Escuela pública y derecho a la educación

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opinión 74 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº 443 MARZO 2014 } JULIO ROGERO ANAYA Miembro del MRP Escuela Abierta, de Getafe (Madrid). En el contexto social y económico actual, el Estado, junto a sus instituciones, ha dejado de estar al servicio de todos sus ciudadanos y ha sido secuestrado para destruir lo colectivo. Ante esta situación, es más necesario que nunca liberar la escuela pública para que vuelva a ser el espacio colectivo donde se desarrolla sin límites el derecho a la educación para todos. ESCUELA PÚBLICA Y DERECHO A LA EDUCACIÓN NÚRIA GIRALT Libro 1.indb 74 Libro 1.indb 74 19/02/2014 17:09:22 19/02/2014 17:09:22

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JULIO ROGERO ANAYA Miembro del MRP Escuela Abierta, de Getafe (Madrid) CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº 443 MARZO 2014

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74 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº 443 MARZO 2014 }

JULIO ROGERO ANAYAMiembro del MRP Escuela Abierta, de Getafe (Madrid).

En el contexto social y económico actual, el Estado, junto a sus instituciones, ha dejado de estar al servicio

de todos sus ciudadanos y ha sido secuestrado para destruir lo colectivo. Ante esta situación, es más necesario

que nunca liberar la escuela pública para que vuelva a ser el espacio colectivo donde se desarrolla sin límites

el derecho a la educación para todos.

ESCUELA PÚBLICA Y DERECHO A LA EDUCACIÓN

NÚRIA GIRALT

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En la sociedad de dominio del neolibe-ralismo vivimos un retroceso importante en lo que es la adquisición y consolidación de derechos. Considerábamos que habían sido conquistados y firmemente asentados en nuestra sociedad, pero sin embargo esto no es así. ¿Cómo no hacer referencia al artículo 27 de la Constitución española, donde se reconoce la educación como un derecho inalienable? No podemos negar que ha habido procesos institucionales en los que se abría paso este derecho, como otros muchos: la universalización de la educación, su gratuidad y obligatoriedad; la dedicación de mayores recursos y me-dios económicos; el aumento del número de centros educativos y de profesores; la disminución de ratios; los programas de atención a la diversidad, de compensación educativa, de apoyo al alumnado con más dificultades… También creímos que la consolidación del derecho a la educación venía pareja a la consolidación de la es-cuela pública, la escuela de todos.

Sociedad capitalista y derechos humanos son incompatibles

Desde el final de la guerra fría hasta hoy, los derechos humanos se han convertido en el plano global en una idea fuerza “que determina la finalidad y la legitimidad tan-to del poder interno de los estados como de su articulación en el sistema interna-cional” (Brito, 2010). Pero desde hace tiem-po caminamos en la dirección contraria. La justificación del actual olvido y violación de los derechos humanos y, en concreto del derecho a la educación, son las dife-rentes crisis económicas que se han pro-ducido desde los años setenta. Y culmina en la actual, que toma como ejemplo a seguir el modelo neoliberal más duro, des-viando “la definición de las obligaciones de los gobiernos respecto a los derechos humanos hacia el modelo americano de protección frente al Estado, en lugar de por el Estado” (Tomasevski, 2004, p. 16). Los ideólogos del neoliberalismo han lo-grado dar la vuelta a los males que en los años setenta se achacaban al capitalismo y “desde los años ochenta los mismos ma-les eran sistemáticamente atribuidos al Estado. El capitalismo ya no es el proble-ma, se ha convertido en la solución uni-versal” (Laval y Dardot, 2013, p. 210), se-gún los plutócratas y los acumuladores de poder. El ataque a los derechos humanos va ligado a la eliminación del Estado como

garante de su aplicación en todos los ciu-dadanos de su ámbito territorial. Ahora el garante es el mercado, y los derechos son convertidos en bienes de consumo, ser-vicios y mercancías con los que se trafica en el mercado.

Vivimos un periodo histórico marcado por lógicas dominantes del mercado neo-liberal que llevan a la exclusión creciente de los más débiles y a un aumento signi-ficativo de la insensibilidad de los demás. Una parte importante de la humanidad desempeña la función de masa sobrante y deshechos humanos, para los que no existen vida digna ni derechos humanos.

El derecho a la educación va ligado a una escuela pública consolidada, fuerte, de calidad, que llegue y responda a las necesidades de realización de todos y cada uno de los ciudadanos. Si el derecho a la educación es incompatible con el sistema social dominante, también lo es la escue-la pública como el espacio y el tiempo del que se dota la ciudadanía para autoedu-carse y crecer en justicia y equidad.

El derecho a la educación, un derecho vital

Este derecho no consiste solo en ir a la escuela; es algo más. Es el derecho a ser quien se es y a desarrollar al máximo to-das las potencialidades. Es el derecho a ser sujetos en proceso en el seno de co-lectivos de sujetos.

El aprendizaje de los derechos humanos lleva consigo tres aspectos necesarios y

simultáneos en su desarrollo, ligados al proceso de construirse como personas sujetos: el aprendizaje ha de ser de y so-bre los derechos humanos; hay que vivir los derechos humanos en todo momento y en todo lugar, y su aprendizaje debe ir ligado a la práctica cotidiana de la convi-vencia humana en el centro educativo y en la vida.

El derecho a la educación es un derecho vital que consiste en hacer efectivo en to-dos y cada uno de los seres humanos el desarrollo pleno de la personalidad hu-mana y de todas sus potencialidades y capacidades. Negarlo es negar el derecho a la vida, a una vida digna. Es mucho más que la universalización de la educación, que todavía no es una realidad consegui-da en muchos países. En España se logró no hace muchos años.

Estar escolarizado es el primer paso para que el derecho a la educación se cumpla. Pero en torno a un 25% de las personas escolarizadas en nuestro país no logran los objetivos de la educación básica, y otros abandonan antes de que se cumplan los mínimos educativos. Si hablamos de la realización del fin principal de la edu-cación, son muchos más los que, aunque aprobados por el sistema, se quedan en el camino del cumplimiento de sus pro-yectos vitales.

La escuela del capitalismo total

No cabe duda de que el derecho a la educación es una conquista de la huma-nidad irrenunciable para todos y cada uno de los seres humanos. Sin embargo, tam-bién sabemos que el acceso de todos a la educación en nuestro sistema social se hace imposible –como en otros muchos sistemas– o solo se realiza muy parcial-mente. No es este el sistema social que queremos, ni es esta la escuela que de-fendemos.

La que tenemos es “la escuela del ca-pitalismo total” (expresión utilizada por Michéa, 2002), y está secuestrada por el poder para ponerla al servicio del merca-do neoliberal. Solo permite ejercer el de-recho a la educación a los que la pueden pagar, los que tienen una posición social privilegiada o un capital cultural garanti-zado; son los consumidores y clientes de garantía para el negocio de la enseñanza. Y promueve la selección, la clasificación, el darwinismo escolar, el éxito de unos pocos, pero siempre que respondan bien

Se hace imposible el derecho a la educación cuando se destruye la escuela pública

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a los contenidos académicos que la com-petitividad en el mercado de producción y consumo requiera, desde el más des-humanizado individualismo.

Se hace imposible el derecho a la edu-cación cuando se destruye la escuela pú-blica, reduciendo hasta el 3,6% del PIB el presupuesto en Educación, cuando para el 2014 se eliminan más de 7.000 millones de euros junto a los más de 6.500 millones recortados en años anteriores. ¿Algún día llegaremos a la inversión que hacen los mejores países de nuestro entorno o al 10% de Brasil o al 13% de Cuba? Es ver-dad que ellos vienen de un abandono an-cestral de la educación, casi como noso-tros. En España, la única solución que desarrollan es la privatización creciente de la escuela para el negocio de los privati-zadores. Se promueve la escuela privada por unos pocos, para unos pocos. Por eso no quieren que haya una escuela pública. La escuela pública es peligrosa porque reivindica el derecho a la educación de todos, del que nadie puede ser excluido, y además se compromete a hacer realidad ese derecho, aunque todavía no lo haya logrado. Por eso hay que desprestigiarla primero y destruirla después. Despresti-giando a su profesorado, después a las “pobres” familias que no aspiran a la ex-celencia para sus hijos… Nos dicen que es una escuela ineficaz, incompetente (in-capaz de competir) e ineficiente. Por eso todas las escuelas, también las públicas, tienen que funcionar como empresas com-petitivas en el mercado de la educación.

En este sistema educativo, como en la sociedad del capitalismo total, domina el darwinismo social. Es la cultura de la me-ritocracia, la excelencia y el éxito de unos pocos: tener más méritos que el contrario. Es la filosofía del desprecio al perdedor, incrustada también en el “alma de los po-bres”. Hoy pierden los “desimportantes”, los “invisibles”, los “inútiles”, los “insol-ventes”, los “nadie”... Para el bien de to-dos, nos dicen que es necesario que los mejor dotados prosperen y los peor do-tados desaparezcan. Y en ello la escuela cumple su papel imponiendo el darwinis-mo escolar. Por eso dicen que hay que invertir en la selección de los excelentes: bachilleratos de excelencia, planes de re-fuerzo a los alumnos de altas capacidades, centros especializados... Y hay que eliminar los recursos dedicados a los “fracasados”.

Las políticas educativas de los últimos veinte años asumen las tesis neoliberales y las llevan a los sistemas educativos para

que estos se pongan al servicio del mer-cado. Aunque no es este el espacio para un análisis en profundidad, sí quiero re-saltar que dichas políticas culminan hoy en las propuestas que se están haciendo con la disculpa de la crisis económica que vivimos.

Los analistas e ideólogos del neolibe-ralismo catalogan la crisis de la educación actual como una crisis de eficacia, eficien-cia y productividad. Es una escuela que no cumple sus objetivos porque se ha em-peñado en hacer universal y gratuita la educación, nos dicen. Para ellos la solu-ción es la conversión de la educación en una mercancía que sometida a las leyes de la oferta y la demanda es comprada por quien la puede pagar y se vende al mejor postor. Es la conversión del ciuda-dano en cliente y consumidor de la ofer-ta educativa en el mercado de la educa-ción. La competitividad será central y los resultados serán la prueba de su eficien-cia. A los excelentes, los que mejores re-sultados obtienen, son a los que hay que

dedicar los recursos, porque son los que los aprovechan. Los que no tienen buenos resultados, porque no se “esfuerzan”, son los culpables de su propio fracaso y no merecen los escasos recursos disponibles. Quien mejor promueve y desarrolla la es-cuela del capitalismo más inhumano es la nueva Ley de Educación recientemente aprobada.

Se ha creado un contexto social de ries-go y desigualdad para las víctimas de la crisis actual (28% de pobres). “La desigual-dad en el sistema educativo español ha empeorado. En el anterior informe, hace tres años, España era uno de los países del mundo con más equidad en su sistema educativo, y eso se ha perdido. Los moti-vos parecen obvios: además de la crisis, que ha disparado la desigualdad econó-mica, los recortes en Educación también

van por barrios y afectan mucho más a los que menos tienen” (Escolar, 2013).

La escuela pública, garante del derecho de todos a la educación

Los estados tienen la obligación de pro-teger y cumplir el derecho a la educación. Las instituciones públicas son los instru-mentos que los estados utilizan para su protección. En el caso de la educación, es la escuela pública, la escuela del pue-blo, la escuela de todos los ciudadanos sin exclusión de ningún tipo.

Cuando el Estado y sus instituciones están al servicio del pueblo, su función central es la protección y cuidado de la escuela pública. Eso significa proteger y cuidar la educación de todos, porque esa escuela es el espacio colectivo donde se desarrolla, sin límites, ese derecho para todos y cada uno.

La escuela pública es la garantía que se ofrecen a sí mismos todos los ciudadanos

y ciudadanas en una democracia partici-pativa para hacer eficaz el derecho a la educación. Cuando este espacio colectivo que es la escuela pública es secuestrado por los intereses de cualquiera de sus par-ticipantes, es cuando deja de ser público y de todos para convertirse en el lugar de realización de los intereses de unos pocos, a costa de todos los demás. Cuando el Estado, junto a sus instituciones, ha deja-do de estar al servicio de todos y ha sido secuestrado para destruir lo colectivo, se nos impone la necesidad de liberar ese espacio común que es la escuela pública y hacer que cumpla con su deber “desde el punto de vista del derecho a la educa-ción: garantizar el éxito escolar de todos los alumnos y alumnas. Para ello, debe centrarse y cuidar fundamentalmente dos cosas: la atención a la diversidad y la in-

Solo la educación pública puede garantizar los contenidos centrales del derecho a la educación: asequibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y adaptabilidad

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clusión de todos los alumnos y alumnas”. (Uruñuela, 2012, p. 12). Por eso no es su-ficiente con la escolarización universal y obligatoria. Además, es necesario que se recupere la gratuidad hoy perdida. Ahora la escolarización se concreta como el de-recho a aprender, que no es otra cosa que el derecho a vivir con dignidad desarro-llando todas las capacidades que permitan ser feliz en una sociedad tan compleja como la actual. El derecho de todos a la educación solo es posible en la escuela pública como referente utópico.

Las nuevas exigencias del derecho a la educación son muchas y diversas. En los países donde todavía no se dan los mínimos en cuanto a la gratuidad, universalización, obligatoriedad y calidad de la educación básica, se ha de avanzar mucho en esa di-rección. En países como el nuestro se han de retomar las exigencias más elementales que están poniendo en peligro este dere-cho frente a la disminución y casi eliminación de las condiciones que hacen de él una realidad. Es verdad que son exigencias vie-jas y en pequeña parte cumplidas. Pero sobre lo conquistado entendemos que se ha de llegar mucho más allá, haciendo que en el seno del derecho a la educación se cumplan los derechos del niño, que con demasiada frecuencia son ignorados en el sistema educativo: ellos son la garantía del cumplimiento del derecho a la educación.

La escuela pública, la del pueblo, la de todos, es la única con la que el Estado debe estar comprometido; sencillamente, porque la educación pública es una res-ponsabilidad pública, y solo ella puede garantizar los contenidos centrales del de-recho a la educación (“las cuatro aes”; Tomasevski, 2004, p. 79): a) asequibilidad, el Gobierno debe asegurar que la educa-ción gratuita y obligatoria sea asequible para todos los chicos y chicas en edad escolar; b) accesibilidad, el Gobierno se obliga a asegurar el acceso a la educación a todos en edad escolar obligatoria; c) aceptabilidad, supone garantías de cali-dad para la educación considerando a los chicos y chicas como sujetos de derecho a la educación y sujetos de derechos en la educación; d) adaptabilidad, demanda que las escuelas se adapten a los niños y niñas según la Convención de Derechos del Niño, exigiendo “garantías para todos los derechos humanos dentro de la edu-cación, así como para mejorar los derechos humanos a través de la educación”.

Hoy es necesario repensar el derecho a la educación desde una escuela pública

inclusiva, democrática, laica, respetuosa con la diversidad y la singularidad de cada persona, que tiene en cuenta la diferencia y promueve la igualdad, intercultural y mes-tiza, coeducativa, innovadora, liberadora, solidaria y comprometida con los proble-mas, esperanzas y alegrías de la humani-dad, que alimenta los sueños de realización humana en todos y cada uno. Debemos repensar y rehacer la utopía de la escuela pública que estamos construyendo y hacia la que queremos caminar, porque es la que hace realidad los derechos en la edu-cación y el derecho a la educación de to-dos, para todos y con todos.

La escuela pública hace efectiva la li-bertad de elección educativa porque es la que hace que cada uno sea como es y se convierta en lo que quiere ser, y garan-tiza el cumplimiento de los derechos del niño y de la niña.

Para que el derecho a la educación de calidad (artículos 28 y 29 de la Convención de los Derechos del Niño, 1989) sea una realidad plena, hay que poner en el centro “el interés superior del niño” (artículo 3.1). Todos los niños y niñas tienen derecho a una vida digna (artículo 6) y a ser respeta-dos en su dignidad, así como a no ser dis-criminados (artículo 2.1). Tienen derecho a un nombre, a una nacionalidad y a una identidad (artículos 7 y 8), y por tanto, a su diferencia y singularidad. Tienen derecho a expresar su opinión y a ser escuchados, a asociarse (artículo 15), a la libertad de expresión, a la libertad de pensamiento, conciencia y religión (artículos 12, 13 y 14), y para ello es imprescindible una escuela pública laica. Tienen derecho a la intimidad (artículo 16) tantas veces burlada; derecho al acceso a una información adecuada (ar-tículo 17); derecho a la salud, a los servicios sanitarios, a las prestaciones sociales y a un nivel de vida adecuado (artículos 24, 26 y 27), al juego y al descanso (artículo 31).

Todos los niños y niñas tienen derecho a ser respetados en sus ritmos y procesos de aprendizaje, a la pasión por conocer, a que sus preguntas sean escuchadas, al cul-tivo de la sensibilidad y la belleza, al culti-vo de sus emociones, a experimentar la ternura, a reír y a llorar, a amar y a ser ama-do, a abrazar y a ser abrazados, a ser y sentirse queridos, a cuidar y a ser cuidado. Tienen derecho a su autonomía creciente, a su propio proceso autocreativo, a pensar por sí mismos, libre y críticamente, y a ser respetados en su conciencia autónoma; derecho a utilizar sus manos, a la creativi-dad y a ser creadores de su propia vida, a

equivocarse y aprender del error; derecho a la pasión compartida por la vida (com-pasión), a la gratuidad y a la gratitud, a soñar e imaginar. Tienen derecho a la ale-gría y a ser felices.

Está claro que todo esto no tiene nada que ver con la nueva Ley de Educación, en la que el ser humano es reducido a capital humano y su educación (manipu-lación) está en función de sus resultados útiles a la economía capitalista. Para ellos es de vital importancia que no exista el derecho a la educación ni una escuela pú-blica que lo haga efectivo.

Brito, Juan Manuel (2010): “La defensa internacional de los derechos humanos”, en Página Abierta, n.º 206, pp. 35-37.

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para saber más

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