Ensayo - Homo sapiens - Homo ciborg Versión lectura

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HOMO SAPIENS – HOMO CIBORG: REFLEXIONES SOBRE EL CARÁCTER TÉCNICO DE NUESTRAS CULTURAS

Por Álvaro Monterroza Ríos Profesor Facultad de Artes y Humanidades

ITM

Homo Sapiens es, sin duda, un ser distinto a los demás animales de la tierra y lo más probable es que esos rasgos distintos surjan por la versatilidad de nuestra cultura y nuestra técnica, a tal punto que se han vuelto prótesis para interactuar con nuestro medio, nuestro entorno y con nosotros mismos y los demás.

La idea de seres ciborg no es nueva, Andy Clark (2003) y Donna Haraway (1995) han utilizado este símil para describir características de seres biotécnicos que se transforman a sí mismos transformando el mundo, o para describir a los seres de las identidades híbridas de un mundo globalizado y multicultural. Sin embargo esta vez usaré la idea de ciborg más cercana a la del filósofo español Fernando Broncano (2009) en la que equiparamos el Homo Sapiens como un ser híbrido natural y técnico-cultural desde sus más ancestrales orígenes.

Los humanos tenemos ciertas capacidades biológicas distintas a otros mamíferos superiores, incluso a los primates cercanos a nuestra especie. Recordemos que el Homo Sapiens -y nuestros demás antepasados homínidos- se distinguen por el gran tamaño del cerebro en relación con la masa corporal y la forma bípeda de locomoción que liberó las manos. Estas características biológicas, aparentemente simples, fueron determinantes para la aparición de la asombrosa evolución cultural y técnica que transformó para siempre la realidad y la forma de ser en el mundo de nuestra especie. Permitieron a los humanos crearse individual y

colectivamente un mundo mental de imaginaciones y fantasías que irían transformando continuamente nuestra propia forma de desenvolvernos. Poseemos un cerebro extremadamente flexible que se adapta a tareas muy variadas ante cualquier regularidad que presenta el medio. Como dice Fernando Broncano, “la sociedad y el medio técnico son la fuente más importante de regularidades que conforman física y arquitectónicamente nuestro cerebro”. (2006, pág. 27). Lo sorprendente es que esas regularidades ambientales son principalmente artificiales, fruto de las mentes, la cultura y las acciones técnicas de los propios humanos. Interactuamos con el mundo a través de prótesis culturales y técnicas que a la vez fueron creadas por nuestras capacidades mentales.

Los seres humanos conformamos a través de símbolos y artefactos las relaciones sociales, técnicas y artefactuales que tallaron las características humanas más sobresalientes tales como: el lenguaje, la moralidad, los valores, las creencias, la racionalidad y la misma técnica. Estas

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características a su vez retroalimentaron nuestros mundos artificiales, a través de la actividad creativa que configuró continuamente nuestro entorno. En este sentido, Broncano tiene razón cuando dice que, lo “natural” de nuestra especie sería lo “artificial”, si entendemos lo artificial como un invernadero que permite tener una vida parcialmente desacoplada del mundo natural en que la naturaleza humana reproduce sus propias condiciones de existencia. (Broncano, 2009, pág. 30)

La diferencia que notamos con otras ideas de ciborg, (sea del cine, la literatura o la cibernética) es que los seres humanos no somos sólo seres hábiles que nos apoyamos en nuestro medio técnico y lo alejamos cuando queramos, sino que somos seres híbridos entre lo biológico y lo técnico, una especie de ciborg, productos de la naturaleza y la tecno-cultura. Por esto, nuestros patrones de conducta se adaptan a un medio dentro del cual nos es muy difícil distinguir qué es artificial y qué no los es (Monterroza, 2011, pág. 25) . Así como lo afirmaba José Ortega y Gasset (1982), somos seres esencialmente técnicos, seres que no sólo están allí en la naturaleza padeciéndola, sino que buscamos satisfacer los deseos imaginados de nuestras mentes, más que las propias necesidades biológicas que rigen en la naturaleza. Por ello, no tenemos un medio ambiente natural propio, sino un entorno artificial el cual fue creado con símbolos y artefactos, ese entorno es nuestra cultura material.

En un sentido laxo, la cultura y la técnica son dos caras de la misma moneda, es decir, dos manifestaciones que caracterizan rasgos ancestrales provenientes de las extraordinarias capacidades técnico-mentales de nuestra especie. Observamos que nuestro universo simbólico cultural depende en gran parte de realizaciones técnicas materiales y la técnica a su vez depende de nuestros símbolos. Ejemplos entre la relación entre

la cultura y la técnica existen muchos, pero uno muy significativo es la escritura. Las culturas que lograron desarrollar un lenguaje escrito (en un sustrato material, ya sea en piedras, papiros o papel) lograron extender su cultura mucho más en el espacio y en el tiempo que si sólo se hubieran quedado en la oralidad. Estos artefactos establecen en conjunto con los humanos, nuevas estructuras que son el medio para que un individuo desarrolle capacidades y habilidades que no lograría en un contexto diferente. De este modo, como dice Broncano, los artefactos no solamente incorporan cultura, sino que materialmente son capaces de cambiar mentes que crean y transmiten cultura. (Broncano, 2006, pág. 91)

Hasta el momento sólo hemos desarrollado el concepto de técnica como las técnicas primigenias que dieron lugar a las distintas culturas humanas en el planeta, pero qué sucede con la tecnología moderna. ¿La tecnología moderna es fundamentalmente distinta a las técnicas ancestrales? Muchos filósofos de la técnica estarían de acuerdo en afirmar que la técnica es una práctica cultural fundamental en todas las comunidades humanas, sin embargo, cuando se refieren a la técnica moderna (es decir, a la tecnología), las opiniones suelen dividirse. Autores como Martin Heidegger (1953), Lewis Mumford (1967) o Jacques Ellul (1954) opinarían que la tecnología o técnica moderna nada tiene que ver las técnicas artesanales y ancestrales, y en este sentido, la tecnología moderna ha negado o reemplazado los rasgos humanos más sobresalientes. Pero al evaluar con cuidado estos juicios, es difícil sostener que la tecnología moderna sea menos “humana” que las técnicas ancestrales, veamos por qué:

Los historiadores de la técnica estarían de acuerdo en afirmar que desde los inicios de las civilizaciones humanas han existido herramientas, máquinas y planes racionales. Según Miguel Ángel Quintanilla,

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la historia de las civilizaciones es la historia de sus técnicas y sus grandes realizaciones: la agricultura, la ganadería, el transporte, la guerra y el control de la organización social (Quintanilla, 1998, pág. 15). Desde la aparición de las primeras civilizaciones, después de la llamada revolución neolítica, han existido máquinas, en el sentido de dispositivos capaces de transformar formas de energía disponibles en la naturaleza para realizar trabajo útil de carácter mecánico. Incluso, afirma Miguel Ángel Quintanilla, desde la antigüedad se han escrito tratados teóricos acerca de la construcción y funcionamiento de dispositivos mecánicos, no sólo de las técnicas primitivas relacionadas exclusivamente con la supervivencia, sino también de complejas técnicas artesanales y teorías abstractas de carácter tecnológico que han hecho parte de la experiencia y la cultura humanas. Sin embargo, lo que hoy entendemos por tecnología y el papel que esta juega en la actualidad, es algo completamente diferente a lo ocurrido en épocas anteriores. (Quintanilla, 1998, pág. 16)

Los rasgos más diferenciadores entre las técnicas artesanales y la tecnología industrial aparecieron en las revoluciones industriales del siglo XVII y XIX sucedidas en Europa y en Norteamérica. En este periodo se dieron cambios tales como: la sustitución de herramientas por máquinas, la introducción de nuevas fuentes de energía, la división y organización del trabajo en fábricas y principalmente la aparición del diseño. Entonces ¿aun es válido el símil de ciborg para los seres humanos que viven posteriormente a estas revoluciones tecnológicas? Mi respuesta es afirmativa. Considero que la tecnología moderna es una manifestación contemporánea de nuestros rasgos técnicos. La tecnología moderna una de las principales dinamizadores de la cultura contemporánea, transforma permanentemente nuestros hábitos, imaginarios, relaciones sociales, leyes,

espacios de participación política e incluso creencias y valores.

La ciudad es la selva de los ciborg, dice Broncano (2009), nuestros cuerpos contemporáneos se acoplan a los mecanismos internos y sus ritmos del entorno que es, más que nunca, material, técnico y simbólico. Lo notamos cuando interactuamos con prendas, anteojos, relojes, pantallas, teléfonos móviles, etc. Muchos de estos artefactos y el sistema que subyace detrás de estos se han vuelto parte de nuestra corporalidad y que sólo nos damos cuenta de su existencia cuando nos hacen falta. ¿Han imaginado siquiera un día completo en la ciudad sin electricidad? Nuestros ritmos de vida van al compás de la ciudad, en la que el tiempo y el espacio están regidos con los patrones de nuestros símbolos y artefactos. Al tener en cuenta estos aspectos es difícil imaginar que tecnología actual no es una manifestación contemporánea de nuestro carácter técnico.

La valoración si es bueno o malo el desarrollo tecnológico contemporáneo escapa a los alcances de este ensayo, pero lo que si es preciso aclarar es que al ser la tecnología una manifestación humana no es autónoma ni es un destino inevitable -aunque es cierto que algunos agentes tengan más poder que otros-. Ese determinismo tecnológico, típico de los tecno-apocalípticos por un lado y de los hiper-optimistas del otro, poco ayuda a reflexionar sobre las amplias posibilidades

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de un futuro abierto. Es posible que logremos un desarrollo tecnológico sustentable y cierta estabilidad política, pero también es posible que nos extingamos en guerras tecnológicas o que nuestra cultura colapse con un detrimento ambiental, todo dependerá de las acciones colectivas. El fenómeno tecnológico es un campo de posibilidades y oportunidades que se pueden aprovechar o no, pero que nunca podrá estar por fuera de las decisiones colectivas del presente.

Bibliografía

Broncano, F. (2006). Entre ingenieros y

ciudadanos. Filosofía de la técnica

para días de democracia. Madrid:

Montesinos.

Broncano, F. (2009). La melancolía del

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Clark, A. (2003). Natural-Born Ciborgs.

Minds, Technologies and the Future

of Human Intelligence. Oxford:

Oxford University Press.

Ellul, J. (1954). La edad de la técnica (2003

ed.). Barcelona: Octaedro.

Haraway, D. (1995). Ciencia, cyborg y

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Heidegger, M. (1953). La Pregunta por la

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(1994 ed., págs. 9-37). Barcelona:

Ediciones del Serbal.

Monterroza, A. (2011). Artefactos técnicos.

Un punto de vista filosófico.

Medellín: Fondo Editorial ITM.

Mumford, L. (1967). El mito de la máquina.

Técnica y evolución humana (vol. 1)

(2010 ed.). Logroño: Pepitas de

Calabaza.

Ortega y Gasset, J. (1982). Meditación de la

Técnica y otros ensayos sobre la

ciencia y la filosofía (1982 ed.).

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Quintanilla, M. Á. (1998). Técnica y Cultura.

En J. A. López Cerezo, J. L. Luján, &

E. García Palacios, Filosofía de la

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Organización de Estados

Iberoamericanos.

Imágenes: Massai Warrior. Disponible en http://africaexpatwivesclub.blogspot.com/2010/09/masai-and-movies.html Granada – España Disponible en: http://www.casaillora.com/sp_Historia+de+Granada+-+despues+los+Musalmanes.html