Encontrar a Dios

31
ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA Darío Mollá Llácer, sj. Presentación Introducción: De la relación entre vida y experiencia espiritual I. Propuesta de estilo de vida para ser contemplativos en la acción" 1. El "subiecto" de la experiencia espiritual que propone Ignacio 2. Los contextos vitales que posibilitan tales "subiectos" 3. El "talante vital" que genera la experiencia de Dios en la vida II. Estructuras de apoyo para la experiencia del encuentro con Dios en la vida 1. ¿Por qué hablar de "estructuras de apoyo?" 2. Son estructuras de apoyo aquellas que nos permiten ver el fondo de nuestra vida 3. Son estructuras de apoyo aquellas que nos permiten ser señores de nuestra vida (EE. 216) 4. Son estructuras de apoyo aquellas que hacen desposeernos de nuestra vida, dejar de ser nosotros el centro de la misma -------------------------------------------------------------------------------- PRESENTACIÓN En abril de 1992 se celebró en Alaquás (Valencia) un curso de espiritualidad ignaciana cuyo título general era "Espiritualidad del encuentro con Dios en el mundo". Se organizó en torno a tres núcleos temáticos: la oración en la vida, desarrollado por Santiago Thió; la vida cotidiana como lugar de encuentro con Dios, expuesto por Josep M. Rambla; y un tercero, el que se me encomendó a mí, que versaba sobre la práctica del orar en la vida y desde la vida. Este cuaderno es la transcripción, algo más elaborada, de dicha aportación. Mi pretensión fundamental fue poner de manifiesto la estrecha relación existente entre experiencia espiritual y vida cotidiana. Entiendo que esa relación es, por decirlo de algún modo, una relación "circular": una espiritualidad comprueba su validez, se verifica y se hace creible en lo cotidiano de la vida, y, a su vez, los estilos de vida condicionan radicalmente las posibilidades de la experiencia espiritual. Lejos de alejarse, como se ha pensado muchas veces equivocadamente, espiritualidad y vida sólo llegan a su respectiva plenitud cuando van juntas. El encuentro con Dios en la vida, esencia de la espiritualidad ignaciana, no es, sin embargo, una experiencia fácil. No viene automáticamente dada. Indicar y sugerir de qué modo podemos ayudar al surgir y crecer de ese talante espiritual, con el que Ignacio identifica la madurez de la experiencia de Dios (1), es otro de los objetivos de este trabajo. INTRODUCCIÓN: DE LA RELACIÓN ENTRE VIDA Y EXPERIENCIA ESPIRITUAL A todos nosotros nos parece una afirmación obvia y, por tanto, de innecesaria demostración, que cualquier forma de espiritualidad genera un determinado y concreto estilo de vida. Pero en este trabajo se quiere afirmar algo más: que el estilo de vida que alguien vive condiciona radicalmente la posibilidad de una vivencia espiritual. Puede facilitarla o puede impedirla. Una determinada manera de vivir puede llegar a hacer imposible la experiencia de Dios, mientras que otro género de vida distinto puede ponernos en la pista de acceso a la experiencia de Dios. O, sin ir tan al extremo, hay modos o situaciones de vida que hacen más fácil la experiencia de Dios y otros que la dificultan. Por diversos autores se ha señalado

description

A los buscadores de Dios

Transcript of Encontrar a Dios

  • ENCONTRAR A DIOS

    EN LA VIDA

    Daro Moll Llcer, sj.

    Presentacin

    Introduccin: De la relacin entre vida y experiencia espiritual

    I. Propuesta de estilo de vida para ser contemplativos en la accin"

    1. El "subiecto" de la experiencia espiritual que propone Ignacio

    2. Los contextos vitales que posibilitan tales "subiectos"

    3. El "talante vital" que genera la experiencia de Dios en la vida

    II. Estructuras de apoyo para la experiencia del encuentro con Dios en la vida

    1. Por qu hablar de "estructuras de apoyo?"

    2. Son estructuras de apoyo aquellas que nos permiten ver el fondo de nuestra vida

    3. Son estructuras de apoyo aquellas que nos permiten ser seores de nuestra vida (EE. 216)

    4. Son estructuras de apoyo aquellas que hacen desposeernos de nuestra vida, dejar de ser nosotros el

    centro de la misma

    --------------------------------------------------------------------------------

    PRESENTACIN

    En abril de 1992 se celebr en Alaqus (Valencia) un curso de espiritualidad ignaciana cuyo ttulo general

    era "Espiritualidad del encuentro con Dios en el mundo". Se organiz en torno a tres ncleos temticos: la

    oracin en la vida, desarrollado por Santiago Thi; la vida cotidiana como lugar de encuentro con Dios,

    expuesto por Josep M. Rambla; y un tercero, el que se me encomend a m, que versaba sobre la prctica

    del orar en la vida y desde la vida. Este cuaderno es la transcripcin, algo ms elaborada, de dicha

    aportacin.

    Mi pretensin fundamental fue poner de manifiesto la estrecha relacin existente entre experiencia

    espiritual y vida cotidiana. Entiendo que esa relacin es, por decirlo de algn modo, una relacin

    "circular": una espiritualidad comprueba su validez, se verifica y se hace creible en lo cotidiano de la

    vida, y, a su vez, los estilos de vida condicionan radicalmente las posibilidades de la experiencia

    espiritual. Lejos de alejarse, como se ha pensado muchas veces equivocadamente, espiritualidad y vida

    slo llegan a su respectiva plenitud cuando van juntas.

    El encuentro con Dios en la vida, esencia de la espiritualidad ignaciana, no es, sin embargo, una

    experiencia fcil. No viene automticamente dada. Indicar y sugerir de qu modo podemos ayudar al

    surgir y crecer de ese talante espiritual, con el que Ignacio identifica la madurez de la experiencia de Dios

    (1), es otro de los objetivos de este trabajo.

    INTRODUCCIN:

    DE LA RELACIN ENTRE VIDA Y EXPERIENCIA ESPIRITUAL

    A todos nosotros nos parece una afirmacin obvia y, por tanto, de innecesaria demostracin, que

    cualquier forma de espiritualidad genera un determinado y concreto estilo de vida. Pero en este trabajo se

    quiere afirmar algo ms: que el estilo de vida que alguien vive condiciona radicalmente la posibilidad de

    una vivencia espiritual. Puede facilitarla o puede impedirla. Una determinada manera de vivir puede

    llegar a hacer imposible la experiencia de Dios, mientras que otro gnero de vida distinto puede ponernos

    en la pista de acceso a la experiencia de Dios. O, sin ir tan al extremo, hay modos o situaciones de vida

    que hacen ms fcil la experiencia de Dios y otros que la dificultan. Por diversos autores se ha sealado

  • que la experiencia de Dios requiere unas "estructuras de posibilidad" (Libanio), o unas "estructuras

    antropolgicas" (Garca Monge) (2).

    Esto que se afirma de cualquier espiritualidad se afirma tambin, lgicamente, de la propuesta ignaciana

    de espiritualidad: la del encuentro con Dios en la vida. Este convertir la vida toda en experiencia de Dios,

    que es el reto que Ignacio nos plantea, tiene sus propias condiciones de posibilidad, referidas no slo a la

    interioridad, sino a la vida entera de la persona: habr modos de vida que faciliten el "buscar y hallar a

    Dios en todas las cosas", y otros modos de vida que, a pesar de los esfuerzos "interiores" que se hagan, lo

    limitan o impiden. Todo ello, por supuesto, sin caer en determinismos que ignoren que, al final, es el

    Criador el que "inmediate" obra con la criatura (EE. 15), muchas veces ms all de lo que aparentemente

    dan de s las posibilidades humanas.

    Algo de todo esto es lo que expresa Ignacio con su concepto de "subiecto". La nocin de "subiecto"

    ignaciano hace referencia, bsicamente, a la idoneidad para una determinada experiencia espiritual (3).

    Idoneidad que no es slo capacidad intelectual o personal, sino el conjunto ms amplio de condiciones

    personales y vitales que facilitan o dificultan la experiencia del encuentro con Dios, en el tiempo de

    ejercicios y tambin en la vida fuera de los mismos. Concepto ste de "subiecto" que, adems, hay que

    entender dinmicamente: en positivo, nos vamos haciendo "subiectos"; en negativo, alguien que lo ha

    sido se puede ir deteriorando como tal. El irnos haciendo "subiectos" para la experiencia espiritual del

    encontrarnos con Dios en la vida es el objetivo final al que quiere conducirnos toda la pedagoga

    espiritual ignaciana.

    Al respecto de todo esto creo que es interesante una breve reflexin sobre el nmero 89 de los Ejercicios.

    Pertenece este nmero a las "Adicciones para mejor hacer los exercicios y para mejor hallar lo que

    desea", conjunto de normas muy concretas y muy "corporales" que facilitan la experiencia espiritual. Pues

    bien, en ese contexto, dice Ignacio: "...quando la persona que se exercita an no halla lo que desea, ans

    como lgrimas, consolaciones, etc... muchas veces aprovecha el hacer mudanza en el comer, en el dormir

    y en otros modos de hacer penitencia...". Es un cambio en los modos de vida lo que Ignacio propone para

    hacer posible la experiencia de Dios que resulta difcil. Dicho de otro modo: las dificultades de nuestra

    vida espiritual lo que nos estn replanteando muchas veces no es slo la validez de nuestros "mtodos"

    y/o "formas" de actividad interior, sino que son sobre todo una interpelacin acerca de nuestro modo de

    vivir.

    Carlos Cabarrs haca en el "Simposio Internacional de Psicologa y Ejercicios ignacianos" celebrado en

    Salamanca en septiembre de 1989 una polmica pregunta (ya que es no slo pregunta, sino afirmacin

    discutible...): "Por qu no nos cambian los Ejercicios Espirituales?" (4). Prescindiendo del carcter

    polmico de la afirmacin de partida, al menos en cuanto afirmacin universal, me interesa ahora sealar

    la constatacin de que "lo que verdaderamente impide sacar fruto de los Ejercicios es la falta de ciertos

    requisitos sin los cuales no se puede hacer nada".

    Y entre esos requisitos, tras aludir a alguno ms "interior" como la falta de disponibilidad, se mencionan

    otros varios que hacen referencia, sustancialmente, al modo o estilo de vida: la carencia de desafos como

    personas e instituciones, no "vivir" la frmula del Instituto (que describe el modo de vida concreto que

    Ignacio quiere para los jesuitas), la ausencia de vinculacin orgnica al mundo de los empobrecidos...

    Para acabar concluyendo: "...todo esto nos abre a la necesidad de un quinto requisito, que llamaramos la

    'condicin de posibilidad' de poder estar en disposicin de escuchar el Evangelio y de hacer Ejercicios

    espirituales. Mientras no experimentemos los dolores y sufrimientos de los hermanos, como matriz de una

    vivencia espiritual y/o fenmeno concomitante, no estaremos en disposicin de nimo para dejarnos

    moldear por el Espritu de Jess" (5).

    Desde perspectivas distintas, pues, se afirma nuestra hiptesis inicial: el modo de vida no es slo el

    resultado de una experiencia espiritual, sino que es mucho ms: la misma condicin de posibilidad de esa

    experiencia, un determinante decisivo del carcter de la misma.

    Dicho esto, podemos ya entrar en materia. Nos preguntaremos en la primera etapa de nuestro camino qu

    persona y qu modo de vida capacitan para la vivencia espiritual que Ignacio propone y a la que a

    nosotros nos gustara acceder. En la segunda etapa trataremos de las "estructuras de apoyo" que pueden

    sostener y fortalecer ese modo de vida y de experiencia de Dios.

    I. PROPUESTA DE ESTILO DE VIDA PARA SER "CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIN"

  • 1. EL "SUBIECTO" DE LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL QUE PROPONE IGNACIO

    Los Ejercicios Espirituales ignacianos son, a un tiempo, esencia de la experiencia espiritual y pedagoga

    para llegar a la plenitud de la misma. Se plantean en ellos tanto el "horizonte" o meta (cfr:

    "Contemplacin para alcanzar amor"), como el proceso que nos ha de ir conduciendo a ella.

    Situados en esa dinmica, nos encontramos al comienzo del proceso de ejercicios, en las "Annotaciones"

    (EE. 1-20), con un retrato-robot del ejercitante ideal que es, al mismo tiempo, punto de partida y punto de

    llegada. Las actitudes y trazos que en ese retrato se dibujan son el mnimo que Ignacio exige para

    adentrarse en la aventura; esas mismas actitudes, consolidadas y llevadas a plenitud, son tambin el

    resultado del proceso y las que permitirn vivir fuera de los ejercicios la experiencia mstica del encuentro

    permanente con Dios. Las actitudes de fondo del ejercitante ideal, hechas cotidianas, son tambin las del

    jesuita ideal, las del cristiano ideal. Por todo ello, al describir, interpretando las "Annotaciones", al

    ejercitante con "subiecto" para hacer los ejercicios, describimos tambin a la persona con "subiecto" para

    "en todo amar y servir a su divina majestad" (EE. 233).

    Este "subiecto" es alguien que ya ha tomado la decisin de situar su vida en la dinmica de la bsqueda y

    el cumplimiento de la voluntad de Dios: "...entrar en ellos... (los Ejercicios) ofrecindole todo su querer y

    libertad, para que su divina majestad, as de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su

    sanctsima voluntad" (EE. 5); "...de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra, sea slo

    servicio, honra y gloria de la su divina majestad" (EE. 16). En este sentido es una persona "magnnima",

    tal como lo define Santo Toms de Aquino: "aquel que tiene el coraje de comprometer toda su persona en

    una empresa importante que decide sustancialmente su vida" (6). Nos encontramos, pues, ante una

    persona que ha hecho en su vida una opcin de fondo por Dios, y que busca vivir de acuerdo con ella.

    La persona que quiera encontrarse con Dios ha de ser tambin una persona humilde, capaz de reconocer

    que se adentra en un terreno donde, con sus solas fuerzas, nada es posible y todo es concedido: "...quando

    hablamos vocalmente o mentalmente con Dios nuestro Seor o con sus santos, se requiere de nuestra

    parte mayor reverencia que quando usamos del entendimiento entendiendo" (EE. 3); "...un paso o dos

    antes del lugar donde tengo de contemplar o meditar me pondr en pie... considerando cmo Dios nuestro

    Seor me mira, etc., y hacer una reverencia o humillacin" (EE. 75). Se trata, pues, de alguien que es bien

    consciente de que tanto la postura inicial de bsqueda, como la capacidad de encontrar y hallar, son dones

    que se reciben y que escapan de las posibilidades humanas.

    Supuesto que Dios se manifiesta y comunica muchas veces a travs de mediaciones humanas, que no son

    siempre las inicialmente previstas o esperadas, sino en muchas ocasiones muy sorprendentes, es necesario

    que la persona que quiere encontrarse con Dios sea abierta al otro como mediacin de Dios, capaz de

    comunicacin, de decir y de dejarse decir: "...todo buen christiano ha de ser ms prompto a salvar la

    proposicin del prximo que a condenarla..." (EE. 22).

    Nunca ha sido fcil la experiencia del encuentro con Dios. Ya en el Antiguo Testamento se nos describa

    como lucha agotadora (Gnesis, 32, 26-33). Es una experiencia combatida desde dentro y desde fuera. Por

    eso la persona que se arriesga a ella ha de ser alguien con capacidad de resistencia y lucha: "...vencer las

    tentaciones...; resistir al adversario, ms an... derrocalle" (EE. 13); de dominio sobre s mismo:

    "...poniendo todas sus fuerzas para venir al contrario de lo que est mal affectada..." (EE. 16); de

    austeridad y distanciamiento afectivos: "...quanto ms se apartare de todos amigos y conoscidos y de toda

    solicitud terrena..." (EE. 20).

    Ignacio pide asimismo que sea una persona comprometida con su vida y con el presente de su vida y sus

    circunstancias concretas, realista, que no se escape ni hacia atrs (con nostalgias) ni huyendo hacia

    adelante: "...tomando el fundamento verdadero de la historia..." (EE. 2), "...al que toma exercicios en la 1

    semana aprovecha que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la 2 semana..." (EE. 11); personas

    capaces de la "asctica del presente", de "sentir y gustar" lo que en cada momento es la experiencia de su

    vida, sin falsas pretensiones ni escapatorias.

    Entre estos rasgos encontramos tambin el que postula una persona unificada afectiva y vitalmente, donde

    los afectos y las cosas se sitan en su lugar adecuado, en orden: "...no teniendo el entendimiento partido

    en muchas cosas, ms poniendo todo el cuidado en sola una, es a saber, en servir a su Criador y

    aprovechar a su propia nima..." (EE.20).

  • Todo ello constituye y caracteriza, finalmente, una persona libre, capaz de "...discurrir y raciocinar por s

    mismo" (EE. 2), de "...usar de sus potencias naturales ms libremente, para buscar con diligencia lo que

    tanto desea..." (EE. 20).

    As pues, y siguiendo a Ignacio, hay una "estructura antropolgica" posibilitante de la experiencia de

    Ejercicios, de la experiencia de sentir a Dios en la propia vida y en la propia historia. En la medida en que

    esa estructura se d, y se d ms plenamente, ser ms posible experimentar a Dios en la vida; por el

    contrario, una carencia radical en esta estructura, limitar o, incluso, llegar a imposibilitar la experiencia.

    La espiritualidad ignaciana postula como condicin de posibilidad para realizarse personas sujetos de

    opcin personal, humildes, abiertas al otro, capaces de resistencia y lucha, arraigadas en la historia,

    unificadas interiormente, libres. Es esto el comienzo o el fin? Las dos cosas: en alguna medida debe

    darse todo esto al comienzo, o, al menos, sin carencias sustanciales; la pedagoga ignaciana, fielmente

    seguida, nos consolidar cada vez ms sobre ese fundamento.

    Hay que dar ahora un paso ms: de la estructura antropolgica a las condiciones vitales que la hacen

    posible. Hay estilos y ritmos de vida que fomentan ese tipo de persona; hay estilos y ritmos de vida en los

    que es imposible que surjan este tipo de personas. Los primeros estn haciendo posible la experiencia de

    Dios en la vida; los segundos la limitarn o la harn imposible. A ellos vamos a referirnos ahora. Por eso

    decimos que hay contextos vitales que son posibilitantes de la experiencia de Dios en la vida, ya que

    crean personas capaces de ella; y contextos que son inhabilitantes, porque las personas que de ellos

    resultan, por buena voluntad que a veces puedan tener, o por muchas "prcticas espirituales" o devociones

    que puedan realizar, no son "subiecto" de tal experiencia.

    2. LOS CONTEXTOS VITALES QUE POSIBILITAN TALES "SUBIECTOS"

    Como decamos al comienzo de nuestras reflexiones, la concepcin ignaciana de "subiecto" es una

    concepcin dinmica: se puede crecer y se puede menguar como tal "subiecto". Y en ese crecimiento o

    mengua lo decisivo es el estilo de vida que se lleva.

    Un ejemplo de mi experiencia vital durante varios aos en un centro de menores con problemas de

    marginacin social puede contribuir a aclarar esto. Muchos de estos menores llegaban al centro con unas

    pautas de comportamiento social deterioradas (agresividad, tendencia irreprimible al engao,

    desconfianza, etc...). El modo de educarles en unas nuevas pautas no es, por supuesto, el de los discursos

    o sermones, ni siquiera el de prcticas aisladas (del tipo que sean): es el de situarles en unos contextos

    vitales y relacionales distintos en los que experimenten que otras formas de comportamiento (no

    agresivas, de aceptacin del otro, de sinceridad...) les son ms idneas para ser felices y para conseguir

    los resultados que pretenden. As, poco a poco, van captando e interiorizando unos nuevos valores

    personales, capaces de subsistir con fortaleza frente a los anteriores. Lo que hay que cambiar es el

    contexto vital del menor, para que as pueda ser y actuar de otro modo (7). No sucede de modo muy

    diverso en el terreno en que ahora nos movemos.

    Qu caractersticas debera, pues, reunir ese contexto vital que, poco a poco, nos vaya habilitando como

    "subiectos" capaces de experimentar a Dios en la vida? Sealo algunas de ellas, incluso con sencillos

    ejemplos que pueden contribuir a identificarlas en la vida.

    Se tratara, en primer lugar, de un estilo de vida en el que la opcin fundamental que alguien ha hecho no

    se vea permanentemente puesta entre parntesis, cuestionada o sometida a prueba. De las grandes

    opciones de fondo que tomamos en nuestra vida no se hace casi nunca renuncia explcita. Lo que, en la

    mayora de casos, sucede es que con los hechos cotidianos las desmentimos y les quitamos fuerza. O las

    afirmamos y consolidamos.

    Hay una curiosa intuicin ignaciana en el libro de los Ejercicios que va en esta lnea. Me refiero a las

    "Reglas para ordenarse en el comer" (EE. 210-217). Son reglas que se refieren a un aspecto bien concreto,

    cotidiano y, aparentemente sin importancia, de la vida. Lo curioso no es slo que Ignacio las ponga, sino

    adems dnde estn colocadas: justo al final de la Tercera Semana en la que el ejercitante ha

    contemplado, ni ms ni menos, que la Pasin de Cristo. Parece que Ignacio nos quiere decir tanto que

    estos aspectos tan banales son ms importantes de lo que podemos pensar, como que las maneras de

    desenvolvernos en lo cotidiano son muchas veces el terreno donde se juega nuestra adhesin radical a

    Jess y la verdad de nuestros buenos propsitos.

  • Pensemos, por ejemplo, en el mundo de relaciones sociales, amistades, vacaciones y recreos... de muchos

    de los que o han hecho voto de pobreza o afirman solemnemente su "opcin por los pobres": supone un

    desmentido y una debilitacin permanente de esa supuesta opcin radical. Y ejemplos bien patentes de

    ello hay tambin en la vida poltica y social de nuestro pas... En positivo, las "actividades pastorales" que

    realizan los religiosos en formacin, o las prcticas de las diversas formas de voluntariado social que

    puedan realizar estudiantes o profesionales tienen su principal valor para la propia persona, aparte del

    servicio prestado al otro, como elementos de confirmacin y fortalecimiento de la opcin vital.

    Es necesario tambin un estilo de vida en el que se haga visible, temporal, que el valor Dios ocupa un

    lugar en mi vida. No puede ser que algo que digo que es lo ms decisivo para m no me ocupe un minuto

    de mi da. Son necesarios espacios y tiempos para reconocer cmo Dios va pasando por mi vida, para

    mantener viva y fresca la memoria de su cario por m. Ese es el valor que ya, por s misma, tiene la

    oracin, al margen de sus contenidos o "resultados": que yo me hago patente que Dios es dimensin

    decisiva, clave de mi vida. En esta lnea hay que situar el "examen" ignaciano, en el que lo prioritario y

    primero no es preguntarme qu he hecho yo, sino qu va haciendo Dios en m y en mi vida. La reiteracin

    de "exmenes" que Ignacio propone tiene as sentido como permanente atencin al obrar de Dios; no se

    trata de un machacn o masoquista ejercicio de bsqueda de mis pecados. La importancia que Ignacio da

    al "examen" (siempre estaba dispuesto a dispensar de la oracin a sus compaeros atareados, pero nunca

    les quera dispensar del examen), nos hace conscientes de lo importante que es ese mantener viva la

    conciencia de que Dios est pasando por mi historia.

    Hay que conseguir tambin un estilo de vida de ventanas y puertas abiertas al exterior, por donde se

    puedan colar con frecuencia otros aires... El aire fresco del otro, de lo otro, de lo distinto, de lo distante,

    de lo alternativo... Porque, como se ha dicho preciosamente, el "otro es la metfora de Dios" (8). Las

    plantas para vivir necesitan no slo riego, agua, sino tambin ventilacin, aire... Muchas "plantas"

    espirituales no mueren por falta de riego o agua (oracin, cultivo de la interioridad...), sino por falta de

    aire, de contacto con el exterior, con el mundo de fuera, con otra realidad... Ir ms a pie, en metro o en

    autobs que en "mi" coche puede ser un lugar de increible fecundidad y riqueza para la experiencia

    espiritual y de encuentro con Dios. Hacer cola como uno ms, fue el contexto de la experiencia en la que

    Jess recibi su misin del Espritu (Lucas 3, 21-22 y paralelos): slo los privilegiados no "soportan"

    colas...; por ello no descubren las necesidades humanas que les conviertan de su privilegio. No son

    muchas veces los "blindajes" de nuestras casas (desde las verjas hasta el contestador automtico del

    telfono) blindajes de nuestras vidas? Pues todo blindaje, toda armadura, quita libertad, movilidad,

    disponibilidad para hacer la voluntad de Dios... (1 Samuel 17, 38-40).

    Un estilo de vida en el que sea yo quien marque el ritmo de las cosas, y no sean las cosas las que me

    marquen el ritmo a m. En que, como tambin se ha afirmado lcidamente, lo decisivo no sea la agenda,

    sino el proyecto vital (9). En que se sea, en expresin ignaciana, "seor de s" (EE. 216). Por aqu

    encontramos una de las pistas (no la nica) para redescubrir el sentido actual de la austeridad: con ella

    afirmo que soy yo quien dispone, quien marca el ritmo; que mis necesidades son afirmadas por m y

    desde dentro, no por otros y desde fuera; que las cosas que yo poseo alcanzan su mximo valor y

    rentabilidad cuando se comparten (10).

    Se trata asimismo de lograr un estilo de vida marcado por la "asctica del presente": por el compromiso

    con mi presente concreto (destino, trabajo, comunidad, familia...), sin buscar escaparme ni hacia el

    pasado, ni hacia un futuro que es sueo, ni hacia un cielo o arriba o ms all que es evasin. Es este

    presente el don que Dios me hace ahora, y es en este presente donde El se me acerca para encontrarme y

    ser encontrado: huir del presente es, pues, huir de Dios, aunque me parezca que voy hacia lugares ms

    "sagrados" donde pienso que ms "seguramente" le encontrar. La vida es siempre don de Dios, aunque

    en ocasiones el don no sea dulce como una caja de bombones... Pero yo no valoro la caja de bombones o

    la medicina amarga, sino la mano y el corazn que me lo dan.

    En este estilo de vida que pretende acoger el cario cotidiano de Dios, ha de haber, necesariamente,

    capacidad de acogida afectiva. Es decir, ha de ser un estilo de vida en el que se posibilite el desarrollo de

    una afectividad grande y sana. La represin o la mutilacin de las posibilidades afectivas de una persona

    es tambin represin y mutilacin de las posibilidades de su encuentro afectivo con Dios... No se trata de

    reprimir ni mutilar..., sino de "ordenar" (EE. 21), de colocar en su sitio. Muchas veces te encuentras con

    personas supuesta u oficialmente "clibes" (o mejor, simplemente, solteras?) incapaces para la

    experiencia de la amistad humana: ciertamente en esas condiciones no se puede sentir la experiencia

  • fundante de todo celibato: la de sentirse personal y extraordinariamente querido/a por Jess. Los

    contextos vitales incapacitantes del desarrollo de la afectividad humana son tambin incapacitantes de la

    experiencia de cercana amorosa de Dios.

    Para acabar, decir que tampoco se llegar a ser "subiecto" ignaciano de la experiencia de Dios en lo

    cotidiano si no se vive en un contexto vital en el que uno se siente estimulado a tomar decisiones, a

    asumir responsabilidades del orden y magnitud que fueren, a controlar personalmente los procesos de mi

    vida. Porque Dios slo entra en relacin con el hombre o mujer en el mbito de la libertad, no slo

    supuesta, sino ejercida. Fuera de ese mbito de libertad puede haber otra cosa, pero no relacin personal

    con Dios. Y eso nos remite, por ejemplo, a un profundo cuestionamiento de formas de vida cristiana

    (religiosa, en movimientos o instituciones...) donde no hay "espacios" de decisin personal. La ausencia

    de esos espacios imposibilita la presencia de Dios, porque "donde hay Espritu del Seor, hay libertad" (2

    Corintios 3, 17). Y, por consiguiente, donde no hay libertad no ha entrado el Espritu del Seor.

    3. EL "TALANTE VITAL" QUE GENERA LA EXPERIENCIA DE DIOS EN LA VIDA

    Hasta ahora hemos descrito el movimiento experiencia de Dios-vida bsicamente en una direccin: la del

    estilo de vida que hace posible la experiencia de Dios en lo cotidiano. Pero esa experiencia de Dios, en un

    movimiento circular, nos remite de nuevo a la vida, y as como el estilo de vida condiciona la experiencia

    espiritual, sta ltima provoca un "talante vital" que es, a un tiempo, consecuencia y verificacin de su

    autenticidad. Dicho de otro modo, hay unos "indicadores" externos, objetivos, cuya presencia me

    permitir pensar en la verdad de la experiencia interior de la persona que los tiene. Y cuya ausencia nos

    debe hacer sospechar y preguntarnos si no hay alguna forma de autoengao.

    Con brevedad, quiero subrayar simplemente tres pistas indicadoras y definidoras de un autntico

    "contemplativo en la accin".

    Es sta una persona cuya existencia es existencia integrada, unificada...: en la que todos los instrumentos

    de la vida tocan la misma sinfona, bajo la batuta de quien sabe ser director de la misma. Una persona que

    busca una sola cosa a travs de todos los empeos y afanes cotidianos: "...que todas mis intenciones,

    acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad" (EE. 46).

    Ignacio sintetiza esto en una preciosa expresin que encontramos en las Constituciones de la Compaa

    de Jess: "A El en todas amando y a todas en El" (Constituciones, 288). Expresin que, en su primera

    parte, hace referencia a la motivacin de fondo por la que siempre me muevo (EE. 338), que es

    motivacin de bsqueda de la voluntad de Dios, de respuesta amorosa a su cario. Y en su segunda parte

    es referencia a esa transparencia de la creacin, a esa capacidad de descubrir en todas las criaturas y

    acontecimientos, al Seor de ella que por m "trabaja y labora" (EE. 236). La experiencia de Dios en la

    vida produce un movimiento integrador y armonizador de la misma.

    Suscita, adems, esa experiencia una actitud que podramos llamar de "disponibilidad". Disponibilidad en

    un doble sentido: un permanente estar dispuesto al servicio que Dios me va pidiendo en la vida (EE. 179)

    y un estar "indiferente" (EE. 23), no apegado a las cosas, personas o situaciones. Porque quien tiene la

    experiencia de Dios en la vida experimenta muy hondamente que Dios es siempre nuevo, que es un Dios

    que no nos deja instalarnos y nos obliga frecuentemente a salir de "nuestra" tierra y que lo que importa no

    es la tierra, sino el Dios que nos la da. Y porque se experimenta tambin que El es el nico Seor de

    nuestra vida, el nico capaz de dar sentido y que, por tanto, la experiencia de sentido, de felicidad, no est

    vinculada a concreto alguno, sino a ese concreto en el que aqu y ahora experimentamos la presencia de

    Dios. La disponibilidad brota, pues de la experiencia del amor mutuo: no es un ejercicio voluntarista, de

    renuncia ciega, sino que es la seguridad de quien se siente amado con el cario y sabidura inmensos de

    quien, como deca Teresa de Jess, "sabemos que nos ama".

    Un tercer rasgo al que Ignacio daba una peculiar importancia para discernir la verdad de una experiencia

    espiritual es la "abnegacin": "...despus me aadi que de 100 que se entreguen a largas oraciones y

    penitencias, la mayor parte caern ordinariamente en grandes inconvenientes; se refera sobre todo el

    Padre a la dureza de juicio; por eso el Padre pona como fundamento de todo la mortificacin y

    abnegacin de voluntad" (11). Una abnegacin cuya definicin ignaciana es el "salir de su propio amor,

    querer y interesse" (EE. 189). Significa que ya no soy yo el centro de mi vida, sino que el centro est

    fuera de m.

  • Abnegacin que es, en la vida corriente y diaria, algo tan contracultural para nuestra poca como la

    gratuidad. Vivir desde y en gratuidad. Gratuidad que significa que no hago las cosas para o porque me las

    agradezcan, me recompensen, me alaben, sino con la generosidad que me da el sentirme previamente

    amado. Gratuidad que significa capacidad de resistir y de permanecer cuando hay menosprecio, olvido,

    desconsideracin. Gratuidad que significa no vivir obsesionado por el xito o el triunfo, sino por el

    servicio y la necesidad. Quien tiene la experiencia ignaciana de Dios en la vida es activo, generoso en el

    servicio, constante en el amor, desinteresado en su relacin con los dems. Es decir, abnegado.

    II. ESTRUCTURAS DE APOYO PARA LA EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO CON DIOS EN LA

    VIDA

    1. POR QU HABLAR DE "ESTRUCTURAS DE APOYO"?

    La experiencia del encuentro con Dios en la vida, cuyas condiciones de posibilidad vitales hemos descrito

    en la primera parte, es una experiencia posible, pero no fcil. En las dos cosas insiste Ignacio: en que se

    da, pero en que hay que poner las condiciones para que se d.

    No es una experiencia fcil, por muchos motivos. Lo que salta a la vista en nuestro mundo, lo que se nos

    impone, es ms la evidencia de la ausencia de Dios, que la de su presencia. Nuestro mundo es opaco para

    traslucir la cercana de Dios. Muchas veces se nos invita a la negacin de semejante hiptesis. Muchos

    son los que dicen que experimentar a Dios en lo cotidiano es una pretensin vana: tanto quienes se

    empean en situarlo ms all del mundo, como quienes afirman que es imposible encontrar a quien no es.

    Incluso cuando ya llevamos muchos aos metidos en dinmica de espiritualidad ignaciana tampoco

    notamos la soltura en esta experiencia, sigue sin resultarnos demasiado habitual. Nos sigue resultando

    ms fcil encontrarlo en el retiro, en la soledad, en el alejamiento de lo cotidiano... Sigue habiendo una

    serie de zonas de nuestra vida, en lo personal y en lo social, en las que parece que resulta ms difcil esa

    experiencia del encuentro con Dios: lo afectivo, el mundo de los conflictos, la gestin de los asuntos

    cotidianos... Y son zonas decisivas.

    Ignacio nos sigue empujando tozudamente a ello y nos dice que "nos dispongamos" para ello, que si nos

    disponemos el Seor nos lo conceder. Ese disponernos son las "estructuras de apoyo" (expresin de

    Libanio) que podemos poner de nuestra parte para ayudar a esa experiencia no fcil, pero posible,

    necesaria y gozosa.

    2. SON ESTRUCTURAS DE APOYO AQUELLAS QUE NOS PERMITEN VER EL FONDO DE

    NUESTRA VIDA

    Es importante que nos acostumbremos a mirar la vida con la mirada de Dios, con los ojos de Jess. Es la

    invitacin que Ignacio nos hace en la meditacin de la Encarnacin (EE. 102, 106). Es esa una mirada

    universal, ms all de los lmites de nuestro estrecho entorno; una mirada sensible al dolor y al

    sufrimiento y, por ello, generadora de misericordia; una mirada capaz de descubrir los signos de

    esperanza que, muchas veces sin brillo, existen tambin en nuestro mundo y en nuestra vida. La

    encarnacin para Ignacio comienza con una mirada. Por eso es tan importante para nuestra vida el

    aprender a mirar hasta el fondo, sin quedarnos en las apariencias o en la superficie. Porque esa mirada nos

    har sensibles a la presencia de Dios.

    Qu nos puede ayudar o facilitar esa mirada profunda sobre la historia, la del mundo y la nuestra?

    Nos puede ayudar todo aquello que nos estimule a hacer "memoria" de Jess, que es memoria del amor

    incondicional de Dios por nosotros y por todos los hombres: la eucarista (el "memorial" por excelencia),

    la oracin formal, la vivencia eclesial, la experiencia de comunicar y compartir la fe con otros... Recordar

    que la historia es cario de Dios con el hombre nos ayuda a descubrir el cario en la historia de ahora

    mismo. De la memoria nace la confianza (El "s de quien me he fiado" de Pablo), y de la confianza nace

    la disponibilidad y el servicio.

    Una ayuda muy querida para Ignacio es la permanente ayuda del "examen" u oracin sobre la vida.

    Examen que, como hemos dicho ya anteriormente, no debe ser tanto la pregunta por lo que yo he hecho,

    como la pregunta por lo que Dios va haciendo en mi vida. De contemplar la actuacin de Dios brota, muy

    espontneamente, la conciencia de nuestra pequeez y de nuestra pobre respuesta a su cario. Para

  • Ignacio el examen tiene un papel decisivo a la hora de configurar por dentro el talante del "contemplativo

    en la accin": viendo permanentemente la presencia amorosa de Dios en personas, acontecimientos,

    criaturas, uno llega incluso a sentirse abrumado por la cantidad y calidad de esa presencia.

    Otra ayuda importante para ese mirar la vida en su profundidad es, sin duda, el acompaamiento. El poner

    delante de otra persona, con sinceridad, lo que es mi vida y dejar decir y escuchar al otro que es tambin

    mediacin iluminadora de Dios, que me descubre matices y perspectivas que yo no he sido capaz de

    descubrir. Hay, pienso, un doble modo de acompaamiento: un acompaamiento que podemos llamar

    acompaamiento "en corto", directo, cuando, con la frecuencia que sea, yo voy contrastando mi vida con

    otra persona. Pero hay tambin otra forma de acompaamiento: el que podemos denominar "en largo" o

    indirecto, que es el acompaamiento que recibimos de nuestros compaeros de camino, de los testigos

    privilegiados que nos cuentan, en una u otra forma, su experiencia... Un ejemplo claro, el ms conocido,

    de esta forma de acompaamiento es la llamada "lectura espiritual", que Ignacio recomienda ("mucho

    aprovecha") en los mismos Ejercicios (EE. 100), a partir de la Segunda Semana. Las dos formas de

    acompaamiento pueden darse simultneamente, pero cuando la primera de ellas, por las circunstancias

    que fueran, no es posible o resulta particularmente difcil, la segunda debe intentar mantenerse y puede

    ser un elemento de ayuda particularmente decisivo.

    El discernimiento es otro apropiado e ignaciano instrumento para ese descubrir lo que Dios nos va

    enseando en la vida. El discernimiento tiene una doble vertiente: como sensibilidad y como actividad.

    Un ejemplo pienso que puede iluminar lo que quiero decir: un catador de vinos experimentado distingue

    simplemente con el olfato, a distancia, sin dificultad, un vino bueno de uno malo; sin embargo, para

    calificar entre dos vinos buenos ya le es necesario probar y emplear sus tcnicas propias. Discernimiento

    como sensibilidad es la capacidad casi instintiva, el olfato, para detectar lo que "huele a evangelio".

    Discernimiento como actividad es el esfuerzo que hay que hacer muchas veces para distinguir dnde est,

    entre cosas todas ellas aparentemente buenas o indiferentes, la voluntad de Dios. La presencia de Dios en

    la vida hay ocasiones, personas, circunstancias... en las que "se huele"; pero muchas otras veces es

    necesario aplicar todas nuestras tcnicas para no ser engaados por lo aparente. Porque no siempre el vino

    ms bien presentado o etiquetado es el de mejor calidad.

    3. SON ESTRUCTURAS DE APOYO AQUELLAS QUE NOS PERMITEN SER SEORES DE

    NUESTRA VIDA (EE. 216)

    Cuando Jess dice en el evangelio de Juan aquello de "nadie me quita la vida, soy yo quien la da", est

    diciendo una gran verdad porque Jess es, autnticamente, seor de su vida, porque es plenamente libre.

    No se da lo que no se tiene, slo se da en la medida en que se tiene. Y poder dar la vida, como Jess, nos

    exige que no nos la hayan quitado ya, que sea realmente nuestra. Por aqu hemos de encontrar el sentido

    profundo de la ascesis cristiana: hacernos libres y seores de nuestra vida para darnos enteramente.

    Hay dos pasajes bblicos que nos pueden iluminar y sugerir en este campo. El primero es el ya citado de

    David ante Goliat (1 Samuel 17): David necesita despojarse de coraza y armadura para sentirse libre y

    para poder cumplir la misin que Dios le encomienda en favor de su pueblo; y es la confianza nacida de

    la memoria de su propia historia la que le da esa capacidad de despojarse ante el asombro de todos: "El

    Seor, que me ha librado de las garras del len y de las garras del oso, me librar de las manos de este

    filisteo". El segundo texto al que quiero aludir es el conocido himno cristolgico de la carta a los

    Filipenses (2, 5-11): "se despoj... para hacerse uno de tantos". Se despoj para hacerse solidario, porque

    nos quiso salvar desde la cercana y la solidaridad; y se despoj de cosas buensimas, "de su rango" de

    Dios... Lo primario no es despojarse, sino ser libre o ser solidario. Pero ser autnticamente libres y

    solidarios pasa muchas veces por despojarse. La ascesis cristiana no es fin en s misma: es medio que nos

    posibilita no quedar atrapados por las cosas, sino llegar a travs de ellas al Seor de las mismas.

    Esta ascesis nace, si es cristiana, de la experiencia de descubrir y experimentar el cario de Dios por m

    en la vida. Esa experiencia me impulsa a una respuesta, a un deseo de "en todo amar y servir" (EE. 233).

    Cuando voy a poner en marcha esa respuesta siento muchas veces las ataduras que me frenan, que me

    reducen el impulso, que me quitan radicalidad... y trabajo por desatarme, por ser libre para caminar con

    presteza, sin lastres, al encuentro con el Seor de la vida, que me espera en todos y cada uno de mis

    hermanos. El servicio a los hombres, especialmente a los pobres y pequeos, es lugar privilegiado para

    encontrarme con Dios: la ascesis es disponerse para que ese servicio sea lo ms generoso, lo ms radical,

    lo ms permanente posible. Dejar de buscarme a m para encontrar al otro y en el otro ser alcanzado por

    Dios.

  • La ascesis, pues, adquiere este sentido fundamental de capacitarnos para ser alcanzados por Dios. Sentido

    que es complementario de los otros que le da la tradicin cristiana: como necesaria resistencia ante el mal

    que amenaza nuestra plenitud de vida, tanto desde dentro de nosotros mismos, como desde fuera; como

    medio de ordenar nuestros afectos de tal modo que seamos plenamente disponibles para Dios y

    consecuentes con nuestras opciones; como afirmacin real, concreta y visible del seoro de Dios sobre

    nuestras vidas: El es el Seor y no podemos permitir que las cosas se nos conviertan en idolillos, que,

    poco a poco, se envalentonan y nos piden ms campo de actuacin y presencia; como signo corporal y

    visible de que vivimos, o queremos vivir, una vida "nueva", otro estilo, otros valores...

    Qu formas puede adquirir hoy esta ascesis necesaria para encontrarnos con Dios en la vida y,

    particularmente, en el servicio a los hermanos? Indico slo algunas de ellas.

    Ascesis hoy es ser capaz, hacer un esfuerzo, por mantener un ritmo de vida humano, con espacios y

    tiempos para dimensiones y valores que no son importantes en nuestra sociedad, pero que para nosotros s

    lo son: la oracin, el dilogo gratuito, la contemplacin sosegada, el silencio...

    El control de nuestras necesidades desde dentro de nosotros mismos; el control de nuestro modo de

    satisfacerlas sin que nos movamos por condicionamientos externos y extrnsecos a nosotros mismos; la

    manera solidaria de responder a nuestras necesidades... Tener claro en nuestra teora y en nuestra prctica

    que "no todo es necesario" y que, incluso en el campo de lo necesario, no siempre es necesario lo mejor.

    Abstinencia es la palabra utilizada en la tradicin espiritual cristiana para denominar ese seoro sobre

    nuestras propias necesidades y esa necesaria solidaridad con los otros tambin al satisfacer nuestras

    necesidades.

    Tambin es un lugar de nuestra ascesis el ser capaces de mantener con constancia una relacin espiritual y

    una vivencia de fe en los "tiempos recios", en el "invierno". Ir ms all de la sensibilidad como criterio de

    experiencia espiritual. Tener talante para afrontar desolaciones y sequedades.

    La forma de encarar el sufrimiento, la enfermedad, la disminucin o prdida de capacidades personales, el

    olvido, el menosprecio, la poca consideracin por aquello que hacemos... Asumir todo esto con madurez,

    sin victimismos ni lamentaciones, sin resentimiento ni disminucin de nuestro afn de servicio, tambin

    es ascesis.

    Muchas veces convertimos nuestro presunto "afn de servicio", ms que en servicio autntico, que es

    respuesta a las necesidades de los dems, en "demostracin de nuestras habilidades". Hacemos lo que

    queremos, creemos que o nos gusta hacer, sin preguntarnos demasiado si eso es lo ms necesario para el

    otro, lo que puede ayudar. Nos importa ms quedar bien o resolver nuestras culpabilidades y malas

    conciencias que realmente responder al otro, sobre todo cuando responder al otro y a su necesidad es ms

    costoso, menos brillante o espectacular. Poner siempre las necesidades del otro como criterio de

    actuacin, por encima de mis planes, intenciones o habilidades, es ascesis.

    En definitiva, ninguna forma de ascesis es tan cristiana como la atencin preferente al dbil, al rechazado,

    al incmodo, al insoportable, al que fracasa y no aprovecha, al que no agradece, al pesado, al que los

    otros desprecian... En ellos, los "sin aspecto atrayente, despreciados y evitados de los hombres,

    acostumbrados a sufrimientos, ante quien se ocultan los rostros, despreciados y desestimados..." (Isaas

    53, 2-3), nos espera nuestro Dios para encontrarse con nosotros y salvarnos. Pero son necesarias muchas

    renuncias y mucha libertad para emprender un camino como este en el ambiente y mundo de valores que

    vive nuestra sociedad.

    4. SON ESTRUCTURAS DE APOYO AQUELLAS QUE NOS HACEN DESPOSEERNOS DE

    NUESTRA VIDA, DEJAR DE SER NOSOTROS EL CENTRO DE LA MISMA

    "...porque piense cada uno que tanto se aprovechar en todas cosas espirituales (y, por tanto, tambin de

    esa "cosa" que es encontrar a Dios en la vida), quanto saliere de su propio amor, querer y interesse" (EE.

    189). Para encontrar a Dios en la vida, hay que salir de uno mismo, dejar de ser uno el centro de s

    mismo. Por tanto, sern tambin estructuras de apoyo, ayudas para esta experiencia, las que nos hagan

    "salir", "descentrarnos".

  • Hay realidades en la vida que, por la fuerza, sin que nosotros las hayamos buscado ni las queramos, nos

    hacen salir de nosotros, nos descolocan... Pero no se trata aqu de eso, sino de dinmicas que nosotros

    voluntariamente podemos introducir en nuestra vida y que, de por s, tomadas en serio, nos "descentran"

    muy profundamente, dejndonos muy a punto para el encuentro con Dios. Quiero mencionar slo dos de

    ellas, por su importancia especial.

    La primera es la dinmica o experiencia de comunidad. Vivir a fondo la experiencia de comunidad y

    tomrsela en serio, con todo lo que ella conlleva de interpelacin, de sensibilidad ante el otro, de servicio

    gratuito, de apoyo al dbil, es una privilegiada dinmica de descentramiento, porque va situando

    paulatinamente a los otros en el lugar privilegiado de nuestra vida. Y situando all a los otros, estamos

    situando a Dios.

    La segunda es la cercana fsica y vital a los pobres de este mundo. Una cercana que es un don y una

    gracia, que muchas veces no est en nuestras manos pero que podemos y debemos pedir. Lo hacemos?

    Cada vez que pidiramos por los pobres deberamos tambin pedir por nuestra cercana a ellos.

    La cercana a los pobres del mundo nos saca radicalmente de nuestras mentiras, de nuestras

    autosuficiencias, de nuestras certezas y seguridades: nos hace sentir impotentes, cobardes, limitados,

    ignorantes... Nos evangeliza porque nos cambia el corazn. Es una evangelizacin las ms de las veces

    callada, pero de una insospechada profundidad y fuerza. Y nos hacemos capaces entonces de descubrir,

    tantas y tantas veces!, la sencilla verdad del evangelio, la sencilla presencia del Dios al que nuestros

    montajes y riquezas han ocultado: "Bendito seas, Padre Seor de cielo y tierra, porque si has escondido

    estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; s, Padre, bendito seas, por

    haberte parecido eso bien" (Mateo 11, 25-26). Tantas veces no encontramos a Dios en la vida, porque

    vamos por ella de "sabios y entendidos", porque no dejamos que la experiencia de los pobres de este

    mundo nos despoje y nos haga sencillos.

    Hay un momento de los Ejercicios en que Ignacio hace una aplicacin concreta de ese "quanto saliere"

    del nmero 189. Aparece en las reglas que da al limosnero, para que en su actividad de dar limosnas acte

    con los criterios bsicos de Ejercicios: "...quanto ms se cercenare y disminuyere, y quanto ms se

    acercare a nuestro summo pontfice, dechado y regla nuestra, que es Cristo nuestro Seor" (EE. 344).

    Salir de s, descentrarse, es identificarse con ese Jess "pobre y humilde", que es el punto de encuentro

    pleno entre Dios y la vida humana. Hacerse con l pobre y humilde es camino seguro para experimentar a

    Dios en lo ms hondo de nuestra vida. Todo lo dems no son ms que atajos que sirven si nos conducen a

    ese nico Camino, por el que Ignacio camin a lo largo de toda su vida, y por el que lleg a "...siempre y

    a cualquier hora que quera encontrar a Dios" encontrarle (12).

    --------------------------------------------------------------------------------

    NOTAS

    1. Cuando Ignacio se describe a s mismo, al final de su vida, afirma que a lo largo de sta ha ido

    "siempre creciendo en devocin, esto es, en facilidad de encontrar a Dios, y ahora ms que en toda su

    vida. Y siempre y a cualquier hora que quera encontrar a Dios, lo encontraba" (Autobiografa, n. 99).

    2. Son muy interesantes al respecto las aportaciones de los diversos especialistas que participaron en el

    Simposio Internacional de Salamanca sobre "Psicologa y Ejercicios Ignacianos" en septiembre de 1989,

    publicadas en los nos. 5 y 6 de la Coleccin "Manresa", edits. Mensajero-Sal Terrae, 1991.

    3. Santiago Arzubialde: "Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y Anlisis", Col. Manresa n. 1,

    Ed. Mensajero-Sal Terrae, 1991, pg. 42.

    4. Carlos Rafael Cabarrs: "Por qu no nos cambian los Ejercicios Espirituales?" en "Psicologa y

    Ejercicios Ignacianos" vol. I, coleccin Manresa n. 5, Eds. Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander,

    1991, pp.277-284.

    5. Cabarrs, op. cit. pg. 283-284.

    6. Santiago Arzubialde, op. cit. pg. 46, nota 43.

  • 7. Ver al respecto, Agustn Bueno Bueno "Nios de la calle", edit. en la col. "Cristianisme i justicia", n.

    33, Barcelona, 1990.

    8. Yves Cattin: "La metfora de Dios", en la revista CONCILIUM n. 242, correspondiente a agosto de

    1992.

    9. Josep M. Lozano i Soler: "Recerca de la felicitat a la nostra cultura". Quaderns Institut de Teologa

    Fonamental, n. 20. Sant Cugat del Valls, 1992, pg. 12.

    10. Joaqun Garca Roca: "La cultura de la solidaridad", conferencia pronunciada en Alicante, el 5 de

    junio de 1991.

    11. Nmero 256 de los "Recuerdos ignacianos. Memorial de Luis Gonalves da Cmara", publicado por

    la Coleccin Manresa, n. 7, edit. Sal Terrae-Mensajero, Santander-Bilbao, 1992, pg. 182.

    12. Autobiografa, n. 99.

    Yo quera encontrar a Dios

    Autor: Paulo Coelho

    El hombre lleg extenuado al monasterio:

    - Llevo mucho tiempo buscando a Dios - dijo. - Quizs usted pueda ensearme la manera correcta

    de encontrarlo.

    - Entra y mira nuestro convento - dijo el padre, tomndole de la mano y conducindole hasta la

    capilla. -Aqu estn las obras de arte ms bellas del siglo XVI, que retratan la vida del Seor y Su

    Gloria entre los hombres.

    El hombre aguard, mientras el padre explicaba cada una de las hermosas pinturas y esculturas

    que adornaban la capilla. Al final, repiti la pregunta:

    - Es muy hermoso todo lo que he visto. Pero me gustara aprender la manera ms correcta de

    encontrar a Dios.

    - Dios! - respondi el padre. - Lo has dicho muy bien: Dios!

    Y llev al hombre hasta el refectorio, donde estaba siendo preparada la cena de los monjes.

    - Mira a tu alrededor: dentro de poco ser servida la cena, y ests convidado a comer con nosotros.

    Podrs or la lectura de las Escrituras al tiempo que sacias tu hambre

    - No tengo hambre, y ya le todas las Escrituras -insisti el hombre. Quiero aprender. Vine hasta

    aqu para encontrar a Dios.

    El padre tom nuevamente al extrao de la mano y comenzaron a caminar por el claustro, que

    rodeaba a un hermoso jardn.

    - Pido a mis monjes que mantengan el csped siempre bien cortado y que retiren las hojas secas del

    agua de la fuente que est all en medio. Pienso que este es el monasterio ms limpio de toda la

    regin.

    El extrao camin un poco con el padre, y despus se despidi diciendo que tena que irse.

    -No te quedars aqu para la cena? - pregunt el padre.

    Mientras montaba en su caballo, el extrao coment:

    - Felicitaciones por su bella iglesia, por el refectorio tan acogedor y por el patio tan impecablemente

    limpio. Sin embargo, yo he viajado muchas leguas exclusivamente para aprender a encontrar a

    Dios, y no para deslumbrarme ante muestras de eficiencia, comodidades y disciplina.

  • Un relmpago cay del cielo, el caballo relinch fuerte y la tierra sufri una sacudida. De repente,

    el extrao se arranc el disfraz y el padre vio que estaba delante de Jess.

    -Dios est donde lo dejan entrar - dijo Jess. - Pero vosotros habeis cerrado para l la puerta de

    este monasterio, usando reglas, orgullo, riqueza y ostentacin. La prxima vez que un extrao se

    aproxime pidiendo para encontrar a Dios, no le muestres lo que habeis conseguido en Su nombre:

    escucha la pregunta e intenta responderla con amor, caridad y sencillez.

    Y dicho esto, desapareci.

    Encontrar a Dios entre las bombas

    Carta encontrada en el bolsillo de un soldado americano destrozado por una granada durante la 2 Guerra

    Mundial

    Encontrar a Dios entre las bombas

    An de entre los obscuros y fros abismos de odio, dolor y muerte que nacen de toda guerra, pueden

    despuntar, como pequeas llamas, hechos maravillosos. Como el que hace unos das ocurri en el

    conflicto blico de los Balcanes.

    A uno de los campos de refugiados en Albania, lleg inconsciente un joven soldado kosovaro que haba

    sido ametrallado por las milicias serbias. Mientras lo atenda el personal mdico militar, el joven volvi

    en s y comenz a decir entre sollozos inconsolables que haban asesinado a toda su familia y seres

    queridos, y que ahora se encontraba totalmente slo. Uno de los doctores al ver que el muchacho traa una

    cruz colgada al cuello, le dijo al tiempo que se la sealaba: No, no ests slo. l est contigo.

    Contestacin digna de un Padre de la Iglesia. Creo que ni el ms santo misionero pudo haberle dicho algo

    tan apropiado; adems de consolador, profundo y verdadero. Y es que el saber que realmente a Dios se

    encuentra junto a nosotros, debera ser ms que suficiente para hacernos recobrar la esperanza y la paz,

    por ms que lo estemos pasando mal. Porque Dios sana las heridas ms dolorosas, consuela las penas ms

    profundas, alegra los ms tristes momentos de la vida, colma las soledades ms amargas. Dios es amigo,

    padre y hermano. Dios todo lo puede. Dios nunca falta. Dios es fiel. Dios no puede morir.

    Al enterarme de este estupendo episodio record haber ledo hace aos unas lneas dirigidas a Dios

    mismo y atribuidas -supongo que con verdad- a otro soldado. An las conservo y quiero transcribirlas a

    continuacin porque creo que vienen muy al caso y, adems, desbordan una espontaneidad y fe al tratar

    con Dios envidiables.

    Escucha, Dios... Yo nunca he hablado contigo. Hoy quiero saludarte: Cmo ests? T sabes...? Me decan que no existas y yo... -tonto de m!- cre que era verdad. Yo nunca haba mirado tu gran obra, y

    anoche, desde el crter que cav una granada, vi tu cielo estrellado. Y comprend que haba sido

    engaado.

    Yo no s si T, Dios, estrechas mi mano, pero, voy a explicarte y comprenders... Es bien curioso: en este horrible infierno he encontrado la luz para mirar tu faz. Despus de esto, mucho qu decirte no tengo.

    Tan slo me alegro de haberte conocido...

    La seal...! Bueno, Dios, ya debo irme... Me encari contigo... An quera decirte que, como T sabes, habr lucha cruenta... Y quiz esta misma noche llamar a tu puerta. Aunque no fuimos nunca amigos,

    me dejars entrar, si hasta ti llego?

    Pero... si estoy llorando! Ves, Dios mo? Se me ocurre que ya no soy tan impo... Bueno, Dios, debo irme. Buena suerte! Es raro, pero ya no temo a la muerte.

    (Carta encontrada en el bolsillo de un soldado americano destrozado por una granada durante la 2 Guerra

    Mundial).

  • Impo? De ninguna manera. Porque miren que hace falta fe para descubrir la faz de Dios en medio del

    infierno de una guerra y para tratar con l con esa naturalidad, confianza y cario... Impos ms bien

    muchos de nosotros que ya quisiramos tener una fe la mitad de viva que la de ese soldado.

    Estoy seguro que Dios s estrech su mano y le dej entrar cuando aquella noche lleg hasta l. Como

    tambin estrechar la nuestra cada vez que con fe le busquemos para hablar con l en la oracin. Y de

    igual modo nos dejar entrar cuando hasta l lleguemos el da de nuestra muerte, si lo hemos descubierto

    y amado en todas y cada una de las circunstancias -por duras que sean- por las que ha transcurrido nuestra

    vida.

    Autor: Jos Carrillo, E. C. | Fuente: Catholic.net

    El Viajero....con buena compaa

    Para Jeric, quien quiera que sea y donde quiera que est.

    El Viajero....con buena compaa

    Qu injusticia. Cmo poda ser que l, recto y trabajador, fuera acusado de negligente y ahora tuviera

    que sufrir un castigo injustamente? Baj de sus doloridos hombros la carga que llevaba y mir al cielo

    profundamente azul, sin una sola nube. El sol caa a plomo sobre la arena del desierto, con la fuerza de un

    martillo sobre un yunque.

    La carga de Jeric, que consista en una bolsa con tirantes y herrajes para su transporte, deba pesar

    mucho, ya que al dejarla caer sobre la arena se hundi profundamente. Maldito el deber y maldito el

    talego, se dijo. Cmo pesaban ambos!

    El costal, al rozarle la espalda, le causaba excoriaciones en las que el sudor arda como cido. Los tirantes

    cortaban la piel de los hombros y los herrajes parecan las paredes de un horno para cocer panes. Un dolor

    sordo en todo el cuerpo le hizo cobrar conciencia de lo cansado que estaba. Por experiencia, el hombre

    supo que en la noche, con el fro, el dolor vendra sobre l como un len hambriento y sera terrible.

    Porque para agravar su desgracia, haba perdido el manto y no tena nada para cubrirse.

    Forzando la mirada hacia el horizonte trat de distinguir su meta, pero slo vio arena y el calor que

    reverberaba a ras del suelo. La fantasmagrica silueta de un animal cruzando un lago inexistente lo hizo

    estremecerse a pesar del calor. Record que alguien le haba dicho alguna vez que no pensara cunto

    faltaba por llegar, sino cunto haba avanzado. Se volvi hacia el otro lado, tratando de ignorar el dolor de

    su cintura y cuello. Otro interminable mar de arena se burl de l. Slo se vean sus solitarias huellas, que

    parecan venir de ninguna parte. Estaba en medio de la nada y hacia la nada se diriga. Se violent para

    tratar de contener el llanto, pero la soledad y la desesperanza lo ahogaron y dos lgrimas rodaron por sus

    mejillas.

    A duras penas logr dominarse y, con un quejido de agona, volvi a colocar el talego sobre su dolorida

    espalda y comenz a caminar otra vez, arrastrando los pies.

    Fue al llegar a la cima de una duna cuando divis a lo lejos una silueta recortada contra el azul del cielo.

    Al parecer se trataba de un hombre que llevaba su misma direccin. Aunque no estaba de humor para ser

    amable con nadie, pens que la compaa no le vendra mal. De modo que hasta donde pudo, apret el

    paso.

    Pronto se dio cuenta que el otro viajero iba mucho ms despacio que l. Con el sol y su carga sobre los

    hombros, Jeric se senta al borde del agotamiento y constantemente miraba al piso. Fue as que

    descubri que las huellas del que le preceda estaban salpicadas de sangre. Un chispazo de preocupacin

    cruz por su cabeza, pero fue sofocado con celeridad. Despus de todo, qu podra hacer l? Tena sus

    propios problemas, todos graves.

    Cuando lleg ms cerca del viajero pudo distinguirlo mejor. Se trataba de un hombre alto, delgado, de

    cabellos revueltos y cobrizos. Su nico equipaje era un pesado madero, que llevaba sobre los hombros.

    Un madero? Para qu querra un madero, que seguro pesaba sus buenos 50 kilos, en medio del desierto?

    Slo que se tratase de un carpintero. O de un loco.

  • Al fin lo alcanz, y entonces pudo ver el origen de las manchas de sangre que salpicaban sus huellas. Al

    parecer, las sandalias haban llagado los pies del viajero. Al emparejarse con l, lo salud

    desganadamente.

    Shalom alejem .

    Alejem shalom respondi el hombre alto, y le sonri con evidente camaradera.

    Como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos se detuvieron y bajaron sus respectivas cargas. Luego se

    estudiaron con atencin mutuamente. Cada uno vea su fatiga reflejada en el rostro del otro. Sin embargo,

    el hombre de las llagas tena una mirada profunda y cargada de paz. Pareca contento de haber encontrado

    a Jeric. Casi como si lo esperara.

    El primer viajero observ entonces la tnica blanca de lino, el cabello largo y la mirada franca.

    Comprendi que estaba ante un taumaturgo, un maestro de las Sagradas Escrituras.

    Rabbun pronunci, inclinndose con respeto. El hombre alto sonri con afecto y pregunt:

    Cmo te llamas, hermano?

    Jeric.

    Si el nombre le pareci extrao para un judo, el taumaturgo no dio seas de ello. En cambio, sac su

    bolsa de agua y le ofreci un trago. Cuando hubo saciado su sed, Jeric comprendi que ahora quedaba

    obligado a acompaar al Maestro. ste pareci leer sus pensamientos y lo tranquiliz.

    No te aflijas, Jeric. No es tu obligacin venir conmigo si no quieres. Pero pens que tal vez podramos ayudarnos y hacernos compaa.

    Cuando extendi la mano para recibir su bolsa de agua, Jeric vio otra llaga sangrante en el antebrazo,

    justo arriba de la mueca. Contuvo un estremecimiento y exclam compungido:

    Rabbun, ests herido!

    No te angusties, hijo.

    No creo que puedas ayudarme t a m, Rabbun dud Jeric, pero si quieres puedo llevar tu carga mientras t sanas de tus heridas. Debe doler una barbaridad. Y mira tus pies!

    Ciertamente, duele mucho concedi el viajero; pero no tienes que agobiarte con tu carga y con la ma.

    Puedo hacerlo, Maestro, en verdad respondi Jeric con ms caridad que convencimiento.

    Recuerda que no ests obligado a venir conmigo, Jeric. Pero si deseas acompaarme, podemos atar tu talego a mi madero y cargar ste sobre los hombros de ambos. As nos repartiremos la carga y gozaremos

    la mutua compaa.

    Jeric lo pens unos momentos y reconoci que el taumaturgo tena razn.

    Est bien, Rabbun, haremos como dices. Y uh gracias.

    Empezaron a caminar hombro con hombro, soportando ambas cargas sobre sus doloridas espaldas. Contra

    lo que esperaba, Jeric se dio cuenta que su macuto pareca pesar ms por s solo que atado al madero.

    Tal vez el Maestro era ms fuerte de lo que aparentaba.

    Por qu haces este viaje? pregunt el viajero. Jeric, ensimismado en sus reflexiones, tard un momento en contestar.

    Me culparon injustamente y apartndome de mis obligaciones, amigos y familiares, me pusieron en este camino. Solo.

  • As que no tienes ms remedio que caminarlo. As es.

    Eso explica la amargura que inunda tu corazn. Jeric se pregunt si el Maestro estara leyendo su mente.

    Apart la idea.

    Y a ti qu te pas en las manos, Rabbun? pregunt por hacer charla.

    Un castigo.

    Hiciste algo malo? se extra Jeric, pensando que para merecer un castigo tan atroz, deba haber cometido una falta muy grave. Por eso la respuesta lo desconcert.

    No, yo no hice nada malo. Nunca lo he hecho. Entonces tu castigo fue injusto respondi Jeric escandalizado.

    Fue necesario aclar el Maestro.

    Necesario? se pregunt Jeric.

    Un castigo injusto, pero necesario. Qu significaba eso? Confundido, slo atin a decir lo obvio.

    Debe doler mucho.

    No sabes cunto admiti el Maestro, y su rostro se ensombreci. Pero ms me doli ver el sufrimiento de mi mam. Y el abandono de 11 amigos muy queridos. Y la traicin de otro. Al final, slo

    el ms pequeo de ellos, el ms querido, estaba ah para consolar a mi madrecita querida. Tiempo despus

    mis otros amigos regresaron, pero todos los das y a todas horas, otros amigos me abandonan, y hay

    quienes me vuelven a lastimar as como ests viendo.

    Y se dicen tus amigos? se indign Jeric.

    No los juzgues, Jeric. O t habras aceptado sufrir el castigo junto a m?

    Creo que no respondi con tristeza el hombre, me habra faltado el valor.

    Y sin embargo, yo te seguira queriendo igual. Y te quiero, porque acompaarme y ayudarme a cargar este madero es una muestra de valenta, Jeric, y una muestra de caridad muy grande.

    Perdn, Rabbun, no entiendo. Qu es caridad?

    Amor. Simplemente amor. Pero del ms grande, el de quien da todo sin dudar. El de quien da la vida por sus amigos.

    Jeric se mantuvo callado unos momentos. Haba cosas que no le quedaban del todo claras. Opt por

    cambiar de tema.

    Rabbun, no entiendo. En lugar de que mi carga haya aumentado de peso atndola a la tuya, ahora me pesa menos.

    S, es cierto. La caridad aligera cualquier carga.

    Entonces Jeric comprendi que el ms beneficiado de los dos al compartir la carga haba sido l mismo,

    y aquel hombre amable y generoso lo saba cuando se lo propuso. Y adems, no haba dudado en

    compartir su agua, su dolor y su sangre por ayudarlo. De pronto, en medio de su dolor y desesperanza,

    Jeric tuvo la certeza de que el Maestro haba esperado encontrarse con l para poder ayudarlo, a pesar de

    que Jeric ni siquiera lo conoca.

  • Sin poder contenerlas, gruesas lgrimas brotaron de sus ojos y sordos sollozos desgarraron su pecho. El

    llanto de odio que haba contenido horas antes le haba llenado de amargura el corazn. El llanto de ahora

    le llenaba de paz. Le purificaba.

    Sin aviso, el Maestro dej caer el madero y abraz al hombre baado en lgrimas.

    Amigo Jeric habl el taumaturgo, a veces el amor es tan grande que resulta doloroso. Pero es un dolor que purifica, como puedes sentirlo en este momento.

    Benditos sean mis enemigos dijo el hombre entre sollozos, porque al condenarme me pusieron en el camino en que te encontr, Rabbun.

    El Maestro separ ligeramente a Jeric de su pecho y le sonri con calidez.

    Quieres ser mi amigo, Jeric? El aludido slo pudo afirmar con la cabeza. An tena un nudo en la garganta.

    Los hombres se separaron y el taumaturgo desdobl su manto y lo coloc sobre las espaldas de ambos.

    Luego, puso su brazo sobre los hombros de Jeric y lo estrech contra s.

    Gracias, Jeric, porque has mitigado mis sufrimientos al compartir los tuyos. Gracias tambin por dejarte amar y por amarme a m.

    Acrcate, querido amigo llam el Rabbun, para que te cubras bien con mi manto.

    Luego de arrebujarse bien, Jeric ayud al Maestro a alzar su carga, y reiniciaron la marcha hombro con

    hombro. Ahora el cansancio se aliviaba con el placer de la mutua compaa.

    Cundo tendremos que separarnos, Rabbun? Cul es tu camino? pregunt entonces Jeric.

    No me llames Rabbun, porque ya no somos dos extraos. Llmame Yeshua , como mis dems amigos. Y no nos separaremos, Jeric. Yo ir a donde t vayas, y estar contigo todos los das hasta el final de los

    tiempos.

    Y as, los dos hombres se perdieron de vista en direccin al sol poniente.

    Autor: Jaime Bordons, L.C. | Fuente: Catholic.net

    Quin tiene un amigo, tiene un tesoro

    Un amigo que es desde siempre y para siempre. Sabe transformar el juicio en perdn, la culpabilidad en

    inocencia, el sufrimiento en amor.

    Quin tiene un amigo, tiene un tesoro

    Distraigo su atencin slo para compartir con ustedes algo que viv hace poco.

    Yo no s porqu desde hace mucho tiempo escucho que el mejor amigo del hombre es el perro. Yo tena

    uno y la verdad es que nunca lo percib como a un amigo.

    Cuando la vida arrecia fuerte, los problemas pesan mucho y las lgrimas surgen en lo ms ntimo del

    corazn, se apetece la compaa de un amigo y se entiende mejor aquello que dice la Sagrada Escritura

    "quin tiene un amigo, tiene un tesoro"

    Recientemente tuve el gozo (y digo bien, gozo!) de atender espiritualmente a personas cuyas vidas no

    son un poema de amor, que conocen en carne propia el sabor de la derrota y el aroma del fracaso en sus

    mltiples variedades de dolor y desesperacin.

    Aqu lo fcil es juzgar y condenar, sealar con el dedo y alegrarnos nosotros de no ser as, de haber tenido

    mejor suerte.

  • A un amigo se le reconoce cuando lo necesitamos, cuando requerimos de un consejo, cuando nos hace

    falta que alguien nos escuche y comprenda.

    En esas personas, despus de conocer sus vidas y las heridas que laceraban sus almas, su fondo y la

    amargura de su dolor, vi de pronto brillar una esperanza. Haban encontrado, sorpresivamente, al mejor

    amigo.

    Un amigo que es desde siempre y para siempre. Un amigo que sabe transformar el juicio en perdn, el

    pecado en pureza, la culpabilidad en inocencia, el sufrimiento en amor.

    Uno de ellos me pregunt si el Cielo todava era para l... Coloqu una imagen de ese amigo con el rostro

    agonizante en la mesa, comentamos juntos lo hizo por cada uno de nosotros y no fue necesaria otra

    respuesta. Gran hallazgo, ese amigo tambin haba creado el Cielo para ellos, y dira ms, pensando en

    ellos.

    Cunto nos hace falta descubrir el amor!

    Esas personas que les comento, descubrieron que precisamente, cuando sentimos que tocamos fondo en la

    vida, cuando ya no le encontramos gusto a las cosas, es ah precisamente, cuando en nuestra conciencia

    resuena la voz del amigo que viene en nuestra ayuda.

    Su voz es suave y si no queremos no la escuchamos porque no usa violencia alguna, nunca sale en la

    radio ni en la televisin. Slo gusta hablarnos en lo ntimo de la conciencia.

    El amigo que as habla no busca nunca su propio inters sino el nuestro, sabe de dolores ya que l los

    vivi primero que nosotros en carne propia y le agrada curar nuestras heridas ms profundas, aquellas que

    tantas veces no nos atrevemos a reconocer.

    Para m fue un privilegio estar con ellos y poder contemplar y ser testigo que l est cuando otros ya no

    quieren saber nada y nos ofrece sinceramente su amistad y su perdn. Y despus dicen algunos por ah

    que es aburrido ser sacerdote...

    A todos ellos les vi con el rostro distinto, ms tarde, terminada la Misa, con paz en el corazn y con una

    ilusin renovada en la vida.

    Haban encontrado al amigo de sus almas!, "nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus

    amigos"... nos enseaba el Seor.

    Por cierto, que no se me olvide decirles dnde vive ese amigo para que lo puedan encontrar (si as lo

    desean), vive en dos lugares a la vez: en el Cielo y en el Sagrario de la Capilla, en realidad los dos son lo

    mismo.

    Desde all, ensea a los que le visitan cmo cambiar en el dolor en esperanza, el olvido en amor, la propia

    cruz de cada da en vida eterna, porque precisamente es "el mejor amigo"

    Que no nos engaen ms con aquello de que el mejor amigo del hombre es el...

    La oracin de los cinco dedos

    Podramos orar todos por cada uno

    La oracin de los cinco dedos

    1. El dedo pulgar es el que est ms cerca de t. As que comienza orando por aqullos que estn ms

    unidos a t. Son los ms fciles de recordar. Orar por los que amamos es "una dulce tarea."

    2. El prximo dedo es el ndice: Ora por los que ensean, instruyen y curan. Ellos necesitan apoyo y

    sabidura al conducir a otros por la direccin correcta. Mantnlos en tus oraciones.

  • 3. El siguiente dedo es el ms alto. Nos recuerda a nuestros lderes, a los gobernantes, a quienes tienen

    autoridad. Ellos necesitan la direccin divina.

    4. El prximo dedo es el del anillo. Sorprendentemente, ste es nuestro dedo ms dbil. El nos recuerda

    orar por los dbiles, enfermos o atormentados por problemas. Ellos necesitan tus oraciones.

    5. Y finalmente tenemos nuestro dedo pequeo, el ms pequeo de todos. El meique debera recordarte

    orar por t mismo. Cuando hayas terminado de orar por los primeros cuatro grupos, tus propias

    necesidades aparecern en una perspectiva correcta y estars preparado para orar por t mismo de una

    manera ms efectiva.

    Autor: P. Miguel Segura | Fuente: Catholic.net

    La rosa y lo fundamental

    Nuestros puntos de vista pueden hacernos olvidar lo fundamental: todo viene de Dios.

    La rosa y lo fundamental

    Junto a la misin viva un profesor retirado que quera bautizarse y hacer la primera comunin el mismo

    da. Fue l quien me cont esta historia. Ojal pudieras escucharla de sus mismos labios...

    En una ocasin tres cientficos paseaban por un jardn pblico y se detuvieron frente a una rosa roja.

    - Por qu la rosa es roja? -pregunt uno de ellos.

    Cada uno comenz a hablar segn su especialidad. El primero dijo:

    - Debe ser por el tipo de paquetes de honda que emite bajo el influjo de las radiaciones solares.

    Otro aadi:

    - No, ms bien, es roja porque nuestra capacidad visiva cubre los siete espectros del arcoiris.

    Y el ltimo:

    - En realidad se debe a la luz, ya que si este vegetal fuera iluminado por rayos gamma o ultravioleta,

    cambiara su color.

    Pero al improviso la rosa habl dejndoles desconcertados:

    - Os equivocis todos. Soy roja porque Dios as lo quiere.

    Nuestros puntos de vista pueden hacernos olvidar lo fundamental y las explicaciones parciales pueden

    intoxicar nuestra vida. Pero la ltima respuesta est siempre en el que orden el universo tal como lo

    conocemos

    Saltar al vaco

    Hay quienes pasan la vida preparndose para orar, buscan mtodos de oracin novedosos y de todo tipo

    pero, en el momento, no hablan con Dios.

    Saltar al vaco

    Cada vez que vea fotos de hombres lanzndose desde un avin, el joven senta la necesidad interior de

    estar entre ellos. Quera ser paracaidista.

    -Por qu ellos s y yo no? -se deca.

  • Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracadas. Despus inici y

    concluy un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas

    cosas, decidi estudiar tambin un master en cada de cuerpos, atraccin de masas y friccin. Concluy su

    preparacin con un ao de estudios meteorolgicos y movimientos de corrientes de aire.

    Por fin, cuando se sinti preparado, eligi cuidadosamente el avin. Era un bimotor que an segua en uso

    y tena buen aspecto.

    Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le haba sealado en el mapa con una

    regla y un comps. El momento se acercaba y al elevarse el avin, el joven senta ms y ms el vrtigo

    entusiasmante de volar.

    Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levant del asiento, abri la escotilla y sinti el

    viento helado en la cara. Permaneci all unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...

    Pero no salt.

    Cerr la escotilla y mand aterrizar. Haba olvidado que para saltar hace falta una cosa ms. Ser un

    valiente.

    Conozco a quienes pasan la vida preparndose para orar; buscan mtodos de oracin novedosos y

    consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no hablan con Dios. Y es que para hablar con Dios hay

    que ejercitar la fe y olvidan que para vivir de fe hace falta... ser un valiente; o sea, pedirla.

    El atardecer de la vida

    La vida es un instante que pasa y no vuelve.

    El atardecer de la vida

    El sol se despeda del Imperio Tr. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban

    conversando sobre la vida.

    - Qu cosa es lo que ms te gusta de la vida, anciana?

    La viejecilla del molino amarillo se entretena en lanzar los ojos hacia el ocaso.

    - Los atardeceres respondi.

    El vasallo pregunt, confundido:

    - No te gustan ms los amaneceres? Mira que no he visto cosa ms hermosa que el nacimiento del sol

    all, detrs de las verdes colinas de Tr.

    Y reafirmndose, exclam:

    - Sabes? Yo prefiero los amaneceres.

    La anciana dej sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigindose

    hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:

    - Los amaneceres son bellos, s. Pero las puestas de sol me dicen ms. Son momentos en los que me gusta

    reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de m misma.

    - Cosas? De ti misma...? inquiri el vasallo. No saba a qu se refera la viejecilla con aquella frase.

    Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana aadi:

    - Claro. La vida es como un amanecer para los jvenes como t. Para los ancianos, como yo, es un bello

    atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los

    atardeceres... - mira!

    La anciana apunt con su mano hacia el horizonte. El sol se ocult y un clido color rosado se extendi

    por todo el cielo del Imperio Tr. El vasallo guard silencio. Qued absorto ante tanta belleza.

    La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer

    sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado

  • historia, colore con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

    Autor: Cortesa Tereza Leticia | Fuente: Catholic.net - Foros

    El tren de la vida

    Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques y desembarques, de accidentes en el camino,

    de sorpresas, con subidas y bajadas.

    El tren de la vida

    Un da, lleno de luz y brillo, lea un libro que comparaba la vida con un viaje en tren. Era una metfora

    extremadamente interesante ya que interpretaba correctamente lo que quera expresar. Ella deca algo as

    como las siguientes humildes palabras:

    Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques y desembarques, de pequeos accidentes en el

    camino, de sorpresas agradables, de alertas falsas y verdaderas, con algunas subidas y bajadas tristes, con

    subidas y bajadas de alegra. Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas,

    nuestros padres, que nos harn conocer el "Gran" viaje hasta alguna parte del camino. Lamentablemente,

    ellos en alguna estacin se bajarn para no volver a subir ms. Quedaremos hurfanos de su cario,

    proteccin y afecto. Pero a pesar de esto, nuestro viaje continuar.

    Conoceremos a otras interesantes personas, durante la larga travesa. Subirn nuestros hermanos, amigos

    y amores. Muchos de ellos slo realizarn un corto paseo, otros estarn siempre a nuestro lado

    compartiendo alegras y tristezas.

    En el tren tambin viajarn personas que andarn de vagn en vagn para ayudar a quien lo necesite.

    Muchos se bajarn y dejarn recuerdos imborrables. Otros en cambio viajarn ocupando asientos, sin que

    nadie perciba que estn all sentados. Es curioso ver como algunos pasajeros a los que queremos,

    prefieren sentarse alejados de nosotros, en otros vagones. Eso nos obliga a realizar el viaje separados de

    ellos. Pero eso no nos impedir, con alguna dificultad, acercarnos a ellos. Lo difcil es aceptar que a pesar

    de estar cerca, no podremos sentarnos juntos, pues muchas veces otras son las personas que los

    acompaan.

    Este viaje es as, lleno de atropellos, sueos, fantasas, esperas, llegadas y partidas. Sabemos que este tren

    slo realiza un viaje: el de ida. Tratemos, entonces de viajar lo mejor posible, intentando tener una buena

    relacin con todos los pasajeros, procurando lo mejor de cada uno de ellos, recordando siempre que, en

    algn momento del viaje alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entender eso. A nosotros tambin

    nos ocurrir lo mismo seguramente. Alguien nos entender y ayudar.

    El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estacin nos tocar descender. Pero creo que ser

    hermoso ver continuar el camino de mis hijos. Separarme del amor a la vida ser algo doloroso, pero

    tengo la esperanza de que en algn momento nos volveremos a encontrar en la estacin principal y tendr

    la emocin de verlos llegar con mucha ms experiencia de la que tenan al iniciar el viaje. Ser feliz al

    pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan crecido como buenas personas.

    Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emocin

    aumenta a medida que el tren va parando. Quin subir?, Quin ser?. Me gustara que USTED pensase

    que, desembarcar del tren, no es slo una representacin del trmino de una historia que dos personas

    construyeron. Estoy feliz de ver como ciertas personas, como nosotros, tienen la capacidad de reconstruir

    para volver a empezar; y eso es seal de lucha y garra. Saber vivir es poder obtener lo mejor de todos los

    pasajeros. Agradezco a DIOS porque estemos realizando este viaje juntos y a pesar de que nuestros

    asientos no estn juntos, con seguridad el vagn es el mismo.

    Autor: Annimo

  • Jams me he decidido a nada...

    En la vida, si no pasamos a la accin, todo quedar en el terreno de los sueos.

    Jams me he decidido a nada...

    Por la vereda de musgo caminaban el vasallo, el paje y un hombre joven de fsico vigoroso, pero de voz

    cansada, casi imperceptible. Al andar, el hombre iba lamentndose:

    - De pequeo quise ser el mejor constructor del Imperio. Y ahora...

    Los rayos del sol se abran paso entre los frondosos alcornoques que franqueaban la espaciosa vereda, y

    una ventisca fresca agitaba la vestimenta de los tres caminantes.

    - Cuando cumpl la mayora de edad -prosigui el hombre-, so con irme a la conquista de Reinos

    nuevos. Pero, ahora...

    El hombre no dejaba de lamentarse. El paje y el vasallo, limitndose a parar odo, se conmiseraban

    internamente con l, pues de verdad que sus palabras y su semblante daban pena.

    - Hace un par de aos intent casarme y formar una familia numerosa. Y ahora...

    Entonces el vasallo pens dentro de s: Pobre hombre! Ha querido hacer tantas cosas y no ha podido realizar ninguna. Quiz le faltaron los medios, o alguien que le apoyara. Se ve que el pobre sufre mucho.

    Antes de alcanzar el ltimo tramo de vereda, para luego iniciar el ascenso al monte, el hombre suspir:

    - Y ahora siento que debo acompaarles hasta el pueblo de la cima como promet, pero...

    Interrumpi el vasallo:

    - Pero, no puedes verdad? Quisieras, pero algo te lo impide, como te impidi ser constructor, caballero y

    pap...

    Y como el hombre guardara silencio, el paje aadi:

    - Podemos ayudarte en algo?

    El hombre, frotndose las manos, respondi:

    - S. Pueden decirme qu se necesita para decidirse a hacer algo en la vida?- y despus de hacer una

    pausa concluy- Saben? Jams me he decidido a nada...

    En la vida, si no pasamos a la accin, todo quedar en el terreno de los sueos. Cuntas veces vemos

    nuestros deseos truncados, por el simple hecho de no decidirnos a realizarlos a tiempo! Pidamos ayuda en

    la oracin para que Dios nos de la fuerza de decidir el mejor camino, de cumplir Su voluntad.

    Heridas que no duelen

    Si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios, te ha agarrado demasiado fuerte para que no caigas

    Heridas que no duelen

    En un da caluroso de verano en el sur de la Florida un nio decidi ir a nadar en la laguna detrs de su

    casa. Sali corriendo por la puerta trasera, se tir en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un

    cocodrilo se le acercaba. Su mam desde la casa miraba por la ventana, y vi con horror lo que suceda.

    Enseguida corri hacia su hijo gritndole lo ms fuerte que poda.

    Oyndole, el nio se alarm y mir nadando hacia su mam. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la

    mam agarr al nio por sus brazos justo cuando el caimn le agarraba sus piernitas.

  • La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazn. El cocodrilo era ms fuerte, pero la mam

    era mucho ms apasionada y su amor no la abandonaba. Un seor que escuch los gritos se apresur

    hacia el lugar con una pistola y mat al cocodrilo. El nio sobrevivi y, aunque sus piernas sufrieron

    bastante, an pudo llegar a caminar.

    Cuando sali del trauma, un periodista le pregunt al nio si le quera ensear las cicatrices de sus pies. El

    nio levant la colcha y se las mostr. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y

    sealando hacia, las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas".

    Eran las marcas de las uas de su mam que haban presionado con fuerza. "Las tengo porque mam no

    me solt y me salv la vida".

    Nosotros tambin tenemos las cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestros

    pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las

    garras del mal.

    Dios te bendiga siempre, y recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios, te ha agarrado

    demasiado fuerte para que no caigas

    La cuarta rana

    Toda unin debe darse bajo el signo del amor, no con nimo de dividir, descalificar, o ganar una

    discusin o un lugar por vanidad.

    La cuarta rana

    Cuatro ranas estaban sentadas en un tronco que flotaba en la orilla del ro. Sbitamente, el tronco fue

    sorprendido por la corriente y se desliz lentamente ro abajo. Las ranas quedaron embelesadas y

    asombradas pues nunca haban antes navegado. Finalmente, la primera rana habl y dijo: ste es sin duda

    alguna, un tronco maravilloso. Se mueve cual si estuviera vivo. Jams conoc un tronco as. Entonces la

    segunda rana habl y dijo: no mi amiga, este tronco es como todos los troncos y no se mueve. Es el ro

    que est caminando hacia el mar y lleva consigo el tronco y a nosotros. Y la tercera rana habl y dijo: no

    es el tronco ni el ro que se mueven. El movimiento est en nuestro pensamiento. Pues sin pensamiento

    nada se mueve. Y las tres comenzaron a discutir sobre qu era lo que se estaba realmente moviendo. El

    altercado se fue haciendo cada vez ms acalorado, mas no llegaron a ningn entendimiento.

    Entonces se volvieron hacia la cuarta rana que hasta aquel momento haba estado en silencio, escuchando

    atentamente, y le pidieron su opinin. Y la cuarta rana dijo: cada una de vosotras tiene razn y ninguna

    est errada. El movimiento est en el tronco y en el agua y tambin en nuestro pensamiento. Y las tres

    ranas quedaron muy enfadadas pues ninguna quera admitir que su verdad no era la verdad total, y que las

    otras dos no estuvieran totalmente erradas.

    Entonces ocurri una cosa extraa: las tres ranas se unieron y arrojaron al ro a la cuarta rana.

    Esta historia me hizo reflexionar sobre algunas experiencias de vida que muchos hemos tenido: cuantas

    veces hemos visto gente que se pelea, discute, y se rechaza mutuamente, y de modo cotidiano, para

    fastidio de quienes los rodean. Sin embargo, de repente, estas personas descubren un enemigo en comn,

    y sbitamente nace una amistad y unin entre ellas que sorprende a los dems: por fin se amigaron!. Sin

    embargo, algo llama nuestra atencin, pues esa unin gira alrededor de la crtica o el ataque hacia alguien

    o algo en particular. Se han unido porque descubrieron un enemigo en comn, alguien o algo que

    detestan de modo compartido!. Por supuesto que sta "unin" no dura mucho tiempo, porque no est

    propiciada por Dios, sino por el odio y el nimo de descalificar o dividir (y ya sabemos quien propicia

    estos sentimientos...). En cuanto estas personas, "unidas bajo esta nueva causa", terminan con el enemigo

    comn, de inmediato vuelven a pelearse entre ellas, como era antes. Es que toda unin debe darse bajo el

    signo del amor, no con nimo de dividir, descalificar, o peor an de ganar una discusin o un lugar por

    vanidad.

  • Esta es, en el fondo, una leccin de amor. Acaso los enemigos de Jess, Romanos y Sanedrn, no se

    odiaban a muerte pero se unieron en contra de El, hasta darle muerte de Cruz?. Curiosamente, los

    Romanos destruyeron Jerusaln (y mataron a muchos integrantes del Sanedrn) en el ao 70, tal cual lo

    haba profetizado Jess. Toda una leccin: si no hay amor, la unin no sirve, no dura, y se derrumba como

    ocurre tarde o temprano con todo lo que no es de Dios, sino de los hombres. Es como las alianzas y

    acuerdos de los polticos que vemos en nuestros das...

    Ya lo dijo el Seor, que El es signo de divisin: cuando las personas no estamos unidas bajo el signo de

    Dios, Su Palabra resulta en escndalo, controversia, como dicen los Evangelios, porque saca a la luz y

    expone las oscuras intenciones contrarias al amor (y usualmente esto no resulta de agrado a los hombres).

    Nos puede resultar duro este mensaje, pero as son las cosas de Dios cuando nos muestran nuestros

    errores...aunque nos duela. Eso tambin es amor: el amor de Dios que nos repr