renglones prolegómenos de lo que diremos des

pués.

VII I .

ESTOCADAS S U P E R I O R E S .

Primeramente haremos jugar tres golpes, tres paradas y sobre estas las tres estocadas superiores.

Yo quisiera poder demostrar prácticamente á mis lectores el secreto que envuelve su ejecución; pero en imposibilidad absoluta de poderlo verificar, oigamos lo que me dicta la es-periencia.

Suponiendo que el adversario sale á herir pon el golpe uno, se le opone la parada de primera, que es la llamada á contrarrestar su efecto, al propio tiempo que se procura apartar su palo sobre nuestra izquierda, de suerte que el estremo de nuestra arma, sin variarla de su posición horizontal, amenace al contrario.

Un movimiento simultáneo y muy rápido de brazos y piernas es el complemento de este juego.

La mano derecha se adelanta sobre la recta hacia la parte de dentro y retirando la izquierda hacia la parte de fuera verifican las dos un giro de un cuarto de círculo; entonces el movimiento de piernas es de pies al centro y adelantando re-

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sueltamente las manos, sin soltar el palo, se da la estocada en la cara por la parte de fuera ó sea derecha.

La posición de las manos resultará uRas á la izquierda. Cuando tratan de ofendemos con el tevés uno y sobre la

parada de este golpe salimos con estocada, los movíhiientos de manos son los mismos que hemos esplicadó anteriormente con la diferencia de ser la mano izquierda la que se adelanta retirándose la derecha, ambas uñas á ftiera. El .movimiento de piernas curva en el centro y adelantando el costado izquiei-do se forma rápidamente una estocada que hiere el rostro por la parte izquierda ó de dentro.

Si tratamos de herir con estocada sobre la parada segunda ejecutaremos los mismos movimientos que si procurásemos evitar el revés uno, cuidando de seguir la dirección del palo contrario pues al atacarnos con el revés dos puede bajar el palo por la línea en cuyo caso recibirá la estocada en el pecho.

Si se desea y busca la estocada sobre la parada tercera se pi'actican también los misnió^ movimientos que sobr« la primera, cuando se para el golpe uno y la estocada es al pecho.

Desenvoltura, flexibilidad y actitud franca y decidida.

IX.

ESTOCADAS I N F E R I O R E S .

Las estocadas inferiores tienen su juego sobre las paradas cuarta y quinta, que sé fórmañ como sabemos, para defender el caerpo del golpe y el re^s cuatro.

Si nos tiran el reines cuatro, oponemos la parada cuarta ^ -parando el pa/o del contrarío; se baja un poco la manó izquierda, subiendo la derecha^ dé suerte que él palo resulte

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cm horizontal á k altura de la cadei-a derecha, y dándole un fuerte impulso hacia delante se tira la estocada que ofende el vientre (i el estddaago.

El movimiento de pieraas, curva en el centro.. Si formamos la estocada sobi-e la parada quinta, separai-emos

«1 palo del adversario sobre la izquierda, siguiendo las manos esta dirección, y quedando la derecha delante de la izquierda se tira la estocada.

El movimiento de piernas pies al centro.

DEFENSA DE LAS ESTOCADAS.

La defensa de las estocadas, en el caso que dibujamos, tratando del palo, exige unos compases de piernas que vul^r-mente se designan con el nombre de poner tierra por medio y que artísticamente se llaman trasplanto y variación de linea y como quiera que estos movimientos los conocemos de antemano y de lo contrario podemos aprenderlos, explicaremos su efecto, oportunamente aplicados.

El movimiento de estraño, trasplanto, puesto que es una marcha de retroceso tiene por objeto ponernos fuera del alcance del arma del contrario ea^tctitud de evitar la estocada, darle un tiempo y detenerlo. Si por no hi bér suñeiente tereeno á nuestra espalda, para verificar este movimiento, ó ser düicil, pedregoso, desigual, mal sentado; que ofrezca en fin un peli' gro, sustituimos el trasplanto con h variación de linea, sos desviamos de la recta en que el adversario tira la estocada al propio tiempo que la quitamos con las paradas segunda y

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tercera si las estocadas son superioi'es, siCTiéndonos de la cuarta y quinta si fueran inferioires.

Conocidas las estocadas y sus defensas; la mano bien edk-cada, segura, fuerte y ligera; no precipitarse: la mesura y el buen sentido que deben preceder á todos los actos del tii'a-dor, cuando trata de castigar, no deben alterarlas ni la injuria ni el grosero insulto que atacan al santuario del honor y como quiera que estas teorías están basadas sobre el poderoso cimiento de la experiencia el teorema que planteamos tiene un corolario que traducido al lenguaje usual puede leerse.

La exacta observancia d» las regta», la calma y el valor prudente son, jmes, la trinidad del credo del tirador.

El empirismo reti-ocede ante la doctrina.

XI.

GOLPE DE PUÑO Ó (CBOXER.))

Este golpe es una treta, como oti'a cualquiera y bien ejecutada rara vez deja de surtir efecto.

Preciso es, pues, prepararlo á fin de que cumpla debidamente su objeto.

Tiene lugar sobre paradas altas defendiendo la primera región del cuerpo.

El movimiento de pies es al centro, estando en guardia pri-inera y euarta á fondo muy prolongada y rápida á fin de alcanzar al contrario.

Supuesto el palo sujeto con las dos manos, se suelta la mano izquierda y la derech», uñas á fuera y ha£iéndoIe girar báciit atilM, como amagando un corte, adelantado el pu&o y ef n^áa-doití efe ftrri^ á abajo se ^'ocura herir en d rostro.

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La cara es el blanco de esta ofensa. Es un recurso; pero fueraa es éonvenir en que es un recurso

pobre. El p rofesor afinará el golpe colocando al discípulo en con

diciones de poderlo ejecutar con lucimiento.

X I I .

T I E M P O S .

Es un golpe preciso, medido, rápido, muy artístico; ciertamente su efecto rara vez es grave; pero inutiliza por el momento para seguir batiéndose.

Requiere ligereza suma y gran destreza, eligiendo el instante crítico para tirarlo.

Algunos tiradores lo hacen figurar en el ataque'. No hay razón para tanto. Nosotros lo colocamos en la defensa y en nuestro abono

aducimos un razonamiento deprimei-a fuerza, cuya demostración vendrá después.

Este golpe cierra juego y tiene enjaqm al contrario pues <> no mueve el brazo ó le recibe.

Hiere; pero no es golpe de consecuencias. No carece de inconvenientes y es preciso estudiarlo mucho. Aquí la teoría no alcanza nunca las ventajas de la práctica

y recurrimos á ella en demanda de su apoyo; por tanto del trabajo únicamente podemos esperar algo.

Figémonos, pues. ' Tiempo es et acto de tirar un golpe sobre la ofensa del ad

versario saliéndole al encuentro y para que cumpla debidamente su objeto se hace preciso que el brazo reciba la herida

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en el acto de tenderse y cuando el tii'ador sale á fondo; entonces y no antes ni después, cogiéndole el pié en el aire es cuando lo recibe.

El porque de este detalle está en que en este caso la reposición es muy difícil; pero si desgraciadamente nuestra arma pasa sin encontrar el brazo del contrario nos llenamos de acero.

En el palo, si el tiempo no logra su objeto, lo grave es recibir un golpe en la cabeza que nos la ponga como un globo terráqueo, puesto que no hay defensa posible, pues si bien podemos acudir & una parada, cambiar de linea ó verificar un trasplanto, saliendo del centro, llegaremos siempre tarde si el adversario es diestro y sabe aprovecharse de esta circunstancia.

Es un golpe que se afina gradualmente y cuyos resultados satisfactorios se hacen desear, es un buen i-ecurso cuando se quiere poner fuera de combate al contrario sin herirle de muerte.

Generalmente se utiliza marchando en retirada; muy despacio, con cautela, buscando el momento oportuno que al fin aparece.

Hemos estudiado mucho este golpe y le conocemos bien. Entre los diferentes tiradores i quienes hemos visto traba

jar, aprendiendo de ellos mucho de lo poco que sabemos, se cuenta uno de fuerza y destreza maravillosa, noble polaco qué ocultaba el nombre ilustre de su casa bajo el seudónimo de Atilano Montf.

Este interesante caballero fué por mucho tiempo mi celoso maestro y cariñoso amigo y su recuerdo vivirá eternamente en mi memoria.

Cuando se proponía no dejar mover á su advei-sario era co-

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i8 sa thecto y d«ba «t tímpooon pivmion imi >^priSsa que im haUa ouedbo sh^U de «lutado.

Este Conde aventurero vivió en España nmehos 'afies/y k ^ «egroso de la emigi^cion, «ervla m tos escuadrones de famoeros polacos, icoando cowaévió i PotoBÍa- uno de esos TOOvi«BÍent@6 'que itaata sangi e ha >dostado & sus vHiientes hijos y tantas lágrimas á sus hermosas bijas: detenido y enci^elado; abogado «n MI ái^anta «n jgeito 4e fibeslad, ípoeios meses idespues murió en el deatovó, i e n ^ inmensí» «stdpaBsihemnasy <^i la (Vida ese noble y generoso eoraaon ip&gó á su patria el sacrifido que !le 4eU». (A)

Bosdaen altoi^ado fe eoZuníod, esa fláaguifiea polenda áA -alma. ^

Hoy al invocar su nombre toquemos el ala del sombrero f«-m. .salndairle.

Paso n o o á la de^racia, .

(1) Por aquella época me encontraba enfarmo en Víterbo, Ita-lituiéaffilebftbíftllegado prqéeéeotede lai>ú2«#¿ra &mitíí*tÍM de Milán y me entretenía recogiendo apuntes, levantando jplanoapara itttéttaf'!*'í>b«iaae muy en breve daré & la ítnpTBtíta *6aii^fitííat

tas anunciando tk muette de mí ami^o querido:: iOÁtéaiatáinente biea'pu'biicaria'trJMvaawcMeii ^^«u&os p a f f i ^ ^ 4e'FraQtüa, donde era tan conocidOjc,al pro|do tiepapo que loa diarios de lú>ma inaértkban su biografía, cñyos puntos más stilientes rayan en inverosímiles por la originalidad que los reviste eon cierfed mbiv novelesco que encanta y deleita.

Ste viíí« aiBglateiPa, el d««loaoraérte"en ^ifarü,4«i8 (Jíiélid-sísíQu» Áocideptes ocurvidos con la policía en,Saiat MalQf u 'fla-tanéia íÉi'Sfadrid, todo en fin, forma xin dorado coo jaoto ^ite sorprende el ánimo v embellece su figura, M-

Concluyó aquello como termina todo v solo gueda el recuerdo ^etoquefttó. ' ' ^>''•

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XIÍL

P A R A D A S .

Á la paraia, siempre que se considere necesaria, debe acu-dii*se oportunamente llevando la defensa al punto donde se espera el golpe y pueda contrarestar su efecto, en un solo mo-\im¡ent(g(i*sin floreos, sin hacer alarde de confianza que puede

t costar muy cava. k Al enemigo por/lo/i9 que aparezca, por poca destraza que

"posea, aun persuadidos de su falta de habilidad y de nuestra superioridad, merece atención, reclama el interés de quien espera eonseguit tñuiífo legítimo; pero sin almiidonarse,. sin confiar demasiado, sin desjireciarle nunca.

El gran Ercilla, el sublime cantor de k Araucana viene én apoyo nuestro diciendo eauno de los capítulos de su inmortal poema; '

«Jamás, debe, señor menospreciai-se el enemigo vivo, pues sabemos puede de una centella levantaráe fuego conque después nos abrasemos: y entonces es cordura ifécelarse cuando en mayor felicidad nos vemos, pues los que gozan próspera bonanza, están aún más sujetos á mudanza.»

Y su opinión no es sospechosa, puesto que á la par que inspirado y elegante poeta fué soldado valeroso.

Así como en el ataque se recomienda aplomo y firmeza en la posición pai'a que el golpe arranque fuerte y seguro, én la defensa es de indispensable iiecesidad conservar á toáo trance

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so el apoyo de los pies en el terreno, sobre todo su plano, pues de otra suerte, la vacilación de las piemaá no tarda en trasmitirse á la mano y es fácil recibir una herida tanto más grave cuanto más interesante sea la parte descubiei'ta. Queremos decir, que nunca ni por nada debe el tirador separarse de las regias prescritas pues en eUas encuent^ siempre la teoría aplicable á los incidentes de la práctica.

Guando el cuerpo está dentro de la vertical y se mueve artísticamente, el brazo trabaja libre, sin esfuerzo y las paradas se ajustan á los golpes que nos dirigen, de tal manera que en las defensas altas el movimiento de la mano en el un dos casi no sé advierte.

En la defensa, corriendo el arma por la línea alcanza siem^ pre la oportunidad necesaria que requiere la parada y es difícil recibir un golpe; pero si nos separamos de esta teoría sancionada por la práctica, el resultado no es dudoso, siendo muy posible nos impriman en el cuerpo una marca indeleble que seftale nuestra torpeza.

La contusión que jH-oduce un p<Uo, suele ser grave, algunas veces, por la mayor sensibilidad de la parte ofendida y por la conmoción que produce en todo el sistema nervioso, en razón de la" fuerza y violencia del cuerpo contundente. Así, pues, es menester precaverse, acudir solíríto á cubrir el punto amagado haciendo jugar al arte el brillante papel que le corresponde. Si pi-escindimos de él, dejando al azar la defensa ó torpes en el manejo de las armas llegamos tai*de recc^eremos la herencia de nuestro abandono. La esgrima forma parte integrante de la educación del hombre y en el mundo del higA Ufe, entre la gente del esport la espada acredita la razón defendiendo el derecho.

Las arotas y el caballo so)l su spirto gentilé.

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5>

JÍR80Dadoy«anttro en«Veampo de la indiferencia y n;o tardaremos en ednlUrar éi má^co resaltado de su efecto.

IKos hemos detenido mucho y.^ predso temiinar. La defen% es interesante por qaé atacando no hacemos mas;

que levantar un ptó, no adelantamos nada todavía; es necesario establecer reciprocidad inteligente entre amfaés juegM y se conúgoe este^ndo, exprimiendo mudio, airancaado al arte paso á pase sos iifijpertaiitísifBoa secreto»; secretos que ateanzatn pfecios bastantes altos, que no están bajo la ruin inffuencis del bolsillo y hay momentos en que todo el oro del mutido ek 'paé& para pagarle»' i.y

Entendida la verdad de lo que queda dicho píxiciiraremo» saldar nuestra cuenta, sintiendo únicamente que el haber de nuestra habiUdad aea inferior al debe de nuestro deseo.

Las paradas son siete. La primera defiende la cabeza del golpe uno y revés uno y

su formación como sigue: . Desde la poécáon de g<im(dia se sube el palo á poca más at-

tura que la cabeza, inclinándolo hacia adelante conservando su aetitud horizontal; tas uQas al frente.

Lámina'i.* figtira. i.* tai tBffimí^ jpotej» la cabeza y el hombro por lá parte de

fuera del tiraésr ó sea lado' ¿toreeho y para llevar el pak> á esta defensa basta bajar la mano derecha sobre el costado, por su misma línea, subir la izquierda á la altura de la cabeza co-tocándoht h su frente, haciendo aparecer el palo s bre la dere-dba wf^pósii^» ^etíknií '

lAmUaai.^ fig^na. 2.' \ La tercera <0abre la cabeza y el hombro por el fla-nco izqok

éff y para j^etícarla baata ibv«rtir el movimiento yejei^^mf^ N ^ Ik s flñda.

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No está de más una observación que debe tenerae presente: tanto el golpe dos como el revés dos, cuyo efecto contraresta esta parada, pueden correi-se por la línea bu8(!ando blanco donde herir y en este caso la defensa debe seguir el movimiento que ellos inician bajando ú subiendo por la suya.

Lámina'i.'figura.!.' Para formar la cuarta^ la mano derecha, que sujeta el palo

por uno de sus estremos baja á colocarse á la altura del muslo del mismo lado: simultúneaipente el, brazo izquierdo se ^para de la primera región del cuerpo, de modo que la mano resulte frente la tetilla derecha é inclinándose hacia adelante presenta el palo vertical al muslo.

Esta parada defiende el brazo y la oadera derecha del revés cuatro.

Lámina %.' fyura. 4.* La quinta se forma de igual manera que la anterior, sobre

«1 costado izquierdo, invirtiendo la posición de las manos y proteje el brazo y la cadera izquierda del corte cuatro.

Lámina ¡á." figura. 5 / La parada sexta defiende la pierna derecha del tirador por la

parte de fuera de modo que puede decirse fundadamente es la tercera del sable, mas como quiera que en la esgrima del palo, en los golpes bajos, no hay inconveniente ninguno en que la pierna pase á segunda no la creemos de gran necesidad.

Lámina 2.' figura 6." La séptima se encuentra en igual caso que la anterior y es la

cuarta del sable que proteje la pierna derecha por la parte de dentro.

Lámina 2. ' figura. 7.* Una sola, de' estas dos defensas; cualquiera de ellas basta á

recibir y parar corriendo el palo de derecha á izquierda ú de

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83 izquierda á derecha todos Ua golp*S' que nos dirijan á las. piernas; pero conviene variar la posición de lá mano á fin de que ' mejor colocada no se haga difícil la fleuon de muñeca en el acto de amagar ó herir contestando sobre la parada. Hemos dicho que la oportunidad, en las armas, es la diosa de la victo-ña. y por tanto su culto debe ser religiosamente guardado; un instante perdido, un espacio de tiempo inapreciable, la vacilación de un momento, una'tardía resolución son siempre causas de desgracias deplorables.

Al llevar el palo á estas defensas, lá mano que lo sujeta no lo apretará mucho y él braza-M conservará sensiblemente recogido para poderlo volver sobre el golpe del contrario con la mayor rapidez posible. No envararse, atacar respondiendo con soltura y parar firme, sindureza en los movimientos.

Esta es la belleza del juego. El desarrollo gradual y progresivo de la fuerza muscular

está en relación directa del trabajo ordenado á que se la somete y este principio es tan axiomático que observándolo se viene en conocimiento de su exactitud. Nosotros lo decimos apoyados en la experiencia, en los hechos prácticos, y en los brillantes resultados conseguidos. La fuerza es necesario educarla y para dirigirla pceciso es inteligencia que la guíe.

De otro modo nunca conseguiremos nada. En una conferencia que celebramos en París con los señores

Doubartier y Mosquera, profesores gimnastas, director él primero de una compañía de acróbatas, sujeto de reeonocido mérito, s^sta número uno y el segunda n¿iK#^ saltarín, mejor flexionado qm é^^^oflorbar^'T^^/e^üilibrista y -autor del balancín que lleva su nombre,(«.1^im(» lugar de demostrar la verdad de cuanto queda •didbio.

toa es&enos prematuros destruyen, no crean; una natura-

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S4

leza, p<ñr rica que sea, puedcf «Rui&srse «B sn momeato, át¡^ maicharse, pues, paulatinamente; consejo que se nos agradecerá siquiera sea en graeia de nuei^ baen deseo.

Los italianos' dices.' €hi vá piam vÁ mno.

XVI. Q U I T E S .

En la esgñtna del palo, el quite se emplea para protejer el caei^ de las estocadas que puedan tiramos y «sta defensa se difér«»icia de la parada en que separa él g<f¡^ que nos dirigen salléndole al encuentro. Mucha \ista, oportunidkd y rajHdez suma son necesarias para hacerle jugar su papet; menester es,, pues, poseer dotes especiales; fae«kHades y actitudes qae difícilmente se adquieren: cierto que la apticasÚM- f <ri trabajo pueden mucho; pero nunca tanto que alcancen á igualarles y aquí áqu6lk> de á.^uim Bú» m^Ho da Salamanca n&ÍBfff$Uf..

No por eso ha de desesperarse d» massg^Mag»^- 'é fes iM-ta del deseo, muy lejos de ello; todo se reduce conformarse con el resultado que se puedd I^B^r, pero esta no es nuestra opinión.

Ahora bie»;.si el contrario pretende herimos con alguna estocada de espada é ^ble déb aaeiB. MrñmoO' del* quit& para evitar nos alcance y atacarte inmediatftmeoite ñn permitir se M-ponga y forme nuevo juego.

Todo esto necesita verse; practiíatrse mucho y bien y p ^ tanto nosotros concedemos poca ó nin^na importan<ita-l&4ÁÍ(lte cuantos tratados «e han escrito y puedan escribirá» i|^ fó sttee*

- i ^ v o . • - , ..

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&5

No hay duda que ilustran, despiertan la afición y avivan e «ntusiasmo; pero no basta; es necesario la presencia y el ejemplo del maestro, un buen prevot con quien tirar y no pasar á un ejercicio sin haber afinado perfectamente el que le precede.

Lo expuesto es la más terminante manifestación de la verdad y basta fijarse para comprender que el procedimiento no necesita ensayarse al agua fuerte para convencernos de su Jjondad.

XV.

CONCLUSIONES Y DEFENSAS DE LAS MISMAS.

Esgrimiendo el palo las conclusiones se forman sobre los golpes y reveses en razón á que. fa agregacim es imposible en este juego. ' •

Presentamos tres conclusiones, una superior y dos inferiores; la primera en ángulo obtuso y la segunda y tercera' en ángulo ^ u d o .

Veamos conno se practica la conclusión superior. Tiene su juego sobre la parada primera, cuando el adversa

rio ha Salido con el golpe ó el revés uno: suponiendo ahora que tratan de herirnos con uno de los expresados golpes, se proteje la región amagada con la parada de primera proeiiran-do desviar su arma hM» arriba; imBedialMoente. ligáremos, verificándolo por su ówlen los do» niovimientos de piernas, afondo y curva m el centro, que no» dtuán la proximidad y actitud necesaria para veriflkar 1* <mclusioñ y simuItoocíBndo ««tos compases se suelte la mano izquierda y la der«itta aparta

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el palo del contrario sobre su lado de fuera; entonces y después de haber venido á la posición de perfilado, sobre la pierna izquierda; la mano izquierda sujeta el brazo del contrario, asiéndole por la muñeca y la derecha que esgrime el arma hace que ésta amenace con una estocada al pecho del enemigo, que con el sable y caso de darla, puédeoste, á cambio de escapes-fuerzo, penetrar hasta donde dice Fabrica nacional de Toledo.

Para verificar la primera inferior es menester que el contrario salga con el golpe cuatro, en cuyo casa se le opone la parada de quinta y adelantando las manos un poco al frente se obliga al adversario á bajar su palo, inclinándolo hacia la izquierda: entonces cvarta á fondo, pies al centro i la mano izquierda suelta el arma y coje la derecha del contrario asegurándola por la muñeca.

Si deseamos formar la segunda inferior, los movimientos son completamente iguales que en la priMera, con la sola diferencia de separar el palo enemigo sobre la derecha, y los compases de piernas curva en el ceairo.

En la defensa de tetf ismctmiines, la gran cuestión, el caballo de batíilla, es conseguir inutilizar ál adtei*irk> dejando^^s efee. to su treta y para conseguir el objeto es preciso que el contráí^ rio «uelte la mano izquierda, para que adelantándose pretenda asir la derecha nuestra, en cuvo caso saldremos de la recta trazada formáií fo una variación de linea á la derecha si la contra conclusión ^ueveriflearaos és ««perior.

Si las contra concluáones ó defensas de las conclusiones fueran inferiores la variación de linea será á la derecha ó parte de fuera siempre que se tire sobre la parada cuarta y sobre la izquierda 6 parte de dentro si es sobré te parada quinta- Ahora bien; como quiera que la salida de linea, pw sí sola, no basta á anular la acción y golpe que pretendan darnos, procuraremos

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S7

ÚiB ttuestpo palo éomine al suyo, pasándolo á la parte su-pertor, at IBÍ^ÍÉÍ^'tiempo «juenuestra imno itquiewla, dií wieis-tk d«sdé'un p^Oétpio, SG^ts h. derecha^t' contraria; éntón* cM-íecibeét rtiifflaao gofpi& qtté pretendía dar. ¡

Wl tiréior Aéb» oamMiíatt-6m golpM túñ exaetit«d raalemá-tioa á fin dé ñfe i ^ burlado jíor hí'destNíztt del contrario; ptte^ parar su juego y practicarita Sentro, siempre, éa las regias y leyes que lo prescriben.

Tratando la teoría de las conclmioties podríamos llenar muchas cuartillas, manifestando las combinaciones de que nacen; pero el tirtbior estudioso é ít^t^ligente las vei-á irse presentando á medida que desarrolle su j%f%9. '

La oportunidad, la rapidez, la vista, el conocimiento del a i^ , ,n<^ darte el r^óltado y nunca mejor que tirándolas armas se aprecia el valor de la fi-ase «El tiempo es oro.i>

XVI.

CONCLUSIÓN.

Hemos terminado. Dadas las reglas y comprendidas, practicado cuanto deja

mos dicho, perfectamente entendidas las combinaciones de los diferentes juegos que pueden formarse, falta recomendar fé y constancia porque es necesario apreciar en toda su fuei*za filosófica el antiguo adagio que dice: " «.Zamora no se ganó en una hora.» Filiados en la bandera de esta nueva cruzada quizá vayMttOs

demasiado lejos; pero el camino que hay que recoiTer^s largo, penoso y aunque en la balanza del destino el platíHo de la es-

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)>eraaza toca el suelo, menester es no dormir arrullados por la alhagüeñaidea,de loque sucederá inafiana. Trabajemos pue^ el movinaienlo de avance está indicado, etestudio es la fuente cuyas aguas vivifican la inteligencia, la eonstaacia es el; émbolo que nos empuja, reneguemos del suefio que ni» enerva sin que podamos decir como el Dante ^ Yo mi/ Virgilio y p&rdk el: cielo por la única culpa de no conocer la fé.

FIN.

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^mmCAPÍTULOS QÜRCONIÍENEJSfA OBRA; ,!• , Pi^üaas.

^:]Óédiait¿¡«^ . . . . . . . . ' . '. . ,. S

introducción. . . . . . . . . . . ' . . 9

PRIMERA. PARTE.

I Noción^ preliminares. . . . . . . . . 11 II PoMcion de perfilado . . . 1 5 III Guardia . 1 6

. IV Guardia ofensiva . . . . 16 t"'Guatdiá defenáva . i . 18

VI Afondo 18 VII Invertir la posición de afondo. . . . . . 22

VIII Pierna atrás ó segunda. . 22 IX Trepidación. . . . ? ,. . . . . . . 23 X ASrioarse.. . . . . . . . . . . . 24

XI Cuarteos. 25 XII Variación de línea. 2ft /

XIU Marchas , ". . . . . . . f7 XIV Saltos. . , . . 28

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# • • • • •

.,*

• SEGUNDA-PAÍITE.' ••' " - T "''•?'•"

rCriiatditt. . . . Il' Golpes y reveses» ^. .

llf ^l^pe uno y revea «no... . . . . . . . 35 iV'GoIee dos. . . . 36 • V Guípeles y revés bmí.. 37

VI Grolpe cuatro y revés cuatro. • O • • • . 317 -m Bstocsdas ah^ii^A. ' 4 . \ ^ . . . . ^

VIITEI^QCft . -. . . ; , . 42 • í%\mckmM^ufK''^'j : . . • . . . n r

X Defensa de las.edtodniBS'.' « , '44' ' '^;>X|>:Gdlpede{Mi^4lHt«Kr..;.v<>-. .- ,.,, .^/»_,"., 4fi ; '

" Tttf'ÍTeñípOs . . . . / . l¿ñ Xm Paadas. , \ . . . . . . . . . . %

"-•'', ' XV Conclusiones y ws;,4e|^«n¡uufj^f • - . . 55' -

XJl Conclusioo . ' / . . , ;^ ' '

• ' • . • . ( •' ; • ' • , • _ > . , " . l i - i • ! - < ) * { *{ . \

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