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ENCUENTROS NUEVA ÉPOCA Nº 2 REVISTA DEL GRUPO LITERARIO ENCUENTROS SEGUNDO SEMESTRE 2008 CASA DE LA CULTURA TRES CANTOS

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ENCUENTROS

NUEVA ÉPOCA Nº 2

REVISTA DEL GRUPO LITERARIO ENCUENTROS SEGUNDO SEMESTRE 2008 CASA DE LA CULTURA TRES CANTOS

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Eventos

En la pasada Feria del Libro de Tres Cantos, el listón más alto de la presencia de autores consagrados (en calidad, tanto como en cantidad de público presente) lo puso sin duda nuestro amigo Félix Grande, quien nos ofreció en la carpa de la Feria una brillante conferencia titulada “El cancionero anónimo olvidado”.

Digo bien nuestro amigo, por dos motivos: En primer lugar, porque no vino convocado por la empresa a la que el Ayuntamiento cede la organización, sino directamente por nuestro Grupo. Y en segundo lugar, porque el resultado de la reunión fue no sólo gozar de su elocuencia y sus conocimientos en materia tan interesante y bella, sino de su calidad humana, de su sencillez y generosidad rápidamente transmutada en amistad, en el diálogo ameno posterior en torno a una mesa de bar bien servida. Félix se fue de Tres Cantos dejando la sensación de que ya era uno más del grupo, y de que volveríamos a verlo aquí en otra ocasión, más pronto o más tarde.

El cancionero anónimo olvidado. Las coplas

que alguien soltó un día al aire como bandada de pájaros ciegos, sin destino ni memoria, para expresar en tres o cuatro líneas una verdad profunda, una pena desgarrada y sin consuelo. Las coplas que se fueron modulando en la terrible música gutural de la toná, en la letanía exasperante del martinete, en la cascada caudalosa y oscura de la siguiriya.

Con las fatiguitas de la muerte a un laíto yo m’arrimé,

con los deítos de la mano arañaba la paré.

Acabada la función nos fuimos, como ya

he comentado, a disfrutar de su compañía y de la camaradería del Grupo, en esa otra sede social alternativa que viene siendo el bar de Gerardo y Cristina, “Las Cuevas”. Allí compartimos con él un largo rato de charla, anécdotas, lectura de poemas, y celebración del vino.

Dice Félix en el primer capítulo de su “Memoria del Flamenco”: “Echo de nuevo vino en este vaso y bebo. Este líquido, este viejo y cálido líquido, está muy vinculado a la memoria. Está, en consecuencia, vinculado a la vida. Sigo asomado a la ventana y viendo, de algún modo, los viajes, los seres, la millonaria arena del camino, la circulación de esa otra sangre umbilical, mis años, mi fortuna.”…

Volveremos a vernos, estoy seguro.

Germán Ojeda Méndez-Casariego

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PRESIDENTE Germán Ojeda Méndez-Casariego VICEPRESIDENTA Carmen Martín Palacios SECRETARIO Juan V. Amezcua Lanzas TESORERO José Aceituno Medina El Grupo Encuentros se reúne cada jueves en la Sala Juan Bartolomé de la Casa de la Cultura de Tres Cantos, en horario de 19,00 a 20,30 h. La asistencia es libre y gratuita. Algunas ilustraciones interiores obtenidas en Internet. ------------------------------ E Q U I P O COORDINACIÓN Andrés Acosta González PORTADA "La Biblioteca" Carlos Pérez Pestana DISEÑO Y MAQUETACIÓN Lorenzo Martín Cantera IMPRIME VA-IMPRESORES DEPOSITO LEGAL Nº M-8726-2008EDITA Grupo Encuentros www.grupoencuentros.esCOLABORAN EN ESTE NÚMERO: Aceituno Medina, José Acosta González, Andrés Álvarez Quintana, José Luis Álvaro López, María Isabel Caballero Álvarez, Quiterio Collantes Fernández, Alberto Del Rey Alonso, Samuel Espiña Cillán, Elena Fernández de Tena, Antonio García-Quismondo Hurtado, Rodrigo González Alonso, José Miguel Hernández Esteban, Pilar López Gil, Manuel Martín Palacios, Carmen Mayorga Noval, Marcos Ojeda Méndez-Casariego, Germán Orgaz Vigón, María Isabel Pérez Moronta, Elena Pérez Pestana, Carlos Picquot Martín, Nicole Portillo Cuerva, Juan Sánchez Fernández, Rosario Vega Cabello, Juan Bautista Vicioso Ruiz, Ana María SUMARIO Félix Grande y Encuentros.. Pág. 2 Editorial .............................. Pág. 3 Poesía, narrativa y Ensayo ................ Págs. 4-10, 15-22 Homenaje a Van Drell...Págs. 11-14 Colegio Julio Pinto Gómez. Pág. 23 Van Drell en el recuerdo .... Pág. 24

Editorial

Prometimos continuidad, y aquí tenemos el número siguiente. Nuestra revista, el mejor vehículo de expresión de este grupo de amigos interesados por la cultura que llamamos Grupo Literario Encuentros, está otra vez a disposición quienes quieran leernos.

No es precisamente la escasez de textos, la falta de inquietud comunicativa, o las horas de trabajo necesarias para componerla, lo que impide que esta revista aparezca con más frecuencia y amplitud de contenido: No, todo lo contrario; el entusiasmo por participar en ella es muy grande, y se nos acumulan trabajos que inevitablemente quedan reservados para próximas ediciones. No, es otra la causa: Una revista sin publicidad (la ausencia de ánimo de lucro tiene la contrapartida de no contratar con empresas comerciales), apenas con una pequeña subvención del Ayuntamiento de Tres Cantos, tiene un alto coste que limita nuestras pretensiones. Aún así, amigos lectores, nos propusimos una revista con continuidad periódica, de la que este ejemplar es el mejor y promisorio fruto.

Para quienes no nos conozcan, que ya deben ser pocos después de tantos años, les contamos que el Grupo Literario Encuentros somos una asociación de amigos, con una enorme amiga compartida que es la Cultura, las expresiones literarias a lo largo de la experiencia humana, la música como modulación inapresable de esa literatura, la Historia y otras facetas del conocimiento y la conciencia del ser. Nos reunimos en tertulia, muchas veces en forma de conferencia, todos los jueves a las siete de la tarde, en la Casa de la Cultura.

Aunque cada uno de los miembros del Grupo puede tener muy claras sus ideas, y exponerlas en el debate cuando se traten temas conflictivos o que supongan una indagación de perspectivas históricas y su proyección actual, no es nuestra función entrar en el debate político sobre actuaciones administrativas, y menos en el ámbito local, por sus connotaciones. Pero no podemos dejar de señalar nuestra preocupación por el magro resultado de la Feria del Libro 2008 de Tres Cantos, que podemos calificar (como lo hizo unánimemente la prensa local) de fracaso. Casi ningún expositor local, casetas cedidas a empresas comerciales que nada tenían que ver con el libro, escasas ventas, desganadas y con poquísimos oyentes las figuras literarias invitadas, con el bochorno final de Rosa Montero sola en el estrado con el público de espaldas. Con una notable excepción: La presencia de Félix Grande, traído por nuestro grupo (con ayuda financiera del Ayuntamiento, por mediación del director de la Casa de la Cultura), quien convocó más público que nadie para una conferencia magnífica en la que no hubo deserciones. Hay tiempo hasta el año que viene para pensar qué es lo que se hizo mal.

Entre tanto, sólo nos queda anticiparles algunos temas de tertulia para el curso que viene, pendiente aún de cerrarse el programa: Se hablará posiblemente, entre otras cosas, de Bertolt Brecht (leeremos el Galileo), de poesía canaria, de Ingmar Bergman, de Alfred Döblin o de Stefan Zweig.

Y no podemos despedirnos sin dejar un recuerdo afectuoso para nuestro compañero Juan Van Drell, recientemente desaparecido. A él se dedica este número, y las páginas centrales con nuestro mayor sentimiento volcado en ellas.

Te esperamos.

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Para matar tu pena *

.... para matar tu pena yo tengo un jilguero de palabras y un manojo de ruiseñores, un cuchillo de canela y un fusil de hierbabuena, un enjambre de lirios que sangran si lloras, y un huerto de luz para sembrar abrazos, y una higuera antigua que se sabe tu nombre, y en mi poema un sitio para inundarte de alondras, ¡ ay, que para tu pena ! Ibn – Zaydūn

Anda, ve y dile *

.... anda, ve y dile a tu boca que no tiente el umbral de mis labios; anda, ve y dile a tu sonrisa que no enjaule al ruiseñor que la gobierna; anda, ve y dile a tus ojos que no se rían de mí cuando me subyugan; anda, ve y dile a tu corazón que no se esconda cuando yo lo sospecho; anda, ve y dile a tu mano que no tiemble cuando barruntan abrazos; anda, mujer, ve y dile a la mar que me haga naufragar en tu regazo, anda, ve, y no esperes más. Ibn – Zaydūn * Canción para Wallāda

Como aprendiz de poeta tomé el papel, la pluma y una brizna de mi alma que verter. Como aprendiz de poeta tomé una pizca de mar también. Y de las nubes la mirada, y el vaivén del péndulo de aquel reloj en la pared. Como aprendiz de poeta te busqué. Carlos Pérez Pestana

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Necesidad Nunca mis manos tuvieron tanta necesidad de acariciar, ni mis labios tanta necesidad de besar, ni mis ojos tanta necesidad de mirar, ni mis oídos tanta necesidad de escuchar, ni mi mente tanta necesidad de comunicarse, ni mi cuerpo tanta necesidad de ser abrazado. ¿Y nada podrá llegar a ti? ¿Y todo se quedará en el aire? No me extraña que a veces el aire susurre cosas maravillosas. No me extraña que a veces, sin saber por qué, mi corazón tiemble, y sin saber por qué, mis ojos lloren; Y es que en el aire ¡hay suspendidas tantas cosas!

Pilar Hernández

Nubes en junio Lluvia bendita, beneficiosa. Agua cómplice de la naturaleza, que transforma en esmeralda la pradera a los pies del imponente Guadarrama. Con traje primaveral de gala, salpicado de espliego malva y amapola, perfumado de tomillo y de manzanilla el duende renovador de la primavera se apodera de las mejillas de la campiña. Cadencia tranquila del tiempo que pasa. Murmullo eterno de la onda, donde los rayos del sol se vuelven escarcha y el latir de la tierra conmueve a quien lo escucha

Nicoletta

Agur amor

Ahora voy menos a verte. Tuve que espaciar mis visitas porque ni me daba el infarto deseado ni la

angustia de las lágrimas secas me consolaba. Cada tres días vuelvo a tu lado para recordar tu risa, tu ternura, tu amor. Si por un momento refulge el sol, espero ilusionada que el rayo me haga un guiño que caliente un instante mi alma angustiada y me indique que aún estás ahí, que todavía estás aquí conmigo. Cuando el celaje de nubes negras tapa la luz, me repliego sobre el suelo suplicando que esa oscuridad embadurne mi cuerpo y acabe de consumirlo para siempre. Durante ese momento eterno desearía que toda mi alma y todo mi cuerpo atravesaran la tierra para cogernos de la mano y sumergirnos en las puras ondas etéreas incontaminadas y limpias de todo odio humano y de toda violencia. Cuando regreso, la congoja me ahoga físicamente y querría dejar de respirar, pero nunca lo logro. Al bajar la pendiente del cementerio y darle la espalda al mar, siento que me alejo otra vez de tu lado, hasta que el próximo día te busque con desesperación donde yacen tus restos despedazados por la bomba lapa terrorista que te apartó de mi lado para siempre. Y me quiero morir, pero no me muero. Y quiero llorar, pero no puedo. Y la desesperación y la impotencia me abruman y me hieren, pero nunca lo bastante como para enloquecerme.

Mis lágrimas se secaron el día que quise meterme contigo en tu último lecho, para recomponer tu cuerpo y acompañarte en tu último viaje. Pero no me hiciste hueco.

Y aterrorizada recomienzo desde mi orilla angustiada el viaje inacabado hacia el océano amargo donde se va diluyendo mi odio y aumentando mi soledad.

Amor, ¡qué sola y qué desvalida me siento sin ti! Porque te sigo queriendo con toda mi alma. Agur amor.

Alberto Collantes Fernández

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Francisco de Goya y Lucientes. Los desastres de la guerra (1810-1815).

Francisco de Goya fue un creador de larga vida, a caballo entre dos siglos y coetáneo de los acontecimientos que conmocionaron Europa y España entre 1789 y 1815. En su fecunda personalidad fluyen un caudal de experiencias: los cartones para tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara; su trabajo en la Real Academia de San Fernando, que le abrió las puertas de los círculos ilustrados y económicos más influyentes, a quienes retrató con elegancia, refinamiento y aguda caracterización psicológica (los Duques de Osuna, el banquero Cabarrús, su amigo Jovellanos, los Duques de Alba); su privilegiada situación como Pintor de Cámara de Carlos IV, hizo posibles los retratos ecuestres de Carlos IV y Mª Luisa, el gran lienzo de la Familia de Carlos IV (1800-1801), los cuadros de la Condesa de Chinchón y las Majas; algunas series de grabados y las pinturas negras de la Quinta del Sordo, ofrecen las imágenes más sombrías en las que asoman los oscuros terrores y pesadillas del subconsciente. Entre esos estilos, aparentemente múltiples, descubrimos las crisis históricas o personales que le inspiran, como la grave enfermedad que le dejó la secuela de la sordera.

¿Cómo afectó a Goya, un anciano sordo de 60 años, la irrupción brusca de la guerra? En la portada de la serie Los Desastres, titulada Los

tristes presentimientos de lo que ha de acontecer, Goya nos muestra un hombre-Cristo arrodillado, cuya iconología laica es la del hombre solo frente al caos de la existencia, de la realidad española que precedía a la invasión. Los sucesos de 1808 provocaron una conmoción nacional que alteró la vida cotidiana. La rutina se tornó en alboroto: ¡Qué alboroto es éste! fue una frase dicha por un oficial francés ante la desesperación de las mujeres al ser requisadas sus cosechas. La guerra invirtió los valores y virtudes humanas de sociabilidad y compasión y los degradó en depredación y crueldad, que la estampa 81, Fiero monstruo, resume con la alegoría de una rata gigante vomitando cadáveres y haciendo temblar y llorar a los seres humanos.

Goya vivió en Madrid el estallido del 2 de Mayo; entonces, sus convicciones liberales e ilustradas, cuyo modelo venía de Francia, se tambalearon ante la presencia de los ejércitos napoleónicos y los abusos y crueldades que cometían sus soldados. Esa crisis personal la transforma en lucha, como testigo y víctima (incluso se autorretrata en las láminas, Caridad y Si son de otro linaje); sin embargo, no adopta una posición extremada o patriotera, porque le duele la guerra y la violencia en sí mismas, vengan de donde vengan: tan odiosos le parecen los franceses, ejecutores sin rostro en la estampa Con razón o sin ella o violadores salvajes en No quieren y en Ni por esas, como algunos españoles a los que llama “populacho”. Goya va a Zaragoza, llamado por Palafox, para preparar un cuadro sobre los “sitios”; no lo acabó, pero algunos de esos dibujos y pinturas pudieron inspirar estampas como ¡Qué valor! (imagen solemne de la heroína Agustina de Aragón), o las dedicadas a las columnas de seres despavoridos desplazados por el conflicto, que su retina retuvo y su buril grabó en Yo lo ví y Y esto también. A su regreso a Madrid, Goya sigue siendo el pintor de la Corte, presta juramento a José Bonaparte, y sus servicios como retratista fueron requeridos por franceses, españoles colaboracionistas e, incluso, por Wellington, en 1812.

Las estampas: medio de comunicación y obra de arte. ¿Cómo influyeron los acontecimientos en su creación y difusión?

Goya conocía, por la experiencia de Los Caprichos, el poder de difusión de las ideas que la estampa tenía. En la Escuela de grabadores de Carlos III había aprendido las técnicas del aguafuerte y aguatinta, que solía completar con retoques de buril o punta seca; y la monocromía era idónea para conmover y dar verosimilitud a los hechos.

Hay diferencias formales y de composición en las láminas, pero también hay rasgos comunes: unos pocos trazos para definir lo esencial del tema, la función expresiva de cada línea, mancha o claroscuro, y esos rostros de los personajes que transmiten lo que sienten y dialogan entre sí con la mirada.

Goya hizo los grabados en la clandestinidad; al acabar la guerra, en 1814, el Consejo de Regencia le encargó los lienzos: la Carga de los Mamelucos y los Fusilamientos del 3 de Mayo; de éste último, hizo estampas parecidas, Y no hay remedio (la misma mancha blanca del fusilado que expresa el sufrimiento ciego y

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los soldados sin rostro), o No se puede mirar (visión muy cinematográfica de un fusilamiento: un “fuera de campo” de los ejecutores, de los que no vemos más que los cañones de sus fusiles, y un fuerte contraste lumínico que enfoca a las víctimas). A su regreso, Fernando VII, El Deseado, implantó un régimen oscurantista del que Goya hace una amarga reflexión política en el grabado Nada (Ello dirá): de “nada” ha servido tanto sufrimiento y muerte pues la balanza de la Justicia continúa desnivelada. La sublevación de Riego y el Trienio Constitucional despertaron cierta ilusión en el artista, visible en la alegoría de la última lámina, Esto es lo verdadero (un hombre, símbolo del trabajo, y una mujer, símbolo de la paz, se acercan para conversar; paz y trabajo se abrazan y juntos engendran la abundancia: gavillas de mies, cestos de pan, barriles y frutas). El título inicial de la serie fue Fatales consecuencias / de la sangrienta guerra en España / con Bonaparte / Y otros caprichos enfáticos / en 85 estampas / inventadas y dibuxadas y gravadas / por el pintor original / D. Fco. De Goya y Lucientes, pero cuando la Academia de San Fernando compró las planchas y publicó la primera edición en 1863, las tituló Los desastres de la guerra.

Los Desastres: la memoria histórica de la Guerra de la Independencia Goya sigue un criterio temático pero no hace una narración diacrónica de los hechos, sólo subraya la

ilación de los mismos con los epígrafes; estos comentarios lapidarios le sirven para implicar al espectador en la escena: sobre los fusilamientos dice No se puede mirar; acerca de los heridos expresa Aún podrán servir; sobre la tortura y los ajusticiamientos anota No se puede saber por qué; y ante el hambre de Madrid, con sus calles llenas de cadáveres y mendigos, exclama ¡Cruel lástima! o ¡Madre infeliz!. El tiempo es ambiguo, no se sabe el momento del día ni la estación, pero ha construido un tiempo interno al componer las facetas de la guerra (Lo mismo en todas partes). El espacio interior y exterior es equívoco y la acción puede referirse a cualquier guerra.

Pero, a lo largo de las 82 estampas, Goya va componiendo un relato coherente de este periodo histórico: Primero la lucha sangrienta y sus atrocidades. Luego, la miseria, la enfermedad y el hambre que vivió Madrid, entre 1811 y 1812, la insolidaridad de los poderosos y la muerte silenciosa y anónima de los abandonados (Muertos recogidos o Carretadas al cementerio). Por último, la caída de Napoleón (El buitre carnívoro, símbolo del emperador arrojado de España por el pueblo español), la heroica resistencia de los liberales españoles y el triunfo del absolutismo fernandino, en 16 estampas alegóricas llamadas Caprichos enfáticos. En ellas, los animales parlantes le permiten satirizar la represión, el desprecio a la Constitución de 1812, el ambiente cortesano, los viejos vicios, la ignorancia y la beatería: así lo vemos en ¡Esto es lo peor!, Gatesca pantomima, Farándula de charlatanes o Murió la verdad. La serie ha pasado a la memoria colectiva como una crónica universal de denuncia de todas las guerras, que perpetúan la irracionalidad y los más bajos instintos (Miles gloriosus, ¡Grande hazaña!, ¡Con muertos! o Lo merecía), de la dualidad humana por las situaciones paralelas y opuestas que plantea sobre quiénes son los verdugos y las víctimas, en ambos bandos (Con razón o sin ella), sobre el papel de las mujeres (víctimas, en Las mujeres dan valor; o heroínas en Y son fieras), de los religiosos, ….; sólo los niños son siempre víctimas inocentes que lloran o corren asustados detrás de los soldados, sin entender nada.

María Isabel Álvaro López

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Cuando me haya ido

Cuando me haya ido

no quedarán las palabras que no dije. Recuérdame,

con el viento fuerte de la cumbre. Escúchame,

en el silencio de la nieve bajo la niebla. Háblame,

ante las rocas mudas que todo lo han visto. Seréname,

al acariciar tus manos el agua de los arroyos. Cuando yo me vaya olvida lo que fui.

Recuerda tan sólo lo que amé, cuando me haya ido.

Invitación a la Dehesa Bonita Preparad unos versos para leer en la confortable senda que se adentra en el bosque, en la intimidad de la

acogedora sombra de los avellanos. Y otros versos para el bosque profundo que se enmaraña de troncos abatidos y ramas que se entrecruzan, entre los que se elevan árboles centenarios arropados de líquenes y musgos. Leeremos vuestros poemas más sentidos en las oscuras gargantas que se ocultan en la profundidad de los barrancos, donde el agua de los arroyos pierde su soberbia y se hace quieta y seductora. Allí, entre las rocas oscuras y húmedas, sobre el suelo mullido por miles de hojas y en la penumbra de los árboles que miran sin verse a las charcas sin fondo, sólo existe la luz que brota de los helechos, y el tiempo parece enloquecer. Hablad en esos santuarios de vuestras ilusiones caídas y de vuestros anhelos no alcanzados porque el bosque os devolverá consuelo y esperanza. Reservad vuestros versos más exultantes y alegres para el esplendor de luz y color que desde los riscos más altos os devolverán las copas de los árboles. Dejad vuestros versos de cálido erotismo para las dehesas que se abren a la sensualidad del sol y del viento. No paséis de largo ante mis queridas rocas y amados árboles: abedules, robles, serbales, avellanos, mostajos y tantos otros hermanos que os esperan inmóviles pero no insensibles. Habladles de vuestros sentimientos, pues os devolverán paz por ira, sosiego por pena e ilusión por indiferencia.

Y si por casualidad la niebla decide inundar al bosque, no os aflijáis, dejaos llevar por la fascinación de lo irreal.

José Aceituno

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Recuerdo Vuelvo a la montaña,aún resuenan tus pasos por los canchales,los regatos y fuentes camino del estío, y que un día calmaron tu sed, aún sonríen con tu recuerdo. El pinar sigue perenne ofreciendo su sombra eterna esperando tu paso, pero el hayedo y el robledal... con sus brotes de primavera, lloran inciertos sin saber que no buscarás su abrigo. El eco de los valles ha quedado mudo, ya no refleja tus risas ni tus canciones. Y para mí, todo es como un desierto, sin ti ya no hay nieve, ni flores, ni trinos, los ríos discurren secos, las mariposas se tornan grises, y la naturaleza muere conmigo... ---con tu recuerdo

En silencio No sé si guardar silencio, pues cuando leas mis versos, no serás mi linda amigano serás "la flor y el beso". Ya no cantarás conmigo ya no serás mi consuelo, pero ya no importa nada, poco a poco te vas yendo. No caminarás conmigo por los montes ni los sueños, por tenerte junto a mi dediqué tiempo y esfuerzo, pero si tú ya no estás, ¡para qué seguir creciendo! Lo que no podré dejar, es tu imagen, tu recuerdo. Piensa en mí cada día, un minuto, poco tiempo, hazme una señal que diga que me quieres en silencio..

Metáfora

No llores cuando no cantas, no te rías del poeta

por que tú eres mi música, por que tú eres poema.

Rodrigo García-Quismondo Hurtado

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Historias de Julia - Cada día - Julia, cada día, empezaba su jornada con un desayuno en un bar cerca de su oficina. Era una rutina que la ayudaba a afrontar con mejor ánimo el día de trabajo que tenía por delante. En el bar, frente a la barra, había cuatro mesas, donde las personas que no tenían mucha prisa desayunaban con más calma. Cada día se sentaba en la misma mesa, y cada día veía a las mismas personas, sentadas también en las mesas siguientes; una mujer con abrigo de cuero, una pareja extranjera y en la última un hombre mayor, de unos 70 años, alto y de gran corpulencia, con pelo canoso, escaso y muy corto, semblante amable, siempre con traje y corbata, con elegancia y unas formas de moverse por el bar que le hacían pensar en algún parentesco con el dueño.

Cada día, cuando la mujer del abrigo de cuero entraba en el bar se oía ¡Buenos días! en un tono de voz tal que lo podía escuchar cualquier persona que estuviera allí, haciendo que subiera el murmullo generalizado del ambiente. Sin dejar de hablar con los camareros y algunos de los que coincidían cada día, comentaba y se reía hasta que le servían el café con churros y callaba.

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La pareja extranjera no despertaba en Julia ninguna inquietud. Con la piel ligeramente oscura y rasgos un poco mezcla de rumanos y marroquíes, no podía asegurar de qué país eran. Cada día llegaban al bar, se sentaban en su mesa, apenas hablaban entre ellos, y cuando lo hacían, era en un tono tan bajo que sólo conseguía escuchar que no era en su mismo idioma. El hombre del traje (ese era el nombre que Julia le daba en sus pensamientos) cada día cogía el periódico que estaba al final de la barra, le servían un café con leche y se sentaba en su mesa. Sin prisa abría el periódico, sacaba una pluma del bolsillo interior de su chaqueta y escribía en los márgenes de las noticias, subrayaba alguna palabra y

desayunaba con una tranquilidad que la hacía pensar que ese era, realmente, su trabajo. Julia se fue acostumbrando a esta rutina y esperaba, cada día, la llegada del hombre del traje, llegando a pensar en un nombre y una historia para él. Pensó que dada su corpulencia le pegaba el nombre de Miguel; no sabía por qué, pero le parecía el nombre adecuado. Después comenzó a forjar la historia de su vida y pensó que seguramente fue el dueño del bar, y que con el paso de los años traspasó los poderes y las responsabilidades a sus hijos, sin desvincularse de su compromiso de ir, cada día, al bar. En una ocasión, cuando Julia volvía a su mesa después de coger el café, comprobó con sorpresa que en lugar de escribir en los márgenes del periódico, Miguel estaba haciendo unos garabatos y dibujos extraños y que no subrayaba ninguna palabra en los artículos. Le extrañó tanto que empezó a preocuparse por el estado de ánimo que aquel hombre pudiera tener. A partir de entonces pensó “algo le pasa”, y comprobó que, efectivamente, no tenía buen aspecto; le notaba muchas ojeras, y sus andares eran más lentos y cansinos. Pasados unos días, un camarero le sirvió el café y le acercó el periódico, a la vez que le preguntaba ¿Cómo se encuentra hoy, Don Luis? me ha dicho su hijo que estaba de médicos. ¡Don Luis! Vaya chasco, en el nombre se había equivocado, pero en la historia había acertado plenamente. Desde ese día, Don Luis fue apagándose como la luz de una vela. Se le notaba más cansado, con peor aspecto; ya no vestía traje y corbata, llevaba unos pantalones vaqueros y una camisa y se notaba que, cada día, le quedaban más grandes. ¿Es que nadie se preocupaba por él? ¿Ninguna persona, aparte de ella, notaba el deterioro de su estado? Sentía mucha pena de verle así, era como si tuviera enfermo a su abuelo y no pudiera hacerle una caricia o darle una palabra de ánimo. Un lunes estaba ya sentada esperando el café, y comprobó que Don Luis no había llegado. Le extrañó tanto que se atrevió a preguntar al camarero por él, temiendo lo peor. Efectivamente, le dijo que había fallecido el sábado anterior, y habían cerrado el fin de semana. Julia pagó el café pero no fue capaz de tomarlo; no podía tragar porque la pena le apretaba la garganta. Salió del bar y caminando hacía su oficina, como cada día, las lágrimas le corrían por sus mejillas sin poder ni querer controlarlas. Había sufrido un duro golpe. Julia no volvió al bar.

Menchu M.

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El color perdido Se me ha perdido un color. Yo no sé donde buscar. He caminado descalzo por valles y por montañas y no lo puedo encontrar. Le pregunté al arco iris si sabía dónde podía mirar para saber encontrar el color que me faltaba, pero él me preguntó que ¿cuál era el que buscaba? Le dije ... el color de la amistad. ¡Oh! ese no lo tengo aquí. En el mundo no lo encontrarás. Es un rarísimo color, conseguido con mucho afán. Mezclando con el corazón, admiración, respeto y cariño. En el mundo de los vivos, eso no se suele dar. Desesperado, atónito, dolido y bastante alicaído, subido en el arco iris viajé hasta el infinito, donde habita el talento y alguna vez, de cuando en cuando, el respeto y la amistad. Allí, mi admirado compañero y amigo Juan Van Drell, inventor de mil colores, seguro que lo tendrá. Donde estés querido amigo, mi respeto y mi amistad irán contigo.

Juan de Madrid (Mayo de 2008).

Como si la escarcha Como si la escarcha cubriera la tierra un cegador albo de luna sin piedad nos hiere nuestros sentimientos. Alzo la cabeza para reclinarla de inmediato al identificar tu muerte. No, no es la amistad quien no muere. Serás siempre recordado por tu pintura, por tus poesías y por tu persona

Elena Pérez Moronta (Junio de 2008).

Aspirante a Haiku en honor de Van Drell

Pincel, colores,

fundidos con tu alma. Van Drell eterno

Ana Vicioso Ruiz

(Junio de 2008).

A la muerte de Juan M. Van Drell

Invoco al pintor Van Drell, que viajero empedernido un nuevo viaje ha emprendido sobre invisible corcel. Un caballete, un pincel... cien útiles (se imagina), de la amada disciplina, (siendo toda su ilusión) ¿en penosa confusión...? Qué corcel fue, ¡se adivina!

Samuel del Rey

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El poema niño A Van Drell, en su largo sueño infantil.

Madre soledad, no conozco tu cara; sólo la noche, y detrás adivino el alba. Madre ausencias, yo sé que estabas cuando lloré mi primer llanto; sé que me proteges con tu calavera de niebla y tu bastón de mármol. Busqué tu rostro en la multitud hambrienta, y encontré huellas en el aire, caminando hacia atrás. Madre silencios, yo sé que lloras en secano gruesas lágrimas de arena cayendo en la clepsidra; y que te reafirmas, y te empecinas en erigirte, estatua de sal, sombra morada, amanecer sin sueño. Madre antigua que caminas el papel gastado: Yo cruzaré contigo de la mano y será bienvenido el día, tiernamente azul, ajeno, enamorado.

A un pintor de sueños vivos

Nació en la Barcelona renaciente (obrera y señorial, roja y galana, levantisca en su flema catalana), y bebió el arte, el seny, en esa fuente. Quiso entender el mundo, adolescente, y con pincel tradujo a luz humana el vasto sol que ardía en su ventana y el tortuoso volcán del inconsciente. Salió al mundo, dejando Barcelona, navegó el desierto, curtió su piel, y arribó a este lugar que hoy no abandona. Por eso, este arduo verso es para él: ¡Que siguis molt bé, amb la teva dona, tú, el meu amic, Juan María Van Drell!

Germán Ojeda Méndez-Casariego (Marzo 2008)

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Pintor y poeta (a Van Drell)

Poeta del espacio entretejido, la luz, teñida en sombra, es tu palabra. Tus versos, de color enloquecido, dibujan los perfiles de un poema, haciendo mariposas de una espada. Las dulces ninfas, suaves terciopelos; las aguas lentas, sedas desgarradas, emergen en tus lienzos como sueños, cuando son por tus manos conjuradas. Tú creas dimensión al infinito. Descubres horizontes en la nada. Encierras un segundo en acuarela

y, en la tormenta de ocres, una estela ilumina a una yegua enjaezada. Cuando la ausencia busca en el recuerdo, alguna imagen que levante el Alma, ¿De qué silencio arrancas querubines que tus pinceles mueven como alas? Van Drell, tus manos hacen poesía, y mis palabras pintan sentimientos buscando la Razón de cada día.

XL Ferreiro (12.3.89)

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A Juan María Van Drell, pintor universal, distinguido como “Personaje Encuentros” en la cena floral celebrada el 25 de septiembre de 1999.

Hoy quiero homenajear a un pintor, ya pelo cano, y a cuyo pincel aclamo que no deje de pintar. Es pintor universal, pues así se determina al pintor lo que imagina, con gran creatividad. Tú, pintas la poesía; como esa mano ninguna, yo hago algo con la pluma lo tuyo yo no sabría. Tú, que pintas los paisajes dándole rayos de sol; tú, que pintas con destreza pájaros enamorados. Tú, que pintas de la tierra todo lo que ves, soñando, pero tu pincel borrando todo el color de la guerra. Tú, que pintas de las flores toda la belleza suma y a las aves con su pluma; tú, que haces ruiseñores. Tú, que pintas golondrinas y alondras, la fauna entera y con tu mano certera dibujaste las espinas.

Ese don de tus pinceles que dibujan mariposas volando sobre las rosas, posándose en los claveles. Los detalles del planeta aunque no habiten en ella; pues vi bajar a una estrella que iluminó tu paleta. Pintas el trigo encerado y olivos de tierra santa, verde, amargo en mi garganta. Pincel inmortalizado. Una vez más al caballo retratas y al toro bravo, rejones, desmelenado, como disparos de rayo. Píntame el tren que yo quiero, con su trepidar, vaivenes, grandiosa estación y andenes, que quiero ser un viajero. Píntame aquella verbena que vivieron sus andenes; ¡qué trajín de hermosos trenes! en la estación de Marchena. Que tu pincel es capaz de darme cuanto yo quiero, ¡ay, qué pena si yo muero! con verlo descanso en paz. Con un fuerte abrazo de este amigo,

Juan Bautista Vega Cabello (Tres Cantos, septiembre de 1999)

Hoy, 10 de abril de 2008, fieles a tu memoria, Juan Mari, cuando echamos en falta tu presencia y tus opiniones certeras y razonadas.

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En el tren

El tren arrancó en el momento en que un joven de unos treinta años, alto y delgado, entraba en el compartimiento.

Preguntó a las dos mujeres jóvenes si se podía sentar allí. -Sí, cómo no -le dijeron. Junto a ellas, viajaban dos niños. Tras una media hora de viaje, el joven se dirigió a los niños: -¿Habéis visto alguna vez una pistola de verdad? -No -le contestó uno de los niños. -Pues yo llevo una en la maleta. ¿Queréis que os la enseñe? La madre de los niños, muy sorprendida, se apresuró a responder: -No, no hace falta El joven no la oyó, mejor dicho, no la quiso oír y, levantándose, cogió la maleta, la abrió y sacó una pistola. -¿Queréis cogerla? –dijo, alargándosela a los niños. Los niños se encogieron en el asiento. No se atrevían a moverse. Las jóvenes señoras, asustadas, no pudieron

articular palabra. -No tengan miedo, señoras, por favor. La pistola no tiene balas. Cuando viajamos de paisano, fuera de servicio, le

quitamos el cargador y nos aseguramos que no quede ninguna bala en la recámara. Mientras hablaba, el cañón de la pistola se dirigía a la señora que estaba sentada enfrente de él. Ésta, con los ojos desorbitados, le pidió:

-¡Por favor, apunte usted para otro lado, aunque la pistola no tenga ninguna bala! No acababa de decir esto, cuando un terrible trallazo resonó en todo el vagón.

Metafóricamente (En el tren)

Comenzó a moverse como una serpiente larga y obscura, abandonando lentamente la estación, al tiempo que un famélico mancebo, tan largo y delgado como un lapicero, interpeló a sus acólitos de tránsito, solicitando venia para dejar caer sus reales posaderas.

Cuando el tiempo se habría deslizado por la mitad de una hora, la dualidad de lápiz quiso exhibir su pipa a unos infantes que allí se encontraban.

Con vasto canguelo, los itinerantes miraron aturullados al desgalichado púber. Este quiso apaciguarles, ratificando que la pipa, exenta de carga, no tenía ni chicha, ni limoná. Dicho esto, la pipa vomitó con gran estrépito, vaciando sus tripas e inundándolo todo Palabras compuestas (En el tren)

Un larguidelgaducho mozalbete, circunvalando los treinta, adentrometióse en un multicompartimental tren y sacoexhibió a ojos vista sus pertenencias: Un negrodisparador revólver. Con tan mortíferonegroide artefacto el supermiedo cundió entre los variopintos viajeros.

El los tranquimanejó, queriendo amainoapaciguar su pavor. De pronto un horriestrepitoso, tímpanodestructor fogonazo se expandió por el vagón.

Rosario Sánchez

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Qué podemos hacer por los artistas James Houston, el descubridor de la escultura esquimal, organizó en 1949 una exposición en Montreal con las figuritas talladas en piedra o hueso que los inuit elaboraban como parte de su vida cotidiana. Ante el éxito de la exposición, Houston plantea a algunos esquimales especialmente dotados como Oshaweetok que se dediquen en exclusiva a tallar estas figuras. Le miraron sin comprender: ¿dejar de cazar focas? ¿modificar su vida entera para pasarse el día tallando piedras o huesos? “Los artistas hacían, una, dos o tres obras y luego abandonaban”, parece lamentarse Houston en su libro Memorias del Ártico. Poco después, consigue crear una cooperativa esquimal para canalizar estos productos e introduce algunos elementos nuevos como la técnica del grabado. Así, finalmente consiguió que algunos de ellos se dedicaran al Arte como forma principal de sustento. Quizá pueda utilizarse este ejemplo para hablar de nuestros artistas. Desde el romanticismo, el Arte ha pasado a ocupar un lugar social impensable en siglos anteriores. Hombres y, en menor medida, mujeres de los países más desarrollados dedican todo su esfuerzo y vitalidad a escribir, pintar o crear objetos que sabemos son por completo inútiles. Ninguno de ellos nos servirían en una situación de necesidades básicas y la imagen de quemar libros para calentarse en un invierno gélido ha sido usada hasta el empacho. Necesitamos de obras creativas en otro sentido, de otra manera. Así que, cuando disponemos de recursos económicos para pagar al artista y de ocio para disfrutarlas, consideramos que esas obras no tienen precio. Que su precio en dinero es una convención grosera, porque El Danubio de Claudio Magris o Madrid desde Vallecas de Antonio López o escuchar a Cecilia Bartoli; ¿acaso puede encontrar equivalencia en términos de dinero? Es que el Artista tiene que vivir de algo, y tiene que vivir al menos holgadamente para que tenga tiempo para crear. Y en algún momento, el esquimal decide que ser artista-esquimal, tallar huesos, vale la pena. En muchos casos, no hay sin embargo perspectiva alguna de ganarse la vida con ello, pero Van Gogh enloquece hasta comerse sus pinturas, despreciado por los críticos y la verdad, escasamente reconocido en vida. ¿Por qué un hombre vive en el rechazo y la miseria por pintar, escribir, crear? Los Artistas tienen algunas características personales aún más interesantes que su supuesto don divino: una voluntad inquebrantable, una envidiable confianza en sí mismo, una capacidad de sufrimiento físico extraordinaria… ¿Cuántas de estas cualidades son de temperamento y cuántas de carácter, forjadas en un entorno, deliberadamente reforzadas en sociedad? Los estudiosos del carácter de las personalidades geniales han intentado establecer diferentes ámbitos en los que se les permite experimentar en un entorno seguro: el materno, el familiar, el de su grupo social. Que no funcionan como compartimentos estancos, pero que gradualmente posibilitan que el niño, el joven y finalmente el adulto, esponje su yo.

Entorno favorable En ellos y paso a paso, se cristaliza un López, un Magris, un Barceló. Una combinación de cualidades personales y

medio social. Es fácil reconocer en cuál de ellos, las mujeres han sido frenadas en seco. Como los esquimales, la pintura o la escritura eran siempre actividades complementarias de su vida doméstica, de su vida cotidiana, pero ¿sacrificar esposos e hijos a pintar árboles o tallar mármol? ¿Acaso no creaban ya en la maternidad? Dar a luz niños, criarlos y educarlos, eso sí que es una tarea creativa e importante, les han repetido constantemente. Los hombres crean, frustrados, por no poder dar a luz hijos, dicen algunos. Así que las mujeres biológicamente dotadas para crear desde que nacen, raramente podían ser alentadas a dedicarse a tiempo completo a algo semejante a pintar flores o esculpir piedras. ¿No es acunar a un hijo algo infinitamente más importante (para una mujer, claro está) que cualquier otra tarea en la vida? Así que, hombres y mujeres, parecían caminar en siglos distintos en consideración social con respecto a sus vocaciones artísticas. Unas no parecían haber salido de una suerte de Edad Media en la que, como el esquimal, era incapaz de concebirse sin un entorno doméstico, de vida cotidiana. Pero ahora, pensamos, todo esto ha cambiado, las mujeres pueden por fin vivir una vida vocacional dedicada al Arte. Dejemos aquí este lugar común, que nos llevaría a incómodos asuntos sobre las tercas y persistentes diferencias de género. Un Artista, tanto si es hombre como mujer, se presenta en nuestra vida contemporánea como un individuo capaz de elaborar obras sublimes y que hasta el último aliento vital debe expirarlo creando. Y en esa dedicación monacal, es socialmente alentado a que todo sea subsumido, todo le sea perdonado. Mísero con sus hijos, déspota con sus parejas, detestable en su vida cotidiana, irresponsable en sus compromisos sociales. Los privilegios llevan aparejadas responsabilidades, menos, nos decimos sin dudarlo, con los artistas. En nombre de un cuadro, de una sinfonía o una novela, estos individuos pueden ser insoportables en su trato con sus semejantes o dar la espalda a la sociedad en la que viven. Y nosotros, los oyentes, los lectores, los receptores de su obra debemos disculparlos. En las sociedades

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democráticas muchos de ellos reciben dinero público, se les entregan premios sustanciosos y se les procura un reconocimiento constante. Sin embargo, se sienten libres de cualquier responsabilidad frente al otro y frente a todos: sólo se deben a su Arte. A nadie se le ocurre decir que en cierto sentido y más que nunca, deben ocupar un lugar social. Y que tienen el ejemplo de muchos otros cuya vida y obra se compenetran en un enriquecimiento de verdadera dimensión humana. Cuando hubo que ser generoso en el amor lo fueron, cuando tuvieron que alzar la voz, lo hicieron. Kenzaburo Oé, Bach, Arundhati Roy o Rubens y tantos otros muestran que el Artista puede vivir su obra, y enriquecerse de ella como persona. Es una curiosa paradoja que mientras algunos textos nos confrontan con nosotros mismos a los no-Artistas, a ellos, a los propios creadores, parecen no servirles de nada.

¿Qué podemos hacer, nosotros, por los artistas? ¿Qué podemos hacer, nosotros, por los artistas? Quizá decirles que el Arte no lo es todo y que bien podemos esperar o prescindir de algunas creaciones si ellas llevan aparejadas tanto sufrimiento propio y de otros. Que puede, quizá, elaborar unas cuantas piezas porque la cantidad en el arte no tiene sentido, y hacerse visible socialmente. Frente a un mundo lleno de intereses espurios, mercantilizado y con múltiples universos de sentido, ellos con su ejemplo: su vida interior, su certeza de una tarea, su inquebrantable confianza en las propias capacidades; pueden ser un buen faro, un ejemplo. En 1640 Rubens escribe a su discípulo y casi hijo adoptivo, Fayd’herbe felicitándole por su reciente matrimonio. El joven tiene un encargo de trabajo pendiente. La carta que se ha conservado, repleta de afecto dice: “Mi esposa y yo, junto con mis hijos, os deseamos sinceramente a vuestra amada y a vos toda la felicidad y el contento más absolutos y duraderos. No hay ninguna prisa por el niño de marfil, ya ahora tenéis entre manos otra labor infantil más importante”. Rubens sabe que los recién casados han de vivir su gozo, y que una figurita tallada puede esperar frente a la alegría de dos jóvenes esposos. ¿Qué otras obras de Arte se producirían con una sociedad de actitud rubensiana con el Artista? ¿Contribuimos nosotros, de alguna manera, con la mitificación del arte, con la insistencia en las capacidades divinas, con nuestra indulgencia a reforzar algunos de los rasgos más espantosos del Artista?

Maribel Orgaz Vigón.

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La claraboya Con todo cuidado, mi padre enrolla el colchón de borra de su cama, siempre agachado porque la altura, en esa parte de nuestra casa, es de un metro. Las gotas de sudor resbalan por su cara, caen de la frente. Mes de Julio. ¡Qué calor hace! El calor que deja las cosas quietas, que sofoca. El tejado, al recibir todo el día el sol de plano, transforma la buhardilla en un pequeño horno. Nuestros ojos acompañan absortos cada uno de sus movimientos. El cocido, en el puchero, ¡huele a hierbabuena! La claraboya es cuadrada, tiene sesenta centímetros de lado. Está en el techo del pasillo de comunicación, encima de nuestra puerta. La silla, (hay otra, pero tiene las patas todavía más sueltas), es colocada debajo. Subido en ella, el colchón en forma de tubo, que pasa con facilidad por el hueco, es depositado tras un golpe seco sobre las tejas ardientes. Ahora los pies se despegan en parte, del asiento. Con los brazos levantados y las manos agarradas al borde del recuadro, su figura desaparece. Seguimos escuchando la voz. ⎯ Voy a dejarlo extendido. A la noche, el techo de nuestro cuarto va a ser el cielo lleno de estrellas.

El resto del día pasa lentamente, tan despacio que la oscuridad no parece llegar nunca.

⎯ Papá, ¡si no tiras más yo no consigo subir! Es que la barriga de mi madre está enorme, nuestro

hermano va a nacer dentro de un mes, por eso le cuesta tanto trabajo pasar. En medio de los esfuerzos, su risa como tintineo de campanillas amortecido, suena.

Hablamos bajo. Pedro que esperaba su vez encima de la silla, es

levantado ahora. ¡Llega mi turno! La curiosidad casi no me deja

respirar. ¡Qué pena! Nuestra aventura fantástica, ¡no la podemos contar a nadie! ...

Distingo claramente, dos sombras echadas. Siento una de mis piernas amarrada a la cuerda. Todos nosotros sujetos a ella. Entre una atadura y otra, un pedazo libre para facilitar los movimientos.

¡Estamos seguros! Si durante la noche, alguno resbala, nunca caerá al patio porque los demás lo impediremos.

¡Aquí no hace calor! ... ¡Qué cerca del cielo!, ¡casi lo toco con las manos!

Las estrellas son bombillas de mágico chispear. ¡Qué bueno poder respirar así, profundamente!... ⎯ “Padre nuestro que estás en los cielos

santifiii...” La colcha grande nos cubre. Intento atender al relato que papá hace de las proezas de nuestro héroe Badicán. ¡No lo consigo! Han pasado cuarenta años, y aún puedo sentir en mi cara la frescura de aquellas noches. Sólo por cerrar los ojos,

veo la luna blanca, que inunda todo de luz, proyectar sobre el tejado las sombras misteriosas de las chimeneas. Las uñas de gato crecen entre las tejas, sin tierra, en un jardín insólito y puro.

Badicán cabalga a través de los luceros. Va vestido de blanco. El penacho de plumas de su sombrero, se mueve al viento.

Acabo de despertar. Brilla el sol. Debe ser muy temprano. Las uñas de gato, ¡están verdes, muy verdes, tan bonitas! ...

Todos despiertos. Nadie habla. ¡Soy feliz! Mi padre a mi lado, sonríe.

Elena Espiña Cillán

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Luciérnagas

Filosofía Una luciérnaga es una estrella fugaz que ilumina el pensamiento. La luciérnaga es un fogonazo que ilumina el arte de birlibirloque. San Juan de la Cruz es una luciérnaga que ilumina la noche oscura del alma. Nuestro conocimiento es la llama de un candil en una noche de viento. Hay que vivir cada día como si fuera una vida en miniatura. El escritor vidente ve lo que no es evidente. Si el miedo fuera libre, ya habría hecho la maleta. Nuestras horas son un magnifico racimo de cerezas. ¡Hay que comérselas! El sexto sentido es el que nos permite entender la información que nos proporcionan los otros cinco. Si el hombre es la cumbre de la creación, no quiero ni pensar lo que debieron ser los primeros experimentos. La vida es un cuento contado por un idiota. Y el autor del cuento tiene toda la pinta de ser un sádico o un imbécil moral. He descubierto una versión tan profunda de la lectura, que son los propios autores los que disfrutan, conociendo todas las fantasías que suscitan en mi espíritu. El hombre es lobo para el cerdo.

Humor El que ríe el último es el que tarda más en entenderlo. La memoria es la inteligencia de los burros, pero la verdad, no me acuerdo de quién es la cita. Cuando no podía hacer el amor, procuraba hacer el humor. El paraguas es un murciélago enamorado de la lluvia. La endivia es una verdura que desea el mal a la escarola. La lata es el ataúd de la sardina.

José Miguel González Alonso

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En la calzada En recuerdo de Juan Van Drell, que se negó siempre a abandonar el sentido del humor..

- ¿Qué hace usted ahí, en medio de la calzada? ¡Le puede atropellar un coche! - Claro, eso es lo que quiero. - ¿Pero por qué? Va usted a sufrir mucho. Va a quedar malherido. - Es lo que busco. Nunca en mi vida he sufrido y quiero saber lo que es eso. - Pero hombre, por favor. No sabe usted lo afortunado que es por haberlo pasado tan bien en la vida. Ande,

venga aquí conmigo y no haga tonterías. - ¡Ni hablar! Exijo que se me permita libremente decidir sobre mi destino. Quiero experimentar el

sufrimiento y no me moveré de aquí hasta que me atropelle un coche. - No puedo permitir semejante atrocidad. Ahora mismo llamo a la policía de tráfico para que bloquee esta

calle hasta que usted recupere la cordura. - ¡No estoy loco! Sólo reivindico mi derecho a sufrir alguna vez en la vida. - Pero mire usted: la persona que, sin quererlo, le atropelle, va a tener eso sobre su conciencia toda la vida.

No sólo va a sufrir usted por el golpe y las consecuencias, sino la persona inocente a la que su estrambótico proceder le ha llevado a este trance.

- Claro, no había reparado en este aspecto del, llamémosle, incidente. ¡Pobre señor, o señora! Yo no pretendo molestar. Sólo quiero experimentar el sufrimiento.

- Mire, en este espinoso asunto yo le aconsejo que vaya poco a poco. Si quiere, vamos a mi casa y le doy un martillazo en un dedo. Así tiene usted una primera dosis de sufrimiento sin molestar a nadie. Pero eso sí, le pido que todo quede entre nosotros. Si su familia le pregunta, les dice usted que tuvo un accidente haciendo algún arreglo en la oficina, por ejemplo.

- No está mal la idea, no se me había ocurrido algo así. Está bien, muchas gracias. - De nada, hombre. Es que no quiero que le pase a usted nada malo, digamos demasiado malo, ni a la

persona del coche que le iba a atropellar con toda seguridad. - Oiga, y eso del martillazo en el dedo, ¿es un sufrimiento grande, considerable?, ¿voy a tener una

experiencia interesante? - Hombre, interesante, lo que se dice interesante, pues no sé, pero sufrir, seguro que va a sufrir usted. - Vale, vale, de acuerdo, creo que es una primera solución. Pero luego habrá que ir a cosas más consistentes. - Bueno, eso ya es cosa suya. Usted sabrá la cantidad de sufrimiento que le hace falta. Yo, como he sufrido

tanto en la vida, lo que quiero es pasarlo bien los días que me queden en este mundo. Es muy curioso que usted no haya sufrido nunca. Ni siquiera un poquito. ¿Cuál es su profesión, amigo? - Verdugo, soy verdugo. Me encargo de administrar la inyección letal, de activar la silla eléctrica o de poner en marcha la cámara de gas.

Andrés Acosta González Tres Cantos, mayo 2008.

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Selección de poemas

I

pared de cal quieta la salamandra

mira a la mosca

II

Oscuridad. La llama de la vela rompe el silencio

III

al saltamontes

le persigue su sombra en cada salto

IV

copos de lana

al pasar el rebaño junto a las zarzas

V

en sus capullos dormidos los gusanos

con volar sueñan

VI

lluvia de otoño. Por fin la vieja teja

se siente útil

VII

pegada al faro casi irreconocible

la mariposa

VIII

por el cristal una gota resbala ecos de invierno

IX

se abre el jazmín

en el canto de un grillo posa su aroma

X

aunque no estés la hiedra crecerá

en primavera

XI

buscando el mar navegas por el río brizna de hierba

XII

cantan las ranas

la noche de San Juan toca la orquesta

XIII

frágiles pétalos

que abandonan la flor y el aire aleja

XIV

no hay soledad

si canta la perdiz entre los trigos

XV

en el juncal

se ha posado un jilguero canta a su amada.

XVI

luz en el porche

las luciérnagas vuelan cegadas, locas

XVII

vienes de lejos

y acaricias mi piel brisa del mar

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XVIII

dos viejecitos cogidos de la mano

¿adónde irán?

XIX

unos guijarros es todo lo que queda

del viejo arroyo

XX

la ola no pudo, a pesar del esfuerzo,

borrar las huellas

XXI

aun en el suelo el romero cortado guarda su aroma

XXII

sólo mi voz

se atreve a cruzar la densa niebla

XXIII

hoy puedo ver

los ojos del anciano llenos de lunas

XXIV

pegada al junco,

rana de San Antonio, pareces hoja

XXV

mota de polvo

tal vez fuiste sonrisa alguna vez

XXVI

busca la noche

el camino del día un gallo canta

Manuel López Gil

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Mis poemas románticos

Equilibrios Mate pétalo tenso, reverberos de siena, fresca capa de brisa que en su sombra riela es tu piel de canela, oro y sol. Agarena es tu piel de canela ... Dos cachitos de estrella se cayeron del cielo y los mira la Luna con mohín de reproche. Son tus ojos de noche, que despiertan su celo, son tus ojos de noche ... Un temblor de campanas de cristal, una loca alegría de cuentas de coral escarlata ... Es tu risa de plata que escapó de tu boca, es tu risa de plata ... Una fiebre en el río, un rumor en las frondas, un bullir, un revuelo que algo insólito anuncia: es tu talle de juncia que se quiebra en las ondas, es tu talle de juncia. Un rubor ignorado, un temblor de amaranto, un latir de tu carne que se tensa anhelante. Es tu cuerpo vibrante que despierta a mi encanto, es tu cuerpo vibrante ... Una luz turbadora que decir no sabría si es amarga o es dulce, si es ardiente o helada: es tu extraña mirada cuando prende en la mía, es tu extraña mirada ... Como loca falena que la muerte reclama,

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a abrasarme me acerco en la llama de cirio de tu boca de lirio que en silencio me llama, de tu boca de lirio ...

Para mi Marigós (En el día de su boda)

Repitiendo la voz de Neruda, yo diría: “Puedo escribir los versos más tristes” ... esta tarde. Mas, ¿qué musa querrá ahora inspirarme, ahora, que se escapa mi Musa? ¿Y qué versos podría yo escribir si se va con ella la luz de mis pupilas? ¿Qué armonía musical daría a mis palabras si su voz cantarina no acaricia mis oídos? ¿Qué versos alegres podría recitar si mi alegría se marchará con ella? Ya sé que se dice: “Cuando una hija se casa, un hijo se gana ...” Sí, es cierto, y quiero firmemente creerlo. Pero ... Perdonad si por dentro estoy triste y a borbotones aflora en mis palabras. ¡Marigós, Marigós, “¡Polvitos de páprika, vivaz y saltarina..! Te me vas. Mas me queda un consuelo, y a él me aferro: Sé que tú eres feliz. Y eso me basta.

14-7-05

Antonio Fernández de Tena

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Eventos

El Grupo Literario Encuentros y el Colegio Julio Pinto Gómez Y dijimos que sí, y en esa aceptación, en un instante mágico, volvimos al mundo inefable de nuestra niñez. El de los palotes primeros, las pesadas mochilas y las bufandas hasta los ojos del invierno. Y leímos, calificamos y dimos premios a los más destacados de cada certamen, estudiados con el mismo rigor como si de trabajos de adultos se tratase. Ellos, los niños, siempre lo merecen Letras apretujadas, agujereado papel, a veces, como consecuencia del uso vigoroso de la goma de borrar. Casas con cara, nubes de diseño ribeteadas, soles amarillo-rabioso sujetos al cielo con pinzas de la ropa, montañas rosadas, bosques azul-ultramar y figuras dialogantes, deliciosamente divertidas, en un equilibrio inestable perpetuo. Entendimos el porqué del nombre de Ramona dado a una paloma, la necesidad de tener un amigo en Kosovo o el subir por una escalera de mano a la Luna. Y vivimos, como testigos privilegiados, momentos de nerviosismo contenido y ojos asombrados. Y pudimos sentir sobre la piel el cosquilleo de la admiración de unos personajes singulares sentados en el suelo a la espera de resultados.

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ompensado como debería ser”. amos parte del “clan de encantados voluntarios juzgadores”, los que hemos

Elena Espiña Cillán

Un cuento y un poema de los premiados escritos por niños del CEIP Julio Pinto Gómez.

Me gustaría ser amigo de un niño que vive en la selva tropical. diendo a distinguir las plantas venenosas

de las qlevaría libros y

cuentoisitaría, pero no sé si le gustaría ir vestido como nosotros

Andrej Suchy Figal Curso

l bebecito

abía un bebecito

r mosquitos.

n bombón.

le encendía

uando comía,

ito, ía.

a,

luz del día.

Marina Fernández Alcázar

Hoy llega a nuestras manos un delicioso libro, primorosamente editado, “Cuentos, relatos y poemas para disfrutar”, colofón del Concurso Literario 2007 del Colegio Julio Pinto Gómez, modelo a seguir, que agradece al Grupo Literario Encuentros de Tres Cantos, “un trabajo jamás recPero somos nosotros, los que formcontraído una deuda de gratitud para siempre.

En verano iría a visitarle. Me pasaría todas las vacaciones aprenue no lo son; a construir casas en los árboles y a defenderme y esconderme de las fieras. Yo le enseñaría a montar en bicicleta, a distinguir las constelaciones, sus nombres, y le l

s muy interesantes. En invierno él nos v

3º B. Concurso 2008.

E Hque siempre decía: “agugú papaíto” jugando a espantaTomando el biberón, de frutas sabor limón,jugaba un montón y de postre tomaba uEl bebecito era muy feliz, y cuando anochecía, su papá le entregaba yla luz de la vida.

Ccuando bebía, jugaba el bebecincluso cuando dormCuando jugaba se divertíy era vendedor de sandías o era un brillante policía, el mejor que alumbraba la

Curso 4ºA. Concurso 2008.

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Elegía a Juan Maria Van Drell Habiendo sido hoy tú lo perdido de este mundo de geniales figuras muy pronto te invoco, llorando y dolido. Soñando espacios en otros dormidos volabas despierto desde valles reales pintados con óleos de gnomos huidos. Las nuevas formas de expresión buscabas poniendo en tu pincel alma y corazón, mientras con tesón contra tus ojos luchabas. Fueron refugio de pérdidas dolorosas tus lienzos en brillantes colores, como ventanas forzadas y abiertas. No sé puede Juan tener mayor lealtad ni demostrar, Van Drell, el mayor aprecio de éste Grupo, amigo, que admiró tu voluntad. Viviste por y para lo que quisiste, pasarán los tiempos y tu nombre perdurará, para siempre jamás, en la mente de las gentes.

Asturquín

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