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Analizar los discursos que circulan en nuestra sociedad se ha constituido en el objetivo fundamental y en una clara tendencia de todas las áreas del conocimiento en nuestras universidades. La creciente valoración epistémica del lenguaje y la importancia teórico-metodológica que han adquirido los estudios del discurso en el marco de lo que se conoce como el Giro Lingüístico 1 , explican el objetivo planteado. La pregunta de cómo se analizan textos se ha vuelto una cuestión central para las metodologías de las todas las disciplinas, tanto por la importancia teórica que ha logrado la noción de discurso, como por la toma de conciencia que se ha adquirido ante el hecho de que en el proceso de enseñanza aprendizaje nos enfrentamos a textos, o a signos de diversa naturaleza (no necesariamente lingüísticos), que requieren ser interpretados para su apropiación. Y esa lectura exige análisis. A lo anterior se agrega la opacidad de los discursos. Sabemos que el lenguaje no es transparente, los signos no son inocentes, que el lenguaje muestra, pero también distorsiona y oculta, que a veces lo expresado refleja directamente lo pensado y a veces sólo es un indicio ligero, sutil, cínico. 1 A partir del denominado “giro lingüístico” –acontecido a finales del siglo XIX y principios del siglo XX-, se considera la imposibilidad de pensar más allá de los límites del lenguaje, es decir, sin la mediación del pensamiento intersubjetivamente válido por los signos. “Todo lo que hay que discutir sobre el conocimiento tiene que ver con un lenguaje, por eso lo que no podemos postergar en la educación de todos los niveles son todas aquellas prácticas que favorecen el enriquecimiento lingüístico” (Rolón, Adela. La construcción del conocimiento filosófico. En: http://adelarolon.com.ar/pages/pensamiento/pensamiento- filosofico/la-construccion-del-conocimiento-filosofico.php.

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Analizar los discursos que circulan en nuestra sociedad se ha

constituido en el objetivo fundamental y en una clara tendencia de todas las áreas del conocimiento en nuestras universidades. La creciente valoración epistémica del lenguaje y la importancia teórico-metodológica que han adquirido los estudios del discurso en el marco de lo que se conoce como el Giro Lingüístico1, explican el objetivo planteado.

La pregunta de cómo se analizan textos se ha vuelto una cuestión central para las metodologías de las todas las disciplinas, tanto por la importancia teórica que ha logrado la noción de discurso, como por la toma de conciencia que se ha adquirido ante el hecho de que en el proceso de enseñanza aprendizaje nos enfrentamos a textos, o a signos de diversa naturaleza (no necesariamente lingüísticos), que requieren ser interpretados para su apropiación. Y esa lectura exige análisis.

A lo anterior se agrega la opacidad de los discursos. Sabemos que el lenguaje no es transparente, los signos no son inocentes, que el lenguaje muestra, pero también distorsiona y oculta, que a veces lo expresado refleja directamente lo pensado y a veces sólo es un indicio ligero, sutil, cínico.

1 A partir del denominado “giro lingüístico” –acontecido a finales del siglo XIX y principios del siglo XX-, se considera la imposibilidad de pensar más allá de los límites del lenguaje, es decir, sin la mediación del pensamiento intersubjetivamente válido por los signos.

“Todo lo que hay que discutir sobre el conocimiento tiene que ver con un lenguaje, por eso lo que no podemos postergar en la educación de todos los niveles son todas aquellas prácticas que favorecen el enriquecimiento lingüístico” (Rolón, Adela. La construcción del conocimiento filosófico. En: http://adelarolon.com.ar/pages/pensamiento/pensamiento-filosofico/la-construccion-del-conocimiento-filosofico.php.

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Esta opacidad plantea, entre otros, toda una línea de discusión que abarca problemas de una amplia gama afincados en diversas de disciplinas, que tienen que ver con el lenguaje.

En este contexto es que se considera fecundo brindar a los alumnos ingresantes a las Carreras que se imparten en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan, algunas herramientas básicas de Análisis del Discurso, de manera tal de promover desde el inicio de sus estudios universitarios una postura comprometida con la construcción del conocimiento. Nos consta que es una tarea muy compleja la de descubrir qué hace un texto con lo que dice, porque no estamos habituados a este tipo de análisis. Pero consideramos urgente la toma de conciencia del potencial crítico que conlleva la decodificación de los discursos que circulan en nuestra sociedad, signada por un denso movimiento textual, y una compleja red de sentidos que muchas veces no nos implican.

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EJE Nº 1 Lógica del discurso.

Presupuestos generales de la Lógica del discurso ligado

1-Racionalidad ligada 2-La Semiosis Ilimitada 3-La concepción triádica del Signo 4-La performatividad del discurso. 5-Bibliografía

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Se trata en este eje de presentar algunos presupuestos o indicaciones previas a ser tenidas en cuenta en un primer acercamiento a la línea de análisis de discurso que hemos elegido.

Siendo la pretensión que este curso se enmarque en el horizonte de la lógica del discurso, cabe desarrollar primeramente qué entendemos por tal.

Comencemos por el término lógica.

Nos referimos con tal a todo enfoque que apunte al razonamiento.

Desde la lógica discursiva se entiende por razonamiento “una modalidad de relacionar enunciados que de lugar a alguna clase de inferencias y conclusiones” (Rolón, Adela, 2002, p. 49). Al respecto, sugerimos poner atención a la diferencia entre oración y enunciado.

A diferencia de la primera, un enunciado tiene que ver con una situación enunciativa y necesariamente está ligado a un contexto. Cabe aclarar la diferencia ente texto y discurso según cómo lo vamos a considerar en este Curso.

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Los términos texto y discurso se usan a menudo como si fueran intercambiables, e incluso en algunas lenguas sólo existe uno de los términos. Sin embargo, existe bastante consenso en establecer una diferencia técnica entre estas dos dimensiones. Nos referimos con texto a un conjunto de elementos lingüísticos organizados según reglas de construcción. Mientras discurso es la emisión concreta de un texto, por un enunciador determinado, en un contexto determinado. De ahí que nos vamos a diferenciar de otros enfoques, como la Lógica Formal, que apunta a la investigación de las leyes de un razonamiento sin tener en cuenta su ligazón en el discurso. O, en otras palabras, no vamos a considerar al razonamiento como un mecanismo predeterminado, con leyes aplicables universalmente. Asumimos en este punto uno de los rasgos de la actitud pragmática2, que sugiere enfocar al razonamiento en cuanto éste se articula en un discurso a interpretar.

Es decir, vamos a considerar que “la racionalidad de un texto funciona como una red articulada de enunciados, cuyo interpretante no posee todas las opciones infinitamente posibles, sino que siempre es alguna determinada sobre las que se puede argumentar” (Rolón, Adela, 2002, p. 49). Tengamos en cuenta que no estamos refiriéndonos a “intérpretes”, sino a interpretantes, ya que no se trata de personas o individuos, sino de discursos expandiendo discursos. Es decir, según la lógica del discurso ligado, el interpretante de un discurso es necesariamente otro discurso. Esto es comprensible en el marco de lo que Umberto Eco llama “semiosis ilimitada”, tomando como eje central la concepción triádica del signo, que formula el epistemólogo norteamericano de finales del siglo diecinueve Charles Peirce.

2 Parret, Herman. Semiótica y pragmática. Buenos Aires, Edicial, 1993, p. 20.

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Antes de adentrarnos de lleno en el desarrollo teórico de en qué consisten tanto la semiosis ilimitada como la concepción triádica del signo, les sugerimos realizar las siguientes ejercitaciones a manera de práctica para la apropiación de los contenidos abordados hasta el momento.

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Ese poder fundador del que habla Benveniste ha tomado

muchos nombres. Para este curso introductorio al Análisis del Discurso proponemos enfocarlo a partir de la idea de performatividad. Ésta se explica como la capacidad del lenguaje en uso para instaurar realidades en el mundo. En ese sentido consideramos que el acto performativo implica una dimensión constitutiva del discurso y no un rasgo aleatorio o secundario del funcionamiento de la lengua.

El abordaje de la dimensión performativa del lenguaje humano tiene sus antecedentes en los desarrollos teóricos de lo que se denomina perspectiva Semiótica-Pragmática. Esta perspectiva configura un campo de tratamiento de la cuestión que se basa fundamentalmente en el debate que discute la capacidad del lenguaje de producir efectos o instaurar realidades en el mundo. Otro enfoque lingüístico, el de Saussure, bloquea la posibilidad de especular sobre lo performativo a partir de su concepción binaria del signo. Esta teoría apunta a que el signo es la entidad conformada por el significado y el significante, en el cual el significado es una imagen mental que solamente vive en nuestro cerebro y es independiente de los referentes externos a nosotros, y en el que el significante es la forma material que asume el signo (no siempre es lingüístico, puede ser una imagen). Pero la Filosofía del Lenguaje, desde los planteos de Peirce, Austin, Searle, Van Dijk y otros, instala en el pensamiento

"El lenguaje reproduce el mundo, pero sometiéndolo a su propia organización. Es logos,

discurso y razón al mismo tiempo como lo vieron los griegos. Lo es por el hecho mismo

de ser lenguaje articulado, consistente en una disposición orgánica de partes, en una

clasificación formal de los objetos y los procesos. (...) Es, en efecto, en y por la lengua

como individuo y sociedad se determinan mutuamente. El hombre ha sentido siempre -y

los poetas a menudo lo han cantado- el poder fundador del lenguaje, que instaura una

realidad imaginaria, anima las cosas inertes, hace ver lo que aún no es, devuelve aquí lo

desaparecido." (Benveniste, 1963)

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occidental una concepción ternaria del proceso del signo que más allá de las disputas entre lingüistas y semiólogos, nos permite comprender el acto de construcción de sentidos como una teoría del lenguaje como productor de efectos.

De ese modo, el desarrollo de estas propuestas nos introduce

en el planteo de la actividad o de la acción como una dimensión inherente al lenguaje, en donde la dimensión social del lenguaje, dejada de lado por otras perspectivas, es recuperada. El signo, apartado de su vida social y recluido al ámbito estricto del sistema de la lengua, se nos revela como carente de sentido. El signo asume su función como generador de sentido, sólo instalado en la vida social, no antes. Si sostenemos que el signo circunscripto a la lengua es fundamentalmente semiótico y que se torna referencial en el uso social, es allí, en el núcleo de la praxis social donde el lenguaje adquiere su doble potencialidad de significación: por un lado es capaz de nombrar al mundo, y por otro, es capaz de instaurar realidades en ese mismo mundo que nombra.

A la luz de las elaboraciones teóricas de las disciplinas lingüísticas, nos hemos acostumbrado a identificar la potencialidad de referenciar con la dimensión instrumental del lenguaje - el lenguaje puesto al servicio de la función de nombrar el mundo, supeditado a los fines de la comunicación y reducido a su valor de herramienta -. Sin embargo, es necesario ir más allá de esa mirada y considerar que también la segunda potencialidad, la de instaurar o de crear mundo, implica una dimensión constitutiva del lenguaje, que, al dejarla de lado, dejamos además de lado una función en la que las relaciones de poder tienen un papel central: el lenguaje vive de las relaciones de poder, las refracta y las construye. El discurso es portador de las condiciones lingüísticas que nos permiten como receptores reconocer y proponer a partir del contacto con los textos –en su dimensión material, como tesis, artículos, mensajes en las redes sociales de internet, etc-, un sentido posible que es en sí mismo una manera de la

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configuración del mundo. En la semiosis social el discurso constituye el lugar del sentido, y es el encargado de generarlo y sostenerlo. Pero ese sentido es elusivo, como lo son las condiciones pragmáticas que lo sustentan.

Esto quiere decir que la discursividad se asienta en

determinadas condiciones que remiten a un determinado grupo humano, a un cierto momento histórico, a un pacto de lectura, a una competencia textual social, no expresos o no superficiales. En la distancia que media entre el texto y la intención pragmática de su enunciador, toda una serie de operaciones se llevan a cabo que están a la espera de un análisis detenido. Esa intención pragmática es el origen de la función de enunciación del lenguaje. Precisamente en esta función es donde reside el carácter performativo del discurso, que está íntimamente unido a la posibilidad de configurar un sentido posible.

Es en la semiosis social "donde se construye la realidad de lo social. El análisis de los discursos sociales abre camino, de esa manera, al estudio de la construcción social de lo real"(Verón, 1993). Como seres humanos de existencia real e histórica, nos configuramos recíprocamente en el intercambio discursivo, construimos nuestras identidades personales y comunitarias atravesados por el lenguaje, con el que aprendemos a actuar, a valorar, a pensar. En este sentido, el sentido es impensable sin la noción de performatividad. La performatividad estalla así, como una dimensión inherente a la palabra, no como un agregado secundario, subsidiario, sino como un rasgo propio de la lengua en uso.

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La forma que tomará esta hipótesis es que hablar un lenguaje consiste en realizar

actos de habla, actos tales como hacer enunciados, dar órdenes, plantear preguntas, hacer

promesas y así sucesivamente, y más abstractamente, actos tales como referir y predicar,

y, en segundo lugar, que esos actos son en general posibles gracias a, y se realizan de

acuerdo con, ciertas reglas para el uso de los elementos lingüísticos.

La razón para concentrarse en el estudio de los actos de habla es, simplemente,

ésta: toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos. La unidad de la

comunicación lingüística no es, como se ha supuesto generalmente, el símbolo, palabra,

oración, ni tan siquiera la instancia del símbolo, palabra u oración, sino más bien la

producción o emisión del símbolo, palabra u oración al realizar el acto de habla.

Considerar una instancia como un mensaje es considerarla como una instancia producida

o emitida. Más precisamente, la producción o emisión de una oración-instancia bajo

ciertas condiciones constituye un acto de habla, y los actos de habla (de ciertos géneros

que se explicarán más adelante) son las unidades básicas o mínimas de la comunicación

lingüística. Una manera de llegar a ver este punto consiste en preguntarse a uno mismo:

¿cuál es la diferencia entre contemplar un objeto como una instancia de comunicación

lingüística y no contemplarlo así? Una diferencia crucial es la siguiente. Cuando

considero un ruido o una marca hecha sobre un trozo de papel como una instancia de

comunicación lingüística, como un mensaje, una de las cosas que debo suponer es que el

ruido o la marca fueron producidos por un ser o unos seres más o menos semejantes a mi

mismo y que fueron producidos con ciertas clases de intenciones. Si considero el ruido o

la marca como un fenómeno natural semejante al murmullo del viento entre los árboles,

o a una mancha del papel, los excluyo de la clase de la comunicación lingüística, incluso

si el ruido o la marca no pueden distinguirse de palabras habladas o escritas. Además, no

solamente debo suponer que el ruido o la marca han sido producidos como resultado de

conducta intencional, sino que debo también suponer que las intenciones son de un

género muy especial que es peculiar a los actos de habla. Por ejemplo, sería posible

comunicarse colocando muebles de ciertas maneras. La actitud que una persona tendría

hacia tal ordenación de muebles, si la 'comprende', sería completamente diferente

de la actitud que tengo hacia, digamos, la ordenación de los muebles de esta habitación,

incluso si en ambos casos pudiera considerar la ordenación como un resultado de

conducta intencional. Solamente ciertos géneros de intenciones son adecuados para la

conducta que denomino actos de habla. (Estos géneros de intenciones serán examinados

en el capitulo 2.)

Podría objetarse a este enfoque que un estudio semejante trata solamente del

punto de intersección de una teoría del lenguaje y una teoría de la acción. Pero mi réplica

a esto sería que si mi concepción del lenguaje es correcta, una teoría del lenguaje forma

parte de una teoría de la acción, simplemente porque hablar un lenguaje es una forma de

conducta gobernada por reglas. Ahora bien, si está gobernada por reglas, tiene

características formales que admiten un estudio independiente. Pero un estudio de esas

características puramente formales, sin estudiar su papel en los actos de habla, seria

semejante a un estudio formal de los sistemas monetarios y crediticios de las economías

sin estudiar el papel de la moneda y del crédito e n las transacciones económicas. Pueden

decirse muchas cosas estudiando el lenguaje sin estudiar los actos de habla, pero

cualquier teoría puramente formal de este tipo es necesariamente incompleta. Sería lo

mismo que estudiar el béisbol solamente como sistema formal de reglas y no como un

juego (Searle, John, 1994, pp. 25-27).

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En este eje proponemos abordar algunas herramientas para

introducirnos de lleno en el análisis del discurso. Vamos a seguir en este punto la propuesta de Adela Rolón,

quien nos sugiere que a la hora de abordar los actos de habla debemos tomar algunos recaudos. Como hemos presentado, las prácticas comunitarias se presentan como prácticas de intercambio discursivo, por lo que es en el discurso en donde encontraremos la mayor parte de las creencias, intenciones, deseos, ambiciones, miedos, sentimientos, es decir, la realidad y sus categorías. De ahí que será en el análisis de tales discursos donde hallaremos las claves para poder apropiarnos de ellos.

Para comenzar consideramos fundamental asumir que todo discurso nos ofrece algunas marcas que corresponderán a zonas entre las que se mueve el análisis. Para continuar con la explicación sobre la performatividad del discurso y en qué medida esto nos importa a la hora de la tarea de análisis del discurso, cabe presentar la distinción entre tres niveles constitutivos del lenguaje (que no se ordenan según la importancia o jerarquías sino según sus funciones). Hasta el momento hemos supuesto estas tres dimensiones que a continuación explicamos, pero sin hacerlas expresas.

Para introducirnos en los tres niveles del lenguaje, es conveniente que volvamos a la propuesta de Peirce que presentamos en el apartado 2. Allí exponemos la concepción de signo como una dinámica de interacción entre tres componentes: el interpretante, el objeto y el representamen o signo. En función de esta configuración se explican los tres niveles de análisis que asume la perspectiva Semiótica Pragmática.

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La sintaxis es abordada por la Sintáctica que se interesa por los sistemas formales (llamados “gramáticas”) diseñados para analizar los lenguajes. Según la Sintáctica, todo signo tiene relación con otros signos. Esta perspectiva alcanza la relación de los signos entre sí. Como explica Rolón, “el nivel de la sintaxis se aprende socialmente y si hemos estado en un medio adecuado seguramente la aprendimos con corrección aunque no seamos totalmente conscientes de ella” (Rolón, 2006).

La semántica es el estudio del significado de los signos, de

los enunciados y de cualquier texto o discurso, dentro del proceso que asigna tales significados. Analiza las relaciones de los signos con los objetos a los que son aplicables. Existe una doble perspectiva en la práctica de la semántica: -Intensional: todo signo o enunciado designa alguna índole propia o nota de los objetos -Extensional: señala o alude al tipo o conjunto de cosas u objetos a los cuales se aplican las propiedades indicadas en los signos o enunciados. Según Rolón, la semántica del lenguaje, siendo el ámbito de los significados, es a la que atañen las teorías del conocimiento que no se plantean que esos significados siempre están puestos en lenguajes, palabras, números, notaciones musicales, mapas, etc. Por eso, continúan Rolón, es que atribuyen la función de significar a “categorías a priori del entendimiento”, “intuiciones”, a “mente”, al “espíritu”, a “razón”, y entidades por el estilo (Rolón, 2006).

La función pragmática del lenguaje alcanza las otras y, como nos sugiere Rolón, “hasta puede introducir variaciones en el significado que son muy relevantes para la interpretación de

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textos” (Rolón, 2006). Podemos explicar la función pragmática como lo que el texto “hace” con lo que dice. De ahí que cabe considerar que “siempre estamos haciendo algo con el lenguaje: enseñando, informando, explicando, prometiendo, negando, afirmando” (Rolón, 2006).

Como nos alerta la autora “Es una tarea muy compleja la de descubrir qué hace el texto con lo que dice porque no estamos habituados a este tipo de análisis. Pero sí podemos calcular que el texto puede hacer lo contrario de lo que dice y en este caso estamos ante la contradicción pragmática que por supuesto cambia el significado final del texto” (Rolón, 2006).

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Mientras que la sintaxis tiene que ver con las formas, la semántica con los significados y la

referencia, la pragmática tiene que ver con la acción. Y mientras que la sintaxis proporciona

reglas para la forma correcta de las oraciones, y la semántica las condiciones de sentido, de

referencia y de coherencia, la pragmática formula las condiciones de la adecuación de las

elocuciones definidas como actos (de habla). Es decir, la pragmática no es el estudio general

del “uso” de la lengua (o como Charles Morris lo señaló hace casi 60 años, el estudio de 14

las relaciones entre los “signos” y sus usuarios). Si ése fuera el caso, los estudios del análisis

del discurso, de la psicolingüística, de la sociolingüística y la etnolingüística serían parte de la

“pragmática”. Lo cual sería extender inútilmente el alcance de esta disciplina. Lo mismo

sucede con el estudio de las estrategias interaccionales concretas, como la cortesía y la

gestión de la interacción. Estas son parte de una teoría de la interacción (conversacional), y no

de una teoría de la pragmática. Mis estudios en pragmática se centraron naturalmente en la

pragmática del discurso, y no en la pragmática de las oraciones aisladas (Van Dijk, 1981). La

teoría de la coherencia semántica se podía utilizar como ejemplo para una teoría de la

coherencia pragmática de secuencias de los actos de habla: los actos de habla A1 y A2 son

coherentes si A1 es una condición posible para la realización apropiada de A2. Es decir, de la

misma manera que podemos trazar secuencias de proposiciones en macroproposiciones,

podemos trazar secuencias de discurso en macroactos. Así, por ejemplo, pragmáticamente un

informe de noticias es una macroaserción, y una nota de rescate una macro-amenaza. Al igual

que para el caso del sentido de un discurso, lo que los usuarios recuerdan de una conversación

no son tanto los actos detallados, locales, del discurso, sino el “resultado” pragmático o el

“punto” central, es decir, su macroacto de habla: “él me amenazó, “ella me lo prometió”, etc.

La noción de macroacto de habla se relaciona sistemáticamente con la semántica de las

macroestructuras pues el “contenido global” de un macroacto de habla es típicamente una

macroproposición. Esto describe bien la teoría de las estructuras globales, que ahora cuenta

no solamente con una dimensión formal (la superestructura esquemática de un discurso), y

con una dimensión del significado (sus temas o macroestructura), sino también, una

dimensión pragmática (el macroacto de habla– y posiblemente otros actos comunicativos–

realizado en el discurso) (Van Dijk, 2006).

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Una vez asumidas las tres dimensiones o niveles constitutivos del lenguaje vamos a considerar algunas zonas que es necesario discriminar a la hora de analizar un discurso.

Como proponemos en la Introducción de este cuadernillo, se trata de propiciar una actitud de cooperación interpretativa consciente y crítica de la opacidad que caracteriza la discursividad. Ya estamos alertados sobre el carácter de elusivo del sentido. Ya que, como expusimos en el Eje 1, en la distancia que media entre el texto y la intención pragmática de su enunciador, toda una serie de operaciones se llevan a cabo que están a la espera de un análisis detenido.

Empecemos por la referencia.

La referencia es básicamente el tema de un discurso. Según el enfoque semiótico pragmático, no se trata de alguna dimensión fuera de lo discursivo. La postura denominada “semántica realista”, concibe la relación entre el lenguaje y lo que el lenguaje refiere (su referencia) como “correspondencia”. Según esta postura el lenguaje es un sistema de signos que se aplica a algo fuera de él y que para corroborar la articulación efectiva entre ambos, debemos corroborar pensamiento o lenguaje con pruebas provenientes de esferas allende a éstos. Ya sea en la explicación platónica, que concibe al lenguaje como un espejo o una reproducción de la estructura constitutiva de lo real, ya sea en la teoría cartesiana que lo considera como una expresión de las ideas innatas que residen en la mente de cada ser humano, la referencia está fuera del lenguaje.

En cambio, en el horizonte del enfoque que hemos adoptado en este curso, y como se infiere de lo que venimos exponiendo, la referencia de un discurso es otro discurso, o en todo caso, se describe discursivamente. Y si a la pregunta ¿de qué trata este

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discurso?, debemos contestar en lenguaje, de ahí se infiere que la apelación a una esfera fuera del lenguaje es innecesaria. En este sentido adherimos a la teoría holista del significado de Donald Davidson, que sostiene que la verdad o la referencia de una serie de enunciados no es permanente sino que depende del contexto3. De lo que se desprende que la demostración de la referencia depende asimismo de un discurso que también variará de acuerdo a las épocas y lugares. Es decir, tanto el discurso que es referenciado como el que analiza están articulados por una serie de variables contextuales que condicionarán esta articulación. Recordemos que de acuerdo a este enfoque todo discurso se expande con otros discursos, es decir, no estamos hablando de personas ni individuos sino de sujetos de discurso (sobre éstos nos detendremos en el punto siguiente). Siguiendo a Rolón, proponemos considerar las siguientes alertas que se desprenden de esta crítica a la concepción naturalista del lenguaje. Primeramente, no podemos hablar de la realidad si no hablamos de la realidad de algo “desde un enfoque”. De lo que se sigue que, sospechando de la pretensión de posesión de un criterio único para corroborar lenguaje y referencia, debemos adherir a alguna postura y rechazar otras, así como indagar el enfoque del otro. O, como escuchamos comúnmente, debemos tomar posición, para no arrogarnos esa verdad en torno a lo que el lenguaje se refiere; así como estar alerta respecto de la posición del interlocutor, aún -y sobre todo- cuando éste expresa neutralidad.

Continuemos con la exposición de las zonas a tener en cuenta en toda situación de intercambio comunicacional. Cabe aclarar que al referirnos a situación de intercambio comunicacional incluimos aquélla en la que nos hallamos en soledad frente a un texto, ya que, según el holismo del significado, no es necesaria la presencia física de un interlocutor para activar la dinámica comunicacional). Entonces, aparte de la referencia, cabe estar alertas del enfoque del discurso a analizar así como del enfoque del discurso que analiza, en este caso, el nuestro.

3 Davidson, Donald. De la verdad y de la interpretación. Fundamentales contribuciones a la filosofía del lenguaje. Barcelona, Gedisa Editorial, 2001, pp. 219-228.

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Es decir, debemos indagar las características de los

enunciadores y de los enunciados para poder formular hipótesis acerca de las consecuencias pragmáticas, o del efecto de los diversos discursos. Indagar ello nos lleva a asignar creencias, ideologías, deseos, sentimientos, etc.

A su vez, debemos tener en claro nuestras propias valoraciones a la hora de efectuar el análisis. Como sugiere Rolón, es necesario llevar a cabo una descripción semiótica del discurso del analista haciéndonos cargo de la referencia y del enfoque del discurso a analizar. Vamos a presentar un ejemplo de análisis del discurso articulando estas nociones. Teniendo en cuenta el siguiente fragmento, podemos advertir algunas huellas.

Bulimia nerviosa Esta enfermedad comienza luego de iniciar una dieta para lograr un cuerpo más

delgado. En uno de los tantos intentos, quien padece Bulimia logra cumplir con la dieta

por un tiempo, hasta que llega el momento en que aparece un impulso incontenible de

comer, realizándose una ingesta desmedida de alimentos, a la cual le siguen intensos

sentimientos de culpa, y de incapacidad para ejercer algún control.

Aquí, poco a poco, comienza un ciclo que ha de terminar siendo permanente: el

ocultamiento, las comidas a escondidas, el engaño, se asocian a intentos repetidos de

mantener la dieta propuesta.

Luego, aparecen la depresión del ánimo, la vergüenza, y con ellas, el gran aliado de la

enfermedad: el secreto.

Tarde o temprano, surge la idea de intentar métodos que sirvan para eliminar lo

ingerido: el vómito autoprovocado, el abuso de laxantes, de diuréticos, el ejercicio físico

extremo, u otros. Inmediatamente se agrava el cuadro, por la sumatoria de las

consecuencias físicas de estos métodos.

El equilibrio se ha quebrado totalmente. Los episodios se repiten uno tras otro, a pesar

de intentarse una y mil veces que cada episodio sea el último. La paciente, día a día, se

promete no reiterar sus comportamientos anormales, y día a día fracasa en su intento, ya

que la enfermedad se realimenta a si misma, perpetuándose.

(Extraído de: http://html.rincondelvago.com/anorexia-y-bulimia-nerviosa.html

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Para analizar la referencia debemos preguntarnos acerca del tema. Pero, ¿qué es aquello que debemos buscar en nuestro análisis para construir la referencia? Tal como nos sugiere Rolón, más que pesquisar el tema, que de ninguna manera es hallado fuera del discurso, nos demanda construir la referencia en base a algunas huellas que el propio discurso nos ofrece. En este caso no se trataría de considerar como referencia del texto anterior, ninguna entidad del mundo, como por ejemplo la “enfermedad bulimia”. Se trata, en cambio, de considerar la referencia en cuanto se articula o se liga discursivamente. Para construir la referencia serán necesarias, entonces, algunas categorías que nos sirvan de herramientas teórico analíticas. Vamos a proponer en este curso la categoría de isotopía4, Greimas define “isotopía” como el “conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible una lectura uniforme”. O conjetura acerca del tema de un discurso dado. El reconocimiento de una posible isotopía semántica constante es la prueba textual de “lo que trata” el discurso. Las isotopías (iso=igual, topos=lugar) se presentan a través de apariciones sucesivas del mismo término o expresión (nivel sintáctico) o concordancias de sentido (nivel semántico que articulan la homogeneidad del texto y la efectividad del discurso. Las construimos a través de un relevamiento de dichos términos. A nivel pragmático, y siguiendo el enfoque (que consta en el texto fuente aludido en el punto anterior), vamos a construir una gran isotopía correspondiente a lo que Van Dijk propone como macroproposición o macroacto.

En el texto del ejemplo encontramos la recurrencia de los siguientes términos:

-enfermedad -dieta -comportamientos anormales -ciclo permanente -repetidos, repiten -perpetuándose

4 La categoría de isotopía es abordada en el Curso de Lectoescritura. Se les sugiere reforzar la conceptualización y la aplicación práctica apelando al material provisto en dicho espacio.

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-métodos -depresión, vergüenza, engaño, secreto. Por las isotopías extraídas es evidente que hemos tomado

posición –es decir, vamos a asumir un lugar de enunciación o un enfoque analítico (que es el enfoque del discurso que analiza). En este caso partimos considerando una postura holística de los diagnósticos, que implica considerar como síntomas de la enfermedad factores asociados a diversos contextos, no sólo el biológico. A partir de ahí vayamos en busca de marcas o isotopías en el discurso que se analiza. Sustentándonos en esta concepción de enfermedad, vamos a adherir al discurso que se analiza, el que consideramos que defiende un enfoque crítico del biologicismo (o de la reducción del diagnóstico a aspectos físico-biológicos). Consistente con ambos enfoques, la referencia se liga de esta manera, a un discurso médico que pone énfasis en una concepción fuertemente psicológica y social de la enfermedad, Podemos expresar entonces en la siguiente gran isotopías que este texto trata sobre la bulimia como una enfermedad asociada fundamentalmente con factores correspondientes a estados emocionales y psicosociales. Y esta hipótesis puede ser corroborada teniendo en cuenta la recurrencia con la que aparecen –a nivel semántico-, factores que no se restringen a lo meramente corporal o biológico, y que reúnen las isotopías antes extraídas. Por ejemplo: -“Aquí, poco a poco, comienza un ciclo que ha de terminar siendo permanente: el ocultamiento, las comidas a escondidas, el engaño, se asocian a intentos repetidos de mantener la dieta propuesta”, -“El equilibrio se ha quebrado totalmente. Los episodios se repiten uno tras otro, a pesar de intentarse una y mil veces que cada episodio sea el último. La paciente, día a día, se promete no reiterar sus comportamientos anormales, y día a día fracasa en su intento, ya que la enfermedad se realimenta a sí misma, perpetuándose”.

Como podemos advertir, en este análisis se apela al nivel semántico articuladamente con el nivel pragmático en función de una hipótesis interpretativa que los atraviesa. Resumidamente se

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el análisis se presenta articulado de la siguiente forma. Adhiriendo a una concepción holística de la enfermedad (en este caso, se trata del enfoque que analiza en coincidencia con el enfoque que se analiza) se desprende que los enunciados extraídos del texto se ligan discursivamente para efectuar ´-a nivel pragmático- la enfatización de factores de índole emocional y psicosocial (referencia).

Podemos sobre el mismo texto realizar un análisis diferente. Por ejemplo, podemos adherir a una postura algo más tendiente a considerar la enfermedad como un conjunto de síntomas de carácter biológico. Y formular la hipótesis de que este texto carece de fundamentación científica, es decir, podemos considerar como una de las característica del enfoque que se analiza, la inconsistencia científica. En este caso, la referencia que construyamos tendrá que ver con el engaño que implica la adjudicación a la bulimia de causas extra biológicas. Vamos a hallar que este texto se refiere a las falsas causas de dicha enfermedad.

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Como hemos adelantado en puntos anteriores, para la teoría

semiótica pragmática, el discurso no es transparente. Esto quiere decir que no depende de un mecanismo lingüístico o de producción de sentidos cuyas aplicaciones puedan ser consideradas como diáfanas, sino que se presenta como opaco.

En este sentido es importante volver a aclarar la condición de elusivo del sentido. Hemos advertido que la discursividad se asienta en determinadas condiciones contextuales. Condiciones éstas no expresas o no superficiales. Con fines analíticos, podemos distinguir las siguientes:

Esto es, determinadas creencias, deseos, una realidad (que

en el análisis nunca es considerada como externa a la dinámica de construcción de sentido, sino ligada discursivamente), una serie de categorías comunes que constituyen comunitariamente un grupo humano y con las que nos comunicamos.

Es decir, un horizonte de condiciones particulares y

variables, es decir, variables relacionadas a lo social, a lo político, a lo histórico, económico y cultural.

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Lo que exige una “toma de posición”, y algún acuerdo básico para poder, incluso, discernir con los interlocutores eventuales.

O “condiciones de accesibilidad”, es decir, un nosotros, que

se construye, que de ninguna manera nos es natural ni ajeno desde el punto de vista de nuestro compromiso en la construcción del discurso.

Condiciones finalmente, que cabe tener en cuenta a la hora

de decodificar los discursos, a riesgo de la “desapropiación” de tal (Rolón, 1998, pp. 19-23).

Hemos abordado algunos supuestos fundamentales en torno a la concepción de racionalidad en cuanto ligada discursivamente, y al discurso como fundamentalmente contextual. Además, hemos incorporado algunas herramientas para el análisis del discurso. Vamos a abordar en este eje las articulaciones entre el discurso y el poder, en vistas de asumir esta opacidad y de auscultar aún más las formas de producción y reproducción del discurso.

En la Introducción al Curso de Nociones de Lógica hacemos

expresa la constancia de la dificultad que implica descubrir qué hace un texto con lo que dice. Primeramente por una razón obvia pero no natural: no estamos habituados a este tipo de análisis. Además hacemos constar la urgencia de la toma de conciencia del potencial crítico que conlleva la decodificación de los discursos que circulan en nuestra sociedad. Dificultad que implica la densidad textual en la que estamos insertos, y la opacidad misma del discurso que muchas veces no nos implica. De ahí que consideramos fundamental detenernos en las articulaciones entre

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el discurso y el poder enfocando cómo es que ambos se implican mutuamente, y cómo es que ocurre esta mutua implicación hasta un punto en el que vemos sus fronteras desdibujadas.

A propósito de esta articulación discurso – poder vamos a aludir al trabajo del filósofo Michel Foucault, quien ha abordado las diversas formas de ejercicios del poder enfocándose en cómo estos se ligan a las prácticas discursivas. Al respecto, Foucault nos alerta de la siguiente manera:

Como consta en la cita, Foucault nos motiva a atender a las formas de producción de discursos. Pero no sólo nos insta a atender sino además –y sobre todo- a sospechar o a asumir una actitud inquisitoria respecto de los procedimientos a través de los cuales el discurso es controlado, seleccionado y redistribuido. Operaciones que no tienen otro propósito que el de conjurar ciertos poderes y peligros que atentan contra la previsibilidad del acontecer. Es decir, ciertos discursos que actúan performativamente (esto es, produciendo efectos, modificando lo real designado) pretendiendo impedir que algún factor obstaculice el dominio del orden o estado de cosas6. De manera que aquello que no responde a ciertas y determinadas cláusulas de determinados grupos de poder, es silenciado, tergiversado, invisibilizado. Además, es importante acotar de qué grupos se trata, para no recaer en abstracciones o en conceptos universales que no designan nada en particular.

6 Se nombra como “estado de cosas” al conjunto de circunstancias que caracterizan a una época, enfocadas éstas desde el discurso que sustenta el orden político, económico y cultural dominante.

“…yo supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” (Focault, 2005, p. 14).

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La apelación a estos universales ocultadores7 tiene como

consecuencia el cierre del debate bajo la pretensión de que se “maneja” la temática, o de estar posicionado en un lugar más abarcativo. En otros términos, tiene como consecuencia anular al interlocutor bajo la pretensión de “tener la razón”. Como por ejemplo, la palabra “grupo”, si la usamos sin ninguna indicación contextual reincide en formas manipuladoras o evasivas de discurso. Por eso, debemos aclarar que en este caso y siguiendo a Van Dijk, los grupos a los que nos referimos nosotros como autores de este material para el Curso de Ingreso, son en la mayoría de los casos las empresas internacionales, volcadas a la competencia indiscriminada en el mercado internacional y muchas veces con estrategias no convertidas en públicas ni publicables. Son asimismo los grupos que ostentan verdades en el plano político y que no nos implican, por ejemplo, los organismos aliados a los centros del poder político europeo o norteamericano. Son los medios masivos de comunicación y las redes sociales, cuyas formas de controlar, seleccionar y distribuir la información se encuentran en la mayoría de los casos totalmente ajenas a nosotros. Son también los docentes cuando se asumen como portadores y transmisores del conocimiento legítimo.

Porque, como expresa Foucault,

7 ROLÓN, Adela y SAINT-ANDRÉ, Estela. Estrategias de manipulación y persuasión. San Juan, EFFHA, 1998, 67-68.

“…nadie entrará en el orden del discurso si no satisface ciertas exigencias o si no está, de entrada, calificado para hacerlo. Más preciso: todas las regiones del discurso no están igualmente abiertas y penetrables; algunas están altamente defendidas (diferenciadas y diferenciantes) mientras que otras aparecen casi abiertas a todos los vientos y se ponen sin restricción previa a disposición de cualquier sujeto que hable” (Foucault, 2005, p. 39 ).

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Es decir, no todas las zonas del discurso están a disposición de cualquiera de nosotros. Piénsese por ejemplo, en los oscuros discursos sobre el estado de cosas relativo a la economía, o a las relaciones internacionales. O, sin apelar a casos de tal índole, la dificultad que implica llenar un formulario cualquiera de los innumerables trámites que nos demanda el ejercicio de nuestra ciudadanía.

De tal manera que nos convertimos en sujetos cada más dependientes mientras más nos alejamos de las formas en las que el discurso se produce y se reproduce.

Por esta razón es urgente que los ingresantes a una carrera universitaria asuman el potencial crítico que implica la decodificación de los discursos que circulan en nuestras sociedades.

Urge asumir que el discurso del poder a veces se enmascara a través de estrategias no siempre visibles, y que éste reside asimismo en el poder del discurso. Y es asumir asimismo que el poder del discurso nos atraviesa y que de él nos es posible apropiarnos y resistir si nos constituimos en sujetos conscientes y comprometidos.

¿Qué puede decirse o debería decirse en determinadas circunstancias? ¿Cómo puede o debería ser formulado lo que se dice (con qué palabras, formando qué clase de frases, en qué orden, más o menos resaltadas)? ¿Qué actos de habla pueden lograrse por intermedio de tales sentidos y formas del discurso? Y, ¿cómo están organizados dichos actos en la interacción social?

Preguntas como éstas, surgen a la hora de asumir que no todos estamos en condiciones de pertenecer al ámbito de construcción de los discursos preponderantes en nuestra comunidad o al intercambio comunicativo con el mismo nivel de equidad. Por ello, una de las necesidades de la Universidad en

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nuestro continente es incorporar herramientas para analizar críticamente las condiciones de accesibilidad al discurso.

Vamos a seguir las propuestas de Foucault, Van Dijk, Thompson y Rolón, para hacernos de algunos conceptos y de algunas herramientas prácticas de análisis de las condiciones de accesibilidad de los discursos.

Van Dijk propone considerar lo que llama los “dos modos principales de la reproducción discursiva del Poder”. Hemos visto que, entre muchos otros medios que definen el poder básico de un grupo o de una institución, también el acceso al discurso público y a la comunicación, y su control, son un importante recurso «simbólico», como sucede con el conocimiento y la información (Van Dijk, 1996). Para el autor “la mayoría de la gente únicamente tiene control activo sobre el habla cotidiana frente a miembros de su familia, amigos o colegas, disponiendo de un control sólo pasivo sobre, por ejemplo, el uso de los media” ( 2009, p. 158 ).

Esto confirma lo que hemos expresado anteriormente acerca de la condición de opacidad del discurso. Nuestros intercambios comunicativos están implicados en contextos diversos, en muchos de los cuales somos blanco más o menos pasivo de manipulación por parte de, por ejemplo, jefes y maestros, o de autoridades tales como los policías, los jueces, quienes pueden decirnos sin más lo que debemos o no creer o hacer. En cambio, los miembros de grupos o instituciones socialmente más poderosos disponen de un acceso más o menos exclusivo a uno o más tipos de discurso público, y del control sobre ellos. Así, los profesores controlan el discurso académico, los maestros el discurso educativo institucional, los periodistas el discurso de los media, los abogados el discurso legal, y los políticos el discurso de la planificación y otros discursos de sesgo político. Aquéllos que gozan de mayor control sobre más y más influyentes discursos (y sobre más propiedades discursivas) son también, según esta definición, más poderosos. Por todo esto, es importante hacernos de algunas nociones y herramientas de análisis concernientes al acceso al discurso y a su control.

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Desde la propuesta del llamado Análisis Crítico del Discurso, uno de cuyos representantes es Van Dijk, se propone tener en cuenta las siguientes instancias de control:

El contexto se considera como la estructura (discursivamente designada) de aquellas propiedades de la situación social que son relevantes para la producción y la comprensión del discurso (Van Dijk, 1998).

El contexto consiste en categorías como la definición global de la situación, su espacio y tiempo, las acciones en curso, los participantes en roles variados, al igual que sus representaciones mentales: objetivos, conocimientos, opiniones, actitudes, creencias, ideologías. Por ello, controlar el contexto implica controlar una o más de esas categorías, por ejemplo determinando el estatuto de la situación comunicativa, decidiendo sobre el tiempo y el lugar del acontecimiento comunicativo, o sobre qué participantes pueden o deben estar presentes en él, y en qué papeles, o sobre qué conocimientos u opiniones han de tener o no tener, y sobre qué acciones sociales pueden o no cumplirse a través del discurso (Diamond, 1996).

Es crucial en el ejercicio del poder la administración o manejo de la accesibilidad a las estructuras del texto y del discurso, y su control. Si relacionamos el texto y el contexto, por tanto, podemos advertir que los grupos poderosos pueden decidir sobre los géneros del discurso o actos de habla de una ocasión concreta.

Cabe examinar, críticamente, cómo los hablantes poderosos pueden abusar de su poder en tales situaciones, por ejemplo cuando la policía apela a la fuerza para obtener la respuesta de una persona sospechosa, o cuando superiores masculinos

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condicionan a las mujeres adjudicándoles debilidades mayores respecto de los hombres.

Vital para todo discurso y comunicación es quién controla los temas (los macroactos o macroproposiciones) y los cambios de tema, como cuando los editores deciden qué asuntos noticiables serán cubiertos, los profesores qué materias se tratarán en clase, o los hombres los tópicos de sus conversaciones con mujeres.

Como ocurre con otras modalidades de control del discurso, tales decisiones pueden ser más o menos negociables entre los participantes y dependen mucho del contexto.

Aunque la mayor parte del control del discurso es contextual, incluso algunos significados, como así también la forma o estilo pueden ser controlados, por ejemplo detalles de una respuesta en el aula, la elección del léxico o la de jerga en clase, en tribunales o salas de espera, por dar ejemplos a la mano. Situaciones concretas de control del contexto y texto, son, siguiendo a Van Dijk: el volumen («bajen la voz»), la disposición de estados de ánimo («estén tranquilos»), la selección de hablantes permitidos (las mujeres pueden ser «silenciadas» de muchas maneras), el uso público de determinadas palabras (la palabra “comunista” estaba prohibida en el contexto de la dictadura cívico militar argentina de la década de los setenta).

Lo que puede concluirse de este análisis es la preeminencia de una estrategia global de auto-presentación positiva por parte del grupo dominante, y de hetero-presentación negativa de los grupos dominados (VanDijk, 1993). La polarización del Nosotros y del Ellos que caracteriza las representaciones sociales compartidas y sus ideologías subyacentes se expresa y se reproduce entonces en todos los planos del texto y del discurso, por ejemplo en temas contrastados, en significados locales, en metáforas e hipérboles, y en las formulaciones variables de los esquemas textuales, en formas sintácticas, en la lexicalización (o uso de palabras), las estructuras profundas (que incluye lo semántico y lo pragmático) y las imágenes. En suma, virtualmente todos los niveles de la estructura del discurso pueden en principio ser más o menos controlados por hablantes poderosos, y puede abusarse de dicho poder en detrimento de otros participantes.

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Pero debemos anotar que, no obstante lo anterior, el discurso no asume o envuelve directamente en todas las ocasiones la totalidad de las relaciones de poder entre grupos. Por eso, la posibilidad de apropiación del discurso depende de la capacidad de alertarse frente a las diversas estrategias de manipulación discursivas y la decisión de desencubrirlas y transformar el contexto comunicacional.

“El poder se ejerce y se expresa directamente en virtud del acceso diferencial a los diversos géneros, contenidos y estilos del discurso. Este control puede analizarse más sistemáticamente atendiendo a las formas de (re)producción del discurso, a saber, las formas de la producción material, la articulación, la distribución y la influencia. Así vemos cómo las organizaciones de los medios y su propietarios corporativos (a menudo internacionales) controlan tanto las condiciones de producción financiera del discurso como las tecnológicas, por ejemplo, las de las industrias de los periódicos, la televisión y las editoriales así como las industrias de la telecomunicación y los ordenadores (Becker, Hedebro y Paldán, 1986; Mattelart, 1979; Schiller, 1973). (…) Estas élites simbólicas pueden fijar las agendas de las discusiones públicas, influir en la importancia de los temas tratados, intervenir en la cantidad y el tipo de información, especialmente respecto a quiénes se retrata públicamente y a cómo se los pinta. Son los fabricantes del conocimiento, las creencias, las actitudes, las normas, la moral y las ideologías públicas. De tal modo que su poder simbólico es también una forma de poder ideológico” (Van Dijk, 2009, 64-65).

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La relación entre discurso e ideología es de gran interés para

la investigación en el ámbito académico. Los estudios realizados tanto en el campo de la ideología como en el del discurso, han llevado a aceptar ampliamente que el medio más específico en el que se articula la ideología es en el del discurso (Thompson, 1993). Proponemos en este punto abordar dicha relación, para lo cual consideramos necesario especificar algunas consideraciones en torno a lo que proponemos entender como ideología.

Ya nos hemos acercado a la propuesta de la semiótica pragmática de abordar el lenguaje no ya como un mero sistema de signos que describe el mundo, sino también, como el lugar en el que la realidad se construye. Este reconocimiento por parte de dicha corriente -entre otras-, como un aspecto central de la vida social y política, ha propiciado la reorientación de las teorías sobre la ideología.

Tradicionalmente, la teoría se enfoca a analizar las maneras en que las "ideas" afectan a las actividades o a las creencias de los individuos y los grupos que conforman el mundo social. Pero, mediante el análisis epistemológico del lenguaje y sus relaciones con la ideología, se ha reconocido que las ideas, como señala Thompson, "no circulan en el mundo social como las nubes en un cielo de verano, volcando ocasionalmente su contenido con el estallido de un trueno o el resplandor de un relámpago. Las ideas circulan en el mundo social más bien como enunciados, como expresiones, como palabras que se hablan o se escriben" (1986, p. 517). Por lo que, desde esta perspectiva, el estudio de la ideología requiere abordar el lenguaje en el mundo social, en la vida cotidiana y los modos en que los múltiples y variados usos del

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lenguaje se entrecruzan con el poder, alimentándolo, sosteniéndolo y actualizándolo.

Como expresa Van Dijk

En este sentido la propuesta de incorporar una teoría actual

sobre la ideología en el Curso de Nociones de Lógica, pretende mostrar las maneras en que ciertas relaciones de poder son mantenidas y reproducidas en una red ilimitada de expresiones que movilizan el sentido en el mundo social (Thompson, 1993).

Vamos a presentar a continuación algunas herramientas para analizar las relaciones entre discurso, ideología y poder. Como expresa Van Dijk,

“En esta perspectiva se considera a los usuarios del lenguaje como miembros de comunidades, grupos u organizaciones y se supone que hablan, escriben o comprenden desde una posición social específica. El análisis ideológico examina entonces qué ideologías se encuentran particularmente asociadas a esta posición; por ejemplo, para defender o legitimar dicho lugar social, lo cual se hace de modo muy característico a través del discurso. En relaciones de dominación, dicho discurso ideológico puede servir para cuestionar o bien para sustentar dicha posición” (Van Dijk 1996, p. 15).

“No se requiere ser analista del discurso para concluir que un relato noticioso, el fragmento de un texto o una conversación determinada es "conservadora", "sexista" o "ecologista". Nuestro conocimiento ingenuo del lenguaje, el discurso, la sociedad y las ideologías nos conducen a menudo a hacer tales inferencias con relativa certeza. Sin embargo, un estudio más explícito y analítico del discurso exige una formulación más clara de tales instituciones, e intenta especificar qué expresiones o significa dos del discurso dan lugar a qué clase de inferencias u otros procesos mentales” (Van Dijk, 1996, p. 23).

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De ahí que, basándonos en la propuesta de Thompson vamos a proponer los siguientes esquemas de análisis.

Thompson considera que las relaciones de poder pueden mantenerse y establecerse bajo una figura representada como legitima, que es digna de apoyo. Sus estrategias de operación son: racionalización, es decir se justifica en base a argumentos; universalización, cuando los intereses de unos se presentan como el de todos; narrativización, cuando se recurre a la historia para narrar el presente.

Hay simulación cuando los procesos existentes son ocultados. Las estrategias de este tipo de operativa son: la sustitución, cuando adjudicaciones –no siempre expresas- positivas o negativas se transfieren de un objeto/sujeto a otro; eufemizacion, cuando las relaciones se describen en términos que generan una valoración positiva. Por último el tropo, que es el cambio de dirección de una expresión que se desvía de su contenido original para adoptar otro contenido.

Las relaciones de poder pueden sustentarse en base a la construcción de una unidad que abarque a una colectividad sin tomar en cuenta sus diferencias. Las estrategias son: la estandarización, cuando se adopta un marco de referencia estándar que se promueve como aceptable para todos; la

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simbolización de unidad, cuando se utilizan símbolos que otorgan unidad a grupos diferentes con el fin de hacerlos partes de una unidad.

En comparación con la anterior, las relaciones de dominación se pueden mantener al fragmentar a los grupos que representan un desafío al poder. Sus estrategias son: la diferenciación, cuando se enfatizan las diferencias de los grupos; la expurgación, cuando se construye a un enemigo y se representa como maligno para que exista oposición hacia él.

Las relaciones de poder pueden representarse como algo natural o eterno. De ahí que sus estrategias son: naturalización, cuando un estado de cosas se trata como inevitable; eternización, cuando los procesos son separados de su historia y se ven como permanentes.