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Escuchar con eficacia Autor: Carlos Brassel I. El proceso Milagroso Sin darse cuenta, sus pasos lo habían conducido a las Afueras de Atenas y en un paraje semidesértico se sentó sobre una piedra a la vera del camino, cansado, y abatido, a lamentarse de su infortunio. “Qué triste haberme quedado huérfano a los siete años y que mis tutores se hayan apropiado de la herencia de mi padre, y ahora que tengo edad para reclamar justicia soy un burdo orador del que todos hacen mofa y no logro que mi querella sea tomada en cuenta por la torpeza de mi lengua”, se decía con la vista fija en el suelo. Al levantar la mirada se topó con la figura de un joven, como salido de la nada, de cuerpo bien formado, a manera de un atleta, rubio, con el pelo rizado acomodado como corona, cubierto con una túnica blanca refulgente, que lo saludó con amabilidad. - Buenos días, Demóstenes. - No sé qué tengan de buenos, pero, además, ¿quién eres?, ¿cómo sabes mi nombre? - Soy Ánimus y veo tristeza en tu rostro. - No estoy de humor para conversar con extraños –agregó Demóstenes-. Me imagino que me conoces porque fuiste testigo de mi fracaso como orador esta mañana en el Ágora. Será mejor que sigas tu camino. - Mi camino eres tú –respondió el joven- y mi deseo es cambiar tu estado de ánimo. - ¿Eres un enviado de los dioses? ¿Un hechicero? - Digamos que sin que tú lo sepas soy parte de ti mismo; de hecho sólo tú puedes verme, por lo que sería conveniente que no levantes mucho la voz, no

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Capítulo 1 . El Proceso MilagrosoLibro Escuchar con Eficacia Autor: Carlos Brassel

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I. El proceso Milagroso

Sin darse cuenta, sus pasos lo habían conducido a las Afueras de Atenas y en un paraje semidesértico se sentó sobre una piedra a la vera del camino, cansado, y abatido, a lamentarse de su infortunio.

“Qué triste haberme quedado huérfano a los siete años y que mis tutores se hayan apropiado de la herencia de mi padre, y ahora que tengo edad para reclamar justicia soy un burdo orador del que todos hacen mofa y no logro que mi querella sea tomada en cuenta por la torpeza de mi lengua”, se decía con la vista fija en el suelo.

Al levantar la mirada se topó con la figura de un joven, como salido de la nada, de cuerpo bien formado, a manera de un atleta, rubio, con el pelo rizado acomodado como corona, cubierto con una túnica blanca refulgente, que lo saludó con amabilidad.

- Buenos días, Demóstenes.

- No sé qué tengan de buenos, pero, además, ¿quién eres?, ¿cómo sabes mi nombre?

- Soy Ánimus y veo tristeza en tu rostro.

- No estoy de humor para conversar con extraños –agregó Demóstenes-. Me imagino que me conoces porque fuiste testigo de mi fracaso como orador esta mañana en el Ágora. Será mejor que sigas tu camino.

- Mi camino eres tú –respondió el joven- y mi deseo es cambiar tu estado de ánimo.

- ¿Eres un enviado de los dioses? ¿Un hechicero?

- Digamos que sin que tú lo sepas soy parte de ti mismo; de hecho sólo tú puedes verme, por lo que sería conveniente que no levantes mucho la voz, no sea que alguien pase por aquí y al verte hablando solo pensará que has perdido la razón.

- ¿Cómo saber que no eres un espíritu del mal, enviado por quiénes fueron mis tutores?

- Únicamente sé lo que tú sabes, sólo deseo lo que tú quieres y estoy aquí para ayudarte.

- ¿Cómo puedes ayudarme si no sabes más de lo que yo sé?

- Recordándote lo que has olvidado, dialogando para encontrar caminos, despertando tu intelecto, ayudándote a plantear las preguntas correctas para que puedas encontrar las respuestas que necesitas.

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- Si tanto dices saber de mí, respóndeme: ¿cuál es mi mayor anhelo en este momento?

- Convertirte en el mejor orador de Atenas; tal vez en el mejor orador de la historia griega.

- Tan lejos de mi alcance como si quisiera golpear una estrella con una piedra.

- Todo hombre puede alcanzar y superar lo que sus predecesores han hecho, si se traza el plan apropiado y compromete todas sus capacidades a ese único fin. Hoy Calístrato es el orador más celebrado en Atenas, y dime, ¿tiene una cabeza más grande que la tuya? ¿Acaso posee ocho brazos o cinco ojos? Es, simplemente, un ser humano como tú, que se ha preparado, que trabaja con ahínco para ser el mejor. Tú tienes inteligencia como él y boca para pronunciar palabras, ¿qué necesitas para superarlo?

- Supongo que estudiar más que él, practicar más que él, aplicarme a la oratoria más que él.

- Descubrir lo que tenemos que hacer es subirnos al camino del éxito; ahora hay que recorrer la senda sin desmayar, sin querer correr, pero sin dejar de caminar hacia adelante en ningún momento.

- ¿Por dónde empezar, Ánimus?

- Sería ideal tomar lecciones de Isócrates, que es reconocido como el mejor maestro de retórica que hay en Atenas; pero como sus clases son muy costosas y no hay los medios para hacerlo, habrá que tener en mente esta posibilidad y empezar con los recursos propios.

- Debo hacer una lista de mis fallas y su antídoto. Sé que mi estilo y mi vocabulario son muy pobres, y para esto se me ocurre como remedio copiar, hasta siete veces si es necesario, la Historia de la guerra del Peloponeso, ya que su autor, Tucídides, tiene una de las prosas más refinadas del idioma griego. Para evitar la tentación de abandonar el estudio me voy a encerrar en el sótano de mi casa, donde ubicaré mi área de trabajo, y me rasuraré la mitad de la cabeza, para que si me entra el deseo de salir y abandonar mis empeños, al verme en el espejo, sabré que mis aspecto despertará la burla general y esto me retornará a mis faenas. Para superar mi mala dicción practicaré hablando con pequeñas piedras en la boca, y además…

- Demóstenes –interrumpió Ánimus-, te felicito que has descubierto que tienes para alcanzar tu meta, pero si tu intención es llegar a la cima, si deseas ser el mejor orador que ha escuchado Atenas, además de dominar lo que los demás han hecho, tienes que encontrar un sendero que nadie ha recorrido antes; debes darle a tu oratoria un enfoque que

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ninguno ha probado. A la cúspide se llega por un camino diferente al que todos han recorrido.

- ¿Cuál sería ese camino?

- Qué tal si analizamos el proceso de la comunicación humana y pensamos en ver las cosas desde el punto de vista del receptor del mensaje. Tú estás encontrando las fórmulas para ser excelente como orador, y estoy seguro de que serás capaz de aprovecharlas al máximo; pero si te preocupas también por conocer las técnicas para escuchar con eficiencia, entenderás el papel de tú público, y esto hará crecer tus dotes de comunicador más allá del qué únicamente se ocupa de pronunciar mensajes.

- Podríamos partir de la consideración de que cada persona es un universo, nace de unos padres que lo van a formar de acuerdo con sus creencias y sus capacidades intelectuales y económicas; vivirá en una familia con costumbres particulares, en un barrio específico de un poblado concreto; tendrá ciertos maestros que lo irán capacitando; amigos que serán influencia importante en la integración de sus criterios; se irá haciendo de hábitos particulares; escogerá una ocupación; contará con cierta salud; desarrollará habilidades específicas; más adelante tomará pareja y formará su propia familia. Todo esto, y más, formará necesariamente su personalidad, única e irrepetible.

- Muy cierto, Demóstenes, ahora pensemos en este hombre o mujer, este universo, recibiendo información de sus sentidos para formarse un criterio sobre un tema, analizado en función de su personalidad, alojar en el interior de su ser una idea rica en matices y detalles, que tiene la necesidad o el deseo de externar a otros.

- Tiene que hacer una traducción de sus pensamientos a palabras.

- Pero el lenguaje, por más amplio que sea, no puede expresar toda la perspicacia del pensamiento.

- Tendremos que aceptar, Ánimus que las palabras serán siempre una traducción parcial de las ideas profundas de nuestra mente.

- Pero ahora las palabras serán expulsadas por el emisor para anidar en los oídos del receptor.

- Y, lógicamente, aquí se dará el proceso inverso.

- Necesariamente, El receptor tendrá que usar la mente, a la que acompaña con el alma gemela de su personalidad, para decodificar los sonidos recibidos y convertir las palabras escuchadas en sus propios pensamientos.

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- Podemos afirmar que el proceso será tanto más perfecto en la medida en que la imagen mental del emisor sea lo más próxima posible a la imagen que se ha creado en la mente del receptor.

- Exactamente, Demóstenes, pero nada más nos estamos deteniendo a considerar los procesos internos del emisor y receptor, pero también están bajo influencia del lugar donde se realiza la comunicación, de la hora del día, de los ruidos que entorpecen el proceso, por citar algunos factores.

- Se puede agregar todo aquello que se dice sin palabras, Ánimus por que la comunicación no verbal juega un papel tan importante como los vocablos. Un ademán, una mirada del orador, y el mensaje oral cambia de significado.

- Tenemos, pues, la diversidad de personalidad entre emisor y receptor, cada uno es un universo; la traducción y la decodificación, es decir, el ir y venir de pensamientos a palabras; la comunicación no verbal que aflora como manantial sin vocablos; los factores externos que condicionan las circunstancias de la comunicación y los ruidos que la distorsionan. Podemos decir que es un milagro que haya entendimiento entre dos seres humanos que se comunican.

- Pero el milagro se da todos los días, Ánimus, a toda hora, porque la capacidad del ser humano para interactuar con sus congéneres supera todos estos factores y los hombres construimos la civilización comunicándonos.

- Pero siendo un proceso tan complejo requiere atención, estudio, dedicación, técnica, para perfeccionarlo, para hacerlo eficiente, y tenemos que aprender a jugar bien de los dos lados, como emisor y como receptor. A lo primero solemos abocarnos con más frecuencia porque pensamos que es el camino del lucimiento, del reconocimiento público; los segundo suele descuidarse por considerarlo un elemento pasivo, de menor brillo, pero habrá líder exitoso que pueda desdeñar la escucha eficiente.

- -Muy cierto- dijo Demóstenes, guardando un breve silencio, cerrando los ojos queriendo encerrar es su memoria lo que habían conversado.

De pronto abrió los ojos y se vio solo. Ánimus había desaparecido tan inesperadamente como había llegado. Demóstenes lo busco con la mirada por todos lados; el paraje desértico no prestaba lugares para el escondite. Lo llamó sin respuesta. Finalmente, se quedó pensando que lo valioso del encuentro había sido la conversación que sostuvo… ¿con quién?, ¿consigo mismo? Sería difícil definirlo, pero las ideas se habían sembrado en su mente; era más consciente del proceso de comunicación, pero además

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sabía que perfeccionando su oratoria, pero también su capacidad de escuchar, encontraría el camino para ser el orador más destacado de Atenas, un auténtico líder para su pueblo, a quién la historia depositaría en sus anales.

Ejercicio:

Al conversar en un grupo analiza la influencia de la personalidad de cada uno de los participantes en la expresión de sus puntos de vista y en la interpretación que cada uno da a lo escuchado. Medita como tu propia personalidad entra en juego en este proceso.