¿Es la psicología una ciencia?

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1 ¿Es la psicología una ciencia? Gracias a la libertad de expresión y a la revolución técnica de los medios de comunicación, los gritos de los chiflados y de los charlatanes se oyen en ocasiones con mayor fuerza y claridad que las voces de los científicos Martin Gardner Mg. Dante Bobadilla Ramírez Universidad de San Martín de Porres Lima - Perú ¿Es la psicología una ciencia? Hablemos de esa psicología que todos conocen a través de los medios de comunicación. ¿Es esa psicología una ciencia? Yo creo que no. Una afirmación de este tipo puede actuar como un pinchazo que provoca asombro, escándalo, quizá hasta indignación en ciertos sectores. Sin embargo estoy convencido de que no se trata de ninguna herejía. Intuyo que lo sospecha todo el mundo. La idea flota en el aire y solo hace falta algo de serenidad para dejarla reposar sobre suelo firme. La psicología de los medios no es una ciencia. Al menos no en el sentido habitual en el que se considera una ciencia. Las razones son diversas e intentaremos echar un vistazo a algunas de ellas en este breve artículo. En principio, si una disciplina es incapaz de explicar con suficiencia y exactitud, y, sobre todo, de un modo unívoco, la materia que se precia de estudiar, sería mejor que abandonase la pretensión de ser una ciencia; y si otras disciplinas abordan su campo de estudio y logran explicarlo con mayor

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Un análisis crítico del papel de la psicología en la sociedad contemporánea y su relación con la ciencia

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¿Es la psicología una ciencia?

Gracias a la libertad de expresión y a la revolución técnica de los medios de comunicación, los gritos de los chiflados y de los charlatanes se oyen en

ocasiones con mayor fuerza y claridad que las voces de los científicos Martin Gardner

Mg. Dante Bobadilla Ramírez Universidad de San Martín de Porres

Lima - Perú

¿Es la psicología una ciencia? Hablemos de esa psicología que todos conocen

a través de los medios de comunicación. ¿Es esa psicología una ciencia? Yo

creo que no. Una afirmación de este tipo puede actuar como un pinchazo

que provoca asombro, escándalo, quizá hasta indignación en ciertos sectores.

Sin embargo estoy convencido de que no se trata de ninguna herejía. Intuyo

que lo sospecha todo el mundo. La idea flota en el aire y solo hace falta algo

de serenidad para dejarla reposar sobre suelo firme. La psicología de los

medios no es una ciencia. Al menos no en el sentido habitual en el que se

considera una ciencia. Las razones son diversas e intentaremos echar un

vistazo a algunas de ellas en este breve artículo.

En principio, si una disciplina es incapaz de explicar con suficiencia y

exactitud, y, sobre todo, de un modo unívoco, la materia que se precia de

estudiar, sería mejor que abandonase la pretensión de ser una ciencia; y si

otras disciplinas abordan su campo de estudio y logran explicarlo con mayor

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credibilidad, aunque sea con la misma incertidumbre, es obvio que su

autoridad académica y epistemológica quedan muy reducidas y

cuestionadas; y su prestigio, mellado. Lo que se espera de una ciencia es que

sea infalible, exacta, es decir, que podamos confiar en lo que dice "a ciencia

cierta". Alguien dirá que hay ciencias que no son exactas, especialmente las

sociales, pero esto no es del todo cierto por dos razones puntuales: primero

porque estas ciencias son bastante precisas en cuanto a lo que se exige y se

espera de ellas; podemos estudiar, por ejemplo, una cultura con bastante

aproximación desde todo punto de vista y nos basta para entenderla y

conocer sus formatos racionales; segundo, porque algunas exactitudes son

verdaderamente irrelevantes. La economía, pese a estar sujeta en gran

medida a los vaivenes del comportamiento humano, ha demostrado ser

bastante exacta en sus predicciones y acertada en sus recomendaciones,

dentro de lo que puede estar a su alcance. Se sabe qué clase de economías

funcionan bien y cuáles andan mal siempre. Las variaciones económicas

generalmente obedecen a factores de carácter psicológico, como las

especulaciones de precios y los temores, expectativas y gustos de la gente,

manipulación ideológica, etc. lo que tendría que estar explicado y

pronosticado por la psicología más que por la economía.

En suma, también las ciencias sociales son bastante exactas y gozan de

credibilidad, pues, como sabemos, hay muchos científicos sociales

asesorando gobiernos junto con publicistas, periodistas y a veces hasta con

astrólogos. En cambio no hay psicólogos cumpliendo esta función, lo que

resulta incongruente considerando que la psicología es "la ciencia que

estudia el comportamiento humano" según el consenso general, aunque yo

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no estoy de acuerdo con tal definición. Lo que cabría esperar en

consecuencia es que estuviera cumpliendo un papel fundamental de asesoría

en los gobiernos. Sin embargo no es así precisamente por la escasa

credibilidad que merece esa psicología que estudia el comportamiento. La

falta de precisión en la psicología del comportamiento es un tema que se

soslaya pero no se olvida, se calla pero no se perdona. Para cualquier ciencia

que se respete, la precisión, la exactitud en su campo es fundamental y su

razón de ser. Tal vez tendríamos que asumir esta situación como una prueba

concluyente de lo difícil que resulta la misión emprendida por esta psicología,

pues, en efecto, estudiar el comportamiento del ser humano es la tarea más

desconcertante que se puede emprender. La razón es bastante simple pero

no lo expondré en este artículo. Bastaría decir que el solo hecho de que cada

sujeto humano sea capaz de tomar decisiones por su propia cuenta en medio

de escenarios azarosos y circunstancias aleatorias, elimina toda posibilidad

de estandarización de respuestas con fines predictivos. Por tanto es

sumamente limitado el rango de exactitud que pueden ofrecer las

predicciones sobre conductas humanas.

Podría todavía alguien argumentar que aun la geología o la astronomía son

inexactas; pero ello es debido a limitaciones de orden tecnológico. Por lo

demás, en determinadas ocasiones la falta de exactitud es igualmente

irrelevante. Por ejemplo, el cálculo de que el sol se extinguirá en cinco o en

veinte millones de años es algo con lo que podemos vivir más o menos

tranquilos. Pero si una disciplina que se precia de estudiar y explicar la

conducta humana científicamente, no puede decir con precisión cómo tratar

exactamente a los hijos para que sean hombres exitosos, qué características

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debe tener la educación pública para producir buenos ciudadanos, por qué se

suicidan los adolescentes, cómo reducir los niveles de agresividad en la

sociedad, cómo rehabilitar a los delincuentes, cómo asegurar que un sujeto

no cometerá un delito, o por lo menos estar en condiciones efectivas de

establecer cuándo una persona está realmente chiflada para que no pueda

acceder, por ejemplo, a un puesto público importante, es algo que con justa

razón motiva inquietud, desazón y decepción. No hay pues ciencia que nos

diga eso.

Se espera que una ciencia tenga suficiente autoridad para opinar y la opinión

de una ciencia tendría que ser una, no dos ni tres distintas. En el campo de la

psicología a menudo estamos a merced de un psicólogo que con mucha

suerte comparte su opinión con otro de su misma tendencia profesional. O a

merced de autores que de pronto nos sorprenden con una tesis novedosa,

efectista, que nos amplían la terminología profesional acuñando no solo

nuevos términos sino además cambiando nuestros conceptos tradicionales,

para terminar finalmente fundando su propia religión, escuela o empresa.

Ciertamente no existe una opinión formal de la psicología corriente respecto

de casi nada; todas son solo opiniones de autores, de tal manera la psicología

termina siendo así, más que una ciencia, un club de autores. Es verdad que

en muchas disciplinas los autores han formulado teorías diversas, mas estas

eran, al fin y al cabo, convergentes, se sumaban o se restaban anulándose o

acoplándose unas con otras, y al final se acercaban al punto esclareciendo

más el panorama. En la psicología, en cambio, las opiniones son divergentes,

se multiplican, se dividen, se esparcen enrareciendo el ambiente y alejándose

cada vez más del tema en cuestión, enredándose en su propia telaraña,

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creando todo un metalenguaje propio en el transcurso para terminar

finalmente discutiendo en la estratosfera, ya no sobre el ser humano en

concreto, sino sobre la mitología particular que acaban de inventar,

preocupados no en explicar mejor al fenómeno humano que estaba en

estudio, sino en hacer factible su sistema conceptual corrigiendo sus errores,

desatando sus contradicciones y tratando de cubrir los agujeros. Así es como

se construyeron las grandes escuelas de la psicología del siglo XX, empezando

por el psicoanálisis, cuyo legado final fue un cúmulo de conceptos confusos y

metodologías interpretativas sumamente curiosas y muy cuestionables.

La otra gran dificultad de la psicología del comportamiento para ejercer como

ciencia es que su campo de estudio parece ser el campo de todo el mundo.

Cualquier persona se siente en aptitud para opinar sobre las personas y la

vida, sobre cómo criar a los hijos y de qué manera alcanzar el éxito y la

felicidad. No solo distinguidos profesionales de otras disciplinas del saber

humano, sino incluso periodistas, artistas y hasta el ama de casa. Recorrer la

sección de Psicología en cualquier librería es hallar un sin fin de libros del tipo

"Cómo lograr el éxito" y "El camino de la felicidad", los cuales a menudo son

verdaderos "best sellers" de supermercado. A menudo nos desconcierta

encontrar a algunos pilares del pensamiento humano codeándose en los

anaqueles con personajes que ocupan los sets de televisión para

recomendarle a la gente las maneras de mantener viva la pasión de la pareja

o qué clase de juguetes regalarle a los niños, y que aún no dudan en publicar

sus diálogos telefónicos radiales con el público cual si fueran tratados de

psicología, cuando apenas se limitan a responder de una manera vaga y

escueta (como no puede ser de otra forma) a preguntas concretas sobre

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sexualidad, infidelidad y otros temas de la vida cotidiana. Sorprende también

ver la cantidad de títulos y la variedad de criterios que pueden acomodarse

bajo el rótulo de "psicología". Ante tal panorama, solo cabe reconocer que

una disciplina que no puede delimitar sus fronteras, ni imponer un método

válido de estudio y enfoque sobre su campo de acción para diferenciarla de

las simples opiniones, parece estar seriamente incapacitada para ejercer la

autoridad de una ciencia.

Hoy más que nunca en toda la historia de la humanidad, nos movemos en un

ambiente de confusión total con respecto al estudio del ser humano. Por

todos lados surgen corrientes nuevas de pensamiento, tendencias

ideológicas que van desde el lado místico hasta el lado mágico, desde el

extremo espiritual y ocultista, hasta el modelo absolutamente materialista,

hedonista e inmediatista, el carpe diem, "la vida es hoy", "si te gusta hazlo",

proclaman. Se inventan fórmulas novedosas de curación, técnicas inauditas y

sorprendentes que prometen curas definitivas y maravillosas, ofrecen

ponernos en contacto con la energía del universo, acomodarnos en equilibrio

con el cosmos, sentir la fuerza de la madre tierra, etc. Naturalmente, la gente

necesita ayuda, busca respuestas y a menudo espera que estas sean fáciles y,

sobre todo, confortables. Si son baratas, tanto mejor. La cultura del

consumismo está siempre atenta a detectar las necesidades de las personas

para satisfacerlas de mil formas. Hay una oferta al alcance de cada gusto y de

cada bolsillo. El problema para la psicología es que todas estas corrientes

teóricas y técnicas de tratamiento buscan refugiarse bajo su carpa y le

reclaman ser reconocidas como miembros de la familia. Lo peor de todo es

que en muchas ocasiones la psicología accede. Tarde o temprano, aquello

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que en un principio se observaba con recelo y se dudaba de su consistencia

científica, acaba siendo admitida, más por la fuerza de su aceptación popular

que por su carácter científico real. Esto ocurrió con el Análisis Transaccional,

la "psicología transpersonal", la Bioenergética, etc. y también ha ocurrido con

la Programación Neurolingüística, para mencionar solo tres ejemplos. En una

revista del Discovery Health puedo leer un artículo titulado "La psicología

acoge nuevas terapias" donde se mencionan en detalle técnicas como la

"barroterapia", "gemoterapia", "cromoterapia", etc. ¿Será cierto que la

psicología ha acogido todas estas técnicas? ¿Estarán ya enseñándose en las

facultades de psicología? Por lo menos a mi me sorprende todo este universo

curativo y abarcador de la psicología cotidiana y mediática. No recuerdo

haber estudiado en la Facultad nada que me hiciera un experto en la vida

cotidiana, como suelen mostrarse hoy los psicólogos. Esto ha llevado a que

las personas confundan el rol de los psicólogos con simples consejeros

familiares.

Toda ciencia tiene sus fronteras bien definidas y se sabe qué está dentro y

qué está afuera. La psicología carece de estas fronteras. Algunos plantean

convenientemente que todo aquello que pueda servir al ser humano debe

ser acogido por la psicología. La pregunta que surge entonces es: ¿En qué va

a terminar convertida la psicología bajo este criterio? La concepción popular

de la psicología es, cada vez con más fuerza, la de un club de sanadores de

todo tipo, pero la sensación más difundida es la de un gran misterio en torno

a su actividad concreta. Algunos términos y conceptos del psicoanálisis se

han difundido a través de los medios y la gente habla del Complejo de Edipo,

aseguran que existe una competencia entre padre e hijo por el amor de la

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madre, situación que podría explicar algunos homicidios, según algunos

psicólogos adictos a salir en los medios; buscan la causa de cualquier

problema en el pasado remoto de las personas, en su relación temprana con

sus progenitores, afirman que la mujer golpeada busca esa relación porque la

acerca a su padre o porque no ha conocido otro tipo de relación, como si su

cerebro estuviese formateado en un sentido dado y su vida fuera una

condena inevitable. La lógica convencional de una cultura cientificista es

aplicada torpemente al ser humano para enunciar criterios estandarizantes

que llevan a enunciar "axiomas" en torno a cómo son exactamente los hijos

únicos, cuáles son las etapas por las que pasan las personas que rompen una

relación de pareja, qué sienten los hijos de padres divorciados y qué les

aguarda en el futuro, sin escapatoria, entre muchos otros axiomas bárbaros.

Y todos son enunciados "científicos", leyes universales que deberían

cumplirse, pero que sin embargo, curiosamente, la realidad se resiste a

acatar. ¿Por qué los psicólogos del comportamiento no modifican su

comportamiento profesional luego de contrastar sus tesis con la realidad? Es

muy claro que sus teorías no son ciertas. Es lamentable oír decir, por

ejemplo, que si un padre fuma o bebe sus hijos serán fumadores o bebedores

cuando los hechos no confirman esa teoría. Los hijos son perfectamente

capaces de tomar sus propias decisiones y pueden o no seguir el mal ejemplo

de sus padres. De hecho no existe una continuidad trágica en la vida de las

personas como si estuvieran condenadas a copiar a sus padres. Tampoco es

posible sostener que un padre que fuma no puede decirle a sus hijos que no

fumen. Puede hacerlo ya que un mal ejemplo es a veces más efectivo que un

buen ejemplo.

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Alguien, me parece que Fromm, decía con su habitual lucidez que cuando

una persona se acerca a otra en busca de ayuda, ya ha elegido el tipo de

ayuda que desea recibir. Una persona escoge a quién acudir y lo hace

sabiendo, aunque sea veladamente, lo que recibirá de él o de ella, sea este

un profesional, un sacerdote, un chamán o la vecina. Antes de oír ya escogió

su ayuda. A menudo lo que buscan es una ayuda práctica, inmediata, de poco

compromiso personal, que actúe al margen de sus limitaciones, mucho mejor

si es mágica o divina. Ni siquiera importa si es una ayuda en verdad efectiva.

Solo basta con sentirse auxiliado por alguien o algo con cierto poder o

autoridad, verdadero o supuesto. Pero este es un poder que le otorga la

propia persona que va en busca de ayuda. Esta autoridad no es pues algo

intrínseco, que brilla por sí misma como una placa de bronce en quien brinda

la ayuda, sino que se la confiere la persona necesitada, el desesperado, el

sufriente. Hoy existe un sin fin de disciplinas que compiten por ganarse esa

autoridad. Y en medio de todo ese tumulto se ubica la psicología, aun con

ciertas pretensiones científicas, reclamando en voz apagada la autoridad que

ha perdido hace mucho por su propia inconsistencia.

¿Por qué la psicología, siendo una ciencia como se dice, tiene que competir

con otras actividades de menor rango pero -en el peor de los casos- a veces

incluso de mayor prestigio y credibilidad? Escucho en la radio a una psicóloga

que aconseja a los padres hablarles a sus hijos que aún se encuentran en el

vientre de la madre, es decir, hablarle al embrión o al feto pues, según ella,

esto beneficia su desarrollo y el niño gozará de mayor estabilidad emocional.

Recomienda incluso hacerle escuchar (al feto) a Beethoven. Luego cabría

preguntarse si esta es una afirmación científica. ¿Existe un estudio, una

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investigación realizada bajo los cánones y rigores de la ciencia, que

demuestre claramente la veracidad de esta afirmación? ¿O es una mera

especulación? ¿Puede el feto "escuchar" efectivamente a través de las

paredes uterinas y el líquido amniótico la voz de su padre y reconocerlo? ¿Su

aparato auditivo está ya operando? ¿Su cerebro está ya en condiciones de

procesar los sonidos, si es que pudiera percibir alguno? Los neonatólogos

dicen todo lo contrario; recomiendan incluso mantener al recién nacido en

silencio y bajo penumbra durante la primera semana al menos, porque el ser

humano, a diferencia de otros mamíferos, al nacer no cuenta con todas sus

funciones operativas, todavía debe acabar su desarrollo extrauterinamente.

Sería más correcto aconsejar a las embarazadas no fumar, no drogarse, evitar

las emociones muy intensas, vivir en un ambiente gratificante, alimentarse

con una dieta saludable, etc. Sin embargo hay una psicóloga en la radio –una

de las muchas que hoy abundan en los medios- aconsejando a los padres

hablarle al feto. ¿De qué? No lo dice. Tal vez se trata solo de una de esas

afirmaciones que a la gente le gusta oír porque seduce, tiene algo de

misterioso, tierno y romántico, y que a muchos profesionales les encanta

lanzar porque los cubre con un aura mística de sabiduría recóndita. O tal vez

porque, consciente de que compite con otras disciplinas que emplean

mensajes fáciles y encantadores, ha decidido emplear las mismas armas

apelando a creencias que cuentan con amplia aceptación popular. También

puede ser una estrategia de marketing ya que compite con otros medios y

programas, y es imperativo el uso de frases o ideas que tengan rating para

hacer más popular el espacio. Esta es también una de las razones por las que

la psicología se ha alejado tanto de la ciencia. Hoy en día es muy normal

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escuchar a un psicólogo repitiendo términos como "energía positiva",

"buenas vibraciones", "vínculo cósmico", "chakra", "aura", "alma", "espíritu",

etc.

Uno de los graves problemas que han traído estos tiempos de vida agitada y

de predominio de los medios audiovisuales, es que la gente ya no lee o

empieza a leer demasiado tarde y lee poco, por lo que carecen de una base

teórica sólida. Están predispuestos a creer todo lo que leen solo por el hecho

de estar en un libro y por la publicidad que le precede. Carecen de espíritu

crítico y de fundamentos epistemológicos para analizar, comprender

adecuadamente o rebatir las ideas que leen. Equivocadamente la gente

piensa que –al igual que ocurre con la tecnología- lo último que aparece es lo

mejor y lo más avanzado y que, en todo caso, está de moda. Muchas veces

sólo se comenta lo anecdótico y lo fácil, lo curiosos y lo bonito, de modo que

todo el trasfondo teórico se pierde. Algunos libros como "El efecto Mozart en

los niños" de Don Campbell generan entusiasmo y las ideas expuestas corren

como pólvora de boca en boca. Al final, yendo de una persona a otra, el

mensaje original queda transformado en una recomendación extravagante y

lo que era Mozart queda convertido en Beethoven. No importa si el autor

original de la idea –que al final desapareció en el limbo- hizo un estudio

profundo para recomendar específicamente una obra ejecutada

precisamente en piano para una etapa particular del desarrollo. Lo único que

sobrevivió de toda la propuesta es que la música clásica le hace bien al feto.

Finalmente ya nadie sabe por qué lo recomiendan pero la idea es linda y a la

gente le gusta oírla.

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Ahora bien, por si tuviéramos alguna duda, lo que debemos hacer es mirar

nuestro rededor a fin de descubrir lo qué está ocurriendo en nuestro campo

y averiguar si la sociedad y las instituciones nos reconocen y nos tratan como

a una ciencia. Aunque la psicoterapia no es bien conocida por la mayoría de

la gente, existe un pequeño segmento que tarde o temprano decide buscar

alivio mediante un tratamiento psicológico. No obstante, el panorama es

realmente confuso para ellos. Se presenta una verdadera sobreoferta de

métodos y técnicas de curación, no solo de aquellas que ya consiguieron una

membresía de la psicología, sino de otras que aún se hallan al margen y aun

de los que pertenecen decididamente a otras esferas. Esta situación es

intensamente aprovechada por mercaderes sin escrúpulos que ofrecen la

cura para todos los males, mediante infinitas técnicas esotéricas y

supuestamente terapéuticas que apenas caben en la imaginación. Se

anuncian realizando una singular competencia de avisos llamativos y una

guerra de términos extravagantes, la mayoría de las cuales cargan el prefijo

"psico". Por ejemplo, psicodrenaje linfático, psicohomeostasis, reiky, etc.

Si bien es cierto que la mayoría de las técnicas de tratamiento que se ofrecen

difícilmente pueden causar la muerte de alguien, el problema está en la

tremenda cantidad de estafados, para no mencionar el daño psicológico que

podrían causar algunas de estas prácticas al someter a los incautos a

procedimientos extravagantes y rituales absurdos que finalmente no les

proporciona el alivio que esperan. Pero además de todo ello está el

irreparable daño que le producen a la verdadera actividad psicoterapéutica.

El punto para nosotros es reconocer que aparentemente no existe una

entidad –ni pública ni privada- que se ocupe de preservar la actividad

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psicoterapéutica y por consiguiente, la categoría de ciencia no le ha sido

otorgada a la psicología por nadie en nuestra sociedad. En consecuencia

cabría cuestionarse qué clase de ciencia podría ser la psicología si su ejercicio

profesional más delicado, la psicoterapia, puede ser desempeñado

libremente por cualquiera. Es cierto que también en medicina existen

filtraciones de mucha "medicina alternativa" pero en este campo suelen

haber controles más rigurosos.

Por último, como sabemos, toda ciencia tiene un derrotero, persigue uno o

más propósitos bien definidos, busca alcanzar una idea que brilla en su

horizonte. La biología avanza por el terreno molecular y persigue sintetizar

algunas proteínas, experimenta con el ADN para erradicar enfermedades,

corregir defectos congénitos, y mediante la clonación y el empleo de células

madre se busca reconstruir órganos dañados, etc. La física sigue rebuscando

en las entrañas de la materia para descubrir los secretos del universo,

investigando partículas subatómicas y perfeccionando aceleradores,

persiguiendo la tan ansiada teoría del campo unificado. Así por el estilo,

todas las ciencias tienen un camino trazado y sus diversas disciplinas

concurren en el logro de esas metas. Ahora cabe preguntarnos ¿cuál es el

derrotero de la psicología como ciencia del comportamiento? ¿Tiene alguno?

¿Acaso estamos en la búsqueda de la felicidad humana, como lo hacen creer

los medios y los best seller de supermercado? Todo parece indicar que no

hay un propósito definido para la psicología como ciencia. Estamos

simplemente en la espera de que algún autor vuelva a sorprendernos con

una tesis novedosa, comparando, por ejemplo, el cerebro humano con una

computadora, o enfocando las relaciones humanas como una especie de

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economía de mercado donde las transacciones ofrecen ganancias y pérdidas,

o simplemente cambiando de pronto los viejos términos para sugerir el

empleo de una nueva terminología para viejos conceptos.

Como hemos visto, hay poderosas razones de toda índole para dudar de la

categoría científica de la psicología del comportamiento. No hay una

sensación definida de avance en la comprensión del ser humano y su

conducta como organismo autónomo. Hay más bien un empeño en tratarlo

como máquina estandarizada para acomodarlo a criterios científicos

obsoletos. Es decir, muchos teóricos de la psicología del comportamiento o

conducta acomodan al ser humano a su modelo de ciencia. Un modelo que

pertenece al siglo XIX. Lo más "científico" que pueden ofrecer en la psicología

del comportamiento es una tabla de control de respuestas y un estudio de

tipo estadístico. No se están produciendo las soluciones que la gente y la

sociedad esperan. En lugar de avanzar en una misma dirección, los autores se

dispersan creando versiones propias, nuevas y caprichosas, se convierten en

"filosofías de la vida". Se fundan escuelas que se reclaman psicológicas aun

sin observar los requisitos mínimos del quehacer científico. Se acude a otras

disciplinas para hallar respuestas que la psicología debiera dar. Científicos de

otras áreas pretenden hacer psicología y explicar procesos de pensamiento y

conciencia desde su propia perspectiva y con un lenguaje totalmente extraño

a la psicología, lo que genera confusión de conceptos en muchos

profesionales. Tampoco hay una clara separación o distinción entre los

conceptos populares de aquellos que se consideran científicos en el campo

de la psicología. Muchos siguen empleando conceptos anacrónicos y vulgares

que fueron idealizados tempranamente por una psicología primitiva, como el

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de "personalidad". Como consecuencia, el léxico de la profesión se ha llenado

de términos extraños y muchas veces extravagantes. En suma, la sociedad no

tiene una idea precisa de la función que cumplen los psicólogos. En el campo

de la salud pública la psicología tiene un papel muy relegado, al psicólogo no

se le concede el poder para otorgar licencias laborales, las compañías de

seguros no cubren los tratamientos psicológicos en varios países, la

psicología no está en el nivel de poder señalar políticas de salud pública al

Estado, no se la considera como una opción de consultoría a nivel de políticas

de gobierno, etc.

En resumen, me atrevería a afirmar que la psicología del comportamiento

está muy lejos de ser considerada como una ciencia, muy al margen de lo que

ella misma pueda probar como disciplina del quehacer humano. Peor aún,

hasta podríamos dudar que dichas disciplinas puedan ser consideradas

psicología. Por desgracia, la psicología no ha avanzado en la edificación de su

epistemología. Mientras que la psicología no defina en primer lugar cuál es su

campo específico de estudio, de qué trata "realmente", cuál es la naturaleza

de los fenómenos que aborda (que obviamente no son físicos), qué

diferencias esenciales tiene con las demás ciencias en función de nuestro

foco de estudio, qué aspecto concreto del hombre pretende estudiar; este

ambiente enrarecido y confuso continuará, y nuestro camino seguirá

cubriéndose con esa espesa maleza que son los advenedizos, improvisados y

chiflados de todo tipo que pretenden rescatar a la sociedad para llevarla por

el camino de la felicidad. De hecho, el debate sobre el campo de la psicología

como ciencia es ajeno al escenario social. Y al menos hay que dejar en claro

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que hay una psicología científica al margen de todo ese escenario de la

conducta humana en sociedad.

Lima, agosto del 2005