escritos marianos de san josé marello

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Confiar en María Santísima.

12 de octubre de 1884Dom. 19º de penitencia.

Divina maternidad de María Santísima

Hoy la Iglesia nos hace celebrar la fiesta de la Maternidad de María. Ya hemos hablado de María 1; pero ¿cómo no adecuarnos a las intenciones de la Iglesia? Es imposible no hablar de María, otra vez, hoy ¡María Santísima es la Madre de Dios! ¡Grande y excelsa dignidad! Dios en su providencia quiso darnos a Jesús por medio de María. De esta manera, quiere que todas las gracias pasen por las manos de María. Por eso, de ella nos debe venir todo aquello que necesitamos.

María Santísima es también Madre Nuestra. ¡Cuánta confianza le debemos tener!

¡Pensemos!, si cualquier madre tiene tanto amor a sus hijos, ¿cuánto más amor nos debe tener María Santísima? No obstante el gran amor que tenía a su hijo Jesús, lo entregó a la muerte por nosotros.

Pongamos toda nuestra confianza en María y esforcémonos por merecer su protección, honrándola como hijos; no solamente recitando el Ave Maria y el Santo Rosario, ofreciéndole flores o alguna visita a su altar, sino sobre todo imitando su ejemplo y haciendo todo lo que ella desea.

Cada día y en cada hora, hay que pensar en María y siempre admirar sus ejemplos. Ella será nuestra maestra, consejera y guía en todo. Si nosotros la consideramos siempre como nuestra tierna Madre y nos esforzamos por imitarla fielmente, asimismo seremos hermanos de Jesús y coherederos del cielo; y después de protegernos en esta vida, María nos tomará en sus brazos, en el momento de nuestra muerte, para llevarnos a la patria celestial.

Deudas de reconocimiento al Señor.Modelarse con el alma de Ma. Santísima.

26 de mayo de 1889

Humillémonos al considerar nuestros defectos; pero por otra parte, alegrémonos de la bondad y misericordia del buen Jesús, que nos ofrece su perdón. Consideremos que el reconocimiento de nuestra incapacidad de poder pagar tantas deudas contraídas con Dios, nos mantendrá más humildes y nos hará sentir una gratitud más profunda al celeste acreedor.

Modelémonos siempre en la imitación de María, buscando practicar sus virtudes. Al contemplarla, debemos sentirnos como alguien que al contemplar un bello cuadro, se queda tan maravillado y fascinado, que casi no sabe ya despegarse de él.

El alma de María es el conjunto de todas las perfecciones, una armonía dulce y agradable de las virtudes más bellas y preciosas.

Así es que al contemplarla nos sentimos atraídos hacia ella, y a la imitación de sus virtudes. De ella aprendemos la verdadera gratitud a Jesús.

1 Domingo anterior, 05 de octubre, fiesta del Santo Rosario.

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María Inmaculada. Acción amorosa de Dios en el alma. Uso del libro en la oración.

En este novenario de la Inmaculada, acerquémonos al trono excelso de María Santísima y contemplémosla en su grandeza y magnificencia. Dios amó inmensamente a María y la elevó a aquel excelso grado de santidad, a aquella gloria tan sublime que nosotros ni siquiera podemos comprender. Él quiso privilegiar a su Santa Madre exceptuándola del pecado original. De modo que el enemigo infernal, con su soplo envenenado, jamás pudo tocar aquella criatura virginal que era tan querida a los ojos de Dios. Nosotros, al contrario, no sólo hemos sido contaminados por el toque envenenado de la serpiente acechante, sino también hemos cedido a su tentación muchas veces y hemos caído en el pecado. Dios permitió esto para que nosotros tuviéramos la oportunidad de reconocer nuestra debilidad, fragilidad y miseria para así humillarnos y rebajarnos.

Muchos santos padres han dicho que la distancia que se abre entre nosotros y María es casi infinita, pero nosotros siempre podremos disminuirla haciéndonos sus verdaderos devotos y sus hijos amorosos.

Desde su trono celestial, María nos mira con amor y quiere ayudarnos en nuestras necesidades. En cada momento nos está ofreciendo su mano maternal para socorrernos y hacernos subir más fácilmente al cielo. Entonces, sólo nos toca aceptar su oferta caritativa y ponernos bajo su especial protección.

“Tota pulcra est María et macula originalis non est in te”2. Al contemplar la belleza inefable y divina de María, animémonos a imitarla, si queremos ganarnos su amor.

Cuando Dios emprende una obra en un alma, no la deja medio hecha, antes bien la prosigue hasta su cumplimiento. Él trabaja con lentitud y con prudencia. Adapta las circunstancias a sus designios. Dispone nuestras almas a su voluntad. Nos asiste amorosamente de cerca y nos conduce de la mano por los caminos más difíciles.

El Señor colma a las almas con sus gracias y produce en ellas verdaderas transformaciones. Él nos ama con inmenso amor y nos cuida con la más tierna solicitud, tomándonos en sus brazos y escondiéndonos en su corazón. Procuremos corresponder con alma generosa a sus cuidados amorosos, y agradezcámosle de todo corazón. Usted puede hacer esta oración: “Te agradezco, Dios mío, de las inmensas gracias con que me has colmado. Yo me consagro y me doy totalmente a ti. Desprecio todas las cosas terrenas para dedicarme enteramente a tu santo servicio. Yo quiero hacer tu santa voluntad en todo tiempo y de todas formas, y te ruego me la hagas comprender siempre más claramente. ‘Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum’3 Estoy dispuesta a todo, Señor. Habla, Señor, que tu sirva te escucha4. Hazme toda tuya. Úneme a ti con el dulce y fuerte vínculo del amor. Úneme a ti tan estrechamente, que ninguna cosa del mundo me pueda separar de ti”.

En cuanto a la meditación, es siempre bueno usar un libro como guía. Esto resulta muy provechoso, de modo que le aconsejo; sin embargo, no hay que dejarse esclavizar por ello. En este sentido, si cuando estamos leyendo nuestro corazón empieza abrirse a algún afecto y siente la

2 Antífona de vísperas del 08 de diciembre: “Toda hermosa eres, María, y en ti no se encuentra mancha original.”3 Lc 1, 38.: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra.” Lucas 1,38.4 1 Sam 3, 10.

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necesidad de pararse y pensar por sí mismo, dejemos la lectura y pongámonos dóciles a las divinas inspiraciones.