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1 XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA Envejecer en casa: ¿preferencia habitacional o falta de alternativas? Un análisis del contexto europeo*. Celia Fernández-Carro 1 [email protected] Maria Evandrou 2 [email protected] *Versión preliminar. Por favor, no citar sin permiso de las autoras. Abstract La situación en la que los mayores permanecen residiendo en su vivienda particular con cierto grado de autonomía ha sido conceptualizado bajo el nombre de ‘Ageing in Place’ , término con el cual también designan aquellas políticas públicas que promueven la permanencia en casa durante los años de vejez como alternativa a la institucionalización. Su implementación asume que esta es la forma residencial más deseable, por los beneficios que reporta a los mayores al evitar la ruptura con las redes sociales y el entorno físico conocido y, a su vez, necesaria al suponer una (teórica) reducción del gasto destinado a cubrir la demanda de servicios socio- sanitarios y residenciales originados por el envejecimiento demográfico. Esa dicotomía teórico-práctica del término ‘Ageing in Place’ ha suscitado debates que cuestionan el efecto universalmente positivo de ‘envejecer en casa’ y se preguntan si es realmente el resultado de una elección consciente por parte de los mayores. El principal objetivo de esta comunicación es aportar datos que ayuden a testar la hipótesis de ‘Ageing in Place’ como elección en las edades avanzadas (65+) analizando las características de aquellos mayores que presentan un patrón residencial de larga duración mediante modelos de regresión logística. Se utilizan datos de la Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe (SHARE, oleada 1 2004). Los resultados obtenidos discuten la universalidad de la independencia residencial como elección y sugieren que las características asociadas a la permanencia residencial de larga duración, en algunos casos, la permanencia se debe a la falta de recursos que posibiliten otras alternativas habitacionales durante la vejez. Palabras clave: Vejez, Condiciones de vida, dinámicas residenciales, recursos socio-económicos, Europa. 1 Centre d’Estudis Demográfics, Campus UAB, Edifici E-2,08193 Bellaterra, Barcelona (España) 2 Centre for Research on Ageing, Social Sciences, University of Southampton, Southampton (Reino Unido)

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XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA

Envejecer en casa: ¿preferencia habitacional o falta de

alternativas? Un análisis del contexto europeo*.

Celia Fernández-Carro1

[email protected]

Maria Evandrou2

[email protected]

*Versión preliminar. Por favor, no citar sin permiso de las autoras.

Abstract

La situación en la que los mayores permanecen residiendo en su vivienda particular con cierto grado de

autonomía ha sido conceptualizado bajo el nombre de ‘Ageing in Place’, término con el cual también designan

aquellas políticas públicas que promueven la permanencia en casa durante los años de vejez como alternativa a

la institucionalización. Su implementación asume que esta es la forma residencial más deseable, por los

beneficios que reporta a los mayores al evitar la ruptura con las redes sociales y el entorno físico conocido y, a

su vez, necesaria al suponer una (teórica) reducción del gasto destinado a cubrir la demanda de servicios socio-

sanitarios y residenciales originados por el envejecimiento demográfico. Esa dicotomía teórico-práctica del

término ‘Ageing in Place’ ha suscitado debates que cuestionan el efecto universalmente positivo de ‘envejecer

en casa’ y se preguntan si es realmente el resultado de una elección consciente por parte de los mayores.

El principal objetivo de esta comunicación es aportar datos que ayuden a testar la hipótesis de ‘Ageing in

Place’ como elección en las edades avanzadas (65+) analizando las características de aquellos mayores que

presentan un patrón residencial de larga duración mediante modelos de regresión logística. Se utilizan datos de

la Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe (SHARE, oleada 1 2004). Los resultados obtenidos

discuten la universalidad de la independencia residencial como elección y sugieren que las características

asociadas a la permanencia residencial de larga duración, en algunos casos, la permanencia se debe a la falta de

recursos que posibiliten otras alternativas habitacionales durante la vejez.

Palabras clave: Vejez, Condiciones de vida, dinámicas residenciales, recursos socio-económicos, Europa.

1 Centre d’Estudis Demográfics, Campus UAB, Edifici E-2,08193 Bellaterra, Barcelona (España)

2 Centre for Research on Ageing, Social Sciences, University of Southampton, Southampton (Reino Unido)

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1. INTRODUCCIÓN

En el contexto europeo, el estudio de las dinámicas residenciales de los mayores ha estado

principalmente enfocado hacia sus patrones de movilidad, cubriendo un amplio espectro de temas

que van desde las características de aquellos que cambian de domicilio (Biggar 1980; González-

Puga 2004; Grundy and Jitlal 2007; Smits, Van Gaalen and Mulder 2010), los tipos de movimientos

(Clark and Davies 1990; Litwak and Logino 1987; Speare and Meyers 1988), las razones que

desencadenan esos movimientos (Sergeant and Ekerdt 2008; Speare, Avery and Lawton 1991;

Tatsiramos 2006) o las transiciones asociadas (Bonvalet and Ogg 2008; Börsch-Supan 1990; Kulu

and Milewski 2007; Piggot and Sane 2007). Aún así, estudios recientes apuntan que, en realidad, la

mayor parte de los mayores de 65 años permanecen estables en sus domicilios particulares hasta que

el traslado a una institución u hogar dependiente es inevitable por deficiencias severas en el estado

de salud. Esto significa que ‘envejecer en casa’, como proceso multidimensional, es el modo socio-

residencial predominante entre los mayores, ya sea de facto (Fischer et al. 2000) o por elección

consciente (Barker and Prince 1990; Costa-Font, Elvira and Mascarilla-Miró 2009; DeJong et al.

2012; Gitlin 2003; Gurney and Means 1997). El creciente interés por conocer los determinantes este

modo residencial ha venido precedida de dos circunstancias; en primer lugar, el amento de la

longevidad ha derivado en la extensión de la duración de esa permanencia en el domicilio propio que

ha convertido la vivienda en un espacio esencial de cuidados durante la vejez (Oswald and Wahl

2005; Tomassini et al. 2004). En segundo lugar, la conceptualización de ‘envejecer en casa’ como

proceso se visibilizó a raíz de la promoción que las instituciones públicas comenzaron a realizar a

mediados de la década de los 90 y que dura hasta hoy.

A pesar de su relevancia, el hecho de la permanencia es un tema de estudio hasta cierto punto

inexplorado. Lo que pretende este trabajo es aportar datos que ayuden a explorar los perfiles de

aquellos mayores que presentan un patrón residencial de estabilidad y a través de ellos contribuir al

debate sobre la idoneidad del envejecimiento en casa como mantra de las directrices políticas en

materia de vivienda y cuidados para los mayores dentro del marco de la Unión Europea. Dado que la

casuística a través de la cual puede materializarse el hecho de envejecer en casa es bastante amplia,

este trabajo se va a centrar en investigar los determinantes de los mayores que presentan una

trayectoria de largo recorrido en sus viviendas, es decir; en aquellos que envejecen en domicilios

donde accedieron en etapas muy tempranas de la vida.

2. ENVEJECER EN CASA: DEBATES ACADEMICO.INSTITUCIONALES.

Aunque el hecho de residir en el domicilio propio durante la vejez no es un fenómeno

exclusivamente contemporáneo, su conceptualización bajo el término anglosajón “Ageing in Place”

no fue popularizado hasta principios de la década de los noventa cuando el envejecimiento

demográfico de los países occidentales impulsó la creación de líneas de actuación que guiaran la

gestión de las demandas de una población mayor cada vez más numerosa. Desde entonces el

concepto de ‘Ageing in Place’ ha servido como eslogan bajo el cual presentar aquellas políticas

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públicas que coordinan los servicios dirigidos a la Tercera y, sobre todo, Cuarta Edad en materia de

vivienda, cuidados, y servicios sociales (Houben 2001). El objetivo de estas medidas ha sido facilitar

el que las personas mayores permanezcan en sus viviendas particulares como alternativa al traslado a

instituciones de cuidados. El discurso institucional ha ensalzado los beneficios que permanecer tiene

para la calidad de vida de las personas mayores ya a que evita la ruptura de estos colectivos con las

redes sociales y el entorno físico conocido. El uso de este concepto como herramienta política asume

que esta es la forma residencial más deseable, por los beneficios que reporta a los mayores, pero a su

vez necesaria, ya que se ve como una vía útil para la gestión pública de la demanda de servicios de

salud y vivienda provenientes del envejecimiento demográfico.

La mayor crítica que se ha hecho desde el mundo académico al este uso institucional del término

‘Ageing in Place’ ha sido que su promoción ha tenido una motivación esencialmente económica. La

opción de mantener a los mayores en sus propias viviendas se ha utilizado como pretexto para

reducir los costes derivados de los servicios de salud y vivienda que generan estos grupos de

población. En este sentido, Oldman advierte que aunque es cierto que gran parte de los mayores

prefieren vivir en sus domicilios, muchos gobiernos han utilizado este hecho como pretexto para

reducir drásticamente la inversión en gasto social y de vivienda, privatizando estos sectores y

trasladando la responsabilidad de cobertura de las necesidades de vivienda y cuidados a los propios

individuos y sus familias (2003:62). También, según Oldman (2003) estas políticas favorables a la

vida residencialmente autónoma frente a la institución, se basan en un prejuicio negativo hacia la

dependencia y la visión de la vejez como estigma. Para algunos mayores permanecer en su entorno

residencial puede significar soledad y aislamiento, prefiriendo el traslado a una vivienda colectiva

(Oldman and Quilgars 1999). A su vez, en contra de los beneficios de permanecer se argumenta que

no todas las condiciones de partida son buenas, ya que algunos mayores residen en viviendas en mal

estado, deterioradas por el paso del tiempo o con graves deficiencias estrcuturales (Heywood,

Oldman and Means 2002) y que además, la falta de recursos económicos impiden el traslado hacia

otro inmueble que se ajuste más a sus necesidades dentro de las opciones planteadas por el mercado

privado de vivienda (Clough et al. 2005). Por tanto la asunción de que el deseo de permanecer es

común a todos los mayores y que sus beneficios son universalmente positivos debe ser, cuanto

menos, sometida a examen.

3. DETERMINANTES DE LA PERMANENCIA RESIDENCIAL EN EDADES

AVANZADAS

A pesar de que el estudio de la estabilidad residencial de los mayores europeos ha recibido menor

atención que la movilidad, el estudio de las transiciones entre domicilios se ha construido muchas

veces en contraposición a aquellos que nunca se trasladan. Este hecho ayuda a establecer de manera

indirecta unas bases empíricas sobre las que construir nuestro análisis, fundamentando teóricamente

la selección de los factores que más influencian el comportamiento residencialmente estable de los

colectivos de mayores.

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Factores socio-demográficos

Algunos factores demográficos como la edad y el género están fuertemente asociados con el tipo de

dinámica residencial de las personas mayores. Por ejemplo, los roles de género y los perfiles

sociodemográficos vinculados a cada uno de ellos hacen que probabilidad de realizar un movimiento

residencial varíe dependiendo si los mayores son hombres o mujeres. Como apuntan De Santis,

Segheri and Tanturri (2008), las mujeres de edad avanzada presentan mayores índices de pobreza

que los varones, tendencia compartida por todos los países europeos, lo que significa menor

capacidad económica para afrontar un eventual cambio de domicilio. También la etapa de la vejez en

la que se encuentren los individuos repercute en el comportamiento residencial que estos presentan.

El efecto de la edad sobre la estabilidad residencial radica en la relación que esta mantiene con el

estado de salud. El proceso de envejecimiento implica que las capacidades físico-cognitivas vayan

deteriorándose a medida que el tiempo pasa, lo que hace emerger nuevas necesidades vitales

relacionadas con esas capacidades, que si no son resueltas o necesitan de cuidados más

especializados pueden derivar en el traslado a una residencia u hospital y aumentan las

probabilidades de no permanecer (Castle 2001).

El estado civil y la composición del hogar, también se han revelado como factores individuales que

influencian el tipo de patrón residencial mostrado durante la vejez, sobre todo en un sentido de

apoyo y recursos para los mayores. Estar casado, particularmente en el caso de los hombres, supone

contar con una fuente de apoyo informal que puede alargar la duración en el domicilio

contrarrestando los efectos de la aparición de cualquier tipo de enfermedad o discapacidad

(Freedman 1996). En algunos países como Finlandia (Martikainen et al. 2009), Reino Unido

(Grundy and Jitlal 2007) o España (Rogero-García 2009), se ha demostrado que las mujeres tienen

mayores probabilidades de trasladarse a una institución que los hombres fundamentalmente por su

mayor longevidad, y por ende mayores probabilidades de sufrir de enfermedades crónicas y graves,

y por no contar tan frecuentemente con un cónyuge que asume el rol de cuidador, bien sea debido a

la viudedad o los distintos roles de género. Los viudos y viudas son más propensos a experimentar

cambios residenciales en la vejez que las parejas, especialmente en el periodo subsiguiente a la

desaparición del esposo. Lo que explica el vínculo entre la viudedad y la movilidad es, en primer

lugar, que la desaparición del cónyuge significa la pérdida de una fuente de apoyo informal y, en

segundo lugar, que esa pérdida también puede significar el descenso de los ingresos del hogar

(Bonnet, Gobillon and Laferrere 2008)

La composición del núcleo familiar, la existencia de hijos u otros familiares, también influencia

sobre la duración en la residencial en edades avanzadas. A pesar de la que la co-residencia entre

generaciones no necesariamente implica un intercambio de ayuda entre generaciones, algunas veces

sí que supone un buen indicador de solidaridad familiar en un sentido económico y funcional

(Tomassini and Glaser 2007). Sobre todo, en el caso de España y de otros países del sur de Europa,

las redes familiares suponen un factor determinante en las decisiones sobre movilidad de las

personas mayores y en la provisión de cuidados a las personas mayores.

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Factores de apoyo

Las elecciones residenciales de los mayores no solo están determinadas por las necesidades

individuales, sino también por las necesidades generadas por la unidad familiar. Como apunta

Mulder (2007), el hecho de que la familia sea la principal proveedora de cuidados durante la vejez

amplifica la dependencia de los mayores hacia sus familiares a la hora de tomar decisiones sobre el

lugar donde envejecer. El intercambio de apoyo entre miembros de la red familiar, principalmente, y

amigos o vecinos, aportan los recursos necesarios para que los mayores permanezcan en sus

viviendas. Los mecanismos de solidaridad inter-generacional consisten en un intercambio de

distintos tipos de ayuda que pueden presentar una dirección descendente, de los miembros más

mayores de la unidad hacia los más jóvenes tomando los mayores el rol de proveedores, o a la

inversa presentando una dirección descendente y siendo los mayores los receptores de la ayuda.

Como mostraba Grundy (2005) en un estudio sobre los flujos de apoyo entre mayores británicos y

sus redes sociales, el intercambio de ayuda entre la población de 65-74 años y sus familiares más

jóvenes mostraba predominantemente una dirección descendente, cuestionando así el estereotipo de

los mayores como únicamente receptores de ayuda. En el caso de la ayuda recibida por los mayores,

hay que tener en cuenta que este apoyo no sólo implica cuidados relacionados con en estado de salud

de la persona, sino que también puede significar asistencia con las tareas domésticas, trámites, ayuda

financiera para afrontar los gastos diarios o simplemente el beneficio psicológico de “estar ahí”.

La proximidad entre hogares es un factor clave en ambos casos. Diversos estudios realizados en el

contexto europeo muestran como la cercanía en términos espaciales contribuyen al intercambio de

apoyo en la red social (Bordone 2009; Hank 2007; Isengard and Szydlik 2012). La capacidad de esas

redes para proveer la ayuda que contribuya a la permanencia residencial de los mayores depende de

una compleja combinación de factores; como la presencia de otras personas con discapacidad, el

contexto cultural donde se desarrolla, las expectativas de los individuos, etcétera (Schofield et al.

2006). En consecuencia, conviene tener presente que la existencia de familiares cercanos no

garantiza per se la provisión de apoyo a las personas mayores. A su vez, cuando la persona mayor es

proveedora de apoyo, esta asume nuevas responsabilidades que le mantienen activo, pudiendo

suponer beneficios psicológicos sobre el bienestar durante la vejez. Por ejemplo, los cambios en la

estructura familiar y el incremento de las oportunidades laborales para las mujeres han contribuido a

aumentar el número de abuelos que cuidan de sus nietos. Blöem, Tilburg and Thomése (2008)

mostraron en un estudio sobre los mayores de la ciudad de Ámsterdam que la proximidad de la

vivienda de algún hijo reducía la probabilidad de que los mayores cambiaran de residencia debido al

nuevo rol como cuidadores de los nietos. Por este motivo es necesario tener en cuenta la bi-

direccionalidad de flujos de apoyo inter-generacionales como factor que condiciona la duración en la

residencial durante la vejez, teniendo en cuenta el concepto de reciprocidad.

Factores residenciales y espaciales

La vivienda es un elemento clave para entender las decisiones de los mayores en torno a la

movilidad. Con el declive de las capacidades físicas y cognitivas propias del envejecimiento

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biológico y con el cambio de roles y rutinas adquiridas después de la jubilación, muchos mayores

tienden a reducir sus redes sociales y los hábitos diarios a la esfera doméstica. Esto aumenta la

importancia del papel que el contexto residencial tiene sobre el bienestar de los mayores. Además,

para aquellos que han permanecido largo tiempo residiendo en el mismo domicilio, existen una serie

de mecanismos psicológicos que hacen que el apego emocional que siente hacia ese espacio y el

entorno que lo rodea se intensifique. Es lo que la literatura anglosajona ha denominado como

“attachment to place” (Gilleard and Higgs 2005:128). Ese apego emocional al espacio doméstico y

el deseo de permanecer en él son acumulativos y aumentan a medida que el tiempo transcurre,

muchas veces sin ser congruente con el estado objetivo del lugar. El vínculo emocional que los

individuos establecen con las viviendas que ocupan tiene que ver con que es el escenario dónde han

sucedido muchos de los eventos biográficos más relevantes, como el nacimiento y crianza de los

hijos. Por otro lado, durante la vejez la vivienda simboliza independencia y autonomía en un sentido

psicológico, un rasgo extremadamente importante en las culturas occidentales donde la dependencia

como estado vital tiene fuertes connotaciones negativas.

Sin embargo, el arraigo y el deseo de permanecer pueden provocar efectos inversos sobre la calidad

de vida de los mayores. Permanecer integrado en una comunidad que se conoce bien aporta a los

mayores una sensación de continuidad que en muchos casos beneficia la vida independiente y la

participación social. Sin embargo, y al mismo tiempo, ese deseo de permanecer puede provocar

desajustes entre las condiciones de vida objetivas y las necesidades residenciales generadas durante

el curso de vida avanzado. El hecho de que muchos mayores accedieran a sus viviendas en otras

épocas más tempranas de su curso de vida, cuando sus necesidades vitales distaban mucho de las

presentes, puede provocar un desequilibrio residencial que desemboque en un deterioro de la calidad

de vida. Esta dualidad de la experiencia de envejecer en casa ha de ser tenida en cuenta a la hora de

aproximarnos al estudio de este proceso socio-residencial.

4. FUENTES

Los datos para este análisis provienen de la encuesta SHARE (Survey of Health, Ageing and

Retirement in Europe) en su primera oleada realizada en 2004. Este encuesta está compuesta por

módulos temáticos que persiguen recoger información sobre diversos aspectos del la vida de los

mayores, tales como características demográficas, situación financiera, composición familiar y redes

sociales, contexto residencial, etc. El amplio espectro de recogida de información favorece el

establecimiento de vínculos entre esferas biográficas animando la colaboración entre todas las

disciplinas científicas implicadas en el estudio del envejecimiento. A pesar de que SHARE

contempla una muestra compuesta por individuos de 50 y más años (31.115 casos), para este análisis

ha sido seleccionada únicamente aquellos individuos de 65 y más, obteniendo una sub-muestra de

13.535 casos. El análisis se realiza sobre los países de la EU15 participantes en la encuesta en el año

2004; Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Italia, España, Suecia y Países Bajos,

permitiendo capturar la diversidad cultural, social, económica e institucional del continente.

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Tabla 1. Distribución de la muestra (%)

TODOS LOS

PAÍSES

REGIÓN SUR REGIÓN

CENTRO

REGIÓN NORTE

LD¹ R²

LD¹ R²

LD¹ R²

LD¹ R²

SEXO

Hombre 46 41

46 37

47 43

46 47

Mujer 54 59

54 63

53 57

54 54

EDAD

65-69 30 30

31 28

31 32

28 28

70-74 25 27

26 30

25 25

24 30

75-79 20 22

20 20

21 23

19 20

80-84 15 14

13 13

15 14

15 14

85 + 10 8

10 10

9 6

14 8

ESTADO CIVIL

Casado 53 55

57 54

49 54

54 64

Soltero 6 7

6 8

8 6

5 6

Divorciado 7 2

2 1

8 3

10 3

Viudo 34 36

35 38

35 37

31 26

COMPOSICIÓN DEL

HOGAR

Viviendo solo 42 37

32 36

47 40

45 33

Pareja 46 48

40 40

45 49

52 61

Con hijos 11 13

26 21

7 10

3 5

Con otros 1 2

2 3

1 1

0,4 1

ESTADO DE SALUD

Muy bien/bien 54 48

43 38

55 51

61 58

Menos que bien 46 52

57 62

45 49

39 42

PENSIÓN OCUPACIONAL

No 77 85

97 98

72 80

65 69

SI 23 15

3 2

28 20

35 31

RECIBIENDO AYUDA

No 72 68

78 72

70 67

71 68

Si 28 32

22 29

30 34

29 32

PROVEYENDO AYUDA

No 76 79

87 88

75 75

69 67

Si 24 21

13 12

26 25

31 34

TENENCIA

Ser propietario 65 88

89 98

63 86

46 75

Otro tipo de tenencia 36 12

11 2

38 14

55 25

ADAPTACIONES

Si 12 6

4 4

9 6

22 11

No 89 94

96 96

91 94

78 89

AREA

Gran ciudad 16 12

22 18

14 9

13 9

Suburbio 19 12

12 8

17 12

28 21

Ciudad media 22 14

24 17

17 11

26 22

Ciudad pequeña 25 30

21 26

30 36

20 15

Área rural o pueblo 19 33

21 33

22 33

14 33

REGIÓN EUROPA

Sur 71 29

Centro 71 29

Norte 87 14

N 7148 2394

2008 821

3021 1242

2119 331

¹LD: Patrón residencial de larga duración

²R: Resto de duraciones Fuente: SHARE w1, 2004

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Estos países han sido organizados en tres grandes grupos utilizando la clasificación que Houben

(2001) realizó en base a la implementación de políticas a favor del “Ageing in Place”,

principalmente en materia de cuidados y vivienda; Países del Sur de Europa (España, Italia y

Grecia), con una muestra total de 3.562 individuos, Países Centroeuropeos (Alemania, Francia,

Bélgica y Austria), con una muestra de 5.579 individuos, y los países Nord-europeos (Dinamarca,

Suecia y Países Bajos) con una muestra de 3291 individuos.

5. MÉTODOS

Para analizar las características asociadas al patrón de envejecimiento de larga duración se ha

utilizado un modelo de regresión logística binaria. Para utilizar esta técnica estadístic, ha sido

necesaria la creación de una variable dependiente dicotómica a través de otra variable continua

incluida en el cuestionario SHARE identificada como “years in accommodation”. Esta variable

recoge, en número de años, el tiempo que los entrevistados llevaban viviendo en sus domicilios en el

momento de la entrevista. Para evitar la influencia que el número de años vividos (edad) tiene sobre

la duración en la presente vivienda han sido necesarios algunos ajustes que han transformado esta

variable continua en dicotómica. El primer paso ha sido transformar la duración de años simples a

proporciones, de tal manera que esta pueda ser comparable entre grupos de edad, calculando el

porcentaje de vida adulta (18 años como punto de inicio) que los mayores han vivido en el mismo

domicilio. El Segundo paso ha transformado esa variable en categorías, dividiéndola en cuartiles. El

cuartil superior corresponde a la categoría de “patrón de larga duración residencial” y representa

aquellos mayores que llevan residiendo en sus viviendas más del 75% de su vida adulta. La otra

categoría reúne a todos aquellos mayores que han residido menos de esta proporción. Estudios

previos han empleado esta medida como indicador de la antigüedad (seniority) de los hogares de

mayores (Gilleard, Hyde and Higgs 2007). Así, la variable “years in accommodation” ha sido

transformada en una variable dicotómica; larga duración / otras duraciones.

De acuerdo con la literatura, las variables explicativas incluidas en el análisis cubren un amplio

rango de características socio-demográficas, residenciales y de recursos de los mayores europeos. En

lo que respecta a los rasgos individuales se han considerado el género y la edad del entrevistado,

estado civil, composición del hogar y estado de salud percibido. En este último caso SHARE registra

el estado de salud percibido usando la European Scale of Self-Perceived Health, escala recomendada

por la OMS-Europa y European Community Health Monitoring Programme como indicador del

estado de salud. Las opciones de respuesta que otorga esta escala son cinco categorías very good,

good, fair, bad and very bad3. Esta es la variable utilizada en el análisis.

Las variables de apoyo y recursos recogen información en dos direcciones distintas. Por un lado, el

status económico del hogar a través de si los ingresos recibidos provienen de una pensión

ocupacional o no. Se ha confeccionado una variable dicotómica que incluye en la primera categoría

3 SHARE también incluye la US scale of Self-perceived Health, la cual se diferencia de la versión europea en sus categorías de

respuesta – excellent, very good, good, fair, or poor - . Algunos estudios apuntan que aunque las dos escalas de medición son

muy similares, la mayor diferencia es que mientras la opción europea captura mejor los estados de salud deficientes, la norteamericana discrimina mejor las respuestas positivas (Jürges et al. 2008).

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todas aquellas pensiones ocupacionales y en la segunda aquellas pensiones no ocupacionales, por

invalidez, pre-jubilaciones, discapacidad o viudedad. Por otro lado, los recursos de los mayores son

evaluados en función del apoyo que suponen, recibido o dado entre hogares. Esta variable incluye

todo tipo de apoyo, bien sea de cuidados relacionados con la salud, tareas domésticas o ayuda con

trámites burocráticos.

Finalmente, el último grupo de variables explicativas incluyen aquellas variables relacionadas con

aspectos residenciales y espaciales. El tipo de tenencia ha sido reducido a una variable dicotómica

“ser propietario de la vivienda o no”, agrupando en la segunda categoría a los mayores en régimen

de alquiler, sub-arrendados y cesión gratuita. La batería de variables independientes relativas al

contexto donde se ubica la vivienda contiene el “tipo de área”, desde el contexto urbano al rural

contando con los tipos intermedios, además de la agrupación de países de la EU15 previamente

mencionada.

6. ANÁLISIS

A pesar de que envejecer en la casa propia es un modo residencial ampliamente extendido cuya

duración cada vez se prolonga más, existen muy pocos datos que permitan comprobar la proporción

de individuos que lo ponen en práctica. La sistemática exclusión de los mayores institucionalizados

de las encuentras sobre envejecimiento y la elaboración de universos muestrales que únicamente

contemplan el domicilio particular como unidad residencial de análisis hacen dificultan las

estimaciones sobre quienes residen en un dominio privado y quienes en uno público. Sin embargo, la

utilización del censo de 2001 (último disponible hasta la fecha) permite la comparación de las dos

sub-muestras de población de mayores.

Ilustración 1.Tasas estandarizadas de población mayor de 65 años residiendo en instituciones y viviendas privadas, países EU15.

Fuente: Censo 2001, Eurostat database

En los países de la EU15 la media de mayores residiendo en viviendas privadas alcanzaba en 2001 el

96%. En este contexto, España, junto con otros países del sur de Europa como Italia o Grecia,

90%

95%

100%

90%

95%

100%

IR LU NL BE FR UK AT PT DE FI DK GR ES IT

COLECTIVE PRIVATE EU15 average (private)

Fuente: SHARE w1, 2004.

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suponía uno de los territorios con una de las proporciones más elevadas rozando el 98%. Estos datos

dan la medida de la magnitud del fenómeno de la permanencia residencial en el contexto europeo.

De ese 96% de mayores, de media, aproximadamente una cuarta parte presentaban un patrón de

estabilidad de larga duración, es decir; llevaban más del 75% de su vida adulta en el mismo

domicilio. Las diferencias entre territorios reflejan un gradiente que va aumentando a medida que

nos acercamos a los países más meridionales del continente.

Ilustración 2. Proporción de mayores con patrones residenciales de larga duración, EU15, 2004.

Fuente: SHARE w1, 2004

Austria, Bélgica e Italia muestran unos perfiles de estabilidad intensa excediendo en todos los casos

el 30%. España está muy próxima a esa cifra, alcanzado el 29%. Por el contrario, Suecia, Dinamarca

y Países Bajos presentan un rango de porcentajes que se mueven entre el 13% y el 15%. Como

mostraba Houben (2001), en Suecia, Dinamarca y Países Bajos, las inversión pública en vivienda,

cuidados y servicios sociales para los mayores están derivando en la aparición de proyectos

residenciales especialmente diseñados para las personas de edad, lo cual contribuye a mantener, las

ya de por si altas tasas de movilidad en la vejez en esos países.

El patrón residencial de larga duración implica que los mayores comenzaron a vivir en sus viviendas

en etapas tempranas del curso de vida4. Como muestra el gráfico, existe un pico durante el primer

año de vida, que corresponde a aquellos mayores que aún residen en la vivienda donde nacieron

(alrededor del 6% para todos los países de la EU15 participantes en SHARE). Un fenómeno

especialmente relevante en áreas rurales. Por otro lado, la mayor parte de población mayor de 65

años con patrones de larga duración residencial, accedieron a su vivienda en torno a los 25-30 años

de edad. Este momento coincide con la formación de sus propios hogares y la llegada a la vida

adulta.

4 Estos resultados no se presentan desagregados por países porque, en este caso, todos los territorios analizados siguen tendencias

muy similares.

13% 14% 15%

22% 25%

27% 27% 29% 31%

35% 37%

0%

10%

20%

30%

40%

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Ilustración 1. Edad a la que los mayores con patrón de larga duración se establecieron en la vivienda actual

Source: SHARE w1, 2004

Modelo de regresión logística

Se han desarrollado tres modelos de regresión logística binaria para identificar aquellas

características asociadas al hecho de ser envejecer en casa con un patrón de larga duración

residencial. Cada uno de ellos adhiere un grupo de variables independientes distinto elaborado en

función de los tres grupos de factores expuestos en la parte teórica; el modelo 1 introduce las

variables sociodemográficas, que son complementadas con las variables de recursos y apoyo

adheridas en el modelo 2. Finalmente, el modelo 3 introduce las variables residenciales que aportan

información sobre el contexto en el que viven los mayores.

Como muestra el modelo 1, el género tiene una importancia significativa en la permanencia de largo

recorrido. Según estos resultados, las mujeres de edad avanzada son más propensas presentar

duraciones más estables en un mismo domicilio comparadas con los varones. La significatividad de

esta variable no solo se mantiene a lo largo de los tres modelos, sino que el valor de las odds ratio

aumenta con la introducción del resto de grupos de variables en el modelo 2 y 3. Observando la

variable edad, vemos como aquellos únicamente la categoría de 85+ años muestra una asociación

significativa con el hecho de presentar un patrón residencial de larga duración, en este caso negativa,

que se mantiene también a lo largo de los tres modelos. Probablemente, esta significatividad de la

variable edad responde al efecto, anteriormente mencionado, del declive de la salud que en muchos

casos merma las capacidades de los mayores pudiéndose producir traslados a instituciones o hogares

dependientes una vez no pueden afrontar la gestión de su vida diaria. Respecto al estado civil, ser

viudo o viuda muestra una asociación negativa con el hecho de permanecer comparados con aquellos

que están casados en los tres modelos, y una asociación positiva para aquellos que nunca han estado

casados en el modelo 3. Ambos resultados también son congruentes con la literatura, ya que como

vimos, la pérdida de un cónyuge es uno de los factores frecuentemente señalados como detonantes

de la movilidad en edades avanzadas.

0%

2%

4%

6%

8%

10%

0 5 10 15 20 25 30 35 40

Edad

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Tabla 2. Modelos de regresión del patrón residencial de larga duración en adultos mayores.

MODELO 1 MODELO 2 MODELO 3

Exp(ß) S.E. Exp(ß) S.E. Exp(ß) S.E.

FACTORES SOCIODEMOGRÁFICOS

Mujer (ref. hombre) 1,24*** 0,05 1,22*** 0,06 1.31*** 0.06

65-69

70-74 1,09 0,06 1,08 0,07 1.14 0.07

75-79 1,03 0,07 1,01 0,07 1.03 0.08

80-84 0,89 0,08 0,83** 0,08 0.87 0.09

85+ 0,66*** 0,10 0,60*** 0,10 0.76** 0.12

Casado/a

Soltero/a 1,19 0,14 1,18 0,14 1.44** 0.16

Viudo/a 0,37*** 0,18 0,38*** 0,18 0.55** 0.19

Divorciado/a 1,22* 0,11 1,20 0,11 1.22 0.12

Viviendo solo/a

en pareja 1,32** 0,11 1,38** 0,12 1.29 0.13

con hijos 1,28** 0,10 1,35*** 0,10 1.15 0.11

con otros 1,58** 0,20 1,65** 0,20 1.34 0.24

Muy buena/buena salud

menos que buena salud 1,29*** 0,05 1,23*** 0,06 1.25*** 0.06

FACTORES DE APOYO Y RECURSOS

Pensión ocupacional (ref. no) 0,67*** 0,07 0.70*** 0.11

Recibiendo apoyo (ref. no) 1,31*** 0,06 1.26*** 0.07

Proveyendo apoyo (ref. no) 0,92 0,06 0.93 0.06

FACTORES RESIDENCIALES

Ser propietario (ref. no) 3.28*** 0.07

Vivienda adaptada (ref. no) 1.58*** 0.08

Gran ciudad

Suburbios/periferia 0.94 0.10

Ciudad media 0.94 0.10

Ciudad pequeña 1.25 0.09

Área rural o pueblo 1.74*** 0.09

Región sur

Región central 1.31*** 0.07

Región norte 0.73*** 0.09

***p < 0.000 ; ** p < 0.05 ; *p < 0.1

En lo que respecta al estado de salud, los resultados revelan como aquellos individuos que declaran

presentar un estado de salud malo o muy malo, están asociados positivamente con una trayectoria

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residencial de larga duración en el mismo domicilio. Dicha variable muestra una alta significatividad

en los tres modelos.

El modelo 2 introduce las variables de recursos económicos y apoyo. vemos como aquellos mayores

que cuentan con ingresos provenientes de una pensión ocupacional tienen menos posibilidades de

haber permanecido largo tiempo en el mismo domicilio. Algunas investigaciones apuntan que el

hecho de recibir este tipo de pensiones está correlacionado con más recursos económicos disponibles

y unos mejores estándares de vida (Evandrou and Falkinham 2009; Walker and Foster 2006), lo cual

en contextos de alta movilidad residencial como son los países del Norte del continente, aumenta las

probabilidades de un cambio de domicilio durante la vejez. Esta situación puede afectar la

estabilidad en dos direcciones opuestas; una mejor situación económica puede suponer más

financiamiento para la adaptación de la vivienda o la contratación de ayuda doméstica/cuidados, en

cuyo caso revertirá en una mayor duración en la vivienda. Al mismo tiempo, el hecho de contar con

ingresos altos puede brindar la oportunidad de cambiar de domicilio. Los resultados de este análisis

apuntan a la segunda opción. En lo que respecta al intercambio de apoyo, el modelo 2 muestra los

primeros indicios de la influencia que recibir o proveer ayuda entre miembros de la red social más

próxima (apoyo informal). Los mayores europeos que están recibiendo algún tipo de ayuda de parte

de otro hogar en sus rutinas diarias están positivamente asociados con la permanencia. Muchas

veces, los flujos de ayuda recibidos implican un incentivo para permanecer, actuando como un factor

facilitador del patrón de larga duración.

Las variables residenciales y espaciales, introducidas por el modelo 3, reflejan la importancia de ser

propietario en la duración de los mayores en la vivienda, debido a que este hecho repercute en la

estabilidad de los hogares. Respecto al área dónde se ubica la vivienda, residir en un pueblo o área

rural está positivamente asociada con haber estado residiendo en la misma vivienda durante un largo

periodo. Los mayores residentes en áreas rurales suelen ser menos móviles que aquellos que residen

en grandes ciudades en primer lugar por la falta de alternativas y en segundo, porque en este tipo de

zonas el sentimiento de pertenencia se intensifica.

La variable que incluye las agrupaciones de países europeos sigue la dirección esperada; en

comparación con los países del Sur del continente (Italia, España y Grecia), el modelo 3 muestra

como los mayores que residen tanto en la región central (Alemania, Austria, Bélgica y Francia)

presentan una mayor asociación con el hecho de permanecer, mientras que los países del norte

(Dinamarca, Países Bajos y Suecia) presentan una asociación negativa con este hecho.

7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

El patrón residencial de larga duración, es solo uno de los tipos o estrategias en los que se puede

presentar el proceso de envejecimiento en casa. Lo que lo distingue de otros modos residenciales es

este que los mayores permanecen en un mismo entorno residencial por largo tiempo, prácticamente

desde que formaron sus propios hogares, lo cual implica la relación extensiva que los mayores

establecen con el lugar que habitan.

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El análisis de los datos provenientes de SHARE muestra como este tipo de patrón residencial tiene

una importante presencia entre los mayores europeos. De acuerdo con los resultados, un 25% de la

población mayor de 65 años han estado viviendo en su domicilio actual más del 75% de su vida

adulta, lo que en muchos casos significa (casi) toda su existencia como unidad familiar

independiente. La variabilidad territorial de este modelo dentro del espacio europeo de la EU15

presenta importantes variaciones, del 37% en Bélgica al 13% en Dinamarca, y da cuenta de la

variedad de perfiles existentes; las tasas de movilidad de los mayores son más elevadas en aquellos

países del norte del continente.

Este análisis apoya la idea del envejecimiento en casa como fenómeno multidimensional,

corroborando la diversidad de aspectos que influyen en el hecho de la permanencia residencial en

edades avanzadas. Las tres dimensiones que cubre este estudio (características socio-demográficas,

de apoyo y residenciales) son estadísticamente significativas en el patrón de larga duración

residencial de los mayores.

Los factores contextuales y residenciales son los que más influencian la estabilidad residencial en la

vejez. En primer lugar, ser propietario de la vivienda donde se reside es el factor más determinante

en todas las regiones europeas. Como se mencionó previamente, la seguridad económica y la

inversión de futuro que supone el acceso a la propiedad de la vivienda actúa como un fuerte

incentivo para la estabilidad durante la vejez. En segundo lugar, el patrón de larga duración es más

frecuente en pequeñas ciudades y áreas rurales que en las grandes ciudades. Las razones para ello

provienen tanto del nivel micro como del macro; por un lado está el sentimiento de pertenencia al

lugar y la comunidad donde se habita, que se intensifica en las áreas más pequeñas dónde lo vínculos

con los vecinos y las relaciones interpersonales son mucho más estrechas. Por otro lado, las

alternativas residenciales a la vivienda propia de los núcleos pequeños son mucho más limitadas que

en los núcleos urbanos de mayor tamaño.

En tercer lugar, estos resultados permiten observar los efectos que las redes familiares tienen sobre la

permanencia en el domicilio de las personas mayores. Los flujos de ayuda establecidos entre

miembros de la misma familia contribuyen a facilitar la permanencia en el domicilio durante la vejez

cubriendo parte de las necesidades generadas en las etapas más avanzadas del curso de vida.

En lo que respecta a la elección de este modo residencial por parte de los mayores, las características

asociadas a la permanencia residencial de larga duración que muestra este análisis sugieren que la

universalidad de sus beneficios preconizada por la UE y los gobiernos europeos ha de ser, cuanto

menos, cuestionada. El hecho de permanecer en una misma vivienda durante largo tiempo está

vinculado con ser mujer, y disponer por tanto de menos recursos económicos, con un estado de salud

declarado malo o muy malo y no estar recibiendo una pensión ocupacional. Estos resultados

sugieren que parte de la permanencia residencial de larga duración puede ser explicada por la

inexistencia de recursos en términos sociales, económicos o de salud, lo cual suele derivar en un

mayor riesgo de vulnerabilidad. En muchas ocasiones, la inmovilidad residencial en edades

avanzadas es una consecuencia de la falta de recursos con los que acceder a otras alternativas, lo cual

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reinicia el debate sobre los beneficios de permanecer en casa para el bienestar de las personas

mayores.

Los resultados presentados únicamente han de ser interpretados como un indicio de que envejecer en

casa no puede entenderse como una experiencia universalmente positiva, ya que algunos de los

perfiles asociados a trayectorias de larga duración apuntan a que este puede ser el resultado de la

falta de oportunidades y recursos de los mayores. Serán necesarios análisis más concretos y

exhaustivos para responder con más detalle a la pregunta inicial de si permanecer en la vivienda

propia es una elección o una imposición debido a la falta de recursos del individuo.

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