Érase una vez una mujer que quería matar...

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ATALANTA LIUDMILA PETRUSHÉVSKAIA ÉRASE UNA VEZ UNA MUJER QUE QUERÍA MATAR AL BEBÉ DE SU VECINA

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Relatos de Liudmila Petruschevskaia, World Fantasy Award 2010

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A T A L A N T A

L I U D M I L A P E T R U S H É V S K A I A

É R A S E U N A V E Z U N A M U J E RQ U E Q U E R Í A M ATA R A L B E B É

D E S U V E C I N A

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Fiel a la rica tradición oral de su país,donde las mujeres tienen un talentonatural para contar historias, LiudmilaPetrushévskaia cautiva la imaginacióncon estos relatos directos, tan cercanosal espíritu místico y pesadillesco de Poecomo a la sobria exactitud realista deChéjov. Cada cuento transmite el pesode la vida y, al mismo tiempo, el rocevertiginoso de lo extraño. Pero lo insó-lito siempre acaece a gente corriente:un coronel que acaba de perder a suesposa y habla con ella en sueños; unamujer que odia a su vecina y vive conella y su niño en un mezquino apar-tamento de dos habitaciones; un jovenque anuncia a una familia la horriblenoticia de que una epidemia se ha ex-tendido por toda la ciudad. A veces lospersonajes se identifican con lo pura-mente fantástico: una gorda inmensa,que necesita tres sillas y dos camaspara descansar, se convierte cada no-che en dos deliciosas bailarinas quedanzan por la casa; o una muchachaque ha perdido la memoria y se encuen-tra en un lugar desconocido y que esrecogida por un camionero monstruosoy un siniestro encapuchado… «Cancio-nes», «alegorías», «réquiems» o «cuen-tos de hadas», los denomina su autora.En cualquier caso, todos estos relatos,como dice Jorge F. Hernández en suprólogo, transpiran una rara adrenalina.

TRADUCCIÓN: FERNANDO OTERO

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AR S BREV I S

ATALANTA

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LIUDMILA PETRUSHÉVSKAIA

ÉRASE UNA VEZ UNA MUJER

QUE QUERÍA MATAR AL BEBÉ

DE SU VECINA

ATA L A N TA2011

PRÓLOGO

JORGE F. HERNÁNDEZ

TRADUCCIÓN

FERNANDO OTERO

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En cubierta: Cortesía de boners.comEn contracubierta: Foto de la autora de Anastasia Kazakova

Dirección y diseño: Jacobo Siruela

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Título original: Два царства (Dva tsarstva)© Ludmilla Petrushevskaya, 1991© De la traducción: Fernando Otero© Del prólogo: Jorge F. Hernández© EDICIONES ATALANTA, S. L.

Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. EspañaTeléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34

atalantaweb.com

ISBN: 978-84-938466-0-2Depósito Legal: B-7.240-2011

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Í N D I C E

Prólogo9

Canción de los eslavos orientales

El brazo19

Venganza24

Un suceso en Sokólniki30

La despedida de una madre33

Alegorías

Higiene41

Un alma nueva56

Los nuevos Robinson66

El milagro86

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Réquiems

El dios Poseidón111

Te quiero115

La casa de la fuente126

La sombra de la vida138

Dos reinos145

Hay alguien en casa155

Cuentos de hadas

El padre173

Mamá repollo182

El secreto de Marilena191

El testamento del anciano monje213

El abrigo negro232

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PRÓLOGO

Liudmila Petrushévskaia nació en Moscú en 1938;el mundo y en particular la Unión Soviética se halla-ban al filo de sortear dramáticos cambios y eventostrascendentales que hacen de la vida de Petrushév-skaia un fiel testimonio del abigarrado siglo XX, y desu obra, un testimonio artístico de sobrevivencia. He-redera de virtudes narrativas de los grandes autoresde la literatura rusa –específicamente, la minuciosa in-trospección que lograba Antón Chéjov en sus rela-tos–, Petrushévskaia es actualmente la más destacaday notable autora rusa contemporánea.Su novela Tiempo de noche quedó finalista del pres-

tigioso Premio Booker ruso, y otra de sus novelas,Svoi Krug, es considerada un clásico moderno en tor-no a la desmitificación y denuncia de la intelligentsiasoviética durante la década de 1980, que enmarcaríasu total decadencia y, al final, la desaparición mismade la Unión de Repúblicas Soviéticas y Socialistas.

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De hecho, la obra de Petrushévskaia podría resumir-se como espejo y ventana de la vida cotidiana, losenredos sociales y la insinuada podredumbre políticade toda una época a través de los tormentos y peque-ñas ilusiones de personajes absolutamente creíbles enmedio de escenarios irreales o fantásticos. Por lomismo, las obras de Petrushévskaia padecieron cons-tante censura y diversas limitaciones para su publi-cación. No es sino hasta 1973, año en que Petru-shévskaia logra publicar dos relatos en una revista deLituania, cuando su obra inicia su despegue y multi-plica su lectura. Hasta entonces, Petrushévskaia habíalogrado el reconocimiento con algunas puestas en es-cena y guiones para radio y televisión, así como di-versos trabajos de edición, traducción y periodismo.Petrushévskaia ha declarado ser «no más que oyen-

te de la tradición oral femenina rusa. Rusia es tierra demujeres que son narradoras extraordinariamente ta-lentosas; cuentan sus historias tal cual, sin inventarnada». En particular, se la considera la madre de la li-teratura feminista rusa posmoderna por concederlevoz y presencia a mujeres de diferentes ámbitos yestratos: grabando su habla en tinta con parlamentosy diálogos directos o haciéndolas hablar con claros-curos de desesperación y constante desasosiego. Deaquí la incomodidad que suscitaban sus cuentos encírculos oficiales y la avidez por publicarla en cuantose desmoronó el dinosaurio: Petrushévskaia publicóuno de sus relatos más célebres, «Los nuevos Ro-binson», en la misma edición de la revista Novy Mirdonde apareció El archipiélago Gulag, de Alexander

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Solzhenitsyn. A partir de entonces, la carrera literariade Petrushévskaia se consolidó no sólo porque el pasodel tiempo y la suma de sus lectores apuntalan losquince volúmenes de relatos que lleva publicados a lafecha, sino también por el reconocimiento oficial desu calidad literaria, lo cual quedó manifestado en elaño 2008, cuando el gobierno ruso lanzó un festejo anivel nacional con motivo de su cumpleaños. Algoque hubiese sido impensable bajo las cuadrículas cul-turales del antiguo régimen.Petrushévskaia ha sido galardonada con el Pre-

mio Pushkin (2003), el Premio del Estado Ruso paralas Artes (2004), el Premio Stanislavski (2005) y elTriumph Prize (2006), además de contar con un cre-ciente número de lectores y con sus obras traducidasa más de treinta lenguas. Sin embargo, su figura deenemiga de toda banalidad y su fantástica habilidadpara revelar la crudeza de la existencia humana lamantienen en el gusto del público no sin polémicas ydetractores: hay quienes no perdonan la descarnadaagudeza con la que retrató a los habitantes de unmundo que ha quedado en blanco y negro, así comootros se azoran ante su polifacética actividad artística,ya como pintora que expone en galerías de prestigio ocantante de sus propias canciones, ya como traducto-ra de temas musicales en otras lenguas, que ella mismainterpreta acodada sobre la cola de un piano en algúncabaret de Moscú, o bien en teatros y auditorios.Quien se aventure a descifrar el policromado mu-

ral que se desdobla al abrir cada una de las sucesivasmuñecas que conforman la biografía o bibliografía de

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Liudmila Petrushévskaia se encontrará de pronto anteun paisaje multiplicado donde convergen las voces demuchas otras mujeres, los fantasmas de anónimos de-sahuciados, la nómina de víctimas y esas listas irra-cionales de tantos habitantes que conforman el paísalterno, la otra patria, donde se propuso sobrevivirella misma a pesar de las censuras, la imposibilidad depublicar, las críticas adversas y fáciles. Sea en la nave-gación de novelas, el afán del teatro, la aventura cine-matográfica, los óleos sobre tela o el encantamientodel cuento corto –género que domina con maestría,como se demuestra en este libro–, Petrushévskaia haconformado lo que podríamos definir como travesíasnocturnas: viajes del sueño a territorios donde se con-funde lo racional con todo lo bizarro e inexplicable asimple vista. Ella misma subtituló como «Posibilida-des de Menipea» uno de sus largos relatos fantásticos,en alusión a esa forma de la sátira en la literatura clá-sica griega donde la prosa se sumerge en las nochesdel inframundo para hablar con los muertos y así bur-larse del mundo de los vivos. Todas las voces que con-forman al ciego Homero hablan de la travesía noctur-na con la palabra griega nekyia que se pronunciacuando Odisea bebe sangre humana para conversarcon los muertos, allí donde se trastocan los tiempos yel espacio se expande o comprime tanto como quienpodría suscribir la sentencia barroca, como Quevedo,de ser a un mismo tiempo un fui, un seré y un es can-sado. Petrushévskaia deja entonces que su prosa fluyapor esos reinos aparentemente intangibles que se es-conden tras los telones aterciopelados de la realidad

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palpable, y más que nekyias o meras travesías noctur-nas de quien narra sueños, ella declara explorar consus cuentos «los huertos de posibilidades inusuales».Este libro contiene una magnífica cosecha de tales

huertos, divididos por su autora en cuatro claves quequizá responden tanto al ánimo con el que los inven-tó como al tono con el que los narra. Una primerafanega queda catalogada por Petrushévskaia bajo elánimo de ser una Canción de los eslavos orientales:cuatro narraciones del género fantástico en estadopuro, que encantarían al propio Borges o a Bioy Ca-sares en noches de largo insomnio: el largo y lángui-do adiós de una madre donde se confirma que la tum-ba es un lugar sin sosiego; el brazo fantasma de unmilitar que no sabe si vive muerto; el pálido suplican-te que insiste sin explicaciones buscando ayuda paraenterrarse, o la sutil saliva de la venganza de unamadre que ha descubierto, no sin escalofríos, el cuen-to de la mujer que intentó matar a su hija.El siguiente tipo de cultivo que ofrecen los cuen-

tos de Petrushévskaia viene bajo el título de Alego-rías. Cuatro cuentos que no me atrevo a definir maca-bros, aunque transpiren una rara adrenalina que pare-ce volver incandescentes las páginas donde se enredanlas raíces de sus respectivas tramas, los muchos hilosde esas «inusuales posibilidades» donde la obsesiónpor la higiene de una familia en desgracia parece que-dar cifrada en la mirada intraducible de un gato o lailimitada geografía por donde bogan errantes las al-mas, ánimas exiliadas que pueden variar de cuerpo ybiografía, o el milagro que transparentan las huellas

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de un ahorcado, allí donde todas las vidas se conden-san en una sola neblina de muerte, y así también elcuento de «Los nuevos Robinson», donde Petrushév-skaia, sin necesidad de precisar críticas específicas,alusiones directas o nombres propios, revela la deso-ladora debacle de un país y sus utopías a través dela narración del naufragio de una familia al filo de lanada, en medio de seres que ya no parecen humanos,donde cualquier hierba se vuelve comida.Como Réquiems titula Petrushévskaia la siguiente

media docena de cuentos breves, túmulo funerarioque va del manto de espumas con el que los maresarropan a sus ahogados al terror verídico y palpablede saber que hay alguien en casa cuando podríamosjurar que estamos solos, leyendo un libro de cuentosde una autora rusa que por puro azar nos cayó en lasmanos para espanto de las madrugadas. El mismopuro azar que Petrushévskaia destila en el cuento deun amor que deja de ser anónimo con sólo leerlo, o enel titulado «La sombra de la vida», que no es más quegenial en todo el sentido de su lectura. Completaneste tono de relatos el cuento donde Petrushévskaiaune en párrafos creíbles la increíble convivencia de lavida con la muerte y el que titula «La casa de la fuen-te», donde una muñeca durmiente, una bella soñadoraeterna, nos hipnotiza aun a sabiendas de que los sue-ños no cuentan en los balances finales del miedo o laincertidumbre.Como ella misma, los cuentos de Petrushévskaia se

desdoblan como una matrioska, esa muñeca rusa quequizá lleva en el fondo, allí en la más pequeña de las

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muñecas encerradas, un alma negra como pulpa deficción y engaño. De aquí los cuentos que Petrushév-skaia bautiza como Cuentos de hadas, quizá por tras-tocar la etimología convencional: cuentos ajenos amoralinas y banalidades; historias contadas en vozalta, al filo del sueño, que se narran como quien cantauna nana; cuentos que hablan en llano y van del enig-mático inicio donde leemos que «Érase una vez unpadre que no podía encontrar a sus hijos» hasta des-doblarse en el recuento de una dolorosa soledad que,en medio de una tormenta de nieve, se transforma enauténtica paternidad; o el cuento desgarrador que em-pieza por decirnos que «Érase que se era una mujerque llevaba a su diminuta, minúscula, microscópicahija neonata en una caja de cerillas» para convertirseen el desgarrador cuento de una locura materna entrelas hojas de una verdura llamada repollo aunque pa-rezca la rosa convertida en corazón; y cierran estoscuentos de hadas, que en realidad no son sino másbien su contrario, el testamento de un viejo monje, labiografía inanimada de un abrigo negro o el enigmá-tico secreto de una mujer obesa, inmensa, cetácea queen realidad había sido no una, sino dos mujeres quepor sortilegio de un mago malévolo se convirtieronen una sola mujer inmensa, gorda de circo, capaz dedevorarse en pocos minutos –y para carcajadas de supúblico– un buey entero, asado bajo la carpa.Liudmila Petrushévskaia es una de las más nota-

bles escritoras contemporáneas. Su parentesco con to-dos los artistas y pensadores rusos que se resistierona cualesquiera formas de la opresión en tiempos auto-

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ritarios y soviéticos, así como su filiación con todoslos autores que padecieron censura, tanto como sustalentos como pintora o esa voz que canta envuelta enserpientes de plumas y anchos sombreros, conformanla detallada decoración de todas las Petrushévskaiasque, como una matrioska, se encierran sucesivamentey a escala en su biografía, bibliografía, pinturas y can-ciones. Aquí lo que más importa es subrayar la tras-cendencia de su literatura, multiplicada al instante porel contagio y complicidad que establece su lectu-ra; clonada en la imaginación que comparte con estoscuentos que se desdoblan como quien deshoja, páginaa página, un montón de piedras: silencio de nieve,neblina de espectros, la vida misma entre la imagina-ción y la memoria, con la brevedad como confirma-ción de la maestría… para volver a contar los miedosque nos desvelaban de niños, las seguridades donde sefincaba la tranquilidad en la infancia, o bien confun-dirnos los rostros que aparentemente eran ajenos enla ventana que resultó ser espejo.

Jorge F. Hernández

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Liudmila Petrushévskaia es la autoramás destacada de la literatura rusa con-temporánea. Nació en 1938 en Moscú,ciudad en la que sigue residiendo. Pin-tora, dramaturga y cantante de sus pro-pias canciones en algunos teatrillos ycabarets moscovitas, tiene publicadasquince colecciones de relatos y variasnovelas, como Tiempo de noche (1992) ySvoi Krug, considerada un clásico mo-derno sobre la denuncia de la intelec-tualidad soviética en la última décadade la era comunista. El reconocimientole llegó tarde. En 2003 recibió, a los 65años, el más prestigioso premio nacio-nal de las letras rusas. Al año siguientefue galardonada con el Premio Pushkin;en 2004, con el Premio del Estado Rusopara las Artes, y en 2005, con el PremioStanislavski. A partir de entonces suobra ha sido traducida a más de treintalenguas y sus piezas teatrales repre-sentadas en todo el mundo. En 2010 ob-tuvo en Estados Unidos el Premio Mun-dial de Fantasía por la obra que publicaahora Atalanta.

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A r s b r e v i s

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