Enrique Molina - Poemas

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Adiós

Un día más, sólo un minuto más, para estar v ivoy despedirme de cuanto amé.Para decir adiós a las cosas que v i y toqué mientras moríadesde el instante mismo en que nací.Y v ino el niño con el premio que sacó en el colegio por susabiduría,y el ala de la gav iota golpeando en lo infinito con su vuelo,v ino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosamujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que y o lo supiera,y el río con su lenta corriente musculosaa través de cada mueble, cada objeto y cada gestode quien me ve parir, ¡oh Dios mío!

Un instante más aún en el suelo que pisé,en el aire de mi respiraciónsofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extrañoplaneta, donde perdure año tras año, presintiendoeste límite de espumas, este revuelto torbellinode la despedida, y o, que tanto fui deslumbradopor centelleante atracción de la tierra,por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundoes mi destino.

Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjameuna vez más mirar las flores y la lluv ia. Es ésteel trágico instante en que uno descubreel delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,el instante supremo de decir adiós.a cuanto se adoró en esta v ida.

Algún vestigio de tu paso

La dulzura de recordar el sol en la espiral del sueñoy el vano poder de haber ido tan lejos.

Es tan extraño perdurar, oír aúnla grave letanía de los huesos y el hechizo del mundo.

Déjame ver, déjame ver:alguien me condujo hasta aquí y se oculta,

cubierto de grandes praderas, de climas,refugios baldíos, luces que brillan

en el faro donde la tierra termina.

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Salido de lugares inciertos, de trópicos y lluv ias,

voraz como fuego, intruso,la huella de sus dientes y sus besos en la manzana.

¿De quién es ese rostro desconocido entrev istodonde se pierde? Es incierto y ansioso

extrav iado en la fábula oscura de mi v ida.Adiós, sombra mía.

Alta marea

Cuando un hombre y una mujer que se han amado se separanse y ergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullola errónea marav illa de sus noches de amorlas constelaciones pasionaleslos arrebatos de su indómito v iaje sus risas a través de las piedras sus plegarias y cólerassus dramas de secretas injurias enterradassus maquinaciones perversas las cacerías y disputasel oscuro relámpago humano que aprisionó un instante el furor de sus cuerpos con el lazo fulmíneo de las antípodaslos lechos a la deriva en el oleaje de gasa de los sueñosla mirada de pulpo de la memorialos estremecimientos de una v ieja ley enda cubierta de pronto con la palidez de la tristeza y todos los gestos del abandonodos o tres libros y una camisa en una maletallueve y el tren desliza un espejo frenético por los rieles de la tormentael hotel da al martanto sitio ilusorio tanto lugar de no llegar nuncatanto trajín de gentes circulando con objetos inútiles o enfundadas en ropas polvorientaspasan cementerios de pájaroscabezas actitudes montañas alcoholes y contrabandos informescada noche cuando te desvestíasla sombra de tu cuerpo desnudo crecía sobre los muros hasta el techolos enormes roperos crujían en las habitaciones inundadaspuertas desconocidas rostros v írgeneslos desastres imprecisos los deslumbramientos de la aventurasiempre a punto de partirsiempre esperando el desenlacela cabeza sobre el tajoel corazón hechizado por la amenaza tantálica del mundo

Y ese reguero de sangreun continente sumergido en cuy a boca aún hierve la espuma de los días indefensos bajo el soplo del sol

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el nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de lentejuelas insaciablesesos labios besados en otro país en otra raza en otro planeta en otro cielo en otro infiernoregresaba en un barcouna ciudad se aproximaba a la borda con su peso de sal como un enorme galápagotodavía las alucinaciones del puente y el sufrimiento del trabajo marítimo con el desplomado trono de las olas y el árbol de la hélice que pasaba justamente bajo mi cuchetaéste es el mundo desmedido el mundo sin reemplazo el mundo desesperado como una fiesta en su huracán de estrellaspero no hay piedad para míni el sol ni el mar ni la loca pocilga de los puertosni la sabiduría de la noche a la que oigo cantar por la boca de las aguas y de los campos con las v iolencias de este planeta que nos pertenece y se nos escapaentonces tú estabas al finalesperando en el muelle mientras el v iento me devolv ía a tus brazos como un pájaroen la proa lanzaron el cordel con la bola de plomo en la punta y el cabo de Manila fue recogidotodo terminalos v iajes y el amornada terminani v iajes ni amor ni olv ido ni av ideztodo despierta nuevamente con la tensión mortal de la bestia que acecha en el sol de su instintotodo vuelve a su crimen como un alma encadenada a su dicha y a sus muertostodo fulgura como un guijarro de Dios sobre la play aunos labios lavados por el diluv io y queda atrásel halo de la lámpara el dormitorio arrasado por la vehemencia del verano y el remolino de las hojas sobre las sábanas vacíasy una vez más una zarpa de fuego se apoy a en el corazón de su presaen este Nuevo Mundo confuso abierto en todas direccionesdonde la furia y la pasión se mezclan al polen del Paraísoy otra vez la tierra despliega sus alas y arde de sed intacta y sin raícescuando un hombre y una mujer que se han amado se separan.

Amantes antípodas

Itinerarios

Tu cuerpo y el lazo de seda rústica que conduce a las plantaciones de la costaal sudor de tu cabellera quemada por las nubesa los instantes inolv idables-tantas mutaciones de nómada y de clandestinidad

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tantos homenajes a una belleza salvajeque exige el desorden- ¡oh raza de labios de abandonohechizada por la vehemencia!y nuestra fuerza de profundos besos y tormentaspara el infierno de los amanteshasta volver a su placer fantasmaa su ola de hierro de ay er detrás del mundo!

Aquellos hoteles...Todas las rampas de la v ida cambiantela velocidad del amor el mágico filtro de la excomuniónla hambrienta luz del desencuentro en nuestras venas de azotecartas desamparadas antiguas prosas de la noche de los abrazosy el solitario frenesí de las palmeras cuando en la ausenciacreciendo hacia mi pecho el fondo de la tierra me devuelve de golpe todas nuestras cariciasel nudo furioso de la pasión en las negras argollas del tiempoaquellos moblajes de desvalijamiento y de lluv iasluz de senos en el mar y sus gav iotas y músicassobre un altar de desunión con grandes lunas fascinantes sin más pradera que tus ojospaís incorruptiblepaís narcóticocon risas del alcohol del v ientoy tu pelo sobre mi caray las cálidas bestias doradas por el trópicoy el jadeo abrasador de la ola que vuelca en tu corazón su grito de espasmo y de caíday de nuevo esos lugares intactos para el soly de nuevo esos cuerpos ilesos para el amoren medio del perezoso meteoro del díalevantando hacia el alma aquel esplendorlos paroxismos el lecho de las dunas y de la corriente con sus besos en marchay las tareas de los amantes mientras la llamarada de la muerte brillaba alrededor de sus cuerposcomo un afrodisíacoav ivando el deseoel hambre¡aquella furia de ay er detrás del mundo!

Despedida

¡Adiós pájaro definitivo!Continuarás tu vuelo en mi alma

sin entenderme, pero conmigo.

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Es tan bello este día invernal,

hay tanta distancia en tus alas:lo que vuela contigo es el cielo.

¿Qué podría decir de mí?¿Qué podría decir en sueños?

Casa pintada de rojo, con un gato,la ropa tendida en la azotea:

¿quién abrirá la puerta si desapareciócon sus flores, lámparas y muebles,

los amigos que la frecuentaban,conversaciones, una historia melancólica

y un poco imprecisa. ¿Cuándo terminó?¿Quién sabe nunca lo que ha amado?

Hay como un resplandor en torno. ¡Adióspájaro más profundo que el cielo!

El lugar del principio

La casa está perdida en un jardíno un jardín esconde en su garganta el hogar quev iv imos,lenguaje elemental, laberinto de piedra,las ramas de los árboles que abrazana ese mundo herido en el costado.A veces el jardín respira y deja veresas paredes que alguna vez fueron de luz.A veces inventan un mundo sin saberque no se entra jamás,que hay que permanecer afuera de la Historia.

La casa está perdida en unos ojos que nunca más veré.La casa está perdida en esa misma casa.La casa es una pérdida constanteen cualquier jardín.

La casa es un jardín perdidoen el lugar de la memoria.

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El erotismo y las gaviotas

Ahora pido ev idencias, certidumbres.

En mi extraño escenario, pasiones y las aves remotas,surgen paraderos, lugares troncos, idilios,el sol está partido en dos por la av idez,mutaciones y la pescadería donde la muerte brilla con escamas,al borde de la ruta, después de las represas salineras.La mujer del azar se contempla en su espejo,con sensuales bucles, en el oscuro bosque de su amor,flexible y voraz, su cuerpo regido por la lunase alzó sobre el v iento y el cielo,lejano como estrellas, pero sólo despuésvacilaciones, dudas y reprochespara una triste crónica donde ríe la moscaen la edad triturada.Reminiscentes caricias flotantes entre adioseshacen temblar las cosas con un ardor irónico. ¿Pero entoncestampoco existió el fuego,el mundo relatado por una voz querida?Parejos amantes, a ciegas en la ira y el esplendor del tiempo,el mozo del hotel recogió las maletas,de ciudad en ciudad, de idioma en idioma, en medio de rostros movedizos.Al despertar aparecía el fantasma; sonriente,con senos de una melosa consistencia, con dientes brillantes,insistente y perfumado en la cálida atmósfera,se tendía en la play a con languidez, hablaba de las pequeñas cosas del día,volando en torno a mi alma con la luz de los mares,(con el sabor del whisky , hacia el cuerpo del hombre. ¿No hay un guijarro entonces,una naranja, un puñado de arenaque reclame la herencia sin destino del sueño y el olv ido?

Has oído el exaltante chasquido del aguacomo una boca que rememora de muy lejos,inmensidad y huesos lavados por el sol,brillando y ondulando y salpicando las rocas,un solo instante, un suspiro y las nubes vacías.

Y ahora, por Dios, nada de imprecisiones, el v iento,sobre la mesa rev ientan espumas, los muros no existen, el v iento,las gav iotas exhalan su graznido en el pálido extremo del día,ella se esfuma en la terraza con su copa y un lento cigarrillo en los labios, el v iento,los rostros son ahora más tensos, desaparecen de golpe,nadie responde, hay un orden extraño, fuera de lugar, el v iento,

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la costa, la noche, zonas espléndidas y asesinas,sólo el v iento, el v iento con sus garras equívocas.

Elegía

Esos cuerpos que alguna vez latieron en mis brazoscuando el sol era un lento reverbero en su piel,cuando sus cabelleras se volcaban como oleadas de fiebre y de nostalgia,ahora perduran sólo como una v ibracióno una angustia indeleble en el fondo del almamientras va la gav iota por las play as.Relucen y a tan lejos llenos de tentaciones desesperadas,se irisan en la espuma del mar,llaman con el recuerdo de su piel y su alientoy vuelven a hechizarnos como lagos dormidoso tibias sombras prisioneras de la tierra.

Fueron cuanto tuv imos de más ardiente y hondo-los dones más intensos de este mundo-,arrasaron al corazón con las más altas llamashasta dejarnos en un ciego abandonoa orillas de su huella de brasas inv isibles.

Cuerpos enamorados que una vez fueron míos,palpitando con sus tiernas reverberaciones,con la inolv idable tersura de sus espaldasy sus bocas ansiosas, sus muslos de esplendor y mediodía.

Así abrieron de par en par el mundo,llamaron a la tormenta y al relámpago, se deslizaronpor todos los rituales de la pasión,y fueron arrastrados por la vorágine de los díashasta perderse silenciosamentecomo todos los dones más altos de esta v idaen el voraz horizonte donde nos extrav iamos como niños errantes,como todas las dádivas para siempre fugacesque el azar y el destino nos dieron un instante.

Joven desierto

Cuando llega la noche y solitario tornoa mi grisáceo lecho, como a una madrigueradonde, cual una amante fiel, la desesperanza contra mi pecho subecon guirnaldas de meses calcinados,

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lloro, entre mi espléndida y vana anatomía,como una rama balanceada por un triste v iento,apenas verdadera entre lujuria y olv idoy la luz que desprenden los contornos del día,cuy a fúlgida barca tanto ha costado despediruna vez más, una vez más, entre los hombres.

¡Oh, armonía, oh juventud necesaria para el aire!Solo, entre las sombras que se persiguen como pájaros,y el son distante del v iento en los tejados.Y a el tiempo es ev idente, y en él beben mis venas,con milenaria sed, a grandes sorbos, sin amparo.

Las cosas y el delirio mientras corren los grandes días

Arde en las cosas un terror antiguo, un profundo y secreto soplo,un ácido orgulloso y sombrío que llena las piedras de grandes agujeros,y torna crueles las húmedas manzanas, los árboles que el sol consagró;las lluv ias entretejidas a los largos cabellos con salvajes perfumesy su blanda y ondeante música;los ropajes y los vanos objetos; la tierna madera dolorosa en los tensos v iolinesy honrada y sumisa en la paciente mesa, en el infausto ataúd,a cuy o alrededor los ángeles impasibles y justos se reúnen a recoger su parte de muerte;las frutas de y eso y la íntima lámpara donde el atardecer se condensa,y los vestidos caen como un seco follaje a los pies de la mujer desnudándose,abriéndose en quietos círculos en torno a sus tobillos como un espeso estanquesobre el que la noche flamea y se ahonda, recogiendo ese cuerpo melodioso,arrastrando las sombras tras los cristales y los sueños tras los semblantes dormidos;en tanto, junto a la tibia habitación, el desolado v iento plañe bajo las hojas de la hiedra.¡Oh Tiempo! ¡Oh, enredadera pálida! ¡Oh, sagrada fatiga de v iv ir...!Oh, estéril lumbre que en mi carne luchas! Tus puras hebras trepan por mis huesos,envolv iendo mis vértebras tu espuma de suave ondular.Y así, a través de los rostros apacibles, del invariable giro del Verano,a través de los muebles inmóviles y mansos, de las canciones de alegre esplendor,todo habla al absorto e indefenso testigo, a las postreras sombras trepadoras,de su incierta partida, de las manos transformándose en la gramilla estival.Entonces mi corazón lleno de idolatría se despierta temblando,

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como el que sueña que la sombra entra en él y su adorable carne se licúaa un son lento y dulzón, poblado de flotantes animales y neblinas,y pasa la y ema de sus dedos por sus cejas, comprueba de nuevosus labios y mira una vez más sus desiertas rodillas,acariciando en torno sus riquezas, sin penetrar su secreto,mientras corren los grandes días sobre la tierra inmutable.

Las nubes no retornan

La memoria de la olaflota dispersa en la costa baldía.escucha ahora, vagabundo acechante, entre el v ino descolorido y la noche.¿Y quién puede dormir?El zumbido no cesa en el salón de las moscas.

La memoria de la ola,la memoria del amorte confiesa que nunca te susurró al oído su verdad.Sólo el rumor del puerto,pies que se alejan pisando sobre conchillas,el lugar es oscuroy alguien me sopla su aliento en la carao sólo el rudo olor del mar.

El lugar ha desaparecido.Nada más que esa gente alrededor de la olladonde algo se cocina lentamente.Inútil que tiendas tu plano,los inv itados esperan el momento del festín,unas mujeres ponen la mesaen el fondo de la inundación,otras ajustan la clav ija en el cráneo.

La memoria de la ola:el blanco esqueleto del pezjunto a la barca abandonada.

Lo que trae, lo que lleva,lo que no llegó nunca.

De "El ala de la gaviota"

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Los hoteles secretos

El brillo nómade del mundocomo un ascua en el alma una joy a del tiempose abre tan sólo al paso de ciertos hechos tormentososarrastrados por la corrientehasta las escaleras cortadas por el maren ciertos antros de lujuria de bordes sombríospoblados por estatuas de rey escasi irreconocibles entre el reverberar de las antorchas cuy a luz es la hiedra que cubre los muros¡Oh corazón corazón orgulloso!entrégate al fantasma apostado en la puerta

Ahora que tan bien te conozcosin otra sed que tu memoriacriatura melancólica que tocas mi alma de tan lejosinvoca en las alcobas el éxtasis y el terrorel lento idioma indomable de la pasión por el infiernoy el veneno de la aventura con sus crímenes¡Oh! invoca una vez más el gran soplo de antañoen estas cámaras de piedra enlazada a tu amantey ambos envueltos en la lona de los días perdidos como el muerto en el mary prontos a deshacerse en las hogueras instantáneassobre lechos de un metal misterioso que brilla en las tinieblas bajo la zarpa de los candelabrosy el coro de pájaros lascivos girando con furia en las habitaciones selladas por el hierro de otras noches

Pues tales antros solemnes cubiertos de flores carnívorascon mármoles que se pudren a la sombra de cabelleras opulentasse balancean labrados pomposamente desde el portal hasta la cúpulacomo la nave anclada sobre el abismoagitando con lentitud sus espejos para adormecer a la mujerdesnuda entre los verdugos que incineran el corazón de la nochey el zaguán donde se cruzan la lluv ia y la frustraciónlos camareros con el rostro podrido por el tufo de las floresacumuladas en los pasillos infinitosel rumor de los suspiros sofocadoslos besos entretejidos en nácar tristísimola hierba sin nombre en que se hunden sus huéspedesrepiten una vez más entre la sombrala ley enda del amor que nunca muere

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Nada de nostalgia

El que pueda llegar que llegueEsta es la sal de las partidasUna perla de amor insomneEntre manos desconocidas

Lechos de plumas en el v ientoSólo dormimos en los médanosThi la gitana del desiertoEn la noche del Aduanero

La gitana con una cítaraUn león la huele como a una florEs el sueño feroz y tiernoEl olfato de la pasión

Alas de nunca y de inconstanciaA través del cielo se filtranimplacables cuerpos amantescon sus terribles marav illas.

Todas las llaves abren la muertePero la v ida nunca se cierra¡Todas las llaves abren la puertaDel puro incendio de la tierra!

Pasiones terrestres

A Vahine (pintada por Gauguin)

Negra Vahíne,tu oscura trenza hacia tus pechos tibiosbaja con su perfume de amapolas,con su tallo que nutre la luz fosforescente,y miras melancólica cómo el clima te cubrede antiguas hojas, cuy o rey es sóloun soplo de la estación dormida en medio del v iento,donde y aces ahora, inmóvil como el cielo,mientras sostienes una flor sin nombre,un testimonio de la desamparada primavera en que moras.

¿Conservará la sombra de tus labiosel beso de Gauguin, como una terca gota de salmueracorroy endo hasta el fondo de tu infiernola inocencia -el obstinado y ciego afán de tu ser-;y a errante en la centella de los muertos,lejana criatura del océano...?

¿Dónde labra tu tumba

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el ácido marino?Oh Vahíne, ¿dónde existesy a sólo como piedra sobre arenas azules,como techo de paja batido por el trópico,como una fruta, un cántaro, una setaque pueblan los espíritus del fuego, picada por los pájaros,pura en la antología de la muerte...?

No una guirnalda de sonrisas,no un espejuelo de melosas luces,sino una ley furiosa, una radiante ofensa al peso de los díasera lo que él buscaba, junto a tu piel,junto a tus chatas fuentes de madera,entre los grandes árboles,cuando la soledad, la rebeldía,azuzaban en su almala apasionada fuga de las cosas.Porque ¿qué ansía un hombresino sobrepujar una costumbre llena de polvo y tedio?

Ahora, Vahíne, me contemplas sola,a través de una niebla azotada por el vuelo de tantas inv isiblesaves muertas.Y oy es mi v ida que a tus pies se esparcecomo una ola, un término de espumasextrañamente lejos de tu orilla.

Poema tres

La mujer de los pechos oscilantesdeja posar sobre ellos a las mariposas,al temblor de las hojas en la brisa,al aullido del gato nocturno.Sus dientes destilan un licor muy dulce,se producen también circunstancias incitadoras de fantasíasy hay más descripciones. ¿Qué se ha v isto?Madonas inasibles y acentes en pantanos perfumados,sinfonías de lo profundo del ser en los más hondos soles corporales,vestigios de la dichacuy a llama se irisa en la médula, un clamoren la concav idad desolada del día.

Ella cubre sus muslos y sus brazos con jaleas salvajes,aceite de palmera sobre la arena suave,a sus espaldas el insondable paisaje del océano,

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vendedora de choclos calientes y jugo de ananá, invoca la endemoniada dicha de v iv ir en un país de la ribera de las moscas.Frutas agujereadas, amores inhóspitos, deserciones,pasajeros que esperan en vano que el tren se detengamientras corre sin fin a través de los campos polvorientos.

Poema cuatro

La luna que tan dulcemente se dora en el campoes mi madre cuando tocaba el v iolín entre las lagunas y el pasto dormido,en un campo tan dilatado, rodeada de montes de naranjosy el terco, invencible olor de los azahares.Levantaba la lámpara en la nochecuando llegaban los ladrones, y el diabloque afilaba sus pezuñas en el techoy a no podía pasar por las rendijas de las oraciones,entre los hierros del rosario. La veía de pie, con un vestidoblanco como el desierto, play a tierna del alma,envuelta en una música del origen del mundo, con venados rojos, duendes, tesoros,v iajes inmensos para los niños del asombro. Y la ondulante melodíase grababa con grandes corazonesen la corteza de los eucaliptus. Tocaba el v iolín, daba órdenesal loro, a las ánimas, a las lagunas,a las oscuras criollas de cocinade espesas trenzas donde dormía el relámpago.

Poema cinco

La lluv iase desliza por las plumas del día,siempre inconclusa como una muchachallena de astucias y cariciaslibre para conjurar

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lo más hondo y furtivo del deseo.

¿Cómo saber, entre los laberintos de la sangre, en dónde está la clavede ciertos momentos extrañamente adorables y cruelescuando las Esfinges disputan en nuestros corazones?

El lecho se mece en la corrientehasta tornarse niebla, palabras a la deriva, un pálido hueco.Amanece, en las casas se enciende fuego,los elementos dispares del día inician su batalla, sus injurias,tales islas emergen a la miseria, al tránsito,los trabajos llegan con su capucha de tortura,pero aún flota un gran esplendor, una delicia incierta en las constelaciones que aún tiemblan en el cielo de los besos.Los amantes que juntos y acieron se separan bajo el trueno de la mañana.Ahora saben que su v ínculo es terriblecon el último embrujo de sus caricias.

Poema siete

Sobre el v iejo recolector de pedruscos se posa un pájaro,sobre el hombre de los tatuajescristalizan las aguas de tantas travesías,rudas orgías, ceremonias para partir,lujuria y av idez en un reino sin pausa. En vano intenta ver su imagen:¿sentado junto al fuego? ¿dormido en la cueva?¿en donde está ese antro, esa promesa?¿en qué totalidad indecible de un sueño?Una mujer semidesnuda sale del monte,y el hombre a quien el mundo enardeció,con la arena, con la miga del pan, con la piel de las cosasdeja un mensaje para nadie,penetra a su propia soledad, a su tormenta.

Poema diez

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Las estatuas de sal que tanto hemos amadotras el gemido de Sodoma y Gomorra,sus cuerpos se deshacen si las ciñen tus brazos.Amantes desoladas como un paisaje ciego,en cuy os pechos, recién salidos del océano,nacía la sed. ¿Pero qué maldición cay ó sobre ellas,sino la maldición a las bodas de la carne y el sueño,cuerpos y ceremonias, cabelleras y susurros en los tibios secretos de la noche,deslumbramientos de la travesía?Todo cuanto la urdimbre sombría del pecadocondena: la pasión, la poesía, la línea del amorgrabada en la palma de la mano, el linajede increíbles amantes fundidos en su propio laberinto.Sin embargo, en la más luminosa estela del corazóndonde nada es mentira,perdura la gloria de esas paras mujeres orgullosas,blancas como la muerte, con rouge en los labios.

Poema trece

Bien sé cómo es ella, secreta y perversacomo un ángel del bosque, se hundeen mi sangre, canta en la nochecomo un río que corre debajo de las piedras.Pero lo que invoca, lo que rescata,está más allá de la piedad de sus besos,vasto como el sueño, tormentosocomo su cuerpo lascivo.Lo que se alcanza de sus confesionesdesnuda los deseos, súplicas, un vuelohacia cuerpos solares en un cielo mortal.El v iento es tibio en sus cabellos,en su garganta herida. Todo en ellaes insomne como su latido desdeñoso,consagrado a las grandes singladuras de Ahab.Nunca llegará donde la esperas, en una quemadura,en un altar demente de memorias perdidaso aves migratorias. Nunca llegará.Cuando trae la bebida de los náufragos. Se escurreentre los grandes secretos de su sueño.

Sólo una etapa

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Piedras llevadas por el v iento,con la misteriosa canción de los muertos retumbancontra mi corazón, y la antiguapasión del furor de partir sopla de nuevo,murmura besos, calendarios de lo desposeído,sangre de la lejanía, sangre de la lejanía.

Esa dicha fue a la vez unánime y transitoria,tantos países de antaño, devoradores,se fríen lejos y rechinan, irrumpencon una belleza implacable, con bocashúmedas del rocío de los sueños, y de prontoun rostro de huérfana brilla de nuevo al sol.Acabas de grabar un bisonte en la caverna,acabas de resucitar una llamarada de la distancia, algunas historiaspara instalarte en un infierno propio dondey a la gente no canta ni penetra a sus casas,

para llegar sólo al establo roto, al suelo desfondado,con placeres como novias arrojadas por la escalera.Todo aquello al fin será la luz, el grito de la lluv ia,la pisada de un cuerpo fantasmaen las orillas fulgurantes del mundo.

Ciertas criaturas de frontera, ciertos éxtasis,alguna vez amamos en el altiplano, montaña, buitres,el andar femenino de las llamas, tales deliriosdesde las grandes fiestas al olv ido en mediode v iajes y caminos que se cruzan, risotadasde esas gentes con rostros de plumas o de cuero, en el frío,entre los ácidos cactus erizados por el zapateoy la embriaguez de los indios, dichososde una grandeza tan humilde.

En una posada, junto a la mesa, con una olla de hierro,surgió una mujer desde el fondo de un pozo de fuego,con ojos de una ternura v iciosa,taciturna mujer de serv icio con triple falday la pesada trenza negra donde nacía la tormenta, para que el camino se hundiera y la roja franja de sus labios brillara a la intemperie,hasta que la inmensa música de su latidollegara hasta mi pecho como una galaxia sexualen lo más profundo del cielo, como si nada pudiera ir más allá de su sangre y de su ensoñación. De todo eso un gran pájaro vuela,sus alas atruenan en la diversidad del mundo.

Un oscuro mensaje

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Criatura enigmática, con el anillo verde del reino vegetaly su respiración de silenciosa sombra, sin pasiones,una div inidad indescifrable. Con su lenta explosiónel árbol me v igila enfrente a mi ventana,espía mis menores movimientos a veces con un pájaro,con un gemido solitario, con un hilo de lluv ia,atento a mi presencia sin que pueda acallar su interrogante.

Algo exige de mí, algo que debo hacer pero que ignoro,algo que debo olv idar o quizás recordar toda la v ida,tal vez un nombre, la luz de cierta nocheo tal vez el instante en que algo amado desaparece también con un susurro.

Algo que pugna por surgir como la mano del que se hunde en el mar,algo impreciso aún, sin duda v inculado al amor, a los astros,y que por último me será revelado en su raíz.Quizás tan sólo sea una nube, una brisa,la misma ardiente música del mundo oída siempre y siempre y siempre.