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26 27 DE OCTUBRE DE 2013 DOMINGO LOS TRAFICANTES Por JOSÉ LUIS PARDO Y ALEJANDRA S. INZUNZA G UASDUALITO, Venezuela.— Juan Guerre- ro planeaba la cena de Navidad cuando su hermano Javier de Jesús le llamó por te- léfono. Era finales de noviembre de 2011 y la familia tenía pensado reunirse fuera de su humilde casa de ladrillo y techo de aluminio en Guasdualito, una pequeña ciudad en la frontera con Colombia, para celebrar las fiestas. Javier de Jesús, el quin- to de 14 hermanos, era el visitante más esperado. Hacía varios años que vivía en la clandestinidad como líder de la guerrilla venezolana conocida como Fuerzas Pa- trióticas de Liberación Nacional (FPLN), y aparecía sólo de vez en cuando. Javier de Jesús se había transformado en el coman- dante Moisés Carpio. FOTO AP QUE USAN UNIFORME MILITAR En Venezuela los narcotraficantes visten ropa de camuflaje. En la frontera de ese país con Colombia las guerrillas colombianas y venezolanas, y el Ejército, pelean por el control del tráfico de droga. Militares de alta graduación han sido denunciados por su vínculo con el tráfico de estupefacientes, pero ninguno ha sido condenado gracias a los vínculos que tenían con el expresidente Hugo Chávez

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LOS TRAFICANTES

Por JOSÉ LUIS PARDO Y ALEJANDRA S. INZUNZA

GUASDUALITO, Venezuela.— Juan Guerre-ro planeaba la cena de Navidad cuando suhermano Javier de Jesús le llamó por te-léfono. Era finales de noviembre de 2011y la familia tenía pensado reunirse fuerade su humilde casa de ladrillo y techo dealuminio en Guasdualito, una pequeñaciudad en la frontera con Colombia, paracelebrar las fiestas. Javier de Jesús, el quin-to de 14 hermanos, era el visitante másesperado. Hacía varios años que vivía enla clandestinidad como líder de la guerrillavenezolana conocida como Fuerzas Pa-trióticas de Liberación Nacional (FPLN), yaparecía sólo de vez en cuando. Javier deJesús se había transformado en el coman-dante Moisés Carpio. FO

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EN CONFLICTO. Al ser vecino de Colombia,la frontera venezolana es muy proclive altráfico de drogas. Y también a la corrupción.En la foto se observa droga incautada

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Su hermano lo describe como unapersona seria y parca. Sus compañeroscomo un líder extrovertido y bromistaque defendía a los campesinos. Y en Ca-racas, la capital, los expertos consulta-dos hablan de él y el resto de guerrilleroscomo civiles armados que, simplemen-te, ejercen un control déspota sobre losvecinos al servicio de la revolución bo-livariana. Su legado y su personalidadson contradictorios, propio de un hom-bre que decide vivir en el monte, agarrarlas armas y priorizar una causa por en-cima de sí mismo y su familia.

Juan contestó la llamada de su her-mano mientras conducía hacia el tra-bajo. “Me van a desaparecer”, le dijo se-reno a Juan, quien lo escuchó por elauricular con resignación. No dijo na-da. Fue la última vez que escuchó lavoz de Moisés.

En toda la región de El Apure, unade las zonas más calientes de Vene-zuela por la presencia de guerrillas,ejército y narcotraficantes, Moisés e rafamoso por defender la revolución bo-livariana, por enfrentarse a los terra-tenientes que controlaban el contra-bando de gasolina, madera, ganado ydrogas, y por luchar por la expulsiónde las guerrillas colombianas —el Ejér-cito de Liberación Nacional (ELN) y lasFuerzas Armadas Revolucionarias deColombia (FARC)— con quienes com-partía su ideología, pero no aceptabaque impusieran control en territoriovenezolano. Hace tiempo que recibíaamenazas. Su familia le rogaba que tu-viera cuidado porque tenía demasia-dos enemigos. Moisés sabía que tardeo temprano lo iban a matar. Los mi-litares del batallón de La Victoria, unpueblo cercano, que estaban a cargodel coronel Ángel Rafael Saldeño Ar-mas —un militar a quien los vecinosseñalaban como el principal narcotra-ficante de la región— seguían sus pa-sos desde hacía cinco años.

Mientras en países como Panamá yel resto de Centroamérica los narcotra-ficantes se roban la droga unos a otros,en Venezuela, los guerrilleros venezo-lanos se la quitan a los militares. “Ha ygenerales, coroneles, tenientes y sar-gentos involucrados. Los narcotrafi-cantes consiguieron seguridad, trans-porte, almacenamiento, vigilancia y ca-pacidad de la organización militar enuna zona como Venezuela, que duran-te muchos años fue de bajo riesgo parael tráfico de drogas”, apunta José Ma-chillanda, ex militar y director del Cen-tro de Política Proyectiva, una funda-ción apolítica que promueve el debatesocial. En Guasdualito se rumoraba queSaldeño estaba obsesionado con aga-rrar a Moisés. Lo acusaba de “c u at r e r o ”,de robar ganado y después traficar conél. Por eso Javier de Jesús vivía en elmonte y cambiaba constantemente deubicación. Sólo se acercaba a la ciudadesporádicamente para visitar a su fa-milia y a su hijo de diez años.

Moisés se unió a la revolución boli-variana durante la campaña que lleva-ría a Hugo Chávez a la presidencia en1999. Su objetivo era apoyar a los cam-pesinos que luchaban por sus dere-chos y para ello entró a formar parte delFrente Campesino Ezequiel Zamora,que integra a un 15 % de los agricul-tores y ganaderos en todo el país. ElApure es una zona de llanos, rodeadade ríos y dominada por terratenientes.Sus habitantes aseguran que desdeaquí Dios creó al mundo, por su bellezanatural y su riqueza agrícola. Pero al seruna zona de frontera, también ha sidouna de las más conflictivas del país.

Hay dos momentos que explicanlo que los especialistas llaman “la debacle de Venezuela” en elnarcotráfico. La primera fue el Plan Colombia, tras el cual los narcoscomenzaron a utilizar a Venezuela como refugio. La segunda fue cuandoel expresidente Hugo Chávez colocó a militares en puestos claves deGobierno, sin importarle sus antecedentes

CAPO DECAPOS.Walid Makled erael mayorn a r c o t r a f i c a n tede Venezuela; fuecapturado enColombia. En sudeclaración antelas autoridadesdijo que existecorrupción

Durante muchos años los campesi-nos fueron asesinados y sus muertesnunca eran esclarecidas, como suce-dió en la masacre de El Amparo, en1988, cuando 14 pescadores fueronasesinados por policías y militares enun supuesto enfrentamiento contragrupos subversivos. En esta región loscampesinos no tenían derecho a vi-vienda y eran sometidos a abusos la-borales. Moisés era un profesor de pri-maria, que había estudiado en Cuba yque cambió la palabra por las armas ha-ce seis años, cuando sintió que con lapolítica no lograría ningún cambio. Op-tó por la vía más extrema para defenderlos principios del gobierno de HugoChávez. Moisés contaba con el respaldode gran parte del pueblo, que si era ne-cesario le ofrecía escondite y alimento.El Apure es uno de los bastiones más

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che lleno de droga, combustible o ga-nado, lo interceptaban y le robaban lamercancía para evitar el tráfico. Lo quehacían después con la mercancía es unmisterio: en Guasdualito aseguran queel botín ilegal acababa en manos de lasautoridades honestas, pero muchosexpertos consideran que la utilizabanpara hacer negocios ilícitos. “Nosotroshemos pasado por las malas y en loúltimo que hemos pensado es en caeren la financiación con las drogas. Sa-bemos que eso daña al ser humano.Nunca puedes escupir para arriba por-que te puede caer en la cara, pero bus-caremos todos los medios para no lle-gar a eso”, afirma un vocero de la Co-rriente Revolucionaria Bolívar y Zamo-ra, una organización de izquierda afína la guerrilla.

Moisés y sus seguidores empezarona tocar los intereses de poderosos te-rratenientes —muchos de ellos milita-res retirados y en activo—, quienes co-menzaron a perseguirlos. “Mi hermanoy los campesinos les cortaban los tras-lados de mercancía ilegal, expropiabanterrenos con el permiso del gobierno ymuchas otras cosas. Entonces empe-zaron a perseguir a mi hermano y de-cían que era un contrabandista. Orde-naron su muerte”, explica Juan Gue-rrero, un hombre de 50 años, morenoy fuerte, de cejas gruesas y bigote per-filado. Los guerrilleros le pusieron Moi-sés por la figura bíblica, por guiar al pue-blo, pero para él todavía es Javier deJesús. Juan saca de su cartera una iden-tificación de su hermano, 11 años me-nor. “Todos dicen que nos parecíamosmucho”, dice meses después de Navi-dad en el lobby de un hotel. Siemprelleva esa foto consigo desde la últimavez que habló con Moisés aquella tardede finales de noviembre. Días después,su profecía anunciada por teléfono secumplió. Esa Navidad de 2011, Moisésno llegó a la cena.

fieles a la revolución chavista. El pro-pio Chávez se refugió en esta zona trashaber caído preso tras un golpe de Es-tado fallido, en 1992, al entonces pre-sidente, Carlos Andrés Pérez. José Luis,el dueño del restaurante El Refugio delConejo, uno de los militantes de iz-quierdas más antiguos de la ciudad, to-davía guarda las fotografías de aquelentonces en las que aparece al lado deun joven Chávez, recién salido de pri-sión y extremadamente delgado.

La guerrilla surgió en esta zona paraenfrentar la delincuencia que haceunas décadas se instaló en la fronterapor la ausencia del Estado. El tráfico decombustible hacia Colombia, desde unpaís donde un tanque de gasolinacuesta lo mismo que una botella de

agua, ha sido desde hace décadas unnegocio muy rentable. La guerrilla lo-gró controlar a la delincuencia común.“Aquí puedes caminar tranquilamentea las tres de la mañana. Nadie te va arobar. Ellos (la guerrilla) vigilan la zonapor las noches”, dice un mecánico, queha vivido siempre en Guasdualito, yquien pide mantener su nombre en ela n o n i m at o .

Pero mientras las ciudades estabantranquilas, en los llanos se empezabana instalar organizaciones criminalesmás poderosas. Según sus conocidos,Moisés se dedicaba a enfrentar a estosgrupos, a veces integrados por los pro-pios militares o por las FARC y el ELN.Cada vez que los guerrilleros venezo-lanos se enteraban que pasaba un co-FO

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Una señora cruza desde Colombiacon un poco de marihuana en la ma-leta. La Guardia Nacional venezolanale ordena hacer un alto:

—¿Qué lleva usted ahí?—C annabis.—Ah… pase, pase.Es un chiste viejo.Mildred Camero, juez durante 26

años y ex directora de la Comisión Na-cional Contra el Uso Ilícito de Drogas(CONACUID), lo cuenta en una cafe-tería de Caracas para retratar el desco-nocimiento del país sobre el tráfico dedrogas cuando ella inició su carrera.

Camero, una mujer madura de pelorubio platino y labios pintados de rojointenso, volvía a Venezuela a finales delos 70 después de estudiar en Europaconvencida de especializarse en la lu-cha contra el narcotráfico. Un amigosuyo de la universidad había muertopor sobredosis. Se encontró un país “demuy muy ricos, que experimentabancon LSD y marihuana, y de muy muypobres, que consumían p i e d ra , aun-que no era algo regular como ahora”.Pero durante la siguiente década Co-lombia vivió el auge de los grandes car-teles y su vecino Venezuela, bañado enpetróleo y generoso en lujos, se con-virtió en un lugar ideal para trasportary almacenar droga y dinero.

Camero investigó el primer caso deblanqueo de dinero en casas de cam-bio en la frontera. El dinero acababa enel Banco Cafetero, propiedad del legen-dario narco colombiano Pablo Escobar.También seguía las operaciones delCartel de Medellín en Venezuela. “Allíen Colombia los perseguían, pero aquíera todo más fácil”, asegura la ex juez.Muchos de sus informantes le empe-zaron a comentar que miembros de laGuardia Nacional estaban involucra-dos en el tráfico de drogas: aunque nooperaban, hacían la vista gorda a cam-bio de una retribución.

Dos generales de brigada de esecuerpo, Ramón Guillén Dávila y Orlan-do Hernández Villegas, fueron proce-sados por tráfico de drogas. Finalmen-te los dejaron libres en 1993, pero parael imaginario popular ya había queda-do inscrito el nombre del primer cartelde Venezuela: el Cartel de los Soles, enreferencia al sol o soles que portan losmilitares en su uniforme según su gra-do. El “pase, pase” del chiste pasó de sersinónimo de ingenuidad a sinónimode corrupción.

“Hoy el mayor problema del narco-tráfico en Venezuela es la relación delos militares con los traficantes”, diceCamero. En 1999, cuando Hugo Chá-vez la eligió como directora de la CO-NACUID, ella levantó cinco informes

inculpando a altos mandos del Ejérci-to. “Pero él nunca los leyó”, se lamenta.Para ella y otros especialistas consul-tados hay dos sucesos que marcaron“la debacle de Venezuela”. El primerofue el Plan Colombia en 2001. La in-gente cantidad de dinero que EstadosUnidos invirtió para luchar contra elnarcotráfico en ese país provocó unéxodo de narcotraficantes, quienes seresguardaban en Venezuela para huirde las autoridades.

Hoy, en El Apure —una red de pe-queños pueblos conectados por unacarretera que se recorre en dos horas—es una muestra clara de la presenciade grupos subversivos armados quese reparten el dominio de las pobla-ciones. Guasdualito lo controla el FL-PN (guerrilla venezolana), al igual queEl Amparo. Los poblados de San Cris-tóbal, Ureña y San Antonio, están enmanos de las FARC y los paramilitares.En El Rubio quienes mandan son elELN y los paramilitares y, en La Re-vancha, el ELN.

El segundo parteaguas para que lasituación en Venezuela esté en picadafue la decisión de Hugo Chávez, falle-cido este año, de promocionar a los mi-litares a puestos de responsabilidad enel gobierno. Lo hizo, sobretodo, des-pués del golpe de Estado que sufrió en2002, cuando decidió rodearse de

EN ELA PA R E .Los habitantesdel pueblo dondevivía el‘c o m a n d a n teMoisés’ (y dondeahora estáe n te r r a d o )acusan a losmilitares deasesinos, narcosy corruptos

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compañeros de armas que lo habíanacompañado en su ascenso al poder.

En los últimos cinco años el Depar-tamento del Tesoro de Estados Unidoscongeló las cuentas y bienes de cuatromilitares de alto rango de las FuerzasArmadas, un miembro de la Policía ydos diputados, por su supuesta rela-ción con las FARC y el tráfico de drogas.Hugo Chávez achacó la noticia a la“manipulación imperialista” del go-bierno de ese país. Nunca inició unainvestigación e, incluso, muchos deellos fueron ascendidos. Henry RangelSilva, uno de los implicados, llegó a serministro de Defensa.

La carrera judicial de Mildred Came-ro acabó en 2005, cuando la destitu-yeron el mismo año que el Gobiernovenezolano expulsó a la DEA y a otrasPolicías antidrogas del país. Cuentaque gran parte de sus investigacionesacababan involucrando a militares, ca-da vez de mayor rango. En ellas apa-recían como intermediarios de lasFARC que negociaban droga y dineroa cambio de armas.

Cuando lo confirmó, Camero se di-rigió alarmada al despacho del vicepre-sidente, José Vicente Rangel, tambiénex Ministro de Defensa y ex Ministrode Relaciones Exteriores:

—Mire, vicepresidente, esto es lo quepasa —le dijo Camero.

—Pero qué bolas tienes tú.Según el relato de Camero, Rangel

agarró los papeles, los hizo una bola ylos tiró. La exjueza aún tiene un juiciopendiente por traición a la patria. En sucaja fuerte guarda con celo informesque, asegura, inculpan a varias figurasimportantes del chavismo. Dice que essu mejor seguro de vida.

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Una avioneta de Air France, prove-niente de Caracas, fue decomisada elpasado 13 de septiembre en París conmás de 30 maletas llenas de cocaína.Hace dos semanas cinco policías fue-ron condenados a 26 años de cárcelpor tráfico de drogas. El año pasadouna avioneta con una tonelada y me-dia de droga salió de la base militar LaCarlota. La gran mayoría de aeronavesque se decomisan en Honduras son dematrícula venezolana. En 2012 el go-bierno destruyó más de 100 pistas de

aterrizaje clandestino en el país. Hastahace tres años Walid Makled, el nar-cotraficante venezolano más famoso,era dueño de la aerolínea Aeropostal,de gran parte de Puerto Cabello —elpuerto marítimo más importantes delpaís—, y llegó a enviar hasta cinco to-neladas de droga desde el AeropuertoInternacional de Maiquetía hacia Ciu-dad del Carmen, en Tabasco. Dicen queeso fue gracias a sus conexiones con LaFederac ión, un consorcio integrado porlos carteles de Joaquín El Chapo Guz-mán e Ismael El Mayo Z a m b a da .

En algún momento de la última dé-cada las noticias sobre Venezuela y supapel en el narcotráfico internacionalempezaron a inundar los periódicos.De tal manera que a principios de estemes el propio ex presidente de la Co-misión Nacional Antidrogas, BayardoRamírez, declaraba que Venezuela era“el traficante número uno de drogas enAmérica Latina”.

Hay generales y coroneles invo-lucrados en el narco. Los criminalesconsiguieron tener seguridad y organi-zación en Venezuela gracias a ellos

JOSÉ MACHILLANDA, ex militar y director del CPP

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Al respecto Hernán Matute, uno delos principales investigadores sobreseguridad y narcotráfico en el país, se-ñala: “Ya es cotidiano ver en el extran-jero capturas de embarques que salie-ron de Venezuela, que se destruyan la-boratorios de producción de droga —al-go impensable 10 años atrás— o que seencuentren sembradíos de marihuanay opio en las áreas fronterizas. Tam-bién que precursores bajo el estrictocontrol del Estado venezolano se uti-licen en el procesamiento de la cocaí-na, o que el Departamento del Tesorode EU haga señalamientos y vincula-ciones de políticos, militares y banque-ros venezolanos con el narcotráfico”.

Cuando Walid Makled, mejor co-nocido como El Turco, fue detenidoen Colombia, le preguntaron cómohabía hecho para burlar la seguridaddel aeropuerto y mandar la droga.Contestó: “¿Usted cree que se pue-den cargar 500 maletas de cocaínasin tener apoyo?”.

Venezuela peleó con Colombia porla extradición inmediata de Makled. Enuna entrevista en RCN, uno de los prin-cipales canales de la televisión colom-biana, el traficante aseguró que tieneuna lista de toda la gente a la que pa-gaba dentro del gobierno de Chávezpara poder operar, pero desde que fueextraditado no volvió a hablar nuncamás. “El ejemplo más claro de narco-militarismo es el de Makled”, aseguraJosé Machillanda, ex militar y directordel Centro de Política Proyectiva. “Elcaso explica cómo tenía la exclusivi-dad para los productos de la petroquí-mica, una línea de aviación con vuelosinternacionales, un puerto, cómo apo-yaba al gobierno de Chávez y cómoapoyaba a los gobiernos regionales ymandaba sobre los gobernadores”.

Tiempo después de la captura de Ma-kled, Eladio Aponte Aponte, un military magistrado del Tribunal de Justicia,

fue retirado de su cargo, huyó a CostaRica y pidió la protección de la DEA. Elex juez confesó que en varias ocasionesrecibió órdenes directas del Palacio deMiraflores para liberar a militares invo-lucrados en el tráfico de drogas.

Esta contaminación política que haazotado los últimos años al gobiernovenezolano llega hasta la frontera. El exgobernador de El Apure, Jesús Agui-larte, fue obligado a renunciar en 2011por el propio gobierno chavista tras sumala gestión. El año pasado fue ase-sinado en un McDonalds en la ciudadde Maracay. En otro restaurante, unpar de meses después, un hombre seacercó a la mesa de una pareja y pre-guntó: “¿Es usted el general Moreno?”.“S i”, respondió el hombre. El tipo sacóun arma y lo mató. Su nombre com-pleto era Wilmer Antonio Moreno, unmilitar colaborador del chavismo des-de 1992. Tiempo después, se compro-bó que ambos estaban relacionadoscon el narcotráfico.

“Están quemando los archivos de to-do eso”, dice Roberto Briceño, directordel Observatorio Venezolano de Vio-lencia, una institución que publica es-tudios sobre la violencia y la corrup-ción en el país. “Aponte se fue por eso,

porque sabe mucho”. A El Apure, in-dica Briceño, entra la droga provenien-te del Amazonas colombiano y des-pués es trasladada por Puerto Cabelloo por Sucre camino a Honduras. “Launión entre droga, gobierno y militareses tan fuerte que por eso no existe unapolítica severa frente a la droga”.

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La siguiente vez que Juan tuvo contac-to con su hermano fue en la morgue deGuasdualito, pocos días después deaquella última llamada. El médico fo-rense le enseñó el cadáver para que loidentificara. Luego Juan le pidió que lemostrara las heridas. El comandanteMoisés tenía el cráneo hundido por ungolpe propinado con una culata de f usil;

HERMANOP E R D I D O.Juan Guerrero(arriba) dice quelos militaresmataron a suhermano, el líderguerrillero‘c o m a n d a n teMoisés’, pordenunciar quemiembros delE j é r c i toapoyaban a loscárteles en elnarcotráfico

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las muñecas peladas, con signos de ha-ber sido atado y arrastrado; en todo elcuerpo moretones y rasguños; y en elpecho cuatro orificios de bala.

El informe oficial que se envió a Ca-racas hablaba de un enfrentamientoentre el ejército y unos cuatreros. “Peroeso no fue un enfrentamiento, los tor-turaron, fue una masacre”, dice Juandelante de la tumba de su hermano,una lápida sencilla de piedra, decoradacon dos ramos de flores que se han idosecando bajo el calor húmedo de la ciu-dad. Otros tres guerrilleros compartencementerio con su comandante, unode ellos en una rudimentaria fosa sinnombre. La familia era tan pobre queno le pudieron ofrecer un sepelio másdigno. En las cercanías del camposan-to hay varias pintas que concuerdancon la versión de Juan: “Saldeño ase-sino, “C o n t ra b a n d i s t a”, “No son cuatre-ros son revolucionarios”. En Guasdua-lito, aunque las autoridades opinen deforma diferente, están convencidos deque Saldeño, el militar al que acusabande ser el mayor traficante de la zona,ajustó cuentas.

Veintidós días antes de ser acribilla-do, Moisés y su comando recibieron in-formaciones de que un grupo de mi-litares bajo las órdenes del coronel Sal-deño transportaban cuatro toneles: doscon cocaína, uno con pesos colombia-nos y otro repleto de dólares. Los gue-rrilleros los asaltaron y robaron la mer-cancía. Fue entonces cuando Javier deJesús telefoneó a su hermano y le dijoque lo iban a matar. La madrugada del24 de noviembre desapareció.

El comandante Moisés llegó la nocheanterior con sus hombres a Bocas delRío Viejo, un paraje rural a una hora ymedia de Guasdualito, al que sólo sepuede acceder remontando el río enpequeñas embarcaciones. Se alojaronen casa de un vecino de la zona, co-nocido como El Diablo, quien vivía

con su mujer y su hijo de 15 años. Ce-naron y se fueron a dormir. A la ma-ñana siguiente Moisés debía presidiruna reunión con varios campesinos. Elrelato de los sobrevivientes cuentaque a las cinco de la mañana un grupode hombres vestidos de civiles, equi-pados con visores nocturnos y fusiles,asaltaron la casa.

Al día siguiente llegaron a Guasdua-lito cuatro cadáveres, entre ellos el deMoisés. Otros dos guerrilleros salieronheridos. También El Diablo, su esposay su hijo, quien acabó con la manomachacada. “Ellos se salvaron porqueel niño se aferró a su madre”, diceJuan, quien asegura que había otrosdos guerrilleros que fueron tirados alrío. El comunicado que el Ministeriode Defensa publicó tras la muerte deMoisés se enorgullecía del trabajo delas Fuerzas Armadas, “permanentegarante de la soberanía nacional, cadavez más unida al pueblo venezolano,organizada, preparada, adiestrada ye q u i p a da”. Meses después Saldeñofue relevado de su cargo y enviado aCaracas. Hasta ahora no ha sido juz-gado, ni por narcotráfico, ni por el ase-sinato de Moisés y sus compañeros.Otra de las pintas que se leen en laciudad dice: “Maldito el soldado quedispara contra su pueblo”.

Le pedimos a Juan que haga unasllamadas para visitar Bocas del RíoViejo. Aunque él nunca ha pertene-cido a ninguna organización armada,todos en la ciudad saben quién esquién y no le es difícil contactar a al-guien que conozca la zona. Nos pro-mete hacerlo y nos despedimos hastala mañana. Al día siguiente nos encon-tramos en el lobby del hotel. Trae ma-las noticias. “Me dicen que es impo-sible. Ahora está muy caliente. Ayer seescucharon disparos... volvió a haberenfrentamientos”. (Con informaciónde Pablo Ferri).

JOSÉ LUIS PARDO Y ALEJANDRA S. INZUNZAson periodistas de ruta. Desde hace un año y 10 mesesrecorren Latinoamérica a bordo de un Pointer 2003, en buscade buenas historias. Para contarlas, colaboran con variosmedios en ambos lados del Atlántico. Su página esw w w.d r o m o m a n o s .c o m

D R O GA S :LA RUTA LATINOAMERICANA

El colectivo Dromómanos realiza un recorridopor América Latina para conocer las rutas y los

métodos del narcótrafico en el continente.Estos son los reportajes que. sobre cada país,ha publicado ‘Domingo’, y los que estarán en

estas páginas próximamente

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EL NARCO DESPUÉSDE PABLO ESCOBAR

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ALLE DEL CAU-CA, Colombia.- Elsacerdote CarlosAlberto confesabaa un niño cuandoescuchó un es-

truendo tan intenso que pensó que eltecho de la iglesia se le caía encima.Giró la cabeza mientras sonaba otra rá-faga y vio a dos hombres, uno de ellosarmado, huyendo del templo. El mediocentenar de fieles que todavía orabandespués de la celebración de la misaempezaron a gritar y a llorar. La señoraa la que el sacerdote había saludadominutos antes se desangraba en unbanco, a pocos pasos de la imagen delSantísimo, después de haber recibidotres disparos en la cabeza. Carlos Al-berto corrió detrás de los sicarios hastala plaza principal del pueblo, pero ya nohabía nadie.

“En un pueblito de 20 casas se per-dieron... dos personas armadas se per-dieron”, dice un mes después del ase-sinato, sentado en la misma sala en laque lloró de impotencia la mañana enque los narcotraficantes violaron eltemplo. El cura regresó a la iglesia y ledio la extremaunción a la víctima.Ahora Carlos Alberto camina por un

templo vacío, sin el rumor de las ora-ciones, sin velas encendidas, sin unsanto al que rezar. La Iglesia de Nues-tra Señora del Carmen de El Dovio, unpueblo en el Valle del Cauca, al oestede Colombia, está en cuarentena. Unapancarta cuelga en la entrada del tem-plo: “Padre, perdónalos porque no sa-ben lo que hacen”.

El Dovio celebraba sus fiestas, y a pe-sar del asesinato, la programación con-tinúo durante un par de días. En estepueblo enclavado entre montañas, decasas coloridas y humildes, están acos-tumbrados a la violencia que ha azo-tado Colombia el último medio siglo:aquí nació Iván Urdinola Grajales, aliasEl Enano, uno de los cabecillas del Car-tel del Norte del Valle, un capo impor-tante en los 90, cuando los últimos pa-trones de la droga colombianos toda-vía dominaban el negocio. Duranteaños controló la zona, puso y quitó po-líticos, y también hizo regalos e inver-siones para el pueblo. El Dovio, ade-más, es la puerta de entrada al Cañónde Garrapata, un enclave que por suscondiciones climáticas, su altura y elespesor de la vegetación es ideal parael cultivo de hoja de coca y el esconditeperfecto para los laboratorios.

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Por JOSÉ LUIS PARDO Y PABLO FERRI

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La caída de los grandes carteles de la drogacolombianos dejó un vacío de poder queocuparon paramilitares que nunca se desarmaron ymandos medios que sobrevivieron a la guerra delEstado contra las bandas criminales. El narcotráficose ha atomizado, ya ningún capo intenta serpolítico, pero este país sigue siendo el epicentrocontinental del negocio

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El Enano murió en prisión en 2002,pero su legado todavía tiene repercu-siones nefastas. Como ocurrió con la de-saparición de otros grandes capos co-lombianos, desde Pablo Escobar hastalos hermanos Rodríguez Orejuela, dejóun vacío de poder que han intentadollenar paramilitares que nunca abando-naron los fusiles, delincuentes comu-nes y mandos medios de los grandescarteles, sobrevivientes de la guerra que

Al otro lado del cañón aparece la sa-lida al océano Pacífico: allí continúa ladroga por mar rumbo al norte. Lo quenunca habían visto los habitantes de ElDovio es que los sicarios rompieranuna regla no escrita del negocio y vio-lentaran la Cruz. Ese “doble sacrilegio”,a la vida y a Dios, como lo definió Jairode Jesús Ospina -el sacerdote más an-tiguo y párroco de la iglesia-, llenó deindignación a los dovienses, que tam-bién sintieron cierta zozobra al ver sutemplo cerrado, epicentro de la vidadel pueblo. Carlos Alberto huyó por or-den del obispo de la zona. “Solo tienesun trasero Carlos Alberto, si te lo llenande balas, ¿con quién voy a compartir?”,le dijo un cura amigo. Pero a los pocosdías, este sacerdote veinteañero, esti-lizado y de maneras delicadas, volvióal pueblo donde escuchó un disparopor primera vez, convencido de que suresponsabilidad como guía es mayorque su miedo a morir. “Nadie hablaporque si hablas ch a s . Extorsionan y nopasa nada. Hay violaciones y nada. Ma-tan a una persona y nada.¿Qué pensarían si su pastorno está aquí?”, dice entre ri-sas nerviosas poco antesde acompañarnos por laiglesia vacía hasta el bancoen donde se cometió elasesinato. La feligresa sellamaba Nelly Perea Gon-zález, era una señora de 70años muy conocida en elpueblo, muy beata, y tam-bién prima de un ex alcaldeasesinado, cuñado del ca-po Iván Urdinola.

PRIMERAC T OEn Tumaco,jóvenes deapenas 12 o 13años, participanen montajesteatrales paraconcientizar. Latrama puedeincluir gruposarmados, drogasy violencia.

El desplazamiento de la fuerza pública colombianaal suroccidente del país ha acabado de momento con la fiebre de la coca. Hay pueblosque reviven cuando la fiebre vuelve. Un florecimiento perverso, como Llorente. Es eltípico ejemplo de pueblo que surge a consecuencia de la coca. [...] El auge de la coca enuna zona u otra depende de la presión del Estado.

libraron las organizaciones de la drogaentre ellas y con el Estado en los 80 y90. En El Dovio y en el resto del país elnarcotráfico pasó a manos de estos gru-pos, conocidos como bandas crimina-les (bacrim), mucho más anónimos,atomizados y sin una estructura tan fé-rrea como sus predecesores.

Las principales son los Urabeños y losRastrojos y actúan en todo el país. Segúnla Corporación Nuevo Arco Iris, que es-tudia el conflicto armado en Colombiadesde 1996, los Urabeños son “herede -ros de reductos paramilitares del depar-tamento de Antioquia y de la costa Ca-ribe y que además cuentan con lugar-tenientes sobrevivientes del Cartel deMedellín”; los Rastrojos son por su parte

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“herederos de bloques paramilitares delos departamentos del Valle del Cauca,Chocó, Cauca y Nariño y cuentan ade-más con lugartenientes que sobrevivie-ron a la guerra del Cartel del Norte delVa l l e”. Tras la muerte de Urdinola, susherederos políticos se aliaron con unade las bandas del valle, los Machos, yreinaron tranquilos unos años. Los Ras-trojos querían adueñarse del lugar y em-pezaron una guerra. Vencieron, peronunca consiguieron esa frágil estabili-dad de la que gozaban los grandes car-teles. A Nelly Perea la asesinaron cuan-do rezaba en la iglesia porque habríaocultado a miembros de los Machos ensu casa. Meses más tarde –en El Doviodijeron que por venganza-, unos sicariosmataron a dos hermanos del alcalde ac-tual, uno en el campo y otro en el veloriodel primero. Cuentan que el edil teníavínculos con los Rastrojos.

convencido Eddier mientras conver-samos en una cafetería del centro. Enel mismo lugar, horas antes, un em-presario de voz aguardentosa que ve-nía de una reunión con los comercian-tes afirma que acaban de decidir quesi la policía no hace nada los empre-sarios contratarán a paramilitares deMedellín para “limpiar ” a las bacrim.En esta época de guerra entre narcos,cansado de las extorsiones, el hombre,que pide mantener su nombre en elanonimato, dice que nunca las cosashabían estado tan mal. Casi añora losaños en que “Diego Rastrojo”, ex líderde la banda con ese nombre, le orde-naba cerrar un club para beber e in-halar cocaína rodeado de más de unadecena de trabajadoras sexuales.

El descabezamiento de las bandasha derivado en una suerte de equipode futbol sin entrenador, en el que cadaindividuo busca su cuota de protago-nismo. Para Eddier, Tuluá se ha con-vertido en un concurso en el que elobjetivo es matar lo más posible y conel mayor ensañamiento. En Aguaclara,uno de los barrios más deprimidos dela ciudad, dio un curso hace poco paraconcientizar a los niños.

-¿Qué quieres ser de mayor? -le pre-guntó a uno de sus alumnos.

-Policía -contestó el niño sin dudarlo.-¿Para qué?-Para aprender a usar un fierro (pis-

t o l a) .El coronel Nelson Ramírez, jefe de

policía del Valle, trasladó su oficina aTuluá en septiembre de 2012, justocuando visitábamos la ciudad, y esce-nificó su compromiso con un acto enla plaza de la municipalidad. Setecien-tos policías posaron hieráticos durantetoda una tarde en la plaza, perfecta-mente uniformados, y en apenas unasemana, la fuerza pública capturó a 57maleantes, algunos de ellos integran-tes de los Rastrojos. Un comandante

¿Morir sin hacer nada?

Un hombre chiquito, director del pe-riódico El Chikito, que denuncia enformato chiquito las injusticias del Va-lle del Cauca, protesta cada semana enla plaza de Boyacá, la principal de Tu-luá, una ciudad de unos 150,000 ha-bitantes en el corazón de la región. Elhombre, un conocido escritor, intelec-tual, profesor y periodista, se llama Jo-sé Eddier y porta un cartel que reza: noqueremos matar ni que nos maten. Enlos últimos meses más de una vein-tena de fragmentos humanos han apa-recido en la ciudad producto de des-cuartizamientos. En los barrios popu-lares dos facciones de la banda crimi-nal de los Rastrojos libran una guerrapor el tráfico de drogas y la extorsión.Los homicidios y el ensañamiento sehan disparado. “Si me tienen que ma-tar que no sea por hacer nada”, afirma

38%disminuyó

el consumo decocaína enAmérica delNorte 2006-2011,en parte, por bajaproducción enColombia. *

2011La incautación

de cocaínacolombiana (ensales) disminuyó

de 164,8 t en2010 a 146,1 t en

2011.*

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ofrecía ante los habitantes de la ciudad50 millones de pesos -unos 30,000 dó-lares- por alguna pista sobre Porrón, elcabecilla de la banda más poderosa deTuluá, según la policía un sicario de 32años, de quien no ha trascendido elnombre, que fue ascendiendo mien-tras caían presos los jefes con más ex-periencia. “Aquí lo que hay es un rea-juste, una reacomodación de la bandacriminal de los Rastrojos”, explica el co-ronel Ramírez. “Esta banda tiene dosestructuras y vienen teniendo un en-frentamiento para controlar toda la or-ga n i z a c i ó n ”. El río Tuluá, que cruza elpueblo, amaneció dos veces –en sep-tiembre y noviembre de 2012- con bra-zos y piernas de hombre yaciendo enla orilla. Los habitantes de los barriosde Trinidad e Inmaculada, separadospor el mismo, no cruzan porque sonplazas en disputa del microtráfico. Enla vía férrea que une Tuluá y Rio Fríola policía encontró una bolsa de basuracon el tronco de un hombre en su in-terior. En agosto, vecinos del puebloencontraron cerca de la terminal de au-tobuses una maleta con los restos deun hombre desmembrado. Meses mástarde, en febrero de este año, el día deSan Valentín, la policía atendió a un tra-bajador de una empresa funeraria conlos labios cosidos, los párpados sella-dos con pegamento y un cartel que de-cía “sapo” (soplón).

Doralín, una mujer delgada de 37años con un enorme vacío en la mirada,perdió a su hijo cerca de uno de losexpendios de droga por los que gue-rrean las bandas. Fue en la urbaniza-ción San Francisco, donde vive, uncomplejo de casas de ladrillo y zinc ha-bitadas por desplazados del conflictointerno colombiano. Aquella noche seescuchó una balacera cerca de la man-zana K, lote 8, parcela 1, y ella cuentaque tuvo un mal presentimiento. Mi-nutos después supo que su hijo recibió

un balazo en la espalda. Lo llevaron alhospital, pero ya no había nada que ha-cer. Carlos Andrés, 19 años, había muer-to y se convertía así en una de las 198víctimas que dejó la violencia el añopasado en Tulúa. La tasa de homicidiosdoblaba a la de Medellín, símbolo de laviolencia en la época de Pablo Escobar,donde en los últimos años se ha redu-cido drásticamente el número de ho-micidios, de 381 por cada 100,000 ha-bitantes en 1991 a 49 el año pasado. Losvecinos aseguran que entre el sonidode los disparos escucharon a un hom-bre decir: “Ay, hijueputa, ese no es”.Piensan que se confundieron con elhijo del dueño del expendio porque, se-gún cuentan personas que conocierona ambos, tenían un gran parecido físico.Dolarín sólo acierta a lamentarse: “Hu íde la violencia y mire”.

Tres décadasen busca de milagros

La plaza central luce repleta de re-tratos: un joven de 18 años, una an-ciana con anteojos, un hombre de co-lor maduro, una mujer de sonrisa tí-m i da … Son miles de fotografías. Milesde nombres de desaparecidos desdehace más de 30 años. En Tumaco, lacapital marítima del departamentode Nariño, fronterizo con Ecuador yel Cauca, cada año hay entre 220 y250 homicidios además de miles dedesplazados y desaparecidos. Igualque en Tuluá o El Dovio, las bandasluchan por el control de los barrios ylas rutas de la cocaína a Centroamé-rica y Estados Unidos.

Ana Ludi es una de la mujeres quedurante el fin de semana pasado se hadedicado a pegar las fotografías que haacumulado en su trabajo en la diócesisen los últimos 22 años. La iglesia se hadado a la tarea de buscar a los desa-parecidos. Esta semana han realizadouna exposición para concientizar so-

bre el tema. Se encarga de hablar conlos vecinos, explicarles sus derechos,pedirles que denuncien cualquier casode violencia. Por este trabajo, una de lashermanas de la diócesis, Yolanda Ce-rón, fue asesinada por un comando pa-ramilitar el 19 de septiembre de 2001.Yolita, como le llamaban, había sido delas primeras personalidades tumaque-ñas en criticar la actividad de los gru-pos paramilitares y denunciar sus vín-culos con el ejército colombiano. Hastaque un día, después de varias amena-zas, dos hombres en una moto le dis-pararon cuando salía de la iglesia en lamisma plaza donde ahora Ana Ludi pe-ga retratos de desaparecidos .

La mujer de 47 años se apoya en susmuletas, producto de la polio con la quenació, mientras cuenta que asesinaron

17%De cocaínaincautada en2011 por el

e j é r c i tocolombiano, setransportó en

semisumergiblesy sumergibles.*

1Millón

de dólares: valorde embarcaciónsemisumergible

incautada enColombia en

2012.*

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a su tío hace dos años. “Hasta ahora mehe limitado en preguntar, pero segúnoigo no sé si fueron los mismos del ba-rrio. Escuché que lo habían matado porsapo. A Yolita también la mataron porsapa, pa’que callara la boca”.

Muertos y desaparecidos son resul-tado de una cadena que llega a con-trolar parte de la economía de Nariño.Luis Jorge Tovar, un hombre alto, ca-noso y elocuente, es contralmirantede la Armada colombiana y despacha

[COLOMBIA]

La coca lo ha cambiado todoaquí. Hasta hace año y mediotodo el mundo plantaba coca. Lagente te lo dice. Vivían muy bien

Investigadora extranjera en Tumaco, evaluando impactode narcotráfico en Colombia.

POR MARY TIERRAHay indicios deaumento deltráfico de cocaínaa través delCaribe, encontraste conaños anateriores,de mayortendencia en elPa c í f i c o * .

en Tumaco. Llegó aquí en febrero de2012 y maneja una cantidad de datossólo comparable a la red infinita deesteros que rompe la tierra en la costade Nariño: “De una hectárea de hoja decoca sacan más o menos tres kilos decocaína, quizá hasta 10, depende decómo rinda. Al campesino le paganpor día unos 50,000 pesos (unos 26dólares)”, explica el militar. Una vezque la hoja de coca se convierte enpasta base, agrega, el kilo llega a costarunos 200,000 pesos (100 dólares). Yen el momento en que se hace clor-hidrato de cocaína, la cifra sigue su-biendo: 2.5 millones de pesos (1,300dólares). Al llegar a Estados Unidos,ese kilo puede costar hasta 25,000 dó-lares y el doble en ciudades comoNueva York.

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Tovar dirige la fuerza de tarea Po-seidón contra el narcotráfico, con ca-pacidad para actuar en Nariño, el Cau-ca y el Valle del Cauca hasta el puertode Buenaventura, una de las llamadas“puertas” de los cárteles mexicanos pa-ra llevar la droga al norte del continen-te. Mientras desgrana los resultados desus primeros meses al mando -18 la-boratorios de cocaína destruidos,110.000 galones de gasolina para loslaboratorios incautada, la estructurasur de los Rastrojos desarticulada-, To-var alude a su último “j u gu e t e”, un se-misumergible, una caleta metálica conforma de torpedo y capacidad paratransportar varias toneladas de cocaí-na. “Una tonelada no es tanto comouno cree, ¡cabe en esta mesa!", dicemientras mira el escritorio típico de ofi-cina de unos 120 centímetros de largo."Pero una tonelada rinde 29 millonesde dólares que van a financiar el te-rrorismo (las FARC)”, añade.

El aparato oxidado se encuentra de-comisado a las afueras de su oficinajunto con otros artefactos y vehículosutilizados para transportar drogas, so-bre todo lanchas rápidas. “Cometieronun error tonto”, explica, “salieron asíno más y ya nosotros les teníamos unseguimiento y simplemente fue hacerla persecución, que duró cuatro días”.Según Tovar y otras fuentes oficialesen Tumaco, los Rastrojos cohabitan enNariño con las FARC. La guerrilla seencarga normalmente del cultivo de lahoja de coca –en Nariño se cultivanunas 14,000 hectáreas de coca, laquinta parte del total del país-, la con-versión en pasta y cocaína y el alma-cenamiento. Las bandas criminalessuelen encargarse del transporte. Noes que tengan alianzas, dice Tovar, “seusan unos a otros”. El transporte fun-ciona por cupos. Los sumergibles, se-misumergibles y lanchas rápidas tie-nen capacidad para varios cientos de

kilos –los sumergibles grandes puedenalojar hasta ocho o nueve toneladas-.Los dueños de las rutas corren la vozy ofrecen espacio a quienes quieransacar la coca.

Las bandas que manejan el transpor-te funcionan como franquicias, “comolas de Mc'Donalds”, aclara Tovar. Loshombres del contralmirante agarraronal cabecilla de la estructura norte de losRastrojos, Luis Germán Cortés, alias elFantasma, el año pasado. Ahora, dice,maneja un tal 08, aunque el dueño detoda la estructura norte es en realidadun viejo conocido de las autoridades

T R E I N TAAÑOS DEESPERAEn Tumaco,capital marítimadel departamentode Nariño, cadaaño hay entre220 y 250homicidios, milesde desplazados ydesaparecidos.

33%De la cocaína

de la de lacocaína

incautada por ele j é r c i to

colombiano en2011, se

transportaba enlanchas

rápidas.*

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colombianas y la DEA. Se trata de Víc-tor Patiño, alias El Químico, un histó-rico capo de los cárteles de Cali y Nortedel Valle que salió de prisión en Esta-dos Unidos hace unos meses. Tovar di-ce que Patiño anda en Medellín y quecompró, literalmente, la lealtad de laestructura y la cadena de transportehasta el norte.

Cae la noche en Tumaco, pero el airecaliente sigue siendo asfixiante. La at-mósfera aquí es más húmeda que enel Valle del Cauca, más espesa, pega-josa. En la mesa simplona de una ta-berna se abren dos botellas de cerveza.

*Fuente: Informe de laJunta Internacional de

Fiscalización deEstupefacientes 2012.

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3322 DE DICIEMBRE DE 2013 DOMINGO

[COLOMBIA]

Dos mujeres empiezan a hablar en vozbaja. No son de allí. Trabajan para unaorganización extranjera que evalúa elimpacto del narcotráfico en zonas ais-ladas del país entre otros asuntos. Aca-ban de volver de un viaje de varios díaspor los esteros de Nariño y parecen al-go resignadas. Una arranca y explica:

- La coca lo ha cambiado todo aquí.Hasta hace un año y medio todo elmundo plantaba coca en los pueblos,la gente te lo dice. Vivían muy bien.Llegó un momento en que la pasta decoca se convirtió en divisa: comprabasropa, motos… Cambiaron los hábitosde alimentación, ya nadie pescaba,compraban latas. En pueblos comoOlaya Herrera o Bocas de Satinga seinstaló una verdadera cultura narco,¡había comida mexicana!

Lo cuenta con esos ojos tristes delque observa y no puede hacer nada.A veces suelta una risotada, trata dequitarle importancia; otras baja la vozy se inclina sobre el hierro viejo de lamesa y mira a la calle, arriba y abajo.Pasan coches, motos, el reggaetonrompe los tímpanos.

- El desplazamiento de la fuerza pú-blica colombiana al suroccidente delpaís ha acabado de momento con la fie-bre de la coca en Tumaco y Nariño. Haypueblos que reviven cuando la fiebrevuelve, un florecimiento perverso, co-mo Llorente. Es el típico ejemplo depueblo que surge a consecuencia de lacoca. Ahí hay una empresa de transpor-te que cuando empieza el auge de lacoca abre la ruta con el pueblo de Hor-miga, en el Putumayo (un departamen-to aledaño, también en la frontera conEcuador, donde se ha plantado tradicio-nalmente mucha planta de coca). Es porlos raspachines (los que recogen la hojade la coca) que van a trabajar.

El auge de la coca en una zona u otradepende de la presión del estado. Antesde Nariño, el Cauca y el Valle del Cauca,

el Gobierno apretó en el Putumayo. Elcontralmirante Tovar prevé que cuan-do acaben con las estructuras en Na-riño, los narcos se irán a faenar al Chocó,el noroccidente del país. Entonces ellosles perseguirán allá. Dice que despuésya no les quedará otra que irse del paísy entonces podrán cantar victoria.

Enfrente de los retratos de personasque nunca nadie ha vuelto a ver, un gru-po de jóvenes prepara una obra de tea-tro en la plaza central de Tumaco. En latrama, un grupo armado irrumpe enuna fiesta, se lleva a las chicas, consumedroga, amenaza a la gente. Son mucha-chos de apenas 12 o 13 años. Uno deellos porta un fusil AK-47 fabricado concaños de hierro, sus compinches tienenpistolas de cartón. Hay peleas, disparos.Un niño se escapa de su familia paraunirse a las mafias y acaba muerto. Losactores lloran frente a unas 80 perso-nas. Los chicos escribieron la obra paraimitar la cotidianidad de este puerto delpacífico colombiano, un enjambre deesteros tomado por las FARC y célulasde Los Rastrojos.

Alrededor de los jóvenes, algunosvecinos buscan entre las fotografías lascaras de los suyos. Intentan identificara familiares y amigos que han desa-parecido en los últimos años. Se pa-sean alrededor de la plaza mirando losretratos como si se tratara de unamuestra de arte. Otros solamente semueven por la curiosidad mientras elpúblico aplaude a los actores. Estos setoman de las manos. Los organizado-res de la diócesis explican que así escomo los jóvenes de hoy miran Tuma-co y exigen que las cosas cambien. Pi-den paz. Los actores sostienen una ma-ceta con una pequeña planta y se lapasan unos a otros. Una planta que re-presenta al propio Tumaco, que nece-sita crecer en paz hasta convertirse enun árbol. Con información de AlejandraS. Inzunza.

JOSÉ LUIS PARDO Y PABLO FERRI son periodistasde ruta, junto con Alejandra S. Inzunza. Sus historias aspirana entender la vida de los otros; viajan en un Pointer 2003desde hace dos años. Su página es www.dromomanos.com

D R O GA S :LA RUTA LATINOAMERICANA

El colectivo Dromómanos recorre AméricaLatina identificando rutas y métodos del

narcotráfico. Aquí sus reportajes publicados ypor aparecer en Domingo.

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34 19 DE MAYO DE 2013DOMINGO

AN JOSÉ, CostaRica.— “Quiero ha-cer una película”,nos dice.

—¿Y de qué va at rat a r?

—De narcotráfico, de qué va a ser sino —contesta el preso.

Se llama Rubén Martínez, es chiapa-neco, tiene 52 años y una condena de 20por tráfico de drogas. Como si quisierareafirmar sus palabras, luce una plumaen la solapa de la playera. “Es para es-cribir el guión”, explica con absoluta se-riedad este hombre de cejas espesas yoscuras, piel tostada y ojos azules.

Llegó hace un par de años a CostaRica y compró un hangar para exportarmercancías, pero dice que ahora su ob-jetivo es prevenir a los niños de Chia-pas sobre los peligros de la droga. Poreso quiere contar en la gran pantallacómo lo ilícito ha estado siempre pre-sente en México: en los tiempos deltráfico de ganado, en la revolución za-patista... En los primeros veinte minu-tos de entrevista, apenas hace un in-termedio en el relato de su argumentopara rememorar las décadas en que so-brevoló México, primero el sur y luegoel norte. “Allí piloteé varias veces avio-netas del Mayo Zambada —uno de los

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Costa Rica es ‘el país más feliz del mundo’. También se le llama ‘La Suizacentroamericana’. En realidad, tras la caída de los grandes cárteles colombianos,los grupos mexicanos —hasta entonces meros receptores— se expandieron porel territorio y se pusieron al mando de las bandas locales. El único país delcontinente sin Ejército se ha convertido en sala de operaciones y punto clavedel corredor de la droga. Hoy, dicen las autoridades, es una “colonia mexicana”donde el mercado interno crece y poco se puede hacer contra ello

Por POR JOSÉ LUIS PARDO Y PABLO FERRI

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históricos líderes del Cártel de Sina-loa—, pero que yo sepa sólo transportépasajeros, nunca droga”, asegura.

El piloto está apurando su segundocafé, con poca azúcar, ya que es dia-bético. Conversamos en la sala de vi-sitas de la sección de máxima seguri-dad de la cárcel de Reforma, a 30 mi-nutos de San José de Costa Rica, al-rededor de una mesa de plástico sobrela que uno de sus abogados, GilbertoVillalobos, ha colocado un termo, unasgalletas, algunas piezas de fruta y unexpediente de cientos de páginas guar-dado en un archivador. Al lado un co-lombiano y su mujer almuerzan enunos tuppers. Somos los únicos habi-tantes de este pequeño patio de 5x3metros rodeado de una alambrada. Devez en cuando las tertulias de las dosmesas se cruzan ante la mirada de dospolicías armados con fusiles que cus-todian a los reos.

—¿Quieren saber sobre narcotráfico?—nos pregunta el colombiano que estáa nuestro lado, un treintañero corpu-lento y de pelo rapado.

Nos cuenta con una media sonrisaque ha trabajado durante años en Pa-namá y Costa Rica como enlace de loscárteles de su país. Supervisaba las en-tregas hasta que la cocaína llegaba a ma-nos de los mexicanos. Lo que cuenta, enrealidad, es un claro ejemplo de esa Cos-ta Rica como punto de encuentro de lasdos mafias más importantes del con-tinente: la colombiana y la mexicana.

Mientras su vecino habla, Martínezhace anotaciones en una pequeña hojade papel. Reacciona a cualquier anéc-dota abriendo sus grandes ojos y guardalargos silencios como incitando al inter-locutor a que siga su relato. Nunca tienela oportunidad de charlar con nadie,más allá de sus tres compañeros de cel-da y sus abogados. Su hija vive en Chia-pas y, la que era su novia, hace tiempo

177kilos

de cocaína lefueron

decomisados ados mexicanos

en 2011

70mil dólaresen efectivo

cargaba unode ellos al

intentar cruzarla frontera

Esta es la historia de narco más escandalosa del país:un grupo de mexicanos y un guatemalteco decidieron incursionar en el tráf icode estupefacientes y, aunque sus abogados y ellos mismos niegan suculpabilidad, la Fiscalía Antidrogas de Costa Rica lo considera uno de los casosmás reseñables de éxito contra el crimen organizado

DOMINGO 35

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36 19 DE MAYO DE 2013DOMINGO

COSTA RICA

que se fue de Costa Rica. La última vezque se iba a encontrar con ella fue el 11de octubre de 2010, en la frontera conNicaragua. La Policía se lo impidió. El díaanterior una avioneta registrada a sunombre se estrelló con 177 kilos de co-caína escondidos en las alas.

*****

En otro pabellón de la prisión cumplecondena un guatemalteco ciego y sinuna pierna. Otto Monzón del Cid, de 63años, acabó en la cárcel de Reformahace dos después de toda una vida vo-lando avionetas. Fue lo último que hi-zo antes de ser detenido.

El 10 de octubre de 2010 se levantócuando apenas amanecía y se dirigió alaeropuerto Tobías Bolaño de Pavas, a20 minutos de la capital. Allí, acom-pañado de Máximo Ramírez Cotton,uno de sus socios, embarcó una avio-neta Piper Navajo. Era un aparato queconocía bien: una bimotor ligera, rápi-da, una de las estrellas de las últimasdécadas en la aviación civil. Un vuelomás para alguien tan experto. Sin em-bargo, a los pocos minutos la avionetaempezó a tambalearse por el exceso depeso en las alas y se estrelló en el caucede un río. Ramírez murió y Monzónperdió la vista y una pierna.

Las investigaciones enseguidaapuntaron a Rubén Martínez. El chia-paneco era el presidente de las tres em-presas para las que supuestamente tra-bajaba Monzón. El guatemalteco, ade-más, lo señaló como su jefe. Según laacusación de la fiscalía, era el líder “dela organización criminal”. Coordinabatodos los detalles de los operativos pa-ra que la droga llegara a su destino.También controlaba el dinero prove-niente del tráfico.

—¿Cómo se enteró de que se habíaestrellado la avioneta?

TRESFUEREÑOSEN JUICIO.El guatemaltecoOtto Monzón(izq. abajo) y losmexicanos RubénMartínez (der.arriba) y ElvisMendoza (abajo),en 2011 durantesu juicio

quien también está en prisión— cuan-do intentaba cruzar por un punto “noau t o r i z a d o ” de la frontera. Portaba con-sigo un maletín con 70 mil dólares enefectivo. El agente afirma que le ofre-cieron “d á d iva s ” como último intentopara que les dejara huir.

Las autoridades allanaron sus propie-dades. En el hangar encontraron variasherramientas para la modificación delas aeronaves; en una de sus casas, el

—En la frontera, cuando me detuvie-ron —responde Martínez sin perder enningún momento la calma.

—¿Nadie le aviso al celular?—Lo tenía apagado ese día.—¿Pero la avioneta era de su propie-

dad, cómo no pudo enterarse?Gilberto Villalobos interviene antes

de que responda. Asegura que unosdías antes habían formalizado la ventadel aparato a un guatemalteco. “Supo-nemos que él se dedica a algo ilícito”,nos explica, “pero ya saben que en es-tos temas es mejor no hacer preguntaspor la seguridad”.

—¿Por qué entonces estaba intentan-do cruzar la frontera justo el día des-pués del accidente?

—Me iba a tomar unos días de des-canso en Nicaragua con mi pareja.

Un oficial detuvo a Martínez —queiba acompañado por Elvis Mendoza, elcuarto integrante de la organización y

COSTA RICA NO TIENE EJÉRCITO. Pese a estar situada en la región más violenta del mundo, cuenta conniveles de riqueza e igualdad que compiten con países de zonas más desarrolladasDAT O

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3619 DE MAYO DE 2013 DOMINGO

Si los colombianoshubieran luchado por elterr itor io contra losmexicanos, quién sabe cuántosmuertos hubiéramos tenido

MAURICIO BORASCHI, fiscal antidrogas

9. 7homicidiospor 100 milh a b i t a n te s

tiene el país, lacifra menor deCentroamérica

7años

atrás inició elincremento dela violencia en

el país, en2006

dos al país más feliz del mundo”. Sinembargo, el último Latinobarómetro—un estudio de opinión pública queaplica anualmente alrededor de 19 milentrevistas en 18 países de América La-tina— indicaba que los costarricenseseran los centroamericanos con mássensación de inseguridad. Desde 2006han aparecido cuerpos mutilados,quemados, asfixiados, y se han produ-cido tiroteos a plena luz del día entrebandas de sicarios. Un fenómeno nue-vo en Costa Rica que Boraschi atribu-ye, en gran medida, a lo que él llama “labajada de los mexicanos”.

“He oído a colombianos reírse de losmexicanos, decir que son cavernícolasque aún en estos tiempos pelean lasplazas y tienen una guerra contra la Po-licía y el Ejército”, dice Boraschi, un tipomenudo de maneras ligeras. Resumeasí el cambio de paradigma que sufriósu país a partir del año 2000. Tras lacaída de los grandes cárteles colombia-nos, se produjo una reestructuración delas organizaciones criminales; bandasque habían estado al servicio de los su-damericanos durante años quedaronsin mecenas y nació una nueva estirpe:los freelance. Los carteles mexicanoscaptaron de forma paulatina a estosgrupos y se fueron adueñando del co-rredor centroamericano.

“embalaje típico” para los paquetes decocaína. También una libreta en la quehabía anotaciones sobre los envíos.

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Gran parte de los costarricenses, a di-ferencia de Martínez, se enteraron el 10de octubre del accidente de la avione-ta. Una noticia que en otros países dela región no ocuparía más que un piede página, en Costa Rica abrió las edi-ciones digitales de los diarios. Durantenuestra visita, casi dos años después,la Fiscalía Antidrogas lo considerabauno de los casos más reseñables de surelativo éxito en la lucha contra el cri-men organizado.

La Suiza centroamericana —comoles gusta llamarse a si mismos— espunto y aparte, es como el vecino po-co conocido que vive aislado en sufraccionamiento. Situada en la regiónmás violenta del mundo, no tieneEjército. Mientras los ciudadanos delnorte circulan entre las fronteras consu documento de identidad, Costa Ri-ca les exige pasaporte. “Si nosotros pu-diéramos despegar, levar anclas, yanos hubieramos ido y nos hubierantenido que visitar en la Isla del Coco—un paradisiaco parque natural cos-

tarricense situado en el Pacífico, a 532km del continente—”, ironiza en sudespacho Mauricio Boraschi, el zar an-tidrogas, para explicar la diferencia desu país con el resto de la región.

Durante la décadas de los 70 y 80mientras Guatemala, El Salvador y Ni-caragua se desangraban librando gue-rras civiles, Costa Rica invertía en edu-cación, salud y desarrollo. Sin ser unpaís rico, es el menos pobre. Aun conun tasa de homicidios de 9.7 por cada100 mil habitantes —por encima de loque la ONU considera epidémica—, susniveles son nueve veces inferior a losde Honduras. Al país llegan cada añomiles de turistas que visitan sus vol-canes, sus parques naturales y sus pla-yas. En el aeropuerto un cartel da labienvenida a los visitantes: “Bienveni-

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COSTA RICA

La presencia de narcotraficantesmexicanos en Costa Rica no era nueva.Algunos, como el mítico fundador delCártel de Guadalajara, Rafael CaroQuintero, habían fijado su residenciaen el país. La DEA lo capturó en 1985mientras dormía en su mansión, en lascercanías del aeropuerto internacio-nal. Entre sus pertenencias tenía unapistola incrustada con diamantes. Loque cambió fue el papel de los mexi-canos en la cadena. Hasta entonces, ex-plica Boraschi, eran organizaciones re-ceptivas: los carteles colombianos asu-mían el transporte y con ello el riesgo.En el nuevo milenio los mexicanos to-maron la iniciativa, mandaron a sus de-legados a Costa Rica, asumieron el con-trol de las operaciones, aumentaron supresencia y con ello las ganancias. Unkilo de cocaína aquí ronda los seis mildólares, en México alcanza los 11 mil, yen Estados Unidos 50 mil. “Si los co-lombianos hubieran luchado el terri-torio quién sabe cuántos muertos hu-biéramos tenido”, especula Boraschi.El factor clave para él fue que las or-ganizaciones post grandes cártelesaprendieron de los errores de sus su-cesores y encontraron mercados másapetitosos: Europa y Asia. Desde en-tonces, Costa Rica se convirtió en unacolonia mexicana.

*****

Leonel Villalobos bebe un jugo de na-ranja, mira constantemente el celulary saluda a los vecinos que pasan por lacafetería a unas cuadras de su casa.Conserva el mismo trato amable y cer-cano que le valió un ascenso meteó-rico en su fase como político. Ex di-putado, ex viceministro de seguridady ex secretario del Partido de Libera-ción Nacional, en los corrillos del Par-lamento se le llegó a apuntar como pre-sidenciable. Esa posibilidad se diluyóhace 16 años cuando lo encontraroncon 1. 5 kilos de cocaína en una casa alnorte de la capital.

DE MALEN PEOR.Después deestrellar laavioneta, el pilotoOtto Monzónestuvo internadopor 439 días.Después se leimpusieron 10años de cárceltras su juicio

Estaba con una mujer con la que pre-tendía enviar más de 30 kilos de drogaa Estados Unidos. Había caído en unatrampa policial. Se le acusaba de estaraliado con el empresario Ricardo Alem,preso en una cárcel de Miami, y conquien supuestamente tenía una red denarcotráfico entre Colombia, Panamá yCosta Rica. Fue condenado a 12 años portráfico de drogas, aunque sólo cumpliócinco días. Una vez en libertad, se con-virtió en el “abogado de los narcos”.

La mayor parte de sus clientes soncostarricenses, luego mexicanos y des-pués colombianos. “Cuando yo ingreséen la cárcel era egresado en Derecho,salí y me gradué de abogado. Me es-pecialicé en defender a todas las per-

La violencia que vivimos laatribuimos al desplazamiento deorganizaciones mexicanas a nuestroterritorio y a sus luchas internas

WALTER ESPINOZA, f iscal

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sonas que estaban presas”, agrega elabogado con una voz histriónica, acor-de con su personalidad. Sonríe cons-tantemente al explicar que muchos deellos han sido agentes libres, que tra-bajan al servicio de mexicanos o co-lombianos. Pero ahora, dice, principal-mente son mexicanos los que lo re-quieren. El Ministerio de Seguridadafirma que operan en el país el Cár telde Sinaloa, la Familia Michoacana y losrestos del Cártel del Golfo.

Hace unos meses Leonel Villalobos,quien trabaja con Gilberto Villalobos—su “primo”, por tener el mismo ape-llido—, buscó por todo San José unacasa para que los mexicanos RubénMartínez y Elvis Mendoza pudierancumplir la prisión preventiva bajoarresto domiciliario. La encontró. Aun-que la jueza autorizó el cambio, el go-bierno se opuso. Los vecinos salierona las calles a manifestarse. Alegabanque “el pueblo corría peligro”. “Es como

si usted vive en una casa y, a la parsuya, vive un violador y se le dice queno puede vivir allí aunque sea dueñode la casa. Se violó el derecho de pro-piedad y no ejecutaron la decisión dela jueza”, expone Villalobos.

A su lado se encuentra Guido, unabogado italiano que lleva toda la vidaentre Costa Rica y Panamá. Dice que enalgún momento vivió en casa de lacantante Yuri en la Ciudad de México,que una vez vio a un narcotraficantecon un Ferrari en La Habana y que,cuando vayamos a Colombia, le llame-mos porque nos puede presentar a unnarcotraficante famoso en cuya casa,incluso, podemos alojarnos. Amboshablan sobre su experiencia en el mun-do de la justicia costarricense. Aleganque el delito de narcotráfico se ha “sa-tanizado” y que tanto a nivel políticocomo judicial se hace todo lo posiblepara cerrar un caso con éxito aunquese violen muchas leyes para hacerlo.

En el caso de los mexicanos, Villalo-bos fue separado de la causa supues-tamente por haber presionado a un po-licía testigo para que presentara un in-forme a favor de sus clientes. Mesesdespués, el testigo reconoció que loconfundió con el otro Villalobos y lo res-tituyeron en el caso. Aunque puso unademanda por el error, fue desechada.

El año pasado otros clientes suyos,ecuatorianos, fueron acusados detransportar 320 kilos de cocaína, a pe-sar de que se les encontró lejos del car-gamento. Cayeron gracias a las escu-chas telefónicas que, según Villalobos,es el método que utiliza la Policía paraactuar sobre algún sospechoso aun-que está prohibido por la ley. “La mer-cancía encontrada nunca fue analiza-d a”, asegura el abogado, “nunca se suposi se trataba realmente de cocaína oharina para hornear”. Los ecuatorianosfueron condenados.

Leonel Villalobos llegó a su juiciocon dos paquetes blancos plastifica-dos y los puso sobre la mesa del juez.

6mil dólarescuesta un

kilogramo decocaína

cuando llega aCosta Rica

50mil dólarescuesta ese

mismo kilo alllegar a EU, y

11 mil enMéxico

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COSTA RICA

D E C Á DA STRAS LASREJAS.Los mexicanos yel guatemaltecofueron juzgadosen el Tribunal dePavas, donderecibieron lasentencia másalta quecorrespondíaa su delito

Enfrente de fiscales, abogados, testigosy acusados, el ex diputado comenzó agritar en la sala: “Yo digo que estos sondos kilos de cocaína, ¿puede usted, se-ñor juez, probarme qué no lo son?”

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Hace unos meses un helicóptero noidentificado pasaba por el cielo de Cos-ta Rica. Sin Fuerza Aérea, el sistema devigilancia es precario. No existe un sis-tema de trazas, sólo hay alianzas demonitoreo con países aledaños y Es-tados Unidos. Por más que se le pidióal piloto que bajara para identificarse,nunca lo hizo. El helicóptero se fue aNicaragua. “Nosotros no supimos qué

pasó porque pasamos la estafeta al si-guiente país en cuanto sale de nuestrot e r r it o r i o ”, afirma Carlos Alvarado, di-rector del Instituto Costarricense so-bre Drogas (ICD), que se encarga de rea-lizar todos los decomisos de narcóticosy seguir las cuentas financieras degrandes narcotraficantes.

En su oficina, ubicada en un edificiolaberíntico en el centro de la ciudad,Alvarado defiende la lucha pacíficacontra el narcotráfico. Las avionetas noson una prioridad porque el mayor pro-blema es el tráfico marítimo. La drogallega por las dos costas al país y se que-da guardada durante meses en apar-tamentos o almacenes retirados para

“e n f r i a r s e” y sea más difícil de rastrear.Costa Rica es una especie de bodega de51 mil kilómetros cuadrados. Despuésla droga se exporta. La mayor parte delas veces vía marítima, mientras que eldinero llega vía terrestre.

Uno de esos casos involucró a DonMario, quien ha sido chofer durante 40años. Hace tres meses un hombre lellamó para un encargo. Consistía en lle-var un tráiler de Nicaragua a Costa Rica.No sabía que había en él. El hombre, de65 años, se ofreció a hacer el recorridoporque su hijo no podía llevarlo aquelmartes y la paga le venía bien. Lo hizocomo siempre, como si llevara arroz oelectrodomésticos en su contenedor.Al cruzar la frontera y enfrentarse a larevisión de costumbre, se percató derepente que pasaría la vida tras las re-jas. Un millón de dólares estaban es-condidos en su vehículo. Leonel Villa-

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so para mostrar su fortaleza”. “¿Procesode colonización?”, se le pregunta. Es-pinoza asiente y agrega: “Va de norte asur y no se detiene”.

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—¿Si eres inocente por qué estás en lasección de máxima seguridad? —le pre-guntamos al preso Rubén Martínez,quien se encoge de hombros.

—Pues no sé, porque soy mexicano—responde antes de despedirse y pe-dirle una pluma negra a su abogado pa-ra continuar el guión de su película.

Otros 28 compatriotas, según un in-forme de la Secretaria de RelacionesExteriores publicado el año pasado, es-tán presos en Costa Rica. Las autori-dades los apuntan como los jefes de lasoperaciones en el país, los que mane-jan el nuevo esquema del narcotráfico:más violento, más pragmático e, inclu-so, más rentable. “Los mexicanos sonmás celosos con la plaza y presentanniveles de avaricia diferentes. Hemosdetectado que no tienen interés en in-tegrarse en la estructura social de nues-tro país, sino que vienen a trabajar. Ysu trabajo implica hacer lo que sea paraconseguir el rédito que implica el trá-fico de drogas. En cambio, el colom-

lobos, su abogado, sabe que tiene po-cas posibilidades de salir: “Mientras lodetienen a él, otros diez camiones es-tán cruzando la frontera al mismotiempo”.

Desde 2002 a 2011, el ICD quintu-plicó el número de casos sobre narco-tráfico. Pasaron de 100 a 500 por año,indica Alvarado. El fenómeno tambiéntiene que ver con la presencia de losmexicanos. Al hacerse cargo de la lo-gística y por tanto, de la ganancia, loscárteles también cambiaron las formasde pago. El dinero fue sustituido pormercancía y así comenzó a crecer elmercado interno.

“Centroamérica dejó de ser una rutade paso mecánico, intacto y empiezaa transformarse con el uso de la co-caína y el crack. En el caso de Costa Ricauno puede explicar el incremento ex-plosivo de la delincuencia común deforma paralela a como fue impactandoy penetrando el crack en nuestra so-c i e da d”, dice el ministro de Seguridad,Mario Zamora. Según la última En-cuesta Nacional sobre Consumo deDrogas, publicada en 2012, en los úl-timos 15 años el porcentaje de consu-midores pasó del 0.4% al 1.2%.

Al preguntar a todo tipo de autori-dades cómo saben que se trata de me-xicanos, todos insisten en la violencia.El fiscal Walter Espinoza dice que sólofalta echar un ojo a los expedientes. En2010 investigaron a tres costarricensesvinculados a organizaciones mexica-nas que aparecieron quemados encuanto la Policía supo de ellos. Recien-temente dos mexicanos investigadosfueron encontrados asfixiados. Hastahace una década no era normal encon-trar personas decapitadas, quemadas,envueltas en adhesivos y asfixiadas.“Nosotros lo atribuimos al desplaza-miento de organizaciones mexicanas anuestro territorio y a luchas internasentre ellos, ya sea por el tráfico o porcontrolar la plaza, o como acciones pu-nitivas. La violencia es su único recur-

biano traía a su familia y pensaba queCosta Rica era un país donde podía ha-cer su vida”, analiza el Fiscal Antidro-gas, Walter Espinoza.

En Costa Rica, la pena por un delitode narcotráfico (de ocho a 20 años) esmás alta que la de homicidio (de 12 a 18).“A nivel político y judicial se consideraque toda la problemática social es porel narcotráfico, sin analizar que todo de-riva de la desigualdad social, la falta deoportunidades y una sociedad de con-sumo”, asegura el abogado Leonel Vi-llalobos. “Hay algunos que no han he-cho absolutamente nada y están con-denados. Condenaron a uno por el su-puesto uso de un teléfono y ni siquieraestuvo en el lugar de los hechos”.

A su juicio, los mexicanos siguen con-denados por esta cultura. El de Rubénes el caso más mediático que le ha to-cado defender. Dice que hizo la apela-ción, que ha demostrado que Martínezvendió la avioneta días antes de queesta cayera con los paquetes de cocaína,que el dinero que portaba está inscritoen la notaría en México y que era legal,que sus transferencias bancarias han si-do comprobadas por el banco HSBC.También, dice, que ningún testigo pue-de ubicarlos en el aeropuerto los díasprevios a que volara la avioneta, que élordenó que se desocupara el hangar an-tes de que pudiera volar ese día y queno existe ningún nexo causal que de-muestre que los mexicanos hayan sidonarcotraficantes. Todas estas pruebas,insiste, han sido desechadas.

“Es muy difícil ganar un delito denarcotráfico. Menos mal que yo sólodefiendo a inocentes”, dice mientrasríe sarcásticamente. (Con informaciónde Alejandra S. Inzunza)

PABLO FERRI Y JOSÉ LUIS PARDO son periodistasde ruta. Desde hace 17 meses recorren Latinoamérica abordode un Pointer 2003, en busca de buenas historias. Paracontarlas, colaboran con varios medios en ambos lados delAtlántico. Su página es www.dromomanos.com

Centroamér icadejó de ser unaruta de paso y seha transformado enconsumidor decocaína y crack

MARIO ZAMORA,ministro de Seguridad

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ANDY BAY, Nicaragua.—Ese día Reinaldo Cruzdespertó antes de que sa-liera el sol. Tomó un cafécon mucha azúcar, se pu-so sus botas militares y

encendió un cigarro. Caminó hasta la orilla delmar, donde estaba varada su lancha, y esperóa que llegara su compañero. Amanecía cuan-do ambos salieron a mar abierto a pescar ti-burones. Pasaron más de ocho horas a dos otres millas de la costa, pero volvieron con lasmanos vacías. Reinaldo, un tipo flaco, tostado,de piel curtida y mirada cansada, caminaba yapara su casa cuando vio algo en la arena quellamó su atención. Era un bulto plastificado. Seacercó y lo tanteó: acababa de encontrar va-rios kilos de cocaína.

“Hay que esconderlo bien y esperar a quevengan a comprarlo”, le dijo a su compañeroen voz baja. Al igual que Reinaldo, muchos

Traficantes porcasualidad

En Nicaragua la suerte es aliada de ‘narcos de ocasión’, que un día tienen ungolpe de fortuna y se vuelven ricos. Los habitantes de la mosquitia nicaragüense, la

zona con mayor distribución de estupefacientes, son indígenas que vivían de pescarlangosta, pero han encontrado otra manera de sobrevivir traficando cocaína

Por ALEJANDRA S. INZUNZA Y PABLO FERRI

Sindios misquitos de Sandy Bay, la comunidadmás grande de la Región del Atlántico Nortede Nicaragua (RAAN), han hecho de la drogasu negocio. Uno en el que la suerte influye másque otra cosa.

Sentado en la cocina de su casa, este hom-bre de 65 años cuenta cómo arregló su vidaen una semana. “A los pocos días de encontrarel paquete, vinieron los extranjeros y me pa-ga r o n ”, dice en un español difícil de entender.Los “ex t ra n j e r o s ”, sobre todo narcos colom-bianos y hondureños, compran los kilos quelos comunitarios encuentran a unos dos milo tres mil dólares cada uno.

Con lo que obtuvo de la venta, Reinaldoconstruyó su casa, un cómodo hogar de ma-dera de dos pisos. Además compró dos mo-tores y otra lancha. De esta historia hace 13años, pero la droga sigue cayendo en SandyBay y sus alrededores casi cada mes.

Ahora este buzo retirado vive de alquilar suslanchas y cuartos, aunque de vez en cuandosale al mar. Una de sus inquilinas, Doña Juana,sonríe y mira al “v iejo” en la escalera. “A ver siyo un día me encuentro un paquete. Así pagola universidad de mis hijos y dejo de vendermangos”, suspira mientras lava unos platos.

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Caminaba ya para su casa cuando vioalgo en la arena que llamó su atención. Era un bulto plastificado. Se acercó y lotanteó: acababa de encontrar varios kilos de cocaína. ”Hay que esconderlobien y esperar a que vengan a comprarlo”, le dijo a su compañero

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N I CA R AG U A

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—¿Por qué quieren ir a Sandy Bay?—pregunta desconfiado el comandan-te Miguel Castillo— Es la cuna del nar-cotráfico aquí.

Castillo, quien forma parte de la Po-licía Nacional de Nicaragua, rebuscaentre nuestras mochilas, nos toma fo-tos —a los dos— de frente, de perfil y nosinterroga por separado.

Estamos en un cuartucho del cuartelde la Fuerza Naval de Bilwi, la capital dela RAAN. Este es el Caribe pobre, aquíno hay grandes hoteles ni pasan los cru-ceros. Apenas hay turistas. Sólo llegares una odisea: 25 horas en coche desdeManagua o dos en una avioneta de 15plazas. Esa es la razón por la que el co-mandante Castillo desconfía, por esosaca fotos de todas las hojas de nues-tros pasaportes y nos retiene por másde tres horas en el cuartel. En su cabeza,dos extranjeros (un español y una me-xicana) que han hecho el viaje hastaBilwi —una zona estratégica en la ruta

marítima del narcotráfico—, quieren su-birse a una lancha y continuar dos ho-ras más hasta Sandy Bay, son sospe-chosos en una de las áreas más arma-das de la región. Prácticamente nadieviene a este lugar. Se dice popularmen-te que los extranjeros que llegan aquísiempre son narcotraficantes y, portanto, los pangueros que nos llevan aSandy Bay nos dicen que debemos pe-dir un permiso a la Policía antes de de-jarnos abordar. Después del interroga-torio y la extensa revisión, el policíasentencia solemne: “Pueden ir a SandyBay, pero tal vez no regresen”

*****

Un puñado de lanchas descansa en laorilla de la laguna salada, junto al pe-queño muelle. A lo lejos se alcanzan aver grandes mansiones de tres pisos, to-das de colores pastel, con antenas detelevisión por cable y decorados barro-cos. Sandy Bay, con 15 mil habitantes,es la comunidad misquita más grande

al norte de Bilwi y una de las más afec-tadas por el paso del huracán Félix en2007, que dejó en la región 180 mildamnificados y más de un centenar demuertos. Fue también la que más rá-pido se recuperó. En Bilwi se quejan deque todo el cemento que llega a la zonaes enviado de inmediato para aquí. Laconstrucción está en auge. Decenas depersonas llegan todos los días de otrascomunidades, e incluso de Honduras, atrabajar de albañiles. Una postal de San-dy Bay podría ser la de una exuberantemansión, junto a un par de árboles gi-gantes con las raíces al aire por la fuerzadel huracán, y unas vacas pastando.

Todos los días se va la luz. Todavíahoy, en la mayoría de los hogares lasvelas son la única forma de iluminardurante la noche, pero ahora aquelloscon grandes casas tienen su propio ge-

CRECE ELMERCADOI N T E R N O.Cora Antonio,una de las líderesreligiosas de lazona, señala quecada día hay másadictos y que lasfamilias ya nosaben qué hacercon ellos

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t i c a”, explica Roberto Orozco, investi-gador del Instituto de Estudios Estra-tégicos y Políticas Públicas. A finales delos 80 los narcos colombianos iban di-recto desde Colombia hasta Miami, Es-tados Unidos, sin detenerse en las cos-tas. Luego llegó la paz al país centroa-mericano y un acuerdo de colabora-ción que los estadounidenses firma-ron con Nicaragua, Costa Rica y Hon-duras para patrullar sus aguas interna-cionales. Con la vigilancia en alta mar,los narcotraficantes se vieron obliga-dos a costear en pequeñas lanchas ylugares como Sandy Bay recuperaronatractivo como corredor y estación deservicio para los narcotraficantes.

“Son como una gasolinera. Primero,recopilan la droga que los narcotrafi-cantes tiran al mar cuando son perse-guidos por los guardacostas estadou-nidenses; después, el narco regresa arecoger la droga que tiró y se las com-pra. Segundo, es un servicio de abas-tecimiento de combustible, alimento yrefugio temporal. Tercero, es un ser-vicio de seguridad. Es una zona todavíaarmada, producto de la guerra”, apuntael especialista Orozco.

Desde entonces, la droga se ha con-vertido en el lenguaje de Sandy Bay.Kerlin Clark, una joven de 25 años quetrabaja en una tienda de abarrotes, em-pieza a señalar a las personas que másse han enriquecido con el paso de lacocaína. “Allí está la esposa del wist a(juez), ellos son dueños de la casa rosag i ga n t e”, dice sonriente. “Todos ellostienen mucho dinero, pero no invitanmás que una cerveza” a g r e ga .

Los días aquí se miden respecto a laúltima vez que cayeron los fardos.“Cuando cae droga, la gente se vuelveloca. Todos se van a buscar fardos.Quien tiene panga, sale al mar a buscar;los que no, van en moto a la playa. Todoel mundo sale de su casa”, apunta Ker-lin, otra “d e s a f o r t u n a da” que nunca haencontrado uno.

nerador. Las líneas de teléfono no lle-gan pero las antenas de celular sí. Po-tentes motocicletas han sustituido alos caballos. El alcantarillado no existe,pero un impresionante estadio de beis-bol aguarda las horas previas a que seinicie la serie regional. La pintura lucefresca y las bancas relucientes.

El auge económico de Sandy Bay tie-ne su origen en la reactivación de laruta de la droga que va de Sudaméricaa Estados Unidos por el caribe nicara-güense. Todo empezó a finales de laguerra en Nicaragua (1978-1990), quedejó más de 50 mil muertos. Reinaldo

recuerda los primeros síntomas, cuan-do la contrainsurgencia le obligó a en-frentar al gobierno revolucionario san-dinista. Ya entonces vio algún bulto.Como soldado lo mandaron a Río Co-co, en la frontera con Honduras, uno delos puntos más calientes de la ruta. “Ahíya vi fardos de marihuana”, recuerda,“pero no los agarré porque eso enton-ces no daba dinero. ¡Ahora sí!”.

“La paz entre las células contrainsur-gentes y el ejército sandinista supusouna reducción drástica de los cuerposmilitares y así la fuerza naval perdiócapacidad para controlar la ruta atlán-

Cuando cae droga, la gente se vuelveloca. Todos se van a buscar los fardos. Todoel mundo sale de su casa y va al mar

KERLIN CLARK, habitante de Sandy Bay

42.7homicidios

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En el siglo XVII, cuenta el antropólogomisquito Avelino Cox, el capitán HenryMorgan arribó al puerto de Cabo Graciasa Dios, la actual frontera con Honduras.La fama de sanguinario de uno de lospiratas más célebres del Caribe hizo te-mer a los misquitos por la vida de su rey.Sin embargo, después de reunirse, Mor-gan y el monarca se fundieron en unabrazo y sellaron una alianza que acabócon estos indígenas como tripulantesde los corsarios ingleses.

En una de las travesías, un misquitode nombre Willis subió a la montañade la isla de San Fernando, en Chile,para buscar leña. Las flotas españolasse acercaban peligrosamente, así queel capitán y el resto de la tripulaciónescaparon y abandonaron a este hom-bre. Tres años después otro barco pi-rata, en el que se encontraba el her-mano de Willis, regresó a la isla. Elhombre, lejos de desfallecer, habíaconstruido su pequeño reino.

Cox asegura que los ingleses se apro-piaron de esta historia. Para él, la inmor-tal obra de Daniel Defoe, Robinson Cru-soe, publicada en 1719, está basada en lavida de Willis. Aunque tenga más de mi-to que de realidad, ese hombre solitariobuscándose la vida en una isla, podríaresumir el drama de la Mosquitia: unazona que siempre ha congeniado máscon los extranjeros que surcan sus cos-tas que con sus vecinos del Pacífico.

Los tesoros de los piratas ahora sonlos fardos de los narcotraficantes. Co-mo antes, los lugareños han aprovecha-do la oportunidad. Hay quienes se hanconvertido en abastecedores de com-bustible o comida; otros se han dedi-cado a ‘tumbar’ (a robar droga a los nar-cos); otros quisieron convertirse en nar-cos y luego hay gente, como Reinaldo,que tuvo la ‘suerte’ de encontrarse losfardos que ellos tiraron por la bordacuando la Policía les perseguía. Y losnarcotraficantes extranjeros han apro-

vechado las condiciones de la región—su aislamiento, su población y el pococontrol de las autoridades— para que elnegocio florezca.

El contralmirante Roger González, je-fe de la Fuerza Naval nicaragüense, esun hombre que habla claro, pero que semueve entre la convicción en su tra-bajo y la frustración de perseguir a unratón demasiado veloz. Cuando laFuerza Naval tiene una lancha de tresmotores, los carteles tienen una de cua-tro. Incluso a González le consta que loscriminales ahora utilizan sumergibles,aunque sus hombres no disponen delos aviones con tecnología infrarrojanecesarios para detectarlos.

La presencia de las autoridades en lamosquitia nicaragüense es práctica-mente nula. En Bilwi se concentra elcuartel general del Ejército que persi-gue a los narcotraficantes y se coordinacon las agencias estadounidenses. Sinembargo, apenas hay una misión de 10militares en Sandy Bay. El resto de lascomunidades carece de presencia es-tatal. De vez en cuando, las autoridadesrevisan las lanchas que van de Bilwi acualquiera de las otras comunidades,para cerciorarse de que no haya tra-siego de droga o contrabando de alco-hol —su consumo no está bien vistopor las autoridades misquitas—, peroson esporádicos. La ruta está libre.

Los golpes que de vez en cuando danlos militares hablan del gran trasiegode droga y de las intrincadas relacionesentre los cárteles internacionales y lapoblación local. La fuerza naval inter-ceptó 4.7 toneladas de cocaína en 2011.De 2001 a 2010, decomisó 42.5. Maradentro, asegura González, un decomi-so normal está entre 2.5 y tres tone-ladas. El año pasado desarticularonuna de las principales redes de tráficoen Wankluma, al suroeste de Bilwi. “Ahítenían más de 200 barriles de combus-tible, tres lanchas rápidas y 16 fusiles deguerra M-16 y UCI”. Los cabecillas eran

un nicaragüense, un hondureño y uncolombiano, los extranjeros que ma-yoritariamente transitan esas aguas.

Gónzalez, sin embargo, no tiene du-das de que todas trabajan para algúncártel mexicano: “En el Pacífico opera(el Cártel de) Sinaloa. En el Caribe hayvarios. Hemos encontrado hasta cincosellos diferentes en los fardos: ‘samso-n it e ’, ‘pepsi’, ‘el caballito’...”. Cada selloes la marca que indica a qué cartel per-tenece la mercancía.

*****

Nicaragua no es un país violento com-parado con sus vecinos del norte. In-cluso con el ingente volumen de trá-fico de drogas que pasa por las costasde la RAAN, el crimen organizado ape-nas deja sangre. “No hay muertos por-que los narcos no permanecen ahí. Noestán compitiendo por territorialidad”,explica el especialista Roberto Orozco,una de las personas que más ha tra-bajado sobre el terreno en la región.

La paz se mantuvo en la zona a pesarde que desde 2006 casi la única au-

10militares

resguardanSandy Bay, la

zona másafectada por elnarcotráfico

4.7to n e l a d a sde cocaína

decomisó laPolicía Nacional

de Nicaraguaen 2011

FALLO. En 2012 un grupo se hizo pasar comotrabajadores de Televisa para delinquir en el país

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toridad era la Policía comunitaria—constituida por líderes misquitos—.No fue hasta el 1 de enero del año pa-sado, el día que mataron a un hombreen Sandy Bay producto de una bala-cera, cuando el Ejército volvió a la co-munidad. El problema lo causaron mil700 kilos de cocaína. Una persona mu-rió, siete fueron detenidas (incluido unmiembro de la Policía comunitaria) y

el ejército decomisó ocho fusiles. Des-de entonces, con los 10 militares, San-dy Bay muestra una aparente calma.

El episodio de Sandy Bay fue unaexcepción, pero no la única. Mesesatrás, en la comunidad de Walpasiksa,al sur de Bilwi, un grupo de narcosabrió fuego contra dos lanchas del Ejér-cito y la Policía; algunos misquitos tam-bién dispararon. La refriega acabó con

tres muertos —un atacante, un policíay un militar— y 17 detenidos. La versiónoficial establece que los narcos habíanido a Walpasiksa en busca de la cocaínaque había en una avioneta que se habíaestrellado días antes en la zona. La in-vestigación posterior descubrió unaextensa red de viviendas en la comu-nidad que los narcos utilizaban paraguardar la droga que pasaba por allí.

“La violencia, el desempleo y los ex-pendios de droga son los problemas denuestra comunidad. Están fuera de con-trol. Te lo dicen abiertamente: tengo unexpendio porque no tengo qué comer”,advierte Cora Antonio, una de las líde-res religiosas más respetadas en la re-gión. “Yo sé que hay personas detrás dela gente de las comunidades. Luego es-tán los expendios medianos y peque-ños. Ellos son los más pobres, no tienencómo vivir. Aunque lo peor son los con-sumidores. Roban y asaltan, es un pro-blema social. Hay madres que te bus-can, cada vez más y que te dicen ‘ya noaguanto a mi hijo, qué hago con él’”

En la RAAS, la Región Autónoma delAtlántico Sur, el paradigma de simpleruta de paso ha empezado a cambiar.El narcotráfico ha permeado hacia elinterior del país y se ha configurado unmercado interno.

La violencia ha aumentado, aunquela cifra aún no se alarmante. Actualmen-te, la región registra una tasa de 42.7homicidios por cada 100 mil habitantes,muy similar a la de Guatemala con unatasa de 45.2. Sólo en 2010 la Fiscalíainvestigó 33 muertes violentas, 22 ho-micidios y 11 asesinatos vinculados alcrimen organizado y al comercio dedroga. Es la única zona del país que re-gistra estos índices de violencia, quemantiene una media de 12 homicidiospor cada 100 mil habitantes.

“Hay seis etnias diferentes en la zo-na. Se están estableciendo varios gru-pos que compiten por el mercado in-terno”, explica Orozco, “ya hay uno que

En el Pacíficoopera el Cártelde Sinaloa. En elCaribe hay más.Hemos encontradocinco marcas en losfardos de droga

ROGER GONZÁLEZ, jefe de laFuerza Naval nicaragüense

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Daoukura es parecido a Sandy Baypero sin mansiones. Las casas estánmás lejos una de otra. Un sendero decemento también une a esta comu-nidad con otras como con Ataswara,donde es común la pesca de tortugay las motocicletas son el medio det ra n s p o r t e .

Marlon Flores, beisbolista e instruc-tor de deporte, nos hace un recorridopor la zona. Un equipo de mujeres jue-ga softball en un campo de tierra. El solse refleja en el sudor de la gente quebusca refugio en la sombra. El calor es

asfixiante por momentos, pero unosniños juegan en la cima de un árbol. Aprimera vista, parecería que en Daou-kura no pasa nada.

Nuestro guía nos muestra un cuartode concreto de 2x2 metros, que hacelas veces de cárcel. Si alguien roba otiene un comportamiento inapropia-do, lo encierran allí hasta que la comu-nidad decide un castigo, como limpiarlas áreas públicas o pagar una multa. “Siviene un colombiano también lo me-temos allí y luego llamamos a la Po-l i c í a”, dice.

N I CA R AG U A

se conoce como Conexión Chontaleque pasa la droga de la zona de Blue-fields hacia la capital. Managua ya pro-duce una ganancia de 170 mil dólaressemanales, según la Policía Nacional,más de ocho millones de dólares alaño. Parece una cantidad pequeña pe-ro para nuestra economía representaya el 0.13% del PIB”.

*****

El mes pasado, 60 kilos de coca caye-ron en Daoukura, otra de las comuni-dades misquitas al norte de Sandy Bay.La corriente del mar atrajo todos lospaquetes a esta comunidad en la quehay que caminar una media hora des-de la playa para ver una casa.

“Nicaragua no ve a la costa Atlánticacomo parte del país. La identidad quetenemos es la de narcotraficantes, la-drones y drogadictos”, dice el antropó-logo Avelino Cox sobre la RAAN.

EL MAR ESEL MEJORC A M I N O.Las autoridadesnicaragüenseshacen operativosy simulacrosconstantes en elocéano paraintentar detenera los narcos. Sinembargo, elnúmero deefectivos esi n s u f i c i e n te

Nicaragua no ve a la costa comoparte del país. La identidad que tenemosaquí es de narcotraficantes y drogadictos

AVELINO COX, antropólogoFO

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PABLO FERRI Y ALEJANDRA S. INZUNZA sonperiodistas de ruta. Desde hace ocho meses recorrenLatinoamérica a bordo de un Pointer 2003, en busca debuenas historias. Para contarlas, colaboran con variosmedios en ambos lados del Atlántico. Su página esw w w.d r o m o m a n o s .c o m

Antes del recorrido nospresenta a los líderes mis-quitos. Cada comunidadtiene a los suyos, un wist a(un juez), un maestro, unanciano y un síndigo (u nconsejero de la comuni-dad). Ellos deciden todo loque pasa en Daoukura. Si al-guien quiere comprar un te-rreno, ellos tienen que au-torizarlo. Si llega droga, ellosdeben repartirla.

Empezamos a hablar de lacomunidad, de las tradicio-nes misquitas, de la pesca delangosta y las condicionesmiserables en las que traba-jan los buzos. Ellos contes-tan en español, con su acen-to cerrado. Al preguntar porla droga, sin embargo, em-piezan a hablar en misquito,sueltan un par de carcajadasprofundas y se van.

*****

Desde el miércoles, todo esbeisbol en Sandy Bay. Aquíse concentra la serie regio-nal de beisbol de la RAAN ytodos los equipos de la costay alguno del interior jueganhasta el domingo. El puebloestrena su estadio. Los líde-res organizan la venta de co-mida y las mujeres se pre-paran para cocinar tortuga, apesar de la veda. Todos es-tán de fiesta. La cerveza cir-cula discretamente entre los

puestos ambulantes de co-mida. Los niños se apresu-ran a sentarse a las afuerasdel estadio, junto al cemen-terio, para ver el partido.Sandy Bay gana por dos ca-rreras. “Hace un mes que nocae droga por aquí, menosmal que estamos de fiesta”,dice una mujer.

Un día después, a las 4 dela mañana, el sol aún estáoculto. Reinaldo acaba de le-vantarse. Se pone sus botas.Hace café, con mucha azú-car, y enciende su cigarro.Encierra a su perro en la co-cina y nos acompaña almuelle. Las pangas haciaBilwi solo salen a primerahora de la mañana. Camina-mos por el sendero de ce-mento que cruza SandyBay. De fondo se escucha lamúsica norteña que ha so-nado toda la noche y algu-nos narcocorridos quecuentan las hazañas delChapo Guzmán, el líder delCártel de Sinaloa. En algunade las mansiones de colorpastel, la fiesta continua. Enel muelle, unas cuantas per-sonas esperan por la lancha.Un gato se pasea a la orilla dela playa. Empieza a clarear.De repente un disparo al ai-re, unos gritos y muchas ri-sas. Así se despide SandyBay. (Con información de Jo-sé Luis Pardo)

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H I S T O R I AS

EN PA N A M Á

Por PABLO FERRI YALEJANDRA S. INZUNZA

EL DINEROSIEMPRE QUEDA

LIMPIO

El país es el centrofinanciero y comercial de

Centroamérica pero también,históricamente, es donde el

dinero ilegal que proviene deltráfico de drogas se ‘l ava ’ p a ra

ser legal. Casas, empresas yhasta tarjetas de felicitación

son utilizados por los narcospara soprender a las

autoridades. ¿Cómo logranesquivarlas? La historia parece

película de gángsters

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ANAMÁ, Pana-má.— Media horamás tarde —mediahora de mentirasmás tarde, en rea-l i da d — el visitante

hizo una pausa en la conversación y lesonrió ampliamente.

—Ya te diste cuenta de que no se na-da de bancos, ¿verdad? —le dijo.

Cauteloso, el jefe asintió.—Quería conocerte porque sé que

fuiste tú —dijo el visitante.El jefe se quedó pasmado. El filete

que estaba comiendo se enfriaba en elplato. Se estaba quedando rígido, lomismo que sus brazos: tiesos como vi-gas de acero.

—¿El qué? —p r e gu n t ó — ¿Qué fui yo?¿De qué habla?

—Los 600 mil dólares que agarraste.Ese dinero era mío —añadió el visitantecon pasividad.

El jefe entendió.“Estábamos dando seguimiento a

unas personas desde hacía tiempo”, ex-plica el jefe ahora, años después de quesucediera aquel encuentro, en el mis-mo centro comercial de Ciudad de Pa-

namá en el que se produjo. “Teníamosreportes de inteligencia de que estabanmoviendo dinero y droga. Eran colom-bianos. Cuando al final les caímos metocó ir a mí. Los agarramos con todo:600 mil dólares en un cuarto”. El dineroaguardaba a que la organización le bo-rrase el estigma de la droga: abogados,financieros y banqueros se encargaríande integrarlo al mercado lícito y cerrarel círculo del narcotráfico.

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AP

:Las autoridades panameñas cuentan con elapoyo del Gobierno estadounidense para combatir elnarcotráfico. Pese a ello, los delincuentes han encontradola forma de evadirlas. El dinero ilícito llega desde otrospaíses como Colombia y, tras las triangulaciones financieras,queda ‘limpio’ sin que nadie sepa cómo lo lograron

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Se quedaron mirándose un buen ra-to. El jefe no recuerda cuánto, pero entodo caso fueron los segundos más lar-gos de su vida.

—Si me vas a matar —le dijo— esosdos de allá se van a ocupar de ti.

Se refería a su escolta, que estaban aunos metros de ellos.

—No, no, si fuera así no estaría aquísentado —contestó el otro—. En rea-lidad vine a reconocerte que en todoel caso no hubo corruptelas. Lo sé. Es-to es parte del juego: a veces se gana,a veces se pierde.

*****Era media tarde. El jefe y su escolta acu-dían a cenar a un centro comercial cer-cano al malecón cuando el visitante,un colombiano de mediana edad, lesabordó en los pasillos. Aunque trata derecordar, el jefe dice que se quedó enshock y que no atina a componer unretrato —¿tenía el pelo largo o corto?¿claro u oscuro? ¿las cejas gruesas, lasmanos grandes?—. Sólo recuerda sutemplanza y los detalles que le dio desu propia vida: “Había hecho toda unainvestigación sobre mí. Sabía la marcade mi coche, dónde vivía, dónde co-mía... no sabía cuándo me iba a sacarla pistola”.

Aquello ocurrió a unos metros dedonde transcurre ahora la entrevista.El jefe dirigía por entonces la Unidadde Análisis Financiero (UAF) del Go-bierno panameño, un organismo en-cargado de investigar casos de blan-queo de dinero. Pide mantener el ano-nimato para no llamar la atención. Bajosu mando, agentes de la UAF desba-rataron muchas operaciones y estruc-

turas vinculadas al crimen organizadoy no desea que nadie lo pueda iden-tificar. “Aquel día me supe vulnerablede repente”, confiesa.

Mientras el tiempo pasaba, y al verque no comenzaban los disparos, serelajó un poco. Aunque el visitante erasutil, el jefe se dio cuenta de que queríaponerlo en su nómina: “Había venidoa sobornarme. A él le interesaba que

No hay país que esté libredel blanqueo de capitales,menos un país como el nuestro,que sus características lo hacenun terreno fértil para eso

JAVIER CARABALLO, fiscal antidrogas

10%creció el PIBpanameño elaño pasado.

Eso lo hace unpaís idóneo

para el lavado

30mil millonesde dólares semueven cada

año en la zonafranca

panameña

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LAVADO DE DINERO

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me quedase donde estaba (en la jefa-tura de la Unidad) y le pasara informa-ción. Hablaba sobre él, por eso se queera uno de los gordos: no hablaba entercera persona, como un mandadero,hablaba sobre él”.

El jefe no comprendía por qué es-taba ahí, por qué no había mandado aun emisario. Y se lo dijo.

—¿Cómo se arriesga usted tanto?El otro se reía.Cuando llegó la última oferta para

ser sobornado, el jefe tomó la decisión:“Mire, yo estoy orinado de miedo, peroya que usted me habla tan sinceramen-te, yo también”.

Y le dijo que no.El capo se fue y el alto mando se que-

dó pensativo. Su trabajo era delicado,estaba consciente: investigaba casosde lavado de decenas de millones de

dólares cada año en Panamá, una plazaimportante para el crimen organizado.Sabía, como explicó más tarde, que“mientras el Estado se prepara, los de-lincuentes ya están listos”.

Así había ocurrido meses antes en laciudad. La fiscalía antidrogas y la ex-tinta Policía Técnica Judicial (PTJ) ha-bían desarticulado una banda de co-lombianos, panameños y mexicanosque trasladaba cocaína desde el sur ha-cia Centroamérica. Las autoridades de-comisaron tres toneladas de cocaína ymetieron en la cárcel a 11 integrantesde la organización. Pero la operaciónacabó mal: uno de los mandamases dela PTJ murió envenenado y el fiscal an-tidrogas, Patricio Candanedo, dimitiómeses más tarde.

Ahora el jefe había descubierto la sa-la de operaciones de una banda de co-

lombianos y les había decomisado,además, 600 mil dólares. Aunque aldía de hoy aún no se explica el por qué,la única consecuencia fue que ese díale arruinaron la cena.

*****Rosendo Miranda nos recibe en su

despacho, en la enésima planta delenésimo rascacielos de uno de los ba-rrios ricos de la ciudad. Fiscal antidro-gas entre 1995 y 2005, Miranda per-siguió, al igual que el actual jefe de laUAF, las andanzas del narcotráfico enPanamá y sus estructuras financierasde lavado de dinero. El abogado en-tiende que el mayor problema de lasautoridades aquí es el volumen de ac-tividad financiera y comercial del país,disfraz que usan los narcos para disi-mular sus negocios.

UNALUCHAETERNA.La Policía y elEjército hanrealizado grandesdecomisos dedroga, pero elprincipalproblema siguesiendo el ingresode dinero ilegal

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Elegante y conciso, Miranda desa-rrolla la siguiente lógica: “El narcotra-ficante lo ve como un negocio. Olví-date por un momento de que la co-caína o la marihuana son sustanciasilícitas, piensa que son lícitas. Desde elpunto de vista del mercadeo, ¿tú quépaíses buscarías para que tu productosaliera más rápidamente a tu mercadode consumo? ¿Te vas a ir para Nica-ragua, que no tiene infraestructura?¿Te vas a ir para Guatemala?”.

—No…—¡Claro que no!Con el dinero ocurre lo mismo. La eco-

nomía panameña creció el año pasadomás de 10%, la tasa más alta de Lati-noamérica. La Zona Libre de Colón —lasegunda zona franca (sin pago de im-puesto alguno) más grande del mundo,por detrás de la de Hong Kong— mov ióen el mismo periodo 30 mil millones dedólares y dio trabajo a 30 mil personas.El famoso canal, cercano a la ciudad, co-necta dos océanos en apenas hora y me-dia. Tanto ajetreo comercial supone unabuena oportunidad para el comercio lí-cito, pero también para el ilícito.

“Ha sido así desde siempre”, explicaMiranda. “Recordemos históricamentelas famosas ferias de Portobello en laépoca colonial: todo el oro que salía deSudamérica venía para aquí y salía paraEspaña. Panamá es un país atractivo, pa-ra lo bueno y para lo malo”.

Miranda recuerda un caso de susaños en la fiscalía, una investigaciónque empezó en Canadá, pasó por Pa-namá y terminó en una cadena de elec-trodomésticos en Colombia. “Las au-toridades de Canadá tenían monito-reado a un grupo que distribuía drogaen Toronto, se llamaban Ángeles de laMuer te o algo así. Los tipos tenían unproblema a la hora de cambiar sus dó-lares canadienses por americanos y asímandarlos de vuelta a su proveedor.¿Qué hizo Canadá? Montó una casa decambio dirigida por policías. Les daban

facilidades para recibir sus dólares y lesabrieron una cuenta en Nueva York.Entonces los tipos llegaban allí con susdólares canadienses y los policías selos cambiaban por cheques del bancode Nueva York”.

La estructura criminal mantenía unaempresa con un prestanombres en laZona Libre de Colón y a otra en Maicao,Colombia. Los cheques llegaban a la ta-padera panameña, que le hacía présta-mos a la de Colombia. Como los che-ques estaban respaldados por un bancode Nueva York, nadie sospechaba.

“Con esa estrategia se logró ver queesos delincuentes metieron en Pana-má 36 millones de dólares”, recuerdaMiranda. “Las investigaciones realiza-das posteriormente en Colombia mos-traron, además, que el grupo de Pa ch oHerrera —un capo del Cártel de Cali—montó una cadena de almacenes deventa de electrodomésticos, y que ahíestaban ellos metidos también. Fue uncaso muy sofisticado”.

El ex jefe de la UAF habla en el mismosentido que Miranda. “Lo habitual”, dice,“es que lleguen a Panamá a lavar dinero.El cómo es lo que no es habitual, si nolas investigaciones serían fáciles. Lo ha-cen con ganado, escuelas, transporte,tarjetas regalo, compran inmuebles,crean empresas ficticias… con todo”.

*****En la cárcel La Joyita, a las afueras de

la capital, cumple condena José NelsonUrrego por comprar una isla con dinero

proveniente del narcotráfico. Para llegara la prisión hay que alejarse del esplen-dor de Panamá, de los rascacielos degrandes corporaciones y del canal. Co-mo en el resto de países centroameri-canos, al salir de la capital comienzan aaparecer los techos de zinc, el barro, losniños descalzos y los perros callejerosque se cruzan en el camino.

Vestidos de morado, el color obliga-do para la ropa de las visitas, espera-mos la entrevista con este colombianode unos 50 años que acabó preso des-pués de estar en la cima. En 2007 Urre-go fue condenado a siete años por la-vado de dinero y comprar propiedadescon dinero ilícito, entre ellas la Isla Cha-pera, en el Archipiélago de las Perlas,en el Pacífico panameño. El informepericial de la Dirección de Investiga-ción Judicial asegura que llegó a ma-nejar de manera ilegal más de 25 mi-llones de dólares.

Urrego sale de su celda con andarpausado, vestido de shorts y playeraamarilla. Se acerca al área de visitas, unpequeño refugio con sillas de plástico,y se sienta al lado de una de sus abo-gadas, que después de decenas de en-cuentros en prisión se ha convertidoen su pareja. Es un hombre de narizgruesa, orejas grandes y salidas, y vozsuave. Sus ojos denotan cansancio otristeza. Un informe médico de la pri-sión señala que el colombiano sufre uncuadro de depresión.

La historia periodística cuenta queUrrego fue un operador del Cártel Norte

Lo habitual es que laven dinero.El cómo no es habitual: lo hacen conganado, escuelas, transporte, tarjetas,inmuebles, empresas ficticias. Con todo

EX JEFE DE LA UNIDAD ANTIDROGA

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Elegante y conciso, Miranda desa-rrolla la siguiente lógica: “El narcotra-ficante lo ve como un negocio. Olví-date por un momento de que la co-caína o la marihuana son sustanciasilícitas, piensa que son lícitas. Desde elpunto de vista del mercadeo, ¿tú quépaíses buscarías para que tu productosaliera más rápidamente a tu mercadode consumo? ¿Te vas a ir para Nica-ragua, que no tiene infraestructura?¿Te vas a ir para Guatemala?”.

—No…—¡Claro que no!Con el dinero ocurre lo mismo. La eco-

nomía panameña creció el año pasadomás de 10%, la tasa más alta de Lati-noamérica. La Zona Libre de Colón —lasegunda zona franca (sin pago de im-puesto alguno) más grande del mundo,por detrás de la de Hong Kong— mov ióen el mismo periodo 30 mil millones dedólares y dio trabajo a 30 mil personas.El famoso canal, cercano a la ciudad, co-necta dos océanos en apenas hora y me-dia. Tanto ajetreo comercial supone unabuena oportunidad para el comercio lí-cito, pero también para el ilícito.

“Ha sido así desde siempre”, explicaMiranda. “Recordemos históricamentelas famosas ferias de Portobello en laépoca colonial: todo el oro que salía deSudamérica venía para aquí y salía paraEspaña. Panamá es un país atractivo, pa-ra lo bueno y para lo malo”.

Miranda recuerda un caso de susaños en la fiscalía, una investigaciónque empezó en Canadá, pasó por Pa-namá y terminó en una cadena de elec-trodomésticos en Colombia. “Las au-toridades de Canadá tenían monito-reado a un grupo que distribuía drogaen Toronto, se llamaban Ángeles de laMuer te o algo así. Los tipos tenían unproblema a la hora de cambiar sus dó-lares canadienses por americanos y asímandarlos de vuelta a su proveedor.¿Qué hizo Canadá? Montó una casa decambio dirigida por policías. Les daban

facilidades para recibir sus dólares y lesabrieron una cuenta en Nueva York.Entonces los tipos llegaban allí con susdólares canadienses y los policías selos cambiaban por cheques del bancode Nueva York”.

La estructura criminal mantenía unaempresa con un prestanombres en laZona Libre de Colón y a otra en Maicao,Colombia. Los cheques llegaban a la ta-padera panameña, que le hacía présta-mos a la de Colombia. Como los che-ques estaban respaldados por un bancode Nueva York, nadie sospechaba.

“Con esa estrategia se logró ver queesos delincuentes metieron en Pana-má 36 millones de dólares”, recuerdaMiranda. “Las investigaciones realiza-das posteriormente en Colombia mos-traron, además, que el grupo de Pa ch oHerrera —un capo del Cártel de Cali—montó una cadena de almacenes deventa de electrodomésticos, y que ahíestaban ellos metidos también. Fue uncaso muy sofisticado”.

El ex jefe de la UAF habla en el mismosentido que Miranda. “Lo habitual”, dice,“es que lleguen a Panamá a lavar dinero.El cómo es lo que no es habitual, si nolas investigaciones serían fáciles. Lo ha-cen con ganado, escuelas, transporte,tarjetas regalo, compran inmuebles,crean empresas ficticias… con todo”.

*****En la cárcel La Joyita, a las afueras de

la capital, cumple condena José NelsonUrrego por comprar una isla con dinero

proveniente del narcotráfico. Para llegara la prisión hay que alejarse del esplen-dor de Panamá, de los rascacielos degrandes corporaciones y del canal. Co-mo en el resto de países centroameri-canos, al salir de la capital comienzan aaparecer los techos de zinc, el barro, losniños descalzos y los perros callejerosque se cruzan en el camino.

Vestidos de morado, el color obliga-do para la ropa de las visitas, espera-mos la entrevista con este colombianode unos 50 años que acabó preso des-pués de estar en la cima. En 2007 Urre-go fue condenado a siete años por la-vado de dinero y comprar propiedadescon dinero ilícito, entre ellas la Isla Cha-pera, en el Archipiélago de las Perlas,en el Pacífico panameño. El informepericial de la Dirección de Investiga-ción Judicial asegura que llegó a ma-nejar de manera ilegal más de 25 mi-llones de dólares.

Urrego sale de su celda con andarpausado, vestido de shorts y playeraamarilla. Se acerca al área de visitas, unpequeño refugio con sillas de plástico,y se sienta al lado de una de sus abo-gadas, que después de decenas de en-cuentros en prisión se ha convertidoen su pareja. Es un hombre de narizgruesa, orejas grandes y salidas, y vozsuave. Sus ojos denotan cansancio otristeza. Un informe médico de la pri-sión señala que el colombiano sufre uncuadro de depresión.

La historia periodística cuenta queUrrego fue un operador del Cártel Norte

Lo habitual es que laven dinero.El cómo no es habitual: lo hacen conganado, escuelas, transporte, tarjetas,inmuebles, empresas ficticias. Con todo

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de una organización que intenta lavarel dinero a través de la compra de bie-nes inmuebles.

Después, reconoce Caraballo antesde acabar la entrevista, “seguir el rastrodel dinero es sumamente difícil. He-mos tenido casos en que el único límitees el de la imaginación”.

*****Cuando el Estado va, los criminales yaestán volviendo, recuerda el jefe de laUAF mientras juguetea con el celular.La prevención quizá funcione, pero lasbandas aprovechan los golpes en sucontra, y las prohibiciones, para apren-der y mejorar.

Lo primero que hizo el capo colom-biano que le abordó a unos metros dedonde hablamos, en la planta baja delcentro comercial, fue reconocer la de-rrota, la pérdida del dinero, la intrusióna su cuartel general... cosas que pasan.Consciente de la situación, el capo sólo

buscaba la manera de mejorar su es-tructura y el jefe de la UAF aparecíacomo una pieza importante.

“The game is the game (el juego es eljuego)”, reflexiona años después deaquella tensa conversación. “Es ver-dad, es un juego”. Para él, el principalproblema en la lucha contra el narco-tráfico y el lavado de dinero es el doblerasero de todos los actores: “Cuando laDEA (Agencia estadounidense de lu-cha contra la droga) golpea a alguien,otro saca beneficio. Y después es al re-vés, y así siempre. Tiene un punto deperversión, es verdad. Si los paísesgrandes quisieran combatir esto, todoshablaríamos el mismo idioma, pero nolo hablamos”.

Mirando al piso de arriba, a la plantaalta del complejo, el jefe se prepara pa-ra marcharse. Aún había algunas du-das abiertas, la mayoría sobre su pa-sado reciente: ¿Qué hacía un profesio-nal como él con su vida después deinvestigar tácticas delictivas extrema-damente sofisticadas? ¿Qué hacía contoda la información acumulada duran-te tantos años?

Presuroso, el jefe murmuró justo an-tes de echar a andar: “Si sales de esto,te sales. Si quieres seguir escuchandovas a tener que estar del otro lado. Fíja-te que muchos agentes de la DEA,cuando se jubilan, abren empresas deasesoría. ¿Quiénes crees que son susclientes?”. (Con información de JoséLuis Pardo)

26millones

de dólares enefe c t i v o

encontró laPolicía en un

cateo reciente

3millones

de habitantestiene Panamá,pero es una delas economías

más sólidas

PABLO FERRI Y ALEJANDRAS. INZUNZA son periodistas deruta. Desde hace un año siete mesesrecorren Latinoamérica a bordo deun Pointer 2003, en busca debuenas historias. Para contarlas,colaboran con varios medios enambos lados del Atlántico. Supágina es www.dromomanos.com

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