Entrevista al historiador Richard Kaganen ABC sobre 'Biografías e Historia'

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JESÚS GARCÍA CALERO MADRID C omo Heráclito, los histo- riadores nunca se bañan en el mismo río. La histo- ria, además de un conjun- to de hechos, es la fronte- ra elástica que nos separa o nos une (en muchos sentidos) con el pasado. Richard Kagan (1943) es uno de los historiadores que más sonríe, sin perder jamás un ápice de su rigor cien- tífico. Se ve cómo se divierte y nos di- vierte cruzando esa frontera. Aunque el objeto de la charla sean las guerras antiguas y los tratados de paz, siempre encuentra la anécdota reveladora, la de- bilidad desternillante, la humanidad en la tristeza de los personajes, protago- nistas o marginales, del pasado. Espe- cialista en Edad Moderna de la Univer- sidad Johns Hopkins, acaba de visitar Madrid, donde ha cerrado el ciclo sobre el Tratado de Utrecht de la Fundación Banco Santander, con una conferencia sobre «La historia oficial. Ideologías y legitimaciones». Un tema apasionante. En sus ratos libres, colecciona sellos, una afición que nació en la Plaza Ma- yor, en el Madrid de sus admirados Aus- trias. Comenzó la colección junto a su hijo en el año 91 (entonces tenía 6 años), cuando la España nuevamente integra- da en Europa se miraba a la vez en el es- pejo del V Centenario, la Expo y los Jue- gos Olímpicos. Pronto deslumbraría con su estudio de la imagen de los reyes y los imperios en la propaganda, y la con- trapropaganda protestante contra Fe- lipe II que dio lugar a la leyenda negra. Es un testigo de los cambios regis- trados por nuestro país. Él mismo aho- ra sueña con sellos muy raros de la Gue- rra Ccivil por los que le piden 30.000 eu- ros («¡una locura!). –¿Qué problemas de legitimidad ro- dean los tratados de Utrecht? –Otros ponentes del ciclo en el que par- ticipaba se ocuparon del Tratado en sí. Yo intento entender la reacción de los contemporáneos ante el resultado, tan- to de Utrecht como del resto de trata- dos que formaron la paz tras la Guerra de Sucesión. Lo curioso es la discordia que reina entre los historiadores de to- dos los países. –¿No interpretaron igual la paz? –Solo coinciden en una cosa: ninguno quedó satisfecho con el resultado. Pen- saban que era un desastre, una paz a un precio inexcusable. «La peor cosa que ha ocurrido en el mundo», según dije- ron. Es la primera vez que ocurría algo así en el mundo, tras un acuerdo de este calibre. Lo normal hasta entonces era que unos ganaban y otros cedían. –¿Es el origen de la política moderna? –Se interpretó que había una capitula- ción a los enemigos, en cada país pen- saron que se había rendido demasiado. Es el momento en el que surgió la idea de equilibrio de poderes. Entendemos bien lo que es hoy en día después de ha- ber sobrevivido a la Guerra Fría. Hay que mantener un equilibrio entre po- tencias para mantener la paz. Pero en- tonces ese sacrificio en nombre del bien general era algo nuevo y no se acepta- ba de grado. Al final fue un logro, aun- que no fuese muy duradero. –El equilibrio empieza a fluctuar en- seguida con los Pactos de Familia… –Felipe V se quedó totalmente insatis- fecho por lo que tuvo que rendir a los ingleses, sobre todo los derechos a la Corona francesa. Gibraltar y Menorca eran importantes, pero la herencia de Francia era algo muy serio a sus ojos. –En el otro lado, por lo que dicen, es- taban igual. –Los supuestos ganadores, los ingleses, vivieron con gran división el resultado. Gracias al sistema parlamentario y la prensa libre, conocemos las quejas de ambos bandos: tanto los Whigs como los Tories peleaban como si fueran el PP y PSOE actualmente (risas). Y cada uno lo hacía con sus propios periodis- tas, con sus plumas mercenarias. Jo- nathan Swift escribía para los whigs, y otros en el lado tory. Cada partido tenía su periódico, esto es muy actual, defen- diendo sus posturas. –No era igual en el resto de países –Es que no había libertad de prensa en Francia ni en España, y era peligroso criticar al poder. Los dos primeros his- toriadores que escribieron sobre ello en España fueron censurados: el marqués de San Felipe y Belando. En Francia casi igual: o defendían al Rey Sol o se arries- gaban a perder los dientes y el cuello. Pero hubo unos refugiados franceses protestantes en Holanda que odiaban al Rey Sol. Ellos publicaron. La red de Richard Kagan «El uso político de la historia no ha acabado, sigue habiendo plumas mercenarias» Historiador Especialista en la Edad Moderna y alumno de John Elliot, analiza como pocos el influjo de la propaganda en el estudio y la imagen del pasado Prensa libre «En España y Francia no se podía criticar el tratado de Utrecht, en Inglaterra hubo una polémica feroz» enemistades era muy compleja. La opor- tunidad de imprimir sin censura en Gran Bretaña y Holanda cambió las cosas. –¿En qué acabaron los debates? –Para los whigs no hubo legitimidad en estos tratados. Después de la muerte de la Reina Ana, en 1714, ganaron las elec- ciones y comenzó una investigación de las cesiones y después una purga de los tories. Muchos ministros del gobierno anterior acabaron exiliados en París. –¿Tenían razón los whigs? –Lo que pensaban era que se había per- dido una gran oportunidad, aunque es- taba bien haber ganado Gibraltar y Me- norca, o Terranova y Nueva Escocia, «De la Vega Inclán vendía Grecos para financiar su Museo de la raza» «Este años estamos, como dice mi amigo el historiador Fernando Marías, grequeando por todos lados. Mi próximo libro será sobre la “Locura española”, la moda de todo lo español a finales del XIX y principios del XX. Todos querían obras del Greco, Velázquez, Zuloaga, se cons- truían casas a la española…» –Acaba de publicar algo sobre el Marqués de la Vega Inclán. –Era comisario de Turismo y fundó el museo de Toledo, pero vendió cuadros del Greco en Pa- rís y Nueva York, a través de Zu- loaga y de los Madrazo para fi- nanciar su proyecto. Era intere- sante, un Maquiavelo del siglo XX. Quería que el museo del Gre- co fuera del arte español frente al museo universal del Prado. Siguiendo el modelo de Hunting- ton en la Hispanic Society, bus- caba artistas de la raza españo- la desde la prehistoria hasta Zu- loaga o Sorolla. –¿Compartía esa visión? –Pero no tenía medios para lograrlo y así empezó a vender cuadros para financiarlo. –Hay sombras sobre esa conducta que dispersó mucho patrimonio español. –Necesitaba dinero para su proyecto, pero para él no era una contradicción. Sus cartas son fascinantes. Decía: si vendemos obras y se ven en otros lugares, vendrán muchos turistas extranjeros y ganare- mos mucho también con ello. Pero los defensores del Marqués de la Vega Inclán no quieren ni oír hablar de esto. O.J.D.: E.G.M.: Tarifa: Área: Fecha: Sección: Páginas: 137791 536000 36792 € 1456 cm2 - 160% 05/05/2014 CULTURA 68-69

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Entrevista al historiador Richard Kagan (Universidad Johns Hopkins), último ponente de nuestro ciclo ‘Biografías e Historia’, en el que dio una charla sobre “La historia oficial. Ideologías y legitimaciones’. Publicado en ABC el 5 de mayo de 2014.

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JESÚS GARCÍA CALERO MADRID

Como Heráclito, los histo-riadores nunca se bañan en el mismo río. La histo-ria, además de un conjun-to de hechos, es la fronte-ra elástica que nos separa

o nos une (en muchos sentidos) con el pasado. Richard Kagan (1943) es uno de los historiadores que más sonríe, sin perder jamás un ápice de su rigor cien-tífico. Se ve cómo se divierte y nos di-vierte cruzando esa frontera. Aunque el objeto de la charla sean las guerras antiguas y los tratados de paz, siempre encuentra la anécdota reveladora, la de-bilidad desternillante, la humanidad en la tristeza de los personajes, protago-nistas o marginales, del pasado. Espe-cialista en Edad Moderna de la Univer-sidad Johns Hopkins, acaba de visitar Madrid, donde ha cerrado el ciclo sobre el Tratado de Utrecht de la Fundación Banco Santander, con una conferencia sobre «La historia oficial. Ideologías y legitimaciones». Un tema apasionante.

En sus ratos libres, colecciona sellos, una afición que nació en la Plaza Ma-yor, en el Madrid de sus admirados Aus-trias. Comenzó la colección junto a su hijo en el año 91 (entonces tenía 6 años), cuando la España nuevamente integra-da en Europa se miraba a la vez en el es-pejo del V Centenario, la Expo y los Jue-gos Olímpicos. Pronto deslumbraría con su estudio de la imagen de los reyes y los imperios en la propaganda, y la con-trapropaganda protestante contra Fe-lipe II que dio lugar a la leyenda negra.

Es un testigo de los cambios regis-trados por nuestro país. Él mismo aho-ra sueña con sellos muy raros de la Gue-rra Ccivil por los que le piden 30.000 eu-ros («¡una locura!). –¿Qué problemas de legitimidad ro-dean los tratados de Utrecht? –Otros ponentes del ciclo en el que par-ticipaba se ocuparon del Tratado en sí. Yo intento entender la reacción de los contemporáneos ante el resultado, tan-to de Utrecht como del resto de trata-dos que formaron la paz tras la Guerra de Sucesión. Lo curioso es la discordia

que reina entre los historiadores de to-dos los países. –¿No interpretaron igual la paz? –Solo coinciden en una cosa: ninguno quedó satisfecho con el resultado. Pen-saban que era un desastre, una paz a un precio inexcusable. «La peor cosa que ha ocurrido en el mundo», según dije-ron. Es la primera vez que ocurría algo así en el mundo, tras un acuerdo de este calibre. Lo normal hasta entonces era que unos ganaban y otros cedían. –¿Es el origen de la política moderna? –Se interpretó que había una capitula-ción a los enemigos, en cada país pen-saron que se había rendido demasiado. Es el momento en el que surgió la idea de equilibrio de poderes. Entendemos bien lo que es hoy en día después de ha-ber sobrevivido a la Guerra Fría. Hay que mantener un equilibrio entre po-tencias para mantener la paz. Pero en-tonces ese sacrificio en nombre del bien general era algo nuevo y no se acepta-ba de grado. Al final fue un logro, aun-que no fuese muy duradero. –El equilibrio empieza a fluctuar en-seguida con los Pactos de Familia… –Felipe V se quedó totalmente insatis-fecho por lo que tuvo que rendir a los ingleses, sobre todo los derechos a la Corona francesa. Gibraltar y Menorca eran importantes, pero la herencia de Francia era algo muy serio a sus ojos. –En el otro lado, por lo que dicen, es-taban igual. –Los supuestos ganadores, los ingleses, vivieron con gran división el resultado. Gracias al sistema parlamentario y la prensa libre, conocemos las quejas de ambos bandos: tanto los Whigs como los Tories peleaban como si fueran el PP y PSOE actualmente (risas). Y cada uno lo hacía con sus propios periodis-tas, con sus plumas mercenarias. Jo-nathan Swift escribía para los whigs, y otros en el lado tory. Cada partido tenía su periódico, esto es muy actual, defen-diendo sus posturas. –No era igual en el resto de países –Es que no había libertad de prensa en Francia ni en España, y era peligroso criticar al poder. Los dos primeros his-toriadores que escribieron sobre ello en España fueron censurados: el marqués de San Felipe y Belando. En Francia casi igual: o defendían al Rey Sol o se arries-gaban a perder los dientes y el cuello. Pero hubo unos refugiados franceses protestantes en Holanda que odiaban al Rey Sol. Ellos publicaron. La red de

Richard Kagan «El uso político de la historia no ha acabado, sigue habiendo plumas mercenarias»Historiador

∑ Especialista en la Edad Moderna y alumno de John Elliot, analiza como pocos el influjo de la propaganda en el estudio y la imagen del pasado

√Prensa libre

«En España y Francia no se podía criticar el tratado de Utrecht, en Inglaterra hubo una polémica feroz»

enemistades era muy compleja. La opor-tunidad de imprimir sin censura en Gran Bretaña y Holanda cambió las cosas. –¿En qué acabaron los debates? –Para los whigs no hubo legitimidad en estos tratados. Después de la muerte de la Reina Ana, en 1714, ganaron las elec-ciones y comenzó una investigación de las cesiones y después una purga de los tories. Muchos ministros del gobierno anterior acabaron exiliados en París. –¿Tenían razón los whigs? –Lo que pensaban era que se había per-dido una gran oportunidad, aunque es-taba bien haber ganado Gibraltar y Me-norca, o Terranova y Nueva Escocia,

«De la Vega Inclán vendía Grecos para financiar su Museo de la raza» «Este años estamos, como dice mi amigo el historiador Fernando Marías, grequeando por todos lados. Mi próximo libro será sobre la “Locura española”, la moda de todo lo español a finales del XIX y principios del XX. Todos querían obras del Greco, Velázquez, Zuloaga, se cons-truían casas a la española…» –Acaba de publicar algo sobre el Marqués de la Vega Inclán. –Era comisario de Turismo y fundó el museo de Toledo, pero vendió cuadros del Greco en Pa-rís y Nueva York, a través de Zu-loaga y de los Madrazo para fi-nanciar su proyecto. Era intere-sante, un Maquiavelo del siglo XX. Quería que el museo del Gre-co fuera del arte español frente al museo universal del Prado. Siguiendo el modelo de Hunting-ton en la Hispanic Society, bus-caba artistas de la raza españo-la desde la prehistoria hasta Zu-loaga o Sorolla. –¿Compartía esa visión? –Pero no tenía medios para lograrlo y así empezó a vender cuadros para financiarlo. –Hay sombras sobre esa conducta que dispersó mucho patrimonio español. –Necesitaba dinero para su proyecto, pero para él no era una contradicción. Sus cartas son fascinantes. Decía: si vendemos obras y se ven en otros lugares, vendrán muchos turistas extranjeros y ganare-mos mucho también con ello. Pero los defensores del Marqués de la Vega Inclán no quieren ni oír hablar de esto.

68 CULTURA LUNES, 5 DE MAYO DE 2014 ABC

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JOSE RAMÓN LADRA

La «bacanal» de Utrecht «Casi no se sabe que las mercancías más ricas y las mejores prostitutas de Europa animaron Utrecht»

Riesgo en Ucrania «Hay peligro de una guerra importante en Ucrania. Sacrificar cosas para lograr paz aún es buena idea»

Cataluña «Cambiar el color de las banderas del ataque naval es una falsificación clarísima de la historia»

pero ¿por qué no todo Canadá, por qué no Luisiana, o buena parte de las Indias occidentales españolas? –¿Eso habría acabado bien? –En una guerra inacabable de conse-cuencias dudosas. Felipe V pensó lo mis-mo. Había perdido Nápoles, Sicilia… ¡qué horror! Pocos años después ya no que-ría reconocerlo. –Esta visión, hoy, ¿qué le parece? ¿La extrapolamos al conflicto de Ucrania? –Lo mejor de los tratados fue la idea de que sacrificando algo se podía conse-guir un bien mayor. Una capitulación en el nombre de la paz. Eso no es fácil, ni ayer ni hoy, como vamos a ver con lo

que está pasando en la tierra de mi pa-dre, Ucrania. Hay riesgo evidente de una guerra importante en un territorio en el que nadie quiere entrar ya, salvo los rusos. De ahí que sacrificar algunas co-sas para mantener la paz siga siendo una idea vigente. Pero la historia nos sorprende. En medio de mis lecturas so-bre Utrecht, descubrí allí a un persona-je francés, el abad de Saint Pierre, que escribió un «proyecto para la paz per-petua en Europa»: ni más ni menos era un visionario, quería que se formara un gobierno central europeo, con una jun-ta permanente en Utrecht y que vigila-ra los intereses de todos los países y

mantuviera jueces para arbitrar en los conflictos entre las naciones europeas. Y también un ejército común, y la edu-cación universal, femenina y masculi-na. En medio de la negociación de los tratados estaba pensando en cómo man-tener ese equilibrio de poderes. –Imagino que a todo el mundo le pa-reció absurda en 1700 esta idea de Unión Europea. Utrecht se revela como algo más que un teatro diplomático. –¡Sí! Hubo otra historia, escrita por un hugonote, que afirma: aquí tenemos 150 delegados, nobles y ricos la mayoría, y sin sus mujeres. ¡Y con tiempo libre, por-que los papeles no llegaban!

Richard Kagan, en la sede de la

Fundación Banco Santander de Madrid

–¡Estuvieron años negociando! -¡Años, sí! Utrecht era un imán para las mercancías ricas de toda Europa del Norte y también llegaron las más sofis-ticadas prostitutas y meretrices del con-tinente con el deseo de distraer a las de-legaciones, de París a Copenhague. Hay un libro casi semipornográfico del si-glo XVIII que cuenta las historias de aquellas mercancías y aquellas bacana-les perpetuas. Sin descontar los duelos y peleas entre los delegados por el favor de una actriz famosa por su belleza o alguna de las prostitutas más renom-bradas. –¡Las reuniones del G20 no suele ser tan divertidas! –(Risas) ¡Aunque no estarán mal, no creo que haya una bacanal parecida! Pero, si es el precio de la paz, merecería la pena (ríe de nuevo). –¿Se sigue utilizando la historia como pluma mercenaria hoy? –Claro, el uso político de la historia no ha acabado. No es igual que en el XVIII, pero todos conocemos historiadores partidarios de los partidos políticos, sea en EE.UU., aquí o en otros países euro-peos (comprenda que no puedo dar nombres). Más o menos defienden la política actual de sus ámbitos respecti-vos y les dan anclaje histórico. Este tipo de panfletista o pluma mercenaria aún existe. Quizás no se les paga como an-taño, bajo la mesa, pero siempre hay maneras de dar aguinaldos a sus por-tavoces. No ha cambiado el uso políti-co de la historia. –¿Sigue siendo la historia una activi-dad noble? –Sí. Al final, los buenos historiadores ponen todos los naipes en la mesa, ma-nejan todos los datos con honestidad y defienden su interpretación con argu-mentos. Para mí eso es noble, aunque hay que reconocer que no todos lo ha-cen así. Al final, después de estudiar todo, podemos asomarnos a una idea bastante cercana a la verdad. –Es un debate abierto, basado en la opinión libre, al final un poco el mo-delo inglés. –Nadie tiene el monopolio de la verdad. –No, pero hay mentiras muy llamati-vas. ABC ha denunciado la manipula-ción de un grabado del asalto naval a Barcelona en el que la Generalitat ha cambiado la bandera holandesa de los atacantes por la española rojigualda (que ni existía entonces). –¡Eso es la falsificación de la historia! No quiero entrar en el conflicto actual de Cataluña porque no soy español, pero es un caso claro. Lo interesante es ser riguroso y conocer todos los datos. Por ejemplo, también recordar que los dos primeros historiadores españoles que hablaron de Utrecht, antes citados, fue-ron censurados, entre otras cosas, por hablar del sufrimiento de los catalanes. Felipe V no permitió que se hablase. Siempre es todo demasiado complica-do. Hay que decirlo, la complejidad es inherente a estos debates. –No debemos caer en la simplificación. Además, donde hay luz y debate pa-san siempre más cosas buenas que ma-las. –Yo lo creo así.

ABC LUNES, 5 DE MAYO DE 2014CULTURA 69abc.es/cultura

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