EN EL REINO DE LAS PALABRAS
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GERARDO
Erase una vez, un niño llamado Gerardo, que
vivía en Génova, en una ciudad del país de
las Palabras con Ge- y Gi-. A Gerardo le
encantaban los geranios y todos los días iba a
recoger unos cuantos geranios al jardín, a la
floristería o al campo cercano, los elegía con
mucho cuidado.
Un día, cuando iba a coger geranios, se
encontró con un león, fugitivo de un circo,
que empezó a rugir. El niño muy asustado y
gimiendo…, salió corriendo y se encontró con
una vaca que empezó a mugir. Gerardo se
quiso proteger y se escondió detrás de una
gigantesca roca, donde encontró unos
gemelos preciosos con gemas y diamantes. Se
los puso. Gerardo estaba genial y volvió a la
ciudad donde había mucha gente hablando
por todos los lados.
Después, se dirigió a la playa y un submarino,
sigilosamente, emergió del agua. ¡Surgió de
la nada!, atraído por el brillo de sus gemelos.
El submarino giró y se acercaba a la playa.
Gerardo fingió no estar asustado y se quedó
observando, sin saber muy bien que hacer.
ESTELA
GERMÁN Y EL TIGRE
Erase una vez, en Georgia, un país de Las
palabras con Ge- y Gi-, un hombre llamado
Germán. Germán tenía el pelo rubio, y aunque
era pobre, era muy generoso y gentil. Tenía
una forma de hablar muy graciosa, era
genial.
Germán tenía una esposa, Gemma, y dos hijos,
Gilberto y Generoso, tenía que alimentarlos.
Así que decidió ir a pescar.
Germán cogió su caña, giró el sedal y se fue a
pescar al río Genil.
Cuando estaba pescando, oyó un rugido,
parecía de un tigre. Fue, sigilosamente, a ver
lo que pasaba y vio que un cazador furtivo
había pegado un tiro en el muslo trasero de
un tigre. El furtivo, al verlo, escapó con
agilidad y rapidez.
Entonces, Germán fue a buscar ayuda a su
pueblo. Llamó a la gente para que fueran a
ayudar al tigre.
Cuando llegaron, el tigre había muerto,
pero… ocurrió algo mágico y sorprendente…,
¡a su alrededor habían surgido geranios y
girasoles que no morirían nunca!.
MARCO
GUSTAVO
Gustavo, era un niño afectivo e intuitivo, que
vivía en el país de Las palabras Terminadas
en -Avo, -Eve, -Evo, -Ivo... Le gustaba todo lo
instructivo y educativo .
Gustavo como todos los niños tenía una
mascota, un ave muy especial, un pavo
inofensivo y muy suave que cuidaba.
Gustavo decidió escribir una breve carta a la
televisión. Era una carta muy televisiva. En
ella contaba porque su pavo era tan especial.
Su querido pavo, jugaba al balón muy bien,
era muy deportivo y practicaba hasta los días
festivos. Y quería que todo el mundo lo
supiera.
Un día, Gustavo hizo una primitiva y ganó
mucho dinero. Compró a su padre un coche
deportivo. Y con el dinero que le sobró, entró
en un colegio muy educativo. Le enseñaron
los sustantivos y los adjetivos. Hizo un curso
intensivo que le gusto bastante. ¡Y… aprendió
muchas cosas!
SILVIA
SERGIO Y SU HERMANO
En Gerona, una ciudad del país de Las
Palabras con -Ge- y -Gi- vivía un niño
llamado Sergio, de siete años. Era muy
generoso y gentil. Se llevaba genial con toda
las personas.
Un día, la gente tuvo que elegir entre Sergio o
su hermano Gerardo. La gente fingió que
elegían a su hermano Gerardo.
Sergio no comprendía porque no le elegían a
él. Si él les ayudaba siempre que podía.
Sergio estaba sentado en un banco, gimiendo,
muy triste.
Su novia Regina le confesó que era mentira,
todos habían fingido. Él no estaba convencido
así que… reto a su hermano Gerardo. Sugirió
una competición para ver quién era mejor
persona.
Gerardo aceptó el reto e hicieron originales,
sugerentes y geniales pruebas.
Ganó Sergio. Toda la gente estaba feliz, menos
una persona, su hermano Gerardo. Sergio se
acercó a él y le dijo: - Hermano, yo he ganado
limpiamente porque sólo se puede ser bueno, si
uno quiere serlo.
Y desde entonces, los gerundenses, su hermano
y él fueron felices para siempre.
VIRGINIA
EL SOLDADO GUSTAVO
Hace mucho tiempo, en el país de Las Palabras
Terminadas en Ave-, Evo-, Ivo- …, vivía
Gustavo. Gustavo era un bravo cabo del
ejército español, aunque algo dubitativo.
Un día festivo, el octavo escuadrón al que
pertenecía Gustavo, tuvo que ir a detener a
unos contrabandistas que planeaban, en un
breve y corto periodo de tiempo, echar en el
país español, unos productos muy negativos y
nocivos para la salud.
Cuando llegaron al lugar, Gustavo y su
batallón, se encontraron con que ya habían
rociado algunas zonas del país. Había algo
indicativo y distintivo en el lugar. Los
animales inofensivos como el pavo real y
también…, los pavos comunes estaban
muertos.
Gustavo se disgustó mucho, no había sido
instintivo. Decidió renunciar a su puesto y
estuvo muy pensativo y reflexivo. Cuando se lo
dijo a sus superiores le respondieron: -
¡Negativo! .Tú, no te puedes ir. Tienes que ser
persuasivo e inquisitivo. Y así los pillarás.
Pasaron más de nueve meses, y… un día,
volvieron a localizar a los contrabandistas.
Gustavo se puso decisivo. Comenzó a buscarlos,
hasta que los encontró. Y así, lavó su orgullo.
CRISTIAN
PAVITO EL PAVO
Hace mucho tiempo había un pavo, se
llamaba Pavito el Pavo, vivía en el país de las
Palabras Terminadas en -Avo, -Evo, -Ivo, -
Eve… Era muy amable, todo el mundo quería
tenerlo, pero Pavito el Pavo ya tenía un
dueño.
El dueño era Gustavo, el hijo de Paco el
alcalde. Pavito el Pavo era inofensivo y
atractivo, ¡por eso todas…, pero todas…! las
pavas de la aldea lo querían.
Al día siguiente llegó una nueva pava al
pueblo, se llamaba Gustava. Pavito el Pavo se
puso a su lado. Gustava era negativa con
Pavito el Pavo.
Un día festivo, Pavito el Pavo y Gustavo fueron
a la casa de su nuevo amigo Francisco.
Francisco tenía nueve años, era el dueño de
Gustava.
Pavito el Pavo y Gustava se quedaron juntos
mientras… Francisco y Gustavo se fueron a la
cocina, a hacer un trabajo de adjetivos y
sustantivos.
La madre de Francisco entró y dijo: – Gustavo,
ya es muy tarde, es mejor que te vayas a casa –.
Al octavo mes de conocerse, Pavito el Pavo se
fue a Madrid de vacaciones con Gustavo y
Paco.
Pavito empezó a cantar por las calles. Todos a
su alrededor, admirativos, le escuchaban
cantar. Pavito el Pavo se hizo famoso.
Después de las vacaciones regresó a su pueblo.
Una tarde, se puso al lado de Gustava y cantó
una bella canción. A Gustava la encantó. Al
final Pavito el Pavo y Gustava se casaron y
fueron felices.
EDUARDO
LA BRUJA GINEBRA
Un día nublado de Febrero, al atardecer, en
el país de Las Palabras con Br-y Bl-, unos
niños, llamados Bruno, Pablo y Blanca, se
encontraron un brazo, parecía de una bruja,
se asustaron mucho. Estuvieron a punto de
gritar.
La bruja Ginebra, que así se llamaba, al ver
a los niños… los quería matar porque creía
que le habían robado el brazo.
Los niños hablaron preocupados y le dijeron
que se lo habían encontrado entre los robles
del bosque. La bruja Ginebra, que ese día
laborable, estaba muy amable, los perdonó e
invitó a una fiesta irresistible.
Todos se fueron a la fiesta que se celebraba en
un local en Brasil.
La bruja Ginebra se vistió para la celebración.
Llevaba un largo blusón blanco con rayas
negras hasta las rodillas, con un cinturón
brillante abrochado en la cintura. Como
buena anfitriona, llegó la primera a la fiesta
y esperó sentada, en un banco de tablones de
madera, a todos los invitados.
La fiesta de la bruja Ginebra fue inolvidable,
tocaron rap, hip-hop, samba y también...
pasodobles.
CÉSAR
EL BROCHE DE BRONCE
La bruja Blasa es alta y delgada, de piel
bronceada, con cara ovalada y nariz
alargada. Su pelo largo, negro y rizado. La
bruja Blasa es algo bromista y muy
bravucona, le gusta hacerse la brava y
meterse en broncas. A
veces…, resulta algo bruta.
Es muy viajera y ha estado
en Ginebra, Brandemburgo,
Brasil y Bruselas . Le gusta
desayunar tostadas con
mermelada de brevas y jugo
de brécoli. Para comer:
ensalada o coles de
bruselas, carne o pescado a
la brasa y un lícor hecho
con bruños, y… a la hora de la cena:
membrillo y queso de Cabrales. Blasa viste
blusa blanca con rayas oblicuas de brillantes
colores y mangas largas que cubren sus
huesudos brazos. En su muñeca lleva un
brazalete de oro y brillantes. Usa pantalones
y botines con tacones, abrochados con
botones. Cubre su cabeza con un sombrero a
juego, donde lleva prendido un hermoso
broche de bronce bruñido. Blasa, cuando sale
de casa, acostumbra a llevar en sus hombros,
una mochila hecha con piel de cobra. Y si
hace frío, se pone un abrigo de pelo de cebra.
Blasa vive en un bosque del país de “Las
Palabras con Br- y Bl-”, en una hermosa
mansión. Construida con esmero por unos
obreros del pueblo cercano.
Sus muros están hechos con grandes bloques
de piedra y vigas de madera labrada. En la
fachada tiene el emblema y el blasón de su
familia y un timbre que pocas veces suena. Su
interior cubierto con estanterías repletas de
sables, jarrones con brezo, romero y
madreselva, embrujos y libros de brujerías y en
el suelo muchas alfombras persas. Varios
tableros hacen de mesas. La bruja Blasa tiene
en un establo una cabra, Blanquita, de
cuerpo blando, suave pelaje blanquecino y
pequeños cuernos negros. Blanquita es una
cabra juguetona, bribona y traviesa como
una diablesa, le gusta morder pequeñas
briznas de hierba.
Todas las mañanas, cuando el sol empieza a
brillar, Blasa vuela en su escoba entre la
brumosa y espesa niebla, sobre las altas
cumbres de la sierra. La brisa mueve su pelo y
su sombrero, y… entre la neblina, su sombra se
proyecta en el suelo. Ella se preocupa, teme
perder su sombrero.
Un día, del mes de Abril, la bruja Blasa iba
distraída y pensativa. Y… bruscamente, se
enganchó con un cable del alumbrado.
Perdió el equilibrio y… ¡a punto estuvo!, de
caer de bruces, hacerse una brecha o
quebrarse algún hueso con el duro suelo.
Blasa estuvo ágil, hizo una cabriola y se
agarró a la escoba. ¡Y así… el golpe evitó!.
Pero con el desequilibrio, ocurrió algo
inevitable, su broche de bronce se desprendió
del sombrero.
Cuando llegó a casa, asombrada…, la bruja
Blasa lo echó de menos y muy triste se sintió.
Se lo había regalado su enamorado, de
nombre Pablo Blázquez, el cobrador del
autobús que la había llevado a La Bretaña
francesa y también, a Peñaranda de
Bracamonte. Pablo es un hombre fornido,
moreno, de ojos afables, amable, apacible y
muy agradable. Y habla con Blasa todos los
días laborables desde su teléfono inalámbrico.
Con la mayor brevedad, la bruja Blasa hizo
un breve conjuro, con sapos, culebras y rabo
de liebre. Todo lo echó en un viejo caldero de
cobre que colocó en la chimenea, sobre la
lumbre. Mientras removía con una cuchara
de alambre y madera, Blasa decía las
palabras mágicas: “abra calabra, pata de
cabra, cuando salga de casa, mi broche
encontraré” . Y este brebaje, en un frasco
guardó.
Nada más terminar, Blasa salió en busca de
su apreciado e inolvidable broche. Su conjuro,
con rapidez, funcionó y su broche encontró.
Enganchado estaba, entre los verdes brotes de
un viejo roble del lejano robledal.
La bruja Blasa muy contenta se puso, celebró
su hallazgo con entusiasmo. Dando brincos
volvió a su casa. Abrió la puerta del establo y
a Blanquita abrazó.
PAQUI