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Sin duda alguna, dedico este libro a la mujer que me enseñó a enfrentar la tormenta. Gracias mi hermosa turquita, qué alto privilegio es ser tu hijo.

Ninguna palabra de este libro la hubiese podido escribir si no fuera por todo lo que me enseñaste y me seguís enseñando desde tu nueva mansión.

Nos queda pendiente un abrazo en la eternidad; mientras tanto te sigo amando como siempre.

DEDICATORIADEDICATORIADEDICATORIADEDICATORIA

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A mi gran compañero de toda la vida, mi

hermano de sangre Hugo; gracias por ser siempre el apoyo y el sostén que tanto necesito.

A mi amada comunidad de La Visitación; por dejarme formar parte de ustedes y bendecir tanto mi ministerio día a día.

Al cuerpo misionero Mensajeros de Jesús, no me imagino mi vida sin ustedes, ustedes son esa familia que tanto anhelé tener.

A la Familia Eclesial Mensajera de Jesús, especialmente a mi madre en la fe: Hermana Ramona Taborda; gracias por valorar y apoyar tanto mi ministerio.

A Gabriela Castro y a Omar Aguiar por haberme ayudado con la revisión; les agradezco y quiero profundamente.

A mis alumnos; tengo presente sus rostros uno por uno; mil gracias por motivarme y animarme tanto, los amo.

A ti Señor Jesucristo, no existe el modo de demostrarte cuán enamorado estoy de vos. Hoy, al fin, puedo darte gracias por todas y cada una de las tormentas que permitiste para mi crecimiento. Eres bueno y sabio; gracias por estar aquí siempre.

AGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOS

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Prólogo………………………………………………………. Introducción…………………………………………….. Primera Parte: RESISTE…………………………. 1. Dios tiene el control………………………………….. 2. El cuarto para los doce……………………………… 3. No claudicarás…………………………………………. 4. Testigos hasta el final………………………………. 5. Detrás de esa tentación……………………………… 6. Combate mortal……………………………………….. 7. Preparados para el combate………………………. 8. Más que vencedores…………………………………... Segunda Parte: CONFÍA………………………….

CONTENIDOCONTENIDOCONTENIDOCONTENIDO

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1. Tomando envión……………………………………… 2. Un enfoque correcto……………………………….. 3. Caminando sobre el mar………………………….. 4. Dios nunca se equivoca……………………………. 5. La perseverancia es la clave………………………. 6. El doctor Tiempo…………………………………….. 7. Estoy aquí……………………………………………….. Epílogo ……………………………………………………..

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El sábado 31 de enero del año 2004, volvía de predicar en un geriátrico, cuando recibí la llamada desesperada de mi cuñada que me decía que fuera urgente para el Hospital porque mi mamá había empeorado, y mi hermano se había desvanecido luego de hablar con los doctores. A los escasos minutos llegué al Hospital. Mi hermano se estaba rehabilitando de una descompostura. Le pregunté directamente a él qué noticia le habían dado los médicos. Y con sus ojos llorosos me dijo: “El cuadro clínico de la Turca (así le llamábamos cariñosamente a mi mamá) es irreversible. Le quedan sólo unas horas de vida”.

Acababa de comenzar la peor tormenta de mi vida.

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La imagen de la tormenta me daba miedo desde

que era un niño. La sola palabra tormenta me ha sugerido siempre un cielo oscuro, con viento arrasador, relámpagos y truenos encontrados en las nubes. Un verdadero caos en la naturaleza.

Cada vez que hablamos de tormenta en el sentido simbólico del término estamos refiriéndonos, de algún

PRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGO

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modo, a un caos que también nos acecha a nivel personal: crisis, soledad, tristeza, muerte, desilusión, fracaso…todos estos términos y muchos más pueden ser contenidos en la sola expresión tormenta.

En este sentido, si bien no me considero una persona que ha tenido una vida desgraciada, ciertamente debo reconocer que he sido bastante visitado por distintas tormentas en mi historia personal. Quizás en mi infancia está contenido el mayor período de tempestades. Podría hablarte de la tormenta de planear la muerte de mi padre a los siete años por escuchar cómo la golpeaba a mi mamá en la cocina; o de aquella que me impulsó a intentar suicidarme tres veces cuando tenía diez años por sentir un odio enfermizo hacia mi persona. También te puedo hablar de la tormenta de ser rotulado como alguien que será irremediablemente un delincuente, un depravado ó en su defecto, un homosexual a los once, y entregarme a partir de allí a una vida desordenada y oscura; o de aquella de llorar toda la tarde debajo de la cama recordando una y otra vez las mismas escenas de burla y de violencia a los diez.

Han sido muchas las tormentas en mis veintisiete años de vida. Pero quiero hablarte de una de ellas, la más difícil que tuve que enfrentar en mi joven historia.

El 9 de enero del año 2004 mi mamá me pidió si podía acompañarla a retirar unos estudios médicos que se había realizado unas semanas antes, a causa de un intenso dolor en la zona uterina que le aquejaba hacía cerca de un año.

El doctor la hizo pasar a ella primero a solas a su consultorio. Luego me pidió que entrara yo, y me

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contó, al cabo de un prolongado discurso médico, que lo que mi mamá tenía era un cáncer de útero.

En ese momento no se me movió un pelo, primero porque sabía del poder de Dios para sanar cualquier tipo de enfermedad; no me asustaba ningún cáncer. Segundo, porque no existía la posibilidad en mi cerebro de aceptar que podría llegar a perder a mi mamá.

Mi mamá, a quien con mi hermano llamábamos con cariño Turca, era la luz de mis ojos. Cumplía mil roles distintos en mi vida: madre, amiga, compañera, confidente, maestra, etc. Ningún hijo ha tenido una madre más maravillosa que ella en este mundo, salvo Jesús, por supuesto. Aún con sus defectos, es el ser más lindo que he conocido en mi vida.

El viernes 30 de enero de ese mismo año, nos pidió a mi hermano y a mí si podíamos acompañarla a cobrar su pensión1. Mientras esperábamos en la cola comenzó a sentirse mal, se sentía mareada. La sentamos en un costado y le trajeron los papeles para firmar allí donde estaba porque no se podía mantener de pie.

Paramos urgente un taxi y le pedimos que se dirijiera al Hospital. A las pocas cuadras ella comenzó a desvanecerse sobre mi hombro. Yo le hacía bromas acerca de su estado. Ella en ese momento me miró con una sonrisa de ternura, me apretó las manos con su mano izquierda, y la cintura abrazándome con su derecha. Y cerró sus ojitos…y no los volvió a abrir más en esta vida. Pasó a la presencia del Señor, luego de dos días de agonía, el domingo 1º de febrero a las 20

1 Mi padre había fallecido cuando yo tenía nueve años.

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horas a causa de una metástasis fatal que le había provocado el cáncer de útero recién descubierto por sus médicos.

Fueron tantos los efectos que me produjo aquella tormenta. Cuando una tormenta azota fuerte, te puede causar grandes daños. De repente perdí las ganas de vivir, de comer, de cantar, de servirle a Dios, de predicar, de todo; en la sala velatorio me encontraban tirado en los rincones y me zamarreaban para que reaccionara.

El dolor se me convirtió en un rencor hacia Dios, y yo le reclamaba que no me había dejado ni siquiera despedirme de ella como podría haberlo hecho. Y en un rincón de mi corazón decidí renunciar a servirle, pero cuando estaba empacando mis maletas el Señor irrumpió una vez más en mi vida, y me pidió que resista sólo un poco más y que confíe en Él, que esa tormenta tenía un propósito, y que aunque en ese momento no lo podía comprender, un día le daría gracias por lo que estos vientos habían hecho en mi vida.

Me volví a poner de pie. Ese mismo febrero, a fin de mes, tenía una predica programada desde hacía ya un tiempo, desde antes de que yo supiera lo del cáncer de mi mamá, en Río II. Y a fin de mes, en febrero, el mismo mes en que falleció mi mamá, yo estuve predicando en Río II.

Eran los 15 minutos previos a lo mejor de mi vida. A partir de ese momento empecé a predicar distinto a como lo había hecho durante ocho años. Vino sobre mi ministerio una Unción que yo nunca había soñado ni imaginado. La Unción esa de saber que es Dios el que

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está hablando, de poder hablar al corazón de las personas, desde el dolor, con la autoridad de quien había pasado y aún estaba pasando por la tormenta.

Desde ese momento mi ministerio dio un vuelco radical. Empecé a predicar en cientos de lugares, a miles de personas. Me tomaron como profesor de Formación Cristiana en un lugar, en otro, en otro, en otro y de pronto me vi hablando al corazón de cientos de jóvenes semanalmente. Decidí hacer realidad todos los sueños que desde hacía años tenía almacenados en un depósito llamado “Algún día”: grabar proyectos musicales de calidad profesional (así nacieron los CD “ES TU MIRADA” y “SOY TU GUARDIÁN”); escribir artículos y libros que puedan afectar e impactar la vida de las personas (así nacieron los dos libritos de prédicas motivacionales y los nueve artículos de formación); en definitiva, luego de aquel 1º de febrero, de aquella tormenta furiosa, comenzó la 2º parte de mi vida, la mejor parte.

Todo, absolutamente todo, se lo debo al Señor, que me enseñó a resistir y a confiar en Él, cada vez que me encuentro enfrentando la

tormenta.

Sebastián Escudero Agosto de 2007

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Enfrentar la tormenta no es fácil, en absoluto. Pero debemos hacerlo si queremos ser felices, si queremos triunfar en la vida. Intentar evadirla nos puede generar tener que someternos posteriormente a una tormenta peor aún. Pues, tormenta que no se enfrenta es tormenta que se acumula para más adelante.

Lo que intentaré en este libro es simplemente dar algunas enseñanzas que he aprendido en estos años de servicio al Señor acerca de qué actitudes debemos tener a la hora de enfrentar una crisis.

Cada enseñanza verás que tiene un enfoque bíblico, apoyada por testimonios personales y por la voz de la tradición y del magisterio de la Iglesia, que posee una muy rica tradición de hombres y mujeres de Dios que han sabido enfrentar perfectamente la tormenta dejándonos un modelo para imitar.

Hablaré de varias actitudes en realidad que hay que tener en la tormenta, pero enmarcadas en dos actitudes básicas que separarán las dos partes del libro: RESISTIR y CONFIAR .

La resistencia tiene que ver con el hecho de que las crisis nunca nos avisan cuándo van a venir. Simplemente nos visitan sin previo aviso. Y debemos estar preparados para enfrentarlas, porque lo primero que buscarán es tirarnos abajo, buscando desanimarnos

INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN

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con el objetivo de que abandonemos nuestros propósitos.

Detrás de cada tormenta, si bien está la mano de Dios usando esas crisis para nuestro crecimiento, debemos reconocer la presencia enmascarada de nuestro enemigo personal, el diablo, que está muy interesado en impedir que alcancemos nuestras metas en la vida. Y Dios permitirá que él intervenga con enfermedades, persecuciones, tentaciones, sentimientos encontrados de derrota, baja autoestima, rencor, miedo, etc. El diablo es un oportunista que buscará de mil modos verte destruido; por eso aumentará tus problemas para quitarte lo que Dios te quiere dar.

Resistir entonces es la clave del éxito. Y resistir es perseverar, es mantenerse firme, ser fiel. Juan Pablo II decía que “ser fiel es decir en la noche el mismo sí que dijimos a plena luz del día”.

Resistir es combatir, es pelear una batalla de honor, es ser valientes, es luchar hasta el final para alcanzar lo prometido, lo soñado.

La actitud de la confianza tiene que ver con aferrarse a ese sueño en que hemos creído, con saber que hay una salida, y que después de esta tormenta seré más maduro, más perfecto ya que Dios es lo suficientemente bueno y sabio para usar para bien lo que el diablo quiere usar para nuestro mal.

Confiar es dejarse pulir por el torno de Dios, y aunque hoy nos duela nos está sanando nuestro corazón y a través de la tormenta nos está transformando de gloria en gloria (Cf. 2 Cor 3, 18).

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Confiar es tener la actitud del niño que al cruzar la calle le toma la mano a su papá, pues sabe bien que a su lado nada malo le sucederá.

Mientras escribo esta introducción acabo de recibir un mensaje de texto en mi celular de un amigo que me dice “Ya lo decidí, me voy a matar viejo, ya no quiero vivir así”. Son millones en el mundo los que tienen esa tentación. Han decidido dejar de luchar, han desistido de creer que se puede, el diablo les ha hecho creer que no hay esperanza.

Este libro es para vos, que sino estás enfrentando ya una tormenta, sea como sea, deberás enfrentarla en algún momento. La tormenta no cambiará por leer este libro, pero te prometo algo, después de leerlo con detenimiento encontrarás paz en la tormenta, y ya no volverás a escaparte de tus problemas, sino que la vida te encontrará con alegría enfrentando la

tormenta.

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PRIMERA PARTE

RESISTERESISTERESISTERESISTE

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El 14 de octubre de 2006, un día antes de cumplir los 27 años de vida, fui invitado predicar en la Casa María de la Paz, en la capital de mi amada provincia de Córdoba, en el marco del retiro mensual que cada mes realiza la Familia Eclesial Mensajera de Jesús, de la cual formo parte. Era la primera vez que me elegían para semejante honor.

Con mucho gusto acepté la invitación que me hacía el Padre “Goyo”. Lo que me pedía era si podía predicar acerca de un tema que había predicado un mes atrás en la ciudad de Río Segundo, y del cual le habían hablado mucho: EL CUARTO PARA LAS DOCE. El padre creía que era oportuno ese mensaje para quizás el peor tiempo histórico que le tocaba enfrentar a la Familia Eclesial: la tormenta más fuerte.

Yo accedí con gozo, pero también con temblor a la invitación, y esa mañana la unción me acompañó en lo que creo que fue un tiempo de Dios extraordinario para nuestras vidas.

Había una ausencia importante: la Hermana Ramona Taborda, superiora de la Familia Eclesial, estaba en cama enferma, pero al día siguiente recibió la grabación que había realizado de la predica Horacio Tissera, miembro ilustre de nuestro cuerpo misionero.

La semana siguiente todas las ramas de la Familia Eclesial recibían una carta de nuestra madre superiora invitándonos a tener ánimo en este tiempo tan difícil que nos tocaba enfrentar y nos invitaba a leer la prédica del hermanito Sebastián Escudero que ella se había tomado el trabajo de transcribir palabra por palabra, frase por frase, luego de oírla y haber sido tocada por el Espíritu Santo.

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Era la primera vez en mi vida que una prédica mía era transcripta íntegramente. Le pedí a la Hermana Ramona si me la podía enviar por mail y esa fue mi motivación para escribir este libro.

Esta primera parte del libro es prácticamente aquella prédica, con los agregados que el Señor me mostró que era necesario hacerle.

Las tormentas de nuestras vidas tienen la habilidad de llegar siempre de sorpresa. Uno no está esperando las crisis. Estas te agarran siempre desprevenido. La primera actitud que debemos tener cuando la tormenta nos sorprende es RESISTIR, porque la primera cosa que buscará la tormenta es derribarte, lograr que tires la toalla, que abandones…¡¡¡RESISTE!!!

La cita bíblica conductora de esta primera parte será la siguiente:

“A la bestia se le concedió hablar en un tono altanero que desafiaba a Dios, y se le concedió ejercer su poder durante cuarenta y dos meses. Abrió, pues, su boca para insultar a Dios, insultar su Nombre y su santuario, es decir, a los que habitan en el cielo. Se le concedió hacer guerra a los santos y vencerlos; se le concedió autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación (…) El que tenga oídos para oír, que oiga: El que está destinado a la cárcel, a la cárcel irá; el que está destinado a morir a espada, a espada morirá. ESTA ES LA HORA DE LA PERSEVERANCIA Y DE LA FE PARA LOS SANTOS” Ap 13, 5-7.9-10

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1. DIOS TIENE EL CONTROL

“A la bestia se le concedió…”

San Juan viene hablando sobre una visión que le fue dada acerca de los últimos tiempos y le es revelada una imagen, que es la imagen de la Bestia. Dice "Vi una Bestia”. La Bestia es un sinónimo, vendría a ser una figura literaria apocalíptica del Diablo, de Satanás.

Y a partir del Versículo 5 dice "se le concedió hablar en un tono altanero, que desafiaba a Dios y se le concedió ejercer su poder durante 42 meses”. El Apocalipsis está lleno de símbolos a través de números, de imágenes, y cada una tiene un significado. “Este –dice el texto- abrió pues su boca para insultar a Dios, insultar su nombres y su Santuario, es decir los que habitan en el cielo, se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos”.

Se le concedió quiere decir que no tiene poder en sí mismo. Satanás, el Diablo, no tiene poder si no le hubiese sido concedido desde lo alto. Él tiene que pedirle permiso a Dios para poder meterse en la vida de las personas.

Es común escuchar en determinadas circunstancias a la gente decir: "el Diablo me ha poseído" "el Diablo ha tomado lugar". Quiero que sepas que no tomaría lugar si Dios no se lo concediera, porque es verdad que es poderoso el Diablo pero DIOS ES TODOPODEROSO y El tiene toda potestad.

La historia de Job lo demuestra muy bien: Satán le pide permiso a Dios para meterse en la vida de Job y

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Dios le responde “Bueno, está bien, métete con él, pero guarda su vida. Ten cuidado, no toques su vida, métete con sus cosas, métete con lo que tiene, inclusive después métete con su salud, pero no toques su vida. Su vida me pertenece a mí.” (Job 1, 12 parafraseado). El Diablo tuvo que ir a pedirle permiso a Dios ya que no podía hacer nada por sí mismo.

Por lo tanto, detrás de todo, detrás del Diablo, manejando las cosas, está un Dios que permite... ¿y por qué permitirá Dios? Ah, bueno, eso ya es un tema del misterio de la Providencia divina, es decir, del por qué Dios permite los acontecimientos.

Dice San Agustín: "Nunca Dios permitiría el mal si no fuera lo suficientemente poderoso para sacar de ese mal un bien aún mayor "2 Un ejemplo lo vemos en lo que sucedió en la historia de la Salvación: Dios permitió que Adán y Eva pecaran (y permitió que eso sucediera porque él nos da la libertad), pero cuando Él se metió después enviando a su Hijo a redimirnos de esa situación de pecado y de muerte fue para arreglar aquel desastre. Y el bien recibido fue mayor que el mal permitido anteriormente. Por eso San Pablo dirá: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).

Esto es tan así que la segunda condición del hombre: REDIMIDO, supera en mucho a la primera: CREADO.3 El dicho "Dios escribe derecho en renglones torcidos" es una gran verdad. No es el plan original de Dios que el hombre peque; evidentemente

2 S. Agustín, enchir. 11,3 3 Para este tema Cfr. la prédica “SÓLO TIENES QUE CONFIAR” de mi tercer libro de Prédicas Motivacionales.

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que Dios no lo quería, pero lo permitió; y cuando El interviene después para ayudar al hombre a salir de su situación de pecado le termina haciendo un bien maravilloso. Tan grande es esto que la Iglesia exclama en el canto del Exultet: “¡Feliz culpa que nos mereció tal y tan grande Redentor!4¡Amén!

La nueva sentencia supera a la anterior; es decir, el Diablo, en definitiva, es un derrotado por todos lados, porque cada vez que mete la cola como decimos, Dios mete su brazo. O sea, que cada vez que se mete en la vida de los hombres es un poquito mas derrotado todavía el pobre, por eso aquella esperanzadora exclamación de San Pablo: “Todo sucede para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).

Cuando el Diablo se mete, nuestro papi Dios tiene que salir a defender a sus hijos. Las mayores victorias que he tenido en mi vida han sido cuando el Diablo se ha metido, cuando el Diablo me ha atacado o cuando me ha ido mal en la vida porque es cuando más he podido sentir la presencia de Dios y sus brazos de consuelo. Cuando más pequé más sobreabundó la Gracia en mi vida. No es que te estoy invitando ahora a que empieces a pecar para que sientas la Gracia, no es eso, pero qué glorioso es saberse perdonado por un Dios misericordioso. ¡Bendito sea Dios! ¿Sabes algo? Los ángeles no tienen el privilegio que vos y yo tenemos, porque ellos no pueden caer de rodillas y 4 Santo Tomás de Aquino dirá que “nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado. Dios en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien” (s. th. 3, 1, 3, ad 3). Y San León Magno que “la gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio” (serm. 73, 4). Y me animo a ir todavía más lejos al afirmar que esa envidia del diablo se puede deber al hecho de que la Justificación que nos traería Jesús superaría a la creación de los ángeles (de los cuales él es uno caído), según lo dicho por San Agustín: “La Justificación de los pecadores supera a la creación de los ángeles en la justicia, porque manifiesta una misericordia mayor” (ev. Jo. 72, 3)

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sentir el abrazo del Padre, del Hijo Pródigo. Los ángeles nunca se han alejado y los que se han alejado no tienen retorno, su decisión es irrevocable, como es en el caso de Satanás y sus demonios. Pero los ángeles buenos no tienen, nunca han sentido el perdón de Dios. Vos y yo ¡SÍ! En eso hemos superado la situación inclusive de los ángeles, porque ellos no tienen el abrazo consolador del Padre que te dice: TE PERDONO, VOLVÉ A MI HOGAR; y te abraza llorando porque has vuelto a su casa.

Se le dio poder, se le dio autoridad, se le concedió la libertad al Diablo para que se meta en la vida de los Santos, les haga guerra y los venza. Están los que dicen “El Diablo no me va a vencer, porque el Diablo no puede conmigo”. ¡Error!, sí es posible que te venza, ¿Cómo puede ser? Y bueno, hay que entender algo, hay que ver como está nuestra casa. Satanás se va de nuestra casa, pero si cuando quiere regresar a ella un día la encuentra arreglada, volverá a buscar a otros siete amiguitos, y se hará una fiesta (Cf. Mt 12, 43-45). Así, depende del lugar que le demos en nuestras vidas será la manera como saldremos de esta batalla.

Tener desocupada la casa es no estar alimentándonos espiritualmente; no estar sirviéndole a Dios; no llenar mi corazón de amor por Dios por medio de la oración, etc. Y esto es peligroso. David es un ejemplo de ello. Fue tentado a cometer el adulterio con Betsabé como consecuencia de no haber ido a la guerra y estar dando vueltas en la azotea sin hacer nada. Ese adulterio luego se convirtió en el crimen a uno de sus mejores soldados y amigo (Cf. 2 Sam 11). La raíz de tanto daño: “tener desocupada la casa”. Por eso san

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Pablo nos exhorta “No durmamos como los demás, sino permanezcamos sobrios y despiertos” (1 Tes 5, 6).

El diablo existe; y debemos saber que así como Dios nos lleva de su mano y nos hace el bien, está también otra mano, una mano invisible, de oscuridad que nos está haciendo un mal. El diablo ve el daño que le podemos llegar a hacer a su obra si estamos trabajando para el Reino y se pone furioso, y sacude violentamente nuestras vidas. Tal es el caso de los Apóstoles, quienes fueron perseguidos por Satanás duramente como Jesús ya se los había anunciado en la Última Cena: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como a trigo que se limpia” (Lc 22, 31)

Lo más lindo de esto es que él tiene que pedir permiso para meterse en nuestras vidas, por lo tanto, si Dios lo deja meterse es porque Él sabe el PARA QUÉ de todo esto. Dios sabe maravillosamente que después de toda prueba viene una bendición grande, detrás de toda acechanza del Demonio hay una bendición muy grande que nos espera.

Es un tiempo de guerra, “Satanás está rondando como león rugiente buscando a quien devorar” (1 Pe 5,8). Y el mismo Pedro nos da también un consejo práctico frente a esta realidad: “Resístanle firmes en la fe, sabiendo que nuestros hermanos en este mundo se enfrentan con persecuciones semejantes. Dios, de quien procede toda gracia, los ha llamado en Cristo para que compartan su gloria eterna, y ahora deja que sufran por un tiempo con el fin de amoldarlos, afirmarlos, hacerlos fuertes y ponerlos en su lugar definitivo” (1 Pe 5, 9-10). Vemos claramente en esta

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cita que Dios tiene un propósito hermoso en nuestras vidas con cada batalla que tenemos que enfrentar.

También el Apóstol Santiago nos enseña que debemos mantenernos firmes en la tentación: “Resistan al diablo y él huirá de ustedes” (Stgo 4, 7b). San Pablo en la misma línea afirma algo en consonancia con los otros dos apóstoles: “Lleven con ustedes las armas de Dios para que puedan resistir las maniobras del diablo. Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba” (Ef 6, 11-12).

¿Te has dado cuenta de cuál es el verbo común de todas estas citas bíblicas? El verbo resistir. De resistir se trata si quieres triunfar; esa es la clave del “Cuarto para las Doce”.

2. EL CUARTO PARA LAS DOCE

“ESTA ES LA HORA DE LA PERSEVERANCIA Y DE LA FE PARA LOS SANTOS”

Estamos en la hora de la perseverancia y de la fe,

sin lugar a dudas. Desde que el Señor nos redimió con su sangre y hasta que Él regrese con poder a buscar a sus hijos estamos en la hora de la perseverancia y de la fe para los santos5.

5 Cuando el Nuevo Testamento indica la palabra santos, valga aclarar que no se refiere a la santidad canónica a la que se suele normalmente hacer referencia. No está hablando de los santos de la Iglesia tales como San Francisco, San Ignacio, etc. sino que más bien se refiere a aquellos que por el bautismo han comenzado a vivir una vida según Dios. Santos no en cuanto que alcanzaron una virtud moral determinada, sino en cuanto fueron santificados por el Señor.

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Pero ahora quisiera hablarles puntual e incisivamente a aquellos que están pasando una etapa personal de crisis, de persecución…esos desiertos en el que se nos nubla el camino a seguir y no sabemos qué hacer. Y no sólo eso, no tenemos ni ganas ni fuerzas para continuar. Si vos que estás ahora leyendo estás situado exactamente en ese terreno en este momento de tu vida, lo que resta del libro es para vos.

Lo primero que quiero que sepas es que las crisis son momentos decisivos en nuestras vidas. Hay un momento en que la presión es tan grande que tienes dos opciones radicales que tomar que pueden determinar para siempre el resto de tu vida: DEJÁS O SEGUÍS.

Lo segundo que quiero que sepas es que es muy probable que esa crisis esté sucediendo justo en el momento de la recta final de algo grande que va a venir en tu vida y que estás al borde de conseguirlo. El Diablo en la última parte se va a poner violento, porque no quiere que llegues.

Cuando falten 15 minutos para las 12, para que suenen las trompetas y se cumpla el propósito de Dios en tu vida, aquello que te había sido prometido; y para que veas realizado todos tus sueños, para que se te abra esa puerta que vos estabas esperando que se abriera… 15 minutos antes, cuando falte tan sólo un peldaño más, el Diablo va a mandar toda una legión de demonios para que te hagan desistir de tu propósito y te tienten de mil maneras para que abandones tu meta.

Simplemente recuérdalo: “Las mayores bendiciones están precedidas por fuertes vientos”. Dicho de otro modo: “Detrás de cada crisis, de cada tentación, viene una bendición para nuestras vidas”.

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Me imagino que para las mujeres que son madres el momento más feliz de su vida ha sido el nacimiento de cada uno de sus hijos. Cuando una madre recibe en sus brazos al hijo recién nacido es uno de los instantes más extraordinariamente maravilloso, sin lugar a dudas, sin embargo, antes de vivir este momento de éxtasis la madre es sometida a una prueba de fuego, por medio de dolores intensos que quizás son el mayor dolor físico de sus vidas. ¡Cuánto valió perseverar!6 Imaginen que una madre diga en el momento del parto “¡No puedooo!, no voy a seguir”, y que de pronto abandonara el parto. Es una locura, ¿no te parece? Los médicos alientan a sus pacientes durante el parto diciéndole frases como “Resiste un poco más, ya falta poco”. ¿No te suena muy bíblico? RESISTE. De eso se trata. Resistieron 9 meses; pero los últimos quince minutos son los decisivos. EL CUARTO PARA LAS DOCE.

Está comprobado científicamente que cuando está por salir el sol, cuando está por amanecer, ese momento es el más frío del día, y el más oscuro. En verano suelo dormir con la ventana abierta a la noche, porque hace demasiado calor, pero a eso de las seis de la mañana, justo antes del amanecer, tengo que ponerme la colcha 6 El Señor aplica a sus discípulos este principio cuando les motiva a perseverar mientras se despide de ellos en la Última Cena:

“En verdad les digo que llorarán y se lamentarán, mientras que el mundo se alegrará. Ustedes estarán apenados, pero su tristeza se convertirá en gozo. La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que le ha nacido la criatura se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo! Así también ustedes ahora sienten tristeza, pero yo los volveré a ver y su corazón se llenará de alegría, y nadie les podrá arrebatar ese gozo”. (Jn 16, 20-22)

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de nuevo o tengo que levantarme y cerrar la ventana. ¿No les ha pasado? El momento más frío del día es el signo de que está por salir el sol.

Aquello por lo que tanto has luchado puede estar a la vuelta de la esquina. No tires la toalla, falta poco.

Dice el Señor en el Evangelio de Lucas mientras anuncia cómo será el fin de los tiempos y predice la destrucción de Jerusalén, los signos aterradores que acompañarán aquel momento: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, enderécense y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación” (Lc 21, 28) Así que ¡Ánimo! Si se te vino la noche y las cosas se ponen cada vez peor, no pienses que es el fin; levanta tu cabeza, es el anuncio del comienzo de lo mejor.

3. NO CLAUDICARÁS

“ESTA ES LA HORA DE LA PERSEVERANCIA” El cuarto para las doce es el momento de

mantenernos firmes, es el momento de decir: ¡No voy a claudicar! cómo voy a ser tan tonto, si hace falta tan poquito para lograr mi objetivo. Es como el atleta que está llegando a la meta, y dos metros antes de concluir los cien metros se detiene por el cansancio y dice: ¡Bueno, ya está, hasta aquí llegué, ahora estoy más cansado que nunca, no voy a llegar! Y se detiene. Perdería la competición por dos pasos más, solo por milésimas de segundo.

No te podes detener, tenés que perseverar hasta el final. Dice el Señor en Marcos 13, 13: "Serán odiados todos por causa de mi Nombre, pero el que se

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mantenga firme hasta el final se salvará". Viene hablando de otra cosa: "el hermano entregará a la muerte al hermano, el padre al hijo y el hijo se revelará contra sus padres, le dará muerte y va diciendo serán arrestados...” Odio, persecución, calumnias, injusticias, son sólo algunas de las cosas que el Señor ya nos había avisado que nos pasarían.

Ya en el principio los apóstoles tuvieron que ver a sus seres queridos, a sus familiares en manos de un Emperador desquiciado como Nerón que cuando estaba aburrido decía “llámenme a los cristianos y préndanles fuego que quiero ver como se incendian allí, frente mío”, o “llámenlos y larguen los leones, pónganle carne de ternero, así los leones se los comen y yo me divierto, pónganlos y cuélguenlos en los carros, así cuando hagamos las competiciones en el circo romano puedo ver como los arrastran”. Y los ataban así, ataban a las mujeres con sus hijitos y los arrastraban por todos lados y sin embargo ellos sabían que era el momento en que debían ser fieles a lo que su Maestro les había anunciado; había que perseverar; era el momento de decir “me mantengo firme y creo en Jesús, creo en la Promesa, falta poquito para ver la Gloria, no tenemos que desistir ahora de nuestro propósito”.

Estos momentos de crisis, de prueba, hacen que muchos que no están firmes y que no tienen este don de la perseverancia, digan “BUENO, YA BASTA, DEJEMOS DE LUCHAR”. Así pasa en nuestras comunidades cuando se da una deserción de un miembro. Cuánto dolor cuando se va un hermano, cuando se va una hermana, cuánto dolor cuando uno de los nuestros ha dejado. Pero quiero decirte algo a vos

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que venís perseverando tanto tiempo y tantas crisis en tu matrimonio, en tu comunidad, en tu trabajo, etc.: esas circunstancias desfavorables de hoy no significan para nada que tú también caerás, que tú también tarde ó temprano abandonarás. ¡NO! De ningún modo te dejes determinar por las circunstancias que te rodean. La Biblia dice: "Aunque caigan mil hombres a tu lado, y diez mil a tu derecha, tu estarás fuera de peligro: su lealtad será tu escudo y armadura” (Sal 91, 7). Su lealtad te sostendrá; y tu perseverancia te obtendrá la victoria. No claudiques.

4. TESTIGOS HASTA EL FINAL

“Dios los probó como al oro en el horno donde se

funden los metales, y los aceptó como una ofrenda perfecta” (Sab 3, 6)

Dicen que una vez le preguntaron a un orfebre: -¿Cómo se da cuenta usted que un metal es plata y

no cualquier otro material? -Es fácil -respondió el orfebre- lo someto a fuego

al metal; si pasado un tiempo puedo ver mi rostro reflejado en él, me doy cuenta entonces de que se trata de plata, y no de un material cualquiera.

De la misma manera, el Señor suele someternos al fuego para que seamos cada vez más perfectos; y no se detendrá hasta no ver su imagen reflejada en nuestras vidas. Pedro dice: “Estén alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con diversas pruebas. Si el oro debe ser probado pasando por el fuego, y es sólo cosa pasajera, con mayor razón su fe, que vale

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mucho más. Esta prueba les merecerá alabanza, honor y gloria el día que se manifieste Cristo Jesús” (1 Pe 1, 6-7)

Cuenta una antiquísima tradición de la Iglesia que en los primeros tiempos del cristianismo, 40 cristianos fueron sometidos por Nerón a meterse en un lago con agua hirviendo, con cerca de 100ª de temperatura. El único motivo por el cual eran sentenciados era porque este desquiciado emperador romano odiaba a los cristianos; por lo tanto, la única forma de evitar semejante tortura era renunciar a serlo. Para ello existía una aclamación popular para declarar que uno ya no quería continuar siendo un seguidor de Jesús: ¡ANATEMA! Equivalente a gritar ¡RENUNCIO A MI FE!

Los exponían ahí a esas insoportables temperaturas para que griten su renuncia, pero ninguno gritaba, ninguno salía. Aquellos que simplemente no soportaban más tanto dolor y veían que su muerte era inminente se abrazaban a alguno de sus compañeros de martirio para darle fuerzas a su hermano que también estaba padeciendo aquel suplicio.

Otros oraban diciendo: “¡Falta poco para ver abierta las Puertas del cielo y estar contigo buen Dios!

Al ver que empezaban a morir, los soldados romanos encargados de la condena comenzaron a insistirles que abandonaran su fe, para que renunciaran de una vez por todas al Evangelio y salvaran sus vidas: "No sean tontos, ¿por qué no salen de ahí y entonces podrán seguir viviendo con sus familias por 30 ó 40 años más?”. Pero ellos valientemente entregaban sus vidas por amor a Jesús.

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Sin embargo, en un momento uno de los cristianos gritó desesperado: ¡Anatema!, mientras su cuerpo parecía derretirse. Inmediatamente los soldados lo sacaron del agua y lo ayudaron a rehabilitarse. Mientras tanto, los demás hermanos seguían resistiendo hasta morir la temperatura del agua que cada vez era más intensa.

Fue entonces cuando uno de los soldados comenzó a sacarse la ropa y se metió al agua. Sus compañeros asombrados le empezaron a gritar: “Oye, ¿Qué haces? ¿Te has vuelto loco?”. Y aquel soldado le respondió, mientras con dolor se adentraba en el agua hirviendo: “No, me he vuelto cristiano al ver la pasión de estos hombres, y voy a completar el número de los 40 valientes que murieron por su fe. No puede quedar incompleta la cifra”.

Era tan fuerte la motivación que ese soldado había

visto en esos seres humanos sentenciados sin motivo alguno, que se convirtió al Señor y fue uno de los 40 cristianos mártires que fueron testigos de Jesús hasta el final. Se convenció porque veía que los otros estaban convencidos.

De la misma manera tu elección de mantenerte firme frente a las pruebas es un testimonio de convicción para los que te rodean.

La manera como reaccionamos ante las crisis es mil veces más impactante que nuestras palabras.

Otra historia similar es el testimonio bíblico que dio Eleazar, aquel maestro de la Ley del período de los Macabeos que, obligado a comer carne de cerdo en contra de la Ley, “prefirió una muerte honrosa a una

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vida infame” (2 Mac 6, 19). Él había llevado una vida irreprochable; y ya siendo anciano se le ofrecía la posibilidad de sobrevivir a la muerte simulando que comía la carne. Pero eligió el testimonio. Una de sus palabras finales se las dijo a quienes le aconsejaban que simulara comer carne para que no lo matasen: “Prefiero sacrificar mi vida con valentía, portándome como corresponde a mi vejez. Así, dejaré a los jóvenes un ejemplo generoso, muriendo valientemente por las sagradas y santas leyes” (2 Mac 6, 27-28).

Y finalmente se entregó a sus verdugos y en la Biblia se encuentra un testimonio extraordinario acerca suyo: “…Y con su muerte dejó un ejemplo de nobleza y un monumento de virtud y fortaleza, no solamente a los jóvenes sino a toda la nación.” (2 Mac 6, 31) ¡Qué bueno que puedan decir eso de nosotros también! No se si a vos te pasará, pero a mi me encantaría morir dejando un testimonio a mi generación y a las venideras. Sueño que en mi lápida se me mencione como alguien que fue un TESTIGO HASTA EL FINAL.

El testimonio de Jesús fue HASTA EL FINAL, Él podría haber desistido de su propósito renunciando al cáliz amargo que se le ofrecía; se podría haber bajado de la cruz; podría haber convocado a los ejércitos celestiales para que lo liberen de tanto dolor…pero la Biblia dice que “Amando a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el final” (Jn 13, 1)

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5. DETRÁS DE ESA TENTACIÓN

“El que legítimamente luchare, será coronado”

2 Tim 2, 5

Otro aspecto que tiene la tormenta es que se

manifiesta por medio de las tentaciones. Esas son verdaderas tormentas en nuestras vidas, y debemos saber también cómo enfrentarlas.

Como ya lo habíamos visto antes “detrás de cada tentación grande hay una bendición grande”. Tomás de Kempis nos dice en la “Imitación de Cristo”: “La tentación presente es señal de un gozo siguiente”.7

Hay gente que dice no voy a soportar más porque el diablo me está atacando tanto, me está afectando tanto que tengo que desistir. Pero tú no le des con el gusto. Lo que pasa es que el diablo sabe que detrás de esa tentación hay algo maravilloso que Dios tiene para tu vida y nuestro enemigo personal no quiere que recibamos nada de lo que Dios tiene para darnos.

¡Resiste! Y vas a ver la Gloria de Dios sobre tu vida. Aún cuando no sea una tentación grande, si resistes te espera la bendición de Dios. El Señor Jesús luego de ser tentado por Satanás en el desierto, una vez vencida la tentación, fue servido por los mismísimos ángeles (Cf. Mc 1, 13).

Somos desafiados por Dios a niveles más altos de madurez cada vez que superamos una tentación. No

7 KEMPIS, Tomás de. La Imitación de Cristo. Ed. Paulinas (traducido), Bs. As., 1982. Cap. 9, 7.

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desistas, desafíate a ti mismo a más. Simplemente cuando seas tentado prepárate, se viene un nuevo paso de madurez.

No se trata de no ser tentado; no podrás evitarlo. No hay momento en la vida de los seres humanos en que dejemos de ser tentados; simplemente seremos tentados. El tema es saber cómo enfrentar la tentación.

Satanás y sus demonios vendrán a tentarte de mil maneras:

- Te invitarán a abandonar tu fe y confiar en otras salidas: Horóscopos, adivinos, hechiceros, curanderos, brujos, control mental, a confiar sólo en ti mismo, etc. RESISTE, mantente confiando en Dios; en un paso más verás la salida.

- Te invitarán a dejar tu comunidad. Él sabe cómo hacerlo: te susurrará al oído cosas sobre tus líderes; te hará sentir de más; te dirá que no estás dando fruto, que no vale la pena seguir allí; te afinará el oído para escuchar todo tipo de chimentos que te desanimarán; te colocará el aburrimiento en tu corazón; etc. Es que él sabe que sin una comunidad es más fácil atacar a sus víctimas porque están solas. RESISTE. Jamás he visto en toda mi vida a alguien que deje sus comunidades y esté bien espiritualmente. Mantente allí donde estás (Cf. Heb 10, 25.35). La bendición no te va a seguir a donde tu quieres ir, sino en el lugar donde te puso. El Señor tiene un puesto de honor reservado para vos en tu comunidad. Debemos poder decir como la Biblia nos enseña: “Nosotros no somos de los que se

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retiran y pierden, sino que somos hombres de fe que salvan sus almas” (Heb 10, 39)

- Te motivará a dejar de orar, de leer la Palabra y de ir a misa. Él sabe que de eso depende tu crecimiento espiritual. Si te tiene flaco y débil te podrá hacer caer fácilmente. RESISTE. Aunque te parezcan cosas aburridas y no tengas ganas, debes alimentarte bien. Luego de esa tentación está desarrollándose un gigante espiritual que será una amenaza para el mismo infierno.

- Te enemistará contra tus padres y familiares abriéndote heridas del pasado y recordándote el daño que te hicieron. Te propondrá una y otra vez abandonar tu casa; y si ve que no te animas a hacerlo, igual te mantendrá alejado de los tuyos, incomunicado; que tu única conversación con ellos sea a través de gritos e insultos. Cuando estén por dialogar en la mesa te hará dependiente de la televisión; cuando tengas la posibilidad de un paseo familiar te hará sentir que eso es aburrido y sin sentido. Él sabe de lo necesario que es para tu felicidad tu relación con tu familia, por eso te tentará a que los rechaces. RESISTE. Dios ha comprometido su Palabra en que te bendecirá si honras a tus padres (Cf. Ef 6, 1-3; Sir 3, 1-16); lo que te sucede seguramente es una simple crisis familiar que Dios usará para desarrollar tu carácter.

- Te colocará en tu corazón la amargura del odio y del rencor. Hará arder tu lengua de chismes y maledicencias. Lo que más le agrada al enemigo es la ira. El sabe que si te pone el odio en tu corazón

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vas a sufrir mucho y vas a perder la paz de tu alma. Te provocará a pelear, a vengarte, a devolver el daño que te hicieron tus enemigos, a matar, a golpear, a dañar… RESISTE. Perdona a los que te ofendieron, da el gran paso que marca la diferencia entre los que son cristianos y los que no lo son: amar a los que nos hacen mal. Si resistes pacientemente sin vengarte ni dañar a los que te dañaron y perseveras en amarlos a pesar de lo que te hicieron, verás que además de conseguir la paz en tu corazón, conseguirás la conversión de los que te maltrataron.

- Te invadirá tu mente de pensamientos lujuriosos, de fantasías sexuales, de pornografía, de imágenes sensuales y groseras. Avivará tus oídos para que estés atento a conversaciones de doble sentido; para que escuches chistes y mensajes sensuales asquerosos. Te colocará personas que te animen a dar rienda suelta a tus pasiones desordenadas. El diablo sabe del daño mortal que significa para tu alma tu libertinaje sexual. Por eso se disfrazará de ángel bueno invitándote a tener sexo antes del matrimonio con tu novio “por amor”, cuando justamente es por amor que debes esperar a la otra persona y a ti mismo hasta hacerlo dentro de un marco matrimonial. Con el bombardeo de imágenes en la TV, en revistas y en Internet te invitará a desahogarte de tanta presión masturbándote. Esta área es quizás la más difícil de superar para el joven, y Satanás lo sabe muy bien. Es por eso que te tentará con muchas máscaras. RESISTE. Guarda tu cuerpo para Dios

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y para esa persona que Dios haya pensado para ti en un marco que te dará placer auténtico, paz y felicidad. Sé que es difícil esperar; pero si lo haces un poco más cada día, un día llegará la bendición de Dios sobre tu vida en esta área tan importante. Además de que te evitarás situaciones dramáticas como enfermedades sexuales, embarazos no deseados y particularmente el vacío existencial y asco que te provocará hacer las cosas fuera del tiempo oportuno.

- Te susurrará al oído que mientas. También en esto se disfrazará de ángel de luz haciéndote creer que son “mentiritas piadosas”. Él es el padre de toda mentira (Cf. Jn 8, 44). Te motivará a hacer cosas a escondidas, ocultas. Pero toda esa oscuridad será destapada de mala manera tarde ó temprano. Una mentira engendra otra mentira; y esta otra nueva, y así sucesivamente hasta que tu vida será un engaño que destruirá tu alma y te generará cada vez más amargura. El diablo y sus demonios te tentarán a mentir. RESISTE. La verdad te hará libre (Cf. Jn 8, 31). La verdad y la transparencia te llenarán de bendiciones. Sigue diciendo la verdad aunque parezca que se te viene el mundo encima; dentro de poquito verás los frutos que produce la sinceridad.

- Te motivará a robar; a quedarte con lo que no te pertenece. RESISTE. Lo que tienes es muy bueno. Libérate de la ambición desmedida por tener más. La felicidad no está en el TENER, sino en el SER un buen hijo de Dios.

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- Te incitará a la infidelidad; te pondrá muy delante de tus ojos la ocasión favorable. Te seducirá con el encanto de quien no es tu novio/a, esposo/a. y te resultará demasiado atractivo ese encanto; pues el otro ó la otra cuentan con la ventaja de no haber compartido tu historia, sólo han llegado en un momento de hastío en tu noviazgo o matrimonio, proponiéndote pseudos-escapes a tu rutinaria relación de pareja. Son oportunistas; enviados, en la mayoría de las veces inconscientemente, por el mismo infierno. Te tentarán a ser infiel y a cambiar tu aburrida pareja. RESISTE. Sé fiel al amor que le tienes a tu pareja, al compromiso que hiciste con Dios, si eres casado; o al compromiso y respeto que fluye del genuino amor, si estás de novio/a. No atiendas esa llamada; no te quedes conversando con esa persona; HUYE, ese es el consejo que da la Biblia (Cf. Gen 39, 12; 1 Cor 6, 18; Ef 5, 3-4; 2 Tim 2, 22). Esa persona que comparte tu vida es la que te dará la auténtica felicidad que necesitas; lo demás es un espejismo satánico que busca destruir tu vida, la de tus hijos y la de los que te rodean.

- Y te tentará con mil recursos, y en cada una de las debilidades que él conoce muy bien: egoísmo, pereza, vanidad, soberbia, orgullo, tristeza, abandono, nostalgia, drogadicción, alcoholismo, suicidio, etc. etc. Son demonios que te atacarán en la oscuridad. RESISTE. Tan sencillo como eso.

DETRÁS DE ESA TENTACIÓN…ESTÁ LA BENDICIÓN PARA TU VIDA.

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6. COMBATE MORTAL

“A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde los orígenes del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr su unidad interior” GS 37, 2 (Concilio Vaticano II)

La resistencia es una actitud indispensable para los

cristianos, pues nos hallamos en un verdadero combate. El Apóstol Pablo afirma categóricamente:

“Fortalézcanse en el Señor con el vigor de su fuerza. Lleven con ustedes todas las armas de Dios para que puedan resistir las maniobras del diablo. Pues esta no es una lucha contra fuerzas humanas, sino contra los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba. Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas. Tomen la verdad como cinturón y la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz.

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Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán apagar las flechas incendiarias del demonio. Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios” Ef 6, 10-17

Pablo utiliza términos bélicos, pues vivía en un

tiempo de grandes guerras. La historia misma de la salvación sucede entre guerras. Y les escribe a los cristianos de Asia que sabían muy bien acerca de batallas. En definitiva, les estaba diciendo que se preparen para un combate, para una lucha; que no era precisamente contra hombres. Peor aún, se trata de la guerra de la que venimos hablando desde el principio: contra la Bestia. Y lamentablemente el diablo no es un guerrerito mediocre. Estamos hablando de un combatiente poderoso, como ya dijimos. En el próximo punto veremos en detalle que no debemos temer si el Señor está con nosotros, pues en Él somos “más que vencedores” (Rom 8, 37).

Pero ciertamente debemos prepararnos. Pablo explica la manera: resistiéndole con las armaduras de Dios. Se trata de defendernos de sus ataques; por eso nombra elementos de defensa: armadura, coraza, casco y escudo.

Pero para ganar la batalla necesitaremos también elementos para atacar, por eso San Pablo nombrará la espada, o sea, la Palabra de Dios. Nunca ganaremos una batalla defendiéndonos únicamente. Necesitamos además atacar al contrincante; y la mejor arma contra este enemigo personal la tenemos muy cerca: la Biblia.

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El mismo Señor Jesús tuvo que enfrentar un combate contra el diablo en las tentaciones del desierto y no sólo se dedicó a defenderse y resistirle al diablo, también lo atacaba con la Palabra en su boca. Y le destruyó con esta Palabra cada uno de sus argumentos hasta derrotarlo (Cf. Mt 4, 1-11).8

Pablo consideró su misión y su ministerio como una batalla que debía enfrentar hasta el final de sus días. Era consciente, como debemos serlo nosotros, de que la lucha no acaba jamás en esta vida; el combate es hasta la muerte. El Apóstol sabía muy bien esto cuando, momentos previos a su partida de este mundo, le indica a su hijo en la fe, Timoteo:

“Debes estar siempre alerta. No hagas caso de tus propias penas, más bien dedícate a tu trabajo de evangelizador y cumple bien tu ministerio. Yo, por mi parte, estoy llegando al fin y se acerca el momento de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que depositaron en mis manos. Sólo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel día el Señor, juez justo” 2 Tim 4, 5-8

Esta es una de mis citas bíblicas preferidas. Ahora bien, quiero explicarte un detalle semántico que usa San Pablo. Los griegos tienen dos palabras para describir el término batalla y sus sinónimos combate, lucha, pelea. 8 Para mayores precisiones sobre este tema Cf. ESCUDERO, Sebastián. “LA ESPADA DEL ESPÍRITU. Artículo III: Cómo usar la Biblia contra el enemigo”. Ed. Mensajeros de Jesús, Diciembre de 2005.

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1- B¡80 (pale): de aquí viene la palabra “pelea”. Significa aquella pelea en la que quienes se enfrentan se hacen daño, pero no se matan. Es el caso de las peleas familiares, las peleas callejeras, las peleas deportivas como el boxeo, karate, yudo, etc.

2- ¡8ñL (agona): de aquí viene la palabra “agonía”. Significa la pelea, el combate mortal en el que uno de los luchadores saldrá muerto. Se trata de una batalla de vida o muerte; un verdadero duelo. De allí que la palabra agonía se utilice para designar la lucha de alguien por vivir en los instantes previos a su muerte.

Pues bien, Pablo utilizará el término pale en Ef 6,

12 cuando dice: “Pues esta no es una lucha (pale) contra fuerzas humanas, sino contra los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras…” Pero años más tarde, estando en el calabozo de la guardia romana, a punto de ser decapitado, cambiará el término para expresar esta batalla al decirle a Timoteo: “Yo, por mi parte, estoy llegando al fin y se acerca el momento de mi partida. He combatido el buen combate (agona)…” ¿Sabes por qué cambia de expresión? Porque toda su vida le había enseñado que no se trataba de una simple lucha, sino de un combate mortal.

Tú y yo debemos entender esto, porque nos estamos enfrentando a una batalla de vida o muerte. El diablo no está interesado en distraernos, él intentará

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destruir tu ministerio, tu vida espiritual, tu familia, tu matrimonio, tus sueños… Un pequeño descuido nos puede conducir al desastre absoluto.

Y si esto te parece fatalista echa sólo un vistazo a la vida de David 9(por nombrarte un caso bíblico nomás). El rey estaba una tarde al vicio paseando en su terraza, mientras todo su ejército estaba batallando, vio a una mujer que se estaba bañando. De la simple codicia pasó a averiguar quien era. Era nada más y nada menos que la mujer de uno de sus mejores guerreros: Urías, el heteo, que se hallaba haciendo lo que él debía estar haciendo, luchando.

La mandó a buscar, se acostó con ella descaradamente, y quedó embarazada. San David no tuvo mejor idea entonces que “enchufarle” el hijo a Urías. Así que lo mandó a llamar y le pidió que se acostara con su esposa, como un regalo por semejante esfuerzo en la guerra. Pero la lealtad de su guerrero no lo dejó darse semejante lujo.

Rechazada esa maniobra planeó otra trampa maquiavélica: emborracharlo y lograr que de ese modo aceptara acostarse con su esposa. Pero no consiguió nada tampoco así, porque Urías aún borracho, tenía más dignidad que su propio rey sobrio.

Finalmente decidió lo peor, mandó una carta al jefe de las tropas indicándole que sometiera a Urías al frente de batalla y que el ejército retrocediera para que lo liquidaran. Así fue, y el bendito rey David, luego de asesinar a su amigo de batalla, mandó a buscar a su

9 Encontrarás esta historia en 2 Sam 11

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mujer para quedarse con ella, a pesar de que él tenía ya varias esposas.

Consecuencia: si bien David fue perdonado por Dios por su contrito y genuino arrepentimiento, tuvo que pagar las consecuencias de semejante malicia. Y a partir de entonces comienza una vida de desgracia en su vida y en su familia. Al punto de que los títulos de los siguientes capítulos del libro de Samuel en la Biblia son referidos a las tragedias en la vida del rey David.

Ahora bien, sin necesidad de juzgar la historia, tengo que preguntarte algo ¿Dónde comenzó todo? ¿Cuál fue el primer error de David que desencadenó este infierno? Se descuidó un segundo, por no estar en la batalla10, y esto le costó el famoso “efecto dominó” que produce el caer en una tentación. Empezarán a ser afectadas otras áreas, afectarás a otras personas (ej. los hijos que terminan sufriendo las infidelidades o maltratos familiares), necesitarás otros pecados para tapar el anterior, y finalmente la batalla resultará ser MORTAL.

10 De allí lo sumamente peligroso que es estar desocupado, con la mente en cualquier cosa, sin tener las manos ocupadas en un trabajo concreto. Satanás busca las ocasiones de pereza para atacar; las casas que están bien barridas (Cf. Mt 12, 43-45). Por eso el dicho que dice que “la pereza es la madre de todos los vicios”.

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7. PREPARADOS PARA EL COMBATE

“La gente tenía miedo, pero me levanté y les dije…acuérdense del Señor, grande y temible, y combatan por sus hermanos, por sus hijos e hijas, por sus mujeres y por sus casas” Neh 4, 8 Debemos entonces estar preparados para enfrentar

el combate. Se necesitan guerreros valientes que se animen a hacerle frente a cualquier gigante que se les presente. Hombres de fe que puedan desafiar cualquier adversidad, con mentalidad de ganadores, como Josué y Caleb en la Biblia. 11

En medio de la estadía del Pueblo de Dios en el desierto, Moisés recibe la orden de Dios de mandar a un grupo de hombres que exploren la tierra de Canaán que Él mismo les iba a entregar. Cada tribu debía mandar a uno de sus jefes como representante. Moisés entonces los envía a inspeccionar aquel país. Al cabo de 40 días volvieron de su inspección y les rindieron cuenta de todo lo que habían visto. Los diálogos que se sucedieron yo los parafraseo de la siguiente manera12:

-El país que hemos visto es maravilloso; a todo trapo. Es una tierra preciosa. No queríamos volver más – Dijo uno de ellos. - Sí, pero el problema son los que viven allí; son muy poderosos. Nunca podríamos entrar a esas

11 La siguiente narración bíblica está sacada literalmente de: ESCUDERO, Sebastián. LIDERAZGO: De conducirlos a la tierra prometida se trata. Artículo III: La planificación y visión de l líder. Ed. Mensajeros de Jesús, Junio de 2007. Pág. 5-6 12 La cita bíblica la encontramos en los capítulos 13 y 14 de Números.

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ciudades porque son fortificadas con grandes murallas. Es imposible entrar. – Agregó otro. El pueblo tuvo miedo entonces porque de acuerdo

a estos rumores se tendrían que quedar a vivir en el inhóspito desierto.

Pero uno de los espías que habían visitado aquel país intervino con vehemencia:

-¡Tranquilos muchachos! Nosotros podemos conquistar ese país. ¡Vamos! ¡Subamos! Somos capaces; no tengan miedo; Dios está a nuestro lado.- Su nombre era Caleb. - No se ilusionen pueblo, no podemos hacerlo. Sería una necedad atacar a ese país tan poderoso. Es una hazaña demasiada atrevida para nosotros. – le replicó uno de sus compañeros de expedición – Además, sus habitantes son unos pedazos de bestia, son GIGANTES! A su lado nos sentíamos como langostas; bah…más aún…unas simples larvas insignificantes. Así nos veían ellos. Ni locos podremos entrar. Esa era la confianza que se tenían los que habían

visitado aquella tierra. Todos menos dos de ellos que tenían MENTE DE ÚNICOS: Caleb y Josué.

Pero como sucede siempre la gente se deja impresionar por los comentarios de los miedosos, de los fracasados, de los que son incapaces de correr riesgos en la vida. Y como consecuencia de ello dice la Palabra de Dios que todo el pueblo se puso a lanzar gritos de lástima y se pasó toda la noche llorando. ¡Qué locura! Y fueron cambiando de estado

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permanentemente: del llanto pasaron a la nostalgia por la tierra de Egipto; de la nostalgia a la ira contra Moisés y de la ira volvieron al desánimo y a la tristeza.

Pero uno de los dos únicos visionarios se rebeló en un momento contra tanto pesimismo y le dijo al pueblo:

-Pero ¡Cómo son de cabezones muchachos! Si el país que exploramos es maravilloso. ¡Es excelente esa tierra! Si el Señor quiere que esa tierra sea nuestra, ¿por qué vamos a temer? Si Dios dijo que va a ser nuestra YA LO ES. Y en cuanto a esos enanos que vimos instalados allí, nos los serviremos en bandejitas de plástico. Ánimo hermanos, lo que hemos hecho es simplemente inspeccionar nuestra próxima patria. ¿Amén?

Finalmente la historia nos dice que el pueblo entero entró a esa tierra prometida, pero sólo dos de esos exploradores quedaron con vida para verlo con sus propios ojos: Caleb y Josué; este último nada más y nada menos que con el bastón de mando del pueblo de Israel que le había otorgado el mismísimo Moisés.

Vos y yo necesitamos esta mentalidad de vencedores (en el capítulo siguiente veremos que se trata de ser más que vencedores). Los pecados y debilidades te buscarán en tu habitación, en tu cuarto oscuro. El mismo Satanás se sentará a querer dialogar contigo. Y te parecerá un gigante esa tentación. Pero no tengas miedo, la Palabra te manda “Esfuérzate y sé valiente” (Jos 1, 6a).

La valentía es la actitud indispensable para ganar el combate. Antes de convertirse en el Rey David, David era tan sólo un muchacho valiente que se animó a enfrentar al gigante Goliat mientras todo el ejército de

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Israel (centenares de miles de guerreros) estaba acobardado por sus amenazas y por su talla, pues de hecho medía alrededor de tres metros. David era tan sólo un muchachito de no más de 17 años con una honda en mano que se animó a enfrentar la tormenta, hacerle frente al gigante. Y le venció, consiguiendo así la victoria sobre los filisteos, el ejército más feroz de aquella época.

No obstante, David nunca hubiese llegado a ser lo que fue si no se le hubieran unido a él hombres de su misma mentalidad de victoria. Por eso el libro de Crónicas narra:

“Hubo también gaditas que se pasaron a David cuando este estaba en su refugio en el desierto, eran guerreros valientes, preparados para el combate, diestros con el escudo y la lanza, sus rostros como de león y ligeros como gacela salvaje.” 1 Cro 12, 9

Nosotros debemos tener esta mentalidad de ejército, y no de individualidades triunfalistas, pues somos un cuerpo, y separados de nuestras comunidades corremos el riesgo de ser presa fácil del demonio. El diablo quiere aislarnos. Y si no, recuerda lo que le pasó a David cuando no estaba con su ejército.

Pero déjame ir un poco más allá y concluir este punto mostrándote otra riqueza semántica de las Escrituras: el pasaje bíblico que acabamos de compartir nombra dos animales específicos: el león y la gacela, y no lo hace por casualidad. Dicen los que saben, que cada madrugada en el norte de África amanecen

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corriendo un león y una gacela. El primero corre a su víctima, y sabe que si se detiene un instante la perderá, y será un día más de hambre rumbo a la muerte. La segunda corre sólo unos centímetros más adelante que su atacante, sabe que si se detiene tan sólo un segundo perdería la vida ferozmente. No sé que nos tocará ser en la vida, león, que atacamos a los mismos demonios, o gacela, que sepamos resistir la acechanza del enemigo; como sea, lo importante es que el amanecer nos encuentre corriendo preparados para el combate.

8. MÁS QUE VENCEDORES Como conclusión de este capítulo quisiera

hablarles acerca de una victoria que ya la tenemos asegurada. Comencé el mismo hablándoles del poder que recibió Satanás de Dios, y que él lo usará para vencernos. Pero termino afirmando una verdad que hace temblar al infierno: “Somos más que vencedores en Cristo, que nos amó” (Rom 8, 37).

Toda guerra implica un ganador y un perdedor, una victoria y una derrota.

Los derrotados: Algunos caen en tentación y se les hace un hábito, una verdadera esclavitud. Son gobernados por su carne, por sus instintos, por sus deseos desordenados. No pueden decirle que no a la propuesta del diablo. Se les hace un hábito desordenado del que no pueden salir; un vicio; una oscura debilidad que los sumerge en el abismo.

En el área de las crisis personales están los que viven deprimidos, con miedo, con tristeza. Son los que

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abandonan apenas son visitados por la tormenta. Son los eternos desertores; los que comienzan trabajos y los despiden al tiempo; los que empiezan a estudiar y claudican; los que se ponen de novio y en la primera pelea se dejan.

Para este tipo de personas las tormentas son una amenaza. Porque ellos son permanentemente inseguros. La desgracia es su modo de vida. Son los derrotados, y la Bestia lo sabe bien, por eso se aprovechará.

Los vencedores: son aquellos que han superado la barrera del temor a las tormentas, y les hacen frente resistiéndoles con paciencia. Saben que después de un tiempo el diablo huirá (Cf. Stgo 4, 7); por eso le ganarán valientemente defendiéndose de sus ataques incendiarios.

Los vencedores no caen en tentación; la soportan. No se deprimen ante la enfermedad; no los tiran las tormentas, los vientos no lo hacen desistir de sus propósitos. Ellos resisten, y eso los hace ganadores siempre. No dejan a sus novios/as; a sus esposos/as; sus trabajos, estudios, emprendimientos; perseveran y triunfan.

LOS MÁS QUE VENCEDORES:

Finalmente se encuentra una raza en extinción.

Ellos tienen como un “plus”; no es que ganan durante el combate…ganan antes de la lucha. Los más que vencedores son los que ya ganaron en su mente antes de salir a la batalla.

Los más que vencedores son los que conocen todas las maniobras de Satanás y de los demonios antes de

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que los ataquen. No se dedican a esperar, a simplemente resistir. Resistir está muy bien, y debemos hacerlo. Pero ellos no sólo resisten pasivamente los ataques de las tinieblas, ellos les hacen frente. Su filosofía de guerra no es sólo defenderse; sino atacar. Como veíamos en el capítulo anterior, no sólo usan armaduras para defensa; utilizan además las armas que le darán la victoria.

Los más que vencedores lo son, no por sus propias fuerzas, sino por Aquel que les da la victoria. Pasan tanto tiempo con Cristo; tienen tanta vida de oración, tanta comunión con el Señor; conocen tan bien las Escrituras, que se les hace imposible perder. Es más, muchas veces vencen antes de ganar. Porque el enemigo se asusta antes de llegar al campo de batalla.

Imagina la siguiente escena: un ejército A se enfrenta al ataque de sus enemigos: el ejército J; pero antes de llegar al campo de batalla ve a lo lejos lo bien equipados que estos están, lo poderosas que son sus armas, la cantidad de combatientes que tienen, etc. y deciden huir. El ejército J ganó antes de que los ataquen. Esos son los más que vencedores, los del ejército J, de Jesucristo. El diablo huele su fragancia de santidad; sabe que le van a pelear palmo a palmo; que no le será para nada fácil tentarlos, ni engañarlos para que se depriman con las crisis. Pero sobre todo, lo que más temor le causa al diablo es ver que al lado de los guerreros está Alguien Todopoderoso que ya lo ha derrotado en la cruz del Calvario. Y debido al pánico sale corriendo desesperado lejos de su Presencia. San Juan de la Cruz decía que “El diablo tiene el mismo

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miedo a las almas unidas a Dios que el que le tiene al mismo Dios”.

Los más que vencedores son una amenaza para el infierno. Son los que aprovechan la tentación y las crisis para crecer, para madurar. Cuando se hallan en desiertos gritan con ánimo “Bienvenido Desierto City”.

Hay una actitud que los ha hecho convertirse en MÁS que vencedores: NO SÓLO RESISTEN, ADEMÁS CONFÍAN. De eso se trata la segunda parte de este libro.

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SEGUNDA PARTE

CONFÍACONFÍACONFÍACONFÍA

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Unos días después de que mi mama partiera hacia

la casa del Señor tuve que enfrentar las tormentas más agresivas que azotaron mi vida. Una de ellas era la profunda soledad en la que estaba sumergido. Era llegar a casa y llorar porque mi madre ya no me recibiría nunca más con unos mates. Era saber que ya, una vez acabados los abrazos de tus seres queridos que te consolaban durante el velorio, se habían acabado los calmantes de tu alma, que, aunque uno sabía bien que no te solucionaban nada, al menos te distraían un poco de ese infierno que se atraviesa al perder de golpe a quien se ama tanto en esta vida.

Fueron tiempos de luto en el alma, de oscuridad. Y entre mil sentimientos encontrados, la desesperanza es quizás el más cruel. El pensar que la situación lejos de mejorar empeorará; el no ver ninguna salida ni escapatoria posible al villano dolor.

Una de esas noches de tormenta, agarré mi guitarra para clamarle al cielo que me ayude. Y de pronto sucedió un milagro, un verdadero milagro en mi habitación (puedes creer ó no lo siguiente): comencé a cantarme a mi mismo una canción que me hacía llorar y llorar de tanto consuelo que recibía en mi ser. Inmediatamente supe que era el Señor el que me estaba cantando; y tuve la genial idea de grabarla.

A partir de ese día comencé a entender cosas que jamás había entendido en mi vida, entendí que Dios tenía el control de la tormenta; que no era yo el que cambiaría la tempestad, pero que lo que yo sí podía hacer era pararme sobre ella con la actitud de los que

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confían en que “todo sucede para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).

Aprendí una verdad que me cambió la vida: que en todas las cosas Dios es BUENO y SABIO. En cada crisis deberíamos aplicar este principio, esta verdad; que Dios permite el dolor para hacernos un bien mayor; y que Él sabe muy bien que eso es lo mejor para nosotros. Si tan sólo aprendiéramos a confiar en la bondad y en la sabiduría del Señor…cuánta paz hallaríamos en la tempestad. La Palabra dice: “Recorran, pues, todos los siglos y verán que quienes confían en Dios jamás serán defraudados” (2 Mac 2, 61)

Otros secretos que aprendí es que en las noches oscuras se valoran y disfrutan más intensamente los abrazos del Señor, que su Presencia amorosa es más fuerte cuanto más débiles estamos.

Aprendí a pararme sobre las piedras de tropiezo y aprovecharlas para saltar más alto, en vez de tropezarme con ellas.

Apenas comencé a cantarle a los demás esta canción que el Señor me di cuenta del poder sanador que tenía; y que era un verdadero instrumento para profesar nuestra confianza en Dios en medio de las tormentas de nuestra vida.

Y cada vez que la canto me crece la confianza en ese Dios que nunca se equivoca en lo que hace.

En definitiva, esta canción me salvó la vida hace varios años atrás. Hoy con ella quiero predicarte esta segunda parte del libro:

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SÓLO TIENES QUE CONFIAR13

Si hoy te golpea la adversidad Y quieres huir de esta soledad Si piensas que esto no acabará

Sino que empeorará

No importa cuán dura es la realidad Mi amor y mi gracia te sostendrán

No mires cuán fuerte es la tempestad Camina sobre el mar

TAN SÓLO TIENES QUE CONFIAR

YO NO ME VOY A EQUIVOCAR MANTENTE FIRME Y DEJA EL TIEMPO

ACTUAR NO TE VOY A SOLTAR

Y UN DÍA AL FIN COMPRENDERÁS

QUE ASÍ TENÍA QUE PASAR QUE LA TORMENTA FUE TU GRAN MAESTRA

Y ME AGRADECERÁS SÓLO TIENES QUE CONFIAR

Puedes dejar tu destino en mis manos

Dime cuándo yo te he fallado Puedes confiar

Sólo tienes que confiar

1. TOMANDO ENVIÓN 13 Esta canción se encuentra en la producción “ES TU MIRADA” que grabáramos en el año 2006 con el Ministerio de Música EL-SHADDAY, a quienes he solicitado autorización para usar la canción en el libro.

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“No importa cuán dura es la realidad, mi amor y mi gracia te sostendrán”

Habrás escuchado seguro la frase “estoy para

atrás”. Es la respuesta que muchas veces, al menos yo, he oído decir a muchas personas cuando les preguntan cómo andan: “para atrás” responden. Y eso significa realmente eso en sus vidas, que en vez de estar avanzando en algún área, están retrocediendo, haciendo marcha atrás. Son muchas las realidades duras de nuestras vidas que nos pueden hacer decir “estoy para atrás”: despidos laborales, abandonos de metas propuestas, muerte de algún ser querido, depresiones, que nos salgan mal las cosas que emprendemos, etc. etc. Como sea, la frase parece denotar en todos los casos que las cosas están mal.

Pero tengo que darte una buena noticia: no siempre dicha frase implica pesimismo. Hace un tiempo descubrí que “estar para atrás” no necesariamente significa estar retrocediendo. También puede significar que estamos “tomando envión” para dar un salto grande.

Déjame ser un poco más preciso. Si tú tuvieras que dar un salto a un charco, ¿cómo harías para llegar lo más lejos posible? Claro, tomando bastante envión, ¿cierto? De la misma manera tu tormenta puede hacerte llegar lejos y alto si sabes aprovecharla. De eso se trata este capítulo, de saber aprovechar las tormentas.

No podemos manejar las circunstancias desfavorables en nuestras vidas, simplemente porque no somos Dios. Las crisis vendrán, nos guste o no,

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estemos preparados o no, escapa a nosotros evitar que suframos ciertas dificultades. Pero aprende algo importante: no se trata de lo que nos pasa, sino de qué es lo que hacemos con eso que nos pasa. Lo que vos y yo sí podemos hacer con las crisis es decidir cuán lejos nos llevarán.

Una piedra en el camino te puede hacer tropezar o te puede servir para que parándote sobre ella llegues más lejos. Depende de cómo la aproveches. Lo mismo sucede con esa tormenta que azota tu vida; cuán sabiamente la aproveches determinará cuán lejos puedes llegar en la vida, cuánto puedes crecer.

El Dios sabio y bondadoso que tenemos no siempre impedirá las cosas que tememos nos sucedan, pero siempre nos dará su gracia para saber aprovechar cada circunstancia adversa. Y luego de un tiempo, como veremos más adelante, podremos darle gracias al Señor, porque habremos comprobado cuán útil nos fue aquella tormenta a la que tanto rechazamos.

El Apóstol Pablo nos abre su corazón en un pasaje bíblico que me apasiona:

“…para que no me pusiera orgulloso después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado en la carne un aguijón, verdadero delegado de Satanás, cuyas bofetadas me guardan de todo orgullo. Tres veces rogué al Señor que lo alejar de mí, pero me dijo: “Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad”. Con mucho gusto, pues, me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo. Por eso acepto con gusto lo que me

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toca sufrir por Cristo: enfermedad, humillaciones, necesidades, persecuciones y angustias. Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte.” 2 Cor 12, 7-10

¡Qué claridad! Pablo era un hombre que sabía sacar partido del sufrimiento. Era consciente que su persona se iba puliendo en el taller de las crisis, por eso su debilidad se había convertido en su mayor fortaleza.

Hace un tiempo atrás sucedió un hecho insólito para el deporte. Salió campeón de un torneo nacional de judo en Japón un joven que carecía de su brazo derecho. Cuando la prensa le preguntó cuál era el secreto de tan asombroso triunfo, él le respondió que se debía a dos hechos: 1º) la carencia de su brazo derecho le había obligado a practicar mucho más duro que cualquiera de sus contrincantes. 2º) En judo es necesario agarrar del brazo derecho continuamente a su adversario para poder derribarlo, y como él carecía de él, su debilidad se había convertido en su principal fortaleza.

No se cuál será tu debilidad, ni de qué tipo: vicios, hábitos ocultos, defectos físicos, traumas psicológicos por vivencias desagradables, incapacidades intelectuales o de talento, etc. Y quizás a causa de ella puedes llegar a la conclusión de que no sirves para nada, que Dios no podrá usarte jamás así. Pero Dios no está determinado por tus debilidades; Él es sumamente creativo y será lo suficientemente sabio para sacar una obra maestra de tus peores tormentas.

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Hace poco escuché un cuento que me sirve de iluminación para lo que estamos viendo. Te lo sintetizo muy brevemente: Había un hombre que todos los días le llevaba a su rey agua en dos vasijas. Pero había una de ellas que tenía una grieta, por lo cual se perdía el 50 % del agua que le debía llegar al rey.

Luego de dos años, cansada y triste de esa situación, la vasija agrietada le dijo al hombre que llevaba las vasijas que se sentía mal por no poder llevar toda el agua que el rey se merece. Se sentía inútil. Pero este hombre le hizo mirar el borde del camino por donde a diario ella iba llevando el agua. Y el borde del camino estaba lleno de hermosas flores. Esas bellas flores –le dijo el hombre- están allí en el camino a causa de tu grieta, y adornan cada día la mesa del rey haciéndole muy feliz.

Moraleja: tus grietas pueden ser tu fortaleza, depende de cómo dejes a Dios obrar en ellas.

Personalmente, lo mejor de mí se lo debo a las tormentas. Los abrazos más hermosos del Señor los recibí mientras estaba llorando. Es que “en las noches oscuras los brazos del Señor se disfrutan más”. “Pues en la misma medida en que los sufrimientos de Cristo recaen abundantemente sobre nosotros, el consuelo de Cristo también nos llega con mayor abundancia” (2 Cor 1, 5). Es decir, parafraseando al mismo Pablo: “Donde abunda el sufrimiento, sobreabunda el consuelo de Dios”.

Podría enumerarte tantas cosas horribles de mi vida que hoy son mi fortaleza.

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• La infancia de maltratos por parte de mi padre me llevó a valorar el amor misericordioso de Dios

• Mi deficiencia en la escuela primaria cuando era niño me hizo dedicarme más empeñadamente en mis estudios y logré ser abanderado en aquella etapa, y en los años posteriores llegué a recibir la medalla de oro en el terciario al mejor promedio de las carreras del instituto en el que me recibí.

• La vida de perdición que llevé hasta los quince años, inmerso en un mundo desordenado, me ayudó a entregarme apasionadamente al servicio del Único que nos puede dar la verdadera felicidad.

• La muerte de mi mamá me hizo convertirme en un hombre maduro que se hace cargo de su vida.

• Los traumas de comunicación que sufrí de niño y mis problemas del habla me llevaron a dedicarme a la predicación de la Palabra a las masas.

• Mis mejores predicas brotaron de mis más dolorosas heridas. En definitiva, lo mejor de Sebastián Escudero

salió de mis peores tormentas. Nuestra debilidad nos mantiene dependiendo de

Dios, nos previene de ser arrogantes y nos permite tener un corazón humilde. Además, nos ayuda a tener compasión de nuestros hermanos que están pasando por situaciones difíciles. Pablo dice: “Él nos conforta en toda prueba, para que también nosotros seamos capaces de confortar a los que están en cualquier dificultad, mediante el mismo consuelo que recibimos de Dios” (2 Cor 1, 4)

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En definitiva, la tormenta puede ser una oportunidad de crecer, siempre y cuando sepas que en vez de estar “para atrás”, estás “tomando envión”.

Concluyo este punto con un poema de Francisco Luis Bernárdez:

“Si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido, si para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado, si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprendido

que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene de sepultado”

2. UN ENFOQUE CORRECTO

“No mires cuán fuerte es la tempestad”

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Seguramente conoces con detalles el pasaje bíblico en el que Pedro camina sobre las aguas. En una ocasión en que los discípulos se encontraban en alta mar les sobrevino una tormenta y Jesús no se hallaba con ellos, pero antes del amanecer se les apareció caminando sobre el mar. Ellos se quedaron asombrados y con miedo. Dudaban de que fuera él. Pedro lo desafió a Jesús a que si era realmente él lo mandara a que caminase también él sobre las aguas. Jesús lo invitó a hacerlo; Pedro bajó de la barca y empezó a caminar en dirección a Jesús sobre el mar. Y aquí viene el versículo con el que quiero predicarte este punto: “Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse” (Mt 14, 30).

Quisiera preguntarte si no te llama la atención la razón concreta por la cual se hundió. Venía caminando muy bien. ¿Qué lo hizo caer? ¿El miedo? Puede ser. ¿Qué la tormenta se puso más agresiva? Puede ser. Pero el principal error estuvo en el enfoque de Pedro. Comenzó a caminar mirándolo a Jesús a los ojos, y eso le dio ánimo, fortaleza, y la fe suficiente para caminar sobre las aguas, pero al levantarse la tempestad cambió su mirada hacia el mar, y entonces se dio cuenta que era una locura estar caminando sobre el agua; le vino el miedo, y comenzó a hundirse.

Así funciona la fe: depende de nuestra mirada. Si estamos mirando a Jesús no temeremos ninguna circunstancia y podremos caminar sobre todo problema.14 Pero si nos quedamos mirando lo que nos falta, lo duro de la crisis, lo imposible que sería

14 Este tema será desarrollado con profundidad en el próximo punto.

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alcanzar las metas, etc. es un hecho de que nos vamos derecho al fondo del mar. Así como tenemos fe en el poder de Dios, podemos tener fe en el mal, en que nos va a ir mal.

Déjame colocar algunos ejemplos para que sea más entendible la cuestión. En una de las visitas del padre Darío Betancourt a Córdoba, el sacerdote estaba predicando en un estadio de fútbol acerca de las tentaciones. Y en un momento preguntó a las miles de personas que estaban allí: ¿Cuántos de ustedes están luchando por no pecar? Todo el estadio levantó la mano, incluidos sacerdotes y monjitas que se encontraban en el encuentro. El padre Darío comenzó a reírse. Y al rato les dijo: “Pues entonces están todos equivocados. Ja, ja. No debemos luchar por no pecar. Debemos luchar por estar más cerca de Jesús, y con Él a nuestro lado se disiparán las tinieblas”. Y todo el estadio prorrumpió en aplausos y gritos de júbilo.

Esto es una gran verdad. Debemos concentrar nuestra atención en Dios, y no en el pecado; en la solución y no en el problema, en Jesús, no en el mar. Luchar contra una tentación sólo intensifica nuestro enfoque en lo malo fortaleciendo su fascinación. Cuando en la primera parte del libro hablábamos de luchar el buen combate, no se trata de luchar contra la tentación, contra el diablo o contra las crisis, sino de intensificar nuestra búsqueda de Dios. Nuestra lucha en todo caso es por ser cada día más santos. Los más que vencedores de los que hablábamos al final de la primera parte están tanto tiempo con Dios que las tinieblas de sus vidas se disipan solas. Ellos no luchan

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por no caer en tentación; ellos están obsesionados por entrar en los primeros lugares del banquete celestial.

De la misma manera tú y yo necesitamos comprender que la mente tiene sus trucos, de los cuales el enemigo se suele aprovechar demasiado. Cada vez que intentamos bloquear un pensamiento en nuestra mente lo que estamos haciendo es grabarlo más intensamente en nuestra memoria. Lo mismo sucede con nuestros sentimientos, cuanto más luchamos contra un sentimiento, más somos controlados por ellos, y de esa forma nos mantenemos cada vez más esclavos de ese odio, rechazo, rencor, miedo, etc.

La solución, si bien no es fácil, ciertamente es sencilla: concéntrate en otra cosa. No luches contra ese pensamiento, sino más bien cambia el cause de tu mente. Rick Warren afirma: “La batalla contra el pecado se gana o se pierde en la mente”15.

Satanás utiliza un viejo recurso del que se suelen valer bastante en las publicidades comerciales: el poder de la sugestión. ¿No te habrá sucedido alguna vez que mientras alguien está bostezando tú inmediatamente comienzas a imitarlo? ¿O escuchar a alguien con garraspera en la garganta y tu comenzar a toser como si fueras tú el que habla? Ese es el poder de la sugestión: tendemos naturalmente a acercarnos a aquello en lo que estamos concentrados.

De allí lo grave que puede resultar la repetición mental: “no debo hacer tal cosa”, “no voy a tomar más”, “no volveré a llamarle por teléfono”. Eso es una 15 El resto de lo que queda del capítulo será una especie de paráfrasis comentada de dos obras que hacen referencia exacta del tema tratado: WARREN, Rick. PURPOSE DRIVEN. Editorial VIDA, Lake Forest, E.E.U.U., 2003. y MATTHEWS, Andrew. BEING HAPPY. Media Master Publishers-Selector, México D.F., 1991.

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crónica anunciada de un fracaso. Haremos aquello de lo que estamos escapando, pues nos mantenemos enfocados en lo que no queremos.

Siempre aconsejo, a causa de ello, a mis amigos que son padres de niños menores, que si no quieren que sus hijos no hagan tal ó cual cosa, no deben insistir en que no lo hagan, porque irremediablemente lo harán. Esto se debe a que la mente se aproxima a las cosas, no retrocede respecto de ellas. La mente no se puede mover en sentido negativo respecto de lo que se desea. Ej: decirle a un nene no vayas a romper ese vaso es contribuir a que lo haga.

Vamos un paso más aún. La mente opera conforme a la imagen captada. De tal modo que ante la instrucción mental “no voy a mirar esas imágenes sucias”, la mente no pude obedecer si no al hecho de “voy a mirar esas imágenes sucias”, pues no opera en función del reverso de una idea. En este caso, lo correcto sería repetirme “voy a mirar un programa decente”. Se trata de cambiar el enfoque.

Muchos accidentes suceden porque se está pensando en que “no debo chocar”; muchos fracasos se deben al pensamiento permanente “no voy a repetir la historia de mis padres”, “no voy a fracasar”, “no me va a ir mal en esta prueba”, etc.

En definitiva, y empleando el término de Mathews: “gravitamos hacia nuestros pensamientos dominantes”. La mayoría de las dietas no resultan por el simple hecho de que nos mantienen enfocados y concentrados todo el tiempo en la comida.

Por ello, el mejor consejo que puedo darte es que fijes tu concentración en Jesús. Cuando tu mente y tu

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corazón están puestos en Él la tentación pierde su poder y su tiranía. A veces solemos sentarnos en nuestras cuevas personales a discutir con Satanás, a dialogar con el mal. ¡Error! Lo que debemos hacer sea que estemos en tentación o en crisis, cualquiera sea la tormenta, es enfocarnos en Dios. Lee la Biblia, ora, recurre a los sacramentos, ocupa tu mente en la lectura espiritual o edificante, involúcrate en servicios para el Reino, etc.

Reemplaza el mal con el buen pensamiento (Cf. Rom 12, 21). Haz como nos exhorta San Pablo: “Llenen sus mentes de cosas buenas y que merecen alabanza, cosas verdaderas y nobles, puras, correctas y honorables” (Fil 4, 8). O como le indica a su discípulo Timoteo, rodeado de mil problemas: “No hagas caso de tus propias penas, más bien dedícate a tu trabajo de evangelizador”. (2 Tim 4, 5)En otras palabras, no le lleves el apunte a tus problemas, dedícate a servirle al Señor y Él mismo se encargará de tus asuntos.

No mires cuan fuerte es la tempestad, mas bien procura mirar a Jesús, ese es UN ENFOQUE CORRECTO.

3. CAMINANDO SOBRE EL MAR

“Camina sobre el mar”

Para el pensamiento bíblico, el mar era un símbolo

del mal. En él habitaban monstruos marinos del mal

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(Cf. Job 7, 12; 40, 25-41, 26). Y una de las figuras que ya no habrán en la otra vida, según la visión de Juan en el Apocalipsis, es el mar: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existe ya” (Ap 21, 1).

Cuando Mateo escribe el acontecimiento de Jesús caminando sobre las aguas no está queriendo mostrar algo mágico o meramente sensacionalista. Está dando una enseñanza profunda: en primer lugar, que está decidido a traicionar las propias leyes de su creación si fuere necesario para demostrarnos cuánto amor nos tiene, y cuán cerca de nosotros Él está. Y en segundo lugar, que Él está por encima del mal, que camina encima de los problemas, que Él tiene el control absoluto de las situaciones.

Ya el pueblo de Israel era consciente de que Dios estaba encima de los mares: “La voz del Señor está sobre las aguas…está por encima del diluvio…el Señor domina la tormenta” (Sal 29, 3.10; Cf. Job 9, 8). A los judíos les maravillaba y les llenaba de paz el saber que su Dios tenía el control de las aguas, como había sucedido en el la historia del diluvio de Noé, o como fue en el cruce del mar Rojo de Egipto. Cuando Jesús camina sobre las aguas sólo reafirma su divinidad y les aclara a los discípulos que no deben tener miedo.

Pero si damos un pasito más, vemos que en Pedro, Jesús nos da a todos nosotros la capacidad de caminar también sobre el mar. De pararnos por encima de las circunstancias, y no permitir que estas nos manejen a nosotros.

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Dios le indica a Caín: “El pecado está agazapado a las puertas de tu casa. El te acecha como fiera, pero tú debes dominarlo” (Gen 4, 7). En otras palabras, lo que le está diciendo es “Debes tener el control sobre esa situación”.

Esta es otra de las claves para enfrentar la tormenta: saber pararnos encima de ella. Dicho de otra manera:

-tus crisis no pueden controlar tu vida. -tu pasado no puede determinar cuán lejos llegarás

en la vida. - esa violación no te convierte en un pedazo de

carne que merece ser tratado de cualquier forma. - esa traición no te puede frustrar los sueños de

formar una hermosa familia. - esa enfermedad no te impide seguir siendo una

persona feliz. - ese defecto físico no es un límite, sino un

trampolín para triunfar en la vida. Sea lo que sea que te haya sucedido en la vida,

debes ser tú mismo el protagonista de lo que te queda por vivir. Una vez más es vigente aquí el principio no se trata de lo que te sucedió, sino de qué harás con eso que te sucedió. Toma el gobierno de la crisis en el Nombre del Señor. Tú no eres quizás lo suficientemente fuerte para vencer esa tormenta, pero el Señor sí, y Él te dice como a Pedro “ven, camina sobre el mar”.

No puedes ni debes andar por la vida arrastrado por las oleadas. En los dos últimos veranos tuve la posibilidad de vacacionar en Mar del Plata y en otras playas de la costa atlántica. Antes de estas ocasiones

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jamás había conocido personalmente el mar. Y uno de los juegos que más he realizado en él fue el de esperar las olas y dejarme llevar por ellas hacia la playa. Pero si en algún momento quería avanzar mar adentro debía pararme con firmeza, y cuando venían las olas debía pararme sobre ellas para poder avanzar. ¿No te resulta significativo esto? También en el área de las crisis tenemos esas dos opciones: dejarnos arrastrar por la corriente ó sobreponernos a ella y avanzar hacia delante.

El Señor nos sigue diciendo hoy como le dijo al pescador Pedro hace 2.000 años: “Navega mar adentro” (Lc 5, 4). Es decir, no te decepciones de que hace años vienes luchando con esa situación y ya no encuentras la salida. Intenta avanzar una vez más, no bajes los brazos, no limpies las redes todavía. Los que se suicidan, los que ven a la mujer de su vida casarse con otro, los que entierran sus sueños, son ejemplos de quienes han lavado sus redes, cansados de intentarlo durante toda la noche. Hacer la prueba una vez más quizás cambie el rumbo de tu vida para siempre.

Hace poco, en un retiro de matrimonios, aprendí una enseñanza que nos da la naturaleza acerca de dos animalitos del mar con los cuales podemos identificarnos: el calamar y el salmón. El primero es un molusco que generalmente se encuentra en la superficie de los mares, y que no pone ninguna resistencia al oleaje del mar, sino que más bien es conducido a donde el agua lo quiera llevar. El segundo es un pez que habita en los mares, pero emigra en otoño para desovar en los ríos. Pero para hacerlo se enfrenta a la corriente de los ríos, con todo lo que esto implica, saltando sobre

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todo obstáculo, piedras, presas, etc. Para ello da saltos increíbles.

Tú puedes elegir ser calamar o salmón. Si eliges ser calamar serás conducido a donde el mar de los problemas te quiera conducir: divorcio, alejamiento de los tuyos, infidelidad, alcoholismo, etc. Esas son las soluciones fáciles que propone la corriente del mundo. Si decides ser salmón, deberás prepararte para las pruebas (Cf. Sir 2, 1). Será difícil, pero no hay nada más maravilloso que esta experiencia que el Señor al crearnos decidió que compartiéramos con Él, y la cual nos hace grandes sobre las demás criaturas: la libertad. El Señor nos manda que seamos salmones: “No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto” (Rom 12, 2)

No dejes que los problemas te ahoguen. Decide seguir sonriendo aunque lo pierdas todo. Decide ser una persona alegre aunque la vida no te de motivo para serlo. En la película Patch Adams, protagonizada por el genial Robin Williams, se describe maravillosamente la historia real de un hombre que estando al borde del suicidio, internado en un hospital psiquiátrico, descubre que puede ayudar a los demás saliendo de sí mismo y alegrando a los que lo rodean. Sale del hospital y comienza a estudiar medicina, pero con un toque de originalidad para la rama de la medicina: se propone utilizar la risa como remedio, pues había experimentado lo bien que hace al enfermo ese toque de alegría en medio del dolor. Y como un buen salmón,

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enfrentando todo tipo de adversidades, consigue su título; y hoy sus clínicas y métodos son conocidos y usados en todo el mundo. A eso le llamo exactamente pararse sobre la corriente, caminar sobre el mar.

Coloca tus deudas, tus emociones, tus dolores, tus enfermedades, tus angustias, todo lo malo que te sucede por debajo de tus pies. Esa es la manera de alcanzar la victoria.

El día que el Señor me cantó la canción “SÓLO TIENES QUE CONFIAR”, entendí que tenía dos opciones: quedarme llorando la ausencia de mi mamá y dejarme llevar por el mar del desconsuelo; o tomar el control de la situación y transformar ese dolor en una ocasión para ayudar a otros, para disfrutar de los abrazos más tiernos del Señor, para madurar en la vida haciéndome cargo de lo que tenía que seguir haciendo solo a partir de entonces. En definitiva, se trata siempre de una decisión que uno debe tomar ante las tormentas: dejarse ahogar por los problemas o CAMINAR SOBRE EL MAR.

4. DIOS NUNCA SE EQUIVOCA

“Tan sólo tienes que confiar yo no me voy a equivocar”

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Cuentan que había un rey escéptico, que creía en la existencia de Dios, pero dudaba de su bondad y de su sabiduría. Siempre le reprochaba a Dios acerca de las injusticias de la vida.

Tenía un súbdito que era un fervoroso cristiano, profundamente convencido de la bondad y de la sabiduría de Dios.

Cada dos por tres el rey se ponía a discutir con su súbdito tratando de demostrarles con tantísimo argumento de que Dios era malvado y siempre había hecho todo mal. Pero su súbdito, siempre con una pacífica sonrisa en su rostro le respondía: “Dios nunca se equivoca mi majestad, nuca se equivoca”. Y esta respuesta, sin ningún contenido teológico profundo, no le agradaba para nada al rey; pero, al menos no le daba ganas de continuar la discusión.

Una mañana el rey y su súbdito salieron a cazar liebres al campo, pero tuvieron la desgracia de toparse con un oso enorme que comenzó a perseguirles para devorarlos. Cansado de correrlos, el oso decidió tirar un zarpazo final, que le arrancó el dedo pulgar al rey.

Indignado sin su dedo, el rey comenzó a insultar a su siervo a causa de su fe en un Dios malvado. Pero mientras más maldecía a Dios, su siervo más insistía con la misma frase de siempre: “Dios nunca se equivoca mi majestad, nunca se equivoca”. El rey entonces, encendido de furia, decidió encerrar a su súbdito en el calabozo hasta el día que acepte que su Dios sí se equivoca.

Pasaron varios meses y el rey un día salió al campo a cazar nuevamente, pero esta vez con bastantes armas. Pero se encontró con trampas que habían

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colocado en aquella región una tribu de caníbales, que le quitaron sus armaduras y lo metieron en una enorme olla para comérselo.

Mientras lo hervían a altas temperaturas, los caníbales se dieron cuenta que tenía el dedo pulgar amputado y les dio asco. Por lo cual decidieron sacarlo de la olla y dejarlo libre.

Contento y asombrado el rey volvió a su calabozo corriendo. Y lo primero que hizo fue dirigirse al calabozo a dejar en libertad a su siervo.

Al llegar le dijo gozoso: - Querido siervo mío, acabo de comprobar que lo

que tú siempre me dices es verdad, Dios nunca se equivoca… Y le narró de su milagrosa liberación gracias al

dedo que le había arrancado el oso. - Ahora bien – agregó – lo que no entiendo es que

si Dios nunca se equivoca, por qué permitió que tú, siendo tan fiel a Él, tuvieras que estar injustamente en el calabozo.

- Es fácil mi señor, si yo no hubiese estado en este calabozo, esta tarde esos caníbales me hubiesen cocinado a mí, porque yo no padezco de ninguna amputación. Dios nunca se equivoca mi majestad, nuca se equivoca.

Esta es una de mis frases preferidas, y la respuesta

siempre fija en mis labios cuando alguien me cuenta sobre algo malo que está viviendo: Dios nunca se equivoca. Esto es una realidad, no sólo un lindo slogan.

Debemos conocer acerca de dos características o atributos de Dios cuando estamos en momentos de

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desiertos: Dios es sabio y bueno. Recuerdo que fue una canción que escuché hace muchos años la que me hizo entender bien esto. El estribillo recuerdo que decía:

Sabio es Dios, no se equivoca Bueno es Él, busca tu bien. Y si no lo puedes ver, ni aún comprender Sólo debes saber: Él es fiel.

Acerca de la bondad de Dios ya hemos visto algo en el segundo punto de la primera parte (Dios tiene el control). Veíamos que:

“Dios escribe derecho en renglones torcidos” “Todo sucede para bien de los que aman a Dios”

(Rom 8, 28) "Nunca Dios permitiría el mal si no fuera lo

suficientemente poderoso para sacar de ese mal un bien aún mayor"16

En definitiva, que Dios ES BUENO. Pero también debemos comprender en las crisis

que Dios ES SABIO. Que tiene un plan maestro en todos los acontecimientos; que Él tiene un as en la manga para ocasiones especiales. Debemos aprender a “Dejar a Dios ser Dios”. Cuando le decimos a Dios mediante quejas cómo deberían haber sido las cosas es como si le dijéramos al médico cómo debería curarnos. Es una necedad criticar a Dios por lo que nos sucedió. Ciertamente es legítimo ese enojo al principio de una situación. Pero mantenernos en esa postura de juzgar el accionar de Dios es desconocer la sabiduría de Dios.

16 S. Agustín, enchir. 11,3

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En mi caso, me fue horrorosamente difícil aceptar este principio cuando falleció mi mamá. Por más que me repetía este principio de que Dios es sabio, no dejaba de indicarle a Dios cómo debían haber sucedido las cosas. “Me deberías haber dejado despedir de ella” le murmuraba en mi lecho de dolor. Luego, finalmente me rendí ante Él y le dejé ser Dios y hacer las cosas a SU MANERA, no a la mía.

Este es otro tema que quería compartir con vos. Solemos hacer las cosas a nuestra manera, quizás inspirados por canciones como “A MI MANERA”, que es una de las canciones más traducidas de la historia, y una de las más cantadas en el siglo XX.

Para nosotros los cristianos no debe ser así. En el momento que le entregamos a Dios el señorío de nuestras vidas, le estamos literalmente dando el control para que sea Él el que la maneje. Y ¿sabes cuáles son los mejores momentos para pasarle el control de nuestra vida? las tormentas, las crisis, el desierto.

Ya nos enseñaba San Ignacio de Loyola que “en momentos de desolación no debemos tomar decisiones importantes”. De algún modo, por el hecho de que Satanás tiene más propensión a aconsejarnos en los desiertos oscuros. De noche se nos aparecerá invitándonos a cambiar cosas de lugar, como a Jesús motivándolo a cambiar las piedras por pan. No te precipites, espera. Más adelante, cuando pase la tormenta podrás tomar decisiones que vengan de Dios. Estoy convencido que el 80 % de las separaciones y divorcios suceden por tomar la decisión durante las tormentas. Recuérdalo bien: “La tormenta es mala consejera”.

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Por eso, lo mejor que podemos hacer en las tormentas de nuestras vidas es pasarle el control al que sabe qué hacer con nuestras vidas. Hay una canción que me inspiró el Señor en uno de los desiertos de aquellos tiempos de duelo por mi madre, que quisiera compartirte:

Al contemplarte en esa cruz por mí, al contemplar lo que has hecho por mí, perdóname si mi carne se queja por caminar en esta tierra seca. Estoy dispuesto Señor, como sea, a ya no renegar más de esta arena. Y me someto a este desierto aunque me duela Hoy renuncio a vivir a mi manera Me doblego ante mi cruz Haz lo que quieras Señor te amo llévame donde tu quieras Señor te amo haz de mí lo que tú quieras

Pero no concluye allí la canción, ¿sabes como termina? Con el título de la misma:

…A TU MANERA

Déjalo a Dios hacer de las suyas; Dios es bueno, Dios es sabio…DIOS NUNCA SE EQUIVOCA.

5. LA PERSEVERANCIA ES LA CLAVE

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“Mantente firme”

Vale aclarar que, si bien ya hemos tocado el tema de la perseverancia en la primera parte de este libro, en esta segunda sección lo volveremos a mencionar, pero desde otra óptica. En la primera parte me referí a la perseverancia “pasiva”, de mantenernos firmes frente a los ataques del enemigo; postura vinculada con la actitud de la resistencia. En esta parte me referiré a la perseverancia “activa”, de mantenernos firmes en lo que anhelamos alcanzar; postura vinculada con la actitud de la fe.

La tormenta, lejos de ser una ocasión para destruir tus sueños, es una ocasión maravillosa para aferrarte firme a lo que esperas, pero para ello hay un ingrediente sin dudas imprescindible: la perseverancia.

La perseverancia es lo que marca la diferencia entre los triunfadores y los perdedores; entre los que ganan y los que fracasan.17

La perseverancia es el principal ingrediente para triunfar en lo que sea.

La mayoría de la gente claudica. Por donde mires no verás más que desertores: alumnos de guitarra que abandonan, jóvenes que empiezan la universidad y la dejan, gorditos que empiezan la dieta decididamente le lunes y la están rompiendo el miércoles, noviazgos más románticos que el de Jack y Rose en Titanic que a los meses se separan, matrimonios que comienzan con estrellas y terminan estrellados, etc. y en el liderazgo sucede lo mismo. Piensa nomás en la cantidad de 17 El desarrollo de este punto está extraído del artículo ESCUDERO, Sebastián. LIDERAZGO. De conducirlos a la tierra prometida se trata. Artículo 1. Ed. Mensajeros de Jesús. Junio de 2006. Pág 12-13

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sacerdotes, monjitas o laicos comprometidos que dejan el hábito o abandonan el compromiso con la obra de Dios. La mayor parte de los seres humanos son desertores. Pero, ¿sabes qué? Eso es una muy buena noticia para vos y para mí que hemos decidido ganar en la vida.

“Un gran tirador no es más que un tirador mediocre que nunca dejó de practicar”. Persevera. Thomas Édison realizó cientos de inventos cuya influencia en el planeta ha sido absolutamente formidable. Uno de ellos, la bombita eléctrica anduvo luego de miles de intentos. Imagina si se hubiera detenido, agobiado por el fracaso. La perseverancia lo convirtió en un grande.

La frase “el que persevera alcanza” no es un simple slogan, es una verdad.

La perseverancia hace a una oruga convertirse en una mariposa. Persevera.

Satanás le tiene pánico a los que tienen una actitud perseverante en la vida. Le preocupa demasiado, al punto de convertírsele en una verdadera pesadilla. Si eres de los que perseveran eres una amenaza para el infierno; y el diablo ya le ha puesto precio a tu cabeza. Ha delegado a su mejor ejército de combate para que te haga caer. Si fueras un mediocre él habría utilizado sólo un demonio raquítico que te vigile, pero si eres de esa extraña raza de guerreros que se vuelven a parar después de la caída, permíteme decirte algo: eres un héroe, en serio lo eres.

Antes de concluir este punto quisiera hablarte a vos que estás leyendo este libro, de una manera más personal. De corazón a corazón. Quisiera que sepas y te

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convenzas de que Dios ve tu espíritu de lucha ante tus debilidades, y a Él le conmueve verte pararte nuevamente. Eso te hace un grande.

Quizás estás luchando cada día de tu vida con un oscuro hábito oculto que te arrincona y te esclaviza crónicamente. Y tal vez hace años que sigues luchando contra esa tendencia, contra ese vicio, contra esa personalidad agresiva, contra ese mal carácter, contra el gigante de la masturbación, de la pornografía, etc. El paso de los años puede haber cavado profundo en ti, quitándote una sana auto-imagen acerca de ti mismo, y colocándote en su lugar la culpa y el odio hacia tu persona. Pero tengo una buena noticia que darte hoy: Dios mira más allá de tus debilidades; Él ve tu actitud de perseverancia. Ve que te vuelves a parar a pesar de todo. Lo vuelves a intentar. Y tú estás demasiado herido para sentirlo, pero Él te abraza fuerte y te levanta el puño de campeón, porque para Él no sólo gana el que se guarda de pecar, sino también el que se vuelve a parar después de haber caído. Y si tienes alguna duda de ello, échale un vistazo a la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32), y pregúntale al padre de los dos varones a quién abrazó con más pasión, si al que nunca cayó, o al que una vez caído supo levantarse nuevamente.

Mantenerse firme es mucho más que no pecar, es perseverar, a pesar de las caídas, hacia lo mejor que Dios quiere de uno.

6. EL DOCTOR TIEMPO

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“Y deja el tiempo actuar”

Otro factor importantísimo para enfrentar la tormenta es saber esperar a que esta pase. Dios es un doctor excelente, pero como todo doctor tiene sus propios doctores a cargo, a quien delega muchas veces la tarea de sanarnos. Uno de ellos, quizás el más solicitado por Dios, es el Doctor Tiempo.

El paso del tiempo sana hasta las heridas más profundas del alma. No hay dolor, sometido al tiempo, que no disminuya, y en algunos casos termina desapareciendo. En otros casos, lo que el tiempo logra es que el dolor se transforme. Lo ideal es que se transforme en alegría, en gozo, en felicidad. Pero, lamentablemente, a veces el dolor se transforma en odio, en depresión, en amargura, y en su caso más dramático, en muerte. ¿Cómo es esto posible? te preguntarás. Entonces, ¿No siempre el tiempo te ayuda a salir adelante? No, depende siempre de cuán bien lo sepamos usar.

Debemos aprender a esperar en Dios. La Biblia dice: “Yo Señor, confío en ti. Tú eres mi Dios. En tus manos están mis tiempos” (Sal 31, 15-16a). Sólo si sabemos descansar confiadamente en que Dios está haciendo bien las cosas podremos aprovechar el doctor tiempo.

La ansiedad por resolver un problema, o para salir de semejante dolor, nos puede ocasionar grandes desastres personales. En este sentido, la ansiedad es uno de los peores enemigos de la confianza en Dios.

Otro enemigo mortal de la confianza en Dios es el querer tener el control de las cosas. Y ya hemos visto

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en el punto tres de esta segunda parte, que no debemos hacer las cosas a nuestra manera, sino a la manera de Dios. Y ¿Sabes algo? Dios tiene sus propios tiempos para hacer las cosas. Tiene su propio reloj, su almanaque personal.

“Pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes, dice Yahvé. Así, como el cielo está muy alto por encima de la tierra, así también mis caminos se elevan por encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a los de ustedes.” Is 55, 8-9 No quieras enseñarle (y mucho menos imponerle)

a Dios cómo debe curarte, cuánto tiempo tiene que durar esa enfermedad, cuánto tiempo tendrás que sufrir esa crisis, esa tentación, esa situación adversa, esa tormenta. Debes confiar en Dios, Él tiene todo bajo control. Aprende a descansar en Él. “Encomienda al Señor tus empresas. Confía en Él que lo hará bien…Cállate ante el Señor y espéralo.” (Sal 37, 5.7a).

Nosotros los hombres no sabemos callar mientras pasa la tormenta. Buscamos soluciones desesperadas para escapar del dolor, que nos pueden hacer un daño peor aún. En muchas ocasiones no queremos someternos a los desiertos porque le tememos a la arena pulidora y a la tenebrosa soledad.

El pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto pudiendo haberlo atravesado en sólo un par de semanas. ¿Por qué? Porque se vivía quejando del lugar,

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de la comida, de la situación; murmurando por todo, anhelando las cebollas de Egipto…en definitiva, enemistados con el desierto. Error. No vamos a amar el desierto, porque seríamos masoquistas, pero sí debemos someternos con disponibilidad y aceptar la prueba, el reto que ello implica.

Cuántas veces nos pasa que por no querer estar solos nos ponemos de novio (algunos inclusive se casan) con la primera persona que se nos cruza. Ó utilizamos a alguien para olvidarnos de un amor que nos dejó heridos por no querer pasar por el desierto.

Cuántas veces la impaciencia por no tener un trabajo, un ministerio ansiado ó la realización que estábamos esperando nos hace adelantarnos a los planes de Dios y nos embarcamos en cosas que nos terminan amargando la vida por no querer pasar por el desierto.

Cuántas veces las crisis, la enfermedad, el abandono de un ser querido, por fallecimiento o por infidelidad nos hace buscar refugio en cualquier cosa que nos amortigüe un poco tanto dolor y nos aliamos a los remedios de la droga, el alcohol, los malos hábitos, la consulta de brujos, etc. y terminamos peor de lo que estábamos por no querer pasar por el desierto.

El Señor nos manda y nos pide que descansemos en sus brazos mientras pasa la tormenta: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso” (Mt 11, 28-29). “Descarga en el Señor todo tu peso, porque Él te sostendrá” (Sal 55, 23).

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La paciencia es uno de las virtudes más necesarias para nuestra madurez espiritual. “Nos sentimos seguros incluso en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia, que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza” (Rom 5, 3-4)

También debemos aprender a desarrollar un corazón de ovejas. Éstas confían ciegamente en su pastor; se dejan conducir sin temor al lugar que sea, pues saben que su pastor las está dirigiendo bien. Debemos hacer nuestra la bellísima oración del salmista:

“El Señor es mi pastor: nada me puede faltar; en verdes pastos él me hace reposar. A las aguas de descanso me conduce, y reconforta mi alma. Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre. Aunque pase por oscuras quebradas no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo; con tu vara y tu bastón me infundes confianza, y al verlas voy sin miedo” Sal 23, 1-4

Dios tiene en sus manos el tiempo de nuestra

liberación, de nuestra sanación, de nuestro éxito, de nuestro triunfo. Y Dios nunca llega tarde. Intervendrá en el momento exacto que Él sabe es el mejor momento para hacerlo.

La Biblia está llena de testimonios de personas que fueron atendidas y operadas por el doctor tiempo (Dr. Time). Pero me limito, como conclusión de este punto,

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a destacar sólo la intervención quirúrgica del doctor tiempo en dos historias que se encuentran en el libro del Génesis.

Jacob 18 le roba la bendición a su padre Isaac, usurpándole el lugar que le correspondía a su hermano Esaú. A través de un plan maestro, se hace pasar por su hermano y consigue ser bendecido por su padre, que anciano y ciego confunde a este con su hijo primogénito.

A causa de semejante traición, dice la Palabra que: “Esaú le tomó odio a Jacob, a causa de la bendición que le había dado su padre, y se decía: “se acercan los días de luto por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob” (Gen 27, 41).

Ahora bien, más adelante encuentras en la Biblia la siguiente cita bíblica: “Esaú corrió al encuentro de su hermano y lo abrazó; echándose sobre su cuello lo besó, y los dos rompieron a llorar” (Gen 33, 4). Y la historia concluye con el hecho de que al morir Isaac, “lo sepultaron sus hijos Esaú y Jacob” (Gen 35, 29 b).

Te preguntarás quizás ¿Qué sucedió en el medio de estas citas bíblicas? ¿Sabes qué fue? El Doctor Tiempo. Fueron necesarios más de veinte años para que se den estos hechos gloriosos después de aquellas heridas profundas. Veinte años en los que Jacob debió enfrentar el exilio, la soledad, el vivir en tierra ajena bajo la opresión de su tío Labán. Cuando se encontró con su hermano nuevamente, tenía ya doce hijos, el que se había escapado soltero de su hogar; pero el doctor

18 Gen 27-33

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tiempo se tomó su tiempo, valga la redundancia, para sanar toda herida.

José19, uno de los hijos de Jacob, es otro paciente bíblico del doctor tiempo. Siendo un niño, a causa de la envidia y los celos que despertaba en sus hermanos, fue echado en una cisterna por ellos. Luego, prefirieron mejor venderlo a unos madianitas mercaderes por veinte monedas de plata. Y estos a su vez lo llevaron a Egipto y lo vendieron también. Mientras tanto, sus hermanos le mintieron a su padre que José fue devorado por animales feroces.

Pasados más de veinte años, al igual que en la historia de su padre, José se encontraba como gobernador del palacio de Faraón en Egipto. Era el encargado de administrar los graneros de Egipto en medio de una crisis de hambruna mundial, que obligó a los hijos de Jacob a viajar al país egipcio a mendigar provisiones. ¿Quién es el encargado de darles provisión? Su hermanito, a quien consideraban muerto hacía cerca de veinte años.

Y se repite una escena similar a la de su padre: José rompió en lágrimas al estar con sus hermanos cara a cara y les dijo: “No se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado aquí delante de ustedes para salvarles la vida…no han sido ustedes sino Dios el que me envió aquí; Él me ha hecho familiar de Faraón, administrador de su palacio y gobernador de todo el país de Egipto” (Gen 45, 5.8)”

19 Gen 37-50

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Nuevamente el mismo denominador común que venimos viendo desde el comienzo del libro: Dios escribe derecho en renglones torcidos.

Y la historia concluye con palabras como estas: “Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios quiso convertirlo en bien para que se realizara lo que hoy ven: conservar la vida de un pueblo numeroso. Nada teman, pues. Yo los mantendré a ustedes y sus hijos” Luego los consoló hablándoles con palabras cariñosas” (Gen 50, 20-21)

¿Qué sucedió para que la historia pueda tener un final tan feliz? Las manos del doctor tiempo.

Con qué sabiduría usa el tiempo Dios. La Palabra dice:

“Hay un tiempo para hacer cada cosa… tiempo para llorar y tiempo para reír… tiempo para gemir y tiempo para bailar… tiempo para los abrazos y tiempo para abstenerse de ellos” Ecl 3, 1.4.5 b Si nosotros supiésemos utilizar bien nuestro

tiempo…qué felices seríamos. Debemos aprovechar cada momento, cada etapa, cada segundo, cada día. La vida es maravillosa, pero debemos aprender que Dios ha pensado las cosas para ser disfrutadas en un tiempo.

Siempre les comparo a mis alumnos el hecho de apresurarse a tener relaciones sexuales con su novio/a con el hecho de comerse un asado a destiempo. Nunca disfrutaríamos de un asado si lo comemos crudo. De la misma manera, el sexo fue pensado por Dios para disfrutarlo dentro de un marco matrimonial, donde uno

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puede gozar plenamente de este regalo maravilloso que nos ha dado el Señor.

Lo mismo sucede con todo tipo de decisiones que tomamos apresurados en la vida. La desesperación no es buena consejera. Jesús esperó 30 años para salir a predicar y a sanar a los enfermos. Pablo pasó retirado 14 años antes de viajar a evangelizar. Las cosas requieren de su tiempo.

Las reconciliaciones requieren su tiempo. Tiempo para recapacitar el daño hecho. ¿Nunca te pusiste a pensar qué hubiese sucedido si alguien le arrojaba unas milanesas al hijo pródigo? Nunca hubiese regresado a su casa. Dios suele dejar que lleguemos hasta el final, que nos golpeemos la cabeza, porque en el fondo está el resorte para hacernos llegar más alto de lo que estábamos antes.

En definitiva, confía, a pesar de la tormenta, Dios está haciendo bien las cosas, a su tiempo claro.

7. ESTOY AQUÍ

“No te voy a soltar”

Hay una escena de la película Titanic, que me

sirve de ilustración de lo que significa esta frase “No te voy a soltar”. En un momento de desesperación, la joven Rose decide acabar con su vida arrojándose del majestuoso barco, pero, mientras se encuentra sostenida de la baranda trasera, para tomar coraje y

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arrojarse al océano congelado, se le acerca el joven Jack, que había escuchado su violenta corrida. Este, luego de convencerla de renunciar a esa alocada decisión, le toma la mano para ayudarla a cruzar la baranda. Pero al pisar su vestido ella se resbala y se precipita hacia las aguas del mar, si no fuera por las manos del joven Jack, que logra sujetarla.

Mientras el joven le sostiene la mano, en un momento de intenso suspenso, la mira a los ojos y le grita con firmeza: “No te voy a soltar”.

Algo así es lo que hace el Señor con nosotros en esas noches tormentosas, previos a caer en un abismo profundo. Él nos toma de la mano y nos sujeta en los momentos de dolor. Y aunque el diablo aceche fuerte, y los vientos se levanten con poder sobre nosotros, Jesús nos mira con cariño y nos grita: “No te voy a soltar”.

Esa frase, lo que intenta hacer en nuestras vidas es dejarnos la paz y la certeza de que, venga lo que venga, Él estará allí para sostenernos. “Cuando lo llames Él dirá: Estoy aquí” (Is 58, 9 b).

En este último punto quisiera hablarte acerca de confiar en el amor de Dios.

Hay una canción que le compuse al Señor hace unos años, que utilizo bastante para ministrar acerca del amor que el Señor nos manifiesta, particularmente en la tormenta:

ESTOY AQUÍ

Cuando la noche se acerca,

Cada vez que alguien me deja, Cada vez que la tormenta

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Se me planta aquí en mi puerta, Cuando el dolor no espera,

Y me golpea de cualquier manera. Cada vez que estoy así, Una voz puedo sentir,

Y unos brazos que me abrazan, Siempre las mismas palabras…

ESTOY AQUÍ (3 veces)

NUNCA ME FUI ESTOY AQUÍ (3 veces)

NO ME VOY AIR

Estando despierto, estando durmiendo Estando contento, estando sufriendo

Nunca me dejas A mi lado estás

ESTÁS AQUÍ (3 veces)

NO TE VAS A IR

He aprendido a lo largo de mi vida, que hay dos palabras que son sinónimo de las palabras TE AMO, las palabras ESTOY AQUÍ. Vivimos en una sociedad que ha vaciado bastante de su auténtico sentido a la expresión “te amo”. Hoy se dice “te amo” para significar “me gustas”, “te necesito”, “me caes bien”, “quisiera tener sexo contigo”, “siento cosas emocionantes por vos”, “a tu lado me siento re bien”, etc. Pero he aprendido que el gran sinónimo del verbo amar es el verbo estar. Amar es necesariamente estar al lado de la otra persona, particularmente en los momentos de dolor.

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En mi caso, no recuerdo una sola vez que mi mamá me haya dicho las palabras “te amo”. Pero te puedo describir como si fuera ayer el día que por primera vez me dijo “estoy aquí” (al menos la primera vez que yo tengo recuerdo).

Tenía yo apenas cinco añitos. Mi mamá salió a hacer las compras, pero antes de irse de casa me exhortó que ni se me ocurriera salir a la calle por nada. Pues, en aquella edad yo solía escaparme a diario a jugar a las mañanas con mis vecinitos. Y para que yo realmente no me escapara me encerró con llave.

Yo, con una astucia propia de los niños rebeldes, subí a la terraza y me escapé trepado sobre un poste de la luz a jugar con mis amiguitos.

La consecuencia de la desobediencia es la maldición. Y eso es lo que me sucedió. Un auto, que venía en contra mano, me chocó pegándome en el mentón con el paragolpes. Quedé desvanecido por un buen rato. Al abrir los ojos me encontré rodeado de policías, médicos, y vecinos, iluminado por las sirenas de una ambulancia y un patrullero. Mi rostro y mi cuerpo estaban ensangrentados. Comencé a llorar de terror; y lo que más me dolía es que mi mirada no encontraba a mi mamá por ningún lado. Algunos vecinos me consolaban diciéndome: “Ya viene tu mami, Seba, tranquilito”. Pero no verla allí me desesperaba cada vez más.

Al llegar de hacer las compras, mi madre desde la esquina vio aquel cuadro trágico en la puerta de su casa. Ella suponía que le habría sucedido algo a algún vecino. Pero una vecina se le acercó llorando y le dijo: “Es el Sebita, Mirta. Lo chocó un auto”. Dejó tirada la

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bolsa de las compras y comenzó a correr hacia mí, abriéndose paso entre la gente.

Recuerdo que se tiró al suelo llorando, me tomó la mano y me dijo con ternura: “Estoy aquí”.

Luego se subió a la ambulancia y me llevaron al hospital para hacerme varios puntos en el mentón. Ella pidió permiso para estar al lado mío. En ningún momento me soltaba la manito.

Ella nunca en mi vida me dijo te amo, pero cada vez que me veía mal, me agarraba mi mano y me la apretaba con cariño. Y yo sentía tanta paz, tanto consuelo, porque sabía que era amado, que aunque el mundo se me viniese abajo, había alguien que siempre estaría allí inamovible, hiciera lo que hiciera, pasara lo que pasara.

El 30 de enero del 2004, aquella tarde cuando volvíamos del banco en el taxi, ella me tenía apretada fuerte la mano con su mano izquierda, y un poco más fuerte me sostenía la cintura con su derecha. Con una me decía te amo, con la otra me decía “Hasta pronto”.

Allí mismo cerró sus ojitos y varias horas más tarde los abriría a la eternidad. Pero en los instantes previos a esta partida nos apretó la mano a mi hermano ya mí. Ese era su lenguaje preferido.

Ella sigue estando conmigo. El amor trasciende todo tipo de fronteras y la muerte podrá impedir el abrazo físico, pero jamás podrá impedir que nos sigamos amando con la misma intensidad de siempre.

Y si eso sucede con el amor de una madre, imagina cuán grande será el amor de Dios, fuente de todo amor. San Pablo nos dice: “Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, cuán ancho, y

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cuán largo, y alto y profundo es, en una palabra, que conozcan este amor de Cristo que supera todo conocimiento” (Ef 3, 18-19). San Agustín enseñaba que somos incapaces de percibir todo el amor de Dios. Si pudiésemos sentir todo el amor de Dios moriríamos en el acto, porque nuestra naturaleza humana no está preparada para recibir tanto amor.

Debemos confiar en su amor cuando estemos en crisis, sabiendo que Él siempre estará a nuestro lado, siempre. El Señor prometió su presencia permanente y constante: “Estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Permíteme el atrevimiento de transcribirte una de mis canciones que más fielmente describe esto:

PUEDO SENTIR TU PRESENCIA

Puedo sentir tu presencia En medio de la tormenta

Aunque mi barca parezca Hundirse en oscuras tinieblas

Y AUNQUE SEA FUERTE LA TORMENTA

TU MIRADA ME ALIENTA DE MI LADO NO TE ALEJAS ERES FIEL A TU PROMESA

DE QUE ESTARÁS SIEMPRE CONMIGO DE QUE SERÁS SIEMPRE MI AMIGO20

Está comprobado por los biblistas que una de las expresiones que más veces aparece en la Biblia es la 20 Esta canción también se encuentra en la producción “ES TU MIRADA” que grabáramos en el año 2006 con el Ministerio de Música EL-SHADDAY.

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expresión estoy contigo, estaré contigo, Yahvé estará contigo, está contigo. Son las palabras que le susurraba el Señor a todos los que llamaba para cosas grandes. Lee estas citas bíblicas: Gen 28, 15 (Jacob); Ex 3, 2; 4, 13 (Moisés); Deut 31, 6.8.23; Jos 1, 5.9; 3, 7 (Josué); Jue 6, 12.16 (Gedeón); 2 Sam 7, 9 (David); Jer 1, 8 (Jeremías), Lc 1, 28 (María), Hch 18, 10 (Pablo), etc. Por darte como ejemplo sólo algunas citas y personajes bíblicos.

En el episodio bíblico en el que Jesús camina sobre las aguas, no lo hace para demostrar su poder, ni para demostrarles a sus discípulos que Él era Dios. Lo hace para que sepan que los ama mucho, y que deseaba estar al lado suyo en ese momento de tormenta. Él podría haber calmado el viento desde la montaña, sin necesidad de tener que acercarse a ellos caminando sobre el mar. Pero quería estar con ellos y darles ánimo. Eso es lo que quiere hacer contigo si estás triste, deprimido, fracasado, desilusionado.

Te vuelvo a repetir algo que ya te dije anteriormente: los abrazos más tiernos, hermosos, calurosos del Señor los recibí en las tormentas de mi vida. No abrazos físicos, claro; abrazos interiores. Comenzar a llorar de pronto por sentirte inundado de un bálsamo de amor que te consuela y te devuelve la alegría. Luego de esas lágrimas nada ha cambiado por fuera, pero por dentro ya no eres el mismo. Es que cuando el Maestro pasa por tu vida ya nunca puedes seguir igual. Si no, pregúntaselo a Pedro, a María Magdalena, a la mujer samaritana, a Zaqueo, a Bartimeo, a Pablo.

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Esto no quiere decir que debes sufrir para sentir el amor de Dios, en absoluto. Pero ten por seguro que son esas noches oscuras las preferidas de Dios para tenerte a solas recibiendo su cariño. Y que Él no es del tipo de amigos que se “borran” en las malas; muy por el contrario, vendrá exactamente cuando estés en la tormenta, y aunque no lo hayas invocado, se parará del otro lado de la baranda, te tomará fuerte de la mano, y con una dulce sonrisa en su rostro te dirá: “No temas, ESTOY AQUÍ”.

Si le pudiéramos preguntar a un árbol frondoso

cómo ha llegado a convertirse en un árbol tan grueso,

EPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGO “Que la tormenta fue tu gran maestra”

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tan gigantesco, tan bien parado, tan fornido, de seguro nos contaría su gran secreto, que nos dejaría asombrados. Nos diría que llegó a ser lo que es gracias a la tormenta. Pues en un comienzo fue tan sólo un arbolito débil, flaco, sin hojas, endeble…insignificante. Pero cuando se precipitaban las tempestades, cuando los vientos arrasaban queriéndole voltear, él debía hacer un esfuerzo extraordinario por mantenerse firme. Ese esfuerzo lo hacía hundir cada vez más sus raíces en la tierra, y sus nervios se iban robusteciendo con cada viento, con cada combate que le tocaba enfrentar.

Finalmente la tormenta terminó siendo la mayor responsable del crecimiento y desarrollo de aquel árbol frondoso. De modo tal que con total justicia podría llamarle a la tormenta “mi gran maestra”.

San Pablo, consciente de esta gran verdad enseñaba: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Cor 4, 17). Pablo era un arbolito raquítico también antes de conocer al Señor, pero con el peso de los años se fue convirtiendo en un gigante imparable. Y él mismo reconoce que lo que lo llevó a ser lo que era no es otra cosa que las pruebas difíciles que le tocó enfrentar. Les escribe a los corintos, explicándoles la razón por la cual se consideraba tan ó más apóstol que los demás:

“Yo lo soy más que ellos. Por mis numerosas fatigas, más por el tiempo pasado en cárcel, mucho más por los golpes recibidos, y muchas veces me encontré en peligro de muerte. Cinco veces fui condenado por los judíos a los treinta y nueve azotes, tres veces fui apaleado, una vez fui

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apedreado, tres veces naufragué y una vez pasé un día y una noche perdido en alta mar. Viajes frecuentes, peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros por parte de mis compatriotas, peligro por parte de los paganos, peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos. Trabajo y agotamiento, con noches sin dormir, con hambre y sed, con muchos días sin comer, con frío y sin abrigo” 2 Cor 11, 23-27

Somos educados por Dios cuando decidimos enfrentar la tormenta: “Después que el Señor les haya dado el pan del sufrimiento y el agua de la aflicción, Él, que es nuestro educador, ya no se ocultará más y ustedes verán al que los educa” (Is 30, 20). Dios tiene mil medios para educarnos, pero sin dudas, prefiere utilizar siempre el sufrimiento, la tormenta.

Crecemos en la noche, en los problemas. “Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar” (Sal 4, 2b). Por lo tanto, podemos estar alegres en medio de las mil tormentas que azoten nuestras vidas, pues el Señor está haciendo algo grande en nuestras vidas con ellas. San Pablo les animaba a los colosenses: “Que puedan sufrir y perseverar sin perder la alegría” (Col 1, 11 b). Él mismo se alegraba de sufrir por ellos: “Ahora me alegro de sufrir por ustedes, pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).

Santiago irá más lejos aún al llamar afortunados a los que están bajo pruebas: “Hermanos, considérense afortunados cuando les toca soportar toda clase de

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pruebas. Esta puesta a prueba de la fe desarrolla la capacidad de soportar, y la capacidad de soportar debe llegar a ser perfecta, si queremos ser perfectos, completos, sin que nos falte nada.”

(Stgo 1, 2-3) Conclusión: mi oración es que al terminar de leer

este libro puedas dejar de decir a Dios con cada crisis “¿Por qué me pasa esto?, y empieces a preguntarle ¿Qué quieres Señor que aprenda con esto?

Pero mi mayor deseo es que de ahora en adelante, cada vez que estés mal, si alguien te pregunta ¿Cómo estás? Puedas responderle con una sonrisa en tu rostro: ENFRENTANDO LA TORMENTA

Para comunicarse con el autor:

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