ENRIQUE CONDÉS (El practicante de la Vespa). · aunque tengo la impresión que, en lugar de...

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1 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras. ENRIQUE CONDÉS (El practicante de la Vespa). Hacía tiempo que me lo había propuesto y un día se lo dije: -“Oye Enrique, me gustaría hacerte una entrevista”. “Cuando quieras”, me respondió. Llegado el momento, por fin me he reunido con mi amigo Enrique Condés, hemos quedado en su casa, para intentar hacerle la deseada entrevista y no estoy seguro de que vaya a salir nada bien, dado que será la primera entrevista que intento y que, además, Enrique es un hombre con una larga vida, no ya por los años que tiene, sino por la gran cantidad de vivencias acumuladas a través de su existencia: unas tiernas, otras amargas, alguna que otra algo triste y por supuesto más de una, digna de ser contada. Entre los dos, vamos a intentarlo, aunque tengo la impresión que, en lugar de entrevista, va a ser una amena conversación entre dos amigos, con el fin de ir repasando retazos de su vida, principalmente la transcurrida aquí en Getafe. Empezamos. -¿En qué año naciste y dónde? -Nací en Toledo el 29 de diciembre del año 1931. -¿Y de ahí? -Pues de Toledo a La Coruña durante seis meses, luego vuelta a Toledo por un periodo de dos años y después tres años a Humanes, donde los abuelos tenían casa solariega y una preciosa huerta. -Dime entonces cuándo fue tu llegada a Getafe? -Pues mira todavía faltaban unos años, pues en el 36, pasando previamente por Leganés fuimos primero a Madrid y luego nos trasladamos a Archena, hasta que terminó la guerra, entonces vuelta de nuevo a Humanes de Madrid. -Supongo que ya a Getafe. -A Getafe vinimos en el año 43 y nos instalamos en una casa, en el número 8, de la Calle Polvoranca, donde hemos vivido durante muchos años.

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1 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.

ENRIQUE CONDÉS (El practicante de la Vespa).

Hacía tiempo que me lo había propuesto y un día se lo dije: -“Oye Enrique, me gustaría hacerte una entrevista”. –“Cuando quieras”, me respondió. Llegado el momento, por fin me he reunido con mi amigo Enrique Condés, hemos quedado en su casa, para intentar hacerle la deseada entrevista y no estoy seguro de que vaya a salir nada bien, dado que será la primera entrevista que intento y que, además, Enrique es un hombre con una larga vida, no ya por los años que tiene, sino por la gran cantidad de vivencias acumuladas a través de su existencia: unas tiernas, otras amargas, alguna que otra algo triste y por supuesto más de una, digna de ser contada. Entre los dos, vamos a intentarlo, aunque tengo la impresión que, en lugar de entrevista, va a ser una amena conversación entre dos amigos, con el fin de ir repasando retazos de su vida, principalmente la transcurrida aquí en Getafe. Empezamos. -¿En qué año naciste y dónde? -Nací en Toledo el 29 de diciembre del año 1931. -¿Y de ahí? -Pues de Toledo a La Coruña durante seis meses, luego vuelta a Toledo por un periodo de dos años y después tres años a Humanes, donde los abuelos tenían casa solariega y una preciosa huerta. -Dime entonces cuándo fue tu llegada a Getafe? -Pues mira todavía faltaban unos años, pues en el 36, pasando previamente por Leganés fuimos primero a Madrid y luego nos trasladamos a Archena, hasta que terminó la guerra, entonces vuelta de nuevo a Humanes de Madrid. -Supongo que ya a Getafe. -A Getafe vinimos en el año 43 y nos instalamos en una casa, en el número 8, de la Calle Polvoranca, donde hemos vivido durante muchos años.

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-Y cómo empieza tu vida aquí en Getafe? -Tenía ya doce años y los primeros estudios aquí, los hice en el Colegio de los Escolapios. Como ya antes había ido a otros colegios estaba bien preparado, por lo que aprobé sin dificultad el examen de Ingreso e inmediatamente me pasaron a primero de Bachiller. -Hiciste el bachiller en los Escolapios. -No. Solamente hice tres años y por cierto con buenas notas. -Entonces, ¿qué ocurrió? -Pues sencillamente que con dieciséis años entre a trabajar, como Auxiliar Administrativo, en Ericsson, donde tuve alguna mala experiencia y yo me veía sin porvenir alguno. De manera que hablé con mi padre y entre los dos decidimos que, a partir de aquel mismo momento, me pondría a estudiar. -Y así lo hiciste. -Inicialmente elegí una academia particular en Madrid e inicié mi preparación para Aparejador de obras. La ocasión fue fallida y cambié mi preparación para Perito Industrial. Me presenté al examen y suspendí. -Y ¿qué sucedió después de esos dos intentos de iniciar unos estudios? -Pues como, por aquel entonces, yo alternaba el vivir en Getafe con etapas en las que me trasladaba a vivir en Humanes, donde trasteaba afanosamente en la huerta del abuelo. Pues entonces ocurrió algo muy importante para mi futuro. -¿Qué fue aquello Enrique? -Pues que conocí a una persona muy importante para mí. El encuentro con el médico de la localidad, Antonio, fue fundamental. Él, en tono persuasivo, se dirigió a mí y trató de explicarme las ventajas que podría tener, en mi vida, si me atrevía a formarme como practicante. Y en verdad que logró convencerme. Además me regaló los primeros libros de la carrera, de manera que me fui acostumbrando al contacto con los temas de la medicina aplicada. -Digamos pues que fue tu impulsor. -Así fue. Y sin pensarlo dos veces me matriculé en una academia, en Madrid, en la Calle de Fuencarral, número 119. Éramos diecinueve alumnos los que estudiábamos en aquella academia. Los profesores eran extraordinarios que, además de las clases teóricas, nos impartían unas clases prácticas logrando introducirnos en el mundillo de la profesión, con gran interés. En una palabra, unos buenos estudios de formación permanente, que llevaban consigo su pequeño sacrificio, pues regresaba de Madrid a Getafe, en el tren mixto, junto con otros jóvenes, que también iban a estudiar a Madrid, entre las doce de la noche y la una de la madrugada. -Entonces iniciaste la carrera. -Sí, en el paraninfo de la universidad. Dos años de carrera y seis meses de prácticas en la clínica de la Sociedad Aurora. Todo ello combinado con el servicio militar, pues por entonces estaba haciendo la “mili” como voluntario, en la Base Aérea, que duró dieciocho meses.

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Licenciado en el mes de agosto, solicité una excedencia de tres meses en Ericsson, para estudiar. Y finalizado este periodo, otra excedencia de un año, para permanecer estudiando, y que a continuación estaría seguida de la baja definitiva en la factoría. Me presente a exámenes consiguiendo el aprobado y el Título universitario. Era septiembre del 53. -Un gran esfuerzo por tu parte, que se vio finalmente recompensado. -Ahora te voy a contar una curiosa anécdota que me ocurrió antes del examen. Resulta que iba yo en el tranvía, camino de la universidad, para examinarme, di un tropiezo y se me cayó el libro al suelo. El libro quedó abierto por la página donde se explicaba el “perineo”, que es el tema donde se trata del aparato genital femenino. Naturalmente le di un buen repaso. Y, no te lo vas a creer, fue el tema que me tocó en el examen, recuerdo que era el tema número 15. Pura casualidad o prodigio. No lo sé, pero lo cierto es que así ocurrió. Como quiera que, anteriormente, hubiera hecho la promesa de ir hasta Zaragoza en bicicleta, si aprobaba, pues hasta Zaragoza me fui cumpliendo mi palabra. -Una piadosa promesa que te costaría un buen trabajo cumplirla. -Sí que me costó, pero lo hice. En tres etapas. Recorriendo unos ciento veinte quilómetros cada día. Primero me detuve en Torija, después en Cetina, antes de llegar a Zaragoza. En Cetina estuve en un castillo, propiedad de una prima mía, en cuya capilla se casó, en el año 1634, Don Francisco de Quevedo, con Esperanza de Mendoza. Curiosamente mi prima me colocó en la misma habitación en la que estuvo el ilustre escritor satírico. Casualidades de la vida. -Vaya, vaya. Y ¿qué es lo que haces con tu flamante título en la mano? -Pues lo primero fue poner un cartel, con toda ilusión, en mi casa de la calle Polvoranca, que decía lo siguiente: “Enrique Condés practicante. Consulta”. -Supongo que a partir de entonces comienza tu vida como practicante. -Ciertamente, y el principio no fue nada fácil, más bien algo desalentador. Me presenté en Serranillos del Valle, para solicitar trabajo, pero en el Ayuntamiento dieron un NO rotundo a mis pretensiones como nuevo practicante. Sin embargo aquí en Getafe, Benito sí me lo proporcionó en su consulta, porque en aquel tiempo él trabajaba para CASA como practicante titular. A partir de entonces conseguí hacer mis diez primeros clientes. La clientela aumentaba y me hice mi propia lista de clientes, poniendo un precio de 2,50 pesetas por iguala, que por entonces era el precio que poníamos todos los practicantes en Getafe. -Creo que, ya con tu propia clientela, te cambiaste de consulta. -Efectivamente, en el año 1955, puse mi consulta en un primer piso interior, que a la vez era consulta y vivienda, en la Calle Madrid, 48 (hoy 52) justo frente a Foto González. Y allí, poco a poco, fue aumentando la lista de mis clientes. -Vamos que ya el sueldo daba para casarse. -Había conocido a una chica y me enamoré de ella. Angelines Rodríguez Moreno era maestra de escuela titulada y nos casamos en el año 1959. El viaje de bodas fueron mis primeras vacaciones. Hasta entonces no había disfrutado ni tan siquiera de un solo día de asueto. A partir de entonces, y hasta hoy día, mi vida en común con ella, con mi esposa, será de completa felicidad.

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Y ya que ha aparecido su nombre, debo decirte que mi esposa Angelines, ha impartido clases, como maestra, en el Colegio San José de Calasanz y después también en la Academia San Sebastián (con Don Mario, Don Justino, Don Cipriano y Don Hermenegildo), instruyendo y educando a párvulos. -Pero hubo también otros locales en los que pasaste consulta. -En varios. Mejor dicho en bastantes. En el sótano de la Farmacia Bascones, con Pedro Zarzo; en la Calle Mariano Ron; Al principio de la Calle Leganés, encima de las bodegas Rey de Viñas; en un piso de los hermanos Díaz, en el número 5 de la calle Guadalajara; en un local de la calle Felipe Estévez; y por último, durante ocho meses, en una consulta en la calle de La Cruz. Además no paraba de atender llamadas, tanto por el día, como por la noche. El entonces alcalde de Getafe, Don Juan Vergara, de vez en cuando me llamaba por teléfono, porque le habían avisado de una urgencia, y había que ir a toda prisa al Hospitalillo, para atender a los accidentados. Por cierto que, además de las urgencias en el Hospitalillo, estuve allí pasando consulta, altruistamente, durante unos cuantos años. -Caramba trabajando de ese modo, en tantos lugares y conociendo a muchas personas, ya te habrías hecho con un buen número de igualas. -Llegué a tener mil y pico igualas, más las sociedades, y a esa cantidad de personas súmale los clientes particulares, que me iban surgiendo. De manera que decidí traspasar la mitad de las igualas a mi cuñado. También trabajé como practicante para la Seguridad Social, y por entonces me pagaban 500 pesetas al mes, por atender a los asegurados en mi propio domicilio, porque no había ambulatorio, y a estos no les estaba permitido pertenecer a las igualas. -Con tantas idas y venidas, con tantas vueltas y revueltas, quiero amigo que me digas, si hubo alguna anécdota digna de ser contada. -Muchas y variadas. Te contaré. Como tenía todo tipo de clientes y conocidos, pues no todos ellos podían disfrutar de tener un empleo y algunos carecían de posibles. De forma que había quien te pagaba a su manera, o sea como Dios le daba a entender. Uno lo hacía a finales de año, con un gallo, que había criado expresamente para mí. Recuerdo una señora que me pagaba, también a final de año, con una botellita de vino quina y una caja de galletas. Esto a mí me emocionaba y todavía me emociona al recordarlo. Otros no te pagaban nunca, porque no podían, y alguno había que te regalaba un paquete de tabaco. Los que pertenecían a RENFE pagaban 1,20 pesetas. Emociones agradables también las tuve, en una ocasión recibí (recibimos) la felicitación del Gobierno italiano, porque a causa de un gravísimo accidente, que hubo en el cruce la carretera de Toledo con la carretera de Leganés, en el Hospitalillo tuvimos que atender, de urgencia, a diecisiete heridos, algunos de gran consideración. -Oye Enrique, y ¿cómo te las apañabas para hacer las visitas? -Pues ya sabes, al principio en bicicleta por esos caminos de barro, que todos hemos conocido aquí en Getafe. Había días en los que me tenía que cambiar de zapatos hasta siete veces, y no te exagero si te digo que había que limpiar la bicicleta casi en cada viaje. En 1961 me roban la vieja bicicleta y entonces me compro una Vespa de segunda mano.

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Con ella ya era otra cosa, ganaba en rapidez y en eficacia. La pobre M-219325 no daba más de sí, y adquirí otra Vespa M-6511-MB, que aún conservo. Hubo muchos días en los que hacía 25 quilómetros sin salir de Getafe. -Bien Enrique, cambiando de tema, ahora quiero preguntarte por tus prácticas con los Scouts. Esa fue una etapa preciosa. De aquellos tiempos, pasados con los chavales, tengo unos recuerdos imborrables. Resulta que mis hijos, Enrique (1960) y Fernando (1964) con 12 y 8 años, van al Colegio de los Escolapios, donde se había formado un grupo de scouts con el nombre de Luther King, y que durante los veranos van a campamentos. Aquel año de 1972 voy a verlos al campamento y tanto me agradó el ambiente, que hablé con los jefes para aconsejarles sobre ciertas mejoras, que se podían hacer, y para crear una asociación de padres de los scouts. Las ideas se llevan pronto a cabo y me proponen para presidente a lo que yo me niego rotundamente, objetando que a mí siempre me tendrían y que eligiendo a otra persona, habría uno más para la causa. Fue elegido José Antonio Pozo y como colaboradores a Julio Caboblanco, Alfonso González, Luis Vázquez y alguno más. -Entonces te incorporas al grupo de scouts. -Nos reuníamos con frecuencia y aleccionaba a los chavales principalmente sobre temas de socorrismo y de respeto al medio-ambiente. En aquella época escribí un libro-guía, en el que trato de estos asuntos. Me incorporé a los campamentos como practicante y mi esposa como cocinera, acompañada por otras voluntarias, para mejorar las condiciones sanitarias y alimenticias, que hasta entonces dejaban un poco que desear.

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Durante cuatro años anduvimos acampando por tierras de Ávila y de Guadalajara, que nos dejaron recuerdos imborrables. Para nosotros fueron años maravillosos, con felices experiencias, verdaderamente conmovedoras. Como anécdota curiosa te diré que en el segundo campamento que se hizo en Guadalajara, por una simple avería en un latiguillo, me vi obligado a conducir, durante ochocientos quilómetros, en mi coche, casi sin frenos. -Bueno, pues ahora toca hablar de la Cruz Roja. -A la sazón era alcalde de Getafe Don Pedro Zarzo. Y un buen día se recibió en el Ayuntamiento la petición de formar en el pueblo una Asamblea de Cruz Roja. La petición, naturalmente, venía de Madrid. Por entonces, yo estaba en el Ayuntamiento como practicante interino, puesto en el que permanecí durante tres años. Para la formación de la Asamblea se habló previamente, además de conmigo, con el médico titular del Ayuntamiento Francisco Rubio, con el también médico Agustín de la Cruz, con José Cobeño y con Jesús Sacristán. Reunidos en el bar Plaza, en 1966, se forma definitivamente la Asamblea de Cruz Roja de Getafe, presidida por el alcalde Don Pedro Zarzo, nombrándose presidente de honor a Don Juan Vergara (que estuvo dos años). -Es entonces cuando empieza la andadura de Cruz roja en Getafe. -Y como puedes suponer los comienzos no fueron nada fáciles. Poco era el material y pocas las personas que se prestaban a colaborar. Se necesitaba comprar una ambulancia, y por ella nos pedían ciento treinta mil pesetas. Sólo teníamos cien mil. Decidimos hacer una gala, con cena incluida, amenizada por el grupo musical mexicano “Impala”, en los salones de la piscina Costa de Vigo, para intentar recaudar las treinta mil pesetas que nos faltaban. Finalmente se consiguió recaudar en subasta esa cantidad, con lo cual pudimos comprar la primera ambulancia para la Asamblea de Cruz Roja de Getafe. Pero había que tener contentos a los que la manejaban porque, si no, la podían dar un mal trato y se nos estropeaba. De manera que nunca les faltaron bocadillos y otras atenciones. El caso es que, poco a poco, Cruz Roja se fue ajustando a las necesidades de apoyo del pueblo de Getafe. -Y cuándo se crea la sección de juventud de Cruz Roja. -Diez años después, en 1976, me nombran Director de esta sección. Hablo con seis integrantes de los scouts, que van a ser los primeros en incorporarse al naciente grupo y, después, en una interesante demostración de socorrismo, celebrada en el Colegio Sagrado Corazón, se nos suman veinticinco chavales. Pudimos ya, empezar a trabajar. -Cuéntame alguna de vuestras actividades. -El socorrismo atraía a los muchachos, pero una de las normas principales era la de ayudar a la gente mayor. De manera que en la piscina municipal de las Margaritas, se prestaba servicio como socorristas. Se asistía, para ayudar, en los partidos de fútbol de los colegios. Se hacían demostraciones de socorrismo en los colegios y en el Instituto Puig Adan. Los sábados y domingos, en el Cerro de los Ángeles, se montaba una rulot de primeros auxilios. Se hacían visitas de compañía a las personas mayores que estaban enfermas, y se les llevaban bombones. Para todo esto se hacían reuniones todos los viernes, para programar los actos la manera en que se debían prestar los primeros auxilios.

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Se procedía al estudio de las zonas de evacuación, en un Getafe con una urbanización complicada, para lo cual se hizo un mapa de salidas urgentes. Se hizo una lista de personas dispuestas a prestar ayuda en caso de emergencia, así como también una relación de locales con capacidad para albergar más de cincuenta personas. Todo esto acabó provisionalmente para mí en el 1980. -Dices provisionalmente, entonces hubo otra etapa. -Efectivamente en 1982 me incorporé de nuevo, para montar la Escuela de Primeros Auxilios y doy las primeras clases. Fue entonces cuando escribí un libro, especificando los temas de primeros auxilios, que regalé a Cruz Roja. Busqué un buen practicante, Jesús Rubio, y le incorporé de inmediato a la Asamblea, como profesor de primeros auxilios, siendo presidente Jesús Arias. En aquella época creamos la primera Oficina de Acción Social. Cierto es, que desde siempre nos habíamos dedicado a la acción social, pero nunca se había establecido una oficina con ese cometido específico. -Veo que no parabais de crecer. -Bueno la verdad es que la actitud siempre fue esa. En 1990 le presento mi renuncia al presidente Jesús Arias, el cual en respuesta a mi solicitud me nombra Vicepresidente. Una buena jugada por su parte, pues a los dos meses él se marcha y yo me quedo como Presidente en funciones, a la espera de nuevas elecciones para elegir la persona que ocuparía el cargo. -¿Y? -Pues al año siguiente, en 1991, se celebraron elecciones en las que resultó nominado nuestro amigo Cándido Maroto. Y este es mi final en la Asamblea de Cruz Roja de Getafe, de cuyo paso por ella estoy muy orgulloso, conservando unos magníficos recuerdos. -Pero creo que también hubo otros trabajos, otras experiencias. -Te contaré: Con plaza de administrativo, pero trabajando como practicante, estuve durante un tiempo en el cuartel de Transmisiones, asistiendo por las mañanas. A requerimiento del director de Ericsson, Don Alberto Oconnor, trabajé como practicante por las mañanas de 10 a 12. Sustituyendo por enfermedad a Benito, el practicante titular, trabajé en turno de mañana, en Construcciones Aeronáuticas de 9 a 14. Hasta que fue desmontada, estuve varios años ejerciendo como practicante, en la plaza de toros portátil, instalada en la calle Polvoranca. En agosto de 1965 ocurrió algo insólito. El novillero paracaidista Luis Ríos apodado “El Pinturero” se arrojó desde una avioneta intentando caer en la plaza de toros. El intento fue fallido y cayó por el Cerro Buenavista. Andando, rodeado de chavalería, se presentó en la plaza y en su primer novillo sufrió una cogida, con cornada en el testículo izquierdo, que hube de suturarle. Él quería salir de nuevo a la plaza, pero yo le dije muy seriamente, que si se levantaba de la camilla le “ostiaba”.

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Durante catorce años, trabajé altruistamente como practicante, para el Getafe Club de Fútbol, asistiendo a los lesionados, en funciones de socorrista, desde los tiempos en que se jugaba en al campo de tierra de San Isidro, hasta la época en que era entrenador Serrano, en el Campo de las Margaritas. Por todo lo cual, en el año 1994, se me concede la Medalla de Oro del Club Getafe. En ese mismo año 1994, se me había concedido el Premio Entrega a Getafe. Pero mi mayor orgullo es el de poseer, desde el año 1980, nada menos que, el Título de Socio de Honor y Mérito, de Cruz Roja Española. -Toda una vida de trabajo y sacrificio al servicio de los demás. Gracias. Me dejas boquiabierto, porque sé que aún hay mucho más en la historia de tu vida profesional, pero habremos de dejarlo porque sería muy largo. Por mi parte sólo me queda darte las gracias, por tu cortesía y por tu amabilidad. Por haberme recibido en tu casa y por tu amistad ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Enrique! Y ¡Muchas felicidades por tu 85º cumpleaños!

FIN En Getafe, 29 de diciembre del 2016. Lamberto Sanz Esteras.

9 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

PRIMERA INYECCIÓN EN ERICSSON RECIBIENDO GALARDÓN

ORGULLOSO DE SUS HIJOS ENRIQUE Y FERNANDO.

10 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.

GRUPO DE MAYORES DE CRUZ ROJA DE JUVENTUD. (Ante los restos del antiguo Monumento en el Cerro de los Ángeles)

RULOT Y CASETA, JUNTO A LA CARRETERA DE TOLEDO.

11 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.

MI PLACA (con el número 2) PARA APARCAR.

MODERNA AMBULANCIA

12 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.

SIMPÁTICA VIÑETA DE FORGES