Entre Naranjos Por Vicente Blasco Ibáñez

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EntreNaranjos

Por

VicenteBlascoIbáñez

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PRIMERAPARTE

I

—Losamigosteesperanenelcasino.Sólotehanvistounmomentoestamañana:querránoírte;quelescuentesalgodeMadrid.

Y doña Bernarda fijaba en el joven diputado una mirada profunda yescudriñadorademadre severaque recordabaaRafael sus inquietudesde laniñez.

—¿VasdirectamentealCasino?...—añadió.—AhoramismoiráAndrés.

SaludóRafael a sumadre y a donAndrés, que aún quedaban a lamesasaboreandoelcafé,ysaliódelcomedor.

Alverse en la anchaescalerademármol rojo, envuelto en el silenciodeaquelcaserónvetustoyseñorial,experimentóelbienestarvoluptuosodelqueentraenunbañotrasunpenosoviaje.

Después de su llegada, del ruidoso recibimiento en la estación, de losvítoresymúsicahastaensordecer,apretonesdemanosaquí,empellonesallá,yunacontinuapresióndemásdemilcuerposquesearremolinabanenlascallesdeAlciraparaverledecerca,eraelprimermomentoenquesecontemplabasolo,dueñodesímismo,pudiendoandarodetenerseavoluntad,sinprecisióndesonreírautomáticamenteydeacogerconcariñosasdemostracionesagentescuyascarasapenasreconocía.

¿Québienrespirabadescendiendoporlasilenciosaescalera,resonanteconelecodesuspasos!¡Quégrandeyhermosoleparecíaelpatioconsuscajonespintadosdeverde,enlosquecrecíanlosplátanosdeanchasylustrosashojas!Allíhabíanpasadolosmejoresañosdesuniñez.Loschicuelosqueentoncesleespiabandesdeelgranportalón,esperandounaoportunidadparajugarconelhijo del poderoso don Ramón Brull, eran los mismos que dos horas antesmarchaban agitando sus fuertes brazos de hortelanos, desde la estación a lacasa,dandovivasaldiputado,alilustrehijodeAlcira.

Este contraste entre el pasado y el presente halagaba su amor propio,aunquealláenelfondodelpensamientoleescarabajeaselasospechadequeen lapreparacióndel recibimientohabíanentradopormucho lasambicionesde sumadre y la fidelidadde donAndrés con todos los amigos unidos a lagrandezadelosBrull,caciquesyseñoresdeldistrito.

Dominado por los recuerdos, al verse de nuevo en su casa, después dealgunosmesesdeestanciaenMadrid,permanecióunbuenratoinmóvilenel

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patio,mirandolosbalconesdelprimerpiso,lasventanasdelosgraneros—delasque tantasvecessehabía retiradodeniño,advertidopor losgritosdesumadre;—y al final, como un velo azul y luminoso, un pedazo de cieloempapado de ese sol que madura como cosecha de oro los racimos deinflamadasnaranjas.

Leparecíaveraúnasupadre,elimponenteygravedonRamón,paseandoporelpatio,conlasmanosatrás,contestandoconpocasyreposadaspalabraslasconsultasdelospartidariosqueleseguíanensusevolucionesconmiradade idolatras. ¡Si hubierapodido resucitar aquellamañana, paraver a suhijoaclamadoportodalaciudad!...

Un ligero rumor semejante al aleteo de dosmoscas turbaba el profundosilenciodelacasa.Eldiputadomiróalúnicobalcónqueestabaentreabierto.Sumadre y don Andrés hablaban en el comedor: se ocuparían de él comosiempre.Ycualsi temieraser llamado,perdiendoenun instanteelbienestardelasoledad,abandonóelpatio,saliendoalacalle.

Lasdosdelatarde.Casihacíacalor,aunqueeraelmesdeMarzo.Rafael,habituado al viento frío deMadrid y a las lluvias de invierno, aspiraba conplacer la tibiabrisaqueesparcía elperfumede loshuertospor las estrechascallejuelasdelaciudadvieja.

AñosanteshabíaestadoenItaliaconmotivodeunaperegrinacióncatólica:sumadre le había confiado a la tutela de un canónigo de Valencia, que noquiso volver a España sin visitar a don Carlos, y Rafael recordaba lascallejuelas de Venecia, al pasar por las calles de la vieja Alcira, profundascomo pozos, sombrías, estrechas, oprimidas por las altas casas, con toda laeconomía de una ciudad que, edificada sobre una isla, sube sus viviendasconformeaumentaelvecindarioysólodejaalacirculaciónelterrenopreciso.

Las calles estaban solitarias. Se habían ido a los campos los que horasanteslasllenabanenruidosamanifestación.Losdesocupadosseencerrabanenloscafés,frentealoscualespasabaapresuradamenteeldiputado,recibiendoaltravésdelasventanaselvahoardienteenquezumbabanchoquesdefichasybolasdemarfil,ylasanimadasdiscusionesdelosparroquianos.

RafaelllegóalpuentedelArrabal,unadelasdossalidasdelaviejaciudadedificada sobre la isla.El Júcar peinaba sus aguas fangosas y rojizas en losmachones del puente. Unas cuantas canoas balanceábanse amarradas a lascasasdelaorilla.Rafaelreconocióentreellaslabarcaqueenotrotiempoleservíaparasussolitariasexcursionesporelrío,yque,olvidadaporsudueño,ibasoltandolablancacapadepintura.

Después se fijó en el puente; en su puerta ojival, resto de las antiguasfortificaciones; en los pretiles de piedra amarillenta y roída como si por las

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nochesvinieranadevorarlatodaslasratasdelrío,yenlosdoscasiliciosqueguardabanunasimágenesmutiladasycubiertasdepolvo.

EranelpatronodeAlciraysussantashermanas;eladoradoSanBernardo,elpríncipeHamete,hijodelreymorodeCarlet,atraídoalcristianismoporlamística poesía del culto, ostentando en su frente destrozada el clavo delmartirio.

Losrecuerdosdesuniñez,vigiladaporunamadrededevocióncrédulaeintransigente,despertabanenRafaelalpasarante la imagen.Aquellaestatuadesfiguradayvulgareraelpenatedelapoblación,ylacándidaleyendadelaenemistad y la lucha entre San Vicente y San Bernardo, inventada por lareligiosidadpopular,veníaasumemoria.

ElelocuentefrailellegabaaAlciraenunadesuscorreríasdepredicadorysedeteníaenelpuente,antelacasadeunveterinario,pidiendoqueleherrasensu borriquilla. Almarcharse le exigía el herrador el precio de su trabajo, eindignadoSanVicenteporsucostumbredeviviracostadelosfieles,mirabaalJúcarexclamando:

—Algúndíadirán:asíestabaAlsira.

—NomentresBernat estiga,—contestabadesde supedestal la imagendeSanBernardo.

Y,efectivamente;allíestabaaúnlaestatuadelsantocomocentinelaeterno,vigilandoelJúcarparaoponersealamaldicióndelrencorosoSanVicente.Esverdad que el río crecía y se desbordaba todos los años, llegando hasta losmismospiesdeSanBernat,faltandopocoparaarrastrarleensucorriente;esverdad tambiénquecadacincooseisañosderribabacasas,asolabacampos,ahogaba personas y cometía otras espantables fechorías, obedeciendo lamaldicióndelpatróndeValencia;peroeldeAlcirapodíamás,ybuenapruebaeraquelaciudadseguíafirmeyenpie,salvolosconsiguientesdesperfectosypeligroscadavezquellovíamuchoybajabanlasaguasdeCuenca.

Rafael,sonriendoalpoderososantocomoaunamigodesuniñez,pasóelpuenteyentróenelArrabal,laciudadnueva,anchurosaydespejada—comosilas apretadas casas de la isla, cansadas de la opresión, hubiesen pasado entropel a la ribera opuesta, esparciéndose con el alborozo y el desorden decolegialesenlibertad.

El diputado se detuvo en la entrada de la calle donde estaba el Casino.Hastaélllegabaelrumordelaconcurrencia,mayorqueotrosdías,conmotivodesullegada.¿Quéibaahacerallí?Hablarde losasuntosdeldistrito,de lacosechadelanaranjaodelasriñasdegallos,describirlescómoeraeljefedelgobierno y el carácter de cadaministro. Pensó con cierta inquietud en donAndrés,aquelMentorqueporrecomendacióndesumadre,sisedespegabade

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élalgunavez,eraparaseguirledelejos...Pero,¡bah!,queleesperasenenelCasino. Tiempo le quedaba en toda la tarde para abismarse en aquel salónllenodehumo,dondetodosalverleseabalanzaríanaélmareándoleconsuspreguntasyconfidencias.

Y embriagado cada vez más por la luz meridional y aquellos perfumesprimaverales en pleno invierno, torció por una callejuela, dirigiéndose alcampo.

AlsalirdelantiguobarriodelaJuderíayverseenplenacampiña,respirócon amplitud, como si quisiera encerrar en sus pulmones toda la vida, lafrescurayloscoloresdesutierra.

Los huertos de naranjos extendían sus rectas filas de copas verdes yredondas en ambas riberas del río; brillaba el sol en las barnizadas hojas:sonaban como zumbidos de lejanos insectos los engranajes de lasmáquinasdel riego, la humedad de las acequias, unida a las tenues nubecillas de laschimeneasde losmotores, formabaenel espaciounaneblina sutilísimaquetransparentabaladoradaluzdelatardeconreflejosdenácar.

AunladoalzábaselacolinadeSanSalvadorconsuermitaenlacumbre,rodeada de pinos, cipreses y chumberas. El tosco monumento de la piedadpopularparecíahablarlecomounamigoindiscreto,revelandoelmotivoquelehacíaabandonaralospartidariosydesobedecerasumadre.

Eraalgomásquelabellezadelcampoloqueleatraíafueradelaciudad.Cuandolosrayosdelsolnacienteledespertaronporlamañanaenelvagón,loprimeroquevio,antesdeabrirlosojos,fueunhuertodenaranjos,laorilladelJúcaryunacasapintadadeazul,lamismaqueasomabaahora,alolejos,entrelasredondascopasdefollaje,alláenlariberadelrío.

¡Cuántas veces la había visto en los últimos meses con los ojos de laimaginación!...

Muchas tardes en el Congreso, oyendo al jefe que desde el banco azulcontestabaconvozincisivaaloscargosdelasoposiciones,sucerebro,comoabrumadoporelincesantemartilleodepalabras,comenzabaadormirse.Antesus ojos entornados desarrollábase una neblina parda, como si espesara lapenumbrahúmedadebodegaenqueestásiempreelsalóndesesiones;ysobreeste telóndestacábansecomovisióncinematográfica las filasdenaranjos, lacasaazulconsusventanasabiertas,yporunadeellassalíaunchorrodenotas,una voz velada y dulcísima cantando lieders y romanzas que servía deacompañamiento a los duros y sonoros párrafos del jefe del gobierno. Derepente, Rafael despertaba con los aplausos y el barullo. Había llegado elmomentodevotar,yeldiputado,viendo todavía losúltimoscontornosde lacasaazulquesedesvanecían,preguntabaasuvecinodebanco:

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—¿Qué,votamos?¿Síono?

La misma visión se le presentaba por las noches en el teatro Real, allídonde la música sólo servía para hacerle recordar la voz del huertoextendiéndosepor entre losnaranjos comounhilodeoro,y en las comidascon los compañeros de comisión, cuando con el veguero en los labios yretozándoleslaalegríavoluptuosadeunadigestiónfeliz, ibantodosaacabarlanocheenalgunacasadeconfianzadondenocorrierapeligrosudignidadderepresentantesdelpaís.

Ahora volvía a ver con intensa emoción aquella casa y marchaba haciaella, no sin vacilaciones; con cierto temor que no podía explicarse y queagitabasudiafragma,oprimiéndolelospulmones.

Pasabanloshortelanosjuntoaldiputado,cediéndoleelbordedelcamino,yélcontestabadistraídamenteasusaludo.

Todosellosseencargaríandecontardóndelehabíanvisto.Notardaríasumadreensaberlo.Porlanochetempestadenelcomedordesucasa.YRafael,siemprecaminandohacialacasaazul,pensabaconamarguraensusituación.¿Aquéibaallá?¿Porquéempeñarseencomplicarsuvidacondificultadesquenopodíavencer?Recordabalasdosotresescenascortas,peroviolentas,quemesesanteshabíatenidoconsumadre.Elfurorautoritariodeaquellaseñoratandevotayrígidadecostumbres,alenterarsedequesuhijovisitabalacasaazulyeraamigodeunaextranjeraalaquenotratabanlaspersonasdecentesdelaciudadydelaquesólohablabanbienloshombresenelCasinocuandoseveíanlibresdelaprotestadesusfamilias.

Fueron escenas borrascosísimas. Por aquellos días le iban a elegirdiputado.¿Esquequeríadeshonrarelnombrede lafamiliacomprometiendosuporvenirpolítico?¿Paraesohabíaarrastradosupadreunavidadeluchas,de servicios al partido, realizados muchas veces escopeta en mano? ¿UnaperdidapodíacomprometerlacasadelosBrull,arruinadaportreintaañosdepolíticaydeeleccionesparalosseñoresdeMadrid,ahoraquesurepresentanteibaatocarelresultadodetantosacrificioconsiguiendoladiputaciónytalvezelmediodesalvar lasantiguasfincas,abrumadasporelpesodeembargosehipotecas?...

Rafael,anonadadoporaquellamadreenérgicaqueeraelalmadelpartido,prometiónovolvermása lacasaazul,novera laperdida,comola llamabadoñaBernarda,conunaentonaciónquehacíasilbarlapalabra.

Perodeentoncesdatabaelconvencimientodesudebilidad.Apesardesupromesa, volvió. Iba por caminos extraviados, dando grandes rodeos,ocultándosecomocuandodeniñomarchabaconloscamaradasacomerfrutaen los huertos. El encuentro con una labradora; con un chicuelo o con un

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mendigo,lehacíatemblar,aél,cuyonombrerepetíatodoeldistrito,yquedeunmomentoaotroibaaconseguirlainvestidurapopular,eleternoensueñodesupadre.Yalpresentarseenlacasaazulteníaquefingirquellegabaporunactolibredesuvoluntad,sinmiedoalguno.Así,sinquelosupierasumadre,siguióviendoaaquellamujerhastalavísperadesusalidaparaMadrid.

AlllegarRafaelaestepuntodesusrecuerdos,preguntábasequéesperanzalemovíaadesobedecerasumadre,arrostrandosutemibleindignación.

En aquella casa sólo había encontrado una amistad franca ydespreocupada,uncompañerismoalgoirónico,comodepersonaobligadaporla soledad a escoger entre los inferiores el camaradamenos repulsivo. ¡Ay!cómoveíaaúnlasrisasescépticasyfríasconqueeranacogidassuspalabras,que él creía de ardorosa pasión. ¡Qué carcajada aquella, insolente y brutalcomounlatigazo,eldíaenqueseatrevióadecirqueestabaenamorado!

—Nada de romanticismo, ¿eh, Rafaelito?... Si quiere usted que sigamosamigos,seaconlacondicióndequemetratecomoaunhombre.Camaradasynadamás.

Y mirándole con sus ojos verdes, luminosos, diabólicos, se sentaba alpiano y comenzaba uno de aquellos cantos ideales, como si quisiera con lamagiadelartelevantarunabarreraentrelosdos.

Otrodíaestabanerviosa;lamolestabanlasmiradasdeRafael,suspalabrasdeamorosaadoración,yledecíaconbrutalfranqueza.

—Nosecanseusted.Yoyanopuedoamar:conozcomuchoaloshombres,perosialgunomehiciesevolveralamor,noseríausted,Rafaelito.

Yélallí;insensiblealosarañazosydespreciosdeaquelterribleamigoconfaldas;indiferenteantelosconflictosquelaciegapasiónpodíaprovocarensucasa.

Quería librarse del deseo y no podía. Para arrancarse de tal atracciónpensabaenelpasadodeaquellamujer:sedecíaqueapesardesubelleza,desu aire aristocrático, de la cultura con que le deslumbraba a él, pobreprovinciano,noeramásqueunaaventureraquehabíacorridomediomundo,pasando de unos a otros brazos. Resultaba una gran cosa el conseguirla;hacerla su amante; sentirse en el contacto carnal camarada de príncipes ycélebresartistas;peroyaqueeraimposible,¿aquéinsistircomprometiéndoseyquebrantandolatranquilidaddesucasa?

Para olvidarla rebuscaba el recuerdo de palabras y actitudes, queriendoconvertirlas endefectos.Saboreaba el gocedel deber cumplido, cuando trasestagimnasiadesuvoluntadpensabaenellasinsentireldeseodeposeerla,unasatisfaccióndeeunucoquecontemplafríoeindiferente,comopedazosde

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carnemuerta,lasdesnudasbellezastendidasasuspies.

AlprincipiodesuvidaenMadridsecreyócurado.Sunuevaexistencia,lascontinuasypequeñassatisfaccionesdelamorpropio,elsaludodelosujieresdelCongreso,laadmiracióndelosqueveníandealláylepedíanunapapeletapara las tribunas; el verse tratado comocompañeropor aquellos señores, demuchos de los cuales hablaba su padre con elmismo respeto que si fuesensemidioses; el oírse llamar señoría, él, a quien Alcira entera tuteaba conafectuosa familiaridad, y rozarse en los bancos de la mayoría conservadoraconunbatallóndeduques, condesymarqueses, jóvenesqueerandiputadoscomo complemento de la distinción que da una querida guapa y un buencaballo de carreras, todo esto le embriagaba, le aturdía, haciéndole olvidar,creyéndosecompletamentecurado.

Peroalfamiliarizarseconsunuevavida,alperderelencantodelanovedadestoshalagosdelamorpropio,volvíanlostenacesrecuerdosaemergerensumemoria.Ypor lanoche, cuandoel sueñoaflojaba suvoluntad endolorosatensión,lacasaazul,losojosverdesydiabólicosdesudueña,ylabocafresca,grandeycarnosaconsusonrisairónicaqueparecíatemblarentrelosdientesblancosyluminosos,eranelcentroinevitabledetodossusensueños.

¿Para qué resistir más? Podía pensar en ella cuanto quisiera; esto no losabríasumadre.Yseentregóaunosamoresdeimaginación,enloscualesladistanciahermoseabaaúnmásaaquellamujer.

Sintióeldeseovehementedevolverasuciudad.Laausenciayladistanciaparecían allanar los obstáculos. Sumadre no era tan temible como él creía.¡Quiénsabesialvolverallá,—ahoraqueélmismosecreíacambiadoporsunuevavida,—leseríafácilcontinuaraquellasrelacionesypreparadaellaporelaislamientoylasoledadlerecibiríamejor!

LasCortesibanacerrarse,yobedeciendolascontinuasindicacionesdelospartidariosydedoñaBernardaque lepedíanquehiciesealgo—fuese loquefuese—algobeneficiosoparalaciudad,unatarde,aprimerahora,cuandoenel salón de sesiones no estabanmás que el presidente, los maceros y unoscuantosperiodistasdormidosenlatribuna,selevantóconelalmuerzosubidoalagargantaporlaemoción,parapediralministrodeFomentomásactividadenelexpedientedelasobrasdedefensadeAlciracontralasinvasionesdelrío;unmamotretoquecontabaunossesentaañosdevidayaúnestabaenlaniñez.

Después de esto ya podía volver con la aureola de diputado práctico,«celoso defensor de nuestros intereses materiales», como le titulaba elsemanariodelalocalidad,órganodelpartido.Yaquellamañana,albajardeltren,entre losapretonesde lamuchedumbre,eldiputado, sordoa laMarchaRealyalosvivas,selevantabasobrelaspuntasdelospies,buscandoveralolejos,entrelasbanderas,lacasaazulconsusmasasdenaranjos.

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Alllegaraellaporlatardelaemociónerizabasuepidermisyoprimíasuestómago. Pensó por última vez en su madre, amante de su prestigio ytemerosadelasmurmuracionesdelosenemigos;enaquellosdemagogosquepor la mañana se asomaban a la puerta de los cafés burlándose de lamanifestación;pero todossusescrúpulossedesvanecieronalver lacercadealtasadelfasypunzantesespinos,lasdospilastrasazulesenqueseapoyabalapuertadeverdesbarrotes,yempujandoestaentróenelhuerto.

Losnaranjosextendíanseenfilas,formandocallesderojatierra,anchasyrectas como las de una ciudadmoderna tirada a cordel, en la que las casasfuesencúpulasdeunverdeobscuroy lustroso.Aambos ladosde laavenidaqueconducíaalacasa,extendíanyentrelazabanlosaltosrosalessusespinosasramas. Comenzaban a brotar en ellas los primeros botones anunciando laprimavera.

Entre el rumor de la brisa agitando los árboles y el parloteo de losgorriones que saltaban en torno de los troncos, Rafael percibió unamúsicalejana,elsonidodeunpianoapenasrozadoconlosdedos,yunavozvelada,tímida,comosicantaseparasimisma.

Era ella.Rafael conocía lamúsica; un lieder de Schubert, el favorito deaquellaépoca;unmaestroque«aúnteníalomejorpordescolgar»,segúndecíalaartistaenelargotaprendidodelosgrandesmúsicos,aludiendoaquesólosehabíanpopularizadolasobrasmásvulgaresdelmelancólicocompositor.

Eljovenavanzabalentamente,conmiedo,comositemieraqueelruidodesuspasoscortaseaquellamelodíaqueparecíameceramorosamenteelhuerto,dormidobajolaluzdeorodelatarde.

Llegó a la plazoleta, frente a la casa, y vio de nuevo sus palmerasrumorosas, los bancos de mampostería con asiento y respaldo de floreadosazulejos.Allíhabíareídoellamuchasvecesescuchándole.

La puerta estaba cerrada. Al través de un balcón entreabierto veíase unpedazodesedaazulligeramentecurvado:laespaldadeunamujer.

Los pasos de Rafael hicieron ladrar a un perro en el fondo del huerto;huyeroncacareandolasgallinasquepicoteabanenunextremodelaplazoletaycesólamúsica,oyéndoseelarrastrardeunasilla,comosialguiensepusieraenpie.

Aparecióenelbalcónunaampliabatadecolorceleste.LoúnicoquevioRafael fueron losojos, el relámpagoverdequepareció llenarde luz todoelhuecodelbalcón.

—¡Beppa! ¡Beppina!—gritóunavozfirme,sonoraycalientedesoprano.—Aprilaporta.

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Einclinandosucabezarubiaobscura,cargadadegruesastrenzas,comouncascodeoroantiguo,dijosonriendoconconfianzaamistosayburlona:

—Bien venido, Rafaelito. No sé por qué, le esperaba esta tarde. Ya noshemos enterado de sus triunfos: hasta este desierto llegaron lamúsica y losvivas.Mienhorabuena,señordiputado.Paseadelantesuseñoría.

II

Desde Valencia hasta Játiva, en toda la inmensa extensión cubierta dearrozalesynaranjosquelagentevalencianaencierrabajoelvagotítulodelaRibera, no había quien ignorase el nombre deBrull y la fuerza política quesignificaba.

Cual si no se hubiera realizado la unidad nacional, y el país siguieradivididoentaifasowaliatoscomocuandoexistíaunreymoroenCarlet,otroenDeniayotroenJátiva,el régimendeeleccionesmanteníaunaespeciedeseñoríoinviolableencadadistrito,yalrecorrerenelgobiernodelaprovinciaelmapapolítico,siemprequesefijabanenAlcira,decíanlomismo.

—Ahíestamosseguros.ContamosconBrull.

Eraunadinastíaqueveníareinandotreintaañossobreeldistrito,cadavezconmayorfuerza.

Elfundadorde lacasasoberanahabíasidoelabuelodeRafael,el ladinodonJaime,quehabíaamasadolafortunadelafamiliaconcincuentaañosdelentaexplotacióndelaignoranciaylamiseria.Comenzódeescribienteenelayuntamiento; después había sido secretario del juzgadomunicipal, pasantedel notario y ayudante en el Registro de la propiedad. No quedó empleomenudo de los que ponen en contacto a la ley con el pobre que él nomonopolizase,ydeestemodo,vendiendolajusticiacomofavoryvaliéndosedelaarbitrariedadolaastuciaparadominaralrebelde,fuehaciendocaminoyapropiándose pedazos de aquel suelo riquísimo que adoraba con ansias deavaro.

Charlatán solemnequea cadamomentohablabadel artículo tantosde laley aplicable al caso, los pobres hortelanos tenían tanta fe en su sabiduríacomomiedoasumalaintención,yacudíanasolicitarsuconsejoentodoslosconflictos,pagándolecomoaunabogado.

Cuandohizounapequeñafortuna,continuóenlasmodestasfuncionesparaconservarensupersonaeserespetosupersticiosoqueinfundealoslabriegostodo el que está en buenas relaciones con la ley, pero en vez de ser un

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pedigüeño,solicitanteeternodelochavodelospobres,sededicóasacarlesdeapuros,prestándolesdineroconlagarantíadelasfuturascosechas.

Dar dinero a préstamo le parecía unamezquindad. Las angustias de loslabradores eran cuandomoría el caballo y había que comprar otro. Por estodonJaimesededicóavendera loshortelanosbestiasde labormásomenosdefectuosasqueleproporcionabanunosgitanosdeValenciayqueélcolocabacon tantos elogios cual si se tratase del caballo del Cid. Nada de venta aplazos.Dineroalcontado;loscaballosnoerandeél—segúnafirmabaconlamano puesta en el pecho—y sus dueños querían cobrarlos en seguida. Loúnicoquepodíahacer,obedeciendoasugrancorazón,débilante lamiseria,erabuscardineroparalacompra,pidiéndoloacualquieramigo.

Caía en la trampa el infeliz labriego impulsado por la necesidad y sellevaba el caballo después de firmar con toda clase de garantías yresponsabilidadeselpréstamodeunacantidadquenohabíavisto,pueseldonJaime,representantedeunserocultoquefacilitabaeldinero, laentregabaalmismodon Jaime, representante del dueño del caballo.Total: que el rústicoadquiría una bestia sin regateo por el duplo de su valor, habiendo ademástomadoapréstamounacantidadconcrecidointerés.Encadanegociodeestos,donJaimedoblabaelcapital.Despuésveníaninevitablementelosapurosdelavíctima; los intereses amontonándose; las nuevas concesiones,más ruinosastodavía,paraamansaradonJaimeyquedieseunmesderespiro.

Todoslosmiércoles,díademercadoenAlciraydegranaglomeracióndehortelanos, la calle donde vivía don Jaime era un jubileo. Se presentaban apedir prórrogas entregando algunas pesetas como donativo gracioso que noinfluía en la rebaja del débito; solicitaban otros un préstamo humildemente,contimidez,comosivinieranarobaralavarientorábula;yloextrañodelcasoera que, segúnnotaban los vecinos, toda aquella gente después de dejar allícuanto tenía,marchabacontenta,con rostrodesatisfacción,comosiacabaradelibrarsedeunpeligro.

Esta era la principal habilidad de don Jaime. La usura sabía presentarlacomounfavor;hablabasiempreennombredelosotros,delosocultosdueñosdel dinero y los caballos, hombres sin entrañas que le apretaban a élhaciéndole responsable de las faltas de los deudores.Aquellos disgustos losmerecíaportenerbuencorazón,pormeterseahacerfavores,ytalconvicciónsabía infundir a sus víctimas el demoniodel hombre, que cuando llegaba elembargoylaapropiacióndelcampoodelacasita,aúndecíanconresignaciónmuchosdelosdespojados:

—Elnotienelaculpa.¿Quéhabíadehacerelpobresileobligaban?Sonlosotros;losotrosquesechupanlasangredelpobre.

Y de estemodo, tranquilamente, el pobre don Jaime adquiría un campo

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aquí,luegootromásallá,despuésunterceroqueuníaalosdos,yalavueltadepocos años formabanunhermosohuerto de naranjos, adquirido conmástrampas y malas artes que dinero efectivo. Así iba agrandando suspropiedades,y siempre risueño, lasgafas sobre la frenteyelestómagocadavezmásvoluminoso, se le veía entre susvíctimas, tuteándolas con fraternalcariño, dándolas palmaditas en la espalda cuando llegaban con nuevaspeticiones y jurando que le haría morir en la calle como un perro aquellamaníadehacerfavores.

Asífueprosperando,sinquelasburlasdelagentedelaciudadlehicieranperderlaconfianzadeaquelrebañoderústicosqueletemíancomoalaLeyycreíanenélcomoenlaProvidencia.

Un préstamo a un mayorazgo derrochador le hizo dueño del caserónseñorial que desde entonces pasó a ser de la familia Brull. Comenzó afrecuentar el trato de los grandes propietarios de la ciudad, que aunquedespreciándole,leabrieronunhuecoentreellosconesainstintivasolidaridaddelamasoneríadeldinero.Paraadquirirmayoresrespetos,sehizodevotodeSan Bernardo, pagó fiestas de iglesia y estuvo siempre al lado del alcalde,fuesequienfuese.ParaélnohuboyaenAlciraotraspersonas,quelasquealllegarlacosecharecogíanmilesdeduros;losdemáseranlacanalla.

Por entonces, emancipadode losbajosoficiosquehabíadesempeñadoydejando los negocios de usura en manos de los que antes le servían deintermediarios,comenzóapreocuparsedelcasamientodesuhijoRamón.Erasu único heredero, una mala cabeza que alteraba con sus genialidades elbienestartranquiloquerodeabaalviejoBrulldescansandodesusrapiñas.

Elpadresentíaunasatisfacciónanimalalverlegrande, fuerte,atrevidoeinsolente,haciéndoserespetarencafésycasinos,másaúnporsuspuñosquepor la especial inmunidad que da el dinero en las pequeñas poblaciones.¡Cualquieraseatreveríaaburlarsedelviejousureroteniendoasuladotalhijo!

Queríasermilitar,perosupadrese indignabacadavezqueelmuchachohacía referencia a lo que llamaba su vocación. ¿Para eso había trabajado élhaciéndose rico? Recordaba la época en que, pobre escribiente, tenía quehalagar a sus superiores y escuchar sus reprimendas humildemente con elespinazodoblado.Noqueríaqueasuúnicohijolollevasendeaquíparaallácomounamáquina.

—¡Mucho dorado!—exclamaba con el desprecio del que no se sienteatraídoporlasexterioridades,—¡muchogalón,peroalfinunesclavo!

Queríaasuhijo libreypoderoso,continuando laconquistade laciudad,completando la grandeza de la familia iniciada por él, apoderándose de laspersonas,comoélsehabíaapoderadodeldinero.

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Seríaabogado;lacarreradeloshombresquegobiernan.Eraunvehementedeseo de antiguo rábula; ver a su vástago entrando con la frente alta en elvedado de la ley donde él se había introducido siempre cautelosamente,expuestoenmuchasocasionesasalirarrastradoconunacadenaalpie.

RamónpasóalgunosañosenValencia,sinquepudierasaltarmásalládelosprolegómenosdelDerecho,porlamalditarazóndequelasclaseseranporlamañana y él tenía que acostarse al amanecer, hora en que se apagan losreverberos que enfocaban su luz sobre la mesa verde. Además tenía en sucuartodelacasadehuéspedesunamagníficaescopeta,regalodesupadre,ylanostalgia de los huertos le hacía pasarmuchas tardes en el tiro del palomo,dondeeramásconocidoqueenlaUniversidad.

Aquelhermosoejemplardebellezavaronil,grande,musculoso,bronceado,conunosojos imperiosos,endurecidosporpobladascejas,habíasidocreadopara laacción,para laactividad;era incapazdeenfocarsuinteligenciaenelestudio.

El viejoBrull, que por avaricia y por prudencia, tenía a su hijo amediaración—como él decía—sólo le enviaba el dinero justo para vivir; perovíctimaasuvezdeaquellasmalasartesconlasqueotrotiempoexplotabaalos labriegos, había de hacer frecuentes viajes aValencia, buscando arregloconciertosusurerosquehacíanpréstamos,alhijoentalescondiciones,quelainsolvenciapodíaconducirlealacárcel.

Hasta Alcira llegaba el rumor de otras hazañas del príncipe, como lellamabadonJaimealverladespreocupaciónconquegastabaeldinero.Enlastertulias de familias amigas se hablaba con escándalo de las calaveradas deRamón;deunariñaporcuestióndejuegoalasalidadeuncasino;deunpadreyunhermano,genteordinaria,deblusa,quejurabanmatarlesinosecasabaconciertamuchachaalaqueacompañabadedíaaltallerydenochealbaile.

ElviejoBrullnoquisotolerarpormástiempolascalaveradasdesuhijoylehizoabandonar losestudios.Noseríaabogado:al finnoeranecesariountítuloparaserpersonaje.Además,sesentíaachacoso;leeradifícilvigilarenpersona los trabajosde sushuertos, ynecesitaba la ayudade aquel hijoqueparecíanacidoparaimponersuautoridadacuantoslerodeaban.

Hacíatiempoquehabíafijadosuatenciónenlahijadeunamigosuyo.Enlacasasenotabalafaltadeunamujer.Suesposahabíamuertopocodespuésderetirarseéldelosnegocios,yelviejoBrullseindignabaanteeldescuidoyfalta de interés de las criadas. Casaría a su Ramón con Bernarda, unamuchachafea,malhumorada,cetrinayenjutadecarnes,queheredaríadesuspadrestreshermososhuertos.Además,llamabalaatenciónporlohacendosayeconómica,conunaparsimoniaensusgastosquerayabaentacañería.

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Ramónobedecióasupadre.Educadoenlosprejuiciosdelariquezarural,creíaqueunapersonadecentenopodíaoponersea launiónconunahembrafeayarisca,siemprequetuviesefortuna.

El suegro y la nuera se entendían perfectamente. Enternecíase el viejoviendoaaquellamujer seriaydepocaspalabras indignarsepor elmás levedespilfarro de las criadas, gritar a los colonos cuando notaba el menordescuidoenloshuertosydiscutirypelearseconloscompradoresdenaranjapor un céntimo de más o menos en la arroba. Aquella nueva hija era elconsuelodesuvejez.

Mientrastantoelpríncipecazabaporlamañanaenlosmontescercanos,ysepasabalatardeenelcafé;peroyanolesatisfacíaelaplausodelosqueseagrupabanentornodelamesadebillar,nivisitabalapartidadelpisosuperior.Buscabalatertuliadelaspersonasserias,eraamigodelalcaldeyhablabadelanecesidaddequetodaslaspersonaspudientesestuviesenunidasparameterenunpuñoalapillería.

—Yalepicalaambición—decíaelviejoalegrementeasunuera.—Déjale,mujer;élseabrirápaso...Asílequierover.

Comenzóporentrarenelayuntamientoyprontoadquiriónotoriedad.Lamenorobjeciónenelconsistorioeraparaélunaofensapersonal;terminabalasdiscusiones en la calle con amenazas y golpes; sumayor gloria era que losenemigossedijeran:

—CuidadoconRamón...Miradqueeseesmuybruto.

Y junto con su acometividad, mostraba para captarse amigos, unaesplendidezqueeraeltormentodesupadre.Hacíafavores,manteníaatodoslosqueporsurepulsiónaltrabajoysumalacabezaerantemibles;dabadineroalosqueservíandeheraldosdesunacientefamaentabernasycafés.

Suascensiónfuerápida.Losviejosqueleprotegíanyguiaban,sevieronpostergados.Alpocotiempofuealcalde;su influencia,encontrandoestrechala ciudad, se esparció por todo el distrito y encontró firmes apoyos en lacapitalde laprovincia.Librabadel serviciomilitaramozossanosy fuertes;cubría las trampas de los ayuntamientos que le eran adictos, aunquemerecieranirapresidio;lograbaquelaguardiacivilnopersiguieraconmuchoenconoa los rodersque,porunescopetazocerteroen tiempodeelecciones,iban fugitivos por losmontes; y en todo el contorno nadie semovía sin lavoluntaddedonRamón,alquelossuyosllamabanconrespetoelquefe.

Supadremurióviéndoleenelapogeodesugloria.Aquellamalacabezarealizaba su sueño: la conquista de la ciudad, el dominio de los hombrescompletando el acaparamiento del dinero. Y también antes de morir vioperpetuada la dinastía de los Brull con el nacimiento de su nieto Rafael,

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producto de los encuentros conyugales instintivos e insípidos de unmatrimonioalquesólouníalacostumbreyeldeseodedominación.

ElviejoBrullmuriócomounsanto.Saliódelavidaayudadoportodoslosúltimossacramentos;noquedóclérigoenlaciudadquenoempujaseenalmacaminodelcielo,connubesdeincensarioenlossolemnesfunerales,yaunquelos pillos, los rebeldes a la influencia del hijo recordaban aquellos días demercadoenloscualeselrebañodeloshuertosveníaadejarseesquilarensudespachoderábula,todalagentesensataqueteníaqueperder,llorólamuertedelhombredignoylaboriosoque,salidodelanada,habíasabidocrearseunafortunaconsutrabajo.

EnelpadredeRafaelaúnquedabamuchodeaquelestudiantónquetantohabíadadoquehablar.Susgustosdelibertinorústicolehacíanperseguiralashortelanas,alasmuchachuelasqueempapelabanlanaranjaenlosalmacenesdeexportación.Perotalesdevaneosquedabanenelsecreto;elmiedoalquefeahogabalamurmuraciónycomoademáscostabanpocodinero,doñaBernardanosedabaporenterada.

No amaba a su marido: tenía el egoísmo de la señora campesina queconsideracumplidostodossusdeberesconserfielalesposoyahorrardinero.

Por una anomalía notable, ella, tan avara, tan guardadora, capaz depalabrotas de plazuela cuando había que defender el dinero de la casa,disputandocon jornalerosocon loscompradoresde lacosechaera toleranteconlosdespilfarrosdelesposoparamantenersusoberaníasobreeldistrito.

Cada elección abría una brecha en la fortuna de la casa. Don Ramónrecibía el encargode sacar triunfante a tal señordesconocido,queapenas sipasabaunpardedíaseneldistrito.EralavoluntaddelosquegobernabanalláenMadrid.Habíaquequedarbien,yentodoslospueblosvolteabancorderosenterossobrelashogueras;corríanaespitarotalostonelesdelastabernas;sedistribuíanpuñadosdepesetasentrelosmásreaciososeperdonabandeudas,todo por cuenta de don Ramón; y su mujer, que vestía hábito para gastarmenosyguisabalacomidacontalestrechezqueapenassidejabanalgoparalos criados, era la más espléndida al llegar la lucha, y poseída de fiebrebelicosa,ayudabaasumaridoaecharlacasaporlaventana.

Eraestouncálculodesuavaricia.Eldineroesparcido locamente,eraunpréstamoquecobraríaconcrecesenundíadeterminado.Yacariciabaconsusojospenetrantes al pequeñínmoreno e inquietoque tenía sobre sus rodillas,viendoenélalprivilegiadoquerecogeríaelresultadodetodoslossacrificiosdelafamilia.

Se había refugiado en la devoción como un oasis fresco y agradable enmedio de su vida monótona y vulgar, y experimentaba una sensación de

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orgullocuandoalgúnsacerdoteamigoladecíaalapuertadelaiglesia:

—CuideustedmuchodedonRamón.Graciasaéllaoladelademagogiasedetieneanteeltemploylosmalosprincipiosnotriunfaneneldistrito.Elesquientieneenunpuñoalosimpíos.

Y cuando tras una declaración como esta que halagaba su amor propio,dándoleciertatranquilidadparadespuésdelamuerte,pasabaporlascallesdeAlcira con su hábito modesto y su mantilla, no muy limpia, saludada conafecto por los vecinosmás importantes, le perdonaba a suRamón todos losdevaneos de que tenía noticia y daba por bien empleados los sacrificios defortuna.

¡Si no fuera por ellos, qué ocurriría en el distrito!... Triunfarían losdescamisados, aquellos menestrales que leían los papeles de Valencia ypredicaban la igualdad. Tal vez se repartirían los huertos y querrían que elproductodelascosechas,inmensapilademilesdedurosquedejabaninglesesy franceses, fuese para todos. Pero para evitar tal cataclismo, allí estaba suRamón, el azotede losmalos, el campeónde labuena causa, que la sacabaadelantedirigiendolaseleccionesescopetaenmano,yasícomosabíaenviarapresidioalosquelemolestabanconsurebeldía,lograbaconservarenlacallea losqueconvariasmuertesensuhistoria,seprestabanaserviralgobiernosostenedordelordenydelosbuenosprincipios.

Bajaba la fortuna de la casa de Brull, pero aumentaba su prestigio. Lastalegasrecogidasporelviejoacostadetantaspicardías,sedesparramabanporel distrito sin que bastasen a reemplazar su hueco algunas distracciones defondos municipales. Don Ramón contemplaba impávido aquel derroche,satisfechodequehablasendesugenerosidadtantocomodesupoder.

Todo el distrito miraba como una bandera sagrada aquel corpachónbronceado, musculoso, que arbolaba en su parte superior unos enormesmostachosenloscualescomenzabanabrillarmuchascanas.

—Don Ramón: debía usted quitarse esos bigotes—le decían los curasamigos con acento de cariñoso reproche.—Parece usted el propio VíctorManuel,elcarcelerodelPapa.

Pero aunque donRamón era un ferviente católico (que casi nunca iba amisa)yodiabaa los impíosverdugosdelSantoPadre,sonreíaacariciándoselosmostachos,muysatisfechoenelfondodeteneralgunasemejanzaconunrey.

El patio de la casa era el solio de su soberanía. Sus partidarios leencontrabanpaseandodeunextremoaotro,porentrelosverdescajonesdelosplátanos, con las manos cruzadas en la espalda anchurosa, fuerte y algoencorvadaporlaedad:unaespaldamajestuosa,capazdesosteneratodossus

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amigos.

Allí administraba justicia, decidía la suerte de las familias, arreglaba lavidadelospueblos; todoconpocasyenérgicaspalabras,comounreymorode losque en aquellamisma tierragobernaban siglos antes a sus súbditos acielodescubierto.En losdíasdemercadose llenabaelpatio.Deteníanse loscarrosante lapuerta, todas las rejasde la calle teníancabalgadurasatadasasushierros,ydentrodelacasasonabaelzumbidodelarústicaaglomeración.

Don Ramón les escuchaba a todos, gravo, cejijunto, con la cabezainclinada, teniendo a su lado al pequeño Rafael, apoyándose en él con unademán copiado de los cromos, donde él había visto a ciertos reyesacariciandoalpríncipeheredero.

LastardesdesesiónenelAyuntamiento,elcaciquenopodíaabandonarsupatio. En la casa municipal no se movía una silla sin su permiso, pero legustabapermanecerinvisiblecomoDios,haciendosentirsuvoluntadoculta.

Toda la tarde sepasaba enun continuo ir yvenir de concejalesdesde lacasadelpuebloalpatiodedonRamón.

Los escasos enemigos que tenía en elmunicipio, gente de oficio—comodecía doñaBernarda—devoradora de papeles contrarios al rey y la religión,atacabanalcacique,censurabansusactos,ytodoelrebañodedonRamónseestremecíadecóleraeimpotencia.¡Habíaquecontestar!Aver:unoquefueseaconsultaralquefe.

Ysalíaunregidorcorriendocomoungalgo,yal llegaralacasaseñorialechando los bofes, sonreía y suspiraba con satisfacción viendo que el quefeestabaallí,paseandocomosiempreporsupatio,dispuestoasacarlesdelapurocomoinagotableProvidencia.«Fulanohabíadichoestoylootro».DeteníaseensuspaseosdonRamón,meditabaunratoyacababadiciendoconfoscavozdeoráculo;«Bueno;puescontestadleaquelloylodemásallá».Elpartidariosalía desbocado como un caballo de carreras; todos sus compañeros seagrupabanansiososparaconocer lasabiaopiniónyseestablecíaunpugilatoentreellos,queriendocadaunoserelencargadodeanonadaralenemigoconlassantaspalabras,hablandotodosalavezcomopájarosquederepentevenlaluzyrompenacantardesaforadamente.

Si el enemigo replicaba, otra vez la estupefacción y el silencio; nuevacorrida en busca de la consulta, y así transcurrían las sesiones con granregocijo del barberoCupido—la peor lengua de la ciudad—el cual, siemprequesereuníaelmunicipio,decíaalosparroquianos:

—Hoyesdíadefiesta:corridadeconcejalesenpelo.

Cuando las exigencias del partido le hacían abandonar la ciudad, era su

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esposa, la enérgica doña Bernarda, la que atendía las consultas, dandorespuestas,enconceptodelpartido,tanacertadasysabiascomolasdelquefe.

Estacolaboraciónenelsostenimientode laautoridadde lafamiliaera loúnicoqueuníaalosesposos.Aquellamujer,faltadeternura,quejamáshabíaexperimentado lamenoremociónensu roceconyugalyseprestabaalamorconlapasividaddeunafieraamansadayfría,enrojecíadeemocióncadavezqueeljefeadmitíacomobuenassusideas.¡Sielladirigieraelpartido!...YaselodecíamuchasvecesdonAndrés,elamigoíntimodesuesposo,unodeesoshombresquenacenparasersegundosentodaspartes,yfielalafamiliahastaelsacrificio,formabaconlosdosespososlasantatrinidaddelareligióndelosBrullesparcidaportodoeldistrito.

Allí donde don Ramón no podía ir, se presentaba don Andrés, como sifuese la propia persona del jefe. En los pueblos le respetaban como vicariosupremodeaqueldiosquetronabaenelpatiodelosplátanos,ylosquenoseatrevíanaaproximarseaésteconsussúplicas,buscabanaaquel solteróndecarácter alegre y familiar que siempre tenía una sonrisa en su cara tostadacubiertadearrugasyuncuentobajosubigotereciotostadoporelcigarro.

NoteníaparientesypasabacasitodoeldíaenlacasadeBrull.Eracomounmueblequeinterceptabaelpasoenlashabitaciones,yacostumbradostodosaél,resultabaindispensableparalafamilia.DonRamónlehabíaconocidoensujuventuddemodestoempleadoenelayuntamiento,yleenganchóbajosubandera, haciéndole al poco tiempo su jefe de estado mayor. Según él, nohabía en elmundopersonademásmala intencióny conmásmemoriapararecordarnombresycaras.Brulleraelcaudilloquedirigíalasbatallas;elotroordenaba los movimientos y remataba a los enemigos cuando estabandivididosydeshechos.DonRamóneradadoaarreglarlotodoconlaviolencia,yalamenorcontrariedadhablabadeecharmanoalaescopeta.Deseguirsusimpulsos, lagentedeaccióndelpartidohubierahechocadadíaunamuerte.DonAndréshablabaconseráficasonrisadeenredarlelaspatasalalcaldeoalelector influyenteque semostraba rebeldey arrojabaunchaparróndepapelsellado sobre el distrito, promoviendo procesos complicados que noterminabannunca.

Despachaba la correspondencia del jefe; tomaba parte en los juegos deRafael, acompañándole a pasear por los huertos y cerca de Bernarda,desempeñabalasfuncionesdeconsejerodeconfianza.

Aquella mujer arisca y severa, únicamente se mostraba expansiva yconfiadacondonAndrés.Cuandoestélallamabasuamaolaseñoramaestra,nopodíaevitarunmovimientodesatisfacción,yconél se lamentabade losdevaneosdelmarido.Eraunafectosemejantealdelasantiguasdamasporelescuderodeconfianza.Elentusiasmoporlagloriadelacasalesuníacontal

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familiaridad, que los enemigos murmuraban, creyendo que doña Bernarda,despechadaporlasinfidelidadesdelcónyuge,seentregabaallugarteniente.YdonAndrés que sonreía con desprecio cuando le acusaban de aprovechar lainfluencia del jefe en pequeños negocios, indignábase si lamaledicencia secebabaensuamistadconlaseñora.

LoquemásíntimamenteuníaalastrespersonaseraelafectoporRafael,aquel pequeño que había de ilustrar el apellido de Brull, realizando lasilusionesdelabueloyelpadre.

Eraunmuchachotranquiloymelancólico,cuyadulzuraparecíamolestarala rígida doñaBernarda. Siempre pegado a sus faldas.Al levantar los ojos,encontrabafijaenellalamiradadelpequeño.

—Andaajugaralpatio—decíalamadre.

Yelpequeñosalía inmediatamente tristey resignado,comoobedeciendounaordenpenosa.

DonAndréseraelúnicoquelealegrabaconsuscuentosysuspaseosporloshuertos,cogiendofloresparaél,fabricándoleflautasdecaña.Elfuequienseencargódeacompañarlealaescuelaydehacerselenguasdesuaficiónalestudio.

Si era serio ymelancólico, es porque iba para sabio, y en el casino delpartidolesdecíaaloscorreligionarios:

Yaveréis loqueesbueno,asíqueRafaelitoseahombre.EsevaaserunCánovas.

Yanteaquellareunióndegentetosca,pasabacomounrelámpagolavisióndeunBrulljefedelgobierno,llenandolaprimeraplanadelosperiódicoscondiscursosdeseiscolumnasyalfinalSecontinuará;ytodosellosnadandoendineroygobernandoasucaprichoEspaña,comoahoramanejabaneldistrito.

Jamás príncipe heredero creció entre el respeto y la adulación que elpequeñoBrull.Enlaescuelalosmuchachoslemirabancomounsersuperiorqueporbondaddescendíaaeducarseentreellos.Unaplanabiengarrapateada;una lección repetida de corrido, bastaban para que el maestro, que era delpartidoparacobrarelsueldosingrandesretrasos,dijeracontonoprofético.

—Sigaustedtanaplicado,señordeBrull.Ustedestádestinadoagrandescosas.

Yen las tertuliasaqueasistíasumadre, lebastaba recitaruna fabulitaolanzar alguna pedantería de niño aplicado que desea introducir en laconversaciónalgodesuslecciones,paraqueinmediatamenteseabalanzasenaéllasseñorascubriéndoledebesos:

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—¡Perocuántosabeesteniño!...¡Quélistoes!

Yalgunaviejaañadíasentenciosamente:

—Bernarda,cuidadelchico;quenoestudietanto.Esoesmalo.¡Miraquéamarillentoestá!...

Terminó sus estudios superiores con los padres escolapios, siendo elprotagonistadelosrepartosdepremios;elprimerpapelentodaslascomediasorganizadasenelteatritodelosfrailes.Elsemanariodelpartidodedicabaunartículo todos los años a los sobresalientes y premios de honor del«aprovechadohijodenuestrodistinguidojefedonRamónBrullesperanzadelapatriaqueyamereceeltítulodefuturalumbrera».

Cuando Rafael volvía a casa con el pecho cargado de medallas y losdiplomasbajoelbrazo,escoltadoporsumadreymediadocenadeseñorasquehabíanasistidoalaceremonia,besabaasupadrelavellosaynervudamano.Aquellagarraleacariciabalacabezaeinstintivamentesehundíaenelbolsillodelchalecoporlacostumbredeagradecerdelmismomodotodaslasaccionesgratas.

—Muybien—murmurabalabroncavoz.—Asímegusta...Tomaunduro.

Yhasta el año siguiente, raravez seveía elmuchachoacariciadopor supadre.Enciertasocasiones, jugandoenelpatio,habíasorprendidolamiradadelimponenteseñorfijaenél,comosiquisieraadivinarelporvenir.

Don Andrés se encargó de su instalación en Valencia al comenzar losestudios en laUniversidad. Se cumpliría el deseo del abuelo abortado en elpadre.

—¡Este sí que será abogado!—decía doña Bernarda poseída del mismoafánqueelviejoporaqueltítuloqueeraelennoblecimientodelafamilia.

Ytemiendoquelacorrupcióndelaciudaddespertaseenelhijolasmismasaficionesdelpadre,enviabaconfrecuenciaadonAndrésalacapitalyescribíacartasymáscartasalosamigosdeValenciayenespecialauncanónigodesuconfianza,paraquenoperdiesedevistaalmuchacho.

Pero Rafael era juicioso; unmodelo de jóvenes serios según decía a sumadre elbuencanónigo.Los sobresalientesypremiosdel colegiodeAlciracontinuabanenValencia,yademás,donRamónysuesposaseenterabanporlosperiódicosdelostriunfosalcanzadosporsuhijoenla«Juventudjurídicoescolar»,unareuniónnocturnaenunauladelaUniversidad,dondelosfuturosabogados se soltaban a hablar discutiendo temas tan originales como si la«RevoluciónFrancesahabíasidobuenaomala»,o«elsocialismo,comparadoconelcristianismo».

Algunosmuchachos terribles, que habían de entrar en casa antes de las

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diez,sopenadearrostrarlaindignacióndelospadres,sedeclarabanrabiosossocialistasyasustabanalosbedeles,maldiciendolapropiedadsinperjuiciodeproponerse—tanprontocomoterminasenlacarrera—conseguirunanotaríaounregistro.PeroRafael,siempremesuradoycorrectonoeradeestos;figurabaen la derecha de la docta asamblea, y en todas las cuestiones sostenía elcriterio sano, pensando con santo Tomás y otros sabios que le señalaba elcanónigoencargadodesudirección.

Estostriunfosnotardabanenserpropaladosporelsemanariodelpartido,que para aumentar la gloria del jefe y que los enemigos no le tachasen deparcialidad,comenzabasiempre:«Segúnleemosenlaprensadelacapital»...

—¡Quémuchacho!—decíanadoñaBernardaloscurasdelapoblación.—¡Quépicodeoro!Yaloveráusted,seráotroManterola.

Yladevotaseñora,cuandoRafaelporfiestasovacacionesvolvíaacasa,cadavezmásalto,conmodalesqueaellaseleantojabanlaquintaesenciadela distinción y vistiendo con arreglo al último figurín, se decía con unasatisfaccióndemadrefea:

—Seráunrealmozo.Todas laschicas ricasde laciudad ledesearán.Nohabrámásqueescoger.

Doña Bernarda sentíase orgullosa al contemplar a su Rafael, alto, lasmanos finas y fuertes, los ojos grandes, aguileña la nariz, la barba rizada yciertagraciaondulanteyperezosaensucuerpoqueledabaelaspectodeunode esos jóvenes árabes de blanco alquicel y ricas babuchas que forman laaristocraciaindígenaenlascoloniasdeAfrica.

Cadavezquevolvíaasucasaelestudiante,erarecibidoporsupadreconlamismacariciamuda.EldurohabíasidoreemplazadoporbilletesdeBanco,pero lagarrapoderosaque seposaba sobre sucabeza, acariciábalecadavezconmayorflojedad;pesabamenos.

Rafael, por sus ausencias, notaba mejor que los demás el estado de supadre. Estaba enfermo, muy enfermo. Erguido como siempre, grave,imponente,hablandoapenas;peroadelgazaba,sehundíanlosfierosojos,sóloquedaba de él el macizo esqueleto, marcábanse en aquel cuello, que antesparecía la cerviz de un toro, los tendones y arterias entre la piel colgante yflácida,ylosarrogantesmostachos,cadavezmásblancos,caíancondesmayocomounabanderarota.

Alestudiante le sorprendióelgestode ira, lamirada fieraempañadaporlágrimasdedespechoconqueacogiólamadresustemores:

—Que se muera cuanto antes... ¡Para lo que hace!... Que el señor nosprotejallevándoselopronto.

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Rafael calló, no queriendo ahondar en el drama conyugal que sedesarrollabajuntoaél,ocultoysilencioso.

Aquel sombrío vividor de insaciables apetitos, entregado a una crápulaobscura y misteriosa, atravesaba el último torbellino de sus tempestuososdeseos. La virilidad, al sentir la cercanía de la vejez, antes de declararsevencida, ardía en él con más fuerza, y el poderoso jefe se abrasaba en elpostrer destello de su animalidad exuberante. Era una puesta de sol queincendiabasuvida.

Siempregraveycongestosombrío,corríaeldistritocomounsátiroloco,sinmásguíaqueeldeseo; susencuentrosbrutales, susabusosdeautoridad,llegabancomounecodolorosoalacasaseñorial,dondesuamigodonAndrésintentabaenvanoconsolaralaesposa.

—¡Peroesehombre!—rugíairacundadoñaBernarda.—Esehombrenosvaaperder;nomiraquecomprometeelporvenirdesuhijo.

Eraunapetitolocoque,ensufuria,seabalanzabasobrelafrutaverde,sinsazonar. Caían anonadadas y temblorosas ante su ardor senil, en lasfrondosidadesdeloshuertos,enlosalmacenesdenaranja,oalanochecer,albordedeuncamino,lasvírgenesapenassalidasdelaniñez,casicalvas,conelpelountadodeaceite, elpecho lisoy losmiembrosenjutos, tristes, conunadelgadezdemuchacho,bajolassuciasfaldasdelamiseria.Porlanochesalíadecasapretextandonecesidadesdelpartidoyleveíanentrarenlosarrabalesbuscando jornaleras de formas desbaratadas por la maternidad, a cuyosmaridosenviabaconantelaciónatrabajarensushuertos.Comprabaadocenaszapatosdemujer;pagabaenlastiendaspañuelosyrefajosquealdíasiguienteeran ostentados en las afueras de la ciudad. Los más entusiastascorreligionarios, sinperder el tradicional respeto, hablaban sonriendode susdebilidades, y señalaban un sinnúmero de arrapiezos del arrabalmorenotes,fuertesyceñudos,comosi fueranuna reproduccióndelquefe.Por lanoche,cuando don Ramón, rendido por la lucha con el insaciable demonio que learañabalasentrañas,roncabadolorosamenteconunestertorquesilbabaensuspulmones y un reguero de baba en los tristes bigotes, doña Bernarda,incorporada en la cama, los flacosbrazos sobre el pecho, lemiraba ceñuda,conunosojosqueparecíanapuñalarleyrogabamentalmente:

—¡Señor!¡Diosmío!¡Quesemueraprontoestehombre!¡Queacabetantoasco!

Y el Dios de doña Bernarda debió oírla, pues su marido marchabarápidamente hacia la muerte, pero como un convencido, sin retroceder nisentirmiedo,impulsadoporaquellallamaqueleconsumía;sinpreocuparsedela pérdida de sus fuerzas y de la tos que sonaba como un trueno lejano,arrastrándosepavorosamenteporlascavernasdesupecho.

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—Cuídese usted, don Ramón,—decían los curas amigos, únicos queosabanaludiralosdesórdenesdesuvida.—Vaustedhaciéndoseviejoyasuedad,vivircomounjoven,esllamaralamuerte.

Sonreíaelcacique,orgullosoenel fondodeque loshombresconocieransushazañas,yvolvíaasumirseensu rabiosahidropesía, sintiendoquecadatragodeplacerlequemabaconnuevosdeseos.

Aúnacaricióasuhijoeldíaquelevioentrarenelpatio,escoltadopordonAndrés,conel títulodeabogado.Leregalósuescopeta,unaverdadera joya,admiradaportodoeldistrito,yunmagníficocaballo.YcomosisóloesperasevercumplidoeldeseodelviejoBrull,queélnosuporealizar,alospocosdíaslanzó su última tos, sonaron quejumbrosamente todas las campanas de laciudad,salióconunaorlanegradeapalmoelsemanariodelpartido,ydetodoel distrito llegó la gente como en procesión, para ver si el cadáver delpoderosodonRamónBrull,quesabíadeteneroacelerarelcursodelajusticiaenlatierra,sepudríalomismoquelosdespojosdelosdemáshombres.

III

CuandodoñaBernarda sevio solaydueñaabsolutade sucasa,nopudoocultarsusatisfacción.

Ahoraseveríadeloqueeracapazunamujer.

ContabaconelconsejoyexperienciadedonAndrés,másunidoaellaquenuncaycon lafiguradeRafael,el jovenabogadosostenedordelnombredelosBrull.

Elprestigiodelafamiliaseguíainalterable.DonAndrés,queconlamuertede su patrón había adquirido en la casa una autoridad de segundo padre, seencargaba demantener las relaciones con las autoridades de la capital y losseñorones de Madrid. En la casa, se atendían lo mismo las peticiones:encontrabanigualacogidalospartidariosfielesysehacíanidénticosfavores,sinquedesmayara la influenciaen los lugaresquedonAndrés llamaba«lasesferasdelaadministraciónpública».

Llegó una elección de diputados, y como siempre, Doña Bernarda sacótriunfante al individuo que le designaron desdeMadrid. Don Ramón habíadejadolamáquinaajustadaymontadaperfectamente;sólofaltabaelengrasepara que siguieramarchando, y allí estaba su viuda, siempre activa, apenasnotabaelmáslevechirridoenlosengranajes.

En el gobierno de la provincia se hablaba del distrito con la misma

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seguridadqueenotrostiempos.

—Esnuestro.ElhijodeBrulltieneigualfuerzaquesupadre.

La verdad era que aRafael no le interesabamucho el partido.Mirábalocomo una de las fincas de la familia cuya legítima posesión nadie le podíadisputar,yselimitabaaobedecerasumadre:—«VecondonAndrésaRiola.Nuestros amigos se alegrarán de verte».Y emprendía el viaje para sufrir eltormentodeunapaellainterminable,enlacuallospartidariosleacongojabanconsuregocijoalborotadoylosobsequiosofrecidosentrelosrústicosdedos.—«Convendríaquedejasesdescansaralcaballounosdías.Envezdepasearveporlastardesalcasino.Loscorreligionariossequejanporquenoteven».Yabandonando aquellos paseos que eran su único placer, se hundía en unambientedenso,cargadodegritosyhumo,dondehabíadecontestaralosmásilustrados del partido que, llenando de ceniza los platillos del café, queríansaberquiénhablabamejor,CastelaroCánovas,yencasodeunaguerraentreFrancia y Alemania, cuál de las dos naciones vencería; asuntos queprovocabandisputasyenfriabanamistades.

La única relación entablada voluntariamente con el partido era cuandocogíalaplumayfabricabaparaelsemanarioalgúnartículosobre«ElDerechoy laMoral», o«LaLibertady laFe», resabiosde estudiante aprovechadoylaborioso; largas tiradasde lugarescomunescon fragmentosde leccionesdeMetafísica,quenadieentendíayexcitabanporlomismolaadmiracióndeloscorreligionarios,loscualesdecíanaDonAndrésguiñandolosojos:

—¡Quéplumita!¿eh?Cualquieradiscuteconél...¡Quéprofundo!...

Cuandosumadrenoleobligabaporlasnochesavisitar lacasadealgúnpudiente, al que convenía tener contento, leía; no ya como en Valencia loslibros que le prestaba el canónigo, sino obras que compraba siguiendo lasindicacionesdelosperiódicos;volúmenesquerespetabasumadreconlasantaveneraciónquelainspirabaelpapelcosidoyencuadernado,sólocomparablealdesprecioquesentíaporlosperiódicos,dedicadoscasitodosellosainsultarlascosassantasyfavorecerlosinstintosdelapillería.

Aquellos años de lectura al azar y sin los escrúpulos y temores deestudiante, abatían sordamente muchas de sus firmes creencias; rompían lahormaquelosamigosdelamadrehabíanmetidoensupensamiento;lehacíansoñarconunavidagrande,delaquenoteníanninoticiaslosquelerodeaban.

Las novelas francesas le trasladaban a aquel París que obscurecía elMadrid apenas conocido en su época del doctorado; los relatos de amoresdespertaban en su cuerpo de joven y virtuoso, sin otros deslices que losvulgares desahogos de la crápula estudiantil, un ardor de aventuras y decomplicadas pasiones en el que latía algo del intenso fuego que había

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consumidoasupadre.

Vivíaenelmundoidealdesuslecturas,rozándoseconmujereselegantes,perfumadas,espirituales,deciertoarteenelrefinamientodesusvicios.

Lashortelanastostadasporelsolqueenloquecíanasupadrecomobrutalafrodisíaco, causábanle lamisma repugnancia que si fuesenmujeres de otraraza; seres de una casta inferior. Las señoritas de la ciudad, parecíanlecampesinasdisfrazadas,conlosmismosinstintosdeegoísmoyeconomíadesus padres, conociendo el precio a que se vendía la naranja, sabiendo elnúmerodehanegadasconquecontabacadaaspiranteasucariño,ajustandoelamoralariquezaycreyendoquelahonradezconsistíaenserimplacablecontodoelquenoseamoldabaasuvidatradicionalymezquina.

Por esto le causabahondo tedio su existenciamonótonay gris, separadapor ancho foso de aquella otra vida puramente imaginativa que le envolvíacomoun perfume exótico y excitante, surgiendo de entre las páginas de loslibros.

Algún día se vería libre, levantaría las alas; y esta liberación había derealizarsecuandoleeligiesendiputado.Deseabasumayoríadeedad,comoelpríncipeherederoansíaelmomentodesercoronadorey.

Desdeniñolehabíanacostumbradoaesperarestesucesoquedividiríasuvida en dos, presentándole nuevos caminos para marchar rectamente a lagloriaylariqueza.

—Cuandominiñoseadiputado—ledecíalamadreensusrarosarrebatosde expansión cariñosa—como es tan guapo, se lo disputarán las chicas y secasaráconunamillonaria.

Y esperando con impaciencia esta edad, iba transcurriendo la vida deRafael,sinalteraciónalguna;unaexistenciadeaspirante,segurodesudestino,que aguarda el paso del tiempo para entrar en la vida. Era como los niñosnoblesdeotrossiglos,que,agraciadosenlacunaporelmonarcaconuntítulodecoronel,aguardabanjugandoaltrompolahoradeiraponersealfrentedesu regimiento. Había nacido diputado y lo sería; ahora esperaba entrebastidores.

Su viaje a Italia, en la peregrinación papal, fue lo único que alteró lamonotoníade su existencia.Guiadopor el canónigo,visitómás iglesiasquemuseos:teatrossóloviodos,aprovechándosedelaflojedadquelasperipeciasdelviajecausabanenelcarácterausterodesuguía.Pasabanindiferentesantelas famosasobrasartísticasde los templosy sedeteníanavenerarcualquierreliquia acreditada por absurdos milagros. Pero aún así pudo ver Rafaelconfusamente y como de pasada, un mundo distinto al de su país, dondefatalmentedebíaarrastrarsesuexistencia.Sintióelrocedelamismavidade

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placerypasiónqueabsorbíaenlos libroscomovinoembriagador;yaunquedelejos,admiróenMilánladoradayaventurerabohemiadeloscantantes;enRoma,elesplendordeunaaristocraciaseñorialyartistaenperpetuarivalidadcon la de París yLondres, y enFlorencia, la elegancia inglesa emigrada enbusca del sol, paseando sus canotiers de paja, las cabelleras de oro de lasmissesysusparloteosdepájaropor los jardinesdondemeditabael sombríopoetayrelatabaBocacciosusalegrescuentosparaalejarelmiedoalapeste.

Aquel viaje, rápido comouna visión cinematográfica, dejando enRafaelunaconfusamarañadenombres,edificios,cuadrosyciudades,sirvióparadarasuspensamientosmásamplitudyligereza,parahacermayoraúnelfosoqueleaislabadentrodesuvidavulgar.

Sentíalanostalgiadeloextraordinario,delooriginal;leagitabaelansiadeaventurasde la juventud,ydueñodeundistritoherederodeun señoríocasifeudal,leíaconelrespetosupersticiosodeunpatán,elnombredeunescritor,deunpintorcualquiera;«genteperdidaquenotienesobrequécaersemuerta»,segúndeclarabasumadre,peroqueélenvidiabaensecreto,imaginándoseunaexistenciallenadeplaceresyaventuras.

¡CuántohubieradadoporserunbohemiocomolosqueencontrabaenloslibrosdeMürger,formandoregocijadabanda;paseandolaalegríadeviviryelfieroamoralarteporesemundoburgués,agitadoporlacalenturadeldineroylasmanías de clases! ¡Talento para escribir cosas hermosas, versos con alascomolospájaros,uncuartitobajolastejas,alláenelbarrioLatino;unaMimipobre pero sentimental, que le amase hablando entre dos besos de cosaselevadasynodelpreciodelanaranjacomoaquellasseñoritasqueleseguíancon ojos tiernos; y a cambio de esto daría la futura diputación y todos loshuertos de su herencia, que aunque gravados por el padre con hipotecas ytrampas,todavíaleproporcionabanunarentadeshonrosaparasusensueñosdebohemio!

Elcontinuocontactoconestasfantasíaslehacíaintolerablesuvidadejefeobligadoaintervenirenlosasuntosdesuspartidarios,yariesgodeenfadarasumadre,huíadelcasino,buscandolasoledaddelcampo.Allísedesarrollabaconmássolturasuimaginación,poblandodeseresfantásticoselcaminoylasarboledas, conversandomuchas veces en voz alta con las heroínas de unosamoresideales,arregladosconformealpatróndelaúltimanovelaleída.

Unatarde,alfinalizarelverano,subíaRafaellapequeñamontañadeSanSalvador,inmediataalaciudad.Legustabacontemplardesdeaquellaalturaelinmenso señorío de la familia. Toda la gente que habitaba la rica llanura—según decía don Andrés describiendo la grandeza del partido—llevaba elapellidodeBrullcomounhierrodeganadería.

Rafael, siguiendo el camino pedregoso de rápidos zigzags, recordaba las

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montañas de Asís que había visitado con su amigo el canónigo, granadmirador del santo de la Umbría. Era un paisaje ascético. Los peñascosazulados o rojos asomando sus cabezas a los lados del camino; pinos ycipreses saliendo de sus hendiduras, extendiendo sobre la yerma tierra susraícestortuosasynegrascomoenormesserpientes;atrechos,blancaspilastrascontejadillo,yenelcentro,ocupandounhueco,azulejosconlossufrimientosdeJesúsenlacalledeAmargura.Loscipresesagitabansupuntiagudogorroverdecomoqueriendoespantarlasblancasmariposasquezumbabansobrelosromeros y las ortigas; los pinos extendían arriba su quitasol, proyectandomanchasdesombrasobreelcaminoardiente,enelcual, la tierraendurecidaporelsol,crujíabajolospies.

Al llegar Rafael a la plazoleta de la ermita, descansó de la ascensión,tendiéndose en el banco demampostería que formaba una granmedia lunaanteelsantuario.

Reinaba allí el silencio de las alturas. Los ruidos de abajo, todos losrumoresdevidaylaborincesantedelainmensallanura,llegabanarrolladosyaplastadosporelviento,cualelsusurrodeunlejanooleaje.Entrelaapretadafiladechumberasqueseextendíadetrásdelbanco,revoloteabanlosinsectos,brillando al sol como botones de oro, llenando el profundo silencio con suzumbido.Unas gallinas—las del ermitaño—picoteaban en un extremo de laplazoleta,cloqueandoymoviendorudamentesusplumas.

Rafaelseabismabaenlacontemplacióndelhermosopanorama.Conrazónle llamaban paraíso sus antiguos dueños, aquellos moros cuyos abuelos,salidosdelosmágicosjardinesdeBagdadyacostumbradosalosesplendoresdeLasmilyunanoches,seextasiaronsinembargoalverporprimeravezlatierravalenciana.

En el inmenso valle, los naranjales como un oleaje aterciopelado; lascercasyvalladosdevegetaciónmenosobscura,cortandolatierracarmesíengeométricasformas;losgruposdepalmerasagitandosussurtidoresdeplumas,como chorros de hojas que quisieran tocar el cielo cayendo después conlánguido desmayo; villas azules y de color de rosa, entre macizos dejardinería; blancas alquerías casi ocultas tras el verde bullón de unbosquecillo;lasaltaschimeneasdelasmáquinasderiego,amarillentascomocirios con la punta chamuscada;Alcira, con sus casas apiñadas en la isla ydesbordándose en la orilla opuesta, toda ella de un color mate de hueso,acribilladadeventanitas,comoroídaporunavirueladenegrosagujeros.Másallá, Carcagente, la ciudad rival envuelta en el cinturón de sus frondososhuertos;porlapartedelmar,lasmontañasangulosas,esquinadas,conaristasque de lejos semejan los fantásticos castillos imaginados por Doré, y en elextremo opuesto los pueblos de la Ribera alta, flotando en los lagos deesmeraldadesushuertos,laslejanasmontañasdeuntonovioleta,yelsolque

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comenzaba a descender como un erizo de oro, resbalando entre las gasasformadasporlaevaporacióndelincesanteriego.

Rafael,incorporándose,veíapordetrásdelaermitatodalaRiberabaja;laextensión de arrozales bajo la inundación artificial; ricas ciudades, Sueca yCullera, asomando su blanco caserío sobre aquellas fecundas lagunas querecordaban los paisajes de la India; más allá la Albufera, el inmenso lagocomounafajadeestañohirviendobajoelsol;Valenciacualunlejanosoplodepolvo, marcándose a ras del suelo sobre la sierra azul y esfumada; y en elfondo,sirviendodelímiteaestaapoteosisdeluzycolor,elMediterráneo;elgolfoazulytemblón,guardadoporelcabodeSanAntonioylasmontañasdeSagunto y Almenara que cortaban el horizonte con sus negras gibas comoenormescetáceos.

MirandoRafael en una hondonada las torres del ruinoso convento de laMurta, casi ocultas entre los pinares, evocaba la tragedia de la reconquista;lamentaba la suerte de aquellos guerreros agricultores cuyos blancosalquiceles aún parecían flotar entre los naranjos, losmágicos árboles de losparaísosdeAsia.

Era un cariño atávico. La herencia mora que llevaba en su caráctermelancólico y soñador, le hacía lamentar—contrariando sus creenciasreligiosas—latristesuertedeloscreadoresdeaqueledén.

Se imaginaba los pequeños reinos de los walís feudatarios; señoríossemejantes al de su familia, sólo que en vez de estar cimentados en lainfluenciayelproceso, se sosteníancon la lanzadeaquellos jinetesqueasílabrabanlatierracomocaracoleabanenjuntasyencuentrosconunaeleganciajamás igualada por caballero alguno. Veía la corte de Valencia con suspoéticosjardinesdeRuzafa,dondelospoetascantabanversosmelancólicosaladecadenciadelmorovalenciano,escuchadosporlashermosas,ocultastraslosaltosrosales.Ydespuéssobreveníalacatástrofe.LlegabancomotorrentedehierroloshombresrudosdelasáridasmontañasdeAragón,empujadosalllano por el hambre; los almogávares desnudos, horribles y fieros, comosalvajes; gente inculta, belicosa e implacable, que se diferenciaba delsarracenono lavándosenunca.Varonescristianosarrastradosa laguerraporsus trampas; los míseros terrenos de su señorío empeñados en manos delisraelita; y con ellos un tropel de jinetes con cascos alados y cimerasespantables de dragón; aventureros que hablaban diversas lenguas, soldadoserrantesenbuscadelarapiñayelsaqueobajolacruz;«lopeordecadacasa»,que apoderándose del inmenso jardín, se instalaban en los palacios, y seconvertían en condes y marqueses para guardar con sus espadas al reyaragonésaquellatierraprivilegiadaquelosvencidosseguiríanfecundandoconsusudor.

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«¡Valencia, Valencia, Valencia! Tus muros son ruinas; tus jardinescementerios,tushijosesclavosdelcristiano»...gemíaelpoetacubriéndoselosojos con el alquicel. Y como banda de fantasmas, encorvados sobre suscaballos pequeños, nerviosos, finos, que parecían volar con las patas rectas,arrojandohumoporlasnarices,Rafaelveíapasaralpueblovalenciano,alosmoros,vencidosydebilitadosporlaabundanciadelsuelo,huyendoaltravésde los jardines, empujados por los invasores brutales e incultos para ir asumirseenlaeternanochedelabarbarieafricana.

Y siguiendo con la imaginación la fuga sin término de los primerosvalencianos que dejaban olvidada y perdida una civilización cuyos últimosvestigios resucitan hoy en las universidades de Fez, Rafael sentía elmismodisgustoquesisetrataradeunadesgraciadesufamiliaosupartido.

Mientrasenaquellasoledadevocabalascosasmuertas,lavidalerodeabaconsuagitación.Eneltejadodelaermitarevoloteabaunanubedegorriones;enlafaldadelamontañapastabaunrebañodeovejasderojizosvellones,lascuales, al encontrar entre los peñascos alguna brizna de hierba, se llamabanconmelancólicobalido.

Rafael oyó voces demujeres que subían por el camino, y tendido comoestabavioaparecer sobreelbordedelbancoe ir remontándosepocoapocodossombrillas;unadesedaroja,brillante,conprimorososbordadoscomolacúpula de afiligranada mezquita, la otra de percal rameado, modesta yrespetuosamenterezagada.

Dosmujeresentraronenlaplazoleta,yalincorporarseRafael,quitándoseel sombrero, la más alta, que parecía la señora, contestó con una leveinclinacióndecabeza,ysedirigióalotroextremo,volviéndolelaespaldaparacontemplarelpaisaje.

LaotrasesentóaalgunadistanciadeRafael,respirandopenosamenteconlafatigadelaascensión.

¿Quiéneseranaquellasmujeres?...Rafaelconocía toda laciudady jamáslashabíavisto.

Laqueestabacercadeél,eraindudablementeunaservidoradelaotra;ladoncella, la acompañante. Vestía de negro, con cierta gracia sencilla, comounadeesassoubrettesfrancesasqueélhabíavistoenlasnovelasilustradas.

Pero el origen campesino, la rudeza nativa, se revelaba en las manoscortas,conlasuñasanchasyaplastadas,yeldorsoafeadoconligerasmanchasamarillas; en los pies gruesos y pesados, a pesar demostrarse cubiertos porunaselegantesbotinasquedelatabanconsufinurahaberpertenecidoantesalaseñora. Era bonita, con la frescura de la juventud. Tenía unos ojos grises,grandes, crédulos, de cordero sencillo y retozón: el pelo lacio, de un rubio

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blanquecino, colgaba en desmayadasmechas sobre la cara tostada y rojiza,sembrada de pecas.Manejaba con torpeza la cerrada sombrilla, y de vez encuandomirabaconansiedadladoblecadenadeoroquedescendíadelcuelloalacintura,comositemieseladesaparicióndeunregalolargamentesolicitado.

Rafael dejó de examinarla para fijarse en su señora. Su vista recorríaaquella nuca rematada por la apretada cabellera rubia, como una cimera deoro; el cuello blanco, redondo, carnoso; la espalda amplia y esbelta, oculta,bajounablusadesedaazul,adelgazandosuslíneasrápidamenteeneltalleyensanchándosedespués,paramarcarelcontornode lascaderasbajo la faldagrisajustadaenarmónicosplieguescomolospañosdeunaestatua,yporcuyoborde asomaban los sólidos tacones de unos zapatos ingleses, encerrando elpiepequeño,ágilyfuerte.

Laseñorallamóasudoncella.Suvozsonora,pastosa,vibrante,lanzóunaspalabras de las que apenas pudo Rafael alcanzar las principales sílabas. Elrumorososilenciodelaalturaparecióplegarlasyconfundirlas;peroeljovenestaba seguro de que no había hablado en español. Era sin duda unaextranjera...

Mostrabaadmiraciónyentusiasmoanteelpanorama;hablabarápidamentea su doméstica, señalándole las principales poblaciones que desde allí veía,citándolas por sus nombres, que era lo único que llegaba claramente a losoídosdeRafael.¿Quiéneraaquellamujernuncavistaquehablabaenidiomaextranjeroyconocíaelpaís?Talvezlaesposadealgúnexportadorfrancésoinglésdelosqueseestablecíanenlaciudadparalacompradelanaranja.Yobligado por el aislamiento y la vulgaridad de su vida a una dolorosacontinencia, devoraba con sus ojos los contornos de aquellamujer, el dorsosoberbio,opulentoyelegantequeparecíadesafiarlaconsuindiferencia.

VioRafael cómocautelosamente salía de su casa el ermitaño, un rústicoquevivíadelaspersonasquevisitabanaquellasalturas.Atraídoporelaspectode la desconocida señora se presentaba a saludarla ofreciéndola agua de lacisternaydescubrirensuhonorlamilagrosavirgen.

Volviose la señora para contestar al ermitaño, y entonces pudocontemplarlaRafaelcontodatranquilidad.Eraalta,muyalta,talvezteníasumismaestatura,peroamortiguadaporcurvasquedelatabanlarobustezunidaalaelegancia.ElpechoopulentoyfirmeysobreélunacabezaquecausóhondaimpresiónenRafael.Leparecíaveratravésdeunanube—delcálidovapordelaemoción—losojosverdes,grandes,luminosos,lanarizgraciosa,dealillaspalpitantesyrosadas,yaquelcabellorubioquecaíasobre la tezblanca,contransparenciasdenácar,surcadadevenasdébilmenteazules.Eraunperfildehermosura moderna, graciosa y picante. Rafael creía encontrar en aquellosrasgoslahuelladeinnumerablesartistas.Lahabíavistoantes.¿Dónde?...no

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lo sabía. Tal vez en los periódicos ilustrados, en los álbums de bellezasartísticas;eraposiblequeenlascajasdefósforosquereproducenlasbeldadesdemoda.Lociertoeraqueanteaquelrostrovistoporprimeravez,sentíaensumemoria la misma impresión que al encontrar una cara amiga tras largaausencia.

El ermitaño, excitado por la esperanza de la propina, llevábalas hacia laermita,acuyapuertaseasomabancuriosassumujerysuhija,deslumbradasporlosenormesbrillantesquecentelleabanenlasorejasdeladesconocida.

—Entre usted, señoreta—decía el rústico.—Le enseñaré la Virgen ¿sabeusted? laVirgendelLluch, la legítima, laquevinoella soladesdeMallorcahasta aquí. Allá en Palma creen tener la verdadera, ¿pero qué han de decirellos?LeshacerabiarlaideadequeNuestraSeñoraprefiereaAlcira,yaquílatenemos, probando que es la verdadera con los portentosos milagros querealiza.

Abría lapuertade lapequeña iglesiafrescaysombríacomounabodega,mostrandoenelfondo,metidaenunaltarbarrocodeoroapagado,lapequeñaimagenconelmantohuecoylacaranegra.

Elbuenhombre,recitabaatodaprisa,comoquienlasabedememoria,lahistoria de la imagen. Era la Virgen del Lluch, la patrona deMallorca. Unermitaño vino huyendo de allá, no se sabía por qué: tal vez por algunasarracina de las de aquella época de guerras y atropellos, y para salvar a laVirgen de profanaciones, se la trajo a Alcira, edificando aquel santuario.Llegaron después los de Mallorca para restituirla a su isla, pero como lacelestial señora les había tomado ley a Alcira y a sus habitantes, volvióvolando sobre elmar sinmojarse los pies, y los baleares, para ocultar estesuceso,labraronunaimagenigual.Todoeracierto,ycomopruebaallíestabaelprimerermitañoenterradoalpiedelaltar,yallílaVirgenconsucaritanegraa consecuencia del sol y la humedad del mar que la ennegrecieron en sumilagrosoviaje.

La señora escuchaba al buen hombre sonriendo ligeramente; su doncellaaguzaba el oído con el miedo de perder alguna palabra de un idiomacomprendidoamedias,ysusojazosdecampesinacrédula,ibandelaimagenal narrador, expresando admiración por tan portentoso milagro. Rafael lashabía seguido dentro de la ermita, y se aproximaba a la desconocida queafectabanoverle.

—Esta es una tradición—se atrevió a decir cuando el rústico acabó surelato.—Yacomprenderáusted,señora,queaquínadieaceptatalescosas.

—Asílocreo—contestógravementelahermosadesconocida.

—Traiciónono,DonRafael—gruñóelermitañocondescontento—asílo

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contabamiabueloytodoslosdesuépoca,yasílocreelagente.Cuandotantosehadicho,poralgoserá.

En la mancha de sol que proyectaba el hueco de la puerta sobre lasbaldosas,semarcólasombradeunamujer.

Eraunahortelanapobrementevestida.Parecíajoven,perosucarapálidayflácida comode papelmarcando los salientes y cavidades de su cráneo, losojos hundidos ymates y lasmechas de cabello sucio que se escapaban porbajoelanudadopañuelo,dábanlaaspectodeenfermedadymiseria.Caminabadescalza, con los zapatos en la mano, balanceándose penosamente, con laspiernasabiertas,comosiexperimentarainmensodoloralponerlasplantasenelsuelo.

El ermitaño la conocía mucho, y mientras la infeliz, jadeante por laascensión, y el dolor de sus pies desnudos, se dejaba caer en un banquillo,contabaélsuhistoriaenpocaspalabrasalaseñorayaRafael.

Estaba muy enferma; una dolencia de la matriz que acababa con ellarápidamente. No creía en los médicos que, según ella, «la engañaban conpalabras»; además repugnaba a su pudor de buena mujer, cristianamenteeducada, prestarse a vergonzosas exhibiciones de los órganos enfermos.Conocíaelúnico remedio: laVirgendelLluchacabaríaporcurarla.Y todaslassemanas,descalza,conloszapatosenlamano,subíalapenosacuesta,ellaqueensuhuertoapenaspodíamoversedelasillaynecesitabaqueelmaridolaarreaseparacuidarlacasa.

El ermitaño se aproximó a la enferma, tomando una pieza de cobre quellevabaenlamano.Queríaunosgozoscomosiempre,¿eh?

—¡Visanteta,unsgochos!—gritóelrústicoasomandoalapuerta.

Y entró en la iglesia su hija, una mocetona morenota y sucia, con ojosafricanos:unabeldadrústicaqueparecíaescapadadeunaduar.

Seacomodóenunbanco,volviendolaespaldaalavirgenconelgestodemalhumordelqueseveobligadoahacertodoslosdíaslamismacosa,yconuna voz bronca, desgarrada, furiosa, que hacía temblar las paredes delsantuario,comenzóunamelopealenta,cantandolahistoriadelaimagenysusportentososmilagros.

Laenferma,arrodilladaanteelaltarsinsoltar loszapatos,mostrandoporentre las faldas las plantas de los pies amoratadas y sangrientas por losarañazosdelaspiedras,repetíaelestribilloalfinaldecadaestrofa,implorandolaproteccióndelaVirgen.

Su voz sonaba débil, triste, como un vagido de niño enfermo. Tenía losmacilentosojosfijosenlaimagenconunaexpresióndolorosadesúplica,yse

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cubríandelágrimasmientraslavozsonabacadavezmástrémulaylejana.

Lahermosadesconocidamostrabaciertaemociónanteelespectáculo.Ladoncellaarrodillándoseysiguiendoconmovimientosdecabezaelsonsonetedel canto, rezaba en un idioma que al fin conoció Rafael; era italiano. Laseñoramirabaalaenfermaconojosdeconmiseración.

—¡Quégrancosaeslafe!—murmuróconsuspirantevoz.

—Sí,señora;unacosahermosa.

YRafael hubiera añadido alguna frase retóricaybrillantede lasmuchasquehabíaleídoenlosautoressanos,sobrelasgrandezasdelafe;peroenvanorebuscóensumemoria;nohabíanada:aquellamujerturbabaprofundamentesutimidezdesolitario.

Terminaronlosgozos.Conlaúltimaestrofadesapareciólacerrilcantante,y la enferma se incorporó trabajosamente, poniéndose en pie tras variastentativasdolorosas.

El ermitaño se acercó a ella con la obsequiosidad de un tendero queensalza los géneros del establecimiento.—¿Iba aquello mejor? ¿Probaba lavisita a laVirgen?... La pobre enferma, cada vezmás pálida, revelando conunamueca de dolor las terribles punzadas que sufría en sus entrañas, no seatrevíaacontestarpormiedoaofendera lamilagrosaseñora.«¡Nosabía!...Sí... realmente debía estarmejor... ¡Pero aquella subida!... Esta promesa nohabía dado tan buen resultado como las anteriores, pero tenía fe: la Virgenseríabuenaparaellaylacuraría».

A la salida de la iglesia, mientras revelaba su esperanza con palabrasentrecortadas,fuetantoeldolor,quecasisetendióenelsuelo.Elermitañolacolocóensusillaycorriódespuésalacisternaparatraerlaunvasodeagua.

Ladoncellaitaliana,conlosojosdesmesuradamenteabiertosporelsusto,quedóantelapobremujerconsolándolaconpalabrassueltasquelearrancabala lástima«¡Povera!¡poverina!... ¡coraggio!»Ylahortelana,enmediodesudesfallecimiento,abría losojosparamirara laextranjera,nocomprendiendolaspalabras,peroadivinandosuternura.

Laseñorasalióalaplazoleta.Parecíahondamenteimpresionadaporaqueldolor. Rafael la seguía fingiéndose distraído, algo avergonzado de suinsistencia, y deseando al mismo tiempo una oportunidad para reanudar laconversación.

Respiróconamplitudlaseñoraalverseenaquelespacioabierto,inmenso,dondelavistaseperdíaenelazuldelhorizonte.

—¡Diosmío!—dijocomosihablaseconellamisma.—¡Quétristezayquéalegríaalmismotiempo!Estoesmuyhermoso.¡Peroesamujer!...¡esapobre

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mujer!

—Haceyaañosquelaveoasí,—dijoRafael,fingiendoconocerlamucho,apesardequehastaentoncesraravezsehabíafijadoenlapobrehortelana.—Todoslosdesuclasesongentemuyespecial.Desprecíanalosmédicos,nolesatienden, y se matan con estas bárbaras devociones, de las que esperan lasalud.

—¡Quién sabe si lo suyo es lomejor!Elmal es invencible, y la cienciapuedecontraéltantocomolafe.Aveces,menosaún...¡Ypensarquereímosygozamosmientraselmalpasapornuestroladorozándonossinservisto!...

A esto no supoRafael qué contestar. ¿Pero quémujer era aquella? ¡Quémodo de expresarse, caballeros! Acostumbrado el pobre muchacho a lasvulgaridades y soseces de las amigas de su madre, y bajo la impresión deaquelencuentroquetanprofundamenteleturbaba,creíaestarenpresenciadeun sabio con faldas, un filósofo venido de allá lejos, de alguna sombríacerveceríaalemana,paraturbarlebajoeldisfrazdelabelleza.

Ladesconocidaquedóensilencio,conlosojosfijosenelhorizonte.Ensuboca,grande,delabiossensualesycarnosos,porentreloscualesasomabaladentadura espléndida y luminosa, parecía apuntar una sonrisa acariciando elpaisaje.

—¡Qué hermoso es esto!—dijo sin volverse hacia su acompañante.—¡Cómodeseabavolveraverlo!

Porfinllegabalaocasiónparahacerlaansiadapregunta:ellamismaselaofrecía.

—¿Es usted de aquí?—preguntó con voz trémula, temiendo que sucuriosidadfueserepelidaporeldesprecio.

—Sí,señor—selimitóacontestarlaseñora.

—Puesesparticular.Nuncalahevistoausted...

—Nadatienedeextraño.Lleguéayer.

—¡Ya decía yo!... Conozco a todas las personas de la ciudad.Me llamoRafael Brull, y soy hijo de don Ramón, que fue muchas veces alcalde deAlcira.

Ya lo había soltado.El pobremuchacho sentía la comezónde revelar sunombre,dedecirquiénera,dehacersonaraquelapellidofamosoeneldistrito,para que su personalidad adquiriera realce ante la desconocida. Influida ellapor el ejemplo, tal vez dijese quién era. Pero la hermosa señora se limitó aacogersudeclaraciónconun¡ah!defríaextrañeza,quenorevelabasiquierasisunombreleeraconocido.Peroalmismotiempo,leenvolvióenunarápida

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miradainvestigadorayburlonaqueparecíadecir:

—Estemuchachotienebuenapresencia,perodebesertonto.

Rafael enrojeció, adivinandoquehabía cometidouna simpleza al revelarsunombresinquenadie se lopreguntara,con lamismaprosopopeyaquesiestuvieraenpresenciadeunrústicodeldistrito.

Se hizo un silencio penoso. Rafael quería salir de esta situación, lemolestaba ver a aquella mujer glacial, indiferente; tratándole con cortesíadesdeñosa, sosteniendo con gran corrección las distancias para evitar lafamiliaridad.Peropuestoyaenlapendiente,seatrevióaseguirpreguntando:

—¿YpiensaustedpermanecermuchotiempoenAlcira?...

Rafael creyóque se hundía el suelo bajo sus pies.Unanuevamiradadeaquellos ojos verdes: pero esta vez fría, amenazadora, algo así como unrelámpagolívido,reflejándoseenelhielo.

—Nosé...—contestóconunalentitudqueparecíasubrayarsudesdén.—Yoacostumbroaabandonarlossitioscuandomefastidioenellos.

Ytrasunanuevapausa,miróaRafaeldefrente,parasaludarleconunfríomovimientodecabeza.

—Buenastardes,caballero.

Rafaelquedóanonadado.Viocómosedirigióalaportaladadelsantuariollamando a la doncella. Cada uno de sus pasos, cada balanceo de lasarrogantes caderas, parecía levantar unobstáculo entre ella yRafael.Laviocómo inclinándose cariñosamente sobre la hortelana enferma, abría unpequeño saco de raso que le presentaba su doncella; y rebuscando entrebrillantes baratijas y bordados pañuelos sacaba la mano llena, brillando laplataentresusdedos.Lavaciósobreeldelantaldelaasombradacampesina,dio algo también al ermitaño, que no manifestaba menos sobresalto, yabriendolasombrillarojaemprendiólamarchaseguidaporladoncella.

Al pasar frente a Rafael, contestó al sombrerazo de éste con unainclinación elegante, casi sin mirarle, y comenzó a bajar la pedregosapendientedelamontaña.

La seguía el joven con la mirada, al través de los pinos y los cipreses,viendoempequeñecerseaquelcuerposoberbiodemujerfuerteysana.

Entornodeélparecíaflotaraúnsuperfume,comosialalejarseledejaraenvueltoenelambientedesuperioridad,deexóticaeleganciaqueemanabadesupersona.

VioRafaelaproximarsealermitaño,ganosodecomunicarsuadmiración.

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—¡Quina señora! decía poniendo los ojos en blanco para expresar suentusiasmo.

Lehabíadadounduro,una rodajablancade lasquehacíamuchosaños,porculpadelapocafe,nosubíanaaquellasalturas.YallíestabaVisanteta,lapobreenferma,sentadaenlapuertadelaermitamirandofijamentesudelantal,como hipnotizada por el brillo del puñado de plata; duros, pesetas dobles ysencillas,monedasdecincuentacéntimos; todoelcontenidodelbolso;hastaunbotóndeoroquedebíaserdealgúnguante.

Rafaelparticipabadelasombro.¿Peroquiéneraaquellamujer?

—¿Yo qué sé?—contestaba el rústico. Y guiándose por las palabrasincomprensibles de la doncella, añadía con gran convicción:—Será algunafransesa...Unafransesarica.

VolvióRafael a seguir con la vista las dos sombrillas que descendían lapendiente como insectos de colores. Disminuían rápidamente. Ya no era lagrandemásqueunpuntorojo:yaseperdíaabajoenlallanuraentrelasverdesmasasdelosprimeroshuertos...yahabíadesaparecido.

Yalquedarsolo,completamentesolo,Rafaelsufrióunagranexplosióndeira. Le parecía odioso aquel lugar donde tan tímido y tan torpe se habíamostrado. Lemolestaba ver aún allí el relampagueo de aquellamirada fría,repeliéndole, evitando la aproximación. Le avergonzaba el recuerdo de susestúpidaspreguntas.

Ysincontestaralsaludodelermitañoysufamilia,se lanzómonteabajocon la esperanzadevolver a encontrarla, no sabíadónde.Rodaban las rojaspiedrasbajo suspies.ElherederodedonRamón, esperanzadeldistrito, ibafurioso;agitabasusmanosconnerviosotemblor,comosiquisieraabofetearse.Y con acento agresivo, como si hablase con su yo que abandonando laenvolturadelcuerpocaminasedelantedeél,gritaba:

—¡Imbécil!...¡estúpido!...¡¡Provinciano!!

IV

Doña Bernarda no llegó a sospechar el motivo por el cual su hijo selevantó al día siguiente pálido y ojeroso como quien ha pasado una malanoche.Tampocosusamigospolíticosadivinaronpor la tarde la razónpor laqueRafael, haciendobuen tiempo, fuese a encerrarse en la atmósfera densadelCasino.

Losmásbulliciososcorreligionarios lerodearonparahablarunavezmás

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de lagrannoticiaquehacíauna semana traía revuelto al partido. Iban a serdisueltaslasCortes;losdiariosnohablabandeotracosa.Dentrodedosotresmeses, antes de finalizar el año, nuevas elecciones, y con ellas el triunforuidosoyunánimedelacandidaturadeRafael.

Don Andrés y los más graves de sus adeptos, andaban preocupadosrecordando fechas y haciendo cuentas con los dedos, como cortesanos queformansuscálculosenvísperasdeladeclaracióndemayoredaddelpríncipe.

ElíntimoamigoylugartenientedelacasadeBrull,eraelmásenterado.Silaseleccionesseverificabanenlafechaindicadaporlosperiódicos,aRafaelle faltarían unos cuantos meses, cinco o seis, para cumplir los veinticincoaños.PeroélhabíaescritoaMadridconsultandoalospersonajesdelpartido;el ministro de la Gobernación se mostraba conforme, había precedentes, yaunqueaRafaellefaltaseelrequisitodelaedad,eldistritoseríaparaél.YanoenviaríandeMadridmáscuneros.Seacabaronlosseñoronesdesconocidos.Ytodalagreybrullesca,sepreparabaparalaluchaconelentusiasmoruidosodelquesabequeeltriunfoestáaseguradodeantemano.

Todas estas manifestaciones dejaban frío a Rafael. El, que tanto habíadeseado la llegada de las elecciones para verse libre, allá en Madrid,permanecíainsensibleaquellatardecomosisetrataradelasuertedeotro.

Miraba con impaciencia lamesa de tresillo donde donAndrés con otrostres prohombres jugaba su diaria partida, y esperaba el momento en quevinieracualdecostumbreasentarse juntoaél,paraque lecontemplasenensusfuncionesdeRegente,cobijandobajosuautoridadysabiduríademaestroalpríncipeheredero.

Bienmediadalatarde,cuandoelsalóndelcasinoestabamenosconcurrido,laatmósferamásdespejada,ylasbolasdemarfilquietassobreelpañoverde,don Andrés dio por terminada la partida, aproximándose a su discípulo,rodeadocomosiempreporlospartidariosmáspegajososyaduladores.

RafaelfingíaescucharlesmientraspreparabamentalmentelapreguntaquedesdeeldíaanteriordeseabahaceradonAndrés.

Porfinsedecidió:

—Usted que conoce a todo elmundo. ¿Quién es una señoramuy guapaquepareceextranjerayqueencontréayerenlamontañitadeSanSalvador?

Comenzó a reír el viejo, echando atrás la silla para que su vientreestremecidoporlaruidosacarcajada,nochocaseconelbordedelamesa.

—¿También tú la has visto?—dijo entre los estertores de su risa.—Puesseñor,¡queciudadesta!Llegóanteayer,ytodoslahanvistoya,ynohablandeotracosa.Túereselúnicoquefaltabaapreguntarme...¡Jo!¡jo!¡jo!¡Peroqué

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ciudadesta!

Después, extinguida su risa, que asombraba a Rafael, continuó mástranquilo:

—Puesesaseñoraextranjera,comotúdices,esdeaquí,yhanacidoenlamismacallequetú.¿NoconocesadoñaPepa,ladelmédico,comolallaman;unaseñorapequeñaque tieneunhuerto juntoal ríoyviveenunacasaazulqueseinundasiemprequesubeelJúcar?Eradueñadelacasaquetenéisunpocomásarribadelavuestra,yselavendióatupadre;laúnicacompraquehizodonRamón,¿noteacuerdas?

Sí, creía conocerla. Poniendo en tensión su memoria salía de los másremotosrinconesunaseñoravieja,arrugada,conlaespaldaalgocurva,yunacaradesimplezaybondad.Laveíaconelrosarioalpuño,lasilladetijeraalbrazoylamantillasobrelosojos,comocuandopasabaporfrenteasupuertasaludando a sumadre, la cual decía con aire protector:—Esa doña Pepa esmuybuena;unalmadeDios...Laúnicapersonadecentedesufamilia.

—Sí;séquienes;laconozco,—dijoRafael.

—Puesesaseñoraextranjera—continuódonAndrés—essobrinadedoñaPepa.Lahijadesuhermanoelmédico,unamuchachaquehastaahorahaidopor el mundo cantando óperas. Tú no te acordarás del doctorMoreno, quetantodioquehablarensustiempos...

¡Vaya si se acordaba! No necesitó poner en tortura su memoria. Aquelnombreaúnseconservabafrescoentrelosrecuerdosdelaniñez.Representabamuchas noches de sueño alterado por el miedo; de súbitas alarmas en lascualesocultababajo las sábanas la cabeza temblorosa;deamenazas, cuandonegándoseadormirporqueleacostabantemprano,sumadreledecíaconvozimperiosa:

—Sinocallasyduermes,llamaréaldoctorMoreno.

¡Terribleysombríopersonaje!Rafaelrecordabacomosilashubieravistoal entrar en el casino, aquellas barbas enormes, negras y rizosas; los ojosgrandesyardientes,mirandosiempreconexaltación,yelcuerpoalto,conunagrandeza que aún parecía mayor al joven Brull, evocándola desde losrecuerdosde su infancia.Tal vez eraunabuenapersona; así lo creíaRafaelcuandopensabaenaquellejanoperíododesuvida;peroaúnteníapresenteelsusto que experimentó siendo niño, al encontrar en una calleja al terribledoctor, que le miró con sus ojos de brasa acariciándole las mejillasbondadosamente, con unamano que al arrapiezo le pareció de fuego.Huyódespavorido, como huían casi todos los chicuelos cuando les acariciaba eldoctor.

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¡Quéhorriblefamalasuya!Loscurasdelapoblaciónhablabandeélconterriblesaspavientos.Eraunimpío,unexcomulgado.Nadiesabíaciertamentequéaltaautoridadhabía lanzadosobreél laexcomunión;peroera indudablequeestabafueradelgremiodelaspersonasdecentesycristianas.Bastabaparaestosaberquetodoelgranerodesucasaloteníallenodelibrosmisteriosos,enidiomasextranjeros,todosconteniendohorriblesdoctrinascontralassanascreenciasenDiosyenlaautoridaddesusrepresentantes.EradefensordeuntalDarwin,quesosteníaqueelhombreesparientedelmono,loqueregocijabaalaindignadadoñaBernarda,haciéndolarepetirtodosloschistesqueacostadeestalocurasoltabansusamigosloscuraslosdomingosenelpúlpito.Ylopeor era que con tales brujerías, no había enfermedad que se resistiera aldoctorMoreno.Hacía prodigios en los arrabales, entre la toscagente de loshuertosque leadorabacon tantoafectocomotemor.Devolvía lasaluda losque habían declarado incurables los viejosmédicos de larga levita y bastónconpuñodeoro,venerablessabios,máscreyentesenDiosqueenlaciencia,según decía en su elogio la madre de Rafael. Aquel exaltado se valía denuevos medicamentos, de sistemas originales, aprendidos en las revistas ylibracos que recibía de muy lejos. A los enemigos les desconcertaba en sumurmuración la manía del doctor por curar gratuitamente a los pobres,añadiendomuchasvecesunalimosna;eindignábaleslatestarudezconquesenegabaotrasmuchasaasistiralaspersonasacaudaladasydesanosprincipiosquehabíantenidoquesolicitarelpermisodesuconfesorparaponerseentalesmanos.

—¡Pillo!¡Hereje!...¡Descamisado!...—exclamabadoñaBernarda.

Perolodecíaenvozmuybajayconciertomiedo,puesaquellostiemposeranmalospara la casadeBrull.Rafael recordabaque supadremostrábaseporentoncesmássombríoquenunca,yapenassalíadelpatio.

Ano ser por el respeto que inspiraban sus garras vellosas y el entrecejotempestuoso, se lo hubieran comido. Mandaban los otros... todos menos lacasadeBrull.

Lamonarquíaselahabíallevadolamalatrampa;legislabanenMadridloshombres de la revolución de Septiembre. Los industrialillos de la ciudad,rebeldes siempre a la soberanía de donRamón, tenían fusiles en lasmanos,formabanunamilicia,yerancapacesdeplantarunbalazoalosqueantesleshabíantenidobajoelpie.SedabanenlascallesvivasalaRepública,faltabapocoparaqueseencendieranciriosantelaestampadeCastelar;yentreestetorbellino de discursos, aclamaciones, Marsellesa a todas horas y percalinatricolor,destacábaseelfanáticomédico,predicandoenlasplazas,hablandoenlas erasde lospueblosvecinos, explicando losDerechosdelHombre en lasveladas nocturnas del casino republicano de la ciudad; entusiasta hasta ellirismo, repetía con diversas palabras lasmismas odas oratorias del tribuno

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portentosoqueenaquellaépocacorríaEspañadeunapuntaaotra,haciendocomulgaralpuebloenlademocraciaalsondesusestrofas,quesacabandelatumbatodaslasgrandezasdelahistoria.

LamadredeRafael,cerrandopuertasybalcones,miraba irritadaalcielocadavezquelamasapopular,alavueltadeunmeeting,pasabaporsucalleconbanderasal frente,paradetenerseunpocomásallá,ante laviviendadeldoctor, al que aclamaba con entusiasmo.—«¿Hasta cuándo iba a consentirDiosquelaspersonashonradassufriesen?»Yaunquenadielainsultabanilapedíaunalfiler,hablabadelanecesidaddetrasladarseaotropunto.Aquellasgentespedían laRepública, erande laRepartidora, comoelladecía; alpasoquemarchabanlascosas,notardaríanentriunfar,yentoncesvendríaelsaqueodelacasa;talvezeldegüellodeellaysuhijo.

—¡Déjalos,mujer!—decíael caídocaciqueconburlona sonrisa—Nosontanmalos como crees.Que sigan cantando suMarsellesa y dando vivas, yaque con tan poco se contentan. Este tiempo, otro traerá. Los carlistas seencargarándehacertriunfaralosnuestros.

Para el padre de Rafael, el doctor era un buen hombre. «Un excelentechico, al que los libros habían trastornado». Le conocíamucho; habían idojuntos a la escuela, y jamás quiso unirse al coro de maldiciones contraMoreno.Loúnicoquepareciómolestarle,fuequearaízdelaproclamacióndela República, los entusiastas del doctor quisieran enviarle diputado a laConstituyentedel73. ¡Diputadoaquel loco,cuandoél,elamigoyagentedetantosministrosmoderados,nohabíaosadonuncapensar enel cargopor elrespetocasisupersticiosoqueleinspiraba!¡Aquelloeraelfindelmundo!...

Peroeldoctorseopusoatalesdeseos.SiibaaMadrid,¿quéseríadeltristerebañoqueencontrabaenélsaludyprotección?Además,éleraunsedentario.Se sentía ligado a aquella vida de estudio y soledad, en la que cumplía susgustossinobstáculoalguno.Susconviccioneslearrastrabanamezclarseentrela masa, a hablar en los lugares públicos, provocando tempestades deentusiasmo;perosenegabaatomarparteenlasorganizacionesdepartido,ydespuésdeunareuniónpública,pasabadíasydíasencerradoencasaentresuslibrosyrevistas,sinmáscompañíaqueladesuhermana,dócildevotaqueleadoraba,aunquelamentandosuirreligiosidad,y ladesuhija,unaniñarubiaque Rafael recordaba apenas, pues la antipatía que inspiraba el padre a lasprincipalesfamilias,obligabaalapequeñaaunforzosoaislamiento.

Eldoctorteníaunapasión:lamúsica.Todosadmirabansuhabilidad.¿Quéno sabría aquel hombre? Según doña Bernarda y sus amigas, aquel talentoportentosoeraadquiridoconmalasartes, frutodesu impiedad.Peroestonoimpedía quepor las noches, cuandohacía sonar el violoncello, acompañadopor ciertos amigotes deValencia que venían a pasar con él algunos días,—

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todos gente greñuda y estrambótica, que hablaban un lenguaje raro ynombrabanauntalBeethovencontantauncióncomosifueseSanBernardo,el patrón de Alcira,—la gente se agolpase en la calle, siseando para quecaminasen más quedo los que poco a poco se aproximaban, y abríansecautelosamente balcones y ventanas ante los prodigios del endemoniadodoctor.

—Sí, don Andrés—dijo Rafael;—recuerdo perfectamente al doctorMoreno.

Elmiedoquelehabíainspiradoenlaniñez,ylasdiabólicasmelodíasqueporlanochellegabanhastasucamita,estabanaúnfrescosensumemoria.

—Pues bien—continuó el viejo;—esa señora es la hija del doctor. ¡Quéhombreaquel!¡Cómonoshacíarabiaratupadreyamíenel73!Ahoraquetodo aquello está tan lejos, te digoque era unbuen sujeto.Algo sorbidodesesos por la lectura, como Don Quijote; chiflado completamente por lamúsica.Teníacosasgraciosísimas.Secasóconunahortelanamuyguapa,peropobre.Decíaqueelcasamientoera...paraperpetuarlaespecie:éstaseransuspalabras;paraecharalmundogente fuerteysana.Poresto lodemenoserapreocuparse de la posición de la esposa, sino de su caudal de salud.Así sebuscóélaquellaTeresa,fuertecomouncastilloyfrescacomounamanzana.Pero de poco le valió a la pobre. Tuvo la niña, y a consecuencia del partomurió a los pocos días, sin que sirvieran de nada los estudios y losdesesperadosesfuerzosdelmarido.Nollegaronavivirjuntosunaño.

LoscompañerosdeRafaelescuchabancontantaatencióncomoéste.Lesagitaba lamalsanacuriosidadde laspequeñaspoblacionesdondeelahondardelavidaajenaeselmásvivodelosplaceres.

—Y ahora viene lo bueno—continuó don Andrés,—El loco del doctorteníadossantos:CastelaryBeethoven,cuyosretratos figurabanen todas lashabitaciones de su casa, hasta en el granero. Ese Beethoven (por si no losabéis),esunitalianooinglés,nolosécierto,deesosquesesacanlamúsicadelacabezaparaquelatoquenenlosteatrososediviertanasolasloslocoscomoMoreno.Altenerunahija,anduvopreocupadoconelnombrequehabíade ponerla. Quería llamarla Emilia para hacer así un homenaje a su ídoloCastelar; pero le gustaba más Leonora, (¡fijáos bien! no digo Leonor),Leonora, que según nos dijo él, era el título de la única función escrita porBeethoven,unaóperaqueleíaélaratosperdidos,comoyoleoelperiódico.Elrecuerdodelextranjeropudomás,yenvióasuhermanaalaiglesiaconunascuantasvecinaspobresabautizar laniña, conel encargodeque lepusieranpor nombreLeonora. Figuráos qué contestaría el cura después de buscar envanoenelsantoral.Yoestabaentoncesenlasoficinasdelayuntamientoytuveque intervenir. Era antes de la Revolución; mandaba González Bravo; los

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buenostiempos;porpocoquealzaseelgallounenemigodelordenylassanascreencias, iba en cuerda camino de Fernando Póo. Y sin embargo, ¡flojazambra armó aquel hombre! se plantó en la iglesia, donde no había entradonunca, empeñadoenquebautizasena lapequeñaa sugusto.Despuésquisollevársela sinbautizar,diciendoque le tenía sincuidadoeste requisitoyquesólo locumplíapordargustoa suhermana.En ladisputa llamabacongranretintínaloscurasyacólitosreunidosenlasacristía,cuadrilladebramantes...

—Lesllamaríabrahamantes—interrumpióRafael.

—Sí,esoes:ytambiénbonzos;así,porchunga;deestomeacuerdobien.Porfin,dejóqueelcuralabautizaseconelnombredeLeonor.Perocomosinada. Al marcharse le dijo al párroco:—«Será Leonora por razones que leplacen al padre y que no comprendería usted aunque yo se las explicase».¡Quétremolinaaquella!Tuvimosqueintervenirtupadreyyoparaamansaralos buenos curas: querían formarle un proceso por sacrilegio, ultrajes a lareligión y qué se yo cuántas cosasmás.Nos dio lástima. ¡Ay, hijomío! enaqueltiempounacausaasíeramásdecuidadoquehacerunamuerte.

—¿Ycómohaseguidollamándose?—preguntóunamigodeRafael.

—Leonora,comoqueríasupadre.Esamuchachasalióidénticaaldoctor;tanchifladacomoél:sumismocarácter.Nolahevistoaún;dicenqueesmuyguapa;separeceráasumadre,queeraunarubia,lamásbuenamozadeestoscontornos. Cuando el doctor vistió a su mujer de señora, no era gran cosacomofinura,peronosdejóasombradosatodos...

—YMoreno ¿qué se hizo?—preguntó otro.—¿Es verdad, como se dijohaceaños,quesehabíapegadountiro?

—Sobre eso se cuentanmuchas cosas; tal vez sea todomentira. ¡Quiénsabe!¡semarchótanlejos!...CuandoalcaerlaRepúblicavolvióeltiempodelas personas decentes, el pobre Moreno se puso peor aún que al morir suTeresa.Vivía encerrado en su casa. Tu padre era respetadomás que nunca;mandábamosqueeraungusto.DonAntonio,desdeMadrid,dabaordenalosgobernadoresdequeabriesenlamano,dejándonosencompletalibertadparabarrer loquequedabade larevolución,y losqueantesaclamabanaldoctor,huíandeélparaquenosotrosnolestomásemosentreojos.Algunatardesalíaa pasear por las afueras; iba al huerto de su hermana, junto al río, llevandosiemprealladoaLeonora,queyateníaunosonceaños.Enellaconcentrabatodosuafecto...¡Pobredoctor!YaestabanlejosaquellostiemposenquetodasubandadeamigotesseagarrabaatirosconlatropaenlascallesdeAlcira,dandovivas a laFederal...Su soledady la tristezade laderrota, lehicieronentregarsemásquenuncaalamúsica.Sóloteníaunaalegríaenmediodeladesesperaciónquelecausabaelfracasodesusperversasideas.Leonoraamabalamúsicatantocomoél.Aprendíarápidamentesuslecciones;acompañabaal

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piano el violoncello del papá, y así se pasaban los días toca que toca,revolviendo todoel inmensomontónde solfasqueguardabanenelgranero,juntoconloslibrosmalditos.Además,lapequeñamostrabacadadíaunavozmás hermosa y sonora. «Será una artista, una gran artista», decía el padreentusiasmado. Y cuando algún arrendatario de sus tierras o uno de susprotegidos entraba en la casa y permanecía embobado ante la chicuela, quecantaba comoun ángel, decía el doctor con entusiasmo:«¿Quéosparece laseñorita?...AlgúndíaestaránorgullososenAlciradequehayanacidoaquí».

Se detuvo don Andrés para coordinar sus recuerdos y añadió tras largapausa:

—La verdad es que no puedo deciros más. En aquella época, como yamandábamos,apenassimetratabaconeldoctor.Leperdimosdevista;nolehacíamoscaso.Lamusiquillaoídaalpasarfrenteasucasa,eraloúnicoquenosletraíaalamemoria.Supimosundía,porsuhermanadoñaPepa,quesehabía ido con la niña, lejos,muy lejos, a aquella ciudad donde estuviste tú,Rafael:aMilán,que,segúnmehancontado,eselmercadodetodos losquecantan. Quería que su Leonora fuese una gran tiple. Ya no le vimos más.¡Pobrehombre!...Lacosadebiómarcharbien.Cadaañoescribíaasuhermanaparaquevendieseuncampo,yenunoscuantosvoló todalafortunitaqueeldoctorhabíaheredadodesuspadres.LapobredoñaPepa,siempretanbuena,hasta vendió la casa que era de los dos hermanos, para enviarle el últimodineroysetrasladóalhuerto,desdedondevieneconunsolhorribleamisayalas Cuarenta horas. Después... después ya no he sabido nada cierto. ¡Dicentantas mentiras! Unos, que el pobre Moreno se pegó un tiro al verseabandonadoporsuhija,queyacantabaenlosteatros;otrosquemurióenunhospitalsolocomounperro.Loúnicociertoesquemurióelinfelizyquesuhijasehadadolagranvidaporesosmundos.Sehadivertidolamaldita.¡Quémododecorrerla!...Hastacuentanquesehaacostadoconreyes.Ydedineronodigamos.¡Quémododeganarloydetirarlo,hijosmíos!EstoquienlosabeeselbarberoCupido.Comosecreeartistaporquetocalaguitarra,yademás,figuraentre losde lacáscaraamargay le teníagransimpatíaalpadre,eselúnico de la ciudad que ha seguido leyendo en los papeles todas las idas yvenidasdeesamujer.Dicequenocantaconsuapellido.Gastaotronombremás sonoro y raro, un apellido extranjero. Como es tan métomeentodo eseCupidoyensubarberíasesabenlascosasalminuto,ayermismoestuvoenlaalqueríadedoñaPepaasaludaralaeminenteartista,comoéldice.Cuentaqueno acaba.Maletas por todos los rincones,mundos que pueden contener unacasa; de trajes de seda... ¡lamar!; sombreros, no sé cuantos; estuches sobretodaslasmesascondiamantesquequitanlavista;ytodavíalamalditaencargóaCupidoqueavisaraaljefedeestaciónparaqueenvíe,asíquellegue,loquefaltaporvenir;elequipajegordo,unsinnúmerodebultosquellegandemuylejos,delotrorincóndelmundo,ycuestanuncapitalporsutraslado...¡Y,eche

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usted!...¡Claro!¡Paraloquelecuestadeganar!

Guiñabalosojosmaliciosamenteyreíacomounfaunoviejo,dándoleconelcodoaRafael,queleescuchabaabsorto.

—¿Pero sequedaaquí?—preguntó el joven.—¿Acostumbradaa correr elmundo,legustaesterincón?

—Nadasesabedeeso—contestódonAndrés;—nielmismoCupidopudoaveriguarlo.Estaráhastaquesecanse.Yparaaburrirsemenossehatraídolacasaencimacomoelcaracol.

—Puesesfácilqueseaburrapronto—dijounamigodeRafael.—¡Sicreequeaquílavanaadmirarymimarcomoenelextranjero!...¡LahijadeldoctorMoreno! ¡del médico descamisado, como le llama mi padre! ¿Han vistoustedesquépersonajes?...Yluego,¡conunahistoria!Anochesehablabadesullegada en todas las casas decentes y no hubo señor que no prometieseabstenersedetodotratoconella.SicreequeAlciraescomoesastierrasdondesebailaelcancanynohayvergüenza,sellevachasco.

DonAndréssereíaconunaexpresióndeperroviejo.

—Sí; ¡hijosmíos! se llevachasco.Aquíhaymuchamoral,y sobre todo,muchomiedoalescándalo.Seremostanpecadorescomoenotraparte,peronoqueremosquenadieseentere.Me temoqueesaLeonorasepase lavidasinmássociedadqueladesutía,quees tonta,y ladeunacriadafranchutaquedicen ha traído...Aunque ella ya se lo recela. ¿Sabéis lo que le dijo ayer aCupido? Que venía aquí únicamente por el deseo de vivir sola, de no vergente,ycuandoelbarberolehablódelseñoríodeAlcira,hizoungestoburlóncomosisetrataradegentedespreciabledepocomásomenos.Estoesloquemás se comentaba anoche por las señoras. ¡Ya se ve: acostumbrada a ser laqueridadegrandespersonajes!...

PorlaarrugadafrentededonAndréspareciópasarunaideaprovocandosurisa.

—¿Sabes lo que pienso, Rafael? Que tú que eres joven y guapo, y hasestadoenaquellospaíses,podíasdedicarteaconquistarla, aunquesólo fuerapor bajarle un poco los humos y demostrar que aquí también hay personas.Dicenqueesmuyguapay¡quédemonio!lacosanoserádifícil.¡Cuandosepaquiéneres!...

Dijoestoelviejoconlacertidumbredelaadulación,convencidodequeelprestigiodesupríncipeeratal,queforzosamentehabíadeturbaratodamujer.Pero a Rafael, estas palabras, después de la escena de la tarde anterior, leparecíanunacrueldad.

DonAndrés se puso serio de repente, como si ante sus ojos pasase una

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pavorosavisiónyañadiócontonorespetuoso:

—Perono:fuerabromas.Nohagascasodeloquedigo.Tumadresufriríaungrandisgusto.

ElnombrededoñaBernarda, representaciónde la temiblevirtud,alcaerenmediodelaconversaciónpusoseriosatodoslosdelcorro.

—Loquemásextraño—dijoRafaelquedeseabadesviarlaconversación—esquetodosseacuerdenahoradelahijadeldoctor.Hanpasadoañosymásaños,sinquenadiepronunciasesunombre.

—Estassoncosasdeaquí—contestóelviejo.—Losdevuestraedadnolahabíais visto, y vuestros padres, que conocieron al doctor y a su hija, hantenido siempre buen cuidado de no sacar a conversación a esa mujer, que,comodicetumadreesladeshonradeAlcira.Devezencuandosesabíaalgo;una noticia queCupido pescaba en los periódicos y propagaba por ahí; unarevelacióndelatontadoñaPepa,quecontabaaloscuriososlasgloriasdesusobrinaenelextranjero;muchasmentirasqueseinventabannosesabedóndeniporquien.Todoestoquedabaocultocomoelfuegobajolaceniza.SiaesamuchachanoselehubieraocurridovolveraAlcira...nada.Perohavenido,yde pronto todos hablan de ella, y resulta que saben o creen saber su vida,desembuchando las noticias demuchos años. ¿Queréis creerme, hijosmíos?Yo la he considerado siempre una pájara de cuenta, pero aquí se mientemucho...mucho;selelevantaunmaltestimonioalmismoverbodivino;ynoserá tanto como dicen... ¡Si fuese uno a hacer caso! ¿No era el pobre donRamónelmásgrandehombredeestatierra?¿Yquécosasnodecíandeél?...

Ya no se habló más de la hija del doctor Moreno. Rafael sabía cuantodeseaba.Aquellamujerhabíanacidoacortadistanciadedondeélnació;susinfancias habían transcurrido casi juntas y, sin embargo, en el primerencuentro de su vida, se habían sentido separados por la frialdad de lodesconocido.

Esta separaciónseríacadavezmayor.Ella seburlabade laciudad,vivíafueradesuinfluencia,enplenocampo,despreciándola,y laciudadnoiríaaella.

¿Cómo aproximarse?... Rafael estuvo tentado aquella misma tarde,paseandosinrumboporlascallesdebuscarensutiendaalbarberoCupido.ElalegrebohemioeraelúnicodeAlciraqueentrabaensucasa.Perolodetuvoelmiedoasulenguamurmuradora.

A su respetabilidad de hombre de partido le repugnaba entrar en aquellabarberíaempapeladaconláminasdeElMotínypresididaporelretratodePíyMargall. ¿Cómo justificaría su presencia allí, donde jamás había entrado?¿CómoexplicaraCupidosuinterésporaquellamujer,sinexponerseaqueen

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lamismanochelosupieratodalaciudad?

Pasó por dos veces frente a los rayados cristales de la barbería, sinatreverse a poner la mano en el picaporte, y acabó por salir al campo,siguiendolaorilladelrío,lentamente,conlavistafijaenaquellaalqueríaazul,quenuncahabía llamadosuatención,yahora leparecía lamáshermosadeldilatadoparaísodenaranjos.

Por entre la arboleda veía el balcón de la casa y con él una mujerdesdoblandoropasbrillantes,definoscolores;faldasquesacudíaparaborrarlosplieguesdelaopresiónenlasmaletas.

Eraladoncellaitaliana;aquellaBeppadepelorojizoquehabíavistoenlatardeanterior,acompañandoasuseñora.

Creyóquelamuchachalemiraba,quelereconocíaporentreelfollaje,apesar de la distancia, y sintiendoun repentinomiedode chiquilloque sevesorprendidoenplenatravesura,volviólaespaldaysealejórápidamentehaciala ciudad, experimentando después cierta satisfacción, como si hubieraadelantado algo en el conocimiento de Leonora, sólo con llegar a lasinmediacionesdelacasaazul.

V

Lasprimeraslluviasdelinviernocaíanconinsistenciasobrelacomarca.Elcielo gris, cargado de nubes, parecía tocar la copa de los árboles. La tierrarojiza de los campos obscurecíase bajo el continuo chaparrón; los caminoshondos y tortuosos, entre las tapias y setos de los huertos, convertíanse enbarrancos; paralizábase la vida laboriosa del cultivo y los pobres naranjos,tristes y llorosos, encogíanse bajo el diluvio, como protestando de aquelcambiobruscoenelpaísdelsol.

Elríocrecía.Lasaguasrojasygelatinosas,comoarcillalíquida,chocabancontra las pilastras de los puentes, hirviendo comomontones removidos dehojas secas. Los habitantes de las casas inmediatas al Júcar seguían conmirada ansiosa el curso del río y plantaban en la orilla cañas y palos paraconvencersedelasubidadesunivel.

—¿Munta?...—preguntabanlosquevivíanenelinterior.

—Síquemunta—contestabanlosribereños.

Elaguasubíaconlentitud,amenazandoalaciudadqueaudazmentehabíaechadoraícesenmediodesucurso.

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Pero a pesar del peligro, los vecinos no ibanmás allá de una alarmadacuriosidad.Nadiesentíamiedoniabandonabasucasaparapasarlospuentes,buscando un refugio en tierra firme. ¿Para qué? Aquella inundación seríacomotodas.Erainevitabledevezencuandolacóleradelrío:hastahabíaqueagradecerla,puesconstituíadiversión inesperada;unaagradableparalizacióndetrabajo.Laconfianzamorunadabatranquilidadalagente.Lomismohabíahechoentiempodesuspadres,desusabuelosytatarabuelos,ynuncasellevólapoblación:algunascasas lavezquemás.¿Yhabíadesobrevenirahora lacatástrofe?... El río era el amigo de Alcira: se guardaban el afecto de unmatrimonio que, entre besos y bofetadas, llevase seis o siete siglos de vidacomún.Además,paralagentemenuda,estabaallíelpadreSanBernardo,tanpoderosocomoDiosentodoloquetocaseaAlcira,yúnicocapazdedomaraquelmonstruoquedesarrollabasusondulantesanillosdeolasrojizas.

Llovía día y noche, y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecíaestardefiesta.Losmuchachos,emancipadosdelaescuelaporelmaltiempo,ibanalospuentesaarrojarramasparaapreciarlavelocidaddelacorriente,odescendíanporlascallejuelasvecinasalríoparacolocarseñales,aguardandoquelaláminadeagua,ensanchándose,llegasehastaellas.

Lagentede loscafés sedeslizabapor lascallesal abrigode losgrandesaleros, cuyas canales rotas vomitaban chorros como brazos, y después demirar al río, bajo el débil abrigo de sus paraguas, volvían muy ufanos,parándoseentodaslascasas,paradarsuopiniónsobrelacrecida.

Era una de pareceres, discusiones ardorosas y diversas profecías, queagitaban laciudaddeunextremoaotro, conel calory lavehemenciade lasangremeridional.Sedisputaba,seenfriabanamistades,porsienmediahorael río había subido cuatro dedos o uno solo; y faltabapocopara venir a lasmanosporsiestariadaeramásimportantequelaanterior.

Ymientras tanto el cielo, llorando incesantemente por sus innumerablesojos;elríohinchándosederugientecólera,lamiendoconsuslenguasrojaslaentradadelascallesbajas,asomábasealoshuertosdelasorillasypenetrabaporentrelosnaranjos,despuésdeabriragujerosenlossetosyenlastapias.

LaúnicapreocupaciónerasilloveríaalmismotiempoenlasmontañasdeCuenca.Sibajabaaguadeallá,lainundaciónseríacosaseria.Yloscuriososhacían esfuerzos al anochecer por adivinar el color de las aguas, temiendoverlasnegruzcas,señalciertadequeveníandelaotraprovincia.

Cercadedosdíasdurabaaqueldiluvio.Cerrólanocheyenlaobscuridadsonaba lúgubre el mugido del río. Sobre su negra superficie reflejábanse,como inquietos pescados de fuego, las luces de las casas ribereñas y losfarolillosdeloscuriososqueexaminabanlasorillas.

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En las calles bajas, el agua, al extenderse, se colaba por debajo de laspuertas.Lasmujeresyloschicosrefugiábanseenlosgraneros,yloshombres,arremangados de piernas, chapoteaban en el líquido fangoso, poniendo ensalvo los aperos de labranza, o tirando de algún borriquillo que retrocedíaasustado,metiéndosecadavezmásenelagua.

Todaaquellagentede losarrabales,alverseen las tinieblasde lanoche,con la casa inundada, perdió la calma burlona de que había hecho alardeduranteeldía.Ladominabaelpavordelosobrenaturalybuscabaconinfantilansiedadunaprotección,unpoder fuertequeatajaseelpeligro.Talvezestariadaeraladefinitiva.¿Quiénsabesiseríanelloslosdestinadosaperecerconlas últimas ruinas de la ciudad?... Lasmujeres gritaban asustadas al ver lasmíserascallejuelasconvertidasenacequias.

—¡ElpareSanBernat!...¡QuetraguenalpareSanBernat!

Loshombressemirabanconinquietud.Nadiepodíaarreglaraquellocomoelgloriosopatrón.Yaerahoradebuscarle,cualotrasveces,paraquehicieseelmilagro.

Había que ir al ayuntamiento: obligar a los señores de viso, gente algodescreída,aquesacasenelsantoparaconsuelodelospobres.

En un momento se formó un verdadero ejército. Salían de las lóbregascallejuelas, chapoteando en el agua como ranas, vociferando su grito deguerra: ¡San Bernat! ¡San Bernat! Los hombres, remangados de piernas ybrazos, o desnudos, sin otra concesión al pudor que la faja, esa prenda quejamássedespegadelapieldellabriego;lasmujeresconlasfaldasalacabeza,hundiendo en el barro sus tostadas y enjutas piernas de bestias de trabajo;todosmojadosdecabezaapies,conlasropasmustiasycolgantesadheridasala carne. Al frente del inmenso grupo, iban unosmocetones con hachas deviento, cuyas llamas se enroscaban crepitantes bajo la lluvia, paseando susreflejosdeincendiosobrelavociferantemultitud.

—¡SanBernat!¡SanBernat!...¡VivaelpareSanBernat!

Pasaban por las calles con el estrépito y la violencia de un puebloamotinado, bajo el continuo gotear del cielo y los chorros de los aleros.Abríanse puertas y ventanas, uniéndose nuevas voces a la deliranteaclamación, y en cada bocacalle, un grupo de gente engrosaba la negraavalancha.

Iban todos al ayuntamiento, furiosos y amenazantes como si solicitaranalgoquepodíannegarles, y entre lamuchedumbreveíanse escopetas, viejostrabucos y antiguas pistolas de arzón enormes como arcabuces. Parecía queibanamataralrío.

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Elalcalde,contodoslosdelayuntamiento,aguardabaalapuertadelacasade laciudad.Habían llegadocorriendo, seguidosdealguacilesygentede laronda,parahacerfrentealmotín.

—¿Quévoleu?—preguntabaelalcaldealamuchedumbre.

¡Qué había de querer! El único remedio, la salvación; llevar al santoomnipotentealaorilladelríoparaquelemetieramiedoconsupresencia;loque venían haciendo siglos y siglos sus ascendientes, gracias a lo cual aúnexistíalaciudad.

Algunosvecinosqueeranmalmiradosporlagentedelcampo,acausadesuincredulidad,sonreían.¿Noseríamejordesalojarlascasascercanasalrío?Una tempestad de protestas seguía a esta proposición. ¡Fuera! ¡Querían quesalieseelsanto!¡Quehicieraelmilagro,comosiempre!

Y acudía a lamemoria de la gente sencilla el recuerdo de los prodigios,aprendidos en la niñez sobre las faldas de lamadre; las veces que en otrossigloshabíabastadoasomaraSanBernardoauncallejóndelaorilla,paraqueinmediatamenteelríosefuerahaciaabajo,desapareciendocomoelaguadeuncántaroqueserompe.

Elalcalde,fielaladinastíadelosBrull,estabaperplejo.Leatemorizabaelpopulacho y quería acceder, como de costumbre, pero era grave falta noconsultar al quefe. Por fortuna, cuando la gran masa negra comenzaba arevolverseindignadaporsusilencioysalíandeellasilbidosygritoshostiles,llegóRafael.

Doña Bernarda le había hecho salir al primer asomo de la popularmanifestación. En aquellas circunstancias era cuando se lucía su marido,dandodisposicionesquedenadaservían.Peroalvolverelríoasunormalidady desaparecer el peligro, el popular rebaño admiraba sus sacrificios,llamándole el padre de los pobres. Si elmilagroso santo había de salir, quefueseRafaelquienconcedieraelpermiso.Laseleccionesdediputadosestabanpróximas; la inundación no podía llegar con más oportunidad. Nada deimprudencias,nidedarlaun susto;perodebíahacer algo,paraque lagentehablasedeélcomohablabadesupadreentalescasos.

PorestoRafael,despuésdehacerseexplicarporlosmásexaltadoseldeseodelamanifestaciónordenóconmajestuosoademán:

—Concedido:quesaquenaSanBernat.

EntreunestrépitodeaplausosyvivasaBrull,lanegraavalanchasedirigióalaiglesia.

Había que hablar con el cura para sacar el santo, y el buen párroco,bondadoso,obesoyuntantosocarrón,seresistíasiempreaaccederaloqueél

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llamabaunatradicionalmojiganga.Lecomplacíapocosalirenprocesión,bajounparaguas,conlasotanaremangada,perdiendoacadapasoloszapatosenelbarro.Además,cualquierdía,despuésdesacarenrogativaaSanBernardo,elríose llevabamediaciudad,¿yenquépostura,—comodecíaél—quedabalareligiónporculpadeaquellaturbadevociferadores?

Rafael y sus acólitos del ayuntamiento se esforzaban por convencer alcura, pero éste sólo contestaba a su petición preguntando si venía agua deCuenca.

—Creo que sí—dijo el alcalde.—Ya ve usted que con esto aumenta elpeligroysehacemásprecisalasalidadelsanto.

—Pues si viene agua de allá—contestó el párroco,—lomejor es dejarlapasar,yqueSanBernardosequedeensucasa.Estascosasdesantossehandetocarconmuchadiscreción,créanmeustedes...Ysinoacuérdensedeaquellariada en la que el agua iba por encima de los puentes. Sacamos el santo, ypocofaltóparaqueelríoselollevaraaguaabajo.

Lamuchedumbreinquietaporlatardanza,gritabacontraelcura.Eraunaescena extraña ver al hombre de iglesia protestando en nombre del buensentido; pretendiendo luchar contra las preocupaciones amontonadas porvariossiglosdefanatismo.

—Puestoqueustedesloquieren,sea—dijoporfin.—SaquenelsantoyqueDiosseapiadedenosotros.

Una aclamación inmensa de lamuchedumbre, que llenaba la plaza de laiglesia,saludólanoticia.Seguíacayendola lluviaysobrelasapretadasfilasdecabezascubiertasconfaldas,mantasyalgunoqueotroparaguas,pasabanlasrojizasllamasdeloshachonestiñendodeescarlatalasmojadascaras.

Sonreíalagentebajoaqueltemporalconlaconfianzadeléxito;gozándosepor adelantado con el terror del río apenas entrase en él la bendita imagen.¿Qué no podría SanBernardo?Su historia portentosa, comoun romance demoros y cristianos, inflamaba todas las imaginaciones. Era un santo de latierra:elhijosegundodelreymorodeCarlet.Porsutalento,sucortesíaysuhermosura,obtuvotantoéxitoenlacortedelreydeValencia,quellegóasersuprimerministro,ycuandosuseñortuvoqueandarentratosconelreydeAragón, envió a Barcelona a San Bernardo, que entonces se llamaba elpríncipeHamete.

En suviaje, llegaunanoche a las puertasdelmonasteriodePoblet.Loscánticosdeloscistercienses,difundiéndosemísticosyvagorososenlacalmadelanochealtravésdelasojivas,conmuevenelalmadeljovensarraceno,quesesienteatraídoalareligióndelosenemigosporelencantodelapoesía.Sebautiza, tomaelblancohábitodeSanBernardodeClairveuxyvuelvealgún

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tiempodespuésalreinodeValenciaparapredicarelcristianismo.Lerespetalatolerancia con que los monarcas sarracenos acogían todas las doctrinasreligiosas,yconvierteasusdoshermanas,doshermosasmorasquetomanlosnombres de Gracia y María, e inflamadas de santo entusiasmo quierenacompañaralhermanoensuspredicaciones.

PeroelviejoreydeCarlethabíamuerto.Enelmandodelpequeñoestadofeudatario, especie de jefatura de kabila militar, le había sucedido suprimogénito,elarroganteAlmanzor,unmorobrutalyorgulloso,queseafrentade que individuos de su familia vayan por los caminos rotos y miserables,predicando una religión de mendigos, y con unos cuantos jinetes sale enpersecucióndesushermanos.LosencuentrajuntoaAlciraocultosenlaorilladel río;conun revésdesuespada,cortaelcuelloa lasdoshermanasySanBernardo es crucificado y le taladran la frente con un clavo enorme. Asípereció el santo patrón, adorado con fervor por los pequeños; el príncipehermoso,convertidoenvagabundoypordiosero,sacrificioquehalagabaalosmáspobresdesusdevotos.

La muchedumbre recordaba esta historia, repetida de generación engeneración, sin más crédito que las tradiciones ni otros documentosjustificantesquelafepopular,ydabavivasalpadreSanBernardo,convencidade que era el primerministro deDios como lo había sido del reymoro deValencia.

Seorganizabarápidamentelaprocesión.Porlasestrechascallesdelaislacorría la lluviaformandoarroyos,ydescalzosohundiendosuszapatosenelagua, llegaban hombres con hachones y trabucos; mujeres guardando suspequeñuelos bajo la hinchada tienda que formaban las sayas subidas a lacabeza. Presentábanse los músicos con las piernas desnudas, levita deuniformeyemplumadochacó,semejantesaesosjefesindígenasqueadornansudesnudezconcasacasytricorniosdedeshecho.

Frentealaiglesiabrillabancomounincendiolosgruposdehachones,yaltravés del gran hueco de la puerta veíanse, cual lejanas constelaciones, losciriosdelosaltares.

Casitodoelvecindarioestabaenlaplaza,apesardelalluviacadavezmásfuerte.Muchosmirabanalnegroespacioconexpresiónburlona.¡Quéchascoiba a llevarse!Hacía bien en aprovechar la ocasión soltando tanto agua; yacesaríadechorreartanprontocomosalieseSanBernardo.

La procesión comenzaba a extender su doble cadena de llamas entre elapretadogentío.

—¡Vítol el pare San Bernat!—gritaban a la vez un sinnúmero de vocesroncas.

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—¡Vítolleschermanetes!—añadíanotroscorrigiendolafaltadegalanteríadelosmásentusiastas.

Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, tambiénfigurabanenlaprocesión.SanBernardonoibasoloaningunaparte.Eracosasabidahastaporlosniños,quenohabíafuerzaenelmundocapazdearrancaralsantodesualtarsiantesnosalíanlashermanas.Juntastodaslascaballeríasdeloshuertos,ytirandounaño,noconseguiríanmoverledesupedestal.Eraéste uno de sus milagros acreditados por la tradición. Le inspiraban lasmujeres poca confianza—según decían los comentadores alegres—y noqueriendoperderdevistaasushermanas,parasaliréldesualtar,habíandeiréstaspordelante.

Asomaronalapuertadelaiglesialassantashermanas,balanceándoseensupeanasobrelascabezasdelosdevotos.

—¡Vítolleschermanetes!

Y las pobres chermanetes, goteando por todos los pliegues de susvestiduras,avanzabanenaquellaatmósferacasilíquida,obscura,tempestuosa,cortadaatrechosporelcrudoresplandordeloshachones.

Losmúsicosprobaban los instrumentospreparándose a soplar laMarchaReal.Enelhuecoiluminadodelapuertasemarcóalgoquebrillabasobrelascabezascomounídolodeoro.Avanzabapesadamente,confatigosocabeceo,comomovidoporlasolasdeunmarirritado.

Lamultitudlanzóunrugido.Lamúsicarompióatocar.

—¡VítolelpareSanBernat!

Pero la música y las aclamaciones quedaron ahogadas por un estrépitohorripilante,comosilaislaseabrieraenmilpedazos,arrastrandolaciudadalcentrodelatierra.Laplazasellenóderelámpagos.Eraunaverdaderabatalla,descargascerradas,arcabuzazossueltos, tirosqueparecíancañonazos.Todaslas armas del vecindario saludaban la salida del santo. Los viejos trabucoscargados hasta la boca, tronaban con fogonazos que quitaban la vista,chamuscandoa losmáscercanos;disparábanse lospistolonesdearzónentrelas piernas de los fieles; repetían sus secas detonaciones las escopetas defabricación moderna, y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora,arremolinábase gesticulante y ronca, enardecida por el excitante humomezcladoconlahumedaddelalluviayporlapresenciadeaquellaimagendebronce, cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirirpalpitacionesdevidaalaluzdelasantorchas.

Ocho hombres forzudos y casi en cueros encorvábanse bajo el peso delsanto. Las oleadas de gente estrellábanse contra ellos, haciendo vacilar las

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andas.Dosatletasdespechugados,admiradoresdelsanto,marchabanaamboslados,conteniendoelgentío.

Lasmujeres,sofocadasporlaaglomeración,empujadasygolpeadasporelvaivén,rompíana llorarconlavistafijaenelsanto,agitadasporunsollozohistérico.

—¡Ay,pareSanBernat!¡PareSanBernat,salveumos!

Otras sacaban chiquillos de entre los pliegues de sus faldas, ylevantándoles sobre sus cabezas, buscaban los brazos de los dos poderososatletas.

—¡Agárralo!¡Qu'elbese!

Yelatleta,porencimadelagente,agarrabaalchiquilloconunamanoqueparecíaunagarra.Leasíadelprimersitioqueencontraba;elevábalehastaelniveldelsantoparaquebesaseelbronceylodevolvíacomounapelotaalosbrazosdesumadre.Todoconrapidez,automáticamente,dejandounchiquilloparacogerotro,conlaregularidaddeunamáquinaenfunción.Muchasvecesel impulsoerademasiadorudo;chocabanlascabezasdelosniñosconsordoruido,aplastábanselastiernasnaricescontralosplieguesdelmetálicohábito,peroelfervordelamuchedumbreparecíacontagiara lospequeños;eranlosfuturosadoradoresdelfrailemoro,yrascándoseloschichonesconlastiernasmanecitas, se tragaban las lágrimasyvolvíana adherirse a las faldasde susmadres.

DetrásdelgloriososantomarchabanRafaelylosseñoresdelayuntamientocongruesosblandones; el cura, bufando al sentir las primeras caricias de lalluvia,bajoelgranparaguasdesedarojaconque lecubríaelsacristán;y lamuchedumbredehortelanosconfundidosconlosmúsicos,quemásatentosamirar donde ponían los pies que a los instrumentos, entonaban unamarchadesacordeyrara.Seguíanlostiros,lasaclamacionesdelirantesaSanBernardoysushermanas,yrodeadodeunnimborojoporelresplandordelasantorchas,saludadaencadaesquinaporunadescargacerrada,ibanavegandolaimagensobreaqueloleajedecabezasazotadoporlalluviaque,alaluzdeloscirios,tomabalatransparenciadehilosdecristal.Yentornodelsanto,losbrazosdelos atletas siempre en movimiento, subiendo y bajando chiquillos quebabeabanelmojadobroncedelpadreSanBernardo.Enbalconesyventanasaglomerábanse lasmujeresconlacabezaresguardadapor lasfaldas.Elpasodelsantoprovocabaprofundossuspiros,dolorosasexclamacionesdesúplica.Erauncorodedesesperaciónydeesperanza.

—¡Salveumos,pareSanBernat!...¡Salveumos!...

La procesión llegó al río, pasando y repasando el puente del arrabal.Reflejáronse las inquietas llamas en las olas lóbregas del río, cada vezmás

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mugientesyaterradoras.Elaguatodavíanollegabaalpretilcomootrasveces.¡Milagro!AllíestabaSanBernardoquelapondríafreno.Despuéslaprocesiónsemetióenlaslenguasdelríoqueinundabanloscallejones.

Era un espectáculo extraño ver toda aquella gente empujada por la fe,descendiendo por las callejuelas convertidas en barrancos. Los devotos,levantando el hachón sobre sus cabezas, entraban sin vacilar agua adelantehasta que el espeso líquido les llegaba cerca de los hombros. Había queacompañaralsanto.

Unviejotemblabadefiebre.Habíacogidounastercianasenlosarrozales,ysosteniendoelhachónconsusmanostrémulas,vacilabaantesdemeterseenelrío.

—Entre, agüelo—gritaban con fe las mujeres.—El pare San Bernat elcurará.

Había que aprovechar las ocasiones. Puesto el santo a hacermilagros seacordaríatambiéndeél.

Yelviejo,temblandobajosusropasmojadas,semetióresueltamenteenelaguadandodientecondiente.

La imagen iba entrando con lentitud en los callejones inundados. Losrobustosgañanes,encorvadosbajoelpesodelasandas,sehundíanenelagua;sólopodíanavanzarayudadosporungrupodefielesquesecogíanalapeanapor todos lados. Era una confusa maraña de brazos nervudos y desnudossaliendodelaguaparasosteneralsanto;unpólipohumanoqueparecíaflotarenlarojacorrientesosteniendolaimagensobresuslomos.

Detrásibanelcuraylosmandonesahorcajadassobrealgunosentusiastasqueparamayorlustredelafiesta,seprestabanahacerdecaballerías,llevandoantelasnariceselcirio,delosjinetes.

Elcura,asustadoalsentirelfríodelaguacercadelaespaldadabaórdenesparaqueelsantovolvieraatrás.Yaestabaalfinaldelacallejuela,enelmismorío; se notaban los esfuerzos desesperados, el recular forzado de aquellosentusiastas que comenzaban a sufrir el impulso de la corriente. Creían quecuandomásentraseelsantoenelríomásprontobajaríanlasaguas.Porfinelinstintodeconservación leshizo retrocederysalierondeunacallejuelaparaentrarenotra,repitiendolamismaceremonia.Deprontocesódellover.

Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a lamuchedumbre.

—¡Vítol el pareSanBernat!... ¿Yaúndudabande su inmensopoder losvecinosdelospueblosinmediatos?...Allíestabalaprueba.Dosdíasdelluviaincesante,yde repente,nomásagua;habíabastadoqueel santosalieraa la

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calle.

Einflamadasporelagradecimientolasmujereslloraban,abalanzándosealasandasdelsanto,besandoenellasloprimeroqueencontraban,losbarrotesde los portadores o los adornos de la peana; y toda la fábrica demadera ybroncesacudíasecomounabarquillaentreeloleajedecabezasvociferantes,debrazosextendidosytrémulosporelentusiasmo.

Aúnanduvo laprocesiónmásdeunahorapor las inmediacionesdel río,hasta que el cura que chorreaba por todas las puntas de su sotana y llevabacansadosmásdedocefeligresesconvertidosvoluntariamenteencabalgaduras,se negó a pasar adelante. Por voluntad de aquella gente, el paseo de SanBernardo hubiese durado hasta el amanecer. Pero lo que respondía el cura:—«¡Loquealsantoletocabahaceryalohahecho!¡Acasa!»

Rafael,dejandoelcirialaunodelossuyos,sequedóenelpuenteentreungrupo de conocedores del país, que lamentaba los daños de la inundación.Llegabanacada instante,nosesabíacómonoticiasalarmantesde losdañoscausadosporelrío.Talmolinoestabaaisladoporlasaguas,ysushabitantesrefugiados en el tejado, disparaban las escopetas pidiendo auxilio. Muchoshuertoshabíandesaparecidobajolasaguas.Laspocasbarcasquehabíaenlaciudadibancomopodíanporaquelinmensolagosalvandofamilias,expuestasa estrellarse contra los obstáculos sumergidos, teniendo que librarse condesesperadosgolpesderemodelavelozcorriente.

Y a pesar del peligro, la gente hablaba con una relativa tranquilidad.Estabanhabituadosaaquellacatástrofecasi anual, la inundacióneraunmalinevitabledesuviday loacogíanconresignación.Además,hablabande lostelegramasrecibidosporelalcaldeconexpresióndeesperanza.Alamanecertendrían auxilio. Llegaría el gobernador de Valencia con los marineros deguerrayse llenaríadebarcas la laguna.Noquedabanmásqueunascuantashorasdeespera.Loimportanteeraquenosubieseelniveldelagua.

Y se consultaban las señales puestas en el río, promoviéndose terriblesdiscusiones.Rafaelvioqueaúnseguíasubiendo,aunqueconlentitud.

Los hortelanos no querían convencerse. ¿Cómo había de crecer el ríodespuésdeentrarenélelpareSanBernat?No,señor;nosubía:eranmentirasparadesacreditaralsanto.Yunmocetóndeojosferoceshablabadevaciarleelvientredeunacuchilladaaciertoburlónqueasegurabaqueelríosubiríasóloporelgustodedejarmalparadoalmilagrosofraile.

Rafaelseacercóalgrupo,ya la luzdeunalinternareconocióalbarberoCupido,unmalditoguasónderizadaspatillasynarizaguileña,queteníagustoenburlarsedeladuraysalvajefedelagentesencilla.

Brull conocía mucho al barbero. Era una de sus admiraciones de

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adolescente.Elmiedoasumadrefueloúnicoqueleimpidiódemuchachoelfrecuentaraquellabarbería,refugiodelagentemásalegredelaciudad,nidodemurmuracionesyfrancachelas,escueladeguitarreosyromanzasamorosasque ponían en conmoción a toda la calle. Además, aquel Cupido era elexcéntricodelaciudad,elbohemiodespreocupadoymordazaquientodosetoleraba;elhombrequesepermitíatenercosasyhablarmaldetodoelmundosinquelagenteseindignase.EraelúnicoquepodíaburlarsedelatiraníadelosBrull,sinqueestoleimpidieselaentradaenelCasinodelpartido,dondelosjóvenesadmirabansuschistesysustrajesestrambóticos.

Rafaellequería,aunquesutratoconélnofuesemuyíntimo.Entrelagentesolemneyconservadoraquelerodeaba,aparecíaseleelbarberocomoelúnicohombreconquienpodíahablar.Casieraunartista.IbaaValenciaeninviernoparaoírlasóperasqueelogiabanlosdiarios,yenunrincóndesutiendateníamontonesdenovelasyperiódicosilustrados,reblandecidosporlahumedadyconlashojasgastadasporelcontinuorocedelosparroquianos.

Trataba poco a Rafael, adivinando que su madre no había de ver conbuenosojosestaamistad,peromostrabaciertoaprecioporeljoven;letuteabaporhaberleconocidoniño,ydecíadeélentodaspartes.

—Es el mejor de la familia; el único Brull que tiene más talento quemalicia.

No ocurría suceso en Alcira que él ignorase; todas las debilidades yridiculeces de los personajes de la ciudad, las hacía públicas en su barberíapararegocijodelosdelacáscaraamargaquesereuníanallíaleerlosórganosdelpartido.Los señoresdel ayuntamiento temíanal barberomásque adiezperiódicos,ycuandoenalgunodelosdiscursosquelosgrandeshombresdelpartido conservador pronunciaban en Madrid leían algo sobre la «hidrarevolucionaria»,o«elfocodelaanarquía»,seimaginabanunabarberíacomola de Cupido, peromuchomás grande, esparciendo por toda la nación unaatmósferavenenosadeburlascruelesyperversasinsolencias.

Noocurríaenlaciudadsucesoquenotuvieseporindispensabletestigoalbarbero.Bienpodíadesarrollarseen loúltimodelarrabaloenalgúnhuerto;era indispensable que a los pocos minutos apareciese allí Cupido paraenterarse de todo, prestar socorro al que lo necesitara, intervenir entre loscontendientesyrelatardespuésconmildetallestodoloocurrido.

Gozabade libertadparaseguir llevandoestavida.A losparroquianos lesservían dosmancebos, tan locos como sumaestro: dos chicuelos a los queCupidopagabaconleccionesdeguitarrayunacomidamejoropeor,segúnlosingresosrepartidosentrelostresfraternalmente.Ysielmaestroasombrabaalaciudadsaliendoapaseoenplenoinviernocontrajedehiloblanco,ellos,porno quedar a la zaga, afeitábanse la cabeza y las cejas y asomaban tras la

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vidrierasus testascomobolasdebillar,congranalborozode laciudad,queacudíaaverlos«chinosdeCupido».

Una inundación era para el barbero un gran día. Cerraba la tienda y seestablecíaenelpuente, sincuidarsedelmal tiempo,perorandoanteungrangrupo, asustando a los pobres hortelanos con sus exageraciones ymentiras,dandonoticiasque,segúnél,acababaderemitirleelgobernadorportelégrafoyconarregloalascuales,antesdedoshorasnoquedaríaenlaciudadpiedrasobrepiedrayhastaelmilagrosoSanBernardoiríaapararalmar.

CuandoRafael le encontró en el puente después de la procesión, estabapróximo a venir a lasmanos con unos cuantos rústicos, indignados por susimpiedades.

Separándose de los grupos hablaron los dos de los peligros de lainundación. Cupido se mostraba, como siempre, bien enterado. Le habíandicho que el río se llevaba agua abajo a un pobre viejo sorprendido en unhuerto. No sería esta la única desgracia. Caballos y cerdos habían pasadomuchosbajoelpuenteenplenatarde,flotandoentrelosrojosremolinosconelvientrehinchadocomounodreylaspatastiesas.

ELbarberohablabacongravedad,conciertoairedetristeza.Rafaelleoía,mirándole ansiosamente, como si deseara que hablase de algo que no seatrevíaaindicar.Porfinsedecidió:

—Yen la casa azul, en esehuertodedoñaPepita, donde túvas algunasveces,¿noocurriráalgo?

—La casa es fuerte—contestó el barbero—y no es esta la primerainundación que aguanta... Pero está cerca del río y el huerto será un lago aestashoras;de seguroqueel agua llegaalprimerpiso.Lapobre sobrinadedoñaPepa tendráunbuen susto... ¡Miraquevenirde tan lejos,de sitios tanhermosos,paraverestascosas!...

Rafael pareció reflexionar un rato, como si acabara de ocurrírsele laproposiciónquedanzabaensucabezadesdemuchoantes.

—Sifuéramosallá...¿QuétepareceCupido?

—¡Irallá!...¿Ycómo?

Pero la proposición, por su audacia, forzosamente había de agradar a unhombre como el barbero, el cual acabó riendo, como si la aventura fuesegraciosísima.

—Esverdad;podríamosir.Tendráchistequelacélebredivanosveallegarcomo unos venecianos para darla una serenata enmedio de su susto... Casiestoyporiracasaytraermelaguitarra.

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—No,Cupidodeldemonio:fueraguitarras.¡Quécosasse teocurren!Loque importa es prestar auxilio a esas señoras. Ya ves, ¡si ocurriera unadesgracia!...

Elbarbero,atajadoensuproyectonovelescofijósusojosenRafael.

—Túteinteresastambiénporlailustreartista...¡Ahpillo!Tambiéntehadadogolpeporguapa...Peroyarecuerdo;túlahasvisto:melodijoella.

—¡Ella!...¿ellatehahabladodemí?

—Algosinimportancia.Medijoquetehabíavistoenlaermitaunatarde.

Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, habíaañadidoqueleparecía«unmuchachotonto».

Rafaelmostrábaseentusiasmadoporlanoticia.¡Habíahabladodeél!¡Noolvidabaaquelencuentrodepenosorecuerdo!...¿Quéhacíaaúnallí,inmóvil,en el puente, cuando allá abajo estarían necesitando la presencia de unhombre?

—Oye,Cupido;ahí tengomibarca;ya sabes; laquemipadreencargóaValenciapararegalármela.Costillajedeacero;maderamagnífica;másseguraqueunnavío.Túentiendesel río...másdeunavez tehevisto remar;yonosoymanco...¿Vamos?

—Andando—dijoelbarberoconresolución.

Buscaronunaantorcha,yayudadosporvariosmocetones,trajeronlabarcadeRafaelhastaunaescalerilladelaribera.

Elríomugíaconsordohervorentornodelbote,pugnandoporarrebatarlo.Losrobustosbrazostirabanconfuerzadelacuerda,manteniéndolojuntoalaorilla.

Arribaenelpuente,entrelosgruposcorríalanoticiadelaexpedición,peroagrandada y desfigurada por los curiosos. Se trataba de salvar a una pobrefamiliarefugiadaenlatechumbredesucasa,míseragentequeibaaperecerde un momento a otro. Lo había sabido Rafael y allá iba a salvarlesexponiendosuvida;él tan rico, tanpoderoso. ¡Quéhombres todos losde lafamiliadeBrull!...¿Yaúnhabíaquienhablabacontraellos?¡Quécorazón!Ylos pobres huertanos seguían elmovimiento de la antorcha encendida en laproa del bote, que arrojaba sobre las aguas una gran mancha sangrienta;contemplabanconadoraciónaRafael,encorvadoenlapopaparasujetarbienel timón.Delaobscuridadpartíanruegosyproposicionesenvozsuplicante.Eranfielesentusiastasquequeríanacompañaralquefe;ahogarseconélsierapreciso.

Cupidoprotestaba.No;paraaquellaempresacuantomenosgentemejor;la

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barcahabíadeestarligera:élsebastabaparalosremosydonRafaelparaeltimón.

—¡Solteu!¡solteu!—ordenóelhijodedoñaBernarda.

Ysoltandolacuerdalosmocetones,labarca,despuésdealgunoscabeceos,partiócomounaflecha,arrastradaporlacorriente.

Encajonadoelbrazodelríoentrelaciudadviejaylanueva,lasaguasaltasyvelocesarrastrabanelbotecomounarama.Elbarberosólohabíademoverlos remos para desviar la barca de la orilla. Los obstáculos sumergidosproducían grandes remolinos que sacudían la embarcación, y a la luz de laantorcha que ensangrentaba las ondas gelatinosas, veíanse pasar troncos deárboles,cadáveresdeanimales,objetosinformesqueapenassiasomabanunapuntanegraenlasuperficie,yhacíanpensarenahogados,cubiertosdebarro,flotandoentredosaguas.Arrastradospor lavertiginosacorriente, respirandoelvaho fangosodel ríocomosimascasen tierra, sacudidosacadamomentopor los remolinos, Rafael se creía en plena pesadilla; comenzaba a sentirsearrepentido de su audacia. De las casas inmediatas al río partían gritos. Seiluminabanlasventanas.Ensushuecosalgunassombrassaludabanconbrazosqueparecíanaspas,aquellallamarojaqueresbalabasobreelrío,marcandolalínea negra de la barca y las siluetas de los dos hombres encogidos en susasientos.Habíacorridolanoticiadelaexpediciónportodalaciudadylagentegritabasaludandoelrápidopasodelabarca:¡VivadonRafael!¡vivaBrull!

Y el héroe que causaba admiración exponiendo su vida por salvar unafamilia pobre, hundido en la obscuridad, en aquella atmósfera pegajosa ypesadadetumba,pensabaúnicamenteenlacasaazul,dondeibaapenetrarporfin,perodeunmodoextrañoynovelesco.

Devezencuandouncrujido,unsaltodelabarca,levolvíanalarealidad.

—¡Esetimón!—gritabaCupido,quenoseparabasusojosdelasaguas.—¡AtenciónRafaelito!Evitaloschoques.

Yenverdadqueelboteerabueno,puesotro,sinsussólidasmaderasysucostillaje de acero, se hubiera abierto en uno de los encontronazos con lossumergidosobstáculos.

Dabanrápidamentelavueltaalaciudad.Yanoseveíancasasconventanasiluminadas.Altosribazoscoronadosportapias;inabordablesriberasdebarroycañaveralessumergidos;unpocomásalláelríolibre,laconfluenciadelosdos brazos que abarcaban la antigua ciudad y unían sus corrientesextendiéndosecomoinmensolago.

Losdoshombresibana laventura.Carecían,paraguiarse,delasseñalesnormales.Habían desaparecido las riberas, y en la obscuridad,más allá del

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círculorojodelaantorcha,sóloseveíaaguaymásagua,unainmensasábanaque se desarrollaba en incesante movimiento, arrastrándoles en susondulaciones. De vez en cuando, a ras de la líquida superficie, surgía unamancha negra; las crestas de los cañaverales inundados; las copas de losárboles; vegetaciones extrañas ymonstruosas que parecían enroscarse en lasombra.

Elsilencioeraabsoluto.Elrío,libredelaopresióndelaciudad,nomugíaya; se agitabayarremolinabaen silencio,borrando todos losvestigiosde latierra. Los dos hombres se creían náufragos abandonados en un mar sinlímites, en una noche eterna, sin otra compañía que la llama rojiza queserpenteaba en la proa y aquellas vegetaciones sumergidas que aparecían ydesaparecíancomolosobjetosvistosdesdeuntrenagranvelocidad.

—Boga,Cupido—dijoRafael.—Lacorriente esmuy fuerte; aúnestamosenelrío.Vamoshacialaderecha;aversinosmetemosenloshuertos.

Elbarberoseencorvósobrelosremos,ylabarca,siempreimpelidaporlacorriente,comenzóatorcersuproaconlentitud,buscandoaquellavegetaciónqueasomabaaflordeaguacomolossargazosdelOcéano.

La barca comenzó a tropezar con obstáculos invisibles. Eran capascrujientes que parecían aprisionarla por debajo; invisibles telarañas que seagarrabanalaquillayseabríantrabajosamentedespuésdemuchosgolpesderemo.Continuaba el lagoobscuroy sin límites; pero la corriente eramenosruda,másdulces lasondulaciones,y losdos tripulantes sentían la sensacióndelquenavegaenaguasmuertas.

Laluzdelaantorchamarcabasobrelasuperficie,aquíyallá,gigantescoshongos obscuros, grandes paraguas, cúpulas barnizadas que brillabanreflejando la roja llama. Eran naranjos sumergidos. Estaban en los huertos.¿Peroencuáles?¿Cómoguiarseenlaobscuridad?Devezencuandochocabalabarcaconalgúnárbolinvisible;conmovíaseelbote,comosifueseaestallar,yhabíaqueretroceder,darunrodeo,buscandootropaso.

Deslizábanselentamenteportemoraloschoques;ibandeunladoaotro,evitando los obstáculos, y acabaronpor desorientarse, no sabiendoya a quélado estaba el río. Por todas partes obscuridad y agua. Los naranjossumergidos, todos iguales, formando sobre la corriente complicadoscallejones, un dédalo en el que se enredaban cada vez más, vagando sindirección.

Cupido sudaba moviendo sin cesar los remos. La barca arrastrábasepesadamente en aquella agua fangosa, llena de marañas vegetales que seagarrabanalaquilla.

—Estoespeorqueelrío—murmuraba.—Rafael,túquevasdefrente.¿No

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vesningunaluz?

—Nada.

El rojo reflejode laantorchachocabaen lasenormesbolasdehojasqueasomabansobreelaguaosehundíaenelespacio,ahogadoporlashúmedasypesadastinieblas.

Asívagaronalgunashoraspor lacampiña inundada.Elbarberonopodíamás;habíaentregadolosremosaRafael,quetambiéndesfallecíadefatiga.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Iban a quedarse allí para siempre? yembotadosupensamientoporlafatigayelvértigodeladesorientación,creíanquelanochenoibaaterminarnunca,queseapagaríalaantorchaylabarcaseconvertiríaennegroataúd,sobreelcualflotaríaneternamentesuscadáveres.

Rafael, que iba de espaldas a la proa, vio una luz a su izquierda. Ladejabanatrás,sealejabandeella: talvezestabaallí lacasa tanpenosamentebuscada.

—Puedequesea—afirmóCupido.—Talvezhemospasadocercasinverlay vamos abajo, hacia el mar... Y aunque no sea la casa azul, ¿qué? Loimportanteesqueallíhayalguienyvalemásesoqueerrarenlaobscuridad.Damelosremos,Rafael.SinoeslacasadedoñaPepita,almenossabremosdóndeestamos.

Virólabarca,yporentreeldédalodeárbolessumergidos,fuepocoapocodeslizándosehacia la luz.Chocaron convariosobstáculos, cercas tal vezdehuerto, tapias arruinadasy sumergidas,y la luz iba agrandándose; erayaungran cuadro rojizo en el que se agitaban negras siluetas.Marcaba sobre lasaguasunamanchadoradaeinquieta.

La luzde labarcacomenzóa trazaren laobscuridadel contornodeunacasa ancha y de techo bajo que parecía flotar sobre las aguas. Era el pisosuperior de un edificio invadido por la inundación. El piso bajo estabasumergido;faltabapocoparaqueelaguallegasealashabitacionessuperiores.Los balcones y ventanas podían servir de embarcaderos en aquel lagoinmenso.

—Meparecequehemosacertado—dijoelbarbero.

Una voz sonora y ardiente, voz demujer en la que vibraba una intensadulzura,rasgóelsilencio.

—¡Ahdelabarca!...¡Aquí,aquí!

Aquellavoznorevelabatemor,notemblabadeemoción.

—¡No lodije!...—Exclamóelbarbero.—Ya tenemos loquebuscábamos.¡DoñaLeonor!...¡Soyyo!

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Una carcajada sonora animó con sus interminables ondas la tétricaobscuridad.

—¡Si es Cupido! ¡el amigo Cupido!...le conozco en la voz. Tía, tía; nolloresmás,niteasustesnireces;aquívieneeldiosdelAmorenunabarquilladenácaraprestarnosauxilio.

Rafael se sentía intimidado por aquella voz ligeramente burlona queparecíapoblarlaobscuridaddemariposasdebrillantescolores.

Distinguía perfectamente su arrogante silueta en el cuadro luminoso delbalcón,entrelasotrasfigurasnegrasqueibanyveníancuriosasyalborozadasporelinesperadoarribo.

Se aproximaron al balcón. Puestos de pie tocaban los hierros delantepecho,yelbarbero,erguidoenlaproa,buscabaelpuntomásfuerteparaamarrarlabarca.

Leonora, apoyando en la balaustrada su pecho soberbio, inclinaba lacabeza, brillando a la luz de la antorcha el casco de oro de su opulentacabellera. Buscaba conocer en la penumbra a aquel otro tripulante quepermanecíasentadoyencogidojuntoaltimón.

—¡PeroquébuenamigoesesteCupido!...Gracias,muchasgracias.Estaesunaatencióndelasquenoseolvidan...¿Peroquiénvieneconusted?...

El barbero ataba ya la barca a los hierros cuando Leonora le hizo estapregunta.

—EsdonRafaelBrull—contestó con lentitud.—Unseñor al que creohavistoustedotravez.Aéldebeagradecerlelavisita.Labarcaessuya,yélesquienmemetióenlaaventura.

—Gracias, caballero—dijo Leonora saludando con una mano que almoverse lanzó relámpagos azules y rojos de todos los dedos cubiertos desortijas.—Repito lomismo que dije a nuestro amigo. Pase usted adelante yperdoneelmodoextrañoconquelehagoentrarenlacasa.

Rafael estaba en pie y saludaba con torpes movimientos de cabeza,agarradoaloshierrosdelbalcón.SaltóCupidodentrodelacasaylesiguióeljoven,esforzándosepormostrarunagallardasoltura.

Realmentenosediocuentadecómoentró.Erandemasiadasemocionesenunanoche;primerolavertiginosamarchaporelríoatravésdelaciudad,entrerápidas corrientes y remolinos, creyendo a cadamomento verse tragado poraquel barro líquido sembrado de inmundicias; después la confusión, elesfuerzodesesperado,elbogarsinrumboporlastortuosidadesdelacampiñainundada,yahora,derepente,elpisofirmebajosuspies,untecho,luz,caloryla proximidad de aquella mujer que parecía embriagarle con su perfume y

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cuyosojosnopodíamirardefrente,dominadoporunainvencibletimidez.

—Pase usted, caballero—le decía.—Necesitan reponerse después de estalocura. Están ustedesmojados... ¡pobres! ¡cómo van!... ¡Beppa!... ¡tía! Peropaseusted.

Y casi le empujaba, con cierta superioridad maternal; como una mujerbondadosa que cuida a su hijo después de una travesura que le llena deorgullo.

Lashabitacionesestabanendesorden.Ropasportodaspartes;montonesdemuebles rústicos que contrastaban con otros alineados junto a las paredes.Eranlosobjetosdelpisobajo,elmenajedeloshortelanos,subidoalcomenzarlainundación.Unlabradorviejo,sumujertrémuladeespantoyunoscuantoschicuelosqueseocultabanporlosrincones,sehabíanrefugiadoarriba,conlasseñoras,alverqueelaguapenetrabaensumodestacasa.

Rafael entró en el comedor y allí vio a doña Pepita, la pobre vieja,apelotonadaenunasilla,conlasarrugasdesucaramojadasdelágrimasylasdosmanosenunrosario.EnvanoCupidopretendíadistraerlahaciendochistessobrelainundación.

—Mira,tía,estecaballeroeselhijodetuamigadoñaBernarda.Havenidoembarcadoparaprestarnosauxilio.Esmuybueno,¿verdad?

Laviejaparecíaimbécilporelterror.Mirabaconojossinexpresiónalosrecién llegados, como si hubieran estado allí toda su vida. Por fin parecióenterarsedeloqueledecían.

—¡Es Rafael!—exclamó admirada,—Rafaelito... ¿y has venido con estetiempo?¿Ysiteahogas?¿quédiríatumadre?...¡Quélocura,Señor!

Peronoeralocura,ysiloeraresultabamuydulce.SelodecíanaRafaelaquellosojosclaros,luminosos,conreflejosdeoro,queleacariciaronconsucontacto aterciopelado tantas veces como osó levantar la vista. Leonora sefijaba en él: le examinaba a la luz de la lámpara de la habitación, como sibuscaseladiferenciaconaquelotromuchachoquehabíaconocidoenelpaseoalaermita.

Lavieja, reanimadapor lapresenciade losdoshombres, seenterabadelpeligro.Yanosubíaelagua;hastapodíaafirmarsequecomenzabaadescenderlentamente. Y la vieja, con su supremo esfuerzo de voluntad, se decidió aabandonarsusillaparaverlainundación.

—¡Cuánta agua,Dios y señor nuestro!... ¡Qué de desgracias se contaránmañana! Esto debe ser castigo de Dios... un aviso por nuestros muchospecados.

Mientraslosdoshombresoíanalavieja,Leonoraibadeunaparteaotra

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dandoprisasasudoncellayalahortelana.Aquellosseñoresnopodíanestarasíconlasropasimpregnadasdehumedad,cansadosydesfallecidosporunanochedelucha.¡Pobrecitos,bastabaverles!Ycolocabasobrelamesagalletas,pasteles, una botella de ron; todo lo que podía encontrar en la despensa, yhasta un paquete de cigarrillos rusos con boquilla dorada que la hortelanamirabaconescándalo.

—Déjalos, tía—decía a la pobre vieja.—No les entretengas ahora. Quecomanybebanunpoco.Necesitanentrarencalor...Dispensenustedessi lesofrezcotanpocacosa.¿Quélesdaré,Diosmío,quélesdaré?

Ymientras los dos hombres se veían impulsados por un cariño un tantodespóticoasentarsealamesa,Leonora,seguidadesudoncella,entrabaenlahabitación inmediata, poniéndola en revolución con un retintín de llaves yruidosoabrirdecofres.

Rafael, emocionado, apenas si pudo sorber unas cuantas gotas de ron,mientraselbarberomascabaadoscarrillos,bebíacopatrascopayconlacaracadavezmásroja,hablabayhablaba,labocallenadepasta.

AparecióLeonora,seguidadeladoncella,quellevabaenlosbrazosunlíoderopas.

—Yacomprenderánustedesqueaquínohaytrajesdehombre.Peroenlaguerrasevivecomosepuedeyaquíestamossitiados.

Rafael admiraba los hoyuelos que una risa graciosa trazaba en aquellasmejillas;laluminosadentadura,queparecíatemblarensuestuchederosa.

—Aver,Cupido; fueraprontoese traje;noquieroquepormípilleustedunapulmoníaqueprivealaciudaddesuprincipalregocijo.Aquítieneustedparacubrirsemientrassecamossusropas.

Y ofrecía al barbero una bata magnífica de peluche azul, con grandescascadasdeencajesenelpechoylasmangas.

Cupidoseretorcíaderisaensuasiento.¡Peroquégraciosoeraaquello!...¿Ibaélavestirsecontalpreciosidad?¿Ysuspatillas?...¡CómoreiríanlosdeAlcirasileviesen!Yhalagadoporlaextravaganciadeldisfraz,seapresuróameterseenlainmediatahabitaciónparaponerselabata.

—Para usted—dijo Leonora a Rafael con maternal sonrisa—sólo heencontrado esta capa de pieles. Vamos, quítese usted esa chaqueta que estáchorreando.

El joven se resistió ruboroso y avergonzado como una doncella. Estababienasí;noleocurriríanada;otrasvecessehabíamojadomás.

Leonora,siempresonriente,parecíaimpacientarse.Biensabíanenlacasa

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queellanoadmitíaréplicas.

—Vamos,Rafael,noseaustedtonto.Habráquetratarlecomoaunniño.

Ycogiéndoleporunamanga,comosisetrataradeunchiquitín,comenzóatirarledelachaqueta.

El joven, en su turbación,no sabía loque lepasaba.Leparecíamarcharporunhorizontesinfin,conmásvelocidadquehorasantessedeslizabaporelrío.Oíasunombreenlabocadeaquellamujer,seveíaagasajadoenunacasacuyaentradanosabíaantescómofranquear,yella,Leonora,lellamabaniñoyletratabacomoatal,cualsilaintimidaddatasedesdeelprincipiodesuvida.¿Qué mujer era aquella? Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de laciudad,aquellasqueéltratabaenlastertuliascaseras,leparecíanseresdeotraraza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que leseparabalainmensasábanadeagua.

—Vamos,señortestarudo;habráquetratarleaustedcomoaunbebé.

Lehablabaapocadistanciadesurostro;sentíaensusmejillaselaleteodeaquella boca, su respiración tibia, que le cosquilleaba con intensosestremecimientos.Yalmismotiemposusmanos,finasyágiles,leempujabancariñosamente,quitándoleconrapidezlachaquetayelchaleco.

Sintió sobre sus hombros la caliente caricia de la capa de pieles. Unapreciosidad; un manto suave como la seda, grueso, tupido y ligero, comofabricadoconplumasdefantásticasaves.Eradepielesdezorroazul,yapesardelaestaturadeRafael,susbordesrozabanelsuelo.Eljovencomprendióquelehabíanechadosobreloshombrosunoscuantosmilesdefrancos,ytímido,contemblorosamano,recogíaelborde,temerosodepisarlo.

Leonorareíadesutimidez.

—Noseencojausted;noimportaqueloestropee.¡Parecequellevaustedunvelosagradoporelrespetoconquelotrata!Novalelapena.Yosólousoestacapaenlosviajes.MelaregalóungranduqueenSanPetersburgo.

Yparaasegurarmássudesprecioporelricomanto,embozóaljovenenél,golpeandosushombrosparaqueamoldaramásasucuerpo.

Lentamente volvían a la sala donde estaba el balcón, mientras en elcomedor sonabancarcajadas saludando laaparicióndelbarbero,envueltoensu lujosabata.Cupidosacabapartidode lasituaciónparaprovocar larisa,yrecogiéndoselacolayatusándoselaspatillas,braceabacualunatipleenunaromanza dramática cantando de falsete. Los hortelanos reían como locos,olvidando el agua que llenaba su casa; Beppa abría desmesuradamente susojos, admiradapor la figura, lascontorsionesdeaquel señory lagraciaconqueestropeabalosversositalianos,yhastalapobredoñaPepaseretorcíaen

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susilla,admirandoalbarbero,quesegúnella,eraelmásgraciosodetodoslosdemonios.

Rafael estaba enel balcón, junto aLeonora, con lamiradaperdida en laobscuridad,arrulladoporlamúsicadeaquellavoz,queconmarcadointeréslehacíapreguntassobreeldesesperadoviajeporelrío.

La finura de aquella capa que le envolvía, dábale la sensación de unaepidermissatinadaytibia.Parecíalequeaúnquedabaenaquellasuavidadalgodelcalordeloshombrosdesnudos;creíaestarenvueltoenlapieldeLeonora,yelperfumedesucuerpo,quesentíajuntoaél,aumentabaestailusión.

Rafael,convozentrecortada,contestabaasuspreguntas.

—Loqueustedhahecho—decíalaartista—merecehondagratitud.Esunarranque caballeresco digno de otros tiempos. Lohengrín, llegando en subarquilla para salvar aElsa. Sólo falta el cisne... a no ser que el barbero secontente con este papel... Hablando en serio, no creía que aquí hubiese unhombrecapazdeportarseasí.

—¡Y si usted hubiese muerto!...—exclamó el joven para justificar suaventura.

—¡Morir!...Leconfiesoaustedquealprincipiotuvealgúnmiedo;nodemorir,queyoletemopocoalamuerte.Estoyalgocansadadelavida;yaseconvenceráusteddeellocuandomeconozcamás.Peromorirahogadaenelbarro, sofocada por esa agua que huele tanmal, nome hacía gracia. ¡Si almenos fueseelaguaverdey transparentede los lagossuizos!...Yobusco labelleza hasta en la muerte; me preocupo de la última postura como losromanosytemíapereceraquícomounaratasitiadaenlaalcantarilla...Y,sinembargo,¡sisupieraustedloquehereídoviendoelterrordemitíaydeesaspobresgentesquenossirven!...Ahoraelaguanosubeya,lacasaesfuerte,nohaymásmolestiaque ladeversesitiadosyesperoeldíaparaver.Debesermuyhermoso el espectáculode toda esahermosa campiña convertida enunlago.¿Verdad,Rafael?

—Ustedhabrávistocosasmásinteresantes—dijoeljoven.

—Nodigoqueno;peroamí,loquemásmeimpresionaeslasensacióndelmomento.

Ycalló,mostrandoensurepentinaseriedadlamolestiaquelecausabalaligeraalusiónalpasado.

Quedaronlosdosensilenciounbuenrato,hastaqueLeonorareanudólaconversación.

—La verdad es que si el agua sigue subiendo, a usted le hubiéramosagradecido lavida...Vamosaver,con franqueza;¿porquéhavenidousted?

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¿Québuenespíritulehahechoacordarsedemíaquienapenasconoce?

Rafaelenrojecióderubor,temblódecabezaapies,comosileexigieraunaconfesiónmortal.Ibaasoltarlaverdad,avolcardeungolpesupensamiento,contodoslosensueñosylasangustiasdeaquellosdías,perosecontuvoyseasióaunpretexto.

—Mi entusiasmopor la artista—dijo con timidez.—Yoadmiromucho eltalentodeusted.

Leonoraprorrumpióenunaruidosacarcajada.

—¡Pero si usted nome conoce! ¡Si usted nome ha oído nunca!... ¿Quésabe usted de eso que llaman mi talento? A no ser por ese parlanchín deCupido,hastaignoraríanenAlciraqueyocantoysoyconocidafueradeaquí.

Rafaelquedóaplastadoporlaréplica;noseatrevíaaprotestar.

—Vamos,Rafael—continuócariñosamentelaartista—noseaustedniñonipretenda turbarme con esas mentirillas semejantes a las que se usan paraengañaralamamá.Yoséporquéhavenidoaquí.¿Creeustedquenolehanvistodesdeestemismobalcónrondandolacasatodaslastardes,apostándoseenelcaminocomounespía?Estáusteddescubierto,señormío.

EltímidoRafaelcreíaqueelbalcónibaahundirsebajosuspies.Temblabade miedo, arrebujábase en el manto de pieles, sin saber lo que hacía yprotestabaconenérgicascabezadas,negandolasafirmacionesdeLeonora.

—¿Conque no es verdad, embusterillo?—dijo ésta con cómicaindignación.—¿Conqueniegaustedquedesdequenosvimosenlaermita,supaseodetodaslastardessonestosalrededores?¡Diosmío!¡quémonstruodefalsedadesestechico!¡conquéaplomomiente!

YRafael,vencidoporaquellaalegría franca,acabó riéndose, confesandoconunacarcajadasudelito.

—Usted se extrañará de mis actos y palabras—continuó Leonoraaproximándosemásaél, apoyandounhombroenel suyo,conunabandonofraternal,comosiestuviera juntoaunaamiga.—Yonosoycomolamayoríade las mujeres. ¡Bueno fuera que con la vida que llevo me mostrarahipócrita!...Mi pobre tíame cree una loca, porque digo las cosas como lassiento:enmividamehanqueridomuchoomehanaborrecido,porestamaníadenoocultarlaverdad...¿Quiereustedqueseladiga?...Puesbien,ustedhavenidoaquíporquemeama,oalmenoscreeamarme;eldefectodetodoslosmuchachosdesuedadapenasencuentranunamujerquenoesigualalasotrasqueconocen.

Rafaelestabasilenciosoycabizbajo;noosaba levantar lavista;sentíaensunucalamiradadeaquellosojosverdesqueparecíanregistrarleelalma.

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—A ver; levante usted esa cabeza; proteste un poquito como antes. ¿Esverdadonoloquedigo?

—¿Y si fuera?...—se atrevió a suspirar Rafael, viéndose descubiertobruscamente.

—Como sé que es cierto he querido provocar esta explicación para queusted no viva en el engaño.Después de lo de esta nochedeseo que seamosamigos;amigosnadamás;doscamaradasunidosporelagradecimiento.Peropara evitar la confusión, había que marcar nuestras respectivas situaciones.Seremosamigos,¿eh?...Estaessucasa,yoleconsiderarécomouncamaradasimpático;conlodeestanochehaganadoustedenmiánimomásqueconuncontinuotrato;perovaustedaprometermequenoreincidiráenesastonteríasdeadmiraciónamorosaquehansidosiempreeltormentodemivida.

—¿Ysinopuedo?...—murmuróRafael.

—La cantinela de siempre—dijo riendoLeonora, remedando la voz y laexpresióndel joven.—¿Ysinopuedo?¿Porquénohadepoderusted?¿Porquéhadeserverdadeseamortaninmensoporunamujerqueveustedahorapor segunda vez? Esas pasiones repentinas se las inventan ustedes; no sonverdad;lashanaprendidoenlasnovelasolashanoídocantadaspornosotrasen lasóperas. Invencionesdepoetaque losmuchachosse tragancomounosbobosyquierentrasplantaralavida,nocomprendiendoquelosqueestamosenelsecretonosreímosdesunecedad.Conqueyalosabeusted;aserformal,anoponersepesadoconmiradas tiernasy frasesentrecortadas.Así seremosamigosyestaserásucasa.

SedetuvoLeonora,yamenazándolegraciosamenteconelíndice,añadió:

—De lo contrario, seré todo lo ingrata y cruel que usted quiera; pero apesar de la hermosa acción de esta noche, usted no entrará más aquí. Noquiero adoradores: he venido buscando reposo, amigos, tranquilidad... ¡Elamor!¡hermosaycruelpatraña!...

Dijoestasúltimaspalabrasconacentograve,yquedóinmóvilmuchorato,conlavistaperdidaenlainmensasábanadeagua.

Ahora la miraba Rafael. Había levantado la cabeza y contemplaba aLeonorapensativa.Suhermosorostroseteñíadeunaluzazuladaqueparecíaenvolverlaenunnimbodeidealidad.Comenzabaaamanecerylosplomizosvelosdelcieloserasgabanporlapartedelmar,transparentandounaclaridadlívida.

Leonora se estremeció, como si sintiera frío, apretándose instintivamentecontra Rafael. Pareció sacudir con un movimiento de cabeza un tropel depenosospensamientos,ydijotendiéndolelamano:

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—¿Qué resolvemos?¿Amigoso indiferentes?¿Prometeustedno incurrirenniñeríasyseruncamaradaformal?

Rafaelestrechóconavidezaquellamanosuaveyfuerte,sintiendoensusdedoscomocariñosamordedura,elcontactodelassortijas.

—¡Amigo!...meresignaréyaquenohayotroremedio.

—Se resignará usted y encontrará dulce y tolerable eso que cree unsacrificio; usted no me conoce, pero créame a mí que me conozco bien.Aunque llegaseaamarle (yestonoseránunca), saldríaustedperdiendo.Yovalgomáscomoamigaquecomoamante.Hayenelmundomásdeunoydedosquelosabenbien.

—Seréunamigodispuestoahacerporustedmuchomásqueestanoche.Tambiénesperoyoqueustedllegaráaconocerme.

—Déjeseusteddepromesas.¿Quémáshadehacerustedpormí?Elríonose desborda todos los días, ni son posibles a cada momento estas hazañasnovelescas. Me basta con lo de esta noche. No sabe usted cuánto se loagradezco.Hasidounpasodecisivoenmicorazóndeamiga...¿Quiereustedquesigasiendofranca?Puescuandoleencontréalláenlaermita,meparecióusted uno de esos señoritos lugareños que, acostumbrados a triunfar en elpueblo,miran comode sudominio cuantasmujeres encuentran.Después, alverle rondando esta casa, se aumentó mi desprecio y mi rabia. «¿Pero eseseñoritínquésehabráfigurado?»¡LoquehemosreídoacostadeustedBeppayyo!Ni siquieramehabía fijado en su cara y su figura: nomehabía dadocuentadequeesustedguapo...

LeonorareíarecordandosuscólerascontraRafael,yéste,anonadadoporsufranqueza,sonreíatambiénparaocultarsuturbación.

—Pero después de lo de esta noche, le quiero a usted... como un buenamigo. Estoy sola: la amistad de un muchacho bueno y noble como usted,capaz del sacrificio por una mujer a la que apenas conoce, resulta grata.Además, esto no compromete.Yo soy ave de paso: he venido porque estoycansada, enferma no sé de qué, pero profundamente quebrantada en miespíritu. Necesito reposo, vida animal, sumirme en una dulce imbecilidad,olvidarlo todo,yaceptoconreconocimientosumanoamiga.Después,eldíaque menos lo piense usted, levantaré el vuelo; la primera mañana quedespiertealegreymecantedentrode lacabezaelpájaro traviesoque tantaslocurasmehaaconsejado,hagolasmaletasy¡amoverlasalas!Leescribiré;leenviaréperiódicosquehablendemíyustedverácomotieneunaamigaqueno le olvida y le saluda desde Londres, San Petersburgo, o Nueva York,cualquiera de los rincones de estemundo quemuchos creen grande y en elcualnopuedorevolvermesintropezarconelfastidio.

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—¡Quetardeesemomento!—dijoRafael.—¡Quenolleguenunca!

—¡Loco!—exclamóLeonora.—Ustednosabecómosoy.Siestuvieraaquímucho tiempo, acabaríamos por reñir y pegarnos. En el fondo odio a loshombres;hesidosiempresumásterribleenemiga.

Oyeron a sus espaldas el roce de la bata que arrastraba Cupido congrotescos contoneos: se aproximaba al balcón con doña Pepita paracontemplarelamanecer.

Comenzaba a desplomarse del cielo una luz gris, cernida por el densocelaje: la inmensa sábana de agua tomaba un color blancuzco de ajenjo.Flotaban en la corriente, como escobazos de miseria, los despojos de lainundación;árbolesarrancadosdecuajo,hacesdecañas, techumbresdepajadelaschozas;todosucio,pringoso,nauseabundo.Estasalmadíasdeldesastre,se enredaban entre los naranjos y formaban barreras que, poco a poco ibanengrosándoseconnuevosdespojosdelacorriente.

Allá lejos, en el límite de la laguna, movíanse con regularidad algunospuntos negros, agitando sus patas como moscas acuáticas, en torno de lascasas,queapenasasomabansustechumbressobrelainmensaláminadeagua.EranlossocorrosquellegabandeValencia;losbotesdelaArmada,traídosenferrocarrilhastaellímitedelainundación.

Iban a llegar a Alcira las autoridades; la presencia de Rafael eraindispensable.ElmismoCupido,con repentinagravedad, leaconsejabasaliralencuentrodeaquellasbarcas.

Mientraselbarberorecobrabasutraje,Rafaelsedespojócongrandisgustodesucapadepieles.

Leparecíaqueabandonándola, ibaaperder el calordeaquellanochededulce intimidad, el contacto del hombro suave y carnoso que había estadohorasenterasapoyadoenél.

Mientrasseajustabaalcuerpolasprendasdesutrajeyasecas,Leonoralemirabafijamente.

—Quedamos entendidos, ¿eh?—preguntó con lentitud.—Amigos, sinesperanza de más. Si rompe usted el pacto, no entrará aquí, ni aun por elbalcóncomoestanoche.

—Sí;amigosynadamás—murmuróRafaelconsinceroacentodetristezaqueparecióconmoveraLeonora.

Sus ojos verdes se iluminaron; brilló el polvo de oro que moteaba suspupilasyavanzóhaciaRafael,tendiéndolelamano.

—Buenmuchacho;asímegusta:resignadoyobediente.Porestavezyen

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premioasucordura,habráextraordinario.Nonosdespidamosasí...Comoenlaescena.Beseusted.

Ypusosumanoalniveldelabocadeljoven.Rafaellaagarróávidamenteybesó,besó,hastaqueLeonora,desasiéndoseconunbruscomovimientoquedemostrabasuextraordinariovigor,leamenazóconsumano.

—¡Ah,tunante!...¡Bebétravieso!¡Quémaneradeabusar!¡Adiós!¡adiós!Cupidollama...Hastalavista.

—Y le empujó al balcón, a cuyos hierros estaba agarrado el barberososteniendolabarca.

—Salta, Rafael—dijo Cupido.—Apóyate en mí; el agua desciende y labarcaestámuybaja.

Rafael se deslizó en su bote blanco, manchado por el agua rojiza. Elbarberomoviólosremos;comenzaronaalejarse.

—¡Adiós! ¡adiós! ¡muchas gracias!—gritaban desde el balcón la tía, ladoncellaytodalafamiliadelhortelano.

Rafael, abandonando el timón, con el rostro vuelto a la casa, sólo veíaaquellaarrogantefigura,queagitabaunpañuelosaludándoles.Laviomuchotiempo,ycuandolascopasdelosárbolessumergidosleocultaronelbalcón,inclinólacabeza,entregándosealsilenciosoplacerdesaborearladulzuraqueaúnsentíaensuslabios.

VI

Laseleccionespusieronenmovimientoatodoeldistrito.HabíallegadoelmomentosolemneparalacasadeBrullytodossusfieles,nosegurosaúndelaomnipotencia del partido, como si temieran a ocultos enemigos que podíanpresentarseinesperadamente,seagitabanenlaciudadylospuebloslanzandocualgritodevictoriaelnombredeRafael.

Pocosseacordabande la inundación.El solbienhechorhabía secado loscampos;loshuertossemostrabanmáshermososquenunca,comosielrío,alinvadirlos, leshubiese fecundadoconnuevavida; se anunciabauna cosechamagnífica, y sólo como recuerdo de la catástrofe quedaba algún setoaplastado, alguna cerca desmoronada, algún camino hondo con los ribazosdestruidos.

Todo se reparaba con relativa rapidez y la gente mostrábase contentahablandodelpasadopeligrocondesprecio.¡Hastalaotra!

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Además,sehabíarepartidomuchodinero.Llegaronsocorrosdelacapitaldelaprovincia,deMadrid,detodaEspaña,graciasaltrompeteolastimosodelaprensa,yloshortelanos,conlacredulidaddeldevotoqueatribuyetodossusbienesalaproteccióndelsantopatrono,agradecíanlalimosnaaRafaelysumadre,proponiéndosesercadavezmásfielesalapoderosafamilia.¡Vivaelpadredelospobres!

DoñaBernarda, viendo próximos a realizarse sus ensueños de ambición,nosedabaunmomentodereposo.Indignábaseantelaindiferenciayfrialdaddesuhijo.Eldistritoerasuyo,peronohabíaquedormirse.¿Quiénsabeloqueaúltimahorapodíanhacer losenemigosdelorden,queeranbastantesen laciudad?Había que ir a tal pueblo para decir cuatro palabras a los electoresricos;visitaralalcaldedelotroparaquevieraqueselehacíacaso;moversemucho,quetodalagentesepreocuparadesupersona.

YRafaelobedecía,peroevitandoqueleacompañasedonAndrés,puesalaida o a la vuelta pasaba unas cuantas horas en la casa azul o suprimía porcompletoelviajeparaquedarseallítemblandoalvolveracasaporsisumadreseenterabadetalesdistracciones.

DoñaBernardaconocíaaquellanuevaamistad.Sinotrapreocupaciónquela salud y los actos de Rafael, y ayudada por el chismorreo de una ciudadcuriosa, nada hacía su hijo que no lo supiera a las pocas horas.Hasta teníanoticias,porunaindiscrecióndeCupido,deaquelarriesgadoviajedenocheya través de los peligros de la inundación, para ir a presentarse a la cómica,comoelladecíaconrabiosoacentodedesprecio.

EntoncesocurrieronlastormentosasescenasquehabíandedejarenRafaelunaprofundaimpresióndeamarguraymiedo.

La dureza del carácter de doñaBernarda quebrantó al joven, haciéndolecomprender con cuánta razón había temido siempre a su madre. La ásperadevota, con su coraza de virtud y sanos principios, le aplastó desde lasprimeras palabras. ¿Se había propuesto deshonrar la casa? Ahora que trasmuchosañosde trabajos ibaaalcanzarel frutode tantossacrificios¿quería,porsuaficiónaunacómica,ponerseenridículodandomotivosdeburlaalosenemigos?Eindignada,novacilóenrasgarbrutalmenteelvelodeprudenciatras el cual se habían desarrollado misteriosamente sus desventuras y susrabias conyugales; no dudó en volcar sobre la cabeza del hijo todas lasmiseriasocultasdesumatrimonio.

—Lomismoquetupadre—exclamóiracundadoñaBernarda.—Nopuedesnegarsusangre:mujeriego,amigode lasperdidas,capazporunacualquieradecomprometerlasuertedelacasa...¡Yyo,grandísimatonta,trabajandoporellos! ¡olvidando la salvacióndemi alma, para lograr que lleguesdondenollegó tupadre!... ¡Ycómome loagradeces!... ¡Lomismoqueaquél! conun

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disgustoacadamomento.

Humanizándose después, sintiendo la necesidad de comunicar susproyectosparaloporvenir,pasódelairaalaamistosaconfidencia,ycomenzóarevelaraRafaelelestadodelacasa.Ocupadoélenhojearlibrotesyenlascosas del partido, no sabía cómo marchaban los asuntos. Ni necesitabasaberlo:paraesoestabaella.Peroqueríaqueconocieralasbrechasqueensufortunahabíanabiertoaúltimahoralaslocurasdesupadre.

Ella hacía milagros de economía. Muchas deudas estaban pagadas ya;llevaba levantadas algunas hipotecas; gracias a su buena administración,ayudadaporelfieldonAndrés;perolacargaeragrandeyenmuchosañosnoconseguiríalibrarsedeella.

Además(yalllegaraquídoñaBernardasemostrabamástiernayconvozinsinuante), ya que era el primer hombre del distrito, debía ser el másacaudalado; lograrlono resultabadifícil.Todoconsistía en serbuenhijo, endejarseguiarporella,laquemejorlequeríaenelmundo...Ahoradiputadoydespués, cuando volviera de Madrid, a casarse. No faltarían buenasmuchachas, educadas con el temor de Dios, y además millonarias que sedaríanporcontentassiendosumujer.

Rafaellaatajóconunadébilsonrisa.Yasabíadequiénhablabasumadre;deRemedios, lahijadelmásricodelaciudad,unrústicodesuertelocaqueinundaba de naranja los mercados de Inglaterra, ganando por instinto, adespechodetodaslascombinacionescomerciales.

Por esto le recomendaba sumadre con tanto interés que visitase aquellacasa,enviándoleaellaconcualquierpretexto.Además,doñaBernardallevabaaRemediosalasuyaconfrecuencia,yraraeralatardequealentrarensucasaRafael no encontraba a aquella muchacha tímida, torpe y de una bellezainsignificante, vestida con trajes que aprisionaban cruelmente su soltura dechicuela criada en los huertos, transformada rápidamente en señorita por labuenasuertedelpadre.

—Pero mamá—dijo Rafael sonriendo—¡Si yo no pienso casarme!... ¡Sieso,cuandollegue,hadeseragustomío!

La madre y el hijo quedaron moralmente separados después de laborrascosa entrevista. Era una situación que recordaba aRafael su infancia,cuandodespuésdeunatravesuraencontrabalamirabafierayelrostroceñudodesumadre.Peroahora,estaseriedadagresivaseprolongabadíasydías.

Al entrar en casa por las noches se veía interrogado durante la cena enpresencia de donAndrés, que no osaba levantar la cabeza ante la poderosaseñora. ¿Dónde había estado? ¿A quién había visto?... Rafael sentía elespionaje,siguiéndoleensuspaseosporlaciudadyelcampo.

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—Hoy has estado en casa de la cómica... ¡Cuidado, Rafael! ¡me vas amatar!

YRafael, para ir a casa de la cómica, se ocultaba como en su época deniño, cuando robaba fruta en los huertos;marchaba por sendas y ribazos alabrigodelossetos,ylavistadeunahortelanaodeunmuchacholeobligabaapesadosrodeos.Yelhombrequehacíaestoeraelmismoqueenaquelinstantellenaba con su nombre todo el distrito; aquel de quien los alcaldes yprohombres decían con plena convicción.—«Aquí no haymás diputado quedonRafael.Eseprocurarápornosotros».

Don Andrés se esforzaba por consolar a su ama. Todo aquello era uncaprichodemuchacho.Habíaquedejarlequesedivirtiera.Alfineraunjovenguapo y de buena casa. En su cinismo de viejo acostumbrado a las fácilesconquistasdelarrabal,guiñabasusojosmaliciosamente,creyendoqueRafaelhabía conseguido un triunfo completo en la casa azul. Sólo así podíaexplicarse su asiduidad en las visitas, la mansa rebeldía a la autoridadmaternal.

—Esas cosas, por dulces que sean, acaban por cansar, doña Bernarda—decíaelviejosentenciosamente.—Lacómicalevantaráelvuelocualquierdía;además, deje usted que Rafael vaya como diputado a Madrid y vea aquelmundo;alavueltanoseacordarádeesamujer.

ElfiellugartenientedelosBrullsehubieraasombradoalverlopocoqueconseguíaRafael.

Leonoranoeralamismadelanochedelainundación.Pasadoelencantodelpeligro,lanovedaddelaaventura,loextraordinariodeaquellaentrevista,tratabaaRafaelconamistosacalma,comoaunodelosmuchosqueenlavidahabíangiradoentornodeella.Lemirabacomounmueblemásdesucasaquetodaslastardesveníaacolocarseantesupaso;unautómataquesepresentabapara pasar horas y horas contemplándola, pálido y emocionado, con elencogimiento de la inferioridad, contestando sus palabrasmuchas veces consimplezasquelahacíanreír.Suironíayaquellafranquezadequehacíagala,leheríancruelmente.

—Hola,Rafaelillo—ledecíamuchastardesalverlellegar.—¿Peroporquévieneustedcon tanta frecuencia?Nosvana tomarpornovios. ¿Quédirá sumamá?

YRafael sufríacruelmente; seavergonzabadesímismo,pensandoen loqueocurríaensucasa;en las irasquearrastrabapara llegarallí.Pero leeraimposiblelibrarsedelaatracciónquesobreélejercíaLeonora.

Además,¡quétardesaquellasenquequeríaserbuena;cuandocansadadepasear por el huerto, fastidiada en su carácter ligero y voluble por la

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monotoníade losnaranjosy laspalmeras, se refugiabaenel salónponiendosusmanosenelpiano!Rafael,conelrecogimientodeundevoto,sesentabaenunrincón,ycontemplandolossoberbioshombrossobre loscualesondeabancomoplumasdeoro los rizadosbuclesde la nuca, oía aquella vozhermosaquesonabadulceyvelada,mezclándosealosdesmayadosacordesdelpiano,mientras que por las abiertas ventanas entraba la respiración del huertorumorosobajo ladorada luzdel otoño, el perfume sazonadode lasnaranjasmadurasqueasomabansuscarasdefuegoentrelosfestonesdehojas.

Era Schubert, con sus melancólicas romanzas, el músico preferido; ladominabaenaquellasoledadelencantodelamúsicatriste.Sualmapasionalytumultuosa parecía desmayarse, enervada por el perfume de los naranjos.Algunas veces, de repente, venía a morderle el recuerdo de sus triunfosescénicos,lagloriaartísticaconquistadasobrelastablas,ygolpeandoelpianoconlasublimefuriadelacabalgadadelaswalkirias,lanzabael¡hojotoho!deBrunilda,elgritodeguerraimpetuosoysalvajedelahijadeWotan;relinchoarmónicoconelcualhabíapuestoenpieamuchospúblicosyqueenaquellasoledad estremecía a Rafael, haciéndole admirar a su amiga como unadivinidad extraña; cual una diosa rubia de ojos verdes, acostumbrada acabalgarsobreloshielos,entrelostorbellinosdelhuracán,yqueenelpaísdelsolseresignabaasermujer.

Otrasveces,echandoatrássuhermosobusto,comosicontemplaraconlaimaginaciónsalonesfestoneadosderosas,enlosquedanzasenhuecasfaldas,pelucas empolvadas y tacones rojos, rozaba las teclas, haciendo sonar unminuettodeMozart,vagorosocomounperfumeelegante, cual la sonrisadeunabocadeprincesa,pintadayconlunarespostizos.

Rafaelnoolvidabalanochedeamistad;lamanoentregadaasuslabiosenaquelmismosalón.Unavezintentórepetirlaescena,einclinándosesobrelasteclas,quisobesarladiestradeLeonora.

Laartistaseestremeció,comosidespertase.Relampaguearonsusojosconira,ysindejarporestodesonreír, levantóamenazantelamano,contodosufantásticobrillodepedrería,comosifueseaabofetearle:

—Cuidado,Rafael:esustedunchiquilloy le tratarécomoa tal.Yasabequenogustodequememolesten.Noledespediré;perosisigueasí¡vaustedallevarsecadabofetada!...¡Quépegajoso!Esosólosepermiteunavez,ynoolvideustedquecuandoyoquieroquemebesenlamano,comienzopordarlavoluntariamente...Yanohaymásmúsica;seacabó.Vamosaentreteneralniñoparaqueestéquietecito.

Y comenzó una de aquellas revistas de equipaje que entusiasmaba aRafael; una exhibición de recuerdos de su vida artística que al joven leparecíannuevosavancesensuintimidadconLeonora.

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Contemplaba sus retratos en las diversas óperas por ella cantadas; unanumerosa colección de hermosas fotografías, llevando al pie el nombre delgabinete en casi todos los idiomasdeEuropa; en alfabetos raros quehacíanparpadearaRafael.LaElisabeta,pálidaymística,delTanhäuser,había sidoretratada enMilán; laElsa, ideal y románticadeLohengrín, eradeMunich;habíaunaEva,cándidayburguesadeLosmaestroscantores,fotografiadaenViena, y unaBrunilda soberbia, arrogante, demirada hostil y centelleadora,quellevabaalpieelsellodeSanPetersburgo.Estosincontarunsinnúmerodeotrasfotografías,recuerdodetemporadasenelConvent-GardendeLondres,elSan Carlos de Lisboa, los grandes coliseos de toda Italia, y los teatros deAmérica,desdeeldeNuevaYorkaldeRíoJaniero.

Rafael,manejandoaquellascartulinasenormessentíalaimpresióndelquepasea por un puerto y percibe el perfume de países lejanos y misteriosos,contemplando los barcos que llegan. Cada retrato parecía envolverle en elambientedesupaís,ydesdeeltranquilosalón,impregnadodelarespiracióndelsilenciosohuerto,creíapasearportodalatierra.

Lasfotografíasrepresentabansiemprelosmismospersonajes:lasheroínasdeWagner.Leonora,adoradorarabiosadelgenioalemán,hablandodeélconintimaconfianza,comosi lehubieraconocido,noqueríacantarotrasóperasque las suyas, y con el afán de abarcar la obra delmaestro, no vacilaba encomprometer su prestigio de artista fuerte y vigorosa, interpretando lospersonajesdelicados.

Rafael se fijaba en los retratos uno por uno: aquí parecíamás esbelta ytriste, como si acabara de salir de una enfermedad; allí fuerte y arrogante,comosidesafiaralavidaconsuhermosura.

—¡Ay,Rafael!—murmurabaellapensativa.—Notodosonalegrías.Yohepasadomis tempestades como todos. He vividomucho, y estos pedazos decartónsoncapítulosdemíexistencia.

Y mientras ella soñaba saboreando el pasado, entusiasmábase Rafaelcontemplando el retrato de Brunilda, una hermosa fotografía en cuyo robohabíapensadomásdeunavez.

Aquella era Leonora; lawalkiria arrogante, la hembra fuerte y valerosa,capazdedarledebofetadasalmásleveatrevimientoydemanejarlecomounniño. Bajo el casco de acero brillante como un espejo, con sus dos alas deblancas plumas, caían los rubios bucles, brillaban con salvaje furor los ojosverdes y parecían palpitar las aletas de la nariz con indomable fiereza. Elmantocolgabadelcuello,redondo,carnosoyfuerte;lacorazadeescamasdeacerohinchábaseconlapresióndelpechomórbidodearrogantedureza,ylosbrazos desnudos, revelando el vigor del músculo bajo la suave curva de lagrasa femenil, se apoyaban, uno en la lanza y otro en el escudo brillante y

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luminoso,comounaláminadecristal.Estabaallíconlamajestaddeladiosa;era una Palas de la mitología septentrional, hermosa como el heroísmo,terrible como la guerra. Rafael comprendía el enardecimiento loco, laconmocióneléctricadelospúblicosalverlaaparecerentrelasrocasdelienzopintado, haciendo temblar las tablas con su paso vigoroso, elevando conrudezasobrelasblancasalasdelcascolalanzayelescudoylanzandoelgritode la walkiria, el ¡hojotoho! que, repetido en el tranquilo huerto, parecíaestremecerlascallesdefollajeconunacorrientedeentusiasmo.

Aquella mujer caprichosa, aventurera y alocada, de cuya vida de artistatantas cosas se contaban, había paseado por el mundo la arrogancia de lavirgen guerrera soñada porWagner consiguiendo inmensos triunfos. En unlibroabultado,dedesigualeshojas,dondeguardabaconminuciosapuerilidadde cantante todo lo que habían dicho de ella los periódicos del mundo,encontrabaRafaelunecode lasestruendosasovaciones.Miraba los recortesdepapel impreso,muchosdeellosamarillosyaporel tiempo,ypasabaantesusojoslavisióndeteatrosllenosdeelegantesdescotesypecherasrígidasybrillantes como corazas; ambientes caldeados por la luz y el entusiasmo,dondecentelleabanojosyjoyas,yenelfondo,consucascoysulanza,ella,lawalkiriadominadora,saludadaconaplausosygritosdeadmiración.

Enaquellashojasencontrabagrabadosde ilustracionesreproduciendolosretratosdelaartista,biografíasyartículosdecríticarelatandolostriunfosdelacélebredivaLeonoraBrunna—queésteeraelnombredeguerradelahijadel doctor Moreno,—retazos y más retazos de papel impreso en castellanopuro y americanizado; columnas de letra apretada y clara de los periódicosingleses,párrafossobreelpapelbastoysutildelaprensafrancesaeitaliana;compactas masas de caracteres góticos que turbaban los ojos de Rafael, eininteligiblesgarabatosrusosqueparecíancaprichosdeunamanoinfantil.YtodosalabandoaLeonora,rindiendountributouniversalaltalentodeaquellamujer,miradacondesprecioporlosburguesesdeAlcira.Rafaeladmirabaasuamigaconlamismaemociónquesisehallaseenpresenciadeunadivinidadysentía odio y desprecio ante la grosera y áspera virtud de los que hacían elvacío en torno de ella. ¿Por qué había venido allí? ¿qué motivo la habíaimpulsadoaabandonarunmundodetriunfosdondetodoslaadmiraban,parameterseenunavidaestrechaparauncorral?

Después venía la exhibición de recuerdos más íntimos; joyashermosísimas,costososjuguetes,relatosdelasseratasd'onorepresentadosenel camerino,mientraselpúblicoaplaudíadelirante,yella,bajandosu lanza,saludabaenlascandilejas,bajounalluviadetalcoyflores,rodeadadelacayosquesosteníangrandesramos.Rafaelcontemplabaunmedallónconelretratovenerable de don Pedro del Brasil; el emperador artista que saludaba a lacantanteenunadedicatoriatrazadaconbrillantes;planchasdeoroypedrería,

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recuerdo de entusiastas que tal vez comenzaron por desear la mujer y seresignaron admirando la artista; pintarrajeados diplomas de sociedadesdándolalasgraciasporsuconcursodefuncionesbenéficas;unabanicodelareinaVictoriaconlafechadeunconciertoenelpalacioWindsor;unapulseraregia de Isabel II, como recuerdo de varias veladas en París en el palacioCastilla, y un sinnúmero de costosas chucherías, de caprichos riquísimos,presentesdepríncipes,grandesduquesypresidentesderepúblicasamericanas.Hastahabíacarterasconáureasdedicatorias,ylapielgastadaporelroceyeltiempo,conteniendoenormespapelotes,accionesde ferrocarrilesa travésdepaíses salvajes, títulosdepropiedadde territorios sobre loscualeshabíandelevantarse ciudades; valores de empresas locas que se desarrollaban en laspraderas yankees o las pampas argentinas regalados en noche de beneficio,comotestimoniodelafectoprácticodelosamericanosquealentusiasmounensiemprelautilidad.

La arrogante walkiria, al pasear por el mundo su guerreromanto, habíabarrido entre aplausos y vítores aquellos ricos testimonios de adoración.Rafael sentía orgullo por ser su amigo; y al mismo tiempo reconocía supequeñez; se asustaba de su atrevimiento amoroso, exagerando en suimaginaciónladiferenciaquelesseparaba.

Alfinaldeestasdeliciosasrebuscasenelpasado,veníalomásinteresante,lomásíntimo,elálbumdeellasólolepermitíahojeardeprisa,obligándoleano mirar ciertas páginas. Era un volumen modestamente encuadernado encuero negro con broches de plata, pero Rafael lo contemplaba como unprodigiosofetiche,conlaadoraciónqueinspiranlosgrandeshombres.

Veíaelmundoenteroinclinándoseanteaquelladiosa.Nosólolasaludabanlos potentados; los poderosos del arte estaban allí, pasaban de hoja en hoja,dedicando una palabra de afecto, un verso, una frase musical a la hermosacantante.Rafaelcontemplabacomounbobo la firmadelviejoVerdiy ladeBoito; venían después los jóvenes maestros de la nueva escuela italiana,ruidosaytriunfante,conelestrépitodelabellezapuestaalalcancedelvulgo;los franceses Massenet y Saint Saëns saludaban a la feliz intérprete delprimerodelosmúsicos;losgrandeslibretistasitalianosdedicabanalaartistaversos que deletreabaRafael, percibiendo su suave perfume, a pesar de queapenasconocíaelidioma;habíaunsonetodeIllicaquelehacíallorar;yluegovenían los ininteligibles para él, unos cuantos renglones de Hans Keller, elgran director de orquesta, el discípulo y confidente de Wagner, sutestamentario artístico, encargado de velar por la gloria del maestro, aquelHansKeller dequehablabaLeonora a cada instante, con cariñodemujer yadmiración de artista, sin perjuicio de añadir a continuación que era unbárbaro. Estrofas en alemán, en ruso y en inglés, que al ser releídas por lacantante la hacían sonreír satisfecha, como si aspirase un perfume favorito,

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congrandesesperacióndeRafael,quenopodíaconseguirquelastradujese.

—Soncosasquenoentiendeusted.Adelante,adelante.Noquieroqueseruborice.

Ytratándolecomoaunniño,lehacíavolverlashojassindarexplicación.

Unos versos italianos, escritos con mano trémula y en torcidas líneas,llamabanlaatencióndeRafael.Losentendíaamedias,peroLeonoranuncalepermitíaacabarlalectura.Eraunlamentoamoroso,desesperado;ungritodepasiónrabiosa,condenadaalasoledad,revolviéndoseenelaislamientocomounafieraensujaula.LuigiMaquia.

—¿Pero éste quién es?—preguntaba Rafael.—¿Por qué estaba tandesesperado?

—UnmuchachodeNápoles—contestóporfinunatardeLeonoraconvoztriste,parpadeando,comosiquisieraocultarsuspupilas,enlasqueasomabanlágrimas.—Un día le encontraron bajo los pinos de Posilippo con la cabezaatravesadadeunbalazo.Queríamorirysemató...Perorecojaustedtodoesoybajemosaljardín.Necesitoaire.

Pasearonporlaavenidaorladaderosalesytranscurrieronalgunosminutos,sinquesecruzaraentre losdosunapalabra.Leonorasemostrabapensativa,conlascejascontraídasyloslabiosapretados,comosisufrieralamordeduradepenososrecuerdos.

—¡Matarse!—dijoporfin.—¿Noleparece,Rafael,queesunatontería?¡Ymatarseporunamujer!¡Comosilasmujerestuvieranlaobligacióndeamaratodoslosquecreenamarlas!...¡Quéimbécileselhombre!Hemosdesersussiervas;hemosdequererleforzosamente,ysino,semataporfatuidad.

Callóunosinstantes.

—¡PobreMaquia! Era un muchacho bueno, digno de ser feliz, ¡pero sifuera una a creer en todos los juramentos de desesperado!... Ese lo hizo talcomolodecía...¡Quéloco!Ylopeoresquecomoélheencontradootrosenelmundo.

Yanodijomás.Rafaelrespetósusilencio.Lamiraba,queriendoadivinaren vano los pensamientos que se revolvían tras sus ojos verdes y doradoscomoelmarbajo el soldemediodía. ¡Quéaventurasdebíanocultarse en elpasado de aquellamujer! ¡Qué novelas dormirían ocultas en el tejido de suvida!...

Así transcurrieron los días, hasta el momento de la elección de Rafael.Olvidadoéstedesus trabajospolíticosyenpasivarebeldíacontrasumadre,queapenassilehablaba,llegóeldomingodesuelección.Triunfocompleto.Ya era diputado. Pasó la noche estrechando manos, recibiendo plácemes,

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aguantandoserenatas,yalamañanasiguientecorrióalacasaazulparrecibirlairónicaenhorabuenadeLeonora.

—Locelebromucho—dijolaartista.—Asísaldráustedprontodeaquí;leperderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya ibaresaltándomepesadoconsusasiduidadesdeadoradorysumudaadmiracióndepegajoso.AlláenMadridsecuraráde tales tonterías...Nomedigaustedqueno;nohagajuramentos.¡Sisabréloquesonlosjóvenes!Ustedesigualque todos.Cuandovolvamos avernos llevaráusted en el pensamientootrasimágenes.Yoserésuamiganadamás;esloquedeseo.

—¿Pero la encontraré aquí cuando vuelva?—preguntó Rafael conansiedad.

—Quiereustedsabermásquetodoslosquemehanconocido.¿Quéséyosiestaréaquí?Nadieenelmundohaestadosegurodetenerme.Niyomismasédóndeestarémañana...Perono—continuócongravedad;—sivieneustedenprimaveraaquímeencontrará.Piensopermanecerhastaentonces.Quierovercómofloreceelnaranjo;volveramisrecuerdosdeniña,laúnicamemoriademi pasado queme ha seguido a todas partes.Muchas veces he ido aNiza,gastandoundineral paraver florecer cuatronaranjosdemalamuerte; ahoraquieroembriagarmeenlainundacióndeazahardeestoscampos.Eselúnicodeseoquemesostieneaquí...Estoysegura.Sivuelveustedparaentonces,meencontrará y nos veremos por última vez, porque después irremisiblementelevantoelvuelo,aunquelloreyrabielapobretía...Porahoraestoybienaquí.¡Quécansadameencuentro!Estoesunacamadespuésdeunlargoviaje.Sóloungransucesomeobligaríaasaltar.

Sevieronaúnmuchastardeseneljardín,saturadodeolordelasnaranjasmaduras. El inmenso valle azuleaba bajo el sol de invierno; las naranjas,asomaban sus caras de fuego entre las hojas, como ofreciendo a lasmanoslaboriosasquelasarrancabandelasramas.Enloscaminoschirriabanlosejesde los carrosbalanceando sobre losbaches susmontonesdedorados frutos;sonabanen losgrandesalmacenes loscánticosde lasmuchachasencargadasde escoger y empapelar las naranjas; retumbaban los martillos sobre loscajonesdemadera,yenoleadasdetráficosalíanhaciaFranciaeInglaterralashijasdelMediodía,aquellascápsulasdepieldeoro,repletasdedulcejugoqueparecíamieldelsol.

Leonora, de pie junto a un viejo naranjo, volviendo la espalda aRafael,buscabaentrelasapretadasramas,empinándosesobrelaspuntasdelospies,balanceandolasarrogantesygraciosascurvasdesurobustezesbelta.

—Mañanamevoy—dijoeljovencondesaliento.

Leonora se volvió. Había cogido una naranja y abría su piel con las

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sonrosadasylargasuñas.

—¿Mañana?—dijo sonriente.—Todo llega por fin... Que tenga ustedgrandeséxitos,señordiputado.

Yacercandoasubocaelperfumadofruto,clavabaenladoradacarnesusdientes blancos y brillantes. Cerraba los ojos con delicia, como embriagadaporlatibiadulzuradeljugo.Crujíanlosgajosentresusdientes,yellíquidodecolor de ámbar rezumaba, cayendo a gotas por la comisura de los labioscarnososyrojos.

Rafaelestabapálidoytemblorosocomosileagitaseunpropósitocriminal.

—¡Leonora!¡Leonora!...¿Yhedemarcharmeasí?

Le enloquecía aquella boca impregnada de miel, y de repente,disparándoseenéllapasióncontenidaysujetaporelmiedo,seabalanzósobrela artista, la agarró lasmanosybuscóávido sus labios, como si pretendierabeberelzumoquesedeslizabahastalaredondabarbilla.

—¡Eh!¿Quéesesto,Rafael?...¿Quéatrevimientossepermiteusted?

Yconsólounimpulsodesussoberbiosbrazosenvióaltemblorosojovencontraelnaranjo,haciéndolevacilarsobresuspies.Quedóeljovencabizbajoycomoavergonzado.

—Yaveustedquesoyfuerte—dijoLeonoraconvozalgotemblonaporlaira.—Nadadejuegososaldráustedperdiendo.

Después de una larga pausa, Leonora pareció reponerse de aquellaimpresiónyacabóriendoanteelaspectoavergonzadodeljoven.

—¡Peroquéniño este!... ¿Esmaneradedespedirsede los amigos laqueustedusa?...Tonto,fatuo;¡cuánpocomeconoceusted!Querertomarmeamíporlafuerza,¡amí!lamujerinexpugnablecuandonoquiero,porquiensehanmuerto los hombres, sin poder conseguir ni un beso en lamano.Márcheseustedmañana,Rafael.Seremosamigos...Peroporsihemosdevolveravernosnoolvideustedloqueledigo.Acabemosdeunavezcontodasestastonterías.Nosefatigue;yonopuedosersuya.Estoycansadadeloshombres;talvezlosodio. Yo he conocido a los más hermosos, a los más elegantes, a los másilustres. He sido hasta reina; reina de la mano izquierda, como dicen losfranceses,perotandueñadelasituación,queahaberqueridometermeentalesvulgaridades, hubiese cambiado ministerios y trastornado países. HombresfamososenEuropaporsueleganciaysuslocuras,hancaídoamispiesyloshe tratado como chiquillos. Me han envidiado y odiado las damas máscélebres,copiandomistrajesymisgestos.YcuandocansadadeesteCarnavalbrillante le he dicho ¡adiós! para venir a esta soledad como a un convento,¡había de entregarme a un señorito de pueblo, capaz únicamente de

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entusiasmaralaslugareñas!...¡Ja!¡Ja!¡Ja!...

Y reía con una risa cruel, con carcajadas incisivas y sardónicas queparecíanpenetrarenlascarnesdeRafael,estremeciéndoleconsufrialdad.Eljovenbajabalacabeza;agitábasesupechoconunpenosoestertor,comosileahogaseel llantoalnoencontrarsalidaenaquelcuerpovaronil.LaemocióndeRafael, abrumadopor aquella crueldad, enterneció aLeonora, haciéndolacambiardetono.

Se aproximó al joven, casi se pegó a él, y agarrándole la barba con susfinasmanos,leobligoalevantarlacabeza.

—¡Ay!¡Cuánmalasoy!¡Quécosaslehedichoaestepobreniño!Aver,levante usted la cabeza; míreme de frente; diga que me perdona... ¡Estamalditamaníadenocallarmenada!Leheofendido...nodigaustedquenoleheofendido;peronohagaustedcaso;loquehedichosólosontonterías.¡Quémodo de agradecer lo que usted hizo por mí aquella noche!... No: ¡pero siusted es muy guapo... y muy distinguido... y hará usted una gran carrerapolítica!...SeráustedunpersonajeysecasaráenMadridconunamuchachaelegantísima. Se lo aseguro... Pero hijo; en mí no piense usted; seremosamigos,nadamásqueamigos...¿Perollorausted?Vamos...bésemelamano,selopermito...comoenaquellanoche:así.Yosólopodríaserdeustedporelamor,pero¡ay!nuncallegaréaenamorarmedelatrevidoRafaelito.Soyviejaya:enfuerzadegastarelcorazón,creoquenoletengo...¡Ay,pobrecitobebémío!Losientomucho...perohallegadoustedtarde.

****

SEGUNDAPARTE

I

En la plazoleta que formaban frente a la casa azul los altos y tupidosrosales, erguíanse cuatro palmeras que, abandonadas muchos años, dejabancolgarlassecasramascomomiembrosmuertosdebajodelaspalmasnuevas,arrogantesyrumorosas.Hundidosenelfollajedelosrosales,alaentradadelaplazoleta, había dos bancos antiguos de mampostería, blanqueados con cal,con el asiento y el respaldo de viejos azulejos valencianos de unatransparencia aterciopelada, en laque resaltaban los floreadosarabescos, loscaprichosmulticoloresdeunafabricaciónheredadadelosárabes.

Eranbancosconlaeleganciadelíneasdeunsofádelpasadosiglo,frescos

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y de saludable dureza, en los que gustaba sentarse Leonora por las tardes,cuandolaspalmerasextendíansusombraenlaplazoleta.

En uno de ellos leía la sencilla doñaPepita la historia del santo del día,ayudada por unas antiguas gafas con montura de plata. Beppa la doncella,escuchábala atenta para comprender todas las palabras, con una admiraciónrespetuosademuchachadelacampiñaromanafamiliarizadaconladevocióndesdesusprimerosaños.

EnelotrobancoestabanLeonorayRafael.Laartista,conlacabezabaja,seguíaelmovimientodesusmanos,ocupadasenlaconfeccióndeunadeesaslabores que sólo sirven para pasar más fácilmente el tiempo engañando laatención.

Rafael la encontraba cambiada por los meses de ausencia. Vestía consencillez, comouna señorita de la ciudad; su cara y susmanos, tan blancasantes,habíantomadoconlacontinuacaricia,delsolunatransparenciadoradadetrigomaduro;losdedosmostrábanseentodasuesbeltezlibresdesortijas,yenellóbulosonrosadodelasorejas,lossutilesagujerosnosoportabanelpesocomootrasvecesdelagruesamasadebrillantes.

—Estoyhechaunacampesina,¿verdad?—dijocomosi leyeraenlosojosde Rafael el asombro por aquel cambio.—La vida del campo obra estosmilagros:undíaunadorno,mañanaotro,vaunadespojándosedetodoloqueanteseracomounapartedelcuerpo.Mesientomejorasí...¿Creeráustedquehasta tengoabandonadomi tocadoryallísepierdencuantosperfumes traje?Aguafresca,muchaagua...esoesloquemegusta.¡CuánlejosestáyaaquellaLeonora que había de pintarse todas las noches como un payaso paramostrarsealpúblico!Míremeustedbien:¿cómomeencuentra?¿Noesverdadqueparezcounadesusvasallas?Deseguroquesisalgoestamañanaadarlevivasenlaestación,nomereconoceentrelosgrupos.

Rafael intentó decir que la encontraba más hermosa que antes, y así locreíadebuenafe.Laveíamáscercadesupersona:eracomosidescendiesedesu altura para aproximarse a él. Pero Leonora, adivinando sus palabras yqueriendoevitarlas,seapresuróaseguirhablando.

—No diga usted que le gustomás así. ¡Qué disparate! ¡ahora que vieneusted deMadrid, de ver unmundo que no conocía!... Pero en fin; amímegustaesta sencillezy loqueme importaesagradarmeamímisma.Hasidouna transformación lenta, pero irresistible: el campome ha saturado con sucalma; semehasubidoa lacabezacomounaembriaguezmansaydulce,yduermo y duermo, siguiendo esta vida animal, monótona y sin emociones,deseando no despertar nunca. ¡Ay Rafaelito! Como no ocurra algoextraordinarioyeldiablotiredelamanta,meparecequeaquímequedoparasiempre.Piensoenelmundocomounmarinopiensaenelmarcuandoseve

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ensucasa;despuésdeunviajedecontinuostemporales.

—Sí,quédeseusted—dijoRafael.—NopuedeustedfigurarseelmiedoquehepasadoenMadrid,pensandosilaencontraríaonoalvolver.

—No mienta usted—dijo sonriendo Leonora dulcemente con ciertaexpresióndegratitud.—¿CreeustedqueporaquínonoshemosenteradodeloquehacíaenMadrid?Ustedquenuncatuvograndesrelacionesdeamistadconel bueno de Cupido, le ha escrito con frecuencia contándole tonterías; todopara al final, como posdata importantísima, encargar saludos a la ilustreartista,tranquilizándosealrecibirenlarespuestalanoticiadequeesailustreartistaaúnestabaaquí.¡Pocoquehereídoleyendoesascartitas!

—Esoledemostraráaustedqueyonomentíaeldíaqueleaseguréciertacosa.LedemostraráquenolaheolvidadoenMadrid.No,Leonora,noolvido.Estaausenciahaagrandadomásmiafecto.

—Gracias,Rafael—dijo laartistacongravedad,comosienellanofueseya posible la ironía de otros tiempos.—Estoy convencida de ello, y meentristece, pues es inútil. Ya sabe usted que no puedo corresponderle...Hablemosdeotracosa.

Y apresuradamente, queriendo desviar con su charla el curso de laconversación, que le parecía peligroso, comenzó a hablar de sus rústicosplaceres.

—Tengo un gallinero que es un encanto. ¡Si me viera usted por lasmañanasrodeadadeplumasycacareos,arrojandoelmaízapuñados,teniendoa raya a los gallos que se meten bajo mis faldas y me pican los pies!Meparecementiraqueseayolamismadeotros tiempos,queblandía la lanzaeinterpretaba, así regularmente, los ensueños deWagner. Ya verá usted amigente. Tengo gallinas de una fecundidad asombrosa, y como un ratero,revuelvo todas las mañanas la paja para sorberme los huevos todavíacalientes... El piano lo tengo olvidado.Hacemás de una semana que no lohabíaabierto;peroestatarde,noséporqué,sentíeldeseoderozarmeconlosgenios. Tenía sed de música... algo de los caprichos melancólicos de otrostiempos. Tal vez el presentimiento de que usted vendría: los recuerdos deaquellastardesenqueustedestabaarriba,sentaditoeinmóvilcomounbobo,escuchándome...Peronovayaustedacreer,señordiputado,quetodoesaquíjuegoconlasgallinasyperezacampestre.Hanentretenidomisoledaddeesteinviernocosasmás serias.Hehechoen la casagrandesobras.UncuartodebañoqueescandalizaamipobretíayhacequeledigaaBeppaqueespecadopensar tanto en las cosas del cuerpo. Aunque olvidadas mis antiguascostumbres, yonopodíapasar sin el baño; es el único lujoque conservo, ymandé venir deValencia artesanos conmármoles ymaderas finas para quearreglasenunapreciosidad.Yaloveráusted;cosabuena.Sialgúndíamedael

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arrechuchodehuirylevantoelvuelo,ahíquedaráesoparaquemipobretíaseindigne a cada instante viendo que su loca gastó tanto dinero en tonteríaspecaminosas,comoelladice.

YreíamirandoalainocentedoñaPepa,quealláenelotrobancoexplicabaporcentésima,vezalaitaliana,losportentososmilagrosdelpatróndeAlcira,conelanhelodequelaextranjerapusierasufeenelsanto,dandode ladoatodoslosbienaventuradosdesupaís.

—No crea usted—continuó la artista—que yo le he olvidado en estetiempo.Soysuamigaylodeustedmeinteresa.HesabidoporCupido,quedetodoseentera, loqueustedhacíaenMadrid.Tambiénhe figuradoentresusadmiradores. ¡Lo que puede la amistad!... Yo no sé qué será esto; perotratándosedelseñorBrull,metragolasmayoresmentiras,aunsabiendoqueloson.Cuando usted habló en elCongreso sobre eso del río, envié aAlcira acomprarelperiódicoyloleínosécuántasveces,creyendociegamentecuantoallí decían en su honor.Yohe hablado conGladstone en un concierto de lareina en Windsor; he conocido a hombres que llegaron por su palabra apresidentes de República; y no digamos de los políticos de España: a lamayoríadeelloslostuvecomocadetesdemicamerino,unavezquecantéenel Real. Y a pesar de esto, yo tomé en serio por unos días los elogiosdisparados con que le incensaban sus correligionarios. En mi imaginaciónaparecíausted almismonivel que todos esos señores solemnesypoderososquehe conocido. ¿Por qué será esto?Tal vez el aislamiento y la calmaqueagrandanlascosas; talvezelambientedeesta tierra,en laquees imposiblevivirsinsersúbditodeBrull...¿Simeiréenamorandodeustedsinsaberlo?

Y volvía a reír con la risa regocijada y francamente burlona de otrostiempos. Le había recibido grave y sencilla, influida por el cambio que lasoledad, lavidacampestreyeldeseodedescansoproducíanenella.PeroalcontactodeRafael,alverensusojosaquellaexpresiónamorosaqueahorasemarcaba con más atrevimiento, reaparecía la mujer de antes y reía con lamismacarcajadairónicaquepenetrabacomoaceroenlascarnesdeljoven.

—¿Yquédeextrañotendríaeso?—preguntóaudazmenteRafael,imitandolasonrisaburlona.

—¿No podría ser que usted, compadecida de mí, acabase por amarme?¿Nosehanvistocosasmásimposibles?

—No—dijo rotundamente Leonora.—No le amaré a usted nunca... Y sillegaseaamarle—continuóenuntonodulceycasimaternal—seloocultaríapiadosamenteparaevitarqueustedseexaltaraviéndosecorrespondido.Todala tarde estoy evitando esta explicación. He hablado de mil cosas, me heenteradodesuvidaenMadridhastaendetallesquenadameimportan; todopara impedirque llegásemosahablardeamor.Peroconustedes imposible;

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hayque abordar lamateriamásprontoomás tarde.Yaqueusted loquiere,sea...Yonoleamarénunca;yonodeboamarle.Silehubieraconocidolejosde aquí, aproximados por las circunstancias, como en aquella noche de lainundación,nodigoqueno.¿Peroaquí?...Seránescrúpulosdelosquepuedeustedreírse,peromeparecequeamándole,cometeríaundelito;algoasícomosientraseenunacasayagradecieralahospitalidadrobandounobjeto.

—¿Pero qué disparates son esos?—exclamó Rafael.—¿Qué quiere usteddecir?...Creaquenolaentiendo.

—Como usted vive aquí no se da cuenta del ambiente que le rodea.¡Amarsesóloporelamor!Esopuedeserenesemundodelcualvengo;dondelagentenoseescandaliza;dondelavirtudesanchaynopincha,ycadauno,poregoísmo,porquerespetansusdebilidades,procuranocensurarlasajenas.¡Pero aquí!... Aquí el amor es un camino recto que forzosamente ha deconducir al matrimonio; y vamos a ver, ¿sería usted capaz de mentirasegurandoquesecasaríaconmigo?...

Miraba de frente al joven con sus grandes ojos verdes, luminosos yburlones,contalfranqueza,queRafaelinclinólafrentetartamudeando.

—Nosecasaríausted,yharíamuybien.¡Comoqueresultaríaunasolemnebarbaridad!Yonosoydelasmujeresquesirvenparaeso.Muchosmelohanpropuestoenmivida,acreditándoseconellodeimbéciles.Másdeunavezmehanofrecidosuscoronasdeduqueodemarqués,creyendoqueconestomeaprisionaban, me podían conservar, cuando yo sintiendo fastidio pretendíalevantarelvuelo.¡Casadayo!¡Quédisparate!...

Reía como una loca con una risa que hacía daño a Rafael. Era unacarcajadasardónica,de inmensodesprecio,que recordabaal joven la risadeMefistófelesensuinfernalserenataaMargarita.

—Además—continuóLeonoraserenándose,—ustednosedacuentadeloquesoyaquí.¿Creeustedqueignoroloquedemísediceenlaciudad?...Mebastaverlosojosconquemecontemplanlasseñoraslaspocasvecesquevoyallá.YtambiénconozcoloqueleocurríaaustedantesdeiraMadrid.Aquísesabetodo,Rafaelito;elchismorreodeesapobregenteestangrandequellegahastaestasoledad.Conozcoperfectamenteelodioquelamadredeustedmetiene y hasta he oído algo de disgustos domésticos, por si usted venía o noveníaaquí.Sihanderepetirseesascosastanenojosas,leruegoquenovuelva;serésiempresuamiga;peronoviéndonos,ganaremosustedyyo.

RafaelsesentíaavergonzadoalverqueLeonoraconocíasussecretos.Secreíaenridículo,yparasalirdelpasóafirmóconpetulancia:

—Nocreausted talescosas; sonchismesdeenemigos.Yosoymayordeedad,ymefiguroquesinmiedoamamápuedoirdondemejormeparezca.

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—Seaasí;sigaviniendo,yaquetalessugusto;peronomenegaráustedqueexistecontramíunahostilidaddeclarada.Ysiyollegaseaamarle,¡Diosmío!¿quédiríanentoncesdemí?CreeríanquehabíavenidoúnicamenteparaseduciradonRafael,yyaveustedcuánlejosestoydeello.Conestoperderíalatranquilidadquetantomegusta.Siahorahablancontramí¡figúreseloquesería entonces!...No: yo deseo permanecer quieta.Quememuerdan cuantoquieran pero que sea sinmotivo; por pura envidia.Ya ve usted el caso quehago.

Ymirando hacía el punto donde estaba la ciudad oculta tras las filas denaranjos,reíadesdeñosamente.

Volvía otra vez aquella franqueza regocijada, de la que se hacía ella laprimeravíctima,ycontinuóbajandoeltonodevozconsuacentoconfidencialycariñoso:

—Y luego,Rafaelito, usted no se ha fijado bien enmí. ¡Si soy casi unavieja!...Yalosé;nonecesitosuadvertencia:tenemoslamismaedad,peroladiferencia de sexo y de vida aumentan considerablemente la mía. Usted eshombreycasicomienzaahoraavivir.Yovoydesdelosdieciséisañosrodandoporelmundo,deescenarioenescenario,yestemalditocarácter,esteafándenoocultarnada,denomentir,hacontribuidoahacermepeordeloquesoy.Yotengoenelmundomuchosenemigosqueaestashorassecreeránfelicesconmiinexplicabledesaparición.Ennuestravidadeartistasesimposibleavanzarunpasosindespertarelodiodelcamarada,lamásimplacabledelaspasiones.Y¿sabeustedloquehandichodemíesasbuenasgentes?Puesquesoyunamujergalantemásbienqueunaartista;unaespeciedecocottequecantayseexhibeenelescenariocomoenunescaparate.

—Esoesuna infamia—dijoRafaelconarrogancia.—Quisieraquealgunavezlodijesendelantedemí.

—¡Bah!Noseaustedniño.Seráunainfamia,peronocareceporcompletode fundamento. He sido algo de eso que dicen; pero a los hombres lescorrespondemásculpaqueamí...Hesidounalocasinfrenoenmiscaprichos,dejándome tentar unas veces por el esplendor de la riqueza, otras por lahermosuraoporelvalor;huyendotanprontocomomeconvencíadequenohabía de encontrar nada nuevo, sin importarme la desesperación de loshombres al ver su ensueño interrumpido. Y de toda esta carrera loca,desesperandoaunos,enloqueciendoaotros, trastornando lavidaenmuchospuntosdeEuropa,he sacadounaconsecuencia:o esoque lospoetas llamanamornoexisteyesunainvenciónagradabilísima,oyonohenacidoparaamarysoyinmune,puestoquedespuésdeunavidatanagitada,cuandorecopiloelpasado,reconozcoquemicorazónnohasentidodeverdad...niesto.

Yhacíachasquearentrelosdienteslauñasonrosadayagudadesupulgar.

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—Austedselodigotodo—continuó.—Despuésdesulargaausencia,enlaquealgunavezmeheacordadodeusted,sientoeldeseodequemeconozcabienypara siempre.Aver siasívivimos tranquilos.Comprendoqueansíenconfesarse esas buenas mujeres de los huertos, que van en busca del curacaminandobajoelsolo la lluvia.Esta tardenecesitoyodecirlo todo.Tengoaquí dentro un diablillo que empuja y empuja para echar afuera todo mipasado.

—Pueshableusted.Sisoysuconfesorymerezcosuconfianza,algovoyadelantando.

—¿Para qué quiere usted adelantar en mi corazón si está vacío? ¿Creeusted que haría una gran cosa conquistándome? ¡Si no valgo nada! No ríausted:novalgonada.Aquíenestasoledad,puedoexaminarmedetenidamentey lo reconozco: nada. ¿El físico?... sí: confiesoqueno soy fea, y aunque lonegaseconridículamodestia,ahíestámihistoria,paraprobarquehegustadomucho.Pero¡ay,Rafaelito!esoeselexterior,lafachada,yconunoscuantosinviernos que lluevan sobre ella quedará despintada y llena de grietas. Perointeriormentecréameusted,soyunaruina.Con tantas fiestasyalborotos lostabiques se caen, los pisos se bambolean. He corrido muy aprisa; me hequemadolasalasporarrojarmedecabezaenlallamadelavida.¿Sabeustedloquesoy?Unadeesasbarcasviejas,caídasenlaplaya,quevistasdelejosaúnconservanelcolordesusprimerosviajes,peroquesólopidenelolvidoparairenvejeciendoypudriéndosesobrelaarena.Yustedqueempiezaahora,¿sepresentapidiendounpuestoenlapeligrosacarroñaquealvolveraloleajeperecería llevándoseloa fondo?...Rafael,amigomío,noseausted tonto.Yosoybuenaparaamiga;nopuedoseryamás...auncuandoleamase.Somosdediferente casta. Le he estudiado a usted y veo que es sensato, honrado ytímido.Yosoydelacastadeloslocos,delosdesequilibrados;mealistéparasiemprebajolasbanderasdelabohemia,ynopuedodesertar.Cadaunoporsucamino.Ustedencontraráfácilmenteunamujerquelehagafeliz...Cuantomástonta,mejor...Ustedhanacidoparapadredefamilia.

Rafaelcreyóqueseburlabadeélcomootrasveces.Perono:suacentoerasincero, su rostro no estaba contraído por la sonrisa irónica; hablaba conternura,comoamonestandoaunhijoquesiguetorcidosderroteros.

—Sea usted como es. Si el mundo se compusiera de gente como yoresultaría imposible la vida. También tengo mis ratos en que quisieratransfigurarme,seravedecorralcomotodalagentequemerodea.Pensarenel dinero y en lo que comeré mañana, comprar tierras, discutir con loslabriegos,estudiarlosabonos,tenerhijosquemepreocupenconsusresfriadosyloszapatosquerompen;nollevarmisaspiracionesmundanalesmásalládevenderbienlacosecha.Haymomentosenquequisierasergallina.¡Québien!Uncercadodecañasportodomundo, lacomidaalalcancedelpico,ypasar

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horasymáshoras al sol, inmóvil sobreuna caña... ¿Se ríeusted?Pues estavidahecomenzadoaensayarlaymevamuybien.Voytodoslosmiércolesalmercado,compropollosyhuevos,discutoporgustoconlasvendedorasparaacabardándolas loquepiden, convidoen lachocolateríaa lashortelanasdeeste contorno, y vuelvo a casa escoltada por todas ellas, que se admiran aloírme hablar con Beppa en un lenguaje extraño. ¡Si viera usted lo que mequieren!...Ensusojos leoelasombroal reconocerque laseñoretanoes tanmalacomodicenlasdelaciudad.¿Recuerdaustedlapobrehortelanaenfermaque vimos en la ermita aquella tarde?Pues viene por aquí con frecuencia ysiempre la doy algo.También esame quiere... Todo esto esmuy agradable,¿verdad?Paz;cariñodeloshumildes;unaancianainocente,mipobretía,queparecehaberserejuvenecidoteniéndomeaquí.Sinembargo,cualquierdíaestacortezarústica,formadaporelsolyelairedeloshuertos,seromperáenmilpedazosyvolveráaaparecerladesiempre,lawalkiria.¡Acaballoenseguida!¡Agalopar otra vez por elmundo, entre la tempestad de placeres, aclamadapor el coro del deseo brutal!... Presiento que esto va a ocurrir. Hasta laprimaverahejuradoestaraquíyyacomienzaaaletearsobreestesuelo.Mireustedestos rosales;mireesosnaranjos... ¡Ay!medamiedo laprimavera;hasidosiempreparamílaestaciónfatal.

Quedó pensativa algunos minutos. Doña Pepa y la italiana se habíanmetido en la casa.La buena vieja no podía pasarmucho tiempo lejos de lacocina.

Leonora había dejado caer su labor sobre el banco y miraba a lo alto,marcándose la suave curvade sugarganta en tensión.Parecía sumida enunéxtasis, como si pasase ante sus ojos la visión del pasado. De pronto seincorporóconunestremecimiento.

—Creo que estoy enferma, Rafael. No sé qué tengo hoy. Tal vez laextrañezadeverle;deseguirestaconversaciónqueevocamipasadodespuésde tantosmeses de calma...No hable usted; no diga nada, por favor.Ustedtiene la rarahabilidad, sin saberlo,dehacermehablar,de recordarme loquedeseotenerolvidado...Aver,demeustedelbrazo,paseemosporeljardín:estomesentarábien.

Se levantó Leonora apoyándose en el brazo de Rafael, y comenzaron apasear por las ancha avenida que conducía a la plazoleta desde la verja deentrada.Alalejarsedelacasa,porentrelastupidascopasdelosnaranjos,laartistasonriómaliciosamente,moviendounamanoenactituddeamenaza.

—Confío en que usted habrá vuelto de su viajemás serio y respetuoso.Nadadejuegosyatrevimientos,¿eh?Yasabeustedquesoyfuerteycómolasgasto.

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II

TodalanochelapasóRafaeldespiertoyrevolviéndoseensucama.

Lospartidarioslehabíanobsequiadoconunaserenatahastamásdemedianoche. Los más notables se mostraban ofendidos por haber pasado toda latarde en el casino esperando en vano al diputado. Este, apareció allí alanochecer,ydespuésdeestrechardenuevomanosycontestarsaludoscomopor la mañana, volvió a su casa sin atreverse a levantar la cabeza ante sumadre.

Teníamiedoaaquellosojosiracundos,enlosquepodríaleerseguramenteelrelatodecuantohabíahechoporlatarde;peroalmismotiempoabrigabaelpropósitodedesobedecerasumadre,oponiendoasuenergíaunaresistenciaglacial.

Apenas terminó la serenata, se metió en su cuarto, huyendo de todaexplicacióncondoñaBernarda.

Hundido en la cama y apagada la luz, sentía una intensa voluptuosidadrecordando todo lo ocurrido aquella tarde. El cansancio del viaje, la malanoche pasada en el vagón, no le daban sueño, y con los ojos abiertos en laobscuridadibareconstituyendoloquelaartistalehabíacontadoaúltimahorapaseando por el jardín. Era casi toda la historia de su vida, confesada endesorden,como impulsadaporelansiadedescargarenalguiensussecretos,conlagunasysaltosqueRafaelrellenabahaciendoesfuerzosdeimaginación.

Los recuerdos de su viaje por Italia volvían a él vivos y latentes, comorefrescadosporlasrevelacionesdeLeonora.

Veía en la densa obscuridad laGaleríaVíctorManuel, deMilán, con suinmensoarcotriunfal,bocagigantescaqueparecequerertragarselacatedral;elDuomo,quesealzaapocospasos,coronadoporunbosquedeestatuasycaladasagujas.

Ladoblegaleríacortándoseenformadecruz,consusmuroscubiertosdecolumnas, perforados por cuatro filas de ventanas soportando la grantechumbre de cristales. Los pisos bajos, casi sin pared exterior, todos decristal; escaparates de librerías y almacenes demúsica, vidrieras de cafés ycervecerías,tiendasdejoyerosysastresdeslumbrantesdelujo.

AunextremoelDuomo;alotroelmonumentoaLeonardodeVinci,yelteatro famosode laScala: y en los cuatrobrazosde laGalería, un continuomovimientodegente,unincesanteiryvenirdegruposqueseconfundenyseseparan, demanos que se estrechan, de gritos que expresan la sorpresa del

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reconocimiento; cuádruple avalancha que afluye al centro de la cruz, a lareplazadondeelcaféBiffi,conocidoentodoslosteatrosdelmundo,extiendesusfilasdeveladoresdemármol.Lospasossuenanenlasgaleríascomoenunclaustroinmenso,losgritosseconfundenylaaltamonteradecristalesparecepalpitar con el zumbido de las hormigas humanas que abajo se agitan día ynoche.

Allí está el mercado de los artistas; la lonja de la música, el banderínreclutadordevoces.Deallísalenparalagloriaoparaelhospitaltodoslosqueun día se tocaron la garganta, reconociendo que tenían algo, y arrojaron laaguja,laherramientaolapluma,corriendoaMilándesdetodoslosextremosdelmundo.Allísereúnenparadigerirlosmacarronesdelatrattoríaesperandoqueelmundoleshagajusticia,sembrandodemilloneselcaminodesuvida,todoslosreclutasinfelicesdelarte:losqueempiezan,yparaentrarenlagloriabuscan una contrata en cualquier teatrillo municipal del Milanesado y unsueltoenelsemanariodelalocalidad,enviándoloasupaísparaqueamigosyparientescreanensusgrandestriunfos.Ymezcladosconellos,abrumándolescon la importanciade supasado, losveteranosdel arte, losquehicieron lasdelicias de una generación casi desaparecida: tenores con canas y dientespostizos;viejosfuertesyarrogantesquetosenyahuecanlavozparahacerverqueaúnconservanlasonoridaddelbarítono;gentequeponeenmovimientosusahorros,conesatacañeríaitalianacomparableúnicamentealacodiciadelos judíosypresta dineroo abre tiendadespuésdehaber arrastrado sedasyterciopelossobrelastablas.

Las dos docenas de eminencias universales que cantan en los primerosteatros del mundo, al pasar por la Galería despiertan el mismo rumor deadmiraciónquelosreyescuandosedejanverdesussúbditos.Lospariasdelarte, siempre en espera de contrata, saludan con veneración y hablan delcastillodel lagodeComocompradopor el gran tenor, de lasdeslumbrantesjoyasdelaeminentetiple,delmodograciosoconquesecolocaelsombreroelaplaudidobarítono,yensuspalabrasdeadmiraciónhayunsabordeamarguracontra el destino, un estremecimiento de envidia, la convicción de ser tandignoscomoellosdetalesesplendores, laprotestacontra lamalasuertea laqueatribuyensudesgracia.

La esperanza revolotea ante ellos, deslumbrándoles con el reflejo de susescamasdeoro,manteniéndolesenlamiserablepasividaddelhambrientoqueesperayconfíasinsaberciertamentepordondellegaránlagloriaylariqueza.Y por entre estos grupos de juventud que se consume en la impotencia,destinadatalvezamorirdepieenlaGalería,pasaconmenudoyligeropasoelotrorebañodelaquimera;lasmuchachasqueconelspartitobajoelbrazovanacasadelosmaestros;inglesitasrubiasyflacuchasquequierensertiplesligeras; rusas regordetas y peliblancas que saludan con ademán de soprano

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dramática;españolasdeatrevidomiraryvalientegarboquesepreparanasersobrelastablaslacigarreradeBizet,pájarosfrívolosysonorosquetienenelnidoamuchoscentenaresde leguasy levantaronelvuelodeslumbradosporlosespejuelosdelagloria.

Al terminar la temporadadeCarnaval,aparecenen laGalería losartistasque han pasado el invierno en los principales teatros delmundo. Llegan deLondres, de San Petersburgo, de Nueva York o deMelbourne en busca denuevascontratas;hancorridoelgloboconlaindiferenciadelquetienetodoelmundoporcasa;hanpasadounasemanaeneltrenomesesenelvapor,paravolver a su rincón de la Galería, sin que el viaje les haya reformado,reanudandosusenredos,maledicenciasyenvidias,comosihubiesensalidodeallíeldíaanterior.Seagrupanantelosgrandesescaparatesconairedesdeñoso,como príncipes que van de incógnito y no saben ocultar su elevado origen;hablan de las estruendosas ovaciones, tributadas por públicos exóticos;exhibenconsatisfaccióninfantil,brillantesenlosdedosylacorbata,insinúanconestudiadareserva losarrebatosde lasgrandesdamas,que locasdeamorquerían seguirles a Milán; exageran las cantidades ganadas en su viaje yfruncen el ceño con altivez cuando algún camarada desgraciado les pide unrefrescoenelinmediatocaféBiffi.

Ycuandolleganlasnuevascontratas,losmercenariosruiseñoreslevantanotra vez el vuelo, indiferentes, sin importarles dónde van; y de nuevo lostrenes y los steamers los distribuyen por toda la tierra con sus ridiculeces ymaníaspararecogerlesmesesdespuésydevolverlesalaGalería,sulegítimacasa,elescenariofijoenelcualhandearrastrarsuvejez.

Mientrastanto,losparias,losquenuncallegan,losbohemiosdeMilán,alquedarsolos,seconsuelanhablandomaldeloscompañerosfamosos;mientencontratas que nadie les ha ofrecido, fingen una altivez irreductible conempresarios y compositores, para justificar su inacción; y con el filtrogaribaldinoenelcogote,enfundadosenelrusoquecasibarreelsuelo,ruedanlasmesasdeBiffi desafiando la fríaventoleraque sopla enel crucerode laGalería,hablanyhablanparadistraerelhambrequelesmuerdelasentrañas,ydespreciando el trabajo vulgar de los que se ganan el pan con las manos,siguenimpávidosensumiseria,satisfechosdesucalidaddeartistas,haciendocaraaladesgraciaconunacandidezyunafuerzadevoluntadqueconmueven,iluminadospor laEsperanza,que lesacompañahastaelúltimo instanteparacerrarleslosojos.

Rafaelrecordabaestemundoextraño,vistoligeramenteenlospocosdíasquepermanecióenMilán.Suacompañante,elcanónigo,habíaencontradoallíunantiguoniñodecorode lacatedraldeValencia,sinotraocupaciónahoraqueestardíaynocheplantadoen laGalería.ConélhabíaconocidoBrull lavidadeaquellosjornalerosdelarte,siempredepieenelmercado,esperando

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elamoquenollega.

SeimaginabalaadolescenciadeLeonoraenaquellagranciudad,formandoparte del innumerable rebañodemuchachasque trota graciosamentepor lasacerasconlapartiturabajoelbrazooanimalosestrechoscallejonesconsustrinosygorgoritosaltravésdelasventanas.

La veía pasando por la Galería al lado del doctor Moreno: ella rubia,flacucha,angulosa,coneldesequilibriodeunexageradocrecimiento,mirandoasombradaconsusojazosverdesaquellaciudadfríaytumultuosatandistintade los cálidos huertos de su niñez; el padre, barbudo, cejijunto, enérgico,irritado todavíaporel fracasodesusadoradascreencias;unespantableogroparalosquenoconocieransusencillezcasiinfantil.Losdosmarchabancomodesterrados que habían encontrado un refugio en el arte; se agitaban en elvacío de aquella vida, entre maestros avaros que querían prolongarindefinidamente la enseñanza y artistas incapaces de hablar bien hasta de símismos.

Vivíanenuncuartopisode lavíaPasarella,estrecha, sombríaydealtasparedes,comolascallesdelaviejaAlcira;uncallejónhabitadoporeditoresdemúsica,agencias teatralesyartistasretirados.Elporteroeraunantiguocabodecoros;elprincipalestabaocupadoporunaagenciadondedesolasolnosehacía otra cosa que poner voces a prueba; los demás pisos los habitabancantantesquealsaltardelacamacomenzabanahacerejerciciosdegargantaconmoviendolacasadeltejadoalacuevacomosifueseunacajademúsica.Eldoctorysuhijaocupabandoshabitacionesencasadeunaantiguabailarinaquehabíaconseguidograndes triunfosamorososen lasprincipalescortesdeEuropa,yeraahoraunesqueletoapergaminado,andandocasiatientasporlospasillos, entablando con las criadas disputas de avara matizadas conjuramentos de carretero, sin otros vestigios de su pasado que los trajes decrujientesedaylosbrillantes,esmeraldasyperlasqueibanreemplazándoseensusorejasacartonadas.

Quería a Leonora con el cariño del inválido por el recluta que entra enfilas. Todos los días el doctor Moreno iba a un café de la Galería, dondeencontrabaunatertuliadeviejosmúsicosquehabíanpeleadoalasórdenesdeGaribaldi, y jóvenes que escribían libretos para la escena y artículos en losperiódicos republicanos y socialistas. Aquel era su mundo: lo único que lehacía simpática su permanencia en Milán. Después de su aislamiento alláabajoensupatria,leparecíaunparaísoaquelrincóndelcaféllenodehumo,dondeentrabajosoitaliano,matizadodeespañolasinterjecciones,podíahablardeBeethovenydelhéroedeMarsala,ypermanecíahorasenterasendeliciosoéxtasis, viendo a través de la densa atmósfera la camisa roja y lasmelenasrubiasycanosasdelgranGiuseppemientrassuscompañeroslerelatabanlashazañasdelmásnovelescodeloscaudillos.

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Cuandoélestabaenelcafé,Leonorapermanecíaalcuidadodelapatrona,ylaniñatímida,encogidaycomoasombrada,pasabalashorasenelsalóndela antigua bailarina, rodeada de las amigas de ésta, ruinas del pasado,adoraciones ardientes de grandes señores que hacíamuchos años pudrían latierra;brujasrequemadasporelamor,quemirabanacadainstantesusvistosasjoyas, como temiendo ser robadas, y fumando cigarrillos contemplaban a lapequeña,discutiendosuhermosura,profetizándolaqueiríamuylejossisabíavivir.

—Tuveexcelentesmaestras—decíaLeonoraal recordaraquelperíododesu juventud.—Eran buenas en el fondo, pero con ellas nada quedaba poraprender. No recuerdo cuándo abrí los ojos. Creo que no he sido nuncainocente.

Algunasnocheslallevabaeldoctorasutertuliadelcaféoalagaleríaaltade la Scala si algún músico le regalaba billetes. Así fue conociendo a losamigosdesupadre;aquellabohemiaenlaquelamúsicaibaunidasiempreaun ideal de revolución europea;mezcla confusa de artistas y conspiradores;viejosprofesorescalvos,miopes,conlaespaldaencorvadaportodaunavidade inclinación ante el atril; jóvenes morenos de ojos de brasa con erizadasmelenas y corbata roja, que hablaban de destruir la sociedad, haciéndolaresponsable deque suóperano fuese admitida en laScala o dequeningúngran maestro quisiera echar una mirada a sus dramas líricos. Uno de ellosllamó la atención de Leonora. Le contemplaba horas enteras hundida en eldivándelcafé,casiocultaporlosbrazos,siempreenmovimiento,desupadre.Eraunjovenextremadamentedelgadoyrubio.Suestrechaperillaylasfinasmelenascubiertasporeldesmesuradofieltro,recordabanaLeonoraelCarlosIdeInglaterra,pintadoporVanDik,yvistoporellaenlasilustraciones.Enlareuniónlellamabanelpoeta,ysegúnmurmuraban,unagranartistaretiradayviejaseencargabadesumanutenciónyentretenimiento,hastaquesusversoslehiciesencélebre.

—Aquelfuemiprimeramor—decíariendoLeonora,alrecordarelpasado.

Amordeniña,pasióndecolegialaquenadieadivinó,puesaunquelahijadeldoctorpasabalashorasconsusojosverdesydoradospuestosenelpoeta,éstenuncasediocuentadelamudaadoración,comosi laprotectorayviejadivaleabrumasehastaelpuntodehacerleinsensibleparalasdemásmujeres.

¡CómorecordabaLeonoraaquellaépocadeestrechezyensueños!...Pocoapoco iban devorando la pequeña fortuna que al doctor le restaba allá abajo.Habíaquevivirypagaralosmaestros.DoñaPepa,apremiadaporlascartasdesuhermano,vendíacampo trascampo;peroaunasíenmuchasocasionesseretrasaba el envío de dinero, y en vez de comer en la trattoría, cerca de laScala, entre alumnasdebailey artistasde reciente contrata, sequedabanen

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casa, y Leonora, olvidando sus partituras, cocinaba valerosamente,aprendiendo las misteriosas recetas de la vieja bailarina. Pasaban semanasenteras condenados a los macarrones y el arroz cargado de manteca querepugnabaalbuendoctor:muchasveceshabíadefingirseésteenfermoparaevitarse la visita al café; pero estas rachas de estrechez y miseria lasaguantabanpadreehijaensilencio,sosteniendoantelosamigossucondicióndegentesqueteníanensupaísdequévivir.

Leonora se transformaba rápidamente. Había ya pasado el período delcrecimiento, esa iniciación de la adolescencia, en la cual las facciones seremuevenantesdeadquirirsudefinitivaformaylosmiembrosseprolonganyadelgazan.Yano era lamuchacha zanquilarga, conmovimientos depilluelaque parecían querer arrojar lejos las faldas. Sus ojos adquirían el brillomisteriosodelapubertad;lostrajesparecíanestrecharseconelimpulsodelasformascadavezmásllenasyredondeadasylasfaldasbajabanhastalospies,cubriendoalgodistintodeaquellas tibias infantiles, secasynerviosas,vistastantasvecesporlagentedelaGalería.

ElsignorBoldini,sumaestrodecanto,estabaadmiradodelahermosuradesudiscípula.EraunantiguotenorquehabíatenidosuhoradeéxitoalláporlostiemposdelStatuto,cuandoVíctorManueleratodavíareydelPiamonteylosaustríacosgobernabanMilán.Convencidodequenopodríaalzarmáselvuelo,sehabíatendidoenelsurco,dejandopasaralosqueveníandetrás,ysededicóaexplotarsuexperienciaescénicacomomaestrodenumerosasmuchachasalas quemanoseaba bondadoso y paternal. Su blanca barbilla de chivo viejoestremecíasedeentusiasmoalacariciaraquellasgargantasvírgenesque,segúnél, le pertenecían. «¡Todo por el arte!» Y esta divisa de su vida le hacíasimpáticoaldoctorMoreno.

—EseBoldiniquiereamiLeonoracomoaunahija—decíaelmédicocadavez que el maestro elogiaba la belleza y el talento de su discípula,profetizándolatriunfosinmensos.

Y Leonora seguía sus lecciones acariciada por las manos ardorosas yhúmedas del viejo cantante, permaneciendo horas enteras a solas con él,graciasalainmensaconfianzadeldoctor,hastaqueunatarde,enmitaddeunaromanza, el tembloroso sátiroque todo lohacíapor el arte, cayó sobre ella.Fue una escena odiosa: el maestro, haciendo valer su derecho feudal,cobrándoseavivafuerzalasprimiciasdelainiciaciónenelmundodelteatro.Y entre lágrimas y desesperados gritos, que nadie podía oír, la muchachaconociólastorturasdelamor,sinplaceralguno,conunaprofundaimpresióndeasco,pareciéndoleelmáshorriblede los tormentosaquelactomisteriosovagamente adivinado en sus curiosidades de joven educada en un ambientelibredeescrúpulos.

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Calló por miedo a su padre, temiendo su explosión de cólera al verengañada la ciega confianza que tenía en el maestro. Se sumió en unapasividad de bestia resignada y siguió acudiendo todos los días a casa deBoldini, sufriendoaquellas leccionesque se interrumpíanconacometidasdevaletudinarioardorosoopegajososhalagosderefinadacorrupción.

LapobreLeonoraentróenelviciopor lapuertagrande.Deungolpe sesumergió en todas las vilezas aprendidas por aquel vejestorio en su largacarrera por camerinos y bastidores. Boldini hubiera querido conservareternamente a su discípula; nunca la encontraba suficientemente preparadaparahacersudebut.Perodealláabajo,apenassiveníadinero.LapobredoñaPepa,vendidoyatodolodesuhermanoygranpartedelosuyo,sóloacostade penosos ahorros podía enviarle cantidades insignificantes. El doctor,valiéndosedesusamistadescondirectoreserrantesyempresariosdeaventura,lanzóa suhija,yLeonoracomenzóacantaren los teatrillosmunicipalesdelos pueblos del Milanesado, en las representaciones por dos o tres nochesorganizadasconmotivodelasferias.ErancompañíasformadasenlaGalería,alazar, lavísperamismadelafunción; tropascomolasantiguasde la leguaquepartíancasialaventura,envagóndetercera,conlaterribleperspectivadevolverapie,sinovigilabanalempresario,prontosiempreaescaparcon losfondos.

Leonora comenzó a oír aplausos, a repetir romanzas ante un públicoendomingado,depropietariosruralesyseñorascargadasdesortijasycadenasfalsas,ysonrióporprimeravezcomomujer,alrecibirramosysonetosdelostenientes de las pequeñas guarniciones. En todas sus correrías la seguía eltirano,elmaestro,queenloquecidoporunapasiónque talvezera laúltima,abandonabasusleccionesparasalirasuencuentro.¡Todoporelarte!Queríagozarseenlacontemplacióndesuobra,presenciarlostriunfosdesudiscípula.Yapenaselpadre,agradecidoportantoafecto,seseparabaunpoco,caíasobreellaimponiéndolasuesclavitud.

Por fin salió de aquella bohemia artística, cantando en Padua todo uninvierno. Allí conoció al tenor Salvatti, un gran señor que tratabadesdeñosamente a los compañeros y era tolerado por el público enconsideraciónasupasado.

Por su figura arrogantehabía triunfadomuchosaños sobre la escena.Entornodesucabezaretocadaporlatinturayelcolorete,parecíaflotarconunnimbo aquella leyenda de triunfos galantes que evocaba su nombre. Lasgrandes damas disputándosele con sorda guerra; una reina escandalizando asus súbditos con su ciega pasión por él; dos divas eminentes vendiendo susdiamantes por conservarle fiel en fuerza de regalos. La envidia de loscompañeros exageraba prodigiosamente esta leyenda, y Salvatti, cansado,pobre, conservando de su pasado una belleza fatigada y ademanes de gran

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señor, vivía de los públicos de provincia que le aplaudían bondadosamente,con la misma satisfacción de amor propio que si socorrieran a un príncipedestronado.

Leonora,alcantarfrenteaaquelhombrefamoso,alagarrarenplenodúoaquellasmanosquehabíanbesadolasreinasdelarte,sentíaseprofundamenteturbada. Era el mundo soñado en su cuartito de Milán, las grandezasaristocráticas que llegaban hasta ella en el ambiente fuertemente perfumadoqueenvolvíaaSalvatti.Estenotardóencomprenderlaimpresiónquecausabaen aquella joven que prometía ser una belleza y con su frialdad de amanteegoístasepropusosacarpartidodelapequeña.¿FueelamorloqueempujóaLeonorahacialosbrazosdeSalvatti?Laartista,cuandoexaminabasupasado,protestaba enérgicamente.No era amor; Salvatti era incapaz de inspirar unapasiónverdadera.Suegoísmo,sucorrupciónmoral se revelabanenseguida.Eraunentretenido,capazúnicamentedeexplotaralasmujeres.Perofueunaalucinación que la cegó, que la hizo sentir en los primeros días la dulceturbación,elvoluptuosoabandonodeunamorverdadero.Fue laesclavadelarruinadotenor,voluntariamente,comolohabíasidopormiedodelmaestro.Ytanto llegó a dominarla el imperioso amante, tal embriaguez produjo en sunaturalezasensualaquelprimeramor,queobedeciendoaSalvatti,sefugóconélalterminarlatemporada,abandonandoasupadre.

Esteeraelhechomásterribledesuvida.Ella,tanvalerosaconelpasado,quenosearrepentíadenada,parpadeabaconteniendolaslágrimasalrecordartallocura.

Era mentira lo que contaba la gente sobre el fin de su padre. El pobredoctorMoreno no se había suicidado. Tenía demasiada altivez para revelar,dándoselamuerte,elinmensodolorquelehabíacausadoaquellaingratitud.

—No me hable usted de ella—dijo con fiereza a su patrona de MiláncuandointentóhablarledeLeonora.—Yonotengohija:fueunaequivocación.

Ocultándose de Salvatti, que al verse en decadencia era terriblementeavaro,LeonoraenvióasupadrealgunoscentenaresdefrancosdesdeLondresydesdeNápoles.Eldoctordevolvióloschequesasuprocedenciasinañadirunapalabra,apesardehallarseenlamiseria.EntoncesLeonoraenviótodoslosmesesalgúndineroalaviejabailarina,encargándolaquenoabandonaseasupadre.

Bien necesitaba el pobre de cuidados. La patrona y sus viejas amigaslamentabanelestadodelpoverosignorespagnuolo.Pasabalosdíascomounmaniático,encerradoensucuarto,elvioloncelloentrelasrodillas, leyendoaBeethoven, su único pariente—según él decía,—el que jamás le habíaengañado.Cuando la vieja Isabella, cansadadeoírle, le empujaba a la calleconpretextodevelarpor su salud,vagabacomounespectropor laGalería,

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saludadodelejosporlosantiguosamigosquehuíandelcontagiodesunegratristeza, y temían las explosiones de furor conque acogía las noticias de suhija.

¡Quémododehacercarrera!Lasviejascarroñasreunidasenelsaloncitode la bailarina, comentaban con admiración los adelantos de la pequeña yhasta se indignaban un poco contra el padre, por no aceptar las cosas talescomo eran. Aquel Salvatti era el apoyo que necesitaba; un piloto, expertoconocedordelmundo,queladirigíasintropezarenescollosniperderbordada.

Habíaorganizadosabiamenteunareclameuniversalen tornodesu jovencompañera.LabellezadeLeonoraysuentusiasmoartísticoconquistabanlospúblicos.TeníacontratasenlosprimerosteatrosdeEuropa,yaunquelacríticaencontrara defectos, el respeto a la hermosura se encargaba de olvidarlos,exaltandoalajovenartista.Salvatti,amparadodeaquelprestigioquecuidabareligiosamente,sesosteníacomoartista.Despedíasedelavidaalasombradeaquellamujer,laúltimaquehabíacreídoenélyquetolerabasuexplotación.

Aplaudida por públicos famosos, cortejada en su camerino por grandesseñores,Leonoracomenzabaaencontrar intolerablela tiraníadeSalvatti.Loveía tal como era; avaro, petulante, habituado a que le prestasen adoración;arrebatándole (para ocultarlo Dios sabe dónde) cuanto dinero llegaba a susmanos.Deseosadevengarseyseducidaalmismotiempoporelesplendordeaquelmundoeleganteconelqueserozabasinpenetrarenél,tuvoaventurasyengañómuchasvecesaSalvatti,experimentandoconelloundiabólicoplacer.Pero no; después de transcurridos los años, al examinar el pasado con lafrialdad de la experiencia, comprendía los hechos. La engañada era ella.RecordabalafacilidadconquesealejabaSalvatti,enelmomentooportuno;larara casualidad con que se combinaban los sucesos para facilitar susinfidelidades;comprendíaqueaquelhombreeraunrufiánquecautelosamentepreparaba sus aventuras con hombres poderosos presentados por él mismo,parasacarprovechosquequedabanenelmisterio.Despuéssemostrabacruelysusceptibledurantemuchosdías;erasuamorpropiodeantiguobuenmozoperseguidoporlasmujeres,quesesentíalastimado:larabiadetraicionarseasímismoparaahorrarunapequeñafortuna;ybuscabacualquierpretextoparaarmar querella a su amante, promoviendo escenas borrascosas en las que laabofeteaba,jurandocomoensujuventudcuandodescargabalasbarcazasdelTíber.

A los tresañosdeestavida,estandoLeonoraen todoelesplendorde subelleza,fueenNizalamujerdemodaunaprimaveracompleta.LosperiódicosdeParís,ensuscrónicasdelgranmundo,hablarondelapasióndeunancianorey,unmonarcademocráticoqueabandonandosuestadopartíaenvillegiaturapara la Costa Azul, como un fabricante de Londres o un bolsista de París.Leonorasentíaseintimidadaporaquelseñoralto,robusto,debarbapatriarcal

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—eltipodelosreyesbondadososdelasleyendas,—queorgullosodemostrarcierto verdor a sus años, no temía presentarse en público con la hermosaartista.

Aquello pasó, dejando como rastro enLeonora unamarca de distinción,algodeesevagoambientequetienenlosobjetoshermososcuandosesabequehansidousadosporpersonajeshistóricos.Todoelrebañomasculinoqueconlaflorenelojalyelmonóculohundidoenlacejabailabayaventurabaluisesenlaruleta,desdeNizaaMonteCarlo,lamirabaconavidezyrespeto,comouncaballoderazaqueacabasedeganarelGranPremioenlascarreras.

—¡Ah!¡LaBrunna!—decíanconentusiasmo.

—LaqueridadelreyErnesto...unagranartista.

E intentaban abrirse paso hasta ella, entre el tropel de adoradores quecontinuamentelaasediabanbajolamiradainteligenteyvorazdeSalvatti.

PorentoncesmuriósupadreenunhospitaldeMilán.Unfinaltristísimo,segúnleexplicabaensuscartaslaantiguabailarina.¿Dequéhabíamuerto?...Isabella no sabía explicarlo. Cada médico había dicho una cosa; pero labailarina resumía claramente su pensamiento: el povero signor espagnuolohabíamuertoporqueestabacansadodevivir.Undesplomegeneraldeaquelcuerpofuerteypoderoso,enelqueinfluíanconímpetuirresistiblelosafectosmorales.Estabacasiciegoalentrarenelhospital;parecía idiota, sumidoeninquebrantablesilencio;Isabellanopodíaconservarleensucasa,porsuestadodeinconsciencia.Perolorarofuequealaproximarselamuerte,reapareciódeun golpe en su memoria todo el pasado, y los enfermeros le oyeron gemirnoches enteras,murmurando en español, con una tenacidad demaniático:—¡Leonora!¡pequeñamía!,¿dóndeestás?...

Llorólaartistaocultaensuhotelmásdeunasemana,congranenfadodeSalvatti, que no gustaba de la desesperación dolorosa porque agostaba lahermosura.

¡Sola!... Con su locura había causado la muerte de su padre; ya sólo lequedabaenelmundoaquellabuenatíaquevegetabalejoscomounaplantasinmás vida que la devoción.Miró a Salvatti con odio. El la había inducido aabandonar a su padre, turbándola con una embriaguez voluptuosa. Sintió eldeseodevengarse,derecobrarsulibertad,yabandonandoaSalvatti,huyóconelcondeSelivestroff,unrusodevaronilbelleza,ricoycapitándelaGuardiaImperial.

Susuerteestabaechada;pasaríadebrazoenbrazo.Suvidaeraelcantoydejarseadorarporloshombres.Seríaensulechocomoenlaescena:detodosydeninguno.

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AquelApolorubio,demúsculosdurosyblancoscomoelmármol,deojosgrises,bondadososyacariciadores,laamabadeveras.

Leonora, recorriendo el pasado, confesaba queSelivestroff había sido sumejoramante.Seenroscabaasuspiessumisoyadorador,comoHérculesanteAriadna,acariciándolalasrodillasconsuhermosabarbadeoro.Seacercabatodos los días con timidez, cual si la viese por vez primera y temiese serrechazado;labesabaconadoraciónyrecogimientocomounajoyafrágilquepudierarompersebajosuscaricias.

¡Pobre Selivestroff! Era el único amante cuyo recuerdo conmovía aLeonora.Habíanvividounañoen su castillo, enplena campiña rusa con lafastuosidad del boyardo, paseando su amor fresco, insaciable y sin cesarrenovado, por entre los embrutecidos mujiks que contemplaban a aquellamujer hermosa, envuelta en pieles blancas y azules, con lamismadevociónquesifueseunavirgendespegadadelfondodoradodelicona.

PeroLeonoranopodíavivirlejosdelaescena;lasgrandesdamashuíandeellaenelcampo,yLeonoraqueríaquelaaplaudiesenyfestejasen.DecidióaSelivestroff a trasladarse a San Petersburgo y cantó en la ópera todo uninvierno,comounagranseñora,convertidaenartistaporentusiasmo.

Volvió a ser la mujer de moda. La juventud rusa, todos aquellosaristócratas que tenían grados en la Guardia Imperial o altos puestos en laadministración,hablabanconentusiasmodelahermosaespañolayenvidiabana Selivestroff. El conde recordaba conmelancolía la soledad de su castillo,guardadoradetantosrecuerdosamorosos.Enelbulliciodelacapitalvolvíasehuraño, recelosoy tristepor lanecesidaddedefendersuamor.AdivinabaelasedioocultodelosinnumerablesadoradoresdeLeonora.

Unamañana saltó la artista de su lechopara ver al conde tendido en undiván,pálido,conlacamisaensangrentada,rodeadodevariosseñoresvestidosdenegro,queacababandebajarledeuncarruaje.Undueloalamaneceryunabala en el pecho. La noche anterior, a la salida del teatro, el conde habíasubido un momento a su círculo. Algunas palabras cogidas al vuelo sobreLeonorayél;rompimientoconunamigo;bofetadasyelencuentroconcertadoatodaprisa,esperandolaprimeraluzdeldíaparacruzarlasbalas.

Selivestroffmuriósonriendoentrelosbrazosdesuamante,buscandoporúltima vez con su boca sanguinolenta aquellas manos de nácar delicadas yfuertes.Leonorallorócomounaviuda,lefueodiosalatierradondehabíasidofelizconelprimerhombreamado,yabandonandogranpartedelasriquezasquelehabíacedidoelconde,selanzóenelmundo,corriendolosprincipalesteatros,ensufiebredeaventurasyviajes.

Tenía entonces veintitrés años y se consideraba vieja. ¡Cómo había

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cambiado!... ¿Amores? Al recordar aquel período de su historia, Leonorasentíaunestremecimientodepudor,unremordimientodevergüenza.Eraunaloca que paseaba la tierra como una bandera de escándalo, prodigando suhermosura,ebriadepoder,haciendoelregioregalodesucuerpoacuantoslainteresabanuninstante.

Daba el cuerpo, como sobre las tablas daba la voz, con el desprecio dequien está seguro de su fuerza indestructible. Era en su lecho como en laescena; de todos y de ninguno, y al quedarse a solas con sus pensamientos,comprendíaquealgoseocultabaenella,todavíavirgen:algoquesereplegabacon vergüenza al sentir los estremecimientos y apetitos monstruosos de laenvoltura,ytalvezestabadestinadoamorirsinnacer,comoesasfloresquesesecandentrodelcapullo.Nopodíarecordarlosnombresdelosquelahabíanamadoenaquellaépocadelocura.¡Erantantoslosarrastradosporsuruidosorevueloal travésdelmundo!VolvióaRusiay fueexpulsadaporelCzarenvista de sus escándalos públicos con un Gran Duque, quien loco de rabiaamorosa, quería casarse con ella, comprometiendo el prestigio de la familiaimperial.EnRomasedesnudóanteunjovenescultordeescasorenombre,alquehabíahechoelregalodeunanoche,apiadadadesumudaadmiración.Ledio su cuerpo para modelo de una Venus y ella mismo lo hizo público,buscandoqueel escándalomundanodiesecelebridada laobraya suautor.Encontró a Salvatti enGénova, retirado de la escena, dedicado a comerciarcon sus ahorros. Le recibió con amable sonrisa, almorzó con él, tratándolecomoauncamarada,yalospostres,cuandolevioebrio,enarbolóunlátigoyvengósuantiguaservidumbre, losgolpes recibidosen laépocade timidezyencogimiento, con una ferocidad encarnizada que manchó de sangre suhabitaciónyatrajo lapolicíaalhotel.Unescándalomásysunombreen lostribunales, mientras ella, fugitiva y orgullosa de su hazaña, cantaba en losEstadosUnidos,aclamadalocamenteporelpúblicoamericanoqueadmirabaalaamazonamásaúnquealaartista.

AllíconocióaHansKeller,elfamosodirectordeorquesta,eldiscípulodeWagner.Elmaestroalemánfuesusegundoamor.Conelcabelloduroyrojizo,susgruesasgafasyelenormemostachocayendoaambosladosdelabocayencuadrando la mandíbula, no era ciertamente hermoso como Selivestroff,pero tenía lamagia irresistibledelarte.Despuésdeoprimirentre susbrazoslos músculos del Apolo ruso, blancos y fuertes, necesitaba quemarse en lallamainmortalquetiemblasobrelafrentedelArte,yadoróalmúsicofamoso.Ella, tan solicitada, descendió por primera vez de su altura para buscar alhombre, y con sus insinuaciones amorosas turbó la plácida calma de aquelartista,embebidoenelcultodelsublimemaestro.

Hans Keller, al ver la sonrisa que caía como un rayo de sol sobre suspartituras,lascerró,dejándosearrastrarporelamor.

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La vida de Leonora con elmaestro fue un rompimiento absoluto con elpasado.Queríaamaryseramada,quesuvidasedeslizaseenelmisterioyseavergonzabadesusaventuras.Turbabaconsupasiónalmúsicoysesentíaasu vez conmovida y transfigurada por el ambiente de fervor artístico querodeabaalilustrediscípulodeWagner.

Lasrevelacionesdeél,delMaestro,comodecíaconunciónHansKeller,fulgurabanantelosojosdelacantante,comoelrelámpagoquetransformóaPabloenelcaminodeDamasco.Ahoraveíaclaro.Lamúsicanoeraunmedioparadeleitaralasmuchedumbres,luciendolahermosurayllevandoportodoelmundouna vida de cocotte célebre; era una religión, lamisteriosa fuerzaque relaciona el infinito interior con la inmensidadque nos rodea. Sentía lamisma unción que la pecadora que despierta arrepentida y en su fervorreligiosonodudaenhundirseenelclaustro.EraMagdalena,tocadaenmediodeunavidadefrivolidadesgalantesydelocosescándalospor lasublimidadmísticadelarteysearrojabaalospiesdeEl,delMaestrosoberano,comoelmásvictoriosodeloshombres,señordelsublimemisterioqueturbalasalmas.

Laimagendelgranmuertoparecíapresenciartodoslosarrebatosdeaquelamor,mezcladepasióncarnalymisticismoartístico:susojosazules,sumidosen la inmensidad, atravesaban los muros de la casita de los alrededores deMunich, donde se arrullaban pensando en él, el discípulo y la entusiastadevota.

—HáblamedeEl—decíaLeonorafrotandosucabezaenelduropechodelmúsicoalemán, coneldulceabandonode lapasión saciada.—¡Cuántodaríaporhaberle conocido como tú!...Todavía levi enVenecia: eran susúltimosdías...estabamoribundo.

Y evocaba aquel encuentro, uno de sus recuerdos más firmes y biendelineados. La caída de la tarde animando con reflejos de ópalo las aguasobscuras delGranCanal, una góndola pasando junto a la suya en direccióncontraria,yenellaunosojosazules,imperiosos,brillantes,unosojosdeesosque no pueden confundirse, que son ventanas tras cuyos vidrios fulgura elfuego divino del escogido, del semidiós y que parecieron envolverla en unrelámpagode luzcerúlea.Eraél, se sentíaenfermo, ibaamorir.Sucorazónestaba herido, traspasado tal vez por misteriosas melodías, cómo esoscorazonesdevirgenquesangranenlosaltareserizadosdeespadas.

Leonora le vio más pequeño de lo que realmente era; encogido yquebrantadoporeldolor,inclinandosuenormecabezadegeniosobreelpechodesuesposaCósima.Leveíaaúncomosiletuvieradelante.Sehabíaquitadoelnegrofieltroparasentirmejorel frescode la tarde,queagitabasus lacioscabellos grises. De una mirada abarcó Leonora su frente espaciosa yabombada, que parecía pesar sobre todo su cuerpo comoun cofre demarfil

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cargadodemisteriosasriquezas;losojosglaucoseimperiososbrillandoconlafrialdad azul del acero bajo el pabellón de las pobladas cejas, y la narizarrogante,fuertecomoelpicodeunavedecombate,buscandoporencimadelahundidabocalamandíbulasensualyrobustaencuadradaporunabarbagrisque corría por el cuello arrugado y de tirantes tendones. Fue una rápidaaparición,perolevio,ysufiguradoloridaypequeña,encorvadaporlavejezylaenfermedad,quedóensumemoriacomoesospaisajesentrevistosalaluzdeunrelámpago.LeviocuandollegabaaVeneciaparamorirenelsilenciodeloscanales, en aquella calma únicamente turbada por el golpe del remo, dondemuchosañosanteshabíacreídoperecermientrasescribíasuTristán,elhimnoa lamuerte, pura y libertadora. Le vio casi tendido en la negra barca, y elchoquedel agua contra elmármolde lospalacios resonóen su imaginacióncomo las trompas plañideras y espeluznantes del entierro de Sigfrido, y lepareció contemplar al héroe de la Poesía marchando al Walhalla de lainmortalidadylagloria,sobreunescudodeébano,inertecomoeljovenhéroede la leyenda germánica: seguido por el lamento de la humanidad, pobreprisionera de la vida que busca ansiosa un agujero, un resquicio por dondepenetreelrayodebellezaquealegrayconforta.

Y la cantante, enternecida por el recuerdo, contemplaba con ojoslacrimososlaanchaboinadeterciopelonegro,unmechóndecabellosgrises,dos plumas de acero gastadas y corroídas, todos los recuerdos delmaestro,guardadospiadosamenteenunavitrinaporHansKeller.

—Tú que le conociste, dime cómo vivía.Cuéntamelo todo: háblame delpoeta...delhéroe.

Yelmúsico,nomenosconmovido,evocabasusrecuerdossobreWagner.Lo describía tal como le había visto en su época de salud, pequeño,estrechamenteenvueltoensupaletó;defuerteypesadaosamentaapesardesudelgadez;inquietocomounamujernerviosa,vibrantecomounpaquetederesortesyconunasonrisaamarga,contrayendosuslabiossutilesysincolor.Después venían sus genialidades, sus caprichos que habían constituido unaleyenda. Su traje de trabajo, de satín de oro con botones que eran flores deperlas; su apasionado amor por los suntuosos colores, las telas que seextendían como olas de luz en su gabinete de trabajo, los terciopelos y lassedasconreflejosde incendiodesparramadossobre losmueblesy lasmesassinningunautilidad,sinotrofinquesubelleza,paraanimarlelosojosconelacicatedesusmatices.Ylasropasdelmaestro,todaslasbrillantesestofasdeesplendor oriental, impregnadas de esencia de rosa; frascos enterosderramados al azar, saturado el ambiente de un perfume de jardín fabuloso,capazdemarearalmásfuerteyqueexcitabaalmonstruoensuluchaconlodesconocido.

YHansKellerdescribíadespuésalhombre,siempreinquieto,estremecido

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pormisteriosasráfagas,incapazdesentarsecomonofueseanteelpianoolamesa de comer; recibiendo de pie a los visitantes, yendo y viniendo por susalón,conlasmanosagitadaspornerviosaincertidumbre,cambiandodesitiolossillones,desordenandolassillas,buscandounatabaqueraounoslentesqueno encontraba nunca; removiendo sus bolsillos y martirizando su boina deterciopelo, tan pronto caída sobre un ojo como empujada hacia el extremoopuestoyqueacababaporarrojar a loaltocongritosdealegríaoestrujabaentresusdedoscrispadosporelardordeunadiscusión.

Elmúsico cerraba los ojos, creyendo escuchar aún en el silencio la vozcascada e imperiosa del maestro. ¡Oh! ¿dónde estaba? ¿Desde qué estrellaseguíaatentamenteesainmensamelodíadelosastros,cuyosecossólopodíapercibirsuoído?YHansKeller,paraahogarsuemoción,sesentabaalpianomientrasLeonora,sugestionada,seaproximabaaél,rígidacomounaestatua,y con las manos perdidas en la áspera cabellera del músico, cantaba unfragmentodelainmortalTetralogía.

Laadoraciónalgranmuerto laconvertíaenunamujernueva.AdorabaaKellercomounreflejoperdidodeaquelastroapagadoparasiempre;sentíalanecesidad de humillarse, la dulzura del sacrificio como el devoto que seprosternaanteel sacerdote,noviendoenélalhombre, sinoal elegidode ladivinidad. Quería arrodillarse ante sus plantas para que la pisara, para quehiciese alfombra de sus encantos: quería servir como una esclava a aquelamantequeeraeldepositariodelpensamientodeEl,yparecíaagigantadoportaltesoro.

Cuidábale con exquisitas dulzuras de sierva enamorada; le seguía en susexcursionesaLeipzig,aGinebra,aParís,enprimavera,épocadelosgrandesconciertos;yella, la famosaartista,permanecíaentrebastidores sin sentir lanostalgia de los aplausos, aguardando elmomento en queHans, sudoroso yfatigado, abandonaba la batuta entre las aclamaciones de la muchedumbrewagneriana,paraenjugarlelafrenteconunacariciacasifilial.

Y así corrían media Europa, propagando la luz del maestro; ella,obscurecidavoluntariamente,comounadeaquellaspatriciasque,vestidasdeesclavas,seguíanalosapóstolesansiosasporlosprogresosdelabuenanueva.

El maestro alemán se dejaba adorar; recibía todas las caricias delentusiasmoydelamorconladistraccióndeunartistaque,preocupadoconlossonidos,acabaporodiarlaspalabras.EnseñabasuidiomaaLeonoraparaquealgúndíapudiesecantarenBayreuth,realizandosumásfervientedeseo,ylainfundíaelpensamientoquehabíaguiadoalmaestroaltrazarsusprincipalesprotagonistas.

Por esto cuandoLeonora se presentó sobre las tablas un invierno con elalado casco de walkiria, tremolando la lanza de virgen belicosa, prodújose

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aquellaexplosióndeentusiasmoquehabíadeseguirlaen todasucarrera.ElmismoHansseestremecióensusillóndedirector,admirandolafacilidadconquesuamantehabíasabidoasimilarseelespíritudelmaestro.

—¡Si El te oyese!—decía con convicción—tengo la certeza de que semostraría satisfecho. Y así corrieron el mundo los dos. En primaveracontemplándole ella desde lejos, con la batuta en la mano, haciendo surgiraladayvictoriosalagloriadelmaestrodelasmasasdeinstrumentaciónqueseocultaban en la bávara colina de Bayreuth, en el foso llamado el AbismoMístico.En inviernoeraélquienseentusiasmabaescuchandounasvecessu¡hojotoho!fierodewalkiriaque temealausteropadreWotan;viéndolaotrasdespertarentre las llamas,anteelanimosoSigfrido,héroequeno temenadaenelmundo,yseestremeceantelaprimeramiradadeamor.

Perolaspasionesdeartistasonigualesalasfloresporsuintensoperfumey su corta duración. El rudo maestro alemán era un ser infantil, voluble ytornadizo,prontoapalmotearanteunnuevojuguete.Leonora,consultandosupasado, se reconocía capaz de haber llegado hasta la vejez sumisa a él,obediente a todos sus caprichos y nerviosidades. Pero un día Keller laabandonó como ella había abandonado a otros; se fue arrastrado por elmarchito encanto de una contralto tísica y lánguida, que tenía el enfermizoperfume,lamalsanadelicadezadeunaflordeestufa.Leonora,locadeamorydedespecho,lepersiguió,fueallamarasupuertacomounacriada,sintióunaamarga voluptuosidad viéndose por primera vez despreciada y desconocida,hastaqueunareaccióndecarácterhizorenacerenellasuantiguaaltivez.

Seacabóelamor.¡Adiósalosartistas!Gentemuyinteresante,peronadaqueríayaconellos.Eranpreferiblesloshombresvulgaresquehabíaconocidoenotrostiempos;ycuantomásimbéciles,mejor.Novolveríaaenamorarse.

Y cansada, perdidas las ilusiones, volvió a lanzarse en el mundo. Lamolestabaaquellaleyendagalantedesustiemposdelocura; lafuriaconquecorrían hacia ella los hombres, ofreciéndola riquezas a cambio de unapasividad amorosa. La locura volvió a cogerla entre sus engranajes. Loshombreshablabandematarsesiellaresistía,comosisudeberfueseentregarseal primero que apeteciese su cuerpo y la negativa resultase una traición. Elmelancólico Maquia se suicidó en Nápoles al verla insensible a sus tristessonetos; enViena se batieron por ella ymurió uno de sus admiradores; uninglés excéntrico la seguía a todas partes, proyectando sobre su cabeza unasombradeárbolfatalyjurandomataratodoelqueellaprefiriese...¡Yahabíabastante! Estaba cansada de aquella vida; sentía náuseas ante la voracidadvaronil que le salía al paso en todas partes. Se veía quebrantada por latempestaddepasiónquedesencadenabasunombre.

Quería sumergirse, desaparecer, descansar entregada a un sueño sin

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límites,ypensócomoenunblandoymisteriosolecho,enaquellatierralejanadesu infancia,dondeestaba suúnicopariente, la tíadevotay simpleque laescribíadosvecesporaño,recomendándolaquepusierasualmaenreglaconDios,paralocualyaayudabaellaconsusdevociones.

Creía también, sin saber por qué, que aquel regreso a la tierra natalamortiguaríaelrecuerdodolorosodelaingratitudquehabíacostadolavidaasu padre. Cuidaría a la pobre vieja, alegraría con su presencia aquella vidamonótonaygrisquesehabíadeslizadosinlamásleveondulación.Suvozysu cuerpo necesitaban reposo. Y bruscamente una noche, después de serIsolda,porúltimavezanteelpúblicodeFlorencia,dio laordendepartidaaBeppa,lafielysilenciosacompañeradesuvidaerrante.

Alatierranataly¡ojaláencontraraallíalgoquelaretuviera,nodejándolavolveraunmundotanagitado!

Era la princesa de los cuentos que desea convertirse en pastora; y allípermanecíaadormecida,alasombradesusnaranjos,sacudidaalgunasvecespor el recuerdo; queriendo gozar eternamente aquella calma, repeliendo confierezaaRafael,queintentabadespertarlacomoSigfridodespiertaaBrunildaatravesandoelfuego.

No: amigosnadamás.Noquería amor: ya sabía ella lo que era aquello.Además,llegabatarde.

Y Rafael revolvíase insomne en su cama, repasando en la obscuridadaquella historia cortada a trozos, con lagunas que rellenaba su adivinación.Sentíaseempequeñecido,anonadadoporloshombresquelehabíanprecedidoenlaadoraciónaaquellamujer.

Unrey,grandesartistas,paladineshermososyaristocráticoscomoelconderuso,potentadosquedisponíandegrandesriquezas.¡Yél,pobreprovinciano,diputadoobscuro,sometidocomounchicueloaldespotismodesumadreysindinerocasiparasusgastos,pretendíasucederles!

Reíaconamargaironíadesupropiaaudacia;comprendíaelacentoburlóndeLeonora,laenergíaconquehabíarepelidotodossusatrevimientosdezafioqueintentaposeerunagrandamaporlafuerza.Peroapesardeldesprecioqueasímismoseinspiraba,faltábanlefuerzaspararetirarse.

Estabacogidoen laesteladeseducción,enaquel torbellinodeamorqueseguíaalaartistaportodaspartes,aprisionandoaloshombres,arrojándolesalsueloquebrantadosysinvoluntad,comosiervosdelabelleza.

III

—Tempranonosvemoshoy:buenosdías,Rafaelito...Madrugoporverelmercado. De niña era para mí un acontecimiento la llegada del miércoles.

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¡Cuántagente!

YLeonora,olvidadayadelasaglomeracionesdelasgrandesciudades,seadmiraba ante la confusión de gente que se agita en la plaza llamada delPrado,dondetodoslosmiércolesseverificabaelgranmercadodeldistrito.

Llegabanloslabradores,conlafajaabultadaporloscartuchosdedinero,acomprarloquenecesitabanparatodalasemanaalláensudesierto,rodeadodenaranjos; iban de un puesto a otro las hortelanas, elegantes y esbeltas cualcampesinas de opereta, peinadas como señoritas, con faldas de batista claraque, al recogerse, dejaban al descubierto las medias finas y los zapatosajustados. El rostro tostado y las manos duras era lo único que delataba larusticidaddeaquellasmuchachasaquienesuncultivoriquísimohacíavivirenlaabundancia.

A lo largo de las paredes cloqueaban las gallinas, atadas en racimos;amontonábanselaspirámidesdehuevos,deverdurasyfrutasyenlastiendasportátilesdelospañerosextendíanselasfajasdecolores,laspiezasdepercaleindiana y el negro paño, eterno traje de todo ribereño. Fuera del Prado, loslabriegos buscaban en Alborchí el mercado de los cerdos, o probabancaballerías en el Hostal Gran. Era la compra de todo lo necesario para lasemana;eldíadestinadoalosnegocios;lallegadaenmasadelapoblacióndelos huertos, para pedir dinero a los prestamistas o devolvérselo con creces;repoblar el gallinero, comprar el cerdo, cuya creciente obesidad había deseguirconansialafamiliaoadquiriraplazoselrocín,motivodeinquietudydedesesperadoahorro.

Lamuchedumbre,oliendoasudoryatierra,agitábaseenelmercado,bajolaluzdelosprimerosrayosdelsol.Seabrazabanlashortelanasalencontrarse,yconlacestaenlacaderametíanseenlachocolateríaacelebrarelencuentro;los labriegos formaban corro, y devez en cuando iban a beber una copadeaguardiente dulce para tomar fuerzas. Y por entre medio de esta invasiónrústica,pasabalagentedelaciudad;losburguesillosdearregladascostumbrescon una capa vieja y un enorme capazo, en el que metían las provisiones,despuésde regatearlas tenazmente; las señoritasqueveíanenelmercadodelosmiércolesalgoextraordinarioquealegrabalamonotoníadesuexistencia;los desocupados que pasaban horas enteras de pie, junto al puesto de unvendedor amigo, curioseando lo que cada cual llevaba en su cesta,murmurandodelaavariciadeunosydelagenerosidaddeotros.

Rafael contemplaba con asombro a su amiga. ¡Qué guapa estaba!...¡Cualquierapodíaadivinarenellaalaartistadeinmensorenombre!

Parecía una hortelana, vestida de fresco percal, como anunciando laprimavera; al cuello un pañolito rojo y la rubia cabellera al descubierto,peinada con artístico descuido, anudada rápidamente sobre la nuca. Ni una

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joya,niunaflor.Suestaturaysueleganciaeraloúnicoquelahacíadestacarsobrelamuchedumbre.Ybajolacuriosayávidamiradadetodoelmercado,Rafaelsonreíafrenteaella,admirándolafresca,sonrosada,conlavivezadelaabluciónmatinal, esparciendounperfume indefinible de carne sanay fuertequeembriagabaaljoven.

Hablaba riendo, como si quisiera cegar con el brillo de su dentadura atodos los papanatas que la contemplaban de lejos. Por todo el mercadoextendíaseunrumordecuriosidad,unzumbidodeadmiraciónyescándalo,alverfrenteafrente,alafazdetodalaciudad,hablandoconsonrisadebuenaamistadaldiputadoylacantante.

Los amigos de Rafael, los principales personajes del municipio querondabanpor elmercado, nopodíanocultar su satisfacción.Hasta el últimoalguacil sentía cierto orgullo. «Hablaba con el quefe. Le sonreía». Era unhonorparaelpartidoqueunamujertanhermosatrataseamablementeaDonRafael, aunque, bien considerado, merecía esto y algo más. Y aquelloshombres, que en presencia de sus esposas tenían buen cuidado de callarsecuando éstas hablaban con indignación de la extranjera, admirábanla con elfervorinstintivoqueinspiralabellezayenvidiabanasudiputado.

Las viejas hortelanas envolvían a los dos en una mirada cariñosa.«Formabanbuenapareja;¡quématrimoniotanguapopodríanhacer!»

Ylasseñorasfingíannoverlesalpasarporsulado;sealejabantorciendolabocaconungestodealtivez,yal encontrarseconunaamiga,decíanconacentoirónico:«¿Havistousted?...Ahíestáesaechándoleelanzuelo,delantede todos, al hijo de doña Bernarda». Aquello era escandaloso: las señorasdecentestendríanquequedarseencasa.

Leonora, insensible a la curiosidad, sin reparar en los centenaresdeojosfijosenella,seguíahablandodesusasuntos.Beppasehabíaquedadoconlatía, y ella con suhortelanayotramujer, que aguardaban a pocospasos congrandescestas,habíavenidoacomprarunsinfindecosas,cuyaenumeraciónla hacía reír. Ahora era persona formal; sí señor. Sabía el precio de lo quecomía; podría indicar, céntimopor céntimo, el coste de su vida; creía haberretrocedido a aquella dura época deMilán, cuando con la partitura bajo elbrazo,entrabaencasadelespecieroporlosmacarrones,lamantecaoelcafé.¡Cómo la divertía aquello!... Y no queriendo prolongar por más tiempo laexpectación escandalizada de la gente que interpretaba sus sonrisas y suvolublecharladelpeormodo,diosumanoaRafaeldespidiéndose.Sehacíatarde;sipermanecíaallícharlando,noencontraríanada;lomejordelmercadoselohabríanllevadootros.

—Alaobligación:hastalavista,Rafaelito.

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Yel joven la vio cómo se abría paso entre el gentío, seguida de las doscampesinas;comosedeteníaantelospuestos,acogidaporunasonrisaamablede los vendedores cual parroquiana que no regateaba jamás; cómo seinterrumpíaensuscomprasparaacariciarlosniñossuciosyaulladoresquelaspobresmujeresllevabanalbrazo,sacandodesucestalasmejoresfrutasparadárselas.

Laadmiracióndetodoelmercadolaseguíaatravésdelospuestos.¡Así,señoreta! gritaban las vendedoras. ¡Vinga, doña Leonor! decían otrasllamándola por su nombre para demostrar mayor intimidad. Y ella sonreía,hablabacontodosfamiliarmente,echabamanoacadainstantealbolsodepieldeRusiaquecolgabadesudiestray,comounanubedemoscas,agitábanseentornodeella,tullidos,ciegosymancos,avisadosdelagenerosidaddeaquellaseñoraquedabalacalderillaapuñados.

Rafael la seguía con la vista, acogiendo con forzosa sonrisa loscumplimientos de los notables que le felicitaban por su buena suerte. Elalcalde—unhombreque,segúndecíanlosenemigostemblabaenpresenciadesu esposa—afirmaba con los ojos chispeantes, que por unamujer así era élcapaz de hacer toda clase de locuras. Y todos unían su voz al coro dealabanzasenvidiosas,considerandocomohechoindiscutiblequeRafaeleraelamante de la artista, mientras este sonreía con amargura recordando susexplicacionesconLeonora.

Yanolaveía.Estabaenelotroextremodelmercado,ocultaporeloleajedecabezas.Devezencuandodistinguíaporuninstantesucascodeoroporencimadelasdemásmujeres.

Deseabairallá,peronopodía.EstabaasuladodonMatías,elafortunadoexportadordenaranja,aquelricachóncuyahijaRemediospasabaeldíajuntoasumadrecomodiscípulasumisa.

Aquelseñor,depalabrapesaday tardopensamiento,enmarañábaleensucharlasobreelcomerciodelanaranja.Ledabaconsejos;unplanenteroquehabía discurrido y le ofrecía para presentarlo al Congreso; medidas deprotección para los exportadores de naranja. La riqueza de la ciudad; todosnadandoendinero:logarantizabaélconlamanosobreelcorazón.

YRafael,conlavistaperdidaenelfondodelPrado,espiandolasrápidasaparicionesdelacabelleradeoroparaconvencersedequeLeonoraaúnestabaallí, oía como en un sueño a aquel hombre que, según afirmaban losmaliciosos,estabadestinadoasersusegundopadre.Detodoellentochorreardepalabras, sólo algunas llegabanhasta su cerebro, clavándose en él con lapersistencia de la obsesión «Glasgow... Liverpool... necesarios nuevosmercados...abaratarlastarifasdeferrocarriles...losagentesinglesessonunosladrones...»

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«Bueno,quelosahorquen»,contestabamentalmenteRafael.Ysincesardemostrar su asentimiento a lo que no oía, con movimientos afirmativos decabeza, miraba allá abajo ansiosamente, temiendo que Leonora se hubiesemarchado. Se tranquilizó al abrirse un claro en lamuchedumbre y ver a laartista sentada en una silla que le había cedido una vendedora, con un niñosobrelasrodillas,hablandoconunamujercitapequeña,miserable,enfermiza,queaRafaellepareciólahortelanaqueencontraronenlaermita.

—¿Quéopinausteddemiplan?—preguntabaenaquelmismoinstantedonMatías.

—Excelente; un plan grandioso, digno de usted que conoce a fondo lacuestión.YahablaremosdetenidamentecuandovuelvaalasCortes.

Yparaevitarunasegundaexposicióndeloquenohabíaoído,acariciabaalafortunado patán, daba palmaditas en su espalda de oso, asombrado comosiempre de que la buena suerte hubiera escogido como amante a aquelhombre.

Toda la ciudad le había conocido calzando alpargatas, cultivando comoarrendatario un pequeño huerto. Su hijo, un mocetón casi imbécil, queaprovechaba el menor descuido para robarle y llevar en Valencia una vidaalegre con toreros, jugadores y chalanes de caballos iba descalzo en aquellaépoca, correteando por los caminos con los chicuelos de los gitanosacampados en elAlberchí; su hija, aquellaRemedios tanmodosita y tímidaque sepasaba losdías encomplicadas laboresdeagujabajo ladireccióndedoñaBernarda,sehabíacriadocomounabestezuelaenelcampo,repitiendocon escandalosa fidelidad las interjeccionesde los carreteros, con los cualesbebíasupadre.

«Pero no hay como ser bruto para llegar a rico», según decía el barberoCupidoalhablardedonMatías.

Poco a poco fue lanzándose en la exportaciónde la naranja a Inglaterra.Compróacréditolasprimeraspartidasycomenzóasoplarparaéllarachadelocasuertequetodavíaduraba.Sufortunafuecosadepocosaños.Dondelosmáspoderososnavíos,naufragaban,aquellabarcazarudaypesada,navegandoa la ventura del instinto, no sufría el menor perjuicio. Sus envíos llegabansiempre con prodigiosa oportunidad. La rica naranja de otros comerciantes,cuidadosamenteescogida,llegabaaLiverpooloLondrescuandolosmercadosestaban atestados y bajaban los precios escandalosamente. El afortunadopalurdoenviabacualquiercosa,loqueleconveníaporsubaratura,ysiempresearreglabanlascircunstanciasdemodoqueencontrabaelmercadovacío,losprecios por las nubes, sin reparar en la calidad del género, y realizabafabulosasganancias.Seburlabadelassabiascombinacionesdetodosaquellosexportadores que leían periódicos ingleses, recibían boletines y comparaban

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las cotizaciones de unos años con otros para hacer cálculos que daban porresultadosalirdelnegocioconlasmanosenlacabeza.Elnosabíaniqueríasabernada;fiabaensubuenaestrella.Cuandomejorleparecía,embarcabaelgéneroenelpuertodeValencia,y,¡alláva!Siempreseconcertabanlascosasdemodoquesunaranjaarribabasinconcurrenciayconpreciosaltos.Másdeunavezeraelmarelque,causandoaveríasalbuque, retrasabasu llegabaydabatiempoaqueelmercadoquedaselimpio,colaborandodeestemodoenelbuenéxitodelaexpedición.

Alosdosañosvivíaenlaciudadcomounpersonajeyafirmabariendoque«nosedejaríacolgar»porochentamilduros.Después,siemprehaciaarriba,sufortuna llegóaunaaltura loca.Lasgentes,asombradas,sedecíanaloídocon cierto respeto supersticioso losmiles de duros que ganaba en limpio alfinaldecadacampaña.TeníaenlosalrededoresdeAlciraalmacenesenormescomo iglesias, donde ejércitos de muchachas empapelaban cantando lasnaranjas, y cuadrillas de carpinteros martilleaban día y noche en la blancamaderade lascajasdeexportación.Comprabaconunsologolpedevista lacosechadehuertos enteros, sin equivocarsemás allá de algunas arrobas.Encuantoalpago;laciudadestabaorgullosadesumillonario.NienelBancodeEspañahabíalaformalidadylaconfianzaqueensucasa.Nadadeempleadosnimesas; todo a la pata llana; pero ya se podían pedirmiles de duros que,como él quisiera, no tenía más que meterse en su alcoba, y de misteriososescondrijossacabacadafajodebilletesquemetíamiedo.

Yesterústicoafortunado,alverserico,sinmásméritoqueelcaprichodela suerte, se daba aires de inteligente con la petulancia que proporciona eldinero y acosaba a Rafael, a su diputado, con una reforma de tarifas deferrocarril para esparcir la naranja por el interior de España. ¡Como si élhubiesenecesitadodeplanesparahacerserico!

Desupasadomiserablesóloquedabaenélunvestigio:elrespetoalacasade los Brulls. Trataba con cierta altanería a toda la ciudad, pero no podíaocultarelrespetoquele inspirabadoñaBernarda,alcual ibaunidaunagrangratitudpor laamabilidadconqueledistinguíaalverlericoyel interésquemostrabapor supequeña.TeníamuypresentealpadredeRafael, elhombremás eminente que había conocido en su vida y le parecía verle aún comocuandosedeteníaantesucasitadehortelano,sobresuenormerocínyconairedegranseñorleordenabaloquedebíahacerenlaspróximaselecciones.Sabíaelmalestadoenqueaquelgrandehombrehabíadejadosusnegociosalmorir,ymásdeunavezhabíadadodineroadoñaBernarda,orgullosodequeéstaensus apuros le dispensase el honor de buscarle; pero para él la casa de losBrulls, pobre o rica, era siempre la casa de los amos, la cuna de aquelladinastía cuya autoridad no podía abatir poder alguno. Si él tenía dinero, losotros¡ah!losotrosteníanallálejos,enMadrid,poderosasamistades;llegaban

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cuandoqueríanhastaeltrono;erandelosqueteníanlasarténporelmango;ysi en supresencia semurmurabaque lamadredeRafaelpensabaen suhijaparanuera,donMatíasenrojecíadesatisfacciónymurmurabamodestamente:

—No sé; creo que todo son habladurías. Mi Remedios sólo es unamuchachadepuebloyeldiputadoquerráunaseñoronadeMadrid.

Rafaelhacía tiempoqueconocíaeldesigniodesumadre.Elnoqueríaaaquellagente.Elpadre,apesardepegajosaaficiónaofrecerleplanes, leerasimpático por el respeto que mostraba hacia su familia. La hija era un serinsignificante, sin otra belleza que la frescura de su juventud, morena,ocultandotraslamansedumbreservicialunainteligenciamásobtusaqueladelpadre, sin otrasmanifestaciones que la devoción y los escrúpulos en que lahabíaneducado.

Aquellamañanapasópordosveces juntoaRafael, seguidadeunaviejasirvienta, con toda la gravedad de una huérfana que tiene que ocuparse delgobiernodesucasayhacerlasvecesdeseñoramayor.Apenassilemiró.Lamansa sonrisa de futura sierva con que le saludaba otras veces habíadesaparecido.Estabapálidayapretabaloslabiosdescoloridos.SeguramentelehabíavistodelejoshablandoyriendoconLeonora.Prontosabríasumadreelencuentro.Aquellamuchachaparecíamirarlecomocosasuya,ysugestodemalhumorerayaeldelaesposaquesepreparaparaunaescena,decelosapuertacerrada.

ComosileamagaseunpeligrosedespidiódedonMatíasysusamigosyevitandounnuevoencuentroconRemedios,saliódelmercado.

Leonora aún estaba allí.La esperaría en el caminodel huerto; habíaqueaprovecharlamañana.

El campo parecía estremecerse bajo los primeros besos de la primavera.Cubríansedehojas tiernas los esbeltos choposquebordeaban el camino; enlos huertos, los naranjos calentados por la nueva savia abrían sus brotes,preparándose a lanzar como una explosión de perfume la blanca flor delazahar; en los ribazos crecían entre enmarañadas cabelleras de hierba lasprimerasflores.Rafaelsesentóalbordedelcamino,acariciadoporlafrescuradelcésped.¡Québienolíaaquello!

Lavioleta,asustadizayfragante,debíaandarporallícerca,ocultabajolashojas.Susmanosbuscaronalolargodelribazolasflorecillasmoradas,cuyoperfumehace soñarconestremecimientosdeamor.Formaríaun ramitoparaofrecérseloaLeonoracuandopasase.

Sentíaseanimadoporunaaudaciaquenuncahabíaconocidoysusmanosardían de fiebre. Tal vez era la emoción que le producía su propioatrevimiento. Estaba resuelto a decidir su suerte aquellamismamañana. La

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fatuidaddelhombrequesecreeenridículoydesearealzarsealosojosdesusadmiradoresleexcitaba,dándoleunacínicaaudacia.

¿Qué dirían sus amigos, que le envidiaban como amante de Leonora, alsaber que ésta le trataba como un amigo insignificante, como un buenmuchachoqueladistraíaenlasoledaddesuvoluntariodestierro?

Unos cuantos besos en la mano, cuatro palabras agradables; algunasbromas crueles de camarada que tiene conciencia de su superioridad... todoestohabíaconseguidodespuésdemuchosmesesdeasiduacorte,deresistirasumadre,viviendoensucasacomounextraño,sincariñoybajomiradasdeindignación;deentregarseporenteroalamaledicenciadelosenemigosquelesuponíanliadoconlaartistayhacíanaspavientosennombredelamoral.

¡Cómoseburlarían,siconocieran laverdad,aquelloscalaverasqueenelCasino relataban sus aventuras amorosas teniendo siempre por prólogo elrepentinoempujón,lalucha, laposesiónviolentaabrazopartidoalbordedeunasenda,bajounnaranjooenelrincónmásobscurodeunacasa!

YRafael,perturbadoporelmiedoaparecerridículo,sedecíaqueaquellosbrutosestabantalvezenlocierto,queasísetriunfaba,yqueélsufríaporsuculpa,porcontemplaraLeonorarespetuosamente,delejos,comounidólatrasumiso.¡Cristo!¿Noeraélelhombreyportantoelmásfuerte?Puesahacersentirlaautoridaddelsexo.Legustabayhabíadesersuya.Además,cuandoellaletratabacontantocariño,seguramentelequería.Losescrúpuloseranloúnico que les mantenía separados y él se encargaba de allanarlosviolentamenteenlaprimeraocasiónpropicia.

Cuando acababa de surgir entera e imperiosa la brutal decisión entre lascontinuas fluctuaciones de su carácter débil e irresoluto, oyó voces en elcamino,eincorporándosevioveniraLeonoraseguidadelasdoslabriegasconelbustoencorvadosobrelaspesadascestas.

—¡También aquí!—exclamó la artista con una risa que hinchaba sugargantade suaves estremecimientos.—Usted esmi sombra.En elmercado,enelcamino,entodaspartesmesalealencuentro...

Y tomó el ramito de violetas que le ofrecía el joven, aspirándolo condelicia.

—Gracias,Rafael:sonlasprimerasqueveoesteaño.Yaestáaquímifielamiga, la primavera; usted me la trae, pero hace ya días que adivinaba sullegada.Estoycontenta,¿nolonotausted?Meparecequehesidoduranteelinviernoungusanodesedaapelotonadoenelcapullo,yqueahoramesalenalas y voy a volar por ese inmenso salón verde que exhala sus primerosperfumes.¿Nosienteustedlomismo?

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Rafaelafirmabacongravedad.Tambiénélsentíaelhervordelasangre,lospinchazosdelavidaentodossusporos.

Y contemplaba con ojos extraviados aquella garganta desnuda, detentadoranitidez, realzadapor el rojopañuelo; el pecho robusto, sobre cuyatersamorbidezdescansabansusvioletas.

Las dos hortelanas al ver a Rafael cambiaron una sonrisa maliciosa, unguiñosignificativo,ypasarondelantede laseñoraconelpropósitomarcadodenoestorbarlaconsupresencia.

—Siganustedes—dijoLeonora.—Nosotrosiremosdespaciohastacasa.

Sealejaronlasdosmujeresconvivopaso,hablandoenvozbaja.Leonoraadivinabalasonrisadesusrostrosinvisibles.

—¿Havistoustedaesas?—dijoseñalándolasconsucerradasombrilla.—¿Nosehafijadoustedensussonrisasyguiñosalverleenelcamino?...¡Ay,Rafael!Ustedestáciegoyresultaterrible.Siyotuvieraqueguardarmifama,aviadaestabaconunamigocomousted.¡Quécosassuponenporahí!

Yreíaconunaexpresióndesuperioridad,considerándosemuyporencimadecuantopudierandecirlasgentesdesuamistadconRafael.

—En elmercadome hablan de usted todas las vendedoras como si estofueseparamíelmás irresistiblede loshalagos;aseguranqueformamosunasoberbiapareja.Mihortelanaaprovechatodaslasocasionesparadecirmequees usted muy guapo. Dele usted las gracias... ¿Qué más? Hasta mi tía, mipobre tía que vive en el Limbo, ha salido de él para decirme el otro día:«¿SabesqueRafaelitovienemuchoporaquí?¿siquerrácasarsecontigo?»Yaveusted;casarse¡já!¡já!¡já!¡casarse!Lapobreseñoranovemásqueestoenelmundo.

Y seguía arrojando a la cara de Rafael, sombrío por sus malospensamientos, aquella risa franca y burlona que parecía el parloteo de unpájarotraviesosatisfechodesulibertad.

—¡Pero quémala cara tiene usted hoy! ¿Está usted enfermo?... ¿Qué lepasa?

Rafael aprovechó el momento. Estaba enfermo, sí; enfermo de amor.Comprendía que toda la ciudad hablase de ellos; él no podía ocultar sussentimientos. ¡Si supiera lo que le costaba aquella adoración muda! Queríaarrancardesupensamientoladevociónporella,ynopodía.Necesitabaverla,oírla;sólovivíaparaella.¿Leer?imposible.¿Hablarconsusamigos?Todoslerepugnaban.Sucasaeraunacuevaen laqueentrabacongranesfuerzoparacomer y dormir. Salía de ella tan pronto como despertaba y abandonaba laciudad,queleparecíaunacárcel.Alcampo;yenelcampolacasaazuldonde

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ellavivía.¡Conquéimpacienciaesperabalallegadadelatarde,lahoraenqueporunatácitacostumbre,queningunodelosdosmarcó,podíaélentrarenelhuertoyencontrarlaensubancobajo laspalmeras!...Nopodíavivirasí.Lapobre gente le envidiaba al verle poderoso, diputado tan joven; y él queríaser... ¿a qué no lo adivinaba? ¡qué cosas tan absurdas! ¡que no se burlaraLeonora! El daría cuanto era por ser aquel banco del jardín, abrumadodulcemente por su peso las tardes enteras; por convertirse en la labor quegirabaentresusdedosdelicados;portransfigurarseenunadelaspersonasquela rodeabana todashoras,deaquellaBeppa,porejemplo,que ladespertabapor las mañanas, inclinándose sobre su cabeza dormida, moviendo con sualiento la cabellera deshecha, esparcida como una ola de oro sobre laalmohadayque secaba suscarnesdemarfil a la salidadelbaño,deslizandosus manos por las curvas entrantes y salientes de su suave cuerpo. Siervo,animal, objeto inanimado, algo que estuviera en perpetuo contacto con supersona,esoansiabaél:noverseobligadoconlallegadadelanocheaalejarsetrasunainterminabledespedidaprolongadaconinfantilespretextos,alvolvera la irritante vulgaridad de su vida, a la soledad de su cuarto, en cuyosrincones obscuros, comomaléfica tentación, creía ver fijos en él unos ojosverdes.

Leonora no reía.Abríanse desmesuradamente sus ojosmoteados de oro;palpitaban de emoción las alillas de su nariz, y parecía conmovida por lasinceridadelocuentedeljoven.

—¡PobreRafael!¡Pobrecitomío!...¿Yquévamosahacer?

Enelhuerto,Rafaeljamássehabíaatrevidoahablarcontantafranqueza.Le cohibía la proximidad de los allegados deLeonora; le intimidaba el airesuperficial y burlón con que ella recibía sus visitas; la ironía con que ledesconcertabaapenasapuntabaéluna frasedeamor.Peroallí,enmediodelcamino, era otra cosa; se sentía libre, quería vaciar su corazón. ¡Quétormentos!Todoslosdíasibahacialacasaazultrémulodeesperanza,agitadopor la ilusión. «Tal vez sea hoy», se decía.Y le temblaban las piernas, y lasalivaparecíasolidificarseensugarganta,ahogándole.Yhorasmástarde,alanochecer,lavueltadesesperadaalhogar,marchandodesalentadoalaluzdelasestrellas,haciendoesesenelcaminocomosiestuvieraebrio,sintiendoquelaslágrimasleescarabajeabanenlospárpados,queriendomorir,comoelquenecesita pasar adelante y se rompe los puños contra un muro inmenso debloques de hielo. ¿No se fijaba en él? ¿no veía los inmensos esfuerzos quehacía para agradarla?... Ignorante, humilde, reconociendo la inmensadiferenciaqueseparabaaambosporsudistintavida, ¡quédeesfuerzosparallegar a su altura; por colocarse al nivel de aquellos hombres que la habíanposeído por unos días o por años enteros! Ella debía haberlo notado. Si lehablabadelconderuso,modelodeelegancia,aldíasiguienteRafael,congran

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asombro de los de su casa, sacaba su mejor ropa, y sudando bajo el sol,oprimido por el alto cuello, emprendía aquel camino que era su calle deAmargura, andando como una señorita para que el polvo no amortiguase elbrillodesusbotas.SielmúsicoalemáncruzabaporelrecuerdodeLeonora,élrepasaba sus libros, y afectando el exterior descuidado de aquellos artistasvistos en las novelas, llegaba allá con el propósito de hablar del inmortalmaestro,deWagner,alqueapenasconocía,peroalqueadorabacomoaunapersonadesufamilia...¡Diosmío!Todoestoresultabaridículo,bienlosabíaél;mejorerapresentarsesindisfraz,contodasupequeñez.Reconocíaqueeraimposibleaquella luchaparaigualarseconlosmilfantasmasquellenabanlamemoriadeLeonora;¡peroquénoharíaélpordespertaraquelcorazónporseramadounmomento,undíanadamás,ydespuésmorir!

Yhabía tal sinceridadenesta confesióndeamor,queLeonora, cadavezmásconmovida, seaproximabaaél, caminabapegadaa sucuerposindarsecuentaysonreía levemente, repitiendosu frase,mezcladeafectomaternalydelástima.

—¡PobreRafael!...¡Pobrecitomío!

Habían llegado a la verja que daba entrada al huerto. La avenida estabadesierta.Enlaplazoleta,frentealacerradacasa,correteabanlasgallinas.

Rafael, abrumado por el esfuerzo de aquella confesión, en la que dabacursoalasangustiasyensueñosdemuchosmeses,seapoyóeneltroncodeunviejo naranjo. Leonora estaba frente a él escuchándole con la cabeza baja,rayandoelsueloconlaconteradesurojasombrilla.

Morir, sí; él había leído esto muchas veces en las novelas sin podercontenerunasonrisa.Ahorayanoreía.Habíapensadoalgunasnoches,enlaturbacióndeldelirio,terminaraquelamordeunmodotrágico.Lasangredesupadre,violentayavasalladora,hervíaenél.Si llegabaaconvencersedequenuncaseríasuya,¡matarlaparaquenofuesedenadie,ymatarseéldespués!Caer los dos sobre la tierra empapada de sangre, como sobre un lecho dedamasco rojo; besarla él, en los labios fríos, sin miedo a que nadie leestorbara;besarlaybesarlahastaqueelúltimosoplodevidafueseaperderseenlalívidabocadeella.

Lodecíaconconvicción,vibrandotodoslosmúsculosdesucaravaronil,ardiendocomobrasassusojosdemoroveteadosporlapasiónconvenillasdesangre. Y Leonora le miraba ahora con apasionamiento, como si viese unhombre nuevo. Estremecíase con una emoción nueva al oír los bárbarosensueños, las amenazas de muerte. Aquel no se mataba melancólicamentecomoelpoetaitalianoviendoperdidosuamor:moríamatando,destrozabaelídolo,yaquenoatendíasussúplicas.

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Y dulcemente conmovida por la expresión trágica de Rafael, se dejaballevar por éste, que la había cogido un brazo y la atraía lejos de la avenidaentrelascopasbajasdelosnaranjos.

Permanecieron los dos en silencio mucho rato. Leonora parecíaembriagadaporelperfumevirildeaquellasamenazasdepasiónsalvaje.

Rafael, al ver cabizbaja y silenciosa a la artista, creyó que la habíanofendidosuspalabras,ysearrepintiódeellas.

Debía perdonarle, estaba loco. Se exasperaba ante su resistenciainexplicable. ¡Leonora! ¡Leonora! ¿Aqué empeñarse en estorbar la obradelamor?Elnoera indiferenteparaella,no le inspirabaantipatíaniodio;de locontrario, no serían amigos ni le permitiría las continuas visitas. ¿Amor?...Estabasegurodequenolosentíaporél,pobreinfeliz,incapazdeinspirarunapasiónaunamujercomoella.Peroquenose resistiera;ya leamaríaconeltiempo;él lograríaconquistarlaenfuerzadecariñoydeadoración.¡Ay!consólo su amor, había para los dos y para todos los amantes famosos en lahistoria. Sería su esclavo, la alfombra en que pondría sus pies; el perro,siempre tendido ante ella, con la mirada ardiente de la eterna fidelidad,acabaríaporquererle,sinoporamor,porgratitudyporlástima.

Yalhablarasí,acercabasurostroaldeLeonora,buscandosuimagenenelfondodelosojosverdes;oprimíasubrazoconlafiebredelapasión.

—Cuidado,Rafael...mehaceusteddaño,suéltemeusted.

Y como si despertara en pleno peligro después de un dulce sueño, seestremeció,desasiéndoseconnerviosoimpulso.

Después comenzó ahablar con calma, repuestayade la embriaguez conquelehabíanturbadolasapasionadaspalabrasdeRafael.

No, lo que él deseaba era imposible. La suerte estaba echada, no queríaamor...Laamistadleshabíallevadoalgolejos.Ellateníalaculpa,perosabríaremediarlo. Era ya un barco viejo que no podía cargar con el peso de unanueva pasión. Si le hubiera conocido años antes, tal vez. Reconocía quehubiesellegadoaquererle;lecreíamásdignodesuamorqueotroshombresalosquehabíaamado.Perollegabatarde;ahorasóloqueríavivir.¡Quéhorror!¡las emociones de la pasión en un ambiente mezquino, en aquel mundopequeño de curiosidades y maledicencias! ¡Ocultarse como criminales paraquererse!¡Ella,quegustabadelamoralairelibre,conelsublimeimpudordelaestatuaqueescandalizaa los imbécilesconsudesnudahermosura! ¡Verseroídaatodashorasporlamurmuracióndelostontos,despuésdehaberdadosu cuerpo y su alma a un hombre! ¡Sentir en torno el desprecio y laindignación de todo un pueblo que la acusaría de haber corrompido unajuventud,separándoladesucamino,alejándolaparasiempredelossuyos!No,

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Rafael,milvecesno;ellateníaconciencia,yanoeralalocadeotrostiempos.

—Pero ¿y yo?—suspiraba el joven agarrando de nuevo su brazo conansiedad infantil—usted piensa en símisma y en todos, olvidándome ami.¿Quévoyahaceryoasolasconmipasión?

—Usted olvidará—dijo gravemente Leonora.—Hoy he visto que esimposiblemi estancia aquí. Los dos necesitamos alejarnos.Huiré antes quetermine laprimavera; irénosédónde,volveréalmundo,acantar,dondenoencuentre hombres como usted, y el tiempo y la ausencia se encargarán decurarle.

Leonoraseestremecióalver la llamaradadesalvajepasiónquepasóporlos ojos de Rafael. Sintió junto a los labios el ardoroso resuello de aquellabocaquebuscabalasuya,murmurandoconapagadorugido:

—No,noteirás;quieroquenotevayas.

Y se sintió enlazada, conmovida de cabeza a pies por unos brazosnerviososa losque lapasióndabanueva fuerza.Suspies sedespegarondelsuelo,sesintióelevada;unimpulsobrutallahizocaerdecostadoalpiedeunnaranjo,almismotiempoqueensusropasseagitabanunasmanosconvulsas,estremecidas,queheríanlascarnesconcariciasdefiera.

Fue una lucha brutal, innoble que duró unos instantes. La walkyriareapareció en la mujer vencida. Su cuerpo robusto vibró con un supremoesfuerzo, incorporose sofocando con su peso a Rafael, y al fin Leonora seirguió, poniendo su pie brutalmente, sin misericordia, sobre el pecho deljoven,apretandocomosiquisierahacercrujirlaosamentadesupecho.

Su aspecto era terrible. Parecía loca, con su rubia cabellera deshecha ysuciadetierra.Susverdesojosbrillabanconreflejosmetálicoscomoagudospuñales, y su boca, descolorida por la emoción, contraíase, lanzando, por lafuerza de la costumbre, por el instinto del esfuerzo, su grito de guerra, un¡hojotoho! desgarrado, salvaje, que conmovió la calma del huerto,estremeciendoalasavesdecorral,quecorrieronasustadasporlossenderos.

BlandíaconfurorlasombrillacualsifueselalanzadelashijasdeWotan,yvariasvecesapuntóconellaalosojosdeRafaelcomosiquisierasacárselos.

El joven parecía abatido por su esfuerzo, avergonzado de su brutalidad,inerte en el suelo, sin protesta, como si deseara no levantarse jamás;morirbajoaquelpiequeleasfixiabairacundo.

Leonoraseserenó,ylentamentefueretrocediendoalgunospasos,mientrasRafaelseincorporaba,recogiendosusombrero.

Fueunaescenapenosa.Losdossentíanfrío,noveíanluz,comosielsolsehubieraapagadoysobreelhuertosoplaseunvientoglacial.

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Rafael miraba avergonzado al suelo; tenía miedo de verla, miedo decontemplarse con las ropas en desorden, sucio de tierra, batido y golpeadocomounladrónalquesorprendeunamofuerte.

OyólavozdeLeonora,hablándoleconladespreciativafamiliaridadqueseusaconlosmiserables.

—¡Vete!

LevantólosojosyviolosdeLeonorairritadosyaltivos,fijosenél.

—Amínosemetoma—dijoconfrialdad;—meentrego,siesquequiero.

Y en el gesto de desprecio y rabia con que despedía a Rafael, parecíamarcarseelrecuerdoodiosodeBoldini,aquelviejorepugnante,elúnicoenelmundoquelahabíatomadoporlafuerza.

Rafael quiso excusarse, pedir perdón, pero aquel recuerdo de laadolescenciaevocadoporlaescenabrutal,lahacíaimplacable.

—¡Vete,vete,oteabofeteo!...Jamásvuelvasaquí.

YparadarmásfuerzaaestaspalabrascuandoRafael,humilladoysucio,saliódelhuerto,Leonoracerrótraséllaverjademaderacontanbrutalímpetu,quecasihizosaltarlosbarrotes.

IV

DoñaBernardamostrábasecontentadesuRafael.Seacabaronlasmiradasferoces, los gestos severos, las mudas escenas entre madre e hijo, quepresenciabancontemorlosíntimosdelacasa.

Ya no iba a la casa azul; lo sabía con gran certeza, gracias al espionajegratuitoconquelaservíanlasgentesafectasalafamilia.Apenassalíadecasa;unratoalcasinoporlastardes,yelrestodeldíaenelcomedorconellaylosamigos, o encerrado en su cuarto, a vueltas sin duda con sus libros, que laausteraseñoramirabaconelrespetosupersticiosodesuignorancia.

Don Andrés, el consejero, se mostraba triunfante al comentar aquelcambio. ¿Qué había dicho él, siempre que doña Bernarda, en las íntimasconfidencias de aquella amistad que casi tomaba el carácter de una pasiónsenil,tranquilayrespetuosa,sequejabadelarebeldíadelmuchacho?Aquellopasaría:erauncaprichodelaedad;habíaquedaralajuventudlosuyo.Rafaelno había estudiado para cartujo. ¡Otros a su edad y aun conmás años eranpeores!...Yelviejoseñorpensabasonriendoensusfácilesconquistasdelosalmacenes, entre el rebaño despeinado,miserable y de sucios zagalejos que

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empapela lanaranja.LabuenadoñaBernarda, despuésde sufrir tantode sumaridoerademasiadoexigenteconsuhijo.¡Quesedivirtiera!¡quegozara!Yasecansaríadelaartistaconsertanhermosa,yentoncesseríafácilvolverlealabuenasenda.

Doña Bernarda admiraba una vez más el talento del consejero, viendocumplidassuspredicciones,hechasconuncinismoqueenrojecíaaladevotaseñora.

Ellatambiénlocreíaacabadotodo.Suhijoeramenosciegoqueelpadre.Sehabíacansadodelamordeunamujerperdidacomoaquella;noqueríareñirconsumadreportanpocacosa,niquelosenemigosledesacreditasenyvolvíaa su deber con gran alegría de la buena señora que le rodeaba de solícitasatenciones.

—¿Ydeaquello?—lepreguntabanmisteriosamentesusamigas.

—Nada—respondía con una sonrisa de orgullo.—Han pasado tressemanas,yniasomosdequerervolverallá.MiRafaelesbueno.Loocurridono fue más que una distracción de muchacho. ¡Si le vierais por las tardeshaciéndomecompañíaen la sala!Unángel,unverdaderoángel.Sepasa lashorashablandoconmigoyconlahijadeMatías.

Yañadía,extremandosusonrisayconojosmaliciosos:

—Creoquehayalgo.

Algohabía, sí;opor lomenosaparienciadehaberlo.Rafael, cansadodevagarpor la casa fatigadode los libros ante los cualespasabahoras enterasvolviendo hojas, sin darse cuenta de lo que decían, refugiábase en el salóndonde cosía su madre, vigilando un complicado bordado de la hija de donMatías.

Rafaelgustabadelamansasencillezdeaquellamuchacha.Susimplicidadproducía en él una impresión de frescura y descanso. La veía como unacuevecita angosta y oculta en la cual dormitaba tranquilo después de unatempestad. La sonrisa satisfecha de sumadre le animaba a permanecer allí.Jamáslahabíavistotanbondadosaycomunicativa.Elgocedetenerleotravezseguroysumisomodificabasucarácterausterohastalarudeza.

Remedios, con la cabeza inclinada sobre su bordado, enrojecíaintensamente cada vez que Rafael alababa su obra o la decía que era lamuchachamás bonita deAlcira. La ayudaba a enhebrar las agujas; con lasmanosextendidasservíadedevanaderaalasmadejasqueovillabalajoven,ymás de una vez la pellizcaba por debajo del bastidor, con la confianza dehaberlaconocidoniña,loquenoevitabasusgritosescandalizados.

—Rafael, no seas loco—decía la madre amenazándole bondadosamente

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con sus secasmanos.—Deja trabajar aRemedios; si te portas tanmal no tepermitiréentrarenlasala.

Yporlanoche,asolasenelcomedorcondonAndrés,cuandollegabalahoradelasconfidencias,doñaBernardaolvidabalosasuntosdelacasaydelpartidoparadecirconsatisfacción:

—Esomarcha.

—¿SeenamoraRafaelito?...

—Cada díamás. La cosa va a todo vapor. Ese chico es en esto el vivoretratodesupadre.Creaustedqueconvienequenolespierdadevista.Sinoestuvierayoaquí,esediablilloseríacapazdeunalocuraquedesacreditaselacasa.

Y labuenaseñora,estabaseguradequeparaRafaelnoexistíaya lahijadeldoctorMoreno,criaturaabominable,cuyabellezahabíasidosupesadilladurantealgunosmeses.

SabíaporsusespíasqueunamañanademercadosehabíanencontradolosdosenlascallesdeAlcira.Rafaelvolviólamiradacomosibuscaseunsitiopor donde huir; ella palideció y siguió adelante fingiendo no verle. ¿Quésignificabaesto?...Larupturaparasiempre.Ella,labuenapieza,palidecíaderabia, tal vez porque no podía atrapar de nuevo a su Rafael, porque éste,cansado de inmundicia, la abandonaba para siempre. ¡Ah, la perdida! ¡laramera!

¿Puesquénohabíamásqueeducarunhijoen lasmássanasyvirtuosascreenciasyhacerdeélunpersonaje,paraquedespuésllegaseunacorrentonapeormil veces que las que por dinero hacen porquerías en un callejón parallevárseleconsusmanossucias?¿Quéhabíacreídolahijadeldescamisado?...¡Rabia!¡Palidecedepena,alverquesetevaparasiempre!

Enlaalegríadesutriunfo,comenzabaapensarenlabodadesuhijoconRemedios,ylevantandounapuntadesureservadegranseñora,tratabaadonMatíascomodelafamilia,ensalzandoelafectocadavezmásvivoqueuníaaloschicos.

—Pues si se quieren—decía el burdo ricachón,—pormí que sea la bodacuantoantes.Remedioshacemuchopapelamilado:unamujercitacomohaypocas para el gobierno de la casa; pero esto que no sea obstáculo para elcasorio.Muysatisfecho,doñaBernarda,dequeseamosparientes.SólosientoquedonRamónnopuedaverestascosas.

Yeraverdadqueloúnicoqueempañabalaalegríadelrústicomillonario,era que no viviese el alto e imponente señor para darse el gusto de tratarlecomounigual,coronandoasíeléxitodesuasombrosafortuna.

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DoñaBernardatambiénveíaenaquellauniónlacúspidedesusensueños;el dinero unido al poder; los millones de un comercio cuyos éxitosmaravillososparecíangolpesdejuego,viniendoavivificarconsaviadeoroelárboldelosBrulls,algoresquebrajadoyviejoporlargosañosdelucha.

Comenzabalaprimavera.AlgunastardesdoñaBernardallevabaloschicosa sushuertosoa las ricas fincasdelpadredeRemedios.Habíaqueverconqué aire de bondad vigilaba a la joven pareja, gritando alarmada si en suscorreríaspermanecíanalgunosminutosocultostraslosnaranjos.

—¡EsteRafael!—decíaasuconsejeroconaquellaconfianzaquelehabíahecho relatarmás de una vez las tristezas de la intimidad con su esposo.—¡Quépilloes!¡Deseguroquelaestarábesando!

—Déjelos usted, doña Bernarda. Cuanto más se meta en harina, menospeligrodequevuelvaalaotra.

¿Volver?...Nohabíacuidado.BastabacontemplaraRafaelcómocogíalasflores y las colocaba riendo en la cabeza o el pecho de Remedios, que seresistíadébilmente,conunrubordecolegiala,conmovidaportaleshomenajes.

—Quieto, Rafaelito—murmuraba con una voz que parecía un balidosuplicante.—Nometoques;noseasatrevido.

Ysuemociónlatraicionabadetalmodo,queparecíaestarpidiendoqueeljovenvolvieseaponerensucuerpoaquellasmanosquelatrastornabadesdelospiesalaraízdeloscabellos.Sereplegabaporeducación,huíadeélporqueeste es el deber de una joven cristiana y bien educada; escapaba como unacabritacongraciosossaltosporentrelasfilasdenaranjos,yelseñordiputadosalíadetrásatodogalopeconlasnaricespalpitantesylosojosardorosos.

—¡Que te coge, Remedios!—gritaba la mamá, riendo.—¡Corre; que tecoge!

Don Andrés contraía su cara arrugada con una sonrisa de viejo fauno.Aquellosjuegoslerejuvenecían.

—¡Hum, señora! Sí que va la cosa a todo vapor.Está que arde.Cáselosustedpronto;mirequesino,podemosdarmuchoquereíraAlcira.

Y todos se engañaban. Ni la madre ni el amigo veían la expresión dedesalientoytristezadeRafaelcuandoquedabasolo,encerradoenuncuartoencuyosobscurosrinconesseguíaviendoaquellosojosverdesymisteriososdequehabíahabladoaLeonora.

¿Volveraella?Nunca.Durabaenéllavergüenzayelanonadamientoporlodeaquellamañana.Seveíaentodasutrágicaridiculez,apelotonadoenelsuelo,oprimidoporelpiedelavirilamazona,manchadodetierra,humildeyconfuso como un delincuente que no acierta a disculparse. Y después la

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palabra terrible como un latigazo: «¡Vete!»; como a un lacayo que osaatreverse a su señora, y la verja, cerrándose a sus espaldas con estrépitocayendocomounalosadetumbaentreélylaartista.

Novolvería:lefaltabavalorparaarrostrarsumirada.Lamañanaenquelaencontró casualmente cerca del mercado, creyó morir de vergüenza; letemblaronlaspiernas,vioque lacalleseobscurecíacomosi repentinamentellegaselanoche.Habíadesaparecidoella,ytodavíalezumbabanlosoídosybuscabaapoyarseenalgo,comosielsuelosebalancearabajosuspies.

Necesitaba olvidar su vergonzosa torpeza aquel recuerdo tenaz como unremordimiento,y,seaturdíacercadelaprotegidadesumadre.Eraunamujer,y susmanos, que parecíandesatadas desde aquellamañanadolorosa, iban aella;su lengua libre,despuésde lavehementeconfesióndeamora lapuertadelhuerto,hablabaahoraconligereza,expresandounaadoraciónqueparecíaresbalar sinhuella algunapor la cara inexpresivadeRemedios,yendo lejos,muylejos,dondepermanecíaocultayofendidalaotra.

SeaturdíacercadeRemediosparacaerenunaestúpidatristezaapenasseveía sólo. Era una embriaguez de espuma que se evaporaba en la soledad.Remediosleparecíaunodeesosfrutossinsazonar,sanos,conlapelículadelavirginidad,limpiosdepicadurasymanchas,perosinelsaborquedeleitanielperfumequeembriaga.

Ensuextrañasituación,viviendoduranteeldíadejugueteosinfantilesconunamuchachaquenodespertabaenélmásqueelregocijodelacamaraderíafraternalydurantelanochedetristesrecuerdos,loúnicoqueleplacíaeralaconfianzadesumadre,latranquilidaddelacasa,elpoderiryvenirsinsentirfijos en él unos ojos irritados y escuchar palabras de indignación ahogadasentredientes.

DonAndrésylosamigosdelcasinolepreguntabancuándoseríalaboda;sumadre hablaba en presencia de los chicos de las grandes trasformacionesque se tendrían que hacer en la casa. Ella, con las criadas abajo, y todo elprimer piso para elmatrimonio, con habitaciones nuevas que habían de serasombrodelaciudad,yparacuyoadornovendríanlosmejoresdecoradoresdeValencia.DonMatíasletratabafamiliarmente,comocuandosepresentabaenelpatioarecibirórdenes,yleveíaniño,jugueteandoentornodelimponentedonRamón.

—Todocuanto tengo,paravosotros será.Remediosesunángel,yeldíaqueyomuera tendrámásqueelpillodemihijo.Sólo te ruegoqueno te lallevesaMadrid:yaqueabandonamicasa,almenosquelapuedavertodoslosdías.

Y Rafael oía todas estas cosas como en sueños. Realmente él no había

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manifestado ningún deseo de casarse; pero allí estaba su madre que loarreglabatodo,queleimponíasuvoluntad,queacelerabaaquelafectotenueyligero,empujándolehaciaRemedios.Subodaeracosadecidida,un temadeconversaciónparatodalaciudad.

Sumidoensutristeza,agarrotadoporlatranquilidadqueahoralerodeabay que temía romper, débil y sin voluntad, encontraba un consuelo pensandoquelasoluciónpreparadaporsumadreeralamejor.

Su amistad con Leonora se había roto para siempre. Cualquier díalevantaría ella el vuelo; lo había dichomuchas veces, se marcharía pronto,cuandoterminaselaprimavera.¿Quélequedabaaél?...Obedecerasumadre;secasaríaytalvezestoledistrajese.PocoapocoiríacreciendosuafectoporRemediosytalvezllegaseaamarlaconeltiempo.

Estas reflexiones le daban un poco de tranquilidad; le sumían en unainconscienciaagradable.Queríasercomodeniño;quesumadreseencargasedetodo,élsedejaríallevarsinresistencianimovimientoporlacorrientedesudestino.

Pero esta resignación se rasgaba a veces con arranques de protesta, conpalpitacionesviolentasdepasión.

Comenzaban a florecer los naranjos. La primavera hacía densa laatmósfera. El azahar como olorosa nieve, cubría los huertos y esparcía superfumeporloscallejonesdelaciudad.Alrespirarsemascabanflores.

Rafaelnopodíadormir.Porlasrendijasdelasventanas,pordebajodelaspuertas, al través de las paredes parecía filtrarse el perfume virginal de losinmensos huertos; aquel olor que evocaba la visión de carnales desnudeces,acosaba con agudas punzadas su joven virilidad.Era el aliento embriagadorqueveníadealláabajo,despuésdehaberpasadotalvezporlospulmonesdeellaagitandosumórbidopecho.

¡Ah,losterriblesrecuerdos!Rafaelserevolvíaenlacama,creyendosentirtodavía en sus manos el contacto sedoso de las misteriosas interioridadestanteadasávidamenteenlafiebredelalucha;seimaginabatenerantesusojosaquella rápida visión de nieve sonrosada, entrevista como a la luz de unrelámpago, mientras el iracundo pie le oprimía el pecho... y revolviéndosefuriosoentrelassábanasrugíadepasión,mordiendolaalmohada:

—¡Leonora!¡Leonora!

Unanoche,afinesdeAbril,Rafaelsedetuvoenlapuertadesucuartoconelmismotemorquesifueseaentrarenunhorno.Estremecíasealpensarenlanochequeleesperaba.Laciudadenteraparecíadesfallecerenaquelambientecargado de perfume. Era un latigazo de la Primavera, acelerando con su

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excitaciónlavida,dandomayorpotenciaalossentidos.

Nosoplabani lamás levebrisa; loshuertos impregnabanconsuolorosarespiración la atmósfera encalmada; dilatábanse los pulmones como si noencontrasen aire, queriendo aspirar de un golpe todo el espacio. Unestremecimiento voluptuoso agitaba la ciudad, adormecida bajo la luz de laluna.

Rafael,sindarsecuentadeloquehacía,bajóalacalleypocodespués,sevio en el puente, donde algunos noctámbulos, con el sombrero en lamano,respiraban con avidez, contemplando el haz de reflejos sueltos, comofragmentosdeespejo,quelalunaproyectabasobrelasaguasdelrío.

Siguió adelante Rafael por las calles del arrabal, solitarias, silenciosas,resonantesbajosuspasosconunahileradecasasblancasybrillantesbajolaluna, y la otra sumida en la sombra. Se sentía subyugado por elmisteriososilenciodelcampo.

Sumadre dormía descuidada; él estaba libre hasta el amanecer y seguíaadelante,comoatraídoporaquelloscaminos,serpenteantesentreloshuertos,dondetantasveceshabíasoñadoyesperado.

ParaRafaelnoeraunanovedadelespectáculo.Todoslosañospresenciabala germinación primaveral de aquella tierra, cubriéndose de flores,impregnando el espacio de perfume, y, sin embargo, aquella noche, al versobreloscamposelinmensomantodenievedelazaharblanqueandoalaluzdelaluna,sintiosedominadoporunadulceemoción.

Losnaranjos,cubiertosdesdeeltroncoalacimadeblancasflorecillasconla nitidez delmarfil, parecían árboles de cristal hilado: recordaban aRafaelesosfantásticospaisajesnevadosquetiemblanenlaesferadelospisapapeles.Las ondas de perfume, sin cesar renovadas, extendíanse por el infinito conmisteriosoestremecimiento, transfigurandoelpaisaje,dándoleunaatmósferasobrenatural, evocando la imagen de un mundo mejor, de un astro lejanodondeloshombressealimentasenconperfumesyvivieraneneternapoesía.Todo esto transfigurado por aquel ambiente de gabinete de amor iluminadoporuninmensofanaldenácar.Loscrujidossecosdelasramassonabanenelprofundosilenciocomobesos;elmurmullodelríoleparecíaaRafaelelecolejano de una de esas conversaciones sostenidas con voz desfallecida,susurrando junto al oídopalabras temblorosas depasión.En los cañaveralescantabaunruiseñordébilmentecomoanonadadoporlabellezadelanoche.

Sedeseabavivirmásquenunca;lasangreparecíacorrerporelcuerpomásaprisa, los sentidos se afinaban y el paisaje imponía silencio con su bellezapálida, como esas intensas voluptuosidades que se paladean con unrecogimientomístico.Rafael seguía el caminode siempre, iba hacia la casa

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azul.

Aúndurabaenéllavergüenzadesutorpeza;sihubiesevistoaLeonoraenmediodelcamino,habríaretrocedidoconinfantilterror;perolaseguridaddequeaaquellahoranopodríaencontrarla,ledabafuerzasparaseguiradelante.A sus espaldas, sobre los tejados de la ciudad, habían sonado las doce.Llegaría hasta las tapias de su huerto, entraría en él si le era posible ypermanecería algunos minutos recogido y silencioso al pie de la casa,adorandolasventanastraslascualesdormíalaartista.

Era su despedida. Un capricho de romántico sentimentalismo que se lehabíaocurridoal salirde la ciudadyver losprimerosnaranjoscubiertosdeaquellaflorcuyoperfumehabíaretenidoenpacienteesperaalaartistadurantemuchosmeses.Leonoranosabríaquehabíaestadocercadeella,enelhuertosilenciosoinundadodeluna,adorándolaporúltimavez,despidiéndoseconeldolormudoconquesediceadiósalailusiónquesepierdeenelhorizonte.

Vioanteéllaverjadeverdesbarrotes,aquellaquesehabíacerradoasusespaldas con el estrépito de una injuriosa despedida. Buscó en la cerca deespinosunabrechaqueconocíadelaépocaenquerondabalacasa.Lapasó,ysus pies se hundieron en la tierra fina y arenisca de las calles de naranjos.Sobre lascopasdeestosaparecía lacasablanquecinabajo la luna,brillandocomo plata las canales del tejado y los antepechos de las ventanas. Todasestabancerradas:lacasadormía.

Aliraavanzar,saltódeentredosnaranjosunbultonegro,cayendojuntoaél con sordo rugido. Era el perro de la alquería, un animal feo y torvo quemordíaantesdeladrar.

Rafael dio un paso atrás, sintiendo el vaho de aquella boca anhelante yrabiosaquebuscabahacerpresaensuspiernas,perosetranquilizóalverqueelperro,trasunacortaindecisión,movíabondadosamentelacolayselimitabaahusmear lospantalonesparaconvencersede la identidadde lapersona.Lehabía conocido: agradecía sus caricias; recordaba la mano pasadaautomáticamenteporel lomo,mientras conversabaconLeonoraenelbancodelaplazoleta.

Le pareció un buen presagio aquel encuentro, y siguió adelantemientrasqueelperrovolvíaaagazaparseenlasombra.

Avanzaba tímidamente, al amparo de la ancha faja de obscuridad queproyectabanlosnaranjos,casiarrastrándose,comounladrónquetemecaerenunaemboscada.

Salióalaavenidacercadelaplazoleta,ycuandoentróenellaexperimentóunaimpresióndesorpresaalverlapuertaentreabierta,almismotiempoquecercadeélsonabaungrito.

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Sevolvió,yenelbancodeazulejos,envueltaenlasombradelaspalmerasylosrosales,viounafigurablanca,unamujerquealincorporarsequedóconelrostroenplenaluz:Leonora.

Eljovenhubieraqueridodesaparecer,queselotragaralatierra.

—¡Rafael!¿Ustedaquí?...

Ylosdosquedaronsilenciososfrenteafrente;élavergonzado,mirandoalsuelo;ellacontemplándoleconciertaindecisión.

—Mehadadoustedunsustoquenoseloperdono—dijoporfin:—¿Aquévieneustedaquí?...

Rafael no sabía qué contestar. Balbulceaba con una timidez, queimpresionóaLeonora,peroapesardesuturbación,notóunbrilloextrañoenlosojosdelaartista,unaveladuramisteriosaenlavoz,quelatransfiguraba.

—Vamos—dijoLeonorabondadosamente;—nobusqueustedesasexcusastanraras...¿Queveníaustedadespedirsesinquererverme?¿Quégalimatíasesese?Digaustedsencillamentequeesunavíctimadeestanochepeligrosa;yotambiénlosoy.

Yabarcabaconsusojosdeunbrillolacrimoso,laplazoletablancaporlaluna; los nevados naranjos y los rosales y palmeras que parecían negros,destacándosesobreelespacioazul,enelquevibrabanlosastroscomogranosde luminosa arena. Su voz temblaba, tenía una opacidad suave; acariciabacomoterciopelo.

Rafael, animado por aquella tolerancia, quiso pedir perdón, habló de lalocuraquelehabíaexpulsadodeallí;perolaartistaleatajó.

—Nohablemosdeaquellainfamia,mehacedañorecordarla.Quedaustedperdonado,yyaque cae aquí como llovidodel cielo, quédeseunmomento.Pero...nadadeaudacias.Yameconoceusted.

Yrecobrandosuvirilaposturadeamazona,seguradesímisma,volvióalbanco,indicandoaRafaelquesesentaraalotroextremo.

—¡Qué noche!... Estoy ebria sin haber bebido. Los naranjos meemborrachan con su aliento. Hace una hora sentía que mi habitación dabavueltas, que la cabeza se me iba; la cama me parecía un barco en plenatempestad. He bajado como otras veces y aquíme tiene usted hasta que elsueñopuedamásquelahermosuradelanoche.

Hablaba con languidez, abandonándose, con temblores de voz yestremecimientos del pecho, como si la angustiase aquel perfume,comprimiendosupoderosavitalidad.Rafael laveíaacortadistancia,blanca,escultural,envueltaeneljaiqueenquesecubríaalpasardelacamaalbaño;

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loprimeroquehabíaencontradoamanoalbajaralhuerto.

Ybajo la fina lana, delatábanse las tibias redondeces conunperfumedecarne sana, fuerte y limpia que, atravesando la tela, se confundía con lavirginalrespiracióndelazahar.

—Hetenidomiedoalverle—continuóconvozlentayapagada,—unpocodemiedonadamás; la natural sorpresa, y, sin embargo, estabapensando enustedenaquelmomento.Se loconfieso.Medecía:«¿Quéharáaquel locoaestashoras?»;yrepentinamentesepresentaustedaquícomounaparecido.Nopodríausteddormirexcitadoporeseambiente,yhavenidoatentardenuevolasuerteconlamismaesperanzaqueleguiabaotrasveces.

Hablaba sin su ironía habitual, quedamente, como si conversase con ellamisma.Descansaba con abandono subusto en el respaldodel banco conunbrazocruzadotraslacabeza.

Rafael quiso hablar otra vez de su arrepentimiento, de aquel deseo dearrodillarseantelacasaparapedirmudamenteperdónalaquedormíaarriba,peroLeonoraleatajódenuevo.

—Cálleseusted;hablamuy fuerteypodríanoírle.Mi tíaduermeal otrolado de la casa, tiene el sueño ligero... Además, no quiero oír nada deremordimiento y perdón.Esome trae a lamemoria la vergüenza de aquellamañana.¿No lediceaustedbastantequeyo lepermitaestaraquí?Denadaquieroacordarme...¡Acallar,Rafael!Ensilenciosepaladeamejorlabellezade lanoche;parecequeelcampohablacon la lunayelecodesuspalabrassonestasolasdeperfumequenosenvuelven.

Yquedó inmóvily silenciosacon losojosen loalto, reflejándoseensuscórneas la luzde la lunaconunahumedad lacrimosa.Rafaelveíadevezencuando agitarse su cuerpo conmisteriosos estremecimientos, extenderse susbrazos,cruzándosetrasladoradacabelleracondesperezosquehacíancrujirlablancaenvoltura,poniendoenvoluptuosatensióntodossusmiembros.Parecíatrastornada, enferma, su respiraciónanhelante tomabaavecesel estertordelsollozo; inclinaba la cabeza sobre un hombro y desahogaba su pecho consuspirosinterminables.

El jovencallabaobediente, temiendoqueel recuerdodesu torpeaudaciasurgieradenuevoenlaconversación,sinánimoparaacortarladistanciaqueles separaba en el banco.Ella, como si adivinase el pensamiento deRafael,hablabaconlentituddelestadoanormalenquesehallaba.

—Noséquétengoestanoche.Quierollorarsinsaberporqué;sientoenmíuna inexplicable felicidad, y sin embargo prorrumpiría en sollozos. Es laprimavera;esemalditoperfumequeesunlatigazoparamisnervios.Creoqueestoyloca...¡Laprimavera!¡Mimejoramigaynoledebomásquerencores!

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Sialgunalocurahehechoenmivida,ellahasidolaconsejera...Eslajuventudque renace en nosotros; la locura que nos hace la visita anual... ¡Y yo, fielsiempre a ella; adorándola; aguardando su llegada cerca de un año en esterincónparaverlaaparecercon sumejor traje, coronadadeazaharcomounavirgen,unavirgenmalvadaquepagamicariñocongolpes!...Mireustedcómomeha puesto. Estoy enferma no sé de qué: enferma de exceso de vida;meempujanosédónde;seguramentedondenodeboir...Sinofuesepormifuerzade voluntad, caería tendida en este banco.Estoy como los ebrios que hacenesfuerzospormantenersesobrelaspiernasymarcharrectos.

Eraverdad,estabaenferma.Cadavezsusojosaparecíanmáslacrimosos;sucuerpo,estremecido,parecíaencojerse,desplomarsesobresimismo,comosilavida,cualunfluidodilatado,buscaseescapeportodoslosporos.

Callódenuevopormuchoratoconlamiradavagayperdidaenelinfinito,ydeprontomurmurócomocontestandoasusrecuerdos:

—Nadie como él conoció esto. Lo sabía todo, sentía como nadie elmisteriodelasocultasfuerzasdelaNaturaleza,ycantólaprimaveracomoundios.Hansmelodijomuchasvecesyesverdad.

Yañadiósinvolverlacabeza,conlavozvagadeunasonámbula.

—Rafael,ustednoconoceLaWalkyria,¿verdad?;nohaoídoelcantodelaprimavera.

No; eldiputadono sabía loque lepreguntaban.YLeonora, siempreconlosojosenlaluna,lanucaapoyadaensusbrazos,queescapabannacarados,fuertes y redondos de las caídasmangas, hablaba lentamente, evocando susrecuerdos, viendo pasar ante su imaginación la escena de intensa poesía, laglorificaciónyeltriunfodelaNaturalezayelamor.

LacabañadeHunding,bárbara, con salvajes trofeosyespantosaspieles,revelandolabrutalexistenciadelhombreapenasposesionadodelmundo,enluchaperpetuaconloselementosylasfieras.Eleternofugitivo,olvidadodesupadre;Sigmundo,queasímismosedapornombreDesesperación,erranteañosy años a través de las selvas, acosadopor los animales feroces, que lecreen una bestia al verle cubierto de pieles, descansa por fin al pie delgigantescofresnoquesostienelacabaña,yalbeberelhidromielenelcuernoqueleofreceladulceSiglindaconoceporprimeravezlaexistenciadelAmor,mirándoseensuscándidosojos.

Elmarido,Hunding,elferozcazador,sedespidedeélalterminarlarústicacena«TupadreeraelLoboyyosoyde la razade loscazadores.Hastaqueapunte el día mi casa te protege, eres mi huésped; pero así que el sol seremonte, serásmienemigoycombatiremos...Mujer,prepara labebidade lanocheyvámonosallecho».

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Yeldesterradoquedasolojuntoalfuego,pensandoensuinmensasoledad.Nihogar,nifamilia,nilaespadamilagrosaqueleprometiósupadreelLobo.Ycuandoapunteeldía,delacabañaquelecobija,saldráelenemigoquehade darle muerte. El recuerdo de la mujer que apagó su sed, la chispa deaquellosojoscándidos,envolviéndoleenunamiradadepiedadyamor,esloúnico que le sostiene... Ella llega, después de dejar dormido al ferozcompañero.LeenseñaenelfresnolaempuñaduradelaespadaquehundióeldiosWotan:nadiepuedearrancarla; sóloobedeceráa lamanodeaquelparaquienlahadestinadoeldios.

Y mientras ella habla, el salvaje errante la contempla extasiado, comoblancaapariciónque le revela laexistenciaenelmundodealgomásque lafuerzaylalucha.Eselamorquelehabla.Lentamenteseaproxima;laabraza,la estrecha contra su pecho, y la puerta se abre a impulsos de la brisa, yaparece la selva verde y olorosa a la luz de la luna, la primavera nocturna,radianteygloriosa,envueltaensuatmósferaderumoresyperfumes.

Siglinda se estremece, «¿Quién ha entrado?» Nadie, y sin embargo, unnuevoseracabadepenetrarenlacabaña,abatiendolapuertaconsuinvisiblerodillazo.YSigmundo,conlainspiracióndelamor,adivinaquiéneselreciénllegado. «Es la Primavera que ríe en el aire en torno de tus cabellos. Seacabaron las tempestades; terminó la obscura soledad. El luminoso mes deMayo,jovenguerreroconarmaduradeflores,sepresentaadarcazaalnegroinvierno, y en medio de la fiesta de la Naturaleza regocijada, busca a suamante:laJuventud.Estanoche,enqueteveoporvezprimera,eslanochedebodasinfinitadelaPrimaveraydelaJuventud».

Y Leonora se estremecía, escuchando internamente el murmullo de laorquesta al acompañar el canto de ternura inspirado por la Primavera; lavibracióndelaselvaagitandosusramasentumecidasporelinvierno,alrecibirlanueva saviacomo torrentedevida;yenmediode la iluminadaplazoleta,creía contemplar a Sigmundo y Siglinda, estrechándose en eterno abrazo,formandounsolocuerpocomocuandolosveíadesde losbastidores,vestidadewalkyria,esperandolahoradedespertarelentusiasmodelpúblicoconsualarido¡Hojotoho!

Sentía la misma tristeza de Sigmundo en la cabaña de Hunding. Sinfamilia, sinhogar,errante,buscabaalgoenqueapoyarse,algoqueestrecharcariñosamente, y sin darse cuenta de sus movimientos, era ella la que seaproximabaaRafael,laquehabíapuestounamanoentrelassuyas.

Estabaenferma.Sollozabaquedamenteconunatimidezsuplicantedeniña,comosi la intensapoesíade aquel recuerdoartísticohubiesequebrantadoeldébilrestodevoluntadquelahabíamantenidodueñadesí.

—No sé qué tengo...Me sientomorir... pero con unamuerte ¡tan dulce!

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¡tan dulce!... ¡Qué locura Rafael! ¡qué imprudencia haberme visto estanoche!...

Y abarcaba con una mirada suplicante, como pidiendo gracia, la nochemajestuosa,encuyosilencioparecíaagitarselavibracióndeunanuevavida.

Adivinabaque algo iba amorir en ella.Lavoluntadyacía inánimeen elsuelo,sinfuerzasparadefenderse.

Rafael también se sentía trastornado.La tenía apoyada en su pecho, unamanoentrelassuyas;floja,desmayada,sinvoluntad,incapazderesistencia,y,sinembargo,no sentíael ardorbrutaldeaquellamañana,noosabamoverseporeltemordepareceraudazybárbaro.Leinvadíaunainmensaternura;sóloambicionabapasarhorasyhorasencontactoconaquelcuerpo,estrechándolofuertemente,cualsiquisieraabrirseyencerrardentrodeélalamujeradorada,comoelestucheguardalajoya.

La hablaba misteriosamente al oído, sin saber casi lo que decía;murmuraba en su sonrosada oreja palabras acariciadoras que le parecíandichasporotroyleestremecíanaldecirlasconescalofríosdepasión.

Sí,eraverdad;aquellanocheeralasoñadaporelgranartista:lanochedebodasdelarroganteMayoconsuarmaduradefloresylasonrienteJuventud.El campo se estremecía voluptuosamente bajo la luz de la luna; y ellos,jóvenes,sintiendoelrevoloteodelamorentornodesuscabellosestremecidoshastalaraíz,¿quéhacíanallí,ciegosantelahermosuradelanoche,sordosalinfinitobesoqueresonabaentornodesuscabezas?

—¡Leonora!¡Leonora!—gemíaRafael.

Sehabíadeslizadodelbanco:estabacasisinsaberlo,arrodilladoanteella,agarradoasusmanosyavanzabaelrostro,sinatreverseallegarhastasuboca.

Yella,echandoatráselbustocondesmayo,murmurabadébilmenteconunquejidodeniña:

—No,no:meharíadaño...mesientomorir.

—Los dos en uno—continuaba el joven, con sorda exaltación,—unidospara siempre; mirándose en los ojos como en un espejo; repitiendo susnombresconlaentonacióndeunaestrofa;morirasísieraprecisoparalibrarsede lamurmuración de la gente. ¿Qué les importaba a ellos elmundo y susopiniones?

YLeonora,cadavezmásdébil,seguíanegándose.

—No,no;...tengovergüenza.Unsentimientoquenopuedodefinir.

Yasíera.Eldulceestertordelanaturalezabajoelbesoprimaveral,aquelintensoperfumedelafloremblemadelavirginidad,latransfiguraba.Laloca,

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laaventureradeaccidentadahistoria,entradaenelplacerporelempujóndelaviolencia, sentía por primera vez rubor en los brazos de un hombre;experimentaba la alarma de la virgen al contacto del macho, la mismaagitación que impulsa a la doncella a entregarse entre estremecimientos demiedo a lo desconocido. La naturaleza, al embriagarla abatiendo suresistencia,parecíacrearunavirginidadextrañaenaquelcuerpofatigadoporelplacer.

—¡Diosmío!¿quéesesto?...¿Quémepasa?Debeserelamor;unamornuevoquenoconocía...Rafael...¡Rafaelmío!

Y llorando dulcemente, oprimía entre sus manos la cabeza del joven,apretaba su boca contra la suya, echándose después atrás, con los ojosextraviados,enloquecidaporelcontactodeloslabios.

Estrechamenteabrazadoshabíancaídosobreelbanco.Eljardínrumorosolesservíadecámaranupcial:lalunalesdejabaenladiscretasombra.

—¡Porfin!—murmuróella—lograstetudeseo.Tuya...peroparasiempre.Te quería antes, pero ahora te adoro... Por primera vez lo digo con todamialma.

Rafael, impulsado por la dicha, tuvo un arranque de generosidad.Necesitabadarlotodo.

—Sí;mía para siempre.No temas entregarte, hacerme feliz...Me casarécontigo.

Enmedio de su embriaguez vio cómo la artista abría con extrañeza susojos,cómopasabaporsubocaunasonrisatriste.

—¡Casarnos!¿yparaqué?...Esoesparaotros.Quiérememucho,niñomío,ámamecuantopuedas...YosólocreoenelAmor.

V

—Perobebé,¿cuándollegamosalaisla?...Mefatigaestarenestebanco,lejos de ti, viendo esos bracitosmíos, cómo se cansan de tanto darle a losremos.¡Unbeso!...¡aunqueteenfades!Esoterefrescará.

Y poniéndose en pie, Leonora dio dos pasos en la blanca barca,imprimiéndolaunfuertebalanceo,ybesóvariasvecesaRafael,quesoltandolosremossedefendíaentrerisas.

—¡Loca! Así no llegaremos nunca. Con descansos como estos se hacepococamino,yyoteheprometidollevartealaisla.

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Volvióaencorvarsesobre los remosbogandoporelcentrodel río, sobrelasaguasquetemblabanreflejandolaluna,comosiquisieraquelaarboledadeambasorillasgozaseporigualenlacontemplacióndelaamorosaescapatoria.

Habíasidouncaprichode laartista,undeseorepetidoensusvisitasa lacasaazul,unasvecesporlatardeenpresenciadedoñaPepayladoncella,ytodaslasnochespasandoporlabrechadelacerca,dondeyaleesperabanenlaobscuridadlosdesnudosbrazosdeLeonora,aquellabocafrescaqueseadheríaconfuroralasuyacomosiquisieraabsorberle.

Llevabamásdeunasemanadedulceembriaguez.Jamáshabíacreídoquela vida fuese tan hermosa. Vivía en una dulce inconsciencia. La ciudad noexistíaparaél.Leparecíanfantasmas todos losque lerodeaban;sumadreyRemedioserancomoseresinvisiblesacuyaspalabrascontestabasintomarseeltrabajodelevantarlacabezaparaverlas.

Pasaba los días agitadopor el vehemente deseo de que llegase pronto lanoche,queterminaselacenaenfamilia,parasubirasucuartoysalirdespuéscautelosamente,apenasquedabasilenciosalacasa,conlacalmadelsueño.

Noadivinabalaextrañezaqueestaconductadebíaproducirensumadre,alvercerradosucuartotodalamañanamientraséldormíaconlafatigadeunanochedeamor.NosefijabaenelrostroceñudodedoñaBernarda,cansadayadepreguntarlesiestabaenfermoydeoírlamismarespuesta:

—No,mamá;esquetrabajodenoche;unestudioimportante.

Lamadre tenía que contenerse para no gritar: ¡Mentira! por dos nocheshabíasubidoasucuarto,encontrandocerradalapuertayobscuroelojodelacerradura.Suhijonoestabaallí.Levigilaba,ytodoslosdíaspocoantesdelamanecer,escuchabacómoabríasuavementelapuertadelacalleysubíalasescalerasquedamente,talvezdescalzo.

La austera señora callaba amontonando en silencio su indignación,lamentándose ante don Andrés de aquel retoñamiento de locura quetrastornaba sus planes. El consejero vigilaba al joven por medio de susnumerososdevotosque leseguíancautelosamentepor lanochehasta lacasaazul.

—¡Qué escándalo!—exclamaba doña Bernarda.—¡De noche también!¡Acabaráportraerlaaestacasa!¿PeroesqueesabobadedoñaPepitanovenadadeesto?

YRafael, insensiblealambientede indignaciónquese formabaen tornode él; sin dignarse siquiera dirigir una palabra, una mirada a la pobreRemedios que, cabizbaja como una cabrita enfurruñada, parecía llorar elrecuerdodeaquellospaseosregocijadosbajolavigilanciadedoñaBernarda.

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Eldiputadonoveíanadafueradelacasaazul;lecegabasufelicidad.Loúnicoquelemolestabaeratenerqueocultarla,nopoderhacerpúblicasudichaparaqueseenterasendeellatodossusadmiradores.

Hubieraqueridotransportarsedeungolpealadecadenciaromana,dondelosamoresdelospoderosostomabanlamajestaddelapúblicaadoración.

—¡Quémeimportaloquemurmuren!—decíaunanocheeneldormitoriodeLeonoraadondesubíacautelosamentetodaslasnoches.—Mirasitequiero,que desearía ver a toda esa gente prestándote adoración. Quisiera podercogerte en brazos así como estás, casi desnuda, y en pleno mediodíapresentarmeenelpuentedelArrabalante lamuchedumbreembobadapor tubelleza:«¿Soyonosoyvuestrojefe?Puessilosoy,adoradaestamujerqueesmialmaysinlacualnopuedovivir.Elafectoquemetengáisamí,partidloparaquetambiénseadeella».Yloharía,aserposible,talcomolodigo.

—Loco... nene adorable—decía ella cubriéndole la cara de besos,acariciandolanegrabarbaconsubocasuaveyestremecedora.

Y en una de estas entrevistas, donde las palabras se interrumpían conrepentinosimpulsosdepasiónylasfrasessecortabanconunsaltodebestiaencelo,ahogándoseentrelasbocasjuntasylospechosoprimidosporelabrazo,fuecuandoLeonoramanifestósucapricho.

—Me ahogo aquí dentro. Me repugna acariciarte entre cuatro paredes,juntoaunacamavulgar,comounamantedemomentáneocapricho.Estoesindigno de ti. Eres el amor que vino a buscarme en lamás hermosa de lasnoches.Al aire libreme gustamás; el amor es fresco y puro enmedio delcampo.Teveomáshermosoyyomesientomásjoven.

YrecordandolasexpedicionesríoabajoquetantasveceslehabíarelatadoRafael en sus conversaciones de amigo, aquella isleta con sus cortinas dejuncos,lossaucesinclinándosesobreelaguayelruiseñorcantandooculto,lepreguntaba,ansiosa:

—¿Quénochemellevas?Esuncapricho,unalocura;pero¿paraquéexisteelAmor,sinoparahaceralegresdisparatesqueendulcenlavida?...Llévameentubarca;ellaquetecondujoaquínos trasladaráaesa islaencantada;nosamaremostodaunanochealairelibre.

YRafael,quesesentíahalagadoporlaideadepasearsuamorríoabajo,altravés de la campiña dormida, desamarró su barca a media noche bajo elpuentedelArrabal,llevándolahastauncañarinmediatoalhuertodeLeonora.

Una hora después atravesaban la brecha, cogidos del brazo, riendo deaquellaescapatoriadecolegiales traviesos, estrechándoseelunocontraotro,turbandoconbesosruidososeinsolenteselmajestuososilenciodelcampo.

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Se embarcaron, y la lancha, impulsada por la corriente, guiada por losremosdeRafael,comenzóadescenderelJúcararrulladaporelsusurrodelasaguasaldeslizarseporlasaltasriberasdebarro,cubiertasdecañaveralesqueseinclinabanformandomisteriososescondrijos.

Leonorapalmoteabadealegría.Seechabasobrelanucalablondaconquehabíacubiertosucabeza,desabrochabasuligerogabándeviajeyaspirabacondeliciaelairecillohúmedoyalgopegajosoquerizabalasuperficiedelrío.Sumanoseestremecíaacariciandoelagua.

¡Quéhermosaresultabalaescapatoria!Solosyerrantes,comosielmundonoexistiera;comositodalanaturalezafueseparaellos;pasandoporcercadelasalqueríasdormidas,dejandoatráslaciudad,sinquenadiesedieracuentadeaquelamorque,ensuentusiasmo,sedesbordaba,saliendodelmisteriosoescondrijoparatenerportestigoselcieloyelcampo.Leonorahubiesequeridoque la noche no terminase nunca; que aquella lunamenguante, que parecíapartidadeunsablazo,sedetuvieraeternamenteenelcieloparaenvolverlesensuluzdifusaymortecina;queelríonotuviesefinylabarcaflotaseyflotasehastaqueanonadadosellosdetantoamar,exhalasenelrestodesuvidaenunbesotenuecomounsuspiro.

—¡Si supieras cuánto te agradezco este paseo!... Rafael, estoy contenta.Nuncahetenidounanochecomoesta.¿Perodóndeestátuisla?¿Noshemosextraviadocomoenlanochedelainundación?

No;llegabanalaisladondemuchasveceshabíapasadolastardesRafael,ocultoenlosmatorrales,aisladoporelagua,soñandoconserunodeaquellosaventurerosdelaspraderasvírgenesodelosinmensosríosamericanos,cuyasperipeciasseguíaenlasnovelasdeFenimoreCooperyMaineReid.

UnpequeñoríotributarioseuníaalJúcardesembocandomansamentebajouna aglomeración de cañas y árboles; un arco triunfal de follaje. Y en laconfluencia de las dos corrientes emergía la isla, una pequeña extensión deterrenocasialrasdelagua,perofresca,verdeyperfumadacomounramilleteacuático, con espesoshacesde juncos sobre los cuales zumbabandedía losinsectosdeoro,yunoscuantossaucesqueinclinabansobreelaguasusfinascabellerasformandobóvedassombrías,bajolascualessedeslizabalabarca.

Los dos amantes entraron en la obscuridad. La cortina de ramas lesocultabaelrío;lalunaapenassipodíafiltraralgunalágrimadeluzporentreelramajedelossauces.

Leonora se sintió intimidada por aquel ambiente de cueva lóbrego yhúmedo.Invisiblesanimalescaíanenelaguaconsordochapoteoalsentir laproadelabarcacabeceandosobreelbarrodelaribera.Laartistaseagarrabanerviosamentealbrazodesuamante.

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—No tengasmiedo—murmuróRafael.—Apóyate y salta... Poco a poco.¿Noqueríasoíralruiseñor?Ahíletenemos,escucha.

Era verdad. En uno de los sauces, al otro lado de la isla, el misteriosopájaro oculto lanzaba sus trinos, sus vertiginosas cascadas de notas,deteniéndoseenlomásvehementedeltorbellinomusical,parafilarunquejidodulceeinterminablecomounhilodeoroqueseextendíaenelsilenciodelanochesobreelríoqueparecíaaplaudirleconsusordomurmullo.

Los amantes avanzaban entre los juncos, encorvándose, titubeando antesdedarunpaso,temiendoelchasquidodelasramasbajosuspies.Lacontinuahumedadhabíacubierto la isladeunavegetaciónexuberante.Leonorahacíaesfuerzosporcontenersurisadeniña,alsentirsecon lospiesapresadosporlas marañas de juncos y recibir las duras caricias de las ramas que seencorvaban al paso de Rafael, y recobrando su elasticidad la golpeaban elrostro.

Pedíaauxilioconapagadavoz,yRafael,riendotambién,latendíalamano,arrastrándolahastaelpiedelárboldondecantabaelruiseñor.

Calló el pájaro adivinando la presencia de los amantes.Oyó sin duda elruidodesuscuerposalcaeralpiedelárbol,laspalabrastenuesmurmuradasaloído.

Reinabaelgransilenciodelanaturalezadormida,esesilenciocompuestodemilruidosquesearmonizanyfundenenlamajestuosacalma:susurrodelagua, rumor de las hojas, misteriosas vibraciones de seres ocultos,imperceptibles,quesearrastranbajoelfollajeoabrenpacientementetortuosasgaleríaseneltroncoquecruje.

El ruiseñor volvió a cantar con timidez, como un artista que teme serinterrumpido. Lanzó algunas notas sueltas con angustiosos intervalos, comoentrecortados suspiros de amor; después fue enardeciéndose poco a poco,adquiriendoconfianza,ycomenzóacantar,acompañadoporelmurmullodelashojasagitadasporlablandabrisa.

Embriagábaseasímismoconsuvoz;sentíasearrastradoporelvértigodesustrinos;parecíavérseleenlaobscuridadhinchado,jadeante,ardiente,conlafiebre de su entusiasmo musical. Entregado a sí mismo; arrebatado por lapropia belleza de su voz, no oía nada, no percibía el incesante crujir de lamaleza, como si en la sombra se desarrollara una lucha, los bruscosmovimientos de los juncos, agitados por misterioso espasmo, hasta que undoblegemidobrutal,profundo,comoarrancadodelasentrañasdealguienquesesintieramorir,hizoenmudecerasustadoalpobrepájaro.

Un largo espacio de silencio. Abajo despertaban los dos amantesestrechamenteabrazadoseneléxtasistodavíadeaquelcantodeamor.

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LeonoraapoyabasudespeinadacabezaenelhombrodeRafael.Acariciabasu cuello con la anhelante y fatigada respiración que agitaba su pecho.Murmuraba junto a su oído frases incoherentes, en las que aún vibraba laemoción.

¡Qué feliz se sentía allí! Todo llega para el amor. Muchas veces en suépocaderesistencia,alcontemplarporlanochedesdesubalcónaquelríoqueserpenteabaatravésdelacampiñadormida,habíapensadocondeliciaenunpaseo por el inmenso jardín del brazo deRafael, en deslizarse por el Júcar,llegandohastalaisla.

—Miamoresyaantiguo—murmurabaaloídodeRafael.—¿Creestúquesólo te quiero desde la otra noche? Te adoro desde hace mucho tiempo,mucho...¡Peronovayaustedaponerseporestoorgulloso,señoritomío!...Nosécomocomenzó:creoquefuecuandoestabasenMadrid.Alvertedenuevocomprendí que estaba perdida. Si me resistí, es porque estaba en mi sanarazón;porqueveíaclaro.Ahoraestoylocayloheechadotodoarodar.Diosseaconnosotros...Peroaunquevengaloquevenga,quiérememucho,Rafael;júrame que me querrás. Sería una crueldad huir después de habermedespertado.

YseapretabaconciertoterrorcontraelpechodeRafael,hundíalasmanosenelcabellodeljoven,echabaatrássucabezaparapasearsubocaávidaportoda la cara, besándole en los ojos, en la frente, en la boca,mordiéndole lanarizylabarbasuavemente,peroconunavehemenciacariñosaquearrancabaligerosgritosaRafael.

—¡Loca!—murmurabasonriendo.—¡Quemehacesdaño!

Leonora le miraba fijamente con aquellos ojazos que brillaban en lasombraconelfulgordeunafieraencelo.

—Tedevoraría—murmurabaconvozgravequeparecíaunrugidolejano.—Sientoimpulsosdecomerte,micielo,mirey,midios...¿Quémehasdado,di, niño? ¿cómo has podido enloquecerme, haciéndome sentir lo que nuncahabíasentido?

Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furiasobre su robusto y firmepecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelantebocadeRafael,poseídotambiéndeavidezrabiosa.

—Yanocantaelruiseñor—murmurabaeljoven.

—¡Ambicioso!—decíariendoquedamentelaartista.—¿Yaquieresoírledenuevo?...

Callaban los dos, estrechamente abrazados, formando un solo cuerpo,trastornadosporelambientedepoesíaconquelesrodeabalanoche.

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Otravezcomenzaronaresonarentrelasaltasramaslasnotassueltas, loslamentos tiernos del solitario pájaro, llamando al amor invisible. Yfamiliarizadocon losextraños rumoresqueaquellanochepoblaban la islayquellegabandenuevohastaélcomobocanadasdelejanoincendio,se lanzóenunacarreralocadetrinos,cualsisesintieraespoleadoporlavoluptuosidadde la noche y fuese a reventar de fatiga, cayendo del árbol su envoltura deplumacomounsacovacíodespuésdehaberderramadosutesorodenotas.

Rafaelseestremecióenlosbrazosdesuamantecomosidespertase.

—Debesertarde.¿Cuántashorasestamosaquí?

—Sí,muytarde—contestóLeonoracontristeza.—Lashorasdeplacervansiemprealgalope.

Laobscuridaderadensa:habíadesaparecidolaluna.Cogidosdelamano,guiándoseatientas,llegaronalabarcayelchapoteodelosremoscomenzóasonarríoarribasobrelanegracorriente.

El ruiseñor cantaba en el sauce melancólicamente, como saludando unailusiónquesealeja.

—Mira,mivida—dijoLeonora.—Elpobrecitonosdespide.Oyecomonosdiceadiós.

Ysúbitamente,ensufatigadodesaliento,anonadadaymuelleporlanochedeamor,sintiólallamadelarte,estremeciéndoladepiesacabeza.

VeníaasumemoriaelhimnoqueenLosMaestrosCantoresentonaelbuenpueblo de Nuremberg viendo en el estrado del certamen a Hans Sachs, sucantorpopular,bondadosoydulcecomoelPadreEterno.Eralacanciónqueelpoetamenestral,elamigodeAlbertoDurero,escribióenhonordeLuteroaliniciarse lagran revolución:y laartista,puestadepieen lapopa, saludandoconsusonrisaalruiseñor,comenzóacantar:

Sorgiam,chespuntaildolcealbor,

Cantarascoltoinmezzoaifior

Voluttuosounusignuol

Spiegandoanoil'amantevol!...

Suvozardorosayfuerteparecíahacertemblarlanegrasuperficiedelrío;seextendíaenondasarmoniosasporloscampos,perdíaseenlafrondosidaddela lejana isla, desde donde contestaba como un suspiro lejano el trino delruiseñor.Imitaba,esforzándose,lamajestuosasonoridaddelcorowagneriano;remedabaconmurmullos a florde labio el rumorosoacompañamientode laorquesta, y Rafael batía el agua con sus remos al compás de la melodíapiadosay entusiasta conque elgranmaestrohabía impetradoel favorde la

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poesíapopular,saludandolaaparicióndelaReforma.

Iban río arriba, luchando contra la corriente.Rafael sedoblaba sobre losremos, moviendo sus brazos nerviosos como resortes de acero. Llevaba labarca por cerca de la orilla, donde la corriente eramenos viva y las ramasrozabanlascabezasdelosamantes,mojandolacaradelaartistaconelrocíodepositadoensushojas.Muchasvecessehundíalabarcaenunadeaquellasbóvedasdeverdura,abriéndosepasolentamenteentrelasplantasacuáticas,yel follaje temblaba con el impulso armonioso de aquella voz vibrante ypoderosacomogigantescacampanadeplata.

Aúnno llegaba el día, no spuntaba il dolce albor de la canción deHansSachs,peroseadivinabaquedeunmomentoaotrocomenzaríaaclarearenelcielolafajasonrosadadelamanecer.

Rafael hacía esfuerzos para llegar cuanto antes, animado por la voz deLeonora, que marcaba el compás a los remos. Su canto sonoro parecíadespertarlacampiña.Enunaalqueríaseiluminabaunaventana.Rafaelcreyóvarias veces oír en la ribera, a lo largo de los cañaverales, ruido de cañastronchadas,pasoscautelososdegentequelesseguía.

—Calla,almamía.Nocantes;tevanaconocer.Adivinaránquiéneres.

Llegaronalribazodondehabíanembarcado.Leonorasaltóatierra;queríair sola hasta casa; se separarían allí. Y la despedida fue dulce, lenta,interminable.

—Adiós,amor;unbeso.Hastamañana...no,hastaluego.

Se alejaba algunospasos ribazo arriba, yvolvíade repentebuscando losbrazosdesuamante.

—Otro,príncipemío...elúltimo.

Era la eternadespedidade amor; arrancarse connervioso impulsode losbrazosparavolveralmomentoconlaangustiadelaseparación.

Comenzabaaclareareldía.Nocantaba laalondra, comoenel jardíndeVeronaanunciandoelalbaa losamantesdeShakespeare;perocomenzabaaoírse el chirrido lejano de los carros en los caminos de la campiña, y unacanciónperezosaysoñolientaentonadaporunavozinfantil.

—Adiós,Rafael...Ahorasíqueeselúltimo.Nosvanasorprender.

Y recogiéndose el abrigo subió de un salto al ribazo, saludándole porúltimavezconelpañuelo.

Rafael remó río arriba hacia la ciudad. Aquel viaje a solas, cansado yluchandocontralacorriente,fuelopeordelanoche.

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Cuando amarró su barca cerca del puente era ya de día. Se abrían lasventanasdelascasasvecinasalrío;pasabanporelpuenteloscarroscargadosdevituallasparaelmercadoylasfilasdehortelanascongrandescestasenlacabeza.Todaaquellagentemirabaconinterésaldiputado.Vendríadepasarlanochepescando.Se lodecíanunosaotros,apesardequeen labarcanoseveíaningúnútildepesca.Envidiabanalagentericaquepuededormirdedíayentretenersutiempocomomejorleparece.

Rafael saltó a tierra molestado por la curiosidad de los grupos. Prontoestaríaenteradasumadre.

Alsubiralpuenteconpaso tardoyperezoso,muertos losbrazosporsusesfuerzosderemero,oyóquelellamaban.

DonAndrés estaba allímirándole con sus ojillos de color de aceite quebrillabanentrelasarrugasconunaexpresióndeautoridad.

—Me has dado la gran noche, Rafael. Sé dónde has estado. Vi anochecómo te embarcaste con esa mujer, y no han faltado amigos que os hanseguido para saber dónde ibais. Habéis estado en la isla toda la noche; esamujercantabasuscosascomounaloca...Pero¡rediós!¿esquenohaycasasenelmundo?¿esqueosdivertísasímás,paseandoacieloabiertovuestroenredoparaquetodoCristoseentere?

Y el viejo se indignaba de veras, como libertino rústico y ducho queadoptaba toda clase de precauciones para no comprometerse en susdebilidadesconlachiquilleríadelosalmacenesdenaranja.Sentíafurorytalvez envidia al ver aquella pareja sinmiedo a lamurmuración, inconscienteante el peligro, burlándose de toda prudencia, ostentando su pasión con lainsolenciadeladicha.

—Además, tu madre lo sabe todo. Estas noches ha sorprendido tusescapatorias, ha visto que no estabas en tu cuarto. La vas a matar de undisgusto.

Y con la severidad de un padre, hablaba de la desesperación de doñaBernarda;elporvenirdelacasaenpeligro,elcompromisoconDonMatías,lapalabradada,lahijaesperandolaprometidaboda.

Rafael callaba, caminando comoun autómata, irritadopor aquella charlaqueletraíaalamemoriatodaslasobligacionesmolestasdesuvida.Sentíaelenojo del que se ve despertado por un criado torpe en mitad de un dulceensueño.AúnllevabaensuslabioslahuelladelosbesosdeLeonora;todosucuerpoestabaimpregnadodesudulcecalor;¡yaquelviejoveníaahablarledeldeber,delafamilia,delquédirán,sinacordarseparanadadelamor!¡comosielamornofuesenadaenlavida!Aquelloerauncomplotcontrasudicha,ysentíaqueunimpulsodeluchayderevueltaagitabasuvoluntad.

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HabíanllegadofrentealagrancasadeBrull.Rafaelbuscabaconsullavelacerradura.

—Ybien—dijoelviejoirritado,—¿quédicestúatodoesto?¿Quépiensashacer?Contesta;parecesmudo.

—Yo—repusoeljovenconenergía—yoharéloquemejormeparezca.

DonAndrés seestremeció. ¡Ay, cómo lehabíancambiadoa suRafael!...Aquella chispa agresiva, arrogante, belicosa, que brillaba en sus ojos, no lahabíavistonunca.

—Rafael, ¿asímecontestas? ¡Amí,que tehevistonacer! ¡Amí,que tequierocomotequeríatupadre!

—Soy ya mayor de edad. No quiero tolerar más esta comedia de serpersonajeenlacalleyunchiquilloencasa.Guárdeselosconsejosparacuandolospida.Buenosdías.

Al subir la escalera vio en el primer rellano en la penumbra de la casacerrada,sinotraluzqueladelasrendijasdelasventanas,asumadre,erguida,ceñuda,tempestuosa,comounaimagendelajusticia.

Pero Rafael no vaciló. Siguió subiendo los peldaños, sin recatarse, sintemblarcualotrasveces;comoelseñorquehaestadoausentemuchotiempoyentraarroganteenlacasaqueessuya.

VI

—Diceustedbien,Andrés.Rafaelnoesmihijo;melohancambiado.Esaperdidahahechodeélotrohombre.Peor,milvecespeorquesupadre.Locoporesamujer;capazdepasarporencimademísileseparodeella.Ustedsequeja de su falta de respeto; ¿pues y yo?... Se hubiera avergonzado ustedviéndole.Laotramañanaalentrarencasametrató igualqueausted.Pocaspalabras,perobuenas.Elharáloquequiera,oloqueeslomismo,seguiráconesamujerhastaquesecanseorevientedeunaindigestióndepecadoscomosupadre... ¡Diosmío!¿yparaestohe sufridoyo?¿paraestomehe sacrificadoañosymásañosqueriendohacerdeélungrandehombre?

LaausteradoñaBernarda,vencidaensuautoridadporlarebeldíatenazdelhijo, lloraba hablando con su íntimo confidente. En sus lágrimas de dolormaternal había también algo del despecho demujer autoritaria, al ver en lapropiacasaunavoluntadqueserebelaba,colocándoseporencimadelasuya.

RelatabaadonAndrésentresuspiros lavidadesuhijoenaquellosdías,

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desdequehabíaadquiridosu independencia.Yanoserecatabaparapasar lanochefueradecasa.Volvíadespuésdeamanecer,yporlatardeconelbocadoen la boca, como ella decía, emprendía de nuevo el camino de la casa azulapresuradamente,comosilefaltaseeltiempoparaveraaquellacondenada.

La misma fiebre de su padre, el mismo ardor loco que consumiríarápidamentesucuerpo.Nohabíamásqueverle,descolorido,conunapalidezamarillenta, tirante la piel de la cara como si fuese a marcar con fidelidadenfermiza los relieves del hueso; sin más animación que aquel fuego quebrillabaensusojoscomounachispadelocaalegría.¡Ohfamiliadesgraciada!¡todosiguales!...

La madre hacía esfuerzos para ocultar la verdad a Remedios. ¡Pobremuchacha!Triste,cabizbaja,sinpoderexplicarseelrepentinoalejamientodeRafael.

Convenía ocultar el suceso, y esto es lo que limitaba la cólera de doñaBernardaensusrápidasentrevistasconelhijo.

Tal vez podría sobrevenir un arreglo, algo inesperado que deshicieseaquellamaléficainfluenciasobreRafael,yconestaesperanzahacíaesfuerzosparaqueRemediosy supadreno se dieran cuenta de lo queocurría; fingíacontento en presencia de ellos, inventaba mil pretextos de estudios,preocupacionesyhastaenfermedadesparajustificarlaconductadesuhijo.

Pero la desconsolada señora temía a la gente que la rodeaba; aquellacuriosidaddeciudadpequeña,aburridaensumonotonía,siemprealerta,a lacazadeunnuevosucesoparagozarelplacerdelamurmuración.

Seesparcía rápidamente lanoticiadeaquellosamores:circulabadebocaenboca,considerablementeaumentado,el relatode laexpediciónporel río,lospaseosporentrelosnaranjos;lasnochesquepasabaRafaelenlacasadedoñaPepita,entrandoaobscurasydescalzocomounladrón;lassiluetasdelosamantes, destacándose en la ventana del dormitorio, abrazados por el talle,contemplando la noche: todo visto por gentes dedicadas por voluntad alespionaje, para poder decir «yo lo he presenciado» y que pasaban la nocheocultosenunribazo,emboscadostrasunacercaparasorprenderaldiputado,alaidaolavueltadesuscitasdeamor.

Loshombres,enloscafésoenelcasinoenvidiabanaRafael,comentandocon ojos brillantes su buena suerte. Aquel chico había nacido de pie. Peroluegoen suscasasunían suvoz severaal corodemujeres indignadas. ¡Quéescándalo! ¡Un diputado, un personaje que debía dar ejemplo! Aquello eraburlarse de la ciudad. Y cuando el general rumor de protesta llegaba hastadoña Bernarda, ésta elevaba las manos con desesperación. ¿Dónde irían aparar?Suhijoqueríaperderse.

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DonMatías,elrústicomillonario,callaba,yenpresenciadedoñaBernardafingía ignorarlo todo.Suinterésporemparentarcon lafamiliaBrull lehacíaserprudente.Eltambiénesperabaquepasaríaaquello,unacegueradejoven,ycreyéndoseinvestidodelaautoridaddepadre,intentódaralgunosconsejosaRafaelalencontrarleen lacalle.Pero tuvoquedesistira laspocaspalabras,intimidadoporlamiradaaltivadeljoven.CreyóporunmomentoqueaúneraelpobrecultivadordenaranjosdeotrotiempoyquesehallabaenpresenciadeaquelDonRamónmajestuosocomoungranseñor.

Rafaelsedefendíaconelsilencioylaaltivez.Nonecesitabaconsejos,pero¡ay! cuando llegaba por la noche a la casa de su amada, cuando se veía enaqueldormitorioqueparecíaexhalarelmismoperfumedeLeonora,comosihubieraabsorbidoensusmueblesycortinaslaesenciadesucuerpo,sentíalosefectos de aquella murmuración encarnizada, de la curiosidad de toda unapoblaciónfijaenellos.

Eran solos los dos contra mucha gente; se abandonaban con el plácidoimpudor de los antiguos idilios en medio de la monotonía de una vidaestrecha,enlaquelamurmuracióneraelmásapreciadodelostalentos.

Leonora estaba triste. Sonreía como siempre, le halagaba con la mismaadoraciónquesi fueseun ídolo, semostraba juguetonayalegre,peroen losmomentosdecalma,cuandocreíanoserobservada,sorprendíaRafaelensuboca una contracción de amargura, veía pasar por sus ojos obscurosrelámpagos,comoreflejodepenosospensamientos.

Unanochelehablóconregocijodeloquelagentedecíadeellos.Todosesabía en aquella ciudad. Hasta la casa azul llegaba el eco de lasmurmuraciones.Lahortelana lahabía recomendadobondadosamentequenopaseasemuchoporel río:podíapillarunas tercianas.Enelmercadosólosehablaba de aquel paseo nocturno por el Júcar; el diputado, sudoroso,encorvadosobrelosremos,yelladespertandoconsuscancionesextrañasalagente de las alquerías. ¡Lo que decían aquellos maldicientes!... Y ella reía,pero con risa ruidosa, agitada por estremecimientos nerviosos; con una risaquesonabaafalsa;sinunapalabradequeja.

Rafaelsufríarecordandoqueyahabíaadivinadoellaestasituacióncuandoseresistíaasuamor.Admirabasuresignaciónviendoquenoproferíaningunapalabradequeja,quefingíaregocijo,ocultandoloquelagentedecía.¡Ah,losmiserables!¿Quémalleshabíahechoaquellamujer?Amarle,entregarseaélhaciéndolelaregialimosnadesucuerpo.Yeldiputadocomenzabaaodiarsuciudad,viendoquedevolvíaconinfamesinsultoselbienylafelicidadqueélgozaba.

Otra noche Leonora le recibió con una sonrisa que daba miedo. Seesforzabaporpareceralegre,intentabaaturdirse,abrumandoasuamantecon

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unacharlagraciosayligera;peroderepenteseabandonó,nopudomás,yenmitaddeunacariciarompióallorar,cayóenundivánagitadaporlossollozos.

—¿Quétienes?¿Quéocurre?...

Peroellanopodíacontestar,sofocadaporelllanto,hastaqueporfin,conlaspalabrassacudidasporunhipodoloroso,comenzóahablar,abatida,inerte,ocultandoenunhombrodesuamantesurostrobañadoenlágrimas.

Nopodíamás;elmartirioresultabaabrumador,leeraimposiblefingirpormás tiempo. Conocía como él lo que hablaban en la ciudad de aquellasentrevistas.Lesespiaban talveza todashoras;en loscaminos inmediatosalhuertohabíagenteemboscadacon laesperanzadeveralgonuevo.Suamor,tan dulce, tan joven, era motivo de risa, tema de diversión para las malaslenguasque laescarnecíancomoaunamujerzuelade laacera,porquehabíasidobuenaconél,porquelahabíafaltadocrueldadparapresenciarimpasiblelastorturasdeunajuventudapasionada...Peroconsertanmolestoesteodiodela gran masa escandalizada, ella no sentía miedo ni indignación: lodespreciaba.¡Ay!,peroquedabanlosotros,losíntimosdeRafael,susamigos,sufamilia...sumadre.

Leonora calló un momento, como esperando el efecto de sus últimaspalabras,intimidadaunpocoalhablaraRafaeldesufamilia,mezclándolaensus lamentaciones. El joven temblaba, presintiendo algo terrible. DoñaBernardanoeracapazdepermanecerinactivayresignadaantelarebeldíadesuhijo.

—Sí;mimadre—dijosordamente.—Adivinoquealgohabráhechocontranosotros.Habla,notemas.Túestásparamíporencimadetodoelmundo.

Leonorahablódesutía,aquellapobreseñoraresignadaycasiimbécil,quealveraRafaelensucasacontantaasiduidad,creíaenelprobablecasamientode su sobrina. Por la tarde una escena dolorosa entre Leonora y ella.DoñaPepa había ido a la ciudad por sus devociones, y a la salida de la iglesiaencontró a doña Bernarda. ¡Pobre vieja! Sus ojos aterrados, su cabezatemblorosa,delatabanlaintensaemociónqueensualmasimplehabíasabidodespertar lamadre de Rafael, a quien ella respetabamucho. Su sobrina, suídolo yacía por el suelo, despojada de aquella fe entusiasta y cariñosa quehastaentonces lahabía inspirado.Todas lashistoriaspasadas, losecosdesuvida de aventuras, llegados hasta ella débilmente y que jamás quiso creerconsiderándolos obra de la envidia, se los repitió doña Bernarda con suautoridad de señora formal y buena cristiana, incapaz de mentir. Y acontinuación,elescándaloconqueconmovíanatodalaciudadsusobrinaysuhijo; las entrevistas nocturnas, los paseos a través de los campos con unaaudaciadeldemonio,haciendogalade supecado; todos los atrevimientosylocuras que convertían su santa casa, la casa de doña Pepa, en un antro de

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vicios,enunamancebíadeldiablo.

Y la pobre vieja lloraba como una niña en presencia de su sobrina, seesforzaba en convencerla para que «abandonase lamala senda del pecado»;estremecíase de horror pensando en su inmensa responsabilidad ante Dios.«Todaunavidadedevociónparatenerlimpiaelalma,creersecasienestadodegraciaydespertarderepenteenplenopecadosincomerlonibeberlo,porcausadesusobrina,queconvertíasusantacasaenunasucursaldelinfierno,haciéndola vivir rodeada del pecado». Y el miedo de la pobre señora, elescrúpuloyelterrordeaquellaalmasencilla,eranloquemásprofundamenteheríaaLeonora.

—Mehanrobadomiúnicafamilia—murmurabacondesaliento.—Mehanquitadoelcariñodelúnicoserquemequedaba.Yanosoyparaellalaniñadeantes; no hay más que ver cómo me mira, cómo se aparta temiendo micontacto... Y todo por ti, por amarte, por no haber sido cruel. ¡Ay, aquellanoche!¡cómolahedellorar!...¡cómopresentíayoestastristezas!...

Rafael estaba aterrado. Sentía vergüenza y remordimiento viendo lo quesufríaaquellamujerporhaberseentregadoaél.¿Cómoremediarlo?Sesentíahumillado; quería ser hombre fuerte, la mano enérgica que protege en elpeligroalamujeramada.Pero¿sobrequiénhabíadecaerparadefenderla?...

Leonora abandonó el hombro de su amante, se desasió de sus brazos;limpiaba sus lágrimas y se erguía con la firmeza del que ha adoptado unaresoluciónirrevocable.

—Estoydecididaatodo.Mehacemuchodañoloquevoyadecirte,perono retrocederé: será inútil que protestes.Ya no puedo estar bajo este techo;comprendo que he acabado para mi tía: ¡pobre vieja! Mi ilusión era verlamorirentremisbrazoscomounalucecitaqueseapaga;serparaellaloquenofuiparamipadre...Perolavendahacaídodesusojos;yonosoymásqueunapecadoraqueconmipresencia turbosuvida...Mevoy,pues.YahedichoaBeppaquemañanaarreglelosequipajes...Rafael,dueñomío,estaeslaúltimanoche...Pasadomañanayanomeverás.

El joven retrocedió asombrado, como si repentinamente acabasen deherirleenmediodelpecho.

—¿Irte?¿Ylohacesconesafrialdad?...¿Irtetú,así,así,enplenadicha?

Se tranquilizaba a los pocos momentos. Aquello no era más que laresoluciónmomentánea enun arranquede indignación.No se iría, ¿verdad?Debía reflexionar, ver con claridad las cosas. ¡Qué disparate! ¡partirabandonandoasuRafael!Nunca:eraimposible.

Leonora sonreía con tristeza.Aguardaba aquellas protestas.También ella

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habíasufridomucho,mucho,antesdedecidirseaadoptartalresolución.

Sentíafríohastaenlaraízdeloscabellosalpensarqueantesdedosdíasseveríasola,vagabundaporEuropa,cayendodenuevoenaquellavidaagitadayloca a travésdel arteydel amor.Despuésdehabergozado ladulzurade lapasiónmásfuertedesuexistencia,loqueellacreíasuprimeramor,resultabacruel lanzarse de nuevo en una navegación sin rumbo a través de lastempestades.Lequeríamásquenunca:leadorabaconnuevoardor,ahoraqueibaperderle.

—¿Entonces por qué te vas?—pregunta el joven.—Sime amas ¿por quémedejas?

—Porquetequiero,Rafael...Porquedeseotutranquilidad.

Quedarse allí era perderle. Para defenderla a ella, para seguir a su lado,tendríaquelucharconsumadre,queeraelmásencarnizadoenemigo,perdersu cariño, atropellarla tal vez. ¡Oh, no! ¡qué horror! Ya había bastante conaquellacrueldadfilialqueentenebrecíasupasado.¿Eraacasounserfunesto,nacidoparacorromperconsunombrelomássanto,lomáspuro?

—No, resígnate, corazón mío. Es preciso que parta; es imposible quesigamosamándonosaquí.Yoteescribiré, tedarécuentaexactademivida...todoslosdíassabrásdemíaunqueestéenelpolo;peroquédate,nodesesperesatumadre,cierralosojosantesusinjusticias,quealfinobedecenalomuchoquetequiere...¿Creesqueyonosufroaldejarte?¿Teimaginasqueespocohuirdejandoaquílamayorfelicidaddemiexistencia?...

Y para darmás fuerza a sus ruegos se abrazaba a Rafael, acariciaba sucabezacaídaypensativa,dentrodelacualseagitabantempestuosaslasideas,removiendoprofundamentesuvoluntad.

Instintivamente, lasmanosdel joven recorrían ladesnudezdesuamante,marcando sus tesoros bajo la tela blanca y fina; sentía el suave calor, lapalpitaciónmisteriosadeaquellacarnequehabíainfiltradoensucuerpoalgodesupropiavidaenlosespasmosdelapasión,eneldulcearrobamientodelacomunión amorosa.Y los lazos que él creía eternos ¿iban a romperse? ¿tanfácilmentepodíaperderaquelcuerpoadmiradoporelmundoycuyaposesiónlehacíaconsiderarseelprimerode loshombres?Ella lehablabadelamoradistancia, persistente a través de los viajes y los azares de una existenciaerrante, le prometía escribirle todos los días... ¡escribirle! tal vez al mismotiempoquesucuerpodivinosentiríaelcontactodeotramanoquenofueselasuya...No;élnoperdíaaquello;estabaresuelto.

—Noteirás,Leonora—afirmabaconenergía.—Unamorcomoelnuestronopuedeterminardeestemodo.Lafugaseríaunaofensaparamí,huircomoafrentadaporlatristezadehabermeamado.

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Sentía en su ánimo un afán de protesta caballeresco: se avergonzaba depensarqueellahuyeseporhaberlequeridoyqueélquedaseallí,tristeeinertecomouna doncella a la que abandona su amante convencido de que con suamorlacausagravedaño.¡IradeDios!Eleraunhombreynopodíatolerarqueaquellamujerleabandonaseenunarranquedeabnegación,pordevolverlelatranquilidaddelafamilia,lacalmadentrodesucasa,lasonrisasatisfechadesumadre.Huíanmuchasveces lasmuchachas,olvidandopadresyhogar,cuando se sentían dominadas por el amor; y él, un hombre, un personaje¿había de quedarse allí, viendo como se alejaba Leonora, triste y llorando,todoporquenoperdieseélelrespetodeaquellaciudadenlaqueseahogaba,yelafectodeunamadrequejamáshabíasabidobajarhastasucorazónconunasonrisa de cariño? Además, ¿qué amor era el suyo que retrocedía ante unaresolución enérgica; siempre cobarde e indeciso cuando se trataba deconservar unamujer por la cual se habíanmuertoo arruinadohombresmásricos, más poderosos, ligados a la vida por atracciones que él jamás habíagozadoensumonótonaexistencia?...

—No te irás—repetía con sorda firmeza.—Yonopierdomi felicidad tanfácilmente...Ysiteempeñasenirte,partiremosjuntos.

Leonora se irguió estremecida. Esperaba aquello; se lo decía el corazón.¿Escaparjuntoslosdos?¿aparecerellacomounaaventureraquesellevatrassiaRafaeldespuésdeenloquecerledeamorarrancándoledelosbrazosdesumadre? ¡Oh, no!muchas gracias. Ella tenía conciencia; no quería cargar suvidaconlaexecracióndetodounpueblo.LesuplicabaaRafaelconcalma;lerogabaque arrastrase valientemente la desgracia.Debía partir sola; después,más adelante ya vería; buscarían ocasión para verse; tal vez podría ser enMadrid,cuandoabiertaslasCortesestuvieraallásolo,ellacantaríaenelRealgratuitamentesierapreciso.

PeroRafaelserevolvíafuriosocontrasuresistencia.¡Noverla!¡transcurrirmeses y meses en mortal espera! Una sola noche sin sentir su cuerpoconfundidoconel suyo, sería ladesesperación.Acabaríapor entregarse a lamortaltristezadeMaquia;sepegaríauntirocomoelpoetaitaliano.

Ylodecíaconconvicción,mirandoalsueloconojosextraviados,comosise viera ya sobre el pavimento, inerte, ensangrentado, con el revólver en lacrispadadiestra.

—¡Oh, no! ¡qué horror! ¡Rafael! ¡Rafael mío!—gemía Leonoraabrazándose a su cuello, colgándose de él, estremecida por la sangrientavisión.

Elamanteseguíaprotestando.Eralibre.Sifuesecasado,sidejara trassufuga una mujer que llorase su traición, hijos que le llamaran en vano, aúncomprenderíaaquellaresistencia;larepugnanciadeuncorazónbuenoqueno

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quierequesuamordejetrassí lamaldicióndeunafamiliadispersa.Pero¿aquiénabandonabaensufuga?Asumadrenadamás,queseconsolaríaalpocotiemposabiendoqueestabasanoyera feliz.Asumadre,queseoponíaconese ciego cariñomaternal que no quiere encontrar rivalidades en el amor alhijo y por celos estorba muchas veces su felicidad. El mal que causasesiguiéndolaaellanoseríairreparable.Huiríanjuntos;pasearíansuamorporelmundo.

YLeonora,cabizbaja,repetíadébilmente:

—No;estoyresuelta.Partirémañanasola.Notengofuerzasparaarrostrarelodiodeunamadre.

Rafaelseindignaba.

—Entoncesdiquenomeamas.Tehascansadodemí.Quiereslevantarlasalas; te impulsala locuradeotros tiempos;deseasvolardenuevolocamenteportumundo.

La artista fijaba en él sus grandes ojos empañados por las lágrimas. Sumiradaeradeternuraydelástima.

—¡Cansarme de ti!... ¡Cuando jamásme he sentido tan triste como estanoche!...Creesqueansíomiantiguavida,yalalejarmesientolomismoquesientrase en un lugar de tormento... ¡Ay, dueño mío, mi alma!... Tú nocomprenderásnuncahastadondehellegadoenmiamor.

—¿Puesentonces?

Y en su afán irresistible de decirlo todo, de no perdonar el relato deningunodelospeligrosquesobrevendríantraslaseparación,Rafaelhablódesumadre,deloqueocurriríaalquedarsoloconellasumidoenlamonotoníadelaciudad.¿Creíaellaquetodoeracariñoenlaindignadaoposicióndesumadre? Le quería, sí; era su hijo único; pero en sus cálculos entraba pormucholaambición,aquelafánporelengrandecimientodelacasa,quehabíaocupado toda su existencia. Le tenía destinado, sin consultar su voluntad, aservir de rehén en la alianza que meditaba con una gran fortuna. Queríacasarle:ysiellapartía,siseveíasolo,abandonado,latristezayeltiempoquetodolopueden,morderíansuvoluntad,hastahacerlecaerinerte,entregándosecomo una víctima que en su aturdimiento no abarca la importancia delsacrificio.

Ellaleescuchabaestremecida;conlosojosdesmesuradamenteabiertosporel terror. Acudían en tropel a su memoria palabras sueltas que en díasanterioreshabíanllegadohastaellaylademostrabanahoralacertezadeloquedecía su amante... ¡Rafael destinado por su madre a otra mujer!...¡encadenándoseparasiempresiellapartía!...

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—Y yo no quiero, ¿sabes Leonora?—continuó el amante con tranquilafirmeza—Yosólosoy tuyo,sólo teamoa ti.Prefieroseguirteporelmundo,aunquenoquieras;sertucriado,verte...hablarte,mejorqueenterraraquímidesesperaciónbajomillones.

—¡Ah,niño!¡niñomío!...¡Cómomequieres!¡Cómoteadoro!

Ycayósobreélfrenéticadepasión,impetuosa,loca,apresándoleentresusbrazoscomounafiera.Rafaelsesintióacariciadoconunardorquecasilediomiedo; envuelto en una espiral de placer que no tenía fin. Estremecioseempujado, descoyuntado, arrollado por una ola tan voluptuosa, tan inmensaquelehacíadaño.Creyómorirdesmenuzado,hechopolvosobreaquelcuerpoqueleagarrotaba,absorbiéndoleconlafieravoracidaddeesassimaslóbregasdondedesaparecendeungolpelostorrentessindejarunagotadesuavalanchatumultuosa.Ydesfalleciendosussentidosenaqueltemblorosoofuscamiento,cerrólosojos.

Cuandovolvióaabrirlosviolahabitaciónenlaobscuridad,sintióensusespaldaslablanduradellechoybajosunucaunbrazomórbidoquelesosteníacariñosamente.Leonoralehablabaaloídoconlalentituddelcansancio.

Convenidos.Huiríanjuntos,iríanacontinuarsudúodeamordondenadielesconociera,dondelaenvidiaylavulgaridadnoturbasensudulceexistencia.Leonoraconocía todoslosrinconesdelmundo.NadadeNizanide lasotrasciudadesdelaCostaAzul,bonitas,coquetas,empolvadasypintadascomounadamaquesaledeltocador.Encontraríanenellasdemasiadagente.Venecialesconvenía más. Pasearían por los estrechos canales, solitarios y silenciosos,tendidos en la camareta de la góndola, acariciándose entre risas,compadeciendoalosquepasasenlospuentessinadivinarqueporbajodesuspiessedeslizabaelamor...

PeroVeneciaestriste;cuandolalluviasedecideacaer,nosecansanunca.Mejor era Nápoles; sí, Nápoles. ¡Viva! Y Leonora agitaba lasmanos comoqueriendo aplaudir su idea.Lavida al sol, la libertad, amarse con elmismoimpudor sublimede los lazaronisquevivendesnudosy se reproducenen laacera.EllateníaalláenelPosilippounapequeñacasa,unvillinodecolorderosa, una bicoca con un jardín de higueras nopales y pinos parasoles, quebajabaenrápidapendientedesdeelpromontoriohastaelmar.Pescaríanenelgolfotersoyazulcomouninmensoespejo,yalacaídadelatarde,mientrasélvolviese los remos, ella cantaría mirando el mar inflamado por el sol alhundirseen lasaguas,elpenachodelVesubiode tonosmorados, la inmensaciudad blanca con sus infinitas vidrieras como placas de oro, reflejando elcrepúsculo.

Corretear como dos bohemios por los innumerables pueblecillos blancosdelariberadelgolfo;besarseenplenomarentrelasbarcaspescadoras,delas

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quesalenromanzasapasionadas;pasarlanochealairelibre,abrazadossobrelaarena,oyendoa lo lejos la risadeperlasde lasmandolinascomoaquellanocheescuchabanalruiseñor...¡Diosmío!¡quéhermoso!

Yhastaelamanecerestuvieron fantaseandosobreelporvenir,arreglandotodoslosdetallesdelafuga.

Ellapartiríacuantoantes;él iríaa suencuentrodosdíasdespuéscuandohubieserenacidolaconfianzaytodoslacreyeranlejos,muylejos.¿Dóndeseencontrarían? Primero pensaron en Marsella, pero era demasiado lejos.Después en Barcelona. Regateaban las horas y los minutos. Les parecíaintolerable pasar varios días sin verse. Cuanto antes se reuniesen,mejor, loimportanteera salirde laciudad.Yacabaronpordecidirquese reunirían lomáscercaposible:enValencia.Elamorgustadelaaudacia.

VII

Acababandealmorzarentrelasmaletasylascajas,queocupabanunagranpartedelahabitacióndeLeonoraenelhoteldeRoma.

Porprimeravez se sentaban en lamesa juntos en familiar intimidad, sinotrotestigoqueBeppa, lafieldoncella,acostumbradapor laazarosavidadesuseñoraatodaclasedesorpresas,yquecontemplabaaRafaelconrespetuosasonrisa,comounídolonuevoconelquedebíacompartir ladevotasumisiónquesentíaporLeonora.

Eraelprimermomentodetranquilidadyalegríaquehabíatenidoeljovenenalgunosdías.Elantiguohotelconsushabitacionesgrandes,dealtotecho;sus corredores en discreta penumbra y su calma conventual, le parecía unlugar de delicias, un ameno retiro en el que se consideraba libre ya de lasmurmuraciones y luchas que le habían oprimido como un círculo infernal.Además,sentíaallíesevientoexóticoqueparecesoplaren lospuertosy lasgrandesestacionesdeferrocarril.Todolehablabadelafuga,delaincógnitaydeliciosa ocultación en aquel país tan calurosamente descrito por Leonora,desde los macarrones del almuerzo y el Chianti en empajada y ventrudaredoma, hasta el castellano defectuoso y musical de los dueños del hotel,carnosos hombretones con enormes bigotes que recordaban los tradicionalesmostachosdelacasadeSaboya.

Leonora le había citado allí, en el refugio predilecto de los artistas, queaisladodelacirculación,ocupatodounladodeunaplazasolitaria,señorialytranquila, sin más ruidos que los gritos de los cocheros de alquiler y laspatadasdeloscaballos.

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Había llegadoenelprimer trende lamañana,sinequipajealguno,comouncolegialquese fugaconsolo lopuesto.Losdosdías transcurridosdesdequeLeonoraabandonólaciudad,habíansidodetormentosparaél.Lagentecomentandolahuidadelacantante;escandalizándosedesuinmensoequipajeque,agrandadopor la imaginacióndelosmurmuradores, llenabanosesabíacuántoscarros.

Esto quien lo sabía bien era el barberoCupido, que, cual de costumbre,habíacorridocontodoelserviciodelequipaje.Sabíaadóndehabíadirigidosuvuelo aquellamujer peligrosa, y lo decía a todos.Volvía a Italia. Elmismohabía facturado para la frontera todo el equipaje grueso, mundos enormescomocasas, cajonesdondepodíaocultarsecómodamenteélconsuspeladosmancebos. Y las mujeres, oyéndole, celebraban aquella huida como si laslibrasedeungranpeligro.¡VayabenditadeDios!

Rafael, después de la partida de su amante, apenas salió a la calle. Lemolestaba lacuriosidadde lagente, laconmiseraciónburlonade losamigosqueenvidiabansupasadafelicidadypermaneciódosdíasensucasa,seguidopor la mirada interrogante de su madre. Doña Bernarda mostrábase mástranquila al verle libre de la maléfica influencia de la artista, pero sinabandonarporestosugestoceñudo,comoavisadaporelinstintomaternalqueaúnpresentíaelpeligro.

El joven estaba agitado por la impaciencia de la fuga. Le parecíaintolerablepermanecerallímientrasellaestabasola,aisladaenuncuartodehotel,aguardandoconigualimpacienciaelmomentodelareunión.

¡Quéamanecereldelapartida!Rafaelseavergonzabaviéndosedescalzo;caminandodepuntillas,comounratero,porlasaladondesumadrerecibíaaloshortelanosyajustabalascuentasdelcultivo.Avanzabaa tientas,sinotroguíaquelosluminososresquiciosdelascerradasventanas.Sumadredormíaen una habitación inmediata: oía su respiración, el fatigado estertor de unsueñopesado, conelque se reponíadeaquellasnochesenvela espiando suregreso de las citas de amor. Creía aún sentir el estremecimiento que leproducíaelsuavetintineodelasllaves,abandonadasconlaconfianzadeunaautoridadsinlímitesenlacerrajadeunmuebleantiguodondeguardabaDoñaBernardasusahorros.Asíocultóconmanotrémulaensusbolsillostodoslosbilletesguardadosenlospequeñoscajones.

Temblabade emoción al consumar el acto audaz.Se llevaba lo suyo;nohabía pedido nada de la herencia de su padre. Leonora era rica; con unadelicadeza admirable había rehuido hablar de dinero al discutir lospreparativosdelviaje;peroélnoibaaserunentretenido,noqueríavivircomoaquel Salvatti que explotó la juventud de la artista. Estos pensamientos ledieronfuerzasparallevarseeldineroyabandonarlacasa;peroeneltrenaún

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duraba su inquietud, y el personaje, el diputado experimentaba un miedoinstintivoalveren lasestaciones los tricorniosde laguardiacivil.Palidecíapensando en el despertar de su madre si casualmente se daba cuenta deldespojo.

Laconfianzaylaalegríarenacieronalentrarenelhotelcomosientraseenun lugar de asilo. La encontró en la cama, la cabellera esparcida sobre laalmohadacomounaoladeoro,losojosentornados,labocasonrientecomosilasorprendieraenmitaddeunensueñosaboreandosusrecuerdosdeamor.Amedio día se levantaron para almorzar en el cuarto, pálidos, fatigados,proponiéndose emprender su viaje cuanto antes. No más locuras; sensatezhasta que se viesen fuera de España.Al anochecer saldrían en el correo deBarcelona hacia la frontera. Y tranquilamente como un matrimonio quediscute en la calma placentera del hogar los detalles de la vida material,pasabanrevistadelosobjetosnecesariosparaelviaje.

Rafaelnoteníanada.Habíahuidocomoquienescapadeunincendio,conel trajequeprimero encontró al saltar de la cama.Necesitabamuchas cosasindispensablesypensabasaliracomprarlas:asuntodeunmomento.

—¿Perovasairtú?—preguntabaLeonoraconciertaangustia,comosisuinstintofemeniladivinaseenelpeligro.—¿Vasadejarmesola?...

—Unmomentonadamás.Noteharéesperarmucho.

Se despidieron en el corredor con la ruidosa y descuidada alegría de supasión;sinfijarseenloscamarerosqueibanyveníanalotroextremodellargopasadizo.

—Adiós,Rafael...Uno;unonadamás.

Y cuando él salió a la plaza, con el sabor en los labios del último beso,todavíalesaludódesdeunbalcónunamanocubiertadepedrería.

Eljovenandabaapresuradamente.Queríavolvercuantoantes,ypasóconrapidezpor entre lanubede cocherosque leofrecían sus servicios frente algran palacio de Dos Aguas, cerrado, silencioso, dormido como los dosgigantesqueguardansuportada,desarrollandobajolalluviadeorodelsollasuntuosidadrecargadaygraciosadelestilorococó.

—Rafael,Rafael...

Eldiputadovolviosealoír sunombre,ypalideciócomoenpresenciadeunaaparición.EradonAndrésquienlellamaba.

—¿Ustedaquí?

—He llegado en el correo deMadrid. Hace dos horas que te busco portodas las fondas de Valencia. Ya sabía que estabas aquí... Pero vámonos,

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tenemosquehablar;estenoesbuensitio.

Ylanzabaunaintensamiradadeodioalhotel,comosiquisieraaniquilaralenormecaseróncontodoslosseresqueencerraba.

Se alejaron, caminando lentamente sin saber dónde iban, errando a laventura,doblandoesquinas,pasandovariasvecespor lamismacalle, conelpensamiento concentrado, los nervios estremecidos, prontos a gritar yhaciendo esfuerzos por que su voz fuese débil, apagada, y no llamase laatencióndelostranseúntesquepasabanrozándolesporlasestrechasaceras.

DonAndréscomenzaba,comoeradeesperar.

—¿Teparecebienloquehashecho?

Al ver que él, cobardemente intentabamostrarse asombrado, asegurandoque nada había hecho, que había venido a Valencia por un asuntoinsignificante,elviejoseindignó.

—No mientas: o somos hombres o no lo somos. Tú debes sostener lohecho, si te figuras haber obrado bien.No creas que vas a engañarme paraecharacorrerconesaseñora,Diossabedónde.Teheencontradoynotedejo.Quiero que lo sepas todo: tu madre en cama; yo, avisado por ella de loocurrido,saliendoenelprimertrenaencontrarte;todalacasaenrevolución,creyendoenelprimerinstanteenunrobo,ylaciudadllevándoteenlenguastalvezaestashoras.Qué...¿estáscontento?¿deseasmataratumadre?Pueslamatarás... ¡Diosmío! ¡yestosson loshombresde talento! ¡losseñoritosconcarrera! Cuánto mejor que fueses un bruto como yo o como tu padre; sinestudios,perosabiendovivirydivertirsesincompromiso.

Después relataba minuciosamente lo ocurrido. La madre teniendo quevisitarsuviejomuebleparahacerunpagoalosjornaleros;elgritodehorroryalarma que puso en conmoción la casa; la llegada de DonAndrés, avisadoapresuradamente;lasospechacontralafidelidaddoméstica,pasandorevistaatodaslassirvientes,quellorabanprotestandoconindignación,hastaquedoñaBernarda cayó en una silla, casi desmayada, murmurando al oído de suconsejero:

—Rafaelnoestáencasa.Sehaido...talvezparanovolver.Loadivino;éltieneeldinero.

Ymientrasmetíanenlacamaalamadresollozanteyavisabanalmédico,él salíahacia laestaciónparacogerel tren,y leíaen lasmiradascuriosaselpresentimiento de lo ocurrido, la prontitud con que los maldicientes uníanaquellaagitaciónsordaenlacasadeBrullconlasubidadeRafaelenelprimertren,presenciadaporalgunos,apesardesusprecauciones.

—Rafael; señor diputado, ¿está usted contento?... ¿Quiere usted dar que

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reírmásaúnasusenemigos?

Elviejohablaba convoz temblona;parecíapróximoa llorar.Laobradetodasuvida,lasgrandesvictoriasganadasalladodeDonRamón,aquelpoderpolíticotancuidadosamentepulidoyaguzado,todoibaaquebrarseyperdersepor culpa de un chiquillo ligero, vehemente; que al adorar a una mujerarrojabaasuspieslosuyoylodelosdemás.

Rafael,queenelprimermomentosesentíaagresivo,dispuestoacontestarcon la violencia si el viejo camarada extremaba la reprensión, mostrábaseablandadoyuntantoconmovidoporelsincerodolordeaquelhombre,sinotrosentimientoqueladominación,semejanteasupadre,comoelgatoseparecealtigre,ycasisollozantealverenpeligroelprestigiodelacasa.

Cabizbajo,aterradoporlaimagendeaquellaescena,despuésdesuhuida,Rafaelnosabíapordóndemarchaban.Lesorprendiódeprontounperfumedeflores.Atravesaban un jardín, y al levantar la cabeza vio brillando al sol laarrogante figura del conquistador de Valencia sobre su nervudo caballo deguerra.

Siguieronadelante.Elviejohablabaconacentoplañiderode la situacióndelacasa.Aqueldineroquetalvezllevabaenelbolsillo,másdetreintamilpesetas, representaba losúltimosesfuerzosde sumadrepara sacara flote lafortuna de la familia, puesta en peligro por las genialidades de donRamón.Suyoeraeldinero,nada teníaélquedecir;podíaderrocharloporelmundo:peronohablabaaningúnniño,hablabaaunhombrequeteníacorazónysólole pedía como preceptor de su infancia, como su más antiguo amigo, quepensaseenlossacrificiosdesumadre,ensuexageradayrudaeconomía,enlas privaciones que se había impuesto, vestida de hábito en todo tiempo,peleándoseporuncéntimoconlascriadas,apesardesusairesdegranseñora,privándosedeesasgolosinasyregalosquetantogustanenlavejez,todoparaquesuseñorhijosegastaraalegrementeconunamujeraquellacantidaddelaquehablabadonAndrésconrespeto,pensandoenloquehabíacostadoreunir.¡Vamos,hombre,queeraparamorirseelvertalescosas!...

¿Ysielpadre,sidonRamónlevantaselacabeza?¿Siviesecómosuhijoporunamordestruíadegolpeloquetantosañoshabíacostadolevantar?...

Pasaban un puente. Abajo, en el seco cauce, se destacaban lasmanchasrojasy azulesdeungrupode soldadosy sonabael redoblede los tamborescomo el zumbido de una enorme colmena. Aquel estrépito belicosoacompañaba dignamente la evocación del padre hecha por el viejo. Rafaelcreíaverdelantedesuspasosaquelenormecuerpodehombrede lucha,susgrandesbigotes,sufieroentrecejodeconquistador,deaventureronacidoparaguiarhombreseimponerlessuvoluntad.

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—¡SidonRamónvieseesto!...Eleracapazdedartodasufortunaporunamujer,peronohubieratomadojuntaslasmáshermosasdelmundoacambiodeperderunsolovoto.

Ysuhijo,aquelretoñoenelquehabíapuestosusesperanzas,eldestinadoaelevarlacasaasumayorgloria,elquehabíadeserpersonajeenMadrid,yalnacerencontrabaelcaminohecho,arrojabapor laventana todoel trabajodel padre con el fácil abandono con que se pierde lo que no costó nada deganar.¡Bienseveíaquenohabíaconocidolostiemposmalos!LaépocadelaRevolución,cuandoestabancaídosyhabíaquehacerse respetarescopetaenmano;lasdesesperadasbatallaselectorales,enlasquesealcanzabaeltriunfopasandosobrealgúnmuerto; losgalopesaudacesenvísperadeescrutinio, atravésde loscampos,envueltosen la sombrade lanoche, sabiendoqueporcerca estaba emboscado el roder de carabina certera, que había jurado sumuerte;losprocesosinterminablesporcoacciónyviolenciasquehacíanvivirenperpetuaangustia, esperandodeunmomentoaotro lacatástrofe final, elpresidiocon lapérdidade losbienes.Todoesto lohabíaarrastradosupadrepor él; por labrarle un pedestal, por crearle un distrito propio, abriéndolecamino para llegar lejos, muy lejos. Y él lo perdía todo, se despojaba parasiempre de un poder formado a costa de años y peligros, si aquellamismanochenovolvía a casa,destruyendocon supresencia las suposicionesde lagenteescandalizada.

Rafaelmovía la cabezanegativamente, conmovidoporel recuerdode supadre,convencidoporlasrazonesdelviejo,peroresueltoaresistir.No,yno;lasuerteestabaechada;élseguiríasucamino.

Estaban bajo los árboles de laAlameda. Pasaban los carruajes formandounainmensaruedaenelcentrodelpaseo;brillanteslosarreosdeloscaballosy los faroles del pescante con el reflejo del sol; viéndose a través de lasventanillaslossombrerosdelasseñorasylasblancasblondasdelosniños.

DonAndrésseindignabaantelatenacidaddeljoven.Enseñábaleaquellasfamilias,deexteriortranquiloyfeliz,paseandodentrodesuscarruajes,conlaplácidacalmadeunaabundancia sedentariayexentadeemociones. ¡Cristo!¿Tanmalaeraaquellavida?Puesasípodíavivirélsierabueno,sinovolvíalaespaldaaldeber;rico,influyente,respetado,envejeciendorodeadodehijos;loúnicoqueenestemundopuededesearunapersonahonrada.

Todoestodelamorsintrabasnileyes,delamorquesehurtadelasociedady sus costumbres, bastándose a simismo y, despreciando el que dirán, eranmentirasdepoetas,músicosydanzantes,genteperdiday locacomoaquellamujer que le arrebataba lejos,muy lejos, rompiendo para siempre sus lazosconlafamiliayconsupaís.

El viejo parecía animarse con el silencio de Rafael. Creía llegado el

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momentodeatacarsuamoraudazmente.

—Y luego, ¡quémujer!Yo he sido joven como tú; es verdad que no heconocido señoras como esa, pero, ¡bah! todas son iguales. He tenido misdebilidades;pero tedigoqueporunamujercomoesanohubieseperdidoniunauña.Cualquiermuchachade las que tenemospor allá valemás.Muchotraje,muchapalabra,polvosypinturasapuñados...Noesqueyodigaqueseafea,noseñor;¡perohijo,poconecesitasparavolverte loco; lassobrasdelosdemás!...

Yhablódelpasadodelaartista;deaquellahistoriagalanteytormentosa,exagerada por la leyenda; los amantes a docenas, su cuerpo desnudoreproducidoenestatuasycuadros;lamiradadetodaEuropacorriendosobresu belleza, con la confianza del que entra en su casa, conociendo hasta elúltimorincón.¡Vayaunavirginidadparavolverseloco!¿Yporesaconquistaloibaaperdertodo?

El viejo sintiómiedo al ver la punta de brasa que la ira encendió en losojos de Rafael. Acababan de pasar otro puente; entraban de nuevo en laciudad,ydonAndrésensumiseriadeviejomaliciosoycobarde, retrocediócomo si quisiera ocultarse tras la casilla de los guardias de consumos,librándosedelabofetadaqueyaveíacortandoelaire.

Eldiputado,trasbreveindecisión,siguióadelante,desalentado,cabizbajo,sinfijarseenelviejoquehabíavueltoacolocarseasulado.

¡Ah,elmaldito!¡Québienhabíasabidoherirle!ElpasadodeLeonora;suamorrepartidoconlocagenerosidadpor loscuatropuntosdela tierra; todoslospueblospasandosobresucuerpo,domándolaun instanteconelatractivodelaeleganciaoelencantodelarte;susentrañasestremeciéndosehoyenunpalacio y mañana en un cuarto de hotel; su boca repitiendo en diversosidiomasaquellasmismasfrasesdeamor,entrecortadasporelespasmo,queleenardecían, como si fuese el primero en oírlas. ¿Ypor estos restos que aúnsobrevivíanmilagrosamentedespuésdellocoderroche,ibaélaperderlotodo,ahuirdejandoasusespaldaselescándalo,eldescréditoytalvezelcadáverdesumadre? ¡Ah, terrible don Andrés! ¡Y cómo después de herirle metía losdedos en el sangriento desgarrón agrandando la herida! La lógica llana yvulgardelviejohabíadesvanecido suensueño.Aquelhombre,había sidoelSancho rústico y malicioso que aconsejaba a su quijotesco padre, y ahoraseguíasumisióncercadelhijo.

Recordaba de un golpe toda la historia de Leonora, las francasconfidencias de su época de pura amistad, cuando se lo contaba todo paraimpedirquelasiguiesedeseando.Pormuchoqueellaleadorasenoseríamásqueun sucesordel conde ruso, delmúsico alemán, ode algunode aquellosamantesdepocosdías,apenasmencionados,peroquealgohabíandejadoen

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sumemoria.¡Unsucesor!¡elúltimoquellegaconalgunosañosderetrasoysecontentamordiendoenlacálidamadurezqueellosconocieronconlafrescuray la suave película de la juventud! Los besos que tan profundamente leturbaban tenían algo más que la caricia de la mujer: era el perfumeembriagadorymalsanodetodaslascorrupcionesylocurasdelatierra;elolorconcentradode unmundoque había corrido loco hacia su belleza como lospájarosnocturnosseagolpabanalaluzdelfaro.

¡Abandonarlo todo por ella! ¡Correr la tierra, libres y orgullosos de suamor!... Y en ese mundo encontraría a muchos de sus antecesorescontemplándole conmirada curiosa e irónica; sobrevivientes de las pasadasaventurasque, en supresencia, ladesnudaríancon lamirada, adivinandodeantemano las frases entrecortadas que ella había de decir por la noche, losextravíosdesupasiónnuncasatisfecha.

Loextrañoeraquenadadeestoselehabíaocurridoantes.Lacegueradelafelicidadjamáslehabíadejadopensarquenoeraélelprimeroquepasabaporsusbrazos,queaquellaspalabrasquelemecíancomodulcemúsicapodíanhabersidooídasporotrosyotrosantesqueél...

¿Cuánto tiempo iban por las calles de Valencia?... Le temblaban laspiernas,estabadesfallecido,apenasveía.Losalerosdelascasasaúnestabanbañadosdesol,yaélleparecíaandaratientasenlapenumbradelcrepúsculo.

—Tengosed,DonAndrés.Entremosencualquiersitio.

El viejo le encaminaba al café de España, su refugio favorito. Tenía lamesaalpiedeloscuatrorelojesquesustentaelángeldelaFamaenelcentrodelgransalóncuadrado,consusenormesespejosdefantásticasperspectivasysusdorados,obscurecidosporelhumoylaluzcrepuscularquedesciendeporlaaltalinternacomounainmensacripta.

Rafael bebió, sin saber ciertamente el contenido del vaso; un veneno talvezquelehelabaelcorazón.DonAndréscontemplabasobreelmármoldelamesael recadodeescribir; lacarterade rotohuleyelmísero tarrode tinta,golpeándolosconelrabodelapluma,unaplumadecafé,engrasada, torcidadepuntas,instrumentodetorturaparadesesperarlamano.

—Faltaunahoraparael tren.Rafael, séhombre;aúnes tiempo.Venteyremediaremosestachiquillada.

Yletendíalapluma,apesardenohabersemencionadoenlaconversaciónelpropósitodeescribirapersonaalguna.

—Nopuedo, donAndrés. Soyun caballero, tengomi palabra dada y noretrocedovengaloquevenga.

Elviejosonreíaconsarcasmo.

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—Sétodolocaballeroquequieras.Loserásparaesamujer.Perocuandorompas con ella, cuando te deje o la abandones tú no vuelvas a Alcira. Tumadre no existirá: yo estaré no sé dónde, y los que te hicieron diputado temiraráncomounladrónquerobóymatóasumadre...Enfurécete,pégamesiquieres;yanosmirandelasotrasmesas...daunescándaloenelcafé;noporestodejarádeserverdadloquetedigo...

Mientras tanto Leonora se impacientaba en su cuarto del hotel. Habíantranscurridotreshoras.Paracalmarsuinquietudsesentóenelbalcón,traslaverdepersiana,siguiendocondistraídosojoselpasodelosescasostranseúntesqueatravesabanlaplaza.

EncontrabaenellaunrecuerdodelasplazoletasdeFlorencia,rodeadasdemansiones señoriales, cerradas e imponentes, con su pavimento de guijarrosardientes por el sol, entre los cuales crece la hierba y que despiertan de sumodorra alpaso tardodeunamujer, deuncuraounviajero, repitiendo suspisadascuandoyaestánlejos.

Miraba los viejos caserones de la plaza, un ángulo del palacio de DosAguas,consustablerosdeestucadojaspeentrelasmoldurasdefollajedelosbalcones; escuchaba las conversaciones de los cocheros, agrupados en lapuertadelhotel,entornodelosdueñosyloscriados,todosaquellositalianosbigotudosquesacabansillasalaaceracomoenunacalledepueblo.Devezencuandomirabalostejadosdeenfrente,deloscualesibaretirándoselaluzdelsol,cadavezmáspálidaydulcificada.

Mirósureloj.Lasseis.¿Perodóndesehabíametidoaquelhombre?Ibanaperder el tren, y para aprovechar hasta el último minuto, daba órdenes aBeppa, queriendo que todo estuviese en orden y dispuesto para la marcha.Recogía sus objetos de tocador, cerraba las maletas después de pasear sumiradainterroganteportodoelcuartoconlainquietuddeunapartidarápida,ycolocabaenunabutaca,juntoalbalcón,elabrigodeviaje,elsacodemano,elsombrero y el velo para arreglarse sin tardanzas ni vacilaciones, apenas sepresentaseRafael,jadeanteycansadoporelretraso.

Yelamantesinvenir...Sintióimpulsosdesalirensubusca;pero¿dóndeencontrarle?Desdeniñanohabíaestadoen laciudad,desconocíasuscalles,podíacruzarse, sinsaberlo,conRafael,vagarerrantemientrasél laesperaseenelhotel.Mejoreraaguardar.

Acababa el día. En el cuarto extendíase la sombra del crepúsculo,confundiendo los objetos. Volvió al balcón trémula de impaciencia, triste,comolaluzvioletaquesedifundíaporelcielo,convetasrojasquereflejabanel sol poniente. Iban a perder el tren; tendrían que aguardar hasta el díasiguiente.Uncontratiempoquetrastornabalaseguridaddesuhuida.

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Volvioseconnerviosomovimientoaloírque la llamabandesde lapuertadelahabitación:

—Signora,unalettera.

¡Una carta para ella!... La tomó febril de lamano del camarero, ante lamiradavagaysinexpresióndeladoncella,sentadasobrelasmaletas.

Le temblaban las manos. El recuerdo de Hans Keller, el artista ingratosurgiórepentinamenteensumemoria.Buscóunabujíaensualcobayacabóporvolveralbalcón,examinandolacartaalaluzdelcrepúsculo.

Suletraenelsobre;peroportentosa,penosa,comoarrancadaconesfuerzo.Sentíatodasusangrereplegarseenelcorazón;leíaconelansiadelquequiereapurardeungolpetodalaamarguraysaltabarenglones,adivinándolos.

«Mimadremuyenferma...voyalláporunosdíasnadamás...mideberdehijo... pronto nos veremos»; y las cobardes excusas de costumbre parasuavizarlarudezadeladespedida;lapromesadereunirseconellatanprontocomolefueseposible;losjuramentosapasionados,afirmandoqueeralaúnicamujerqueamabaenelmundo.

PasócomounrelámpagoporsuvoluntadelpropósitodesalirenseguidaparaAlciraaunquefueseapie;queríaavistarseconRafael,arrojarlealrostroaquellacarta,abofetearle,batirse.

—¡Ah,elmiserable!¡elinfame!—rugía.

Yladoncella,queacababadeencenderluz,vioasuseñorapálida,conunablancura mate, los ojos desmesuradamente abiertos, los labios lívidos,andandoerguidacondolorosatensión,comosinomovieselospies,comosilaempujaraunamanoinvisible.

—Beppa—gimió.—¡Sehaido!¡medeja!...

Ladoncella, insensible ante la fugadel señorito, sólo atendía aLeonora,adivinando la próxima crisis, contemplando con sus ojos de vacamansa eldesencajadorostrodelaseñora.

—¡Elmiserable!—rugíayendodeunladoaotrodelahabitación.—¡Cuánlocahesido!¡Entregarmeaél,creerleunhombre,confiarmeasuamor,perderlatranquilidadylaúnicafamiliaquemeresta!...¿Porquénomedejómarcharsola?Mehizo soñar en una primavera eterna de amor yme abandona...Hajugado conmigo... se burla de mí... y no puedo aborrecerle. ¿Por qué medespertó cuando yo estaba allá abajo recogida, tranquila, insensible, en unegoísta aislamiento?... Embustero, miserable... ¿Pero por qué lloro?... Seacabó. Alégrate, Beppa; otra vez a cantar, correremos el mundo; jamásvolverásaesterincónde todos,dondehequeridoeducarniños. ¡Avivir! ¡Atratarapuntapiésalhombre!¡así!¡así!¡comoelpeordelosanimales!Merío

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alpensarenmiestupidez;¡quélocura,creerenciertascosas!¡Ja,ja,ja!

Ydesde laplazaseoyeron lascarcajadas.Una risa loca,aguda,acerada,queparecíarasgar lascarnesypusoenconmocióntodoelhotel,mientras laartista,conloslabiosespumeantescaíaalsueloyserevolvíafuriosa,volcandolosmuebles,hiriéndoseconlasmetálicasaristasdesusmaletas.

****

TERCERAPARTE

I

—DonRafael;losseñoresdelaComisióndePresupuestosaguardanausíaenlasecciónsegunda.

—Voyalmomento.

YeldiputadosiguióinclinadosobresupupitreenelgabinetedeescrituradelCongreso,terminandosuúltimacarta,añadiendounsobremásalmontóndecorrespondenciaqueseapilabaenelextremodelamesa,juntoalbastónyelsombrerodecopa.

Eralatareadiaria,lapesadacorbeadelatarde,quejuntoaélcumplíancongestoaburridoungrannúmeroderepresentantesdelpaís.Contestarpeticionesyconsultas,ahogarlasquejasyentretenerlaslocaspretensionesquellegabandeldistrito,elclamoreosinfindelrebañoelectoral,quenotropezabaconelmás leve obstáculo sin acudir inmediatamente al diputado como el devotoapelaalmilagrosopatrón.

Recogió sus cartas, entregándolas a un ujier para que las llevase a laestafeta,ycontoneandosucuerpovoluminoso,conunafalsagallardíajuvenil,salió al pasillo central, prolongación del gran mentidero del salón deConferencias.

ElExcmo.Sr.D.RafaelBrullsentíasecomoensupropiacasaalentrarenaquel corredor; lóbregagarganta cargadade humode tabaco, llena de trajesnegros que se agolpaban en corrillos o se movían abriéndose pasotrabajosamenteconloscodos.

Ocho años estaba allí. Casi había perdido la cuenta de las veces que ledeclararonelactalimpiaenelcaprichosovaivéndelapolíticaespañola,queda a los parlamentos una vida fugaz. Los ujieres, el personal de secretaría,todoslosdependientesdelacasalemirabanconrespetuosaconfianza,como

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uncompañerosuperior,unidocualellosparasiemprealavidadelCongreso.Noeradelosquepescanmilagrosamenteunactaeneloleajedelapolíticayno repiten la suerte, quedando adheridos por toda la vida a los divanes delsalóndeConferencias,tristes,conlanostalgiadelaperdidagrandeza,siendolosprimerostodaslastardesaentrarenelCongresoparaconservarsucarácterdeexdiputados,deseandoconvehemenciaquevuelvanlossuyosparasentarseotra vez allá dentro en los escaños rojos. Era un señor con distrito propio:llegabaconsuactapuraeindiscutible,lomismosimandabanlossuyosquesielpartidoestabaenlaoposición.Afaltadeotrosméritosdecíandeéllosdelacasa:«Eseesdelospocosquevienenaquídeverdad».Sunombrenofigurabagrancosaenelextractodelassesiones,peronohabíaempleado,periodistaotertulianodelaclasedecaídosquealverelapellidodeBrullinvariablementeenlalistadetodaslascomisionesqueseformaban,nodijera«¡Ah!sí:BrulleldeAlcira».

Ochoañosdeserviciosalpaís;devivirenunamedianacasadehuéspedes,teniendo allá abajo su aparatoso caserón adornado con una suntuosidad quehabía costado una fortuna a sumadre y a su suegro. Largas temporadas dealejamientode sumujer y sus hijos, aburriéndose con la vidamonótonadelquenoquieregastarmuchoparaquelafamiliaausentenosupongalocurasyolvidos del deber. ¡Qué de sacrificios en los ocho años de diputación! Elestómago estragado por la incalculable cantidad de vasos de agua conazucarillo apurados en la cantina del Congreso; callos en los pies por losinterminablesplantonesenelpasillocentral,rompiendodistraídamenteconlacontera del bastón el barniz de los azulejos del zócalo; una cantidadincalculable de pesetas gastadas en coches de punto por culpa de losentusiastas del distrito que le hacían ir todas las mañanas de ministerio enministerio pidiendo la luna, para contentarse al fin con algunos granos dearena.

Hacía su carrera con lentitud, mas según los maldicientes del salón deConferencias,eraun jovenserioydiscreto,depocaspalabras,peroseguras,queacabaríapor llegar a algunaparte.Yél, satisfechodelpapeldehombreserio que le asignaban, reía pocas veces, vestía fúnebremente, sin elmenorcolordisonante sobre susnegras ropas;preferíaoírpacientementecosasqueno le importaban a aventurar una opinión, y estaba contento de engordarprematuramente,dequesucráneosedespoblara,brillandoconvenerableluzbajolaslámparasdelsalóndesesiones,ydequeenelvérticedesusojossefueramarcandolapatadegallodelavejezprematura.TeníatreintaycuatroañosyparecíaestarmásalládeloscuarentaAlhablarsecalabaloslentesconunmovimientodealtivezcuidadosamenteimitadodeldifuntojefedelpartido,ynuncamanifestabasuopiniónsindecirantes:«Yoentiendo»...o«sobreeseasunto tengomis ideasparticularesypropias»... ¡Loquehabíaaprendidoenaquellosochoañosdeabonoparlamentario!...

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El nuevo jefe del partido, viendo en él a un compañero seguro que sebuscabaporsímismolaentradaenelCongreso,leteníaalgunaconsideración.Eraunsoldadoquenofaltabaalalista.Llegabapuntualmentealformarseunnuevo parlamento; presentábase con su acta limpia, lo mismo si el partidoocupabalosampliosbancosdeladerechaconlainsolenciadelvencedor,quesiseapelotonabaenlaizquierda,reducido,recortado,conlarabiosaansiadevolver a sentarse enfrente y el loco deseo de encontrarlo todo mal. Doslegislaturaspasadasen la izquierdadelsalón, lehabíanhechoadquirirciertaconfianza con el jefe; le permitían esa franca camaradería de la oposición,dondedesdeelleaderhastaelquecalla,todosvivenigualadosporsucualidadcomúnde simplesdiputados.Además, en aquellas temporadasdedesgracia;paraayudaralaobradestructoradelossuyos,podíapermitirsesuspreguntitasalgobiernoaprimerahorade las sesiones, ymásdeunavez escuchóde laboca sonriente y descolorida del jefe: «Muy bien, Brull; ha estado ustedintencionado». Y la felicitación llegaba hasta el distrito, agrandada por elpopularasombro.

Juntoconesto,loshonoresparlamentarios,lagrancruzquelehabíandadocomoesasgratificacionesqueseconcedenporañosdeserviciosyel formaren todas lascomisionesencargadasde representarelpoder legislativoen lassolemnidades públicas. Si había que llevar a Palacio la contestación delMensaje, él era de los designados y temblaba de emoción pensando en sumadre, en su mujer, en todos los de allá al verse en los carruajes de gala,precedidodebrillantesjinetesysaludadoporlastrompetasqueentonabanlaregiamarcha.TambiéneraéldelosquesalíanalaescalinatadelCongresoarecibirlasrealespersonasenlasesióninaugural,yenunalegislaturafuedelacomisióndegobiernointerior,loquelediogranrealceantelosujieres.

—EseBrull—decíanenelsalóndeConferencias—seráalgoeldíaenquesubanlossuyos.

Yahabíansubido;ocupabasupartidoelpoderenunodeaquelloscambiosderumboprevistosyordenadosaquevivíasometidalanaciónporlapolíticadebalancín,yRafaeleradelaComisióndePresupuestos,paraquesesoltaseahablar con algo más que preguntas. Había que hacer méritos; justificar sullegadaaunodeaquellospuestos,quesegúndecían,leguardabaeljefe.

Losdiputadosnuevos(la juventud,quecomponía lamayoría,escogidaytriunfante desde el ministerio de la Gobernación) le respetaban y atendíancomolosalumnosatiendenaunpasantequerecibedirectamentelasórdenesdel maestro. Era la supeditación de los novatos ante el discípulo viejohabituadoalosusosdelacasa.

Cuandollegabaunavotaciónyseagitabanlasoposicionescreyendoenlaposibilidad de la victoria, el ministro de la Gobernación le buscaba en los

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bancosconmiradaansiosa:

—Aver,Brull,traigaustedaesagente;somospocos.

YBrull,orgullosodelmandato,salíacomounrayoentreelestrépitodelostimbres que llamaban los diputados a votar y las correrías de los ujieres.Pasaba por entre los pupitres del gabinete de escritura, se asomaba a lacantina,subíaalascomisiones,deshacíaacodazoslosgruposdelospasillosyensoberbecido con la autoridad conferida, empujaba rudamente el rebañoministerialhaciaelsalón,refunfuñandoconelenfadodeunviejo,asegurandoqueensustiempos,cuandoélcomenzaba,habíamásdisciplina.Alganarselavotación, suspiraba satisfecho como quien acaba de salvar al gobierno y alpaís.

Muchas veces, lo que quedaba en él de sincero y franco, un resto delcarácter de la juventud, le sorprendía, levantando una duda cruel en supensamiento. ¿No estaban allí representando una comedia engorrosa y sinbrillo?Realmente,¿leimportabaalpaíscuantohacíanydecían?

Inmóvilenelcorredor, sentíaen tornodeélel revoloteonerviosode losperiodistas,aquella juventudpobre, inteligenteysimpática,queseganabaelpan duramente, y desde su tribuna les contemplaba como los pájarosmirandesde el árbol las miserias de la calle; riendo ante los disparates de lassolemnescalvas,comoríeenlosteatroselpúblicosanoyalegredelagalería.Parecíantraerconelloselvientodelacalleaunaatmósferadensayviciadapor muchos años de aislamiento; eran el pensamiento exterior, la idea sinpadreconocido,elestremecimientode lagranmasa,quese introducíacomounairecoladoenaquelambientedensosemejantealdeunahabitacióndondeagoniza,sinllegaramorir,unenfermocrónico.

Su opinión era siempre distinta de la de los representantes del país. ElexcelentísimoseñorTal,eraparaellosuncongrio;elilustreoradorCual,queocupabaconsuprosamásdeunaresmadepapelenelDiariodeSesiones,eraun percebe; cada acto del parlamento les parecía un disparate, aunque porexigenciasdelavidadijeranlocontrarioensusperiódicos,ylomásextrañoera que el país, con misteriosa adivinación, repetía lo mismo que ellospensaronenelprimerimpulsodesuardorjuvenil.

¿Tendríanquebajardesutribunaalosbancosparaqueporprimeravezsedejaseoírallílaopiniónnacional?

Yeldiputadoacababapor reconocerque tambiénestaba laopiniónentreellos,perocomolamomiaestáenelsarcófago;inmóvil,dormida,agarrotadapordurasvendas,ungidaconelungüentodelaretóricayelcorrectobiendecirqueconsideracomopecadosdemalgustoelarrebatodelafe,eltumultodelaindignación.

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Enrealidad, todo ibabien.Lanacióncallaba,permanecía inmóvil; luegoestabacontenta.Terminadayaparasiempre laerade las revoluciones,aquelerael sistema infalibledegobernar,consuscrisisconcertadasysuspapelescambiados amistosamente por los partidos, marcando con toda suerte dedetallesloquecadacualhabíadedecirenelpoderyenlaoposición.

Enaquelpalacio,deextravagantearquitectura,adornadoconelmismomalgusto que la casa de un millonario improvisado, debía pasar Rafael suexistenciapararealizarelsueñodelossuyos,aspirandounaatmósferadensa,cálidayentorpecedora,mientrasafuera sonreíael cieloazuly secubríandeflores los jardines. Debía pasar gran parte del año lejos de sus naranjos,pensandomelancólicamenteenelambientetibioyperfumadodeloshuertos,mientrassesubíaelcuellodelgabánoseenvolvíaenlacapa,saltandodeungolpedelardordeloscaloríferosdelCongresoalfríosecoycrueldelinviernoenlascallesdeMadrid.

Nadanotablehabíaocurridoparaélduranteaquellosochoaños.Suvidaeraunríoturbio,monótono,sinbrillanteznibelleza,deslizándosesordamentecomo el Júcar en invierno. Al repasar su existencia, la resumía en pocaspalabras.Sehabíacasado;Remedioserasumujer,donMatíassusuegro.Erarico, disponía por completo de una gran fortuna,mandando despóticamentesobre el rudo padre de su esposa, el más ferviente de sus admiradores. Sumadre,comosilosesfuerzosparaemparentarconlariquezahubiesenagotadolafuerzadesucarácter,habíacaídoenunmarasmosenilrayanoenlaidiotez,sinmásmanifestacionesdevidaquelapermanenciaenlaiglesiahastaqueladespedíancerrandolaspuertas,yelrosario,continuamentemurmuradoporlosrincones de la casa, huyendo de los gritos y los juegos de sus nietos. DonAndréshabíamuerto,dejandoconsudesapariciónárbitroyseñorabsolutodelpartidoaRafael.Elnacimientodesustreshijos,lasenfermedadespropiasdelainfancia,eldientequeapuntaconrabiosodolor,elconstipadoqueobligaalamadreapasar lanocheenvelay lasestúpidas travesurasdesucuñado—aquelhermanodeRemediosqueletemíaaélmásqueasupadre,influenciadopor el respeto que infundía sumajestuosa persona—eran los únicos sucesosquehabíanalteradounpocolamonotoníadesuexistencia.

Todoslosañosadquiríanuevaspropiedades;sentíaelestremecimientodelorgullocontemplandodesdelamontañadeSanSalvador—aquellaermita¡ay!de tenaz recuerdo—los grandes pedazos de tierra aquí y allá, cercados deverdes tapias, sobre los cuales extendíanse los naranjos en correctas filas.Todo era suyo; la dulzura de la posesión, la borrachera de la propiedadsubíanselealacabeza.

Al entrar en el antiguo caserón, rejuvenecido y transformado,experimentabaidénticaimpresióndebienestarypoder.Elviejomuebledondesumadre guardaba el dinero estaba en elmismo sitio; pero ya no ocultaba

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cantidadesamasadaslentamenteacostadesacrificiosyprivacionesparaalzarhipotecasysuprimiracreedores.Yanollegabaaéldepuntillas;palpandoenlasombra; ahora lo abría a raíz de la cosecha y sus manos se perdían contemblores de felicidad en los fajos de billetes entregados por su suegro acambiodelasnaranjas,ypensabaconfruiciónenloqueesteguardabaenlosBancosyalgúndíavendríaasupoder.

Elansiadelariqueza,eldeliriodelatierrasehabíaapoderadodeélcomouna pasión deleitosa, la única que honestamente podía tener en su vidamonótona,siempreigual,marcándoseporlanochehoraporhoratodoloqueharíaaldíasiguiente.Enaquellapasiónporlariquezahabíaalgodecontagiomatrimonial.Ochoañosdedormirjuntos,encastocontactodecabezaapies,confundiendoelsudordesuscuerposylarespiracióndesuspulmones,habíanacabadoporinfiltrarenRafaelunagranpartedelasmaníasyaficionesdesuesposa.

Lacabritamansayasustadizaquecorreteabaperseguidaporél,ylemirabaconojostristesensusdíasdealejamiento,eraunamujercontodalafirmezaimperiosa y la superioridad dominante de las hembras de los paísesmeridionales. La limpieza y el ahorro tomaban en ella el carácter deintolerablestiranías.Reñíaasumaridosiconsuspiestrasladabalamáslevepelladebarrodelacallealsalón,yrevolvíalacasahaciendoirdecabezaatodos los domésticos apenas descubría en la cocina unas gotas de aceitederramadasfueradelavasijaounpedazodepanabandonadoenunrincón.

—Una perla para la casa: ¿no lo decía yo?—murmuraba el padresatisfecho.

Su virtud era intolerable. Rafael había querido amarla en los primerostiempos de su matrimonio. Deseaba olvidar; sentía los mismos arrebatosapasionadosyjuguetonesdeaquellosdíasenquelaperseguíaporloshuertos.Pero ella, pasada la primera fiebre de amor, satisfecha su curiosidad dedoncellaanteelmisteriodelmatrimonio,opusoenadelanteunapasividadfríaygravealascariciasdelmarido.Noeraunamujerloqueencontraba;eraunahembrafríamenteresignadaconlosdeberesdelaprocreación.

Sobreestoteníaellasus«ideasparticularesypropias»comosumaridoalláenlasCortes.Elquerermuchoaloshombresnoerademujeresbuenas;esodeentregarsealacariciaconestremecimientosdepasiónyabandonosdelocura,erapropiodelasmalas,delasperdidas.Labuenaesposadebíaresignarseparatener hijos... y nada más; lo que no fuese esto eran porquerías, pecados yabominación.Estabaenteradaporpersonasquesabíanbienloquesedecían.Yorgullosadeaquellavirtudrígidayásperacomoelesparto,seofrecíaasuesposo conuna frialdadqueparecía pincharle, sin otro anheloque lanzar almundonuevoshijosqueperpetuasenelnombredeBrullyenorgulleciesenal

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abuelodonMatías,queveíaenellosunplanteldepersonajes,destinadosalasmayoresgrandezas.

Rafael vivía envuelto en aquel mismo ambiente tibio y suave del hogarhonrado,queuna tarde,paseandoporValencia, lemostródonAndrés comoesperanzarisueñasiqueríavolverlaespaldaalalocura.Teníamujerehijos;era rico. Sus escopetas las encargaba el suegro a los corresponsales deInglaterra; en la cuadra tenía cada año un caballo nuevo, encargándose elmismo donMatías de comprar lomejor que se encontraba en las ferias deAndalucía.Cazaba,galopabaporloscaminosdeldistrito,distribuíajusticiaenelpatiodelacasalomismoquesupadre;sustrespequeños,intimidadosporsus largosviajes aMadridymás familiarizados con los abuelosque conél,colocábanse cabizbajos en torno de sus rodillas, aguardando en silencio elbeso paternal; todo cuanto le rodeaba estaba al alcance de su deseo, y, sinembargo,noerafeliz.

Devezencuandosurgíaensumemoriaelrecuerdodeaquellaaventuradelajuventud.Losochoañostranscurridosleparecíanunsiglo.Rafaelsesentíaalejadodeaquellossucesosportodaunavida.ElrostrodeLeonorasehabíaesfumadopocoapocoensumemoriahastaperderse.Sólorecordabalosojosverdes, la cabellerabrillante comouncascodeoro.Hacía tiempoquehabíamuertolatía,aquelladoñaPepita,sencillaydevota,dejandosusbienesparalasalvacióndelalma.Elhuertoylacasaazuleranahoradesusuegro,quehabíatrasladadoasudomiciliotodolomejor,losmueblesylosadornoscompradosporLeonoraensuépocadeaislamiento,mientrasRafaelestabaenMadridysoñabaellaenquedarseallíparasiempre.

Rafaelevitócongrancuidadovolveralacasaazul.Temíadespertarciertasusceptibilidad de su esposa. Bastante le pesaba en ciertos momentos elsilenciodeella;suprudenciaextrañaquejamáslepermitióhacerlamáslevealusión al pasado,mientras que en sumirada fría y en la entereza con queabominabade las locurasdel amor adivinábase el recuerdo tenazde aquellaaventura que todos habían querido ocultar y que turbó profundamente lospreparativosdetumatrimonio.

Cuando el diputado estaba solo enMadrid, libre, como en su época desoltero,elrecuerdodeLeonorasurgíaensumemoriaconenteralibertad,sinaquellacoacciónqueparecíaturbarlealláabajo,enelambientedelafamilia.

¿Quéseríadeella?¿Aqué locuras sehabríaentregadodespuésdeaquelrompimiento que aún hacía enrojecer a Rafael, como si en su oídomurmurasen atroces insultos? Los periódicos españoles hablan poco de lascosasdefueradecasa,ysólodosvecesencontróenelloselnombredeguerradeLeonora, al dar cuenta de sus triunfos artísticos.Había cantado enParís,comounaartistafrancesa,asombrandolapurezadesuacento;habíaestrenado

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enRomaunaóperadeun jovenmaestro, preparadapor el reclamoeditorialcomo un gran acontecimiento. La obra había gustado poco, pero la artistahabíasidoaclamadaporelpúblico,enloquecidoylacrimosoantesupatéticadesesperaciónenelactofinal,alllorarelamorperdido.

Después nada: ninguna noticia; se había eclipsado, impulsada, sin duda,porelamor,dominada,poraquellavehemenciaquelehacíaseguiralhombrepreferidocomounaesclava.YRafael,alpensarenesto,sentíacelos,cualsituviera algúnderecho sobre aquellamujer, olvidando la crueldadconque lehabíadichoadiós.Aquelladespedidaerasuremordimiento.ComprendíaqueLeonorahabíasidoparaéllaúnicapasión;elamorquepasaunasolavezenlavidaalalcancedelamano.Yélenvezdeapresarle,lohabíaespantadoparasiempre con un acto villano, con una despedida cruel, cuyo recuerdo leavergonzaba.

Coronadodelazahardeloshuertos,elamorhabíapasadoanteél,cantandoel himno de la juventud loca, sin escrúpulos ni ambiciones, invitándole a irtrassuspasos,yéllehabíacontestadoconunapedradaenlasespaldas.

Ya no volvería a pasar, lo presentía. Aquel ser misterioso, risueño yjuguetónsólosepresentabaunavezenelcamino.Habíaquecerrarlosojosyseguirleagarradoalamanodelamujerqueofrecía.Sieraunavirgen,bueno;sieraunamujercomoLeonora,bien;habíaqueconformarseciegamente,yelque se detenía como él, el que retrocedía estaba perdido; veía en torno unanochesinfin,yjamásvolvíaapasarantesusojoselrisueñoamorcoronadodeflores,entonandoesacanciónquesóloseoyeunavezenlavida.

Eranvanostodossusesfuerzosporsalirdelamonomaníadesuexistencia,porrejuvenecersesacudiendolavejezdeánimo.Seconvencíacontristezadequeeraimposiblelarepeticióndelaaventura.

Por dos meses fue el amante de Cora, una muchacha popular en losentresuelos deFornos; unagallega alta, esbelta y fuerte (¡ay, como la otra!)quehabíapasadoalgunosmesesenParísyalvolverdealláconelpeloteñidoderubio,recogiéndoseelvestidoconlamismagraciaquesihicieraeltrottoiren los boulevares, mezclando con dulzura en la conversación palabrasfrancesas,llamandomoncheratodoelmundoydándoseladeentendidaenlaorganizacióndeunacena,brillabacomounagrancocotteentresusamigas,sinmásalardesqueellamentableflamencoylapalabradesvergonzadadebrutalgracia.

Pero se cansó pronto de aquellas relaciones. El labio superior de Cora,sudorosobajo lospolvosdearroz, siemprecubiertodeun rocíode salud, ledisgustaba como el hocico de una hermosa bestia de grosera vitalidad; suempalagosacharla,siempregirandosobrelasmodas,losapurospecuniariosolasridiculecesdelasamigas,acabóporcausarlenáuseas.Además,enaquello

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no había amor, ni capricho siquiera. Le costaban dinero y no poco talesrelaciones, y él se alarmaba en sus mezquindades de rico; pensaba conremordimientoenelporvenirdesushijoscomosiestuvieraarruinándoles,enloquediríaantelosgastosconsiderablementeaumentadosaquellaRemediostaneconómica, tandispuesta a ladefensadel céntimo, sinotrosdespilfarrosqueelmantonuevoparalavirgenolafiestaestruendosacongranorquestaybosquesdecirios.

Rompió sus relaciones con la gallega del boulevar, sintiendo un dulcedescansoalno tenerquecomparar sus recuerdosde la juventudconaquellapasión mercenaria en la que terminaban los arrebatos de amor con lapresentacióndealgunacuentaquehabíaquepagaralamañanasiguiente.

Terminó la vergonzosa alianza de la que se afrentabaRafael, justamentecuando su partido ocupaba de nuevo el poder y volvía él a sentarse en losescañosdeladerecha,cercadelbancoministerial,ensucalidaddediputadoantiguo.Había llegadoelmomentodetrabajar;aversideunbuenempujónlograba abrirsepaso.Lenombraronde laComisióndepresupuestosy tomósobre sí la obligación de contestar a varias enmiendas presentadas por lasoposicionesalpresupuestodeGraciayJusticia.Elministroeraamigosuyo:un marqués respetable y solemne que había sido absolutista y cansado deplatonismos, como él decía, acabó por reconocer el régimen liberal aunqueconservandosusantiguasideas.

Leagitabaeltemblordelmuchachoenvísperasdeexámenes.Estudiabaenlabibliotecaloquehabíandichosobrelamateriainnumerablesgeneracionesdediputadosenunsiglodeparlamentarismo.

SusamigosdelSalóndeConferencias,todosaquellosderrotadosycaídos,la bohemia parlamentaria, que le quería a cambio de papeletas para lastribunas,animábaleprofetizandoun triunfo.Yanoseaproximabanaélparadecirle: «Cuando yo era gobernador...» embriagándose a sí mismos con elesplendordesusgloriasmuertas;yanolepreguntabansobreloquepensabadon Francisco de esto o de aquello, para sacar locas deducciones de susrespuestas.

Le aconsejaban, dábanle indicaciones con arreglo a lo que ellos habíandicho o pensado decir al discutirse el presupuesto en tiempos de GonzálezBravo,yacababanpormurmurarconunasonrisaquelecausabaescalofríos:—Alláveremos:quequedeustedbien.

Y todo aquel rebaño de malhumorados que esperando un acta jamásllegada, corríancomoviejos caballos alolorde lapólvoraa aglomerarse endosmasasalladodelapresidencia,apenasenelsalónsearmababroncaconcampanillazos, no podían imaginarse que el joven diputado muchas nochesinterrumpíasu lecturacon la tentacióndearrojarcontra lapared losgruesos

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tomos de las sesiones, y acababa pensando con escalofríos de intensavoluptuosidaden loquehabríasidodeélcorriendoelmundo trasunosojosverdescuyaluzdoradacreíavertemblarentrelosrenglonesdelaamazacotadaprosaparlamentaria.

II

—Orden del día: continúa la discusión del presupuesto de obligacioneseclesiásticas.

Enelsalóndesesionessemarcóunmovimientodefuga;elmismopánicoque desbanda los ejércitos y disuelve lasmultitudes. Se levantaban losmásresueltosparaescapary les seguíanen suhuidagruposenteros, aclarándosepormomentoslosescaños.

La Cámara estaba llena desde primera hora. Era día de emociones: unadiscusiónentreeljefedelgobiernoyunantiguocompañeroqueahoraestabaen laoposición;unantagonismodeviejoscompadres,enelquesalíana luzlos secretos de la intimidad, todas las antiguas artimañas en común parasostenerse en el poder. Y el silencioso público que se deleitaba con estepugilato, los diputados que llenaban los escaños, las dos masas que seestrujaban a ambos lados de la presidencia, emprendieron la fuga al verterminado el incidente, sabiéndoles a poco las dos horas de alusiones ypunzantesrecuerdos.

Elnombredeloradorqueibaahablarsobrelasobligacioneseclesiásticas,contuvounpocoaquellafuga;produjoelefectodeungranrecuerdohistóricolanzado en medio de una dispersión. Algunos diputados volvieron a susasientos,mirandoalosbancosmásextremosdelaizquierda,dondeasomabatraselrojorespaldounagrancabezablanca,enlaquebrillabanlasgafasconluzsemejantealadeunasonrisadulcementeirónica.

Púsose enpie el anciano.Era tan pequeño, tan débil de cuerpo, que aúnparecía estar sentado. Toda la fuerza de su vida se había concentrado en lacabeza, enorme,denobles líneas, sonrosadaen la cúspide, entre losblancosmechonesechadosatrás.Sucarapálidateníaesatransparenciadeceradeunavejezsanayvigorosa,a laqueañadíannuevamajestad lasbarbasplateadas,brillantes,luminosascomolasqueelartedasiemprealTodopoderoso.

Aguardaba con los brazos cruzados a que cesase el rumor de colmenarevueltaquezumbabaenelsalónylosúltimosfugitivoshubiesentraspuestolas puertas de salida. Por fin, comenzó a hablar ante la Cámara casi vacía,entre los siseosde losperiodistas, que asomadosa su tribunacomoungran

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racimodecabezas,imponíansilencioparanoperderpalabra.

EraelpatriarcadelaCámara.Representabalarevoluciónnosólopolítica,sino social y económica; era el enemigo de todo lo existente; sus teoríascausaban profunda irritación como unamúsica nueva e incomprensible quealterase el oído adormecido. Pero se le escuchaba con respeto, con laveneraciónqueinspirabansusañosysuhistoriairreprochable.Suvozteníaelsonido débil y dulce de una lejana campanilla de plata; y en el silencio delsalón se desarrollaba su palabra con cierta unción evangélica, como si alhablar pasase ante sus ojos la visión de un mundo mejor, de la sociedadperfecta del porvenir sin opresión ni tristezas, tantas veces soñadas en lasoledaddesugabinetedeestudio.

Rafaelestabaa lacabezadelbancode lacomisión,algoseparadodesuscompañeros.Ledejabanespaciolibrecomolostorerosalcamaradaquevaamatar.Habíaapiladoensuasientolegajosyvolúmenesporsileocurríacitartextosensucontestaciónalvenerableorador.

Lecontemplabaensilencio,admirándole.Aquel síqueera fuerte,con ladureza y la frialdad del hielo. Habría tenido sus pasiones como todos; enciertosmomentosseescapabaatravésdesuexteriorinmutableytranquilounarranque de vehemencia. Sus ardores de poeta perdido en la políticadelatábansealgunasveces,comoesosvolcanesocultosbajounasimadenieveserevelanconlejanotrueno.Perohabíasabidoajustarsuexistenciaaldeber,ysincreerenDios,sinotroapoyoquelafilosofía,lafuerzadesuvirtuderatal,quedesarmabaalosmásapasionadosenemigos.

¡Yaunhombreasíhabíadecontestarleél!...Comenzabaasentirmiedo,ypararecuperarelánimo,paseabasumiradaporelsalón.Loquellamabanunamedia entrada los familiares de la casa. En los escaños veíanse esparcidosalgunosgruposdediputados;latribunapúblicallenadegentepopularquietayenrecogimiento,comosibebieselapalabradelviejorepublicano.Enlasotrastribunas, poco antes repletas de curiosos para contemplar el pugilato deprimera hora, sólo quedaban los forasteros,mirando abajo con expresión deasombro, deslumbrados por los fantásticos trajes de los maceros y con elpropósitofirmedenomoversehastaquelosdespidieran.Algunasseñorasdelaclasedeparlamentarias,queacudían todas las tardesdebronca, rumiabancaramelos y miraban con extrañeza a aquel viejo de terrible fama, cuyonombre jamás se pronunciaba en sus tertulias, admirando su aspectobondadoso y la natural distinción con que llevaba la levita. ¡Parecíaimposible!...En la tribunadiplomática sóloquedabauna señora lujosamentevestida,conungransombrerodeplumasnegras,traselcualcasidesaparecíaun joven rubio, peinado en bandós, correcto y estirado. Sería algunaextranjera. Rafael la tenía frente a su banco y veía su mano enguantadaapoyándoseenelantepechodelatribuna,agitandoelabanicoconescandaloso

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crujido.El resto de su cuerpo se confundía en la penumbra de la tribuna alecharseatrásparacuchichearyreírconsuacompañante.

Distraído por aquella revista, Rafael apenas atendía al orador. Habíaadivinado todo lo que estaba diciendo y esto le satisfacía. Así no quedabadesbaratadoelandamiajedelalargacontestaciónquetraíapreparada.

Aquelhombreerainflexibleeinmutable.Llevabatreintaañosdiciendolomismo. Aquel discurso lo había leído Rafael un sinnúmero de veces.Estudiandoatentamentelosmalesnacionales,losabusosimperantesenelpaís,había formuladouna crítica completa y despiadada, en la que resaltaban losabsurdosporelefectodelcontraste.Conlaconviccióndequelaverdadsóloesunaynadatannuevocomoella,veníarepitiendosucríticatodoslosañosen un estilo puro, conciso, sonoro, que parecía esparcir en el ambiente elmaduroperfumedelosclásicos.

HablabaennombredelaEspañadelporvenir,deunpuebloquenotendríareyes,porquesegobernaríaporsímismo;quenopagaríasacerdotes,porquerespetando la conciencia nacional permitiría todos los cultos sin privilegiaralguno. Y con sencilla amenidad, como si construyese y juntase versos,emparejabacifras, haciendo resaltar lamanera absurdaconque lanación sedespedíadeunsigloderevoluciones,duranteelcualtodoslospuebloshabíanconseguidomásqueelnuestro.

En el mantenimiento de la casa real se gastaba más que en enseñanzapública. El sostenimiento de una sola familia resultaba demás valía que eldespertaralavidamodernadetodounpueblo.EnMadrid,enlacapital,alavistadetodosellos,lasescuelasinstaladaseninmundoszaquizamíes;iglesiasyconventossurgiendodelanochealamañanacomopalaciosencantadosenlasprincipalescalles.Enveintitantosañosderestauración,másdecincuentaedificios religiosos completamente nuevos, estrechando la capital con unacintura de construcciones flamantes; y en cambio una sola escuelamodernacomo la de cualquier población pequeña de Inglaterra o Suiza. La juventuddébil, apagada, egoísta y devota, contrastando con suspadres, que adorabanlosgenerososidealesdelalibertadylademocraciayhacíanrevoluciones.Elhijo,envejecido,conelpechollenodemedallas,sinmásvidaintelectualquelas reuniones de cofradía, confiando su porvenir y su voluntad al jesuitaintroducidoenlafamiliaporlamadre,mientraselpadresonríeamargamente,reconociendoqueesdeotromundo,deunageneraciónqueseva:laquelogrógalvanizarlanaciónporunmomentoconlaprotestarevolucionaria.

La iglesiacobrando todos sus serviciosa los fielesycobrandoalmismotiempo del Estado. La Hacienda demandando economías, mientras se creannuevosobispadosy lasobligaciones eclesiásticas aumentan enprovechodelaltoclero,sinbeneficioalgunoparaelpopulachodesotana,paralosdeabajo,

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que necesitan entregarse a la más despiadada codicia, explotando sinescrúpulos la casa de Dios. Y mientras tanto, sin dinero para las obraspúblicas, poblaciones sin caminos, regiones enteras sin haber oído jamás elsilbato del ferrocarril que resuena en regiones salvajes de Asia y Africa,campiñaspereciendodesedmientras los ríospasan juntoaellas llevandoalmarsusinútilesaguas.

El estremecimiento de la convicción pasaba por la Cámara silenciosa,anhelanteparanoperdernadadeaquellavozdébil,lejana,comosalidadeunatumba.Todossentíanenelambienteelpasode laverdad,ycuando terminóconunainvocaciónalporvenir,enelcualnoexistiríanabsurdosniinjusticias,se hizo más profundo el silencio, como si un viento glacial, una brisa demuerte hubiese aleteado sobre aquellas cabezas que creían estar deliberandoenelmejordelosmundos.

Al terminar el venerable orador se levantóRafael, pálido, tirando de lospuños de la camisa, dejando pasar algunosminutos para que se calmara laagitaciónde laCámara, ansiosade expansionarse, demurmurar despuésdellargo recogimiento a que la había obligado la palabra tenue y concisa delanciano.

SiaRafaellehabíadeanimarlabenevolenciadelauditorio,buenprincipiotenía. El salón se vaciaba por momentos. Era la fuga prevista apenas selevantaba el señor de la comisión a contestar a las oposiciones, teniendo allado un rimero de papeles. Una lata, ¡huyamos! Y pasaban por enfrente deRafael, atravesandoelhemiciclo, losgruposdecompañeros;mientras arribaenlastribunasladispersiónerageneral,comosieledificioseincendiase.Lasseñoras, mascando el último caramelo y viendo terminado por aquel día eldesfiledehombresilustres,abandonabanlastribunas.Abajolasaguardabaelcoche para dar un paseo por la Castellana. Aquella extranjera de la tribunadiplomática también se movía para irse. Pero no; daba la mano a suacompañante, ledespedíaysequedaba,moviendoaquelabanicoqueconsurevoloteoturbabaaRafael.Muchasgracias,señora.Aunqueél,porsugusto,hubiera querido que semarchasen todos, que no quedasen en el salón otraspersonas que el presidente y losmaceros para hablar conmenosmiedo. Leatemorizabalatribunapública,dondenosehabíamovidonadie,aguardandosinduda la rectificacióndel venerable orador: toda aquella aglomeracióndeblusasblancasypecherassincorbata,rematadasporcabezasmorenasquelemirabanconfijafrialdadcomodiciendo:—Ahoraveremosloquecontestaesetío.

Rafael comenzóporun elogio a la historia intachable, a la consecuenciapolítica, a la sabiduría de aquel venerable septuagenario que todavía teníafuerzasparabatallarporlosidealesdesujuventud.Eraderúbricaunexordiocomoeste;asílohacíaeljefe.Yalhablar,suvistasefijabaangustiosamente

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en el reloj. Quería ser largo,muy largo. Si no hablaba hora ymedia o doshoras,estabadeshonrado.Eraeltiempoquecorrespondíaaunhombredesuimportancia.Habíavistoalosjefesdepartido,aloscaudillosdegrupo,hablartoda una tarde, desde las cuatro hasta las ocho, roncos y congestionados,sudandocomocavadores, conelcuellode lacamisahechoun traposucioymirandoel gran reloj del salón conangustiade condenados. «Aún faltaunahorapara levantar la sesión»,decían losamigos.Yelgranorador, comouncaballo cansado, pero de buena sangre, sacaba nuevas fuerzas y emprendíaotravez lacarrera, faltodeespacioparagalopar,volviendosobresuspasos,repitiendoloqueyahabíadichounsinnúmerodeveces,resumiendolamediadocena de ideas desenvueltas en cuatro horas de sonora charla. Los buenosdiscursosseapreciabanrelojenmano.Elreydelacasaeraunseñorrubioquedesdelosbancosdelaoposiciónsedivertíamolestandoal jefedelgobierno:undiputadoeternoconfuerzasparahablartresdíasseguidos.

Rafael había oído ponderar la concisión y la claridad de la oratoriamodernaenlosparlamentosdeEuropa.Losdiscursosdelosjefesdegobiernoen París o Londres llenaban media columna de un periódico. También elvenerableoradoraquienibaacontestar,porseroriginalentodo,hablabaconestaconcisión:cadaperíodoencerrabatresocuatroideas.Peroélnosedejabatentarpor la austeridadoratoria; creíaque el pesoy lamedida sin tasa erancualidades indispensables en la elocuencia, y deseando llenar todo uncuadernodelDiariodesesionesparaquealláensudistritoseasombrarananteel interminable batallón de columnas impresas, hablaba y hablaba sin máspreocupación que no soltar idea alguna; guardándolas todas con avaro celo,con la certeza de que cuanto más las conservara prisioneras, más larga ysolemneresultaríasuoración.

Llevaba hablando un cuarto de hora sin contestar a nada del anteriordiscurso,llenandodefloresalilustrepersonaje.«Suseñoríaerarespetableporestooaquello,habíahecholootroylodemásallá...pero»,yalllegarporfinal pero comenzó a soltar algo de lo que traía preparado. Su señoría era unideólogo de inmenso talento, pero siempre fuera de la realidad; queríagobernar los pueblos con arreglo a las teorías adquiridas en los libros, sinatenersealapráctica,alcarácterpropioeindestructiblequetienecadanación.

Y había que oír con qué ligero tono de desprecio marcaba aquello deideólogo y lo de sabiduría adquirida en los libros y lo de vivir fuera de larealidad.

Muybien;así,así,—ledecíanloscompañerosdecomisión,moviendosuscabezaspeinadas, lustrosase indignadascontra todos losseresquequisieranvivirfueradelarealidad.Habíaquecantarleslasverdadesalosideólogos.

Y el ministro, amigo de Rafael, el único que ocupaba el banco azul,

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abrumandoconsuenormetroncoelpupitre,volvíasucabezadebúhogordo,peladoyconagudopicoparasonreírbenévolamentealjoven.

El orador continuaba cada vez más sereno, fortalecido por aquellasmuestrasdeaprobación.Hablabadelosdetenidosyprofundosestudiosquelacomisiónhabíahechode lospresupuestos.Eleraelmásmodesto,elúltimo,peroallíestabansuscompañeros—todosaquellosseñoresconlevitainglesaype lo partido de la frente a la nuca,—jóvenes estudiosos que le habíanilustradoconsusprofundasapreciaciones,ycuandoellosnohabíanhechomáseconomías,eraporqueresultabaimposible.

Y lascabezasde lacomisiónsemovíanparamurmurareloptimismodelagradecimiento:—¡PeroesteBrullhablamuybien!...

El gobierno estaba dispuesto a cuantas economías fuesen prudentes yfactibles,sinmenoscabodeladignidadydelpaís;peroeraelgobiernodeunanacióneminentemente religiosa; favorecidaporDios en todos sus trances, ynotocaríauncéntimodelasobligacioneseclesiásticas.¡Jamás!¡Jamás!

Suvozresonabaconesetristeecoqueconmuevelascasasvacías.Miróelrelojconangustia.Mediahora;yallevabamediahorahablandoyaúnnohabíacomenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviesevacía. ¡Tan bien quemarchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de latribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con sualeteo.¡Diablodeseñora!Bienpodíaestarsequieta.

Elpresidente,siempreconlacampanillaen lamano, inquietoyvigilantecuando hablaba alguien de las oposiciones, descansaba ahora con los ojosentornadosylacabezaenelrespaldodelsillón,dormitandoconlaconfianzade un director que no teme desafinaciones. Los vidrios de la claraboyatomabanuntinteacarameladoconlosrayosdelsol,peroabajosolodescendíaunaluzverdeydifusa,unaclaridaddebodega,discretaydulce,queparecíasumirlaCámaraenunacalmamonástica.Porlasventanasdeltecho,encimadelapresidencia,veíansepedazosdecieloazulimpregnadosdelasuaveluzdeunatardedeprimavera.Unpalomoblancorevoloteabaalolejosenestoscuadrosazules.

Rafael sintió un desmayo de la voluntad, una invasión de entorpecedorapereza.Aquellasonrisadulcedelanaturalezaasomandoalostragalucesdelalóbregacriptaparlamentarialehizopensarensuscamposdenaranjos,yporuncaprichodelaimaginaciónviopraderascubiertasdeflores,damasvestidasde pastoras como en los abanicos antiguos bailando sobre la punta de sustaconesalsondejuguetonesviolines,ysintióunimpulsodeacabarencuatropalabras, de tomar el sombrero y huir para perderse en las arboledas delRetiro.Existiendoelsolylasflores¿quéhacíaallí,hablandodecosasquenole importaban?... Pero se repuso pronto de aquella rápida crisis. Cesó de

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buscar entre los legajos amontonados en el escaño, de hojear papeles paradisimular su turbación, y tremolando el primerpliegoque encontró amano,continuósudiscurso.

No se leocultaba la intenciónqueguiabaa su señoría al combatir aquelpresupuesto. Sobre este punto tenía él ideas particulares y propias. «Yoentiendoquesuseñoría,proponiendoeconomías,buscatambiéncombatirlasinstitucionesreligiosas,delasqueesenemigo».

Y al llegar a este puntoRafael se lanzó en loca carrera, pisando terrenofirmeyconocido.Todaestapartedeldiscursolateníapreparada,párrafoporpárrafo;unaapologíadelcatolicismo,delafereligiosaunidaíntimamentealahistoria deEspaña, con arranques líricos y estremecimientos de entusiasmo,comosipredicaseunanuevacruzada.

Veía en los bancos de enfrente el brillo irónico de unas gafas, elestremecimientodeunabarbablancasobrelosbrazoscruzados,comosiunasonrisabondadosaeindulgentesaludaseeldesfiledetantoslugarescomunes,mustiosydescoloridoscomofloresdetrapo.PeroRafaelnoseintimidaba.Yalefaltabapocoparallegaraunahoradediscurso.Adelante,adelante,asoltartodos sus arranques líricos sobre la gran epopeya nacional y cristiana. Ydesfilaban por el oratorio cinematógrafo, la cueva de Covadonga; un árbolfantásticodelaReconquista«dondeelguerrerocolgabasuespada,elpoetasuarpa,etc.,etc.»,puestodosacudíanacolgarcualquiercosa;lossietesiglosdebatallasporlacruz,plazoalgolargo,medianteelcualfueexpulsadadelsueloespañol la impiedad sarracena. Y a continuación los grandes triunfos de launidad católica. España dueña de casi todo el mundo, el sol obligado aalumbrar eternamente la tierra española; las carabelas de Colón llevando lacruzalastierrasvírgenes;laluzdelcristianismosaliendodeentrelosplieguesdelabanderanacionalparaesparcirseportodalatierra.

Ycomosihubierasidounaseñalaquelhimnoalaluzcristianaentonadopor el orador casi invisible en la penumbra del salón, comenzaron aencenderselaslámparaseléctricas,saliendodelaobscuridadloscuadros,losdorados,losescudos,lasfigurasdurasychillonaspintadasenlacúpula.

Rafaelsesentíatrémulo,fueradesí,embriagadoporlafacilidadconquedesenvolvíasudiscurso.Aquellaoladeluzquesederramabaporelsalón,enplenatarde,mientrasenlaclaraboyaaúnbrillabaelsol,parecíalelarepentinaentradaenlagloriaqueveníahaciaél,paradarleelespaldarazodelrenombre.

Arrebatado por su verbosidad seguía soltando cuanto había almacenadoaquellosdíasensupensamiento.«Envanosecansabasuseñoría:Españaeraprofundamentereligiosa,suhistoriaeraladelcatolicismo:sehabíasalvadoentodossusconflictosabrazadaalacruz».Yabarcabatodaslasgrandesluchasnacionales;desdelasbatallasenquelapiedadpopularveíaaSantiagoensu

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caballoblanco,cortandolascabezasdelamorismaconalfanjedeoro,hastaellevantamientodelospuebloscontraNapoleón,traselpendóndelaparroquiayconelescapularioalpecho.Nohablabaunapalabradelpresente:dejabaenpie aquella crítica despiadadadel viejo revolucionario, despreciándola comounsueñode ideólogo,y se enfrascabaen sucantoalpasado, afirmandoporcentésima vez que habíamos sido grandes por ser católicos, que en elmomentonolofuimos,todoslosmalesdelmundocayeronsobrenosotros,yhablaba de los excesos de la revolución, de la tormentosa república del 73,cruel pesadilla de las personas sensatas, y del Cantón de Cartagena, elsupremorecursode laoratoriaministerial,unaverdaderafiestadecaníbales,un horror jamás conocido en la tierra de los pronunciamientos y guerrasciviles. Se esforzaba por hacer sentir al auditorio el terror de aquellasrevoluciones, cuyo principal defecto era no haber revolucionado nada...Y acontinuaciónunaapologíaentusiastadelafamiliacristiana,delhogarcatólico,nido de virtudes y dulzuras, con tal fervor, que no parecía sino que en lospaíses donde no imperaba el catolicismo, eran todas las casas repugnanteslupanaresuhorrorosascuevasdebandidos.

—Muybien,Brullmuybien—mugíaelministro,debrucesensupupitre,oyendocondeliciasuspropiasideasenlabocadeljoven.

El orador descansó un instante, paseando su mirada por las tribunas,iluminadas ahorapor las lámparas.Ladamade la tribunadiplomáticahabíacesadodeabanicarse,mirándolefijamente.

FaltópocoparaqueRafaelsesentaradegolpe,anonadadoporlasorpresa.¡Aquellos ojos!... ¡tal vez una asombrosa semejanza! Pero no; era ella, lesonreíaconlamismasonrisaburlonadelosprimerostiempos.

Sentíalaturbacióndelpájaroqueserevuelveenelárbolsinpoderlibrarsedelamiradamagnéticadelaserpienteencogidajuntoaltronco.Aquellosojosque se burlaban de él trastornaban todas sus ideas. Quiso acabar; callarsepronto: cadaminuto le parecía un suplicio; creía oír losmudos chistes queaquellabocaestaríahaciendoacostasuya.

Miróotravezelreloj;conquinceminutosmásredondeabaeldiscurso.Yemprendió una carrera loca, con voz precipitada, olvidando su economía deideasparaprolongarlaperoración,soltándolastodasdegolpe,coneldeseodeterminarcuantoantes.«ElConcordato...obligacionessagradasconelclero...susantiguosbienes...compromisosdeestrechaamistadconelPapado,padregenerosodeEspaña...enfin,quenopodíanhacerseeconomíasniporvalordeuncéntimoyquelacomisiónsosteníaelpresupuestosinreformaalguna».

Al sentarse, sudoroso, conmovido, restregándose con fuerza elcongestionadorostro,loscompañerosdelbancolefelicitaron,tendiéndolelasmanos.«Eratodounorador;debíalanzarse;hablarmás;teníacondiciones».

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Ydelbancodeabajoveníaelmugidodelministro:

—Muybien,muybien.Hadichoustedlomismoquehubieradichoyo.

El viejo revolucionario se levantaba para hacer una corta rectificación,repitiendolasmismasafirmacionesdeantesquenohabíansidocontestadas.

—Me he cansado mucho—suspiraba Rafael contestando a lasfelicitaciones.

—Salga usted si quiere—dijo el ministro.—Yo pienso contestar larectificación.Esundeberdecortesíaconundiputadotanantiguo.

Rafael levantó la cabeza y vio vacía la tribuna diplomática. Aún creyódistinguirensulóbregofondolasgrandesplumasdelsombrero.

Saliódelbancoapresuradamenteyselanzóalpasillo,dondeledetuvieronmuchosparafelicitarle.

Ningunolehabíaoído,perotodosledabanlaenhorabuena,leestrechabanlamano,impidiéndoleavanzar.

De nuevo creyó ver al extremo del corredor, al pie de la escalera de lassecciones,destacándosesobre lavidrieradesalida,aquellasplumasnegrasyondulantes.

Seabriópasoentrelosgrupos,sordoalasfelicitaciones,empujandoalosqueletendíanlamanoytropezóenlacanceladecristalescondoscompañerosquemirabanhaciafueraconojosdeentusiasmo.

—¡Quéhembra!¿eh?

—Pareceextranjera.Serámujerdealgúndiplomático.

III

Alsalirdelpalaciolavioenlaacera,disponiéndoseasubirenunaberlina.Un ujier del Congreso sostenía la portezuela con el respeto que inspira elcocheoficial,elgalóndeorobrillanteenelsombrerodeloscocheros.

Rafaelseaproximaba,creyendotodavíaalavistadeaquelcarruajeenunaasombrosa semejanza. Pero no, era ella; la misma; ¡como si no hubiesentranscurridoochoaños!

—¡Leonora!¡Ustedaquí!...

Ellasonriócomosiaguardaraelencuentro.

—Le he visto y le he oído. Muy bien, Rafael: acabo de pasar un rato

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delicioso.

Y estrechando su mano con un franco apretón de amistad, entró en elcarruaje,conestrépitodesedasyfinoslienzos.

—Vamos,¿nosubeusted?—preguntósonriendo.—Acompáñeme;daremosunpaseoporlaCastellana.Latardeesmagnífica;unpocodeoxígenosientabiendespuésdeeseambientetanpesado.

Rafaelsubió,seguidoporlamiradadeasombrodelujier,admiradoalverleentanseductoracompañía.

Comenzóarodarlaberlina;losdos,eníntimocontacto,sintiendoelcalordesuscuerpos,chocandodulcementeconelsuavemovimientodelosmuelles.

Rafaelnosabíaquédecir.Leturbabalasonrisairónicayfríadesuantiguaamante;sentíaseavergonzadoporel recuerdodesubrutaldespedida.Queríahablar,ysinembargo,nosabíaquédecir;lepesabaaquelustedceremoniosocon que se habían tratado al subir al coche. Por fin se atrevió a decirtímidamente,hablandoentercerapersona:

—Encontrarnosaquí,¡quésorpresa!

—Lleguéayer,mañanasalgoparaLisboa.Unacortadetención:hablardospalabras con el empresario del Real; tal vez venga el próximo invierno acantarLaWalkyria.Perohablemosdeusted, ilustreorador...másbiendichodeti,porquenosotroscreoqueaúnsomosamigos.

—Sí:amigos,Leonora...yonohepodidoolvidarte.

Peroelentusiasmoconquedijoestaspalabras,sedesvanecióante lafríasonrisadelaartista.

—Amigos; eso es—dijo con lentitud:—amigos nadamás.Entre nosotroshayunmuertoquenosimpideaproximarnos.

—¿Unmuerto?—preguntóRafaelnocomprendiendoalaartista.

—Sí;aquelamorquemataste...Amigosnadamás;camaradasunidosconlacomplicidaddelcrimen.

Yreíaconsu irónicacrueldad,mientraselcarruajecorríaporunade lasavenidas de Recoletos. Leonoramiraba distraídamente el paseo central; susfilasdesillasdehierro,llenasdegente;losgruposdeniños,quevigiladosporlas criadas, corrían alborozados bajo la luz dorada y dulce de la tardeprimaveral.

—LeíestamañanaenlosperiódicosquedonRafaelBrull,delacomisión,se encargaría de contestar en eso de los presupuestos, y rogué a un antiguoamigo, el secretario de la embajada inglesa, que viniese a recogerme para

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acompañarme al Congreso. Este coche es el suyo... Pobremuchacho; no teconoce,peroapenasvioquetelevantabas,emprendiólafuga...Unainjusticia,porquetúnohasestadomal.Estoyasombrada.Ydi,Rafael,¿dedóndesacastodasesascosas?

PeroRafaelnoaceptabaelelogio,mirandocon inquietudaquellasonrisacruel.Además,¿quéleimportabasudiscurso?Creíaestarañosenterosdentrodeaquelcoche;leparecíahabertranscurridotodaunavidadesdequesaliódelCongreso:elrecuerdodelasesiónseborrabadesumemoria.Lacontemplabaconadmiración,paseandounamiradadeasombroporsurostroysucuerpo.

—¡Qué hermosa estás!—murmuró con arrobamiento.—La misma queentonces.Pareceimposiblequehayantranscurridoochoaños.

—Sí;reconozcoquenoestoydeltodomal.Eltiemponomemuerde.Unpoco más de tocador, he ahí todo. Yo soy de las que mueren de pie, sinsacrificar a la edad nada de su exterior. Antes que entregarmememataría.QuieroeclipsaraNinondeLenclos.

Eraverdad.Losochoañosnohabíanmarcadosupasoporella.Lamismafrescura,igualesbeltez,robustayfuerte;idénticofuegodearrogantevitalidadensusojosverdes.Parecíaquealarderenincesantellamadepasión,envezdeconsumirseseendurecía,haciéndosemásfuerte.

Sumiradaabarcabaaldiputadoconunacuriosidadirónica.

—¡PobreRafael!sientonopoderdecirtelomismo.¡Cuáncambiadoestás!Parecesunseñorcasivenerable.EnelCongresomecostótrabajoreconocerte.Grueso, calvo, con esos lentes que trastornan tu antigua cara de moro deleyenda.¡Pobrecitomío!¡Siyatienesarrugas!...

Yreía,comosilecausaraintensogozoelplacerdelavenganza,verasuantiguoamanteanonadadoycabizbajoporelretratodesudecadencia.

—Noeresfeliz,¿verdad?ysinembargadebíasserlo.Tehabráscasadoconaquellamuchachaqueteofrecíatumadre;tendráshijos...nointentesnegarloparahacerteelinteresante:loadivinoentupersona,tieneselairedepadredefamilia;amínosemeescapanestascosas...¿Yporquénoeresfeliz?Tienestodoelaspectodeunpersonajeyloserásmuypronto;deseguroqueusasfajaparadisimularelvientre;eresrico,hablasenesacueva lóbregayantipática;tusamigosdealláseentusiasmaránleyendoeldiscursodelseñordiputado,yestarányapreparandoloscohetesylamúsicapararecibirte.¿Quétefalta?

Y con los ojos entornados, sonriendo maliciosamente, esperaba larespuesta,adivinándola.

—¿Quémefalta?Elamor;loqueteníacontigo.

Y con la vehemencia de otros tiempos, como si aún estuvieran entre los

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naranjos de la casa azul, el diputado daba salida a susmelancolías de ochoaños.

Laofrecíalaimageninspiradaporsutristeza.Elamor,quepasaunasolavez en la vida coronada de flores con su cortejo de besos y risas.Quien lesigueobediente, encuentra la felicidad al fin de la dulce carrera.El quepororgullooegoísmosequedaalbordedelcamino,esellorasutorpeza,laexpíaconunaexistenciadetedioydolor.Elhabíapecado,loreconocíaeimplorabasu perdón; había purgado su falta con ocho años monótonos, abrumadorescomounanochesofocanteysinfin:peroyaquevolvíanaencontrarse,aúneratiempo,Leonora,aúnpodíahacer retoñar laprimaveradesuvida,obligaralamoraquevolviesesobresuspasos,aquepasasedenuevo,tendiéndolessusdulcesmanos.

La artista le escuchaba sonriendo, con los ojos cerrados, reclinada en elfondo del carruaje, con un gesto de placer, como si paladease con fruiciónaquelfuegodeamorqueaúnardíaenRafaelyqueerasuvenganza.

Los caballosmarchaban al paso por laCastellana. Pasaban junto a ellosotroscarruajesenlosquebrillabancuriosasmiradas,sondeandoelinteriordelaberlinayadmirandoaquellamujerhermosaydesconocida.

—¿Quécontestas,Leonora?Aúnpodemosser felices.Olvidamifalta,eltiempopasado;imagínatequeayerfuenuestradespedidaenaquelhuerto,quehoynosencontramosparavivireternamenteunidos.

—No—dijofríamente laartista.—Túlohasdicho,elamorsólopasaunavez en la vida. Lo sé por cruel experiencia y he procurado olvidarlo. Paranosotrospasóya,yesunalocurapretenderquenosbusquedenuevo.Esenoretrocedenunca.Si lebuscásemos, sóloacostadeesfuerzosencontraríamossu sombra. Le dejaste escapar; llora tu culpa como yo lloré tu torpeza...Además,túnotedascuentadelasituación.Acuérdatedeloquehablábamosennuestraprimernoche a la luzde la luna: «El arrogantemesdeMayo, eljoven guerrero con armadura de flores busca a su amada la Juventud». ¿Ydónde está en nosotros la juventud? La mía búscala en mi tocador; se lacompro al perfumista, y aunque sabe disfrazarme bien, oculta una vejez deánimo, un desaliento en el que no quiero pensar porqueme asusta. La tuya¡pobreRafael!noexisteya,niaunexteriormente.Míratebien:estásmuyfeo¡hijomío!Hasperdidoaquellaesbeltez interesantede la juventud.Mehacesreír con tus ensueños. ¡Una pasión a estas horas! ¡el idilio de una jamonaretocadayunpadredefamiliacalvoyconabdomen!¡Ja,ja,ja!

¡Cruel! ¡Cómo reía! ¡cómo se vengaba! Rafael irritábase ante aquellaresistencia punzante e irónica; se exaltaba al hablar de su pasión... Nadaimportabanlosdesgastesdeltiempo.¿Nopodíaobrarmilagroselamor?Ellaamabamás aún que en otros tiempos; sentía hambre loca por su cuerpo; la

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pasión lesdaríael fuegode la juventud.Elamoreracomolaprimaveraquevivifica los troncosaletargadosporel invierno,cubriéndolosde flores. ¡Queella dijera sí, y vería al instante el milagro, la resurrección de su vidaentumecida;eldespertardesualmaalavidadelamor!

—¿Ylamujer?¿y loshijos?—preguntóLeonorabrutalmente,comosi lequisieradespertarconesterecuerdo,cruelcomounlatigazo.

Pero Rafael estaba ebrio de pasión. Le trastornaba el contacto tibio deaquel cuerpo tantas veces deseado en su aislamiento; las emanacionesperfumadasdevoluptuosidadconqueimpregnabaelinteriordelcarruaje.

Todoloolvidaríaporella;familia,porvenir,posición.Elsólolanecesitabaaellaparaviviryserfeliz.

—Huirécontigo;todosmesonextrañoscuandopiensoenti.Túsolaeresmivida.

—Muchas gracias—contestó Leonora con gravedad.—Renuncio a esesacrificio... ¿Y la santidadde la familiadequehacepocohablabasenaquelsalón?¿Ylamoralcristianasinlacualseríaimposiblelavida?¡Cómoreíayoescuchándote!¡Quédementirasdecísallíparalosbobos!...

Y volvía a reír cruelmente, regocijada por el contraste entre las palabrasdeldiscursoyaquella locaproposicióndeabandonarlotodoparaseguirlaensucorreríaporelmundo.¡Ah,farsante!

Ya había presentido ella en su solitaria tribuna que todo eran mentiras,convencionalismos,fraseshechas;queelúnicoquehablabaallíconlafirmezadelavirtud,eraaquelviejecito,alquecontemplabaconveneraciónporhabersidodelosídolosdesupadre.

Rafael se sentía avergonzado. La rotunda negativa de Leonora; la burladespiadada de su hipocresía le hacían darse cuenta de la enormidad de sudeseo.Sevengabahaciéndole revolcarse en la abyecciónde su amor locoydesesperado,capazdelasmayoresvergüenzas.

Comenzabaelcrepúsculo.Leonoradioordenalcocheroparavolvera laplaza de Oriente. Vivía en una de las casas inmediatas al teatro Real, quesirven de alojamiento a los artistas. Tenía prisa; había de comer con aqueljoven de la embajada y dos críticos musicales cuya presentación le habíaanunciado.

—¿Yyo,Leonora?¿Nonosveremosmás?

—Túmedejarásenlapuerta,y¡hastaquevolvamosaencontrarnos!

—Quédate unos días. Al menos que te vea; que tenga el consuelo dehablarte,desentirelamargoplacerdetusburlas.

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¡Quedarse!...Teníasusdíascontados;ibadeunextremoaotrodelmundo,arreglandosuvidaconlaexactituddeunreloj.DeallíadosdíascantaríaenelSanCarlosdeLisboatresrepresentacionesdeWagnernadamás;ydespuésdeunsaltoaStokolmoyluegonosabíaconcertezadonde;aOdessaoalCairo.EraelJudíoErrante,lawalkyriagalopandoentrelasnubesdeunatempestadmusical,pasandoatravésdelasmásdiversastemperaturas,saltandosobrelosmásdistintospaíses,arroganteyvictoriosa,sinsufrirelmáslevemenoscaboensusaludysuhermosura.

—¡Ah, si tú quisieras! ¡Si me permitieses seguirte! ¡Como amigo nadamás!¡Comocriado,siespreciso!

Y la cogía una mano, oprimiéndola con pasión; hundía sus dedos en lamanga,acariciandoelbrazopordebajodelguante.

—¿Loves?—decíaellasonriendoconfrialdad.—Esinútil;nielmásleveestremecimiento.Paramíeresunmuerto.Micarnenodespiertaatucontacto;seencogecomoalsentirunrocemolesto.

Rafael lo reconocía así.Aquella piel que en otros tiempos se estremecíalocamentebajosuscaricias,eraahorainsensible;teníalafrialdadindiferenteconqueseacogelodesconocido.

—No te esfuerces,Rafael.Esto se acabó.El amorquedejastepasar estálejos,tanlejosqueaunquecorriéramosmucho,nuncaledaríamosalcance.¿Aqué cansarnos?Al verte ahora, siento lamisma curiosidad que ante uno deesosvestidosviejosqueenotrotiempofueronnuestraalegría.Veofríamentelosdefectos,lasridiculecesdelamodapasada.Nuestrapasiónmurióporquedebíamorir.Talvezfueunbienquehuyeses.Pararomperdespués,cuandoyomehubieseamoldadoparasiemprea tucariño,mejor fueque lohiciesesenplena luna de miel. Nos aproximó el ambiente, aquella maldita primavera,pero ni tú eras para mí, ni yo para ti. Somos de diferente raza. Tú nacisteburgués,yollevoenlasvenaselardordelabohemia.Elamor,lanovedaddemividatedeslumbraron;batistelasalasparaseguirme,perocaísteconelpesode los afectos heredados. Tú tienes los apetitos de tu gente.Ahora te creesinfeliz, pero ya te consolarás viéndote personaje, contemplando tus huertoscadavezmásgrandesytushijoscreciendoparaheredarelpoderylafortunadel papá. Esto del amor por el amor, burlándose de leyes y costumbres,despreciando laviday la tranquilidad,esnuestroprivilegio, laúnicafortunadeloslocosalosquelasociedadmiracondesconfianzadesdeñosa.Cadaunoalosuyo.Lasavesdecorralasupacíficatranquilidad,aengordaralsol;lospájaros errantes a cantar vagabundos, unas veces sobre un jardín, otrastiritandobajolatempestad.

Yriendodenuevocomoarrepentidadeestaspalabrasdichascongravedady convicción, en las que resumía toda la historiade aquel amor, añadió con

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expresiónburlona:

—Quéparrafito,¿eh?¡Quéefectohubiesehechoalfinaldetudiscurso!

ElcarruajeentrabayaenlaplazadeOriente:ibaadetenerseantelacasadeLeonora.

—¿Subo?—preguntóeldiputadoconangustia,conlaentonacióndelniñoqueimploraunjuguete.

—¿Paraqué?Teaburrirías;serélamismaqueaquí.Arribanohaylunaninaranjos en flor.Es inútil esperar unaborrachera como la de aquella noche.Además,noquieroqueteveaBeppa.SeacuerdamuchodeaquellatardeenelhoteldeRomaalrecibirtucarta,ymecreeríaunamujersindignidadalvermecontigo.

Leinvitabaabajarconungestoimperioso.Cuandopartióelcarruaje,losdosquedaronunmomentoenlaacera,contemplándoseporúltimavez.

—Adiós,Rafael.Cuídate,noenvejezcastanaprisa.Creequehetenidounverdadero gusto en volver a verte; el gusto de convencerme de que aquelloacabó.

—¡Peroasítevas!...¡Asíacabaparatiunapasiónqueaúnllenamivida!...¿Cuándovolveremosavernos?

—Nosé:nunca... talvezcuandomenos lo esperes.Elmundoesgrande,perorodandoporélcomoyoruedo,hayencuentrosinesperados,comoeste.

Rafaelseñalabaalinmediatoteatro.

—¿Ysivinierasacantarahí?...¿Siyovolvieraaverte?...

Leonorasonreíaconaltivez,adivinandosupregunta.

—Sivuelvo,serásunodemisinnumerablesamigos;nadamás.Ynocreasque soy ahora una santa. Lamisma que antes de conocerte; pero de todos,¿sabes? del portero del teatro, si es preciso, antes que de ti. Tú eres unmuerto...Adiós,Rafael.

Laviodesaparecerenelportal,ypermanecióaúnmuchoratoenlaaceradominadoporelanonadamiento;abstraídoenlacontemplacióndelosúltimosresplandoresdelcrepúsculoquepalidecíanmásalládelostejadosdelPalacioreal.

Lasbandadasdepájarospiabansobrelosárbolesdeljardín,estremeciendolashojascon susaleteos juguetonescomoenardecidospor laprimaveraquellegabaparaellosfielypuntualcomotodoslosaños.

Emprendió la marcha hacia el interior de la ciudad, lentamente, condesaliento, pensandomorir; diciendo adiós a todas las ilusiones que aquella

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mujer parecía haberse llevado consigo al volverle implacable la espalda. Sí;eraunmuertoquepaseabasucadáverbajolaluztristedelosprimerosfarolesdegasquecomenzabanaencenderse.¡Adiós,amor!¡adiósjuventud!Paraélya no había primavera. La alegre locura le rechazaba como un desertorindigno;suporvenireraengordardentrodelhábitodehombreserio.

EnlacalledelArenaloyóquelellamaban.Eraundiputado,uncamaradadebancoquevolvíadelasesión.

—Compañero;dejeustedqueselefelicite:estuvoustedarchimonumental.ElministrohahabladocongranentusiasmodesudiscursoalpresidentedelConsejo. Cosa hecha; a la primera combinación es usted director general osubsecretario.¡Mienhorabuena,compañero!

FIN

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