En Este Cuento El Gran Gabo Rinde Admiración a Otros Grandes

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En este cuento El Gran Gabo rinde admiración a otros grandes: Borges y Neruda, símbolos innegables de la literatura americana, y así lo reconoce el bogotano en este cuento "maravilloso y mágico". Me alquilo para soñar de Gabriel García Márquez A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la avenida del malecón, o que estaban estacionados en la acera, y uno quedó incrustado en un flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo. Los numerosos turistas que se encontraban en la sala de espera fueron lanzados por los aires junto con los muebles, y algunos quedaron heridos por la granizada de vidrio. Tuvo que ser un maretazo colosal, pues entre la muralla del malecón y el hotel hay una amplia avenida de ida y vuelta, así que la ola saltó por encima de ella y todavía le quedó bastante fuerza para desmigajar el vitral. Los alegres voluntarios cubanos, con la ayuda de los bomberos, recogieron los destrozos en menos de seis horas, clausuraron la puerta del mar y

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En este cuento El Gran Gabo rinde admiración a otros grandes: Borges y Neruda,

símbolos innegables de la literatura americana,  y así lo reconoce el bogotano en este cuento

"maravilloso y mágico".

Me alquilo para soñar de Gabriel García Márquez

         A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un

tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la

avenida del malecón, o que estaban estacionados en la acera, y uno quedó incrustado en un

flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos

del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo. Los numerosos turistas que se

encontraban en la sala de espera fueron lanzados por los aires junto con los muebles, y algunos

quedaron heridos por la granizada de vidrio. Tuvo que ser un maretazo colosal, pues entre la

muralla del malecón y el hotel hay una amplia avenida de ida y vuelta, así que la ola saltó por

encima de ella y todavía le quedó bastante fuerza para desmigajar el vitral.

         Los alegres voluntarios cubanos, con la ayuda de los bomberos, recogieron los destrozos

en menos de seis horas, clausuraron la puerta del mar y habilitaron otra, y todo volvió a estar

en orden. Por la mañana no se había ocupado nadie del automóvil incrustado en el muro, pues

se pensaba que era uno de los estacionados en la acera. Pero cuando la grúa lo sacó de la

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tronera descubrieron el cadáver de una mujer amarrada en el asiento del conductor con el

cinturón de seguridad. El golpe fue tan brutal que no le quedó un hueso entero. Tenía el rostro

desbaratado, los botines descosidos y la ropa en piltrafas, y un anillo de oro en forma de

serpiente con ojos de esmeraldas. La policía estableció que era el ama de llaves de los nuevos

embajadores de Portugal. En efecto, había llegado con ellos a La Habana quince días antes, y

había salido esa mañana para el mercado manejando un automóvil nuevo. Su nombre no me dijo

nada cuando leí la noticia en los periódicos, pero en cambio quedé intrigado por el anillo en

forma de serpiente y ojos de esmeraldas. No pude averiguar, sin embargo, en qué dedo lo

usaba.

         Era un dato decisivo, porque temí que fuera una mujer inolvidable cuyo nombre verdadero

no supe jamás, que usaba un anillo igual en el índice derecho, lo cual era más insólito aún en

aquel tíempo. La había conocido treinta y cuatro años antes en Viena, comiendo salchichas con

papas hervidas y bebiendo cerveza de barril en una taberna de estudiantes latinos. Yo había

llegado de Roma esa manana, y aún recuerdo mi impresión inmediata por su espléndida

pechuga de soprano, sus lánguidas colas de zorros en el cuello del abrigo y aquel anillo egipcio

en forma de serpiente. Me pareció que era la única austríaca en el largo mesón de madera, por

el castellano primario que hablaba sin respirar con un acento de quincallería. Pero no, había

nacido en Colombia y se había ido a Austria entre las dos guerras, casi niña, a estudiar música y

canto. En aquel momento andaba por los treinta años mal llevados, pues nunca debió ser bella y

había empezado a envejecer antes de tiempo. Pero en cambio era un ser humano encantador. Y

también uno de los más temibles.

         Viena era todavía una antigua ciudad imperial, cuya posición geográfica entre los dos

mundos irreconciliables que dejó la Segunda Guerra había acabado de convertirla en un

paraíso, del mercado negro y el espionaje mundial. No hubiera podido imaginarme un ámbito

más adecuado para aquella compatriota fugitiva que seguía comiendo en la taberna estudiantil

de la esquina sólo por fidelidad a su origen, pues tenía recursos de sobra para comprarla de

contado con todos sus comensales dentro. Nunca dijo su verdadero nombre, pues siempre la

conocimos con el trabalenguas germánico que le inventaron los estudiantes latinos de Viena:

Frau Frida. Apenas me la habían pesentado cuando incurrí en la impertinencia feliz de

preguntarle cómo había hecho para implantarse de tal modo en aquel mundo tan distante y

distinto de sus riscos de vientos del Quindío, y ella me contestó con un golpe:

         —Me alquilo para soñar.

         En realidad, era su único oficio. Había sido la tercera de los once hijos de un próspero

tendero del antiguo Caldas, y desde que aprendió a hablar instauró en la casa la buena

costumbre de contar los sueños en ayunas, que es la hora en que se conservan más puras sus

virtudes premonitorias. A los siete años soñó que uno de sus hermanos era arrastrado por un

torrente. La madre, por pura superstición religiosa, le prohibió al niño lo que más te gustaba,

que era bañarse en la quebrada. Pero Frau Frida tenía ya un sistema propio de vaticinos.

         —Lo que ese sueño significa —dijo— no es que se vaya a ahogar, sino que no debe comer

dulces.

         La sola interpretación parecía una infamia, cuando era para un niño de cinco anos que no

podía vivir sin sus golosinas dominicales. La madre, ya convencida de las virtudes adivinatorias

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de la hija, hizo respetar la advertencia con mano dura. Pero al primer descuido suyo el niño se

atraganto con una canica de caramelo que se estaba comiendo a escondidas, y no fue posible

salvarlo.

         Frau Frida no había pensado que aquella facultad pudiera ser un oficio, hasta que la vida

la agarró por el cuello en los crueles inviernos de Viena. Entonces tocó para pedir empleo en la

primera casa que le gustó para vivir, y cuando le preguntaron qué sabía hacer, ella sólo dijo la

verdad: “Sueño”. Le bastó con una breve explicación a la dueña de casa para ser aceptada, con

un sueldo apenas suficiente para los gastos menudos, pero con un buen cuarto y las tres

comidas. Sobre todo el desayuno, que era el momento en que la familia se sentaba a conocer el

destino inmediato de cada uno de sus miembros: el padre, que era un rentista refinado; la

madre, una mujer alegre y apasionada de la música de cámara romántica, y dos niños de once y

nueve años. Todos eran religiosos, y por lo mismo propensos a las supersticiones arcaicas, y

recibieron encantados a Frau Frida con el único compromiso de descifrar el destino diario de la

familia a través de los sueños.

         Lo hizo bien y por mucho tiempo, sobre todo en los años de la guerra, cuando la realidad

fue más siniestra que las pesadillas. Sólo ella podía decidir a la hora del desayuno lo que cada

quien debía hacer aquel día, y cómo debía hacerlo, hasta que sus pronósticos terminaron por

ser la única autoridad en la casa. Su dominio sobre la familia fue absoluto: aun el suspiro más

tenue era por orden suya. Por los días en que estuve en Viena acababa de morir el dueño de

casa, y había tenido la elegancia de legarle a ella una parte de sus rentas, con la única

condición de que siguiera soñando para la familia hasta el fin de sus sueños.

         Estuve en Viena más de un mes, compartiendo las estrecheces de los estudiantes,

mientras esperaba un dinero que nunca llegó. Las visitas imprevistas y generosas de Frau Frida

en la taberna eran entonces como fiestas en nuestro régimen de penurias. Una de esas noches,

en la euforia de la cerveza, me habló al oído con una convicción que no permitía ninguna

pérdida de tiempo.

         —He venido sólo para decirte que anoche tuve un sueño contigo —me dijo—. Debes irte

enseguida y no volver a Viena en los próximos cinco años.

         Su convicción era tan real, que esa misma noche me embarcó en el último tren para

Roma. Yo, por mi parte, quedé tan sugestionado, que desde entonces me he considerado

sobreviviente de un desastre que nunca conocí. Todavía no he vuelto a Viena.

         Antes del desastre de La Habana había visto a Frau Frida en Barcelona, de una manera

tan inesperada y casual que me pareció misteriosa. Fue el día en que Pablo Neruda pisó tierra

española por primera vez desde la Guerra Civil, en la escala de un lento viaje por mar hacia

Valparaíso. Pasó con nosotros una mañana de caza mayor en las librerías de viejo, y en Porter

compró un libro antiguo, descuadernado y marchito, por el cual pagó lo quehubiera sido su

sueldo de dos meses en el consulado de Rangún. Se movía por entre la gente como un elefante

inválido, con un interés infantil en el mecanismo interno de cada cosa, pues el mundo te parecía

un inmenso juguete de cuerda con el cual se inventaba la vida.

         No he conocido a nadie más parecido a la idea que uno tiene de un Papa renacentista:

glotón y refinado. Aun, contra su voluntad, siempre era él quien presidía la mesa. Matilde, su

esposa, le ponía un babero que parecía más de peluquería que de comedor, pero era la única

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manera de impedir —que se bañara en salsas. Aquel día en Carvalleiras fue ejemplar. Se comió

tres langostas enteras descuartizándolas con una maestría de cirujano, y al mismo tiempo

devoraba con la vista los platos de todos, e iba picando un poco de cada uno, con un deleite que

contagiaba las ganas de comer: las almejas de Galicia, los percebes del Cantábrico, las cigalas

de Alicante, las espardenyas de la Costa Brava. Mientras tanto, como los franceses, sólo

hablaba de otras exquisiteces de cocina, y en especial de los mariscos prehistóricos de Chile

que llevaba en el corazón. De pronto dejó de comer, afinó sus antenas de bogavante, Y me dijo

en voz muy baja:

         —Hay alguien detrás de mí que no deja de mirarme.

         Miré por encima de su hombro, y así era. A sus espaldas, tres mesas más allá, una mujer

impávida con un anticuado sombrero de fieltro y una bufanda morada masticaba despacio con

los ojos fijos en él. La reconocí en el acto. Estaba envejecida y gorda, pero era ella, con el anillo

de serpiente en el índice.

         Viajaba desde Nápoles en el mismo barco que los Neruda, pero no se habían visto a bordo.

La invitamos a tomar el café en nuestra mesa, y la induje a hablar de sus sueños para

sorprender al poeta. Él no le hizo caso, pues planteó desde el principio que no creía en

adivinaciones de sueños.

         —Sólo la poesía es clarividente —dijo.

         Después del almuerzo, en el inevitable paseo por las Ramblas, me retrasé a propósito con

Frau Frida para refrescar nuestros recuerdos sin oídos ajenos. —Me contó que había vendido

sus propiedades de Austria y vivía retirada en Porto, Portugal, en una casa que describió como

un castillo falso sobre una colina desde donde se veía todo el océano hasta las Américas.

Aunque no lo dijera, en su conversación quedaba claro que de sueño en sueño había terminado

por apoderarse de la fortuna de sus inefables patrones de Viena. No me impresionó, sin

embargo, porque siempre había pensado que sus sueños no eran más que una artimaña para

vivir. Y se lo dije.

         Ella soltó su carcajada irresistible. “Sigues tan atrevido como siempre”, me dijo. Y no dijo

más, porque el resto del grupo se había detenido a esperar que Neruda acabara de hablar en

jerga chilena con los loros de la Rambla de los Pájaros. Cuando reanudamos la charla, Frau

Frida había cambiado de tema.

         —A propósito —me dijo—: Ya puedes volver a Viena.

         Sólo entonces caí en la cuenta de que habían transcurrido trece años desde que nos

conocimos.

         —Aun si tus sueños son falsos, jamás volveré —le dije. Por si acaso.

         A las tres nos separamos de ella para acompañar a Neruda a su siesta sagrada. La hizo en

nuestra casa, después de unos preparativos solemnes que de algún modo recordaban la

ceremonia del té en el Japón. Había que abrir unas ventanas y cerrar otras para que hubiera el

grado de calor exacto y una cierta clase de luz en cierta dirección, y un silencio absoluto.

Neruda se durmió al instante, y despertó diez minutos después, como los niños, cuando menos

pensábamos. Apareció en la sala restaurado y con el monograma de la almohada impreso en la

mejilla.

         —Soñé con esa mujer que sueña —dijo. Matilde quiso que le contara el sueño.

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         —Soñé que ella estaba soñando conmigo —dijo él.

         —Eso es de Borges —le dije. Él me miró desencantado. —¿Ya está escrito?

         —Si no está escrito se va a escribir alguna vez —le dije . Será uno de sus laberintos.

         Tan pronto como subió a bordo, a las seis de la tarde, Neruda se despidió de nosotros, se

sentó en una mesa apartada, y empezó a escribir versos fluidos con la pluma de tinta verde con

que dibujaba flores y peces y pájaros en las dedicatorias de sus libros. A la primera advertencia

del buque buscamos a Frau Frida, y al fin la encontramos en la cubierta de turistas cuando ya

nos íbamos sin despedirnos. También ella acababa de despertar de la siesta.

         —Soñé con el poeta —nos dijo.

         Asombrado, le pedí que me contara el sueño.

         —Soñé que él estaba soñando conmigo —dijo, y mi cara de asombro la confundió— ¿Qué

quieres? A veces, entre tantos sueños, se nos cuela uno que no tiene nada que ver con la vida

real.

         No volví a verla ni a preguntarme por ella hasta que supe del anillo en forma de culebra

de la mujer que murió en el naufragio del Hotel Riviera. Así que no resistí la tentación de

hacerle preguntas al embajador portugués cuando coincidimos, meses después, en una

recepción diplomática. El embajador me habló de ella con un gran entusiasmo y una enorme

admiración. “No se imagina lo extraordinaria que era”, me dijo. “Usted no habría resistido la

tentación de escribir un cuento sobre ella”. Y prosiguió en el mismo tono, con detalles

sorprendentes, pero sin una pista. que me permitiera una conclusión final.

         —En concreto —le precisé por fin—: ¿qué hacía?

         —Nada —me dijo él, con un cierto desencanto—. Soñaba.

Marzo 1980.

Conocer los discursos y los formatos textuales nos hará más eficientes a la hora de escuchar y hablar, leer y escribir dichos discursos.

Las CIENCIAS DEL LENGUAJE han ido elaborando distintos marcos teóricos que nos ayudan a entender y sistematizar los hechos del lenguaje.

Según el lingüista francés Émile Benveniste, el HABLA es la puesta en marcha del código.

Benveniste es de la escuela de Ferdinand de Saussure, siguiendo sus pasos toma los conceptos básicos que Saussure plantea pero va más allá. Benveniste plantea que el Aparato formal de la enunciación está compuesto por un Enunciado, un Locutor y un Alocutario. Con estas tres palabras podemos relacionar diversos conceptos.

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ª La teoría de la Enunciación

1. Subjetividad en el lenguaje

2. Modalidades de la Enunciación

3. La Enunciación y los verbos

4. Historia y Discurso

5. La Enunciación y el Tiempo

Si volvemos sobre lo que hemos planteado como la teoría de Saussure en clases anteriores, podemos imaginar un triángulo en cada uno de cuyos vértices el lingüista practica una exclusión: el Habla, el Sujeto y el Referente. Es necesario remontarnos a Saussure para construir un concepto de Discurso sobre un cuestionamiento del Habla. El ejercicio de ésta no constituye una actividad puramente individual, caótica e incognoscible como la presentaba Saussure, sino que en la Lengua hay, además de elementos simbólicos, elementos indiciales (pragmáticas, subjetivos) cuyo rol es hacer posible el pasaje de la Lengua al Discurso. De a poco lo explicaremos mejor. Ya los Formalistas rusos, en el campo de la literatura, aplicaban el concepto de sistema a enunciados más largos, pero no lograron superar la inmanencia. En los años 50 Harris aplica el análisis lingüístico a enunciados más extensos y llega más allá del límite de la oración. En la misma época Roman Jakobson introduce las nociones de Habla/Mensaje y las de Emisor y Receptor (Sujeto) y Emile Benveniste realiza sus estudios sobre la Enunciación. Lingüista francés nacido en Alepo en 1902 y muerto en París en 1976. Es catedrático de Gramática Comparada en el Collège de France y se sitúa dentro de la corriente estructuralista. En sus obras se ocupa de gramática comparada indoeuropea y de temas de lingüística general. La obra que aquí estudiaremos se titula: Problemas de lingüística general, dos tomos, (1966-1974).

Entonces definimos:

ª Discurso: como la lengua puesta en acción entre partes, la lengua asumida por el hombre que habla y en condiciones de intersubjetividad.

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ª Enunciación: como el decir y al Enunciado como lo dicho.

Podemos dar, basándonos en Benveniste, distintas definiciones de:

ª Enunciación:

Acto mismo de producción de un Enunciado y no el texto del mismo.

Acto individual de utilización de la Lengua.

Acto por el cual un sujeto se apropia de la Lengua para convertirla en discurso.

Es un acontecimiento histórico: algo que no existía antes de que se hablara / escribiera y ahora adquiere existencia.

Es su existencia misma la que hace posible todo discurso

Es contemporánea del Enunciado.

ª El Enunciado es:

Es una manifestación u ocurrencia particular de entidades lingüísticas.

Una serie efectivamente realizada.

Una totalidad cuyo valor semántico reside en el sentido. "nunca conocemos más que enunciaciones enunciadas" afirma Todorov.

Es el resultado de la Enunciación.

ª Deixis: El proceso de Enunciación puede ser estudiado desde diferentes puntos de vista:

a) desde el acto material mismo: cadena fónica o gráfica que concierne a la producción del significante; la producción efectivamente empírica del enunciado, siempre diferente;

b) el mecanismo de esta producción: la Enunciación supone la conversión individual de la Lengua en discurso; cada sujeto utiliza la misma lengua en forma individual, particular y distinta;

c) instrumentos de realización: el Locutor se apropia del aparato formal de la lengua, la toma como instrumento y enuncia su posición mediante indicios específicos y procedimientos accesorios. Estos indicios específicos son el juego de formas específicas cuya función es poner al

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Locutor en relación constante y necesaria con su enunciación: es la deixis (sistema de referencias internas al discurso cuya clave es el yo). Los deícticos son signos indiciales, aunque también se les llama embragues o shifters.

El carácter sistemático de la Lengua hace que la apropiación que señalamos realizan estos indicadores, se propague en la instancia del discurso a todos los elementos susceptibles de "acordarse" formalmente con ellos.

Es fundamental que distingan entre:

1) entidades que tienen en la Lengua un estatuto pleno y permanente (lengua como sistema de signos) y;

2) entidades emanadas de la Enunciación y que sólo existen en la red de "individuos" que la Enunciación crea y en relación al aquí y al ahora del Locutor (lenguaje asumido como ejercicio por el individuo).

Los Pronombres personales y posesivos, las desinencias verbales, los adverbios de tiempo y de lugar, los pronombres demostrativos son una clase de individuos lingüísticos que remiten siempre a individuos, son producidos por el acontecimiento singular de la Enunciación y son engendrados cada vez que ésta es producida y cada vez designan de nuevo. Lo entenderemos enseguida.

La presencia del Locutor en su enunciación hace que cada instancia del discurso constituya un centro de referencias internas. Los Interlocutores son designados con índices de persona: pronombres personales y posesivos y escapan al estatuto de todos los demás signos del lenguaje.

El YO denota al individuo que pronuncia la enunciación; el TÚ denota al individuo que está presente como Alocutatio. Tanto el Yo como el Tú son signos vacíos, no referenciales por relación a la realidad y que se vuelven llenos cuando un Locutor los asume en cada instancia de discurso. El YO es una realidad de discurso: no remite a un concepto ni a un individuo, no puede ser definido más que en términos de locución; no puede ser identificado más que por la instancia del discurso que lo contenga y sólo por ella y no tiene otra referencia que la actual y momentánea. Es una instancia única por definición, válida sólo en su unicidad. No hay un concepto YO que englobe todos lo YO que se enuncian en todo instante en boca de todos los locutores. Cada vez que alguien dice YO, éste se llena de un significado diferente. Existe una definición simétrica para TU: es el individuo al que se dirige la alocución en la presente instancia del discurso que contiene la instancia lingüística TU.

Lo que caracteriza a la Enunciación es la acentuación de la relación discursiva al interlocutor (real / imaginado, individual / colectivo): se trata del cuadro figurativo de la Enunciación que asume la estructura del diálogo. No hay un Yo si no existe un Tú, ambos se constituyen mutuamente. Por ejemplo en el caso de monólogo, podemos decir que no existe; no es más que un diálogo

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interiorizado, un lenguaje interior entre un Yo que habla y un YO que escucha. La referencia constante y necesaria a la instancia del discurso constituye el rasgo que une el YO / / TÚ a una serie de indicadores participantes: adverbios, locuciones adverbiales. Son lo que Benveniste denomina índices de ostensión que delimitan la instancia temporal y espacial coextensiva y contemporánea de la presente instancia del discurso que contiene YO. Son términos que implican un gesto que designa el objeto al mismo tiempo que es pronunciado. Son también signos vacíos desprovistos de referencia material. Los adverbios de tiempo hoy, ayer, mañana, ahora, o dentro de tres días.

La temporalidad es producida por la Enunciación; de ella procede la instauración de la categoría de presente. El tiempo presente es el tiempo en que se está, pero sólo se indica por el tiempo en que se habla. El presente es la fuente del tiempo, es eje axial de la Enunciación. El hombre no dispone de ningún otro medio de vivir el "ahora" más que realizarlo por inserción del discurso en el mundo. El tiempo lingüístico es sui referencial.

El presente es inherente a la Enunciación. Los adverbios de lugar: aquí, allí, acá, allá; los pronombre demostrativos éste, ése y aquel y el sistema de coordenadas espaciales: detrás / delante, visible / invisible, izquierda / derecha, arriba / abajo: ordenan el espacio a partir de de un eje central y permiten ubicar el lugar del sujeto de enunciación.

Incluimos a continuación un fragmento de un texto de Les Luthiers en el que se da un juego muy ingenioso con los pronombres

Les Luthiers es un conjunto músico-actoral cuyos integrantes manejan un humor inteligente y creativo que a veces surge de hechos lingüísticos, de explotar las posibilidades de la lengua para crear situaciones risueñas y, al mismo tiempo, crítica. Para uno de sus sketches crearon “Fragmento de un drama” con indicación de actos y cuadros. Un noble recurre a un juglar para que le cante a su dama, María, su gran amor. El noble habla y el juglar repite cantando:

R: Por ser fuente de dulzuraJ: Por ser fuente de dulzuraR: Por ser de rosas un ramoJ: Por ser de rosas un ramoR: Por ser nido de ternura, oh María, yo te amoJ: Por ser nido de ternura, oh María, yo te amo(breves palabras del Rey al Juglar, en voz baja)J: Oh María, él la ama.R: Ámame como yo te amo a ti,J: Ámelo como él la ama a Usted,

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R: Y los demás envidiaran nuestro amor,J: Mmm... todos nosotros envidiaremos el amor de ustedesR: Oh mi amor, María mía,J: Oh su amor, María suya,R: Mi brillante, mi rubíJ: Su brillante surubí,R: Mi canción, mi poesía, nunca te olvides de mí,J: Su canción, su poesía, nunca se olvide de suR: Tú estas encima de todas las cosas, mi vidaJ: Usted esta encima de todas las cosas subidaR: Eres mi sana alegría,J: Usted es Susana, eh, María, alegríaR: Mi amor,J: Su amor,R: Mi tesoroJ: Su tesoro,R: MímameJ: Súmame ... SúmeloR: Tanto tú te me metes en lo mas hondo de míJ: Tanto Usted...R: que ya no sé si soy de mí o si soy de tiJ: Tanto Usted...R: Si tú me amaras a mí amarías en mí aquello que amamos nosotrosJ: Tanto Usted....R: y envidiáis vosotros y ellos...J: .... ¡Ámelo!R: Cuando miras con desdén,J: Cuando mira con desdén,R: Pareces fría, sujeta,J: Parece fría, su... , su cara,R: Por ser tan grandes tus dones, no caben en mí, mi bien,J: Por ser tan grandes sus dones, no caben en su sutiénR: ¡No! ¡No!J: ¡No! ¡No!R: Tunante,J: Sunante,R: Miserable,J: Suserable,R: ¡Guardias, a mí!J: ¡Guardias, a él!

(Los guardias se llevan al Rey entre medio de sus protestas)

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1. Subjetividad en el lenguaje

Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el lenguaje funda el concepto de ego La subjetividad consiste en la capacidad del Locutor de plantearse como sujeto. Es "ego" quien dice ego.

Para Benveniste no somos sujetos (en el sentido de conciencia, yo o espíritu) que hablamos sino que somos sujetos porque hablamos. El sujeto se define no por el sentimiento que cada uno experimenta de ser él mismo, sino como la unidad psíquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que reúne, y que asegura la permanencia de la conciencia.

Encontramos aquí el fundamento de la subjetividad que se determina por el estatus lingüístico de la "persona”. Es la condición de diálogo ya mencionada la que es constitutiva de la persona, pues implica en reciprocidad que me torne Tú en la alocución frente a Yo. Polaridad de las personas que es la condición fundamental del lenguaje, y que no significa igualdad ni simetría: ego siempre tiene una posición de trascendencia frente a Tú, pero ninguno de los dos términos es concebible sin el otro. Son complementarios y reversibles. Realidad dialéctica que engloba los dos términos y los define por relación mutua: allí se descubre el fundamento lingüístico de la subjetividad. Siguiendo el texto, podemos proporcionar un ejemplo: en ninguna Lengua faltan los pronombres personales. No se concibe una Lengua sin expresión de la persona. Puede ser que se omitan deliberadamente, como ocurre en las sociedades del Extremo Oriente donde una convención de cortesía impone perífrasis para reemplazar referencias personales directas. Pero estos usos sólo subrayan el valor de las formas evitadas.

El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo. Los pronombres personales son el primer punto de apoyo para que la subjetividad salga a la luz.

El él: es la tercera persona , forma que no remite a "persona", por estar referida a un objeto situado fuera de la alocución Yo / Tú.. Existe sólo por la oposición a la persona Yo del Locutor, quien, enunciándola, la sitúa como la "no persona". Tal es su estatuto. Es el miembro no marcado de la correlación de persona.; no es jamás reflexiva a la instancia del discurso y no es compatible con el paradigma de los términos referenciales: aquí y ahora. Necesita recibir un contenido referencial preciso; necesita determinaciones cotextuales de las cuales puede prescindir el Yo / Tú.

Como ya dijimos anteriormente el Yo es un pronombre que denota virtualmente a todos los individuos, pero su referente cambia en cada una de las instancias enunciativas. En eso se diferencia del nombre propio que denota en la Lengua y en discurso a un solo y mismo individuo.

También podemos encontrar en el lugar de la Enunciación a la primera persona plural: nosotros, que incluye al Yo + noYo. Se puede tratar de un nosotros inclusivo: Yo + Tú , o de un nosotros exclusivo: Yo + él. También puede existir un Yo+ Tú + él. La referencia está determinada por el contexto. Podemos encontrar un Yo mayestático: de "modestia", el que emplea el sujeto de

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enunciación en algunas conferencias: "Nosotros pensamos....", aunque el que está hablando sea uno solo.

2. Modalidades de la Enunciación:

Las Modalidades constituyen la marca dada por el sujeto a su enunciado.

Encontramos dos clases de Modalidades: de la Enunciación y del Enunciado.

1) de la Enunciación: son las que especifican el tipo de comunicación entre hablante y oyente. Señalan la relación que el sujeto mantiene con su interlocutor.

Estas modalidades contribuyen a construir una teoría de las relaciones inter-humanas, porque muchas se basan en un tipo particular de relación social. Podemos preguntarnos quién en la escala jerárquica tiene derecho a ordenar o a interrogar a otro.

Están constituidas por oraciones:

a) Asertivas (declarativas) positivas o negativas: apuntan a comunicar una certidumbre.

b) Interrogativas

c) Exclamativas

d) Intimativas: expresan órdenes o prohibiciones (uso de imperativo o infinitivo).

e) Desiderativas: expresan deseo, ojalá....

2) del Enunciado: caracterizan la manera en que el hablante sitúa al Enunciado; su actitud con respecto a lo que enuncia. Todo aquello que en un texto indique el tipo de comunicación con respecto a la relación entre Enunciador y su Enunciado. Podemos distinguir dos clases:

a) modalidades lógicas: expresan verdad, falsedad, probabilidad, certidumbre, verosimilitud, obligación, necesidad. Ejemplos. Es cierto que, es seguro que, quizás, es posible, es probable, es necesario que, es preciso que, se sabe, se dice,....

b) modalidades apreciativas: expresan una valoración, una reacción emocional: lo feliz, lo útil, lo triste, etc. También los adverbios terminados en "mente": felizmente, seguramente. Ejemplo: me di un buen baño; ese buen baño es absolutamente subjetivo, para unos puede ser caliente, para otros frío, largo, corto, de inmersión o de ducha. El calificativo "buen" tiene vigencia para el sujeto de la enunciación y es una modalidad apreciativa.

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3. La Enunciación y los verbos

Aparte de los verbos que describen una acción (yo como, él come) podemos mencionarles:

1) Verbos de actitud: relacionado con las modalidades lógicas: Ej: creo que, deduzco que.

2) Verbos de modalidad apreciativa: expresan valoración hecha por el emisor, por ej. dejáte de rebuznar, entró ladrando.

3) Verbos performativos: Son verbos de palabra que denotan por su sentido un acto individual de alcance social. La Enunciación se identifica con el acto mismo. Esto no es dado por el sentido del verbo sino por la subjetividad que la hace posible. Si yo digo: él jura: se trata de una descripción de una acción, un acto constatativo, en cambio si digo: yo juro: al decir "yo" me fundo, me planto como sujeto y al decir "juro" asumo el acto de jurar; se trata de acto que me compromete socialmente. Al mismo tiempo que lo digo asumo el compromiso, son actos simultáneos. La consecuencia social, personal y jurídica de mi acto arranca de la instancia del discurso que contiene la acción. Se dan siempre en 1era persona y en el presente generalmente. Podemos mencionar otros verbos performativos aparte de jurar: comprometerse a (conseguir), obligarse, advertir, prometer, agradecer, garantizar, declarar, certificar, proferir, maldecir, solidarizarse.

4) Verbos de movimiento: poseen una localización espacial asimilable a los deícticos; señalan el lugar de la enunciación y los movimientos de aproximación o alejamiento de la esfera del hablante. Ejemplos. Verbo "venir": Juan viene a mi casa (señala el lugar de enunciación, andar o moverse hacia el lugar donde está el que habla) Verbo: "ir" : Yo voy a tu casa , Juan va a Buenos Aires o viene de Buenos Aires; verbos traer o llevar, funcionan de la misma manera, indican el transporte hacia o desde el sitio en el cual está el que habla.

5) Verbos de decir: a) verbos en los el Emisor no prejuzga: Ej. decir, afirmar; verbos en los que el Emisor toma posición: Ej. pretender, confesar, reconocer. Juan pretendió que Pedro tiene razón; d) verbos de juzgar: criticar, acusar, Ej: Juan critica a Pedro por lo que hizo (admite que Pedro es responsable por haberlo hecho) .

4. Historia y Discurso

Podemos mencionarles dos sistemas de Enunciación:

ª Historia: en este sistema se presentan una serie de acontecimientos reales o ficticios por medio del lenguaje, sobre todo escrito. Se da un empleo exclusivo de la 3era persona y los tiempos verbales empleados son el imperfecto, el indefinido y el pluscuamperfecto. Se caracteriza por la objetividad, parecería que nadie habla, que los acontecimientos se narran a sí mismos, no hay deícticos. Nadie habla. No tenemos que preguntarnos quién habla, qué, cuándo, para percibir su significación

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ª Discurso: en este sistema la lengua es asumida por el hombre que habla, es el lugar de construcción de un sujeto. Se enuncia en 1era persona y por lo tanto, del otro lado se construye el tú. Se emplean deícticos: indicadores pronominales, demostrativos y adverbios. Los tiempos verbales empleados son el presente, el pretérito perfecto y el futuro. Se caracteriza por la subjetividad, el uso de Yo y el tiempo presente. Por contraposición al sistema anterior siempre existe alguien que habla y su situación en el acto mismo de hablar es el foco de significaciones más importante.

No se encuentran en estado puro en ningún texto y podemos encontrar continuas conversiones de un sistema a otro. Por ejemplo en un relato tipo historia puede haber intervenciones discursivas dentro de él; en una narración en 1era persona puede momentáneamente incluir un relato tipo historia (descripción, narración) en la que el sujeto de enunciación desaparece.

5. La Enunciación y el Tiempo

Ahora sí podemos distinguir 3 clases diferentes de tiempo:

1- Físico: es un continuo uniforme, infinito, lineal, segmentable a voluntad. Tiene una duración variable que el hombre mide por su vida interior o por sus emociones.

2- Crónico: es el tiempo de los acontecimientos que engloba nuestra vida como sucesión de aconteceres. Es la continuidad donde se disponen en serie los acontecimientos; éstos están en el tiempo. Es bidireccional: se puede recorrerlo en dos direcciones: desde pasado hacia el presente y viceversa. Es el tiempo del calendario, tiempo socializado: día / noche, trayecto visible del sol, fases de la luna, movimiento de las mareas, estaciones, etc. En este tiempo se dan tres condiciones:

a) estativa: se mide a partir de un momento axial: nacimiento de Cristo, el advenimiento de un soberano.

b) directiva: se enuncia mediante términos opuestos: antes / después del eje de referencia.

c) mensurativa: mide los intervalos de tiempo, son unidades de medida: día, mes, año, hora, minuto. Estos puntos de referencia dan la posición de los acontecimientos y definen nuestra situación con respecto a dichos acontecimientos. Nos dicen dónde estamos, cuál es nuestro lugar. Las categorías de tiempo están vacías de temporalidad, se asimilan a los números. El calendario es exterior al tiempo, nada dice del tiempo sino por aquel que vive en el tiempo.

3- Lingüístico: es por la lengua como se manifiesta la experiencia humana del tiempo., es decir que está ligado al ejercicio de la palabra.. Es irreductible al tiempo crónico y al físico. El presente es el eje axial , el eje de referencia, de la instancia de la palabra, se reinventa cada vez que el sujeto habla porque es un momento nuevo, no vivido aún. A partir del presente podemos movernos

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hacia el pasado o hacia el futuro. El presente es factor de intersubjetividad: funciona tanto para el yo como para el tú, es omnipersonal

Con este apunte terminamos una aproximación teórica al tema de Enunciación tal como la enfoca E. Benveniste en sus artículos teóricos.

Con las Actividades propuestas tendrán la oportunidad de llevarla a la práctica y concretar un análisis en el que esta teoría cobre sentido.

ª Actividad 1

Practicar el reconocimiento de deícticos y modalidades en la siguiente carta:

México 17-3-84

Me acordé tanto de ti, de tu amistad y cariño, me sentí sola y lloré porque ya no estás, no me explico, pero hay un vacío tan grande como tú. Sin saberlo, siempre me sentí apoyada porque existías y podía escribirte o hablarte y tú estabas ahí, dispuesto a darme la mano y animarme. Ahora que no estás, Julio, no tengo otro amigo como tú y me siento sola, sé que seguiré adelante pero con algo que falta dentro de mí. Con Claribel, el día siguiente que moriste, decíamos que las dos seguiríamos adelante por ti, creo que sí, lo que tengo que pensar es que en cualquier momento te encontraré y tendré que contarte lo que he hecho y entonces tú me dirás: muy bien chilenita.

Carmen Waugh

(Esta carta apareció a los pocos días de la muerte de Cortázar, recordemos que este año se cumplen veinte años de su muerte acaecida en febrero de 1984).

ª Actividad 2

Marcar en El cautivo de Jorge Luis Borges cuando se da la enunciación histórica y cuando la enunciación discursiva.

ª Actividad 3

Responder a partir de la lectura de Borges y yo, de Jorge Luis Borges el siguiente cuestionario:

1) ¿A través de qué marcas lingüísticas se instaura el sujeto en el discurso?

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2) ¿Cómo se confrontan el yo y él?

3) ¿Cómo se construye la subjetividad?

4) Modalidades de la Enunciación y del Enunciado