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S O M A í^eoista íP e ° s ó f i c Q ,Satyat násti paro dharmah. NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD La Sociedad Teo gótica no es responsable de las opiniones emitidas en los artículos de esta Revista, siéndolo de cada articulo el firmante, y de loa no Armados la Dirección. EL CRISTIANISMO ESOTERICO Ó LOS MISTERIOS MENORES por A nníe B esant (Continuación.) CAPÍTULO XIII S acramentos , (Continuación.) V amos ahora á aplicar estos principios generales á ejemplos concretos, don- de veremos cómo explican y justifican los ritos sacramentales que en todas las religiones se encuentran. Será, suficiente á nuestro propósito examinar tres de los siete Sacramen- tos usados en la Iglesia Católica. De ellos, dos son reconocidos como obli- gatorios por todos los cristianos, si bien los protestantes extremados los des- pojan de su verdadero carácter, atribuyéndoles solamente una importancia declaratoria y conmemorativa, en vez de su valor sacramental, á pesar de lo cual, las personas que de entre ellos están inspiradas de una devoción real y sincera, granjean algo de su influencia benéfica, aun negándola en teoría. El tercero de los que vamos á estudiar, no es reconocido ni siquiera nominal- raente como Sacramento por las Iglesias Protestantes, no obstante presentar los signos esenciales de tal sacramento, según se exponen en la definición del catecismo de la Iglesia Anglicana antes citado (i). El primero en que va- í1) Véasa Antis, pág. 14; do Sophia le Julio 1I5 190 j.

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S O M A

í ^ e o i s t a íP e ° s ó f i c Q,S a ty a t n ásti p aro d h arm ah .

N O H A Y RELIGIÓN M Á S E L E V A D A Q U E LA V E R D A D

La Sociedad Teo gótica no es responsable de las opiniones emitidas en los artículos de esta Revista, siéndolo de cada articulo el firmante, y de loa no Armados la Dirección.

EL CRISTIANISMO ESOTERICO

Ó LOS MISTERIOS MENORESp o r A n n í e B e s a n t

(Continuación.)

CA PÍTU LO XIII

S a c r a m e n t o s , (Continuación.)

V am os ahora á aplicar estos principios generales á ejem plos concretos, don­

de veremos cómo explican y justifican los ritos sacram entales que en todas

las religiones se encuentran.Será, suficiente á nuestro propósito examinar tres de los siete Sacramen­

tos usados en la Iglesia Católica. De ellos, dos son reconocidos como obli­gatorios por todos los cristianos, si bien los protestantes extremados los des­pojan de su verdadero carácter, atribuyéndoles solamente una importancia declaratoria y conmemorativa, en vez de su valor sacramental, á pesar de lo cual, las personas que de entre ellos están inspiradas de una devoción real y sincera, granjean algo de su influencia benéfica, aun negándola en teoría. El tercero de los que vamos á estudiar, no es reconocido ni siquiera nominal- raente como Sacramento por las Iglesias Protestantes, no obstante presentar los signos esenciales de tal sacramento, según se exponen en la definición del catecismo de la Iglesia Anglicana antes citado (i). El primero en que va-

í1) Véasa Antis, pág. 14; do Sophia le Julio 1I5 190 j.

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mos á ocuparnos es el Bautismo; el segundo la Comunión; el tercero el Ma­trimonio. El haber colocado al matrimonio fuera del rango de sacramento, ha degradado mucho su alto ideal, y en gran parte ha sido causa de esa flo­jedad de su vínculo que tanto deploran los hombres pensadores.

El Sacramento del Bautismo se encuentra en todas las religiones, no sólo al comienzo de la vida terrestre, sino también, y más generalmente, como ceremonia de purificación. Lo mismo en la antigüedad que en nuestros días, para dar ingreso en una religión á cualquier individuo, sea adulto ó recién nacido, existe un rito de que es parte esencial el rociarlo con agua. El B e- verendo Dr. Giles se expresa así: «La idea de emplear el agua como emble­ma de limpia espiritual, es demasiado obvia para que cause sorpresa la an­tigüedad de la ceremonia. El Dr. Hyde, en su tratado sobre la Religión de los Antiguos Persas, XXXIV, 406, cuenta que prevalecía en este pueblo, y añade: ‘No usan ellos de la circuncisión para los niños, sino sólo del Bautis­mo ó lavatorio para purificar las almas. Llevan el niño al templo, y presen­tándolo al sacerdote, lo colocan frontero del sol y el fuego; terminada la ce­remonia, lo tienen por más sagrado que antes. Lord dice que para tal pro­pósito llevan el agua en la corteza de la encina — este árbol es, á la verdad,

—. fü hautn de los Magos. A veces proceden de distinto modo, sumergiendo al niño en un gran receptáculo lleno agua, según Tavernier. Después de esta ablución ó bautismo, el sacerdote pone al niño el nombre designado por sus padres’» (i). Algunas semanas después del nacimiento de un niño hindú, se verifica una ceremonia de la cual es parte rociarlo con agua. Tales aspersio­nes son comunes á todos los actos del culto hindú, Williamson cita autori­dades que prueban la existencia del Bautismo entre los egipcios, persas, thi- betanos, mongoles, mejicanos, peruanos, griegos, romanos, escandinavos y druidas (2). Algunas de las plegarias que se recitan, son muy delicadas: «Entre en tu cuerpo esta agua azul celestial y quede en él, para que destru­ya y arroje de ti todo lo malo y adverso que antes del principio del mundo te fue dado.» «¡Oh, niño! recibe el agua del Señor del mundo, vida nuestra: ella lava y purifica; borren estas gotas el pecado que antes de la creación del mundo te fué dado, pues todos nosotros á su poder nos hallamos so­metidos. »

Tertuliano, en un pasaje cuya cita hemos hecho ya (3), refiere el uso muy generalizado del Bautismo entre gentes no cristianas, y otros Padres de la Iglesia hacen igual indicación.

En la mayor parte de las comuniones religiosas se acompañan todas las ceremonias con una forma menor del bautismo, empleándose el agua como símbolo de la purificación, lo cual responde á la idea de que ningún hombre debe ejercitar los actos del culto sin que antes haya purificado su corazón y

(1) Q h r i s t i a n R c c v r d s t pág, 129.(2) The Greai Lawt pags. 1 6 1 - 1 6 6 .

(_j) Vciasü Anh'Sy págs. }(>) y 5Ó4 de Soiuiia do i , ° ds Gslubro ¿ q 1902.

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su conciencia, siendo la ablución externa símbolo de la interna limpieza. En las Iglesias Griega y Romana se coloca, próximo á cada puerta, un recep­táculo de agua bendita, para que los fieles, al entrar, la tomen y hagan con ella el signo de la cruz sobre su frente antes de dirigirse hacia el altar. A este propósito dice Robert Taylor: «Las pilas bautismales de nuestras igle­sias protestantes, y apenas hay necesidad de decirlo, los pequeños depósitos de agua bendita colocados á la entrada de nuestras capillas católicas, no son imitaciones, sino una continuación, jamás interrumpida, de la misma agua minaría, ó amula que el erudito Montfaucon, en sus Antiquities, manifiesta haber sido vasos de agua santa colocados por los paganos á la entrada de sus templos, para rociarse con ella al poner el pie en los sagrados edifi­cios» (1),

Así en el Bautismo de recepción inicial en la Iglesia, como en esas otras abluciones menores, el agente material empleado es el agua, el gran fluido limpiador de la naturaleza, y por tanto, el símbolo más apropiado de la pu­rificación. Sobre esta agua se pronuncia en el ritual anglicano un mantra, representado por la plegaria «Santificad esta agua para eí lavado místico del pecado», después de lo cual se añade la fórmula «En el nombre del Pa­dre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén». Esta es la Palabra de Poder, á la que acompaña el Signo de Poder, la Señal de la Cruz hecha sobre la superficie del agua.

La Palabra y el Signo comunican al agua, según hemos explicado, una propiedad que antes no tenía, por lo que con razón se la llama «agua ben­dita.» Los poderes tenebrosos no se aproximarán á ella; y esparcida sobre el cuerpo, hará experimentar una sensación de paz, é infundirá nueva vida es­piritual. Cuando se bautiza un niño, la energía espiritual comunicada al agua por la Palabra^y el Signo, refuerza en él la vida del espíritu; y como de nue­vo se pronuncia sobre él la Palabra de Poder y se traza el Signo sobre su frente, sus cuerpos sutiles experimentan las consiguientes vibraciones, y el requerimiento hecho para la guarda de esta vida así santificada, surte sus efectos á través del mundo invisible. El Signo es á la vez purificador y pro­tector: purificador por la vida que por su medio se vierte; protector por las vibraciones que produce en los cuerpos sutiles. Estas vibraciones forman una á modo de muralla defensiva contra los ataques de las influencias hostiles de los mundos invisibles, y cada vez que se toca el agua bendita y se pronun­cia la Palabra y se hace el Signo, la energía se renueva, y se refuerzan ¡as vibraciones, cosas potentes en los mundos suprafísicos, y como portadoras de ayuda reconocidas.

En la Iglesia primitiva iba el Bautismo precedido de una preparación muy esmerada, pues los que en ella ingresaban, eran, por la mayor parte, conversos de otras religiones. Pasaba el converso por tres grados de instruc­ción definidos, en cada uno de los cuales permanecía hasta que había do-

{ r) D ítg ís is, pág. a 19.

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minado sus enseñanzas, siendo después admitido en la Iglesia, mediante el Bautismo. Sólo cuando esto se había efectuado, se le enseñaba el Credo, no confiado jamás á la escritura, ni recitado en presencia de infiel alguno, pues era señal de reconocimiento, mostrando la situación del que, al pronun­ciarlo, daba testimonio de ser miembro bautizado de la Iglesia.

Cuán verdaderamente se creía por aquellos tiempos en la gracia que el Bautismo transmitía, pruébalo la costumbre, al cabo muy extendida, del bautizarse en el lecho de muerte. Hombres y mujeres del mundo, ciertos de la realidad de este Sacramento, pero remisos en dar de mano á los placeres para llevar vida inmaculada, retardaban la celebración del rito hasta que la muerte sobre ellos extendía su mano, donde se apresuraban á recibirlo para gozar de los beneficios de su gracia y pasar á otra vida limpios y puros, y llenos de espiritual energía. Contra abuso tal lucharon algunos de los gran­des Padres de la Iglesia, y lucharon con éxito. Cuéntase una original anéc­dota, por uno de ellos referida, si mal no recordamos, por San Atanasio, que fué hombre de ingenio cáustico, no ajeno al empleo de la sátira para hacer comprender á sus oyentes la locura y perversidad de su conducta. Refirió una vez á su auditorio que había tenido una visión en que se sintió aproxi­mar á la puerta del cielo donde se encontró con San Pedro, que como guar­dián suyo, estaba en ella. En vez de complaciente sonrisa, mostróle el Santo adusto ceño, y encarándosele, dijo: (¡Atanasio, ¿por qué estás contino envián­dome esos sacos vacíos, sellados con esmero, pero que nada contienen?» Es este uno de los dichos agudos que la antigüedad cristiana nos ofrece, cuando los fieles tenían por realidades estas cosas, y no por meras formas, como con demasiada frecuencia hoy día se tienen.

La costumbre del Bautismo infantil creció por grados en la Iglesia, y de aquí que la instrucción que en los primeros tiempos precedía al Bautismo, pasase á ser preparatoria de la Confirmación, cuando, ya despiertas inteli­gencia y mente, podían hacerse cargo de las promesas baptismales y ratifi­carse en ellas. Y es de considerar racional la recepción del niño en la Igle­sia, si se reconoce que la vida del hombre discurre por los tres mundos, y que el Espíritu y el Alma que han venido á habitar el cuerpo recién nacido, lejos de ser inconscientes y faltos de entendimiento, son conscientes, inteli­gentes y poderosos en los mundos invisibles. Justo será y correcto el dar la bienvenida al «Hombre del corazón que está encubierto» (1), á su ingreso en la nueva etapa de su peregrinación, y el atraer hacia el vehículo que ha de habitar y conformar para su servicio, las influencias más socorridas. Si los ojos de los hombres fuesen abiertos, como lo fueron antaño los del cria­do de Elise'o, sin duda vieran el monte lleno de caballos y de carros de fuego rodeando al profeta de Dios (2}.

(1) I. San P e d : o , Í1I, 4.(a) Libio coarto de los Reyes, VI, 17.

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VeDgamos ahora al segundo de los Sacramentos elegidos para nuestro estudio, el de la Eucaristía, símbolo del eterno Sacrificio ya explicado, pues el sacrificio de la misa que la Iglesia Católica celebra diariamente en todas partes, es imagen de aquel Sacrificio eterno, mediante el cual los mundos fueron creados y por siempre jamás son sostenidos. Deber es ofrecerlo dia­riamente, por cuanto la existencia de su arquetipo es perpetua, y porque con este rito toma parte el hombre en la obra de la Ley de Sacrificio, identifi­cándose con ella, reconociendo su naturaleza obligatoria, y cooperando vo­luntariamente en su labor universal. Para que tal identificación sea completa, es necesario participar del Sacramento de modo material; mas las personas devotas que mentalmente se asocian á él, aun sin tener intervención física en el acto, pueden granjear muchos de sus beneficios, y contribuir al au­mento de las influencias que por su mediación se difunden.

Esta gran función del culto cristiano pierde su fuerza y significado cuan­do se la considera nada más que como simple conmemoración de un sacri­ficio pasado, como alegoría pictórica despojada de la profunda verdad que le da vida, como rompimiento de pan y derrame de vino sin participación alguna en el Sacrificio eterno. Así mirada, se la convierte en mera corteza, en pintura muerta, en vez de realidad viviente, «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión (comunicación, la participación) de la san­gre de Cristo?»— dice San Pablo en I, Corintios, X, 16.— Y continúa indican­do que todos los que comen de un sacrificio, se hacen copartícipes de una común naturaleza, y se jiiíitau en un cuerpo especial unido al ser que se halla presente al sacrificio, y participante de su esencia propia. Trátase en esto de un hecho del mundo invisible, del cual habla el Apóstol con la au­toridad del que lo conoce. Seres invisibles vierten su esencia en las substan­cias que se emplean en el rito sacramental, y los que de estas substancias participan— las cuales son asimiladas por el cuerpo, entrando á formar par­te de sus componentes— quedan, por lo tanto, unidos á aquellas entidades cuya esencia en ellas se vertió, y así participarán de una común natura­leza. Esto es cierto aun respecto al alimento ordinario, tomado de manos de otra persona; parte de su naturaleza, su magnetismo vital, se mezcla con el propio nuestro. Cuánto más cierto, pues, será, cuando el alimento ha sido de propósito y solemnemente impregnado con magnetismos superiores que afectan á los cuerpos sutiles á la vez que al físico. Si queremos com­prender el significado y el uso de la Eucaristía, debemos comprobar estos hechos de los mundos invisibles, para ver en ella un lazo entre lo celestial y lo terreno, así como también un acto del culto universal, una cooperación, una asociación con la Ley de Sacrificio; pues de otio modo pierde el Sacra­mento la parte más esencial de su importancia.

El uso de pan y vino para materiales de este Sacramento — al igual que el agua en el Bautismo — es muy general y muy antiguo. Los persas ofre­cían A Mithra pan y vino, y en el Tibet y en Tartaria se hacían ofertas se­mejantes. Jeremías habla de las tortas y libaciones que en Egipto ofrecían á

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la Reina del Cielo los judíos que ejercieron el culto de aquella nación ( i j . En el Génesis se lee que Melchisedech, el Rey Iniciado, presentó pan y vino para bendecir á Abraham (2). En los diversos Misterios da Grecia se em­pleaba el pan y el vino; y Williamson habla también de su uso entre mejica­nos, peruanos y druidas (3).

El pan es el símbolo general del alimento que construye el cuerpo, y el vino es símbolo de la sangre, considerada como el fluido de vida, «porque la vida de la carne está en la sangres (4). De aquí que se diga de los miem­bros de una familia que participan de la misma sangre; y ser de la sangre de una persona significa ser pariente suyo. De aquí, también, las antiguas ceremonias del «pacto de sangre»; cuando una persona extraña ingresaba en una familia ó tribu, se transfundía á sus venas algunas gotas de sangre de uno de los individuos de la colectividad de que se tratase, ó bien la bebía generalmente mezclada con agua, considerándosela desde este momento como si hubiese nacido en la familia ó tribu, como si fuese de su propia san­gre* De modo semejante participan los fieles que toman la Eucaristía, del pan y el vino, símbolos del cuerpo y sangre de Cristo, es decir, de Su natu­raleza y de Su vida, con lo que quedan hechos de su parentela, ó en otros términos, unos con El.

La Palabra de Poder es la fórmula «Este es Mi Cuerpo», «Esta es Mi Sangre.» Por medio de ella se verifica el cambio que en seguida vamos á considerar: la transformación de las substancias empleadas en vehículos de espirituales energías. El signo de Poder es la señal de la cruz hecha con la mano extendida sobre el pan y el vino; ceremonia no siempre efectuada por los protestantes. Estas son las condiciones esenciales externas del Sacra­mento de la Eucaristía.

Importa mucho comprender el cambio que en este Sacramento se verifi­ca, pues se extiende á más de la magnetización que hemos explicado, aun­que ésta también se realiza. Nos encontramos aquí con una particular mues­tra de una ley universal.

Toda cosa visible es para el ocultista la última expresión— la física — de una verdad invisible; toda cosa es expresión física de un pensamiento; un objeto cualquiera no es más que una idea exteriorizada y condensada. En süroa: todos los objetos materiales del universo son ideas Divinas expresadas en materia física. Esto sentado, se hace evidente que la realidad de las co­sas no reside en su forma externa, sino en su vida interna, en la idea que ha conformado y modelado la materia para hacerla expresión de sí propia. La materia de los mundos superiores, que es muy sutil y muy plástica, se

(r) Jeremía' , XLIV.(a) XIV, 18-19,(_)) The Greaí Late, j.ágs. 177-1$ r, 185. (4) Levitico, XVlXj n .

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amolda rápidamente á la idea, y cambia de forma tan pronto como el pen­samiento cambia. Mas, conforme se desciende de mundo en mundo, la ma­teria se va haciendo más densa y más pesada, siendo cada vez menos dis­puesta para el mudar de las formas, lo cual se verifica más y más lentamente hasta penetrar en el mundo físico, en el cual la lentitud de los cambios al­canza su mayor grado á causa de la resistencia que ofrece la extrema densi­dad de su materia. Con tiempo suficiente, sin embargo, aun esta pesada ma­teria efectúa sus mudanzas bajo la presión de la idea que la anima, como puede observarse en los semblantes, donde acaba por grabarse, la expresión de los pensamientos y emociones habituales.

Esta verdad es fundamento de la que se llama doctrina de la Transnbs- tanciación, sobre cuya inteligencia andan descaminados por modo extraor­dinario los protestantes en general. Mas este es el sino de las verdades ocul­tas cuando se ofrecen al ignorante. La «substancia» que experimenta el cambio, es la idea que hace que una cosa sea lo que es. El «pan» no es mera harina y agua; la idea que preside á la mezcla y manipulación del agua y de la harina, es realmente la «substancia» que lo hace «pan», y la harina y el agua son lo que en términos técnicos se llama los «accidentes», adaptaciones de materia que dan forma á la idea. Con una idea ó substancia diferente la harina y el agua tomarían diferente forma, como lo hacen sin duda cuando son asimiladas por el cuerpo. En completa conformidad con este concepto, los químicos han descubierto que la misma especie y el mismo número de átomos químicos pueden coordinarse de bien distintas maneras, produciéndose, en consecuencia, cosas completamente diferentes en sus pro­piedades, aunque los materiales de que se compongan permanezcan inalte­rables. Estos «compuestos isoméricos» figuran entre los descubrimientos más interesantes de la química moderna. La ordenación de átomos semejantes presidida por ideas diferentes da por resultado cuerpos distintos,

¿Cuál es, pues, el cambio de substancia en los materiales que en ia Eu­caristía se emplean? Ha cambiado la idea que moldea el objeto. En su con­dición normal, el pan y el vino son materias alimenticias, las cuales expre­san ideas divinas relativas á la nutrición adecuada para la construcción de los cuerpos. La idea nueva es la de la naturaleza y vida de Cristo, adecuada á la construcción de la naturaleza y vida espiritual del hombre. Este es el cambio de substancia; el objeto permanece inalterable en sus «accidentes», en sus materiales físicos; pero la materia sutil con él relacionada, ha variado á impulsos de la trocada idea, y en virtud de tal mudanza, adquiere aquél propiedades nuevas que afectan á los cue-pos sutiles de los participantes, poniéndolos en el tono de la vida y naturaleza de Cristo. De los «mereci­mientos» del participante depende la extensión que haya de alcanzar la consonancia.

Los participantes indignos, sometidos al mismo proceso, serán porélda- ñosamente afectados; pues su naturaleza, resistida al benéfico impulso, su­frirá quebranto, llegando hasta á romperse por la acción de fuerzas á las

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cuales es incapaz de responder, ni más ni menos que como se hace pedazos un objeto por efecto de vibraciones que es incapaz de reproducir.

E l participante digno se hará uno con el Sacrificio, con el Cristo, y en su consecuencia, quedará también unido á la Vida divina, que es el Padre del Cristo; pues siendo asi que el Sacrificio, por lo que respecta á la forma, viene á ser la entrega de la vida que separada de otras contiene, para que haga parte de la Vida común, la ofrenda del aislado cauce, pira el curso de la Vida total, resultará que el que esta ofrenda hace y esta entrega efectúa, se volverá uno con Dios, Es donación de sí mismo, que á lo inferior se re­fiere, pa'a formar parte de lo superior, cesión de la sombra carnal, instru­mento de la voluntad separada, para constituirse en instrumento de la Vo­luntad del Todo: el presente de los «cuerpos en sacrificio vivo, santo, agra­dable á Dios» (1), Con razón, pues, enseña la Iglesia que los que reciben la Eucaristía de manera adecuada, participan de la vida de Cristo, por amer de los hombres derramada. Transmutar lo más bajo en lo más alto, es el fin así de éste como de los demás Sacramentos. Los que á él se acercan, van buscando el permutar la fuerza inferior por la superior, mediante su unión con esta última. Y aquellos que conocen la verdad interna y son ca­paces de comprobar la existencia más elevada, cualquiera que sea la reli­gión á que pertenezcan, pueden llegar con el empleo de sus sacramentos A un completo contacto con la Vida divina que sostiene los mundos, á condi­ción solamente de que acudan á la ceremonia con la naturaleza receptiva, el acto de fe, y el corazón abierto que son indispensables para que las posi­bilidades del Sacramento se conviertan en realidad.

El Sacramento del Matrimonio contiene las características de todo Sa­cramento tan clara y definidamente como el Bautismo y la Comunión. En él se exhiben lo mismo el signo externo que la gracia interna. El Material físico es el anillo— el círculo, emblema de lo perdurable— ;la Palabra de Poder es la antigua fórmula: «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Es­píritu Santos; el Signo de Poder es la unión de las manos que simboliza la unión de las vidas. Estas son las exterioridades esenciales del Sacramento.

La gracia interna es la unión de mente con mente, de corazón con co­razón, lo cual hace posible la realización ce ia unidad de espíritu; sin ésta el Matrimonio no es tal Matrimonie, sino una mera conjunción temporal de cuerpos. L a alegoría pictórica la forman la entrega y aceptación del anillo, la invocación de los sagrados nombres, el contacto de las macos. Si no se recibe la gracia interna, si los participantes no se abren á ella mediante el deseo de que se efectúe la unión íntima de sus respectivas naturalezas en toda su integridad, el Sacramento estará para ellos desprovisto de sus pro­piedades benéficas, quedando reducido solamente á una fórmula vacía.

Pero el Matrimonio tiene todavía una significación más profunda. Las religiones han proclamado á una voz que es la imagen en la tierra de la

(i) Romanos, XII, r.

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unión de lo terrenal con lo celeste, de la unión del hombre con Dios. Y no pira en esto su significado, porque además es imagen de la relación entre el Espíritu y la Materia, entre la Trinidad y el Universo. A tanto alcanza y tan hondo llega el sentido del ayuntamiento del hombre y la mujer en el Matrimonio.

En él figura el varón como representante del Espíritu— Trinidad de Vida — y la hembra como representante de la M ateria-Trinidad de la substancia proveedora de la forma. El uno da la vida, la otra !a recibe y alimenta. Mutuamente se completan los dos, mitades inseparables de un todo, sin existencia despartida. Así como Espíritu implica Materia, y Materia Espíri­tu, así también implica el esposo á la esposa, y la esposa al esposo. La Exis­tencia abstracta se manifiesta en dos aspectos, dualismo de Espíritu y Ma­teria, no independientes el uno del otro, sino venidos á la manifestación en unión mutua; de igual manera se manifiesta la humanidad bajo dos aspec­tos, marido y mujer, incapaces de existir separados, mas mostrándose con­juntos, pues no son dos, sino uno: una unidad de doble faz. Es el Matrimo­nio reproducción de Dios y el Universo. ]Tan estrechamente ligados están los esposos I

Dijimos antes que el Matrimonio es también imágen de la unión entre Dios y el hombre, entre el Espíritu universal y los espíritus individualizados. Este simbolismo está usado en todas las grandes escrituras del mundo— hinda, hebrea, cristiana— extendiéndose hasta tomar como espíritus indi­viduales una nación, una igíesia, cualquiera colectividad de tales espíritus, atados en el haz de una unidad. Así declaró Isaías á Israel: «Tu Hacedores tu Esposo: Señor de huestes es Su nombre....Como el novio goza con lanovia, así gozará tu Dios contigo^ (i). Así escribió San Pablo que el misterio del Matrimonio representaba á Cristo y á la Iglesia (2).

Si imaginamos al Espíritu y la Materia en estado latente, ó lo que es igual, sin manifestarse, veremos que la producción no es posible; juntamen­te manifestados, concebimos la evolución. De modo semejante, cuando las dos mitades humanas no se manifiestan como marido y mujer, no es posible la producción de nueva vida. Han de unirse además, para que la vida acrezca en cada uno, para que su evolución sea más rápida, más veloces sus progresos, en razón á que cada cual puede dar al otro una mitad, supliendo el uno lo que al otro le falta, hundidos en uno, dan á luz las posibilidades espirituales humanas, y muestran á la vez al Hombre perfecto, en quien el Espíritu y la Materia están completamente desarrollados y equilibrados, al Hombre divino que en sí contiene marido y mujer, los elementos masculino y femenino de la naturaleza, á la manera que «Dios y Hombre forman un Cristo» (3).

( 1 ) I s a ía s L I V , 5,— L X I I ,

(3 ) E fe s io s . V .

( 3 ) C r e d o d e A t a a a s ío .

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A l estudiar el Sacramento del Matrimonio con este criterio, se compren­de por qué las religiones lo han considerado lazo indisoluble, juzgando pre­ferible el que unas cuantas parejas mal avenidas sufran durante un corto período, á que el ideal del verdadero Matrimonio se rebaje de un modo permanente para todos. Las naciones elegirán si han de adoptar como ideal público del Matrimonio un vínculo celestial ó terreno, si ha de procurarse con él la unidad espiritual ó la unión meramente física: lo primero es la idea religiosa de la conjunción de ambos sexos, como Sacramento; lo segundo es la idea materialista de su contacto mediante un pacto ordinario soluble. El estudiante de los Misterios Menores debe siempre ver en él un rito Sacra­mental.

(Se continuará).

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MAMUSCR1T0S ÁRABES Y ALJAH1AD0S

S O B R E © eU LT ISM ©

QUE EXISTEN EN Lñ BIBLIOTECA NACIONAL

Como trabajo preparatorio a otros que tom os de emprender en lo futuro, hemos creído oportuno publicar, acompañado de algunos datos, el que podría denominarse Catálogo de los ma­nuscritos árabes y moriscos referentes á Ocultismo que se conser- van en la Biblioteca Nacional.

Sabido es que en nuestra B ib lioteca N acional existe una im­portantísim a colección de m anuscritos árabes, no todos estudia­dos, y menos aún estos especiales de que tratam os, cuya colec­ción se formó sobre un fondo antiguo al que fueron añadiéndose numerosos m anuscritos traídos oficialm ente de Oriente ó com­prados á particulares ó de donativo asimismo particular. López de Córdoba y L afu en te y A lcántara trajeron de Oriente, espe­cialm ente de T etuán, algunos de ellos. Fernández D uro, el M i­nisterio de Fom ento, la Sociedad Hispano Mauritánico, Pérez

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*9°3] MANUSCRITOS ÁRABES Y ALJAMIADOS 291

de Guzm an, M r. L uis M orel y otros regalaron no pocos, y de las B ib liotecas del B uque de Osuna, del Conde de M iranda, de Serafín Estevanoz Calderón (e l S o lita r io ) ¡ de R ichard Boucher y de L afuente y A lcán tara se compraron muchísimos. A s í mismo se hicieron copias de m anuscritos de las B ibliotecas del Esco­ria l, de P a rís y de Oxford.

E n la clasificación de estos m anuscritos trabajaron Scidiac, Casiri, Conde, P ellicer, Iriarte, D . de Toledo, Saavedra, Simo- net y por ultim o el Sr. G uillen R obles, que recibió el encargo de form ar el oficial C a tá lo g o d e lo s m a n u s c r ito s á ra b es e x is te n te s

en la B ib l io te c a N a c io n a l (Madrid, 1889), del cual tomamos nues­tros datos. E l Sr. G uillen R obles tuvo presente al redactar su C a tá lo g o todos los trabajos anteriores, especialm ente los siguien­tes, que podrían servir de B ib lio gra fía sobre la m ateria:

U ri y Nicoll •—Biblioth. Bodl. cod. mss. orient. Catálogus, P . I . á Jo. Üri. confeetus, Oxonii 1787, P. II con/. A. N icoll, absolvit E . B, Pusey, Oxonii 1821-37.

Casiri.—Bibliotk. arab. hisp. escurialensis. Madrid, 1860-70.

Bossí— Dision. star, degli aut. árabipiu celebri. P a m a , 1807.

Gayangos.— The Mist. o f the Moham. dynasties in Spain. Londón, 1840-43.

Zenker.— Biblioth. orientalis. Leipzig, 1846-01.

Gooje y Hontsma.— Catal. cod. orientalium biblioth. academ. Lugduno Batanee. Lug. Bat., 1851-77,

Moreno Nieto.— Discurso de ingreso en la A . de la H. Apéndice titu­lado Bibliot. dehist. arábigo-andaluces. Madrid, 1SC4.

Fernández y González.—Plan de una bibliot. de aut. ara. hesp. Ma­drid, 1861.

E. Saavedra.—Digerir sos leídos en la 11. Acá. Esp. en la recepción del mismo. Madrid, 1878. (Para io referente ai estudio do los códi­ces aljamiados).

Lafuente y A lcántara. — Ca fál. de los cod. ar. adquiridos en Tetuán por el Gobierno de S. M. Madrid, 1862.

W ustenfeld.— Die Ceschickischreiber der Braher. Gottinga, 1882. (Para lo referente á bibliografía histórica muí su man a).

Leclerc.— Histoire de la Medicine ar. París, 1876.

H artw lg Derembourg.—Les maniiscrUs ar. de L ’ Escurial, 1884.

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S O Ú ’ IA292 j" A g o s t o

H achi J a lifa .— Lexicón enciclopwdicum et bibliograpliscttm. Leipzig- Londres, 1835-58, y , por últim o, el Catalogas cod. mss. orient. qui in Museo Irritan, asservautur. Londres, 1864-71.

** *

Como aclaración á la lista que hemos formado indicaremos que los números que tiene cada uno de los m anuscritos es el mismo que tiene en el Catálogo de G u illen (Robles. Que no siem­pre estos manuscritos form an cada uno de ellos un legajo espe­cial, sino que están englobados con otros de materias variadísi­mas. Nosotros no indicamos el número de orden del manuscrito dentro del legajo, sino el número de éste sim plem ente. Y por últim o, que las abreviaturas ar. y alj. corresponden á las p a la ­bras árabe y aljamiado ó hispano-m orisco, así como las palabras Annoxara á «conjuro», adoa y adoaes á «oración» y «oracio­nes», alhirze á «amuleto», alhadits á «cuento», alkiteb á «libro» etcétera. He aquí ahora la referida lista:

a ) — M a n u s c r i t o s q u e c o k s e r v a k e l n o m b r e d e l a u t o r

9 4 . Hosein ben A lí ben A lí T a lib .- (V id . manuscritas anónimos nú­mero 94).

321. Abu Hafs omar ben Abderrahman ben Yusub ben Zakaria.Contiene: seis folios con cuadros y figuras mágicas relacionadas con la poesía titulada Estrella Refulgente. (Vid. núm. 369).

334 . Abu Hamid Moh. A lga zza lí.Contiene: Cuadros y figuras mágicas. Un tratado sobre E l valor mágico de las letras del alfabeto arábigo. (Procede este manusc. de Tetuán).

3 6 9 . Abderrahm an ben Z akaria A lchezn aí.Contiene: E l Libro (titulado) la Estrella Refulgente, que trata del arte de la Confirmación y la Ruptura, tratado relativo á la naturaleza de los talismanes; se insertan figuras mágicas. (Pro­cede de Tetuán).

3 7 3 . A bu A bdallab Moh. ben Y u s u f ben Molí. A lara b í A lfar*.Contiene: E l Poema sobre el Pentágono mágico. La poesía deno" minada E l poema (titulado) el Deseo, de Abu Salim íbraim ben Moh. ben Abnlhasan A lí A llantí Attarí. Otra poesía kabbalista

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I9°3j M A N U S C R I T O S Á R A B E S Y A L J A M IA D O S 293

en un folio de Omar ben Ibrahím A lgiyam í, matemático y as­trónomo, citado por II . Jalifa.

373. Hihabeddin Abulfadl Ahmed ben Ahrnei ben Moh. ben Isa A lbornusí A lfasí Zarxufc.Contiene: Un comentario á la poesía de líureddin Addam ietí. F igu ras talism ánieas.

373. Abú Saliin Ibrahím ben Moh. ben Abulhasan Alí A lian tí.(Vid. núm. 373, Abu Abdalah).

373. Ornar ben Ib rah ím Aljiyami. (Vid. núm . 373, Abu Abdalah). 561. Abu Said, el Tripolitano,

Contiene: Ochenta y dos folios relativos á el Encantam iento y la Adivinación. (Procedente de la Biblioteca del Duque de Osuna).

584. A larabí (ibn) M ahicddin Moh. ben Alí A ltai A landalusí.Contiene: E l Libro (titulado) Introducción á la ciencia de las le­tras del alfabeto, que trata de la virtud mágica de éstas.

ó)— M a n u s c r it o s a n ó n im o s .

64. Alhirzes, conjuros, amuletos, etc.Contiene: Veintitrés hojas sobre esta materia. Inserta figuras y palabras mágicas (ar, y alj.). Otra serie sobre el mismo asunto.

65. Alhirzes, conjuros, amuletos, etc.Contiene: Adoaes [alj.]. E l cuento Recontamiento, de Ornar, ibu Alhatad, cuando le concedió Dios ver los arróbes ó almas de los muertos [alj.)- Annoxara. Adoa puesto en ra ó invocación tra­ducida palabra por palabra primero la arábiga y luego la a lja­miada. A nnoxaras con fórmulas mágicas.

93. Devocionario musulmán.Contiene: Alhirze del ahtazir ó E l amuleto del Vizir (epígrafe en alj.). V arias oraciones.

94. Devocionario musulmán.Contiene: Adoaes (ar. y alj.). Alhirze de la annaca ó Amuleto de la camella, de Hosein ben A lí ben A lí Tabib (alj.).

95. A lkoran.Contiene: Encantam ientos con signos y figuras mágicas.

95. Encantam ientos.Contiene. V arias fórmulas. Capítulo consagrado á los nombres de Dios. U n Adoa. U n A lhadits de Ibu Abbas y otro con la le­yenda de Jonás en el vientre de la ballena.

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^ O 1 a [ Agosto294158. Alkiteb de suertes.

Contiene: Adivinanzas por medio del K oran, (al/.).

234. Documentos en árabe y aljamia.Contiene: Ensalmos (ar. y alj.) con figuras _ mágicas. Conjuros con signos mágicos. Adoaes. Am uletos. Alfiirzes.

239. Conjuros, recetas y amuletos.Contiene: Signos y cuadros mágicos. Encantamientos y formulas.

343. T irtudes de las letras del alfabeto árabe.Contiene: M ultitud de figuras y unas tablas talismánicas. (Pro­

cede do Tetuán).

345. Cuadros talism ánicos.Contieno: Una breve introducción. Figuras, etc. (Procede de

Tetuán}.

346. Talismanes, cédulas mágicas, oraciones.Contiene: Figuras y Fragm entos sobre el asunto. Un Trotado de Adivinación. Un fragmento sobre David. (Procede de la Biblio­

teca del D uque de Osuna).

368. Invocación d é la s Luces.Contiene: Encantamiento sacado de varias obras. F iguras kab-

balísticas. Otros fragmentos.

395. T ratado sobre encantamientos.Contiene: Diez folios sobre la materia. (Procede de ietuán ).

405. Adoaes y Fórm ulas.Contiene: Signos y figuras talismánicas. Invocaciones. V alor oculto de algunas Suras alkoránicas. (Procede de Tetuán).

559. Encantamientos, Adoa, etc.Contiene: Encantam ientos, amuletos, etc. Correspondencia entre el alfabeto árabe y los signos empleados en los amuletos. Pronós­ticos del año según las tormentas. Mansiones de la luna y sus efec­tos en las cosas humanas. Signos del Zodiaco, etc. Suertes de Bulkarnaín.

580. Tratado de Adivinación.Contiene: Sesenta y cuatro folios sobre el asunto y un fragm en­to sobre D avid. (Procede de la Biblioteca del Duque de Osuna).

V. D íaz-P érez.

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UNA OPINIÓN RE1VINDICADORAs o b r e ; h . p . b .

En la importante y curiosa obra que nuestro Presidente, coronel Olcott, viene publicando en The Theosopkist sobre la historia de la S, T. (Oíd dia.ry tea.ves) da á conocer el juicio que el escritor no tcosoñsta Stead formuló acerca de H. P. B. en la interesante publicación Borderland.

Por publicar este escritor su dicha obra en una de las épo­cas en que más se discutían las opiniones teosóücas y en que más enconadas eran las críticas y aun las calumnias contra H, P. B., merece ser conocida su opinión que es la de un hom­bre en cierto modo imparcial, si bien asimismo en cierto modo influido por el momento y la situación en que escribía.

El número de The Theosopkist á que aludimos es el corres­pondiente á Julio del año actual, y la opinión de Stead apareció en el primer volumen del Borderland de 1894.

Dice The Theosopkist:

«En un artículo sobre el Coronel Olcott y Madame Blavat&ky en su Borderland de Octubre de 1894, época de la cual estamos escribiendo, Mr. Stead, con gran profundidad y con una pene­tración casi profética del resultado de su obra, dice cosas tan notables que supongo agradará al lector las reproduzca con alguna extensión. Ningún verdadero amigo de h . p . b . apro­bará los groseros términos empleados al hablar de su persona­lidad, pero pueden perdonarse en quien, sin ser teosofista, ni partidario decidido de h . p . b . analizó tan magnánimamente las causas y la evolución de su influencia.»

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296 X O $ 1A [ A gosto

Dice Mr Stead:sK ti este bosquejo no intentaré resucitar la controversia relaciona­

da con el asunto de los Coulombs. Si resultara cierto todo lo que el Dr. Uodgson y la Sociedad de Investigaciones Psíquicas dijeron sobre el particular, el misterio sería aún mayor y aumentaríamos lo m a­ravilloso de la influencia que Madame B lavatsky lia ejercido y está ejerciendo en el actual momento. Porque ni aun el más osado escép­tico puede dudar ó disputar el hecho de que la Sociedad Teosófica existe y que es en absoluto la más importante de todas las asociaciones que han intentado popularizar el ocultismo, y que su influencia pesa en el presente sobre muchos países y sobre distintas iglesias. El nú­mero de tcosofistas tal vez sea poeo, aunque desde luego es mucho más considerable de lo que se supone, pues las ideas teosofistas van su til­mente penetrando á través del espíritu de las multitudes que nada co­nocen de Teosofía y que ignoran completamente las controversias suscitadas acerca de Madame B lavatsky.

E ste es precisamente el caso que se da con la teoría de la reen­carnación y con el nuevo modo que tiene de apreciar cierto público á los maestros místicos y á los videntes de la India, Podrá ser cierta ó no la teoría de la reencarnación, pero verdadera ó falsa, hasta la dé­cada pasada era casi inconcebible para la m ayoría de los Occidentales. Y aún hay más. Multitud de pensadores que aun hoy la rechazan como no probada ha llegado á reconocer su valor como hipótesis para e x ­plicar muchos de los misterios de la vida humana. Algunos admiten que nada en ella es antagónico con la doctrina de Cristo, y que es po­sible aceptar firmemente las doctrinas de la revelación cristiana, sin rechazar la creencia de que la vida individual, para los efectos del Gran Juicio, esté meramente lim itada á los actos comprendidos entre la cuna y la sepultura, y no á una existencia en la cual este período no es sino un capítulo en el libro de la vida. A u n , independiente de la verdad actual de la doctrina, es indiscutible que la simple simpatía por la admisión de la reencarnación ha hecho más amplio el campo del pensamiento popular aportando á las especulaciones religiosas un auxilio bieu necesario. Y esto que es indudablem ente un gran paso, irá siempre asociado ai nombre de Madame Blavatsky.

Pero aún mucho más grando ha sido el éxito obtenido por esta no­table m ujer haciendo entrar en las mentes algo endurecidas de los anglosajones la coiivinción— á que ya había llegado un escogido g ru ­po de estudiosos orientalistas, de los cuales el Prof. Max M üller pudiera considerarse como la más distinguida representación viviente— de que el Oriente es en materia de especulaciones metafísicas y religiosas tan digno por lo menos de nuestro respeto como el O ccidente... *Los ro­mos sajones» como llam a Iúsm olí á quieucs le hicieron su primer m i-

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I 9 ° 3 ] U N A O P IN IO N R E IV IN D IC A h o r a 207

nistro, van aprendiendo algo de humildad y de sumisión de las razas á quienes han reducido al vasallaje por medio de la fuerza.

Hasta hace poco tiempo era idea admitida por la mayor parte de los ingleses que—á pesar de todos los libros de nuestros pandits— loa hindos no eran sino obscuros é ignorantes paganos á quienes se debía por caridad subyugar y por deber cristiano convertir. Hoy llegan has­ta el vulgo débiles destellos de la verdad, de que esos asiáticos á quie­nes se menospreciaba, pueden en cierto modo hacernos indicaciones y aun avanzar más que nosotros. El sabio oriental que dijo al l ’rof. líen- shold que el Occidente estudiaba el estómago mientras el Oriente es­tudiaba el espíritu, expresó una gran verdad que nuestro pueblo co­mienza ahora á asimilarse. Tamos-aprendiendo por lo menos á respe­tar á los asiáticos y aun en muchas cosas á seguirles. Y en esta gran transformación nuevamente aparece Madame Blavatsky como la tau- maturga principal. Ella y los que le siguen han salvado el abismo que mediaba entre el materialismo de Occidente y oí ocultismo y la nieta- físima de Oriente. Ellos han extendido el gremio de la fraternidad hu­mana y nos han hecho por lo menos pensar en la idea de una religión universal con más amplias bases que las que los reconciliadores del cristianismo han sonado basta el día.

Estos dos hechos, cada uno de por sí bastarían para que considera-, sernos á Madame Blavatsky como uno de los más notables conductores y productores del pensamiento de nuestra generación. Pero aún hay más. Tal vez más importante fuó el impulso que ha sabido imprimir al renacimiento de la doctrina de la supervivencia post mortem y de la Divina justicia por medio de la cual se cumple la ley de la responsa­bilidad moral sin ser interceptada ni interrumpida por la muerte. En una época en la que el materialismo ha penetrado en las mismas igle­sias, ella ha patentizado que las cosas visibles no son sino temporales

=? ̂ ilusorias, y que sólo en aquello que no vemos es en donde está loeterno. La «vida íutura» que se había convertido en una simple frase para las gentes ha llegado ahora á adquirir una significación nueva y solemne, y la espiritualidad esencial del hombre ha sido asegurada y no de incierto modo en medio de nuestra civilización materialista y carnal. íío debe ser olvidado en medio del estruendo de tas polémicas, que Madame Blavatsky, despreciando todo ridiculo, toda inexactitud

, i abuso, con su apasionada aseveración de la realidad y conti­nuidad de sus comunicaciones con los Mahatmas, ha resucitado la ya extinguida creencia del Cristianismo en la constante presencia y acti­va intervención de los santos y ángeles guardianes en la vida humana.

i Madame Blavatsky hizo todo esto, seguramente nos es preciso con esar todos los derechos que tiene para ser considerada como una

e as má3 grandes «r o b d e r l a x d e r s s de nuestro tiempo, aun si pudie­ra llegar á ser probado que en algunas ocasiones faltó á la verdad como

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29g 1 : 0 4*1 A [ A g o s t o

Sapphira, blasfemó groseramente y aun amó como Mesalina. No pode­mos negar lo que representan los Salmos para la humanidad, porque Da­vid traicionara alevosamente á Uriah; ni dejaremos de reconocer la in­fluencia de Constantino sobre el Cristianismo, por los escandalosos re­cuerdos del criminal imperio. Tales manchas morales fueron limita­ciones respecto de su influencia. En un sentido moral fueron lo que sus errores en otras esferas. Pero por otra parte muy poca gente so ha de­tenido á considerar hasta qué punto Madamo Blavatsky pudo ser perse­guida por su falta do belleza. Una mujer hermosa puede encontrar, por su bello aspecto, un verdadero Juau Bautista para su evangelio. El simple encanto de su belleza puedo hacer que el pervertido se convierta, Pero Madame Blavastsky no tuvo ni belleza ni atractivos. No tenía for­mas, ni buena figura, ni gracia. Era casi desagradablemente gruesa y casi repulsivamente fea. Desde otros puntos de vista fué asimismo infor­tunada. Juana de Arco y Santa Teresa, otras dos «b o r d e r l a n b e r s » de nuestra galena, lograron sus triunfos en su misma patria y ambas fue­ron la encarnación del espíritu religioso nacional de su época. Con H . P. B . no sucedió lo mismo. Si existe alguna nación que sea popu­larmente antipática á los pueblos de habla inglesa, es la rusa, la suya. Si en alguna rama de nuestro Imperio existe Rusofobia en su forma más enconada, es en la India inglesa. ¡En donde precisamente Mada­me Blavatsky comenzó su activo apostolado teosóficol E l que con tales desventajas lograse tanto, es un hecho que no debe perderse de vista al aquilatar su mérito para figurar en la Galería de «b o r d e r l a ííd e r s » .

Aquellos que después de reflexionar sobre la obra llevada á cabo por Madame Blavatsky, se aferren aún á la idea de que ellos han «des­truido el fraude», basándose en el incidente de los Coulombs, se aten­gan á sus conclusiones. Para nosotros y otros muchos, sírvanos de ejemplo las hermosas y severas palabras de Carlyle referentes á la ni­mia condescendencia que durante siglos se ha empleado de una mane­ra parecida con el Apóstol de la Arabia.

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D

EL PERDIDO «CANON DE PROPORCIÓN3

í

E n el prim er volum en de L a Doctrina Secreta (pág. 198 de la edición española) hablando del «Gran Iniciador», dice H . P . B la va tsk y:

Quienes pongan en duda esta afirmación que nos expliquen con fundamentos igualmente razonables el misterio del saber extraordina­rio ¿poseído por los antiguos, que se pretende se desenvolvieron de salvajes abyectos parecidos á animales, «los hombres de las cavernas» de la época paleolítica. Diríjanse á obras tales como las de Vitrubio Polio de la época de Augusto, en arquitectura por ejemplo, en la cual las reglas de proporción son las enseñadas antiguamente en las Inicia­ciones, si quieren conocer el arte verdaderamente divino y comprender el profundo significado esotérico oculto bajo cada regia y ley de propor­ción. Ningún hombre descendiente de un habitante de las cavernas pa­leolíticas, hubiera podido desarrollar por sí sólo una ciencia semejan­te, aun á través de millares de siglos de evolución intelectual y pen­sante. Fueron los discípulos de los Risilla y Devas encarnados en la tercera Raza-raíz, los que transmitieron su saber de una generación á otra, al Egipto y á la Grecia, con su canon de proporción en la actua­lidad perdido, así como fueron los discípulos de los Iniciados de la cuarta raza, los Atlantes, quienes los transmitieron á sus Cíclopes, los «Hijos de los Ciclos ó de lo «Infinito», de quienes pasó el nombre á las generaciones posteriores de sacerdotes gnósticos.»

Nosotros hemos buscado á través de los diez libros De Archi- tectura de V itru b io , este canon de proporción, si bien no hemos obtenido resultado; acaso con un trabajo más detenido pudiera obtenerse por cualquier otro estudiante. T a l vez II. P . B . t á quien nosotros personalm ente debemos más que á nadie, con­fiase demasiado en este caso, como en otros m uchos, sobre las especulaciones que alguien h iciera sobre la fam osa obra de Vi- trubio, aunque de todos modos el hecho de la existencia de un «canon de proporción» fué afirmado por ella fijam ente, como re-

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sultado de su convicción y de sus conocim ientos. E lla no basa su aserto sobre V itru b io , sino que cita á éste como testim onio en favor de su tesis ante un público escép tico .

Mas si después de esta infructuosa in vestigación sobre V i- trubio no quisiéram os adm itir su testim onio, no por eso la afir­m ación de H. P . E la v a tsk y quedaría sin base, pues según re­sulta ahora, el citado canon de proporción acaba de ser p o siti­vam ente reencontrado. The Athenceum de 15 de N oviem bre del 92, nos sum inistra los siguientes datos en un trabajo titu la ­do Las Bases naturales de la Forma en el arte Griego, en el que se tra ta m uy especialm ente del Parthenon. Dicho trabajo fue leído por M r. J a y H am bridge en un meeting de la «Hellenie So- ciety» , el 4 de N oviem bre del citado año, y en él se dice:

E l estudio de las formas simétricas que nos proporciona la Natura­leza, tanto orgánica como inorgánica, nos obliga á admitir que un cierto principio de proporción persiste constantemente á través de to­das ellas. El examen de las proporciones en los cristales y de las pro­porciones y esquemas de las formas vivientes tales como Ja flor de la viña, de la diatomea, la radiolaria, las mariposas (entre otros mil ejem­plos) demuestra que las proporciones y curvas contenidas en estas for­mas pueden ser consideradas como una serie primaria de círculos que están entre sí en una relación binaria (1 : 2 : 4 : 8) combinada con se­ries secundarias de círculos derivados, cuyos radios sou los lados de los triángulos, cuadrados, pentágonos ó exágonos inscritos en los círculos de las series primarias. Las proporciones de los objetos simétricos na­turales pueden considerarse como los términos de estos circuios que guardan entre si dicha relación, y los esquemas curvados de la Natu­raleza como una serie de círculos entrelazados en una relación similar. E l mismo sistema binario está demostrado que podía ser empleado para analizar las proporciones y curvas del Parthenon hasta en su más mínimo detalle. E l empleo de este principio no supone un abstruso conocimiento de las matemáticas, sino un sencillo método geométrico. Por medio de él, con un tallo, con una ramita y un suelo enarenado, pueden ejecutarse series de proporciones que expresadas aritmética­mente supondrían inconmensurables cualidades. Por donde puede de­ducirse que el arquitecto griego empleó algún simple sistema geomé­trico de esta especie refinando sus curvas por medio de círculos rela­cionados entre si merced al sistema descrito . Y el artista siguió asi, inconsciente, el principio por el cual la Naturaleza construye sobre sus formas geométricas. E l estudio de las proporciones y diseños de otras numerosas obras de arte, tales como los vasos griegos, demuestra que las obras del mejor período se aproximaron más tenazmente al

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19 ° 3 ] A L G U N O S P R O B L E M A S K Á R M I C O S 3 0 1

mismo principio. E l Parthenon es por sí sólo el más sorprendente y acabado ejemplo de que la belleza artística implica adhesión (proba­blemente inconsciente) á esta misma ley, por aquello de qne lo bello está en la Naturaleza.

E l arquitecto y el artista griego pudo realizar todo esto «in­conscientem ente», siguiendo una «norma» transm itida desde la más rem ota antigüedad; mas ¿quién enseñó esta norm a á la p ri­m itiva humanidad? ¿Fue ésta la m aestra inconsciente de las ar­monías de la N aturaleza, ó sus espíritus gozaron de una c iv ili­zación mucho m ayor que la de la hum anidad actual?

D e cualquier modo, aquellos de nuestros lectores que estu­dien la geom etría de la N aturaleza, interesados en lo que diría­mos psicología geom étrica, aquellos adm iradores de los m iste­rios de los sólidos «Platónicos», se congratu larán de que lo per­dido fuera hallado, por lo menos fragm en tariam ente.

G-. R . S. M.

ALGUNOS PROBLEMAS KÁRMICOS

E n nuestros prim eros tiem pos do Teosofía nos form am os una idea general del K arm a, y sólo á m edida que profundizam os más y más en el estudio, empezamos á descubrir las innum era­bles com plejidades del funcionam iento de la Buena L ey; las di­ficultades iniciales se desvanecen á m edida que se aclara nuestra visión; pero otras nuevas tom an constantem ente su lu gar en el horizonte m ental, de suerte que nuestra ignorancia parece que aum enta más rápidam ente que nuestro conocim iento.

A l ocuparnos del estudio de algunos de estos problem as, h e ­mos de suponer que todos los teosofistas conocen la tr ip le d iv i­sión del K arm a y el funcionam iento en gen eral del deseo, del pensam iento y de la acción.

L a prim era clase de que vamos á tra tar es una acción que

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parece hallarse por com pleto fuera de toda relación con el ca­rácter del actor, como cuando un hombre de carácter elevado comete repentinam ente un crim en. Sem ejante acto puede ser el resultado de una causa creada hace mucho tiempo en su pasado, una causa que no ha tenido aún la oportunidad de actuar sino muchas vidas después de aquélla en que fué generada. A q u í te­nemos un ejem plo extrem o de una regla general, de qne las ac­ciones del hombre tienen á menudo poca relación con sus ideas presentes. Sus actos son en su m ayor parte los resultados de sus deseos y pensamientos en el pasado, ligeram ente modificados por sus deseos y pensam ientos del presente. E l hom bre es á la vez el recolector y el creador del K arm a, y los actos son la co­secha. A l actuar siem bra nuevas sem illas para el futuro en sus deseos y pensam ientos presentes; pero la acción en sí misma es la cosecha de pasadas siem bras: es la expresión del hombre que fué, no del hombre que es. E l ju zg a r á un hombre por sus actos es fa llar respecto del hombre del pasado, no del hombre del p re­sente; de aquí que la m áxim a de los Instructores ha sido «No juzgues.» N adie puede ju z g a r debidam ente á un hombre, á m e­nos que pueda leer sus pensamientos y deseos, la expresión de su carácter presente. G rande es la diferencia entre nuestros actos y nuestros pensam ientos, nuestras aspiraciones y nuestros logros. E l pensam iento procede de lo que somos en el momento presente, lo cream os con arreglo á los poderes que hemos des­arrollado; la acción está encadenada por todos lados por sus causas generadoras del pasado, y es la m anifestación de lo que éramos.

L as discrepancias más sorprendentes entre el carácter pre­sente y los actos, se presentan en los tipos más altam ente des­arrollados, y en especial con aquellas personas cuya evolución ha sido rápida.

U n hombre, en el remoto pasado, ha deseado y pensado una cosa m ala, y la ha com pletado en los planos m ental y astral (volverem os á ocuparnos pronto de esto). A hora bien; tras cada hombre existe una masa de K arm a heterogéneo, del cual sólo una parte puede agotarse por una personalidad dada. De esta heterogénea masa, los Señores del K arm a eligen aquellas por­ciones que son lo bastante congruentes entre sí para que sean agotadas por un solo tipo, dentro de ciertas lim itaciones de ca­rácter y de circunstancias, y que tengan relación con las per-

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ALGUNOS PROBLEMAS K Á R M 1COS 3°319° 31

sonas encarnadas en la época de la vida particular de este hom­bre. L a cosa m ala espera por la m anifestación, porque la acción no puede encontrar su oportunidad durante m uchas vidas— m uy probablem ente porque la persona ó personas relacionadas con ella no han encarnado en la misma época que el hom bre de re ­ferencia, y de aquí que perm anezca como suspendida vida tras vida. M ientras tanto, el hom bre en cuestión hace rápidos p ro ­gresos, desarrolla su carácter y fortalece todos sus poderes. Sin em bargo, esta verdadera espada de Dem ocles continúa suspen­dida sobre su cabeza pronta á caer. L a oportunidad del acto se presenta por fin y la cosa m ala se m anifiesta como un acto. E l santo peca con asombro suyo y de los que le rodean, y todos se preguntan: ¿Cómo es esto? Seguram ente su fuerza actual era m uy suficiente para im pedir sem ejante acción,

E sto nos trae el sentido de la frase que antes empleamos: «com pletada en los planos astra l y m ental.» Toda activ id ad se compone de tres estados: deseo, pensam iento, acto; deseamos una cosa (deseo), pensamos cómo obtenerla (pensam iento), lo logram os (acto). D urante los dos prim eros estados gozam os'd e una re la tiva libertad: cuando deseamos, el pensam iento im pul­sado por la experiencia, puede intervenir y luchar con el deseo, puede vencerlo y m atarlo, de m anera que esta actividad fué de­tenida y no pasa al segundo estado. O bien alcanzam os el se­gundo estado y principiam os á pensar el modo de cum plir nues­tro deseo; pero otros pensam ientos, im pulsados tam bién por la experiencia, pueden venir á luchar con aquél y vencerlo, y en­tonces la actividad se detiene en el segundo estado. Pero cuando se ha com pletado el segundo estado y el pensam iento está en condiciones para convertirse en acto, de suerte que sólo se ne­cesita que se abra la puerta de las circunstancias para que el pensam iento se torne en acción, entonces la libertad ha pasado, y en el momento en que se abra la puerta el acto será ejecutado.

M uchas veces, una verdadera m uralla de circunstancias se form a entre el segundo estado com pletado y el tercero, enton­ces el acto espera; la m uerte puede sobrevenir, pero sin em bar­go, el acto sigue esperando en el vestíbulo ha^g/que se abra la puerta. Pueden pasar m uchas vidas sin que ta l puerta se abra, pero repentinam ente, en algun a vida, las circunstancias abren la p uerta-d e la oportunidad, y el hom bre ejecuta el acto sin pensam iento previo alguno; sí, aunque cincuenta y cien vidas

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304 í O 41 1 A [ A gosto

hayan pasado. Sem ejante acto es in evitab le, porque sus causas generadoras fueron com pletadas, y por más incongruente que sea con el tenor de la vida en que se verifique, tiene que venir.

Debe tenerse presente que lo que da el carácter de in ev ita ­ble á un acto, es que los estados del deseo y del pensam iento se .hayan completado. S i h ay un m om ento en que el hom bre pueda pensar antes de actuar, si la acción no es in stin tiva— hecha sin pensar— puede resistir. H ay toda clase de grados en la dificultad de resistir al im pulso de ejecu tar un acto dado, pero siempre que h ay a tiem po de pensar h ay poder para resistir.

No estará demás en este punto señalar la circunstancia de que si un hom bre que tiene algún mal tras él, esperando con­vertirse en acto, está lo bastante evolucionado para recordar su pasado, puede en ta l caso destruir el m al K arm a que le espera en el vestíbulo por medio del conocim iento, porque puede en­viar contra aquel pensam iento com pletado una nueva corriente de pensam iento de carácter opuesto, y destruir el m al antes de que se h ay a presentado la oportunidad de su m anifestación como acto, De esta m anera, cuando el acto está relacionado con una persona, un an tiguo enem igo, el enem igo puede ser con­vertido en am igo enviándole corrientes de buena voluntad ántes de que se verifique el encuentro en la tierra , y el antiguo odio que buscaba la venganza, puede convertirse en amor que desea bendecir.

L os grandes In stru ctores del mundo, conociendo esta posi­bilidad, han inculcado siem pre el amor y la buena voluntad universales, y obedeciéndoles un hombre puede transform ar á un antiguo enem igo en un am igo, aunque no sospeche su exis- tenciappues dando por hecho que en su pasado h aya generado a lgú n K arm a de odio, puede enviar diariam ente una corriente de buena voluntad á todo lo que vive, de suerte que su amor, extendiéndose en todas direcciones, puede apagar cualquier fuego de odio alim entado todavía por ofensas del rem oto pasado.

A lgu n os problem as kárm icos interesantes surgen relaciona­dos con los Instructores del M undo, los Hombres D ivinos que vienen á auxili^j.'¿A mundo. Por ejem plo, consideremos los lla ­mados «milagros» del Pundador del Cristianism o, m ilagros que, como sabemos, son m anifestaciones de fuerzas más sutiles en el plano físico.

E l K arm a generado por un m ilagro es de dos clases. Prim e-

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I 9 ° 3 i ALGUNOS PROBLEMAS KÁRUICOS 305

ram ente h ay el hien que por su medio se realiza m ental y f ís i­cam ente; luego h ay el efecto del m ilagro en la m ente de los que lo presencian. Sem ejante m anifestación de poder suprafísico convence generalm ente á cierto número de espectadores de la autoridad de la persona que ta l poder m aneja; á m edida que transcurre el tiem po, el m ilagro se convierte más y más en una dificultad p ara sus m entes, hasta que en la m ayor parte de los casos llega á ser considerado como un engaño ó una alucinación, dando lugar m uy á menudo al resentim iento contra el In stru c­tor, que es entonces considerado como un farsante. E sta cosa m ala tiene como origen el acto del Instructor, pues si E l no hu­biese ejecutado el m ilagro no se hubiese generado tal an tago ­nismo.

Sin em bargo, puede que sea necesario al Instructor el obte­ner por tales medios que su M ensaje sea oído; puede que sea necesario, por el estado de la tierra en esa época, que h aya una exhibición de poderes ocultos. Entonces el M ensajero de la G ran L o g ia , una vez que ha emprendido ta l tarea, debe em plear los medios necesarios para ser oído, y vindicar la realidad de los mundos invisib les, y de aquí que genere este K arm a m ezcla de b ie r fy de m al que sigue funcionando durante cientos de años. Podem os ver en la rebelión m oderna contra ios m ilagros, debida á lo que se llam a el «espíritu científico», el arm a contra el Cris­tianism o forjada por esa necesidad del pasado. ¿Que puede hacer el Instructor? Puede poner en una balanza los resultados buenos y los malos y ejecutar el acto que acarree como resultado la preponderancia del bien. E l debe asumir deliberadam ente sobre sí el mal K arm a como una parte del sacrificio que hace al a yu ­dar al mundo. Y el modo como obra este K arm a es atándolo al m ovim iento que ha originado, y É l tiene que perm anecer con Su religión , guiando, am ando, auxiliando, hasta que se agota el K arm a que generó al ejecutar su obra de salvación.

Muchos M ensajeros de la L o g ia B lan ca, grandes y menores, han ocasionado sem ejante reacción sobre ellos en la ejecución de su obra, y M ad. H . P . B la v a ts k y es un reciente y notable ejem ­plo de ello. De esto podemos deducir la reg la general de que ninguna acción ejecutada en un mundo im perfecto puede ser absolutam ente buena en sus resultados. «Toda acción está ro­deada de m al, como el fuego está rodeado de humo.» N inguna acción nuestra puede ser absolutam ente buena. Todos los actos

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S O <i> I A306 [ A g o s t o

generan K arm a heterogéneo, porque al ser ejecutados en un mundo im perfecto, aun la m ejoi de todas puede causar a lgún rozam iento y sólo podemos tratar de e legir aquella senda de trabajo en que el bien pueda preponderar. Debemos estudiar la L e y para poder comprender su funcionam iento, y luego en todas nuestras actividades buscar el m ayor bien, sobrellevando p la ­centeram ente el in evitab le mal que tiene que acom pañar á todo el bien que hagam os.

N i tam poco debemos olvidar la m eta hacia la cual m archa el universo. No sólo tiene por fruto Hombres D ivinos, sino que dentro de su m atriz evoluciona un L o g o s que será el c o n s tr u í tor de un universo más elevado. Tan grandioso como es un D o­

g o s . E l ha subido á través de todas las form as: m ineral, vege­ta l, anim al, hum ano, sobrehumano; y por la misma razón que así ha sido, es por lo que É l ha adquirido todo conocim iento, y puede así p rin cip iar un universo superior dentro de aquél en que se ha desarrollado. Todos los grados de im perfección son nece­sarios para lleg ar al conocim iento p erfecto , y ¿qué significa un sufrim iento pasajero, cuando produce un poder eterno? Todos los sufrim ientos que nos rodean obran hacia ta l fin, lo mismo que hacia la evolución de cada individuo, y todo el rozam iento que se ocasiona está causado por el continuo desarrollo. A m e­dida que todos evolucionam os, el roce dism inuye y los Salvado­res del porvenir, en los últim os estados de la evolución, al estar rodeados de seres más elevados, tendrán un campo m ejor para obrar que los del pasado, y se generará entonces menos K arm a m alo en la ejecución de su buena obra.

Cuando comprendemos esta parte del funcionam iento de la L e y , podemos obrar con satisfacción, empleando nuestro m ejor ju ic io , razón, pensam iento y toda nuestra experiencia, ejecu­tando los actos lo m ejor que podem os, en la seguridad de que algún bien ha de resultar y tam bién a lgú n m al, pero tratan do de hacer lleg ar el prim ero á su m áxim o y de reducir el segundo al m ínim o. E n la proporción en que alcancem os este estado men-' ta l será eficaz nuestra obra, y podrem os ver cómo al paso que el Logos del universo gobierna y gu ía todo, á la vez se desenvuel­ve entre nosotros un Logos y nosotros con É l. E n cada estado h ay y debe haber im perfección, el bien y el mal m ezclados, y todo lo que podemos hacer es causar todo el bien y el menor mal que nos sea posible. E l estar pesaroso y arrepentido es aumen-

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EL HILOZOISMO*9°3 ] 307tar si rozam iento que retarda la evolución tota l, y la ansiedad sólo tiende á producir nuevos obstáculos en su cam ino. U na va­liente satisfacción debe ser nuestra actitu d , y á m edida que avancem os debemos volvernos más tranquilos, más apacibles, serenos, contentos, cualquiera que sea la agitació n que nos ro­dee. E n medio de la tem pestad podemos llevar un corazón de paz. Si nos descartam os de la personalidad; si aprendem os á identificarnos con el H om bre D ivino, que es nuestro Yo; si sólo buscamos á Dios y á la L e y , indiferente á todas nuestras p r o ­pias circun stan cias, entonces la visión se liará más y más clara, las nieblas desaparecerán, el sendero de la conducta verdadera b rillará, y aun cuando á veces no logrem os hallarlo , el fracaso mismo nos enseñará á m archar con más acierto en el futuro; pues «Aquel que obra bien, oh amado m ío, jam ás pisa el sende­ro de la d esg racia .»

A n n i e B e s a n t .

(De The Theosophical Reviete, número de Junio, trad. de J . M.)

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EIv H I L O Z O I S M O

COMO MEDIO DE CO N CEBIR E L MUNDO

(Continuación.} •

VIII.— B a s e ps ic o ló g ic a de l a c o n ce pció n hilozoista

La ciencia del alma puede también probar, y prueba sin duda, total y directamente los principios de! psiquismo universa!. Por de pronto, parece que la idea de materia es inseparable de la de espíritu. En esto se funda el monismo hilístico para hacer sus exageradas generalizaciones. «Lejos de de creer en una materia basta y desalmada, como nuestros adversarios, dice Haeckel (1), debemos suponer en toda materia viva, en cada protopiasma, los primeros elementos de toda vida psíquica, la forma más sencilla de los sen­

il) Vorlesungen itnd Voríráge, I, 180.

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XO<f>IA308 [ A g o s to

timientos de placer y de dolor, y la forma más sencilla de los movimientos de atracción y repulsión. Solamente las escalas del desarrollo y combinación de estas almas son diversas en los distintos seres vivientes, llevándonos des­de la silenciosa alma de la célula, á través de una larga serie de escalas in­termedias ascendentes, hasta el alma consciente y racional del hombre... Si hay alguna idea poética y verdadera á la vez, de seguro lo es el conocimiento claro de que en el gusanillo más diminuto y en la más humilde florecita vi­ven millares de almas independientes y sensibles.»

Así como el movimiento es lo que principalmente nos revela la vida de los seres inorgánicos, y la acción es lo que principalmente nos revela ¡a vida de los seres organizados, la voluntad es lo que principalmente nos revela la vida de los seres espirituales, lo que en principio reconoce la conciencia en sí misma y considera como el blanco verdadero de la ciencia del alma. El objeto especial de la psicología, dando á este término su sentido más gene­ral, es, pues, como observa Naville, la voluntad que supone indivisiblemente la sensibilidad, la inteligencia y la actividad, como el concepto de cuerpo supone indivisiblemente en la resistencia, que es su noción fundamental, las tres dimensiones del espacio. Como el geómetra y como el astrónomo, el psicólogo no debe olvidar que entre la intensión de la acción anímica y su organización ó división en potencias ó facultades hay la misma relación que entre la extensión universal y el sistema de los cielos. Para esto es preciso que evite dos descaminos: el de los empíricos que sólo consideran en el alma los fenómenos ó las apariencias de la superficie, y el de los ontologis- tas que especulan sobre los objetos del alma y no sobre el alma misma mi­rada en su realidad interna. Sólo por medio de la reflexión íntima podemos ver en nuestra propia alma la pura esencia de nuestro ser y llegar á la per­fecta conciencia de nuestra actividad, haciendo abstracción de sus estados sucesivos, de los objetos exteriores, de la idea de la duración y de la percep­ción del tiempo que pasa para alcanzar la percepción de sí propia. Esta in­manencia es potencialmente la misma para todos los seres; pero, por otra parte, es preciso también que cada uno esté desenvuelto y determinado en grado diferente. De esta suerte se presenta como miembro de un cuerpo en que todo se relaciona; sin dejar de ser distinto de lo que no es él, representa todo lo demás. El espíritu no es, en efecto, meramente humano, por mucha extensión que concedamos á este adjetivo: circula por el universo.

Los primitivos peldaños que forman la escala del mundo espiritual se identifican con las energías de ese principio de actividad difeienciadora que se manifiesta en las plantas, reino radiante de vitalidad, que une la materia llamada bruta con la materia propiamente anímica (1}. Las investigaciones

(!) No debe olvidarse á este propósito que las substancias que forman parte esencial de los seres vivos deben considerarse orgánicas, aunque sean metálicas, como el calcio, el magnesio, etc,; y por otra parte, las formacio­nes de compuestos ternarios que suelen llamarse orgánicas, no lo son, sino

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EL H1LOZOISMO 3°9*903 |de la fisiología moderna prueban que las plantas, en su primera etapa, co­mienzan por vivir como los animales. Numerosos son los ejemplos que en­contramos en el orden vegetal en apoyo de esta verdad; todos ellos pueden compendiarse en esta conclusión:plantas y vegetales san, por constitución ori­ginaria, idénticos en su funcionalismo: de donde resulta que, exceptuando la función clorofiliana, la vida de la planta se conserva y realiza como la vida del animal (1). Sólo hay que dar un paso más para admitir que los indivi­duos que representan la primera están sometidas á la salud y á la enferme­dad, que sufren frío ó calor, sed ó hambre, que desean, piden y buscan la luz ó la sombra, la humedad ó la sequedad, un sol fuerte ó débil, el suelo cal­cáreo ó el pedregoso. El hdiotropismc, afeüotropismo, geotropismo y nietriio- pismo, fenómenos según los cuales, Lozte (2), Autenrieíh {3) y otros tratan de explicar la existencia de un instinto orgánico vegetativo y puramente fisio­lógico distinto del instinto psíquico propiamente dicho, es en rigor psíco- físico y ofrece por éste su doble aspecto algo de movimiento espontáneo y algo de individualidad ó autonomía, puesta en claro por Daiwin (4) en mu­chas plantas que poseen en sus yemas, peciolos, hipocotilos y epicotilos, en sus hojas y sellos, en una palabra, en todas aquellas de sus partes que están aún tiernas y creciendo, la facultad de torcerse eü todas direcciones, como se puede observar en las plantas rastreras; facultad que se llama de cireum- nutación, y que se utiliza cual conviene al buen desarrollo del vegetal. Los esfuerzos que hacen los di as temos para arrancarse del seno de la tierra tienen en su esclarecimiento una comparación que Danvin se apropia y que viene aquí muy á cuento. Figurémonos un hombre que está echado en el suelo tocándolo con las manos y las rodillas, y oprimido por una carga de hierro que ha caído sobre él y le tiene tendido de un lado. Probaría primero á en­derezar su espalda torcida, meneándose al propio tiempo un poco hacia todos lados para librarse algún tanto del peso que le agobia. Estos movimientos pueden simbolizar el ageotropismo y la circumnutación de una semilla que está de tal manera colocada en la tierra que el hipocotilo ó epicotilo encor­vado rompe primero en un plano horizontal ó inclinado. Entonces el hom-

químicas. Ofrecen, no obstante, gran interés como elementos intermedios entre los compuestos químicos y los fisiológicos, aquellas substancias crisla- lizables, análogas á los álcalis orgánicos, que se han hallado en la economía animal, por ejemplo: la ¡encina.

(1) «Si se deja á un lado esa gran función propia á las parles venios de las plantas, y que alimenta la energía de los raros luminosos, la reducción de los cuerpos saturados de oxígeno y la producción de materias cargadas de potencial químico, es lícito afirmar que la evolución vegetal, tal como se muestra en el mantenimiento y la reproducción de sus cé lu las, no se distin­gue esencialmente de la que observamos en el mundo zoológico. Los meca­nismos y los resultados son idénticos en ambos órdenes.» (Gautier: Chim ie b iologique , 1. 1,)

(2) A ilgem eine P h ysio logie des R oerperlichen Lebens, pág. 138,(3) A nsichten itber Natúr und seelenleben, pág. 222.(4) The pow er o f movement in plañís. Londres, 1880.

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2 0 <& I A310 [ A gosto

b re le v a n ta r ía cu a n to p u d ie se su e sp a ld a d o b la d a , sin c e sa r d e m o verse h a ­

c ia to d as p artes; c o n lo cu al p u ed en co m p ararse e l crecim ie n to y la c ircu n -

m u tación co n tin u a d o s d e un h ip o co tilo ó e p ico tilo d o b la d o an tes d e q u e a l ­

c a n c e á la sup erficie d e l suelo. E n cu a n to el h o m b re se sintiera lib re de todo

e sto rb o , p o n d ría d e re ch a la p arte su p erio r de su cu e rp o m ie n tra s estuviese

aún d e ro d illas y se in clin a se a lg o h a c ía uno ú o tro lad o . E s to ilu stra rá la

retorsión d e l ta llo d e l b la ste ra o y el estiram ien to fin al d e todo e l h ip o co tilo

ó e p ico tilo , que se ve rifica n sin q u e la c írcu n m u tació n c e se un m om ento,

S e g ú n las m ás recien tes in v e stig a c io n es , h a y c ie rta s p artes d e la s p lan tas

que n o só lo se m u even á sí m ism as, sino q u e p arece n p o seer la p ercep c ió n

d e la g ra v ita c ió n , p ues e l ó rg an o q u e d e se n v u e lv e la señ a l n o es n e c e s a r ia ­

m en te e l q u e e je cu ta el m o vim ien to co rrela tivo . E s ta « a cc ió n p o r señal» es,

q u izá , d e l m ism o tip o que la a cció n p o r a so cia ció n y p e rte n e ce en a lgú n

m o d o a l ord en d e lo s h á b ito s de la m em oria . A co n se c u e n c ia de estos h e­

ch os, se h a re ferid o el m o vim ien to d e la s p la n ta s á las le y e s gen era les d el

m o vim ien to d e lo s a n im a les , por in fe re n c ia d e a n a lo g ía . D e lo q u e n o ca b e

d ud a es d e q u e este germ en de c o n c ie n c ia a ctiv a d o y m o d ifica d o , es a lg o

a fe c tiv o y sen sib le en c a d a cé lu la . A s í se so sp ech a que la to ta lid a d de las

cé lu la s a sp iran á la s evo lu cio n es m u ltip lica d o ras q u e rep ro d u cen lo s organ is-

nios; la s h a y que c o n ta l o b jeto lleg a n á «suspender por m ás ó m en o s t ie m ­

p o su a b so rció n n u tritiv a .» P o d e m o s c o n clu ir d e esto que d e la m ism a m a n e ­

r a q u e existe un instinto co rp o ra l en la s o rg a n iza c io n e s co n cre ta m e n te in d i­

v id u a le s , existe un instinto celular c o n a rreglo a l que su « d eseo d e vivir» se

re su e lv e en e x ce so de a n á lisis o rg á n ic o por d e fe c to d e a lim en ta ció n . D e

esta co n c lu sió n n a ce n la s p rin cip a les e n se ñ a n za s de la b io lo g ía sex u a l m o ­

d e rn a. L o s h e ch o s zo o ló g ic o s n os m u estran lo m ism o. L a fecu n d a ció n de

lo s a n im ales su p o n e un a e x ig ü id a d d e co m id a c a p a z d e e xcita r en ellos, en

d istin tos g ra d o s y p ro p o rcio n es, e l apetito gen ésico .

L a ve rd a d , en trevista o b scu ra m e n te p o r L in n e o , p ercib id a m ás a d ela n te

c o n m a y o r c la rid a d por B u r d a c h y d e fin itiva m en te fo rm u la d a por C la u d io

B c rn a rd : la v e rd a d d e tod o lo q u e v iv e , s ien te y p u ed e ser a n estesiad o, es el

p rin c ip io d e q u e h e s a c a d o in d ire cta m e n te las co n se cu e n cias á q u e lle g o en

mi a firm ación d e l a lm a de las p lan tas . E n esta m ism o p rin cip io d e la se n s ib i­

lid a d , q u e in fo rm a á la v e z a l an im al y á la p lan ta , fu n d a el h ilo zo ism o su

d o ctrin a d e la e v o lu c ió n de u n o de lo s m ás n ota b les fen óm en os p sico ló g ico s,

y n o , en v e rd a d , p asiv o co m o la sen sib ilid a d , s in o em in e n te m en te activo: el

d e se o . Y a A líe n afirm ó que la flor ó los fru tos se v is te n d e sus sed u cto res

co lo re s , p a ra a g ra d a r á lo s in secto s ó p a ra o cu lta r e í p re cio so germ en á la

ra p a c id a d d e los p á ja ro s, y D e ib o c u f o b servó q u e n o es p o sib le e x p lica r d e

otro m o d o la a p a ric ió n d e l d e se o . N in gu n a re p u gn a n cia n i co n tra d ic c ió n se

d e sc u b re aq u í.

M a s o b serve m o s aún p a r a re co n o c e r a l aristote lism o tom ista en sus m ás

p aten tes e q u iv o ca c io n e s y d esvirtu ar esos p ostu lad os q u e tien d e á in m o viliza r

en la c ie n c ia de la re a lid a d y que c a re ce n en a b so lu to d e va lo r: o b servem o s

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B X H IL O Z O IS M OJ9° 3 ] 3J1

le, repito, en su cosmología histórica, ó si os parece, en su evolucionismo. Aristóteles, no sólo distinguió lo inorgánico de lo orgánico, sino que en el último orden admitió dos clases irreducibles de seres: los animales y las plan­tas. Santo Tomás, exagerando sus defectos, acabó de abrir entre plantas y animales un abismo filosófico, ya indicado por San Agustín en su tratado De quantitate animae. Ese abismo siguió abierto y su afirmación considerada como dogma hasta hace poco, pero ¡cuánto han variado los tiemposl Los sabios piensan hoy de muy otra suerte, y la opinión que San Agustín llama­ba impidas rusticana,. magisque lígnea, quam sint ipsi ardores q-uibus patrocí- nium praebet, se ha convertido en realidad empíricamente demostrada por la ciencia contemporánea.

Pero dejemos hablar al propio Santo Tomás: «Tres solas operaciones son necesarias para la vida de las plantas: la de su producción, la de su conser­vación y la de su crecimiento... Pero la vida de las plantas es imperfecta, pues aunque su comunicación (emanado) procede de su interior, sale de tal suerte á lo exterior que al fin se separa de ellas. Es, pues, la suya una po­tencia puramente nutritiva... En los animales este proceso es diferente, por­que tiene su principio y su término en lo inmanente del ser, y no hay poten­cia nutritiva que se repliegue soPre sí misma... Los animales se diferencian en el acto de la generación en ser uno agente y otro paciente; mas los vegeta­les, cuya vida es más rudimentaria, posee á ía vez en ese acto virtud activa y virtud pasiva.» Esta concepción conduce á diferenciar esencialmente las funciones del vegetal de las funciones del animal, y negar al primero toda vida sensitiva; y aunque Santo Tomás quiera conceder á ia planta, además de materia prima actuada, forma substancial con cierta potencialidad psí­quica, expresa claramente las tendencias del aristotelismo que en definitiva resume así sus conclusiones: los vegetales son cuerpos que viven una vida puramente orgánica ó automática; los animales una vida expontánea ó auto­nómica.

Esta hipótesis ha sido destruida por recientes descubrimientos. Hoy sa­bemos que plantas y animales no se diferencian esencialmente en lo cons­titucional ni en lo formal, ni en ¡o vital ó funciona!. El anima! no tiene ca­rácter químico alguno que le dé preeminencia sobre la planta: la complica­ción de su composición química es puramente relativa. El ázoe, que se consideró durante mucho tiempo como principio característico del protoplas- ma animal, entra á formar parte también del protoplasma vegetal. En cam­bio ciertos compuestos químicos [colesterina, cerebrina, alanlcina, glicogena, celulosa y clorofila) que se consideraban como característicos de las plantas han sido encontrados en muchos animales (ía celulosa en los astidios y tu­nicados, la clorofila en la euglem viridis, en el stentar pdyntorphus, etcétera). También ciertos ejemplares del reino animal nos presentan una perfecta elaboración de principios inmediatos ó substancias proteicas [grasas, úrea, etcétera) que suponen un poder de síntesis orgánica muy desarrollado. Y si por un lado hay vegetales que, como los hongos ó las plantas, se alimentan

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v Q ‘M A [ A g o s to3 1 1en la misma forma que los animales, por otro hay entre éstos los llamados mixomicetes, que, en la segunda fase de su evolución, siguen el mismo régi­men alimenticio que impera en el mundo vegetal. El calor llamado hasta hoy animal existe del mismo modo en las plantas, cuya temperatura varía en los mismos límites que en los animales, como se comprueba colocando un termómetro dentro del tronco ó del tallo, aunque sea fuera de la época de la germinación y de la fecundación. Desde todos los puntos de vista, el análisis llega á los mismos resultados. En cuanto á las diferencias anatómi­cas ó de estructura, tan pronunciadas en el desarrollo individual, son nulas examinadas en la materia protopllsmica. El microscopio, revelándonos esa identidad de animales y vegetales, y la experiencia patentizándonos la au­sencia de sistema nervioso en los protozoaríos, han dado el golpe de gracia al dualismo de la botánica y de la zoología, haciendo firme y científicamen­te demostrado el principio fundamental de Geoffroy Saint Hilaire: no hay órgano alguno que se encuentre sin excepción en iodos los animales; m uno solo, por consiguiente, qut pueda incluirse entre los caracteres esenciales de la anima- Udad. Por último, la fisiología presenta una infinidad de hechos evidentes, demostrándonos: que la digestión no es exclusiva de los animales, porque los eestoides, v. gr., carecen de ella: que la circulación de la sangre en el orga­nismo animal en nada se distingue del látex de las plantas; que la respira­ción vegetal propiamente dicha es idéntica á la hematosis: que la absorción es en uno y otro reino un fenómeno osmótico equivalente; que la transpira­ción, secreción y reproducción son en su esencia muy semejantes á las fun­ciones correspondientes de los animales; que, en fin, la misma locomoción nótase en algunos vegetales, mientras que seres del mundo animal inferior, como las ostras ó corales, carecen de ella.

No es para los hombres de ciencia para quienes gasto tiempo en recor­dar todas estas cosas, sino para la inmensa mayoría de los filósofos escolás­ticos, que miran aún como misterio las verdades más importantes y compro­badas por los descubrimientos modernos. Así se comprende que Eleizalde hable de diferencias estructurales entre los animales y las plantas, que Ea- jarnés parezca dudar de la ausencia de nervios en los seres unicelulares, y el célebre Virent considere quimérico el reino psicodiario, de los protoorga- nismos ó de los protistas. Pero al fin nos hemos apoderado, desde hace al­gunos arlos, de conquistas de observación que patentizan la posibilidad de borraT científicamente el supuesto abismo entre los animales y las plantas en la más visible é interesante de las diferencias: en la presencia de sistema nervioso y de alma. Me limitaré á un solo ejemplo para no apartarme en demasía de mi propósito y de mi tema. Ese ejemplo fue presentado y expla­nado de una manera clásica por Claudio Bernard en sus Phénoménes de la vie, y ha sido repetido por muchos otros en los últimos tiempos. Si se colo­can separadamente bajo cuatro campanas de cristal, teniendo al lado una esponjita empapada en éter 0 cloroformo, una ave, un ratón, una rana y una sensitiva (mimosa púdica), se observará que el ave es la primera que

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I 9 ° 3 J EN HONOR A SÁNCHEZ CALVO - j g

siente los vapores del éter, balancéase y cae insensible al cabo de cuatro ó cinco minutos; lo mismo le sucede al ratón después, y algo más tarde queda paralizada la rana. Transcurrida media hora, la mimosa púdica es anestesia­da igualmente, de manera que tocando sus hojitas no se observa en contracción alguna. Este es un experimento, cuya repetición y ampliación revisten el mayor interés; nos demuestra que tan sensible puede ser la orga­nización vegetal como la animal; lo que corrobora en parte el Ínfima anima- lia parum dlstant á plantes, que ya santo Tomás en parte presentía.

No hay, pues, verdad bien reconocida por los estudios de observación que se oponga francamente al hilozoismo. La naturaleza no se limita á las relaciones de espacio 0 extensión; envuelve, ante todo, principios de aciivi dad; es persona y obra, espíritu y materia. En la significación de esta idea filosófica y universal, está la legitimación de la metafísica contemporánea.

Edmundo González-Blanco.(Se continuará.)

EN HONOR Á SÁNCHEZ-CALVO

Con motivo do las fiestas que recientemente se lian celebrado en Aviles (Asturias), el Ayuntamiento de esta ciudad tomó el hon­roso acuerdo de incluir en el programa de dichas fiestas la cele­bración de una velada en memoria del gran filósofo y filólogo avilesino, D. Estanislao Sánchez-Calvo,

Tratándose de honrar la memoria del más profundo de los pensadores que ha tenido España en sus tiempos modernos, cu­yos escritos, especialmente la atrevida Filosofía de lo Maravi­lloso positivo, no podemos menos de inclu ir entre las más admi­rables obras de la teosofía española, enviamos al ilustre Ayun­tamiento avilesino y á los iniciadores de tan culta fiesta, nuestra mas sincera felicitación, que es la de todos los teosofistas espa­ñoles ó hispano-americanos.

Asimismo felicitamos al Sr. Marqués de Taverga y distin-

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3i4 £ 0*Í*ÍA [ A g o s t o

guidos literatos que tom aron parte en la culta velada, y á la prensa de todos los m atices que viene consagrándose estos días á popularizar al ilustre teósofo.

Por nuestra parte, deseosos de despertar la atención pública acerca del autor de ¿os n o m b re s d e lo s D io s e s — ignorado y o lvi­dado hasta hace m uy poco,— hemos dado cabida en nuestras pá­ginas y en repetidas ocasiones á todos cuantos trabajos hemos encontrado encaminados á este fin. D e ellos recordamos: P e n s a ­

m ie n to s (SophÍa , D iciem bre de 1899; U n c a p itu lo d e l p e n s a d o r

e s p a ñ o l S á n c h e z -C a lv o (Julio de 1901); C o n m o tiv o d e la m u erte

de L e o p o ld o A l a s ; el A s u n to S á n ch e z C a lv o ; u n a c a r ta in é d ita d e l

S r , A la s so b re el p a r t ic u la r ; la h e r e n c ia in te le c tu a l de S á n c h e z -

C a lv o , por V iriato D íaz-P érez (Agosto de 1901); U n a o p in ió n

so b re la r a z a tu r a n ia n a (Octubre de 1901); N oticia acerca de una C a r ta de D . J u a n V a le r a (Noviem bre de 1901); L o s f iló s o fo s d e s ­

co n o cid o s: E s ta n is la o S á n c h e z - C a lv o , por Pedro G onzález-Blanco (Septiem bre de 1902), etc.

L a R edacción .

C Í m o v i m i e n t o i e o s ó f i c o

et¡ jTr^éric^ y b r a s il.

S on realm ente halagadoras las últim as noticias que tenemos referentes al movim iento teosófico en distintas regiones de Am érica.

E n L i m a el 23 de Julio quedó constituida una R am a de la S. T . con el nombre de la propia capital peruana. Los miem ­bros que la constituyen son una garan tía del éxito que corona­rá los esfuerzos de la naciente agrupación. E n ella figuran, en­tre otros, el D r, A rtu ro E go A g u irre , el ingeniero Szutsseau, el notable artista R u ilova, Sres. M aghella, Valles, Juan Alfon-

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BIBLIOGRAFÍA19033*5

so y otros muchos de quienes tal vez podamos en breve apreciar trabajos en una nueva R evista teosófica.

E f i S a n J o s é f io C o s t u R i c a se constituirá asimismo otra nueva R am a , merced a los trabajos de propaganda que viene realizando el Sr. Povedano. De M o n t e v i d e o tenemos asimismo las mismas agradables noticias.

E n e l P a r a g u a y , donde existe un im portante número de miembros de la S. T ., sin constituir agrupación especial, es casi seguro que con la presencia en aquel país de nuestro querido antiguo director Sr. M elián (D. José), se form e una nueva é im­portante Ram a.

Y finalm ente, e n e l B r a s i l , el profesor Darío Y ellozo— dis­tinguido y popular escritor paranaense, de quien repetidas veces hemos hablado en estas columnas — inaugurará en breve sus conferencias públicas sobre H. P . B lava^sky y el teosofismo en general, de cuyo resultado daremos oportuna cuenta.

¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ 9

b i b l i o g r a f í a

Dr» G ibier. Psicología experimental,—Traducción del Dr. Mélcior.—Barcelona.

E l estu d io q u e e l ilu stre D r . G ib ie r titula Psicología experimental, es un

d o cu m en to cu rio so p a r a la h istoria d e l psiqm sm o. E n c u e n tra a llí e l lec to r la

d e scrip ció n d e va ria s exp erien cia s so b re esp iritism o c ie n tífico re a liza d a s p or

e l p ro p io D r . G ib ier . E s ve rd a d e ra m en te cu rioso cu a n to el co n o c id o in ve s­

tig a d o r refiere a c e r c a d e m a te ria liza cio n es d e fan tasm a s y otros fen ó m en o s

so rp ren d en tes v e rifica d o s e n m e d io d e la s m a y o res p recau cio n es y seg u ­rid ad es.

L a tra d u cc ió n d e G ib ie r se d e b e a l D r . M é lc io r y h a sido p u b lica d a co n

un p ró lo go de Q u in tín L ó p e z p o r la B ib lio te c a d e la revista Zumeñ, d e B a rce lo n a .

D .- P .

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3 i 6 £0<t>I k [ A g o s t o

Dr» Hartmann. Magia Blanca y Negra*— Traducción del inglés de ]a 4,* edición americana y revisada por J, A* de Marshall.— Biblioteca Orientalista,— Barcelona* 1903*

Al h a b la r n u ev am en te d e esta o b ra y a tra d u cid a antes d e ah o ra a l ca s te ­

lla n o , n o p o d em o s h a ce r s in o rep etir lo q u e en otras o ca sio n es se h a dicho.

E l D r . H a rtm a n n h a lo g ra d o p resen tar en Magia Blanca y Negra un c o n ­

cie n zu d o estu d io d e o cu ltista lle n o de o b se rv a c io n e s p erso n a les o rig in a l!s i­

m as y su gestivas. T a l v e z su o b ra no tie n e esa c a n tid a d d e a m en id a d n e c e sa ­

ria p ara h a c e r la e n tra r en e l p ú b lico p ro fan o , m as n o p u ed e m en o s d e re c o ­

n o c e rse q u e e n cu a lq u ie r m a n o q u e c a ig a p ro d u cirá un resu ltad o p ositivo

p o r el espíritu d e seria in ve stig ació n que d esd e lu e go acu sa. C o n ce p to s c la ­

ros, p o c a term in o lo g ía e xó tica , sím iles acertad ísim o s y gran c a n tid a d d e

o b serva ció n p articu lar: esta es su cara cterística .

D e la s co n d ic io n e s ed ito ria les só lo d irem o s que un a v e z m ás la ca sa

M a y n a d é h a p re se n ta d o un a ed ic ió n d e ve rd a d e ro gu sto , e x ce d ién d o se ta l

v e z por la im p o rtan cia de la o b ra . P a r a m ás in form es p u ed en so licitarse

p ro sp ecto s y c a tá lo g o s gratis á la Biblioteca Orientalista (T a p in e r ía , 24,

B arcelon a).D .- P .

¥

(3. L e v é q u e . El esplritualismo en ti Arte . — Traflucción de Constantino Román.— Bi­blioteca científico-filosófica. D. Jorro, editor, Madrid.— Un volumen 2.50 pies.

E l c o n cien zu d o trad u cto r d e M o n ta ign e n os o fre ce ah o ra u n a e le g a n te y

co rrecta tra d u cció n de tres estud ios cé leb res en la estética fra n c esa . Son tres

e x a lta c io n e s d e l e sp íritu d iv in am en te e x p re sa d a s p o r un m ago d e la p a la b ra

y d e l estilo.

E l esplritualismo en la escultura, p rim er estu d io d e l v o lu m en , an tigu o y

to d o (se p u b licó en 1864) m e re ce leerse h o y to d a v ía p o r lo s q u e só lo ve n en

las artes p lásticas un a m e ra p resen tació n d e las co sa s , y p iden a l p in to r y a l

e scu lto r ú n ica m en te un a regu larid ad en lo s co n to rn o s, co m o si los cu erp o s

no tu v ieren esp íritu ó fu esen recep tácu lo s va cío s.

E l Sr. Jorro ha h e ch o un b u e n serv ic io á n u estra cu ltu ra c o n la p u b lica ­

ción d e esta o b ra , que n o só lo es útil á lo s artistas por au to n o m a sia , sino

tam b ién á to d o s los qu e, v o lv ie n d o so b re si m ism os, e scu lp e n so b re su esp í­

ritu la p e rfe cc ió n d esead a. N uestro p ro greso m o ra l n o es m ás q u e un c in c e ­

la d o co n tin u o d e n uestro esp íritu , p o rq u e en todos h a y un Pedro, mártir, escultor de su alma, co m o en señ ó a q u el g ra n a d v e rtid o q u e se llam ó G a n iv e t.

H e a h í co m o la o b ra d e C a rlo s L e v e q u e , ad em ás d e ser esté tica , p u ed e

verse co m o un m a n u al d e p e rfe cc ió n y u n a p a la b ra de co n su elo p ara e l d o ­lo r d e la vid a.

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100,3 ] BIBLIOGRAFÍA 317

L. Revel. Les tnystiques devant la Sciónce, ou es.sai sur U mysiichtne universal.Parí^ 1905, Lucien Bodin, e j iteur . — Un vo l, s fr.

E s te estu d io m erece ser co n o c id o p o r to d o s cu an to s se in teresan en el

e xa m en del p ro b lem a re lig io so y d e l d estin o h u m an o. E s un a n álisis c o m ­

p leto d e l p ro b lem a m ístico , h ech o d e sd e un p u n to d e vista im p arcia l y c o m ­

p letam en te lib re d e to d o p reju icio re lig io so . E l autor esta b lece su tesis fu n ­

d án d o se en las o p in io n es d e lo s p en sad ores m ás ilu stres d e to d o s lo s tiem ­

pos, y señ a la p a lp a b le m e n te la d iferen cia e se n c ia l que m edia en tre las tra d i­

cio n es religiosas y la tra d ic ió n e so térica . A sim ism o tra ta d e d em o strar q u e

h a y un la z o ín tim o y secreto en tre to d as las e scu ela s m ísticas, la s cu a le s d es­

c a n s a n so b re un a b a se c o m iín d e d o gm as esen ciales, que co n stitu ye e l fo n d o

p erm an en te d e l m istic ism o e sp e cu lativ o .

E l autor in d a g a a l e fe cto e l o rig en d e l m isticism o ca tó lic o y a le jan d rin o ,

y señ a la m ás a d e la n te curiosas re la c io n e s en tre las d o ctrin a s m ísticas d e los

gn ó sticos, lo s b a rd o s ga lo s y lo s híndos.

Sem ejan tes re la c io n e s está n esb o zad a s n ad a m ás, p a ra q u e e l le c to r las

e s ta b le z c a c o n m a y o r cu id a d o , d esp u és d e c o n o c e r la id e n tid a d d e las m is­

m as. P o c o im p o rta q u e lo s b a rd o s ga lo s d en á la esfera d iv in a e l n om b re

d e Ceugant, que lo s gn ó sticos la lla m en P h r o m a ó lo s h in d os la d esign en

p o r Atma; q u e e l c írcu lo d e A b r e b sea e l d e la s tran sm igracio n es ó e n c a r­

n a c io n e s en tre los gn ó sticos y otros m ísticos, q u e e l c ircu lo d e la fe lic id a d

(O w g n fy d ) d e lo s bard os sea el d e lo s p n eu m á tico s ó la esfera b ú d d h ic a d e

lo s h in dos, im p orta p o co la fo rm a d e las id eas, si .todas, b a jo d iferen tes a s­

p ecto s, m an ifiestan lo s re sp la n d o re s d e la V e r d a d U n a é in d estru ctib le .

L . B .

¥

6 * ©• B l in d e * La educación (Evolución de la educación) ,— La educación contemporá- n&a,— Educación de los degenerados y teoría do la educación. Tres volúmenes,— Da­

niel Jorro, editor,— Madrid, 1903,

Se trata de un in fo rm e so b re la e n señ a n za en E u ro p a , escrito por el p ro ­

fesor B u n g e , por e n c a rg o d e l m in istro de In stru cción P ú b lica d e la A r g e n ti­

n a , O sv a ld o M a g n a sco ,

E s un in fo rm é lu m in oso y a d m ira b lem e n te d o cu m en ta d o . C o m o in fo rm e

es la o b ra m eritlsiroa de un fu n cio n a rio p ú b lico ; p ero e l au to r ha q u erid o

m ás b ie n d a r á su escrito un a ire c ie n tífico y d e lib ro d e estud io. E n este

sen tid o , e l tra b a jo d e l filósofo b o n a e re n se a d o le ce d e a lgu n a lig e re za que en

m o d o a lg u n o h a d e re p ro ch árse le , y a que só lo fué e scr ito p ara e l fin a n tes

in d icad o .

E n la h isto ria d e lo s m éto d o s d e e n se ñ a n za y e d u ca c ió n , e l au to r se e m ­

p e ñ a en q u e la e d u ca ció n a n tig u a fu é re p u b lica n a , n a tu ra lis ta y d ia lé ctica ,

o lv id á n d o se d e l c a rá c te r a ristocrá tico , id e a lista é in d u ctiv o q u e im prim ió, p or

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IO P IA3 í 8 A g o s t o

e je m p lo , P itágo ras á sus d isc íp u lo s; y q u e e l d ia lectic ism o so crá tico es a n ti­

h e lé n ico p o r to d o s sus pun tos d e vista , co m o ha señ a la d o N ie te sch e o p o r­

tun am en te. E s in ju sto , asim ism o, c o n la e sco lá stica , q u e m a la y tod o fué e l

ú n ic o m ed io d e lle g a r á D e sca rtes y á la to lera n cia m o d ern a. T a m b ié n es

lástim a q u e n o se re cu e rd e p o r el autor á G u y a n , q u e v ien e á la m em oria

d e to d o le c to r c u lto c u a n d o a q u él e scr ib e so b re e l p a p e l q u e la sugestión

ju e g a en la e d u ca ció n d e la in d ivid u a.

D e estos d escu id o s n os in d em n iza e l Sr. B u n g e c o n lo s n o ta b ilís im o s c a ­

p ítu los co n sa g ra d o s a l e x a m e n d e la en señ a n za en F ra n c ia , In g la te rra y A le ­

m an ia , y so b re to d o c o n el q u e d e d ic a á la e d u ca c ió n d e lo s d e g e n e ra d o s,

d o n d e h a y m u ch o q u e ap ren d er. E s , en fin, u n a o b ra in teresan te, a g o ta d a

d o s ve ce s, y cu y a te rc e ra ed ic ió n p resen ta a h o ra en in m ejo ra b les c o n d ic io ­

n es e l e d ito r Sr. J o rro , co n e l b u en gu sto q u e le d istingue.

R. U.

*

G ustavo Le S o n . Psicología dtl icciaiiymo,—Traducción de Ricardo Rubio.—(Bi­blioteca científico-filosófica).—Madrid, D, Jorro. Un vol. 7 ptas,

M r. S o r e l, u n o d e lo s m ejo res rep resen tan tes d e l so cia lism o fra n cés , c o n ­

sag ró á su d e b id o tiem p o un estu d io á la o b ra d e l ilu stre p o líg ra fo que ah o ra

v ie rte a l e sp a ñ o l un tra b a ja d o r tan in fa tiga b le co m o e l S r. R u b io .

L a Psicología del Socialismo es, en e fe cto , u n a d e la s m ejo res o b ra s e s ­

cr ita s en F ra n c ia so b re sem e jan te asu nto. E s u n lib ro d e fu e rza , d e e n e rg ía ;

p ero ta n d e sc o n so la d o r y p esim ista en el fo n d o co m o la ú ltim a p ro d u cción

d e l A ristó te les b ritá n ico H e rib e rto S p en ce r.

Y es q u e M r. L e B o n , graD p s ic ó lo g o y c o n c ie n zu d o in vestig ad o r, lle v a

p o r e n c im a d e su a p titu d p a r a lo s estu d io s p s ic o ló g ic o s u n in m en so so b re ­

c a rg o d e p ositivism o, im p u esto fo rzo so q u e satisface p o r su p re d ile c c ió n p o r

lo s estu d ios exp erim en tales.

L a c r ític a q u e h a c e d e l m ateria lism o social, o rig in a l y p ro fu n d a , co m o

la q u e h an h e c h o d e sd e sus pun tos d e vista resp ectivo s M e rlin o y B e rn ste in ,

n o es tan intensa co m o la co rre c c ió n im p u esta p o r lo s socia listas in g leses,

q u e a l a m p a ro d e la Fabian Society, h a n p resta d o m ás esp iritualidad á las

p etic io n e s o b reras.

U n a m u jer d e gran ta len to , a c a s o la m ás d istin gu id a d e las p en sa d o ra s

co n te m p o rá n e as, M iss A n n ie B e sa n t, d e c ía en un c é le b r e d iscurso so b re La industria bajo el socialismo: « T o d o lo q u e n ece sita m o s es va lor, p ru d en cia y

fe . F e , p rin cip a lm e n te , q u e n o s in d u zca á c re e r q u e la ju s t ic ia y el am or n o

son im p o sib le s; y lo q u e es m ás, q u e e l b ie n q u e p u ed e so ñ ar e l h o m b re,

d e b e re a liza rse a lg ú n d ía p o r sus sem ejan tes.»

Y n o h a y m ás q u e esto. E s un a re fo rm a ín tim a en la m oral lo q u e nos

h a c e fa lta p a ra ser co m o d eb em o s ser: m á s fe lices. H e m o s d e a d e la n ta r

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BIBLIOGRAFÍA1903 3! 9nuestra m oral h asta e l n iv e l d e nuestros a d e la n to s in d u stría les, y so b re p a sar

e se m ism o n iv e l si q u erem o s p erfe ccio n arn o s y n o c a e r en e l sa lv a jism o c i ­

v iliza d o , en ese estad o en q u e v iven a lgu n o s p u eb lo s cu lto s , p ero sin m o ra l

n i esp íritu , d o n d e la c ie n c ia sin m o ra lid a d en quien la utiliza ha to m ad o el

c a rá c te r d e u n a h a b ilid a d in stin tiva.

L a o b ra de M r. L e B o n d e b e lee rse p a ra v e r m ás cla ra m en te un a v e z

to d a v ía lo q u e d e cim o s.

D e la versión h e ch a p o r e l Sr. R u b io , d ic ie n d o q u e es ta n c o rre c ta co m o

to d as las su y a s, q u e d a d ich o cu a n to vale.

R . U .

¥

Pram H artm an . Vida de Jehoshua el profeta di A lifscfí. — Versión española de A . F , G erlíog.— La Plata, Z. de Morisco, editor, un v a l.

E l su b títu lo de esta p re c io sa o b ra in d ica c la ra m en te su v a lo r y su im p or­

tan cia . E s un estu d io o cu lto y u n a c la v e de la B ib lia . L e jo s el au to r d e a fro n ­

ta r , co m o to d o s los cristógrafes, u n a cuestión d e e x é g e sis y c r ític a h istó rica ,

d e ja sem ejan te la b o r para lo s crítico s co m o B a ü er, S trau ss, R e n á n , D a jo r -

d in , e tc ., y a te n ié n d o se á la v e rd a d e ra fuente n o se sep ara d e e lla un m o ­

m ento.

L a v id a d e Jebosh u a b e n P a n d ira a p a re ce á lo s o jos d e l le c to r n ítid a y

tra n sp a re n te d e sd e la in fa n cia d e l p ro feta h asta su m uerte. U n a v id a s u b li­

m a d a co m o n u n c a q u e n os re c u e rd a có m o la sa lv ac ió n está en tre n oso tro s y

có m o es a c c e s ib le á to d o s lo s h o m b res que se e leva n á la v e rd a d e ra m oral.

E l ca p ítu lo titu lad o E l Templo es verd ad eram en te m agn ífico .

L a tra d u cció n es esm erad a y co rrec ta , co m o d e b id a al ilu stre G erlin g ,

H e m o s d e co n sa g ra r u n a aten ción m ás d e te n id a á esta o b ra , q u e p or

ah o ra n os lim itam o s A re co m e n d a r a l p ú b lico .

R , U .

*

Papus. Do Ocultismo, Traducción autorizada, por Da río-Ve Hozo. Coritiba (Brasil).

E l in fa tig a b le é ilu stra d o p o p u la r iz a d o ! d e l p siq u ism o D a r ío V e llo z o , n os

e n v ía una e sm e ra d a tra d u cc ió n d e esta o b ra d e l D r . E u ca u se (P ap u s).

C o m o e n to d as la s d e l c o n o c id o escritor, e n co n tra m o s tam b ién en ésta

u n a e n m a ra ñ a d a m e z c la d e ve rd ad es in d iscu tib les (ya h o y d e l d o m in io v u l­

g a r e n tre la s in fin itas e scu ela s q u e e stu d ia n e l su p ern atu ra lism o ) y un n o p e ­

q u eñ o a ñ a d id o d e a b su rd o s y afirm acion es a p rio rísticas de n in g ú n v a lo r cien tífico .

E n su a fán p u eril p o r e l h icro fa n tism o , siem p re v is ib le en el au to r d e l

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E O <f> I A.i-O [ A g o s t o

Tratado metódico, y n o p u d ien d o soportar q u e — co m o tod o m o rta l— h a y a sido

piecedido y su p erad o en sus o b ras, in ten ta d esp ertar la a ten ción por todos

los m edios p o sib les aun en d e scré d ito á v e c e s d e la seried ad y d e la ve rd ad .

Nada ta n d e lic io so , e a e fe c to , co m o sus e tim o lo g ía s d e lo s p a íse s d e E u ro-

pi¡ su b a ra ja r d e ra za s b la n c a s y n eg ra s; sus fá b u la s d ru íd icas; la historia

admirable de L a m «que fu n d a en la In d ia el L am aísm o » (I ) , e tc ., e tc. L o s

investigadores d e l p rim er m om en to , lo s Jon es, W ilk in s , W ilso n , W e b e r , M ax-

Miilíer, e tc ., y lo s n eo o rien ta listas posteriores á B la v a ts k y , n u n ca h icieron

tantos y tatos d e scu b rim ie n to s , ó si los h icieron p ro cu raro n que sus a firm a ­

ciones resu ltasen d o cu m en ta d a s. S ab io s eu rop eos, co n o c e d o re s d e l san skrito

y de o tro s id io m a s a n tigu os (d e im p re sc in d ib le n e ce s id a d p ara h a b lar d e la

prehistoria o rie n ta l) y via jeros ilustres que co n o c iero n b ien la In d ia y que

tenían el p restig io d e tod o su ren om b re, n o h a b laro n c o n tanta fe en sí m ism os

como lo h a c e e l Sr, E u ca u se . B ie n es v e rd a d q u e sus d escu b rim ien to s n o

eran tan e stu p en d o s co m o lo s d e l mago parisién .

E s p o r o tra p arte cu rio sa la p a rc ia lid a d q u e p o n e d e m anifiesto el co n o ­

cido P a p u s , c u a n d o a l tra ta r d e l « ocu ltism o c o n te m p o rá n e o » enum era cu i­

dadosam ente h asta las m ás p eq u eñ as so c ied a d e s p arien ses (a lgu n as d e ...

guardarropía co m o n os con sta) y a p en as si se o cu p a d e l a m á s g r a n d e , u n i­

versal, n u m e r o s a y s e r ia d e cu a n ta s a gru p a cio n es in ten ta ro n estu d iar

dicha m a teria ó sea la Sociedad Teosófica. D e b ie r a ser m á s b o n d a d o so e l s e ­

ñor E u ca u se p a r a c o n un a agru p a ció n q u e c u e n ta p o r cen ten ares sus m ie m ­

bros y en tre los cu a le s los h a y d e la fam a d e W . K r o o k e s , B e sa n t, P ie rre

Lcti, y d e la cu ltu ra y d e l ta le n to d e M e a d , O lco tt, e tc ., e tc. T a n to m ás

cuanto que llev a su p u n tu alid a d en otras co sas h a sta c ita r en E s p a ñ a tres centros d e su c a p illa que á n oso tro s n o s co n sta están co n stitu id o s p o r... un miembro c a d a uno.,.

P erd ón en os e l cu lto tra d u cto r b rasileñ o Sr, D a r ío - V e llo z o — am igo , her­

mano q u erid o — q u e h agam os p ú b lic a ésta n uestra p a rtic u la r im p resió n so b re

la obra d e l d ich o P a p u s, de qu ien p o r m u ch os m o tivo s n o p o d em o s h a b la r

por a q u í s in o d e este m o d o .

D .- P .

Ijíip. y I-it. de J, Palacio». Arenal, 2“ .—Madrid-