Enano y Saltarin

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El enano y saltarín

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EL ENANO SALTARINHermanos GrimmHaba una vez un molinero que tena dos grandes amores en su vida: el trabajo y su hija. Era sta una hermosa doncella en la que resplandecan todas las virtudes... Quiso la suerte que pasara por all el joven rey, que se interes por su vida y su trabajo. Dices que tienes una hija? S, Majestad, tengo una hija que, adems de ser muy bella, es tan habilidosa que sera capaz de hilar paja y convertirla en oro. Una doncella as me convendra. Si tu hija es tan hbil como dices, trela maana al palacio; quiero convencerme si es verdad lo que dices. Seor, aunque pobre, soy honrado y leal. Pues as habr de ser, porque en el caso de que tu hija no tenga tales habilidades ordenar que los ahorquen a ambos. Al da siguiente por la maana la joven fue conducida al palacio, donde la metieron en una alcoba que tena grandes montones de paja y en la que slo haba una rueca y una banqueta. All un criado de palacio le dijo: Ponte a trabajar de inmediato, porque si para maana no has convertido en oro toda esta paja, su Majestad te mandar ahorcar. Y sali de la habitacin dando un portazo. Al quedarse sola la joven rompi a llorar desconsoladamente. Ay, Dios mo, por qu habr dicho mi padre que yo sera capaz de hilar la paja para convertirla en oro, si eso es imposible! La joven segua llorando cuando sinti una musiquilla y, de pronto, apareci un enanito muy sonriente que le dijo: Buenos das, molinerita! por qu lloras? Ay, seor, el rey me manda que hile toda esta paja y la convierta en oro y no s cmo empezar! Qu estaras dispuesta a darme si yo hilo toda la paja y la convierto en oro? Yo no tengo ninguna joya que darte, pero aydame y har cualquier cosa por ti. Bueno, bueno, promteme que cuando te cases me entregars el primer hijo que tengas. Pero si yo no me pienso casar! Bueno, bueno, pero t promtemelo. Est bien, pero luego no sufras por el desengao. El enanito se puso a trabajar con tal velocidad que en poco tiempo tuvo hilado hasta el ltimo puado de paja. Al da siguiente por la maana, el rey qued asombrado al ver aquel montn de oro y pens que la forma de asegurarse aquella riqueza era hacer que la molinera fuera su esposa. Estoy orgulloso de ti hasta tal punto que voy a casarme contigo. Pero, seor, yo no...! Nada, nada, la interrumpi el rey, maana mismo nos uniremos en matrimonio! Se casaron y fueron felices. Y al pasar un ao la cigea les trajo un tierno infante. Un da que la joven reina estaba a solas con su hijito se le apareci el enano y le dijo: Buenos das, Majestad, vengo para que cumplas vuestra promesa. O acaso la has olvidado ya? No, por favor, seor, pdeme lo que quieras, pero djame a mi hijito! Est bien, voy a darte una oportunidad. Te doy tres das de plazo para que adivines cul es mi nombre. La reina no durmi en toda la noche recordando cuantos nombres saba. Al da siguiente, cuando lleg el enanito, la reina le recit todos los que recordaba; pero a cada uno de ellos el enano daba un pequeo salto y riendo deca: No, no, se no es mi nombre, ja, ja, ja, ja! Y desapareca muy contento al ver que no adivinaba su nombre. Al da siguiente otra vez la reina volvi a decirle todos los nombres que pudo recordar, pero el enanito desapareci riendo al ver que la reina no consegua acertar. Viendo la reina el corto plazo que tena para adivinar el nombre del enano, mand a un servidor de la Corte para que lo siguiera o indagara su paradero. El emisario lleg hasta lo alto de una montaa y, escondido detrs de unas matas, vio cmo el enanito bailaba alrededor de una brillante hoguera, mientras tocaba una dulzaina y al mismo tiempo cantaba: Maana tendr yo aqu un prncipe que me sirva, desde el punto hasta el confn, nadie sabue me llamo el Enano Saltarn! El servidor de la Corte, al or esto, corri enseguida a decrselo a la reina, que se puso muy contenta. Y a otro da, cuando lleg el enanito, la reina empez como de costumbre a decirle nombres: No te llamars Pedro? No te llamars Juan? Y a cada fallo de la joven, el enano daba un pequeo salto y deca: No, no, fro, fro! Entonces, entonces puede que te llames el Enano Saltarn. Aaaaj! Por fuerza te lo tiene que haber dicho el mismsimo Diablo! Y sali por la ventana dejando tras de s un gran rastro de humo. Y, afortunadamente, la reina no volvi a verlo jams y vivi muy feliz con su principito y con su esposo.