En Las Manos Un Pequeño País-Rafael Lara Martinez

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InterSedes: Revista de las Sedes Regionales ISSN: 2215-2458 [email protected] Universidad de Costa Rica Costa Rica Lara Martínez, Rafael En las manos un pequeño país. Política y poética en El Salvador (1884-2004) InterSedes: Revista de las Sedes Regionales, vol. IV, núm. 6, 2003, pp. 13-33 Universidad de Costa Rica Ciudad Universitaria Carlos Monge Alfaro, Costa Rica Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=66640602 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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La poesía de Roque Dalton, estudio de Rafael Lara Martínez

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    Lara Martnez, RafaelEn las manos un pequeo pas. Poltica y potica en El Salvador (1884-2004)InterSedes: Revista de las Sedes Regionales, vol. IV, nm. 6, 2003, pp. 13-33

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  • Inter Sedes

    EN LAS MANOS UN PEQUEO PAS.POLTICA Y POTICA EN EL SALVADOR (1884-2004)

    A Matilde Elena Lpez, en recuerdo y homenaje desde Aztln

    RESUMEN

    En las manos un pequeo pas. Poltica y potica enEl Salvador (1884-2004) ofrece una visin retros-pectiva de la literatura salvadorea durante el sigloveinte. La tesis inicial asienta el desdn de los estu-dios culturales latinoamericanos con respecto al reacentroamericana y la necesidad de rescatar la histo-riografa literaria de la regin. Ante el olvido, el art-culo (re)traza el auge de la idea de un arte nacionalen El Salvador, a partir de la influencia de corrientesespiritualistas irreconocidas. Explora las tensionesque han existido entre la administracin estatal y lasfiguras ms relevantes que han forjado el legado ar-tstico nacional. La tesis central descubre la influen-cia del pensamiento utpico -la teosofa, el espiritua-lismo, etc.- en la literatura y pintura salvadoreas.Desde los fundadores -A. Masferrer, Salarru, C.Lars- hasta la actualidad, la utopa, como esperanzade renovar la esfera socio-poltica, ha guiado la ma-yora de los proyectos artsticos nacionales.En mismanos un pequeo pas revela la posicin de censu-ra que los escritores salvadoreos han expresado ensu obra, frente a los momentos histricos trgicosque han afectado la vida nacional: la invencin deun imaginario artstico nacional, el etnocidio de1932, el movimiento democrtico, pacifista, de 1944y su derrota, las dictaduras militares en la dcada delos cincuenta y sesenta, el fracaso de la reforma agra-ria y de la democracia electoral en los setenta, la gue-rra civil en los ochenta, la esperanza de paz y el ac-tual proceso de globalizacin capitalista.

    Palabras clave: Historiografa literaria, literatura sal-vadorea, modernidad, modernizacin, potica, po-ltica, utopa.

    Rafael Lara Martnez

    Inter Sedes. Vol. IV. (6-2003) 13-33.

  • ABSTRACT

    A Little Country in my Hands. Politics and Poe-tics in El Salvador (1884-2004) offers a retrospec-tive view of Salvadoran literature during the 20thcentury. The initial thesis confirms the disdain ofLatin American Cultural Studies for the CentralAmerican region, and the need to recover the lite-rary historiography of the isthmus. The article re-traces the rise of the idea of a national art in ElSalvador, thanks to the influence of spiritualist cu-rrents that have seldom been recognized. It explo-res the tensions between the state administrationand the most relevant figures who have forged theartistic national canon. The central thesis disco-vers the influence of Utopian thought -theosophy,spiritualism, etc.- in Salvadoran painting and lite-rature. From the founders -A. Masferrer, Salarru,C. Lars- to the contemporary writers, Utopia as ahope for renewing the socio-political sphere, hasguided most of the artistic national projects. ALittle Country in my Hands reveals the criticalposition expressed by Salvadoran writers in theirworks, facing the tragic historical moments thathave affected their countrys history: the inven-tion of a national artistic imagination, the ethno-cide of 1932, the pacifist, democratic, movementof 1944 and its defeat, the military dictatorships ofthe 1950s and 1960s, the failure of electoral demo-cracy and of an agrarian reform in the seventies,the civil war in the eighties, the hope for peace,and the current process of capitalist globalization.

    Key words: literary historiography, salvadoran lite-rature, modernity, poetics, politics, utopia.

    Uno hace versos y amala extraa risa de los niosel subsuelo del hombre [...]Uno tiene en las manos un pequeo pas [...],custodiamos para [el futuro] el tiempo que nos toca.

    Roque Dalton

    Introduccin: Latinoamericanismo yvaco centroamericano

    Ninguna otra experiencia define me-jor el largo proceso de configuracin de lanacin salvadorea que la tardanza. El Sal-vador es una nacin lenta y tarda. Hacia elprincipio del siglo XX, slo la poesa podareclamar cierta madurez. Todas las demsartes la pintura, la msica, la narrativa eincluso la historiografa se desconocanen el pas. Durante el cambio de siglo, lasnicas dos tentativas por sistematizar el ca-non literario se concentraban en recopilarversos. La Guirnalda salvadorea (1884-1886) y el Parnaso salvadoreo (1903-1910)revelan la ausencia de prosa de ficcin enel pas hacia la primera dcada del sigloXX. Ambas obras descubren un tradicio-nalismo inherente en la poesa.

    La poesa consista en una exaltacinde las principales figuras polticas. Lapintura, por su parte, estaba completa-mente sometida a la esfera religiosa y a laglorificacin, tambin, de las figuras enel poder. Como lo afirma la resea msimportante sobre el mbito literario enel siglo XIX, en lugar de contribuir aformar una verdadera literatura nacio-nal, escribir era una manera de capita-lizar el prestigio y quizs las posicionesadministrativas mejor remuneradas (Ro-que Baldovinos, 2002: 62).

    Dos escritores pueden ayudarnos a en-tender mejor el surgimiento de la esfera ar-tstica en Centro Amrica: el salvadoreo

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  • Hugo Lindo y el nicaragense Sergio Ra-mrez. Ambos autores, con posicionespolticas y literarias opuestas, ratifican ellapso que media entre la independenciapoltica y la emancipacin cultural.Mientras en 1960 Lindo asent

    [en cuanto a] la madurez del cuento en El Salva-dor [...] el tema qued expresado de acuerdo conla frmula hegeliana al indicar como tesis (pre-sencia del medio), al cuadro de costumbres; comoanttesis (conciencia del medio), a don ArturoAmbrogi, y como sntesis, (vivencia del medio), aSalarru [...] si nuestra independencia poltica seproduce en 1821, la cultural y la literaria no se ini-cian sino hasta muy a finales del siglo XIX, o, me-jor, a los comienzos del actual (Lindo, 1960: 12).

    Quince aos ms tarde, Ramrez loparafraseaba en los siguientes trminos:

    las primeras manifestaciones de un arte literario[...] se producen en Centroamrica en la pocade oro del caf [...] La literatura centroamericananace como [...] contempornea [...] costumbris-mo y modernismo, tomarn cauces de sentidocontrario y tendrn [...] mucho que ver con lasformas artsticas recin arribadas y con los idealesde una cultura europea (Ramrez, 1975: 306-307).

    La independencia poltica en 1821 noprodujo una emancipacin similar en elterreno artstico y literario. En verdad,existe un enorme desfase de ms de me-dio siglo entre la consolidacin de la admi-nistracin estatal y el desarrollo tardo deuna idea nacional en las artes. Esta lagunaes an mayor si comparamos el asenta-miento de la burocracia estatal con la len-ta disemi-Nacin de la idea de un arte na-cional a todo lo largo del territorio (1).

    Nuestro punto de partida tericopresupone una diferencia a menudoconflictiva entre nacin y estado, entrepas/patria y gobierno. Por Nacin en-tendemos el surgimiento de un legadocultural y la disemi-nacin de una altacultura literaria y artstica, por medio del

    monopolio legtimo de la educacin;por Estado comprendemos la adminis-tracin gubernamental. Esta se ejerce enun territorio soberano, al gestionar elpoder a travs de sus tres rganos (ejecu-tivo, legislativo y judicial) y de los gobier-nos locales. Entre esas dos instancias estado y nacin se entabla un desa-cuerdo inevitable. Esta pugna la provocatanto la distancia temporal entre la for-macin del estado y el edificio de la na-cin, al igual que el rechazo estatal porreconocer las diversas agendas naciona-les que compiten por el poder.

    La tensin temporal entre la naciny el estado generaba una profunda ansie-dad en las generaciones jvenes. Comoejemplo de ello, hacia 1970, Roque Dal-ton recoga el dilogo siguiente en testi-monio de su propia generacin. A lospoetas les angustiaba comprobar que laadministracin estatal no apoyara el au-ge de una alta cultura artstica y que noexistiera una larga tradicin cultural:

    -En un pas como el nuestro? Me canso, ganso. Sino hay por dnde empezar[...] En Francia, o en In-glaterra te podra decir, por ejemplo, iniciar un mo-vimiento renovador, iniciar una tradicin cultural.Pero, entre nosotros, gran artista ser no aqul quesolamente sea capaz de iniciar una tradicin mo-derna, sino quien pueda construirnos, culturalmen-te hablando, un pasado. Nuestra tradicin culturales la cagada. Slo para integrarla como unidad [...]sera preciso [...] el trabajo de una generacin.[...]

    -La jodida es que somos nosotros solitos quienestendremos que hacerlo todo. El pensamiento li-terario y la creacin literaria, la cultura nacionalcomo centro definidor de lo que es el salvadore-o, el pensamiento poltico ms general, dijra-mos, el pensamiento moral-social -Claro, no hayfilsofos en este pas, ni crticos literarios. (Dal-ton, 1976: 190).

    La ausencia de una tradicin nacionalslida apuntaba Dalton produca unmalestar y una urgencia por solventar el

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  • vaco; aadiramos tambin una complejaparadoja. El Salvador conform demasia-do tarde una idea nacional en las artes.En efecto, el estado comenz a desarro-llar de lleno la agenda artstica nacionalslo unos aos despus de la firma de losAcuerdos de Paz en 1992. En ese mo-mento, la fuerza del capital transnacionalregulaba la economa poltica del estadosalvadoreo. Desde entonces, la princi-pal agenda ha sido la privatizacin, estoes, la desnacionalizacin de la economay su dolarizacin. No obstante, la polticacultural del estado se ha enfocado a re-forzar los valores nacionales ms tradicio-nales, ante todo la cultura folk.

    La economa poltica y la polticacultural se mueven en contrasentido. Laprimera se orienta hacia el libre merca-do, la dolarizacin, la inversin extranje-ra y la dispersin de los recursos huma-nos de la nacin, tal como lo atestigua ladispora de un veinticinco porciento dela poblacin salvadorea. La segunda,por lo contrario, se orienta hacia la re-cuperacin del canon artstico y litera-rio nacional, as como hacia la promo-cin de las culturas regionales. Mientrasla economa reconoce e implementauna sociedad global (pos)moderna, laesfera cultural oficial rechaza la impor-tancia de una creciente influencia de lacultura urbana, a travs de los mediosmasivos globalizados.

    El tardo reconocimiento de un pro-yecto artstico nacional contradice unaidea central del latinoamericanismo.Esta hiptesis asienta que una ciudad le-trada ha sustentado la administracinestatal del gobierno salvadoreo a lo lar-go del siglo XX (la tesis de una letradaservidumbre al Poder la formul Rama,1984: xix). En cambio, la tesis de nuestrapresentacin apunta que una tensin hapermeado la relacin entre el estado y la

    nacin. Si esta contradiccin no se ha ana-lizado de lleno, esta falta se debe al hechode que el mapa convencional de los Estu-dios Latinoamericanos en los EEUU ex-cluye a Centroamrica de su agenda.

    Un proceso similar de colonialismoel que caracteriza la formacin del ca-non europeo y la asimilacin del Otro alnos-Otros invade los Estudios Latinoa-mericanos. Una regin marginal comoCentroamrica, por ejemplo, se explicasiempre en trminos de distorsin conrespecto a los pases principales. Tal co-mo el escritor cubano Roberto Fernn-dez Retamar lo reclama, debemos criti-car cualquier concepcin universal de laliteratura: una teora de la literatura quees [exclusivamente] la teora de una lite-ratura, a saber: de la europea (FernndezRetamar, 1984: 40). O si no es europea en-tonces, como en el caso de la lectura mo-nofnica de la Literatura Latinoamerica-na, hay que criticar una teora de la lite-ratura que reduce la complejidad de la re-gin a una serie de vietas: Cono Sur,Pases Andinos, Caribe o Mxico(2). Una geopoltica poscolonial del cono-cimiento debe prevenirnos en contra decualquier lectura crtica que sostenga elmonolingismo del Otro.

    No otro es el reto que Centroamri-ca le ofrece al latinoamericanismo:crear un verdadero enfoque multicultu-ral, multitnico y multilinge de la socie-dad y de sus creaciones artsticas. El Cen-tro de Amrica es africano, rastahuman;habla ingls y pidgin en el Atlntico. Esmestizo; habla castellano y rudimentosde lenguas asiticas en el Pacfico. A pe-sar de quinientos aos de colonizacin,es indgena en la montaa interior. Qui-ch, mam, nahua y lenca son slo algu-nas de las lenguas indgenas que se ha-blan en el nico puente continentalque une el Norte y el Sur. Las culturas

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  • postmodernas de las maras (gangs) urba-nas conviven con una manera premoder-na de pensamiento.

    Quizs por ello, porque Centroa-mrica no es completamente Latina, ellatinoamericanismo la ha excluido desu agenda de estudios. Si no es Latino,entonces, no est al sur de la frontera?Debemos entender que globalizacin noes sinnimo de homogeneizacin. Aquempezamos2.

    Poltica y potica en El Salvador

    A la par del estado cafetalero que sedesarroll a partir de finales del sigloXIX y principios del XX, creci una van-guardia artstica. Paulatinamente, laperspectiva de los artistas que apoyabanla visin modernizadora del estado cedisu paso a una visin ms crtica. Este nue-vo proyecto denunciaba la marginalidadsocial que engendraba ese mismo proce-so de modernizacin. En un pas conuna modernidad perifrica, sin salas deexposicin, casas editoriales, grandescentros acadmicos, ni industrias perio-dsticas pujantes, el desarrollo de unavanguardia result ser un programa lar-go y penoso. Su surgimiento es paralelo ala ampliacin de los sectores medios ur-banos, [al] crecimiento del aparato esta-tal y de una serie de actividades derivadasy colaterales a la agricultura de exporta-cin (Roque Baldovinos, 2001: 71). En-tre esas nuevas condiciones hay que re-saltar el desarrollo y fortalecimiento delperiodismo (lugar citado).

    La vanguardia propone disolver lafrontera del arte y volcarla hacia la vidaprctica. Funde arte y vida, a travs delideal de una comunidad armnica a lacual se accede por el ejercicio del arte(3). Concretamente, durante la primera

    mitad del siglo XX, los grupos de van-guardia se constituyeron alrededor deredes sociales espiritualistas y teosfi-cas que amalgamaron el pensamientovitalista de Len Tolstoi, el socialismofabiano de Henry George, el anarquis-mo y socialismo libertario de [Petr A.]Kropotkin y [Pierre Joseph] Proudhon,las corrientes teosficas e hinduistas deKrishnamurti, Jinarajadasa, [Rabindra-nath] Tagore y Mahatma Gandhi, ascomo el pensamiento unionista y pan-hispanista de [Vctor Ral] Haya de laTorre, [Jos Enrique] Rod, [Jos] Mar-t, [Manuel] Ugarte, [Gabriela] Mistraly [Jos] Vasconcelos (Casas Arz,2003: 53 y 60). En Centroamrica, elfenmeno de las vanguardias no se li-mit a dos o tres personajes ilustrespor cada repblica centroamericana co-mo Sandino, Mendieta, Soto Hall, Gar-ca Monge, sino que fue fruto de uncomplejo entramado de redes socialesvinculadas a nuevas corrientes espiritua-listas, espiritistas y teosficas [en] rup-tura de los paradigmas positivistas y ma-terialistas (Casas Arz, 2003: 77).

    Al oponerse a los proyectos moderni-zadores del liberalismo positivista y delmarxismo, estos crculos de sociabili-dad crearon una sensibilidad anti-mo-derna que difcilmente podramos califi-car de anticapitalismo romntico entraicin al Iluminismo (Casas Arz,2003: 56 y Roque Baldovinos, 2001: 75)(4). Ms bien, habra que concebir en laprimera y en las siguientes vanguardiaslo que los marxistas, al arrogarse el ttu-lo de cientficos, llaman socialismo[pensamiento] utpico. El pensamien-to utpico define la longue dure, una delas perspectivas polticas ms relevantes yduraderas que alimenta nuestra imagina-cin artstica nacional. La anticipacindel comunismo nutrida por la fantasa se

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  • vuelve en realidad una anticipacin de laesperanza, de un sistema moderno dejusticia (Engels, 1959: 418). En la fic-cin el arte [...] proyecta la imagen deun orden mejor (Brger, 1984: 50).Hemos de revelar cmo un modo depensamiento Utpico regula la imagi-nacin artstica salvadorea (Engels,1959: 81) (5).

    Ideas premarxistas, religiosas, teosfi-cas y metafsicas fundaron la utopa, unaidea del socialismo y del feminismo. Elfundamento premoderno de esa pro-puesta lo expresa su reducido contenidolaico. El pensamiento utpico provienede ideas poco seculares que critican eldesbalance social de la modernizacin y,en algunos casos, exaltan la comunidadcampesina tradicional como modelo debase para la renovacin social. El enfoquede esta corriente de socialismo espiritualno dista mucho del socialismo incaicofundado en el ayll, en la obra de JuanCarlos Maritegui en el Per, o bien delsocialismo teosfico, tal cual lo practicabaCsar Augusto Sandino en Nicaragua.

    A pesar del auge de los estudios cen-troamericanos en los EEUU esta corrien-te utpica sigue siendo ignorada. El des-dn que el marxismo clsico, la ortodoxiaacadmica, le depara a cualquier otra al-ternativa de crtica social que no sea lasuya, ha soslayado todo anlisis serio so-bre la influencia del pensamiento utpi-co. El Otro aparece slo una vez que hasido reducido, absorbido y devorado porel nos-Otros. Hace falta un estudio histo-riogrfico serio sobre la influencia queuna espiritualidad alternativa teosofa,espiritismo, gnosticismo, teologa de la li-beracin, bohemia, etc. ha tenido enla formacin del pensamiento utpicoen el istmo centroamericano (6).

    Las figuras ms relevantes son AlbertoMasferrer y Salarru (7). Paradjicamente,

    con el correr de los aos, ambas obras lasrecuperarn las dictaduras militares queimpusieron una modernidad desde arri-ba; as legitimaban su propio proyecto(8). Masferrer representa en El Salvadorlo que Jos Mart significa en Cuba; Vas-concelos en Mxico. No sostena la necesi-dad de imaginar una comunidad culturalhomognea. Por lo contrario, abogabapor incorporar a todo lo nacional los vas-tos elementos ahora subordinados mala-mente; oprimidos y deprimidos (Masfe-rrer, 1976: 264). Su pensamiento reflejabaun embrin de lo que ahora llamamossociedad multicultural, multilinge ymultirreligiosa. Desde su perspectiva dia-lctica, Amrica exhiba una combinato-ria heterognea de al menos dos elemen-tos; era norte y sur, anglo y latina, etc.

    De manera ms radical an, Masfe-rrer forj la teora del Minimum Vital yun pacificismo radical. Por la primerateora afirm la aplicacin de los dere-chos humanos elementales a toda cria-tura por el simple hecho de nacer y de vi-vir (Masferrer, 1971, II: 77 y 455). Desdesu visin, al igual que los cuatro elemen-tos tierra, agua, aire y fuego pertene-can a todo el mundo, asimismo, eranpropiedad universal el derecho al traba-jo, a la vivienda, a los servicios mdicos, ala educacin, al vestido, a la justicia, aldescanso y al recreo. La funcin primor-dial del estado sera la de asegurarle lasNecesidades Vitales a todos los habitan-tes del pas.

    Por un pacifismo intenso, Masferrerautoriz un movimiento pro-life [a fa-vor de la vida] ms depurado que el desus actuales defensores estadounidensesy latinoamericanos. El derecho a la vidasignificaba no slo la condena del abortosino, ante todo, la prohibicin de la pe-na de muerte y la denuncia de toda gue-rra. Masferrer crea que si una persona

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  • defenda alguna de esas tres maneras deasesinato, ella misma debera matar alcondenado con sus propias manos. Pro-life Masferrer lo tradujo como una de-fensa ntegra de la vida en todas sus for-mas: no destruirs ni arruinars la vidade ningn ser; la violencia es el ma-yor pecado del hombre; s compasivocon todo el que sufre; hombre, animalo planta (Masferrer, 1971, I: 318, 319).Fund un gandhismo de ndole regio-nal y una defensa del medio ambienteque radicaba en un pantesmo csmi-co: adora todo lo que es divino [...]adora al Sol, [...] adora al orden, quesostiene y rige el Universo (Masferrer,1971, I: 320).

    En la dcada de los veinte, el ampliocontenido feminista del espiritualismomasferreriano se tradujo en la fundacinde la primera Liga Feminista Salvadore-a y en la de la Sociedad Gabriela Mis-tral, de orientacin teosfica en Guate-mala, al igual que en la defensa del votofemenino y en el desarrollo de la educa-cin superior de la mujer. Hacia finalesdel decenio, orientado por una teosofafeminista de la liberacin, el propio Mas-ferrer apoy la candidatura de Pruden-cia Ayala a la presidencia de El Salvador(sobre la influencia de la teosofa en elsurgimiento del feminismo en Centroa-mrica, vase: Casas Arz, 2001). De-masiado influida por corrientes euro-peas y estadounidenses, la historiografacentroamericana no ha valorado an laimportancia de la teosofa y de la espiri-tualidad en el auge del feminismo en laregin.

    La idea masferreriana de nacin lailustr magistralmente Luis Alfredo C-ceres Madrid en el leo Escuela bajo elamate (1939). Cceres Madrid imaginla nacin salvadorea como una esferapblica de lectores y escritores. A travs

    del monopolio legtimo de la educacin,el Estado universalizara el legado clsicodel regionalismo. Lo que resulta ms im-portante que identificar las obras litera-rias, es el sentido que Cceres Madrid leotorga al hecho de Ser-salvadoreo. Es-te Ser es sinnimo de completar el Ba-chillerato y leer los clsicos. En seguida,hay que comentarlos o escribir de mane-ra crtica sobre ellos a la sombra de unrbol. El leo identifica el cultivo de latierra con el del ser humano; la alfabeti-zacin campesina y la conservacin de laflora tropical resultan sinnimos. Para ellector bien informado, el mundo de esostextos se despliega como una geografapotica, esto es, como una escritura po-tica y ecolgica del terruo (9).

    Mientras Cceres Madrid recobr elpapel central de la literatura y el respeto almedio ambiente en la idea masferrerianade nacin, su contemporneo, Pedro An-gel Espinoza, insisti en la necesidad desocializar la propiedad de la tierra. En ellienzo Primera reforma agraria de El Sal-vador (1935), aquello que hacia finalesde los aos sesenta se juzgaba anatemacomunista, Espinoza lo consideraba unode los pilares fundadores de la nacionali-dad indgena-campesina salvadorea. Eltrasfondo tnico-cultural del proyecto ar-tstico de nacin lo evidencia la ampliaparticipacin indgena en el espacio pict-rico (10). Alfabetizacin, ecologa y un in-digenismo de carcter agrario, definen laproyeccin del legado nacionalista masfe-rreriano hacia el espacio plstico. Es posi-ble que un buen nmero de pintores re-gionalistas Ana Julia lvarez, Jos MejaVides, Salarru, etc. haya recibido la in-fluencia del espiritualismo utpico, al ha-cer del mundo rural el motivo permanen-te de su arte plstico.

    Fue competencia del regionalismoiniciar un proceso de sustitucin de

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  • importaciones imaginarias, para usar untrmino de la teora de la dependencia.Los antiguos modelos exticos de des-cripcin pictrica y de narracin losreemplaz la experiencia vivida [Dasein,life-world] de nuestro ambiente, como elpoeta Hugo Lindo escribi en su artculoExigidad de la novela salvadorea en1960. La mujer que representaba con ma-yor ahnco ese ideal fue la primera antro-ploga y musicloga del pas: Mara deBaratta (1951). Ella no slo se convirtien pionera al desarrollar una etnografade campo; tambin propuso una agendapara la danza y la musicologa nacional,en base a sus investigaciones sobre las cul-turas populares regionales.

    El sino trgico de esta corriente lo va-ticinaron Alfredo Espino y Francisco Mi-rando Ruano. Su obra regionalista deexaltacin del paisaje culmin diluyn-dose en la experiencia marginal urbana.Ambos autores acabaron su vida de ma-nera prematura y trgica hacia finales dela dcada de los veinte (1928 y 1929).Siempre vacilaba[n] entre sollozar ysonrer (Escobar, 2001: 126). En su obray muerte en el suburbio, anticiparon elpaso hacia el despegue econmico, la ur-banizacin, la depredacin del medioambiente y la disolucin de la sociedadcampesina. Al igual que el peruano JosMara Arguedas anunci en su suicidio elfin del realismo mgico, Espino y Miran-da Ruano predijeron el descalabro porvenir, la marginalizacin urbana.

    Risas, cnticos, voces, confundidas en unaSola nota imprecisa, vuelan del arrabal.En la calle hay tristeza. En los charcos hay luna.Un jardn es el cielo con lirios de cristal.Suburbio de los pobres mesnadas sin fortuna.Mujeres de alma virgen y de carne sensual.Tristeza de la vida que a mi pesar se aduna!Pobres rosas morenas de los fangos del mal! [...]y un poeta bohemio pulsa su enferma lira

    en la hedionda cantina [...] solloza un organillo suqueja musical (Espino, 1936:143 y 148).

    Que el poeta nacional haya escritoesos versos, haya muerto intoxicado, sepresta a una reflexin sobre un sino trgi-co que aqueja al arte en el pas. Dejamosa discrecin del lector pensar al respecto:el ltimo rostro que observ el poeta na-cional fue el de una rosa morena quefloreca en los fangos del mal.

    En efecto, unos cuatro aos despusde la muerte de ambos poetas, sucedi lahecatombe, la matanza. Hacia finalesde 1931 un gobierno civil que apoyabalas reformas marferrerianas, dio lugar auna dictadura militar que se prolongpor trece aos hasta 1944. Unos mesesdespus en enero de 1932 ese mismo go-bierno sin base legal, cobr legitimidadgracias a un etnocidio sin precedente.Entre diez mil y treinta mil indgenasIzalco asentados al occidente delpas fueron eliminados en nombre delanticomunismo.

    En comn acuerdo, la visin oficialde la izquierda y la de la derecha hanmantenido una perspectiva nica conrespecto a la revuelta: una metanarrati-va comunista. Ambos extremos han di-fundido la idea de un liderazgo del Parti-do Comunista Salvadoreo. La nica vozque se ha levantado en su contra, la deSalarru, sigue siendo ignorada en la ac-tualidad. En su acostumbrada mezcla deregionalismo y fantasa, en Catleya lunaSalarru recobr el trasfondo tnico, in-dgena y puramente regional del conflic-to (Salarru, 1972: 138-177):

    la contienda se entabla de repente, inesperada,violenta [...] era da sbado 23 de enero de 1932.Bajo la lluvia de ceniza caliente la indiada de losIzalcos se lanz al asalto de poblados y ciudades.La lucha era desordenada y casi acfala [...] sonjefes indios sin ornamento externo [...] en el caso

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  • de los Izalcos los leaders de una supuesta revolu-cin (comunista o no) eran desconocidos y esta-ban ausentes [...] fueron los cabecillas de la con-sanguinidad los que aparecieron: Los Felicianos ylos Chicos y los Toos, caciques y jefes de cofra-das, conocidos de antao, sin alcances que supe-raran los intereses de la tribu [...] en la hora delreventn, solamente ellos respondieron, nadiems (1972: 165-170).

    En su fantasa regionalista, Salarruelev al indgena Izalco al nivel de actorde su propia historia. Al reconocer que elIzalco moldea la historia regional, se abreuna visin alternativa de 1932. La ma-tanza fue un etnocidio. A los hroes ladi-nos de izquierda a derecha el escri-tor les otorg un papel secundario. Ni laizquierda condujo a las masas indgenas ala revuelta, ni la derecha salv la Patriade una amenaza comunista internacio-nal. Sin rebasar los intereses de la tribuy de la comarca, slo los cabecillas de laconsanguinidad fueron los lderes de larevuelta. Posteriormente, a la hora de larepresin, all no haba culpables einocentes [ni comunistas], slo habaindios (Salarru, 1972: 172). A ms desetenta aos del etnocidio, an falta res-catar una visin indgena local de losacontecimientos; la metanarrativa co-munista permea casi todas las interpre-taciones del conflicto (11).

    Por el etnocidio de los Izalco, la dic-tadura militar del General Martnez searraig con fuerza e hizo del anticomu-nismo su proyecto nacional. Por su par-te, el regionalismo se volvi una idea denacin que careci del apoyo estatal pa-ra universalizarse a todo lo largo del te-rritorio. Los poetas prosiguieron en suconjunto la prdica de un ntimo amigode Salarru, Alberto Guerra Trigueros.El recomendaba resistir no con la vio-lencia sino con el espritu y aplicar la

    resistencia pasiva a la manera de Gand-hi a la regin centroamericana (GuerraTrigueros, 1998: 49).

    En su artculo La pintura en El Salva-dor: algunos nombres representativos,Guerra Trigueros especific la funcinde decoro que le conceda a su concep-to de resistencia pasiva por medio delejercicio del arte (Guerra Trigueros,1939: 102-111). Hacia finales de los trein-ta, los cuatro puntos cardinales, los pila-res visuales sobre los cuales se levantabael concepto pictrico de nacin, eran: loesotrico y fantstico de Salarru, lamodalidad religiosa y el misticismode Ana Julia lvarez, el estudio de luz ysombra de Jos Meja Vides y la tcnicade Valero Lecha. Por decorar, el crticodel arte entenda la relacin de la obracon la nocin de decoro decus, deco-ris, en latn honra u ornamento signifi-ca originariamente honrar [...] realzaruna cosa hasta su propio y legtimo nivel[...] segn la ntima dignidad espiritualque propiamente le corresponde (Gue-rra Trigueros, 1939: 106).

    Pero el objeto que se decoraba, quese honraba con tal reverencia hasta ele-varlo a un plano trascendental, era sloaquel que mereca ennoblecerse, que serealzaba a base de memoria y fantasapotica sobre un fondo [...] de observa-ciones anteriores al aire libre (GuerraTrigueros, 1939: 107). Ese objeto nobledel decoro se corresponda, ni ms nimenos, con el pueblo y las cosas de Cuz-catln. Se trataba de recrear pictrica-mente el paisaje salvadoreo e interpre-tar las tradiciones populares, al igual quea sus pobladores indgena-campesinos.Para la imagen visual, la nacionalidad sal-vadorea se inici cuando, a partir delcentro de gravitacin del maestro CarlosImery (1879-1949), se desdoblaron dos

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  • corrientes (Escuela de Artes Grficas(1913-1968) y Academia Valero Lecha(1936-1968)) y luego las cuatro esquinasde todo lienzo paisajista, regionalista yretratista de lo campestre: lvarez, MejaVides, Salarru y Valero Lecha (12). Alanticomunismo oficial, con decoro, el ar-te contrapona una lcida agenda indi-genista y una fantasa visual desbordante.El auge del arte pictrico en El Salvadorlo sustent un sentido tnico-nacional,alternativo al estatal. El choque de los ar-tistas con la dictadura martinista fue tal,que la Sociedad de Amigos del Arte(1936-1939) se disolvi debido al acosodel gobierno (Cornejo, 1999: 49). Su le-gado sntesis [indigenista] de Cuzca-tln puede apreciarse en las cuatroexposiciones anuales de pintura que or-ganizaron en esos cuatro aos de funcio-nes (Cuarta exposicin, 1939: 25) (13).

    Por fin, en 1944, triunf esta resis-tencia pasiva; una pasividad radicalcondujo la oposicin poltica (HuezoMixco, 1996: 34 y ss.; Guerra Trigueros,1998: 49). En ese ao cay la dictadurade Martnez depuesta por un movi-miento de brazos cados que liderabanestudiantes universitarios. De nuevo, elarte nacional se situaba a la vanguardiadel movimiento poltico. Miguel AngelEspino en su novela Hombres contra lamuerte (1942; an ahora la versin inte-gral de esta novela permanece inditaen el pas) anticip la resolucin pacficadel conflicto. Espino utiliz la escrituraliteraria como laboratorio para experi-mentar con todas las opciones polticasdisponibles en la poca. Imagin queslo una posicin gandhiana radical po-dra hacer posible la transicin poltica ala democracia. Que este pacifismo no ha-ya podido triunfar establecer un rgi-men democrtico duradero no le res-ta su valor histrico. Por primera vez en

    la regin, una solucin pacfica se so-brepuso a la propuesta armada. He ahsu legado (14).

    La mujer jug un papel esencial enese movimiento pacifista. Claudia Lars,reconocida por su poesa intimista y me-tafsica, escribi los nicos versos polti-cos en honor a los cados en 1944.

    Yo levantar la sangre,La sangre de mis hermanos [...]La que ha corrido, desnuda,Bajo metal y soldados. La que suba en el aire,por altas nubes girando,y al derrumbarse quedhecha de sal en los prpados.Sangre de los hombres libres!Imn de rumbos marcados! (Lars, 1999, II: 423).

    Matilde Elena Lpez inici su larga ca-rrera de poeta, dramaturga e historiadoraliteraria, a raz de su participacin directaen los mismos eventos. Lpez resumi lautopa en los siguientes trminos: cuan-do los muertos ganen las batallas[...] lahora habr llegado! (Lpez, 1981: 501).Para Lpez, la nica victoria moral ven-dra con el triunfo de las vctimas.

    En las dcadas de los cincuenta y delos sesenta, con el asentamiento de losnuevos regmenes militares, se inici unproceso de modernizacin econmicabastante jerarquizado. El reformismo mi-litar nunca permiti un libre juego de lasopciones polticas e ignor uno de losmodelos ms arraigados en la historia in-telectual del pas: el Minimum Vital(1929) de Alberto Masferrer. Al proponereste modelo, Masferrer no slo pensen instituir un requisito mnimo sobrela vivienda, alimentacin y seguridadsocial para todos los ciudadanos delpas; tambin propuso que la literatura-la escritura o las letras sentaran losfundamentos sobre los cuales se inven-tara la nacin. Al ignorar el llamado de

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  • Masferrer a la alfabetizacin, el Estadorehus casi todo proyecto que imagina-ra la nacin salvadorea.

    El regionalismo sigui ofrecindosecomo corriente prevalente en el arte.Pero, por desgracia, nunca rebas lasreas urbanas de la ciudad letrada. En1960, Lindo fue bastante explcito alrespecto: la cultura [escrita] es patri-monio de pocos [...] el analfabetismo li-mita su funcin [la del escritor] (Lin-do, 1960: 11 y 15). El regionalismo fueun monlogo de la clase media consigomisma. A pesar de su temtica rural, setrataba de un fenmeno urbano. El re-gionalismouna sensibilidad de la clasemedia transfiri una vasta proporcinde capital simblico campesino hacia laciudad; pero no pudo imponer su nuevaforma de subjetividad como hegemonapoltica sobre la totalidad de la sociedadsalvadorea. El regionalismo qued en-cerrado como un proyecto de nacin sinestado. De ah que en El Salvador no sedio el salto hacia un estudio sistemticode las culturas regionales, como en el ca-so de Mxico, ya que nunca se crearon ins-tituciones de educacin superior que vali-daran una aproximacin cientfica: MuseoNacional de Antropologa e Historia, Es-cuela Nacional de Antropologa e Histo-ria, Instituto Nacional Indigenista, etc.

    En la dcada de los cincuenta, las re-formas militares impulsaron un breverenacimiento de las artes en el pas. Sefundaron revistas que han mantenidouna amplia difusin como Ars, Guin li-terario y Cultura. Se instal una adminis-tracin moderna que promovi la pol-tica cultural salvadorea. Se crearoninstituciones como la Direccin Gene-ral de Publicaciones, Bellas Artes y lacompleja gestin del Ministerio de Cul-tura que, con el tiempo, dio lugar al ac-tual Concultura.

    Claudia Lars trabaj un tiempo bre-ve en ese corto renacimiento de las ar-tes en el pas. Su obra ms reconocida ydepurada, Tierra de infancia (1958), esuna prosa potica que reconstruye unmestizaje bastante peculiar. La tierra ma-dre, el legado indgena-campesino delpas y la exaltacin del paisaje tropicalslo pueden recuperarse desde la mira-da extranjera del legado paterno, irlan-ds-americano. Para Lars, Amrica re-presentaba esta madre patria en la cualel simbolismo indgena e hispano jugabaun papel similar al que se le reconoca allegado anglo-sajn e irlands. Lars trans-form una visin desta temprana, msconvencional, en un pantesmo naciona-lista que exaltaba el paisaje y sus pobla-dores campesinos. La herencia teosficade su padre el Coronel Patrick Bran-non Vega, introductor de la teosofa enEl Salvador estaba an a la obra haciala segunda mitad del siglo XX (CasasArz, 2003: 57).

    A la par de esa reconstruccin de lapoltica cultural, desde 1944 surgi unanueva vanguardia. Ligada a la lucha encontra de la dictadura, al interior delpas, y en contra del fascismo hacia el ex-terior, la renovacin de la vanguardia seafirm bajo la presencia de dos figuras:Pedro Geoffroy Rivas y Oswaldo EscobarVelado. Estos poetas prolongaron su in-fluencia hasta principios de los sesenta.Ambos fundieron la bohemia y la crticasocial con la vanguardia artstica. Funda-ron un nacionalismo intimista, mejoran, un misticismo nacionalista. Mien-tras Geoffroy Rivas cantaba patria interiorque en nadie acaba, la patria peregrinava conmigo, Escobar Velado recitabaamo los exilios/porque desde ellos yo re-cog la luz [los] nombres de la Patria (Es-cobar Velado, 1975: 152). En su intimidadmstica, los dos escritores recolectaron

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  • (logos) la idea de nacin por fuera delterritorio patrio, pero espiritualmentehablando, al interior del pas. La visinde Geoffroy Rivas puede resumirse entres versos:

    Yo que beb del veneno de Nietzsche y de HidobroYo que me di a las drogas y al alcohol de los versosSoy feliz como el indio soy feliz soy feliz (GeoffroyRivas, 1933).

    En ellos el escritor retraza una lneaconceptual que parte del romanticismofilosfico alemn y de la vanguardiapotica latinoamericana, pasa luego porla embriaguez artstica, para culminaren el indigenismo, en la defensa del des-posedo. Geoffroy Rivas se convirti enun mito desde su exilio en Mxico. Jun-to a Gilberto Gonzlez y Contreras fuede los primeros poetas en denunciar eletnocidio de 1932 en su poesa. Recorde-mos las palabras de Gonzlez y Contreraspara hacer constar las races del comu-nismo [salvadoreo], estafa de los dicta-dores (Geoffroy Rivas, 1946):

    desorientacin de las masas, falta de trabajo, im-placable y feroz egosmo de quienes intentan im-provisar una posicin y una fortuna (Gallegos Val-ds, 1981: 359).

    Posteriormente, al regresar al pas,Geoffroy Rivas cre la primera poesa in-digenista. Incorpor las enseanzas delmexicano Jos Mara Garibay e idealizel pasado indgena prehispnico. En unasociedad que se haba definido por unlargo y profundo indigenismo de nega-cin como un pas de indios sin in-dios exaltar lo indgena era una verda-dera osada. A edad adulta, en su discursode incorporacin a la Real Academia dela Lengua, Geoffroy Rivas nos dio unamuestra de las profundas races niets-cheanas de su pensamiento: contra todaslas lgicas del mundo [...] prisioneros del

    racionalismo [...] slo nos queda el mgi-co esplendor de la poesa (Geoffroy Ri-vas, 1966).

    Un irracionalismo potico inici lacrtica de la modernizacin que impulsa-ban las dictaduras militares. Este rechazoal anlisis racional resulta esencial paraentender las races de la literatura de pro-testa en el pas. La larga dimensin de es-ta corriente irracional la identifica mscon una posicin del pensamiento utpi-co que con la del marxismo. Geoffroy Ri-vas propone revertir el esquema racional[= platnico] del mundo y de la vida quenos ha envenenado desde aquel malha-dado da en que Aristteles [...] levant[]los muros de su lgica (Geoffroy Rivas,1966). Acaso entonces, a partir de sus es-critos, por revolucin entenderemos, noun avance hacia un mundo poscapitalista,sino el retorno a las sociedades que nocayeron bajo la tirana racionalista [y] quevivieron gobernadas por la poesa, no porla lgica [...] al aceptar como una realidadlo inexplicable (Geoffroy Rivas, 1966).Anticipando los sesenta y el movimientohippie, para Geoffroy Rivas, la revolucinrestaurara un comunismo primitivo, elreinado del misterio y el mito.

    Un irracionalismo semejante lo re-presenta Escobar Velado. Dicho sea depaso, era primo-hermano de mi padre,Lara Velado, por el apellido materno,Velado. Aunque no lo trat mucho per-sonalmente, era tema habitual de con-versacin en casa de mi ta-abuela. Confrecuencia, ella repeta que Oswaldoera un excelente poeta pero tena dosdefectos: era borracho y comunista. Enestos dos defectos, descubrimos que labohemia significaba para l un acerca-miento a la causa popular. Si Frank Sina-tra cantaba one for my baby and one forthe road, el poeta declamaba que ven-ga otro trago, Vctor, por la salud de la

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  • causa. Su enfoque era ms intuitivo y vi-vencial que cientfico-racional como lorequera el marxismo. Escobar Veladoarraig su experiencia potica en la vin-dicacin de lo indgena prehispnico, delo campesino y del desarraigo urbanomarginal. Su poemario Cristoamrica(1952) revela cmo su obra se funda-menta en un sentido similar al de la teo-loga de la liberacin avant-la-lettre.

    Digan que somos lo que somos:Un pueblo doloroso,Un pueblo analfabetoDesnutrido y sin embargo fuerte

    Porque otro pueblo ya se habra muerto (EscobarVelado, 1975: 148).

    La generacin de los sesenta acentuesta corriente de la poesa de protesta. Elpoeta ms importante de la dcada, Ro-que Dalton, combin la vanguardia polti-ca y artstica, la modernidad potica y laguerra de guerrillas. Esta fusin de fuen-tes le permiti criticar la dictadura mili-tar. De joven, Dalton mantena una posi-cin clsica, jesuita y aristotlica. Hacia1956, justificaba la funcin social de lapoesa en trminos aristotlicos: los sereshumanos son entes polticos, por tanto, lapoesa es poltica (Dalton, 1956).

    Dalton entenda la militancia en elPartido Comunista como la participacinen un nuevo Cuerpo Mstico, jalonada deacciones In Majorem Dei Gloriam [...] yde la fe en el advenimiento fatal delReino del Hombre (Dalton, 1973: 6).La mente del poeta confundi la discipli-na del Partido con la temprana devocinpor la Compaa de Jess, la ciencia conla utopa. Antes de ser tal, materialismohistrico y dialctico, el marxismo ex-presaba una excusa para establecer lapoltica sobre principios ticos estrictos.En una sociedad dictatorial y corrupta,el marxismo jug el papel de moral.

    Instituy no una potica sino una po-ti-ca: un papel tico para las artes.

    Su radicalismo lo llev por fin alexilio. Dalton desarroll su carrera deescritor profesional en Cuba. Vivi en LaHabana y luego en Praga. Viaj por Eu-ropa; visit Corea del Norte y Vietnam,as como Chile en los aos de Allende.En El Salvador, sus escritos mecanogra-fiados circulaban bajo varios pseudni-mos, Antonio Mata, Vctor de la Lluvia, ybajo su nombre de pila. Manuscritostempranos de Los poetas, MiguelMrmol, etc. se distribuan entre varioscrculos artsticos. Los crculos literariospromovieron una creciente oposicinpoltica en contra de la dictadura militar.

    Cuando en 1969 fracas un amplioacuerdo nacional por la reforma agraria,y luego en 1972 un fiasco flagrante re-movi toda esperanza de democraciaelectoral, la poltica salvadorea se radi-caliz al extremo. El pas se hallaba alborde de la guerra civil. Desde esa po-ca, la literatura se volvi arma ideolgicadel recin formado movimiento guerri-llero. Incluso poetas que casi slo hancultivado una poesa metafsica, tal comoDavid Escobar Galindo, se inclinaronpor utilizar otros tipos de discursos parapromover su agenda poltica.

    Dalton se afili al movimiento gue-rrillero hacia finales de 1974 y fue brutal-mente ejecutado por sus mismos camara-das el ao siguiente. Con su ejecucinsumaria, los ideales de amalgamar la van-guardia artstica a la poltica sufrieron unatrgica derrota. En uno de sus ltimospoemas expres su ntima conviccin van-guardista por disolver el arte en la vida:poesa perdname por haberte ayudadoa comprender que no ests hecha slo depalabras (Dalton, 1994: 608).

    En la actualidad, es el poeta salvadore-o ms reconocido. Adems de su poesa

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  • y ensayos polticos, han despertado ungran inters su sarcasmo, irona, irreve-rencia y erotismo. He aqu su visin so-bre el precio y el valor de la verdad.

    Triste charco de lutoprecisamente cuando somosdueos de la verdad (el hombreno es un animal extraoes slo un animalque ignora y que despreciay alcanza la verdad por la puerta del fuego).Triste charco de luto en pie de guerrasin luna que se asome sin los pjarosque recojan su dulce huella de aguapero por la verdad la bellaque me jura desnuda sobre el color del mundo pero por la verdad todos los lutostodos los charcos hasta ahogarsepero por la verdad todas las huellasaun las manchadoras las del lodopero por la verdadla muerte pero por la verdad (Dalton, 1994: 400).

    En los setenta y ochenta, la poesade protesta y el testimonio denunciaronuna creciente violacin a los derechoshumanos, ligada a una imposicin vio-lenta de la democracia electoral. Elacontecimiento ms ilustrativo y cclicode la guerra salvadorea fue el asesinatode altos lderes religiosos: Monseor Ar-nulfo Romero en 1980 y varios sacerdotesjesuitas en 1989. Ambas masacres marca-ron la cumbre del conflicto, en su inicio yconclusin. En los dos crmenes podemosdescifrar el precio que el pensamientoutpico deba pagar por defender idea-les de justicia en el Centro de Amrica.Nos sealan cun devastador fue un con-flicto que no mostr ningn respeto porlos valores tradicionales de derechos hu-manos ni de libertad individual. Esteirrespeto revelaba los principios funda-dores de la democracia electoral por ve-nir. Terror y muerte anunciaron la llega-da de la libertad, la futura liberacinde las mercancas.

    La novela ms importante del iniciode la guerra, Un da en la vida (1980) deManlio Argueta, rescata la voz de la mu-jer campesina al norte de El Salvador. Laobra asienta la vigencia del pensamientoutpico y de las comunidades de base enla zona rural de Chalatenango. Combi-nando la ficcin, la tradicin costumbris-ta y el testimonio sobre la violacin a losderechos humanos, Argueta narra la vidacotidiana al inicio del frente de guerra,desde dos perspectivas opuestas: la de lasvctimas y la de sus victimarios militares.Como en el caso de la Liga FeministaSalvadorea, hacia finales de los veinte,el rescate de la voz femenina y la partici-pacin de la mujer en las comunidadesde base de la Iglesia Catlica, nos recon-firman el carcter utpico-religioso queha sustentado el feminismo en el pas:las Comunidades Cristianas de base[fueron] el primer lugar donde [variasmujeres] cuestionaron las relaciones degnero en la famila (Tula/Stephens:1995: 213) (15).

    Hacia finales de los ochenta el testi-monio comenz a languidecer. Previ sudescalabro una novela, no en vano, nun-ca traducida al ingls. La dispora (1988-1989) de Horacio Castellanos Moya tieneun mrito sin precedente. Esta obra des-cribe la disolucin de la subjetividad gue-rrillera. Al mismo tiempo que la acade-mia estadounidense depuraba la crticatestimonial y defenda una guerra sin fin,Moya describa, en cambio, la desintegra-cin de la agenda militarista revoluciona-ria. Ese mismo ao de 1989, el asesinatode los sacerdotes jesuitas marc el trgicoabismo entre un centroamericanismometropolitano, de corte guerrero, y elideal de paz que reinaba en el istmo. Noexista dilogo alguno entre el sujetoanaltico anglo-sajn y su objeto de es-tudio hispano (16).

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  • Al dramatizar el fin del sujeto-gue-rrillero como una orga de libertad,Castellanos Moya vaticin la destruccinde los valores austeros que sustentaban laascesis revolucionaria (17). El exceso delibertad no dista mucho de las imgenesque hace das observamos sobre las callesde Baghdad. Orga y saqueo definieronun surplus. Esta sobredosis de libertadfirm el paso de una antigua subjetivi-dad, regulada por una jerarqua militar,hacia una nueva subjetividad democrti-ca, gobernada por el mercado global. Elexcedente orgistico le dio expresin alestallido de una libertad suprema, a lade una absoluta soberana. Se trata deun sujeto sin atadura a un super-egoque lo vigile. En un breve interregno,antes de renovar su sujecin a una nue-va hegemona poltica, la ausencia detoda traba simblica permiti el desen-freno imaginario (ego) de lo real (id).

    Despus de la firma de los Acuerdosde Paz en 1992, El Salvador se incorporal sistema posmoderno del capitalismoglobal. Quizs la guerra civil represent laviolencia inicitica necesaria para dar co-mienzo a la democracia electoral y a laglobalizacin, los orgenes violentos de laposmodernidad y del nuevo orden mun-dial. Pero, la (des)esperanza parece unira los proyectos literarios contempor-neos: ste que ves desengao colorido[...] ostentando [...] falsos silogismos decolores [...] es cadver, es polvo, es som-bra, es nada (de la Cruz, 1888: s/p).

    La esfera artstica actual apunta unaserie de males endmicos del pas: faltade justicia (J. Barba), la nacin en exilio,peregrina de nuevo en los trabajadoresilegales (M. Bencastro), corrupcin, vio-lencia y fraude financiero (H.C. Moya),violencia domstica, entrega del cuerpoy del pas (J. Escudos), retorno de losmuertos, en un pas sin rituales cvicos, y

    bestializacin de lo humano (C. Her-nndez), violencia urbana (R. MenjvarOchoa). A pesar de su fuerte enjucia-miento sobre la actualidad, todos ellosrecitan una clsica letana: despus dela bomba atmica, despus de que elcapital ha impuesto su imperio en el glo-bo, somos polvo, mas polvo enamora-do (Dalton, 1976b: 101) (18).

    El socialismo utpico se halla vigen-te, aunque su contraparte cientfica ha-ya decado. En lo religioso, la idea de co-munismo y de justicia social se arraiganen un antiguo mestizaje: el calpulli in-dgena y la misin colonial, catlica endefensa del oprimido. En lo secular, elreciente homenaje al poeta Alfonso Ki-jaduras demuestra que un modelo he-geliano, la religin del arte, posee unavigencia plena (www.laprensa.com.sv/cul-tura, 5/Abril/2003). Los Estados sobre-naturales (Kijaduras, 1968) gobiernanan la idea de utopa potica (19).

    El dilema que enfrenta nuestra ge-neracin consiste en edificar una nuevavanguardia, una nueva crtica de la co-lonialidad, a partir de las doradas ceni-zas del Fnix de nuestros antecesores.O por lo contario, como en muchos cole-gas, el desafo lo expresa la simple renun-cia al aplicar la escritura hacia laboresms lucrativas, tal cual la administracinescolar, la poltica estatal, la alabanza delcapital global, etc. La posmoderni-dad an despliega el choque entre unretorno burocrtico a la ciudad letradadel siglo XIX y un nostlgico reciclajede la vanguardia. En el reino de la hibri-dez, ese estruendo entre los opuestos loencarna quizs la voz de un burcratailustrado. A la vez de ofrecernos supensamiento crtico, el intelectual con-temporneo capitaliza su aguda per-cepcin en el mercado de consumo debienes simblicos.

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  • Agradecimientos

    El presente artculo es una versinrevisada de la conferencia impartida enla Universidad Estatal de San Diego y enla Universidad de California-San Diego,28 y 29 de abril de 2003, en el ColoquioLiteratura de El Salvador, del conflicto ala esperanza. Agradezco a los organiza-dores la invitacin, en particular aMarthe McPheil. Agradezco tambinlas observaciones crticas y los acerta-dos comentarios del Profesor MauricioAguilar Ciciliano de la Universidad deEl Salvador, Facultad Multidisciplinariade Occidente, Santa Ana.

    Notas

    1. En su ensayo pionero Sntesis histrica de la li-teratura salvadorea (1924), Juan RamnUriarte asentaba llevamos ya un siglo de vida in-dependiente y no se ha escrito an la Historia dela Literatura Salvadorea (Uriarte, 1967: 89).Ntese que este ensayo historiogrfico inauguralslo recogi los nombres de poetas, a excepcinde Francisco Gavidia. Su conclusin estable-cer [...] la ctedra de Literatura Salvadoreaan es una utopa en la mayora de los centrosuniversitarios en el pas (Uriarte, 1967: 101).

    2. Acerca de la reduccin del complejo cultural lati-noamericano a una regin el Cono Sur, porejemplo pueden consultarse, entre otros, losexcelentes libros de Francine Masiello (2001) yEduardo Mendieta (2003). A pesar de haberloeditado en una de las editoriales ms crticas delos EEUU, el proyecto de Masiello parece olvidarla diversidad cultural y geogrfica que vindica-mos. Queda a discutir si Masiello defiende un na-cionalismo tardo en la poca de la globalizacin.En palabras del filsofo Eduardo Mendieta, silo ms sorprendente de la bibliografa sobre fi-losofa en ingls en la ltima dcada es su silen-cio extremo sobre la filosofa y los filsofos lati-noamericanos, lo ms asombroso de los estudioslatinoamericanos hasta el presente es el absolutoacallamiento de Centroamrica (Mendieta, 2003:1). El libro de Mendieta no menciona ni siquierael Repertorio Americano (1919-1959) ni a IgnacioEllacura en las reseas sobre la filosofa de la

    liberacin y el pensamiento poscolonial. Este aca-llamiento es una convencin arraigada en el ma-pa latinoamericano actual en los EEUU, inclusoentre quienes denuncian la lgica de la exclu-sin. Acaso se trate de un postulado fundacional:la inclusin de un conjunto a un rea de estudiopresupone la exclusin de una de sus partes.

    3. Ntese que elaborar una teora sobre los crculosliterarios y las escuelas artsticas sera una alter-nativa para sobrepasar la idea modernista del ge-nio creador.

    4. Esta retrospectiva de la literatura salvadoreapuede leerse como una sobreextensin de la ideade Roque Baldovinos (2001) sobre la influenciadel pensamiento utpico en el pas. Este ensayosera un dilogo crtico con el libro de Roque Bal-dovinos. En este momento en que el sentimientoguerrero regula la opinin pblica, necesitamosdifundir el legado pacifista salvadoreo. Tambinpuede leerse como una continuacin de los traba-jos del estadounidense Donald C. Hodges (1992)y de la espaola Marta Elena Casas Arz (2001 y2003). Bajo la rbrica de una teosofa de la libera-cin, el historiador estadounidense documenta elprofundo legado teosfico del comunismo sandi-nista. A la vez, descubre que incluso un marxistaortodoxo como Farabundo Mart se inici a lamasonera junto a su amigo nicaragense (Hod-ges, 1992: 141; Devs Valds y Melgar Bao (1999:150) confirman la pertenencia de Mart a la LogiaChilam Balam con sede en Mrida, Yucatn).Recordemos que un cierto indigenismo y socia-lismo latinoamericano [Mistral, Haya de la Torre,Vasconcelos, Sandino, etc.] se [vio] facilitado porla comunidad de intereses teosficos (Devs Val-ds y Melgar Bao,1999: 152). El lazo entre teoso-fa y arte en Latinoamrica estableci el primerdilogo Sur-Sur, que los estudios culturales esta-dounidenses han ignorado por obvias razonesideolgicas: no era entre marxistas ni entre li-berales (para un ejemplo de esta tachadura his-toriogrfica, vase: Rodrguez, 2001: 7).

    5. Si Brger afirma que la vanguardia europea sedefine como un ataque al estatuto del arte [aut-nomo] en la sociedad burguesa, en El Salvador,la vanguardia expresara tambin un asalto a laposicin modernista del artepurismo, por unaparte, y a la de la entrega de la escritura al podery al mercado, por la otra (Brger, 1984: 49).

    6. La excepcin notable la representan varios histo-riadores situados ms all del Imperio ideolgi-co de los estudios culturales angloamericanos yde su negacin de la historiografa literaria cen-troamericana, a saber: Hodges (1992), Casas

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  • Arz (2001 y 2003), as como Devs Valds yMelgar Bao (1999). Todos estos autores tomancomo punto de partida las expresiones centroa-mericanas propias, en lugar de someterlas a laptica de un modelo cultural anglocntrico.

    7. Presentado originalmente en un Coloquio en elque le corresponda a otros ponentes hablar deSalarru, el presente artculo lo excluye de la re-trospectiva histrica que ofrece. No obstante,dada su importancia valga esta nota para comen-tar brevemente su legado. En Mi respuesta a lospatriotas, el autor estableci una distincin en-tre patria [...] un conjunto de leyes, una maqui-naria de administracin y terruo, el medioambiente junto a sus pobladores campesinos. Es-ta diferencia es semejante a la que establecimosentre Estado y Nacin (Salarru, 1932). Laprevalencia de la nacin o terruo sobre el es-tado, impulsa a Salarru a utilizar el nombre in-dgena del pas Cuzcatln en detrimentodel apelativo espaol (Guerra Trigueros, 1998:19-24). Si en la fantasa teosfica, el escritor(re)present la violencia y la sexualidad en for-ma bastante cruda, en el realismo regionalista leconcedi la voz al campesino y al nio, a la vezque exalt el ambiente natural. Con los aos,hacia la dcada de los sesenta, ese doble proyec-to se hallaba agotado y deba ceder su lugar auna nueva vanguardia. En cuanto a la visin sa-larrueriana sobre los acontecimientos de 1932,vase ms abajo.

    8. Por ejemplo, en el sistema democrtico actual,Francisco Flores es espiritualista pero parece ol-vidar el Minimum Vital y el pacifismo.

    9. De izquierda a derecha, las obras literarias re-tratadas en el lienzo son: Estrellas en el pozo(1934) de Lars, Leer y escribir (1915/1920) deMasferrer y Cuentos de cipotes (1945) de Sala-rru, que se corresponden a los ttulos actua-les de esos libros, y luego Francisco MirandaRuano, Las voces del terruo (1929), que Cce-res Madrid no menciona y Poesa de AlfredoEspino, el cual hoy en da es el clsico Jcarastristes (1930).

    10. Agradezco el apoyo del investigador salvadore-o Carlos Caas Dinarte quien me proporcionla informacin necesaria sobre Espinoza y alpersonal del Museo de Arte de El Salvador(MARTE) por la foto del leo. Al igual que lospoetas Alfredo Espino y Francisco Miranda Rua-no (vase ms abajo), Espinoza expres en susuicidio el sino trgico que caracterizaba al re-gionalismo como proyecto fallido de nacin. Lasensibilidad de la poca percibi en el suicidio

    del artista no una opcin personal, sino una im-posicin social. En nuestro medio, los artistassufren la persecucin [...] Qu importa entrenosotros la obra de arte? Triste es confesarlo:NADA. [Pedro Angel Espinoza] fue nuestra vc-tima [...] le cerramos todas las puertas para im-pedir que viviera (Cypactly, No. 142, 20 de octu-bre de 1939: 13).

    11. Sobre las contradicciones entre la versin retros-pectiva, oficial, de la izquierda la vanguardiade las masas y sus propias declaraciones alre-dedor de 1932 su desorganizacin interna yfalta de arraigo en la regin de los Izalco, va-se: Ching, 1995. Si bien Pedro Geoffroy Rivas yGilberto Gonzlez y Contreras se han considera-do las primeras voces de denuncia del etnocidio,especial mencin la merece la revista RepertorioAmericano. Semanario de Cultura Hispnica, pu-blicada en San Jos, Costa Rica (vanse: Nos.574, Nm. 4, 6 y 7, correspondientes al 30 deenero, 13 de febrero y 27 de febrero de 1932).Anticipando el citado artculo de Salarru Mirespuesta a los patriotas, dos estampas deJuan del Camino (pseudnimo del costarricenseOctavio Jimnez Alpzar, enero y febrero de1932), y dos alusiones al vitalismo masferrerianouna de Carmen Lyra (febrero de 1932) y otrade A. Ortega Daz (febrero de 1932) denun-ciaron la matanza de una poblacin desarma-da, miserable, desnuda (Camino, febrero de1932: 94). Las afirmaciones de Camino (JimnezAlpzar) son las ms tajantes. Sobreponiendo losprincipios anti-imperialistas a los democrticos,haba defendido la autonoma del golpe de esta-do de Martnez frente a la negativa de Washing-ton por aceptarlo; slo para convencerse de queel dictador no poda eludir el aval estadouniden-se: el Gobierno en su desesperacin por obte-ner el reconocimiento que el Departamento deEstado norteamericano le niega, acud[e] a cuan-to medio inhumano exista [...] buscaron pretex-tos para ametrallar al pueblo [...] nadie sabe sien realidad se amotin o se le arre al matade-ro (Camino, febrero de 1932: 94). Adems, re-conoci que el suceso ocurrido en El Salvador[...] hace de la palabra comunismo un dspotade la supersticin humana. Con ella se justificanlas iniquidades (Camino, enero de 1932: 51 ydiciembre 1931). El uso supersticioso de la pa-labra comunista lo denunci tambin el mismoAlberto Masferrer en una carta al editor del Re-pertorio Americano, Joaqun Garca Monge: los ta-chan de bolscheviques [= a los jornaleros], demonstruos, de cuanto adjetivo denigrante les su-giere el miedo y la clera a los terratenientes ymillonarios enfurecidos [...] yo los conozco; yolos defiendo [...] desde hace cuarenta aos se les

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  • explota [...] y ahora, cuando tenan ms de unao de casi no comer, por falta de trabajo, se lesextermina (Masferrer, 1932: 188).

    12. El paso de la propuesta inicial de Imery al hallaz-go de un sentido tnico-nacional, el espectadorpuede retrazarlo en el catlogo del Museo For-ma (1984), o en las salas del recin fundado Mu-seo de Arte de El Salvador (MARTE) en San Sal-vador. Al gravitar la vista de Campesina italiana(1904) hacia cualquier obra regionalista poste-rior, visualizamos la invencin de una idea pict-rica de nacin. El mrito de Imery fue abrir estava de paso para la fundacin del imaginario quecre la nacionalidad salvadorea en pintura. Elregionalismo es la nacin en pintura! Es el pri-mer proyecto artstico de nacin.

    13. Sobre el rechazo que gobierno y sociedad civil ledeparaban a la pintura nacional, un crtico de lapoca exclam las bellas artes [el proyecto tni-co-nacional] son vistas como manifestaciones unpoco extraterrenas (Araujo, 1936: 26).

    14. A raz del 44, el 23 de octubre de 1945 se abriun nuevo captulo en la estrecha relacin entrearte y poltica con el manifiesto de la Sociedadde Pintores Jvenes de El Salvador (Cornejo,1999: 52 y ss.). Aunque falta documentar este pe-rodo de modernidad pictrica, tal como lo pu-sieron en evidencia Los Independientes, la re-novacin tcnica acarreaba un lgido y alicientedebate poltico. En ese grupo y en el ms con-servador de los Acadmicos, habramos deleer los nuevos proyectos artsticos de nacinque sustituyeron el regionalismo y el indigenis-mo de la dcada anterior.

    15. Mientras en el campo la teologa de la liberacinsirvi de fermento a las comunidades de base, enla zona urbana la bohemia jug un papel vital enla radicalizacin del imaginario potico. La figuraclave la representa Alfonso Hernndez, escritormuerto en combate en 1988 (vase: Hernndez,1989). Su influencia se hizo sentir en el ttulo delos concursos literarios que organiz la EditorialSombrero Azul despus de la firma de los Acuer-dos de Paz. En su poesa nacida del miasma, seanuda la generacin de los sesenta, el ideal po-tico por recobrar la inocencia original, con unabohemia desenfrenada que sera yo sin las bo-rracheras del Faroy su compromiso guerrille-ro posterior. Hernndez nos obliga a desconfiarde la escritura como redencin y de nuestra ca-pacidad testimonial: es doloroso creer que lapoesa puede rescatarnos; quines somos no-sotros para testimoniar? Simples mortales pre-surosos de vivir. Desde el frente de combate,

    Hernndez nos incitaba a reconocer en la poesauna condena: por la poesa no slo hemos llega-do a la revolucin; sino ms all, al fondo denuestra herrumbre burdeleana.

    16. Sobre el apoyo intelectual a la guerra en el mo-mento en que en El Salvador Ignacio Ellacurapredicaba la necesidad de firmar la paz y muripor ello, vase: Beverly y Zimmerman, 1989 e If-fland, 1994. Mientras Iffland defiende la guerraen los siguientes trminos es justo en Centroa-mrica donde el proceso revolucionario est enun momento lgido, incandescente. [...] es ahprecisamente donde se est gestando la Revolu-cin con mayor claridad [y por ello] ha escogidoun camino claro, coherente [la guerra] paracualquiera que no quiera terminar como unademocracia vigilada, totalmente incapaz deafrontar las causas de la injusticia (Iffland, 1994:41-42), Ellacura haba predicho lo contrario:suele decirse que en El Salvador hay dos realida-des, la realidad de la guerra que es vivida pormuy pocos y la realidad de todos los das que esvivida por la inmensa mayora [...] el FMLN nopuede alcanzar el triunfo militar [...] el triunfomilitar de una de las partes [...] no es deseablepor cuanto no propiciar una paz justa y dura-ble (I. Ellacura citado por Flores Garca, 1997:76, 83 y 93). Esta diferencia entre defender des-de lejos una guerra revolucionaria sin fin y pro-poner una tercera va pacfica, dialgica, dacuenta de una distincin geopoltica abismal en-tre centroamericanismo y Centroamrica. Haceconstar la falta de rigor cientfico en el discursosobre el Otro: auge de la crtica testimonial esta-dounidense a la hora del descalabro del testimo-nio salvadoreo, lo que provocaba una falta de di-logo con la nueva escena artstica de la posguerrray una negativa por reconocer las propuestas paci-fistas y postestimoniales (sobre la culminacin yocaso de la teora testimonial estadounidense en-tre 1989-1996, vase: Gugelberger, 1996).

    17. Sobre la relacin entre austeridad revolucionariay religiosa, vase: Engels, 1959: 168 y ss.

    18. No sera difcil retrazar en los orgenes de variasde esas obras una preocupacin espritual. Val-ga mencionar que dos proyectos novelsticos tandiversos como el de Bencastro y el ms corrosivode Castellanos Moya se arraigaban, a tempranaedad, uno en la teologa de la liberacin y el otroen una espiritualidad alternativa.

    19. Ahora que el neoliberalismo se ofrece como ni-ca va para la historia humana, resuena en eco unviejo adagio: no es la conciencia [tica ni polti-ca] del ser humano la que determina su existencia

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    sino, al contrario, es su existencia social [el capi-tal que devenga] el que determina su conciencia(Marx, 1959: 43). El capital que nos remunera re-gula nuestra conciencia tica y poltica.

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