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ENTREVISTA A JONATHAN CULLER
PREGUNTA: Muchos autores tienen una concepción de la teoría fuertemente retórica
y autocomplaciente. En mi opinión, una de sus virtudes es su capacidad pedagógica.
¿Cuáles son los elementos esenciales que deberíamos aprender de la teoría literaria?
JONATHAN CULLER: Estoy contento de que hayas disfrutado con la lectura de mi
trabajo. Lo que nosotros deberíamos aprender depende en gran medida de lo que
“nosotros” somos y qué queremos llegar a ser. Es importante hacer hincapié en la
“teoría”, tal como la llamamos hoy por hoy, que es algo mucho más amplio que la teoría
literaria e incluye muchos elementos de filosofía y teoría social, así que hay muchas
trayectorias posibles aquí. Si entendemos la teoría literaria en su sentido más estricto,
recomiendo “Breve introducción a la teoría literaria”, que es mi obra más traducida y
mejor vendida, donde intento hablar sobre los elementos más básicos en teoría literaria
(Cuestiones como la naturaleza de la literatura, la distinción entre poética y
hermenéutica, la naturaleza de la narrativa y sus elementos de análisis, las funciones de
las figuras literarias, etcétera).
P: ¿Qué ocurrirá después de la corriente postestructuralista (Derrida, Barthes, Foucault,
etcétera)?
J.C.: ¡Ya desearía yo saberlo! Desde luego, si pudiera presagiar el futuro, sería rico.
En los estudios literarios y culturales, al menos en EEUU, nosotros tuvimos un periodo
historicista, deudor del pensamiento de Foucault, y esto ha sido visto con frecuencia
como el sucesor natural del postestructuralismo. Pienso que ahora estamos viendo un
regreso hacia intereses estéticos, que durante un tiempo fueron vistos como un concepto
feo (Elitista, que intenta escapar de la historia); los estudiantes están interesados en leer
a Kant, Hegel y Derrida de nuevo, así que quizás tendremos algo así como un neo-
postestructuralismo.
P: Baudrillard habla del arte como simulacro. Ya no hay trabajos innovadores, según él.
Todo es demasiado explícito, el arte está disolviéndose... toda creación es algo
reciclado, regurgitado, que siente lástima de sí mismo, donde ya no hay jerarquías de
valor claras. El arte se convierte en idea, en ideología. ¿Cuál es su opinión sobre la
muerte del arte?
J.C.: Pienso que cualquier trabajo desarrollado en el espacio del arte deviene en arte,
incluso cuando se produce como un intento de reaccionar contra él. Uno de los
problemas para los artistas de hoy es que muchos retos han sido intentados ya, así que
es complicado innovar mediante el desafío, pero de una forma o de otra el nuevo arte
aparecerá porque hay un espacio para ello en el sistema de la cultura contemporánea.
P: ¿Es la estética de la recepción, con Wolfgang Iser a la cabeza, una corriente en trance
de extinción?
J.C.: Creo que la idea de la estética de la recepción ha sido asimilada dentro del
pensamiento crítico contemporáneo, de modo que éste ha llegado a tener varias
posibilidades. Nadie sostiene que el trabajo artístico sea sólo una cuestión de recepción.
Las ideas de Iser fueron siempre bastante moderadas; habla de puntos de
indeterminación (Unbestimmtheitsstellen), en los que hay un espacio para que los
lectores concreticen ese vacío. Esta sensata idea es perfectamente válida en la
actualidad, pero no parece suficiente como para llamarla “teoría”.
P: ¿Qué intelectual prefieres, Gérard Genette, Paul Ricoeur or Harold Bloom?
J.C.: Gérard Genette. Él todavía es una figura central para el estudio de la narrativa.
Solamente Monika Fludernik ha tenido un trabajo narratológico que rivaliza con el de él
(Su libro “Towards a natural narratology” merece ser mucho más conocido). El trabajo
filosófico de Ricoeur nunca me ha atraído demasiado. En cuanto a Bloom, tras su
poderoso comienzo (La angustia de la influencia), ha publicado una serie de libros en
los cuales él busca ser el árbitro de la cultura y celebrar la literatura en un idioma
humanístico, lo que ha rebajado sus primeros trabajos. El joven Bloom todavía me
resulta importante, pero prefiero a Genette entre las figuras intelectuales.
P: ¿Dónde está Tzvetan Todorov y otros pensadores? Los estructuralistas parecen
desaparecidos. ¿Necesita el movimiento un nuevo reto?
J.C.: Todorov ha sido una figura muy importante en la institución francesa como
cabeza del CNRS, pero esta importancia ha llegado con el abandono de los proyectos
estructuralistas de su juventud. Creo que los estudios culturales deberían regresar a los
proyectos inacabados del estructuralismo.
P: ¿Tienen los estudios culturales alguna posibilidad de hacer progresos en la
actualidad? Se les ha criticado continuamente por su falta de metodología.
J.C.: Sí, los estudios culturales son el heredero no reconocido del estructuralismo y esto
debería ser bien conocido por ambos para reresar a los programas metodológicos del
estructuralismo, lo cual implica que la cultura consiste en un número de “lenguajes”
cuyas gramáticas deberían ser estudiadas y descritas, solamente como intentos que
hacen explícitas las convenciones que hacen posible la comunicación lingüística. Hay
un capítulo sobre esto en mi nuevo libro, “The Literary in Theory”.
P: ¿Cómo es la relación entre estructuralismo y deconstrucción?
J.C.: Es una pregunta difícil, pero creo que hay una sección en mi libro “Sobre la
deconstrucción” en el que intento situar la deconstrucción dentro del estructuralismo,
como una forma de entendimiento de las funciones del lenguaje. Otros, por supuesto,
verían la deconstrucción de una forma muy distinta.
P: ¿Qué novela nos recomienda?
J.C.: Soy un gran aficionado de Elizabeth Bowen, quien me parece la mejor novelista
británica del siglo veinte (más grande que Woolf, Lawrence, etc.). Su prosa no es fácil
de apreciar, por eso sin percibir la extraña elegancia de sus oraciones sus novelas
costumbristas parecen más bien limitadas, lo cual es seguramente el motivo de por qué
ella no es más conocida, pero yo recomendaría “La muerte del corazón”, para empezar.
P: Para terminar, díganos alguna de sus expectativas e ilusiones en la vida.
J.C.: Sueño con la paz mundial, pero eso no es muy interesante. Soy aficionado al
helado de café. Por definición otros estarían mucho mejor situados para hablar de mis
ilusiones que yo mismo. Éste es el principio de De Man en “Ceguera e iluminación”.