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708 ENTRE EL BARROCO Y EL NEOCLASICISMO: LA ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO Y LAS ÚLTIMAS EMPRESAS CONSTRUCTIVAS DE LOS BORBONES EN AMÉRICA Miguel Ángel Castillo Oreja / Mónica Riaza de los Mozos Universidad Complutense de Madrid Con la instauración de la dinastía borbónica en España, se produjo en la Península un cambio sustancial que afectó a todos los órdenes de la vida nacional. En el panorama artístico la influencia europea del clasicismo francés y el barroco académico italiano produjo un cambio relevante en los primeros años, que favorecido e impulsado desde la corona, se opuso al mantenimiento de fórmulas barrocas fuertemente arraigadas en la tradición y vinculadas a los sectores populares. Sin embargo, el verdadero motor que impulsó una transformación de la arquitectura fue, sin lugar a duda, la creación de la Real Academia de las tres nobles y Bellas Artes, en 1744, debido a su eficaz intervención. Desde su puesta en marcha en 1752 1 , el urbanismo y la arquitectura fueron adoptando progresivamente las reformas necesarias encaminadas a esos fines. Aunque los primeros años de la Academia estuvieron orientados principalmente a la enseñanza, pronto los deseos de controlar la teoría y práctica de la arquitectura se manifestaron entre sus miembros más destacados. Ya antes de que los académicos reflejaran su unanimidad a favor de las teorías neoclásicas, expresaron su pretensión de vigilar e inspeccionar los proyectos y construcciones que se realizaban tanto en la Corte como fuera de ella, argumentando como motivos los abusos que se producían en el ejercicio de la profesión- con titulaciones más que dudosas, según su criterio - y en las intervenciones realizadas hasta ese momento. Por estas razones, el 7 de marzo de 1761, se decidió suplicar al monarca que obligara a los cabildos de las catedrales y a los ayuntamientos de capitales de provincias a nombrar, como arquitecto titular de ambas instituciones, a un arquitecto formado y aprobado por la Academia. Cuatro años después, el rey decretaba una resolución donde especificaba que los pretendientes al título de arquitecto debían ser examinados por arquitectos ya aprobados por la propia Academia 2 . Sin embargo, no fue hasta noviembre de 1777 cuando la institución, arremetiendo contra las construcciones barrocas 3 , no asumió el poder absoluto sobre los temas de arquitectura. Gracias a la actuación del conde de Floridablanca, quien desde febrero del mismo año asumió el cargo de Protector de la Academia, fueron firmados dos nuevos decretos. El primero de ellos 1 La apertura solemne de la misma se produjo el 13 de marzo de 1752, en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor de Madrid, y fue a partir de entonces cuando se aumentó considerablemente el número de alumnos, se establecieron premios para los más aventajados y periódicamente se enviaban pensionados a Roma. 2 BEDAT, Claude, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989, pp. 371-376. 3 Los consiliarios de la Academia argumentaban que las edificaciones barrocas eran “una afrenta al Rey en afearle sus ciudades y Reino, a la Religión en llenar los templos de objetos indecorosos y ridículos, a la edad presente en imprimirle tantas y tan torpes señales que la desacreditan, y al público en poner delante de su vista un sinfín de cosas que, en lugar de inducirle a conocer y estimar lo bueno, le dejan con su ceguedad y en la radicada costumbre de apreciar lo malo”. BEDAT, Claude, Op. Cit.. , p.379.

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ENTRE EL BARROCO Y EL NEOCLASICISMO:LA ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

Y LAS ÚLTIMAS EMPRESAS CONSTRUCTIVASDE LOS BORBONES EN AMÉRICA

Miguel Ángel Castillo Oreja / Mónica Riaza de los MozosUniversidad Complutense de Madrid

Con la instauración de la dinastía borbónica en España, se produjo enla Península un cambio sustancial que afectó a todos los órdenes de la vidanacional. En el panorama artístico la influencia europea del clasicismo francésy el barroco académico italiano produjo un cambio relevante en los primerosaños, que favorecido e impulsado desde la corona, se opuso al mantenimientode fórmulas barrocas fuertemente arraigadas en la tradición y vinculadas a lossectores populares. Sin embargo, el verdadero motor que impulsó unatransformación de la arquitectura fue, sin lugar a duda, la creación de la RealAcademia de las tres nobles y Bellas Artes, en 1744, debido a su eficazintervención. Desde su puesta en marcha en 17521, el urbanismo y laarquitectura fueron adoptando progresivamente las reformas necesariasencaminadas a esos fines.

Aunque los primeros años de la Academia estuvieron orientadosprincipalmente a la enseñanza, pronto los deseos de controlar la teoría ypráctica de la arquitectura se manifestaron entre sus miembros másdestacados. Ya antes de que los académicos reflejaran su unanimidad a favorde las teorías neoclásicas, expresaron su pretensión de vigilar e inspeccionarlos proyectos y construcciones que se realizaban tanto en la Corte como fuerade ella, argumentando como motivos los abusos que se producían en elejercicio de la profesión- con titulaciones más que dudosas, según su criterio -y en las intervenciones realizadas hasta ese momento. Por estas razones, el 7de marzo de 1761, se decidió suplicar al monarca que obligara a los cabildosde las catedrales y a los ayuntamientos de capitales de provincias a nombrar,como arquitecto titular de ambas instituciones, a un arquitecto formado yaprobado por la Academia. Cuatro años después, el rey decretaba unaresolución donde especificaba que los pretendientes al título de arquitectodebían ser examinados por arquitectos ya aprobados por la propia Academia2.Sin embargo, no fue hasta noviembre de 1777 cuando la institución,arremetiendo contra las construcciones barrocas3, no asumió el poderabsoluto sobre los temas de arquitectura. Gracias a la actuación del conde deFloridablanca, quien desde febrero del mismo año asumió el cargo de Protectorde la Academia, fueron firmados dos nuevos decretos. El primero de ellos

1 La apertura solemne de la misma se produjo el 13 de marzo de 1752, en la Casa de laPanadería de la Plaza Mayor de Madrid, y fue a partir de entonces cuando se aumentóconsiderablemente el número de alumnos, se establecieron premios para los más aventajados yperiódicamente se enviaban pensionados a Roma.

2 BEDAT, Claude, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808),Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989, pp. 371-376.

3 Los consiliarios de la Academia argumentaban que las edificaciones barrocas eran“una afrenta al Rey en afearle sus ciudades y Reino, a la Religión en llenar los templos deobjetos indecorosos y ridículos, a la edad presente en imprimirle tantas y tan torpes señales quela desacreditan, y al público en poner delante de su vista un sinfín de cosas que, en lugar deinducirle a conocer y estimar lo bueno, le dejan con su ceguedad y en la radicada costumbre deapreciar lo malo”. BEDAT, Claude,Op. Cit.., p.379.

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estuvo dirigido a Manuel Ventura de Figueroa, capellán del rey, quien,reemplazando al conde de Aranda, había sido recientemente nombradogobernador del Consejo de Castilla. Le fue comunicada la decisión, expresadapor el monarca, en que ante las irregularidades que se advertían en losedificios que se construían en todo el reino se intimaba al Consejo a quealertara a todos los magistrados y ayuntamientos que siempre que seproyectara alguna obra pública, se consultara de manera obligada a laAcademia de San Fernando enviándole los dibujos y proyectos de las obrasideadas para ser examinados y corregidos sus defectos. El segundo decreto,completando al anterior y bajo los mismos contenidos, fue dirigido a losobispos y demás prelados del reino. En este momento, la Academia de las tresnobles y Bellas Artes no sólo lograba el control de las nuevas titulacionesprofesionalessino que, además, obtenía un verdadero monopolio sobre losaspectos técnicos, estéticos y profesionales de la arquitectura, al ser ésta laúnica institución capacitada paraestudiar y aprobar todas las construccionesque se realizaban en todo el reino, ya fueran obras públicas o edificiosmonumentales. Paralelamente se fue produciendo, a instancias de lamonarquía, una progresiva centralización de estas actividades en losdiferentes departamentos y organismos de la Administración del Estado4.

Poco a poco la Academia iba adquiriendo mayor predominio en estecampo, siempre gracias al apoyo continuo del rey. Tanto fue así, que el 11 deoctubre de 1779 se promulgaba un nuevo decreto “por no haberse observadoel método prescrito, que no se admitiesen recursos en que los pueblossolicitasen facultad para invertir en caudales en alguna obra si los planes ydibuxos de ella no estuviesen ya revisados por la Academia con la firma de susecretario”5. Esta medida fue sancionada para dar un impulso definitivo a lastareas asignadas a la institución en 1777, puesto que desde este año lasconsultas sometidas a la Academia desde todas las partes del reino habíansido muy numerosas. Sobre este particular, las reales órdenes siguieronpublicándose en años posteriores: de nuevo una el 28 de febrero de 1787,corroborando el decreto formulado en 1765, y otra el 30 de agosto de 17896,pretendiendo el cumplimiento de las anteriores y especialmente la denoviembre de 1777. Simultáneamente al desarrollo de la normativa legal, laAcademia creaba filiales en distintos lugares de la geografía española con el finde difundir sus ideas y perfeccionar sus actuaciones: en 1764 se inaugurabala Academia de San Carlos en Valencia, aunque ya existiera una anterior conel nombre de Santa Bárbara, desde 1753; diez años antes se había constituido

4 BEDAT, Claude, Op. Cit., pp. 378-388. Vid.: QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La

Arquitectura y los arquitectos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1774),Madrid, Xarait Ediciones, 1983, pp. 106- 109, 114 y 115.

5 Real provisión de los señores del Consejo, por la cual se manda guardar lo dispuesto enlas Reales Ordenes que se refieren sobre los requisitos que han de concurrir en los Arquitectos yMaestros de Obras, y los que han de preceder a la aprobación de los diseños o planos para obraspúblicas, en la forma que se expresa. Año de 1801. Real Academia de Bellas Artes de SanFernando (R.A.B.A.S.F.,61-1/5 ).

6 El 23 de julio de 1789 el ministro Floridablanca escribía una carta al conde deCampomanes informándole que a pesar de las repetidas reales órdenes dadas para que ningúnproyecto, ya fuera público, religioso o reparo de algún adorno, fuera ejecutado sin antes seraprobado y examinado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando; se han apreciado grannúmero de casos que no siguen estas pautas, por ello, el monarca solicitaba fueran recordadastodas estas observaciones a los Consejos y Cámaras de las ciudades del reino con el fin de quelas órdenes se hagan obedecer como corresponde a la superioridad del tribunal que las expedía.El 30 de agosto del mismo año se mandaba una Carta circular dirigida por el Supremo Consejo alos Correxidores, Ayuntamientos, y Justicias del Reyno, para que consulten con la Academia deSan Fernando, o la de san Carlos, por lo tocante al Reyno de Valencia, los planos de los edificiosu obras que se hubiesen de executar (R.A.B.A.S.F., 151-1/5).

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la Academia de San Luis en Zaragoza; y en 1780, la Academia de la PurísimaConcepción fue fundada en Valladolid. Dos años antes que ésta última, fuecreada la primera Academia en los territorios de la corona en América,que conel título de San Carlos7 radicó en la ciudad de México, en el reino de NuevaEspaña. Mientras, otras órdenes fueron tomando forma con la intención demejorar aquellos aspectos deficientes que eran detectados por la Academia.Así, en 1798, se exigió que todas las obras de arquitectura debían presentarseante el nuevo organismo para su examen y aprobación, de donde debían salircon una certificación que pusiera al pie la firma de susecretario. En 1799 sehacía de nuevo hincapié en el asunto de los títulos de arquitecto y maestro deobras o de albañilería, y “para cortar de raíz este abuso”, el gremio al que sehace referencia- la cofradía de maestros con sede en la capilla de NuestraSeñora de Belén8 -debía de abstenerse “enteramente de examinar y titular enla Arquitectura a ningún individuo, aunque puedan continuar dando cartas deexamen de oficios mecánicos”9.

A tenor de la secuencia de las numerosas órdenes promulgadas y antelos innumerables proyectos que llegaban a la Academia para que ésta diera suparecer, en marzo de 1786, se creó la Comisión de Arquitectura donde sereunían los directores y tenientes directores de Arquitectura junto con unsecretario, que a su vez era vicesecretario de la Academia, con la específicamisión, en palabras de Antonio Ponz, de “confirmar con su aprobación lastrazas que sean conformes a las reglas del arte, reprobar las irregularidades oerróneas y corregir o anotar los defectos en que hayan ocurrido las que nomerezcan absoluta aprobación ni reprobación”10. En realidad, la verdaderacausa de su creación fue la de afianzar un grupo de trabajo dentro de lainstitución, capaz de retar la actitud de aquellos arquitectos, vinculados conposiciones estéticas del pasado, que se mantenían en los márgenes de unaarquitectura dubitativa y heterodoxa con respecto a los ideales clasicistas delmomento. Por ello, la comisión decidió nombrar a una serie de arquitectos,algunos de ellos residentes en zonas concretas y otros con carácter itinerante,para que informasen en casos conflictivos y colaboraran en la elaboración deplanos precisos para las nuevas obras. Apoyando a este núcleo, se formó un

7 En 1776 Humboldt visitaba México y en una de sus cartas reflejaba sus impresiones

al respecto de la Academia de San Carlos: “El Gobierno la concedió una muy espaciosa casa, enla que se halla una colección de modelos de yeso más hermosa y completa que en ninguna partede Alemania. Admira el ver que el Apolo de Belvedere, el grupo de Laoconte y estatuas muchomayores aún han podido pasar entre los montes por caminos muy estrechos; y sorprende alhallar estas obras maestras de la antigüedad reunidas en la zona tórrida, en una eminenciasuperior a la del convento del Gran San Bernardo. Esta colección, puesta en Méjico, ha costadoal Rey cerca de ochocientos mil reales... Las rentas de esta Academia ascienden a cuatrocientosnoventa y dos mil reales, de los cuales el Gobierno da doscientos cuarenta mil, el cuerpo demineros cerca de mil y el consulado más de sesenta mil. Esta Academia ha adelantado yextendido mucho el buen gusto en toda la nación, y principalmente en cuanto tiene relación conla arquitectura; y así es que en Méjico, y aún en Guanajuato y en Querétaro, hay edificios quehan costado cuatro y aun seis millones, y están tan bien construidos que podían hermosear lasmejores calles de París, de Berlín o de Petersburgo”. FERRER DEL RÍO, Antonio, Historia delreinado de Carlos III en España, Vol. IV, Madrid, Imprenta de los Señores Matute y Compagni,1856, pp. 547 y 548.

8 La Hermandad de Nuestra Señora del Belén era una cofradía que agrupaba a losmaestros de obras de Madrid y que desde la temprana fecha de 1739 había tenido intención deinstituirse en Academia o Colegio de Arquitectura; en este intento le apoyaba el Consejo deCastilla quien concedía los títulos de arquitecto y que se propuso darlos solamente a los queexaminaba esta congregación. Vid.: NAVASCUES, Pedro, “Sobre titulación y competencias de losarquitectos de Madrid (1775-1825)”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, Madrid,tom. XI (1975), pp. 123-136.

9 Real provisión de los Señores del Consejo... (R.A.B.A.S.F., 61-1/5).10 BEDAT, Claude, Op. Cit., pp.389.

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grupo de apoyo cuya actividad consistía en difundir por todo el reino las ideasartísticas de la Ilustración y un nuevo concepto de la arquitectura, además derealizar estudios concretos y sistemáticos sobre los más variados temas eneste campo. Se constituyó así un cuerpo de profesionales especializados cuyoúltimo propósito era difundir los gustos artísticos del monarca y de la élitedirigente en cualquier lugar aún en “los más lejanos de nuestra geografía, deforma que se logre desterrar de manera definitiva el adorno barroco y se lesustituya por el ornato clasicista”11.

A través de las actas evacuadas por las juntas, donde queda constanciade los temas tratados en la Comisiónde Arquitectura, podemos analizar laacogida que tuvieron en el continente americano las disposicionespromulgadas por la administración borbónica. Estudiadas lascorrespondientes entre 1789 – fecha del primer libro de actas12-y 184613

constatamos las siguientes consultas procedentes de América: del libroprimero, que abarca de los años 1789 a 1805, se presentaron a examen losproyectos de la catedral de Santiago de Cuba; catedral, seminario y palacioepiscopal de la diócesis de Cuenca, en el reino de Quito; catedral de Lima;catedral de Popayán, en el reino de Perú; altar de la iglesia del hospital deJesús Nazareno, fabrica de tabacos y templo de Nuestra Señora de Guadalupeen México; y el convento de monjas de Santa Clara de Guatemala. En elsegundo libro (1806-1823)14 aparecen consignados una nueva revisión de losproyectos de la catedral, seminario y palacio episcopal de la diócesis deCuenca del reino de Quito y el convento de franciscanos de Guatemala. Paralos años comprendidos entre 1824 y 183115, las actas mencionan la consultasobre unos títulos de maestro procedentes de México y acerca de una casa decampo y de la solicitud de ser académico en la ciudad de La Habana, Cuba. Elcuarto libro16, que abarca los años de 1832 a 1840, solamente recogeconsultasprocedentes de Cuba y trata sobre una solicitud para ser pintor -arquitecto de la Real Cámara, de la cárcel y de la inspección de diferentesobras en la ciudad de La Habana. Y en el último libro consultado17, quecomprende la actividad de la comisión entre los años 1841 y 1846, losinformes estuvieron orientados a mejorar la arquitectura civil y sus profesoresen Puerto Rico, a estudiar la documentación enviada para ver la posibilidad deestablecer una Academia de Arquitectura en La Habana y a aclarar distintosaspectos técnicos de obras en Cuba.

Conocidos son los numerosos proyectos y consultas informados por laAcademia procedentes de distintas zonas de la península, sobre todo, en elperíodo comprendido entre 1786 y 1805 en que ésta tuvo como director alarquitecto Pedro Arnal18. Sin embargo, en este aspecto, llama poderosamente

11 Opinión de don Antonio Ponz,recogidas por SAMBRICIO, Carlos, La arquitecturaespañola de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España eInstituto de Estudios de Administración Local, 1986, p 22.

12 R.A.B.A.S.F. , 3/139.13 Hemos estudiado la documentación hasta este año,ya que el uno de abril de 1846 es

la última fecha en que informa la Comisión de Arquitectura,debido a que los nuevos estatutos,decretados por el monarca, se faculta para ejercer sus mismas funciones ala llamada Sección deArquitectura, solemnemente constituida el día 23 de abril del mismo año, siendo su secretario aEugenio de la Cámara.

14 R.A.B.A.S.F., 3/140.15 R.A.B.A.S.F., 3/141.16 R.A.B.A.S.F., 3/142.17 R.A.B.A.S.F. ,3/143.18 La Comisión de Arquitectura examinó 973 proyectos entre 1786 -fecha de su creación

- y finales de 1790. Entre 1790 y 1793, un total de 1032; de 1793 a 1796 examinó los planoscorrespondientes a 393 obras; entre 1796 y 1799 se estudiaron 338 proyectos de edificios y 48informes pedidos por el Consejo y otros tribunales; entre 1799 y 1802, 123 y entre 1802 y 1805,

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la atención el escaso número de los instruidos procedentes de las coloniasamericanas. Ello obedeció, en parte, a la vinculación de la arquitecturaamericana con los más variados recursos del barroco tradicional, que tantoséxitos cosechó en el siglo precedente, y la resistencia de arquitectos ymaestros de obras a colaborar en un procedimiento administrativo que,además de demorar sine die la ejecución de los proyectos suponía, de hecho, eldesmantelamiento del sistema gremial, vigente en su actividad laboral desdetiempos de la conquista. No obstante, las ideas innovadoras que se adoptaronen la metrópoli fueron “impuestas” progresivamente en el nuevo continente y,sin exclusiones, se rechazó el aprendizaje empírico de los profesionales de laarquitectura, poniendo el énfasis en la teoría, el conocimiento erudito y eldominio del dibujo como fundamentos esenciales de la formación de losarquitectos. Los gremios tenían que subordinarse, por tanto, a la Academia,no como entidades orgánicamente dependientes, sino al tener que someter acada uno de sus miembros a los exámenes de dibujo y teoría para serhabilitados. Las reacciones contrarias no se hicieron esperar y la Academia sevio en la necesitada de solicitar el apoyo del monarca que, a mediantesucesivas disposiciones legales,intentó neutralizar la influencia ejercida porlas corporaciones profesionales. Por ese procedimiento, se determinó que todala ciudad mayor de dos mil habitantes debía tener un arquitecto oficial conformación académica y que todas las obras públicas y religiosas debían deejecutarse conforme a los proyectos y diseños realizados por un arquitectohabilitado por la Academia.

Figura 1: Ventura Buzeta.Plano de localización de la antigua y nueva catedral de Cuba. 1779

204 proyectos de edificios públicos. De todo ello, 352 se referían a iglesias, 220 a puentes, 61 acárceles, 39 a casas consistoriales, 32 a fuentes, 27 a carreteras, 22 a torres, 19 aayuntamientos, 7 a teatros, 6 a escuelas y 99 a varias construcciones. BÉDAT, Claude, Op. Cit,.pp. 389 y 390. Sobre Pedro Arnal, vid.: SAMBRICIO, Carlos, “Juan Pedro Arnal arquitecto delsiglo XVIII”,en Archivo Español de Arte, nº 183 (1973), pp. 299-318 y “Juan Pedro Arnal y lateoría arquitectónicaen la Academiade San Fernando de Madrid”, en La Arquitectura españolade la Ilustración, Colegio Oficial de los Colegios de Arquitectos de España y del Instituto deEstudios de Administración Local, Madrid, 1986, pp. 93-108 y 304-310; LLAGUNO AMIROLA,Eugenio, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Restauración, vol. IV,Madrid, Ediciones Turner, 1977, p. 308; y Real Orden de 28 de septiembre de 1801, nombrandoDirector General de la Academia a don Pedro Arnal (R.A.B.A.S.F., 61-1/5).

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Ante esta situación -donde la aplicación de la norma supuso unverdadero drama no sólo para los propios maestros de obras, sino tambiénpara los propios funcionarios de la corona que debían remitir sus diseños a laAcademia de San Fernando en Madrid y esperar su aprobación o correcciones-los proyectos llegaron a demorarse meses, y a veces años, e incluso, enalgunos casos, se produjo la cancelación definitiva de los mismos.

Para determinar con mayor precisión los incidentes y problemasderivados de la implantación de esta normativa legal en América,procederemos a analizar el accidentado proceso que tuvieron las tres últimasempresas constructivas informadas por la comisión académica: la catedral deSantiago de Cuba; la catedral de Popayán, en el Reino del Perú (actualColombia) y la catedral, seminario conciliar y palacio episcopal de la diócesisde Cuenca en el Reino de Quito (actual Ecuador). Los tres casos tuvieron unahistoria constructiva previa al proceso de referencia y, por ello, hemosresumido brevemente esos datos para una mejor comprensión de la cuestiónanalizada.

Figura 2: Antonio García.Proyecto de la catedral de Popayán, Colombia (planta). 1786

La catedral de Santiago fue la primera de las construidas en Cuba yremonta sus orígenes a la primera mitad del siglo XVI. El edificio, que secaracterizaba por ser el ejemplo de construcción en madera con mayoresproporciones de toda la isla, sufrió varios reconstrucciones durante el siglo

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XVII: uno, entre los años 1640 y 1684; y otro, desde 1686 a 1690, intentandomantener en buen estado una estructura que estaba cimentada sobre unterreno con continuos movimientos19.Poco después, en los primeros años delsiglo XVIII, ante la necesidad de disponer de mayor capacidad para el templose acordó, por iniciativa y a costa del obispo Valdés, la reconstrucción de sucapilla mayor. El problema se suscitó a la muerte del patrocinador cuando,por falta de recursos,gobernador tuvo que solicitar ayuda financiera a la RealHacienda. A partir de entonces se desarrolló un largo proceso de consultas y ala llegada del obispo Juan Lazo de la Vega, en 1731, el templo presentaba lassiguiente disposición: medía cuarenta y seis varas y dos tercias de longitudpor diecisiete de latitud, y solamente disponía de las capillas del Santísimo yde San José; la sacristía, situada perpendicular a la cabecera y en dos alturas,estaba en cimientos y se proyectaba construir, en el lado de la epístola, dospiezas para sacristía de clérigos y prebendados, con el fin de transformar laantigua en capillas. Además se consideró necesario unir otra nave a la delevangelio, para colocar los altares, y comprar unas casas para destinar a laservidumbre. En estas obras intervinieron el ingeniero José del Monte, elmaestro de albañilería Gonzalo Merino y el de carpintería y alarife de la ciudadFrancisco de Pliego20. Mas el proyecto no se concluyó por efecto de un violentoterremoto que asoló la ciudad, el 11 de junio de 1766, y destruyó la mayoríade sus edificios ocasionando numerosas víctimas; las iglesias “aunqueno sedesplomaron y cayeron en tierra, amenazaban mucha ruina, y se miraba suentrada con horror”21. En el Archivo General de Indias se conservan dosplanos de Santiago de Cuba 22, realizados en 1751 y 1776 por Baltasar Dias dePriego y Ventura Buceta, respectivamente,donde se puede apreciar lasituación de los edificios más importantes de la ciudad antes y después delterremoto así como los terrenos, calles y caminos de la zona centro. Aconsecuencia de ello, en 1770, Francisco Suárez Calderín, ingeniero militar dela isla, señaló que era preferible construir una nueva catedral que reedificar ladañada, puesto que el resultado de los estudios realizados habíandeterminado unos costes demasiado elevados. Ante la propuesta, el obispo deSantiago reunió a los alarifes locales y mandó realizar diferentes proyectos.Estos diseños, hoy desconocidos, fueron remitidos dos años más tarde a lametrópoli, acompañados de unos presupuestos donde se aclaraba que el costeera igual tanto si se tomaba la decisión de emprender una nueva obra o comoreedificar el antiguo edificio. La contestación se hizo efectiva mediante unareal orden, de 4 de mayo de 1777, donde el rey autorizaba la erección de unanueva catedral con los recursos económicos del obispo y cabildo de la ciudad(fig. 1). Al mismo tiempo se advertía que los planos de la iglesia debían sermodificados “procurando que el edificio fuese liso, simple y hermoso yexplicando el orden de la arquitectura sobre el que se fundase el modelo entodos y cada una de las partes”23. Encontramos aquí la primera muestra de los

19 WEISS, Joaquín E., La Arquitectura colonial cubana, Ciudad de La Habana, Editorial

Letras Cubanas, 1979, p. 104.20 ANGULO IÑIGUEZ, Diego, Planos de monumentos arquitectónicos de América y

Filipinas existentes en el Archivo General de Indias, Sevilla, 1936-39, tomo I, pp 125-127,láminas 45 y 46.

21 BACARDÍ Y MOREAU, Emilio, Crónicas de Santiago de Cuba, vol. I, Madrid, 1972, pp.65-66 y 176.

22 CHUECA GOITIA, Fernando y TORRES BALBÁS, Leopoldo, Planos de ciudadesiberoamericanas y Filipinas, vol. I y II, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local,1951, nº 93 y 94.

23 GUTIERREZ, Ramón y ESTERAS, Cristina, “La distancia entre Europa y América enla colonia. A propósito de la catedral de Santiago de Cuba”, en Cuadernos de Arte Colonial , nº1(1986), p. 48.

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principios clasicistas que se trataban de imponer en Cuba y que,determinados por la Academia de San Fernando y apoyados por el monarca,definen el nuevo marco de intervención de los futuros procesos deconstrucciónen la isla.

Figura 3: Antonio García.Proyecto de la catedral de Popayán, Colombia (sección longitudinal). 1786

Algo semejante sucedió con los proyectos de la catedral de Popayán enel Reino del Perú. La primera catedral de la ciudad colombiana estuvo ligada alos orígenes de la población. Aprobada su construcción por el emperadorCarlos, se edificó una pequeña iglesia cuyos rasgos característicos eran susencillez, la modestia de sus materiales y la debilidad de su construcción24.Hubo que esperar al reinado de Felipe II, a raíz de una real orden de 8 denoviembre de 1590, para que se construyera una nueva catedral cuyaubicación era más céntrica y donde se empleaban materiales más sólidos. Eltemplo construido con cal, ladrillo y cubierta de teja fue terminado en losprimeros años del siglo XVII, ya que los cambios políticos y eclesiásticosacontecidos en la ciudad demoraron las fechas previstas para su finalización.Su disposición en planta era de tres naves - la central era más alta y de dobleanchura que las laterales - y los soportes donde apeaban los arcos estabanformados por grandes pilares. La longitud total era de sesenta varas,incluyendo las trece que medía el presbiterio. La techumbre era en forma deartesa cubierta de tejas, a dos aguas en la nave central y a una vertiente enlas laterales25. Pero el terremoto de febrero de 1736 ocasionó la ruina parcialdel edificio, incrementada, quince años después, por efecto de otro movimientosísmico. El colapso estructural del templo era tancrítico que fue cuando sedeterminó reedificarlo. Enterada la metrópoli del suceso, el monarca emitióuna real cédula, el 5 de octubre de 1754, donde se demandó al obispo de laciudad un informe en el que se especificaran pormenorizadamente los dañossufridos por el edificio y el montante total de su reparación. A consecuencia dela falta de maestros de obras y alarifes en Popayán, la orden real no se pudo

24 Vid.: ARBOLEDA, J.M., “Erección del Obispado de Popayán. Su primer obispo don

Juan Valle”, enPopayán, nº 277 (1962), pp. 2-5 y BUENO QUIJANO, Manuel Antonio, Historiade la diócesis de Popayán, Bogotá, Editorial ABC, 1945, pp. 215-222.

25 SEBASTIÁN, Santiago, Guía artística de Popayán colonial, Cauca, Editorial Pacífico,1964, pp. 38-40 y BUENO QUIJANO, Manuel Antonio, Op. Cit., pp. 222-228.

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ejecutar y el templo fue deteriorándose aún más con el paso del tiempo. Huboque esperar hasta 1763, aprovechando la visita a la ciudad de los maestrosSimón Schenherr y José Aguiló, “maestros aprobados y muy peritos en laArquitectura”26,para que se pudieran elaborar los pertinentes estudios quepermitieran tomar la decisión de reparar el templo o proceder a su nuevaconstrucción. A estas inspecciones e informes27 se sumaron las del hermanoVenancio Gandolfi, jesuita procedente de la Compañía de Quito, de reconocidoprestigio en el campo de la arquitectura. Por el momento prevaleció la opiniónde Gandolfi quien aconsejó “no ser necesario el derribar las paredes de estafábrica y sólo será preciso refaccionarla y asegurarla, componer variascadenas de fierro para asegurar las paredes y afianzar el armazón del techo”28.De nuevo se produjo una parada en las obras - desconocemos las causasexactas -y hasta dos décadas después no volvemos a tener noticias alrespecto. Aprovechando la estancia en la ciudad del arquitecto españolAntonio García, el obispo encargó una nueva inspección del templo para quese evaluara si era posible su reparación o reedificación. Antonio Garcíaacompañado por el arquitecto franciscano Antonio de San Pedro y por elmaestro albañil Pablo Arriaga reconocieron el edificio y confirmaron losinformes anteriores de Aguiló y Schenherr, recomendando la reedificación totalde la iglesia y aconsejando, al obispo Obregón y al cabildo, el desalojoinmediato del templo y el traslado de su actividad a otro lugar. El 14 de mayode 1785 se celebró una junta con los dos referidos arquitectos donde se acordóal respecto elevar consultas al virrey. Un año después, Antonio García recibióel encargo de diseñar los planos de la nueva catedral que en 1788 entregaríasin haberse aúniniciado las obras de demolición acordadas29. Los dos dibujosconocidos30, conservados actualmente en el Archivo Catedralicio de Popayán,nos muestran la planta del templo y un alzado del mismo; éste últimorecuerda al elaborado por el arquitecto para el convento de San Francisco dela ciudad,salvo la diferencia que en el de la catedral, quizá por su rango, sediseñó una cúpula con tambor y linterna. En el primero mencionado, AntonioGarcía nos aclara en su leyenda que el costo de la fábrica de la nueva iglesia“por un calculo prudencial, por ser inconstante el trabajo de los oficiales”,podría llegar “a la cantidad de doscientos y sinquenta mil pesos” y nos ofreceuna explicación detallada del uso de determinados materiales debido a lascaracterísticas del terreno y de la climatología del lugar31 (figs. 2 y 3). Fue apartir de la evaluación de estos planos cuando se produjo la intervención de laAcademia de San Fernando en el antiguo Reino de Perú y se intentó introducirlos valores clasicistas de la arquitectura de la Ilustración, ya que fueron estosmismos los que en 1794 fueron corregidos e informados por la Junta deArquitectura de esta institución.

26 El Auto del Obispo ordenando el reconocimiento de la catedral, de 16 de junio de 1763,

en: MARCO DORTA, Enrique, Fuentes para la historia del arte hispanoamericano, tomo II,Sevilla, Instituto “Diego Velázquez”, 1960, pp. 131 y 132.

27 MARCO DORTA, Enrique, Op. Cit., pp. 133-137.28 Idem, pp. 138 y 139.29 Para más detalle sobre lo acontecido en los años ochenta en la catedral de Popayán y

la labor de Antonio García, Vid.: MARCO DORTA, Enrique, Op. Cit., pp. 29-31; SEBASTIAN,Santiago, Op. Cit., pp. 41-43 y pp. 70-72; ARBELÁEZ CAMACHO, Carlos y SEBASTIÁN,Santiago, Las Artes en Colombia, tomo 4(Historia extensa de Colombia, vol. XX), Bogotá,Ediciones Lerner, 1967, pp. 392-398; y NAVARRO, Jose G., “El arquitecto español don AntonioGarcía y la catedral de Quito”, Popayán, nº 272 ( 1960), pp. 195-196.

30 SEBASTIAN, Santiago, “Un arquitecto español del siglo XVIII en la Nueva Granada”,en Archivo Español de Arte, nº 145 (1964), p. 75; dibujos 1 y 2.

31 Idem., pp. 71 y 72.

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Por último, el caso de la diócesis de Cuenca tuvo menos avatares quelos ejemplos descritos anteriormente, pero significó, del mismo modo, laintervención de la Academia y el deseo de introducir el Neoclasicismo en estazona de América. La antigua catedral de Cuenca tuvo su orígen en 1557cuando el virrey Hurtado de Mendoza ordenó entregar mil pesos a la ciudadpara su construcción. Se situó en el lado oriental de su plaza mayor y durantemás de un siglo fue la única iglesia existente en la ciudad. Las escasasnoticias del templo corroboran que en 1776, mediante una real orden deCarlos III, esta iglesia matriz fue elevada a la categoría de catedral. Once añosdespués, el primer obispo de Cuenca, José Carrión y Marfil, asumía susfunciones y tomaba posesión de “la iglesia parroquial de los españoles queocupa hasta la mitad del lado de la plaza y aunque grande es de ordinaria ymuy antigua estructura”. Su vieja fábrica se vio gravemente afectada cuandopoco tiempo después de la llegada del obispo se produjo un terremoto en lazona32. Ante el deterioro sufrido, la antigüedad del edificio y favoreciéndose delterreno que habían dejado desocupado la Compañía de Jesús en la ciudad, elcabildo comenzó a hacer gestiones para erigir una nueva catedral. Fueentonces cuando el nuevo proceso que se había adaptado en la metrópoli, conla intervención decisiva de la Academia, comenzó a aplicarse en el Reino deQuito.

Figura 4: Manuel Martín Rodríguez.Proyecto para la catedral de Santiago de Cuba (planta). 1798

Aunque se ha analizado por separado cada uno de estos proyectos, a lolargo de sus respectivos procesos hay un momento esencial en los tres casosque radica en que, a pesar de poseer características muy específicas, debensometerse ambos a las condiciones impuestas por la administración borbónicapara ejecutar convenientemente lasobras. Lo primero que llama la atención enlos tres ejemplos es que en todos se trata de edificios en uso - de diferentetipología, materiales y antigüedad – gravemente afectados en su estructura,porlo que, en un principio, se evalúa la posibilidad de reedificarlos o construirlosde nueva planta. En los casos de Santiago de Cuba y Popayán el peritaje delos expertos se adoptó a partir de una real orden donde el monarca ordenabala evaluación de los daños causados en los respectivos templos. Finalmente en

32 Sobre la antigua catedral de Cuenca, vid.:CARPIO VINTILLA, Julio, La evolución

urbana de Cuenca en el siglo XIX, Cuenca, Universidad de Cuenca, 1983, pp. 66-70 yVARGAS,Jose M., El arte religioso en Cuenca, Quito, Editorial Santo Domingo, 1967, pp. 7 y 8.

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los ejemplos de Cuenca y Popayán se decide construir uno nuevo y en el casode Santiago de Cuba reedificar el ya existente (fig. 4).

Una vez realizados los informes pertinentes, éstos eran revisados yaprobados por el obispo y cabildo y, tras tomar una decisión, se remitían losexpedientes al virrey o gobernador del territorio para que fueran evaluados porél y sus consejeros. Al ser casos americanos, si el virrey o gobernadoraprobaba la propuesta, ésta automáticamente era remitida al órgano superior- el Consejo de Indias - con el fin de establecer las oportunas diligencias yestudios de los proyectos. El Consejo, máxima institución que atendía lasnecesidades de gobierno que reclamaban los territorios de Ultramar, era enestos casos el encargado de seguir el procedimiento administrativo de losproyectos relativos a las iglesias americanas. Allí sólo se informaba de aquellosasuntos puramente económicos y administrativos, remitiendo los aspectosartísticos, de conformidad con las nuevas disposiciones reales, a la Academiade San Fernando. Paralelamente a la actuación de estos organismos, laintervención del monarca era constante y habitualmente, ante casos de estaimportancia, se creaban juntas particulares, dentro de la Academia, paradeliberar sobre determinadas actuaciones y ejercer un riguroso control enelseguimiento de todo el proceso. Cuando los proyectos llegaban a la Academiaéstos eran enviados a la Junta de Arquitectura para su aprobación, correccióno denegación, si así se estimaba. En este aspecto, todos los planos remitidosdesde América fueron rechazados y la propia junta aconsejaba o bienmodificar los diseños, o directamente designaba a un arquitecto, generalmentede la casa,para que los realizara de nuevo.

Para la catedral de Santiago de Cuba, el primer proyecto evaluado einformado por la Junta de Arquitectura fue el de Miguel de Hermosilla, que serechazó con el consejo de que fuera corregido en su integridad. Siguiendoestas instrucciones, en 1790 se volvieron a remitir nuevos dibujos deHermosilla a los que se sumaron los proyectados por Ventura Buceta33; peroambos fueron rechazados, los primeros por no encontrar “aquella corrección einteligencia en ellos que los debía hacer dignos de servir para una obra tandispendiosa y tan propia en su clase para dar o quitar el crédito a laspersonas que la han promovido y aprobado” y los segundos por “defectosesenciales en la disposición y en la forma”34. Ante el rechazo de los planosenviados desde América y la dificultad de conseguir otros que se adaptaran alas formas y características exigidas por la Academia, el rey decretó que fuerala misma institución quien se ocupara de realizar el proyecto. Así, en juntaparticular creó oportuno que Manuel Martín Rodríguez35 fuera el arquitecto

33 Los planos de Ventura Buceta que la Academia revisó en esta fecha son los que

elaboró en 1784, conservados actualmente en el Archivo General de Indias, fueron publicadospor ANGULO IÑIGUEZ, Diego, Op. Cit., nº 47, 48, 49 y 50. Sin embargo, Ventura Buceta realizóen 1779 otro dibujo donde situaba la localización de la antigua catedral y la ubicación de lanueva, que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y fuepublicado por GUTIERREZ, Ramón y ESTERAS, Cristina, Op. Cit., p. 49, lám. 1.

34 Despacho de la Junta de Arquitectura a don Francisco Moñino, 28 de septiembre de1790. Expediente sobre la formación de planos para la Santa Iglesia Catedral de Cuba(R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

35 Manuel Martín Rodríguez, sobrino y discípulo de Ventura Rodríguez, nació en Madriden 1746 y murió en la misma ciudad en 1823. Formado en la Academia de San Fernando, viajópor Italia y Francia aconsejado por su tío. Gracias a sus méritos y buenos servicios, el rey lenombró, en 1793, su arquitecto sin sueldo; dándole posteriormente, un año después, loshonores de comisario de guerra; en 1799, el título de comisario de inspección general deCorreos, Caminos y Canales del reino; en 1801, la dirección del Canal Imperial y del Tauste enAragón; y, en 1815, el título de comisario ordenador honorario. Vid.: LLAGUNO Y AMIROLA,Eugenio, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Restauración,vol. IV,Madrid, Ediciones Turner, 1977, pp. 334-335.

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encargado de realizar el pertinente proyecto36. En agosto de 1791 el arquitectoaceptó el encargo y comenzó con la tarea asignada, reteniendo en su estudio elexpediente que reunía toda la documentación generada hasta ese momento.Hubo que esperar siete años para que la Junta de Arquitectura aprobara losseis dibujos de Manuel Martín “mereciendo en todas sus partes universalaprobación”37 (fig. 5). Si comparamos los proyectos de Buceta y los de Martínlas diferencias constatadas no son tantas ni tan cualificadas cómo parademorar las obras cerca de veinte años. Incluso una vez aprobados los planosde Martín, volvieron a surgir dificultades, ya que a principios de junio de1800, Antonio Porcel, el Secretario del Consejo de Indias, envió una carta alViceprotector de la Academia, Bernardo Iriarte, aduciendo la existencia de dosproblemas expuestos por el obispado de Cuba: uno, hacía referencia a lamedia naranja que figuraba en los planos remitidos desde la metrópoli yaconsejaban o bien suprimirla o bien reducirla, argumentando lascaracterísticas del terreno; y el otro, solicitando que un arquitecto de laAcademia se encargase de la ejecución y dirección de las obras. Ante estadisyuntiva, la junta particular de la Academia, nombrada al efecto, decidióconsultar directamente a Manuel Martín. La respuesta de éste no se hizoesperar y contestó, al respecto, que la media naranja “no admite reformaninguna” puesto que a pesar de existir motivos locales “el arquitecto que seencargue de la dirección de esta obra de las cualidades que quedan arribadichas, sabrá muy bien salvar estos inconvenientes y precaver los riesgos aque pudiera estar expuesta por los terremotos, tanto en esta parte de la medianaranja como en las demás bóvedas, aplicando para ello cinchos y tirantes defierro en los parajes competentes, que concatenen, abracen y sujeten unas yotras, además del estudio que es necesario preceda para los cortes de laspiedras a fin de que sus trabazones vayan según arte”38. En cuanto a lapersona idónea para dirigir las obras Martín recomendó al académico Pascualde Rezusta e indicó la conveniencia de que fuera acompañado por unaparejador. Lo cierto es que a pesar de las explicaciones dadas por elarquitecto, éstas no satisficieron al cabildo y obispado de Cuba, y debido a lasdiferencias de opinión y a un nuevo temblor de tierra, sucedido en 1801, elproyecto fue relegado nuevamente. Por fin, pasados casi cinco años, fueadoptado un nuevo proyecto39 realizado por el arquitecto americano PedroFernández, quien supo armonizar las teorías emergentes de la península conlas necesidades y características de la ciudad caribeña (fig. 6). Con esosnuevos planos, en 1806 el obispo ordenaba el comienzo de las obras, a pesarde las repetidas ordenes del gobernador para que se acataran las decisionesaprobadas por la Academia40.

36 Carta enviada a Manuel Martín Rodríguez, 8 de agosto de 1791. Expediente sobre laformación de planos para la Santa Iglesia Catedral de Cuba (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

37 Sesión nº 140 de la Junta de Arquitectura, celebrada el 31 de agosto de 1798(R.A.B.A.S.F., 3/139). De esta fecha nos quedan tres dibujos del proyecto que se encuentranactualmente en A.H.N.: la planta, la fachada y el alzado de todo el edificio: GUTIERREZ, Ramóny ESTERAS, Cristina, Op. Cit., pp. 54 y 55, láms. 2, 3 y 4.

38 Carta de Manuel Martín a Bernardo Iriarte del 11 de junio de 1800.Expediente sobrela formación de planos para la Santa Iglesia Catedral de Cuba (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

39 En el A.H.N. existen dos dibujos del arquitecto que fueron publicados enGUTIERREZ, Ramón y ESTERAS, Cristina, Op. Cit., p. 59, láms. 5 y 6.

40 El obispo dirigió una carta al gobernador refutando sus órdenes: “no me parece tantemeraria e imprudente como V.S. cree la resolución de dar principio a la obra, ni tanextravagante, abortiva e irreverente como la retrata y sindica, confiándola a Pedro Fernándezcuya peripecia y reglas practicas en la táctica del país, a que es preciso sujetarnos, se hallaacreditada en los templos, y otras obras, que ha dirigido en la ciudad, y fuera de ella, nodebiendo detenernos algunos defectos que se notan aun dirigidas por los ingenieros de primerorden. No viene el caso de los principios de escuela matemática, anunciados por V.S., cuando

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En Popayán, al mismo tiempo que Antonio García realizaba los nuevosdiseños encargados por el cabildo, el gobernador de Santa Fe insistía ante lasautoridades de la metrópoli en la necesidad y el deseo de reformar y ampliar laantigua catedral.La carta remitida por éste a la Península argumentaba laexigencia de reformar el templo debido al deterioro sufrido por los terremotospasados y el deseo de ampliarlo para dar “capacidad suficiente al vecindario,que en el año 1777 era de 7.456 almas”41. Una vez revisados los papelesremitidos desde América, el monarca promulgó una real orden solicitandofueran expedidos el proyecto y tasación de los trabajados necesarios para laconstrucción de la nueva catedral, para su posterior examen en la Academia.En 1793, el gobernador amplió el informe anterior y meses después, julio de1794, fueron mandados nuevos diseños realizados por el arquitecto A. García.La respuesta no se hizo esperar y pocos días después de la llegada de ladocumentación, la Comisión de Arquitectura emitió su dictamen: por unalado, rechazaba los dibujos por “incorrecciones en lo material y falta de buengusto”42, y por otro, después de evaluar el segundo proyecto remitido por elarquitecto americano, lo rechazaba por idénticas razones y elegía al arquitectoy académico Manuel Martín Rodríguez para “formar los nuevos planos”43. LaAcademia decidió, por tanto, encargar el proyecto al mismo arquitecto que en1791 había adjudicado la reforma de la catedral de Santiago de Cuba quien,en ese momento, aún estaba realizando los correspondientes planos y dibujos.Sin embargo, y a pesar del cúmulo de trabajo asumido por Martín Rodríguez,éste aceptó el encargo, provocando con esta decisión una dilación de más dediez años en el expediente administrativo y, consecuentemente,en el procesoconstructivo del templo colombiano.

Ante tan injustificable demora en la presentación de los planos ydiseños por Manuel Martín, el rey, en 1802, emitió una real orden donde urgíaa “evacuar un informe” al respecto44. Como consecuencia de la intervencióndelmonarca, la Academia mandó recopilar toda la documentación generadapor este asunto hasta el momento, con el fin de adjudicar de nuevo el proyectoa otro arquitecto. En el transcurso de estas actuaciones, dos nuevos diseñosfueron enviados por Antonio García a la Comisión de Arquitectura, los cualesserían nuevamente rechazados, esta vez por “su deformidad y malgusto”45.Debido a este acontecimiento, la institución se vio obligada a aceleraraún más el proceso e, incluso, determinó que se realizara una investigaciónpara depurar responsabilidades en caso de probarse la negligencia de MartínRodríguez. Finalmente, en mayo de 1803, el expediente compuesto de “unaprecio en un pliego, dos planos reprobados y un testimonio de 98 hojasútiles” fue entregado al arquitecto Juan Antonio Cuervo, quien había sido“nombrado para la formación de planos de la santa iglesia catedral que se ha no acomodan en todas sus partes a la localidad, que exige fábricas de madera bien trabada yenlazada sobre horcones, cuyo ancho y altura, por ejemplo, no permiten las circunstancias quecorrespondan matemáticamente al largo de aquellas”, en ANGULO IÑIGUEZ, Diego, Op. Cit., pp.136 y 137.

41 Carta de Silvestre Collar al secretario de la Academia de San Fernando, IsidoroBosarte, del 3 de julio de 1794. Expediente de la Catedral de Popayán. (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

42 Primer libro de actas de las juntas de comisiones de arquitectura, sesión número 113celebrada el día 16 de julio de 1794. (R.A.B.A.S.F., 3/139).

43 Documento firmado por Luis Paret, vicesecretario de la Academia, confirmando elacuerdo tomado en la reunión de la Comisión de Arquitectura, 17 de julio de 1794. Expedientede la catedral de Popayán (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

44 De esta manera quedaba reflejado en una carta de Silbestre Collar a IsidoroBosartede 3 de octubre del mismo año. Expediente de la Catedral de Popayán. (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

45 Junta de 2 de marzo de 1803, primer libro de actas de las juntas de comisiones dearquitectura (R.A.B.A.S.F., 3/139).

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de construir en la ciudad de Popayán, en el Reino del Perú”46. Después de loocurrido, el Consejo de Indias consideró necesario aclarar a Cuervo ciertosaspectos que debían ser tenidos en cuenta para la realización del proyecto: losnuevos diseños debían ser “muy sencillos, los nuevos costos que se pueda yacomodados a la poca inteligencia y conocimiento de los que han de reducir aexecución, encargándose la brevedad respecto de la urgencia”. Por fin, en1805, resueltos los pequeños inconvenientes surgidos entre las distintasinstituciones, Juan Antonio Cuervo presentaba a la Comisión de Arquitecturaun proyecto de siete hojas que “hallándolos tan bien [los diseños], la comisiónconforme con los borradores vistos en su junta de 28 de febrero anterior, losaprobó completamente”47.

Figura 5: Manuel Martín Rodríguez.Proyecto de la catedral de Santiago de Cuba (alzado de la fachada). 1798

El nuevo proyecto de la catedral de Cuenca, sin embargo, inició suandadura a partir de una petición directa hecha por el cabildo de la ciudad alas autoridades de la metrópoli. En ningún momento éste presentó proyectoalguno para edificar el conjunto de la catedral, seminario conciliar y palacioepiscopal. Únicamente, desde un principio, dejó aclarado, que para laformación de los planos que han de hacerse, ha de considerarse la superficiedel terreno - que es de extensión de una cuadra, “que aquí son de ciento veintevaras castellanas” – y la situación de cada uno de los edificios en el mismo, asícomo sus distribuciones internas y los materiales dispuestos para suconstrucción48. Tras un período de estudio, la Comisión de Arquitectura de laAcademia nombraba, el 22 de septiembre de 1790, a Pedro Arnal para “eldesempeño de este honroso encargo”49. No obstante, de nuevo el desinterés delos arquitectos académicos por los proyectos americanos vuelve a quedarpatente cuando, un año después del nombramiento de Arnal, el vicesecretariode la Academia, José Moreno, se vio obligado a recriminar al mismo por la

46 Carta del Consejo de Indias a Juan Antonio Cuervo, 8 de mayo de 1803. Expedientede la Catedral de Popayán. (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

47 Sesión número 200 de la junta de 30 de marzo de 1805, primer libro de actas de lasjuntas de comisiones de arquitectura (R.A.B.A.S.F., 3/139).

48 Copia de la carta original enviada por el obispo de Cuenca al Consejo de Indias, 21 dediciembre de 1797. Expediente de la ciudad de Cuenca en el Reyno de Quito sobre construcciónde la Iglesia Catedral, Seminario Conciliar y Palacio Episcopal, y execución de nuevos diseñospara estas obras por un Arquitecto Académico de esta de San Fernando (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

49 Sesión número 69 de la junta celebrada el 22 de septiembre de 1790. Primer libro deactas de las juntas de comisiones de arquitectura (R.A.B.A.S.F., 3/139).

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demora en la entrega de los correspondientes diseños. Tuvieron que pasarsiete años, durante los cuales se solicitaron nuevos informes a la diócesis deCuenca, para que fuese relegado del proyecto Arnal y fuera nombrado unnuevo arquitecto. Conforme con esta decisión, el primero de junio de 1798, elmonarca promulgaba un real orden donde se hacía público el encargo alacadémico Manuel Martín Rodríguez. A pesar de que por estas fechas elmismo arquitecto estaba encargado, como ya hemos señalado, de larealización de los diseños de las catedrales de Santiago de Cuba y de Popayán,no renunció a ocuparse de este nuevo proyecto. Por ello, cuando todo parecíadesarrollarse de forma normal, la incertidumbre aparece de nuevo en lamarcha del mismo, sobre todo por la tardanza en la entrega de los oportunosdiseños. A partir de entonces, se cursaron numerosas cartas al arquitecto porparte de las autoridades académicas solicitando explicaciones por el largotiempo transcurrido desde el encargo y sobre la viabilidad de llevar a términoel proyecto. A resultas de estos trámites y consultas, se decidió volver aadjudicar la obra a otro arquitecto. El 2 de diciembre de 1805, se emitió unareal orden50 donde- dando explicación de lo ocurrido hasta ese momento ydebido ala actitud de Martín Rodríguez, “que resulta estar entorpeciendo estetan grave y urgente asunto”51- se decretó que la Academia “nombre facultativode su confianza que desempeñe este encargo, supuesto que Rodríguez nopuede desempeñarlo”. A tenor de todo ello, se decidió ofrecer el encargo aAntonio Aguado52 quien en julio de 1806 presentaba a examen de la Comisiónde Arquitectura seis diseños “en borrador” y, en noviembre del mismo año,otros nueve “en limpio”, los cuales fueron aprobados“en todas sus partes,como así consta de los Libros de Acuerdos de la Academia” 53. Sin embargo,como en los dos casos anteriormente descritos, el nuevo proyecto nunca sellegó a construir y el obispado de Cuenca tuvo que esperar casi un siglo paradisponer de una nueva catedral, construida entonces de acuerdo a un estiloneobizantino, en sintonía con los modelos aportados por el historicismoeuropeo contemporáneo.

Aunque las ideas clasicistas fueron tomando auge a partir de lasegunda mitad del siglo XVIII, la resistencia a los modelos impuestos por laAcademia fue larga y obstinada en las colonias americanas. Las diferenciasacerca de un mismo proyecto constatadas entre las autoridades y técnicosamericanos y los de la metrópoli, no respondían únicamente a un problema decomunicación, derivado de la enorme distancia que separaba a ambos centros;se debían, sobre todo, a un problema de diacronía - dilatándose sin causajustificada los expedientes y el desarrollo de los correspondientes proyectos,hasta el punto de no llegar a construirse – y a la falta de sintonía entre dosrealidades diferentes, a veces opuestas. Ello explica, en buena medida, elescaso número de expedientes instruidos por la Real Academia de Bellas Artes

50 Real orden de 2 de diciembre de 1805 para que la Academia nombre un profesor de

Arquitectura que forme planos, para una Iglesia Catedral, Seminario Conciliar y Palacio Arzobispalen la Ciudad de Cuenca Reyno de Quito (R.A.B.A.S.F., 61-1/5).

51 En la misma real orden se explica que el propio Manuel Martín Rodríguez llegó a decirque con respecto a los diseños “ni los comenzó durante su permanencia en Madrid, ni los puedelevantar ahora por sus ocupaciones”.

52 La junta particular creada para resolver los problemas surgidos en torno al proyectode Cuenca comunicaba, el 10 de mayo de 1806, a Antonio Aguado que “ha tenido a bien denombrar a V.S. para la formación de los expresados planos, cuyo encargo espera evacuara conla brevedad posible”. Expediente de la ciudad de Cuenca... (R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

53 Informe de Isidoro Bosarte, 3 de julio de 1806; carta del propio Antonio Aguado aIsidoro Bosarte de 4 de noviembre del mismo año y certificación de Jose Luis Munarriz,secretario de la Academia, donde se refiere a la labor del arquitecto académico. Expediente de laciudad de Cuenca...(R.A.B.A.S.F., 32-5/2).

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de San Fernando procedentes de las colonias y el rotundo rechazo de losmismos, máxime si se compara con los más de tres mil expedientes,informados por la institución entre 1786 y 1805, correspondientes al territoriopeninsular. La vinculación de la arquitectura americana a los más variadostipos, modelos y recursos ornamentales del Barroco y la incapacidadmanifiesta de los arquitectos, maestros de obras y oficiales al cumplimentar“adecuadamente” los trámites impuestos por la Corona – que además dedemorarsine die los expedientes administrativos y la ejecución de losrespectivos proyectos, suponía, de hecho, el desmantelamiento de laorganización gremial a la que pertenecían -fueron tan sólo algunos de losaspectos que explican este fenómeno. No menos determinante fue, al respecto,la falta de interés manifestada por los arquitectos académicos en la resoluciónrápida y eficaz de los expedientes americanos y su limitada sensibilidad haciaciertos aspectos singulares, técnicos y formales, que habían caracterizado a laarquitectura colonial, que durante siglos había servido de excelente vehículode expresión de los más variados intereses de la monarquía española.

Figura 6: Pedro Fernández.Proyecto para la catedral de Santiago de Cuba (planta). 1802

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Ilustraciones

1.Ventura Buzeta. Plano de localización de la antigua y nueva catedral deCuba. 1779.

2.Antonio García. Proyecto de la catedral de Popayán, Colombia (planta).1786.

3.Antonio García. Proyecto de la catedral de Popayán, Colombia (secciónlongitudinal). 1786.

4.Manuel Martín Rodríguez. Proyecto para la catedral de Santiago de Cuba(planta). 1798.

5.Manuel Martín Rodríguez. Proyecto de la catedral de Santiago de Cuba(alzado de la fachada). 1798.

6.Pedro Fernández. Proyecto para la catedral de Santiago de Cuba (planta).1802.