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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Laura NAVARRETE MAYA. «Ensayo de un crimen» parte fundam... - Ensayo de un crimen parte fundamental de la novela policíaca mexicana Laura Navarrete Maya UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO REFLEXIONAR SOBRE ENSAYO DE un crimen 1 , novela policial de Rodolfo Usigli, a más de 55 años de su primera edición, resulta un ejercicio interesante; no sólo porque ahora, se la considera una de las novelas más importantes del género, iniciado en México en los años cuarenta, época en la que se le explotó por primera vez de manera sistemática, sino por razones que ofrecemos más adelante. Esta obra pasó casi inadvertida cuando apareció por primera vez bajo el sello de la editorial América. Es la única novela del dramaturgo ya reconocido para ese época, como autor y director teatral, crítico de cine, estudioso de la literatura, traductor e impulsor de movimientos culturales. 2 Para algunos estudiosos 3 es una de las mejores novelas del género policial; para María El vira Bermúdez, quien lo analizó y cultivó, no es una obra estrictamente policial, aunque le reconoció sus méritos 4 ; lo mismo hace Eugenia Revueltas, quien dice al respecto: lo que hace no canónigo al texto de Usigli es que, siendo la narración criminal el eje narrativo de la novela, la trama no criminal, la de las interrelaciones de personajes, la de crítica de costumbres, hace que el peso específico de la narración se concentre en el estudio psicosocial de la sociedad mexicana posrevolucionaria, arribista, corrupta, cursi, dependiente y malinchista y en el protagonista, producto de esa sociedad. 5 Quizá ese hecho, el de no cumplir rigurosamente con lo que se suponía eran las reglas del género, ha acabado por ser una de las virtudes de Ensayo de un crimen, pues le ha dado originalidad y permanencia. Como decía Bertolt Brecht: la novela policial 1 Rodolfo Usigli, Ensayo de un crimen, México: América, 1944.- Otra ed. México: Aguipr!León y Cal Editores, 2000. Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez, Diccionario de escritores mexicanos, México: UNAM, 1967, pp. 393-395; Aurora M. Ocampo y Laura Navarrete Maya, «Aportación bibli'3gráfica. Rodolfo Usigli», Literatura Mexicana, México: UNAM, XI.l, 2000, pp. 455-506. Ilán Stavans, «Rodolfo Usigli», Antihéroes. México y su novela policial, México: Mortiz, 1993, pp. 97-103; Enrique Serna, «Los frutos del divorcio» [Relaciona la novela y la película], La Jorni¡da Semanal, Supl. del diario La Jornada, México, 15 de marzo, 1998, pp. 4-5. 5 Citada por Ilán Stavans, op. cit, p. 97. Eugenia Revueltas,«La novela policiaca en México y en Cuba», Cuadernos Americanos, México, enero-febrero, 1987, p. 15. 473 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Ensayo de un crimen parte fundamental de la novela policíaca mexicana

Laura Navarrete Maya UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

REFLEXIONAR SOBRE ENSAYO DE un crimen 1, novela policial de Rodolfo Usigli, a más de 55 años de su primera edición, resulta un ejercicio interesante; no sólo porque ahora, se la considera una de las novelas más importantes del género, iniciado en México en los años cuarenta, época en la que se le explotó por primera vez de manera sistemática, sino por razones que ofrecemos más adelante. Esta obra pasó casi inadvertida cuando apareció por primera vez bajo el sello de la editorial América. Es la única novela del dramaturgo ya reconocido para ese época, como autor y director teatral, crítico de cine, estudioso de la literatura, traductor e impulsor de movimientos culturales.2

Para algunos estudiosos3 es una de las mejores novelas del género policial; para María El vira Bermúdez, quien lo analizó y cultivó, no es una obra estrictamente policial, aunque le reconoció sus méritos4; lo mismo hace Eugenia Revueltas, quien dice al respecto:

lo que hace no canónigo al texto de Usigli es que, siendo la narración criminal el eje narrativo de la novela, la trama no criminal, la de las interrelaciones de personajes, la de crítica de costumbres, hace que el peso específico de la narración se concentre en el estudio psicosocial de la sociedad mexicana posrevolucionaria, arribista, corrupta, cursi, dependiente y malinchista y en el protagonista, producto de esa sociedad.5

Quizá ese hecho, el de no cumplir rigurosamente con lo que se suponía eran las reglas del género, ha acabado por ser una de las virtudes de Ensayo de un crimen, pues le ha dado originalidad y permanencia. Como decía Bertolt Brecht: la novela policial

1 Rodolfo Usigli, Ensayo de un crimen, México: América, 1944.- Otra ed. México: Aguipr!León y Cal Editores, 2000.

Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez, Diccionario de escritores mexicanos, México: UNAM, 1967, pp. 393-395; Aurora M. Ocampo y Laura Navarrete Maya, «Aportación bibli'3gráfica. Rodolfo Usigli», Literatura Mexicana, México: UNAM, XI.l, 2000, pp. 455-506.

Ilán Stavans, «Rodolfo Usigli», Antihéroes. México y su novela policial, México: Mortiz, 1993, pp. 97-103; Enrique Serna, «Los frutos del divorcio» [Relaciona la novela y la película], La Jorni¡da Semanal, Supl. del diario La Jornada, México, 15 de marzo, 1998, pp. 4-5.

5 Citada por Ilán Stavans, op. cit, p. 97. Eugenia Revueltas,«La novela policiaca en México y en Cuba», Cuadernos Americanos,

México, enero-febrero, 1987, p. 15.

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tiene un esquema pero su fuerza radica en la variación de elementos más o menos establecidos, lo que le llega a conferir un carácter estético.6 La ruta a seguir es variable e imprevisible, aunque parezca una literatura en la que todo está calculado.

Ensayo de un crimen no es una novela complaciente ni de lectura fácil como suponen algunos que deben ser las obras del género, escritas «para pasar el rato» y dirigidas a un público popular; pese a ello, logra atrapar a sus lectores de principio a fin. En la obra de Usigli se maneja con gran destreza otra de las características del género, su función lúdica7

; dicha función se desarrolla en la trama, donde el juego de azar (el póker en la casa de Asuara o en la de las Cervantes y el Bridge en la del conde), es una de las líneas conductoras de la anécdota; el azar parece ser determinante en la obra; aunque paradójicamente, el autor nada deja a éste. A la vez, está presente al despertar en el lector el interés por descubrir las redes ocultas de la historia o por saber hacia donde conducen las pistas que ofrece de continuo.

Los estudiosos de la literatura policial señalan como elementos de la misma, la existencia de un conflicto (enigma), que debe resolverse mediante una investigación o a partir del adecuado manejo del suspenso, cuya tarea es entretener al lector y no dejarlo ir. Los otros elementos que constituyen la fórmula son: el héroe o detective, la o las víctimas y el villano o asesino, quienes protagonizan el conflicto y deben resolverlo.

Usigli plantea en Ensayo de un crimen el enigma casi desde las primeras páginas, cuando Roberto de la Cruz asume que quiere cometer un crimen, un crimen perfecto, sin violencia y sin vulgaridades, un crimen gratuito; porque «Él, señala, no es un hombre como todos, tiene un destino; él será un gran criminal o un gran santo.»8 Y también enfatiza, paradójicamente, que no puede haber un crimen perfecto porque para ello se necesita que nadie se entere y si eso ocurre, entonces el crimen y su autor pierden su razón de ser. Stavans dice al respecto: «. .. De la Cruz es similar a Rashkolnikov, de Crimen y castigo, porque mata pensando en la humanidad y rinde tributo a De Quincy, porque lo marea la sangre y aborrece la violencia ... »9

Conforme avanza la narración ocurren varios crímenes en los que están involucrados Roberto de la Cruz, el ex inspector Herrera, Luisito y otros, «supuestos» enemigos de las víctimas. En el caso del primer asesinato, el de Patricia Terrazas, De la Cruz insiste en declararse culpable de algo que no hizo y, después, inculpa a otro que cree es el asesino, para salvarse de ir a las Islas Marías. En el segundo crimen, está convencido de haber matado al conde Schwartzemberg, pero nadie descubrió el hecho debido a que ocurre un incendio en el lugar y el conde casi quedó incinerado. Finalmente, logra cometer un asesinato, el de su esposa, la Nena Cervantes, tal como él no lo quiso ni lo planeó, marcado por la violencia y el descrédito de ser un vulgar asesino pasional.

Roberto de la Cruz alzó y bajó el brazo derecho. No hubo un grito. Entonces, sin intención, el brazo del hombre repitió el movimiento, una, dos, tres, cuatro, cinco,

6 Citado por Desiderio Navarro, «La novela policial y la literatura artística», Texto Crítico, Xala~, Ver. [México] enero-junio, 1980, p. 141.

En el caso de las novelas policiales estamos ante obras en las que por regla general, la función dominante no es la estética, sino la función lúdica ... Desiderio Navarro, op. cit., pp. 135-148. 8

9 Rodolfo Usigli, op. cit., p. 12. llán Stavans, op. cit., p. 99.

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seis, siete, ocho, nueve, diez, once veces, y se detuvo en el aire, dejando caer la . 10 navaja ...

Con estos crímenes ocurridos a lo largo de la novela puede decirse que hay un criminal en Roberto de la Cruz; es decir, alguien que desea transformar su fantasía en una realidad y, sin embargo, cuando cree matar o mata, no recibe su castigo conforme al esquema justiciero del género, sino que es enviado a un manicomio. El jefe de investigaciones infiere que lo contado por De la Cruz al entregarse es producto de su imaginación; ni siquiera cree que desconocía el engaño de su esposa, móvil al que se atribuyó el crimen que cometió. En todos los crímenes, en los que está involucrado, la casualidad parece determinar el derrotero de su vida.

Las víctimas elegidas por él son seres «despreciables» que no merecen vivir, decía él. Patricia era estrafalaria, escandalosa, pervertida; el conde, además de todo eso era homosexual. El mismo Herrera le advirtió: aléjese de ellos porque sólo le acarrearán problemas; mas Roberto de la Cruz lo ignora y dedica mucho tiempo a planear e intentar cumplir su obsesión: librar a la sociedad de seres como ellos, apartados totalmente de la norma.

En la historia hay un justiciero: el ex inspector Herrera, quien se mueve en un ir y venir continuo y se inmiscuye en la escena cuando menos se le espera e introduce nuevas pistas. Conforme avanza la trama, De la Cruz va del disgusto y del enojo a terminar por acostumbrarse a su presencia, en ocasiones providencial, sin darse cuenta de que actúa como el perseguidor del verdadero asesino, quien siempre está cerca de Roberto de la Cruz y sus prospectos de víctimas; incluso, es amante de ambos.

A lo largo de la obra, parece que Herrera persigue a Roberto de la Cruz, quien lleva el hilo conductor de la anécdota, pero en realidad anda tras la pista de Luisito, un vividor, quien también aparece en las distintas partes del relato.

Valentín Herrera «Un hombre de mediana estatura, delgado, de pelo ralo, nariz un tanto curvada sin llegar a ser aguileña, ojos redondos, pequeños y brillantes ... » 11

; figura en la crónica del crimen en México, dice de la Cruz, y a ello añade Asuara: sí, aparece en ella como un policía de gran capacidad y de pocos escrúpulos .

.. . es el de los supuestos contrabandos de droga, el supuesto comprador de chueco, el supuesto autor intelectual de falsos atentados políticos ... el mayor romántico de todos. Se le metió en la cabeza convertir a los ladrones en policías: no lo com¡ren-dieron, y lo peor fue que entonces los policías se convirtieron en ladrones ... 1

Al final de la novela, tal como lo fijan las reglas, Herrera atrapa a Luisito, el verdadero asesino y lo entrega a la justicia. Él si cumple con el perfil del criminal, pese a su figura aliñada y sus delicadas características; es un ser despreciable y majadero que roba y abusa de sus víctimas.

¿No lo reconoce?-preguntó el ex inspector Herrera-. Usted fue en realidad quien

:~ Rodolfo Usigli, op. cit., p. 195. 12 Ibidem, p. 17.

Ibidem, pp. 17-18.

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me puso sobre la pista definitiva ... Es un demonio, como buen representativo de la jotería. Cuando sintió que le llegaba la lumbre a los aparejos, se vino acá pensando en hacerse pasar por loco, pero no le valió conmigo ... 3

Hasta aquí podemos suponer que Ensayo de un crimen responde a todos los elementos del esquema policial: tres víctimas (Patricia, el conde y la Nena Cervantes), un detective (Herrera), un asesino que se entrega (Roberto de la Cruz), un falso criminal (Asturias) y un asesino atrapado al final (Luisito) y, desde luego, toda una intriga que mantiene atentos a los lectores.

Para mantener el suspenso se apela a varios recursos. Ilán Stavans dice al respecto: el éxito de la novela policial se logra mediante el manejo dosificado de datos y secretos. 14

Usigli conoce esto y de entrada da pistas recurrentes, que son determinantes para conocer la personalidad de Roberto de la Cruz, para saber de sus obsesiones, e incluso, acaba por persuadimos de que es una víctima más de sus traumas de infancia; al relacionar la melodía (El príncipe rojo), con la alteración de su conducta y el deseo de matar. Sin embargo, éstas no coinciden con el verdadero criminal, sino las pistas colaterales, que tienen en la trama menor énfasis, ligadas al juego, la superstición, el azar y la vida oculta de las víctimas.

Tal vez por eso, lo que parece un juego abierto, en analogía con el póker, al plantear en un inicio el deseo de matar por parte de Roberto de la Cruz y hasta el contar como lo piensa hacer, se convierte en un distractor de las verdaderas pistas que aparecen como flashazos en los encuentros «casuales» de Roberto de la Cruz y Herrera. Sin embargo, este manejo descubierto de parte de la trama no le resta fuerza al suspenso, sino que captura la atención del lector, el cual quiere saber si realmente se va a cumplir el planteamiento criminal esbozado o si el destino deparará a los personajes y a él mismo una sorpresa.

El propósito de matar se va transformando en la novela: del deseo de hacerlo por placer, de parte de Roberto de la Cruz, se pasa al crimen por robo y abuso, de parte de Luisito y, al último, al crimen pasional, marcado por la casualidad; puesto que en la narración se descubre la existencia de un marido engañado hasta después del crimen.

El suspenso y el afán de atrapar al lector también se sustenta en el cómo se cuenta la historia. La estructura que la novela policial plantea es lineal, sin embargo, Ensayo de un crimen nuevamente rompe con la norma. Se divide en tres grandes apartados que tienen principio y fin; a la vez, cuenta con capítulos de conexión en los que Roberto de la Cruz medita sobre lo acontecido y da pie al siguiente bloque. Primero se plantea la relación entre Patricia Terrazas y Roberto de la Cruz, la planeación del asesinato, la consumación del mismo y la sanción. Después la relación de nuestro personaje con el conde, el proceso mediante el cual lo acorrala, el crimen y la frustración ante el fallido asesinato. Finalmente, la relación de Roberto de la Cruz con la señora Cervantes y su hija, quienes han figurado en la obra desde la primera parte, el matrimonio, el crimen, la develación del conflicto en general y su solución.

La división de la narración en tres grandes apartados recuerda el folletín (publicado

:! lbidem, p. 216. Ilán Stavans, op. cit., p. 44.

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por entregas y cercano a este tipo de literatura), y la maestría del teatro de Usigli. Pues además de la división encontramos un gran predominio de la puesta en escena y del diálogo. Como presentación a toda acción, Usigli ubica y describe en detalle, como toda narración policial y costumbrista, el lugar y el espacio donde se desarrollará el diálogo, el monólogo o la reflexión de los distintos personajes o del narrador.

Por otro lado, la novela está estructurada en varios planos. En apariencia la historia principal es la de Roberto de la Cruz, un soñador, y sus obsesiones. Otro plano lo constituye la ciudad de México y las andanzas de Roberto por ella, la cual es pintada desde distintos ámbitos: el de la clase alta y su entorno, el de las calles del centro de la ciudad y su bullicio, y el de la vida nocturna de esparcimiento o el bajo mundo y su degeneración. Por otro lado, está la historia de los crímenes, muy bien cuidada por el autor, salpicada en toda la novela y que a la primera lectura pasa inadvertida. Usigli engaña a sus lectores, a quienes engancha con la historia de Roberto de la Cruz, con la recreación de la ciudad de México, con las pistas falsas relacionadas con la música y el juego y, hasta el final, le permite conocer al verdadero criminal y los móviles de los asesinatos.

Ensayo de un crimen es una obra moralizante y cargada de ideología al mismo tiempo que plantea la ruptura del orden y busca restablecerlo. Algunos de sus mecanis-mos, señala María Elvira Bermúdez, son que la mueve el principio de justicia, que va aparejado a la solución del conflicto a partir del castigo del delincuente, 15 Este afán justiciero ocurre en la novela a medias, puesto que Luisito es atrapado por la justicia y Roberto, por el desencanto, como Herrera, quien confiesa: «parece que hay que estar fuera de la policía para ver con claridad las cosas»16

.

Podría decirse que es la historia del crimen, contada desde la perspectiva del narrador, en tercera persona, en la que se privilegia la vida de Roberto de la Cruz, en la que se aporta información sobre la vida de las víctimas y se prefigura su fin, pues como decía el ex inspector Herrera, estaban marcadas por alguna extraña razón, quizá por el destino.

Raymond Chandler decía: «La novela policial que resiste el paso de los años posee invariablemente las cualidades de una buena novela ... » 17 En la literatura mexicana qué mejor ejemplo de esto que Ensayo de un crimen de Rodolfo Usigli.

15 María Elvira Bermúdez, Prólogo a Los mejores cuentos policiales mexicanos, México, Biblineca Mínima, 1955.

17 Rodolfo Usigli, op. cit., p. 214. Citado por Leonardo Padura Fuentes, Modernidad, posmodernidad y novela policial, La

Habana: Eds. Unión, 2000, p. 45.

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