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aquello que podríamos llamar "im- parcialidad". Así, para sólo dar un ejemplo. en relación con Hitler, aun- que lo culpa de la derro ta mil itar de Alemania y le recrimina dur amente su obsesión con lo racial. le oto rga el haber sacado a Alemania del pozo en que la hundió el tratado de Ve r sa ll es tras la primera guerra mundial. con lo cual de paso reco- no ce qu e el na cion alsoc ialismo, como sistema político. tuvo varios aspectos positivos para el pueblo ale- mán ... Una afirmación que pocos se atreverían 11 hacer en nu estros días. Así. después de cin cuenta años de pelfculas hollywoodenscs como Sal- Vl llulo al solcltulo Ryall, El gr(lll es- cape o La bmalJa de lllglme rm . pue- de resultar so rpr ende nt e para muchos de nosotros escuchar la si- g ui ente declaración: He de cOllfesar que I/inglÍn ene- migo f il e UIII odiatlo para COl1l0 el lI ortetlmericmlO, por eso ",mcu creí en sus bue"as imencio- nes. [, .. 1 La f/W f(IIIW de I/ilios illo- cellte:.. COI1 JI/guetes explosivos durante los crudos mios de fa gl/ erra, los mitos illlllll1ltU/OS (1 los prisiolleros luego de IlIl/errota, /a decisión (le 110 apoyar la libera- ción de I'/Illlgr/(I y el robo tle tec- 1I0/ogía alemal/ll, fueron sil/mcio- n es que me separaro /! siempre de l os norteamericanos. [pág. 951 En el tercer capítulo, '" H ai dy y otros amores". hay también sorpresas. Es una parte del libro si gnada por el ambiente de la posguerra. en un con- tinente europeo ll eno de cica trices, donde los hombres jóvenes eran es- casos. pues muchos habfan muerto durante la guernl, en particulat en Al eman ia y Austria. Sin embargo. es un capítulo qu e. paradójicamentc, despide lo quc podríamos ll amar un "a roma a optimismo"'. Luego de su liberación, Hermann, quien no ha- bía visto a su es posa durante varios años. se involucra en a mor es con varias mujeres. como si se quisiera desquitar del l argo tiempo de sole- dad. La descripción de sus relacio- nes con ellas ocupa buena parte de las páginas del capítulo. pero otras lantas páginas son ocupadas por las anécdotas de los oficios - no todos legales- que el excomba ti ente tuvo que desempeñar para sobrevivir en esa Europa en ruinas, En su "hoja de vida" se encuentra un a decena al menos de profesiones disímiles. en- tr e las que cabe destacar las de obre - ro, mayordomo, minero. campesino, proxeneta y contraband is ta, El último capítulo narra las expe- ri encias de Her mann en Colombia. D ec ide emi grar lu ego de r ee n- contrarse con su es pos a: el hijo de ambos permanecerá en Hungría con su abuela, tras la Cortina de Hierro. y nunca volverán a verlo (aqu í, s in embargo, adop tarán a un niño aban- donado) . Hoy. cuando la mayoría de la población colombiana vive en ciu- dades. este capítulo recuerda allec- tor una Co lombia bastante descono- cida, pues la Colombia del recuerdo de Hermann es rural hasta lo se lvá- tico. No es algo ex traño. pues es te inmigrante buscó sobrevivir del pro- ducto de la cacería y la pesca. y es obvio que considera esa época como una de las más felices de su vida. al menos hasta el momento en que su- fri ó una tragedia familiar. Co mo di- cha tragedia fue pro piciada en par- te po r cierta ingenuidad comercial. algo que no deja de sorprende r en un hombre que ha vi\' id o tantas ex- periencias. es o tra pru eba de que hasta el final del libro continuamos descubriendo nuevas facetas en Herman n. Después del silencio es. en fi n, un libro llamativo y bien co nst ruido. Quizá la única fa lencia grave es la falta de vivacidad de los diálogos insertos en la narración, que resul· tan forLados y pesadamente moralis- tas si se les compara con la mayoría del texto, narr ado en una dinámica primera persona. A un asÍ, el libro de Patricia Goyeneche sobre la vida de Helmuth Hermann tiene tal int erés y amenidad que si n duda complace- rá a muchos lectores. Si algo ha hecho la literatura es recordarnos que cada ser humano es distinto. que cada vid a de hom- bre y de mujer, si se le enfoca con una mirada lit eraria. ti ene algo in - teresante que decir, En Después del silenóo sabe mos desde el prólogo que el texto es el resultado de un encuentro fo rtu ito, pero no acaba- mos de descubrir sorpresas hasta el final de las pági nas. por lo cual uno no puede evitar preguntarse cuán- tos seres humanos han vivid o exis- tencias tan fascinantes como la de Helmuth Herman n. pero no encon- traron quién las contara, así que el huracán del tiempo las arrastró al olvido. No es raro. entonces, que al final del libro el lector sienta una se nsación extraña". Melancolía por aquellas hi storias que nunca serán contadas, por esas vidas de las qu e nada apr enderemos, por esas letras qu e nunca l ee remos. A NDRÉS G ARC f A LO NDONO Buenas plumas .)0 El periodis mo NI Antioquia Jw", José Hoyos (sefecci6/1 y pr6logo) Bibliote<:a Pública Piloto. Concejo de Mcdcllín, Alcaldfa de Medellfn, Secrctarfa de Cultura Ciudadana de Medellín, 2003. 502 págs. Algunos te nemos la costumbre de andar hurgando en la prensa. escaf- ba nd o y gozando con las cró ni cas. los artfculos varios. los vaivenes políti· cos, las recetas de moda. la publici· dad. los consejos. en fin. La prensa [99[ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. brought to you by CORE View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk provided by Revistas y Boletines - Banco de la República

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aquello que podríamos llamar "im­parcialidad". Así, para sólo dar un ejemplo. en relación con Hitler, aun­que lo culpa de la derrota mil itar de Alemania y le recrimi na duramente su obsesión con lo racial. le otorga el haber sacado a Alemania del pozo en que la hundió el tratado de Ve rsa ll es tras la primera guerra mundial. con lo cual de paso reco­noce qu e el nacionalsoc ialismo, como sistema político. tuvo varios aspectos positivos para el pueblo ale­mán ... Una afirmación que pocos se atreverían 11 hacer en nuestros días. Así. después de cincuenta años de pelfculas hollywoodenscs como Sal­Vlllulo al solcltulo Ryall, El gr(lll es­cape o La bmalJa de lllglmerm. pue­de resultar so rprendent e para muchos de nosotros escuchar la si­guien te declaración:

He de cOllfesar que I/inglÍn ene­migo f ile UIII odiatlo para m í COl1l0 el lIortetlmericmlO, por eso ",mcu creí en sus bue"as imencio­nes. [, .. 1 La f/W f(IIIW de I/ilios illo­cellte:.. COI1 JI/gue tes explosivos durante los crudos mios de fa gl/erra, los mitos illlllll1ltU/OS (1 los prisiolleros luego de IlIl/errota, /a decisión (le 110 apoyar la libera­ción de I'/Illlgr/(I y el robo tle tec-1I0/ogía alemal/ll, fueron sil/mcio­nes que m e separaro /! siempre de los norteamericanos. [pág. 951

En el tercer capítulo, '" Haidy y otros amores". hay también sorpresas. Es una pa rte del libro signada por el ambiente de la posguerra. en un con­tinente europeo lleno de cica trices, donde los hombres jóvenes eran es­casos. pues muchos habfa n muerto durante la guernl , en particulat en Alemania y Austria. Sin embargo. es un capítulo que. paradójicame ntc, despide lo quc podríamos llamar un "aroma a optimismo"'. Luego de su libe ración, Hermann , quien no ha­bía visto a su esposa durante varios años. se involucra e n amores con varias mujeres. como si se quisiera desquitar del largo tiempo de sole­dad. La descripción de sus relacio­nes con e llas ocupa buena parte de las páginas del capítulo. pero otras

lantas páginas son ocupadas por las anécdotas de los oficios - no todos legales- que el excombatiente tuvo que desempeñar para sobrevivir en esa Europa en ruinas, En su "hoja de vida" se encuentra una decena al menos de profesiones disímiles. en­tre las que cabe destacar las de obre­ro, mayordomo, minero. campesino, proxeneta y contrabandista,

El último capít ulo narra las expe­riencias de Hermann en Colombia. Dec ide e migrar luego de reen­contrarse con su esposa: el hijo de ambos permanecerá en Hungría con su abuela, tras la Cortina de Hierro. y nunca volverán a verlo (aq uí, sin embargo, adoptarán a un niño aban­donado). Hoy. cuando la mayoría de la población colombiana vive en ciu­dades. este capítulo recuerda allec­tor una Colombia bastante descono­cida, pues la Colombia del recuerdo de Hermann es rural hasta lo selvá­tico. No es algo extraño. pues este inmigrante buscó sobrevivir de l pro­ducto de la cacería y la pesca. y es obvio que considera esa época como una de las más felices de su vida. al menos hasta el momento en que su­frió una tragedia familiar. Como di­cha tragedia fue propiciada en par­te por cierta ingenuidad comercial. algo que no deja de sorprender en un hombre que ha vi\'ido tantas ex­periencias. es o tra prueba de que hasta el final del libro continuamos descubriendo nuevas facetas en Herman n.

Después del silencio es. en fi n, un libro llamativo y bien const ruido. Quizá la única fa lencia grave es la

falta de vivacidad de los diálogos insertos en la narración, que resul· tan forLados y pesadamente moralis­tas si se les compara con la mayoría del texto, narrado en una dinámica primera persona. A un asÍ, el libro de Patricia Goyeneche sobre la vida de Helmuth Hermann tiene tal interés y amenidad que sin duda complace­rá a muchos lectores.

Si algo ha hecho la literatura es recordarnos que cada ser humano es distinto. que cada vida de hom­bre y de mujer, si se le enfoca con una mirada literaria. tiene algo in­teresante que decir, En Después del silenóo sabemos desde el prólogo que el texto es el resultado de un encuentro fo rtu ito, pero no acaba­mos de descubrir sorpresas hasta el final de las pági nas. po r lo cual uno no puede evitar preguntarse cuán­tos seres humanos han vivido exis­tencias tan fascinantes como la de Helmuth Herman n. pero no encon­traron quié n las cont ara, así que el huracán del tiempo las arrastró al olvido. No es raro. entonces, que al final del libro el lector sie nta una sensación extraña". Melancolía por aquellas historias que nunca serán contadas, por esas vidas de las que nada aprenderemos, por esas letras que nunca leeremos.

A NDRÉS G ARC fA LO NDONO

Buenas plumas .)0

El periodismo N I Antioquia Jw", José Hoyos (sefecci6/1 y pr6logo) Bibliote<:a Pública Piloto. Concejo de Mcdcllín, Alcaldfa de Medellfn, Secrctarfa de Cultura Ciudadana de Medellín, 2003. 502 págs.

Algunos tenemos la costumbre de andar hurgando en la prensa. escaf­bando y gozando con las crónicas. los artfculos varios. los vaivenes políti· cos, las recetas de moda. la publici· dad. los consejos. en fin. La prensa

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escrita no es como dice la canción: "Tu amor es un periódico de ayer, que nad ie más procura ya leer". Por e l cont rario. aunq ue sea un oficio que ex ige inmediatez y aunque se olvide con tanta rapidez a quien co­labora en un diario o una revista , es una fuente de investigación y gozo inagotable.

Ju an José Hoyos prese nta es ta antología . El periodismo ell Amio­quia, donde reúne dos siglos de pren­sa escrita. Es un trabajo arduo -y e l prologuista anota que no hubo el suficient e tiempo-- y difícil, más allll e n una an tología que abarca dos si­glos. pues tela de donde cortar so­bra . y esta recopilación se ha rea li ­zado de una manera muy cuidadosa e inte ntando cubrir varios frentes. tanlO políticamente como de géne­ro. pues se incluyen diversos perfi ­les, incluidas articulistas mujeres.

Los artículos están escogidos con mucho humor -algunos peca mos de ignora ntes, no pertenecemos a la región y chocamos, pues. con perso­naj es que desconocemos. pierden lustre. y no sobraría una peque na aclaración- pe ro en una selección de más de ochenta artículos donde se tiene que escoger no sólo la ex­tensión. sino cltema. el recorrido del au to r, la factura . e ntre otros. pecar por regionalistas es lo de menos.

Gabriel Cano, Jorge Isaacs. Juan de Dios Uribc, Francisco An tonio Zea, Tomás Carrasquilla, Luis Te­jada, León de Greiff. María Ca no, Gonzalo Arango y Ma nue l Mcjía Vallejo, entre otros, desfilan por csas páginas y hacen de la segunda anto-

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logía del periodismo antioqueno - la primera se hizo en el siglo XIX-un suculento manjar. amén de un loable trabajo. En la lectura y el paseo de estilo durante los dos siglos, no es di­fícil darse cuenta de qué tan mal está el periodismo actualmente; en los dia­rios no se contratan escritores sino máquinas jóvenes que buscan la chi­va, malformados e ignoran tcs.

Para quien no tenga esa manía de andar escarbando prensa o leyendo entre líneas los diarios actuales para encontrar las noticias inusuales, ex­traigo algunos trozos. Es posible que con estos ejem plos no sólo le pique el bicho de la curiosidad , sino que se contagie de ese vicio delicioso.

¿ De qué sirve esa familia siempre COfllellUl y dándose tOllO aUllque es pobre? - IJor q/lé don Fulano de tal, el! vez lle rel'elllor '" víspe­ra - pues l/O tielle 111/ Cristo dO/1-de morir-, vive sari4echo y se rrara a C/lerpo de rey-¿Q/lién protege {J Z/lllmita, hija de padres proletarios y que sin embargo va adelallle eOIl las qtle lIevall las banderas de la moda? Preguntas SOIl éslas que huy se hace rodo el ",Illldo. hosra los que 110 l/OS opo­liemos a q/le cmla c/lal haga lle SIl capa 1111 ~;(jyo.

Camilo Botero, en "Casos y cosas de Medellín-. Los petardistas", con maestría y e n e l año 1886 trato un tema que no pierde vigencia. Los ap rovechados y e nvidiosos nunca sobran y no se agotan:

Como D. Rlli",,,,ulo hay ",il/ol/es lle pr6jimm,~ porque 1m llegado la época en q/le medio /l/mulo, e/lvez (le reírse del olro medio, se lo come COII el feroz deleile de 1111 clmiba­lismo refinado.

y e ntre los muchos ejemplos que recrea, el siguiente:

-CoI/que se 1/(111 el domingo para el Poblado, /, /I o? -Sí, do;w Úrm la. -i Pero sí que paseal/ IIS/etles! Y /1110 que vive metida en aquel cucarachero ... Por mí l/O lo siel/-

lo; pero aquel/as pobres mI/cha­chas sin nil/gulla distracción me IJOrlen e/alma. -¿No estllvieron el domingo COII las Or!ice.f en Poadeaz(¡car y con /a familia de doiia Cmz en Sa1lla Helel/a, ell diciembre? -Sr, pero lo hicieron por fuerza ... porque It,S obligaron. Como 501/

/0/1 hobas y 110 saben eslar sillo COII

ge"'e de confianza ... A IIstedes si qlle les riel/en cOl/fitlllzo ... Ya ve ¡las q/lierel/ 1a1ll0! ¿Col/qlle es cosa resllella que se van el domil1go? -Es muy l·eguro, dO¡lll ÚrSllla. -¿ Por qllé no se llevan a esas muchachas? J-/as/a les podían ser­vir (le (lIgo a Ilstedes ... - PropólIg(lles V., dOlia Úrsula. Y lloli(l Úrsllla le acomoda a aqllel/a familia /a pejiguera de sus tres hijlls, que sOIl/res arpías qlle creen merecerlo lodo, que viven de cas(I el/ casa, que se cOl/vidal/ en 10tlol· lm· paseos y que después rmmll/mm de la familia que les soporló sus im¡Jerrillencias.

Como las muchachas, son varios los ejemplos de los aprovechados. de aquel que presiona hasta que el in­cauto firmu un papel con el que sabe que tiene todas las de perder, el que presta el piano y se lo devuelven sin cuerdas y rotos los pedales, el que pide plata prestada y aunque dice no tener un céntimo se muestra como un rey. etc.

Pero el espacio es corto; veamos una mujer, la Dama Negra, cronista de El Colombiano en los anOS veinte. Nunca se supo su verdadera identi­dad y se insistió en que era un hom-

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bre, pues su agudeza, ironía y erudi~ ción no podían ---para entonces.--- ser características de una mujer:

Tengo para mí que uno de los ras­gos caracterlsticos de la mujer es su índole vengativa y rencorosa. Nosotras perdonamos, olvidamos a veces, pero siempre nos venga­mos, sobre todo cuando se nos ha herido el amor propio. No creo que esto sea malo. La venganza, dedan los antiguos, es placer de los dioses; y yo añado: la mujer que 110 sepa vengarse doblemen­te no es mlljer.

Una crónica de Uriel Ospina, "Mont­parnasse, un recuerdo melancólico", escrita en los años cincuenta, acusa un sabor tan de la época, es un adiós a una anciana, antaño modelo de Fujita y Modigliani que mendigaba en los cafés de Montparnasse; con su muerte se cierra el a lma y recuerdo de un barrio bohemio. Rocío Vélez de Piedrahíta hace " un relato de la V Vuelta a Colombia especial me nte escrito para las personas que nunca han montado en bicicleta" y descri­be las carreteras:

Primero que todo expliquemos qué es WIO carretera Colombiana f. .. / aquí llamamos carretera a lIf/a trocha que se abre muy lentamen­re para wlir dos pueblos vecinos. Si es un rerreno plano, : .. e gllincha ¡//la faja de seis metros de ancho y queda lista la vía. Si es WUI mon­/t,;ia, se le hace a la mismaull cor­te zigzagueallle, dejando esO sí a I/IT lado el precipicio por donde

meda" cOllStallfemellfe los vehícu­los en añicos y por el otro 1m barran­co de tierra floja que se demunba periódicamente.

Manuel Mejía Vallejo hace un iró­nico y agudo reportaje sobre la Ni­caragua d e Somoza, G uille rm o Cano un homenaje a Álvaro Pachón de la Torre y a Tomás Ca rrasqu illa. pluma afi lada y crítica certera; otros recrean el Medellfn de antaño con frescura , algunos ofrecen puyas po­líticas aquí y allá, se suceden recuer­dos, homenajes y anécdotas. humor, remembranza y dolor, con plumas lúcidas y estilos diversos. Hay diatribas. pe roratas. trivialidades, ejemplos de los periódicos más im­portantes de nuestro siglo XIX yar­tículos de los se ñores de nuest ros diarios ya desaparecidos. Más de ochenta artículos para escoger y de­leitarse con el pe riodismo de los antioqueños.

JIM ENA

MONTANA CUÉLLAR

Académicos obnubilados con el fetiche de la globalización

Globalización y diversidad re ligiosa en Colombia Ana Marfa Bidegaill Greisiling y Jllan Diego Demera Vargas (compiladores) Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2005, 430 págs.

En los últimos quince años se ha impuesto en América Latina y en Colombia la moda intelect ual y co­mercia l de utilizar el vocablo glo­blllización para denomin ar todos los aspectos de la vida y de la sociedad. Así se habla de la globalización de la econom ía, de las comunicaciones, de la política, de la cultura, de la in­for mación. de la cocina, de la len­gua, del trabajo ... y de todo lo que

nos podamos imaginar. Con un tér­mino tan ligero y carente de sentido como es el de globalización - un producto cultural propio de la do­minación imperialista-, intelectua­les, académicos e invesligadores se apresuran a bautizar sus libros, sus encuent ros profesionales. sus semi­narios, sus cátedras, si n ni siquiera preguntarse sobre la validez epis­temológica del vocablo, suponiendo que la globalización no necesita ser demostrada sino que es un hecho indiscutible e irreversible al que te­nemos que aceptar como un axioma, o, como dicen sus cultores extremos (tipo Mario Vargas Llosa), como una nueva ley de la gravedad.

Result a significativo constatar que con la palabra globalizacióll ha estado sucedie ndo e n los últ imos tres lustros lo que aconteció con la noción de ·desarrollo' en las déca­das de 1960 y '970. cuando a gran parte del d iscurso dominante en la economía y las ciencias sociales se le anteponía esa palabreja. Así se hablaba de desarrollo económico, desarrollo educativo, desarrollo cul­tural. política y desarrollo. cultura y desarrollo, problemas del desarro-1l0 ... En la época era casi una obliga­ción referirse al tema del desarrollo pa ra lograr audiencia y recursos en los proyectos de investigación que se real izaran o para tener reconoci­miento en los círculos académicos dominantes, tanto en América Lati­na como e n Estados Unidos y en Europa. Pero lo más importante de esa experiencia radicó en que en la realidad nunca alcanzamos algo pa­recido al desarrollo y. antes por el

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