Escuelas y Universidades en La Baja Edad Media

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HISTORIA MUNDIAL I Monografía Final Escuelas y Universidades en la Baja Edad Media Alumna: Analía Antenucci Profesora: Mónica Jousset Carrera: Profesorado de Historia con trayecto en Ciencias Sociales Institución: ISFD N° 95

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Monografía final realizada por Analía Antenucci para la materia Historia Mundial I (Edad Media) del Profesorado de Historia con Trayecto en Ciencias Sociales, ISFD N°95 de La Plata. Año 2015.

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HISTORIA MUNDIAL IMonografía Final

Escuelas y Universidadesen la Baja Edad Media

Alumna: Analía Antenucci

Profesora: Mónica Jousset

Carrera: Profesorado de Historiacon trayecto en Ciencias Sociales

Institución: ISFD N° 95

Curso: 2do año

Año: 2015

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INTRODUCCIÓN

Desde la historiografía tradicional iluminista, se le ha atribuido a la Edad Media un halo de oscuridad, como si hubiera sido una época de retroceso intelectual, e incluso actualmente se la sigue considerando de esa forma. Un “intermedio” sin valor propio, entre la Antigüedad clásica y el Renacimiento, una era violenta en la cual el progreso humano se suspendió.

Sin embargo, hoy sabemos que los diez siglos transcurridos entre la caída del Imperio Romano de Occidente y el Imperio Bizantino, no fueron en vano. En su seno, se desarrollaron complejos procesos económicos, políticos y sociales que transformaron la fisonomía de la cultura occidental para derivar luego al mundo Moderno.

LAS CIUDADES

La evolución escolar se inscribe en la revolución urbana que se desarrolla entre los siglos X y XIII. No caben dudas que el tiempo medieval cambia en el momento en que se da el inicio de la Baja Edad Media.

En el mundo romano, las ciudades eran un centro político y administrativo, pero fundamentalmente militar y, luego también, económico. Durante la Alta Edad Media, sin embargo, éstas quedan reducidas casi exclusivamente a la función política y administrativa. Fue el cristianismo el que ha mantenido en Occidente una continuidad, por ser una religión ante todo urbana. La ciudad episcopal conserva cierta función económica, ya que en ella se desarrollan los silos del obispo o de los monasterios que almacenan víveres llegados del camo que se distribuyen entre el grupo de habitantes. Por lo demás, incluso donde hubo continuidad, las grandes ciudades medievales fueron por lo general sucesoras de pequeñas ciudades de la Antigüedad o de la Alta Edad Media: Venecia, Florencia, Génova, Pisa, incluso Milán, París, Brujas, Londres, Hamburgo y otras, con excepciones como las ciudades renanas y sobre todo Roma, aunque ésta fue durante este período ante todo un centro religioso.

El historiador Henri Pirenne, ha demostrado que la ciudad medieval nace y se desarrolla a partir de su función económica. Éstas, para nacer, tuvieron la necesidad de un medio rural favorable, pero a la vez fueron ejerciendo una atracción cada vez mayor a medida que se fueron desarrollando. Su población necesita alimentarse, y con ello se amplían las roturaciones en torno a las ciudades y crece enormemente el rendimiento. Según Jacques Le Goff, la emigración del campo a la ciudad entre los siglos X y XIV es uno de los fenómenos más importantes de la cristiandad. La ciudad, a la vez, transforma a la población que recibe en su seno. Pero el mundo continúa siendo rural ante todo, y la sociedad urbana reemplaza sus impulsos por las consignas llegadas del campo.

Con las ciudades, se lleva hasta el límite la especialización laboral dentro de los talleres, ya que pasan a ser además de un lugar de intercambios, un centro productivo. Los feudales, sin embargo, tienen la capacidad para controlar la actividad mediante diversas trabas económicas e institucionales; todavía, esta producción no abastece más que a las necesidades locales, salvo contados casos.

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Dentro del movimiento urbano, la floreciente burguesía comerciante y empresarial siente la necesidad de controlar los tiempos de trabajo y de las operaciones comerciales. Y el intelectual medieval nace con las ciudades como un hombre de oficio más: su actividad es la escritura, la enseñanza, o ambas cosas a la vez.

Si en la época carolingia el libro era un objeto de lujo y las escuelas monopolio de la Iglesia en afán de formar clérigos y administradores, en el siglo XII, a la escuela monástica se le suma la escuela urbana, abierta incluso a estudiantes laicos. El tiempo, detenido al haberle atribuido a la Iglesia la realización de la Historia, se pone en marcha nuevamente a partir de este momento, por parte de intelectuales dentro de un escenario urbano en el que todo circula y cambia.

Luego florecerán las universidades urbanas hacia el siglo XIII, ejerciendo a su vez una gran atracción hacia el medio monástico y transformando las bases sociales conocidas hasta entonces.

CONTRIBUCIONES GRECO-ÁRABES

El medio árabe pasa a ser un intermediario, al haber acogido en bibliotecas y escuelas grandes obras llevadas a Oriente por cristianos heréticos. Y ahora, llegan de regreso a las orillas de la cristiandad occidental en la lucha encarnizada que se da contra el islam, ya que para refutar esta doctrina, los cristianos buscan primeramente conocerla.

España e Italia sólo llevan a cabo el primer tratamiento de esta materia, pero de suma importancia: la traducción que permitirá asimilar esta obra a Occidente. Los traductores serán pioneros de este renacimiento intelectual. Pero son Chartres, París, Laón, Reims y Orleáns, los grandes centros de incorporación de estas contribuciones.

La matemática de Euclides, la astronomía de Ptolomeo, la medicina con Hipócrates y Galeno, la física, la lógica y la ética con Aristóteles. Y tal vez más que la materia, lo que aportan es el método: la curiosidad, el razonamiento y la lógica vuelven a cobrar gran importancia.

Desde el mundo árabe mismo, la aritmética con el álgebra de Al-Kharizmi, y luego el conocimiento a través de Leonardo de Pisa de los números arábigos, en realidad hindúes pero llegados por vía árabe. La medicina con Rhazi, y sobre todo con Ibn Sina o Avicena. Las síntesis de filosofía aristotélica de Al Farabi y Avicena, y un gran vocabulario que se incorpora al comercio: aduana, bazar, gabela, cheque, etc.

PARÍS, UN CENTRO DE LA CULTURA COSMOPOLITA

De todos los centros de la civilización en el aspecto cultural de Occidente, París se ve favorecida por el creciente prestigio de la dinastía de los Capetos. Pero debe ante todo su renombre al brillo de la enseñanza teológica, situada en la cúspide de las disciplinas escolares, pero también por su desarrollo de otra rama de la filosofía que pasa a cobrar cada vez más importancia en este período: la dialéctica. Es de este modo que París, tanto material como simbólicamente, pasa a ser un centro cosmopolita, una suerte de Babilonia moderna.

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Paradójicamente, cuando los intelectuales urbanos absorben el fermento del espíritu y los métodos de pensamiento que habrán de caracterizar al Occidente, asegurando su fuerza intelectual, el espiritualismo monástico reclama retornar al misticismo oriental. De esta forma, dejan libre el camino al desarrollo de escuelas nuevas. Es significativo que por ejemplo, el concilio de Reims de 1131, prohíbe a los monjes el ejercicio de la medicina por fuera de los conventos.

LOS GOLIARDOS

Para los goliardos, París también será un paraíso terrestre. Este grupo, plagado de leyendas a su alrededor sobre su figura, serán llamados vagabundos, bribones, juglares, bufones, bohemios. Pero también desde otro lugar, serán considerados una especie de intelligentzia urbana, una oposición declarada al feudalismo.

A pesar de su importancia, quedarán relegados a las márgenes del movimiento intelectual, y desaparecerán hacia el siglo XIII, perseguidos y condenados. La fijación del movimiento intelectual en centros organizados, es decir, las universidades, será otro factor de su desaparición.

EL NATURALISMO CHARTRENSE

La escuela de Chartres será el epicentro de un grupo de intelectuales que inspirarán, sin temor a la exageración, lo que será más tarte el Renacimiento. Su base será la creencia en la omnipotencia de la naturaleza, como un ente fecundante, creador, de recursos inagotables. Así, fundan el optimismo naturalista del siglo XII, un siglo de desarrollo y expansión.

La racionalidad del mundo como un todo armónico también es una fuente de optimismo. Se desacraliza la naturaleza, y esto constituye un prolegómeno de las ciencias. Ya el cristianismo había hecho un gran aporte, según Pierre Duhem, al dejar de considerarla a ella y a sus fenómenos como dioses, y sino más bien como creaciones de un Dios. En esta nueva etapa, además, pasan a ser el carácter racional de la creación.

Para el humanismo de Chartres, el hombre es el objeto y centro de esta creación, ya que el mundo fue creado para él. Este hombre es un ser racional, y en él se realiza la unión activa entre razón y fé.

En el taller de la humanidad, el homo faber es un artesano que imita a la naturaleza, transformando y creando. Se da lugar entonces a nuevas disciplinas: la dialéctica, la física, la ética siguen siendo muy relevantes, pero también las técnicas científicas y artesanales van a cobrar importancia.

Algunos intelectuales que se distinguen en Chartres son Bernardo Silvestris y Guillermo de Conches, hombres de ciencia y profesores, preocupados por dar a sus alumnos una sólida formación gramatical y de métodos de pensamiento. Así también, Juan de Salisbury, es un literato que podemos relacionar con el humanismo que conocemos hoy en día. Gilberto de la Porrée, por otro lado, es un pensador profundo que se ocupa de formar apasionados y numerosos discípulos.

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Chartres formó sobre todo pioneros, intelectuales que comienzan a incorporar a la enseñanza tradicional de la Iglesia, todo lo que puedan tomar de los innovadores sin promover escándalo. Muchas de estas enseñanzas se traducirán en manuales que serán básicos para la enseñanza universitaria del siglo XIII.

EL DIFÍCIL EQUILIBRO ENTRE LA RAZÓN Y LA FÉ

En Santo Tomás de Aquino (1225-1274) puede decirse que se llega a la forma más perfecta de la filosofía escolástica o de la cristiana en general. Él se consideraba mayormente un teólogo más que un filósofo, en tanto su interés estaba en poner a la razón en servicio de la fé. Según esta doctrina, la razón es más clara que la fé, pero no puede alcanzar totalmente a Dios, ya que existen misterios suprarracionales que la sobrepasan. La verdad es una, por lo cual no hay contradiccion (no existe lo antirracional), sino que la razón se subordina finalmente a la fé, y la filosofía y la ciencia, a la teología. Santo Tomás defiende la existencia de Dios por vías racionales, y lo define como la perfección absoluta y la omnipotencia frente a todo lo demás. Su originalidad se encuentra en la escolástica como método a tales fines.

Sin embargo, se darán grandes disputas internas entre tomistas y agustinistas, que a la autoridad de Aristóteles oponen la de Platón. Éstos, cuando ven una contradicción, no buscan la conciliación, sino seguir tanto a las escrituras como a la razón, constituyendo entonces una doble verdad. Averroes, comentador árabe de la obra de Aristóteles, va a representar esta corriente intelectual llamada averroísmo, que separa definitivamente a la razón y a la fé.

S. XIII: EL SIGLO DE LAS UNIVERSIDADES

Será el auge de las universidades porque, más en general, será el de las corporaciones. Se organizan lentamente, mediante conquistas sucesivas, por incidentes fortuitos la mayor de las veces. Los estatutos se sancionan tardíamente. Las universidades, de este modo, adquieren una autonomía que inquieta a los otros poderes, tanto eclesiásticos como laicos.

Los universitarios son ante todo son clérigos y el obispo los reclama como súbditos, ya que la enseñanza es en sí misma una función eclesiástica. Pero el obispo, jefe de escuelas, delega sus poderes a un funcionario, el scolasticus o canciller. Pero con el tiempo, la universidad pasa a tener autoridades propias que designan al canciller, y su poder va menguando.

Por otro lado, las universidades también enfrentan al poder real, ya que los soberanos intentan dominar estas corporaciones, que aportaban riqueza y valor a su reino y constituían lugares de formación de sus funcionarios. Pero en París, la universidad adquiere definitivamente su autonomía en 1229 después de sangrientos sucesos que dejaron un saldo de estudiantes muertos a manos de la policía real. Y en Oxford, la universidad obtiene sus primeras libertades en 1214, a partir de la excomulgación de Juan Sin Tierra y una serie de conflictos sucesivos.

Los universitarios, sin embargo, encuentran en el papado un aliado poderoso. La Santa Sede va a reconocer la importancia de la actividad intelectual, pero no de manera desinteresada, ya que pretende colocar a las

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universidades bajo su jurisdicción. De esta manera, las órdenes mendicantes se introducen en ella, desviándose de sus primitivos fines para intentar un catequismo que seducirá a un gran grupo de intelectuales.

La corporación universitaria parisiense, tomada como ejemplo paradigmático, se va a componer de cuatro facultades: Arte, Derecho Canónico (prohibido desde 1219 la enseñanza del Derecho Civil), Medicina y Teología.

El poder de la corporación universitaria se va a basar en tres privilegios esenciales: la autonomía jurisdiccional (dentro de la Iglesia como marco, con ciertas restricciones y facultades apelatorias), el derecho de huelga y de secesión, y el monopolio de la colación de grados universitarios.

EL MÉTODO ESCOLÁSTICO

El escolasticismo tiene una base de gramática, herencia en gran parte de Bernardo de Chartres. Luego, siguen las leyes de la demostración: la dialéctica, dotada de un contenido de pensamiento eficaz. Los textos que lo nutren, a la vez, deben gozar de una autoridad de renombre, legado del pasado de la civilización occidental: la Biblia, los padres de la Iglesia, Platón, Aristóteles, los árabes.

A la vez, se unen las leyes de la imitación con las de la razón, las prescripciones de la autoridad con los argumentos de la ciencia. La teología apela a la razón y así se convierte en una ciencia.

Pero al no dar lugar al trabajo manual, el escolasticismo aisló al trabajo intelectual, socavando las bases de la condición universitaria. El peligro consiste en el esclerosamiento, la repetición y la cerrazón.

A la evolución social que suponen la aristocratización de las universidades, y el desarrollo de colegios que alcanzaron gran renombre a partir del siglo XIV, corresponde una paralela evolución del escolasticismo mismo, que llega a renegar de sus fundamentos.

Surgen corrientes críticas y escépticas con Duns Scoto y Guillermo de Ockham, surge también el experimentalismo científico de los mertonianos de Oxford y los doctores parisienses, que de a poco conduce al empirismo, el averroísmo, y finalmente el antiintelectualismo que tiñe todo el escolasticismo de la decandencia de la Edad Media, nutriéndose en el misticismo del maestro Eckhart.

Los pensadores de la época se rebelan contra el pensamiento tomista, y se encuentra en ellos un clima más parecido al del agustinismo, pero de a poco se efectúa un divorcio entre la razón y la fé. Incluso, según Le Goff, se ha querido ver en estos maestros a los grandes hombres de ciencia de comienzos de la Edad Moderna.

EL ANTIINTELECTUALISMO

Pero más adelante, se llega a un límite interesante con el surgimiento de una corriente antiintelectualista que ejerce una gran atracción en la mayor parte de los pensadores de fines de la Edad Media, y cuyo mayor exponente es el maestro Eckhart. Aristóteles y los argumentos escolásticos son dejados de lado, en favor de un

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regreso a los textos bíblicos pero con otro signo particular. Así, los universitarios se aproximan a cierta espiritualidad humanista, en la cual el misticismo y la individualidad pasan a ser nuevos y poderosos valuartes.

NACIONALIZACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES

Con la crisis del siglo XIV, se acentúa la centralización de los Estados y se preparan la monarquía francesa de Carlos VII y de Luis XI, la realeza inglesa de los Tudor, la unidad española de los Reyes Católicos. Aumenta el nivel de vida de las nuevas capas sociales y mejoran el bienestar y el gusto, avanzan el interés científico y el descubrimiento, y con ellos un nuevo interés de dominar la naturaleza se va perfilando.

A partir de estos progresos, las universidades toman un carácter cada vez más nacional o hasta regional. Incluso se convierten en potencias políticas, desempeñando un papel activo en las luchas entre los estados, y se integran en las nuevas estructuras, inspiradas por sentimientos nacionalistas.

CONCLUSIÓN

En un principio, lo que la Edad Media conoció de la Antigüedad fue legado por el Bajo Imperio, que había ya empobrecido ciertamente la literatura, el pensamiento y el arte grecorromanos. La Alta Edad Media occidental, de esta forma, y con su componente bárbaro, pude asimilarlo con facilidad y utilizó aquel bagaje intelectual del mundo grecolatino (las más de las veces fragmentado, deformado, descontextualizado) para fundirlo en moldes cristianos. Pero por esta misma razón, este pensamiento logró ser atemporalizado; las verdades tenían que ser eternas.

Es a partir del siglo XII que, lentamente, se empezaron a configurar las bases de una intelectualidad medieval de características particulares, que nacerá en las ciudades y se desarrollará no sólo en el ámbito monástico sino también en universidades autónomas, en las cuales habrá un lugar para las críticas al sistema feudal y una nueva apertura hacia una nueva sociedad. Las universidades toman entonces un protagonismo inédito en esta nueva configuración económico-política moderna.

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BIBLIOGRAFÍA

CARPIO, Adolfo P. Principios de Filosofía, Una Introducción a su Problemática. Glauco, 1998. LE GOFF, Jacques. La Civilización del Occidente Medieval. Ediciones Paidós, 1999. LE GOFF, Jacques. Los Intelectuales en la Edad Media. Gedisa, 1990. ROMERO, José Luis. Historia de la Edad Media, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1949.