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ENCUENTROSSerie sobre desarrollo y cultura

VOLUMEN I

Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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ENCUENTROSSerie sobre desarrollo y cultura

VOLUMEN I

Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

Autores:

Alberto Abello Vives

Augusto Aleán Pico

Aarón Espinosa Espinosa

Jorge Nieves Oviedo

June Marie Mow

Cayetano Torres

Encuentros Serie sobre desarrollo y cultura : volumen I : Desarrollo y cultura en el Caribe

colombiano. - Cartagena de Indias: Instituto de Estudios para el Desarrollo; Nodo Cartagena de Indias

de la Red de Desarrollo y Cultura; Universidad Tecnológica de Bolívar, Maestría en Desarrollo

y Cultura, 2009

60 p. ; 21 x 28 cms.

ISBN 978-958-838727-7

1. Desarrollo social - Colombia 2. Cultura - Colombia 3. Cultura - Región Caribe - Colombia.

306 R37

Instituto de Estudios para el Desarrollo

Nodo Cartagena de Indias de la Red Desarrollo y Cultura

Universidad Tecnológica de Bolívar

Maestría en Desarrollo y Cultura

Manga, Calle del Bouquet, Carrera 21 #25-92, Cartagena de Indias, Colombia

Teléfono (57+5) 6606041 Ext.463

Fax: (57+5) 6604317

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La responsabilidad por el contenido de esta publicación

recae enteramente en sus autores.

Corrección de estilo: Armando Alfaro Patrón

Diseño y diagramación: Mauricio Gómez Perdomo

Fotografía: Andrés Espinosa Hernández

Impresión: Javegraf

Impreso en Bogotá, septiembre 2009

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Índice

Presentación - 5

Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable - 7

Alberto Abello Vives, Augusto Aleán Pico y Aarón Espinosa Espinosa

El concepto de desarrollo: una breve síntesis de su evolución - 8

Antecedentes del desarrollo - 8

El desarrollo como crecimiento económico - 10

Economía clásica del desarrollo - 10

El concepto de necesidades humanas - 11

Amartya Sen y los nuevos enfoques del desarrollo - 12

Del concepto de necesidades y el utilitarismo a la teoría de las capacidades - 13

¿Por qué desarrollo y cultura? Los hechos actuales y los viejos paradigmas - 15

Desarrollo y cultura, reto para la economía - 17

Desarrollo y cultura: matices de una relación indispensable - 18

Las relaciones entre desarrollo y cultura en el contexto del Caribe - 24

A manera de conclusión - 26

Desarrollo y cultura en el Caribe: un contexto problemático - 33

Jorge Nieves Oviedo

Una primera actualización - 33

Una segunda actualización - 35

Una tercera actualización - 37

Un contexto problemático en el Caribe colombiano - 39

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés,Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollode la sociedad insular y colombiana - 43

June Marie Mow

Procesos determinantes de la sociedad insular - 44

El poblamiento - 44

La economía - 45

Las manifestaciones de la cultura nativa - 46

Discriminación interétnica - 47

Políticas de Estado - 47

Pre Constitución Política de 1991 - 47

Post Constitución Política de 1991 - 48

La soberanía - 48

El reconocimiento de las diferencias - 48

Impactos - 49

El nuevo orden insular - 50

Potencialidades - 50

Debilidades - 50

La visión del futuro - 51

Propuestas de nuevas políticas de Estado - 52

Sostenibilidad de la estrategia - 52

Discusión - 53

Conclusiones - 53

Así pensamos y así decimos los indígenas de la Sierra Nevadafrente a los nuevos modelos de desarrollo de Occidente - 55

Cayetano Torres

¿Cuál impacto externo vemos? - 57

¿Hacia cuáles desafíos inciertos vamos? - 58

Los autores - 60

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Presentación

Hoy día nadie parece dudar que para lograr el desarrollo es indispensable que cualquier propuesta de modelo económico debe acercarse a la cultura. Es por ello que las diversas disciplinas que hacen parte de las ciencias sociales intercambian los saberes propios de sus campos para acercarse a una realidad que desde hace mucho tiempo reclama la interdisciplinariedad para ser observada y analizada. Es así como de un tiempo para acá la economía, para poder avanzar en una de sus tendencias de estudio como lo es el desarrollo, ha tenido que acudir a la antropología, por citar un ejemplo, para incluir dentro de sus nuevas conceptualizaciones a la cultura.

En nuestros países de América Latina y el Caribe la relación entre economía y cultura cobra aún mayor importancia. Al ser una región cuyos países han sido clasificados como “en vías de desarrollo”, la mayor parte del siglo XX fue receptora de propuestas foráneas para el surgimiento de su economía, y, la mayoría de ellas, con los resultados que todos conocemos ampliamente. Fueron propuestas que nunca tuvieron en cuenta las especificidades de cada país como sus multiplicidades étnicas, lingüísticas y de creencias religiosas, y sin tener en cuenta tampoco que la historia de cada uno de ellos no podía ser mirada en bloque pues están tan llenas de matices como variadas son sus culturas.

Además de acogerse a las actuales propuestas de desarrollo, las cuales incluyen temas como el acceso a la educación, a la salud, y no sólo el aumento de los ingresos de la población, es indispensable que los países latinoamericanos realicen propuestas propias –locales, regionales– en su empeño por mejorar tanto el crecimiento económico como el bienestar de sus ciudadanos. En este sentido la cultura puede servir como amalgama cohesionadora de iniciativas originadas al interior de los países, y dentro de ellos mismos, de sus regiones y localidades.

Con el deseo de realizar aportes sobre todos estos temas concernientes a la actualidad latinoamericana, la Red de Desarrollo & Cultura, la Maestría en Desarrollo & Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo pone a disposición del público en general la presente línea de publicación que hemos querido llamar SERIE ENCUENTROS. En este volumen se han recogido algunas de las ponencias leídas durante el I Encuentro sobre Desarrollo y Cultura que se celebró durante los días 24, 25 y 26 de septiembre de 2008 en Cartagena de Indias. Desde diferentes perspectivas teóricas y conceptuales, de vivencias y de posturas frente al desarrollo y la cultura, esta primera publicación cuenta con artículos de los profesores Jorge Nieves Oviedo, June Marie Mow, Cayetano Torres, Aarón Espinosa, Augusto Aleán Pico y Alberto Abello Vives. A todos ellos agradecemos su colaboración.

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Desarrollo y cultura:orígenes y tendencias recientesde una relación indispensable

Por Alberto Abello Vives, Augusto Aleán Pico

y Aarón Espinosa Espinosa 1

Introducción

Los estudios sobre el desarrollo –como visión amplia que integra lo económico y lo social, lo político y lo antropológico, lo cultural con lo productivo– facilitan la visión interdisciplinaria de la realidad latinoamericana y colombiana, y permiten identificar los desafíos y problemas que imponen fenómenos como la globalización y la transformación del Estado.

En Colombia y la mayoría de países latinoamericanos las nociones de cultura, región y desarrollo se pueden tomar como conceptos inseparables (países de regiones, países de culturas). Desde esta perspectiva, lo local y lo regional tienen plena vigencia y su expresión cultural tiene representaciones y lógicas distintas (Martín-Barbero y otros, 2000) muchas veces enfrentadas entre ellas. La región y el territorio se convierten entonces en receptores de redes y pautas de significados, representaciones y símbolos que moldean el comportamiento de los individuos y de los grupos (Geertz, 1992).

Esto se hace más importante puesto que, en las últimas décadas, nuevas concepciones de desarrollo enfatizan en la cohesión cultural e institucional. Se considera entonces relevante tener en cuenta las características culturales regionales, sin caer en determinismos, pues este conocimiento puede ser usado favorablemente en el proceso de construcción de instituciones y de la misma región.

En este documento se revisa el estado del arte de la literatura sobre las relaciones entre desarrollo y cultura, partiendo de las teorías del desarrollo planteadas desde la economía, considerando distintos enfoques: el de crecimiento económico, la economía clásica del desarrollo y las teorías de las necesidades humanas, y extiende el análisis a los aportes de Amartya Sen y las nuevas visiones del desarrollo. Igualmente, se amplía este marco de análisis a los nuevos estudios derivados del concepto de desarrollo humano, la teoría del capital social y el neo-institucionalismo, así como de diferentes áreas de estudio como la economía de la cultura.

1 El presente artículo fue publicado en Documentos de Trabajo 5, editado por la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Los autores agradecen los valiosos comentarios de José Luis García Delgado (Instituto Ortega y Gasset, España), Juan Carlos Jiménez (Universidad Alcalá de Henares, España), Alfons Martinell (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, AECID), Germán Rey (Convenio Andrés Bello, AECID), Patricio Rivas (Convenio Andrés Bello), Elisabeth Cunin (Universidad de Tolouse, Francia), Weildler Guerra (PNUD), Jorge Nieves (Universidad de Cartagena, Colombia), Claudia Mosquera (Universidad Nacional de Colombia), y también de Javier Sanín, Jorge Alvis, Daniel Toro, William Arellano y José Ricardo Escobar de la UTB.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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El concepto de desarrollo: una breve síntesis de su evolución

¿De qué trata el desarrollo? Ha sido y aún sigue siendo una pregunta fundamental en las ciencias sociales. En el análisis económico, el desarrollo está incorporado como una subespecialidad y aunque ha habido aportes importantes a su conceptualización, medición y recomendaciones de política, debemos reconocer que tal visión es parcial. Otras disciplinas sociales, tales como la sociología, la ciencia política, la antropología, así también como la filosofía, entre otras, han realizado importantes aportes al estudio del concepto de desarrollo.

Las diversas hipótesis que se han propuesto desde la economía alrededor de la pregunta pasan por el crecimiento económico, la industrialización, la liberación del sector externo, el papel de las instituciones, las necesidades humanas, entre otros aspectos, como los factores principales del desarrollo. El estudio de las causas de la pobreza y la desigualdad y sus posibles soluciones, también ha estado en el centro de la discusión acerca del desarrollo. En la década de los setenta, el debate giró hacia el examen de los problemas distributivos, pero en corto tiempo los practicantes del desarrollo dejaron de lado el tema.

Con el trabajo fundamental de Amartya Sen en los ochenta, se amplía el horizonte para tratar de responder esta pregunta. “Lo importante para el desarrollo es la libertad”, afirma Sen. Las organizaciones internacionales como el PNUD incorporaron en su trabajo tales tendencias teóricas, lo que dio como resultado la concepción del desarrollo humano plasmado en sus documentos y prácticas. En los noventa, la preocupación de las agencias del desarrollo y de la teoría del bienestar se centró en la reducción de la pobreza. Un grupo de países firmó el documento denominado “Los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, cuyo primer objetivo es reducir la pobreza extrema a la mitad2.

A continuación se describe la evolución de las teorías del desarrollo más importantes.

Antecedentes del desarrollo

La economía se ha preocupado desde sus inicios por temas tales como la riqueza, el comercio internacional, el trabajo, el crecimiento de la población, la felicidad y la libertad, entre otros, que podrían considerarse conceptos precursores del estudio del desarrollo. Los economistas Adam Smith, David Ricardo, Carlos Marx, Robert Malthus, Jeremías Bentham y John Stuart Mill han estudiado estas cuestiones en diferentes épocas de la historia. Blaug, al hacer la reseña sobre la Riqueza de las Naciones, sostiene que Smith se consideró así mismo, principalmente, como un estudioso del desarrollo: “En la introducción al libro, Adam Smith aclara que su tema principal es el desarrollo económico: las fuerzas que gobiernan a largo plazo el crecimiento de la riqueza de las naciones” (Blaug, 2001).

Aunque Ricardo entendió el problema del desarrollo, en principio, como crecimiento económico, fue el primero en comprender la importancia de la distribución en el análisis de la dinámica de la

2 Los objetivos son: 1) Erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) Lograr la educación primaria universal; 3) Promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer; 4) Reducir la mortalidad infantil; 5) Mejorar la salud materna; 6) Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; 7) Garantizar la sostenibilidad ambiental; 8) Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

actividad económica. En su estudio clásico sobre la economía de la agricultura, en particular del trigo, en la Inglaterra del siglo XVIII, explica las fuerzas que determinan la distribución de los ingresos entre las diferentes clases de la sociedad: trabajadores, terratenientes y capitalistas (Robinson y Eatwell, 1991).

Por su parte Marx, apoyado en algunas de las ideas de Ricardo, plantea una teoría general de la sociedad y su evolución, utilizando no sólo la economía sino otras ciencias sociales en la explicación del desarrollo capitalista. Entre muchos de sus análisis, se destacan las leyes del movimiento del capitalismo como explicación particular del desarrollo. Al respecto Blaug (2001) afirma: “Independientemente de lo que pensamos sobre la validez final del marxismo, sólo una mente obtusa podrá dejar de sentirse inspirada ante el esfuerzo heroico de Marx por proyectar una explicación sistemática general de las leyes del movimiento del capitalismo”.

Malthus propuso una visión pesimista del desarrollo económico basado en su teoría de la población y su máxima del mayor aceleramiento del ritmo de crecimiento de la población sobre el de los productos procedentes de la tierra. La teoría maltusiana ha sido fuertemente criticada: “Malthus defendió su teoría en parte por la lógica, en parte por los hechos, pero sin rigurosidad en ambos sentidos” (Blaug, 2001: 90). A pesar de las críticas, aún se siguen proponiendo trabajos a partir de las ideas iniciales de Malthus.

Las concepciones actuales del desarrollo, que mencionaremos más adelante, tienen raíces en los economistas clásicos utilitaristas, algunos de los cuales, además de la riqueza y el crecimiento económico, ven el desarrollo como un proceso de mejoramiento del individuo que va más allá del ingreso y sus cambios, como medida fundamental del bien-estar3.

En su Psicología del hombre económico, Bentham (1978) afirma: “Mi noción de hombre es la de un ser que anhela la felicidad, tanto en el éxito como en el fracaso, y en todos sus actos continuará haciéndolo, mientras siga siendo hombre”. Con esta premisa construye su teoría económica basada en el principio de la utilidad o principio de la máxima felicidad, el que aún hoy es el principio rector de valoración del bien-estar de la corriente principal de la ciencia económica.

Por su parte, Mill tuvo una concepción amplia del bien-estar de los individuos y de la sociedad fuertemente ligada al concepto de libertad. En sus Principios de Economía Política, refiriéndose a la riqueza como tema central de estudio de la economía política y su relación con cualquier otro de los grandes intereses humanos, sostiene: “Todo el mundo sabe que una cosa es ser rico y otra ser instruido, valiente o humanitario; que las cuestiones, sobre cómo se hace rica una nación, y cómo se hace libre, o virtuosa, o eminente en la literatura, en las bellas artes, en las armas, o en la política, tienen una significación totalmente distinta. En realidad, todas ellas se hallan indirectamente enlazadas y reaccionan unas sobre otras. Algunas veces un pueblo se libera porque antes se había enriquecido, o se enriquece porque antes se había liberado”4.

3 El término bien-estar se utiliza aquí en el sentido de los logros valiosos que una persona pueda tener en su vida.

4 Mill (1951).

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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También Marshall, Pigou, Keynes, Kalecki y Joan Robinson, entre otros, discutieron el asunto. La preocupación por el tema del desarrollo ha sido entonces fundamental en la historia de la ciencia económica.

El desarrollo como crecimiento económico

En versiones más contemporáneas, el análisis económico consideró en principio el concepto de desarrollo como sinónimo de crecimiento económico. Sen afirma: “Los economistas clásicos –Marx en particular– se ocuparon mucho del crecimiento, pero su reaparición moderna se inició apenas en 1939 con un notable ensayo publicado por Roy Harrod” (1979: 7). En esta perspectiva los estudios sobre crecimiento se inician con el conocido modelo de Harrod-Domar.

La nueva generación de modelos de crecimiento se refiere a los modelos de crecimiento endógeno. La denominada Nueva Teoría del Crecimiento ha propuesto explicaciones del crecimiento económico usando como antecedente las propuestas de Schumpeter sobre los conceptos de innovación y destrucción creadora (Aghion y Howitt, 1999).

Los intentos por ‘endogenizar’ la tecnología, la cual, como se sabe, es exógena en el modelo pionero de Solow-Swan, han permitido expandir la comprensión acerca del crecimiento. Estas teorías han intentado también explicar el problema de la distribución relacionándolo con los aspectos de economía política. Sin embargo tales modelos, aunque han avanzado comparándolos con los modelos neoclásicos, en sus diferentes versiones, no son capaces aún de explicar temas relacionados con el crecimiento, como por ejemplo, la profunda desigualdad en países menos desarrollados.

Economía clásica del desarrollo

Los autores que primero expusieron las teorías sobre desarrollo económico con una base más amplia que el crecimiento, a partir de los años 40 y 50 fueron, principalmente: Lewis, Nurkse, Rosenstein-Rodan, Hirschman, Prebisch, Myrdal, Young y Chenery. A estos autores -olvidados por la economía del desarrollo contemporánea- se les agrupa como la corriente clásica de la economía del desarrollo. La importancia de éstos radica en que sus postulados son clave para entender el fenómeno del subdesarrollo. En particular, los rendimientos crecientes a escala y los excedentes de mano de obra que son dos planteamientos fundamentales dentro de la teoría. Estos planteamientos son más relevantes para estudiar países menos desarrollados. Al argumentar sobre la validez actual que puede tener el enfoque de la economía clásica del desarrollo, Ros sostiene: “Esta argumentación se basa en: 1) su consistencia con el patrón de tasas de crecimiento en países con niveles de ingreso bajos, medios y altos; 2) su capacidad para incorporar el papel de factores descuidados en la literatura, tales como políticas industrialesy los recursos naturales, al explicar los vínculos entre crecimiento y comercio internacional, y 3) los vínculos entre distribución del ingreso y crecimiento en diferentes niveles de desarrollo económico” (Ros, 2004: 26).

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

El concepto de necesidades humanas

El concepto de necesidades humanas se ha convertido en enfoque pionero de las nuevas visiones del desarrollo. De igual forma, es uno de los elementos constitutivos del nivel de vida. Las necesidades han sido preocupación central del análisis económico. Al respecto, Adam Smith escribió en la Riqueza de las Naciones: “Toda persona es rica o pobre según el grado en que pueda disfrutar de las cosas necesarias, convenientes y agradables de la vida” (1994: 64). En otro aparte afirma: “después de la comida, las dos grandes necesidades de la humanidad son el vestido y la vivienda” (232). Y refiriéndose a las economías primitivas dice: “Cada hombre procura satisfacer mediante su propio trabajo las necesidades ocasionales que tenga, en la medida que se susciten. Cuando tiene hambre se va al bosque a cazar; cuando su atuendo se desgasta, se viste a sí mismo con la piel del primer animal grande que cace; cuando su choza empieza a derrumbarse, la repara lo mejor que pueda con los árboles y tepes que tenga más cerca” (335).

Otro de los grandes pensadores de la economía que se refirió al tema de las necesidades fue Marx: “Las necesidades naturales, el alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etc., varían con arreglo a las condiciones del clima y a las demás condiciones naturales de cada país. Además, el volumen de las llamadas necesidades naturales, así como el modo de satisfacerlas, son de suyo un producto histórico, que depende, por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país, y sobre todo, entre otras cosas, de las condiciones, los hábitos, y las exigencias con que se haya formado la clase de los obreros libres” (1999: 124).

Pigou también se refirió a las necesidades humanas. En sus estudios sobre el bienestar económico y su propuesta de un mínimo nivel nacional de renta real, plantea la necesidad de precisar el concepto mínimo, más como determinadas condiciones objetivas que como un mínimo subjetivo de satisfacción. Al respecto afirma: “Así, por ejemplo, el mínimo abarca una cierta cantidad y calidad de confort hogareño, asistencia médica, educación, alimentación y vestimenta, diversiones, condiciones higiénicas y de protección contra accidentes de trabajo, etc.” (1960: 759, tomo 1). En este sentido, el profesor Pigou se aleja de la visión utilitarista.

Versiones contemporáneas defienden una teoría universalista de las necesidades humanas, (Doyal y Gough, 1991). Estos autores asocian las necesidades a la prevención del grave daño que se presentaría si no se satisficieran. Postulan la autonomía (capacidad de formular propósitos y estrategias e intentar ponerlas en práctica, lo que presupone salud mental) y la salud física como las dos necesidades fundamentales de todos los seres humanos en cualquier lugar y cualquier tiempo. También plantean que si bien las necesidades son universales los satisfactores son relativos a cada sociedad específica.

En una visión amplia del nivel de vida y su correspondencia con el desarrollo, Max-Neef (Ekins y Max-Neef, 1992) propone una matriz de necesidades y satisfactores que distribuye en necesidades de acuerdo con categorías existenciales (ser, tener, hacer, interactuar), y otras de acuerdo con categorías axiológicas (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creatividad, identidad y libertad). También especifica los satisfactores para cada una de las combinaciones. Otro autor contemporáneo, Heller, analiza el concepto de necesidad en Marx (Heller, 1978).

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Amartya Sen y los nuevos enfoques del desarrollo

El trabajo de Sen acerca del desarrollo da un giro fundamental en su concepción (Sen, 1983a, 1988, 1998). Para Sen la economía del desarrollo es importante para comprender los problemas del subdesarrollo y el atraso; sin embargo, su enfoque tradicional no es el adecuado. La economía tradicional del desarrollo ha privilegiado el estudio del crecimiento económico sobre otros aspectos del desarrollo, siendo que este sólo es un elemento del proceso de desarrollo. El crecimiento es más medio que fin. En cambio, el proceso de desarrollo económico puede verse como el proceso de aumentar las capacidades de la gente. El proceso de desarrollo no puede verse como uno de “sangre, sudor y lágrimas”, como propone este autor, sino como uno más amplio, amigable y cooperativo.

Sen afirma que la visión de capacidades no es nueva; está en las raíces de la disciplina económica: “El bien-estar de una persona puede ser visto como una evaluación de los funcionamientos (cursivas nuestras) logrados por esa persona. Este enfoque ha sido implícitamente usado por Adam Smith (1776) y por Karl Marx (1844) en particular, y más recientemente en la literatura sobre calidad de vida” (Sen, 1988: 15-16).

Otros autores, igualmente, han propuesto una concepción más amplia del desarrollo (Todaro y Smith, 2005; Ekins y Max-Neef, 1992). Ekins y Max-Neef, por ejemplo, proponen una aproximación socio-humanística al desarrollo socioeconómico, postulando una regla de bienestar que sigue igual la norma de desarrollo socioeconómico: “suficiencia material y dignidad humana para todos” (1992). También privilegian el autodesarrollo de las personas y la autonomía de acción en todas las esferas. Un concepto cercano a la agencia de Sen.

Por su parte, Todaro y Smith (2005) también se preguntan qué se entiende por desarrollo. Y, al respecto, afirman: “se debe concebir el desarrollo como un proceso multidimensional compuesto por grandes transformaciones de las estructuras sociales, de las actitudes de la gente y de las instituciones nacionales, así como por la aceleración del crecimiento económico, la reducción de la desigualdad y la erradicación de la pobreza absoluta”. En este sentido se incorporan las preocupaciones por la reducción de la pobreza y la desigualdad y no sólo por el crecimiento. Estos autores proponen tres valores centrales en el desarrollo: i) sustento vital: la capacidad de satisfacer las necesidades básicas; ii) autoestima: ser persona; iii) libertad y no servidumbre: poder elegir. Este marco general permitió entender el desarrollo como mejoramiento del nivel y la calidad de vida y centrar la atención en los problemas más acuciantes en las sociedades actuales como son la pobreza, la desigualdad, el desempleo y, en general, la falta de capacidades.

Por otra parte, el trabajo de Sen también ha sido central en la crítica a las inconsistencias de la economía del bienestar. Su crítica al utilitarismo como aproximación del bien-estar ha estado presente en la mayoría de sus numerosos escritos. Sen hace una crítica demoledora al Principio de Pareto, piedra angular de aquella concepción: “Si alguien toma en serio el Principio de Pareto, como parecen hacerlo los economistas, tendrá que afrontar problemas de consistencia en el respeto a los valores liberales, aunque sean muy moderados. O, por el contrario, si alguien tiene ciertos valores liberales, quizás tenga que renunciar a su adhesión al óptimo de Pareto” (Sen). La economía paretiana del bienestar es una explicación insuficiente para abordar los problemas de equidad.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

Del concepto de necesidades y el utilitarismo a la teoría de las capacidades

Sen desarrolló su enfoque a principios de los años ochenta alrededor de las siguientes categorías: capacidades, funcionamientos, derechos y libertad (Sen, 1979, 1982, 1983a, 1983b, 1985a, 1985b, 1987, 1988, 1990, 1992, 1993, 1997). Sus trabajos anteriores se preocuparon principalmente por el tema de la elección colectiva (Sen, 1970). La elección colectiva trata sobre la estrecha relación entre los objetivos de la política social y las aspiraciones y preferencias de los miembros de una sociedad. El trabajo de Sen, según el economista colombiano Jorge Iván González, supera las restricciones impuestas por Arrow a esta elección, en el sentido del conflicto entre valores individuales y elección social (González, 1998a, 1998b). Los planteamientos de Sen permiten encontrar procesos de elección colectiva consistentes, en la medida en que se esté dispuesto a renunciar a la “pureza” axiomática, dice González.

Sen examina la pregunta: ¿igualdad de qué? En sus escritos revisa la igualdad desde los puntos de vista utilitarista, de la utilidad total y desde la perspectiva rawlsiana, donde argumenta contra las tres visiones de igualdad y propone su esquema de “capacidades básicas” (una persona que puede hacer ciertas cosas básicas): “la no-explotación y la no-discriminación requiere del uso de información que no está capturada totalmente ni por la utilidad ni por los bienes primarios” (1979).

En este punto, Sen entiende el enfoque de capacidades como complementario al utilitarismo y a los bienes primarios de Rawls. Afirma que su visión es una extensión natural del esquema rawlsiano de los bienes primarios. Este economista sigue avanzando en su enfoque e incluye el tema de los derechos en el marco del examen de las hambrunas. Explicó que las hambrunas en países como Bengala no fueron producto de la disponibilidad de alimentos sino de la falta de capacidad para realizar efectivamente los derechos de la gente. Para él, los derechos “se refieren al conjunto de bienes optativos a los que una persona tiene acceso en una sociedad cuando utiliza la totalidad de opciones y oportunidades que tiene frente a sí”5.

En Pobres relativamente hablando, Sen desarrolla los conceptos de pobreza absoluta y relativa, manifestando que la pobreza es absoluta en el espacio de las capacidades y relativa en el de los bienes, sus características y los ingresos. Aquí contrasta entre capacidades, bienes, características y utilidad mediante el ejemplo de la bicicleta, muy ilustrativo para aclarar el concepto de capacidad: “Es, sin duda, un bien con varias características; enfóquese una en particular: que sirve como medio de transporte. El que una persona tenga una bicicleta le da la posibilidad de desplazarse de una manera que no podría si no contara con ella. Entonces, la característica de servir como medio de transporte permite que el individuo tenga la capacidad de desplazarse de cierta forma. Puede que esta capacidad proporcione utilidad si es que quiere desplazarse o que le dé felicidad gracias al placer que encuentra en ello. Entonces, hay una secuencia que va del bien (una bicicleta) a las características (servir como medio de transporte), a la capacidad para funcionar (la facultad de desplazarse) y de ahí a la utilidad (el placer de la acción)” (Sen, 1982b).

Las capacidades se relacionan con los bienes y servicios, con las características de los bienes, la utilidad y las necesidades básicas, pero difiere de todos ellos, en particular, porque es una

5 Varios de los escritos de Sen citados en el texto se refieren al concepto de los derechos; en especial Sen, 1982, 1983b.

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categoría más amplia. El bien-estar de las personas puede ser mejor visto mediante un índice de los funcionamientos de la persona6. Estos, en términos de desempeño y logro de las personas, pueden ser observados para propósitos de evaluación. Existe, como lo menciona Sen, una secuencia, un recorrido entre todas estas categorías. Para Colombia se han realizado ejercicios con el propósito de llegar a aproximaciones de operacionalizar el enfoque de Sen7.

En la evaluación de lo que constituye el nivel de vida y el desarrollo, Sen otorga importancia crucial a las capacidades y los funcionamientos. Los últimos entendidos como logros de la persona y las primeras como posibilidades de lograr algo. Las relaciones entre ambos conceptos son muy complejas. Pareciera que los funcionamientos están más cerca de las posibilidades de evaluación debido a su relación cercana con las condiciones observables de la vida. Sin embargo, el nivel de vida también se relaciona con la libertad. No es lo mismo una mujer que muere de hambre porque es pobre, a la mujer, de profesión modelo, que muera de hambre por anorexia, por mantener la figura.

Para Sen las relaciones entre libertad y desarrollo son esenciales. Las libertades son tanto el objetivo primario del desarrollo como su principal medio (Sen, 2000, 2002a, 2002b). El desarrollo puede ser visto como libertad y, a su vez, las capacidades de una persona pueden verse como “las libertades fundamentales de que disfruta para llevar el tipo de vida que tiene razones para valorar” (Sen, 2000: 114). Otros autores también han valorado la perspectiva de la libertad para enfocar problemas sociales tales como la desigualdad (Van Parijs, 1996). La libertad debe tener una importancia real para todos. Van Parijs ha propuesto la idea del mayor ingreso básico sostenible como instrumento de libertad real.

En la visión de Sen sobre lo que significa el desarrollo basado en la libertad, la reducción de la pobreza y la desigualdad constituyen aspectos centrales. En esta perspectiva se debe analizar la pobreza como falta de capacidades básicas, lo cual desborda los análisis basados en el ingreso.

Se ha afirmado, en forma plausible, que el enfoque de capacidades aún no ha sido lo suficientemente operacionalizado con miras a una medición amplia de la pobreza (Boltvinik, 2003). En particular, hay interés en los países avanzados por el desarrollo de las ideas de Sen, liderado por académicos tales como Nussbaum y Alkire, en Estados Unidos, y por Desai, Burchardt y Legrand, en Reino Unido, entre otros. Por su parte, Boltvinik reconoce tres intentos de operacionalizar el enfoque de capacidades para la medición de la pobreza. El propuesto por el PNUD, en el que participó conjuntamente con Sen y otros autores, que desembocó tanto en el Índice de Desarrollo Humano como en el índice denominado “pobreza humana”. El mismo Boltvinik manifiesta que estos índices aún tienen debilidades.

Otro intento ha sido el de Desai (2003). Este autor propone una lista de cinco capacidades esenciales, universales, que deben realizarse de manera conjunta8. En el esquema de Desai se presenta una

6 Cfr. Sen (1985). .

7 Cfr. Rivera. M. (2000).

8 La lista de capacidades de Desai es: mantenerse vivo y gozar de una vida prolongada; asegurar la reproducción biológica; vivir con salud; interactuar socialmente; y tener conocimientos y libertad de pensamiento y expresión.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

cadena o recorrido. Este se dirige de las capacidades a las necesidades, las características de los bienes y finalmente a los bienes. Luego de definir su propia lista de capacidades, introduce un subconjunto de necesidades correspondientes con cada capacidad. A partir de las necesidades se pueden, ahora sí, definir las características de los bienes y los propios bienes.

Boltvinik considera necesario el concepto de necesidades como vínculo intermedio para la operacionalización del enfoque de capacidades. Desai construye un conjunto de necesidades basándose en las necesidades mínimas planteadas por Pigou y la necesidad de Adam Smith de “no sentirse avergonzado en público”.

¿Por qué desarrollo y cultura?Los hechos actuales y los viejos paradigmas

Luego de los insatisfactorios resultados de los procesos de globalización económica, las reformas estructurales tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, amparadas en el Consenso de Washington, y del creciente descontento social, manifiesto en el deterioro del medio ambiente y en la escalada de la inequidad, y en el rezago social y económico de grandes porciones del globo, se ha presentado un fuerte debate alrededor del concepto tradicional de desarrollo tanto en el ámbito académico como en el político9.

Resulta paradójico que el incremento en los niveles de pobreza e inequidad a escala mundial se presente justamente en un contexto de grandes avances tecnológicos y de fortalecimiento de los mercados mundiales que han ampliado las posibilidades de producción y generación de riqueza (Kliksberg, 1999). Para Sen, “El mundo [de hoy] es espectacularmente rico, pero está penosamente empobrecido” (Sen, 2008: 165).

Se ha encontrado que el crecimiento económico no disminuye los niveles de pobreza si al tiempo no se mejoran los problemas de inequidad10 y la sostenibilidad ambiental (Bahgwati, 1958, 1988; Kakwani y Khander, 2004). La tradición neoclásica de la economía ha enfatizado en factores convencionales y en cierta manera “tangibles” para el crecimiento económico, como el capital físico, el capital humano y la tecnología.

Actualmente se reconoce que existen otros factores que afectan el desarrollo y que pueden explicar las diferencias de bienestar entre regiones del mundo, entre ellas los procesos institucionales, la

9 Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998, cuestiona la vía usualmente pregonada para el desarrollo, que describe como “de sangre, sudor y lágrimas”, calificándola como una “política cruel de desarrollo”, que al mismo tiempo es altamente ineficiente (Sen, 1997). Joseph Stiglitz aboga por un consenso post Washington que revise las metas y los instrumentos de dicho consenso, y resalta que “la experiencia latinoamericana sugiere que deberíamos reexaminar, rehacer y ampliar los conocimientos acerca de la economía de desarrollo, que se toman como verdad” (Stiglitz, 1998). James Wolfensohn, plantea que “sin desarrollo social paralelo no habrá desarrollo económico satisfactorio” (Wolfensohn, 1996). Enrique V. Iglesias, presidente del BID, señala que “el desarrollo sólo puede encararse en forma integral; los enfoques monistas sencillamente no funcionan” (Kliksberg, 1999).

10 La inequidad no solo se refiere a las desigualdades en la distribución del ingreso sino también a la inequidad en el acceso a los bienes públicos, en las oportunidades para los hombres y las mujeres, en lo ambiental, en el potencial de desarrollo ente subregiones, en términos de tecnología, oportunidades y libertades.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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historia, el territorio y la cultura, como se mostró anteriormente, todas ellas variables relegadas de las discusiones sobre el desarrollo11.

Justamente, en los últimos años los debates sobre la importancia de la cultura en el desarrollo -en cuanto a repensar las políticas culturales y el patrimonio tangible e intangible, a valorar elementos que favorecen la cohesión social, a medir el impacto de las llamadas industrias culturales en la cultura nacional y las condiciones para la democratización de la cultura, a estudiar la situación laboral de los trabajadores del sector cultural, entre otras- han crecido en intensidad y variedad en el mundo occidental.

El marco de este debate es la tensión entre lo global y lo local; en el plano de las políticas ésta implica que se deben crear las condiciones para ampliar el capital cultural propio, el cual no debería sucumbir ante el arrollador poder de mercado que impulsa la homogenización y la producción en masa, que impone íconos culturales ajenos y que ponen en riesgo de extinción las identidades locales (Soto y Abril, 2004). Sin embargo, en el marco de esta tensión no se debe perder de vista que el proceso de auto identificación está mediado por la decisión de las personas de considerar cuáles son las identidades relevantes y también por la evaluación relativa que éstas hacen de su importancia, dado que se puede pertenecer a diferentes grupos o colectividades al mismo tiempo (Sen, 2008).

En esta línea interpretativa, una serie de autores ha esbozado las importantes relaciones entre cultura y desarrollo económico, y entre cultura y desarrollo como un tema más global. Kliksberg (1999) considera que la cultura es un decisivo factor de cohesión social, por lo que el capital social y la cultura pueden ser palancas formidables de desarrollo si se crean las condiciones adecuadas. En la cultura las personas pueden reconocerse mutuamente, crecer en conjunto y desarrollar la autoestima colectiva. Como señala este autor, la cultura traspasa todas las dimensiones del capital social de una sociedad, y subyace tras los componentes básicos considerados capital social, como la confianza, el comportamiento cívico, el grado de asociatividad.

En este contexto, plantea Kliksberg, y a pesar del asombro que produce la escasa atención que se les ha prestado, aparecen potenciadas las relaciones entre cultura y desarrollo al revalorizarse todos estos elementos silenciosos e invisibles, pero claramente operantes, involucrados en la idea de capital social. Esto porque, entre otros aspectos, los valores de que es portadora una sociedad inciden fuertemente sobre los esfuerzos de desarrollo.

Como señalan otros autores como Stiglitz (1998), preservar los valores culturales tiene gran importancia para el desarrollo, por cuanto ellos sirven como una fuerza cohesiva en una época en que muchas otras se están debilitando.

11 Cabe anotar que Smith también enfocó su análisis en los factores políticos para entender el desempeño de las naciones. Marx estudió la manera en que el sistema capitalista desarrolla sus procesos de acumulación desde una perspectiva histórica y dialéctica, tocando aspectos que fueron posteriormente objeto de análisis del institucionalismo y el neoinstitucionalismo. Entre esos factores se encontraban elementos como la ideología –a la que Marx llamó superestructura- que según este autor es determinada por las relaciones sociales de producción, lo que en últimas afecta la distribución del ingreso en la sociedad. Una interpretación sociológica de esta idea puede ser que, la ideología predominante en una sociedad afecta sus posibilidades de cohesión, en el sentido que conforme a como las personas califiquen de justas o injustas estas relaciones sociales de producción, podrán tener incentivos para seguir perteneciendo a ella (cohesionándola) o a desligarse de ella (desintegrándola).

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

Platteou (2000) por su parte menciona que entre las características culturales favorables al desarrollo económico y el efectivo funcionamiento de las instituciones democráticas se hallan: i) la confianza entendida como el respeto a los otros y a la autodeterminación12, ii) la percepción de que las elecciones individuales tienen algún impacto sobre los resultados económicos individuales13, iii) el predominio de una moral generalizada sobre una moral limitada14, y iv) la existencia de un entorno cultural colectivo y familiar no coercitivo de la individualidad.

Desarrollo y cultura, reto para la economía

Para diversos teóricos (Rausell Köster, 2004; Stolovich, 2002; Soto y Abril, 2004) la cultura le plantea entonces enormes retos a la ciencia económica, disciplina sobre la que han recaído las discusiones acerca de las políticas orientadas al desarrollo. García Canclini (1999) sostiene en este sentido que existe un divorcio entre quienes se ocupan de la economía y quienes se dedican a la cultura.

Desde sus inicios la teoría económica dejó por fuera a las actividades culturales. Por ejemplo, para Adam Smith y David Ricardo el gasto en las artes no contribuía a la riqueza de la nación. El propio Smith veía la cultura como el dominio por esencia del trabajo no productivo, aunque no dejaba de reconocer –pero no abiertamente– los efectos externos del gasto en cultura. Por su parte, otro padre de la economía, Alfred Marshall, señalaba la imposibilidad de evaluar objetos que, como los artísticos, eran únicos en su género, no teniendo equivalente ni concurrente.

En este sentido, Sen (2007) sostiene que existen atributos derivados de la historia y el origen de las personas que definen su identidad, la cual según el economista indio se define como “la forma de vernos a nosotros mismos y a los grupos a los que pertenecemos”. Sen critica especialmente dos formas de reduccionismo predominantes en las ciencias sociales: el primero corre por cuenta de la economía, y Sen la denomina “indiferencia hacia la identidad”; ésta consiste en que como seres racionales (homus economicus) perseguimos el máximo beneficio sin que nos importe ningún sentido de identidad distinto a los de sí mismos; el segundo, que llama “filiación singular”, se deriva del hecho de suponer –como lo hacen con frecuencia los pensadores comunitaristas y los teóricos de política cultural- que cualquier persona pertenece especialmente, para cualquier efecto práctico, a una sola colectividad.

Nuevos enfoques derivados del concepto de desarrollo humano, la teoría del capital social y el neoinstitucionalismo han enriquecido la discusión sobre los factores que explican las diferencias en desarrollo de los países y regiones, poniendo su atención más allá del crecimiento. Sobre

12 La confianza facilita los intercambios económicos y reduce la necesidad de implementar mecanismos externos para regular los arreglos contractuales, lo que disminuye los costos de transacción y aumenta los beneficios de la división del trabajo y las ganancias del mercado (Dixit, 2004).

13 Por su parte, la idea de que las elecciones individuales poseen algún impacto sobre los resultados económicos individuales incentivaría el trabajo duro, la inversión, la innovación y el emprendimiento. De hecho, “si los individuos consideran que los resultados económicos son debidos a la suerte o a eventos externos fuera de su control, probablemente existirá una actitud pasiva, resignada y débil con respecto a lo económico” (Platteou, 2000).

14 El predominio de una moral limitada, que consiste en la aplicación restringida a un grupo humano de principios morales tiene efectos negativos sobre la confianza. En su presencia son más probables comportamientos de free rider con consecuencias no deseadas sobre la política y la administración pública.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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esto último, la noción de desarrollo humano o desarrollo centrado ubica a la gente en el foco del problema, al definirse como la posibilidad de las personas para acceder a las condiciones materiales, de sentirse incluida y participar en la sociedad, de tener una identidad y una calidad de vida en armonía con el medio ambiente15.

Desarrollo y cultura: matices de una relación indispensable

Como se expuso en la sección anterior, la visión del desarrollo en la literatura económica ha cambiado en estos últimos años. Un elemento fundamental de ese cambio tiene que ver, precisamente, con la forma en que se observa a la cultura: como un proceso de ampliación de las capacidades de los individuos –la cultura conformadora en sí misma de capacidades del ser humano– que gira sobre un eje básico, la libertad cultural.

Justamente, el Informe sobre Desarrollo Humano de 2004, dedicado a La libertad cultural en el mundo diverso de hoy, expresa con total claridad que “La libertad cultural constituye una parte fundamental del desarrollo humano, puesto que, para vivir una vida plena, es importante poder elegir la identidad propia –lo que uno es– sin perder el respeto por los demás o verse excluido de otras alternativas”. Pese a la centralidad de sus relaciones, todavía es notable la ausencia de precedentes en la discusión -o como se diría en el ámbito de la planificación y seguimiento de las políticas públicas: de líneas de base-, bien sea porque siguen siendo escasos los aportes al entendimiento del papel de la cultura en el desarrollo, o porque en los casos en que se presentan, éstos siguen teniendo alta concentración en las áreas de interés.

Esto ha sido particularmente relevante en los estudios culturales que se basan en la teoría y las metodologías económicas, donde la perspectiva dominante ha estado centrada en la evaluación de los impactos económicos de la cultura, sea a través de los llamados impactos directos e indirectos, los de alcance global (incidencia en el PBI del valor agregado por el conjunto de las actividades culturales), o de alcance limitado a los efectos de una actividad específica (por ejemplo: un festival o un museo) sobre una determinada localización geográfica.

En Latinoamérica el surgimiento de los estudios de la llamada economía de la cultura ha encontrado respaldo empírico en los trabajos promovidos por el Convenio Andrés Bello (CAB). En los últimos ocho años el CAB ha publicado más de una decena de trabajos orientados en gran parte a la valoración de los impactos económicos, culturales y sociales de las industrias culturales16 y del patrimonio material e inmaterial, y en menor a temas como los incentivos a la cultura.

15 El concepto de desarrollo humano impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, va en la misma línea de las ideas de desarrollo como libertad de Amartya Sen. Como se sabe, Sen tuvo gran influencia en el desarrollo del concepto y en la elaboración del Índice de Desarrollo Humano que el PNUD calcula desde 1990.

16 Dentro de esta línea se encuentran: “Dinámica económica de la cultura en Bolivia” (López et.al., 2005), “Impacto del sector cinematográfico sobre la economía colombiana: situación actual y perspectivas” de Mincultura et.al.(2003), “Impacto económico del patrimonio del Centro histórico de Bogotá D. C.” y “Cartagena de Indias, impacto económico de la zona histórica”, de Zuleta y Jaramillo (2003 y 2006), “La dinámica de la cultura en Venezuela y su contribución al PIB” de Guzmán et.al. (2005), “La fiesta, la otra cara del patrimonio. Valoración de su impacto económico, cultural y social”, de Pizano et.al. (2004). Otras investigaciones sobre el papel de la cultura en la economía auspiciadas por el CAB son “Entre la champeta y la pared. El futuro económico y cultural de la industria discográfica de Cartagena”, de Abril y Soto (2004) y “Los trabajadores del sector cultural en Chile. Estudio de caracterización”, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y el Convenio Andrés Bello (2004).

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

Según esta visión particular las actividades culturales constituyen un sector de demanda creciente con fuerte implicaciones en la calidad de vida de los ciudadanos y, cada vez más, con un mayor impacto económico en términos de ingresos y ocupación. En el aspecto de la ocupación y el trabajo, Rausell Köster (2004) destaca la incorporación de aspectos creativos muy gratificantes desde el punto de vista del desempeño, el grado de articulación que permite formas de ocupación generadoras de capital social (microempresas de carácter cooperativo y autogestionario, entre otros), su condición de sector intensivo en mano de obra, y su ventaja adicional de que no sólo no es depredadora del medioambiente sino que la más de las veces implica la valoración de elementos patrimoniales.

Paradójicamente, a pesar de los indiscutibles aportes de esta vertiente17, la línea de estudios menos desarrollada la representa una sin la cual no sería posible entender el papel de la cultura como fuente de desarrollo: el de los trabajadores de la cultura, quienes además son pieza clave en la conformación de la identidad de las comunidades locales frente a las tensiones entre lo global y lo local.

Se argumenta que en países como España, por ejemplo, los sectores culturales y de ocio han mostrado tasas de crecimiento y de generación de ocupación muy superiores a la media del resto de la economía (Carrasco y Rausell, 2001), características que han conducido a que la cultura se convierta en un sector de atención pública prioritario y muy atractivo desde el punto de vista de las políticas de empleo.

En el caso europeo (KEA European Affairs , 2006), un estudio muestra la importancia de este sector en la UE: 2,6 % del Producto Interior Bruto –con tasas recientes de crecimiento muy por encima de las del conjunto de la economía– y generación del 3,2% del total de empleo, casi seis millones de puestos de trabajo en ese bloque económico y cultural18.

Justamente, en España se han abierto recientemente líneas de investigación alternativas a la estándar de los impactos económicos19, orientadas a entender especialmente el papel de la lengua como vehículo cultural, explorando las relaciones de prosperidad y estabilidad democrática con el crecimiento de la lengua española como creadora de riqueza a través de los negocios y las migraciones20, como capital social y bien público que ha permitido el surgimiento de la industria

17 Desde los años sesenta, progresivamente se fueron sentando las bases de una “economía de la cultura” gracias a los trabajos pioneros de autores como William Baumol, William Bowen, Gary Becker, George J. Stigler, Alan Peacock, Peter J. Alexander, la Escuela de Elección Pública, entre otros. Según Stolovich (2002), al reconocimiento de la economía de la cultura como ámbito específico de la ciencia económica han contribuido factores como el potencial de las actividades culturales a generar flujos de ingresos y de empleo, la necesidad de evaluar las decisiones culturales, que implican recursos económicos, y en el plano teórico, el desarrollo de la economía política hacia campos nuevos..

18 El mismo estudio señala también algunos de los efectos “no cuantificables” de la cultura –de ese sector cultural y creativo– en Europa, pero fundamentales para la actividad económica y el desarrollo, particularmente en el ámbito de las nuevas tecnologías y del desarrollo local.

19 El programa de investigación lo promueve la Fundación Telefónica a través de monografías derivadas del programa de investigación “El valor económico del español: Una empresa multinacional”.

20 Cfr. Jiménez (2007) y Gutiérrez (2007).

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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de la enseñanza del español21. En general, estos estudios permiten reconocer tres aspectos esenciales en la relación entre lengua, cultura, sociedad y desarrollo:

1. La lengua, en tanto que elemento identitario fundamental de una identidad cultural que va mucho más allá de la lengua, pero que no se entiende sin ésta en el común de los casos.

2. La lengua, como transmisora esencial de la cultura (particularmente de sus expresiones orales y escritas), y

3. La lengua como base de industrias culturales de gran importancia internacional y generadoras de crecientes ingresos y de valor agregado.

Esta visión considera no sólo a la lengua española sino también al conjunto de lenguas que conforman un mapa lingüístico más amplio, el de los países iberoamericanos, que desde el punto de vista de las políticas debe guardar coherencia con el respeto a la diversidad cultural planteada. De hecho, desde la perspectiva económica resulta innegable (lo que da forma a la relación lengua-cultura-desarrollo) compartir una lengua de 450 millones de hablantes que, además de ser factor cultural de primer orden, constituye un activo económico con importante potencial de desarrollo en la medida en que se sepan aprovechar los efectos positivos sobre otras actividades económicas (externalidades).

En el caso de la lengua española, según Jiménez y Carbona (2007), su valor desde el punto de vista del comercio internacional es indiscutible pues “reduce los costes de transacción, multiplica externalidades positivas, acorta la distancia psicológica, trenza vínculos de confianza y de creación de capital social y constituye la materia prima de unas industrias culturales de dimensión internacional”.

Pero, si por un lado la cultura es considerada una actividad altamente dinamizadora de la economía (de riqueza y bienestar), por el otro es generadora de sentidos y significados, y conformadora de identidades. La cultura tiene un papel destacado en los procesos de desarrollo endógeno, que basan el crecimiento y el bienestar en las propias potencialidades de las naciones y las regiones.

Para Romero Cevallos (2005: 34), “La cultura es relevante para el desarrollo, pues determina qué tiene valor en una sociedad, es decir, cómo influencia sobre los individuos y las comunidades, y cómo responden éstos a los cambios resultantes del desarrollo”. Este sistema de valores conduce finalmente, según este autor, a que las sociedades entiendan distinto problemas como el hambre (factor que impide desplegar las capacidades de las personas, objetivo central del desarrollo humano). De hecho, en algunos países como Guatemala y Camerún, la pobreza se define principalmente en relación con la alimentación, adoptando un mecanismo de transmisión que partiendo del hambre conduciría a la pobreza y la mendicidad. Sin embargo, en otros como Sudáfrica los pobres son descritos en función de su vulnerabilidad laboral (que no tienen trabajo seguro), asociando la pobreza a las comunidades pobres que no disponen de fuente de trabajo formal.

21 Una visión completa de este enfoque la dan los trabajos de Quirós y Crespo (2007), Moreno y Otero (2006), Alonso (2006) y Jiménez (2006). Otros trabajos relacionados con el valor económico de la lengua se encuentran en la revista Telos, N°71, abril-junio de 2007.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

No menos importante es que, desde el paradigma del desarrollo humano, se entiende que “el objeto de las estrategias de desarrollo lo constituye la ampliación de las oportunidades de las personas para la plena realización de sus potencialidades y el disfrute de sus libertades, y no simplemente el aumento de sus niveles de ingreso” (PNUD, 2003). Bajo esta óptica, la cultura es un medio para ampliar las opciones y libertades de las personas, pero también su disfrute: es una libertad en sí misma que debe ser garantizada por los procesos de desarrollo.

En los años noventa, y en parte como consecuencia de la Cumbre de Río en 1992, el concepto de desarrollo se amplía añadiendo a las dimensiones material y humana la ambiental. En esta nueva concepción del desarrollo, la cultura se convierte en factor decisivo de cohesión social, que, como se dijo, sustenta y potencia el capital social y, por tanto, hace sostenible el crecimiento, mejora la efectividad de la iniciativa privada, permite superar las fallas del mercado a partir de acciones colectivas, convirtiendo a la sociedad en algo más que la suma de individuos actuando independientemente con propósitos de maximización de ganancias (Kliksberg, 1999).

Esta visión se contrapone a cierto determinismo cultural que sostiene que la cultura de un grupo es la determinante en su predisposición hacia el crecimiento económico. Lo opuesto empíricamente a esta noción, la diversidad y la creatividad cultural, constituyen igualmente dos palancas del desarrollo.

Amartya Sen aborda ambos temas ampliamente. Por una parte sostiene que los prejuicios culturales pueden influir en el tratamiento que las políticas públicas le dan a los problemas sociales, entre ellos el hambre y la pobreza. Los resultados calamitosos de este fenómeno los examina Sen en su análisis sobre las hambrunas en la India, las cuales se acentuaron como consecuencia de la peligrosa combinación de fanatismo cultural con tiranía política22.

La consecuencia de estos prejuicios es que suelen dejar a un lado otros factores que ‘cuentan’ explicativamente, como lo son las estructuras de clase (que suelen jugar importante papel en la apertura de espacios de participación de sectores sociales claves como el empresarial), la política, las relaciones comerciales, el nivel educativo, la raza, el género y la profesión, es decir, un conjunto de factores que a su vez configuran influencias sobre las percepciones y prioridades, es decir, sobre la identidad. En este sentido, para destacar la importancia de los factores culturales, Sen sostiene que son mutables y “[...] no funcionan aislados de las influencias sociales, políticas y económicas” (2007: 151).

22 Para analizar el efecto de las teorías culturales con estas características, Sen afirma que “La asimetría de entre el gobierno y gobernado, que intensifica el sentimiento de una identidad opuesta, puede combinarse con el prejuicio cultural en el momento de buscar explicaciones para justificar las fallas del gobierno y de las políticas públicas. Winston Churchill hizo el famoso comentario de que la hambruna de Bengala de 1943, que ocurrió justo antes de la independencia de la India de Gran Bretaña en 1947[…] fue causada por la tendencia de la gente del lugar a ‘reproducirse como conejos’. La explicación pertenece a esa tradición que busca las causas de los desastres no en los malos gobiernos, sino en la cultura de los ciudadanos, y esta forma de pensar tuvo cierta influencia real, pues demoró de manera crucial el alivio de la hambruna de Bengala, en la que murieron entre dos y medio millones de personas. Churchill redondeó la idea expresando su frustración en cuanto a que la tarea de gobernar la India se tornaba tan difícil por el hecho de que los indios era las ‘personas más brutas del mundo, junto con los alemanes’”. En Sen (2007: 148-149).

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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De todos estos factores Sen analiza especialmente la educación. Para éste, educación y cultura juegan a una relación de doble vía: si bien la educación ejerce influencia sobre la cultura, la cultura (lo que él llama ‘cultura previa’) puede tener cierto impacto en las políticas educativas. Para ello, muestra el desarrollo económico y social alcanzado por Japón, un proceso que venía con anterioridad de su participación y costos en la II Guerra Mundial, cuya experiencia fue impulsada en gran medida por la educación y la instrucción que encontraron en la política pública, el contexto cultural y su interacción factores determinantes.

Además de fijar posición acerca de la no unicidad de la cultura como elemento determinante de la identidad, Sen la considera como un atributo heterogéneo, que lucha contra todo determinismo cultural, diacrónico (generalmente cuando es atada a procesos de políticas públicas ‘firmes’), e interactuante con otros procesos de percepción y de la acción sociales como la globalización.

Por otra parte, para Sen es importante distinguir entre ‘libertad cultural’ y lo que él considera como ‘valoración de la conservación cultural’, puesto que ambos conceptos llevan a caminos diferentes. En la estructura de pensamiento del economista indio, la primera es deseable por cuanto configura una capacidad humana que las personas valoran al momento de preservar o modificar las prioridades identitarias relevantes. Y la segunda, cuya expresión más conocida es el multiculturalismo (que promociona la diversidad como valor en sí mismo), se ha considerado erróneamente -según Sen- como condición necesaria y suficiente para lograr la libertad cultural.

Por el contrario, afirma Sen, la libertad cultural es un concepto que desencadena la diversidad cultural. En otras palabras, sostiene que “Abogar por la diversidad cultural sobre la base de que ello es lo que han heredado los diferentes grupos de individuos no es, evidentemente, un argumento basado en la libertad cultural”, aunque se presente –como lo hacen las teorías del multiculturalismo- como un argumento pro-libertad (Sen, 2007: 161).

Otros autores abordan la perspectiva de la diversidad cultural. Romero Cevallos (2005: 39) sostiene que “La diversidad cultural, lejos de ser fuente de división, une a los individuos, a las sociedades y a los pueblos, permitiéndoles compartir el caudal constituido por el patrimonio del pasado, la experiencia del presente y la expectativa del futuro”. Para este autor, el caudal del que cada persona es a la vez, contribuyente y beneficiaria, “es lo que garantiza la sostenibilidad de un desarrollo para todos”.

Igualmente Romero Cevallos critica el desconocimiento en los planes de desarrollo de la creatividad cultural, elemento esencial que constituye el capital contenido y el compromiso de los diversos grupos sociales. “Esta creatividad y este compromiso son expresiones directas de la diversidad cultural, porque el principio de ésta asegura el mantenimiento de una reserva de conocimientos que corresponden a pasados pertinentes y a futuros anhelados”, sostiene el autor. En este sentido, un importante avance para superar este tipo de prejuicios es lograr que un país multicultural pueda alcanzar el desarrollo sin que ninguna de sus diversas culturas represente un obstáculo para lograrlo. El informe del PNUD afirma claramente que “no existen indicios de una relación clara, positiva o negativa, entre la diversidad cultural y el desarrollo” (PNUD, 2004: 4).

Por último, se ha destacado el papel de la cultura como un importante recurso económico. El principal exponente de esta visión es George Yúdice, quien sostiene que la cultura como recurso

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

supera la condición de mercancía, lo que implica que aspectos como la gestión, la conservación, el acceso, la distribución y la inversión tengan prioridad en un marco de racionalidad económica o ecológica que subordina la ideología y la imposición de reglas de juego en sectores donde tradicionalmente se ‘refleja’ la cultura, como el educativo y el médico.

Según este autor, en la mayor valoración de la cultura como recurso es importante el rol de la diversidad, la cual es seriamente amenazada por los fenómenos que exacerba la globalización: el ánimo de maximizar ganancias de las compañías, la exacción de capitales desde los países atrasados hacia economías más poderosas, el conocimiento científico, la contaminación, entre otros aspectos, ponen de presente la condición de la cultura como recurso que puede garantizar la sostenibilidad del desarrollo hacia el futuro.

Dos fenómenos acrecientan la importancia de la cultura como recurso: el primero, la remozada idea del comercio internacional como fuente de crecimiento materializada a través de acuerdos como la OMC que, según Yúdice, han impuesto una especie de ‘culturización de la economía’; y el segundo, el impulso que los llamados bienes simbólicos (cine, televisión, música, gastronomía, entre otros) han adquirido en este marco de intensificación del intercambio a escala global (Yúdice, 2002: 23).

Los canales que conducen a plantear los beneficios del recurso de la cultura son variados: el mejoramiento de las condiciones sociales mediante valores como la tolerancia de la diversidad y la participación cívica, la capacidad de elevar el nivel de vida mediante proyectos culturales que impacten positivamente el desarrollo urbano. Sin embargo, Yúdice destaca el potencial que han alcanzado en países como E.U. el sector cultural como la ‘cultura en sí’ en el tratamiento de fenómenos como las luchas raciales y la reducción del delito, y en la aplicación de políticas orientadas a mejorar la educación y la generación de empleos mediante actividades como el turismo cultural.

Este autor examina los conceptos de ‘desarrollo cultural’ y ‘economía cultural’ para distinguir el carácter potencial de la cultura como catalizadora del desarrollo humano mediante la cohesión social, la disminución del desempleo y la inversión, del fenómeno (o tendencia) cada vez más influyente en el mundo que permite a Yúdice asimilar la economía cultural a la economía política del crecimiento económico (Yúdice, 2002: 27-36).

Para finalizar, dos aspectos merecen destacarse en el proceso de revaloración de la cultura como clave del desarrollo. En primer lugar la cultura es, ante todo, una realidad cambiante, como la propia sociedad y el desarrollo. En segundo lugar, si bien la cultura contempla las dimensiones local, regional o nacional, tiene también una dimensión internacional, especialmente innegable en el ámbito de América Latina, que le confiere potencialidades claves para el desarrollo. En resumen, la cultura no debe estar vinculada solamente a las dinámicas propias de los mercados, sino también y de manera fundamental, a las políticas de desarrollo.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Las relaciones entre desarrollo y culturaen el contexto del Caribe

En el Caribe colombiano, a pesar del creciente interés que han suscitado los temas y actividades culturales en la región23, donde amplios sectores sociales intentan procesos de recuperación de la memoria urbana y la identidad culturales mediante mecanismos de creación de capital social y cultural alrededor de la memoria festiva regional, la información disponible –sistemática y organizada, en un cuerpo que esté sujeto al permanente escrutinio intelectual– para entender la naturaleza y la dinámica del sector cultural en el desarrollo es más bien pobre y fragmentada.

Esta situación de escasez merece mucha más atención de la recibida hasta el momento, puesto que a los sectores culturales regionales no se aplican fácilmente algunos supuestos de los análisis económicos y varias de las disposiciones de política pública –desde la protección social hasta los incentivos para la creación artística– que sí funcionan en otros ámbitos de lo local y regional. En el caso particular de los trabajadores de la cultura, por ejemplo, las características propias de su actividad se alejan tanto de la concepción estándar de las normas que regulan la contratación laboral como de las mismas condiciones de creación de bienes y servicios culturales24.

En el campo de la política pública es frecuente hablar de políticas culturales. Ya en 1989 un grupo de especialistas convocados por el Corpes de la Costa Atlántica se congregó en Taganga alrededor del Primer Foro de Políticas Culturales y produjo importantes lineamientos que sin lugar a dudas abrieron una renovación de la valoración de lo cultural en el desarrollo regional. Hoy a las políticas culturales se suma la aspiración de impulsar en nuestras ciudades la cultura ciudadana a raíz de los casos de Valledupar al finalizar el siglo XX (es el caso el menos conocido, realizado en nuestro medio sin aspavientos) y de Bogotá (el más publicitado).

Por esto, se hace necesario estudiar el papel de la cultura en una dimensión más amplia y vinculante al desarrollo, ampliando la baraja de variables analizadas, y enfocando el análisis hacia otras dimensiones como la social, la formativa, la política e institucional.

Según Quince Duncan, las afinidades culturales –del Caribe continental e insular– son incontrastables. El Caribe es para Duncan un espacio que comparte características como una

23 El proceso de construcción de región ha sido definido por Keating (1999) como un proyecto político en el cual los líderes utilizan referencias simbólicas, políticas públicas y desarrollo institucional para edificar una estructura territorial de referencia y un sistema de acción territorial. Basado en el hecho de que el mercado toma diferentes formas de acuerdo con el lugar y asociada a la construcción social, este autor plantea el desarrollo como el resultado de la combinación de políticas culturales, construcción de instituciones y políticas económicas. Según Keating, la experiencia muestra cómo no se trata de incorporar ciertas políticas sujetas a un singular modelo de desarrollo global sino que obedece a diferentes estrategias que movilizan recursos sociales y culturales.

24 Así, por ejemplo, la mayoría de las clasificaciones de la ocupación responden a criterios que no concuerdan con aquellos de carácter cultural, con lo cual se omite información relevante para el conocimiento del sector. Así también, los instrumentos de medición de entidades estatales como el DANE, que se ocupa cada trimestre en la ciudades colombianas de medir el comportamiento del mercado laboral local, no indaga sobre el segundo o tercer empleo, o por el trabajo voluntario, o por los llamados ‘entre empleos’ o ‘pluriempleos’, cuando estas modalidades son muy frecuentes en los trabajadores del sector cultural.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

poderosa tradición oral25; la notable influencia cotidiana de la música y los instrumentos musicales; la literatura; la culinaria; las artes visuales; mitos y leyendas; la arquitectura; los carnavales; la armonía con la naturaleza, y la tolerancia religiosa y étnica, todos ellos elementos incontrastables de la importancia de lo cultural en el desarrollo de las sociedades caribeñas.

El escritor cubano Antonio Benítez Rojo (1998) sostiene que la migración africana, la esclavitud, la existencia de territorios cimarrones, la arquitectura defensiva y las rutas de comercio por el Mar Caribe, así como el mestizaje –que abre espacios de recreación cultural donde se encuentran por primera vez la cultura africana con la hispánica y la indígena–, son elementos que “configuran una región -el Caribe- abierta… a procesos de hibridación cultural complejos”. Los mismos aspectos que, según García Usta (2005), “resultan indispensables para entender el nacimiento de formas culturales de gran valor contemporáneo como expresiones literarias y plásticas, ritmos musicales, sistemas de creencias y convivencias, desarrollos deportivos”, todos desarrollados ampliamente en el Caribe26.

En particular, la iniciativa de establecer las relaciones entre desarrollo y cultura es aún más pertinente si se atienden las necesidades de respaldar teóricamente y desde la política pública los recientes procesos de recuperación de las memorias urbanas en las principales ciudades del Caribe colombiano, especialmente en Cartagena y de manera más consolidada en Barranquilla (vg.: carnavales y fiestas populares), donde se ha empezado a entender a la cultura como una oportunidad múltiple para enfrentar el acoso de la desidentidad cultural, el desencuentro social y la pobreza económica, en el marco de una globalización que implica la exportación a escala mundial de los valores y el modo de vida occidental a través de la reproducción cultural.

En este sentido, se considera que la defensa del patrimonio de cada comunidad puede actuar como reafirmación de las identidades frente al empuje del uniformismo cultural: la puesta en valor de las costumbres, la gastronomía, la arquitectura, los rituales, las técnicas, las artes, las expresiones y demás elementos componentes de cada cultura, se convierten en referencias identitarias ineludibles (Fernández, 2006).

García Usta (2005) sostiene que la cultura es hoy uno de los elementos fundamentales del desarrollo en ciudades como Cartagena, “cuyos vínculos con el desarrollo educativo y turístico son ya incuestionables, aún más si se considera que la Costa Caribe –en la que Cartagena es culturalmente una pieza central- ha sido considerada la zona más rica, representativa y reconocida nacional e internacionalmente de lo cultural colombiano, con un gigantesco potencial”. En este sentido, la vinculación del Caribe colombiano a un área más amplia y diversa como el Gran Caribe

25 La tradición oral es uno de los ejes de libros fundamentales en la actual reinterpretación del Caribe, tales como Cien años de soledad, de García Márquez y Respirando el verano de Rojas Herazo, así como en la poesía de Luis Carlos López y Jorge Artel.

26 Estas características circunscritas a la época colonial, se pueden ampliar según García Usta (2005) hacia otros periodos de la evolución regional, hasta llegar al siglo veinte. Por ejemplo, éste autor sostiene que la fuerte presencia del elemento africano permeó la conformación del imaginario y la cultura local, entre cuyas contribuciones más conocidas –y susceptibles de indagación sistemática- se encuentran la influencia de la tradición oral africana, de musicales formadores de la sensibilidad social, las relaciones humanas y la identidad local, y desempeñan un papel indispensable en las formas de socialización y convivencia, y en los acontecimientos festivos colectivos. En este proceso la constitución de los sucesos festivos jugó un papel definitivo, al igual que otros procesos sincréticos como el de la conformación de la culinaria caribe.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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hace pensar en lo obsoleto de considerar las culturas como entidades autónomas, específicas y claramente definidas. Por tanto, la cultura debe ser entendida como un conjunto de recursos, dentro de los cuales aspectos como el turismo cultural pueden contribuir a la consolidación de las relaciones entre economía y cultura, entre desarrollo y cultura27.

De hecho, el turismo28 ha merecido recientemente mayor atención gubernamental, que ha materializado, con las llamadas agendas internas regionales29, apuestas productivas por el turismo cultural, en la que se han descrito las necesidades, posibles soluciones, el estado de arte de estas soluciones y responsables de su ejecución y financiamiento. Uno de los aspectos más importantes dentro de este replanteamiento de la base económica regional es que el tradicional turismo de ‘sol y playa’ está siendo complementado con el turismo cultural, el cual es considerado un motor económico y social, y una oportunidad para la creación de un propio espacio cultural30.

A manera de conclusión

En este trabajo se ha realizado una revisión bibliográfica sobre las relaciones entre desarrollo y cultura, siendo esta última elemento dinamizador del desarrollo, de la preponderancia que el sector cultural ha venido teniendo en los múltiples planes regionales y sectoriales, y en un sentido más específico, de los importantes vínculos que ha cobrado la llamada industria cultural con actividades que como el turismo perfilan la estructura productiva regional hacia formas generadoras de riqueza.

Tradicionalmente, el desarrollo y la cultura han transitado por sendas diferentes. Durante la segunda mitad del siglo XX, los conceptos que dieron soporte a las ideas de desarrollo y cultura se volvieron polisémicos, haciendo cada vez más difícil encontrar para ellos una sola definición aceptada por muchos, a tal punto que la multiplicidad de sus usos coloca en riesgo su verdadera valoración.

Con la ampliación de la concepción de los estudios del desarrollo, debido principalmente al trabajo de Sen, la cultura se vuelve una de las dimensiones, entre muchas, que puede expandir las

27 Según García (1998), la cultura puede funcionar como un cúmulo de recursos del que los usuarios echan mano de diferente manera, en diferentes momentos y contextos y con resultados que pueden ser imprevisibles. De esta forma, fiesta, tradiciones, monumentos históricos, arquitectura popular, procesos productivos, artesanías, folclor, y cuantos más elementos culturales son recursos a nuestra disposición. La cultura es un conjunto de recursos utilizables en beneficio de la capacidad de adaptación (De la Rosa, 2003).

28 En este caso, deberíamos replantear, como ya lo han logrado hacerlo otras ciudades del Caribe, la idea de sustentar en forma exclusiva nuestros atractivos turísticos en la fórmula de “playa y sol”, o, como ocurre actualmente, en un recorrido convencional por los monumentos históricos, que si bien constituyen un invaluable patrimonio, su uso y promoción turísticos deben estar acompañados por un recorrido más profundo, humanizado y veraz por la ciudad como un espacio histórico multicultural.

29 Según el Departamento Nacional de Planeación, las agendas son acuerdos de voluntades y decisiones entre la Nación, las entidades territoriales, el sector privado, los actores políticos y la sociedad civil sobre el conjunto de acciones estratégicas que el país debe realizar en el corto, mediano y largo plazo, busca mejorar la productividad y competitividad de su aparato productivo.

30 Esto se manifiesta en departamentos como Atlántico, como estrategia de complementación al cluster turístico regional, y en ciudades como Cartagena, donde el turismo hace parte del proyecto para la conformación de un centro de desarrollo de competitividad y tecnología empresarial, con el cual se pretende convertir en un apoyo a las actividades del llamado turismo cultural de estas ciudades.

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Desarrollo y cultura: orígenes y tendencias recientes de una relación indispensable

libertades. Las relaciones entre cultura y desarrollo se vuelven más cercanas. Y las causalidades entre las dos pueden ser de dos vías. La cultura puede generar desarrollo, pues expande cierto tipo de libertades y así mismo el desarrollo puede fomentar la cultura. El estudio de las relaciones entre estos aspectos puede ser crucial en sociedades menos desarrolladas donde el peso de los aspectos culturales es significativo.

De igual forma, el aporte realizado por la economía al estudio de la cultura ha sido significativo. La economía de la cultura ha permitido comprender desde un rango amplio de enfoques tales como el neoclásico, institucionalista, de la economía del bienestar, la política pública, la economía radical, aspectos importantes que describen la organización económica de los sectores culturales y el comportamiento de consumidores, productores y el gobierno en ese sector.

La cultura, entonces, superando significados del lado de “lo letrado”, las bellas artes o como conjunto de expresiones artísticas individuales o colectivas, se entiende hoy como un conjunto de procesos simbólicos y sociales que permiten y promueven formas de organización social, imaginarios, sistemas de interacción, sistemas normativos, creaciones materiales, que se constituyen en valores y configuran espacios de interlocución. Tales valores definen adscripciones identitarias de los grupos sociales (locales, étnicos, regionales, nacionales, globales), y sus diferentes configuraciones han generado conflictos a lo largo de la historia que hoy, en el contexto de la Globalización, se agudizan y obstaculizan o dinamizan el desarrollo.

La cultura, entendida como ámbito de interlocución, se convierte entonces en espacio de negociación intercultural. Los valores instituyentes de cualquier grupo social conforman su visión del mundo, su sistema de representaciones identitarias, de sí mismos y de los otros, lo que determina los umbrales de tolerancia hacia la diferencia. En consecuencia, la (s) cultura(s) es (son) el recurso estratégico más importante en el mundo de hoy, cuando se expresa como información (ciencia, tecnología, educación, comunicación), como identidades y como interlocución.

La relación entre desarrollo y cultura no puede estar por fuera de las discusiones sobre la superación de los obstáculos al desarrollo humano en una región como el Gran Caribe al cual está ligado el Caribe colombiano. ¿Nos podemos imaginar al Caribe colombiano, en una nueva senda, en una senda de progreso y prosperidad, sin sus culturas vivas interactuando en pie de igualdad con otras culturas en un mundo abierto? Nos lo enseñaron y nos lo siguen enseñando, músicos, artistas y deportistas, que logran con acierto manejar las tensiones entre lo propio, lo popular y la vanguardia internacional.

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Desarrollo y cultura en el Caribe: un contexto problemático

Por Jorge Nieves Oviedo

“En las eras de transición, nadie puede darseel lujo de quedarse al margen”.

Immanuel Wallerstein: Un mundo incierto

En nuestra época los desenvolvimientos de las prácticas simbólicas audiovisuales y la comunicación masiva así como los avances en los procesos de digitalización, a escala planetaria, han desbordado los límites tradicionalmente reconocidos a la cultura. Tal panorama, que describiremos aquí en trazos muy generales, presenta desafíos formidables a las formas acostumbradas de pensar la cultura, esas concepciones que alimentan las políticas oficiales y privadas sobre la cultura, la educación y el desarrollo. A continuación examinaremos varias actualizaciones necesarias al concepto de cultura y algunos aspectos de las complejas relaciones entre cultura y desarrollo en el contexto del Caribe colombiano al tiempo presente.

Una primera actualización

La noción de cultura, como es sabido, ha sido aplicada preferentemente a las prácticas simbólicas ligadas a propósitos estéticos explícitos y asociada durante siglos a las bellas artes, la música académica y la literatura, entendidas como constitutivas de la cultura dominante. De este modo, instituciones públicas y privadas se han encargado de su preservación, reproducción y promoción desde políticas culturales sustentadas en una visión hegemónica de dichas prácticas. Así, la música académica es “la música universal”, la pintura académica es la “pintura universal”, etc. Pero, a partir de las luchas culturales escenificadas en los siglos XIX y XX, particularmente en América Latina, se ha terminado aceptando a las prácticas simbólicas de los sectores subalternos también como parte integrante de la “cultura”, si bien con una denominación que limita y circunscribe su ámbito de reconocimiento a un paralelismo inferiorizado con las prácticas simbólicas de la cultura hegemónica. Así, la denominación “popular” se aplica a las danzas, músicas, poéticas, narrativas y “artesanías”, tradiciones festivas y lúdica de los sectores subalternos siempre reconocidas como “artes populares”.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Esto ha generado prácticas diferenciadas en las instituciones públicas y privadas que se dedican a su preservación y reproducción, en los reconocimientos sociales diferentes a cada una y en la asignación de presupuestos. Así, por un lado, los museos, las salas de conciertos, las galerías, las escuelas de bellas artes, los programas universitarios de literatura, los conservatorios de música y las escuelas de teatro, y por otro lado, los institutos de artes populares, las escuelas–taller, las asociaciones de artesanos en lucha por el reconocimiento de la validez estética de los productos de las prácticas simbólicas populares. En ambos lados, el peso de una tradición, invocada como pauta de legitimación.

Tales concepciones de la cultura, hoy dominantes en el trazado de las políticas culturales de los organismos oficiales, de las organizaciones no gubernamentales y los entes privados, se enfrentan al formidable desafío de la cultura de producción y circulación masiva. Como ha sido estudiado con detalle, en las sociedades modernas cada vez más la industria cultural, con sus dinámicas directas y colaterales, impone los modos de hacer cultura, de difundirla, de consumirla y re–significarla. Constituye un reto para la concepción institucional de cultura dada su tendencia implacable a someter todas las prácticas simbólicas a las lógicas del mercado y, con ello, terminar absorbiendo tanto a las prácticas de la cultura académica, hegemónica hasta hace pocos decenios, como a las prácticas simbólicas populares. Así, el mercado mass–mediático ha devenido “el espacio por excelencia” de escenificación de la cultura. Como aclara Martín-Barbero (2003) para la política, no se trata de que esté “sustituyendo” la cultura; está “co-constituyéndola” inevitablemente.

Por supuesto es necesario matizar estas afirmaciones ya que ninguna comunidad sociocultural es homogénea y cuando registramos las características centrales de una cualquiera de ellas, siempre estamos percibiendo aquellas que se han hecho dominantes desde su heterogeneidad constitutiva, a través de una lucha cultural explícita o implícita, como han demostrado los estudios socioculturales latinoamericanos y los estudios subalternos asiáticos, por ejemplo.1

Por el lado de las prácticas de la cultura académica, si bien a nivel de su creación y producción continúan teniendo una relativa autonomía, su difusión y, en parte, su recepción, aparecen profusamente mediadas por la cultura de consumo masivo, sus infraestructuras tecnológicas, sus modelos discursivos y sus estrategias de teatralización. Museos, galerías, salas de conciertos, ediciones de obras literarias, promueven sus puestas en escena con las tecnicidades del marketing publicitario en revistas, periódicos de amplia circulación, espacios televisivos o radiales, e Internet.

Por el lado de las prácticas de la cultura popular cada vez más se asumen los formatos industriales como modelos en una transformación constante de las matrices tradicionales y en procesos de hibridación en los que, como siempre, se gana y se pierde. El fenómeno es más intenso que en las prácticas académicas ya que no sólo se afectan los modos de difusión y recepción sino, crucialmente, los propios modos de creación y producción.

Los desarrollos de las culturas masivas, con su carga espesa de mediaciones e hibridaciones, transforman borrando las fronteras entre géneros y prácticas, entre tradiciones e innovaciones, y

1 Cf. Alejandro Grimson (2000), Chris Barker (2003), Peter Wade (2002).

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absorben todo en una “culturofagia” implacable2 para estos dos niveles de cultura. Así, tanto las prácticas simbólicas tradicionalmente reconocidas como cultura como las populares, terminan alimentando la voracidad implacable del mercado, el cual impone reelaboraciones a estas mismas prácticas y se convierte, de hecho, en una condición determinante para su reproducción, e incluso, para su supervivencia.

Por ello, estamos en mora de actualizar nuestras visiones de la cultura e incluir en ella los complejos procesos sociosimbólicos y tecnoeconómicos que están transformando desde hace más de medio siglo la existencia misma de la cultura, sus espacios de creación, producción y reproducción, sus modos de circulación y las condiciones de su recepción y consumo.

Un ministerio de cultura, una secretaría de cultura, un instituto de cultura, un programa universitario, un museo, que no actualicen su definición de cultura e integren a ella los procesos señalados, seguirán prisioneros en una incomprensión de lo que está pasando, real y efectivamente, con las prácticas simbólicas que dicen preservar y promover. O, dicho de una manera más directa, la visión de la cultura como un conjunto de prácticas simbólicas ligadas a las bellas artes, la música académica y la literatura, y, al lado, como un conjunto de prácticas simbólicas expresadas como danzas, narrativas orales, músicas regionales o rurales, y elaboración artesanal de objetos, debe ampliarse con la inclusión de las dinámicas contradictorias de las culturas masivas para poder trazar y ejecutar políticas culturales integrales que aspiren a tener una incidencia real en el devenir de la cultura en los tiempos presentes.

Una segunda actualización

Sin embargo, no es aquí donde están transcurriendo la transformaciones más impactantes. Es en el nivel de los procesos perceptivos donde se están recodificando las maneras como registramos la existencia. Se están configurando en las generaciones más jóvenes quienes están más intensamente expuestas a la cultura audiovisual, nuevas “gramáticas del ver y del sentir”. Lo que se pone en crisis directamente es la demarcación entre “cultura” y “educación”.

Tradicionalmente los ámbitos de estas prácticas estaban delimitados claramente. Instituciones diferentes se encargaban de la reproducción y promoción de lo uno y lo otro e incluso el tipo de discursos se consideraban especializados y diferentes. Hoy, ante la avalancha de informaciones audiovisuales, no se sabe dónde “aprenden más” los jóvenes, si en la experiencia escolar o en los videojuegos, películas, programas de televisión, páginas interactivas de Internet, etc.

El problema tiene dos caras: a) el discurso de los profesores frecuentemente estigmatiza las experiencias mediáticas de los jóvenes como negativas, y b) los jóvenes hacen sus propias jerarquías y suelen valorizar más los aprendizajes gozosos de las experiencias audiovisuales interactivas que el conocimiento escolar vivido muchas veces como una imposición obligatoria. Como nos dice Martín-Barbero:

2 La idea de “culturofagia” es una adaptación de la “glotofagia” estudiada por el lingüista francés Louis–Jean Calvet (2005).

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El desordenamiento de los saberes y los cambios en los modos de narrar están produciendo un fuerte estallido de los moldes escolares de la sensibilidad, la reflexividad y la creatividad, colocando en un lugar estratégico el ensanchamiento de los modos de sentir y de pensar, así como la articulación entre lógica e intuición. […]

Si comunicar es compartir la significación, participar es compartir la acción. La educación sería entonces el decisivo lugar de su entrecruce. Pero para ello deberá convertirse en el espacio de conversación de los saberes y las narrativas que configuran las oralidades, las literalidades y las visualidades. Pues desde los mestizajes que entre ellas se traman es desde donde se vislumbra y expresa, toma forma el futuro. (2002: 79-80)

Lo que está en juego es el surgimiento de un nuevo sensorium en el que las aptitudes y actividades cognitivas no se “apoyan” en unas “ayudas” audiovisuales sino que se estructuran en las competencias para procesar información, para articular acción y reflexión, para hacer de los juegos interactivos y audiovisuales modos de conocimiento. Es decir, las competencias interactivas y audiovisuales constituyen el “entorno natural” para el aprendizaje, la comprensión, la reflexión y la creatividad de las nuevas generaciones.

También se pierde la autonomía autárquica del espacio escolar tradicional ya que las nuevas rutinas del aprendizaje escapan al control del tiempo y del espacio escolares para instalarse en las prácticas vitales todas, haciendo del “existir” diario y cotidiano un flujo permanente de aprendizajes, si bien indiscriminados, desjerarquizados y por lo tanto desafiantes para el orden educativo tradicional. Lo que nos lleva a ver que las políticas educativas y las políticas culturales no se pueden seguir trazando por separado y que la escuela debe “hacerse cargo” de las nuevas realidades audiovisuales e interactivas como parte constitutiva de su quehacer y no como mero apéndice. En palabras de Martín–Barbero:

Radicalizando la experiencia de des-anclaje producida por la modernidad, la tecnología deslocaliza los saberes modificando tanto el estatuto cognitivo como institucional de las condiciones del saber, y conduciendo a un fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber experto y experiencia profana. Lo que la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en nuestras sociedades no es pues tanto una cantidad inusitada de nuevas máquinas sino un nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos –que constituyen lo cultural– y las formas de producción y distribución de los bienes y servicios. (2002: 80-81)

Necesitamos entonces una segunda actualización del concepto de cultura. En efecto, es necesario comprender que es en el seno de la cultura donde se escenifican las actividades educativas y las prácticas lúdicas de los niños y jóvenes de hoy. Para ellos, en la experiencia, no hay líneas demarcatorias entre la “cultura”, la “educación” y la “lúdica”; ésta separación se percibe como impuesta artificiosamente por el aparato educativo con sus políticas educativas desfasadas y por las concepciones e ideologías de los profesores y padres igualmente desactualizadas.

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Una tercera actualización

Empiezo con una idea conocida: nuestra época ha sido llamada posmodernidad, tardomodernidad, sociedad posindustrial, sociedad de la información, civilización audiovisual y demás caracterizaciones, pero creo que la denominación que mejor la nombra es la de mundo digitalizado. Este nombre tiene además la ventaja de englobar, de diversos modos, a todos los demás. Los procesos de digitalización constituyen la mutación histórica más importante para la humanidad desde la invención y desarrollo de la escritura.

Si como argumenta con solidez Walter J. Ong (1994) la escritura generó una reestructuración radical de la conciencia individual y grupal de los seres humanos, hoy, la digitalización está transformando todos los niveles de la vida, en todas las agrupaciones humanas, en grados diferentes y en medio de una salvaje desigualdad que ha sido llamada por los especialistas “la brecha digital”.3

Es innegable que la profusión de medios audiovisuales, sus alcances, su enorme capacidad de interpelación y su condición de medios difusores de los intereses de los grandes conglomerados económicos marcan de manera clara nuestra época. También es claro que ante el “incumplimiento de las promesas de la modernidad” podamos tipificar la nuestra como una posmodernidad “periférica” marcada por el fracaso de los grandes relatos y los sueños del desarrollo para todos. No es menos cierto que los avances de la telemática y la mecatrónica y su renovación irreversible de los procesos productivos permiten pensar en la nuestra como era posindustrial.

Pero los procesos de digitalización son el elemento común a todos los anteriores. La “traducción” a hipercódigos digitales abarca no solo la obvia transmisión de datos que ya lo son, sino la cada vez más determinante transformación de toda la experiencia en datos. Así, no solo se codifican las informaciones de las ciencias naturales y sus extensiones tecnológicas. Prácticamente todo el saber humano está siendo digitalizado. Las imágenes fijas y móviles, los textos, los sonidos, la actividad del cerebro, la actividad de los organismos, las dinámicas de la atmósfera y los sistemas acuáticos, y, puede sorprender, hasta las emociones, están siendo incesantemente codificadas a los diferentes lenguajes digitales.

Tal transformación se mueve a velocidades exponenciales ya que los sistemas de transmisión cada vez son más rápidos y tienen mayor capacidad así como los sistemas de almacenamiento que están constituyendo una biblioteca de babel digital con la memoria humana. Artefactos tecnológicos cada vez más miniaturizados y con mayor capacidad proliferan a costos razonables en los mercados formales e informales del mundo, sostenidos en una infraestructura cada vez más entretejida con la combinación de comunicaciones satelitales, cables submarinos, fibra óptica, etc.

Si revisamos con atención, nos daremos cuenta enseguida que la digitalización es básicamente un proceso sofisticado de simbolización. Todos los lenguajes utilizados trabajan mediante un sistema simultáneo de autorreferencias e interreferencias de carácter simbólico. Así, las prácticas

3 La que según Jesús Martín–Barbero (2005) corresponde a un problema más amplio: “La ‘brecha digital’ es en realidad una brecha social, esto es, no remite a un mero efecto de la tecnología digital, sino a una organización de la sociedad que impide a la mayoría acceder y apropiarse, tanto física como económica y mentalmente, de las TIC” (14).

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simbólicas se han convertido en el recurso táctico y estratégico central para las sociedades de hoy. En otras palabras, la cultura ha pasado de ser una actividad especializada que se movía en un campo relativamente autónomo a constituir el nicho matriz donde se juega la incesante lucha por la apropiación social del “sentido” y, con ello, la existencia contemporánea.

Esto ha generado un gradual y sostenido cambio que emborrona las fronteras entre cultura y comunicación, entre cultura y ciencia, entre cultura y tecnología, entre cultura y vida cotidiana. Se sobreponen géneros, mezclando y remezclando prácticas simbólicas tradicionalmente separadas, hibridando matrices históricas y emergentes, de tal manera que hoy no es fácil trazar las líneas demarcatorias entre los saberes legitimados de la ciencia, la educación y las culturas oficiales y los saberes alternos –formales e informales–, los sistemas de creencias –antiguos, nuevos e híbridos–, o las formas autorizadas o clandestinas de acceso a la información.

Como dijimos, las prácticas simbólicas se han convertido en el recurso táctico y estratégico central para las sociedades de hoy. Así, se incluye en la noción de cultura el denso tejido informacional en el que se escenifican las transacciones económicas, tecnológicas, científicas y de las artes y letras mismas. La productividad económica, la promoción y comercialización de cualquier producto del campo que sea, los desarrollos de nuevas tecnologías, los avances en el conocimiento, las transformaciones en el sensorium colectivo, en la experiencia del aprendizaje, en la experiencia sensible del devenir cotidiano y en la inserción exitosa en los circuitos sociales, pasan por la densa red de mediaciones que la informatización de la vida impone.

Martín-Barbero al recordar que la información se ha convertido en un nuevo paradigma de organización de la sociedad, lo puntualiza así:

[...] la información constituye hoy el valor agregado por antonomasia, ya sea:

a) incorporada a los productos en su composición material, en su ‘forma’ o en su transformación genérica;

b) incorporada a los procesos de producción en la ‘fábrica flexible’ que organizan los flujos informacionales de invención, programación y evaluación, en la circulación de las mercancías y la función del marketing;

c) convertida ella misma en producto, hecho que se halla en la base de la llamada ‘economía informacional’: el mercado de bienes digitales que enlaza cada día más velozmente la producción con la circulación de conocimiento y de cultura. (Martín-Barbero, 2005: 15)

Se impone entonces una tercera actualización de la noción de cultura: la cultura deviene recurso.4 Entendida como las prácticas simbólicas de la concepción tradicional (cultura académica y culturas populares), cada vez más aparece en el centro de las redefiniciones de la identidad, de los conflictos étnicos, de las reivindicaciones sociales o regionales de los movimientos políticos. Es decir, la cultura se convierte así simultáneamente en instrumento y escenario de las luchas políticas contemporáneas.

4 Cf. George Yúdice (2002).

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Desarrollo y cultura en el Caribe: un contexto problemático

Entendida como producción, circulación y consumo de bienes simbólicos tanto de las matrices tradicionales como de las industrias masivas, deviene recurso económico no solo ligado a la publicidad, garantía o fracaso del marketing, sino en sí misma, en tanto productos que se comercializan, que se exportan o se importan, que enganchan en el aparato productivo una incalculable masa de profesionales de diversas especializaciones con un impacto central en los flujos y reflujos de los recursos monetarios, entre regiones de un mismo país, entre países de distintas áreas y en los cada vez más complejos procesos de globalización.5

Entendida como hipercodificación de la experiencia, la cultura deviene recurso central en la producción, reproducción o venta de conocimientos, de programas informáticos, de memorias digitalizadas, de músicas, de imágenes o textos. Este tercer entendimiento de la cultura como recurso es el más importante en el mundo digitalizado de hoy ya que está absorbiendo implacablemente a los dos anteriores además de convertirse él mismo en objeto de luchas políticas, de arduas negociaciones internacionales o de políticas de estado.

Y es la Internet el espacio privilegiado donde se tejen las intermedialidades que hacen de ella el más potente impulsor de sinergias entre la cultura, la ciencia, la tecnología, la educación, el entretenimiento, la lúdica pura, la radio, la televisión, el cine, los medios impresos, imagen, texto, hipertexto, multimedias, etc., por lo que la conectividad emerge así como el reto estratégico de efectos más profundos en el mundo de hoy.

Un contexto problemático en el Caribe colombiano

Frente a estas dinámicas en la región Caribe de Colombia el panorama se muestra problemático y complejo. De acuerdo con lo planteado en las tres actualizaciones al concepto de cultura, nuestra realidad regional muestra desarrollos desiguales de manera que no es posible englobar la reflexión en una sola dirección.

Para la primera actualización conviene distinguir entre el formidable desarrollo de la radio (A.M. y F.M.) y la relativa fortaleza de la prensa, por un lado, y el precario desarrollo de la televisión regional, reducida a un solo canal, un poco estancado, y canales universitarios de escaso impacto en la región.6

5 Cf. Denis de Moraes (2005).

6 No conozco estudios serios que arrojen indicadores estadísticos confiables al respecto; así que las siguientes reflexiones se basan en la observación atenta de más de 15 años y en frecuentes conversaciones informales con “gente de los medios” y estudiosos de los mismos. La oferta televisiva de los operadores satelitales internacionales distribuidos por tevecable y de los canales privados de Colombia acaparan el mayor porcentaje de audiencia. En esta dirección apuntan los indicadores iniciales de los sondeos que hemos realizado entre estudiantes universitarios en Cartagena, y entre televidentes habituales en Sahagún y Sincelejo. No creo que un estudio exhaustivo en toda la región Caribe revele datos que cambien estas tendencias. De todos modos no sobra decir que Telecaribe o las televisiones universitarias no figuran en El Portal de la Comunicación, donde sí aparecen las televisiones privadas y públicas del resto del país, con excepción de los canales regionales (fuente: http://www.portalcomunicacion.com/esp/d_med_tel_det.asp?valor=555553331150015). Por otra parte, la televisión sigue siendo el medio mayoritariamente preferido a la hora de “enterarse de la actualidad” según un estudio de febrero/09 de la CNTV: yelevisión, 56.8 %; radio, 20%; Internet, 15.6%; medios impresos, 7.1% (fuente: http://www.cntv.org.co/cntv_bop/).

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Mientras la radio ha consolidado y expandido su influencia –por el lado de las emisoras de A.M. a través de noticieros (con un formato que privilegia los estilos “pintorescos” en los más exitosos), programas deportivos y de opinión, y por el lado de las de F.M. con la omnipresente explotación de música de consumo–, la prensa tiene unos espacios estables con los diarios tradicionales de Barranquilla y Cartagena, los relativamente nuevos proyectos en Montería, Sincelejo, Valledupar y Santa Marta y el emergente fenómeno de los “diarios para estratos uno y dos”.7

Pero a nivel de los medios impresos no periódicos encontramos una gran debilidad. La industria editorial de la región se limita a los esfuerzos casi heroicos de Antillas y La Iguana Ciega de Barranquilla y Ediciones Pluma de Mompox, los esfuerzos limitados pero meritorios de algunas universidades y casi nada más.8 De manera que la participación de la región en el “boom” editorial de Colombia en los decenios precedentes es nula.

Con referencia a la segunda actualización es evidente que las políticas educativas y las políticas comunicativas tanto de entes gubernamentales como de instituciones privadas caminan por senderos paralelos de mutuo desconocimiento. La participación de las TIC en la educación, desde los niveles más primarios hasta los estudios superiores de postgrado, se caracteriza por el ya obsoleto papel de “ayudas educativas”; con algunas excepciones que se pueden suponer, las TIC no son constitutivas de los procesos formativos en la educación del Caribe colombiano. Empezando por el ya insuficiente esquema de “división administrativa del trabajo” que hace que en la educación se tomen decisiones que no consultan las emergentes realidades tecnocomunicativas y viceversa, amén del ya mencionado problema del desajuste entre “aprendizajes multimediales interactivos” y una oferta escolar limitada a los patrones tradicionales.

Para la tercera actualización, definitivamente el rezago del Caribe colombiano en conectividad nos pone ante una difícil tarea ya que si pensamos articular la cultura al desarrollo humano tendríamos que empezar por una agenda crítica de conectividad a nivel de la gestión pública y privada, lo que requiere no solo de grandes inversiones en materia de infraestructura tecnológica sino centralmente un rediseño del esquema administrativo que separa actualmente a la “cultura” de la “educación” y a ambas de la “tecnología”. Es decir, no sólo es un asunto de inversión de recursos en la necesaria ampliación de las plataformas que sustentan las TIC, sino el cambio en las concepciones de los gestores y agentes públicos y privados, esto es, la transformación de la actual visión reduccionista de las relaciones entre TIC, cultura, educación y desarrollo sostenible en una visión holística.Algunas cifras nos pueden ayudar a visualizar la dimensión del reto. América Latina en conjunto

7 “El Heraldo”, “Diario La Costa” y “La Libertad” (Barranquilla) y “El Universal” (Cartagena), “Meridiano de Córdoba” (Montería), “Meridiano de Sucre” (Sincelejo), “El Pilón” (Valledupar), “Hoy Diario del Magdalena” (Santa Marta) y el emergente fenómeno de los “Al Día”(Barranquilla), “El Propio” (Montería) o los “Nuestro Diario” luego convertidos en “Q’Hubo”, (Cartagena, Barranquilla, Valledupar) dentro de lo más notorio (fuente: http://www.andiarios.com/afiliados.html). En las Páginas Amarillas de Publicar figuran “Diario La Verdad” y “Periódico El Sol” domiciliados en Cartagena pero sin registro en la página de Andiarios. Aquí no consideramos el asunto de la tirada en miles de ejemplares ni el problema de la circulación efectiva de estos medios.

8 Universidad del Atlántico y Universidad del Norte de Barranquilla, Universidad de Cartagena y Universidad Tecnológica de Bolívar, Universidad Jorge Tadeo Lozano, Universidad Popular del Cesar, entre otras, con publicaciones más bien episódicas pero sin una política editorial clara y consistente respaldada con un presupuesto adecuado. Por ejemplo, al VI Congreso de Editores Universitarios de América Latina y El Caribe -EULAC- (Costa Rica 2007), no asistió ninguna universidad del Caribe Colombiano (fuente: http://www.eulac.org/integrantes.htm).

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Desarrollo y cultura en el Caribe: un contexto problemático

participa aproximadamente de entre el 7.5 y el 12 % de la conectividad mundial a Internet9, y Colombia ocupa el 7.6% de ese 7.5-12%, lo que hace evidente su limitada participación. Y el Caribe colombiano tiene el 12% de la conexión y uso de Internet a nivel nacional, o sea aproximadamente entre 200.000 y cerca de 500.000 abonados para una región cuya población sobrepasa los siete millones de habitantes.10

Por supuesto se manejan cifras aproximadas de espectro amplio ya que en los trabajos consultados no se especifica si un abonado equivale a un usuario regular o a varios y en qué número. No queda claro si se puede identificar abonado y usuario. Por ejemplo, en el caso de una universidad o de una empresa, no se nos aclara si se cuenta como un abonado con cientos o miles de usuarios o como cientos o miles de abonados. Tampoco se tienen en cuenta las extendidas prácticas de la comunicación comunitaria tan propia de nuestras gentes: un ejemplar de un periódico puede significar de 3 a 10 lectores; un televisor puede significar 5 ó 10 televidentes; un abonado a Internet puede significar 3 ó 10 usuarios, etc., además de las diferencias de uso entre el Internet residencial, el laboral o el de cibercafés de las que no hay estadísticas para nuestra región.11

Si la Internet emerge como el espacio privilegiado de la conectividad, esto es, no sólo en sí mismo y todo su potencial sino como el sitio privilegiado en el que confluyen todos los otros medios, las posibilidades de articular la cultura, en sus tres sentidos actualizados, al desarrollo humano en la región se muestra como un reto que nos lleva a la necesidad estratégica de redefinir no sólo las políticas culturales específicas, sino toda la gama de problemas que, como hemos mostrado en términos generales, articulan hoy los retos de la cultura con las políticas públicas en materia de educación, comunicaciones y conectividad.

Terminemos dando de nuevo la palabra al maestro Jesús Martín-Barbero con una caracterización precisa de la dimensión en que se juegan los retos del presente:

El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural. De ahí que la tecnología remita hoy, tanto o más que a unos

9 Los porcentajes oscilan entre esos indicadores según distintas fuentes. En algunas se incluyen el número de abonados, y/o los porcentajes de penetración, el total de la población, etc. (Según diversas fuentes: Estadísticas Mundiales de Internet http://www.exitoexportador.com/stats.htm; Estadísticas Delta http://www.deltaasesores.com/estadisticas/internet/1375-internet-en-colombia-2008; Informe Semestral de Conectividad de la Comisión de Regulación de Telecomunicaciones República de Colombia (2008), http://www.crt.gov.co, entre otras. Hemos dejado de lado el agudo problema de la conexión banda ancha y el mercadeo de la “pseudo banda ancha” en Colombia.

10 Según Estadísticas Mundiales de Internet (http://www.exitoexportador.com/stats.htm) el número de usuarios de Internet en Colombia es de 3.585.688 y según el informe de la Comisión de Regulación de Telecomunicaciones República de Colombia (2008), “a junio de 2008, Colombia poseía 1.774.600 suscriptores del servicio de acceso a Internet”; las cifras difieren enormemente. Según la primera, en el Caribe colombiano habría 430.282 abonados a Internet y según la segunda 11,8% de los suscriptores de accesos dedicados del país, es decir, 186.419.

11 Para todo el país, “el 85,4% de los suscriptores del servicio de acceso a Internet son residenciales, mientras que el 13,9% son corporativos y el 0,7% corresponde a centros colectivos” y “La región caribe (sic), conformada por los departamentos de Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, Guajira, Magdalena, Sucre y San Andrés y Providencia, tiene el 11,8% de los suscriptores de accesos dedicados del país, es decir, 186.419. Esta región mostró un crecimiento del 16,6% en el primer trimestre y del 14,7% en el segundo trimestre, lo cual da como resultado un crecimiento semestral del 33,7%” según el informe de la Comisión Reguladora de Televisión (2008).

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aparatos, a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. La pregunta por la técnica se nos vuelve entonces cada día más crucial en la medida en que la diversidad cultural de la técnica, persistentemente testimoniada por los antropólogos, es aceleradamente sustituida por la existencia de una tecnicidad-mundo que desvincula a la tecnología de las herencias culturales y les permite instalarse en cualquier región o país como dispositivo de producción a escala planetaria: como conector universal en lo global. Al mismo tiempo, al profundizar la división internacional del trabajo, la tecnicidad-mundo trastorna las condiciones de producción rearticulando las relaciones entre países mediante una des-centralización que concentra el poder económico y una des-localización que empuja la hibridación de las culturas. (2005: 24-25)

Si Wallerstein tiene razón en la crisis estructural que se avecina tenemos también una gran oportunidad. Se hace claro que la articulación creativa, sinérgica y transformadora de cultura-educación-comunicación-desarrollo humano-conectividad es el tamaño de nuestro desafío y al mismo tiempo el alcance de nuestra esperanza.

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Las potencialidades de la cultura1

nativa de San Andrés, Old Providencey Santa Catalina para contribuiral desarrollo de la sociedadinsular y colombianaPor June Marie Mow

Introducción

Los pueblos del Caribe se caracterizan por la capacidad de ajustarse a los cambios y presiones externas permanentes, manteniendo formas simbólicas de su identidad cultural (Pedraza, 1988), lo que es una clara demostración de la fluidez y apertura de las culturas. Las poblaciones nativas de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que conforman el único departamento oceánico de Colombia también asumieron el reto de acomodarse a las políticas de desarrollo impuestas por el Estado colombiano. Sin embargo, el choque cultural ha sido enorme y demasiado rápido para el nativo.

En escasos 43 km2 la vida transcurre de forma similar a un país con una sociedad multicultural compleja, uso de recursos naturales, disposición de residuos, desempleo, diversidad de manifestaciones culturales, etc. No obstante, el modelo continental de desarrollo no se adelantó en armonía con el entorno natural y la cultura para mantener los equilibrios básicos de los sistemas, disparando el crecimiento desordenado con ritmos e impactos sobre el ambiente y la vertebración social que resultaron desestabilizadores en el conjunto de las islas. Con el cambio de siglo las poblaciones insulares, especialmente de la isla de San Andrés, continúan afrontando las enormes tensiones sociales y culturales que las han asolado desde la creación e implantación del puerto libre en los años 50 y que las hacen especialmente sensibles y vulnerables ante las incertidumbres del futuro. Por ello San Andrés, la isla mayor, es hoy un lugar sin privilegios para vivir y es quizá uno de los destinos turísticos más deteriorados y menos atractivos de la región del Gran Caribe.

Los isleños han pagado un precio alto por el crecimiento económico. ¿Cuáles son las perspectivas de las islas, cuáles las de los isleños? La pequeñez de las islas del Archipiélago Lejano2 confrontada con la grandeza de la Colombia continental es sin lugar a dudas un desafío.

1 Se refiere a la dimensión antropológica, descriptiva, de la cultura.

2 Nombre dado a las islas por Enrique Gaviria Liévano

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Procesos determinantes de la sociedad insular

El poblamiento

Según Lorraine Vollmar (1991) son cinco los ciclos del poblamiento de las islas definidos por los patrones de asentamiento, la economía, el uso de recursos naturales, los cambios demográficos y en la correlación de las fuerzas sociales.

Los Miskitos eran usuarios de los recursos marino-costeros, especialmente las tortugas marinas, langostas y madera de los bosques. No hay registro de asentamientos permanentes. Sin embargo, son descritos por los puritanos ingleses en sus manuscritos. Contrario a los esclavos africanos, los indígenas recibían tratamiento digno de “reyes” (Kupperman, 1993).

Los puritanos ingleses procedentes de Essex, Northants, Oxfordshire, Corwell, Devon y Gales, establecieron el primer asentamiento permanente entre los años 1621 y 1641 con el fin de “crear” una nueva sociedad de base religiosa calvinista. El plan era convertir la isla de Old Providence en el centro de sus actividades productivas y comerciales en las Indias Occidentales, porque sus suelos eran fértiles y había abundante agua, condiciones favorables para el establecimiento de todo tipo de cultivos; pero sobretodo brindaba mayores opciones para la protección de los colonizadores. Sin embargo, Providencia se convirtió en una base fortificada para la piratería (Vollmer, 1991). Entre los legados más importantes de los puritanos se encuentran las especies y especias introducidas del Pacífico Sur (Vollmer, 1991). La era de la “otra colonia puritana” llegó a su fin cuando los españoles se impusieron y lograron la rendición de los puritanos en mayo de 1641.

Las ocupaciones militares caracterizan el ciclo 1642-1677. Se presentó una amplia variedad de acciones y reacciones, de movimientos expansionistas y de defensa de los poderíos europeos. La pertenencia y subordinación político-territorial cambió en más de una ocasión. Acciones de poblamiento y migraciones, nuevos poblamientos, conquistas y reconquistas sucedieron unas tras otras.

La carencia de documentos y registros históricos sobre las islas y sus pobladores caracterizan el ciclo 1677-1780.

La nueva era del poblamiento caracteriza el ciclo comprendido entre 1781 y 1953 con personas procedentes de Jamaica, Haití, islas Caimán, Barbados y Trinidad, Escocia, Irlanda y África Occidental (Parsons, 1985). Posteriormente llegaron pobladores del Caribe, de África Occidental y otras partes del mundo. Así desde inicios del siglo XVIII se inició el poblamiento que tendrá mayor permanencia en las islas y dará origen a la población nativa, conocida como raizal.

Este ciclo comprende varias etapas: i) durante la colonización y esclavitud (1781–1853) se da inicio al ejercicio de soberanía, sin embargo, las islas permanecen virtualmente “independientes”; ii) la abolición de la esclavitud y la implantación de la economía del coco (1854-1930) marca el cambio en la estructura de la tenencia y uso de la tierra; la catequización por parte de la misión católica en 1902, a cargo del arzobispado de Cartagena y el Estado colombiano institucionaliza una política de colombianización mediante la creación de la intendencia en el año 1912 que se caracterizó por la imposición del idioma, la cultura y la religión oficial; iii) entre 1930 y 1953 los hitos más importantes

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés, Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollo de la sociedad insular y colombiana

son el declive de la economía del coco y la fuerte migración de nativos hacia los Estados Unidos, Panamá y el continente colombiano.

La implantación del modelo del puerto libre promovió una relación más estrecha entre las islas lejanas con el resto del país. El puerto libre y el inicio del nuevo milenio definen los nuevos ciclos de poblamiento claramente diferenciados, pero con un denominador común, la migración masiva de personas de bajo nivel de escolaridad o sin escolaridad, trabajadores de la construcción cualificados para el uso del cemento, comerciantes nacionales y extranjeros (específicamente judíos, sirio-libaneses y palestinos), atraídas por la idea de hacer fortuna con las posibilidades que ofrece el puerto libre. Gentes con saberes, oficios y costumbres diferentes que generaron nuevas necesidades en todas las áreas de la vida cotidiana tales como noticias nacionales en español y mayor presencia estatal para los trámites administrativos, servicios ambientales y sociales básicos. Estas nuevas situaciones contribuyeron al éxito en el uso del español.

Una mirada más detallada al proceso de consolidación de la colombianización permite identificar tres ciclos:

• Entre 1954 y 1979 se consolida el modelo de puerto libre y la consecuente exención de impuestos de ingreso y salida de mercancías, el arribo del sistema bancario y crediticio nacional; se presentan cambios significativos en el tamaño y la estructura de la población y se impone el clientelismo. Inicia la formación de una amalgama de culturas llena de contrastes, entre recién llegados y nativos y el proceso de “desterritorialización” y “marginalización”.

• Entre 1980 y 1995 la economía del tráfico ilegal de drogas invade las islas aprovechando la ubicación estratégica del Archipiélago entre el país y Norte América y la vocación innata y cultura de navegante de la población raizal; la apertura económica, internacionalización y globalización en el marco de las nuevas políticas macroeconómicas del país remplazan las ventajas comparativas del puerto libre; durante 8 años la población creció aproximadamente en un 70%, es decir, un 9% anual. Aumenta el porcentaje de continentales, disminuye la presencia de nativos. Como respuesta a las imposiciones del gobierno central, al deterioro ambiental y desvertebración socio-cultural, se conforman grupos de presión para defender el territorio y la identidad cultural.

• Entre 1996 y el primer quinquenio del nuevo milenio la gran mayoría de los migrantes del continente colombiano se han constituido en residentes del Archipiélago; sus hijos han nacido en las islas. Se registra la pérdida progresiva del control de los nativos sobre su propio desarrollo: tiene menos acceso a los procesos de toma de decisiones. El residente continental mantiene e impone elementos de la cultura nacional, entre los cuales se destacan el idioma español, la religión católica y la organización política; los residentes procedentes del Medio Oriente constituyen comunidades cerradas y aisladas.

La economía

Las islas eran conocidas en la región por la riqueza de sus recursos marinos y costeros, y maderables. Era atractiva para explotadores de recursos naturales; entre éstos, constructores de barcos y casas, leñadores, pescadores y agricultores. Desde el punto de vista comercial, las islas nunca estuvieron aisladas, mantuvieron relaciones comerciales con los vecinos. Los pobladores

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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exportaron excedentes agrícolas a Jamaica, Cartagena, países centroamericanos y la costa Mosquitia.

La base de la actividad económica era la agricultura y el comercio exterior de los productos, sobretodo del tabaco. Productos complementarios eran la caña de azúcar, el algodón silvestre, la rubia y el índigo. Para la subsistencia se cultivaban diferentes tubérculos y frutas. Otra fuente de ingresos importante la constituían las maderas finas.

En la segunda mitad del siglo XVIII la economía de la plantación se impuso como en todo el Caribe anglosajón. Las principales características del modelo eran el alto nivel de autosuficiencia (garantizando los esclavos la unidad de producción), el comercio exterior para la importación de bienes y la exportación de productos agrícolas provenientes del monocultivo. Esto le permitió a las islas insertarse con éxito en el mercado global gracias también a los elevados precios del algodón.

A pesar de la fuerte dependencia de las plantaciones, los nativos mantuvieron interés por los recursos marinos y costeros, y los bosques. La economía de las plantaciones definió el patrón de asentamientos y viviendas: los primeros plantadores se asentaron especialmente en La Loma (the Hill) y en San Luis, en la costa; mientras que los esclavos establecieron los cultivos en el norte y el este de la isla. Las granjas de los habitantes de San Andrés estaban comunicadas por una red de veredas. No se identificaba aún la configuración de pueblos (Parsons, 1985).

A partir de la implantación del puerto libre sin planificación alguna se dio un giro en la orientación de la economía; se inició un ciclo de profundos cambios culturales con tendencia hacia la multiculturalidad. El sector primario fue remplazado por el comercio y el turismo, mientras que la actividad agropecuaria y pesquera se centró en el trabajo individual y el autoempleo. El nuevo orden se basó en el empleo y la dependencia del salario como fuente de la satisfacción de las necesidades básicas.

El nuevo modelo de desarrollo incidió en los cambios de la organización familiar y social. Como consecuencia de la desaparición de la unidad familiar, se perdió el principio de organización social y económica y se debilitaron los mecanismos de cooperación económica entre las unidades familiares.

Las manifestaciones de la cultura nativa

Los nativos comparten un idioma, una religión, la pintoresca arquitectura, así como una serie de valores, creencias y costumbres que los diferencian de la sociedad nacional (Ruiz, 1989). Es un grupo descendiente de los pobladores originarios: ingleses, escoceses, irlandeses, holandeses, franceses y africanos.

Las islas mantuvieron un constante intercambio cultural con los países de la región – insulares y continentales– y los Estados Unidos, entre otros. Los nativos que migraron en búsqueda de empleo y nuevos horizontes se constituyeron en “embajadores” y “agentes” de las relaciones interculturales. Los deportes, la religión, la música y “los alimentos enlatados” representaron la profunda influencia de los Estados Unidos en las actividades cotidianas de los nativos durante el siglo XIX.

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés, Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollo de la sociedad insular y colombiana

La iglesia Bautista fue el epicentro de los elementos que otrora otorgaran cohesión a los nativos: la religión, el lenguaje, las formas de organización social y la escuela. Hacia finales del siglo XIX el 95% de la población era bautista y el alfabetismo superaba el 90%.

El inglés se convirtió en la fuerza motriz de la identidad cultural y social; se mantuvo como elemento de cohesión a pesar de políticas represivas como estrategia para la imposición del español y la religión católica durante el siglo XX. La lengua de prestigio era el inglés estándar (standard English) que se aprendía en las escuelas bautistas y en los diversos servicios religiosos como la Escuela Dominical (Sunday School), Escuela Bíblica de Vacaciones (Vacation Bible School), Training Union y las clases bíblicas y de oración semanales.

Actualmente los alumnos de padres nativos manifiestan dificultades de fluidez verbal y comprensión de lectura en español. El desarrollo del lenguaje en español es deficiente, quizá porque el alumno nativo no ha logrado el afianzamiento de su lengua materna. En los alumnos nativos también se observan limitaciones graves para el desarrollo del pensamiento a nivel abstracto y aún para la expresión de sus sentimientos. Bajo estas condiciones son obvias algunas de las razones por las cuales la educación superior y los exámenes de Estado se convierten en un verdadero desafío.

Discriminación interétnica

La Iglesia bautista controlaba escuela y religión, los medios de reproducción más importantes de los valores de la élite: ser blanco, de descendencia británica, perfecto dominio del inglés, forma de vestir y accesorios adquiridos en Panamá, vivienda, muebles y artículos decorativos, frecuente participación en los cultos, matrimonio religioso y “disciplina” moral y ética. La Iglesia bautista también fue proactiva en el intento de erradicar toda forma de prácticas hechiceras que constituían parte del legado africano y en menospreciar el ser negro (Clemente, 1994).

Para la cultura popular, en cambio, las formas simbólicas de la identidad cultural estaban representadas en la fuerza física, las habilidades para el desarrollo de actividades de mar, pesca y navegación, la unión libre y varios hijos de diferentes madres, así como el arte de la palabra. El idioma propio era el “patois”, cuya estructura se origina en África Occidental (O’Flynn de Chaves, 1990).

Políticas de Estado

Pre Constitución Política de 1991

Porque el nativo no se sentía identificado con las manifestaciones culturales del continente colombiano y porque era “diferente” a la población nacional dominante, el Estado colombiano promovió e incentivó el poblamiento de las islas con continentales, lo que los nativos consideran fue el inicio de la colonización y colombianización de las islas. De esta forma respondió efectivamente a las preocupaciones de los continentales.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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En 1943 se prohibió el uso del inglés en las escuelas y en los documentos públicos. El turismo comercial, los medios de comunicación, los funcionarios públicos monolingües y el cumplimiento de la normatividad colombiana aún desempeñan un papel preponderante para obligar a los nativos a aprender español, aún en edad adulta.

Los programas educativos fueron transformados bajo el liderazgo de la Iglesia católica a partir del año 1926 y lograron difundir conocimientos y prácticas ajenos al propio que contribuyeron a transformar (erradicar) las memorias y tradiciones incidiendo en la pérdida de la cultura como pieza de cohesión y activación social. La Iglesia católica y la escuela vinculadas a la cultura nacional dominante se convirtieron en las instituciones aculturadoras de la espiritualidad, de la cultura y en las organizaciones por excelencia. Se reemplazó la solidaridad frente a la pobreza y el necesitado e imperó el protagonismo personal y las divisiones.

Los empleos estaban reservados únicamente para los nativos –job catholics– que estaban dispuestos a renunciar a sus creencias tradicionales y religión para convertirse al catolicismo.

Post Constitución Política de 1991

Al nativo se le permitió ser protagonista social y participar en la construcción de la Constituyente y de la Constitución de 1991. El marco constitucional nuevo es reconocido como una condición indispensable para que el país construya una sociedad pluralista como buena práctica de la democracia. Sin embargo, pasar del papel a la realidad requiere intervenciones claras hacia una sociedad insular multicultural.

El gobierno nacional se esfuerza en imponer una relación padre-hijo. Pero las protestas y la resistencia de la población residente contra el descuido de sus intereses y la migración incontrolada aumentaron con el correr de los años. En las islas, especialmente en San Andrés, se están haciendo fuertes inversiones para fortalecer el turismo y los servicios terciarios los cuales generan una creciente demanda sobre los frágiles ecosistemas y recursos naturales. Las fuerzas motrices e iniciativas son continentales. ¿Se repite el ciclo del modelo implantado con el puerto libre?

La soberanía

La soberanía se ha practicado verticalmente, de abajo hacia arriba (contrario a lo que predica la Constitución Nacional) relegando a un segundo plano la dimensión humana causando la erosión de las manifestaciones de la identidad nativa y lisiando sus capacidades para fortalecerse, mantener la comunidad, realizar sueños y construir futuro.

El reconocimiento de las diferencias

Las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina han sido percibidas normalmente por los colombianos como “interesantes” pero únicamente como territorios de ultramar, de fronteras o sitios de paseo. Son consideradas marginalmente valiosas, pero difíciles; son híbridos histórico-geográficos “utilizables” lo cual se convierte en un obstáculo para el desarrollo estructural de las islas.

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés, Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollo de la sociedad insular y colombiana

El Archipiélago Lejano ha sido tratado unas veces con arrogancia, otras con indiferencia y administradas con frecuencia haciendo caso omiso del contexto geográfico (condición de insularidad), cultural y ambiental. Las condiciones particulares del Archipiélago no han sido útiles para diseñar políticas públicas diferenciadas ni para orientar las intervenciones del sector público y privado. Es quizá una de las razones por las cuales los isleños nativos siempre están en riesgo.

El mapa mental del Archipiélago Lejano para los continentales es una estructura artificial difusa –metáfora, mito, ficción–, caricatura que oscurece, distorsiona y en ocasiones enceguece al observador sobre lo que en realidad son y cómo se “ubica” y se “ajusta” al resto del país. Los nativos perciben que la cultura nativa ha sido perseguida y menospreciada tanto por continentales como por extranjeros. La percepción sesgada de los continentales o de sus expectativas de modelo de islas constituye una barrera conceptual unilateral lo cual dificulta cualquier proceso que articule cultura y desarrollo en el sistema insular.

Impactos

• El “desplazamiento” interno del nativo hacia el sur y La Loma (zona alta de la isla de San Andrés).

• La reducción de oportunidades para el nativo. No encuentra espacio en la nueva sociedad centrada en el empleo.

• La “desterritorialización”. El nativo pierde progresivamente las tierras que adquieren un alto valor comercial como consecuencia de la implantación del modelo de puerto libre.

• El creciente paternalismo como estrategia para reducir los impactos negativos de las políticas improvisadas.

• La desaparición de los sectores primarios de la economía; el pescador y el agricultor se convierten en asalariados del gobierno, en taxistas o lancheros.

• El aumento de la fragmentación de la tierra; ya a inicios de la década de los noventa el 90% de los predios eran menores de una hectárea.

• La aparición de fenómenos de robo, lumpenización, miseria, prostitución, etc. Algunas causas son el uso de sustancias psicoactivas, el rápido aumento de fenómenos de precariedad social, de marginalidad, mendicidad y de inseguridad ciudadana, incluyendo el porte y uso ilegal de armas con presencia en ambas islas, pero con mayor severidad en la isla de San Andrés.

Las manifestaciones de una realidad cultural y étnicamente plural son las que dominan la sociedad local. Sin embargo, para los isleños nativos esta transformación conllevó a la pérdida de los procesos de toma de decisiones, la marginalización y la des-vertebración social. “El nativo asocia la pérdida de la identidad cultural y la subvaloración de su cultura por parte de continentales residentes y de la maquinaria estatal con los cambios poblacionales, la aparición de tugurios y el desplazamiento territorial del isleño” (Estrada, 1997). En la búsqueda de responsables, se “señala” al caudillismo y clientelismo, es decir, a las “malas prácticas políticas” de compraventa de votos para la consecución de empleo, becas y vivienda importadas del continente.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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El nuevo orden insular

Potencialidades

• La diversidad cultural es una forma superior de capital que poseen las islas para la puesta en marcha de procesos etno-educativos para la formación de una sociedad multicultural con una población multicultural y multilingüe de alta calidad, con capacidad para la gestión institucional y social y la generación de empleo que requiere el Archipiélago para solucionar sus problemas más graves. Dado que la diversidad cultural es un valor agregado para una región, es crítico resaltar el componente socio-cultural de la soberanía; hacerlo, permitiría construir puentes entre las culturas presentes en las islas para actuar hacia el futuro basados en principios de convivencia, diversidad y tolerancia y afrontar con éxito los problemas de la sociedad insular multicultural (Ministerio de Desarrollo Económico, 2002).

• El inglés –estándar o criollo– para garantizar el desarrollo del pensamiento a nivel abstracto y la expresión de los sentimientos del nativo.

• El bilingüismo (diferente al inglés como idioma extranjero) como herramienta productiva para el emprendimiento y la creación de oportunidades sofisticadas.

• Las fortalezas de cada cultura para construir procesos de desarrollo y proponer soluciones innovadoras a problemas estructurales que afectan a todos por igual.

Debilidades

• La falta de oportunidades y el aumento de los niveles de pobreza. Hoy en las islas hay menos oportunidades de empleo, y la calidad de vida ha desmejorado. Recortes severos en la planta de personal de la Gobernación y de la Alcaldía en los años 1999 y 2000, respectivamente en respuesta al proceso de ajuste fiscal –al cual están sometidas ambas dependencias– empeoraron la ya crítica situación económica. El desempleo está calculado en un 53.6%. Se ha observado en los últimos años un incremento promedio anual de 1.600 personas en situación de pobreza, según datos correspondientes a actualizaciones por demanda de usuarios del SISBEN ya sea por nacimientos, cambios demográficos o inclusión de personas que no se registraron en el sistema en la fase de encuesta masiva. Al comparar los niveles de pobreza por año se puede constatar una disminución de la cantidad de personas registradas en el nivel 4 y un incremento de personas en los niveles de miseria y pobreza (Secretaría de Salud del Departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2007).

• La falta de pertinencia del sistema educativo. Según la Ley 115 de 1994 la educación es un “proceso permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes”. Por otra parte, para la Organización de las Naciones Unidas, “La educación para los grupos étnicos hace parte del servicio público educativo y exige al sistema el reconocimiento de la condición de pluralidad de la sociedad en conjunto, con propuestas pedagógicas que permitan, cada vez más, dar respuestas incluyentes a las múltiples expresiones de la diversidad […]” (Ministerio de Desarrollo Económico, 2002). La educación se convierte entonces en motor del desarrollo de la sociedad; es un derecho fundamental pero también es componente de los derechos sociales y económicos de las personas. La educación que se imparte en las islas no tiene relación con la realidad multicultural, étnica, con la condición de insularidad ni con la ambiental; la Cátedra de Estudios Afrocolombianos

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés, Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollo de la sociedad insular y colombiana

(creada en cumplimiento de la Ley 70 de 1993) no es conocida ni reconocida por los funcionarios públicos; los desarrollos a nivel insular han sido bajos.

• La desvertebración social genera un clima de preocupación e incertidumbre ante el futuro. Genera un cierto distanciamiento hacia la clase dirigente de las islas. Se refuerza así la introspección social, la desconfianza de los jóvenes hacia la sociedad y las posturas defensivas frente a “los de fuera”, los foráneos, a los que muchas veces se tiende a imputar problemas que se gestan en la propia sociedad isleña, o que se derivan de las fuertes desigualdades existentes. Según un estudio de competitividad realizado por el Ministerio de Desarrollo en el año 2003, “la fragmentación entre gobierno, corporaciones públicas, sector privado y la comunidad en general dificulta la búsqueda de consensos, la consulta a los distintos actores, la unión de esfuerzos y el trabajo colectivo” (Ministerio de Desarrollo Económico, 2002).

• Una economía débil. Las islas aún no están en capacidad para ofrecer productos/servicios diferenciados y sofisticados, atraer clientes sofisticados, nichos de mercado atractivos, estrategias difíciles de imitar por otros y difíciles de deshacer, así como alianzas que complementen las ventajas regionales (Ministerio de Desarrollo Económico, 2002).

La visión del futuro

¿Cuáles son los caminos que la sociedad sanandresana debe seguir para que la variedad cultural sea un aporte a la tolerancia y al desarrollo regional, y en consecuencia, del país? ¿Qué políticas de Estado se necesitan para crear las condiciones e impulsar la multiculturalidad en el Archipiélago?

Para el pesimista no hay esperanza: la cultura, el entorno natural, los ecosistemas, serán afectados (abrumados) y destruidos, en el mejor de los casos modificados sustancialmente. Pero para los que afirman “esta es mi casa, es mi tierra nativa”, es posible construir un futuro cuyos valores, identidad y condición de isla tienen un significado especial: son una promesa, una oportunidad para generar una nueva visión de las islas. Es necesario incorporarse y no esperar a ser incorporado.

Es importante el rompimiento del círculo vicioso producto de la confrontación permanente y paralizante en la que vive la sociedad sanandresana mediante intervenciones proactivas con resultados tangibles a corto, mediano y largo plazo para demostrar que es posible y viable trabajar conjuntamente en beneficio de una visión. Una condición sine qua non es el multiliderazgo y la responsabilidad por parte de todos los sectores y actores de la vida local (Ministerio de Desarrollo, 2002).

Las familias nativas deben hacer esfuerzos adicionales por mantener el patrimonio humano, histórico y cultural que marca la diferencia, que ha creado identidad durante varias generaciones; en el seno de las unidades familiares se debería continuar enseñando las costumbres, el idioma y los valores a las nuevas generaciones para recuperar la autoestima que permite visualizar la creatividad, la identidad y las potencialidades (Departamento Nacional de Planeación, 2007). Las islas requieren una verdadera revolución ética cuya base es la educación multicultural y la implementación de correctas políticas culturales.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Propuestas de nuevas políticas de Estado

• La integración no debe afectar, sino enriquecer la cultura nativa. Por ello es necesario diseñar políticas públicas para rescatar y fortalecer la cultura nativa. El atractivo turístico de islas como San Andrés, Providencia y Santa Catalina es fortalecido cuando existe una cultura nativa fuerte y arraigada que se expresa en su música, lenguaje, arquitectura, arte, historia y sitios históricos, artesanía, etc. Además, una cultura fuerte y viva tiende a mejorar el compromiso cívico al promover el sentido de pertenencia sobre lo nativo.

• Cualquier esfuerzo en la promoción de las industrias culturales (la artesanía y el arte) llevaría a conocer y fortalecer el atractivo de San Andrés. Sólo una cultura viva, a la vez fiel a sus orígenes y en estado de creatividad en el arte, la literatura, la filosofía, la espiritualidad, es capaz de soportar, enriquecerse y dar sentido al encuentro entre culturas.

• “Programas que además del bienestar social incluyen variables de pertinencia étnica y fortalecimiento institucional con el propósito de disminuir la brecha entre las grandes desigualdades sociales y la situación de pobreza que afecta a la población nativa” (Departamento Nacional de Planeación, 2007).

• La promoción y ejercicio de la interculturalidad en las relaciones con otros sectores de la población y con el Estado bajo la consideración de que el respeto a la diversidad étnica y cultural es una de las bases de la democracia. El gobierno desempeña un papel preponderante clave y debe adoptar una postura responsable frente al tema. Esto implica el ajuste de la institucionalidad para que las instituciones públicas que tienen presencia en las islas cumplan sus obligaciones éticas y jurídicas respecto a la satisfacción de los derechos de todas las personas radicadas legalmente. Pero también el desarrollo pleno del artículo 310 de la Constitución, mediante la promulgación del Estatuto Raizal.

• Mejorar las bases del desarrollo social en San Andrés requiere suavizar la evolución y reequilibrar la composición de la población, facilitar la integración de los más jóvenes, mejorar la convivencia social y favorecer los niveles de vertebración social, consensos y la seguridad ciudadana.

Sostenibilidad de la estrategia

La sostenibilidad de la estrategia dependerá entre otros de los siguientes elementos:

• Que el Estado colombiano garantice hasta el máximo de sus posibilidades la realización de los derechos humanos de las diferentes comunidades que hoy conforman la población insular, incluyendo los derechos económicos, sociales y culturales.

• Razonamiento productivo para crear sinergias, desarrollar multiliderazgos y asumir responsabilidades.

• Distribución más equitativa de beneficios entre todos los sectores y grupos poblacionales.• Una economía local que responda a los derechos sociales y económicos de la población y a

las oportunidades locales de la región del Gran Caribe e internacionales.• El establecimiento de un sistema educativo multicultural y pertinente que responda a las

necesidades del habitante insular.

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Las potencialidades de la cultura nativa de San Andrés, Old Providence y Santa Catalina para contribuir al desarrollo de la sociedad insular y colombiana

Discusión

La clave de la política de integración del Estado centralista colombiano a partir de 1886 fue la homogenización como estrategia para mantener la unidad nacional, incluyendo la asimilación de las ideologías culturales y económicas “dominantes”. En ese Estado no había espacio para construir la unidad en la diversidad y, por tanto, la integración de los pueblos y comunidades. Se prohibía a la población hablar inglés, la toponimia es sustituida por nombres en español. En el año 1950 como manifestación pública del nuevo orden, se quemaron las biblias protestantes por ser doctrina diferente a la católica y estar escrita en lengua distinta.

En el Archipiélago se ha evidenciado desde principios de la presente década el agotamiento de un modelo de desarrollo sustentado en actividades económicas turísticas y comerciales sin planificar y cortoplacistas. Este modelo ha dejado secuelas en el medio ambiente, en los recursos naturales y en el medio socio-cultural: deterioro ambiental y una desintegración de los grupos sociales, étnicos y culturales que habitan en el archipiélago. El hacinamiento es consecuencia de la alta densidad; crea animosidad y conflictos y previene relaciones amigables y saludables entre las personas y los grupos de personas.

Hace cincuenta y cinco años, cuando se implantó el puerto libre de San Andrés, no se previeron sus consecuencias ni se diseñó el futuro que necesitaban las islas en los diferentes campos, no se asignó valor a las creaciones inmateriales, a las expresiones de la vida cotidiana y espiritual. Por esta razón se ha debilitado el patrimonio del nativo, el acervo material, inmaterial y natural del cual hace uso para enfrentar sus problemas, realizar sus sueños y para construir identidad, comunidad y futuro.

Esta situación ha permitido la implantación de anti-valores que contribuyeron a cambios profundos en las islas y a la construcción de un escenario cada vez más complejo. Se podría decir entonces que la clave del futuro en San Andrés, Providencia y Santa Catalina se sitúa hoy en la capacidad de los isleños, de los continentales y de los extranjeros de vislumbrar el alcance de las transformaciones en marcha, de adelantarse a los acontecimientos y de diseñar una estrategia de desarrollo adaptada al contexto cultural local capaz de recuperar y fortalecer la cultura nativa y abordar la “isla” multicultural como alternativa para enfrentar los retos actuales.

Conclusiones

La falta de visión de gobernantes y gobernados es la principal causa de la incertidumbre ante el futuro. Las propuestas sobre el presente y futuro del Archipiélago deben partir de la realidad actual y del reconocimiento de la cultura nativa como patrimonio cultural vivo del pueblo nativo de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y del país. Debe involucrar a la población nativa en la búsqueda de soluciones, en el marco de una relación más estrecha entre los ciudadanos y el Estado a través de la dignificación de las manifestaciones culturales tradicionales. Estrategias cuyo énfasis sea la diversidad y en acciones para la recuperación y difusión de sus valores.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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El uso del componente socio-cultural de la soberanía permitiría superar las barreras que imponen los puntos de vista convencionales y construir puentes entre la sociedad multicultural local basados en principios de convivencia, diversidad y tolerancia. Una sociedad en la cual haya espacio para la diversidad.

Los ejercicios de planificación deben contemplar el respeto por las diferentes culturas locales; encontrar formas para entenderlas e incorporarlas en las políticas, planes y programas de desarrollo regional.

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Así pensamos y así decimoslos indígenas de la Sierra Nevadafrente a los nuevos modelosde desarrollo de Occidente

Por Cayetano Torres1

Los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta –SNSM– somos una realidad social y humana fundamentada desde la concepción original del territorio, la naturaleza y el mundo constituidos en principios y preceptos sagrados de convivencia universal en razón actuante de la historia y sus tradiciones, las cuales armonizan el contexto de las obligaciones y responsabilidades del individuo social y colectivo, cuya función protagónica está orientada con el requerimiento de sus normas, por la conservación y protección del envoltorio natural de la estrella fluvial del Caribe colombiano e inspirada en la misión cultural por la vida del planeta y de la humanidad.

La concepción original del territorio identifica el sistema tradicional de gobierno en cabeza de los Mamos de la Sierra, apoyado por órganos y espacios representativos de interlocución hacia afuera. Más que una expresión social y humana, es una metodología y un procedimiento cultural para administrar y orientar la actitud y el comportamiento de la gente desde la relación hombre-naturaleza-cultura y su destino, dentro de un permanente ordenamiento del pensamiento y del espíritu, de esfuerzos y voluntades humanos y con sentido de pertenencia encaminados hacia horizontes de coexistencia recíproca del entorno y su generación, y hacia la configuración de la permanencia natural del territorio como fuente inagotable de valores de integridad y respeto ambiental, y también hacia la materialización digna de un mundo intercultural eficiente ante la adversidad de mundos distintos.

1 El contenido de mi ponencia está sustentado en la vivencia directa y permanente con mi comunidad lo que permite saber y conocer la problemática generalizada al interior de la SNSM. No conté con insumos bibliográficos externos, sino desde las enseñanzas y orientaciones aprendidas en las cálidas y tibias noches de diálogo y conversaciones con la gente, sin distingo de nada, desde ancianos, Mamos, hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas que siempre encontré desde el inicio de mi adolescencia hasta el presente. Son fuentes de conocimiento y sabiduría los Sitios Sagrados, representados en el Nujué, Zewá, Zhátukua, Ezuama, Nujuákala, en lenguaje kogui. Son verdaderos personajes que hablan el silencio de la reflexión profunda. (Casa de ritos y ceremonias, objetos de poder espiritual personal, la madre, jurisdicción ancestral, territorio). Las raíces ancestrales de la cultura del pueblo arhuaco hacen gran mérito en mí hasta este momento. Así, por ejemplo, las rocas, los ríos, las montañas, los bosques, los caminos, inclusive, el movimiento de los pájaros que vuelan, construyen el engrandecimiento de mi espíritu, me recuerdan siempre de dónde vengo y hacia dónde voy como indígena de la SNSM. Mi padre y mi madre han trascendido para decir lo que digo, es la perseverante universidad de la vida, la de mi familia y mi comunidad de Bunkwímake, Zona Norte-SNSM.

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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La cultura indígena se encarna en el desarrollo consecuente de dos formas inalienables de significativa interpretación de fondo. Una, es la expresión cultural física de los componentes que la integran y la identifican desde la óptica temporal y transitoria; la segunda, es la expresión espiritual contenida en sus elementos a través del tiempo y la historia, profundamente conservados desde sus orígenes en cabeza de los Mamos de la Sierra, que es la misión dinámica para mantener vivo el proceso espiritual en razón a la integridad de sus principios y preceptos que constituyen el mandato de protección y conservación ancestral de la Sierra Nevada de Santa Marta.

La presencia de los pueblos que habitamos el Corazón del Mundo somos culturas constituidas por grandes tejidos de raíces originales, cuya consistencia está escrita en el pensamiento y el espíritu individual y colectivo del pueblo kogui, wiwa, arhuaco, particularidades éstas que no deben confundirse con la torpeza de la óptica superficial, que no ve ni oye nada, en cuanto que nuestra cultura va mucho más allá de la lánguida visión veloz externa que desconoce el camino de la dignidad ambiental y la humana de este planeta.

El desarrollo de la sobrevivencia cultural indígena está en la estructura del tiempo y el espacio definido por la Madre de Origen. Está en la secuencia viva de las historias y las tradiciones, en el sentido y en la importancia de los valores y principios consagrados en el fondo de la lengua materna de los pueblos kogui, wiwa, arhuaco. Cada lengua materna es el vehículo de transmisión, coherente, del conocimiento y la sabiduría, eje básico en la conducción de la razón de ser de la comunicación de cada identidad y es la fuente inagotable de progresión espiritual encarnado en su entraña espiritual, ahora en proceso de desplazamiento lingüístico debido al descuido y desinterés del hablante tradicional, y por el incremento indiscriminado de basuras externas en la mentalidad ancestral que no alcanza a desglosar los riesgos escondidos allí.

La diversidad lingüística de la Sierra Nevada es la autónoma descripción de fondo que desarrolla sin rodeos que el lenguaje materno de nuestros pueblos es la fuente matriz que manifiesta la configuración espiritual, de aquella escuela de valores y principios que orienta y enseña su originalidad, presta a conducir con equilibrio el comportamiento y la actitud del individuo colectivo cuyo piso de consecución es el tiempo y el espacio espontáneo de la cultura sin confundirse con las angustias y afanes de la escuela material, la cual solamente enseña a empuñar el lenguaje del interés económico y la vagancia del menor costo posible, principal factor de impedimento que hace que la contemporaneidad social no entienda la universalidad intangible de las cosas naturales que en su agonía pretenden sobrevivir con el tiempo.

Los principios ancestrales de identidad, cultura y desarrollo de los pueblos indígenas son una importante oportunidad para cuestionar y analizar a profundidad los procesos de acceso y adquisición de otros conocimientos, técnicos y científicos, para que éstos se fundamenten en principios de complementariedad hacia el desarrollo progresivo de la dignidad humana y amplíen y profundicen en el respeto y el reconocimiento de la diferencia cultural y adquieran la capacidad de discernir prácticas que no vayan en detrimento de nuestras raíces. Pues el sustrato del conocimiento académico y científico no puede ser otra forma yuxtapuesta del saber y el comportamiento humano que afecte los lineamientos generales dejados por la Madre de Origen, sino que debe aportar elementos propositivos para la permanencia de nuestros principios a través del tiempo, fortaleciendo conductos matrices en la vida individual y colectiva de la cultura bajo la premisa de proteger y conservar las fuentes hídricas de la gran Montaña Sagrada –SNSM– y así continuar oxigenando a Colombia y al mundo.

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Así pensamos y así decimos los indígenas de la Sierra Nevada frente a los nuevos modelos de desarrollo de Occidente

¿Cuál impacto externo vemos?

Las diferentes políticas de implementación externa en la Sierra Nevada, aunque carentes de unos lineamientos básicos de procedimientos y ejecución, se han orientado hacia las diferentes comunidades indígenas para que optimicen el uso de recursos que el territorio brinda, y sostener de modo autosuficiente las raíces de los pueblos que la integran. Pero a medida que han pasado los años las condiciones sociales y alimentarias han ido introduciendo nuevas visiones sobre el uso y la racionalidad de los recursos, deteriorando así la armonía que existía desde aquellos tiempos remotos. Es sabido que la conquista y la colonia introdujeron la visión europea de aquel entonces e irrumpieron en las formas propias de relación que mantenían las comunidades locales con el territorio materno.

Las pretensiones y visiones externas también se convirtieron en factores que degradaron el medio ambiente de la SNSM, y que la historia reciente describe. Aunque los derechos fundamentales de los pueblos indígenas están consagrados en la Constitución Política de Colombia de 1991, estos se han visto afectados por el conflicto social, político y militar dentro de sus territorios, violentando el engranaje armónico de sus costumbres y tradiciones ancestrales.

El conflicto desatado al interior de la Sierra Nevada ha traído consecuencias graves en la medida que los grupos armados ilegales imponen sus objetivos bajo presión, el terror, en la ocupación del territorio. Así mismo, el cultivo ilícito, el tráfico de drogas, las fumigaciones a estos cultivos, el ejercicio del poder gubernamental a través de la política de la seguridad democrática cuyo objetivo fundamental está en recuperar los territorios, entre otros, han transgredido la vida y la tranquilidad de los pueblos indígenas. Por otra parte, el incremento desaforado y desordenado de proyectos y megaproyectos de desarrollo y turísticos alrededor de la Sierra Nevada es preocupante. Estos proyectos no son un escenario de fácil manejo por parte del pensamiento ancestral, representado por las Organizaciones Indígenas como Órgano de Gobierno Interno en sus territorios. Los parámetros culturales parecen ser sepultados por el desarrollo inmediato de infraestructuras que sólo solucionan problemas sectoriales.

En los últimos años los pueblos indígenas han tenido que desplazarse de un lugar a otro dentro de sus resguardos, de sus zonas o comunidad (en confinamiento), para salvaguardar sus vidas y protegerse del conflicto, lo cual ha traído graves consecuencias, principalmente en materia de seguridad alimentaria y atención social, ya que las prácticas agrícolas y pecuarias, así como las formas de alimentarse, se transforman, e inciden en la calidad y cantidad de alimentos que se producen. Según los preceptos de la Ley de Origen, la agresión externa está ocasionando graves enfermedades como la tuberculosis y otras relacionadas al tema, lo cual evidencia una grave crisis de autonomía alimentaria en la región.

Como es de público conocimiento, la presencia de grupos armados ilegales, la entrada de la Fuerza Pública, el confinamiento o desplazamiento interno, la baja producción de alimentos y la llegada de la cooperación internacional, aunque parezca paradójico, han transgredido el sustrato de sus hábitos alimentarios. La mayoría de alimentos a los que acceden las comunidades proceden de programas institucionales o de cooperación que a veces son retenidos por la Fuerza

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Desarrollo y cultura en el Caribe colombiano

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Pública o los grupos armados ilegales. Estos alimentos donados vienen en cajas o empaques que se convierten en una amenaza al medio ambiente, ya que la cantidad que llega es de gran volumen y luego no hay forma de sacar estos desechos del territorio. Igualmente responden a dietas preestablecidas para el mundo occidental, y son el resultado de programas asistencialistas de atención de emergencia, que no tienen en cuenta la cosmovisión de los pueblos indígenas. Esta situación ha obligado a gran parte de la comunidad indígena a vincularse al trabajo con cultivos de uso ilícito para poder generar ingresos que le permita acceder a alimentos para sus familias, siendo este el principal problema que se evidencia en estas comunidades referidas.

¿Hacia cuáles desafíos inciertos vamos?

Los pueblos indígenas de la SNSM hemos reiterado que las instituciones del Estado deben reconocer y respetar la diferencia cultural, que nosotros como indígenas poseemos principios que son válidos para el conocimiento de la óptica externa. La concepción sobre nuestro territorio es muy importante, pues es el espacio físico donde se lleva a cabo la implementación de acciones y programas. Por ejemplo, el acceso a la Sierra Nevada es complicado porque las distancias son tremendamente diversas, oscilan desde largas y escarpadas travesías hasta prolongadas horas caminando, o de uno, dos, tres o más días de camino en mulas. Es importante atender la estructura de gobierno indígena en cabeza de sus autoridades.

Así mismo la política de implementación de programas alimentarios y nutricionales en la SNSM debe tener en cuenta las políticas de nuestras comunidades indígenas kogui, wiwa, arhuaco, a fin de que la parte cultural no se afecte con la articulación y adecuación de novedades externas bajo el prerrequisito de recibir apoyos sin cambiar ni denigrar la integridad de la cultura que ha sido la constante institucional de las Organizaciones, porque el descuido en la implementación hace que los programas ocasionen o empeoren la contaminación ambiental y cultural en la Sierra Nevada.

La experiencia interinstitucional muestra que es importante e indispensable la asistencia externa inmediata, no obstante, resulta contradictorio cuando las políticas asistencialitas no hacen ningún bien ni favorecen el futuro de la autonomía alimentaria indígena, sino que generan dependencia social cuando, por descuido de nuestra parte, la acción de apoyo externo se presta para esconder aquellas capacidades y talentos de productividad cultural de nuestros pueblos indígenas.

En razón a nuestra condición milenaria de que los indígenas somos hijos e hijas del territorio ancestral, es imperioso tener en cuenta los matices de cada piso térmico (frío, templado, caliente) de la Sierra Nevada. Ella ofrece diversos productos propios que históricamente se daban bajo la modalidad del trueque tradicional, y que por muchos factores ahora se ha cambiado esa dinámica de intercambio interno. Por ello ha sido nuestra política la recuperación territorial a través de la estrategia de visiones diferentes frente a nuestro territorio y la profundidad cultural y espiritual de los ezwama, que en otras palabras significa hablar de espacios donde están nuestros Sitios Sagrados que de acuerdo al ordenamiento original del territorio, cada comunidad indígena posee por linaje (tuke, tana), ritualidad garante para la protección cultural de los indígenas ante el mundo.

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Así pensamos y así decimos los indígenas de la Sierra Nevada frente a los nuevos modelos de desarrollo de Occidente

En la Sierra decimos que una casa es la suma de muchas uniones de objetos del medio, es el amarre coherente de muchos elementos, que luego consolida una estructura perfecta de cohesión unificada de elementos complementarios, y sólo de esa manera es posible ver finalmente la individualidad presencial de esa casa, antes imaginaria. Así también, en una planta observamos dos niveles de percepción bien marcada: una es la parte invisible que va por dentro de la tierra, su tronco y raíces; la segunda es lo que vemos de la superficie del suelo hacia arriba, su tallo, hojas, flores, frutos y lozanía. Estos dos ejemplos rematan la idea de que para los pueblos indígenas de la SNSM, el desarrollo de la cultura y la cultura de desarrollo ancestral, son ámbitos de miradas profundas, son visiones de fondo, y eso para conocer solamente una ínfima parte de la convivencia contemporánea.

Es el cuarto de hora para hacer un alto en el camino y respirar profundo para recordar que, los pueblos indígenas de la SNSM, somos la expresión de una experiencia intercultural entre desiguales de condiciones, interlocutores entre diálogos de sordos, que dice reconocer y respetar nuestros derechos fundamentales, pero que pregonan megaproyectos, proyectos y programas de complejas actividades turísticas alrededor del Corazón del Mundo, bajo la aureola ingenua de propios y extraños, vulnerando la integridad de nuestro territorio ancestral para el desarrollo propio de las culturas indígenas de la SNSM ante el Mundo.

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Los autores

Alberto Abello VivesEconomista y magíster en Estudios del Caribe. Ex director del Observatorio de Estudios del Caribe Colombiano y de la revista Aguaita. Actualmente es decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas y director académico de la maestría en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar (Cartagena de Indias). En su experiencia académica e investigativa se ha preocupado por las relaciones de la cultura con el desarrollo regional del Caribe.

Augusto Aleán PicoEconomista, magíster y PH.D (c) de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Ha sido Visiting Fellow de The United Nations Development Programme del Internacional Poverty Centre (2007), y desde enero de 2008 se desempeña como director del Instituto para el Desarrollo (IDe) de la Universidad Tecnológica de Bolívar (Cartagena de Indias), además de ser profesor de la maestría en Desarrollo y Cultura en la misma universidad.

Aarón Espinosa EspinosaEconomista y magíster en economía de la Universidad de los Andes (Bogotá). Es profesor investigador del programa de Economía de la Universidad Tecnológica de Bolívar (Cartagena de Indias) e integrante de la Red Internacional de Desarrollo y Cultura en Iberoamérica y el Caribe.

June Marie MowBióloga, experta en medio ambiente y consultora internacional. Ex directora de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencias y Santa Catalina (Colombia).

Jorge Nieves OviedoLicenciado en Literatura y Lengua Española por la Universidad del Cauca (Popayán). Realizó cursos de maestría en Etnoliteratura en la Universidad de Nariño (Pasto). Actualmente se desempeña como profesor en el área de Estudios Socioculturales y de Semiótica de la Cultura en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena.

Cayetano TorresIndígena arhuaco. Líder de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia). Es miembro de la Organización Indígena Gonawindúa Tayrona en la cual se desempeña como orientador de programas educativos, de salud, de tierras y de medio ambiente. Es gestor de la consolidación del Consejo Territorial de Cabildos de la Sierra Nevada de Santa Marta y promotor de la autonomía de los pueblos indígenas.