Escuchar, ver, tocar la buena noticia

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41 SEMANA DE LA VIDA RELIGIOSA. Escuchar, ver, tocar la buena noticia Lo que yo pueda decir, todos lo sabéis muy bien. Y antes que yo han hablado otros hermanos y hermanas con acierto, profundidad y sencillez. No voy a decir nada diferente, ni voy a presentar específicamente nuestro carisma congregacional. Simplemente, me gustaría compartir muy brevemente, pero con confianza y libertad, lo que la Congregación intuye, sueña y busca y ha ido dibujando en su corto trayecto histórico de cara a la evangelización Un trayecto que no ha recorrido sola, sino inserta en la iglesia y por lo tanto, bebiendo también de las búsquedas, sueños e intuiciones de todas vuestras Congregaciones. Estamos anudados en este trayecto unos a otros. A veces somos capaces de reconocerlo y a veces no. Pero lo sepamos o no, no hay otro camino que el que nos ha unido: Jesús. Y en Él solo cabe la fraternidad, la mesa común, la liberación de los pobres, la dignidad de cada persona. Toda persona tiene un sueño en su vida. Es lo que nos mueve, lo que nos hace continuar a pesar de la fatiga. Lo que nos hace “inventar” nuevos modos de vida, nuevos modos de relacionarnos. Lo que nos alimenta, nos descansa y nos fortalece. También lo que nos preocupa y ocupa, lo que nos da miedo perder, lo que nos hace tomar conciencia de nuestra debilidad y limitación. Podríamos ir añadiendo muchas cosas más. En definitiva, el sueño es lo que nos hace vivir. ¿Cuál es nuestro sueño como religiosos y religiosas?. Cada familia tiene el suyo propio, algo así como la denominación de origen. Pero todos nos enraizamos en el sueño creador y eterno de Dios: la felicidad, concretada de modo inequívoco en la Buena noticia de Jesús. Ese es nuestro sueño originario, el que nos hace levantar los ojos al cielo y cimenta nuestros pies en la tierra. El que abre nuestro corazón a la novedad del Reino y nos lleva por los caminos inhóspitos o frondosos de la humanidad, siempre junto a los pobres de la tierra y siempre con la esperanza en Jesús, nuestra mejor herencia, 1 | ESCUCHAR , VER , TOCAR LA BUENA NOTICIA

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41 SEMANA DE LA VIDA RELIGIOSA.

Escuchar, ver, tocar la buena noticia

Lo que yo pueda decir, todos lo sabéis muy bien. Y antes que yo han hablado otros hermanos y hermanas con acierto, profundidad y sencillez. No voy a decir nada diferente, ni voy a presentar específicamente nuestro carisma congregacional. Simplemente, me gustaría compartir muy brevemente, pero con confianza y libertad, lo que la Congregación intuye, sueña y busca y ha ido dibujando en su corto trayecto histórico de cara a la evangelización

Un trayecto que no ha recorrido sola, sino inserta en la iglesia y por lo tanto, bebiendo también de las búsquedas, sueños e intuiciones de todas vuestras Congregaciones. Estamos anudados en este trayecto unos a otros. A veces somos capaces de reconocerlo y a veces no. Pero lo sepamos o no, no hay otro camino que el que nos ha unido: Jesús. Y en Él solo cabe la fraternidad, la mesa común, la liberación de los pobres, la dignidad de cada persona.

Toda persona tiene un sueño en su vida. Es lo que nos mueve, lo que nos hace continuar a pesar de la fatiga. Lo que nos hace “inventar” nuevos modos de vida, nuevos modos de relacionarnos. Lo que nos alimenta, nos descansa y nos fortalece. También lo que nos preocupa y ocupa, lo que nos da miedo perder, lo que nos hace tomar conciencia de nuestra debilidad y limitación. Podríamos ir añadiendo muchas cosas más. En definitiva, el sueño es lo que nos hace vivir.

¿Cuál es nuestro sueño como religiosos y religiosas?. Cada familia tiene el suyo propio, algo así como la denominación de origen. Pero todos nos enraizamos en el sueño creador y eterno de Dios: la felicidad, concretada de modo inequívoco en la Buena noticia de Jesús.

Ese es nuestro sueño originario, el que nos hace levantar los ojos al cielo y cimenta nuestros pies en la tierra. El que abre nuestro corazón a la novedad del Reino y nos lleva por los caminos inhóspitos o frondosos de la humanidad, siempre junto a los pobres de la tierra y siempre con la esperanza en Jesús, nuestra mejor herencia, nuestro único tesoro por el que lo hemos dejado todo y por el que recorremos nuestra historia personal y congregacional con una sola mochila, la del desapropio de los pobres, el desapropio de Jesús

Una mochila pesada y ligera a un mismo tiempo. Pesada por la multitud de despojados en nuestro hoy del mundo y de la historia. Y ligera porque la llevamos entre todos, fraternalmente, siguiendo a Jesús en su camino de amor y liberación y con el empeño por hacer hermanos y hermanas en el camino

Bien, ese es el sueño. Y ese sueño está hecho con rostros concretos y derechos inalienables. Y de nuevo volvemos a estar todos enraizados y enlazados en la contemplación cordial y creativa del rostro de Jesús, hecho visible en los hambrientos, los despojados, los excluidos, los maltratados…

Nuestro carisma congregacional, como Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, lo definimos de manera muy sencilla, a partir de las palabras que nuestra Fundadora decía a las hermanas reiteradamente: “Haced siempre el bien porque el amor de Dios que no se expansiona en el prójimo es una tragedia”. Sólo eso.

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En esa misión de hacer el bien, las tareas que se fueron presentando a la Congregación son la educación, los enfermos y ancianos y la mujer. Vamos, como casi todas las Congregaciones.

Nuestras preferencias: personas sordas y ciegas, enfermos de lepra, ancianos abandonados y mujer obrera. Campos de misión que han ido evolucionando con el tiempo y con la sensibilidad ante nuevas necesidades y nuevos avances políticos, sociales, científicos…

¿Qué supone hoy hacer el bien en nuestro mundo?. ¿Qué supone ser testigos de la buena noticia del Reino?. ¿Qué supone, hoy, la educación y rehabilitación de la persona ciega o sorda, la promoción de la mujer obrera, la atención digna de la persona anciana, la educación de la niñez y juventud…? ¿Qué supone en nuestra metamorfosis particular y universal, en nuestra forma de vivir la espiritualidad…? ¿En nuestro modo de seguir a Jesús y en nuestra condición eclesial…?

En tres pinceladas, y a partir de la particularidad de la misión congregacional, me gustaría dibujar algunos de los retos universales que creo se nos plantean hoy como vida religiosa, teniendo en cuenta tres movimientos del corazón: escuchar, ver, tocar:

“Escuchó el clamor de su pueblo, vió el sufrimiento, se le conmovieron las entrañas y bajó a tocarlo con sus propias manos”

1. Escuchar y decir la buena noticia2. Ver la Buena noticia3. Tocar la buena noticia

I. ESCUCHAR Y HABLAR LA BUENA NOTICIA: Aprender a escuchar el clamor de los pobres, y gritar, susurrar, cantar y decir el clamor de los pobres

Despertar el oído y sacar la palabra de las personas sordas es una hermosa tarea, siempre compleja y siempre humanizadora. La comunicación es la manera más visible que tenemos como personas humanas. Para alguien que no oye y además no puede hablar, su relación está muy mermada. Estamos ante un problema de incomunicación, que no sólo afecta al sordo y mudo, sino a toda persona que está a su lado. Es un problema social y eclesial que impide el dinamismo creador de la comunidad.

Vivimos en un tiempo en el que los medios de comunicación son extraordinarios y abundantes. Medios que técnicamente han ayudado a las personas sordas a comunicarse, a superar su limitación física. La tecnología ha permitido algunos “milagros”, imposibles de entender hace apenas unos años. Uno de los más frecuentes hoy es el implante coclear que logra la escucha y el habla paa la persona sorda, la comunicación integral y normalizada

Medios que nos han llevado a unos y otros a relacionarnos constantemente y conocer al instante lo que pasa en la otra parte del mundo. Sin embargo, los sociólogos nos hablan de la profunda y severa incomunicación del ser humano hoy. Ahí está nuestra misión como vida religiosa

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Escuchar y hablar la Buena noticia exige de nosotros pocas cosas, pero sí hechas desde la esperanza amable de la justicia. Cada uno de los que estamos aquí podríamos hacer una lista de lo que hacemos, lo que proyectamos hacer, lo que necesitamos hacer

Sólo quiero resaltar cuatro sencillas formas de estar hoy presentes en el mundo de la incomunicación, aportando la sensibilidad evangélica a las búsquedas humanas científicas, sociales, económicas o políticas de quienes sueñan también con el bienestar común, sean creyentes o no, piensen como nosotros o no…

1. LA TRANSPARENCIA en nuestro modo de comunicarnos, informarnos y formarnos, frente a la manipulación sesgada de la información, presente en la sociedad y también en la Iglesia

2. LA SUPERACIÓN DE LA VIOLENCIA DEL SILENCIO. El salir del miedo a opinar, a decir lo que “no es políticamente correcto” tanto a nivel social como eclesial. Vivimos un momento en el que nos hemos acostumbrado al rumor y la trivialidad de la palabra y las ideas, y hemos ido perdiendo la capacidad de la opinión crítica y mesurada. La ambigüedad en posturas e ideas, fruto del temor a ser condenados o excluidos de los ámbitos del poder y la operatividad nos está llevando, casi sin darnos cuenta, a silenciar e ignorar la realidad real de las bases eclesiales y sociales. Hablamos mucho de la realidad, pero vivimos mucho fuera de la realidad como Iglesia

3. LA INCLUSIÓN Y LA APERTURA A ACOGER EN COMUNIÓN la diversidad de las diferencias, no siempre entendidas ni siempre fáciles de aceptar, ante el aislamiento de personas y pueblos a causa de su raza, credos, ideologías, cultura. Aislamiento que hacemos visible e irreductible social y eclesialmente con nuestras posturas dogmáticas y excluyentes. El movimiento migratorio universal es un reto para la evangelización. El Hombre y la mujer de hoy se “mueve” por todas las fronteras. Es una realidad que compromete a ahondar en el sentido eclesial de lo universal y que obliga a las congregaciones religiosas a entender nuevos modos de vivir el Evangelio y el seguimiento de Jesús

4. LA CAPACIDAD DE PERDONAR Y RECONCILIAR POSTURAS. El tender puentes y crear espacios de diálogo y confrontación constructiva y honesta ante los enfrentamientos y juicios condenatorios. Siempre ha sido una postura clave para la humanización de nuestra vida el esfuerzo por el diálogo y la paz. Hoy, quizá más que nunca, es una responsabilidad que no podemos eludir. Pasar de la condena y la violencia agresiva a la dinámica dialogante, el análisis sereno de la realidad, la búsqueda creativa de soluciones, la toma de conciencia de que nada me pertenece sino que mi vida es para los demás y en ese abrazo amoroso encontramos la solución a la pobreza, la injusticia, la violencia excluyente… Todos estamos llamados a esta tarea

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reconciliadora, en la que la intuición de la mujer y la inteligencia femenina, resistente y paciente, tienen mucho que decir hoy a la vida religiosa y al mundo

Para concluir esta dimensión de la escucha y la Palabra, podríamos volver a escuchar y responder a la pregunta primera que se nos hace como humanidad: ¿Caín que has hecho con tu hermano?. La respuesta está en nuestros oídos y en nuestra boca. Escuchar el grito de la persona y los pueblos empobrecidos a causa de la injusticia y ambición de quienes tienen los oídos tapados y la boca cerrada.

II. VER LA BUENA NOTICIA: YO SOY LA LUZ.

Una postura a la que se nos invita hoy desde esta buena noticia es la del discernimiento lúcido y sereno. Jesús, no solo hizo ver al ciego, sino que además le hizo ver con claridad, con nitidez, de forma que sabía distinguir con precisión la realidad de la fantasía. Ver las cosas como son, ver el dolor del inocente, ver que todas las personas son dignas y nada ni nadie puede arrebatarnos esa condición esencial, ver con la lucidez que da la humildad que algunas de las soluciones que encontramos para fortalecer hoy nuestra vida institucional son más en beneficio propio que en el de los pobres, nuestro principal objetivo misionero

Aprender a mirar como Dios mira es precisamente una de las dificultades más fuertes y costosas que muchas personas tenemos que superar. Hay demasiada gente que confunde sus fantasías con la realidad. De la misma manera que aquel hombre, a partir del contacto con Jesús, superó sus fantasías y vio “las cosas como son”, cuando nuestro contacto con Jesús es auténtico, entonces empezamos a superar las imaginaciones y fantasmas que con frecuencia nos hacen pensar que son árboles, lo que en realidad son seres humanos

En este camino de ver las cosas como son, me quedo con cinco subrayados:

1. ¿Vino nuevo en odres viejos?. Estamos en plena crisis y hemos emprendido muchos de nosotros un proceso de revitalización, reorganización, restructuración… como lo queramos decir y como lo podamos entender. Es un esfuerzo serio el que estamos haciendo, pero muchas veces me pregunto, seguro que muchos de vosotros también, si sabemos realmente hacia dónde vamos, y si es la decisión evangélica la que pesa más a la hora de buscar alternativas. Y una inquietud que me aflora es si solos, como colectivo religioso, podemos llegar a alguna parte. ¿No sería interesante abordar este proceso dejándonos acompañar por los laicos, por otras gentes con otras mentalidades, otras preocupaciones, otras formas de entender a Dios y la vida?. No se trata de acompañarnos en las reflexiones, que eso ya lo hacemos y bien, sino hacernos compañeros y compañeras en el camino común de la humanidad, con los

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errores y con los sueños, con las búsquedas y las tinieblas que padece hoy el mundo . El objetivo que perseguimos es el Reino, que ya está ahí. Y ahí nos perdemos si sólo vemos los árboles que están en nuestro propio huerto y sembrados con nuestros propios esfuerzos

2. Perder las seguridades, entendiendo la justicia como signo visible de la luz. El miedo “camuflado” a decir la verdad, a decantarse abiertamente por los pobres nos ha llevado a discusiones interminables y decisiones ambiguas que hoy nos pesan. Es el momento de la audacia evangélica que nos lleve como al ciego Bartimeo al desapropio de la propia ceguera y a la consecuencia inmediata de deshabituarnos de la seguridad de la dependencia de leyes, instituciones sólidas, hábitos aprendidos… Recobrar la vista implica el riesgo de ser expulsadas de la comunidad protectora y salir a la luz de la intemperie donde nada es como antes y nada se ve con los mismos ojos

3. Humanizar la economía. No entiendo de economía. Pero me ha gustado esta expresión. Y creo que es fundamental que entendamos de economía, que sepamos situar ante ese absoluto en el que se ha convertido el capital, la apuesta por la economía generadora de vida. Para ello necesitamos creatividad, confianza y audacia, y entender que son los pobres nuestra apuesta más rentable en la óptica del Reino. Ellos son, como decía Francisco de Asís, nuestros señores, nuestros hermanos cristianos, nuestro tesoro inestimable. Humanizar la economía, hacerla un instrumento fraterno, solidario y justo, es uno de nuestros retos menos “visibles”, pero más urgentes para hacer creíble la buena noticia hoy, en momentos de crisis y pobreza extendida y extrema

4. Los avances científicos. Dentro de la evangelización no podemos olvidar los avances actuales de la ciencia que son un camino de progreso, de alivio del dolor, de superación de la discapacidad. Abordar este tema con serenidad e inteligencia requiere de humildad por nuestra parte y valentía para arriesgar errores y no caer en la tentación de mirar hacia atrás, sino subirnos al carro del progreso, estudiar, investigar, avanzar con la humanidad que tiene derecho al bienestar más amplio. Por ejemplo, los avances en las tecnologías de la informática que permiten al ciego “ver” y acceder con autonomía al mundo acelerado de la cultura actual; las investigaciones y logros en el campo de bioquímica, la medicina, la física, la astrología,; los nuevos paradigmas del pensamiento en la educación, sociología, filosofía y también en la ética, teología y espiritualidad…

5. Desaprender la fe, desaprender el evangelio, desaprender a Dios. Generar preguntas, provocar inquietudes, despertar posiciones, definir opciones y sentimientos. El ciego ve todo de otro modo, desde dentro. No es una mirada sólida, visible, inmutable. Es más bien una percepción versátil y mutable. Y hace que quienes le rodean hayan de plantearse cuál es su mirada y cuál es su posición. La evangelización no puede reducirse a una buenísima transmisión, sino a una incierta provocación. Ha de

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partir de la autonomía y la libertad personal, la propia y ajena. Y ha de considerar la mirada femenina y la masculina, cada cual desde su peculiar y necesaria forma de entender, ver y pensar la vida. Nadie es maestro de nadie, y así nos lo dice Jesús. Todos somos compañeros de camino. Un camino en el que sólo vamos aprendiendo una cosa: a ser hermanos y hermanas

Y como razón de ser de este movimiento que es el VER, es importante volver la mirada hacia la mirada de Dios que lo “vió todo bueno” desde siempre

III. TOCAR LA BUENA NOTICIA: ABRAZAR A LOS EXCLUIDOS CON ENTRAÑAS DE COMPASIÓN

La lepra tiene el estigma de la visibilidad de la exclusión, del temor, de la figura no humana, de la vergüenza y hasta de la culpabilidad. Hoy, la lepra está controlada y en algunos lugares superadas, pero sigue siendo una enfermedad temida. En el mundo se dan todavía alrededor de 250.000 nuevos casos al año, muchos de ellos sin atender. En España entre 15 y 25 anuales, atendidos ambulatoriamente y con unos recursos que hacen de su vida una realidad digna y normalizada, no ocurriendo así en otros lugares del mundo.

El reto para nosotros es hoy permanecer junto a los intocables. Presencia que sólo se puede hacer desde el abrazo compasivo a la carne herida de los excluidos, de nuestras propias instituciones también, teniendo en cuenta que Jesús sana, y por ello limpia la carne y libera el corazón. Muestra el rostro verdadero y rompe el círculo mortal de la angustia y la inhumanidad

Desde esta perspectiva del aislamiento podemos plantearnos 4 retos sencillos y básicos:

1. La relación como signo visible de lo humano y lo divino. La persona es comunión, relación radical, íntima, inteligente integralmente. Nada que nos ocurre deja de ser abrazado por nuestro yo y por el tu que nos hace ser lo que somos. Y en un mundo con relaciones constantes e incomprensibles para muchos de nosotros, se hace urgente el saber adentrarnos en el espacio misterioso y profundamente entrañable de la mística y en la decisión firme y resistente por el compromiso de llegar hasta los infiernos de este mundo, ahí donde el hambre, la miseria, el abandono, la ignorancia y al soledad no necesitan explicación. ¿de qué se trata?. De asumir con naturalidad, sin heroísmos, ni protagonismos, el contagio de su aislamiento y podredumbre, de su dolor y sin sentido. Y sólo desde este abrazo que nos convierta en una sola carne y una sola alma, entenderemos como Job quien es Dios. ¿Qué necesitamos para esa bajada?. Creatividad, paciencia, amor y fe

2. El deseo de la alegría, que se hace visible en el trabajo por la justicia, la paz, la mesa compartida. La naturalidad lleva a la alegría. Saber situar las cosas en su justa medida. Apostar por lo posible, por la urgencia

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ajena y propia de vivir con dignidad. Superar el victimismo y la ascética que nos encajona en lo más egocéntrico de nuestra existencia. Estamos hablando de una buena noticia, y por ello no olvidamos el conflicto, la muerte, el dolor, pero tampoco la necesaria esperanza y la lucha gozosa contra lo que causa la muerte. Es ahí donde descubriremos el proyecto más importante: la felicidad para todos, la búsqueda del bien común, junto a quienes hemos despojado de todo bien. La felicidad es Jesús mismo. No puede darse la Buena Noticia sin dejarlo todo por la alegría de haber encontrado la fuente, el tesoro, el sentido de la vida. Y eso requiere de discernimiento sereno y decisiones radicales y al mismo tiempo cotidianas y pequeñas, que vayan haciendo de nuestro mundo el hogar común. Decisiones sencillas, aunque complejas, que conviertan nuestras casas institucionales en hogares familiares, nuestras mesas comunitarias en espacios de diálogo, descanso, investigación creativa y feliz. Hoy se nos plantea el reto de hacer de nuestras obras, de nuestro quehacer una tarea divertida, creativa, relajada. Hasta la forma de amueblar nuestras casas ha de responder a ese imperativo maduro de la alegría.

3. El rendimiento afectivo. La misión ha de ser efectiva, pero ha de serlo con una eficiencia afectiva. Lo importante es la presencia amable, cercana, entrañable. Nada da más sentido que experimentar el amor que está por encima de toda ley y toda circunstancia adversa. Volver la mirada a Jesús y entender que su buena noticia es precisamente hacerse uno con nosotros, que su misión consistió principalmente en abrazar, tocar, sentarse a la mesa, estar al lado de los excluidos, de los mal interpretados, de los enjuiciados… Lo sabemos, y lo intentamos. Nuestras centros, nuestras comunidades han de estar abiertas a toda persona, y han de ser espacios de recuperación de lo más genuino del ser humano: la libertad del amor. Hemos de aprender a “perder el tiempo” en beneficio de la vida.

4. La superación de los estigmas y mitos. La necesidad de estar al día, de actualizarnos en técnicas, paradigmas de pensamiento, intuiciones y búsquedas comunes es quizá una de las tareas que permiten hacer posible la liberación de esclavitudes como son el oscurantismo de la ignorancia y la tiranía de los dogmatismos y fanatismos. Y en este empeño por superar estigmas, no podemos dejar de señalar la condición disminuida de la mujer, en la sociedad y en la Iglesia, también en la vida religiosa.

No hay mejor manera de tocar la realidad que el amor. Así que en este movimiento del corazón que es tocar con entrañas y a las entrañas del prójimo, lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de otros mandatos y hacer nuestro el único que nos ha dado Jesús: “Amaos unos a otros como yo os he amado”…

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En resumen, el hacer el bien como razón de nuestra vida encuentra en el ámbito de la sordera, la ceguera y la lepra un modo peculiar de estar en medio del mundo, vivir la fraternidad, buscar la paz y la justicia y practicar la misericordia.

Y hoy, de modo muy especial, quiero subrayar la necesidad de la gratuidad, no exigible como derecho, pero sí buscada y practicada como estilo fundamental para humanizar nuestra vida. Si hoy el bien tiene un rostro tangible es el de la compañía sencilla, inútil tantas veces, el consuelo, la esperanza, la generosidad, el no “contabilizar haberes y deberes”. Todo precisado de modo admirable en las bienaventuranzas de Jesús

Y quisiera acabar con dos textos, uno de Tolstoi, bronco y desgarrado. Y otro de Casaldáliga, amable y poético. El uno nos lleva replantearnos duramente nuestra vida y criterios. El otro, invita dulcemente a decidir vivir desde el corazón. Ambos nos dan el aliento y la fuerza para seguir en el empeño de una vida dada sencillamente al amor y a las preferencias de Jesús

“Para vivir honradamente es necesario desgarrarse, confundirse, luchar, equivocarse, empezar y abandonar, y de nuevo empezar y de nuevo abandonar, y luchar eternamente y sufrir privaciones. La tranquilidad es una bajeza moral” (Tolstoi)

“Yo me atengo a lo dicho:

La justicia:a pesar de la ley y la costumbre,a pesar del dinero y la limosna.

La humildad,Para ser yo, verdadero.

La libertad, para ser hombre.

Y la pobreza, para ser libre.

La fe, cristiana,para andar de noche,y, sobre todo, para andar de día.

Y, en todo caso, hermanos,yo me atengo a lo dicho: a la esperanza.(P.Casaldáliga)

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