EN LA PLAZA DE CABANA-ANCASH

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EN LA PLAZA DE CABANA Por: Enrique Vásquez Sifuentes Quienes hemos vivido por buen tiempo en Cabana y ahora nos encontramos lejos de ella, supimos admirar y respetas a varios personajes cuyas actitudes nos llamaron de alguna manera la atención. Ellos habitaron tanto en los barrios de San jerónimo, Huayumaca, Pacchamaca y Trujillo. Con el correr del tiempo aún los tenemos presentes. Vamos a dar cuenta de ellos. Ahora, vísperas de Año Nuevo, nos encontramos en la plaza del pueblo. En la esquina de las calles Porvenir y San Jerónimo tenía su tienda don César Loli, un próspero ganadero, convertido luego en comerciante. En este ambiente, se reunían hasta muy entrada la noche numerosos jugadores de rocambor y de póker en cuyas apuestas corría abundante dinero. Al otro lado, destacaba la tienda del panadero Pedro Oré, cuyos panes, cachitos y rosquitas eran las delicias de la población; así como sus riquísimas melcochas que apetecían a los colegiales de la Pre vocacional 291, de la escuela “Mixta” y del Colegio Pallasca. En el otro extremo, junto a la subprefectura, encontramos la tienda de Severo Rosales. Esta era un refugio especial. Al mediodía, allí, se conglomeraban empleados públicos, maestros, policías y parroquianos en general para brindar un rebosante vaso de cerveza negra, primero, antes de ir a almorzar. En este lugar se hizo famoso el popular “ceveraso” que al más experto bebedor lo dejaba embriagado, comenzando por su propietario. Es que el dueño se servía un vaso repleto de cerveza, no una sino las veces que le tocaba brindar. Caminamos luego en dirección a la calle Trujillo. A una puerta del panadero vemos la tienda de doña Esperanza y de don Pedro Vargas que se abre esporádicamente durante el año. Ahí se vende licor, gaseosas, algunos víveres. Mayormente, sus dueños le dan vida en la fiesta grande del pueblo. Muchos campesinos se congregan, más para tomarse unos cuantos gros. Salimos y al costado nos topamos con el Bar Calidad de Guillermo Vivar quien por entonces innovó la atención a sus clientes. Mesas redondas con sombrillas, limpieza excelente, buenos potajes y refrescos distinguen a este “snack bar”, la novedad del momento.

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EN LA PLAZA DE CABANA

Por: Enrique Vásquez Sifuentes

Quienes hemos vivido por buen tiempo en Cabana y

ahora nos encontramos lejos de ella, supimos admirar

y respetas a varios personajes cuyas actitudes nos

llamaron de alguna manera la atención.

Ellos habitaron tanto en los barrios de San jerónimo,

Huayumaca, Pacchamaca y Trujillo. Con el correr del

tiempo aún los tenemos presentes. Vamos a dar cuenta

de ellos.

Ahora, vísperas de Año Nuevo, nos encontramos en la

plaza del pueblo. En la esquina de las calles Porvenir y

San Jerónimo tenía su tienda don César Loli, un

próspero ganadero, convertido luego en comerciante.

En este ambiente, se reunían hasta muy entrada la

noche numerosos jugadores de rocambor y de póker en

cuyas apuestas corría abundante dinero.

Al otro lado, destacaba la tienda del panadero Pedro

Oré, cuyos panes, cachitos y rosquitas eran las delicias

de la población; así como sus riquísimas melcochas

que apetecían a los colegiales de la Pre vocacional

291, de la escuela “Mixta” y del Colegio Pallasca.

En el otro extremo, junto a la subprefectura, encontramos la tienda de Severo Rosales. Esta era un

refugio especial. Al mediodía, allí, se conglomeraban empleados públicos, maestros, policías y

parroquianos en general para brindar un rebosante vaso de cerveza negra, primero, antes de ir a

almorzar. En este lugar se hizo famoso el popular “ceveraso” que al más experto bebedor lo dejaba

embriagado, comenzando por su propietario. Es que el dueño se servía un vaso repleto de cerveza, no

una sino las veces que le tocaba brindar.

Caminamos luego en dirección a la calle Trujillo. A una puerta del panadero vemos la tienda de doña

Esperanza y de don Pedro Vargas que se abre esporádicamente durante el año. Ahí se vende licor,

gaseosas, algunos víveres. Mayormente, sus dueños le dan vida en la fiesta grande del pueblo. Muchos

campesinos se congregan, más para tomarse unos cuantos gros. Salimos y al costado nos topamos con el

Bar Calidad de Guillermo Vivar quien por entonces innovó la atención a sus clientes. Mesas redondas

con sombrillas, limpieza excelente, buenos potajes y refrescos distinguen a este “snack bar”, la novedad

del momento.

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Una puerta a la derecha nos sorprende la casa

comercial de mauro Azaña en cuyos andamios y

vitrinas exhibía productos obsoletos y raros que

solo lo adquirían compradores venidos de las

estancias cercanas y de los distritos vecinos.

Jáquimas, monturas, estribos, pellonetas, falsa

riendas, alforjas de cuero se exhibían por doquier.

Con su carácter alegre y de buen hablador, don

Mauro, siempre convencía a sus clientes para que

le compren alguito. Nadie se despedía de él sin

llevarse una mercadería.

Abandonamos esta fonda y nuestra mirada se detiene para admirar y aquilatar una impresionante casona.

Entramos en ella y encontramos a su propietario don Roberto Chavarri. Un hombre tranquilo, de

mediana estatura, tez blanca, pelo rubio, ojos zarcos y de bigote tupido. Nos atiende con mucha

amabilidad y nos cuenta que se desempeñó por varios años como Secretario de la Municipalidad y luego

como Secretario del Colegio Pallasca. Nos hace conocer la casona. Al centro hay un enorme patio

empedrado. A los costados habitaciones que la ocupan don César Loli y su esposa Corina más sus hijos

Juan, Carmen y Lorenza. Al fondo una espaciosa sala para reuniones sociales y deportivas. Al interior

una cocina y un traspatio para guardar las acémilas. En el segundo nivel varias habitaciones para el

reposo cotidiano con un amplísimo balcón que da la plaza principal. En él, durante la Fiesta del Apóstol

Santiago sus familiares, sus amigos o visitante lo ocupan para contemplar la carrera de caballos, la

procesión del Santo patrón y en el reto del año para admirar muchos acontecimientos pueblerinos.

Nos despedimos y proseguimos nuestra ruta. Ya en la esquina de la calle Libertad se ubica la Casa Cano,

la mejor de la época. Bien surtida, con varios “dependientes”, siempre repleta de clientes que entran y

salen por dos puertas laterales. La administra don Jacinto Cano, poco después que lo hizo su hermano

Gustavo. Ambos ciudadanos probos y desprendidos para obras del bien común.

Seguimos con nuestros recuerdos y subiendo a Huayumaca aparece en la puerta de su tienda Renán

Reyes, administrador de la Casa Reyes, otrora importante ganadero y comerciante a la vez. Es una

tienda muy surtida de productos lácteos especialmente. Al frente de esta casa comercial, cada sábado por

las tardes nos juntábamos los niños de los cuatro barrios para jugar el rayuelo y la cholla especialmente,

hasta que nos daba casi la noche.

Al finalizar esta cuadra, sobresalía una modesta casa, en la cual la tía María Vega y su esposo don

Custodio expendían la sabrosísima chica de jora guardada en botellas. Además, ricos panes y bizcochos

horneados con leña de eucaliptos. También rocotos y alfalfa en abundancia para la cría de los cuyes.

Compramos dos botellas de chicha, las ponemos en nuestro morral y proseguimos nuestro recorrido.

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Al comenzar la calle Siete Caídas destacaba una pequeña

tienda, cuya propietaria era doña Juana, cariñosamente

conocida con el apelativo de “Rocota”. Allí expendía todo tipo

de verduras, chicha, alfalfa, algunas golosina y la rica

“Cocabanita”.

Al frente, sobresale hasta ahora, el Hotel Comercio que

administraba doña Luz Hidalgo. Esfuerzo, organización y

coraje distinguieron a esta madre cabanista. La tienda en el

primer piso y la inmensa sala en el segundo; así como las

habitaciones del tercer nivel guardan las historias de muchos

personajes que lo visitaron.

Estamos, ahora, junto al Chorro. Distinguimos el Palacio

Municipal. En la primera planta apreciamos la Botica Gloria,

administrada por don Francisco Romero. Hasta allí acudían

diariamente las personas para mitigar sus dolencias y

enfermedades. Aquí mismo funcionaba Radio Gloria que

desde las siete de la mañana daba a conocer las noticias del

Perú y una que otra vez, los acontecimientos de Cabana. Así

mismo, se propalaba la música del momento, especialmente la criolla. Vals como “Nunca Podrán”,

“Vida”, “Alma, corazón y vida”, hasta ahora resuenan en nuestros oídos.

En el ambiente contiguo, atendía el inigualable Eleuterio o “Llute” para sus amigos y conocidos. Era

experto en la cocina. Sus churrascos encebollados eran el plato favorita de sus comensales.

Finalmente, en la esquina de la calle Lima un señor de piel blanca, ojos celestes, muy alegre, hablador

hasta por los codos y de hábitos comerciales, atendía en una tienda repleta de mercaderías traídas desde

el Ecuador, así lo afirmaba. Era don Salatiel Alvarado, don “Shala”, un “Shilico” que asentó sus reales

en la tierra de los Pashas. Perdió la vida en un asalto ocurrido en Chimbote cuando realizaba sus

negocios.

En la parte sur de la plaza se levantaba una construcción para la policía nacional. Tenía varias oficinas,

un pasadizo que conducía al interior. A la izquierda quedaba “la chirona”, en donde más de un cabanista

fue a dar con sus huesos. A la derecha se ingresaba a un enorme patio con varias divisiones. Allí los

recluyeron a los movilizables que los llevaron al Batallón Pucará 37 de Trujillo para cumplir con el

Servicio Militar Obligatorio. La puerta central daba paso a la carceleta en la cual pagaban su culpas

personas que habían cometido diversos delitos. Muchos abigeos pasaron buen tiempo encerrados ahí.

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Otra parte de esta construcción era para la

Subprefectura. Una oficina principal para

el Subprefecto y la otra contigua para el

Secretario. A este lugar llegaba gente de

toda la provincia y de las haciendas lejanas

para ponerse al día en sus obligaciones.

También ciudadanos del pueblo para

buscar la solución a sus problemas.

Muchos subprefectos supieron llegar al

pueblo. Algunos de conducta intachable;

otros dejaron mucho que decir por su

proceder. El pueblo los supo apreciar u

olvidar.

He caminado por todo el perímetro de este

recordado espacio público. Al centro tiene

una hermosa Glorieta hexagonal. Ha sido

y será el lugar para muchos

acontecimientos, sociales, religiosos,

costumbristas, culturales, cívicos,

deportivos, políticos y hasta

gastronómicos.

Cabana seguirá en nuestro recuerdo.

Del Libro: “Imágenes de la Tierra de Los Pashas”.

De: Enrique Vásquez Sifuentes