Emilio Mitre Fernández

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Una visión medieval de la ¡rontera de la muerte: status viae y status finalis (1200-1348) «Hablar de la muerte es referirse a un misterio; es también tener que abordar el lenguaje del catecismo clásico, a saber: las represen- taciones por medio de las cuales se ha intentado expresarlo» ~. Para un tema tan universal, sean cuales sean las civilizaciones que lo han abordado, existe siempre, según E. Morin, una triple constan- te: una conciencia realista que conduce a un sentimiento de pérdida de la individualidad; una conciencia traumática de vacío donde se había dado antes una plenitud individual; y, por último, la afirma- ción de un más allá de la muerte 2 Para el Occidente europeo y, de forma más concreta, para la etapa medieval, han sido numerosos los estudios realizados desde un tiem- po a esta parte ~. A través de ellos se ha intentado forjar una meto- dología que afronte el problema. Ello conlíeva la fijación de los tipos de muerte —o de actitudes ante la muerte— que el historiador del siglo xx puede reconocer a través de los más variados testimonios: históricos, literarios en el sentido más amplio de la expresión, jurídico- canónicos, arqueológicos, epigráficos, etc.. - Ello ha de suponer, de entrada, una verdadera recopilación y codificación de términos bajo los cuales el hombre del Medievo definía el hecho crucial de la muer- te o, si se prefiere, la relación vida/muerte. 1 X. LEÓN-Duroua: Jesús y Pablo ante la muerte, p. 19 Madrid, 1982. 2 El hombre ante la muerte, PP. 32 a 37, Barcelona, 1974. A los aportes ya clásicos de HUIzINGA o de TENENTI se han sumado obras como las de Ph. ARIEs, entre las que cabe destacar por su volumen L’homme devant la mort, París, 1977, y M. VOVELLE: La mort et lOccident de 1300 a nos jours, Paris, 1983. Entre otras obras colectivas sobre el tema destacan en los últimos años: un número especial de la revista Annales ESC, 1976, y algunas de las comunicaciones presentadas en distintos encuentros de medievalistas: La mort au Mo yen Age, Strasbourg, 1977, Le sen timent de la mort au Mo yen Age, Montreal, 1979, y Death in the Midále Ages, Mediaevalia Lovaniensia, 1983. En la España Medieval. Tomo V. Editorial de la Universidad Complutense. Madrid 1986

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Artículo sobre Escatología

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  • Una visin medieval de la ronterade la muerte: status viae y status finalis

    (1200-1348)

    Hablar de la muerte es referirse a un misterio; es tambin tenerque abordar el lenguaje del catecismo clsico, a saber: las represen-taciones por medio de las cuales se ha intentado expresarlo ~.

    Para un tema tan universal, sean cuales sean las civilizaciones quelo han abordado, existe siempre, segn E. Morin, una triple constan-te: una conciencia realista que conduce a un sentimiento de prdidade la individualidad; una conciencia traumtica de vaco donde sehaba dado antes una plenitud individual; y, por ltimo, la afirma-cin de un ms all de la muerte 2

    Para el Occidente europeo y, de forma ms concreta, para la etapamedieval, han sido numerosos los estudios realizados desde un tiem-po a esta parte ~. A travs de ellos se ha intentado forjar una meto-dologa que afronte el problema. Ello conleva la fijacin de los tiposde muerte o de actitudes ante la muerte que el historiador delsiglo xx puede reconocer a travs de los ms variados testimonios:histricos, literarios en el sentido ms amplio de la expresin, jurdico-cannicos, arqueolgicos, epigrficos, etc.. - Ello ha de suponer, deentrada, una verdadera recopilacin y codificacin de trminos bajolos cuales el hombre del Medievo defina el hecho crucial de la muer-te o, si se prefiere, la relacin vida/muerte.

    1 X. LEN-Duroua: Jess y Pablo ante la muerte, p. 19 Madrid, 1982.2 El hombre ante la muerte, PP. 32 a 37, Barcelona, 1974.

    A los aportes ya clsicos de HUIzINGA o de TENENTI se han sumado obrascomo las de Ph. ARIEs, entre las que cabe destacar por su volumen Lhommedevant la mort, Pars, 1977, y M. VOVELLE: La mort et lOccident de 1300 a nosjours, Paris, 1983. Entre otras obras colectivas sobre el tema destacan en losltimos aos: un nmero especial de la revista Annales ESC, 1976, y algunas delas comunicaciones presentadas en distintos encuentros de medievalistas: Lamort au Mo yen Age, Strasbourg, 1977, Le sentiment de la mort au Moyen Age,Montreal, 1979, y Death in the Midle Ages, Mediaevalia Lovaniensia, 1983.

    En la Espaa Medieval. Tomo V. Editorial de la Universidad Complutense. Madrid 1986

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    lina de las visiones ideolgicas del problema, peridicamente adap-tada a las diversas pocas y situaciones, abund en el sentimiento deprovisionalidad de la vida terrena en funcin del propio destino so-brenatural del hombre que la Redencin haba hecho posible. La vidaterrena, prlogo a otra vida eterna de la que se vea separada por lamuerte biolgica, adquira las caractersticas de un status viae, unaespecie de situacin intermedia del hombre, de acuerdo con los es-quemas fijados por algunos autores.

    La Europa del periodo comprendido entre 1200 y 1348 momentodel se legaba un mensaje a los siglos futuros ~.

    1. TR~sro~rno Y PRECEDENTES BBLICOS Y PATRSTICOS

    La idea del hombre como peregrino en la tierra, exiliado, desterra-do, prisionero, etc.., es consustancial a la tradicin judeocristiana3.El propio Adn cuyo pecado es el directo causante de la muertepara l y todo el linaje humano ser, en este caso, el primer exilia-do 6 Abraham> a su vez, se presentar como el exiliado-peregrino porantonomasia desde el momento en que, por orden del Seor, partadesde Harn a Canan k La figura del Exodo del pueblo de Israeles, sin duda, la mejor expresin colectiva de la figura del exilio. Enla forma del nomadismo poca tomada como dorada para algunastradiciones o en la de los desplazamientos forzados por motivos po-

    4 El 1200 tiene su significado no como inicio de una centuria, sino como elmomento inmediato al ascenso al pontificado (1198) de Inocencio III, quien,veremos ms adelante, es uno de los ms importantes filsofos de la muerte>del Medievo. El 1348, fecha ya de obligada referencia, no es slo la de la PesteNegra que invade Europa. En este ao muere Laura, la amada de Petrarca, ytal acontecimiento inspirar al poeta una serie de consideraciones sobre lamuerte que desbordan con mucho los propsitos de este trabajo. Pero tambinpor estas fechas, Juan Ruiz redacta su Libro del Buen Amor, en donde sehacen algunas consideraciones importantes sobre la muerte que han sidomotivo de especulacin para los especialistas. Pensamos, con Lapesa, que lavisin del arcipreste en torno a este tema dista bastante de ser la clsica quesc haba tenido en el perodo anterior. La muerte en el Libro del BuenAmor, en De la Edad Media a nuestros das, Madrid, 1967.

    5 Sobre este punto hay algunas atinadas precisiones en 5. LEcLERO: Espiri-tualidad occidental. Fuentes, pp. 43 y ss. Salamanca, 1967; P. A. SIGL: Les mar-cheurs de Dieu, p. 5, Pars, 1974; M.-H. VcAme:

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    lticos, el sentido grupal de la peregrinado va a ser un importantetema escriturario. Habr tambin, sin embargo, otras expresiones re-feridas a un exilio en sentido individual: el de los profetas ,y el de losjustos.

    En cualquier caso, la idea de provi~ionalidad y de pertenencia aotra comunidad natural en el ms all, se mantiene de forma con-tinuada.

    As, al llegarle la muerte, Jacob dir que va a reunirse con los su-yos s. Algo similar se dice para David ~, Salomn 10 o Ezequas ~. Eneste mismo personaje se utiliza el smil de la provisionalidad del n-mada cuando, al sentirse enfermo, habla de cmo su vida terrenal seescapa en la misma forma que la tienda del pastor es enrollada parallevarla a otra parte 12

    De hecho, toda la vida de Cristo se ajusta al esquema de una sali-da del Padre hacia el mundo para luego, dejando ste, retornar alPadre, tal y como se recoge en un pasaje del cuarto Evangelio can-nico ~. Cristo aprovecha esta explicacin de su experiencia persona]para transmitrsela a sus discpulos, a fin de prepararles para unafutura etapa de dispersin en el mundo, en la que habran de sufrirgraves tribulaciones 14

    San Pablo, en quien la riqueza de testimonios sobre la muerte esrealmente extraordinaria, retoma la idea de la tierra como alberguetransitorio o tienda de campaa provisional, a diferencia de la casaestable y dl albergue eterno en la otra vida 15 La vida terrenal sirve,

    16fundamentalmente, para aguardar la feliz esperanza -

    El autor de la Epstola a los Hebreos se dirige, a su vez, a un grupode expulsados de Jerusaln judeocristianos posiblemente a quie-nes desea animar frente a las vejaciones de sus antiguos correligiona-rios. Se les recuerdan las afrentas sufridas por anteriores hroes dela fe que fueron desplazados, maltratados y que se vieron obligadosa vagar de un lugar a otro sin que el mundo fuera digno de ellos ~.

    Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la muerte erafin de la vida y consecuencia del pecado 19 En el Nuevo Testamento,

    8 Gen. 49, 29.9 1 Reyes, 2,10.~ 1 Reyes, 11, 43. 2 Par. 32, 33.12 Is. 38, 9-3.13 Jn. 16, 25.14 Jn. 16, 32-34.15 2 Cor. 5, 1-4. Cit. por X. LEN-DUFOUR: Op. cit., p. 259, recogiendo opinio-

    nes de A. FEUILLET: Exegese de 2 Cor. 5, 1-10 et contriljution a letude des fon-dements de leschatologie paulinienne, en Recherches de Science religieuse,1956.

    1~ Tit. 2, 13.17 Ivleb. 11, 1 a 38.18 Nm. 6, 6.

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    sin embargo, se abundar en la idea de una resurreccin con Cristo,especialmente apreciada en San Pablo ~. La vida terrena el statusvicie adquiere> as, toda su dimensin gracias al status finauis, a launin del hombre con Dios, que es lo que le da verdadero sentido 21

    * * *

    En el Occidente de los inicios de la Gran Iglesia, Cipriano de Car-tago redact, en torno al 252 un pequeo tratado bajo el significativottulo de De mortalitate. Mezclando reminiscencias estoicas a los sen-timientos cristianos, se aspiraba a fortalecer el nimo de la poblacinde un Africa del Norte asolada por una terrible epidemia de peste.Sobre la base de que en este mundo no hay paz, es preferible siemprela perspectiva de un gozo eterno, razn por la cual la muerte fsicano tiene que asustar a los cristianos. De momento sostena el me-tropolitano todas las incomodidades del cuerpo seran comunes apaganos y cristianos hasta que el cuerpo corruptible se vista de laincorrupcin, y esta carne mortal reciba el goce de la inmortalidad.Incitando a una renuncia al mundo, Cipriano insiste en el viejo es-quema: epitre aux romains,Pars, 1973.

    21 D. von HILDEBRAND: Sobre la muerte, Pp. 79-80, Madrid, 1980. CIPRIANO. Sobre la peste, versin castellana de De mortalitate, en

    Obras de San Cipriano, ed. 3. Campos, p. 258, Madrid, 1964.~ Ibid., p. 271.24 San AMBROSIO: De fuga saeculi lber unus, en PL., tomo 14, col. 593.

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    idea de la humanidad y de su trayectoria histrica, como la de un lar-go exilio cuajado de pruebas y calamidades. Sin embargo, la presen-cia ya moral, la institucional (la Iglesia) de la Ciudad de Dios permitevislumbrar un status jinafls prometedor para los justos, como sba-do y descanso perpetuos ~.

    Incidiendo en criterios como los de San Juan, Gregorio Magnodar tambin una visin de Cristo como peregrino >~.

    La expatriacin/exilio/peregrinacin ser> desde el siglo iv en quese redact la Vida de San Antonio Abad, una de las caractersticasdel primitivo monacato. San Jernimo escribira que no es posiblepara un monje alcanzar la perfeccin en su patria 27 Sern los mon-jes celtas quienes lleven a su grado mximo de institucionalizacin elprincipio de peregrinatio pro Christo. Costumbre que, en el caso dealguno de los productos del monacato insular San Bonifacio pue-de conducir hasta el martirio.

    Dentro de la tradicin que se iba forjando y proyectndose haciael corazn del Medievo, el peregrinus presenta un cristiano insatis-fecho que aspira a otra patria. La peregrinatio, en un principio formade ascsis, acabar constituyendo una expresin capaz de permeabi-lizar los sentimientos de amplias capas sociales del mundo medieval 28

    La relacin vida/muerte fue enriqueciendo su vocabulario a lo lar-go de los siglos. Expresiones como transitus o peregrinatio cobrarnfortuna. Una popularizacin que se deba en buena medida a la pri-

    29mera produccin hagiogrfica del Occidente -

    II. TRNSITO POR EL MUNDO Y cONTEMPTU5 MUNDJ

    El menosprecio del mundo dada la caducidad de las cosas aparen-temente valiosas, acompa a las distintas generaciones de cristianoscomo imagen complementaria de la del hombre como viador.

    San Agustn sostuvo que desde que el hombre comienza a existiry residir en este cuerpo mortal, no puede evitar que venga sobre lla muerte, pues lo que hace su mutabilidad en todo el tiempo de lavida mortal (si es que debe llamarse vida) es que se acabe por llegara la muerte ~.

    2~ La Ciudad de Dios, lib. 22, cap. 30, ed. E. Montes de Oca, Mxico, 1978.26 Homiliarium in Evangelia, lib. 1, en PL., tomo 76, col. 1106.~ VIcxRe: Op. ct., p. 25.28 J~ LEcLERO: Op. cit., pp. 46 y ss.29 P. BoGLIONI: La mort dans les premiers hagiographies latines, en Le

    sentment..., pp. 185 a 210.~ La Ciudad..., lib. XIII, cap. X. Salida lgica dada la miserabilizacin de

    todas las tentaciones libidinosas que hace el Hiponense en Confesiones, lib. X,cap. XXX y ss., ed. E. Ceballos, Madrid, 1962.

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    En los aos finales del siglo xii, el cardenal Lotario de Segni (papaInocencio III desde 1198) redact, siguiendo principios similares, unaobra que habra de hacerse famosa en el terreno de la espiritualidad:De contemptu mundi. Se ha sostenido que supone la mxima expre-sin del principio del horno viator. Algunos de sus pasajes dan unavisin escarnecedora de la vida carnal rayana en lo estremecedor.As: la mujer concibe con suciedad y fetidez, pare con tristeza y do-

    31br, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedad y temor -

    En una lnea similar a la del Hiponense, Inocencio III dir en uncaptulo, significativamente titulado. De vicinitat inortis, que mejores morir la vida que vivir la muerte; porque nada es vida mortal sinomuerte viviente. - - la vida pasa rpidamente y no es posible retenrla:la muerte tiene lugar de forma instantnea, no es posible impedirla.Esto es tambin admirable porque cuanto ms se crece ms se d9cre-ce; porque cuanto ms se ha avanzado en la vida tanto ms s estcerca del fin 32~

    En los aos siguientes, este tipo de consideraciones fueron objetode una abundante literatura.

    Vicente de Beauvais, uno de los autores ms populares del BatoMedievo, recogi en su obra enciclopdica gran cantidad de conside-raciones en este sentido, inspirndose tanto en autores paganos comocristianos. Las miserias y el tedio de esta vida y la infelicidad del al-ma en el cuerpo mortal conducen, de forma incuestionable, a una ne-cesidad de la muerte ~ El momento supremo va acompaado de docesignos que, en todo caso, son una agudizacin de las debilidades pro-pias del cuerpo humano: Desarreglo del gusto, mala digestin, muta-cin del rostro, pulso desigual, sueo inquieto, sudor desordenado,aliento hediondo, prdida de la palabra, fallos en la memoria, prdidadel movimiento, prdida del aliento y prdida del tacto ~. La vida esbreve escapa como una sombra y nunca se permanece en el mis-mo estado ~. El hombre, nacido de mujer, est sometido a mltiplesmiserias 36, El hombre, en definitiva, ha sido prestado a la vida, nodonado a ella, de donde se infiere la ley universal del nacimiento yla muerte ~.

    31 PL, tomo 217, col. 705, pasaje en el que, por otro motivos, incide J. Hu-ZINGA: El otoo de la Edad Media, p. 194, Madrid, 1961.

    32 Ibid., cols. 713-714. Sobre la fugacidad del tiempo que conduce irremisible-mente a la muerte se insiste en estos aos desde las ms diversas pticas,Guillermo DE LoaRs, en el Roman de la Rose, dir que El tiempo que marchanoche y da 1 sin reposo ni detenimiento que se aleja de nosotros tan furtiva-mente / que siempre parece inmvil mientras que no se detiene jams.Cfr. G. PARs y E. LNGLoIs: Chrestomathie du Moyen Age, p. 259, Pars, 1919.

    Speculum doctrinale, cols. 463470, Douai, 1624.34 Speculum morale, cols. 730-734, Douai, 162435 Speculum naturale, col. 2373, Douai, 1624.36 Ibid., cols. 2375 y 2376.~ Ibid., col. 2377.

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    Desprecio del mundo que, a lo largo del perodo que tratamos, pue-de adquirir otros matices. Tres podemos destacar.

    Ramn Llul (uno de los grandes popularizadores de la dualidadmuerte corporal/muerte espiritual) llega a concebir tambin una suer-te de simbiosis vida/muerte en este mundo, al estilo de la marcadapor Inocencio III, al escribir que Ninguna cosa de este mundo estan propia al otro siglo como la muerte, por tratarse del necesarioexpediente para contemplar el semblante de Dios ~.

    Algunos aos despus, el agustino Bernat Oliver, insistir en lasmiserias de este mundo ardores, sudores, peligros> trabajos, daosy afanes de esta vida material pero siempre como paso necesariopara alcanzar el refrigerio y reposo de la vida perdurablemente glo-riosa ~. A lo largo de su vida, el hombre es acechado por mltiplespeligros hasta el punto que la muerte puede parecr ms vida y con-solacin que pena y dolor. Cuando se habla de lo terrible del momen-to de la muerte ojos que giran, venas que se rompen, el coraznque muere y el espritu que se separa del cuerpo, no voluntariamentesino a la fuerza se hace hincapi que sta es la muerte del pecador,atormentado por la idea del juicio y las penas del infierno ~.

    En definitiva, hacia 1347, Petrarca redactaba su Secreto, en dondeen dilogo con San Agustn, el autor llegar a decir que has amonto-nado miserias y defectos tan sin nmero que casi me arrepiento dehaber nacido hombre 4

    III. ENTRE LA IDEOLOGA Y LAS REALIDADES: peregrinacin,cruzada y muerte

    Los idelogos del perodo que estamos tratando, opusieron confrecuencia las imgenes de dos mundos separados por el momentode la muerte biolgica. Lo que, en palabras de Ramn Llul, eranaquest mon y el autre segle 42

    Para el primero, verdadera peregrinacin, se establecieron una se-rie de etapas, tanto para el hombre en particular como para la histo-ria en general. Etapas, que segn San Agustn, culminaran en el mo-

    ~sDoctrina pueril, tomo 1, de Obres de Ramon Lul, pp. 168-170, Mallor-ca, 1906.

    39 Exctator de la pensa a Deu, ed. P. Bohigas, p. 241, Barcelona, 1929.~Ibid., Pp. 91 a 107.~ Secreto mo, en Obras. 1. Prosa, ed. E. Rico, p. 78, Madrid, 1978. Las

    consideraciones a primera vista moralizantes idea hoy puesta en tela dejuicio permitieron hace aos a algunos autores subtitular esta obra comoDe contemptu mund tambin; vid. K. VossLEiz: Historia de la literatura italia-na, p. 46, Madrid, 1925. Los sntomas corporales del momento de la muerte quePetrarca recoge son muy similares a los dados por Vicente de Beauvais.

    42 Libre de contemplaci en Deu, vol. II, de Obres p. 288, Mallorca, 1906.

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    mento en que como sptimo da, descansar Dios, cuando el mismosptimo da, que seremos nosotros, lo har Dios descansar en s mis-mo

    A comienzos del siglo xiii, Diego Garca, utilizando las viejas pau-tas, estableci una similitud entre las seis edades del mundo, las dela Iglcsia y las del hombre. La quinta edad del hombre era la senectus,que se iniciara en torno a los ochenta y cuatro aos (se ha pensadoque la edad del autor en aquellos momentos). La sexta corresponde-ra a la senium, de la que se dice no se conoce el fin a ciencia ciertay que culmina con la decrepitud de la vida ~.

    Casi un siglo ms tarde, Dante Alighieri fijara cuatro etapas enla vida del hombre, correspondientes a la adolescencia, juventud, se-nectud y senilidad. A esta ltima le otorgaba, aproximadamente diezaos de duracin ~. La nobleza, convertida en una especie de motorde la vida humana, es analizada a lo largo de estos cuatro momentos.Y, al llegar al final stas son las dos razones que mueven al almanoble: desea partir de esta vida como esposa de Dios y quiere mos-trar que su creacin fue un puro don de Dios t

    Con menos proclividad a una sistematizacin, Petrarca pondr enboca del Hiponense que no te engae la pluralidad de los das ni lacompleja divisin del tiempo: la vida toda de los hombres, por mu-cho que se dilate, no es ms larga que un solo da y an apenas en-tero> .

    * * *

    En este contexto, la figura de la vida humana como peregrinacinadquiere una serie de matices cuando descendemos de los esquemasgenerales y muy doctrinales 47 biS a situaciones personales o institu-cionales ms concretas.

    ~ La Ciudad..., lib. XX, cap. 30. Esta proclividad a la divisin del procesohistrico y su equivalencia en los diversos estados dc la vida del hombre seencuentra en la mayor parte de los autores inmediatamente posteriores a SanAgustn, En cl mundo hispnico, por ejemplo, San ISIDORO abundar en lasseis edades de los tiempos (Etimologas, lib. V, cap. 39, ed. J. Oroz, M. Daz yA. Marcos, tomo 1, Madrid, 1982) y las seis edades dcl hombre (Etimologas,lib. XI, cap. 2, en la misma edicin, tomo II, Madrid, 1983). Y TuoN: Semen-tiarums, lib. III, cap. IV, en Espaa Sagrada, cd. Risco, tomo 31, hablar dccinco etapas en la vida del hombre: infancia, puericia, adolescencia, juventudy senectud, desde la que se pasa a la muerte.

    Planeta, cd. M. Alonso, pp. 337.338, Madrid, 1943.~ DANTE ALICHIERI El-corwite,~; cr Obras completas, cd. N. Gonzlez Ruiz,

    p. 679, Madrid, 1965.~ PrrRxnt~: Op. ct., p. 140.47 bis As, un R. JIMNEZ DE RADA podr decir del gnero humano que in te-

    era miseriae aberravit. En Opera, p. 5, Valencia, 1968 (reproduccin facsmilde la cd, de 1793).

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    La peregrinacin, destierro o exilio del colectivo de la humanidaden marcha hacia un fin que supone el de este mundo visible, se recogeen diversas ocasiones.

    Diego Garca, dentro de unas pautas que nos recuerdan el Evange-lio jonico, presentar la victoria de Cristo como un proceso identifi-cable con los tres estados de la vida del hombre: Cristo vence a lanaturaleza produciendo al hombre por medio de su bondad, desde elno ser al ser. Cristo reina humillando al hombre por su culpa, me-diante su justicia, arrastrndole del paraso al sepulcro. Y, por lti-mo, Cristo impera por su misericordia, llevando al hombre desde elsepulcro al cielo ~. Haciendo un trueque del papel de Cristo por el deMara, Alfonso el Sabio creara algunas imgenes semejantes en susCantigas, contraponiendo la culpa de Eva al papel de la Virgen como

    49liberadora de la prisin -La tradicin artrica, por su parte, creara una de las ms bellas

    imgenes literarias: la de la bsqueda del Grial. Larga peregrinacincaballeresca cuyo trmino marcar tambin el fin del drama humano,completar la gloria de Dios sobre la tierra y har posible la salva-cin del mundo como final glorioso de la historia ~.

    En trminos de exilio, Vicente de Beauvais plante la relacinvida/muerte, al dar de esta ltima entre otras definiciones, las demis exilii, reditus cid patriam o peregrinationis terminus ~.

    Y Jacobo de Vorgine, en los inicios de su obra ms popular, ex-pondr a modo de filosofa de la historia el convencimiento deltiempo de la peregrinacin que es ste de la vida presente en la que

    52viajamos y combatimos siempre

    * * *

    Estas figuras adquieren su verdadera naturaleza cuando se apli-can a casos y experiencias concretas.

    En el campo de la hagiografa, Gonzalo de Berceo difundi un ricovocabulario en el que resultan moneda corriente aquellas expresiones

    48 Diego GARCA: Op. ci., p. 451.49 Eva nos foi deitar do demn su prijon e Ave en sacar / e por esta

    razn / Entre Ave Eva / gran departimenta, ALFONSO X: Cantigas de amor,de escaro e de lauvor, ed. R. Carballo y C. Garca Rodrguez, p. 84, La Corua,1983. Y tambin Sen calor nen tardar deve todavia omonrrar e loar /a Santa Maria Ca ela non tardou quando nos acorreu e de prijonsacou du Eva nos meteu u pesar e cuidar sempre nus creqia maisguiar / e levar foi u Deus siia, en ibid., p. 142.

    50 C. GARCA GUAL.

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    que hacen referencia a la provisionalidad de este mundo, del que sonsacados sus hroes ~.

    Conectada con figuras descritas anteriormente, el siglo xiii man-tuvo la llamada por Vicaire circulacin perpetua del Apstol que,en el caso del Languedoc da las figuras seeras de un Diego de Osmao un Domingo de Guzmn itinerantes, dedicados a la debelacin dela hereja ~.

    La piedad mendicante, surgida en buena medida de este tipo de ex-periencias a menudo traumticas, utiliz, para hablar de la vida desus ms conspicuos representantes, las imgenes de la peregrinaciny el exilio.

    As> Francisco de Ass ser el feliz viador que anhelaba salir deeste mundo como lugar de destierro y peregrinacin ~.

    Para los predicadores se dir algo similar. De Santo Domingo sedice que troc el lgubre destierro por el consuelo de la celeste mo-rada en el momento de morir ~. Y de Jordn de Sajonia se dircosas parecidas 5. Ms an, del propio fundador de la orden se dir,en alguna de sus biografas, que muri justamente en el momento enque se dispona a emprender una peregrinacin ~

    Con una amarga experiencia en cuestiones de exilio, Dante estable-cer smiles de la muerte natural como resultado de la fatalidad, atravs de metforas como la del exiliado que retorna a su patria o elbarco que entra en buen puerto ~. Imgenes que tomar tambin Pe-trarca en alguno de sus sonetos al hablar de la larga prisin sufren el ciego leo hasta que las seas yo vi de la otra vida / y suspirpreviendo ya mi fin ~.

    Pero tambin Dante aportar otras imgenes de la relacin vida/muerte, en las que la experiencia del horno vicitor y de la peregrina-cin ms o menos mstica tienen un papel primordial. As, recordandola muerte de Beatriz, el autor habla de un grupo de peregrinos con

    5 J SAUGNIEUx: Le vocabulaire de la mort dans lEspagne du xii sicle,daprs loeuvre de Berceo, en Death..., En el caso, por ejemplo, de San Millnse dice que Amava desti mundo seer desembargado de la temporal vida erafuert enojado bien amae que fuesse so corso acabado e exir dest exilio demalveztat poblado. Vida de San Milln, ed. B. Dutton, p. 90, Londres, 1967.

    ~4 Vc~uRn: Op cit., pp. 33 a 35.55 Toms de CELANO: Vida segunda, en San Francisco de Ass. Escritos. Bio-

    grafas. Documentos de la poca, ed. J. A. Guerra, p. 325, Madrid, 1980.56 Sordan DE SAJoNI.-Orgenes de la Orden de Predicadores, en Santo Do-

    mingo de Guzmn. Su vida. Su Orden. Sus escritos, ed. M. Gelabert, J. M. Mi-lagro y J. M. de Garganta, p. 176, Madrid, 1966.

    5 Gerardo DE FRAcHET.

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    los que se encuentra en su camino que iban a ver la bendita imagende Cristo dejada como ejemplo de su hermosisimo rostro [en el suda-rio de la pasin] el cual [directamente] contempla mi dama gloriosa-mente ~ La peregrinacin fsica tiene, as> su equivalencia en otrade signo metafsico.. - Idea que el poeta reitera en un soneto Sobre laesfera en cuya tercera parte dice haber visto una dama all arri-ba glorificada, y lo llamo entonces espritu peregrino, puesto que es-piritualmente va a lo alto y, como peregrino que est fuera de supatria, all permanece ~.

    No en balde, Dante ha sido tomado comnmente como el gran di-vulgador de los tipos de peregrinacin mayor en el Medievo. Y no enbalde tampoco, su Vida Nueva pasa por ser una especie de prlogoa la Divina Comedia... o, al menos se ide pensando en su proyecto,ya que se dice que slo se volver a hablar de la bienaventurada Bea-triz en el momento en que pueda hacerlo ms dignamente ~.

    Y, por ltimo, sin entrar en los temas de fondo de la suprema obrade Dante utilizada a conciencia por Allard en el antes mencionadoartculo la Divina Comedia, es, a fin de cuentas, la descripcin deuna magna peregrinacin a travs de los distintos estados del alma

    4

    humana -* * *

    Para el perodo posterior al asesinato de Tomas Becket, las muer-tes por la va martirial disminuyen drsticamente en el Occidente, se-gn ha destacado recientemente M. Vovelle ~.

    Algunos ejemplos, son, sin embargo, ilustrativos. As, la muertede Pedro de Castelnau en 1208 adquiri todas las caractersticas delmartirio, como la de Pedro Pascual, obispo de Jan, casi un sigloms tarde. Sin llegar a la canonizacin, se asimilaron tambin al mar-tirio por parte de algunos autores ciertas muertes como la de Simnde Montfort. El fin de ste impacto de una piedra lanzada por lostolosanos y el del protomrtir Esteban pasaron a ser equiparados ~.

    No faltan tampoco las frustradas bsquedas del martirio: SanFrancisco, cuyo sustitutivo estara en los estigmas de la Pasin 67 oRamn Llul. Y no falta tampoco la exaltacin profusa del martirio

    61 En Vida nueva, en Obras completas, p. 563.62 Ibid., p. 664.63 Ibid., p. 564.64 Citado por m en Historiografa y mentalidades histricas en la Europa

    Medieval, p. 112, Madrid, 1982.~ M. VOVECLE: Op. ci., p. 30.66 p~ DE VAUX-DE-CERNAY: Histoire albigeoise, ed. H. MAISONNEUVE y P. GUEBIN,

    p. 234, Pars, 1951.67 San BUENAVENTURA: Leyenda mayor>, en San Francisco..., p. 442.

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    en una de las obras clave de la hagiografa medieval: la LeyendaAurea., en donde dos terceras partes de los biografiados mueren vio-lentamente confesando su fe, aunque casi siempre se trate de perso-najes de los primeros siglos del Cristianismo.

    La muerte martirial en el siglo xiii (al igual que en la anteriorcenturia) sufre la ventajosa competencia de la cruzada, peculiar for-ma de sublimacin de la idea del hamo viator, en la que las imgenesde la Jerusaln terrestre y la Jerusaln celestial entraron en una cu-riosa simbiosis4. Si el hombre en general es un expatriado, el cruza-do lo es por antonomasia.

    La expresin cruzada es de tarda aparicin, como se ha destacadopor algunos autores. Son otros vocablos los que se suelen emplear:passagium, trcinsitum, iter hierosolymitanum, etc... que recuerdanmucho las expresiones que los idelogos del Medievo utilizaban paradesignar el paso del hombre por esta vida terrenal. En Berceo se en-

    70cuentra la palabra crugada, pero para designar la muerte en la cruz -

    Si bien la idea cruzadista experimenta en el siglo xiii un sensibleenfriamiento en relacin con las pasadas emociones, los ejemplos deutilizacin de este expediente no slo a ttulo militar (muy frecuente)sino tambin a ttulo de sublimacin del paso del hombre por el mun-do, no faltan ni mucho menos.

    Los concilios ecumnicos de la poca, a nivel institucional, abun-daron en este smil.

    As, en el IV Concilio de Letrn, Inocencio III hablar de una tri-ple pascua que deseaba celebrar: corporal, espiritual y eterna. Laprimera correspondera al trnsito a Tierra Santa para la liberacinde Jerusaln. La segunda equivaldra al paso de un estado a otro, quepropiciara la reforma de la Iglesia universal. La tercera seria lapascua eterna, que supondra el trnsito de una vida a otra, a fin deobtener la gloria celestial ~. An dndose gran importancia a las dosprimeras, es la tercera pascua la ms singular, ya que supone diceel papa el paso del dolor al gozo, de la pena a la gloria y de lamuerte a la vida por la gracia de Jesucristo. No poda expresarse deotra forma quin era autor del De contemptu mundi.

    4 De hecho, la disociacin no se har, al menos, hasta que surja la Cru-zada. Y las razones que ligan a una Jerusaln con otra en una unidad mscompleja, y tambin ms singular, parecen estar suministradas por las tradi-ciones escatolgicas tan vivas en el siglo xi, en vsperas de la Cruzada, E. AL-PHANDERY y A. DUPRONT: La Cristiandad y el concepto dc Cruzada, p. 16, Mxico,1959.

    4 E. CARDINI: II movimiento crociato, p. 69, Florencia, 1972.~ Gonzalo nn BERCEO. ~Duelo de la Virgen el da de la Pasin de su Hijo,

    en Signos que aparecern antes del Juicio Final. Duelo de la Virgen. Martiriode San Lorenzo, cd. A. M. l{amoncda, p. 190, Madrid, 1980.

    71 MANSI: Sacrorurn Conciliorum nova el amplissinza collectio, vol. 22,col. 969.

  • Una visin medieval de la frontera de la muerte... 677

    En el II Concilio dc Lyon el esquema se reiterar, al insistirse enel tema cruzadista con ms enjundia que en el 1 Concilio Lugdunense.En el discurso de apertura, el general de los dominicos Humberto deRomains se remite al precedente de los que murieron recibiendo elmartiiio y establece un destino similar para quienes se arriesguen aperecer en una nueva operacin en Tierra Santa 72

    El reflejo histrico y literario de este tema es patente. El Vers73

    de la mort, de R. Le Clerc y otros similares as lo expresan -En el campo de la lrica trovadoresca se llegar tambin a una im-

    portante smosis entre muerte por causa del pecado/muerte poramor/toma de la cruz. Ser el caso de Albrecht von Johannsdorf,muerto hacia l209~~. Ms clsico es el caso de Conon de I3ethune: al-canzar la vida gloriosa y conquistar el apreciado Reino para los quecojan la cruz

    Sin embargo, es en Ja muerte de San Luis de Francia, segn des-cripcin que nos leg el seor de Joinville, donde mejor se ve estaequivalencia de cruzada/muerte/imitacin de la muerte de Cristo.Las tres veces que el monarca pone son cors en aventura de mort,coinciden con pasajes de su vida en Ultramar, hasta culminar dram-ticamente en 1270 delante de los muros de Tnez. Son las grans pei-nes que il souffri au pelerinaige de la croiz par lespace de six anz queje fu en sa compaignie, el por ce meismemcnt que il ensui Nostre.Seigneur ou fait de la croiz. Car se Dien morut en la croiz, aussi fist-il, car croisiez estoil-il quand mourut a Thunes ~. El memorialistaalcanza la ms alta cota en el sistema de equivalencias mencionadocuando afirma que el monarca rindi su alma al Seor a la mismahora en que lo hizo Jess en la cruz para la salvacin del mundo 7T

    Todava, unos aos ms tarde, un hombre de la compleja persona-lidad de Petrarca seguir haciendo un canto a la cruzada, pero enton-ces no se tratar de abundar en las metforas del pasado, sino deexaltar la figura y las posibles empresas de un personaje determi-nado -

    72 MANsI: Op. cit., vol. 24, col. 114; tambin, C. CAaozzI.- Humbert de Ro-mans el lHistoire, en 1274, Anne Charnre. Mutations et continuits, pp. 851-854. Pars, 1977. Las imgenes en las que abunda el general de los dominicosreiteran la idea de vaciar el mundo para colmar cl cielo.

    73 A. Ch. PAYEN.- ~, en Death..., pp. 205 a 216. Tambin la cruzada aparecercomo expresin del da del Juicio que ha llegado. J. BODa: ~

  • 678 Emilio Mitre Fernndez

    CoNcLusIoNEs PARA UN JUEGO DE IMLIGENES

    De todo lo que acabamos de exponer, una idea permanece clara.El exilio del hombre aparece en estos momentos, siguiendo una delas imgenes ms caras del Medievo, como una especie de microcos-mos del exilio colectivo de la humanidad tras el primer pecado ~.

    Ahora bien, de un anlisis detenido de los textos manejados, puedepensarse que las imgenes que se van deslizando en los distintos dis-cursos distan mucho de tener una clara homogeneidad. Ms bien sepodra decir que estamos en presencia de un conjunto de imgenesduales. Unas veces sus esferas de accin parecen bien delimitadas.Otras veces, por el contrario, se prestan a la confusin.

    a) En primer lugar, siguiendo los ms aejos principios escritu-rarios, los intelectuales del Medievo insistieron en la existencia de dosmuertes: la del cuerpo y la del alma, ms terrible la segunda que la

    soprimera

    b) La idea de estados intermedios cobra una mayor riquezaa lo largo de estos aos. No lo es solamente esta vida temporal (algu-nos autores hablarn de status mediocris) sino tambin el Purgatorio

    81

    o lugares afines previos a la conquista de la Vida Eternac) La imagen de la vida terrenal como destierro puede adquirir

    tambin muy especiales matices. El destierro en este mundo puededoblarse con otro destierro liberador que prepare para el Ms All.Las prcticas del eremitismo, de las que la literatura hagiogrfica sehizo amplio eco seran el ms claro paradigma. As, la leyenda deSanta Mara Egipciaca, de amplia difusin en toda la Cristiandad, yotras de proyeccin ms restringida, como la de San Milln ~ estable-cen las diferencias (o el complemento?) entre los dos exilios: el obli-gado de todos los humanos y el voluntario y purificador de los esp-ritus ms selectos.

    de la cruzada que se preparaba en 1333. Muchos de los recursos que se usan,son adems invocacin a Rmulo, remembranza de la expedicin de Jerjescontra Grecia... demasiado humansticos>.

    79 San AGUSTN: La Ciudad..., lib. XXII, cap. 22.~0 Extremo ste que merecera la pena un trabajo ms especfico.~ Tema ste recientemente tratado por J. Ln Gorr: La naissance du Purga-

    toire, Pars, 1981. El estudio de este problema cara al Medievo, no se agota,lgicamente, en los abundantes materiales utilizados por este autor. Las im-genes legadas por la literatura ms o menos popular son tambin de enormeinters. En el mundo artrico, el , en Vida de San Milln, p. 87. Y tambin, querra estavida en otra demudar e vevir solitario por la alma salvar, ibid., p. 88.

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    De manera pareja, la peregrinatio en la tierra puede articularsecon otras peregrinaciones purificadoras (in poenam) entre las quedestacar la propiciada por Bonifacio VIII al declarar el 1300 comoao jubilar para todos los peregrinos que acudieran a Roma ~

    d) San Agustn habl de dos resurrecciones: la de los muertos enel fin del mundo, y la de las almas en el momento en que se hacen re-ceptivas a la voz del Hijo de Dios ~ Tradicionalmente tambin sehaba hablado de un Juicio Universal, pero, a lo largo del Pleno Me-dievo, se fue poniendo nfasis en otro: el juicio individual que requiereuna especial preparacin del hombre ante la muerte. Las Artes mo-rieticli del Bajo Medievo tendrn, as, su precedente en la codificacinde ceremonias y gestos previos al momento decisivo: confesin, vi-tico, extremauncion... bsicas para conocer la tanatologa de fines dela Edad Media y comienzos de la Modernidad ~

    e) Junto al trnsito por esta vida la peregrnatio metafricahay otro trnsito que se produce desde el momento de la muerte f-sica. Los trminos bajo los que los autores medievales designan esteinstante crucial salida, trnsito, etc... son suficientemente ilus-trativos.

    9 El vocablo morada tiene, por ltimo, dos significados perfec-tamente convergentes: uno el de morada terrestre que camina a la des-truccin y otro el de la morada que viene de Dios. Las diversas repre-sentaciones lanzadas no llegaron a dar de sta una imagen suficiente-mente clara. Desde San Pablo se vena sosteniendo que esa moradasera Cristo en persona. O, al menos, se tratara de una donacin par-cial de esa morada en espera de la parusa ~. Una forma, en definiti-va, de neutralizacin por la Iglesia de las corrientes de signo escatol-gico 5.

    * * *

    De acuerdo con los testimonios manejados, la idea del status viaeen el periodo 1200-1348 responde a una visin de las relaciones vida-

    83 Lr Gorr: Op. cit., pp. 442-443.84 La Ciudad..., lib. XX, cap. 6.85 Resulta difcil admitir la afirmacin de X. LEN-DUFOUR, para quien

    basta despus del siglo xv no se forj Ja nocin de juicio particular, sin fun-damento suficiente en la Biblia ni en la patrstica ni en los concilios; op. cit.,nota 101 de la p. 54. ElIo, sin embargo, no fue obstculo para que algunosautores del Medievo abundaran en esta idea, como es el caso de Vicente DEBnAuvAs, quien de forma expresa afirma que es justo un juicio general paratodos, pero que tambin es lcito pensar que cada cual tenga su juicio particu-lar en el momento inmediatamente posterior a la muerte, aunque en l lasnimas de los justos no reciban an toda la gloria ni las de los rprobos todala pena; Speculum morale, col. 777.

    86 X. LEN-DUFOUR: Op. ct., p. 259.87 Sobre esta cuestin, vid. R. BULTMANN: Historia y escatologa, p. 62, Ma-

    drid, 1974.

  • 680 Emilio Mitre Fernndez

    muerte muy propias de las lites. Efectivamente, los personajes pre-sentados son, en su inmensa mayora, pertenecientes a las categorassocial o moralmente privilegiadas.

    Sin embargo, hay que tener en cuenta tambin que obras comola Leyenda aurea desempe un singular papel cara a la cultura demasas. La Iglesia Romana y sus agentes institucionales podan pre-sentar, as, una visin de la muerte que pareciese lo ms intercasistaposible. La duplicidad de imgenes creaba, sin duda alguna, equvo-cos. Pero los equvocos jugaban tambin a favor de la traslacin deesperanzas desde un mundo cargado de limitaciones a otro que seprometa pleno de venturas para los justos. De ah los repetidosintentos de desdramatizacin del instante decisivo de la muerte bio-lgica.

    Que el xito de la Iglesia institucional en este empeo fuera limi-tado, es otra cuestin. Pero tambin parece fuera de duda que losargumentos del contemptus mundi corno pieza fundamental de unpensamiento cristiano infiltrado de principios estoicos, traspasantodo tipo de barreras cronolgicas. La brillante hiptesis de Huizin-ga, para quien la popularidad de la obra de Inocencio III no llegarams que a fines del Medievo, no parece hoy defendible. Y no sloslo porque buena parte de sus manuscritos se redactan a lo largodel siglo xiii ~ sino tambin porque muchas de sus figuras se rei-teran en otras obras de esta centuria.

    1348 deja de ser la fecha recodo en lo que se refiere a la evolucinde los sentimientos sobre la muerte?

    Todo es relativo.Es evidente que cierto tipo de reflexiones sobre la muerte propias

    del ocaso del Medievo y de la Modernidad particularmente laidea del desprecio del mundo tienen sus races en corrientes depensamiento como las antes analizadas ~.

    Pero otras visiones que se van abriendo paso en torno a esta fe-cha ~ tienden a despegarse de valoraciones anteriores. La muerte, se

    ~ Idea recogida por R. BULTOT y reproducida por B. Roy. La danse destrois aveugles, en Le sentiment.,., pp. 121-137.

    89 Pueden recordarse, en este sentido algunos pasajes de la obra del maes-tro Alejo VEMEGs: Agona del trnsito de la muerte, p. 23, Madrid, 1969, especial-mente en donde se dice inspirndose en Sneca que la vida es un largotormento de muerte, ya que cada da morimos un poco, porque nos quitamosuna parte de nuestra vida.

    90 Recordemos lo dicho anteriormente, en nota 4; LipusA: Op. cit., p. 74, hadicho atinadamente que en el Arcipreste se encuentra una alteracin del sis-tema tradicional de valores: cl bien y el mal no corresponden ya al esprituy la carne respectivamente, sino a la vida y la muerte. Una posicin ya esenciaLmente vitalista.

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    piensa, libera una serie de energas que no slo facilitan el fin sobre-natural del hombre ~. Tambin compensacin del triunfo universalde la muerte contribuyen a exaltar la lama del difunto, aquellaque a los hombres salir hace del sepulcro de nuevo hacia la vida ~.

    Emilio MITRE FERNNDEZ(Universidad de Alcal de Henares)

    91 Triunfo de la Muerte, en E. PETRARCA:rrera, p. 123, Madrid, 1983. La muerte aparecebra para las almas nobles, y amargura 1fango.

    92 bid., p. 137 de forma especial