Érase una vez el hombre -...

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Profesiones g 43 nº 127 g septiembre-octubre 2010 CULTURA Érase una vez el hombre El pasado verano terminaba con una afirmación rotun- da por parte del científico Stephen Hawking: «Dios no exis- te». Este físico anunció la publicación de su nuevo libro, The Grand Design, donde avanza en la tesis de la inexistencia de Dios. Según sus investigaciones, el origen del universo, se explica por sí mismo. La existencia de Dios, así como las teorías del big bang o de la evolución de las especies no pasan jamás de moda científica. Quizá una paradójica actualidad permanente, a la que se acude una y otra vez, posiblemente por la necesidad que tiene el ser humano de saber no tanto a dónde va sino de dónde viene. Desde el mes de julio, las principales claves de la evolución del hombre como especie se encuentran reunidas en el Museo de la Evolución Humana —MEH—, en Burgos. Enciclopedia de la evolución Inaugurado por la Reina Sofía, esta original enciclopedia de la evolución —por sus dimensiones y realismo—, supone un auténtico viaje hasta el principio de los tiempos del hombre en la Tierra con el objetivo principal de explicar los orígenes y el desarrollo de la humanidad. Mediante la difusión del conocimiento de nuestra evolución a partir de los hallazgos arqueológicos y de los estudios cien- tíficos, el MEH asume el compromiso de «transmitir a la so- ciedad el conocimiento sobre la evolución humana con rigor científico y de manera asequible. El recorrido por los diferen- tes espacios del Museo resulta sorprendente y novedoso para que todos podamos sentirnos científicos por un día y encon- trar claves con las que responder a nuestras inquietudes», tal y como afirman desde el Museo de la Evolución Humana. El edificio, construido a partir del diseño del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, es un prisma de sesenta metros de frente, treinta de altura y noventa de fondo. Una doble piel de vidrio forma las cuatro fachadas. La cubierta permite la luz cenital, lo que dota al espacio de transparencia y acusada luminosidad, si- milar a la del espacio exterior, facilitando además, la eficiencia energética. Navarro Baldeweg abordó el reto de museizar el re- lato de la evolución humana con un proyecto «de gran elegan- cia y riqueza conceptual que consigue crear un ámbito espacial adaptado a la singularidad del discurso de la evolución». En todo caso, se trata de espacios diáfanos, lo que propicia versa- tilidad de recorridos, partiendo de los mismos yacimientos de Atapuerca, que constituyen una parte del museo al aire libre. La distribución en tres plantas y un sótano permite acercar al visitante la evolución biológica (planta 0) y la evolución cultural del hombre (planta 1). La visita puede culminar con la intros- pección de los tres ecosistemas: la selva, la sabana y la tundra- estepa, como escenarios posibles «de las dificultades de supervi- vencia y como explicación de las adaptaciones al hábitat». Un museo singular La originalidad de concentrar en pleno presente las claves del pasado del hombre ha sido conseguida partiendo de cuatro puntos básicos que convierten al museo en una pieza singular dentro del patrimonio cultural nacional. Así, el MEH utiliza Atapuerca como un recurso didáctico tendente a facilitar al vi- sitante un esquema que le permita asimilar mejor el discurso de la evolución humana. El enfoque elegido ha sido el dinámi- co, con el fin de abrir el horizonte de comprensión abordando el papel del hombre como centro de las civilizaciones, dando entrada al pensamiento actual. Además, se trata de un museo socialmente responsable, pues hace hincapié en la interacción del hombre con su entorno ambiental y social. Igualmente po- see una pretensión clara de convertirse en referencia mundial en cuanto modelo de museizar la evolución humana. Una evo- lución a la que acudimos permanentemente para explicar qué hacemos aquí, quién nos precedió y por qué no, en quién nos convertiremos. «Las cuevas de la Sierra de Atapuerca contienen numerosos vestigios fósiles de los primeros seres humanos que se asentaron en Europa… fósiles que constituyen una fuente excepcio- nal de datos, cuyo estudio científico proporciona información inestimable sobre el aspecto y modo de vida de esos antepasados remotos de nuestra especie». UNESCO, año 2000 Esther Plaza Alba «El recorrido por los diferentes espacios del museo resulta sorprendente y novedoso para que todos podamos sentirnos científicos por un día y encontrar claves con las que responder a nuestras inquietudes».

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Profesiones g 43nº 127 g septiembre-octubre 2010

CULTURA

Érase una vez el hombre

El pasado verano terminaba con una afirmación rotun-da por parte del científico Stephen Hawking: «Dios no exis-te». Este físico anunció la publicación de su nuevo libro, The Grand Design, donde avanza en la tesis de la inexistencia de Dios. Según sus investigaciones, el origen del universo, se explica por sí mismo. La existencia de Dios, así como las teorías del big bang o de la evolución de las especies no pasan jamás de moda científica. Quizá una paradójica actualidad permanente, a la que se acude una y otra vez, posiblemente por la necesidad que tiene el ser humano de saber no tanto a dónde va sino de dónde viene.Desde el mes de julio, las principales claves de la evolución del hombre como especie se encuentran reunidas en el Museo de la Evolución Humana —MEH—, en Burgos.

Enciclopedia de la evoluciónInaugurado por la Reina Sofía, esta original enciclopedia de la evolución —por sus dimensiones y realismo—, supone un auténtico viaje hasta el principio de los tiempos del hombre en la Tierra con el objetivo principal de explicar los orígenes y el desarrollo de la humanidad.Mediante la difusión del conocimiento de nuestra evolución a partir de los hallazgos arqueológicos y de los estudios cien-tíficos, el MEH asume el compromiso de «transmitir a la so-ciedad el conocimiento sobre la evolución humana con rigor científico y de manera asequible. El recorrido por los diferen-tes espacios del Museo resulta sorprendente y novedoso para que todos podamos sentirnos científicos por un día y encon-trar claves con las que responder a nuestras inquietudes», tal y como afirman desde el Museo de la Evolución Humana.El edificio, construido a partir del diseño del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, es un prisma de sesenta metros de frente, treinta de altura y noventa de fondo. Una doble piel de vidrio forma las cuatro fachadas. La cubierta permite la luz cenital, lo

que dota al espacio de transparencia y acusada luminosidad, si-milar a la del espacio exterior, facilitando además, la eficiencia energética. Navarro Baldeweg abordó el reto de museizar el re-lato de la evolución humana con un proyecto «de gran elegan-cia y riqueza conceptual que consigue crear un ámbito espacial adaptado a la singularidad del discurso de la evolución». En todo caso, se trata de espacios diáfanos, lo que propicia versa-tilidad de recorridos, partiendo de los mismos yacimientos de Atapuerca, que constituyen una parte del museo al aire libre. La distribución en tres plantas y un sótano permite acercar al visitante la evolución biológica (planta 0) y la evolución cultural del hombre (planta 1). La visita puede culminar con la intros-pección de los tres ecosistemas: la selva, la sabana y la tundra-estepa, como escenarios posibles «de las dificultades de supervi-vencia y como explicación de las adaptaciones al hábitat».

Un museo singularLa originalidad de concentrar en pleno presente las claves del pasado del hombre ha sido conseguida partiendo de cuatro puntos básicos que convierten al museo en una pieza singular dentro del patrimonio cultural nacional. Así, el MEH utiliza Atapuerca como un recurso didáctico tendente a facilitar al vi-sitante un esquema que le permita asimilar mejor el discurso de la evolución humana. El enfoque elegido ha sido el dinámi-co, con el fin de abrir el horizonte de comprensión abordando el papel del hombre como centro de las civilizaciones, dando entrada al pensamiento actual. Además, se trata de un museo socialmente responsable, pues hace hincapié en la interacción del hombre con su entorno ambiental y social. Igualmente po-see una pretensión clara de convertirse en referencia mundial en cuanto modelo de museizar la evolución humana. Una evo-lución a la que acudimos permanentemente para explicar qué hacemos aquí, quién nos precedió y por qué no, en quién nos convertiremos.

«Las cuevas de la Sierra de Atapuerca contienen numerosos vestigios fósiles de los primeros seres humanos que se asentaron en Europa… fósiles que constituyen una fuente excepcio-nal de datos, cuyo estudio científico proporciona información inestimable sobre el aspecto y modo de vida de esos antepasados remotos de nuestra especie».

UNESCO, año 2000

Esther Plaza Alba

«El recorrido por los diferentes espacios del museo resulta sorprendente y novedoso para que todos podamos sentirnos científicos por un día y encontrar claves con las que responder a nuestras inquietudes».